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DOCUMENTO DE TRABAJO: DERECHO CONSTITUCIONAL ORGÁNICO. 1

CONGRESO NACIONAL

Esta materia se encuentra regulada en el Capítulo V de la Constitución, artículos 46 a 75.

Esta estructura bicameral supone como ventaja, en teoría al menos, una mejor discusión
de los proyectos de ley, al ser analizados en dos instancias distintas, y como contrapartida tiene la
desventaja de demandar un mayor tiempo en el proceso legislativo.

I. Composición de la Cámara de Diputados.

La Cámara de Diputados está integrada por 155 miembros, “elegidos en votación directa
por los distritos electorales que establezca la ley orgánica constitucional respectiva” (art. 47
CPR).

La ley a que se refiere la Constitución es la Nº 18.700, Orgánica Constitucional sobre


Votaciones Populares y Escrutinios que establece los distritos en los que se divide el país.

La Cámara de Diputados se renueva en su totalidad cada 4 años, y los diputados pueden


ser reelegidos indefinidamente.

Requisitos para ser diputado.

Para ser elegido diputado se requiere cumplir los siguientes requisitos, también
denominados condiciones generales de elegibilidad:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio. En consecuencia, se exige ser chileno, por
cualquier fuente; no haber sido condenado a pena aflictiva o por delito que la ley califique como
conducta terrorista; ni encontrarse afecto a alguna de las causales de suspensión del derecho d
sufragio.

Sobre este punto debe recordarse lo señalado en el artículo 13, inciso tercero, de la CPR,
en el sentido que “los chilenos a que se refieren los números 2º y 4º del artículo 10, el ejercicio de
los derechos que les confiere la ciudadanía estará sujeto a que hubieren estado avecindados en
Chile por más de un año”; y lo dispuesto en el artículo 14, al señalarse que “los nacionalizados en
conformidad al Nº 3º del artículo 10, tendrán opción a cargos públicos de elección popular sólo
después de cinco años de estar en posesión de sus cartas de nacionalización”.

b) Tener cumplidos veintiún años de edad. Es una edad mínima, dado que el
constituyente no consideró la fijación de una edad máxima para el desempeño de las funciones
parlamentarias.

c) Haber cursado la enseñanza media o equivalente. Se trata de un requisito de


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Fuentes de información: apuntes de clases Prof. Carlos Maturana; www.bcn.cl; Constitución Política de la República.
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escolaridad de escasa significación práctica, tanto por la obligación que existe de cursar la
enseñanza media, lo que supone, hoy en día, que la mayor parte de la población debería
satisfacerlo, como por el escaso nivel de preparación para labores complejas, como la legislativa,
que el mencionado nivel educativo proporciona.

d) Tener residencia en la región a que pertenezca el distrito electoral


correspondiente durante un plazo no inferior a dos años, contado hacia atrás desde el día de la
elección. La exigencia se refiere a la residencia en la región, no específicamente en el distrito.

La finalidad de esta exigencia es que exista una real conexión y un verdadero


conocimiento de la zona por parte de los candidatos que aspiran a representarla, lo cual no
necesariamente se cumple atendida la amplitud de circunstancias que se han admitido, por parte
del Servicio Electoral y del Tribunal Calificador de Elecciones, para configurar residencia.

Como complemento de lo exigido, en el art. 51 se establece que “se entenderá que los
diputados tienen, por el solo ministerio de la ley, su residencia en la región correspondiente,
mientras se encuentren en ejercicio de su cargo”. Se trata, así, de una presunción de derecho que
favorece al diputado en ejercicio, lo cual no impide, por cierto, que en una nueva elección puedan
postular por un distrito distinto, acreditando la residencia en la región a la que este último
pertenezca.

II. Composición del Senado.

El Senado se integra por miembros elegidos en votación directa por circunscripciones


senatoriales, en consideración a las regiones del país. Para estos efectos, cada región constituirá,
a lo menos, una circunscripción (art. 49, inciso primero, CPR).

La Carta, como se aprecia, no fija el número de senadores ni el de las circunscripciones


senatoriales, dejando estas materias entregadas a la ley orgánica respectiva, expresión que
entendemos referida a la ley Nº 18.700, ya citada.

Con respecto al número de senadores y a las circunscripciones senatoriales, debe


recordarse que la actual disposición décimo tercera transitoria establece que “el Senado estará
integrado únicamente por senadores electos en conformidad con el artículo 49 de la Constitución
Política de la República y la Ley Orgánica Constitucional sobre Votaciones Populares y
Escrutinios actualmente vigentes”; agregando que “las modificaciones a la referida Ley Orgánica
sobre Votaciones Populares y Escrutinios que digan relación con el número de senadores, las
circunscripciones existentes y el sistema electoral vigente, requerirán del voto conforme de las
tres quintas partes de los diputados y senadores en ejercicio”.

Con esto, el quórum normal de las leyes orgánicas, de los 4/7 de los diputados y senadores
en ejercicio, se eleva a los 3/5 de los mismos cuando se trata de reformar la Ley Orgánica sobre
Votaciones Populares y Escrutinios en las materias específicas indicadas, es decir, número de
senadores, circunscripciones senatoriales y sistema electoral. Esta situación se explica,
fundamentalmente, por la intención de obligar a acuerdos muy amplios para modificar la
situación actualmente existente en los tópicos señalados, no bastando ni siquiera una mayoría
muy calificada como lo es la establecida para las leyes orgánicas.

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Ahora bien, debe entenderse que el quórum especial comentado sólo es aplicable al
Senado, y no a la Cámara de Diputados, por ende, la modificación de los distritos electorales y
el sistema de elección para los diputados sigue sujeto al quórum general de los 4/7 de los
diputados y senadores en ejercicio, y el número de los diputados es, obviamente, materia de
reforma constitucional. Además, pese a la ambigüedad de la disposición décimo tercera
transitoria, estimamos que el quórum consagrado en ella sólo resulta aplicable la primera vez que
se modifique la ley sobre Votaciones Populares y Escrutinios, en las materias indicadas, y no
en las posteriores reformas que eventualmente se introduzcan, puesto que, de otra manera, no
se entendería su naturaleza de norma “transitoria”.

Requisitos para ser senador.

Según el artículo 50 Para ser elegido senador se requiere:

a) Ser ciudadano con derecho a sufragio.

b) Haber cursado la enseñanza media o equivalente.

c) Tener cumplidos treinta y cinco años de edad el día de la elección. La edad es la


misma que la exigida para ser elegido Presidente de la República, y tampoco se establece una
edad máxima.

A diferencia de los diputados, los senadores duran ocho años en sus cargos y se renuevan
alternadamente cada cuatro años, en la forma que determine la ley orgánica constitucional
respectiva2.

Los senadores también pueden ser reelegidos indefinidamente.

III. Sistema electoral para diputados y senadores.

A diferencia dela Constitución de 1925, que ordenaba emplear un sistema proporcional, la


Carta actual nada dice sobre el particular, dejando al legislador orgánico la definición del sistema
electoral aplicable a las elecciones de diputados y senadores.

Esta materia se encuentra regulada en la ley Nº 18.700 sobre Votaciones Populares y


Escrutinios.

IV. Normas comunes a diputados y senadores.

En este apartado se comprenden tres grandes materias, a saber, las prohibiciones, los
privilegios o prerrogativas parlamentarias, y las causales de cesación en el cargo. Además de
lo señalado, debe también recordarse que, conforme al artículo 8 de la Constitución, los
diputados y senadores deben declarar sus intereses y patrimonio en forma pública.

a) Prohibiciones parlamentarias.
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Esta denominación –prohibiciones parlamentarias- se refiere a tres instituciones distintas:


las inhabilidades, las incompatibilidades y las incapacidades.

a.1. Inhabilidades parlamentarias.

Las inhabilidades son impedimentos que la Constitución establece y que obstan a que
una persona pueda ser candidato a un cargo de diputado o senador.

Para los efectos de este curso, distinguiremos en inhabilidades absolutas y relativas.

Son absolutamente inhábiles quienes no reúnen los requisitos para ser elegido diputado o
senador, contemplados en los artículos 48 y 50 de la Carta Fundamental; y son relativamente
inhábiles quienes, reuniendo las condiciones generales de elegibilidad, no pueden ser candidatos
a un cargo parlamentario por desempeñar alguno de los cargos, o encontrarse en alguna de las
situaciones, taxativamente previstos en el artículo 57 de la Constitución.

Como los requisitos de elegibilidad ya fueron examinados, nos remitiremos


exclusivamente a las causales de inhabilidad relativa.

Según el artículo 57, ya citado, no pueden ser candidatos a diputados ni a senadores:

1) Los Ministros de Estado.

2) Los intendentes, los gobernadores, los alcaldes, los consejeros regionales, los concejales y los
subsecretarios.

3) Los miembros del Consejo del Banco Central.

4) Los magistrados de los tribunales superiores de justicia y los jueces de letras.

5) Los miembros del Tribunal Constitucional, del Tribunal Calificador de Elecciones y de los
tribunales electorales regionales.

6) El Contralor General de la República.

7) Las personas que desempeñan un cargo directivo de naturaleza gremial o vecinal.

8) Las personas naturales y los gerentes o administradores de personas jurídicas que celebren o
caucionen contratos con el Estado.

9) El Fiscal Nacional, los fiscales regionales y los fiscales adjuntos del Ministerio Público, y

10) Los Comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, el


General Director de Carabineros, el Director General de la Policía de Investigaciones y los
oficiales pertenecientes a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública.

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La finalidad perseguida por el constituyente, al configurar estas causales de inhabilidad,


es distinta si se refiere a los cargos en la organización estatal (números 1 al 6, 9 y 10), que si se
trata de las situaciones contempladas en los números 7 y 8.

Así, en general, cuando se trata de cargos en la organización del Estado, lo que se


pretende es resguardar el principio de separación de funciones; a la vez que evitar el mal uso
de atribuciones públicas, y de recursos públicos, en beneficio de una candidatura parlamentaria.
También se busca resguardar la prescindencia política y el carácter técnico que debe inspirar la
actuación de todos quienes integran determinadas instituciones estatales (Banco Central, Poder
Judicial, Tribunal Constitucional, tribunales electorales, Contraloría General de la República,
Ministerio Público y Fuerzas Armadas y Carabineros).

Efectos de las inhabilidades relativas. Aquí hay que distinguir dos situaciones.
La primera, no regulada expresamente por la Constitución, se refiere a las personas que,
siendo inhábiles, pretenden inscribir su candidatura a diputado o senador. En este caso, esa
candidatura debería ser rechazada por el Servicio Electoral o, en su caso, por el Tribunal
calificador de Elecciones. No obstante, si pese a los controles existentes, una persona inhábil
lograra inscribir su candidatura y participar en la elección, tal elección debería declararse nula
(recordando siempre que, en materia de nulidad electoral, rige el principio de la conservación del
acto electoral).

En cambio, las personas que dejan de servir los cargos que causan inhabilidad en la
oportunidad estipulada en la Carta, y participan válidamente en la elección, si no resultan
elegidos no pueden volver al mismo cargo, ni ser designadas para cargos análogos a los que
desempeñaron, hasta un año después del acto electoral.

a.2. Las incompatibilidades.

Las incompatibilidades son prohibiciones que afectan a quienes han sido elegidos
diputado o senador, y que les impiden desempeñar, en forma simultánea, el cargo parlamentario
y otro u otros cargos que la persona servía al momento de la elección, expresamente
determinados por la Constitución.

De acuerdo al artículo 58 de la Carta:

1.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles entre sí. Esta es la llamada
“prohibición de cúmulo de funciones”.

El fundamento de esta prohibición está tanto en el principio democrático, cuanto en la


estructura bicameral del Congreso. En efecto, en razón del principio democrático se busca
que el poder se difunda y no se concentre, lo que ocurriría si se permitiera a una misma persona
desempeñar simultáneamente más de un cargo parlamentario. Por otro lado, no tendría sentido
establecer un Congreso bicameral, si las mismas personas pudieran desempeñarse
simultáneamente en ambas cámaras.

Refuerza esta idea lo dispuesto en el art. 51 CPR, que permite a un diputado pasar a
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ocupar un puesto vacante en el Senado, pero cesando en su cargo de diputado.

