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CONGRESO NACIONAL
Esta estructura bicameral supone como ventaja, en teoría al menos, una mejor discusión
de los proyectos de ley, al ser analizados en dos instancias distintas, y como contrapartida tiene la
desventaja de demandar un mayor tiempo en el proceso legislativo.
La Cámara de Diputados está integrada por 155 miembros, “elegidos en votación directa
por los distritos electorales que establezca la ley orgánica constitucional respectiva” (art. 47
CPR).
Para ser elegido diputado se requiere cumplir los siguientes requisitos, también
denominados condiciones generales de elegibilidad:
a) Ser ciudadano con derecho a sufragio. En consecuencia, se exige ser chileno, por
cualquier fuente; no haber sido condenado a pena aflictiva o por delito que la ley califique como
conducta terrorista; ni encontrarse afecto a alguna de las causales de suspensión del derecho d
sufragio.
Sobre este punto debe recordarse lo señalado en el artículo 13, inciso tercero, de la CPR,
en el sentido que “los chilenos a que se refieren los números 2º y 4º del artículo 10, el ejercicio de
los derechos que les confiere la ciudadanía estará sujeto a que hubieren estado avecindados en
Chile por más de un año”; y lo dispuesto en el artículo 14, al señalarse que “los nacionalizados en
conformidad al Nº 3º del artículo 10, tendrán opción a cargos públicos de elección popular sólo
después de cinco años de estar en posesión de sus cartas de nacionalización”.
b) Tener cumplidos veintiún años de edad. Es una edad mínima, dado que el
constituyente no consideró la fijación de una edad máxima para el desempeño de las funciones
parlamentarias.
escolaridad de escasa significación práctica, tanto por la obligación que existe de cursar la
enseñanza media, lo que supone, hoy en día, que la mayor parte de la población debería
satisfacerlo, como por el escaso nivel de preparación para labores complejas, como la legislativa,
que el mencionado nivel educativo proporciona.
Como complemento de lo exigido, en el art. 51 se establece que “se entenderá que los
diputados tienen, por el solo ministerio de la ley, su residencia en la región correspondiente,
mientras se encuentren en ejercicio de su cargo”. Se trata, así, de una presunción de derecho que
favorece al diputado en ejercicio, lo cual no impide, por cierto, que en una nueva elección puedan
postular por un distrito distinto, acreditando la residencia en la región a la que este último
pertenezca.
Con esto, el quórum normal de las leyes orgánicas, de los 4/7 de los diputados y senadores
en ejercicio, se eleva a los 3/5 de los mismos cuando se trata de reformar la Ley Orgánica sobre
Votaciones Populares y Escrutinios en las materias específicas indicadas, es decir, número de
senadores, circunscripciones senatoriales y sistema electoral. Esta situación se explica,
fundamentalmente, por la intención de obligar a acuerdos muy amplios para modificar la
situación actualmente existente en los tópicos señalados, no bastando ni siquiera una mayoría
muy calificada como lo es la establecida para las leyes orgánicas.
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Ahora bien, debe entenderse que el quórum especial comentado sólo es aplicable al
Senado, y no a la Cámara de Diputados, por ende, la modificación de los distritos electorales y
el sistema de elección para los diputados sigue sujeto al quórum general de los 4/7 de los
diputados y senadores en ejercicio, y el número de los diputados es, obviamente, materia de
reforma constitucional. Además, pese a la ambigüedad de la disposición décimo tercera
transitoria, estimamos que el quórum consagrado en ella sólo resulta aplicable la primera vez que
se modifique la ley sobre Votaciones Populares y Escrutinios, en las materias indicadas, y no
en las posteriores reformas que eventualmente se introduzcan, puesto que, de otra manera, no
se entendería su naturaleza de norma “transitoria”.
A diferencia de los diputados, los senadores duran ocho años en sus cargos y se renuevan
alternadamente cada cuatro años, en la forma que determine la ley orgánica constitucional
respectiva2.
En este apartado se comprenden tres grandes materias, a saber, las prohibiciones, los
privilegios o prerrogativas parlamentarias, y las causales de cesación en el cargo. Además de
lo señalado, debe también recordarse que, conforme al artículo 8 de la Constitución, los
diputados y senadores deben declarar sus intereses y patrimonio en forma pública.
a) Prohibiciones parlamentarias.
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Las inhabilidades son impedimentos que la Constitución establece y que obstan a que
una persona pueda ser candidato a un cargo de diputado o senador.
Son absolutamente inhábiles quienes no reúnen los requisitos para ser elegido diputado o
senador, contemplados en los artículos 48 y 50 de la Carta Fundamental; y son relativamente
inhábiles quienes, reuniendo las condiciones generales de elegibilidad, no pueden ser candidatos
a un cargo parlamentario por desempeñar alguno de los cargos, o encontrarse en alguna de las
situaciones, taxativamente previstos en el artículo 57 de la Constitución.
2) Los intendentes, los gobernadores, los alcaldes, los consejeros regionales, los concejales y los
subsecretarios.
5) Los miembros del Tribunal Constitucional, del Tribunal Calificador de Elecciones y de los
tribunales electorales regionales.
8) Las personas naturales y los gerentes o administradores de personas jurídicas que celebren o
caucionen contratos con el Estado.
