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Smith y Tanagho. Urología general, 19e

CAPÍTULO 15: Infecciones específicas de vías genitourinarias

TUBERCULOSIS
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2014 se produjeron 9.6 millones de nuevos casos y 1.5 millones de muertes relacionadas con
la tuberculosis. Casi la mitad de los casos mundiales de tuberculosis ocurren en China, India e Indonesia. El bacilo tuberculoso puede invadir uno o
más (o incluso todos) de los órganos de las vías genitourinarias y puede ocasionar una infección granulomatosa crónica que muestra las mismas
características que la tuberculosis en otros órganos. La tuberculosis urinaria es una enfermedad de los adultos jóvenes (60% de los pacientes tiene
entre 20 y 40 años) y es más común en los varones que en las mujeres.

Causas

El microorganismo infectante es Mycobacterium tuberculosis, que llega a los órganos genitourinarios por la vía hematógena desde los pulmones. El
sitio primario rara vez produce síntomas o es clínicamente aparente.

El riñón y posiblemente la próstata son los sitios primarios de la infección tuberculosa en las vías genitourinarias. Todos los demás órganos
genitourinarios se ven afectados por el ascenso (de próstata a vejiga) o descenso (del riñón a la vejiga, de próstata a epidídimo). El testículo puede
resultar afectado por la extensión directa de la infección desde el epidídimo.

Patogenia

A. Riñón y uréter

Cuando un baño de bacilos tuberculosos alcanza la corteza renal, los microorganismos pueden ser destruidos por la resistencia normal del tejido (fig.
15–1). La evidencia de esto se observa a menudo en las necropsias de personas que han muerto de tuberculosis; solo se encuentran cicatrices en los
riñones. Sin embargo, si en el riñón se alojan bastantes bacterias con virulencia suficiente en el riñón y no son eliminadas, se establece una infección
clínica.

Figura 15–1.

Patogenia de la tuberculosis de las vías urinarias.

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clínica.
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Figura 15–1.
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Patogenia de la tuberculosis de las vías urinarias.

La tuberculosis renal progresa lentamente; puede tomar de 15 a 20 años destruir un riñón en un paciente que tiene buena resistencia a la infección.
Como regla general, no suele haber dolor renal y poco o ningún trastorno clínico de ningún tipo hasta que la lesión ha afectado los cálices o la pelvis
renal, momento en el que la pus y los microorganismos pueden excretarse en la orina. Solo en esta etapa se manifiestan los síntomas (de cistitis).
Entonces la infección afecta a la mucosa de la pelvis renal y al uréter, en particular en sus extremos proximal y vesical. Esto puede conducir a la
estenosis y a la obstrucción (hidronefrosis).

A medida que la enfermedad progresa, ocurre una descomposición caseosa del tejido hasta que todo el riñón es sustituido por material caseoso.
Puede depositarse calcio en el proceso de reparación. El uréter sufre fibrosis y tiende a acortarse y, por lo tanto, a rectificarse. Este cambio produce un
orificio ureteral “en forma de hoyo de golf”, típico de una válvula insuficiente.

B. Vejiga

Se desarrolla irritabilidad vesical como una manifestación clínica temprana de la enfermedad a medida que la vejiga se pone en contacto con el
material infectado. Los tubérculos se forman más tarde, generalmente en la región del orificio ureteral afectado y por último se fusionan y se ulceran.
Estas úlceras pueden sangrar. Con la afección grave, la vejiga se fibrosa y sufre retracción; esto ocasiona polaquiuria notable. Se puede desarrollar
reflujo o estenosis ureteral y, por lo tanto, hidronefrosis. Si más tarde hay afectación renal contralateral, probablemente corresponda a una infección
hematógena separada.
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C. Vesículas seminales próstataChristopher J. Kane Page 2 / 8
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El paso de la orina infectada a través de la uretra prostática conduce a la invasión de la próstata y de una o ambas vesículas seminales. No hay dolor
local.
Se desarrolla irritabilidad vesical como una manifestación clínica temprana de la enfermedad a medida que la vejiga seRED
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contacto con el
material infectado. Los tubérculos se forman más tarde, generalmente en la región del orificio ureteral afectado y por último se fusionan y se ulceran.
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Estas úlceras pueden sangrar. Con la afección grave, la vejiga se fibrosa y sufre retracción; esto ocasiona polaquiuria notable. Se puede desarrollar
reflujo o estenosis ureteral y, por lo tanto, hidronefrosis. Si más tarde hay afectación renal contralateral, probablemente corresponda a una infección
hematógena separada.

