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APLICADA EN ADULTOS
EVALUACIÓN Y
TRATAMIENTO DE
LA DEPRESIÓN
ORGANIZAN:
Evaluación y Tratamiento de la Depresión 5
1. INTRODUCCIÓN
Coloquialmente se usa con frecuencia la palabra depresión para referirnos a un estado de ánimo
más bajo de lo habitual o cuando estamos cansados. Sin embargo, la depresión es mucho más que eso.
Es un trastorno psicológico que supone importantes cambios en la manera de sentir, de pensar y de
comportarse.
La depresión puede aparecer a cualquier edad, aunque con mayor frecuencia lo hace en la mitad
de la tercera década de la vida. El porcentaje de mujeres deprimidas es mayor que en los hombres: por
cada hombre deprimido hay 3 mujeres que también lo están. Tanto en hombres como en mujeres, las
tasas son más altas en el grupo de edades comprendidas entre los 25 y los 44 años, y las tasas más bajas
se dan en personas de más de 65 años.
La depresión es probablemente el trastorno psicológico que más daño hace a la persona que lo
sufre y a sus familiares: afecta a toda los ámbitos de su vida y puede llegar a conducir a quien lo padece
al suicidio.
2. DEFINICIÓN DE LA DEPRESIÓN
La depresión es un estado de tristeza patológica, acompañada de una marcada disminución del sentimiento de
valor personal y de una dolorosa consecuencia de disminución de la actividad mental, psicomotriz y orgánica. Robert y
Lamontagne(1977).
Se trata de un trastorno emocional, caracterizado por un estado de ánimo deprimido y por una
pérdida del interés y placer por las actividades cotidianas de la vida. Además de estos síntomas, suele
aparecer:
♣ Irritabilidad,
♣ Cambios en el apetito y en la actividad psicomotora,
♣ Ansiedad,
También se aprecia una forma de pensar negativa, acerca de ellos mismos y del medio que les
rodea. Puede haber pensamientos recurrentes de muerte o ideación, incluso intentos suicidas.
En el caso de los niños y adolescentes, más que un estado triste o deprimido, puede presentarse
un estado irritable o inestable. En niños los síntomas de depresión dependerán del estado evolutivo en
que se encuentra.
Dentro del DSM-V, los trastornos depresivos, son el trastorno de desregulación disruptiva del
estado de ánimo, el trastorno de depresión mayor (incluye el episodio depresivo mayor), el trastorno
depresivo persistente (distimia), el trastorno disfórico premenstrual, el trastorno depresivo inducido
por una sustancia/medicamento, el trastorno depresivo debido a otra afección médica, otro trastorno
depresivo especificado y otro trastorno depresivo no especificado. Al contrario que en el DSM-IV,
este capítulo de "Trastornos depresivos" se ha separado del capítulo anterior "Trastorno bipolar y
trastornos relacionados" (APA, 2013).
actual y las características psicóticas sólo están indicadas si se cumplen actualmente todos los criterios
para un episodio de depresión mayor. Los especificadores de remisión sólo están indicados si
actualmente no se cumplen todos los criterios para un episodio de depresión mayor. Los códigos son
los siguientes:
*Para un episodio que se considera recurrente debe haber un intervalo mínimo de dos meses
consecutivos entre los episodios, durante el cual no se cumplan los criterios para un episodio de
depresión mayor.
Especificar si: Con ansiedad, con características mixtas, con características melancólicas, con
características atípicas, con características psicóticas congruentes con el estado de ánimo, con
características psicóticas no congruentes con el estado de ánimo, con catatonía, con inicio en el
periparto, con patrón estacional (solo episodio recurrente.
A. Cinco (o más) de los síntomas siguientes han estado presentes durante el mismo período
de dos semanas y representan un cambio del funcionamiento previo; al menos uno de los
síntomas es (1) estado de ánimo deprimido o (2) pérdida de interés o de placer.
Nota: No incluir síntomas que se pueden atribuir claramente a otra afección médica.
1. Estado de ánimo deprimido la mayor parte de! día, casi todos los días, según se
desprende de la información subjetiva (p. ej. se siente triste, vacío, sin esperanza) o de
la observación por parte de otras personas (p. ej.} se le ve lloroso).
Nota: En niños y adolescentes, el estado de ánimo puede ser irritable.
2. Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades la
mayor parte del día, casi todos los días (como se desprende de la información subjetiva
o de la observación).
3. Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso (p. ej., modificación de
más de un 5% del peso corporal en un mes) o disminución o aumento del apetito casi
todos los días. Nota: En los niños, considerar el fracaso para el aumento de peso
esperado.
4. Insomnio o hipersomnia casi todos los días.
5. Agitación o retraso psicomotor casi todos los días (observable por parte de otros, no
simplemente la sensación subjetiva de inquietud o de enlentecimiento).
6. Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.
7. Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser
delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar
enfermo).
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar decisiones, casi
todos los días (a partir de la información subjetiva o de la observación por parte de
otras personas).
9. Pensamientos de muerte recurrentes (no sólo miedo a morir), ideas suicidas
recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico para
llevarlo a cabo.
Además de con este trastorno hay que hacer un diagnóstico diferencial respecto al trastorno
bipolar, al trastorno de estado de ánimo debido a una enfermedad médica o que se ha visto inducido
por el consumo de sustancias, el trastorno esquizoafectivo y la demencia, principalmente.
Trastorno del estado de ánimo debido a enfermedad médica. Para diagnosticar Trastorno depresivo
mayor la alteración en el estado de ánimo no es efecto fisiológico directo de una enfermedad médica
específica (p.ej., esclerosis múltiple).
Trastorno del estado de ánimo inducido por sustancias. Se diferencia del trastorno depresivo mayor en
que una sustancia (p.ej., una droga, medicamento,...) se considera que está etiológicamente relacionada
con la alteración en el estado de ánimo.
Trastorno esquizoafectivo. Difiere del trastorno depresivo mayor, con síntomas psicóticos, en que
en el primero tiene que haber al menos 2 semanas de ideas delirantes o alucinaciones que aparezcan
en ausencia de síntomas afectivos acusados.
Demencia. En el caso de los ancianos es difícil de determinar si los síntomas cognoscitivos (ej.
desorientación, apatía, pérdida de memoria, etc) se pueden atribuir a una demencia o un trastorno
depresivo mayor. La diferencia estriba en que, en el trastorno depresivo mayor, el deterioro de las
funciones cognitivas aparece de forma brusca, mientras que en la demencia, suele haber una historia
premórbida de deterioro en dichas funciones.
El trastorno depresivo puede verse precedido por un trastorno distímico (en un 10% de los
casos en estudios epidemiológicos y en un 15-23% en población clínica) y suele aparecer con frecuencia
junto a otros trastornos mentales como:
El Trastorno depresivo mayor suele aparecer entre un 20-25% de sujetos con enfermedades
médicas como diabetes, infarto de miocardio, accidentes vasculares cerebrales, etc. Si aparece este
trastorno con las enfermedades médicas, el tratamiento y pronóstico es menos favorable.