9) El Fiscal Nacional, los fiscales regionales y los fiscales adjuntos del Ministerio Público, y
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Efectos de las inhabilidades relativas. Aquí hay que distinguir dos situaciones.
La primera, no regulada expresamente por la Constitución, se refiere a las personas que,
siendo inhábiles, pretenden inscribir su candidatura a diputado o senador. En este caso, esa
candidatura debería ser rechazada por el Servicio Electoral o, en su caso, por el Tribunal
calificador de Elecciones. No obstante, si pese a los controles existentes, una persona inhábil
lograra inscribir su candidatura y participar en la elección, tal elección debería declararse nula
(recordando siempre que, en materia de nulidad electoral, rige el principio de la conservación del
acto electoral).
En cambio, las personas que dejan de servir los cargos que causan inhabilidad en la
oportunidad estipulada en la Carta, y participan válidamente en la elección, si no resultan
elegidos no pueden volver al mismo cargo, ni ser designadas para cargos análogos a los que
desempeñaron, hasta un año después del acto electoral.
Las incompatibilidades son prohibiciones que afectan a quienes han sido elegidos
diputado o senador, y que les impiden desempeñar, en forma simultánea, el cargo parlamentario
y otro u otros cargos que la persona servía al momento de la elección, expresamente
determinados por la Constitución.
1.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles entre sí. Esta es la llamada
“prohibición de cúmulo de funciones”.
Refuerza esta idea lo dispuesto en el art. 51 CPR, que permite a un diputado pasar a
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2.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión
retribuidos con fondos del Fisco.
3.- Sin perjuicio de lo anterior, la Constitución especifica, además, que los cargos de
diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión retribuidos con fondos de
las municipalidades, de las entidades fiscales autónomas y semifiscales.
4.- Los cargos de diputados y senadores son incompatibles con todo empleo o comisión
retribuidos con fondos de las empresas del Estado o en las que el Fisco tenga intervención por
aportes de capital.
5.- Agrega la disposición que los cargos de diputados y senadores son incompatibles
“con toda otra función o comisión de la misma naturaleza”.
Esta es una cláusula abierta, que permite incorporar a la prohibición a otros empleos
rentados, aunque no existe claridad acerca de cuáles podrían ser esas funciones o comisiones
“de la misma naturaleza”. El profesor Molina sostiene que podrían quedar comprendidos los
empleos remunerados por entidades controladas por las empresas del Estado o controladas por
las empresas en las que el Estado tiene participación por aportes de capital4.
6.- Finalmente, los cargos de diputados y senadores son incompatibles con las funciones
de directores o consejeros, aun cuando sean ad honorem, en las entidades fiscales autónomas,
semifiscales o en las empresas estatales, o en las que el Estado tenga participación por aporte de
capital.
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Sólo se trata de empleos o funciones docentes, remuneradas con fondos públicos. Las
labores de otra naturaleza, como por ejemplo administrativa, no quedan comprendidas en la
excepción.
Debe hacerse presente que las labores remuneradas con recursos privados, de cualquier
naturaleza, sean o no docentes, son siempre compatibles con la función parlamentaria, dado que
esta última no es, jurídicamente, una actividad que exija dedicación exclusiva. La prohibición
en comentario se establece, en general, sólo respecto de los empleos rentados con fondos
públicos5.
Las incapacidades son prohibiciones que impiden que un parlamentario pueda ser
nombrado en un cargo incompatible.
Las incapacidades rigen desde la proclamación como electo y hasta que el diputado o
senador cese en su cargo por cualquier causa. Originalmente las incapacidades se extendían
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hasta seis meses después d la cesación en funciones, pero tal restricción fue eliminada,
equivocadamente en nuestro concepto, por la reforma de la ley Nº 20.050.
Las incapacidades persiguen, por un lado, evitar que un parlamentario pueda utilizar su
cargo a para obtener, principalmente del Gobierno, un empleo determinado; y por otro, que el
gobierno de turno pueda coartar la libertad de diputados y senadores sobre la base del
ofrecimiento de empleos o cargos rentados.
Se señala en doctrina que, teniendo las incapacidades la misma extensión que las
incompatibilidades, resulta aplicable a las primeras la excepción del art. 58 de la Carta
Fundamental. Con ello, un diputado o senador puede ser nombrado para un empleo docente, o
en una función o comisión de igual carácter, de la enseñanza superior, media o especial.
Sin perjuicio de lo anterior, el propio art. 59, en su inciso segundo, establece otras dos
excepciones.
Así, no rige la norma sobre incapacidades en caso de guerra exterior. Atendido lo extrema
de la situación de guerra, la Carta no sólo permite que un parlamentario pueda ser válidamente
nombrado en un cargo incompatible, sino que además admite el desempeño conjunto de ambos
cargos.
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b) Privilegios parlamentarios.
Tanto la inviolabilidad como el fuero son inmunidades jurídicas, pero mientras la primera
mira a los aspectos sustantivos, estableciendo la irresponsabilidad por determinadas
actuaciones, el segundo es simplemente una protección de carácter procesal, que no produce
efectos en materia de responsabilidad.
b.1. La inviolabilidad.