2.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión
retribuidos con fondos del Fisco.

Se trata de empleos o cargos remunerados con fondos públicos, de cualquier servicio o


institución, incluyendo, por cierto, la administración central del Estado. Como señala la Carta,
debe tratarse de empleos rentados, de modo que los cargos o funciones que, de acuerdo a su
respectivo estatuto jurídico, no llevan aparejada una remuneración, no causan
incompatibilidad.

3.- Sin perjuicio de lo anterior, la Constitución especifica, además, que los cargos de
diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión retribuidos con fondos de
las municipalidades, de las entidades fiscales autónomas y semifiscales.

En consecuencia, causan incompatibilidad los empleos o comisiones remunerados con


recursos de los órganos y servicios que integran la administración descentralizada del Estado, es
decir, de los órganos y servicios públicos creados para el cumplimiento de una función
administrativa, y dotados de personalidad jurídica y patrimonio propios.

4.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión
retribuidos con fondos de las empresas del Estado o en las que el Fisco tenga intervención por
aportes de capital.

La incompatibilidad se refiere a los empleos tanto en las empresas propiamente estatales,


como en aquellas en que el Estado participa aportando parte del capital social, aunque no tenga el
control de la misma ni sea accionista mayoritario.

Siempre se trata, eso sí, de empleos remunerados.

5.- Agrega la disposición que los cargos de diputados y senadores son incompatibles
“con toda otra función o comisión de la misma naturaleza”.

Esta es una cláusula abierta, que permite incorporar a la prohibición a otros empleos
rentados, aunque no existe claridad acerca de cuáles podrían ser esas funciones o comisiones
“de la misma naturaleza”. El profesor Molina sostiene que podrían quedar comprendidos los
empleos remunerados por entidades controladas por las empresas del Estado o controladas por
las empresas en las que el Estado tiene participación por aportes de capital4.

6.- Finalmente, los cargos de diputados y senadores son incompatibles con las funciones
de directores o consejeros, aun cuando sean ad honorem, en las entidades fiscales autónomas,
semifiscales o en las empresas estatales, o en las que el Estado tenga participación por aporte de
capital.

Por la importancia de la función, ya que se trata de cargos de alta dirección, la prohibición


se extiende no sólo a las funciones rentadas, sino también a las que se sirven de forma gratuita.

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Excepción a las incompatibilidades.

Se exceptúan de la prohibición, es decir, no son incompatibles con los cargos


parlamentarios, los empleos docentes y las funciones o comisiones de igual carácter de la
enseñanza superior, media y especial.

Sólo se trata de empleos o funciones docentes, remuneradas con fondos públicos. Las
labores de otra naturaleza, como por ejemplo administrativa, no quedan comprendidas en la
excepción.

Debe hacerse presente que las labores remuneradas con recursos privados, de cualquier
naturaleza, sean o no docentes, son siempre compatibles con la función parlamentaria, dado que
esta última no es, jurídicamente, una actividad que exija dedicación exclusiva. La prohibición
en comentario se establece, en general, sólo respecto de los empleos rentados con fondos
públicos5.

Efectos de las incompatibilidades.

La incompatibilidad se va a configurar al momento en que el parlamentario es proclamado


como electo por el Tribunal Calificador y, en consecuencia, desde ese momento cesa “en el en
el otro cargo, empleo o comisión incompatible que desempeñe”.

La cesación en el cargo incompatible opera de pleno derecho, desde la proclamación


como electo, sin que sea necesaria declaración alguna.

No se consagra un derecho de opción, como hacía la Carta anterior, porque se entiende


que la persona, al presentarse a la elección, asume que en caso de ser elegido cesará en el
empleo incompatible que desempeñe; al presentar su candidatura tiene conocimiento de las
consecuencias de su elección y las acepta, al menos tácitamente.

a.3. Las incapacidades.

Las incapacidades son prohibiciones que impiden que un parlamentario pueda ser
nombrado en un cargo incompatible.

Dispone el art. 59 CPR que “ningún diputado o senador, desde el momento de su


proclamación por el Tribunal Calificador de Elecciones puede ser nombrado para un empleo,
función o comisión de los referidos en el artículo anterior”.

En consecuencia, la extensión de las incapacidades es la misma que la de las


incompatibilidades, y las primeras constituyen una lógica consecuencia de las segundas. Es decir,
si un diputado o senador no puede seguir desempeñando un cargo incompatible que ocupaba
antes de su elección, naturalmente que durante el ejercicio no podrá ser nombrado para uno de
estos mismos cargos.

Las incapacidades rigen desde la proclamación como electo y hasta que el diputado o
senador cese en su cargo por cualquier causa. Originalmente las incapacidades se extendían
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hasta seis meses después d la cesación en funciones, pero tal restricción fue eliminada,
equivocadamente en nuestro concepto, por la reforma de la ley Nº 20.050.

Las incapacidades persiguen, por un lado, evitar que un parlamentario pueda utilizar su
cargo a para obtener, principalmente del Gobierno, un empleo determinado; y por otro, que el
gobierno de turno pueda coartar la libertad de diputados y senadores sobre la base del
ofrecimiento de empleos o cargos rentados.

Efectos de las incapacidades.

La Constitución no señala que ocurre si un parlamentario es nombrado en un cargo


incompatible, es decir, si incurre en una causal de incapacidad. Por aplicación de los principios y
normas generales, debemos concluir que ese nombramiento es nulo, manteniéndose vigente el
cargo de diputado o senador.

Excepciones a las incapacidades.

Se señala en doctrina que, teniendo las incapacidades la misma extensión que las
incompatibilidades, resulta aplicable a las primeras la excepción del art. 58 de la Carta
Fundamental. Con ello, un diputado o senador puede ser nombrado para un empleo docente, o
en una función o comisión de igual carácter, de la enseñanza superior, media o especial.

Sin perjuicio de lo anterior, el propio art. 59, en su inciso segundo, establece otras dos
excepciones.

Así, no rige la norma sobre incapacidades en caso de guerra exterior. Atendido lo extrema
de la situación de guerra, la Carta no sólo permite que un parlamentario pueda ser válidamente
nombrado en un cargo incompatible, sino que además admite el desempeño conjunto de ambos
cargos.

Tampoco se aplica la norma sobre incapacidades a los cargos de Presidente de la


República, Ministro de Estado y agente diplomático; agregándose que sólo los cargos conferidos
en estado de guerra son compatibles con las funciones de diputado o senador.

De este modo, un diputado o senador puede ser válidamente elegido Presidente de la


República, o nombrado Ministro de Estado o agente diplomático, pero si tal elección o
designación se produce en tiempo de paz, conlleva la cesación en el cargo parlamentario. La
plena compatibilidad sólo se reconoce, incluso respecto de estos cargos, en situaciones de
guerra externa. Evidentemente que el efecto previsto, la cesación en el cargo parlamentario, sólo
se producirá con la aceptación del cargo de Ministro de Estado o agente diplomático, y no por el
sólo nombramiento, que es un acto unilateral del Presidente de la República. Por el contrario, en
el caso que un diputado o senador sea elegido Presidente de la República, la cesación en el
cargo parlamentario debería producirse con la proclamación como Presidente electo, siguiendo el
criterio empleado por la Carta en situaciones similares.

a.4. Declaración de inhabilidades, incompatibilidades e incapacidades.

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De acuerdo al art. 93 Nº 14, en lo pertinente, corresponde al Tribunal Constitucional


pronunciarse sobre las inhabilidades e incompatibilidades que afecten a diputados o senadores.

Entendemos que la competencia del Tribunal Constitucional comienza con la


proclamación de los parlamentarios electos, toda vez que antes de esa actuación no hay diputados
y senadores, sino sólo candidatos. Por ende, las inhabilidades que pudieran afectar a los
candidatos siguen siendo de competencia de los órganos electorales, esto es, del Servicio
Electoral y del Tribunal Calificador de Elecciones.

El requerimiento al Tribunal Constitucional puede ser formulado por el Presidente de


la República o por no menos de 10 parlamentario en ejercicio. En la última situación
planteada, no es necesario que el requerimiento lo intenten 10 diputados o 10 senadores, puesto
que, atendida la redacción de la norma, sería perfectamente admisible la concurrencia de unos y
otros en la presentación.

b) Privilegios parlamentarios.

Bajo esta denominación se comprenden la inmunidad y el fuero parlamentario, que


corresponden a prerrogativas establecidas en favor de diputados y senadores, que les otorgan
una mayor protección, en aras de garantizar su independencia y, principalmente, la independencia
de las Cámaras.

Tanto la inviolabilidad como el fuero son inmunidades jurídicas, pero mientras la primera
mira a los aspectos sustantivos, estableciendo la irresponsabilidad por determinadas
actuaciones, el segundo es simplemente una protección de carácter procesal, que no produce
efectos en materia de responsabilidad.

b.1. La inviolabilidad.

Dispone el art. 61, en su inciso primero, que “los diputados y senadores sólo son
inviolables por las opiniones que manifiesten y los votos que emitan en el desempeño de sus
cargos, en sesiones de sala o de comisión”.

El efecto de la inviolabilidad es que el parlamentario no tiene responsabilidad, ni penal ni


civil, por los eventuales delitos que pudiera cometer al manifestar una opinión o emitir un voto,
en las condiciones previstas por la Carta. De ahí su carácter de privilegio, por cuanto el resto de
los ciudadanos gozan igualmente de una amplia libertad de opinión, pero siempre “sin perjuicio
de responder por los delitos y abusos que se cometan” en su ejercicio (art. 19 Nº 12).

De este modo, para que se configure la inviolabilidad deben darse los siguientes
elementos:

1.- El diputado o senador debe encontrarse en el ejercicio del cargo. Según el artículo 5º
de la ley Nº 18.918, Orgánica Constitucional del Congreso Nacional, los parlamentarios se
consideran en ejercicio desde su investidura como tales, la que se efectúa mediante el juramento
o promesa de estilo, regulado en los respectivos reglamentos6.

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En consecuencia, no es la proclamación como electos la que otorga este privilegio, sino la


incorporación efectiva a la Cámara correspondiente.

2.- Sólo quedan cubiertas por la inviolabilidad las conductas expresamente señaladas en
la Constitución, es decir la manifestación de opiniones y la emisión de votos. Cualquier otra
conducta es perfectamente perseguible por los medio normales, no configurándose una situación
de excepción a favor del parlamentario.

3.- Las opiniones y los votos deben manifestarse o emitirse en sesión de sala o de
comisión. Es decir, las opiniones manifestadas por el parlamentario fuera del ámbito restringido
de las sesiones de sala o comisión, aunque las haya emitido en el ejercicio de su cargo, pueden
generar responsabilidad de acuerdo a las reglas generales.

b.2. El fuero parlamentario.

El fuero parlamentario es una garantía de carácter adjetiva o procedimental establecida en


beneficio de diputados y senadores, en cuya virtud ningún parlamentario, como señala el art.
61, inciso segundo, “desde el día de su elección o desde su juramento, según el caso, puede ser
acusado o privado de su libertad, salvo el caso de delito flagrante, si el Tribunal de Alzada de
la jurisdicción respectiva, en pleno, no autoriza previamente la acusación declarando haber lugar
a formación de causa”.

El fuero en comentario, en consecuencia, no supone una modificación de las normas


sustantivas sobre responsabilidad, sino que únicamente obliga a un examen previo de la acción
que se intenta contra el parlamentario, para el solo efecto de determinar si esta cuenta o no con
fundamento suficiente, evitando así la tramitación de acciones temerarias, carentes del necesario
sustento. Por lo mismo, allanado el fuero (desaforado el diputado o senador), el parlamentario
queda sujeto a las mismas normas sustantivas de responsabilidad que rigen para las demás
personas.

Debe precisarse, en todo caso, que el examen previo realizado por las Cortes sólo
determina la suficiencia o no de los antecedentes existentes, a objeto de sustentar una
persecución criminal en contra de un parlamentario, pero no implica un pronunciamiento sobre la
responsabilidad de este último, cuya determinación corresponde, obviamente, a los tribunales
competentes conforme a las normas generales. En otros términos, otorgado el desafuero del
diputado o senador ello no significa que este sea culpable del delito que se le imputa, sino
solamente que hay mérito suficiente para los efectos de proceder criminalmente en su contra.