Entre un 50-60% de sujetos con un trastorno depresivo mayor, episodio único, tendrán un
segundo episodio. Los que han tenido un segundo episodio tienen un 70% de posibilidades de
presentar un tercero y los que han tenido un tercero un 90% de tener un cuarto. La gravedad del
episodio depresivo mayor inicial parece ser predictora de la persistencia del trastorno.
En experimentos con animales se observó que cuando se les exponía a situaciones aversivas
incontrolables a través de su comportamiento (inevitables e inescapables) aparecían una serie de:
� Déficits en el aprendizaje de tareas posteriores, sobre todo de aprendizaje
instrumental y en menor medida sobre el aprendizaje asociativo (Maier y Seligman, 1976)
� Déficits conductuales, como inactividad y alteraciones emocionales-fisiológicas
(incremento del cortisol, debilitamiento del sistema inmune, disminución de serotonina y
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12 I. Cuestiones Generales acerca de los Trastornos del Estado de Ánimo
En este modelo se plantea la hipótesis de que cuando un individuo experimenta una serie de
situaciones aversivas que son incontrolables, se forma la expectativa de que en el futuro tampoco habrá
contingencia entre sus respuestas y las consecuencias. Esto depende en gran medida de las experiencias
aversivas previas, de su grado de controlabilidad (fenómeno de inmunización) y del tipo de atribución
causal que se realice acerca del evento aversivo.
Los déficits que se derivan del sometimiento a una situación de Indefensión Aprendida son:
� Déficits motivacionales. Se observa una inactividad debido a que el sujeto piensa que
es inútil responder ya que esto no alterará las consecuencias.
� Déficits cognitivo–asociativos. Se observa que personas con conductas depresivas
presentan dificultades para establecer nuevos aprendizajes aunque en estos exista
contingencia. Esto es debido también al estilo atribucional del sujeto en cuestión que en la
mayoría suele ser depresogénico, es decir global, interno y estable para los fracasos y
específico, externo e inestable (factor suerte) para los éxitos.
� Déficits emotivo-fisiológicos. Estos déficits son muy similares a los que aparecen en
animales: incremento del cortisol, debilitamiento del sistema inmune, disminución en las
aminas cerebrales (SE y NE) y alteración de la concentración de opiáceos cerebrales, lo que
provoca mayor sensibilidad al dolor.
Rehm (1977) presenta un modelo explicativo de la depresión humana en el que señala el déficit
en conductas de autocontrol (autoobservación, autoevaluación y autorrefuerzo) como causa de la
Depresión:
Déficit en la autoevaluación. Las personas con depresión realizan una comparación entre la
actuación autoobservada y un criterio interno que suele ser muy estricto (poco realista, muy exigente y
global), lo cual hace poco probable superarlo, lo que implica que con frecuencia no consigan los
objetivos que se plantean y se evalúan de forma negativa.
Lewinsohn y cols (1980) plantea que los sucesos que conducen a la Depresión son:
Triada cognitiva. Consiste en tres patrones cognitivos que inducen al paciente a considerarse a sí
mismo, a su futuro y a sus experiencias de un modo negativo. De este modo, se suelen considerar éstos
pacientes personas sin valía y que poseen defectos que le llevan a estar constantemente padeciendo
experiencias desagradables. Su visión del mundo se centra en una concepción del mismo como un
medio que le aporta constantes derrotas, humillaciones y frustraciones. Finalmente, deposita una fe
ciega en que sus calamidades se perpetuaran indefinidamente en el tiempo.
Figura 1: Diagrama del modelo cognitivo de depresión (Dobson y Franche, 1995, pág. 496)
Esquemas cognitivos. Es un concepto que se usa para explicar por qué estas personas mantienen estas
actitudes que le generan sufrimiento aunque existen evidencias objetivas que le indican que existen
cosas positivas en su vida.
“Un esquema es un constructor hipotético (cualquier idea o contenido verbal o gráfico) que existe en
el sujeto y que le sirve para transformar o codificar la información o estimulación que le llega del
medio.”
Beck y cols. (1983) explican que las reglas que utiliza una persona al tratar de integrar y dar un
valor a los datos brutos de la experiencia, se basa en supuestos fundamentales que conforman su patrón
de pensamientos automáticos (esquemas cognitivos). Estas reglas, aprendidas durante el desarrollo
determinan como organiza el individuo las percepciones en cogniciones, como evalúa y modifica su
conducta, como interpreta sus experiencias y como se marca objetivos. Estos supuestos básicos
forman el conjunto de los significados y valores personales, a través de los cuales los acontecimientos
adquieren relevancia y significado. Los esquemas cognitivos se activan en situaciones que afectan a las
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16 I. Cuestiones Generales acerca de los Trastornos del Estado de Ánimo
Beck (1976) ofrece algunos ejemplos de supuestos o esquemas que predisponen a la tristeza o
a la depresión:
Estos y otros supuestos solemos inferirlos a partir de los pensamientos automáticos negativos
concretos del paciente. En la Figura 2 se puede ver ejemplificado como un mismo supuesto general o
primario da lugar a pensamientos automáticos negativos de diferente índole que desemboca en
diferentes manifestaciones sentimentales.
Figura 2: Ejemplo de supuestos subyacentes y pensamientos negativos (Beck y cols, 1983, pág. 230)
Errores cognitivos. Son errores sistemáticos que se dan en el paciente depresivo y que confirman la
creencia del sujeto. Son errores en la interpretación de eventos y están presentes en otros trastornos
además de la depresión.
muy estrictos (déficit de autoevaluación) y negándose a asumir que algunas cosas las hacen bien
(déficit en autorrefuerzo).
� En el modelo integrado multifactorial de Lewinsohn, se plantea que la ocurrencia de una
serie de sucesos en la vida del paciente conducen a la depresión: aquellos que se perciben como
incontrolables, estresantes, que provocan sensaciones de fracaso y reacciones emocionales negativas,
hacen más accesible la información negativa que se tiene de sí mismo.
� En el modelo cognitivo de Beck, se afirma que el paciente deprimido tiene una visión
negativa de sí mismo, del mundo y del futuro (triada cognitiva), mantiene una serie de creencias
disfuncionales (esquemas cognitivos) que le llevan a interpretar de forma disorsionada y negativa los
sucesos de la vida (errores cognitivos).
� El trastorno depresivo mayor suele verse precedido por distimia y en ocasiones también
viene acompañado de otros trastornos (de angustia, obsesivo-compulsivo, anorexia o bulimia,
entre otros).
1. EVALUACIÓN DE LA DEPRESIÓN
La terapia comienza desde el primer contacto con el paciente, por tanto, ya sea telefónico o en
consulta, el terapeuta, desde el primer momento debe establecer una relación personal y relajada,
cuidando los aspectos relacionados con su rol y con las habilidades del terapeuta.
