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Repetición de aquello que no ha

podido ser elaborado


Mar 12, 2020 | Publicaciones

Por Mariana Vazquez


Repetición de aquello que no ha podido ser elaborado
Agieren es un verbo intransitivo tomado del latín del verbo ago y que
generalmente se traduce al español como hacer. En el alemán se integra
como una afectación tardía al sentido de actuar.
Freud parece preferir el uso de «agieren». Esta noción recibe su traducción
al inglés como acting out sin tener en castellano ni en francés una
traducción que refleje los matices del término.
El equivalente más conservado en la traducción francesa sería el
de «metrre en acte» (pasaje al acto).
Como decíamos, Freud utiliza el término agieren en sentido transitivo, al
igual que el término de idéntica raíz Abreagieren ‘abreacción’: se trata de
“llevar a la acción” pulsiones, fantasías y deseos. ( Laplanche y Pontalis
1967/1996) Los mismos autores resaltan que agieren se asocia y, al mismo
tiempo, se opone a erinnern (recordar), en tantos dos modos de hacer
retornar el pasado en el presente, es decir, repetir. Por otro lado, señalan
que “actuar” supone un equívoco en el pensamiento freudiano, ya que
confundiría lo que en transferencia es actualización del conflicto psíquico
con el hecho de recurrir a una acción motriz la cual no necesariamente se
hallaría implicada en la misma.
Por su parte, Soler (1988) problematiza la noción de agieren del siguiente
modo:
La idea de siempre de Freud es que el análisis debe colmar las lagunas de la
memoria; digamos que le asigna la tarea de restaurar la completitud de una
historia y lo que le parece conducir al levantamiento de la amnesia es el
levantamiento de la represión. […] Ahora bien, Freud señala que uno llega a
encontrar en la cura la siguiente posibilidad: el paciente no tiene ningún
recuerdo de lo que olvidó y reprimió, y no hace sino traducirlo en actos.
(Soler, 1988, p. 94)
Observamos en esta cita que Soler considera al agieren como una manera
posible de restaurar la completud de una historia pero de forma diferente
al recordar. La ubica en el lugar de una manifestación del inconsciente al
servicio del análisis en tanto colabora con el llenado de lagunas mnémicas y
el levantamiento de las resistencias. Parafraseando a Freud, sostiene la
solidaridad entre agieren y el retorno de lo reprimido.
Igualmente, la autora indicará que es Strachey quien traduce agieren como
acting out, diferenciándose de las significaciones que se le han dado a out
como una actuación por fuera de la transferencia o del consultorio del
analista, ya que no habría “afuera” desde que se establece la transferencia.
Destaca, a su vez, que de lo que se trata es de un actuar sin subjetivación
para el paciente en el momento de realizarlo, en tanto se da por fuera de lo
que se dice o de los recuerdos, sosteniendo, a su vez, dicho actuar en lugar
del discernimiento.
Más adelante, la autora plantea:
Sin embargo, lo que es engañoso, es que el agieren freudiano es mucho más
amplio, más ambiguo que el uso consagrado del término acting-out. El
agieren freudiano, cuando se lee el texto en cuestión [Recordar, repetir y
reelaborar], es un modo de transferencia, la transferencia-resistencia. […]
La idea de Freud es que el fin del análisis es traer a la representación, al
pensamiento, a través de la asociación libre, las mociones pulsionales. Él se
da cuenta, entonces, en ese texto, de que hay una vía que no es la del
pensamiento, y es eso a lo que llama agieren. Las mociones pulsionales se
imponen allí de cierto modo sin pasar por el verbo. Este elemento real y
actual cortocircuita el pasado y el recuerdo. Freud ve allí una resistencia,
un obstáculo al imperativo del decir. Es una alternativa para el analizante: o
bien piensa, o bien actúa su inconsciente. (Soler, 1988, p. 95)
En 1914 para Freud era muy importante el tema del recuerdo, busca facilitar
la instauración del mismo y su relación con el olvido; es lo que lo lleva a
plantear años atrás el lugar y la función de los recuerdos encubridores.
En 1899 formula, en relación a los recuerdos de la infancia, que estos sólo
son en apariencia indiferentes, haciendo referencia a la rara selección que
la memoria practica entre ellos. Freud se pregunta por qué lo sustantivo
fue sofocado y se conservó lo indiferente.