C. Vesículas seminales y próstata

El paso de la orina infectada a través de la uretra prostática conduce a la invasión de la próstata y de una o ambas vesículas seminales. No hay dolor
local.

En ocasiones, la lesión hematógena primaria en las vías genitourinarias se encuentra en la próstata. La infección prostática puede ascender a la vejiga
y descender al epidídimo.

D. Epidídimo y testículos

La tuberculosis de la próstata puede extenderse a lo largo del conducto deferente o a través de los linfáticos que rodean al conducto deferente y
afectan al epidídimo. Como este es un proceso lento, por lo general no hay dolor. Si la infección del epidídimo es extensa y se forma un absceso,
puede romperse a través de la piel escrotal, estableciendo así una fístula permanente, o puede extenderse al testículo.

Histopatología

A. Riñón y uréter

El aspecto macroscópico del riñón con tuberculosis moderadamente avanzada es a menudo normal en su superficie externa, aunque el riñón suele
verse afectada de perinefritis pronunciada. Sin embargo, por lo general hay una protuberancia localizada lisa y amarillenta. Al corte, el área afectada
está llena de material caseoso. Es evidente la destrucción generalizada del parénquima. En el tejido normal, se pueden observar pequeños abscesos.
Las paredes de la pelvis, los cálices y el uréter pueden engrosarse y la ulceración aparece con frecuencia en la región de los cálices en el punto en el
que drena el absceso. La estenosis ureteral puede ser completa, causando una autonefrectomía. El riñón se encuentra fibroso y no es funcional.
Bajo estas circunstancias, la orina vesical puede ser normal y no haber síntomas.

En el estudio microscópico, el material caseoso se observa como una tumoración amorfa. El parénquima circundante muestra fibrosis con destrucción
hística, infiltración de células pequeñas redondas y de células plasmáticas y células epiteliales y gigantes típicas de la tuberculosis. Las tinciones
acidorresistentes por lo general muestran los microorganismos en los tejidos. Se pueden demostrar cambios similares en la pared de la pelvis renal y
el uréter.

Son comunes las calcificaciones en el riñón y en el uréter. Puede ser macroscópica o microscópica. Tal hallazgo sugiere fuertemente tuberculosis,
pero también se observa en la esquistosomiasis. Se presentan cálculos renales secundarios en 10% de los pacientes. En la etapa más avanzada de la
tuberculosis renal, el parénquima puede ser reemplazado por completo por material caseoso o tejido fibroso. Puede desarrollarse un absceso
perirrenal, pero esto es poco frecuente.

B. Vejiga

En las primeras etapas, la mucosa puede estar inflamada, pero esto es un cambio inespecífico. La vejiga es bastante resistente a la invasión. Más tarde,
se forman tubérculos, que pueden observarse con facilidad por vía endoscópica como nódulos elevados blanquecinos o amarillentos, rodeados por
un halo de hiperemia. Con fibrosis mural y contractura vesical grave, puede ocurrir reflujo.

En el estudio microscópico, los nódulos son tubérculos típicos. Estos se maceran y dan origen a úlceras profundas e irregulares. En esta etapa, hay
irritación vesical notable. Con la cicatrización, se desarrolla fibrosis que afecta la pared muscular.

C. Vesículas seminales y próstata

En la revisión macroscópica, la superficie exterior de estos órganos puede mostrar nódulos y áreas de induración por fibrosis. Son comunes las áreas
de necrosis. En casos poco frecuentes, la cicatrización puede terminar en calcificación. Las calcificaciones grandes en la próstata sugieren afección
tuberculosa.

D. Cordón espermático, epidídimo y testículo

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El conducto deferente a menudo está muy afectado; la hinchazón fusiforme representa tubérculos que en casos crónicos se describen
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característicamente
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aunque ocasionalmente puede adherirse a ellos. Microscópicamente, se observan los cambios típicos de la tuberculosis. La degeneración tubular
puede ser notable. Los testículos rara vez se ven afectados, excepto por la extensión directa de un absceso en el epidídimo.
En la revisión macroscópica, la superficie exterior de estos órganos puede mostrar nódulos y áreas de induración por fibrosis. Son comunes las áreas
de necrosis. En casos poco frecuentes, la cicatrización puede terminar en calcificación. Las calcificaciones grandes enRED de Universidades
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sugieren afección
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tuberculosa.

