Repetición de aquello que no ha podido ser elaborado Agieren es un verbo intransitivo tomado del latín del verbo ago y que generalmente se traduce al español como hacer. En el alemán se integra como una afectación tardía al sentido de actuar. Freud parece preferir el uso de «agieren». Esta noción recibe su traducción al inglés como acting out sin tener en castellano ni en francés una traducción que refleje los matices del término. El equivalente más conservado en la traducción francesa sería el de «metrre en acte» (pasaje al acto). Como decíamos, Freud utiliza el término agieren en sentido transitivo, al igual que el término de idéntica raíz Abreagieren ‘abreacción’: se trata de “llevar a la acción” pulsiones, fantasías y deseos. ( Laplanche y Pontalis 1967/1996) Los mismos autores resaltan que agieren se asocia y, al mismo tiempo, se opone a erinnern (recordar), en tantos dos modos de hacer retornar el pasado en el presente, es decir, repetir. Por otro lado, señalan que “actuar” supone un equívoco en el pensamiento freudiano, ya que confundiría lo que en transferencia es actualización del conflicto psíquico con el hecho de recurrir a una acción motriz la cual no necesariamente se hallaría implicada en la misma. Por su parte, Soler (1988) problematiza la noción de agieren del siguiente modo: La idea de siempre de Freud es que el análisis debe colmar las lagunas de la memoria; digamos que le asigna la tarea de restaurar la completitud de una historia y lo que le parece conducir al levantamiento de la amnesia es el levantamiento de la represión. […] Ahora bien, Freud señala que uno llega a encontrar en la cura la siguiente posibilidad: el paciente no tiene ningún recuerdo de lo que olvidó y reprimió, y no hace sino traducirlo en actos. (Soler, 1988, p. 94) Observamos en esta cita que Soler considera al agieren como una manera posible de restaurar la completud de una historia pero de forma diferente al recordar. La ubica en el lugar de una manifestación del inconsciente al servicio del análisis en tanto colabora con el llenado de lagunas mnémicas y el levantamiento de las resistencias. Parafraseando a Freud, sostiene la solidaridad entre agieren y el retorno de lo reprimido. Igualmente, la autora indicará que es Strachey quien traduce agieren como acting out, diferenciándose de las significaciones que se le han dado a out como una actuación por fuera de la transferencia o del consultorio del analista, ya que no habría “afuera” desde que se establece la transferencia. Destaca, a su vez, que de lo que se trata es de un actuar sin subjetivación para el paciente en el momento de realizarlo, en tanto se da por fuera de lo que se dice o de los recuerdos, sosteniendo, a su vez, dicho actuar en lugar del discernimiento. Más adelante, la autora plantea: Sin embargo, lo que es engañoso, es que el agieren freudiano es mucho más amplio, más ambiguo que el uso consagrado del término acting-out. El agieren freudiano, cuando se lee el texto en cuestión [Recordar, repetir y reelaborar], es un modo de transferencia, la transferencia-resistencia. […] La idea de Freud es que el fin del análisis es traer a la representación, al pensamiento, a través de la asociación libre, las mociones pulsionales. Él se da cuenta, entonces, en ese texto, de que hay una vía que no es la del pensamiento, y es eso a lo que llama agieren. Las mociones pulsionales se imponen allí de cierto modo sin pasar por el verbo. Este elemento real y actual cortocircuita el pasado y el recuerdo. Freud ve allí una resistencia, un obstáculo al imperativo del decir. Es una alternativa para el analizante: o bien piensa, o bien actúa su inconsciente. (Soler, 1988, p. 95) En 1914 para Freud era muy importante el tema del recuerdo, busca facilitar la instauración del mismo y su relación con el olvido; es lo que lo lleva a plantear años atrás el lugar y la función de los recuerdos encubridores. En 1899 formula, en relación a los recuerdos de la infancia, que estos sólo son en apariencia indiferentes, haciendo referencia a la rara selección que la memoria practica entre ellos. Freud se pregunta por qué lo sustantivo fue sofocado y se conservó lo indiferente. Existen dos fuerzas psíquicas en conflicto que participan en la producción del