Existen dos fuerzas psíquicas en conflicto que participan en la producción
del recuerdo. Por lo tanto, dicho recuerdo sería una formación de
compromiso, y el mecanismo de dicha formación es el de la represión con
desplazamiento y sustitución de elementos asociados por contigüidad. Hay
entonces, en estos recuerdos, un elemento reprimido esencial, y otro en
apariencia nimio que lo reemplaza y que guarda una relación de contigüidad
con el primero. Tal sustitución se debe a un mecanismo de protección del
yo frente a los siniestro, lo traumático y lo penoso.
La óptica que Freud va a tener respecto a estos es que más que encubrir,
revelan. El recuerdo encubridor revela lo esencialmente traumático, está en
sintonía a la represión original y no a lo dinámicamente reprimido.
Es a partir de ello que sabemos que el recuerdo encubridor no puede ser
nunca abordado por el lado del olvido y del recuerdo, porque lo que
manifiesta, lo que expresa nunca ha sido consciente.
El analista deberá ubicar detrás del recuerdo la o las escenas, fantasías que
han tenido para el sujeto carácter nodular. Algo similar ocurre con los
sueños repetitivos en cuanto a núcleo traumático.
Esas escenas fantasmáticas que velan lo traumático en tanto lo hacen,
permiten al sujeto sostenerse. Es decir, funcionan como sostén de la
subjetividad, sostén del psiquismo. Es posibilidad para la emergencia del
deseo. Nadie puede vivir enfrentado constantemente a lo traumático.
Si bien esas fantasías han velado lo traumático y han sostenido el
psiquismo, esa transformación no es plena, siempre queda un resto,
vivencias que no han podido ser tramitadas por la fantasía. Eso no
tramitable, no elaborable psíquicamente se va a presentar a través de una
inercia repetitiva, permanece sin movilidad ligadora, será el perpetuo
retorno de lo mismo, con identidad.
De esta forma introduce la noción de compulsión de repetición para dar
cuenta del acontecer transferencial en la cura. Afirma que en la cura,
“Mientras el sujeto permanece sometido al tratamiento no se libera de esta
compulsión de repetir, y acabamos por comprender que este fenómeno
constituye su manera especial de recordar. (Freud, 1914/1981, p. 1685)
Así el curso del análisis queda bajo la égida de la compulsión de repetición
y esta constituye una manera de recordar donde el paciente traduce en
actos (agieren) lo que ha olvidado.
Freud sostiene, en esa época, que la repetición es una manera especial de
recordar. Porque es la manera de hacer presente lo traumático. Lo pasado
traumático se torna actual a través de la reproducción de las escenas
traumáticas, no del recuerdo.
Hay variaciones en las escenas pero lo central, lo traumático, lo no
tramitado, lo no ligado es lo que permanece idéntico.
Es de fundamental importancia aclarar que el concepto de repetición sufre
modificaciones teóricas a lo largo de la obra freudiana, y la articulación al
concepto de transferencia marca diferentes posiciones clínicas
respecto al lugar del analista.
En «Recordar, repetir, reelaborar» la repetición se escenifica bajo las
condiciones de la resistencia, alimentadas por las mociones pulsionales
reprimidas. La transferencia misma es sólo una pieza de repetición y la
repetición es la transferencia misma del pasado olvidado.
En 1920 se produce un viraje teórico en los conceptos de repetición y
compulsión de repetición, esta última se articula a la Pulsión de Muerte,
queda ligada al super-yo y al ello y marca un punto de exterioridad a la
regulación homeostática del principio de placer.
Freud advierte la intervención de la repetición en la transferencia, como
algo distinto al mecanismo del retorno de lo reprimido. A su vez, este actúa
independientemente del saber y excede al campo de las representaciones.
La repetición consiste en la reproducción del pasado pero se separa de la
vertiente simbólica de la transferencia, entendida como desplazamiento y
falso enlace. La dimensión simbólica de la transferencia es la que permite el
desplazamiento de la libido, del interés de una persona hacia otra, y la
sustitución significante.
La repetición (agieren), incluye una problemática que está en el núcleo de
los debates del psicoanálisis contemporáneo: la de lo representado, lo no
representado y lo irrepresentable en el psiquismo.