Dispone el art. 61, en su inciso primero, que “los diputados y senadores sólo son
inviolables por las opiniones que manifiesten y los votos que emitan en el desempeño de sus
cargos, en sesiones de sala o de comisión”.
De este modo, para que se configure la inviolabilidad deben darse los siguientes
elementos:
1.- El diputado o senador debe encontrarse en el ejercicio del cargo. Según el artículo 5º
de la ley Nº 18.918, Orgánica Constitucional del Congreso Nacional, los parlamentarios se
consideran en ejercicio desde su investidura como tales, la que se efectúa mediante el juramento
o promesa de estilo, regulado en los respectivos reglamentos6.
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2.- Sólo quedan cubiertas por la inviolabilidad las conductas expresamente señaladas en
la Constitución, es decir la manifestación de opiniones y la emisión de votos. Cualquier otra
conducta es perfectamente perseguible por los medio normales, no configurándose una situación
de excepción a favor del parlamentario.
3.- Las opiniones y los votos deben manifestarse o emitirse en sesión de sala o de
comisión. Es decir, las opiniones manifestadas por el parlamentario fuera del ámbito restringido
de las sesiones de sala o comisión, aunque las haya emitido en el ejercicio de su cargo, pueden
generar responsabilidad de acuerdo a las reglas generales.
Debe precisarse, en todo caso, que el examen previo realizado por las Cortes sólo
determina la suficiencia o no de los antecedentes existentes, a objeto de sustentar una
persecución criminal en contra de un parlamentario, pero no implica un pronunciamiento sobre la
responsabilidad de este último, cuya determinación corresponde, obviamente, a los tribunales
competentes conforme a las normas generales. En otros términos, otorgado el desafuero del
diputado o senador ello no significa que este sea culpable del delito que se le imputa, sino
solamente que hay mérito suficiente para los efectos de proceder criminalmente en su contra.
Siguiendo el criterio empleado por la Carta en los artículos 58 y 59, el día de la elección
debemos entenderlo referido a la proclamación como electo.
Por su parte, la referencia al juramento –que resulta técnicamente imprecisa, puesto que
todos los parlamentarios deben prestar juramento o promesa para incorporarse a la Cámara
respectiva- dice relación con la situación particular de la persona que es designada diputado o
senador en reemplazo de un parlamentario que cesó en el cargo, materia regulada en el art. 51,
que examinaremos posteriormente, y donde no existe una elección, sino una nominación por el
partido político que corresponda.
El art. 61, en su inciso tercero, contempla una excepción al fuero, de efectos relativos,
que se produce cuando el diputado o senador es sorprendido en delito flagrante. En efecto,
dispone la norma que “en caso de ser arrestado algún diputado o senador por delito flagrante,
será puesto inmediatamente a disposición del Tribunal de Alzada respectivo, con la información
sumaria correspondiente”, para que este último proceda a examinar los antecedentes y resuelva si
dispone o no su desafuero.
Es decir, la Constitución autoriza al arresto del parlamentario, pero para el solo efecto de
ponerlo a disposición del tribunal competente para pronunciarse sobre el eventual desafuero. Sólo
se permite la privación inmediata de libertad, pero no puede iniciarse la causa criminal sin la
autorización previa del Tribunal de Alzada que corresponda.
Desafuero.
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Tribunal competente.
La Constitución sólo regula la dieta parlamentaria, que es una prestación en dinero que se
otorga a cada diputado y senador, desde su incorporación a la Cámara respectiva, por el sólo
hecho de revestir la condición de parlamentario, y que recibe el tratamiento tributario y
previsional de las remuneraciones.
La Constitución dispone, en su art. 62, que “los diputados y senadores percibirán como
única renta una dieta equivalente a la remuneración de un Ministro de Estado incluidas todas
las asignaciones que a éstos correspondan”.
- Vencimiento del periodo por el cual fue elegido diputado (cuatro años) o senador
(ocho años).
1.- Ausentarse del país por más de treinta días sin permiso de la Cámara a que pertenezca
o, en receso de ella, de su Presidente.
4.- Aceptar ser director de banco o de alguna sociedad anónima, o ejercer cargos de
similar importancia en estas actividades.
Esta es una de las pocas regulaciones de la Constitución en un tema de gran interés actual,
como lo es la relación entre la actividad empresarial privada y el desempeño de funciones
públicas.
La causal es mucho más amplia en la actualidad, dado que se impide la actuación, en las
calidades indicadas, en cualquier clase de juicio, se dirija o no en contra del Estado.
6.- Ejercitar cualquier influencia ante las autoridades administrativas o judiciales en favor
o representación del empleador o de los trabajadores en negociaciones o conflictos laborales,
sean del sector público o privado, o que intervengan en ellos ante cualquiera de las partes.
Hay aquí un intento por separar la actividad política de la netamente sindical o laboral en
general, que por su excesiva estrictez resulta, en nuestra opinión, exagerada, al sancionarse
incluso la intervención de un parlamentario que busca poner fin a un conflicto laboral.
8.- Incitar a la alteración del orden público, propiciar el cambio del orden jurídico
institucional por medios distintos de los que establece la Constitución, o comprometer
gravemente la seguridad o el honor de la Nación, sea que se obre de palabra o por escrito, y todo
ello sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso séptimo del número 15º del artículo 19.