Al igual que en cualquier otra entrevista (ya sea depresión o cualquier otro problema), lo
primero que se hace es saludar y reforzar el haber venido a un especialista, felicitándole por ello.
También pediremos a la persona que nos hablemos de tú, pero no tiene por qué ser al principio, sino
en el momento de la entrevista en la que sea más natural.
La primera sesión comienza siempre por una entrevista inicial. Es preferible no utilizar
demasiados cuestionarios en esta primera entrevista, ya que objetivo principal de este primer contacto
es establecer una relación terapéutica positiva. Por tanto, se recomienda no utilizar más de 2 o 3
cuestionarios, y solemos usar el BDI y el BAI y, en casos graves, la Escala de Desesperanza, por lo que
dejaremos los demás cuestionarios para las siguientes sesiones de evaluación.
La duración de una primera entrevista siempre es mayor (al menos hora y media) que la de las
siguientes sesiones (alrededor de una hora). Si viene acompañado por una persona que no es un
adolescente o un niño, puede pasar a consulta, siempre y cuando el paciente de su consentimiento.
Como en cualquier trastorno, la primera entrevista ha de tener un formato semiestructurado
de entrevista inicial general. Según los datos que se van obteniendo se pueden hacer preguntas
específicas acerca del trastorno, aunque se puede ampliar en una segunda sesión. Remitimos al alumno
al volumen I de este curso, donde se ofrece el modelo de entrevista inicial del CPA. Algunas cuestiones
importantes aparecen en la Tabla 1.
- Tener en cuenta las prioridades del cliente: “De todo lo que me has contado, ¿qué es lo
que te genera más malestar?” “¿Qué te gustaría solucionar primero?”.
- Situaciones, pensamientos y sentimientos que se dan antes, durante y después de la
conducta problema: “¿Qué sucede antes?”, “¿Qué está haciendo antes, con qué personas,
dónde está?”, “¿Cómo se comportan lo demás mientras ocurre la conducta problema?,
¿qué hacen?, ¿qué le dicen?, ¿cómo cree que se sienten?”, “¿Qué hace usted
inmediatamente después?”, “después de transcurrido un tiempo, ¿cómo se comportan
respecto a usted las personas que estaban presentes y otras que han tenido conocimiento
de lo que ocurre?”.
- ¿Tienes ansiedad o agitación alta?
- ¿Has observado calma después de un periodo de ansiedad o depresión?
Los objetivos de la entrevista inicial (comunes a todas las entrevistas iniciales para cualquier
trastorno) son los siguientes:
Problemas que presenta el paciente. Hay que hacer un listado lo más completo posible con los
problemas que presenta el cliente. Para ello es necesario:
observar,
� Contrastar esta información, en una sesión adicional, con la que aporta algún familiar,
amigo íntimo o allegado.
� Hacer una evaluación del ambiente familiar y social cercano, ya que es frecuente que estén
manteniendo el problema con sus actuaciones.
Historial de problemas. Se indaga en las fuentes de aprendizaje de los síntomas y las situaciones
que dieron lugar a los problemas. Por ejemplo: pérdida de vínculos afectivos significativos (familiar o
amigo íntimo, entre otros), presencia de modelos depresivos (madre, padre u otros), desaparición de
fuentes de refuerzo importantes (trabajo, actividades gratificantes, hobbies, etc) y la acción de
estresores (ambiente crítico y descalificador de valía personal, fracaso escolar o laboral repetido,
enfermedades crónicas).
Es necesario conocer también el número de hospitalizaciones, la duración de los episodios
depresivos y número veces que ha sido tratado. Esta información es importante ya que la presencia de
un número elevado de hospitalizaciones y recaídas, así como de episodios depresivos de larga duración,
hace que la probabilidad de obtener éxito con el tratamiento se vea reducida.
Identificar factores que protegen y ayudan a superar la depresión. Se trata de aspectos, que de estar
presentes en el paciente, mejoran la respuesta al tratamiento:
� Que cuente con personas en las que se pueda confiar y que le den apoyo generoso y
desinteresado.
� Que tenga habilidades de autocontrol, las cuales se pueden detectar si se conoce cual fue
su respuesta ante determinadas situaciones estresantes que son habituales en la vida (por
ejemplo, enfrentamientos con otros o problemas laborales, entre otros).
� Que posea habilidades cognitivas generales y de resolución de problemas.
� Que tenga cierta competencia social y que sea consciente de ello.
� Que disponga de un abanico de actividades gratificantes.
� Que tenga recursos económicos.
Crear una buena relación terapéutica. Para ello es necesario transmitir al paciente nuestra
aceptación incondicional, demostrando nuestra empatía, autenticidad y habilidades para comunicar.
Crear expectativas realistas y positivas de la terapia. Se debe informar acerca del contenido de
la terapia (evaluación y tratamiento), de cómo se va a llevar a cabo, cuáles son los principios en los que
se basa y que es lo que se espera conseguir con ella. Es importante además explicar las funciones del
psicólogo y nuestra forma de trabajar, sobre todo, si se detectan creencias erróneas o falsas expectativas
(por ejemplo, “sólo con venir a hablar me voy a curar”, “cuando he venido al psicólogo es porque
debo estar loco” o “el resultado de la intervención será inmediato”, entre otras). Hay que aclarar que
la terapia no es como una medicina que cuando hace efecto se deja de tomar; al contrario, la terapia
no acaba nunca, ya que el cliente deberá seguir empleando, a lo largo de toda su vida, las estrategias
que ha aprendido durante el tratamiento.
El terapeuta debe preguntarse: ¿Cuáles son los síntomas más problemáticos? ¿Cuáles son los
más susceptibles de intervención terapéutica que pueden proporcionar una mejoría rápida? Dichos
síntomas pueden ser los siguientes:
La entrevista con la persona depresiva implica dificultades específicas derivadas del problema
que tiene: el negativismo, la irritabilidad, la pasividad, las dificultades para abrirse, para interaccionar,
etc. Estos aspectos pueden generar en el entrevistador frustración y malestar. Para evitar que sea así,
el profesional debe tener un conocimiento profundo de la sintomatología y la conceptualización y
práctica del análisis funcional, así como unas adecuadas habilidades del terapeuta.
También hay que estar especialmente atentos a la conducta suicida, de modo que la
sondearemos, y si todo indica que puede haberla, nos meteremos de lleno a indagarla.
A lo largo de la entrevista, y sobre todo al final, deben hacerse resúmenes para tener feedback
del cliente, dando la oportunidad de añadir o modificar algo. También se le pregunta si le hace falta
que le expliquemos algo más detalladamente, o si quiere añadir algo importante, o si cree que nos
hemos saltado algo importante. Además es importante mantener informado al cliente de todos los
pasos que se dan en la terapia y pedir su opinión, de modo que le vayamos dando el control de su
situación. Esta información también será de utilidad para poder redactar una pequeña autobiografía
o redactar el historial clínico (Bas-Ramallo y Andrés-Navia, 1994).