recuerdo. Por lo tanto, dicho recuerdo sería una formación de compromiso, y el mecanismo de dicha formación es el de la represión con desplazamiento y sustitución de elementos asociados por contigüidad. Hay entonces, en estos recuerdos, un elemento reprimido esencial, y otro en apariencia nimio que lo reemplaza y que guarda una relación de contigüidad con el primero. Tal sustitución se debe a un mecanismo de protección del yo frente a los siniestro, lo traumático y lo penoso. La óptica que Freud va a tener respecto a estos es que más que encubrir, revelan. El recuerdo encubridor revela lo esencialmente traumático, está en sintonía a la represión original y no a lo dinámicamente reprimido. Es a partir de ello que sabemos que el recuerdo encubridor no puede ser nunca abordado por el lado del olvido y del recuerdo, porque lo que manifiesta, lo que expresa nunca ha sido consciente. El analista deberá ubicar detrás del recuerdo la o las escenas, fantasías que han tenido para el sujeto carácter nodular. Algo similar ocurre con los sueños repetitivos en cuanto a núcleo traumático. Esas escenas fantasmáticas que velan lo traumático en tanto lo hacen, permiten al sujeto sostenerse. Es decir, funcionan como sostén de la subjetividad, sostén del psiquismo. Es posibilidad para la emergencia del deseo. Nadie puede vivir enfrentado constantemente a lo traumático. Si bien esas fantasías han velado lo traumático y han sostenido el psiquismo, esa transformación no es plena, siempre queda un resto, vivencias que no han podido ser tramitadas por la fantasía. Eso no tramitable, no elaborable psíquicamente se va a presentar a través de una inercia repetitiva, permanece sin movilidad ligadora, será el perpetuo retorno de lo mismo, con identidad. De esta forma introduce la noción de compulsión de repetición para dar cuenta del acontecer transferencial en la cura. Afirma que en la cura, “Mientras el sujeto permanece sometido al tratamiento no se libera de esta compulsión de repetir, y acabamos por comprender que este fenómeno constituye su manera especial de recordar. (Freud, 1914/1981, p. 1685) Así el curso del análisis queda bajo la égida de la compulsión de repetición y esta constituye una manera de recordar donde el paciente traduce en actos (agieren) lo que ha olvidado. Freud sostiene, en esa época, que la repetición es una manera especial de recordar. Porque es la manera de hacer presente lo traumático. Lo pasado traumático se torna actual a través de la reproducción de las escenas traumáticas, no del recuerdo. Hay variaciones en las escenas pero lo central, lo traumático, lo no tramitado, lo no ligado es lo que permanece idéntico. Es de fundamental importancia aclarar que el concepto de repetición sufre modificaciones teóricas a lo largo de la obra freudiana, y la articulación al concepto de transferencia marca diferentes posiciones clínicas respecto al lugar del analista. En «Recordar, repetir, reelaborar» la repetición se escenifica bajo las condiciones de la resistencia, alimentadas por las mociones pulsionales reprimidas. La transferencia misma es sólo una pieza de repetición y la repetición es la transferencia misma del pasado olvidado. En 1920 se produce un viraje teórico en los conceptos de repetición y compulsión de repetición, esta última se articula a la Pulsión de Muerte, queda ligada al super-yo y al ello y marca un punto de exterioridad a la regulación homeostática del principio de placer. Freud advierte la intervención de la repetición en la transferencia, como algo distinto al mecanismo del retorno de lo reprimido. A su vez, este actúa independientemente del saber y excede al campo de las representaciones. La repetición consiste en la reproducción del pasado pero se separa de la vertiente simbólica de la transferencia, entendida como desplazamiento y falso enlace. La dimensión simbólica de la transferencia es la que permite el desplazamiento de la libido, del interés de una persona hacia otra, y la sustitución significante. La repetición (agieren), incluye una problemática que está en el núcleo de los debates del psicoanálisis contemporáneo: la de lo representado, lo no representado y lo irrepresentable en el psiquismo. La repetición trae las «huellas» de la relación sujeto – objeto, con sus transformaciones, sus peligros, sus conflictos, su particular articulación con lo traumático, y con aquello que está aún más allá: el vacío, la ausencia, la nada, lo no ligado. Ante la imposibilidad de subjetivación, de ligazón de ese agieren el sujeto parece quedar condenado por “el destino”, negándosele así, toda posibilidad de futuro, atrapado en un repetir incesante el sujeto queda coagulado en esas “huellas” originarias, en una concepción próxima a lo que Rousillon (1991) definió como lo “«psíquico-prepsíquico»; tiempo cristalizado en ese núcleo en el que se condensan las particulares configuraciones de la pulsión con las primeras identificaciones” (p. 284) y donde se hallan las claves de aquello que se expresa en la clínica del “más allá”. Clínica que produce los más tumultuosos malestares y los mayores obstáculos en la prosecución de la cura. La memoria no es comparable a un cajón con archivos – representaciones estos no pueden constituir la memoria de nadie en sí misma, es material que se encuentra ahí, listo para ser historizado. A cada una de esas representaciones le será dado un destino diferente, de acuerdo al monto de investidura que reciba y de lo que evoque en el sujeto en determinado momento. Lacan aclara la confusión entre repetición “Wiederholen” y retorno “Wiederkehr”, y al diferenciarlos construye dos conceptos de exquisita precisión. “El retorno se refiere al retorno de los signos” (Lacan, p. 59) materializado clínicamente como el retorno de lo reprimido que circula bajo la cadena significante y se consuma como formación del inconsciente. Razón que sostiene la asociación libre para la emergencia del inconciente en retornos significantes. Sin embargo la repetición es muy otra cosa; Nada ha sido tan enigmático, especialmente a propósito de esa bipartición, tan estructurante de toda la psicología freudiana, entre el principio de placer y el principio de realidad, como es Wiederhole, que está muy cerca, según dicen los etimologistas más mesurados, del halar – como se hace en los caminos de sirga – muy cerca del halar del sujeto, que siempre tira de su cosa para meterla por cierto camino del que no puede salir. (Lacán, 1964/1997, pp 58, 59) Pensar en esta diferencia nos permite delimitar el campo del retorno de lo reprimido de la repetición de lo traumático. Donde Freud advierte que ni en los sueños ni en el estado de vigilia lo que se reproduce tiene que ver con el principio de placer, sino con una repetición de lo traumático. Lo novedoso en Freud es decir que la compulsión de repetición es la manera en que se manifiesta la Pulsión de muerte, que no es decir de ningún modo que la compulsión de repetición es la muerte, sino la actividad para la muerte y el fracaso. Se repite como forma de descarga, no es elaborativo, es una repetición que conlleva a un automatismo sin fin. Frente a ello es que advertimos en Freud, dos teorías del inconciente, que más tarde retoma Lacan con los conceptos de Wiederholen” y “Wiederkehr”, ya desarrollados, un inconciente producido por represión secundaria, que retorna a través de sus manifestaciones; sueños, síntomas, actos fallidos, lapsus etc. correspondiente al inconciente dinámico o propiamente dicho; y otro que no será recordado y que corresponde a lo traumático de la vida infantil. No es la Pulsión de Muerte lo que está definiendo su acción sino la forma en que el yo permanentemente inscribe y se imaginariza la propia muerte del sujeto. Hay que diferenciar claramente entre muerte biológica y muerte representacional o simbólica. La muerte tiene formas de imaginarización permanentes en el ser humano que tienen que ver con el narcisismo, que tienen que ver con los ideales del yo. No es porque hay una voluntad de muerte que un sujeto hace ciertas cosas sino porque el deseo de vida es insuficiente para parar la compulsión inconsciente. La pulsión de vida construye unidades cada vez mayores, la pulsión de muerte busca su meta por la vía más corta. La muerte biológica en sí misma está totalmente vicariada y transformada en los seres humanos. Esta tendencia repetitiva es lo que lleva a hablar de Neurosis de Destino, donde lo que observamos no es precisamente la marca del azar o la mala suerte, sino la falta de