En doctrina se discute si el fuero parlamentario se aplica únicamente en causas criminales,


o si también rige en causas civiles, cuando en el curso de ellas se adopta una medida privativa de
libertad en contra de un diputado o senador7.

Sin entrar en mayores detalles, somos de opinión que el fuero se circunscribe


exclusivamente a las causas criminales, y no a las civiles, fundamentalmente porque la
terminología empleada por el constituyente se refiere únicamente al proceso penal.

A diferencia de la inviolabilidad, el fuero no rige desde que el parlamentario entra al


ejercicio del cargo, sino desde el día de su elección o juramento.
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Siguiendo el criterio empleado por la Carta en los artículos 58 y 59, el día de la elección
debemos entenderlo referido a la proclamación como electo.

Por su parte, la referencia al juramento –que resulta técnicamente imprecisa, puesto que
todos los parlamentarios deben prestar juramento o promesa para incorporarse a la Cámara
respectiva- dice relación con la situación particular de la persona que es designada diputado o
senador en reemplazo de un parlamentario que cesó en el cargo, materia regulada en el art. 51,
que examinaremos posteriormente, y donde no existe una elección, sino una nominación por el
partido político que corresponda.

El fuero protege al diputado o senador respecto de cualquier acusación criminal que se


pretenda deducir en su contra, sea que provenga de su actividad como parlamentario o como
simple particular; sea que el supuesto delito se haya cometido antes o durante el desempeño de su
cargo. Eso sí, una vez que cesa en su cargo pierde el privilegio del fuero, aunque el delito que se
le imputa lo haya cometido durante su ejercicio.

Excepción al fuero parlamentario.

El art. 61, en su inciso tercero, contempla una excepción al fuero, de efectos relativos,
que se produce cuando el diputado o senador es sorprendido en delito flagrante. En efecto,
dispone la norma que “en caso de ser arrestado algún diputado o senador por delito flagrante,
será puesto inmediatamente a disposición del Tribunal de Alzada respectivo, con la información
sumaria correspondiente”, para que este último proceda a examinar los antecedentes y resuelva si
dispone o no su desafuero.

Es decir, la Constitución autoriza al arresto del parlamentario, pero para el solo efecto de
ponerlo a disposición del tribunal competente para pronunciarse sobre el eventual desafuero. Sólo
se permite la privación inmediata de libertad, pero no puede iniciarse la causa criminal sin la
autorización previa del Tribunal de Alzada que corresponda.

Desafuero.

El desafuero es la resolución de la Corte de Apelaciones, o de la Corte Suprema, en su


caso, mediante la cual se autoriza la acusación en contra del parlamentario, declarando haber
lugar a la formación de causa.

Mediante el desafuero, el tribunal competente declara que existen antecedentes suficientes


para acusar o privar de libertad a un parlamentario en una causa criminal.

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Tribunal competente.

El tribunal competente para conocer de la solicitud de desafuero, en primera instancia, es,


según la Constitución, el “Tribunal de Alzada de la jurisdicción respectiva” (Cortes de
Apelaciones).

La segunda instancia corresponde a la Corte Suprema, también en pleno.

Si bien la redacción de la norma da a entender que la apelación para ante la Corte


Suprema se concede sólo respecto de la resolución que concede el desafuero, y no de la que lo
deniega10, lo cierto es que tanto la doctrina como la jurisprudencia mayoritaria han entendido que
el recurso de apelación procede siempre, sea que el tribunal a quo acoja la solicitud de desafuero
o la desestime.

El juicio de desafuero está regulado en el Código procesal Penal (416 y stgs..)

c) Beneficios económicos de diputados y senadores.

La Constitución sólo regula la dieta parlamentaria, que es una prestación en dinero que se
otorga a cada diputado y senador, desde su incorporación a la Cámara respectiva, por el sólo
hecho de revestir la condición de parlamentario, y que recibe el tratamiento tributario y
previsional de las remuneraciones.

La Constitución dispone, en su art. 62, que “los diputados y senadores percibirán como
única renta una dieta equivalente a la remuneración de un Ministro de Estado incluidas todas
las asignaciones que a éstos correspondan”.

No obstante, las Cámaras han mantenido la práctica de otorgar asignaciones a sus


miembros, por distintos conceptos.

El artículo 38 bis. consagra el procedimiento y composición de la comisión que fijará cada 4


años las remuneraciones de los parlamentarios y otras autoridades del Estado

d) Causales de cesación en el cargo.

Las causales de cesación en el cargo se encuentran establecidas en el propio texto


constitucional, o resultan de la propia naturaleza del hecho que las constituye –como en el caso
de la muerte-, por lo que ni el legislador, ni ningún órgano del Estado, pueden crear nuevas
causales.

Esta materia se encuentra regulada, de manera sistemática, en el artículo 60 de la Carta.


Sin perjuicio de ello, hay otras causales que resultan aplicables por su propia naturaleza, o que se
encuentran contenidas en otras disposiciones. Estas últimas corresponden a las siguientes:

- Muerte del parlamentario.


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- Vencimiento del periodo por el cual fue elegido diputado (cuatro años) o senador
(ocho años).

- Haber sido sancionado el diputado o senador, por el Tribunal Constitucional, por


haber tenido participación en los hechos que motivan la declaración de inconstitucionalidad de un
partido, movimiento u organización, de conformidad con lo dispuesto en el art. 19 Nº 15, inciso
séptimo.

- Ser un diputado designado senador, en situación de vacancia de este último cargo,


todo ello conforme al artículo 51 de la Carta.

Por su parte, según el artículo 60 de la Constitución, son causales de cesación en el cargo


de diputado senador las siguientes:

1.- Ausentarse del país por más de treinta días sin permiso de la Cámara a que pertenezca
o, en receso de ella, de su Presidente.

Las ausencias de hasta 30 días, sin permiso constitucional, se sanciona disciplinariamente


en los Reglamentos de las Cámaras, pero no pueden dar lugar a la cesación en el cargo
parlamentario.

2.- Celebrar o caucionar, durante el ejercicio de su cargo, contratos con el Estado.

3.- Actuar como procurador o agente en gestiones particulares de carácter administrativo,


en la provisión de empleos públicos, consejerías, funciones o comisiones de similar naturaleza.

No quedan comprendidas en la prohibición las actuaciones o gestiones de los


parlamentarios que tienen por finalidad un interés público.

4.- Aceptar ser director de banco o de alguna sociedad anónima, o ejercer cargos de
similar importancia en estas actividades.

Esta es una de las pocas regulaciones de la Constitución en un tema de gran interés actual,
como lo es la relación entre la actividad empresarial privada y el desempeño de funciones
públicas.

Las causales de cesación señaladas en los números 2 a 4 anteriores, se configuran sea


que el diputado o senador actúe por sí o por interpósita persona, natural o jurídica, o por medio
de una sociedad de personas de la que forme parte.

5.- Actuar como abogado o mandatario en cualquier clase de juicio.

La causal es mucho más amplia en la actualidad, dado que se impide la actuación, en las
calidades indicadas, en cualquier clase de juicio, se dirija o no en contra del Estado.

En todo caso, es sólo la litigación en calidad de abogado o mandatario lo que se prohíbe,


no pudiendo extenderse la norma a otras situaciones no consideradas expresamente, como el
ejercicio profesional en ámbitos distintos a la litigación, o la presentación de acciones contra el
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Estado o particulares, en calidad de demandante, por señalar algunos ejemplos.

6.- Ejercitar cualquier influencia ante las autoridades administrativas o judiciales en favor
o representación del empleador o de los trabajadores en negociaciones o conflictos laborales,
sean del sector público o privado, o que intervengan en ellos ante cualquiera de las partes.

Hay aquí un intento por separar la actividad política de la netamente sindical o laboral en
general, que por su excesiva estrictez resulta, en nuestra opinión, exagerada, al sancionarse
incluso la intervención de un parlamentario que busca poner fin a un conflicto laboral.

7.- Actuar o intervenir en actividades estudiantiles, cualquiera que sea la rama de la


enseñanza, con el objeto de atentar contra su normal desenvolvimiento.

A diferencia de la causal anterior, en esta situación no se sanciona toda intervención de un


parlamentario en actividades estudiantiles, sino sólo aquella actuación que tiende a impedir su
normal desarrollo.

8.- Incitar a la alteración del orden público, propiciar el cambio del orden jurídico
institucional por medios distintos de los que establece la Constitución, o comprometer
gravemente la seguridad o el honor de la Nación, sea que se obre de palabra o por escrito, y todo
ello sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso séptimo del número 15º del artículo 19.

Se agrega que el diputado o senador que pierda su cargo por cualesquiera de las causales
anteriores, no podrá optar a ninguna función o empleo público, sea o no de elección popular,
por el término de dos años, salvo los casos del inciso séptimo del número 15º del artículo 19, en
los cuales se aplicarán las sanciones allí contempladas.

9.- Perder algún requisito general de elegibilidad o incurrir en alguna de las causales de
inhabilidad a que se refiere el artículo 57, sin perjuicio de la excepción contemplada en el
inciso segundo del artículo 59 respecto de los Ministros de Estado.

Se trata de las inhabilidades sobrevinientes, sean absolutas o relativas.

En el primer caso, inhabilidades sobrevinientes absolutas, cesa en su cargo el diputado o


senador que, durante su ejercicio, pierde alguno de los requisitos exigidos en los artículos 48 y
50, respectivamente, es decir, y básicamente, el que pierde la condición de ciudadano con
derecho a sufragio17.
En el segundo caso, inhabilidades sobrevinientes relativas, cesa en su cargo parlamentario
el diputado o senador que, durante su ejercicio, sea elegido o designado para alguno de los cargos
mencionados en el artículo 57, numerales 1 a 6, 9 y 10. En cuanto a la situación particular de los
cargos de Ministro de Estado, si un diputado o senador es nombrado Ministro, en tiempo de paz,
cesa en su cargo parlamentario; pero si tal nombramiento se realiza en situación de guerra
externa, ambos cargos – de parlamentario y de Ministro- son compatibles.

10.- Renunciar al cargo, cuando le afecte una enfermedad grave que le impida
desempeñarlo, y así lo califique el Tribunal Constitucional.
15

Tribunal competente.

El órgano competente para conocer de las causales de cesación en los cargos


parlamentarios, por disposición del art. 93 Nº 14, es el Tribunal Constitucional, quien puede
actuar a requerimiento del Presidente de la República o de no menos de 10 parlamentarios en
ejercicio.

e) Provisión de las vacantes parlamentarias.

La Constitución vigente precisamente prohíbe, en forma absoluta, ese sistema, al disponer


que “en ningún caso procederán elecciones complementarias” (art. 51 CPR).

Ahora bien, el mecanismo de reemplazo de los parlamentarios que cesan en sus funciones
se encuentra establecido en el art. 51 de la Constitución, y contempla varias situaciones o
regulaciones, a saber:

1.- Las vacantes de diputados y senadores se proveerán con el ciudadano que señale el
partido político al que pertenecía el parlamentario que produjo la vacante al momento de ser
elegido.

2.- Los parlamentarios elegidos como independientes no serán reemplazados.

Como no hay un partido al que pertenezcan, nadie podría señalar quien debe
reemplazarlos.

Sin embargo, si los parlamentarios elegidos como independientes postularon a la elección


integrando lista en conjunto con uno o más partidos políticos, serán reemplazados por el
ciudadano que señale el partido indicado por el respectivo parlamentario al momento de presentar
su declaración de candidatura.

Si al momento de la inscripción de la candidatura el parlamentario independiente no


efectuó la designación de un partido político, exigida por la Carta, su vacante sencillamente no se
provee.

3.- Para todos los casos se exige que el reemplazante reúna los requisitos para ser elegido
diputado o senador, según el caso.

4.- Por otra parte, se dispone que un diputado puede ser nominado para ocupar un cargo
vacante de senador, pero, si ello ocurre, deja de servir el cargo de diputado y esta nueva vacante
debe ser provista conforme a las reglas anteriores.