Al final de la sesión se manda ya la primera tarea para casa, que suele ser en forma de
autorregistro. La tarea que se mande servirá para recoger información que sea útil en la evaluación y
para el tratamiento, así como tareas cuyo objetivo sea conseguir un alivio rápido de alguno de los
síntomas, ya desde la primera entrevista, para mantener la motivación en el tratamiento e incrementar
el rapport, la colaboración terapéutica y la confianza en la efectividad de la terapia. Por ello, se debe
mostrar confianza en las afirmaciones para ayudar al paciente, sin caer en hacer promesas de cura. Es
imprescindible explicar la importancia de las tareas para casa para generalizar lo aprendido en las
sesiones y pedir opinión respecto a éstas.
Es conveniente acabar la primera sesión hablando de alguna cuestión positiva, de modo que el
cliente salga más animado, o por lo menos con la impresión de que “esto le puede servir para algo”.
A. Entrevistas estructuradas
Escala de Hamilton para la depresión (Hamilton, 1960). Formato actual 24 elementos. Rango entre
0 -52 puntos (0 -6 = normal, no-depresión; 7 -17 = depresión media; 18 -24 = depresión moderada;
25 o más = depresión severa). Muy fiable, pero no lo es tanto en depresión moderada, ya que incluye
muchos síntomas somáticos y en ansiedad moderada, éstos son leves, y son más acentuados los
cognitivos y del estado de ánimo. Muy sensible a cambios ligeros en el tratamiento. Es más sensible
que el Inventario de Depresión de Beck para detectar cambios ligeros.
Versión castellana de Conde y Franch (1984) con formato autoaplicado. Se pasa después de la
entrevista inicial y es conveniente que sea un terapeuta entrenado el que la haga, ya que los criterios de
evaluación de cada ítem están poco especificados y no se diferencia entre intensidad y frecuencia de
cada síntoma.
Protocolo para trastornos afectivos y la esquizofrenia (SADS) (Endicott y Spitzar, 1978): Es poco útil en
clínica, pero en investigación es la preferida. Porque: se tarda mucho en pasarla (entre una hora y media
y dos horas y media), requiere entrenamiento previo riguroso y además una gran experiencia en
diagnósticos y evaluación de las psicopatologías.
Protocolo de entrevista diagnóstica (DIS) (Robins y cols., 1981) y Entrevista Clínica Estructurada para el
diagnóstico (SCID) (Williams y Spitzer). Ambas basadas se basan en el DSM, y como no requieren de
interpretación del entrevistador, son buenas para evaluar sin mucha preparación previa. Hay una
versión de la SCID (SCID-5-CV) del año 2015, más moderna, basada en los criterios del DSM-V.
B. Autoinformes
Inventario de Depresión de Beck (BDI) (Beck, 1967; Beck, 1978): Es uno de los instrumentos más
utilizados. Además de proporcionar una evaluación rápida de la gravedad del problema, puede poner
de manifiesto ciertos síntomas (ej. las ideas de suicidio) que requieren una intervención inmediata. La
versión americana tiene los ítems ordenados (21 ítems), mientras que la española (Conde, Esteban y
Useros, 1976), tiene el orden de las respuestas modificado dentro de cada ítem, para que el cliente
tenga que leerlos todos antes de responder y se eviten ciertos sesgos de respuesta que se crean en la
presentación original. La castellana tiene 19 ítems (faltan los ítems 6, sentimientos de castigo, y el 14,
imagen corporal). Las puntuaciones obtenidas con este cuestionario se interpretan como sigue:
No se recomienda usar formas breves del Inventario de Depresión de Beck ya que la precisión
es menor.
Discrimina mejor depresión severa que alta. Es el instrumento más fiable y válido que tenemos
actualmente para medir depresión.
Es muy útil evaluar cualitativamente los ítems del cuestionario ya que proporcionan
información sobre distintas conductas problema que pueda presentar el individuo. También sirve para
detectar los principales pensamientos negativos del sujeto, lo cual puede utilizarse a la hora del
tratamiento.
Escala de depresión geriátrica (GDS) (Brink y cols., 1982): Muy sencilla de aplicar, con formato de
V/F. Una puntuación inferior o igual a 11, no-depresión, y más de 11 sí depresión. Hay una versión
en castellano de González Felipe (1988).
Escala de la Autoevaluación de la depresión de Zung (SDS) (Zung, 1965): Escala breve autoaplicada de
20 ítems. Da mucha importancia los aspectos fisiológicos. Al paciente se le pide que indique la
frecuencia con la que experimenta el síntoma o sentimiento, evaluando cada ítem en una escala de 1 a
4 puntos. Hay una versión castellana de Conde y Franch, 1984). La suma dividida por 80 (valor
máximo) y multiplicado por 100 posibilita identificar al sujeto dentro de estos rangos: 2035 (depresión
ausente); 36-51 (depresión subclínica y variantes normales); 52-67 (depresión media-severa); 68-100
(depresión grave, opcionalmente hospitalizable).
Escala de Carroll para la depresión (CRS) (Carroll y cols., 1981): Muy parecida a la de Hamilton
(HRSD), ya que piensan que sus contenidos (esencialmente conductuales y somáticos) son más propios
de la depresión que los que usa el Inventario de Depresión de Beck (afectivos, motivacionales,
cognitivos). 52 ítems autodescriptivos, con respuestas de Si/NO (rango de 0 a 52 donde la media de
los normales es 4´6 y los depresivos 17´26). Igual que el Inventario de Depresión de Beck discrimina
mejor depresión leve que graves. Discrimina bien población clínica, tendiendo a sobrestimar la
severidad conforme ésta se incrementa. Podría ser más sensible que el Inventario de Depresión de
Beck para evaluar la recuperación de depresivos unipolares.
Lista de adjetivos para la depresión (DACL) (Lubin, 1965): El sujeto debe escoger de entre los
adjetivos, aquellos que mejor reflejan su estado actual. No es un buen instrumento diagnóstico ya que
fue construida especialmente para evaluar la severidad de la depresión (por tanto es muy útil para
discriminar de manera fiable entre depresión leve, moderada y severa). Sin embargo, si es sensible al
cambio, por lo que en clínica sí es útil para medir las fluctuaciones diarias del estado de ánimo y los
aspectos cognitivos de la depresión. Cuanta más puntuación, mayor es el índice depresivo. Tiene una
versión “rasgo” y otra “estado actual”. Hay una versión castellana de Avila (1986).
Cuestionario de distorsiones cognitivas (CBQ) (Hammen y Krantz, 1976): Evalúa distorsiones cognitivas
y pensamientos negativos depresivos. Se presentan situaciones y se hacen preguntas, pudiendo elegir
entre cuatro opciones para cada situación (en una situación hay tres opciones).