D. Cordón espermático, epidídimo y testículo

El conducto deferente a menudo está muy afectado; la hinchazón fusiforme representa tubérculos que en casos crónicos se describen
característicamente como “arrosariados”. El epidídimo está agrandado y bastante indurado. Por lo general, es independiente de los testículos,
aunque ocasionalmente puede adherirse a ellos. Microscópicamente, se observan los cambios típicos de la tuberculosis. La degeneración tubular
puede ser notable. Los testículos rara vez se ven afectados, excepto por la extensión directa de un absceso en el epidídimo.

E. Aparato genital femenino

Las infecciones suelen transmitirse por vía hematógena; rara vez, son el resultado del contacto sexual con un varón infectado. La incidencia de
infecciones genitales y urinarias asociadas en las mujeres oscila entre 1% y 10%. Las trompas uterinas pueden verse afectadas. Otras presentaciones
incluyen endarteritis, tumoraciones anexiales localizadas (por lo general bilaterales) y cervicitis tuberculosa, pero son poco frecuentes las lesiones
granulomatosas del conducto vaginal y de la vulva.

Manifestaciones clínicas

La tuberculosis del aparato genitourinario debe considerarse en presencia de cualquiera de las siguientes situaciones: l) cistitis crónica que no
responde a un tratamiento adecuado; 2) la presencia de piuria estéril; 3) hematuria macroscópica o microscópica; 4) epidídimo no doloroso y
aumentado de tamaño con conducto deferente arrosariado o engrosado; 5) fístula escrotal con secreción crónica; o 6) induración o nodulación de la
próstata y engrosamiento de una o ambas vesículas seminales (sobre todo en varones jóvenes). Los antecedentes de tuberculosis presente o pasada
en otras partes del cuerpo deben hacer que el médico sospeche de tuberculosis en el aparato genitourinario cuando hay signos o síntomas.

El diagnóstico se basa en la demostración de bacilos tuberculosos en la orina mediante cultivo o reacción en cadena de la polimerasa (PCR,
polymerase chain reaction) con resultado positivo. La extensión de la infección se determina por 1) los hallazgos palpables en el epidídimo, conductos
deferentes, próstata y vesículas seminales; 2) las lesiones renales y ureterales reveladas por estudios de imagen; 3) la afectación de la vejiga detectada
a través de cistoscopia; 4) el grado de daño renal cuantificado con base en la pérdida de la función y 5) la presencia de bacilos tuberculosos en uno o
ambos riñones.

A. Síntomas

No hay un cuadro clínico clásico de tuberculosis renal. La mayoría de los síntomas de esta enfermedad, incluso en la etapa más avanzada, son de
origen vesical (cistitis). Algunas de las manifestaciones inespecíficas incluyen malestar generalizado vago, fatiga fácil, febrícula persistente y diaforesis
nocturna. Incluso la irritabilidad vesical puede estar ausente, en cuyo caso solamente la obtención y examen de orina apropiados dará información
útil. La tuberculosis activa en otras partes del cuerpo se encuentra en menos de la mitad de los pacientes con tuberculosis genitourinaria.

1. Riñón y uréter

A causa de la progresión lenta de la enfermedad, el riñón afectado suele ser completamente asintomático. En ocasiones, puede haber un dolor sordo
en el flanco. El paso de un coágulo, de cálculos secundarios o de una tumoración de restos celulares puede causar cólico renal y ureteral. En raras
ocasiones, el síntoma de presentación puede ser una tumoración indolora en el abdomen.

2. Vejiga

Los primeros síntomas de la tuberculosis renal pueden surgir de la afección vesical secundaria. Estos incluyen ardor, polaquiuria y nicturia. Algunas
veces, hay hematuria, que puede tener un origen renal o vesical. En ocasiones, en particular en una etapa tardía de la enfermedad, la irritabilidad
vesical puede resultar extrema. Si se produce ulceración, se puede percibir dolor suprapúbico cuando la vejiga se llena.

3. Aparato genital

La tuberculosis prostática y de las vesículas seminales por lo general no produce síntomas. La primera pista de la presencia de infección tuberculosa
de estos órganos es la aparición de una epididimitis tuberculosa.