implicancia subjetiva, dada por la falta de conflicto. El sujeto mismo es el que ha creado las situaciones, las ha creado y orquestado minuciosamente. Si bien él es agente de esas escenas que busca y genera, él es tomado como objeto de la actividad que ejerce la pulsión en él, no ha sido elegido por él, sino que ha sido objeto de la pulsión. La pulsión es siempre activa y a veces trabaja silenciosamente para no crear conflicto. Freud incluyó una memoria arcaica, social y cultural para explicar cuestiones atinentes a fenómenos socio-culturales. El tiempo parece detenido en algunos países, sin distinción de pobreza o grados de desarrollo sino más bien en aquellos que tienen como común denominador el conservadurismo de ideas, o la imposición de doctrinas políticas o religiosas que obstaculizan e impiden cualquier cambio posible. Repeticiones marcadas, podríamos decir, a esta altura, por la pulsión de muerte que deja su sello en la «naturalización» como destino: hambrunas que coexisten con desmedidas riquezas, guerras apoyadas y alentadas desde la sombra por sombríos intereses, terrorismos de modos distintos pero que intentan justificarse de unos y otros lados en una sed de venganza sin fin; paranoia del otro semejante o indiferencia de este; marginalidad social que paradójicamente se torna invisible por su propia evidencia, entre tantas otras manifestaciones. La pérdida de referentes sociales, degradación de ideales y de lazos identificatorios, tienen consecuencias nefasta para los individuos que conforman un colectivo, que se manifiestan en intensas vivencias de desamparo y exclusión social. Es allí donde la fuerza intensa de la pulsión de muerte, su tendencia a la desligadura, capaz de generar ese “destino”, que “está escrito” como fundamento y verdad revelada que da explicación a tanta desventura, trabaja como letra muerta que desrealiza todo intento de inscripción de una nueva historia. En otro extremo también se hace presente, muchas veces, la carrera tras el destino prometido, ese otro destino al que pocos pueden pertenecer con el que el capitalismo nos azuza, es hacia allí donde se desata el desenfreno de la compulsión de repetición, y se acalla todo cuestionamiento que pudiera dar lugar a algún trabajo de re-elaboración o de transformación. Frente a estas situaciones, la posibilidad de reconocimiento del trauma y de su historización cultural juega un papel fundamental para detener la repetición y transformar el destino. En Moisés y el Monoteísmo, y al final de su vida, Freud fue llevado a pensar que el conjunto, es decir donde se genera lo social, puede recuperar los datos de la memoria y aportar nuevas significaciones capaces de inscribirse en la historia. Sin embargo, también pueden perderse para siempre, hasta el momento en el cual reaparecen bajo forma de compulsiones, mitos, reminiscencias, síntomas, etc. En el texto Freud intenta articular la historia individual y la historia de las sociedades introduciendo el concepto de transmisión. Lo que implica, entre otras cosas, tener en claro que el sujeto no solo se origina a partir del vínculo primario con sus padres, sino que va más allá, amplia el vínculo al contexto, al conjunto, la constitución subjetiva no se funda sola en lo que podríamos llamar el grupo familiar sino también en un conjunto que para más, lo constituye a pesar y a través de sus primeras relaciones de objeto. La memoria, ubicada en el contexto de lo social, conserva la función de registrar, retener y reproducir hechos y acontecimientos pasados tanto propios al sujeto como extraños a él y a su historia singular y/o familiar, y aquello extraño habrá de inscribirse en un espacio virtual. La memoria desempeña diferentes funciones y es a partir de ello que subrayamos la función de coagular, cristalizar y detener un estado o por otro lado la posibilidad de activar la función evocativa que permita la elaboración como creación, permitiendo que los colectivos sociales encuentren nuevas formas de olvido y recuerdo. El olvido y el recuerdo exigen acciones de parte de la comunidad, acciones públicas a partir de las cuales se organizarán diferentes modalidades de memoria en oposición a la memoria de repetición compulsiva en el perpetuo retorno de lo idéntico.