Cuestionario de pensamientos automáticos (ATQ) (Hollon y Kendall, 1980): Consta de 30 ítems que
discriminan correctamente entre los sujetos con depresión media y moderada y los sujetos no
deprimidos. El listado se pasa invitando al sujeto a que responda con qué frecuencia cree que “le
saltaron a su cabeza” alguno de esos pensamientos durante la última semana. Por tanto, evalúa la
cantidad así como el tipo de pensamientos negativos. Buen indicador para apreciar la evolución y
establecer una línea base de los pensamientos automáticos negativos.
Inventario de Pensamientos de Crandell (CCI) (Crandell y LaPointe, 1979): Mide los pensamientos
autorreferentes asociados a la depresión según la perspectiva de la teoría de Beck de la tríada cognitiva.
Rango de 34-170. Puntuación mayor de 101 es ya indicativa de pensamiento depresivo. Válida y fiable
en la práctica clínica.
Escala de actitudes disfuncionales (DAS) (Weissman y Beck, 1978): Evalúa las creencias y actitudes
más frecuentes encontradas en la depresión. La escala presenta dos formas paralelas, A y B, con 40
ítems cada una. Los ítems comprenden temas tales como atribuciones, expectativas de control,
probabilidad de que se den ciertos resultados deseados, normas de actuación perfeccionistas, normas
rígidas acerca de las cosas que podrían ocurrir e interés en los juicios de los demás. Existe un versión
reducida de 35 ítems (Burns, 1980) que es útil para confeccionar el perfil de vulnerabilidad cognitiva
que facilita el diseño específico según las distintas áreas problema (aquellas que presentan puntuaciones
negativas). La población clínica puntúa con una media de 79,33 y en depresión mayor, 96,92.
Inventario de la tríada cognitiva (CTI) (Beckham y cols., 1986): Mide las cogniciones negativas sobre
Master de Psicología Clínica en Adultos I.S.P.A.
II. Evaluación de la depresión: Entrevista, observación, autorregistros, inventarios y
32
cuestionarios
sí mismo, el mundo y el futuro. Se evalúa en 30 ítems. Los valores van de 0 a 70 para cada subescala y
de 0 a 210 para toda la escala. Cuanto más bajo es el índice obtenido, más visión negativa de esa
dimensión tiene el sujeto. Permite orientar el tratamiento hacia aquellas áreas que resulten más
problemáticas para el sujeto, y además evaluar los cambios tras la intervención.
Cuestionario de ideas irracionales (IBT) (Jones, 1969): Se basa en las ideas de Ellis. 100 ítems tipo
Likert.
Listado de creencias comunes (LCC) (Bas, 1983): Es un cuestionario modificado del anterior. Intima
relación entre los niveles de credibilidad en las ideas irracionales y la presencia de síntomas de depresión
y ansiedad.
Cuestionario de Estilo atribucional (ASQ) (Peterson y cols., 1982): Presenta 12 situaciones (6 positivas
y 6 negativas) que el sujeto debe imaginar y describir la causa de ella:
Tiene una versión ampliada, en las que se incluyen dos dimensiones más, denominadas
“responsabilidad” y “control”, que es el Cuestionario ampliado de estilo atribucional (EASQ) (Heimberg y cols.,
1987): eliminaron las situaciones positivas dado que no se había encontrado relación entre atribuciones
causales y depresión para este tipo de situaciones, así que añadieron otras 18 situaciones también
negativas, aunque el formato es el mismo del ASQ. Tiene más fiabilidad que el ASQ. También hay una
versión breve, el EASQ-S (Whitley, 1991). Hay traducciones en castellano del ASQ de Polaino y
Villamisar, 1985).
Escala de Creencias (BF) (Malouff, J.M. y Schutte, N.S., 1986): Medida de creencias irracionales más
corta que las que había hasta entonces. Rango entre 20-1000, correspondiendo las puntuaciones más
altas a una mayor incidencia de creencias irracionales. Ôtil en la práctica clínica como una medida de
creencias que debe ser motivo de discusión entre terapeuta y cliente. Limitaciones: los ítems son tan
obvios que falsearlos puede ser muy fácil, la deseabilidad social puede afectar a la puntuación si todos
los ítems están formulados en la misma dirección.
Cuestionario de Autocontrol (SCQ) (Rehm y cols., 1981): Se centra en la valoración de las actitudes y
creencias acerca del proceso de autocontrol. Está por confirmar su validez, y la sensibilidad al cambio
terapéutico son contradictorios, por lo que su utilidad clínica está por confirmar.
Autoinforme: Programa de sucesos interpersonales (IES) (Youngren, Lewinsohn y Zeiss, 1975): Evalúa la
implicación y el impacto que tienen los sucesos interpersonales en el sujeto o las cogniciones de éste
acerca de ellos. Las dos primeras escalas (actividad social y aserción) discriminan bien entre sujetos
deprimidos y no deprimidos. Ha sido utilizado como un buen predictor del resultado de la terapia y
para evaluar el grado de mejoría de los sujetos sometidos a tratamiento.
Cuestionario de Respuestas de afrontamiento (Billing y Moos, 1982): Refleja la frecuencia de uso de las
habilidades de afrontamiento. Discrimina entre depresivos y controles. Los depresivos tienen mayores
dificultades en la toma de decisiones y en emprender la acción, y sobrestiman la utilidad de la “descarga
emocional” como una estrategia de enfrentamiento, cuando en realidad es relativamente ineficaz para
alcanzar sus objetivos.
afrontamiento y, además necesita ser replicado con muestras más amplias y con sujetos con depresión
clínica.
Hemos ofrecido una serie de instrumentos que existen y nos pueden servir para evaluar
diferentes aspectos de la depresión. No obstante, hemos de señalar que en clínica no se pasan todos
siempre. Es necesario seleccionar en cada caso, en función de las características, y si existen o no otros
trastornos, aquellos instrumentos realmente necesarios, puesto que no podemos "bombardear" a
nuestro paciente deprimido con muchos cuestionarios. Téngase en cuenta que necesitaremos evaluar
otras variables clínicas relacionadas con la ansiedad, la autoestima, etc.
Puesto que la depresión suele llevar asociados otros problemas como tendencia a las
preocupaciones, ansiedad, baja autoestima, miedo a la evaluación negativa, conducta inhibida o pasiva,
etc, y puesto que muchas veces son estos déficits, junto a acontecimientos negativos, los que llevaron
a la depresión, como consecuencia de mucho tiempo manteniendo creencias y actitudes disfuncionales
para sí mismo, es muy importante evaluar tales variables. Cuando hay depresión y se comprueba que
la persona presenta dichos déficit, el psicólogo ha de trabajar no sólo con los síntomas de la depresión,
sino con aquellas conductas problema que hacen a la persona más vulnerable a la depresión y otros
trastornos emocionales y/o del comportamiento.