La tuberculosis del epidídimo por lo general se presenta como una hinchazón indolora o solo ligeramente dolorosa. Un absceso puede drenar
espontáneamente a través de la pared escrotal. Una fístula secretante crónica debe considerarse tuberculosa hasta que se demuestre lo contrario. En
casos poco frecuentes,
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B. Signos

Se puede encontrar evidencia de tuberculosis extragenital (pulmones, hueso, ganglios linfáticos, amígdalas, intestino).
La tuberculosis prostática y de las vesículas seminales por lo general no produce síntomas. La primera pista de la presencia de infección tuberculosa
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de estos órganos es la aparición de una epididimitis tuberculosa.
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La tuberculosis del epidídimo por lo general se presenta como una hinchazón indolora o solo ligeramente dolorosa. Un absceso puede drenar
espontáneamente a través de la pared escrotal. Una fístula secretante crónica debe considerarse tuberculosa hasta que se demuestre lo contrario. En
casos poco frecuentes, el inicio es bastante agudo y puede simular una epididimitis aguda inespecífica.

B. Signos

Se puede encontrar evidencia de tuberculosis extragenital (pulmones, hueso, ganglios linfáticos, amígdalas, intestino).

1. Riñón

Por lo general, no hay agrandamiento ni dolor a la palpación en el riñón afectado.

2. Genitales externos

Se puede descubrir un epidídimo engrosado, no doloroso o con dolor ligero a la palpación. Los conductos deferentes a menudo están engrosados y
“arrosariados”. Una fístula con secreción crónica a través de la piel escrotal es casi patognomónica de epididimitis tuberculosa. En las etapas más
avanzadas, el epidídimo no puede diferenciarse del testículo en la palpación. Esto puede significar que el testículo ha sido invadido directamente por
el absceso del epidídimo.

El hidrocele en ocasiones acompaña a la epididimitis tuberculosa. El hidrocele idiopático debe ser aprovechado para que los cambios
histopatológicos subyacentes, si están presentes, puedan ser valorados (epididimitis, tumor testicular). Es poco frecuente la afectación del pene y de
la uretra.

3. Vesículas seminales y próstata

Estos órganos pueden ser normales a la palpación. Por lo general, la tuberculosis prostática muestra áreas de induración, incluso con formación de
nódulos. La vesícula seminal afectada suele estar indurada, aumentada de tamaño y fija. Si la epididimitis está presente, la vesícula seminal ipsolateral
por lo general muestra cambios.

C. Resultados de laboratorio

Un análisis de orina adecuado proporciona información importante para el diagnóstico de tuberculosis genitourinaria.

1. La piuria persistente sin microorganismos en el cultivo sugiere tuberculosis hasta que se demuestre lo contrario. La tinción con colorantes
acidorresistentes del sedimento concentrado de una muestra de 24 h es positiva en al menos 60% de los casos. Sin embargo, esto debe
corroborarse con un cultivo positivo.

2. Si no hay una respuesta clínica a un tratamiento adecuado por una infección bacteriana y persiste la piuria, debe descartarse el diagnóstico de
tuberculosis por estudios de bacteriología y de imagen.

3. Los cultivos de bacilos tuberculosos de la primera orina de la mañana son positivos en un porcentaje muy alto de casos de infección tuberculosa.
Si los cultivos son positivos, deben solicitarse pruebas de sensibilidad. Ante la fuerte evidencia presuntiva de tuberculosis, se deben repetir los
cultivos, si estos fueron negativos. Son ideales entre tres y cinco muestras de la primera orina de la mañana.

Si se sospecha tuberculosis, se debe realizar la prueba de tuberculina. Una prueba positiva, particularmente en un adulto, no es diagnóstica, pero una
prueba negativa en un paciente sano descarta el diagnóstico de tuberculosis.

D. Estudios radiográficos

Una radiografía simple de abdomen puede mostrar aumento de tamaño de un riñón o desaparición de las sombras renales y del psoas por la
formación de un absceso perirrenal. La calcificación puntiforme en el parénquima renal puede ser ocasionada por tuberculosis. En 10% de los casos
se encuentran cálculos renales. Se puede observar calcificación del uréter, pero esto ocurre con poca frecuencia (fig. 15–2).

Figura 15–2.

Evidencia radiológica de tuberculosis. Arriba a la izquierda: la urografía excretora muestra cálices irregulares en los polos renales superiores.
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muestra cálices ulcerados dilatados Christopher J. Kane Abajo a la izquierda: tomografía computarizada de abdomen con medio de contraste
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que muestra tuberculosis renal izquierda con calcificación, perfusión parenquimatosa deficiente e inflamación circundante. Abajo a la derecha:
tomografía computarizada de abdomen sin medio de contraste que muestra los efectos tardíos de la tuberculosis renal con dilatación caliceal,
formación de un absceso perirrenal. La calcificación puntiforme en el parénquima renal puede ser ocasionada por tuberculosis. En 10% de los casos
se encuentran cálculos renales. Se puede observar calcificación del uréter, pero esto ocurre con poca frecuencia (fig. RED
15–2).de Universidades Anáhuac
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Figura 15–2.