La repetición trae las «huellas» de la relación sujeto – objeto, con sus
transformaciones, sus peligros, sus conflictos, su particular articulación con
lo traumático, y con aquello que está aún más allá: el vacío, la ausencia, la
nada, lo no ligado.
Ante la imposibilidad de subjetivación, de ligazón de ese agieren el sujeto
parece quedar condenado por “el destino”, negándosele así, toda posibilidad
de futuro, atrapado en un repetir incesante el sujeto queda coagulado en
esas “huellas” originarias, en una concepción próxima a lo que Rousillon
(1991) definió como lo “«psíquico-prepsíquico»; tiempo cristalizado en ese
núcleo en el que se condensan las particulares configuraciones de la
pulsión con las primeras identificaciones” (p. 284) y donde se hallan las
claves de aquello que se expresa en la clínica del “más allá”. Clínica que
produce los más tumultuosos malestares y los mayores obstáculos en la
prosecución de la cura.
La memoria no es comparable a un cajón con archivos – representaciones
estos no pueden constituir la memoria de nadie en sí misma, es material
que se encuentra ahí, listo para ser historizado. A cada una de esas
representaciones le será dado un destino diferente, de acuerdo al monto de
investidura que reciba y de lo que evoque en el sujeto en determinado
momento.
Lacan aclara la confusión entre repetición “Wiederholen” y retorno
“Wiederkehr”, y al diferenciarlos construye dos conceptos de exquisita
precisión.
“El retorno se refiere al retorno de los signos” (Lacan, p. 59) materializado
clínicamente como el retorno de lo reprimido que circula bajo la cadena
significante y se consuma como formación del inconsciente. Razón que
sostiene la asociación libre para la emergencia del inconciente en retornos
significantes.
Sin embargo la repetición es muy otra cosa;
Nada ha sido tan enigmático, especialmente a propósito de esa bipartición,
tan estructurante de toda la psicología freudiana, entre el principio de
placer y el principio de realidad, como es Wiederhole, que está muy cerca,
según dicen los etimologistas más mesurados, del halar – como se hace en
los caminos de sirga – muy cerca del halar del sujeto, que siempre tira de
su cosa para meterla por cierto camino del que no puede salir. (Lacán,
1964/1997, pp 58, 59)
Pensar en esta diferencia nos permite delimitar el campo del retorno de lo
reprimido de la repetición de lo traumático. Donde Freud advierte que ni en
los sueños ni en el estado de vigilia lo que se reproduce tiene que ver con el
principio de placer, sino con una repetición de lo traumático.
Lo novedoso en Freud es decir que la compulsión de repetición es la manera
en que se manifiesta la Pulsión de muerte, que no es decir de ningún modo
que la compulsión de repetición es la muerte, sino la actividad para la
muerte y el fracaso.
Se repite como forma de descarga, no es elaborativo, es una repetición que
conlleva a un automatismo sin fin. Frente a ello es que advertimos en Freud,
dos teorías del inconciente, que más tarde retoma Lacan con los conceptos
de Wiederholen” y “Wiederkehr”, ya desarrollados, un inconciente
producido por represión secundaria, que retorna a través de sus
manifestaciones; sueños, síntomas, actos fallidos, lapsus etc.
correspondiente al inconciente dinámico o propiamente dicho; y otro que no
será recordado y que corresponde a lo traumático de la vida infantil.
No es la Pulsión de Muerte lo que está definiendo su acción sino la forma en
que el yo permanentemente inscribe y se imaginariza la propia muerte del
sujeto. Hay que diferenciar claramente entre muerte biológica y muerte
representacional o simbólica. La muerte tiene formas de imaginarización
permanentes en el ser humano que tienen que ver con el narcisismo, que
tienen que ver con los ideales del yo.
No es porque hay una voluntad de muerte que un sujeto hace ciertas cosas
sino porque el deseo de vida es insuficiente para parar la compulsión
inconsciente.
La pulsión de vida construye unidades cada vez mayores, la pulsión de
muerte busca su meta por la vía más corta.
La muerte biológica en sí misma está totalmente vicariada y transformada
en los seres humanos.