Inventario de Ansiedad de Beck (Beck y cols., 1988): Evalúa la intensidad de la ansiedad sin solaparse
con la evaluación de la depresión. Se suman directamente las puntuaciones de todos los ítems, de modo
que cuando esta es superior a 20 o 25, será indicativo de presencia de ansiedad patológica. Fiable y
válido. Sensible al cambio terapéutico.
Cuestionario de ansiedad Estado-Rasgo (STAI) (Spielberger y cols., 1970): Primera parte refleja cómo
se siente el individuo en el momento concreto que lo contesta (escala estado) y segunda parte cómo se
siente el individuo en general (escala rasgo). Se pasan en ese orden. Rango de 0 a 60. Breve,
psicométricamente consistente y respaldada por una amplia bibliografía de estudios que demuestran
su validez. Permite distinguir el grado en que los sujetos están afectados por problemas de ansiedad.
Escala de Autoestima (Rosenberg, 1965): Este instrumento tiene por objetivo evaluar el sentimiento
de satisfacción que una persona tiene consigo misma. El rango del instrumento es de 10 a 40, con una
mayor puntuación cuanto más alta es la autoestima. Se considera que una puntuación igual o menor a
25 indica déficit en autoestima; este déficit será mayor cuanto menor sea la puntuación en esta escala.
En nuestro centro aplicamos un programa de mejora de la autoestima cuando la puntuación es inferir
a 28.
Escala de Asertividad (RAS) (Rathus, 1973): Tiene por objetivo evaluar el comportamiento social
autoafirmativo del sujeto. El contenido de los elementos se refiere a conductas en situaciones sociales
en las que está implicada la asertividad del sujeto. La amplitud teórica de las puntuaciones es de +90 a
–90, con un punto de corte de 0 y con una puntuación positiva tanto mayor cuanto mayor es la
asertividad.
Escala de Miedo a la Evaluación Negativa (FNE) (Watson y Friend, 1969): Tiene como objetivo
evaluar el componente cognitivo de la ansiedad social y mide, el grado en que la gente experimenta
temor ante la posibilidad de ser juzgado negativamente por parte de los demás. La escala consta de 30
ítems de tipo dicotómico (“verdadero” o “falso”), con un rango de 0 a 30. El punto de corte propuesto
para discriminar entre población sana y población aquejada de ansiedad social, es de 22-24.
C. Autorregistros
significados idiosincrásicos.
� “Cómputo de pensamientos automáticos”: Para la línea base y para que el sujeto se dé
cuenta de cuando se dan. Hay que tener cuidado porque puede ocurrir que en vez de disminuir,
aumenten, con lo que el estado de ánimo empeore por tener conciencia de ellos sin tener aún
las habilidades para controlarlos.
Por su parte, los autorregistros conductuales, pueden ser utilizados para registrar actividades,
el estado de ánimo del paciente y las conductas asertivas que se le propone que realice:
� “Registro de actividades”: Sirve además de como objetivo terapéutico y línea base, para
poner a prueba pensamientos negativos como “no hago nada”, “no puedo disfrutar con
nada”. También sirve para demostrar la relación entre el estado de ánimo y el número de
actividades para superar los sentimientos de inercia del sujeto. Se registra el grado de placer al
realizar la tarea y el grado de dominio o dificultades experimentadas en ella, ambas
puntuaciones de 0 a10.
� “Registro del estado de ánimo y número de actividades”: Muestra la relación entre le nivel
de actividad y el estado de ánimo. Registra el estado de ánimo (de 0 a 10) diariamente y el
número de actividades gratificantes (de 0 a 20).
� “Registro de conductas asertivas”: Registra la conducta asertiva y también la intensidad de
la emoción de 0 a 10 asociada a ellas.
De la familia del paciente se recoge información al principio, mitad y final del tratamiento. La
familia informa acerca de las quejas emitidas por el paciente, de su comportamiento asertivo y de su
capacidad para resolver problemas, entre otras cosas. También se pueden registrar las conductas de la
familia ante los comportamientos del sujeto depresivo.
Finalmente, a la hora de utilizar los autoinformes, se deben tener en cuenta una serie de
cuestiones que son de gran importancia y que están relacionadas con el grado de gravedad de la
depresión, que puede hacer inservible la información que aportan estos instrumentos, por lo que se
recomienda siempre contrastar los datos obtenidos utilizando otras técnicas:
� En las depresiones medias y moderadas, es mejor utilizar autoinformes, ya que hacen mayor
énfasis en aspectos cognitivos (por ejemplo, el Inventario de Depresión de Beck, la lista de
adjetivos).
� Para evaluar el cambio terapéutico, es mejor utilizar el Inventario de Depresión de Beck que
el de Hamilton, porque ésta es tan sensible que podrían afectar otros factores que no dependen
de la terapia.
� Se deben combinar los autorregistros, los autoinformes, la observación y la entrevista.
Las entrevistas iniciales tenían como objetivo el de recopilar información acerca de los
problemas del paciente, de la sintomatología, así como de los antecedentes de la conducta problema y
los factores que pueden estar manteniendo el problema. A través de los cuestionarios pertinentes
obtenemos datos, no sólo de la depresión sino de otras variables clínicas como ansiedad, autoestima,
asertividad y otros factores de vulnerabilidad hacia la depresión.
Una vez que tenemos todos los datos necesitamos representarlos de una forma clara y
coherente y que refleje el modelo explicativo de la depresión y de otros problemas asociados. Esta
representación es importante tanto para el psicólogo como para que el paciente pueda comprender
mejor que es lo que le ocurre y cómo podemos ayudarle en su problemática, contando con un papel
activo por su parte. Para ello recurrimos a la técnica de análisis funcional.
Además ha de representar las relaciones teóricas entre las conductas problema. Aquí comentaremos
sólo algunas de tales relaciones: depresión y autoestima se afectan bidireccionalmente, depresión y
ansiedad suelen afectarse también mutuamente, los déficits en autoestima y los déficits en asertividad
y habilidades sociales suelen afectarse mutuamente y lo mismo entre ansiedad e insomnio, entre otros.
Esto ha de aparecer en el análisis funcional con las flechas correspondientes indicando las relaciones
correctas.
Por un lado, los clientes pueden acudir con varias conductas problema que deseen resolver,
también pueden padecer diversos síntomas de un mismo problema o cumplir criterios diagnósticos de
varios trastornos psicopatológicos. Por otro lado, suele ser muy frecuente que el terapeuta tenga que
aplicar varios programas de tratamiento, a lo que solemos referirnos en nuestro Centro como "módulos
de tratamiento", por ejemplo, entrenamiento en habilidades sociales, terapia cognitiva, técnicas de
estudio, programa de mejora de autoestima, exposición, etc. En todos estos casos es muy importante
que el terapeuta tenga claro cuál será el orden de aplicación de estos componentes y qué principios
seguirá para decidir ese orden. De las cuestiones relacionadas con el orden de aplicación de los
componentes del tratamiento, muchas veces, va a depender el éxito del mismo, la duración total del
programa, la motivación del cliente, etc.