Se agrega que el diputado o senador que pierda su cargo por cualesquiera de las causales
anteriores, no podrá optar a ninguna función o empleo público, sea o no de elección popular,
por el término de dos años, salvo los casos del inciso séptimo del número 15º del artículo 19, en
los cuales se aplicarán las sanciones allí contempladas.
9.- Perder algún requisito general de elegibilidad o incurrir en alguna de las causales de
inhabilidad a que se refiere el artículo 57, sin perjuicio de la excepción contemplada en el
inciso segundo del artículo 59 respecto de los Ministros de Estado.
10.- Renunciar al cargo, cuando le afecte una enfermedad grave que le impida
desempeñarlo, y así lo califique el Tribunal Constitucional.
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Tribunal competente.
Ahora bien, el mecanismo de reemplazo de los parlamentarios que cesan en sus funciones
se encuentra establecido en el art. 51 de la Constitución, y contempla varias situaciones o
regulaciones, a saber:
1.- Las vacantes de diputados y senadores se proveerán con el ciudadano que señale el
partido político al que pertenecía el parlamentario que produjo la vacante al momento de ser
elegido.
Como no hay un partido al que pertenezcan, nadie podría señalar quien debe
reemplazarlos.
3.- Para todos los casos se exige que el reemplazante reúna los requisitos para ser elegido
diputado o senador, según el caso.
4.- Por otra parte, se dispone que un diputado puede ser nominado para ocupar un cargo
vacante de senador, pero, si ello ocurre, deja de servir el cargo de diputado y esta nueva vacante
debe ser provista conforme a las reglas anteriores.
5.- Finalmente se prescribe que el nuevo diputado o senador ejercerá sus funciones por el
término que faltaba a quien originó la vacante.
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Esta materia se encuentra regulada en el art. 54, aunque debe complementarse con lo
dispuesto en el art. 32 Nº 14.
Si bien la referencia se efectúa sólo al inciso segundo del art. 40 CPR, lo cierto es que la
intervención del Congreso no se limita únicamente a la declaración de los estados de asamblea y
de sitio, sino que también habría que considerar su participación en la declaración excepcional
del estado de catástrofe (art. 41, inciso segundo, segunda parte) y en la prórroga del estado de
emergencia (art. 42, inciso primero, segunda parte).
Debe agregarse que las decisiones sobre estos asuntos se adoptan por separado por cada
una de la Cámaras, mediante acuerdos; y las decisiones separadas y coincidentes de la Cámara de
Diputados y del Senado, forman la voluntad del Congreso Nacional. En consecuencia, no se trata
de atribuciones ejercidas como Congreso Pleno.
1.- Fiscalización.
Fiscalizar significa, según el diccionario de la RAE, “criticar y traer a juicio las acciones u
obras de alguien”. En consecuencia la fiscalización por la Cámara supone la facultad de juzgar la
actuación del Gobierno, de analizarla, ponderarla y emitir una valoración, positiva o negativa,
sobre ella.
La fiscalización es de alcances muy amplios, puesto que permite emitir un juicio respecto
de la legalidad de determinadas actuaciones del Gobierno, es decir, de su conformidad con el
ordenamiento jurídico; pero también comprende la posibilidad –y este aspecto es, probablemente,
el más relevante- de examinar si lo obrado por el Gobierno, incluyendo tanto sus acciones como
sus omisiones, ha sido oportuno y beneficioso, es decir, permite una evaluación del mérito de
lo obrado.
La actual redacción del art. 52 Nº 1, letra c), da pie para inclinarse por una interpretación
amplia de la voz Gobierno, comprensiva de toda la Administración, incluyendo las empresas del
Estado y aquellas en que este tenga participación mayoritaria.
Estos acuerdos se transmiten por escrito al Presidente de la República, quien debe dar
respuesta fundada, por medio del Ministro de Estado que corresponda, dentro de treinta días.
ii) Además del mecanismo analizado anteriormente, la Carta establece que cualquier
diputado, con el voto favorable de un tercio de los miembros presentes de la Cámara,
puede solicitar determinados antecedentes al Gobierno (art. 52 Nº 1, letra a, inciso segundo).
Al igual que en la situación anterior, la respuesta deberá tramitarse a través del Ministro a
quien a cuya cartera haya correspondido el tratamiento de las materias cuyos antecedentes se
solicitan.
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Con todo, un mismo Ministro no puede ser citado para este efecto más de tres veces
dentro de un año calendario, sin previo acuerdo de la mayoría absoluta de los diputados en
ejercicio.
El límite está dado sólo para las citaciones efectuadas a requerimiento de un tercio de los
diputados en ejercicio, toda vez que la mayoría absoluta de los diputados en ejercicio puede citar
a un Ministro cuantas veces lo estime conveniente. En todo caso, nos parece que la institución,
como se encuentra regulada, es excesivamente flexible, dado que su mal uso podría dar lugar a
una acción obstructiva de la mayoría de la Cámara hacia el Gobierno.
A contrario sensu, los particulares y los funcionarios de órganos del Estado distintos de
los indicados, no se encuentran obligados a asistir a las sesiones a que, eventualmente, sean
citados, ni a entregar los antecedentes que se les requieran. Ello resulta lógico, por cuanto la
fiscalización se dirige en contra del Gobierno, no de los particulares ni respecto de otros
órganos del Estado.