Esta tendencia repetitiva es lo que lleva a hablar de Neurosis de Destino,
donde lo que observamos no es precisamente la marca del azar o la mala
suerte, sino la falta de implicancia subjetiva, dada por la falta de conflicto.
El sujeto mismo es el que ha creado las situaciones, las ha creado y
orquestado minuciosamente. Si bien él es agente de esas escenas que
busca y genera, él es tomado como objeto de la actividad que ejerce la
pulsión en él, no ha sido elegido por él, sino que ha sido objeto de la pulsión.
La pulsión es siempre activa y a veces trabaja silenciosamente para no
crear conflicto.
Freud incluyó una memoria arcaica, social y cultural para explicar
cuestiones atinentes a fenómenos socio-culturales.
El tiempo parece detenido en algunos países, sin distinción de pobreza o
grados de desarrollo sino más bien en aquellos que tienen como común
denominador el conservadurismo de ideas, o la imposición de doctrinas
políticas o religiosas que obstaculizan e impiden cualquier cambio posible.
Repeticiones marcadas, podríamos decir, a esta altura, por la pulsión de
muerte que deja su sello en la «naturalización» como destino: hambrunas
que coexisten con desmedidas riquezas, guerras apoyadas y alentadas
desde la sombra por sombríos intereses, terrorismos de modos distintos
pero que intentan justificarse de unos y otros lados en una sed de venganza
sin fin; paranoia del otro semejante o indiferencia de este; marginalidad
social que paradójicamente se torna invisible por su propia evidencia,
entre tantas otras manifestaciones.
La pérdida de referentes sociales, degradación de ideales y de lazos
identificatorios, tienen consecuencias nefasta para los individuos que
conforman un colectivo, que se manifiestan en intensas vivencias de
desamparo y exclusión social.
Es allí donde la fuerza intensa de la pulsión de muerte, su tendencia a la
desligadura, capaz de generar ese “destino”, que “está escrito” como
fundamento y verdad revelada que da explicación a tanta desventura,
trabaja como letra muerta que desrealiza todo intento de inscripción de una
nueva historia.
En otro extremo también se hace presente, muchas veces, la carrera tras
el destino prometido, ese otro destino al que pocos pueden pertenecer con
el que el capitalismo nos azuza, es hacia allí donde se desata el
desenfreno de la compulsión de repetición, y se acalla todo
cuestionamiento que pudiera dar lugar a algún trabajo de re-elaboración o
de transformación.
Frente a estas situaciones, la posibilidad de reconocimiento del trauma y de
su historización cultural juega un papel fundamental para detener la
repetición y transformar el destino.
En Moisés y el Monoteísmo, y al final de su vida, Freud fue llevado a pensar
que el conjunto, es decir donde se genera lo social, puede recuperar los
datos de la memoria y aportar nuevas significaciones capaces de inscribirse
en la historia.
Sin embargo, también pueden perderse para siempre, hasta el momento en
el cual reaparecen bajo forma de compulsiones, mitos, reminiscencias,
síntomas, etc. En el texto Freud intenta articular la historia individual y la
historia de las sociedades introduciendo el concepto de transmisión.
Lo que implica, entre otras cosas, tener en claro que el sujeto no solo se
origina a partir del vínculo primario con sus padres, sino que va más allá,
amplia el vínculo al contexto, al conjunto, la constitución subjetiva no se
funda sola en lo que podríamos llamar el grupo familiar sino también en un
conjunto que para más, lo constituye a pesar y a través de sus primeras
relaciones de objeto.
La memoria, ubicada en el contexto de lo social, conserva la función de
registrar, retener y reproducir hechos y acontecimientos pasados tanto
propios al sujeto como extraños a él y a su historia singular y/o familiar, y
aquello extraño habrá de inscribirse en un espacio virtual.
La memoria desempeña diferentes funciones y es a partir de ello que
subrayamos la función de coagular, cristalizar y detener un estado o por
otro lado la posibilidad de activar la función evocativa que permita la
elaboración como creación, permitiendo que los colectivos sociales
encuentren nuevas formas de olvido y recuerdo. El olvido y el recuerdo
exigen acciones de parte de la comunidad, acciones públicas a partir de las
cuales se organizarán diferentes modalidades de memoria en oposición a la
memoria de repetición compulsiva en el perpetuo retorno de lo idéntico.

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