1. Si hay problemas urgentes (deudas, estudios, problemas laborales, juicios, etc.) comenzar
abordándolos con las técnicas apropiadas. Ej. Un cliente con depresión que acude en época de
exámenes finales. Es incapaz de estudiar. Se le aplica un control de estímulos, (además de iniciar
las técnicas necesarias de mejora del estado de ánimo y la activación): Acudirá a estudiar a
nuestro centro todas las tardes. Además, reorganizamos juntos el período de exámenes y decide
a cuales se presentará (Beck, 1974).
4. Cuando la persona manifieste que cuando está más ocupada mejoran sus síntomas, comenzar
con el incremento de actividades. Del mismo modo, un cliente con depresión, que al
preguntarle cuando está, mejor dice que cuando está más ocupado, se comenzará con el
incremento de actividades desde la primera sesión con el autorregistro de actividades
planeadas/realizadas.
5. Con adultos, trabajar en la medida de lo posible sin implicación familiar o de otras personas.
A nuestro juicio, no se debe implicar a un coterapeuta por sistema (como recomiendan algunos
autores) sino sólo cuando sea necesario. La familia será llamada cuando interfiera con el
tratamiento o cuando no se pueda intervenir en algún área sin su colaboración. Cuando haya
que intervenir sobre un área urgente y sobre la que no podamos ejercer control ni confiar en
el control que pueda ejercer el cliente. Ej. En la intervención en hipocondría sólo se llama a la
familia para pedir colaboración en no reforzar las quejas y en actuar de jueces a la hora de
decidir cuándo acudir al médico. En suicidio, siempre se interviene con un coterapeuta, excepto
cuando sólo haya ideación y un riesgo mínimo de tentativa.
6. Los distintos programas de tratamiento deben aplicarse con una secuencia lógica:
� Comenzar con las técnicas que produzcan un efecto mayor y más inmediato. Ej., cuando
haya que intervenir en HHSS junto a otras áreas, comenzar por el entrenamiento en HHSS.
Un cliente con depresión moderada mejoró mucho al iniciar la intervención con
entrenamiento en HHSS más control de estímulos para incrementar la actividad física.
� No comenzar por la terapia cognitiva. Ej. En depresión, comenzar por las actividades.
(Beck, 1974).
� Aplicar en primer lugar la técnica que vaya a producir un efecto más generalizado. Ej.
registrar las quejas emitidas por el paciente, su comportamiento asertivo y su capacidad para
resolver problemas, entre otras cosas.
� Tras la evaluación hay que realizar el análisis funcional del caso, reflejando tanto el
modelo cognitivo-conductual de la depresión, como todos los antecedentes, conductas
problema y factores de mantenimiento de las mismas.
� En el diseño del tratamiento, hay que tener en cuenta el protocolo de intervención
cognitivoconductual de la depresión.
� Por último, en cualquier caso en general, el psicólogo ha de plantearse cuestiones de orden.
El CPA ha elaborado unas pautas de actuación respecto a estas cuestiones.
1. INTRODUCCIÓN
Otras veces, a la depresión se llega no por una pérdida de reforzadores, sino por un aumento
de situaciones aversivas y/o estresantes.
Pero además, en la mayor parte de los casos de depresión encontramos no sólo los síntomas
enumerados en los criterios diagnósticos del DSM-V, sino que encontramos, además, otras conductas
problema generalmente aceptadas como factores de vulnerabilidad. En el libro de Sevilla y Pastor
(1998) encontramos una breve descripción de factores predisponentes hacia la depresión, a saber:
� El estilo de vida. Como decíamos anteriormente, se comprueba que existe una relación
inversa entre número de actividades agradables y la vulnerabilidad a la depresión. Esto implica
además que cuantas menos áreas de la vida ofrezcan satisfacción a la persona, más vulnerable
será a la depresión, especialmente cuando alguna de las pocas áreas de gratificación sufre un
cambio o se convierte en aversiva.
� Estilo cognitivo. Mantener determinadas creencias disfuncionales lleva a la persona a
sentir más frustraciones a lo largo de la vida. Esto se debe a que su interpretación de los sucesos
negativos se hace a través de un hilo de razonamiento distorsionado, lo que produce los
produce los pensamientos automáticos negativos, desencadenantes últimos de las emociones
negativas.
� Deficiencias en el área social. Las personas con déficit en asertividad y habilidades
sociales suelen ser también más vulnerables a la depresión. Esto puede ocurrir por dos motivos:
1. La inhabilidad social le impide solucionar problemas con otras personas,
Master de Psicología Clínica en Adultos I.S.P.A.
46 III. Tratamiento cognitivo-conductual de la depresión
En depresión es muy frecuente encontrar pacientes que comentan no tener ganas de nada, por
lo que han dejado de realizar actividades que antes les resultaban agradables. En estos casos, es
necesario aumentar la vivencia de eventos positivos, y la mejor forma de hacerlo es a través de un
programa de actividades placenteras o agradables. A la hora de aplicar este programa, se deben seguir
Pedimos al paciente que nos haga una lista de actividades agradables. Para ello es conveniente
que el paciente se centre en cuáles eran sus preferencias y deseos antes de la depresión, y también es
necesario que tenga en cuenta su estado de ánimo actual y recurra a los recuerdos e intente imaginar
sus gustos en un futuro sin depresión. En esta lista, el paciente debe distinguir entre tres tipos
actividades:
� Actividades agradables pasadas: aquellas que hacía antes de estar deprimido y que dejó de
hacer.
� Actividades agradables presentes: aquellas que hacía antes y que todavía sigue haciendo,
aunque no le produzcan la misma satisfacción que antes.
� Actividades agradables futuras: aquellas que nunca hizo pero cree que si las hiciera le podrían
gustar.
Una vez que tenemos este listado, evaluaremos de 0-10 el nivel de esfuerzo que le requiere y el
nivel de refuerzo que le aportaría cada una de las actividades propuestas.
� Las primeras actividades serán aquellas que realiza actualmente, aunque sea de forma
esporádica y aquellas que le gustaban antes de la depresión y que dejo de hacer.
� Comenzar por aquellas actividades que supongan un menor esfuerzo y le aporten mayor
refuerzo.
cada actividad.
A la hora de aplicar esta técnica podemos encontrar algunos obstáculos, entre los que se pueden
señalar los siguientes:
En las semanas posteriores se irá realizando nuevas actividades teniendo en cuenta, del mismo
modo, el nivel de esfuerzo que irá siendo capaz de realizar y el nivel de refuerzo que se espera, le irán
produciendo. Es conveniente, que en cuanto haya mejorado un poco el estado de ánimo, se instigue a
la persona a realizar actividades que impliquen ejercicio físico. Además le recomendaremos que durante
sus interacciones sociales, no haga de su depresión el centro de atención. Para ello ha de intentar no
centrarse en su problema durante las conversaciones y que se proponga mejorar su aspecto físico.