5.- Finalmente se prescribe que el nuevo diputado o senador ejercerá sus funciones por el
término que faltaba a quien originó la vacante.
16

V. Atribuciones exclusivas del Congreso y de las Cámaras.

Las atribuciones exclusivas están referidas al conjunto de funciones que la Constitución


entrega, en forma privativa, a un órgano determinado –en la materia en estudio, al Congreso y a
cada una de las Cámaras, por separado- de manera que ningún otro órgano puede intervenir en su
ejercicio.

a) Atribuciones exclusivas del Congreso.

Esta materia se encuentra regulada en el art. 54, aunque debe complementarse con lo
dispuesto en el art. 32 Nº 14.

Estas atribuciones ya fueron estudiadas a propósito de la competencia del Presidente de la


República, por lo que en esta parte simplemente haremos una referencia a ellas. Así, son
atribuciones exclusivas del Congreso Nacional:

1.- Aprobar o desechar los tratados internacionales que le presente el Presidente de la


República antes de su ratificación (art. 54 Nº 1).

2.- Pronunciarse, cuando corresponda, respecto de los estados de excepción


constitucional, en la forma prescrita por el inciso segundo del artículo 40 (art. 54 Nº 2).

Si bien la referencia se efectúa sólo al inciso segundo del art. 40 CPR, lo cierto es que la
intervención del Congreso no se limita únicamente a la declaración de los estados de asamblea y
de sitio, sino que también habría que considerar su participación en la declaración excepcional
del estado de catástrofe (art. 41, inciso segundo, segunda parte) y en la prórroga del estado de
emergencia (art. 42, inciso primero, segunda parte).

3.- Otorgar indulto particular a las personas encontradas culpables en un procedimiento de


acusación constitucional (art. 32 Nº 14).

Debe agregarse que las decisiones sobre estos asuntos se adoptan por separado por cada
una de la Cámaras, mediante acuerdos; y las decisiones separadas y coincidentes de la Cámara de
Diputados y del Senado, forman la voluntad del Congreso Nacional. En consecuencia, no se trata
de atribuciones ejercidas como Congreso Pleno.

b) Atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados.

Las atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados se encuentran consagradas en el


art. 52 CPR, y consisten en fiscalizar los actos del Gobierno y aprobar o desechar la acusación
constitucional.

1.- Fiscalización.

De acuerdo al art. 52 Nº 1 de la Constitución, es atribución exclusiva de la Cámara de


Diputados el “Fiscalizar los actos del Gobierno”.
17

Fiscalizar significa, según el diccionario de la RAE, “criticar y traer a juicio las acciones u
obras de alguien”. En consecuencia la fiscalización por la Cámara supone la facultad de juzgar la
actuación del Gobierno, de analizarla, ponderarla y emitir una valoración, positiva o negativa,
sobre ella.

La fiscalización es de alcances muy amplios, puesto que permite emitir un juicio respecto
de la legalidad de determinadas actuaciones del Gobierno, es decir, de su conformidad con el
ordenamiento jurídico; pero también comprende la posibilidad –y este aspecto es, probablemente,
el más relevante- de examinar si lo obrado por el Gobierno, incluyendo tanto sus acciones como
sus omisiones, ha sido oportuno y beneficioso, es decir, permite una evaluación del mérito de
lo obrado.

La actual redacción del art. 52 Nº 1, letra c), da pie para inclinarse por una interpretación
amplia de la voz Gobierno, comprensiva de toda la Administración, incluyendo las empresas del
Estado y aquellas en que este tenga participación mayoritaria.

En lo que sí hay aparentemente acuerdo, es que se excluirían de la expresión Gobierno, y


por ende no serían fiscalizables por la Cámara, los órganos administrativos constitucionalmente
autónomos, como las municipalidades y el Banco Central.

Ahora bien, para el ejercicio de la facultad de fiscalización la Carta establece cuatro


mecanismos distintos, a saber:

i) La Cámara puede adoptar acuerdos o sugerir observaciones, con el voto de la


mayoría de los diputados presentes (art. 52 Nº 1, letra a, primer inciso).

Estos acuerdos se transmiten por escrito al Presidente de la República, quien debe dar
respuesta fundada, por medio del Ministro de Estado que corresponda, dentro de treinta días.

El Ministro de Estado correspondiente será aquel a cuya cartera pertenezca el tratamiento


de las materias vinculadas al acuerdo de fiscalización.

ii) Además del mecanismo analizado anteriormente, la Carta establece que cualquier
diputado, con el voto favorable de un tercio de los miembros presentes de la Cámara,
puede solicitar determinados antecedentes al Gobierno (art. 52 Nº 1, letra a, inciso segundo).

Esto es lo que algunos autores han denominado la “fiscalización por la minoría”,


dado que es una minoría calificada de la Cámara (un tercio de los miembros presentes en la
sesión) la que puede ejercerla. De todas maneras, se trata de un mecanismo de alcances más
limitados, puesto que se reduce a la solicitud de determinados antecedentes.

En este caso, el Presidente de la República también debe contestar fundadamente, por


intermedio del Ministro de Estado correspondiente, dentro del mismo plazo de treinta días.

Al igual que en la situación anterior, la respuesta deberá tramitarse a través del Ministro a
quien a cuya cartera haya correspondido el tratamiento de las materias cuyos antecedentes se
solicitan.
18

iii) En el ejercicio de sus funciones fiscalizadoras, la Cámara puede Citar a un


Ministro de Estado, a petición de a lo menos un tercio de los diputados en ejercicio, a fin de
formularle preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de su cargo (art. 52 Nº 1,
letra b).

La asistencia del Ministro es obligatoria y, además, debe responder a las preguntas y


consultas que motiven su citación.

Con todo, un mismo Ministro no puede ser citado para este efecto más de tres veces
dentro de un año calendario, sin previo acuerdo de la mayoría absoluta de los diputados en
ejercicio.

El límite está dado sólo para las citaciones efectuadas a requerimiento de un tercio de los
diputados en ejercicio, toda vez que la mayoría absoluta de los diputados en ejercicio puede citar
a un Ministro cuantas veces lo estime conveniente. En todo caso, nos parece que la institución,
como se encuentra regulada, es excesivamente flexible, dado que su mal uso podría dar lugar a
una acción obstructiva de la mayoría de la Cámara hacia el Gobierno.

iv) Por último, el cuarto mecanismo de fiscalización es la comisiones


investigadoras. Para estos efectos, la Cámara puede crear comisiones especiales investigadoras, a
petición de a lo menos dos quintos de los diputados en ejercicio, con el objeto de reunir
informaciones relativas a determinados actos del Gobierno (art. 52 Nº 1, letra c).

Las comisiones investigadoras, a petición de un tercio de sus miembros, pueden despachar


citaciones y solicitar antecedentes.

Los Ministros de Estado, los demás funcionarios de la Administración y el personal de las


empresas del Estado o de aquéllas en que éste tenga participación mayoritaria, que sean
citados por estas comisiones, están obligados a comparecer y a suministrar los antecedentes y las
informaciones que se les soliciten.

A contrario sensu, los particulares y los funcionarios de órganos del Estado distintos de
los indicados, no se encuentran obligados a asistir a las sesiones a que, eventualmente, sean
citados, ni a entregar los antecedentes que se les requieran. Ello resulta lógico, por cuanto la
fiscalización se dirige en contra del Gobierno, no de los particulares ni respecto de otros
órganos del Estado.

Se agrega que los Ministros de Estado no podrán ser citados más de tres veces a una
misma comisión investigadora, sin previo acuerdo de la mayoría absoluta de sus miembros.

Por último, se encomienda a la ley orgánica constitucional del Congreso Nacional regular
el funcionamiento y las atribuciones de las comisiones investigadoras y la forma de proteger los
derechos de las personas citadas o mencionadas en ellas.
19

2.- Declarar si hace o no lugar a las acusaciones constitucionales entabladas.

La acusación constitucional es un procedimiento complejo, destinado a hacer efectiva la


llamada “responsabilidad penal constitucional” en que pueden incurrir ciertos y determinados
funcionarios estatales, es decir, persigue sancionar la responsabilidad por determinados delitos,
infracciones o abusos de poder. No tiene por objeto hacer efectiva la responsabilidad política de
los acusados, por lo que no resulta apropiado denominarla “juicio político”, pese a que la
propia Carta, en forma errónea, utiliza esta expresión en su art. 30.

La acusación constitucional se estructura en dos etapas. En la primera, la Cámara de


Diputados resuelve si admite o no la acusación entablada; y en la segunda, el Senado falla la
acusación, estableciendo la inocencia o la culpabilidad del acusado.

La acusación constitucional debe ser entablada, es decir, interpuesta, presentada, por no


menos de 10 ni más de 20 diputados.

Funcionarios acusables y causales de acusación:

a) Presidente de la República, por actos de su administración que hayan


comprometido gravemente el honor o la seguridad de la Nación, o infringido abiertamente la
Constitución o las leyes.

Por tratarse del Presidente, las causales son particularmente exigentes. En la primera,
debe tratarse de una actuación que haya puesto en peligro o afectado, de manera importante, los
bienes jurídicos indicados, esto es, el honor, el buen nombre de la Nación, o su seguridad.

En la segunda, la vulneración de la Constitución o de la ley debe ser abierta, es decir,


notoria, patente. No basta cualquier vulneración del ordenamiento jurídico para acusar
constitucionalmente al Presidente.

La acusación puede interponerse mientras el Presidente esté en funciones y en los seis


meses siguientes a su expiración en el cargo.

Interpuesta la acusación, la Carta no establece ningún efecto respecto del Presidente de la


República.

Sin embargo, para asegurar que el ex Presidente se encuentre disponible para la Cámara
de Diputados durante el periodo en que puede ser acusado, se dispone que por el término de los
seis meses siguientes a su expiración en el cargo, el ex Presidente de la República no puede
ausentarse del territorio de la República sin acuerdo de la Cámara.

b) Ministros de Estado, por haber comprometido gravemente el honor o la seguridad


de la Nación, por infringir la Constitución o las leyes o haber dejado éstas sin ejecución, y por
los delitos de traición, concusión, malversación de fondos públicos y soborno.

La primera causal es igual a la señalada para el Presidente de la República, por lo que


nos remitimos a lo dicho.
20

Respecto de la infracción al ordenamiento jurídico, la Carta es más exigente con los


Ministros de Estado, puesto que no se requiere que la contravención sea abierta, y se agrega,
como supuesto, el haber dejado la ley sin ejecución.

Además, se agregan determinados delitos, expresión esta última que no tiene el carácter
técnico que se le asigna en Derecho Penal, sino que está referida a determinadas actuaciones que
resultan reprochables, y que pueden o no corresponder a una o más figuras típicas del orden
penal.

Así, la traición comprende cualquier actitud de deslealtad o falta de la debida fidelidad


hacia el Estado.

La concusión dice relación con el cobro de tributos no autorizados por la ley, o en un


monto o porcentaje superior al previsto legalmente.

La malversación de fondos públicos supone la apropiación de recursos económicos del


Estado, o su inversión en un fin distinto del autorizado por la ley, aunque también sea un fin
público.

Y el soborno consiste, genéricamente, en realizar algo, o abstenerse de hacerlo, por una


recompensa económica o la promesa de ella.

c) Magistrados de los tribunales superiores de justicia y del Contralor General de la


República, por notable abandono de sus deberes.

Los magistrados de los tribunales superiores de justicia son los ministros de las Cortes de
Apelaciones y de la Corte Suprema.

Por su parte, el Contralor General de la República es el jefe superior de la Contraloría


General de la República.

La causal para unos y otro es formalmente la misma –notable abandono de sus deberes-
pero los alcances son distintos.