Se agrega que los Ministros de Estado no podrán ser citados más de tres veces a una
misma comisión investigadora, sin previo acuerdo de la mayoría absoluta de sus miembros.
Por último, se encomienda a la ley orgánica constitucional del Congreso Nacional regular
el funcionamiento y las atribuciones de las comisiones investigadoras y la forma de proteger los
derechos de las personas citadas o mencionadas en ellas.
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Por tratarse del Presidente, las causales son particularmente exigentes. En la primera,
debe tratarse de una actuación que haya puesto en peligro o afectado, de manera importante, los
bienes jurídicos indicados, esto es, el honor, el buen nombre de la Nación, o su seguridad.
Sin embargo, para asegurar que el ex Presidente se encuentre disponible para la Cámara
de Diputados durante el periodo en que puede ser acusado, se dispone que por el término de los
seis meses siguientes a su expiración en el cargo, el ex Presidente de la República no puede
ausentarse del territorio de la República sin acuerdo de la Cámara.
Además, se agregan determinados delitos, expresión esta última que no tiene el carácter
técnico que se le asigna en Derecho Penal, sino que está referida a determinadas actuaciones que
resultan reprochables, y que pueden o no corresponder a una o más figuras típicas del orden
penal.
Los magistrados de los tribunales superiores de justicia son los ministros de las Cortes de
Apelaciones y de la Corte Suprema.
La causal para unos y otro es formalmente la misma –notable abandono de sus deberes-
pero los alcances son distintos.
deberes, que sirve de fundamento a la acusación, puede referirse tanto a los deberes externos
como al modo en que, en lo sustantivo, este ejerce sus atribuciones constitucionales y legales.
Está referida a quienes tienen el grado de general en el Ejército y la Fuerza Aérea, y a los
almirantes en la Armada.
Hasta la reforma del año 2005 se discutió si eran acusables los generales de Carabineros.
Hoy nos parece, por la reforma al artículo 101 CPR, que tales oficiales no pueden ser acusados
constitucionalmente.
Respecto de los delitos mencionados, cabe destacar que, en relación con los Ministros de
Estado, se elimina el soborno y se agrega la sedición, que es, genéricamente, el alzamiento
contra la autoridad establecida.
Respecto de las personas señaladas en las letras b) a e) del art. 52 Nº 2, la acusación puede
entablarse mientras estén el ejercicio de sus funciones y hasta tres meses después de expirar en
sus cargos. Además, interpuesta la acusación, el acusado no puede ausentarse del país sin
permiso de la Cámara de Diputados.
Quórum de aprobación.
Además, el acusado no puede ausentarse del país en caso alguno, es decir, se produce su
arraigo absoluto.
Las atribuciones exclusivas del Senado se encuentran contenidas en el art. 53, el cual
comienza, precisamente, por la segunda etapa de la acusación constitucional, es decir, la etapa
de fallo o resolución. Las demás atribuciones que se le encomiendan, en un buen porcentaje, ya
las hemos examinado a propósito del estudio de otras materias, por lo que sólo las vamos a
mencionar en este acápite.
1.- Conocer de las acusaciones que la Cámara de Diputados haya aprobado, según lo
examinado precedentemente.
Para estos efectos, la Carta dispone que el Senado resolverá como jurado y se limitará a
declarar si el acusado es o no culpable del delito, infracción o abuso de poder que se le imputa.
Es decir, cada senador debe resolver según la libre convicción que se haya podido formar,
acerca de la inocencia o culpabilidad del acusado, a partir del análisis de los antecedentes
producidos. Como el Senado no es un tribunal letrado
Quórum
La declaración de culpabilidad deberá ser pronunciada por los dos tercios de los senadores
en ejercicio cuando se trate de una acusación en contra del Presidente de la República, y por la
mayoría de los senadores en ejercicio en los demás casos.
Se trata de las acciones civiles que se pueden intentar en contra de un Ministro de Estado,
como consecuencia de actuaciones realizadas en su condición de tal. Las acciones derivadas
de su conducta como particular, como simple ciudadano, no están sujetas a esta autorización
previa del Senado.
Lo que busca esta norma es evitar que se presenten, en contra de un Ministro de Estado,
acciones judiciales temerarias o infundadas.
Esta es una función meramente consultiva, el dictamen del Senado no tiene carácter
vinculante.
a) Iniciativa legislativa
La iniciativa dice relación con la autoridad facultada para presentar un proyecto de ley en
el Congreso nacional, obligando a darle la tramitación correspondiente.
En efecto, dispone el art. 65, incisos tercero y cuarto, que “Corresponderá al Presidente de
la República la iniciativa exclusiva de los proyectos de ley que tengan relación con la alteración
de la división política o administrativa del país, o con la administración financiera o
presupuestaria del Estado, incluyendo las modificaciones de la Ley de Presupuestos, y con las
materias señaladas en los números 10 y 13 del artículo 63.
El Congreso Nacional sólo podrá aceptar, disminuir o rechazar los servicios, empleos,
emolumentos, préstamos, beneficios, gastos y demás iniciativas sobre la materia que proponga
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el Presidente de la República”.