Evidencia radiológica de tuberculosis. Arriba a la izquierda: la urografía excretora muestra cálices irregulares en los polos renales superiores.
Calcificaciones en los cálices superiores; el uréter superior derecho es recto y se encuentra dilatado. Arriba a la derecha: urografía excretora que
muestra cálices ulcerados y dilatados en el lado izquierdo. Abajo a la izquierda: tomografía computarizada de abdomen con medio de contraste
que muestra tuberculosis renal izquierda con calcificación, perfusión parenquimatosa deficiente e inflamación circundante. Abajo a la derecha:
tomografía computarizada de abdomen sin medio de contraste que muestra los efectos tardíos de la tuberculosis renal con dilatación caliceal,
pérdida de parénquima y calcificaciones uroteliales. (Imágenes tomográficas reproducidas con autorización de Fergus Coakley, MD, UCSF Radiology).

La urografía excretora puede ser diagnóstica si la lesión está moderadamente avanzada. Los cambios típicos incluyen 1) una aparición de imágenes
irregulares sobre los cálices ulcerados; 2) obliteración de uno o más cálices; 3) dilatación de los cálices por estenosis ureteral por fibrosis; 4) cavidades
de abscesos que se conectan con los cálices; 5) estenosis ureterales únicas o múltiples, con dilatación secundaria, con acortamiento y por lo tanto
rectificación del uréter y 6) pérdida de la función renal por oclusión ureteral completa y destrucción renal (autonefrectomía). La ecografía y la
tomografía computarizada (CT, computed tomography) también muestran calcificaciones, retracción y calcificación renal y estenosis ureteral y caliceal
que sugieren tuberculosis genitourinaria. La ecografía tiene la ventaja de un bajo costo y bajo nivel de invasividad. La CT con medio de contraste es
muy sensible para detectar calcificaciones y los cambios anatómicos característicos.

E. Cistoscopia

Está indicada la cistoscopia, incluso cuando el microorganismo causal se ha encontrado en la orina y la urografía excretora muestra la lesión renal
típica. Este estudio demuestra claramente la extensión de la enfermedad. La cistoscopia puede revelar los tubérculos típicos o úlceras de la
tuberculosis. Si es necesario se puede tomar biopsia. Se puede observar contractura grave de la vejiga. Un cistograma puede revelar reflujo ureteral.

Diagnóstico diferencial

La cistitis crónica inespecífica o la pielonefritis se pueden comportar como tuberculosis, en especial porque entre 15% y 20% de los casos de
tuberculosis presentan invasión añadida por microorganismos piógenos. Si las infecciones inespecíficas no responden a un tratamiento adecuado, se
debe realizar una búsqueda de bacilos tuberculosos. La epididimitis indolora sugiere tuberculosis. La demostración cistoscópica de tubérculos y
ulceración de la pared vesical sugiere tuberculosis.

La epididimitis aguda o crónica inespecífica puede confundirse con tuberculosis, ya que el inicio de la tuberculosis es en ocasiones bastante doloroso.
Es raro que haya cambios a la palpación en las vesículas seminales con epididimitis inespecífica, pero estos son hallazgos habituales en la tuberculosis
del epidídimo. La presencia de bacilos tuberculosos en un cultivo de orina es diagnóstica. En ocasiones, solo el histopatólogo puede hacer el
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pueden sugerir el tipo de calcificación que se observa
en el riñón tuberculoso. En la tuberculosis renal, el calcio está en el parénquima, aunque en ocasiones se observan cálculos secundarios.
debe realizar una búsqueda de bacilos tuberculosos. La epididimitis indolora sugiere tuberculosis. La demostración cistoscópica de tubérculos y
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ulceración de la pared vesical sugiere tuberculosis.
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La epididimitis aguda o crónica inespecífica puede confundirse con tuberculosis, ya que el inicio de la tuberculosis es en ocasiones bastante doloroso.
Es raro que haya cambios a la palpación en las vesículas seminales con epididimitis inespecífica, pero estos son hallazgos habituales en la tuberculosis
del epidídimo. La presencia de bacilos tuberculosos en un cultivo de orina es diagnóstica. En ocasiones, solo el histopatólogo puede hacer el
diagnóstico con estudio microscópico del epidídimo extirpado quirúrgicamente.