En general el notable abandono de deberes dice relación con el incumplimiento o dejación


de las labores que son propias, en forma relevante, sobresaliente, digna de atención y cuidado.
Por ende, no cualquier incumplimiento da lugar a la acusación constitucional, sino sólo aquellos
que resultan extraordinarios.
Ahora bien, esta causal, cuando se aplica a los magistrados de los tribunales superiores de
justicia, dice relación con el incumplimiento de sus deberes formales o externos, pero no con la
forma de resolver las causas sometidas a su decisión, con la interpretación que hagan de la ley o,
en suma, con la forma en que ejercen jurisdicción.
Lo anterior, por cuanto el artículo 76 reserva el ejercicio de la jurisdicción, de modo
exclusivo, a los tribunales establecidos en la ley, prohibiendo tanto al Presidente de la República
como al Congreso ejercer funciones judiciales, avocarse causas pendientes, revisar los
fundamentos o contenido de sus resoluciones o hacer revivir procesos fenecidos.

En cambio, si se aplica al Contralor General de la República, el incumplimiento de los


21

deberes, que sirve de fundamento a la acusación, puede referirse tanto a los deberes externos
como al modo en que, en lo sustantivo, este ejerce sus atribuciones constitucionales y legales.

d) Generales o almirantes de las instituciones pertenecientes a las Fuerzas de la


Defensa Nacional, por haber comprometido gravemente el honor o la seguridad de la Nación.

Está referida a quienes tienen el grado de general en el Ejército y la Fuerza Aérea, y a los
almirantes en la Armada.

La causal es la misma que se examinó respecto del Presidente de la República, por lo


que nos remitimos a lo ya dicho.

Hasta la reforma del año 2005 se discutió si eran acusables los generales de Carabineros.
Hoy nos parece, por la reforma al artículo 101 CPR, que tales oficiales no pueden ser acusados
constitucionalmente.

a) De los delegados presidenciales regionales, delegados presidenciales provinciales ,


y de la autoridad que ejerza el Gobierno en los territorios especiales a que se refiere el
artículo 126 bis, por infracción de la Constitución y por los delitos de traición, sedición,
malversación de fondos públicos y concusión.

Sólo son acusables por infracción de la Constitución, no de la ley, aunque no se


exige que la contravención sea abierta o grave.

Respecto de los delitos mencionados, cabe destacar que, en relación con los Ministros de
Estado, se elimina el soborno y se agrega la sedición, que es, genéricamente, el alzamiento
contra la autoridad establecida.

Respecto de las personas señaladas en las letras b) a e) del art. 52 Nº 2, la acusación puede
entablarse mientras estén el ejercicio de sus funciones y hasta tres meses después de expirar en
sus cargos. Además, interpuesta la acusación, el acusado no puede ausentarse del país sin
permiso de la Cámara de Diputados.

Quórum de aprobación.

Para aprobar la acusación deducida en contra del Presidente de la República se requiere el


voto conforme de la mayoría de los diputados en ejercicio.

En cambio, para aprobar la acusación respecto de los demás acusables, el quórum es de la


mayoría de los diputados presentes.

Efectos de la aprobación de la acusación en la Cámara de Diputados.

Si el acusado es el Presidente de la República, la circunstancia que la Cámara de


Diputados declare que ha lugar a la acusación en su contra no tiene prevista, en el texto, ninguna
consecuencia expresa. Sin embargo, se ha sostenido que ello constituiría un “grave motivo”, en
los términos del art. 29 CPR, que produciría impedimento temporal para el desempeño del cargo
y debería procederse a la subrogación del Presidente.
22

Respecto de las demás personas acusables, por la aprobación de la acusación en la Cámara


el acusado queda suspendido en sus funciones. Se agrega que la suspensión cesará si el Senado
desestimare la acusación o si no se pronunciare dentro de los treinta días siguientes.

Además, el acusado no puede ausentarse del país en caso alguno, es decir, se produce su
arraigo absoluto.

c) Atribuciones exclusivas del Senado.

Las atribuciones exclusivas del Senado se encuentran contenidas en el art. 53, el cual
comienza, precisamente, por la segunda etapa de la acusación constitucional, es decir, la etapa
de fallo o resolución. Las demás atribuciones que se le encomiendan, en un buen porcentaje, ya
las hemos examinado a propósito del estudio de otras materias, por lo que sólo las vamos a
mencionar en este acápite.

Estas atribuciones exclusivas son las siguientes:

1.- Conocer de las acusaciones que la Cámara de Diputados haya aprobado, según lo
examinado precedentemente.

Para estos efectos, la Carta dispone que el Senado resolverá como jurado y se limitará a
declarar si el acusado es o no culpable del delito, infracción o abuso de poder que se le imputa.

Es decir, cada senador debe resolver según la libre convicción que se haya podido formar,
acerca de la inocencia o culpabilidad del acusado, a partir del análisis de los antecedentes
producidos. Como el Senado no es un tribunal letrado

Por otra parte, la decisión es simplemente acerca de la culpabilidad o inocencia, dado


que, en caso de resolverse la culpabilidad del acusado, al Senado no le corresponde aplicar pena
alguna, dado que estas están determinadas por el propio texto constitucional y operan de pleno
derecho.

Quórum

La declaración de culpabilidad deberá ser pronunciada por los dos tercios de los senadores
en ejercicio cuando se trate de una acusación en contra del Presidente de la República, y por la
mayoría de los senadores en ejercicio en los demás casos.

Efectos de la declaración de culpabilidad.

a) Queda el acusado destituido de su cargo.

b) El acusado declarado culpable no puede desempeñar ninguna función pública, sea o


no de elección popular, por el término de cinco años.
23

c) El funcionario declarado culpable será juzgado de acuerdo a las leyes por el


tribunal competente, tanto para la aplicación de la pena señalada al delito, si lo hubiere, cuanto
para hacer efectiva la responsabilidad civil por los daños y perjuicios causados al Estado o a
particulares.

2) Decidir si ha o no lugar la admisión de las acciones judiciales que cualquier


persona pretenda iniciar en contra de algún Ministro de Estado, con motivo de los perjuicios
que pueda haber sufrido injustamente por acto de éste en el desempeño de su cargo.

Se trata de las acciones civiles que se pueden intentar en contra de un Ministro de Estado,
como consecuencia de actuaciones realizadas en su condición de tal. Las acciones derivadas
de su conducta como particular, como simple ciudadano, no están sujetas a esta autorización
previa del Senado.

Lo que busca esta norma es evitar que se presenten, en contra de un Ministro de Estado,
acciones judiciales temerarias o infundadas.

3) Conocer de las contiendas de competencia que se susciten entre las autoridades


políticas o administrativas y los tribunales superiores de justicia.

La contienda de competencia se va a producir cuando dos órganos se estiman competentes


para conocer de un asunto o, por el contrario, cuando ninguno de ellos se considera competente.

De acuerdo al art. 93 Nº 12, corresponde al Tribunal Constitucional resolver las


contiendas de competencia que se susciten entre las autoridades políticas o administrativas y
los tribunales de justicia, que no correspondan al Senado.

4) Otorgar la rehabilitación de la ciudadanía en el caso del artículo 17, número 3° de


la Constitución.

5) Prestar o negar su consentimiento a los actos del Presidente de la República, en


los casos en que la Constitución o la ley lo requieran.

Si el Senado no se pronunciare dentro de treinta días después de pedida la urgencia por el


Presidente de la República, se tendrá por otorgado su asentimiento.

6) Otorgar su acuerdo para que el Presidente de la República pueda ausentarse del


país por más de treinta días; o en el periodo que transcurre desde la primera o única votación
para elegir su sucesor y hasta que cese en su mandato.

7) Declarar la inhabilidad del Presidente de la República o del Presidente electo


cuando un impedimento físico o mental lo inhabilite para el ejercicio de sus funciones; y declarar
asimismo, cuando el Presidente de la República haga dimisión de su cargo, si los motivos que la
originan son o no fundados y, en consecuencia, admitirla o desecharla. En ambos casos deberá
oír previamente al Tribunal Constitucional.

8) Aprobar, por la mayoría de sus miembros en ejercicio, la declaración del Tribunal


Constitucional a que se refiere la segunda parte del Nº 10º del artículo 93.
24

Se refiere, como vimos en su oportunidad, a la aprobación por el Senado de la sentencia


del Tribunal Constitucional que sanciona al Presidente de la República, electo o en ejercicio,
por haber tenido participación en los hechos que motivan la declaración de inconstitucionalidad
de un partido movimiento u organización. El requerimiento al Tribunal Constitucional
corresponde a la Cámara de Diputados o a una cuarta parte de sus miembros en ejercicio.

9) Aprobar, en sesión especialmente convocada al efecto y con el voto conforme de


los dos tercios de los senadores en ejercicio, la designación de los ministros y fiscales judiciales
de la Corte Suprema y del Fiscal Nacional del Ministerio Público.

10) Dar su dictamen al Presidente de la República en los casos en que éste lo


solicite.

Esta es una función meramente consultiva, el dictamen del Senado no tiene carácter
vinculante.

El precepto termina con la prohibición al Senado, y a todos sus órganos internos, de


ejercer funciones de fiscalización respecto del Gobierno.

VI. Tramitación de la ley

Según los artículos 32 Nº 1 y 46 CPR, el Presidente de la República y el Congreso


Nacional concurren a la formación de la ley, es decir, Presidente y Congreso son co- legisladores.

Ahora bien, el proceso legislativo es un proceso complejo, compuesto de distintas


actuaciones o trámites, que reciben las siguientes denominaciones: iniciativa legislativa; origen;
discusión y votación; sanción o veto; promulgación y publicación.

a) Iniciativa legislativa

La iniciativa dice relación con la autoridad facultada para presentar un proyecto de ley en
el Congreso nacional, obligando a darle la tramitación correspondiente.

Nuestro sistema establece que la iniciativa corresponde tanto al Presidente de la República


como a los parlamentarios, es decir, diputados y senadores.

La iniciativa presidencial de ley, como comentáramos con anterioridad en este curso, es


un elemento característico del presidencialismo o régimen presidencial reforzado, dado que en el
modelo presidencial el Presidente carece de ella, por el principio de separación estricta de
funciones que lo caracteriza.

Si la iniciativa ejerce el Presidente de la República, el proyecto recibe el nombre de


mensaje; y si la ejercen diputados o senadores se denomina moción. La moción no puede ser
firmada (presentada) por más de diez diputados ni por más de cinco senadores. Cabe aclarar que
una moción no puede ser presentada por senadores y diputados conjuntamente.
25

El mensaje, o moción, en su caso, se compone de dos partes. En la primera se hace una


exposición de los motivos y fundamentos del proyecto que se presenta, y en la segunda se
contiene el proyecto articulado que se somete a consideración del Congreso. La primera reviste
particular importancia para efectos de interpretación posterior de la ley, pero, además, porque
en ella se contienen lo que se denomina las ideas matrices o fundamentales del proyecto, que
durante la tramitación del proyecto, como veremos, se utilizan como un marco de referencia
obligatorio, entre otras cosas, para calificar la admisibilidad de las indicaciones y del veto.

Fuera de las autoridades indicadas, nuestro sistema constitucional no contempla otras


autoridades facultadas para presentar proyectos de ley, ni otras formas de iniciativa, como la
iniciativa popular.

Además de lo dicho, y remarcándose el carácter presidencialista de nuestro régimen de


gobierno, el Presidente de la República no sólo goza de iniciativa legislativa, sino que, en
algunas materias, esta iniciativa es exclusiva, es decir, sólo el Presidente puede presentar
proyectos de ley sobre determinados asuntos, taxativamente señalados en la Carta Fundamental.

En efecto, dispone el art. 65, incisos tercero y cuarto, que “Corresponderá al Presidente de
la República la iniciativa exclusiva de los proyectos de ley que tengan relación con la alteración
de la división política o administrativa del país, o con la administración financiera o
presupuestaria del Estado, incluyendo las modificaciones de la Ley de Presupuestos, y con las
materias señaladas en los números 10 y 13 del artículo 63.