A lo anterior debe agregarse que son de iniciativa exclusiva del Presidente los proyectos
de ley que tengan por objeto autorizar la declaración de guerra (art. 63 Nº 15) y los que tengan
por finalidad modificar la ley orgánica de municipalidades para fijar los límites y requisitos que
deberán observar las municipalidades para ejercer las facultades de “crear o suprimir empleos y
fijar remuneraciones” y de “establecer los órganos o unidades que la ley orgánica constitucional
respectiva permita”.
b) Origen
El origen dice relación con la Cámara que empieza a conocer un determinado proyecto de
ley. La Cámara donde se presenta el proyecto se denomina cámara de origen, y la otra recibe el
nombre de cámara revisora.
La regla general es que cualquiera de las Cámaras puede ser cámara de origen, es decir,
los proyectos de ley, sea que se inicien por mensaje o por moción, pueden ser presentados en la
Cámara de Diputados o en el Senado.
Esta opción de presentar un proyecto ante una u otra Cámara en realidad corresponde al
Presidente de la República, puesto que los parlamentarios sólo pueden presentar mociones en la
Cámara a la que pertenezcan18.
Sin perjuicio de lo expresado, la Carta señala que los proyectos de ley sobre ciertas
materias sólo pueden tener su origen en la Cámara de Diputados y otros sólo en el Senado,
fijando, como excepción, un origen obligatorio.
De esta manera, sólo pueden tener su origen en la Cámara de Diputados los proyectos de
ley sobre tributos de cualquiera naturaleza que sean, sobre los presupuestos de la
Administración Pública y sobre reclutamiento.
Por su parte, sólo pueden tener origen en el Senado las leyes sobre amnistía y sobre
indultos generales.
c) Discusión y votación.
Cada una de las deliberaciones y votaciones que se realizan en las Cámaras recibe el
nombre de “trámite constitucional”. La primera discusión y votación en la cámara de origen se
designa como “primer trámite constitucional”; la primera discusión y votación en la cámara
revisora se denomina “segundo trámite constitucional”; y así sucesivamente.
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En el examen del proyecto que se realiza por la Cámaras se distinguen dos tipos de
discusiones, sin perjuicio de otras modalidades que se pueden contemplar en los reglamentos: la
discusión general y la discusión particular.
De acuerdo a la L.O.C del Congreso Nacional, en su art. 23, se entiende por discusión
general la que dice relación sólo con las ideas matrices o fundamentales del proyecto y que tiene
por objeto admitirlo o desecharlo en su totalidad. En la discusión particular, en cambio, se
procede a examinar el proyecto en sus detalles, a revisar el contenido de cada uno de sus
artículos y las eventuales indicaciones que se hayan podido presentar.
Cabe agregar que los proyectos que se encuentran en primer o segundo trámite
constitucional siempre deben tener discusión general.
Las indicaciones.
Las indicaciones son las proposiciones formuladas por los parlamentarios, o por el
Presidente de la República, tendientes a modificar el articulado propuesto en el mensaje o
moción, o el texto aprobado por la otra Cámara, según el caso, mediante la agregación, supresión
o modificación de sus disposiciones.
El art. 66 de la Carta previene expresamente que todo proyecto puede ser objeto de
adiciones o correcciones en los trámites que corresponda, tanto en la Cámara de Diputados como
en el Senado. Pero agrega que ningún caso se admitirán las indicaciones que no tengan
relación directa con las ideas matrices o fundamentales del proyecto.
La urgencia.
Desarrollando este precepto, la LOC del Congreso establece que la urgencia puede
hacerse presente en el correspondiente mensaje o mediante oficio dirigido al presidente de la
Cámara donde se encuentre el proyecto, o al del Senado cuando el proyecto estuviere en
comisión mixta. En el mismo documento debe expresarse la calificación que otorgue a la
urgencia, la cual podrá ser simple, suma o de discusión inmediata; si no se especifica esa
calificación, se entiende que la urgencia es simple.
Así como el Presidente puede hacer presente la urgencia, también puede retirarla en
cualquier momento de la tramitación del proyecto.
El término del respectivo período de sesiones dará lugar a la caducidad de las urgencias
que se encontraren pendientes en cada Cámara, salvo las que se hayan presentado en el Senado
para los asuntos a que se refiere el número 5) del artículo 53 de la Constitución Política
(“prestar o negar su consentimiento a los actos del Presidente de la República, en los casos en
que la Constitución o la ley lo requieran”).
Salvo lo dicho en relación con la urgencia, las Cámaras no tienen plazo para despachar un
proyecto de ley, y pueden requerirse los informes de comisión que sean pertinentes. Las
comisiones, por su parte, pueden recabar todos los antecedentes que estimen necesarios, y
recibir la opinión de expertos en las materias analizadas.
De acuerdo a lo dispuesto en los art. 68 y siguientes, las situaciones que pueden darse en
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3.1. La comisión mixta elabora un proyecto que es aprobado por ambas cámaras,
por la mayoría de los miembros presentes en cada una de ellas. En este caso, el proyecto así
aprobado se remite al Presidente de la República para su sanción o veto.
4.2.1. Que el proyecto elaborado por la comisión mixta sea aprobado en ambas
Cámaras, caso en el cual se remite al Presidente de la República para su sanción o veto.
d) Sanción o veto.