Múltiples cálculos renales pequeños o nefrocalcinosis observados en los estudios radiográficos pueden sugerir el tipo de calcificación que se observa
en el riñón tuberculoso. En la tuberculosis renal, el calcio está en el parénquima, aunque en ocasiones se observan cálculos secundarios.

La papilitis necrosante, que puede afectar todos los cálices de uno o ambos riñones o, rara vez, un cáliz único, muestra lesiones caliceales (incluyendo
calcificaciones) que simulan las ocasionadas por tuberculosis. Los estudios bacteriológicos cuidadosos no demuestran bacilos tuberculosos.

La espongiosis medular renal pueden mostrar pequeñas calcificaciones apenas distales a los cálices. Sin embargo, los cálices se observan bien
delimitados y no se puede demostrar ningún otro estigma de tuberculosis.

En la coccidioidomicosis diseminada, se puede presentar afección renal. La lesión renal se asemeja a la tuberculosis. La epididimitis por
coccidioidomicosis se puede confundir con tuberculosis.

La esquistosomiasis urinaria puede remedar a la tuberculosis. Ambos presentan síntomas de cistitis y a menudo de hematuria. La contracción vesical,
observada en ambas enfermedades, puede conducir a polaquiuria muy intensa. Debe sospecharse esquistosomiasis en áreas endémicas; los
huevecillos típicos se encuentran en la orina. Los hallazgos cistoscópicos y urográficos son definitivos para el diagnóstico.

Complicaciones

A. Tuberculosis renal

El absceso perirrenal puede causar una tumoración en el flanco. La radiografía simple de abdomen muestra obliteración de las sombras renales y del
psoas. La ecografía y la CT pueden ser más útiles. Se pueden desarrollar cálculos renales si se presenta una infección secundaria inespecífica. La
uremia es la etapa final si ambos riñones están afectados.

B. Tuberculosis ureteral

La cicatrización con formación de estenosis es una de las lesiones típicas de la tuberculosis y afecta más a menudo a la porción yuxtavesical del uréter.
Esto puede causar hidronefrosis progresiva. La obstrucción ureteral completa puede causar pérdida completa de la función renal (autonefrectomía).

C. Tuberculosis vesical

Cuando se daña gravemente, la pared vesical se fibrosa y se contrae. Se presenta estenosis de los uréteres o reflujo, causando atrofia hidronefrótica.

D. Tuberculosis genital

Se obstruyen los conductos del epidídimo afectado. Si esto es bilateral, ocurre esterilidad. Los abscesos del epidídimo pueden invadir los testículos e
incluso afectar la piel escrotal.

Tratamiento

La tuberculosis genitourinaria es tuberculosis extrapulmonar. El tratamiento principal es médico. La ablación quirúrgica de un órgano infectado,
cuando está indicada, es simplemente un complemento del tratamiento general.

A. Nutrición y medicamentos anticolinérgicos

La optimización de la nutrición es importante para el tratamiento de la tuberculosis de las vías genitourinarias. Los fármacos anticolinérgicos pueden
ayudar con la irritabilidad vesical.

B. Tratamiento de otras complicaciones

El absceso perirrenal por lo general ocurre cuando se destruye el riñón, pero esto es poco frecuente. El absceso debe drenarse y la nefrectomía se
realiza en ese momento o más tarde para prevenir el desarrollo de una fístula crónica. Está indicado el tratamiento antimicrobiano prolongado. Si la
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estenosis ureteral se
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este tipo; puede ser necesaria alguna forma de derivación urinaria. Por esta razón, es necesario realizar imágenes seriadas y valoración de la función
renal, incluso con el tratamiento médico.
ayudar con la irritabilidad vesical.
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B. Tratamiento de otras complicaciones

El absceso perirrenal por lo general ocurre cuando se destruye el riñón, pero esto es poco frecuente. El absceso debe drenarse y la nefrectomía se
realiza en ese momento o más tarde para prevenir el desarrollo de una fístula crónica. Está indicado el tratamiento antimicrobiano prolongado. Si la
estenosis ureteral se desarrolla en el lado afectado, las dilataciones ureterales ofrecen una probabilidad de curación > 50%. La afección grave de la
vejiga puede causar insuficiencia de la unión ureterovesical en el lado no afectado. La ureteroneocistostomía no se puede realizar en una vejiga de
este tipo; puede ser necesaria alguna forma de derivación urinaria. Por esta razón, es necesario realizar imágenes seriadas y valoración de la función
renal, incluso con el tratamiento médico.

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