Corresponderá, asimismo, al Presidente de la República la iniciativa exclusiva para: 1º.-


Imponer, suprimir, reducir o condonar tributos de cualquier clase o naturaleza,
establecer exenciones o modificar las existentes, y determinar su forma, proporcionalidad o
progresión;
2º.- Crear nuevos servicios públicos o empleos rentados, sean fiscales, semifiscales,
autónomos o de las empresas del Estado; suprimirlos y determinar sus funciones o atribuciones;
3º.- Contratar empréstitos o celebrar cualquiera otra clase de operaciones que puedan
comprometer el crédito o la responsabilidad financiera del Estado, de las entidades semifiscales,
autónomas, de los gobiernos regionales o de las municipalidades, y condonar, reducir o modificar
obligaciones, intereses u otras cargas financieras de cualquier naturaleza establecidas en favor
del Fisco o de los organismos o entidades referidos;
4º.- Fijar, modificar, conceder o aumentar remuneraciones, jubilaciones, pensiones,
montepíos, rentas y cualquiera otra clase de emolumentos, préstamos o beneficios al personal en
servicio o en retiro y a los beneficiarios de montepío, en su caso, de la Administración Pública y
demás organismos y entidades anteriormente señalados, como asimismo fijar las remuneraciones
mínimas de los trabajadores del sector privado, aumentar obligatoriamente sus remuneraciones
y demás beneficios económicos o alterar las bases que sirvan para determinarlos; todo ello sin
perjuicio de lo dispuesto en los números siguientes;
5º.- Establecer las modalidades y procedimientos de la negociación colectiva y determinar
los casos en que no se podrá negociar, y
6º.- Establecer o modificar las normas sobre seguridad social o que incidan en ella, tanto
del sector público como del sector privado.

El Congreso Nacional sólo podrá aceptar, disminuir o rechazar los servicios, empleos,
emolumentos, préstamos, beneficios, gastos y demás iniciativas sobre la materia que proponga
26

el Presidente de la República”.

A lo anterior debe agregarse que son de iniciativa exclusiva del Presidente los proyectos
de ley que tengan por objeto autorizar la declaración de guerra (art. 63 Nº 15) y los que tengan
por finalidad modificar la ley orgánica de municipalidades para fijar los límites y requisitos que
deberán observar las municipalidades para ejercer las facultades de “crear o suprimir empleos y
fijar remuneraciones” y de “establecer los órganos o unidades que la ley orgánica constitucional
respectiva permita”.

Como puede observarse de este largo listado, al Presidente se le reserva la iniciativa


exclusiva fundamentalmente en aquellas materias que dicen relación con la administración
financiera y presupuestaria del Estado, y con la división política y administrativa del mismo.

b) Origen

El origen dice relación con la Cámara que empieza a conocer un determinado proyecto de
ley. La Cámara donde se presenta el proyecto se denomina cámara de origen, y la otra recibe el
nombre de cámara revisora.

La regla general es que cualquiera de las Cámaras puede ser cámara de origen, es decir,
los proyectos de ley, sea que se inicien por mensaje o por moción, pueden ser presentados en la
Cámara de Diputados o en el Senado.

Esta opción de presentar un proyecto ante una u otra Cámara en realidad corresponde al
Presidente de la República, puesto que los parlamentarios sólo pueden presentar mociones en la
Cámara a la que pertenezcan18.

Sin perjuicio de lo expresado, la Carta señala que los proyectos de ley sobre ciertas
materias sólo pueden tener su origen en la Cámara de Diputados y otros sólo en el Senado,
fijando, como excepción, un origen obligatorio.

De esta manera, sólo pueden tener su origen en la Cámara de Diputados los proyectos de
ley sobre tributos de cualquiera naturaleza que sean, sobre los presupuestos de la
Administración Pública y sobre reclutamiento.

Por su parte, sólo pueden tener origen en el Senado las leyes sobre amnistía y sobre
indultos generales.

c) Discusión y votación.

En esta etapa el proyecto de ley es discutido en el Congreso, para, finalmente, aprobarlo o


rechazarlo.

Cada una de las deliberaciones y votaciones que se realizan en las Cámaras recibe el
nombre de “trámite constitucional”. La primera discusión y votación en la cámara de origen se
designa como “primer trámite constitucional”; la primera discusión y votación en la cámara
revisora se denomina “segundo trámite constitucional”; y así sucesivamente.
27

Discusión general y particular.

En el examen del proyecto que se realiza por la Cámaras se distinguen dos tipos de
discusiones, sin perjuicio de otras modalidades que se pueden contemplar en los reglamentos: la
discusión general y la discusión particular.

De acuerdo a la L.O.C del Congreso Nacional, en su art. 23, se entiende por discusión
general la que dice relación sólo con las ideas matrices o fundamentales del proyecto y que tiene
por objeto admitirlo o desecharlo en su totalidad. En la discusión particular, en cambio, se
procede a examinar el proyecto en sus detalles, a revisar el contenido de cada uno de sus
artículos y las eventuales indicaciones que se hayan podido presentar.

Para estos efectos, se consideran como ideas matrices o fundamentales de un proyecto


aquéllas contenidas en el mensaje o moción.

Cabe agregar que los proyectos que se encuentran en primer o segundo trámite
constitucional siempre deben tener discusión general.

Las indicaciones.

Las indicaciones son las proposiciones formuladas por los parlamentarios, o por el
Presidente de la República, tendientes a modificar el articulado propuesto en el mensaje o
moción, o el texto aprobado por la otra Cámara, según el caso, mediante la agregación, supresión
o modificación de sus disposiciones.

El art. 66 de la Carta previene expresamente que todo proyecto puede ser objeto de
adiciones o correcciones en los trámites que corresponda, tanto en la Cámara de Diputados como
en el Senado. Pero agrega que ningún caso se admitirán las indicaciones que no tengan
relación directa con las ideas matrices o fundamentales del proyecto.

Corresponde al presidente de la sala o comisión la facultad de declarar inadmisible las


indicaciones que se presenten, pudiendo la sala, o la comisión, en su caso, reconsiderar dicha
inadmisibilidad. La declaración de inadmisibilidad puede ser hecha por el presidente de propia
iniciativa o a petición de algún miembro de la corporación, en cualquier momento de la discusión
del proyecto.

No se admiten indicaciones respecto de las proposiciones que formulen las comisiones


mixtas (art. 31 LOC del Congreso Nacional).

La urgencia.

La “urgencia” es un mecanismo que permite al Presidente de la República fijar un plazo


máximo para la tramitación de un proyecto de ley, en una o en ambas Cámaras.

Es privativo del Presidente de la República hacer presente la urgencia en la tramitación de


un proyecto de ley, determinar la oportunidad para ello, calificarla y retirarla.
28

La Constitución dispone, en la materia, que “el Presidente de la República podrá hacer


presente la urgencia en el despacho de un proyecto, en uno o en todos sus trámites, y en tal
caso, la Cámara respectiva deberá pronunciarse dentro del plazo máximo de treinta días. Y
agrega que “la calificación de la urgencia corresponderá hacerla al Presidente de la República de
acuerdo a la ley orgánica constitucional relativa al Congreso (...)”.

Desarrollando este precepto, la LOC del Congreso establece que la urgencia puede
hacerse presente en el correspondiente mensaje o mediante oficio dirigido al presidente de la
Cámara donde se encuentre el proyecto, o al del Senado cuando el proyecto estuviere en
comisión mixta. En el mismo documento debe expresarse la calificación que otorgue a la
urgencia, la cual podrá ser simple, suma o de discusión inmediata; si no se especifica esa
calificación, se entiende que la urgencia es simple.

Cuando un proyecto sea calificado de simple urgencia, su discusión y votación en la


Cámara requerida deberán quedar terminadas en el plazo de treinta días; si la calificación fuere
de suma urgencia, ese plazo será de quince días, y si se solicita discusión inmediata, será de seis
días.

Así como el Presidente puede hacer presente la urgencia, también puede retirarla en
cualquier momento de la tramitación del proyecto.

El término del respectivo período de sesiones dará lugar a la caducidad de las urgencias
que se encontraren pendientes en cada Cámara, salvo las que se hayan presentado en el Senado
para los asuntos a que se refiere el número 5) del artículo 53 de la Constitución Política
(“prestar o negar su consentimiento a los actos del Presidente de la República, en los casos en
que la Constitución o la ley lo requieran”).

Esquema de tramitación de un proyecto, en primer o segundo trámite constitucional, al


interior de las Cámaras.

Ingresado un proyecto o moción a la secretaría de la Cámara respectiva, el Presidente


debe dar cuenta de la iniciativa presentada en sesión de sala. Luego de eso, el proyecto pasa a
comisión, para un primer informe. Normalmente conocerá del proyecto la Comisión permanente
que corresponda a la materia tratada en la iniciativa legislativa. Evacuado el informe de la
Comisión, se da cuenta a la Sala y se procede a votar para aprobarlo o rechazarlo en general.
Aprobado en general, y con las indicaciones que se hayan podido presentar, el proyecto vuelve
a la Comisión para un segundo informe, a partir del cual se efectuará la discusión y votación
particular.

Salvo lo dicho en relación con la urgencia, las Cámaras no tienen plazo para despachar un
proyecto de ley, y pueden requerirse los informes de comisión que sean pertinentes. Las
comisiones, por su parte, pueden recabar todos los antecedentes que estimen necesarios, y
recibir la opinión de expertos en las materias analizadas.

Esquema de tramitación de un proyecto de ley en el Congreso.

De acuerdo a lo dispuesto en los art. 68 y siguientes, las situaciones que pueden darse en
29

la tramitación de la ley, en un esquema general, son las siguientes:

1.- Si la cámara de origen rechaza en general un proyecto de ley, no puede continuarse el


procedimiento legislativo y, además, la iniciativa no puede renovarse sino hasta después de un
año19 (art. 68).

2.-Si la cámara de origen aprueba en general y particular un proyecto de ley, pasa


inmediatamente a la cámara revisora. Si esta última también lo aprueba, en los mismos términos,
es decir, sin introducir modificaciones, se despacha al Presidente de la República para su sanción
o eventual veto. Es la situación más simple en el despacho de una ley en el Congreso.

3.- Si la cámara de origen aprueba en general y particular un proyecto de ley, pero la


cámara revisora lo desecha en su totalidad (rechazo en general, a la idea de legislar), el proyecto
es sometido a una comisión mixta de igual número de diputados y senadores, la que
propondrá la forma y modo de resolver las dificultades (art. 70).

Esta situación da lugar a la siguiente alternativa:

3.1. La comisión mixta elabora un proyecto que es aprobado por ambas cámaras,
por la mayoría de los miembros presentes en cada una de ellas. En este caso, el proyecto así
aprobado se remite al Presidente de la República para su sanción o veto.

3.2. La comisión mixta no llega a acuerdo, o el proyecto de la comisión es


rechazado por la Cámara de origen. En este caso, por regla general, termina el procedimiento
legislativo y no hay ley en la materia20.

4.- Si la Cámara de origen aprueba un proyecto de ley y la cámara revisora lo aprueba en


general, pero modifica el articulado propuesto, el proyecto vuelve a la cámara de origen para
que las adiciones o enmiendas sean votadas en esta última (art. 71).

En esta situación también pueden darse dos opciones:

4.1. Si en la cámara de origen, por la mayoría de los miembros presentes, son


aprobadas las adiciones o enmiendas incorporadas en la cámara revisora, el proyecto se remite al
Presidente de la República para su sanción o veto.

4.2. Por el contrario, si las adiciones o enmiendas no son aprobadas en la cámara de


origen, se forma una comisión mixta, de igual número de diputados y senadores, para que
proponga la forma y modo de resolver las discrepancias. A su vez, de este procedimiento puede
resultar:

4.2.1. Que el proyecto elaborado por la comisión mixta sea aprobado en ambas
Cámaras, caso en el cual se remite al Presidente de la República para su sanción o veto.

4.2.2. Que en la comisión mixta no se produzca acuerdo para resolver las


divergencias entre ambas Cámaras, o que alguna de estas últimas rechace la proposición de la
comisión mixta. En este caso, por regla general, termina el procedimiento legislativo y no hay ley
en la materia.
30

d) Sanción o veto.

Aprobado un proyecto por las Cámaras, se remite al Presidente para que este, a su vez, lo
sancione (apruebe) o lo vete (rechace).

La sanción.

La sanción, como se dijo, es la aprobación que el Presidente de la República presta a un


proyecto de ley previamente aprobado por el Congreso Nacional, y hace referencia a ella el art.
32 Nº 1.

La sanción puede ser expresa, tácita o forzada.

La sanción es expresa cuando el Presidente manifiesta positivamente su voluntad de


aprobación.