Aprobado un proyecto por las Cámaras, se remite al Presidente para que este, a su vez, lo
sancione (apruebe) o lo vete (rechace).
La sanción.
Al especto, dispone el art. 72 CPR que “aprobado un proyecto por ambas Cámaras será
remitido al Presidente de la República, quien, si también lo aprueba, dispondrá su promulgación
como ley”.
Según el profesor Molina, también se configura una situación de sanción tácita cuando el
Presidente veta un proyecto de ley, y sus observaciones son aprobadas por las Cámaras (art. 73
inciso 3)22.
Por último, la sanción es forzada cuando el Presidente veta un proyecto de ley y las
Cámaras insisten, por el quórum constitucional, en el proyecto originalmente aprobado por ellas.
Esta materia, regulada en el art. 73, la examinaremos con más detalle al referirnos al veto.
El veto.
El veto supresivo es aquel que tiene por objeto, como su nombre lo indica, suprimir,
eliminar, determinados preceptos de un proyecto de ley aprobado por el Congreso, o rechazar el
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proyecto en su integridad.
El veto aditivo, por último, es el que incorpora nuevas disposiciones al proyecto aprobado
por el Congreso.
Debe tenerse presente que existe una limitación fundamental al ejercicio del derecho a
veto, y que se aplica particularmente al veto aditivo y, en alguna medida, al veto sustitutivo, en
el sentido que “en ningún caso se admitirán las observaciones que no tengan relación directa con
las ideas matrices o fundamentales del proyecto, a menos que hubieran sido consideradas en el
mensaje respectivo”.
El presidente tiene un plazo de 30 días para vetar, plazo que es de carácter fatal y de días
corridos. De este modo, si transcurre el plazo señalado sin que el Presidente formule un veto,
el proyecto se entiende sancionado tácitamente. El término para vetar se cuenta desde que el
Presidente recibe el oficio de la cámara de origen en que se le comunica la aprobación del
proyecto por el Congreso.
Si el veto es aditivo, las Cámaras sólo tendrán que votar si aceptan o no las agregaciones
incorporadas por el Presidente. Si las aprueban, se devuelve el proyecto al Presidente para su
promulgación, con las adiciones formuladas por medio del veto. Si las rechazan, se devuelve al
Presidente el proyecto originalmente aprobado por las Cámaras, es decir, sin adiciones, para su
oportuna promulgación.
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Si el veto es supresivo total, las Cámaras sólo tienen que resolver si insisten o no en el
proyecto originalmente aprobado por ellas y rechazado íntegramente por el Presidente. Si insisten
por los dos tercios de los miembros presentes en cada Cámara, el proyecto vetado e insistido se
devuelve al Presidente de la República para su promulgación. Es una hipótesis de sanción
forzada. Si no se alcanza el quórum constitucional de insistencia, sencillamente el proyecto no
se transforma en ley.
e) La promulgación.
Ahora bien, la promulgación se hace mediante un decreto supremo, que recibe el nombre
de decreto promulgatorio.
El art. 75 CPR la promulgación debe hacerse siempre dentro del plazo de 10 días,
contados desde que ella sea procedente.
No obstante el tenor del precepto citado, el indicado plazo no es de carácter fatal, por lo
que su transcurso no impide que el Presidente pueda promulgar una ley con posterioridad a su
vencimiento, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiera corresponderle.
El plazo para promulgar se cuenta desde la sanción del proyecto de ley. De este
modo, en la sanción expresa el término en comentario se computará desde que el Presidente
manifieste su voluntad concreta y directa de aprobar el proyecto de ley; en la sanción tácita
empezará a correr desde que transcurre el plazo para vetar, sin que el Presidente haga uso de
esa facultad; y, finalmente, en la sanción forzada, deberá contarse el plazo desde que el
Presidente recibe el oficio por el cual se le remite el proyecto vetado e insistido por las Cámaras.
de la República no promulgue una ley cuando deba hacerlo o promulgue un texto diverso
del que constitucionalmente corresponda”. De este modo, si el Tribunal acoge el requerimiento,
en el mismo fallo promulga la ley que no lo haya sido o rectifica la promulgación incorrecta (art.
93 Nº 8 y 93 inciso 13).
f) La publicación.
Al respecto, dispone el art. 75 que “la publicación se hará dentro de los cinco días hábiles
siguientes a la fecha en que quede totalmente tramitado el decreto promulgatorio”.
De este modo, una vez que el decreto promulgatorio haya sido tomado de razón por la
Contraloría General de la República, debe publicarse dentro del plazo señalado.
Art. 6º. La ley no obliga sino una vez promulgada en conformidad a la Constitución
Política del Estado y publicada de acuerdo con los preceptos que siguen.
Para todos los efectos legales, la fecha de la ley será la de su publicación en el Diario
Oficial.
Sin embargo, en cualquiera ley podrán establecerse reglas diferentes sobre su publicación
y sobre la fecha o fechas en que haya de entrar en vigencia.
Art. 8º. Nadie podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia.
Con lo dicho, entonces, se concluye que la existencia de la ley está dada por su
promulgación; pero su conocimiento y obligatoriedad dependen de su publicación, sin perjuicio
de lo que la propia ley pueda disponer sobre su vigencia.