Al especto, dispone el art. 72 CPR que “aprobado un proyecto por ambas Cámaras será
remitido al Presidente de la República, quien, si también lo aprueba, dispondrá su promulgación
como ley”.

La sanción es tácita, cuando, sin sancionar expresamente el proyecto, el Presidente de


la República deja transcurrir el plazo para vetar sin ejercer esta facultad.

De acuerdo al art. 75“si el Presidente de la República no devolviere el proyecto


dentro de treinta días, contados desde la fecha de su remisión, se entenderá que lo aprueba y se
promulgará como ley”.

Según el profesor Molina, también se configura una situación de sanción tácita cuando el
Presidente veta un proyecto de ley, y sus observaciones son aprobadas por las Cámaras (art. 73
inciso 3)22.

Por último, la sanción es forzada cuando el Presidente veta un proyecto de ley y las
Cámaras insisten, por el quórum constitucional, en el proyecto originalmente aprobado por ellas.
Esta materia, regulada en el art. 73, la examinaremos con más detalle al referirnos al veto.

El veto.

Nuestro sistema constitucional sólo contempla un veto de efectos suspensivos, mediante


el cual se obliga a las Cámaras a considerar las objeciones formuladas y volver a pronunciarse
sobre las materias rechazadas o modificadas por el Presidente, sin tener que, necesariamente,
aceptarlas. No se contempla un veto absoluto, que es aquel que hace primar, definitivamente, la
voluntad del Presidente por sobre la del Congreso23.

El veto puede ser supresivo, sustitutivo o aditivo.

El veto supresivo es aquel que tiene por objeto, como su nombre lo indica, suprimir,
eliminar, determinados preceptos de un proyecto de ley aprobado por el Congreso, o rechazar el
31

proyecto en su integridad.

Si se rechazan determinados preceptos, el veto supresivo es parcial; y si se rechaza todo el


proyecto, el veto supresivo es total.

El veto sustitutivo es el destinado a reemplazar o modificar disposiciones del proyecto de


ley.

El veto aditivo, por último, es el que incorpora nuevas disposiciones al proyecto aprobado
por el Congreso.

Debe tenerse presente que existe una limitación fundamental al ejercicio del derecho a
veto, y que se aplica particularmente al veto aditivo y, en alguna medida, al veto sustitutivo, en
el sentido que “en ningún caso se admitirán las observaciones que no tengan relación directa con
las ideas matrices o fundamentales del proyecto, a menos que hubieran sido consideradas en el
mensaje respectivo”.

Es decir, las regulaciones que el Presidente de la República pretenda incorporar al


proyecto por medio del veto, deben referirse a los objetivos e ideas centrales que se pretenden
alcanzar y desarrollar, respectivamente, con la normativa que se aprueba.

Como excepción, si el proyecto se inició por mensaje del Presidente de la República y


durante la tramitación en el Congreso algunas normas que desarrollaban ideas matrices o
fundamentales, inicialmente consideradas, no fueron recogidas en el proyecto de ley finalmente
aprobado por el Congreso, el Presidente puede incorporar, por medio del veto, disposiciones que
tengan por finalidad reponer en el proyecto el desarrollo de esas ideas.

La inadmisibilidad de las observaciones del Presidente de la República corresponde


declararla a los Presidentes de las Cámaras, pudiendo esa declaración ser reconsiderada por la
sala respectiva.

Tramitación del veto.

El presidente tiene un plazo de 30 días para vetar, plazo que es de carácter fatal y de días
corridos. De este modo, si transcurre el plazo señalado sin que el Presidente formule un veto,
el proyecto se entiende sancionado tácitamente. El término para vetar se cuenta desde que el
Presidente recibe el oficio de la cámara de origen en que se le comunica la aprobación del
proyecto por el Congreso.

Si el Presidente veta un proyecto, este se devuelve a la cámara de origen, para la


consideración, por el Congreso, de las objeciones, enmiendas o adiciones propuestas.

Si el veto es aditivo, las Cámaras sólo tendrán que votar si aceptan o no las agregaciones
incorporadas por el Presidente. Si las aprueban, se devuelve el proyecto al Presidente para su
promulgación, con las adiciones formuladas por medio del veto. Si las rechazan, se devuelve al
Presidente el proyecto originalmente aprobado por las Cámaras, es decir, sin adiciones, para su
oportuna promulgación.
32

Si el veto es supresivo total, las Cámaras sólo tienen que resolver si insisten o no en el
proyecto originalmente aprobado por ellas y rechazado íntegramente por el Presidente. Si insisten
por los dos tercios de los miembros presentes en cada Cámara, el proyecto vetado e insistido se
devuelve al Presidente de la República para su promulgación. Es una hipótesis de sanción
forzada. Si no se alcanza el quórum constitucional de insistencia, sencillamente el proyecto no
se transforma en ley.

Si el veto es sustitutivo o supresivo parcial, en primer lugar las Cámaras deben


decidir si aprueban o rechazan las observaciones del Presidente de la República. Si las aprueban,
se devuelve el proyecto al Presidente para su promulgación. Si rechazan el veto, a continuación
deben decidir si insisten, por los dos tercios de los miembros presentes en cada Cámara, en el
proyecto originalmente aprobado por el Congreso. De alcanzarse el quórum de insistencia, el
proyecto vetado e insistido se devuelve al Presidente de la República para su promulgación. Es
otra situación de sanción forzada. De no alcanzarse el señalado quórum, no hay ley en la parte
vetada y no insistida.

e) La promulgación.

La promulgación es el acto por medio del cual el Presidente de la República deja


constancia de la existencia de la ley, fija su texto y ordena cumplirla como ley de la
República.
A partir de la promulgación existe la ley como tal. Por este motivo, cuando existe
discrepancia entre el texto promulgado y el publicado, prima el promulgado.

Incluso más, como se recordará, el art. 19 Nº 3 permite aplicar la ley promulgada, no


publicada ni vigente, cuando ella resulta más beneficiosa al acusado en causa criminal.

Ahora bien, la promulgación se hace mediante un decreto supremo, que recibe el nombre
de decreto promulgatorio.

El art. 75 CPR la promulgación debe hacerse siempre dentro del plazo de 10 días,
contados desde que ella sea procedente.

No obstante el tenor del precepto citado, el indicado plazo no es de carácter fatal, por lo
que su transcurso no impide que el Presidente pueda promulgar una ley con posterioridad a su
vencimiento, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiera corresponderle.

El plazo para promulgar se cuenta desde la sanción del proyecto de ley. De este
modo, en la sanción expresa el término en comentario se computará desde que el Presidente
manifieste su voluntad concreta y directa de aprobar el proyecto de ley; en la sanción tácita
empezará a correr desde que transcurre el plazo para vetar, sin que el Presidente haga uso de
esa facultad; y, finalmente, en la sanción forzada, deberá contarse el plazo desde que el
Presidente recibe el oficio por el cual se le remite el proyecto vetado e insistido por las Cámaras.

Cabe agregar que, de manera excepcional, la promulgación no la hará el Presidente de


la República, sino el Tribunal Constitucional. En efecto, según lo prescrito en el art. 93 es
atribución del Tribunal Constitucional “Nº 8 Resolver los reclamos en caso de que el Presidente
33

de la República no promulgue una ley cuando deba hacerlo o promulgue un texto diverso
del que constitucionalmente corresponda”. De este modo, si el Tribunal acoge el requerimiento,
en el mismo fallo promulga la ley que no lo haya sido o rectifica la promulgación incorrecta (art.
93 Nº 8 y 93 inciso 13).

f) La publicación.

La Carta actual, a diferencia de la del 25, consagra expresamente el trámite de la


publicación de la ley y fija un plazo para ello.

Al respecto, dispone el art. 75 que “la publicación se hará dentro de los cinco días hábiles
siguientes a la fecha en que quede totalmente tramitado el decreto promulgatorio”.

De este modo, una vez que el decreto promulgatorio haya sido tomado de razón por la
Contraloría General de la República, debe publicarse dentro del plazo señalado.

Los demás elementos de la publicación no se regulan en la Constitución, sino en los art. 6


y siguientes del Código Civil, que a la letra señalan:

Art. 6º. La ley no obliga sino una vez promulgada en conformidad a la Constitución
Política del Estado y publicada de acuerdo con los preceptos que siguen.

Art. 7º. La publicación de la ley se hará mediante su inserción en el Diario Oficial, y


desde la fecha de éste se entenderá conocida de todos y será obligatoria.

Para todos los efectos legales, la fecha de la ley será la de su publicación en el Diario
Oficial.
Sin embargo, en cualquiera ley podrán establecerse reglas diferentes sobre su publicación
y sobre la fecha o fechas en que haya de entrar en vigencia.

Art. 8º. Nadie podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia.

Con lo dicho, entonces, se concluye que la existencia de la ley está dada por su
promulgación; pero su conocimiento y obligatoriedad dependen de su publicación, sin perjuicio
de lo que la propia ley pueda disponer sobre su vigencia.

VII. La ley de presupuestos.

La ley de presupuestos contiene una estimación de los ingresos que percibirá el


estado durante el año, y autoriza los gastos que se pueden realizar con cargo a ellos.

Esta ley, regulada en el art. 67 de la Constitución y en la LOC del Congreso Nacional,


tiene varias características particulares, atendida la naturaleza y trascendencia de su contenido.

Así, es una ley que tiene un periodo fijo de duración, de un año, que coincide con el año
34

calendario, es decir, rige desde el 1º de enero hasta el 31 de diciembre de cada año.

Es también una ley de iniciativa exclusiva del Presidente de la República, que tiene
constitucionalmente fijado un plazo máximo para su presentación y para su despacho por el
Congreso. Al respecto, dispone el artículo 67 CPR, que el proyecto de Ley de Presupuestos
deberá ser presentado por el Presidente de la República al Congreso Nacional, a lo menos con
tres meses de anterioridad a la fecha en que debe empezar a regir”; agregándose que “si el
Congreso no lo despachare dentro de los sesenta días contados desde su presentación, regirá el
proyecto presentado por el Presidente de la República”.

La regulación establecida para la formulación y aprobación de la ley de presupuestos


refleja, por cierto, la intención del constituyente de concentrar, en manos del Presidente de la
República, la administración financiera y presupuestaria del Estado. Además de ser, como se
dijo, una ley de iniciativa exclusiva del Presidente, y de entenderse aprobado el proyecto
presentado por este último si el Congreso no lo despacha en el plazo constitucional24, la Carta
Fundamental dispone que “la estimación del rendimiento de los recursos que consulta la Ley de
Presupuestos y de los nuevos que establezca cualquiera otra iniciativa de ley, corresponderá
exclusivamente al Presidente, previo informe de los organismos técnicos respectivos”.

Lo anterior se ve complementado con la prohibición al Congreso Nacional de aumentar o


disminuir la estimación de los ingresos, facultándolo sólo para “reducir los gastos contenidos en
el proyecto de Ley de Presupuestos, salvo los que estén establecidos por ley permanente”.

En la idea de evitar presupuestos deficitarios, al menos por decisión de los parlamentarios,


se dispone que el Congreso no puede “aprobar ningún nuevo gasto con cargo a los fondos de la
Nación sin que se indiquen, al mismo tiempo, las fuentes de recursos necesarios para atender
dicho gasto”.

Por último, y siempre en la idea de no admitirse gastos que no cuenten con los recursos
necesarios para su financiamiento, se establece que “Si la fuente de recursos otorgada por el
Congreso fuere insuficiente para financiar cualquier nuevo gasto que se apruebe, el Presidente de
la República, al promulgar la ley, previo informe favorable del servicio o institución a través del
cual se recaude el nuevo ingreso, refrendado por la Contraloría General de la República, deberá
reducir proporcionalmente todos los gastos, cualquiera que sea su naturaleza”.

VIII. Los decretos con fuerza de ley.

Como señaláramos al analizar las fuentes del Derecho Constitucional, los decretos con
fuerza de ley (D. F. L.) son normas administrativas (decretos) dictados por el Presidente de la
República, previa autorización del legislativo, sobre materias propias de ley.