Así, es una ley que tiene un periodo fijo de duración, de un año, que coincide con el año
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Es también una ley de iniciativa exclusiva del Presidente de la República, que tiene
constitucionalmente fijado un plazo máximo para su presentación y para su despacho por el
Congreso. Al respecto, dispone el artículo 67 CPR, que el proyecto de Ley de Presupuestos
deberá ser presentado por el Presidente de la República al Congreso Nacional, a lo menos con
tres meses de anterioridad a la fecha en que debe empezar a regir”; agregándose que “si el
Congreso no lo despachare dentro de los sesenta días contados desde su presentación, regirá el
proyecto presentado por el Presidente de la República”.
Por último, y siempre en la idea de no admitirse gastos que no cuenten con los recursos
necesarios para su financiamiento, se establece que “Si la fuente de recursos otorgada por el
Congreso fuere insuficiente para financiar cualquier nuevo gasto que se apruebe, el Presidente de
la República, al promulgar la ley, previo informe favorable del servicio o institución a través del
cual se recaude el nuevo ingreso, refrendado por la Contraloría General de la República, deberá
reducir proporcionalmente todos los gastos, cualquiera que sea su naturaleza”.
Como señaláramos al analizar las fuentes del Derecho Constitucional, los decretos con
fuerza de ley (D. F. L.) son normas administrativas (decretos) dictados por el Presidente de la
República, previa autorización del legislativo, sobre materias propias de ley.
Autorización: corresponde a la ley autorizar la dictación de DFL por parte del Presidente
de la República. Si bien el art. 64 hace referencia al Congreso, lo cierto es que es la ley, y no el
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Esta ley debe señalar las materias precisas sobre las que recaerá la delegación.
Plazo: el plazo máximo por el que se puede autorizar la dictación de decretos con fuerza
de ley es de un año, sin que este término pueda ser ampliado por el legislador.
Por su parte, la ley que autoriza la dictación de decretos con fuerza de ley puede
establecer o determinar las limitaciones, restricciones y formalidades que se estimen
convenientes.
Publicación y vigencia. El art. 64 CPR dispone que los decretos con fuerza de ley están
sometidos en cuanto a su publicación, vigencia y efectos, a las mismas normas que rigen para la
ley.
El art. 64, inciso quinto, que “sin perjuicio de dispuesto en los incisos anteriores, el
Presidente de la República queda autorizado para fijar el texto refundido, coordinado y
sistematizado de las leyes cuando sea conveniente para su mejor ejecución. En ejercicio de esta
facultad, podrá introducirle los cambios de forma que sean indispensables, sin alterar, en caso
alguno, su verdadero sentido y alcance”.
Ahora bien, en la Carta se mantienen aún algunas normas sobre funcionamiento del
Congreso, particularmente en los art. 55 y 56, que disponen sobre los siguientes aspectos:
LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN
Las leyes de reforma constitucional pueden iniciarse por mensaje del Presidente de la
República o por moción parlamentaria, siendo aplicables, en la especie, las limitaciones
establecidas en el art. 65 en relación con la cámara de origen obligado para ciertas materias.
Quórum. Anteriormente, la carta distinguía dos quórums distintos, según sea el capítulo
de la Carta que se requiere reformar. Así, si la reforma recae sobre los capítulos I (Bases de la
Institucionalidad), III (Derechos y Deberes Constitucionales), VIII (Tribunal Constitucional), XI
(Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública), XII (Consejo de Seguridad Nacional) o XV
(reforma de la Constitución), necesita la aprobación de las dos terceras partes de los diputados y
senadores en ejercicio. Respecto de los proyectos de reforma que se refieren a los demás
capítulos de la Carta, se necesita la probación de las tres quintas partes de los diputados y
senadores en ejercicio.
La reforma constitucional publicada el 23 de agosto del año 2022, ley 21481, modificó los
quorum, requiriendo las cuatro séptimas partes de los diputados y senadores en ejercicio.
Veto y plebiscito.
Por el contrario, si las Cámaras no aprueban todas o algunas de las observaciones del
Presidente, no hay reforma constitucional sobre los puntos en discrepancia. Sin embargo, en
esta situación las Cámaras pueden insistir, por los dos tercios de sus miembros en ejercicio, en la
parte del proyecto aprobado por ellas. Producida la insistencia, el Presidente debe promulgar el
texto vetado e insistido, a menos que decida consultar a la ciudadanía para que se pronuncie
respecto de las cuestiones en desacuerdo.
De acuerdo al art. 129 CPR, el plazo para convocar a plebiscito es de 30 días contados
desde que ambas Cámaras insisten en el proyecto aprobado por ellas. En realidad, debemos
entender que este plazo se cuenta desde que el Presidente recibe el oficio por el cual se le
comunica el rechazo del veto y la insistencia de las Cámaras, toda vez que, antes de ese hecho,
no tiene conocimiento oficial de la insistencia y mal podría exigírsele, por ende, que decidiera
sobre si convoca o no a plebiscito.
Finaliza este capítulo ordenando la Carta Fundamental que “una vez promulgado el
proyecto y desde la fecha de su vigencia, sus disposiciones formarán parte de la Constitución y
se tendrán por incorporadas a ésta”.
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