En el art. 64 de la Constitución se contempla su regulación principal, pudiendo señalarse


los siguientes elementos:

Autorización: corresponde a la ley autorizar la dictación de DFL por parte del Presidente
de la República. Si bien el art. 64 hace referencia al Congreso, lo cierto es que es la ley, y no el
35

Congreso el que otorga la referida autorización.

Esta ley debe señalar las materias precisas sobre las que recaerá la delegación.

Sólo como excepción, en la tramitación de un tratado internacional será el Congreso, a


través de un acuerdo, y no la ley, el que efectivamente autorizará la dictación de este tipo de
normas. Recordemos que en el art. 54, Nº 1, inciso final, se dispone que “en el mismo acuerdo
aprobatorio de un tratado podrá el Congreso autorizar al Presidente de la República a fin de que,
durante la vigencia de aquél, dicte las disposiciones con fuerza de ley que estime necesarias
para su cabal cumplimiento, siendo en tal caso aplicable lo dispuesto en los incisos segundo y
siguientes del artículo 64”. También la Constitución puede autorizar directamente la emisión
de decretos con fuerza de ley, como ocurre con el art. 64, inciso quinto, según veremos
posteriormente.

Plazo: el plazo máximo por el que se puede autorizar la dictación de decretos con fuerza
de ley es de un año, sin que este término pueda ser ampliado por el legislador.

También en forma excepcional, en materia de tratados internacionales el plazo máximo


que el Congreso puede fijar para la emisión de decretos con fuerza de ley, destinados al cabal
cumplimiento de un convenio internacional, no es de un año, sino que corresponde al plazo de
vigencia del mismo convenio, sea este inferior o superior a un año.

Limitaciones: hay limitaciones establecidas en la propia Constitución y otras que pueden


fijarse en la ley autorizante.

La Carta fundamental prohíbe que se deleguen facultades legislativas en determinadas


materias, disponiendo que la autorización no puede extenderse a la nacionalidad, la ciudadanía,
las elecciones ni al plebiscito, como tampoco a materias comprendidas en las garantías
constitucionales o que deban ser objeto de leyes orgánicas constitucionales o de quórum
calificado. Y agrega que tampoco podrá comprender facultades que afecten a la organización,
atribuciones y régimen de los funcionarios del Poder Judicial, del Congreso Nacional, del
Tribunal Constitucional ni de la Contraloría General de la República.

Por su parte, la ley que autoriza la dictación de decretos con fuerza de ley puede
establecer o determinar las limitaciones, restricciones y formalidades que se estimen
convenientes.

Control: un primer control está radicado en la Contraloría General de la República, a


través del trámite de toma de razón, señalando la Carta que la Contraloría debe rechazarlos
cuando los D. F. L. excedan o contravengan la autorización legislativa.

Pero también el Tribunal Constitucional puede ejercer un control sobre la


constitucionalidad de los decretos con fuerza de ley, y ello puede ser por dos vías.

En primer lugar, y según lo ya estudiado, si la Contraloría representa un D. F. L. por


exceder o contravenir la ley delegatoria, o por ser inconstitucional, el Presidente de la República
no puede insistir, pero, en caso de no conformarse con la representación, tiene la posibilidad de
remitir los antecedentes al Tribunal Constitucional dentro del plazo de diez días, a fin de que éste
36

resuelva la controversia (art. 99 CPR).

En segundo lugar, el art. 93 de la Constitución dispone que cualquiera de las Cámaras, o


una cuarta parte de sus miembros en ejercicio, puede plantear un requerimiento al Tribunal
Constitucional en caso de que la Contraloría hubiere tomado razón de un decreto con fuerza de
ley que se impugne de inconstitucional. Este requerimiento deberá efectuarse dentro del plazo de
treinta días, contado desde la publicación del respectivo decreto con fuerza de ley.

Publicación y vigencia. El art. 64 CPR dispone que los decretos con fuerza de ley están
sometidos en cuanto a su publicación, vigencia y efectos, a las mismas normas que rigen para la
ley.

Actualización de textos legales

El art. 64, inciso quinto, que “sin perjuicio de dispuesto en los incisos anteriores, el
Presidente de la República queda autorizado para fijar el texto refundido, coordinado y
sistematizado de las leyes cuando sea conveniente para su mejor ejecución. En ejercicio de esta
facultad, podrá introducirle los cambios de forma que sean indispensables, sin alterar, en caso
alguno, su verdadero sentido y alcance”.

VIII. Funcionamiento del Congreso.

La Carta no establece una regulación detallada en la materia, dejando su desarrollo a la


Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional.

Actualmente, la Ley Orgánica Constitucional del Congreso Nacional dispone, en su


artículo sexto, que “Cada período de sesiones del Congreso se extenderá entre el 11 de marzo de
cada año y el 10 de marzo del año siguiente”. Agregando que “Las reuniones que celebren el
Senado, la Cámara de Diputados o el Congreso Pleno se denominarán sesiones".

Ahora bien, en la Carta se mantienen aún algunas normas sobre funcionamiento del
Congreso, particularmente en los art. 55 y 56, que disponen sobre los siguientes aspectos:

- La instalación e inicio del periodo de sesiones del Congreso queda entregado a la


ley orgánica constitucional respectiva. A esta ley corresponde también regular lo relativo a la
tramitación de las acusaciones constitucionales, la calificación de las urgencias y todo lo
relacionado con la tramitación interna de la ley.

- El Congreso se entiende siempre convocado de pleno derecho para conocer de la


declaración de estados de excepción constitucional.

- La Cámara de Diputados y el Senado no podrán entrar en sesión ni adoptar


acuerdos sin la concurrencia de la tercera parte de sus miembros en ejercicio.

- Cada una de las Cámaras puede establecer, en su propio reglamento, la clausura


del debate por simple mayoría.
37

LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN

Esta materia se encuentra regulada en el Capítulo XV de la Constitución, artículos 127 a


129.

Las leyes de reforma constitucional pueden iniciarse por mensaje del Presidente de la
República o por moción parlamentaria, siendo aplicables, en la especie, las limitaciones
establecidas en el art. 65 en relación con la cámara de origen obligado para ciertas materias.

Estos proyectos se tramitan, en general, según el procedimiento establecido para las


demás leyes, diferenciándose, desde el punto de vista formal, principalmente en los quórum
aplicables y en las normas sobre veto y plebiscito.

Quórum. Anteriormente, la carta distinguía dos quórums distintos, según sea el capítulo
de la Carta que se requiere reformar. Así, si la reforma recae sobre los capítulos I (Bases de la
Institucionalidad), III (Derechos y Deberes Constitucionales), VIII (Tribunal Constitucional), XI
(Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública), XII (Consejo de Seguridad Nacional) o XV
(reforma de la Constitución), necesita la aprobación de las dos terceras partes de los diputados y
senadores en ejercicio. Respecto de los proyectos de reforma que se refieren a los demás
capítulos de la Carta, se necesita la probación de las tres quintas partes de los diputados y
senadores en ejercicio.

La reforma constitucional publicada el 23 de agosto del año 2022, ley 21481, modificó los
quorum, requiriendo las cuatro séptimas partes de los diputados y senadores en ejercicio.

Veto y plebiscito.

Si el proyecto de reforma constitucional aprobado por el Congreso es también sancionado


por el Presidente, debe este promulgarlo y ordenar su publicación en conformidad a lo dispuesto
en la Carta Fundamental.

Pero puede ocurrir que el Presidente de la República vete el proyecto.

En tal caso, si el Presidente rechaza totalmente un proyecto de reforma aprobado por


ambas Cámaras y éstas insisten en su totalidad por las dos terceras partes de los miembros en
ejercicio de cada Cámara, el Presidente debe promulgar dicho proyecto, a menos que consulte a
la ciudadanía mediante plebiscito.

Ahora bien, si el Presidente observa parcialmente un proyecto de reforma aprobado por


ambas número Cámaras, las observaciones deben ser aprobadas con el voto conforme de las
cuatro séptimas partes de los miembros en ejercicio de cada Cámara, según corresponda de
acuerdo con la materia a que se refieran, y se devuelve el proyecto al Presidente para su
promulgación.
38

Por el contrario, si las Cámaras no aprueban todas o algunas de las observaciones del
Presidente, no hay reforma constitucional sobre los puntos en discrepancia. Sin embargo, en
esta situación las Cámaras pueden insistir, por los dos tercios de sus miembros en ejercicio, en la
parte del proyecto aprobado por ellas. Producida la insistencia, el Presidente debe promulgar el
texto vetado e insistido, a menos que decida consultar a la ciudadanía para que se pronuncie
respecto de las cuestiones en desacuerdo.

De esta manera, vetado en forma total o parcial un proyecto de reforma constitucional, e


insistido por las Cámaras, el Presidente tiene la opción de promulgarlo o de convocar a
plebiscito.

Con lo dicho, el plebiscito se configura únicamente como un mecanismo de solución de


conflictos entre el Presidente de la República y el Congreso Nacional, en el proceso de
tramitación de un proyecto de reforma constitucional, sin que pueda aplicarse a otras situaciones
de controversia entre el Ejecutivo y el Congreso.

De acuerdo al art. 129 CPR, el plazo para convocar a plebiscito es de 30 días contados
desde que ambas Cámaras insisten en el proyecto aprobado por ellas. En realidad, debemos
entender que este plazo se cuenta desde que el Presidente recibe el oficio por el cual se le
comunica el rechazo del veto y la insistencia de las Cámaras, toda vez que, antes de ese hecho,
no tiene conocimiento oficial de la insistencia y mal podría exigírsele, por ende, que decidiera
sobre si convoca o no a plebiscito.

En todo caso, el plazo es de días corridos y de carácter fatal, es decir, si transcurre el


término sin que el Presidente de la República convoque a plebiscito, se entiende tácitamente
sancionado el proyecto de reforma constitucional vetado e insistido, y el Presidente debe
proceder a promulgarlo y ordenar su publicación.

El plebiscito se convoca mediante la dictación de un decreto supremo que debe contener


según, corresponda, “el proyecto aprobado por ambas Cámaras y vetado totalmente por el
Presidente de la República, o las cuestiones del proyecto en las cuales el Congreso haya
insistido”, agregándose que, “en este último caso, cada una de las cuestiones en desacuerdo
deberá ser votada separadamente en el plebiscito”.

Además, el decreto de convocatoria debe fijar la fecha de la votación, la que no podrá


tener lugar antes de treinta ni después de sesenta días, contados desde la publicación del mismo
decreto.

Desde el punto de vista del control, en el proceso plebiscitario pueden intervenir


tanto el Tribunal Constitucional como el Tribunal Calificador de Elecciones.

Al Tribunal Constitucional corresponde “resolver las cuestiones que se susciten sobre


constitucionalidad con relación a la convocatoria a un plebiscito, sin perjuicio de las atribuciones
que correspondan al Tribunal Calificador de Elecciones” (art. 93 Nº 5), disponiéndose que, en
este caso, el requerimiento puede ser planteado por el Senado o por la Cámara de Diputados,
dentro de diez días contados desde la fecha de publicación del decreto que fije el día de la
consulta plebiscitaria (art. 93 inciso 8).
39

Si efectuado el requerimiento se concluye por el Tribunal Constitucional que el plebiscito


es procedente, el mismo Tribunal debe establecer, en su sentencia, el texto definitivo de la
consulta plebiscitaria.

Además, si al tiempo de dictarse la sentencia faltan menos de treinta días para la


realización del plebiscito, el Tribunal debe fijar en dicha resolución una nueva fecha para la
realización del plebiscito, la que deberá quedar comprendida entre los treinta y los sesenta días
siguientes al fallo.

Por su parte, el Tribunal Calificador de Elecciones se encarga del escrutinio general, la


calificación y la proclamación de resultados en los plebiscito de reforma constitucional. Agrega
el art. 129 que este Tribunal “comunicará al Presidente de la República el resultado del
plebiscito, y especificará el texto del proyecto aprobado por la ciudadanía, el que deberá ser
promulgado como reforma constitucional dentro de los cinco días siguientes a dicha
comunicación”.

Finaliza este capítulo ordenando la Carta Fundamental que “una vez promulgado el
proyecto y desde la fecha de su vigencia, sus disposiciones formarán parte de la Constitución y
se tendrán por incorporadas a ésta”.
40

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