Con la depresión, decíamos, las personas sienten apatía, desmotivación y cansancio, lo que
dificulta su implicación en actividades agradables y obligatorias. Muchas veces será suficiente el uso de
procedimientos habituales como autoinstrucciones, instigación verbal, autorregistro, explicación de la
importancia de esa conducta o el moldeamiento. Sin embargo, en algunos casos estas técnicas son
insuficientes para motivar a la persona en el programa de actividades, por lo que es necesario recurrir
a ayudas externas, hasta que sea capaz de realizarlas solo. A esto se refiere el control de estímulos.
A veces, al presentar la técnica al paciente, este puede reaccionar negándose a aceptar dichas
ayudas porque creen que se sentirán culpables de implicar a otras personas y porque les hace sentirse
débiles. Ante estas interpretaciones el psicólogo ha de aclararle las siguientes cuestiones:
� “A todas las personas, en ocasiones nos cuesta trabajo o nos es imposible realizar las cosas
que nos proponemos.”
� “Cuando cualquier persona tiene dificultades para realizar actividades es frecuente que se
ayude de algo o de alguien, que le facilite la consecución de sus objetivos.” Ej: quedar para
estudiar con un compañero, quedar para correr con un amigo, poner una cita importante a
primera hora de la mañana para obligarse a levantarse, etc.”
� “Si alguien consigue realizar una actividad, aun con una ayuda externa propia del control de
estímulos, el mérito sigue siendo de la persona, puesto ha decidido libremente utilizar el control
de estímulos para conseguir su objetivo.”
Como regla general, lo más deseable es que psicólogo no forme parte del control de estímulos.
Es decir, lo mejor sería que el paciente recurriera a personas de su vida. Sin embargo, a veces esto no
es posible por diversos motivos, en cuyo caso el psicólogo podrá ser un agente activo en el control de
estímulos. Para ello, no obstante, se han de tener en cuenta cuestiones éticas y factores que podrían
afectar negativamente la relación terapéutica.
El control de estímulos, en estos casos, se ha utilizado por tratarse de problemas urgentes que
debían resolverse en primer lugar o por tratarse de objetivos del tratamiento que el análisis funcional
del caso indicaba que de cubrirse se produciría una mejoría rápida y relevante.
El psicólogo debe estar muy atento durante toda la terapia para reforzar positivamente todas
las conductas apropiadas de los clientes o las aproximaciones sucesivas a esas conductas apropiadas.
Este reforzamiento positivo se puede hacer reforzar simplemente mostrando mucho interés mientras
nos cuenta una actividad que ha hecho durante la semana o alabando un comportamiento adaptativo
que observemos directamente. Incluso, si la conducta no se ha realizado en el período entre sesiones,
se puede reforzar el intento de realización o e hecho de haberse propuesto hacerlo aunque no lo haya
intentado.
Lewinsohn propone que se fije un límite de tres meses de duración para la terapia de modo
I.S.P.A. Master de Psicología Clínica en Adultos
Evaluación y Tratamiento de la Depresión 51
que esa perspectiva de vencimiento estimule los esfuerzos conjuntos de cliente y terapeuta. Para
aumentar la motivación del cliente también se usan otras estrategias: concertar una cita en función del
cumplimiento de una tarea, rellenar una escala de evaluación, pagar una cantidad en moneda o tener el
recurso de los amigos y de las relaciones del cliente, entre otros. Además, terapeuta y cliente fijarían
las metas a alcanzar en la terapia (Lewinsohn, Biglan y Zeis, 1976).
Paschalis y Kimmel (1974) informan de un caso de depresión crónica que mejoró gracias a los
reforzadores sociales que emitieron los familiares de la paciente. Usando técnicas de instigación,
modelado, tiempo fuera y desvanecimiento, la paciente mejoró en un plazo de dos semanas.
Liberman y Raskin (1971) describen un caso de depresión reactiva a una muerte usando a los
familiares como fuente de reforzamiento. Les enseñaron a centrar la atención y el interés en las
conductas constructivas de la paciente y a ignorar sus llantos. En una semana, la conducta depresiva
fue desplazada por la de una adaptativa ama de casa. Se retiraron las pautas de tratamiento durante
unos días y las conductas depresivas reaparecieron. Se volvió a instaurar el tratamiento y volvió a
desaparecer la depresión. Al año de seguimiento la paciente no mostraba ninguna conducta depresiva.
En estos casos, la mejoría suele iniciarse cuando el terapeuta descubre cuáles son los estímulos
y reforzadores verbales a usar en cada caso. Esto, muchas veces ocurre gracias a las visitas a domicilio.
F. Autorreforzamiento
Robinson y Lewinsohn (1973) utilizaron el principio de Premack (1959) para reforzar las
conductas verbales de baja frecuencia (conductas agresivas, afirmativas, constructivas y positivas) en
las ejecuciones dependientes de conductas verbales de alta frecuencia (conversación del depresivo).
Los resultados indicaron incrementos notables de las conductas verbales de baja frecuencia.
Otro de los problemas asociados que puede presentar una persona con depresión es estar
expuesto a grandes niveles de estrés/ansiedad. En estos casos, es necesario entrenar a nuestro paciente
en el manejo adecuado del estrés.
El Entrenamiento en Inoculación de Estrés (IE) surge a finales de los 70 con las publicaciones
de Meichenbaum. Al principio la IE nace como un tratamiento específico de las fobias centrándose en
las habilidades cognitivas y de relajación. Posteriormente la IE se aplicó a otros muchos problemas.
Tras diversas adaptaciones la IE se convirtió en un enfoque general para el abordaje de los problemas
relacionados con el estrés.
ha empleado con adultos expuestos a estrés y en grupos de profesionales como profesores y agentes
de policía. Con este enfoque también se ha logrado reducir significativamente la ira. La IE también se
ha utilizado en Psicología de la Salud en: afrontamiento del cáncer, esclerosis múltiple, dolores de
cabeza, operaciones quirúrgicas y tratamiento del dolor.
Las terapias cognitivas comparten como característica fundamental la relevancia que se da a las
cogniciones. Las cogniciones son complejos procesos mediacionales (pensamientos, creencias,
expectativas, etc) que configuran la valoración individual y subjetiva que la persona hace de los
acontecimientos de su vida (pasados, actuales o esperados en el futuro). Estas cogniciones afectan a
las emociones y al comportamiento humano.
Se puede hablar de una serie de supuestos generales que subyacen en las terapias cognitivas
(consultar la Tabla 2). Entre ellos se encuentran aquellos que afirman los datos recopilados mediante
introspección reflejan las experiencias del sujeto, del mismo modo que lo hacen los datos vinculados
a los procesos de inspección. A su vez, estos dos tipos de datos no permanecerían aislados, sino que
se combinarían dando lugar a las cogniciones que presenta el sujeto, las cuales determinan cómo evalúa
dicha persona una determinada situación.
Las terapias cognitivas, que defienden los supuestos anteriores, enfatizan una serie de aspectos
que permiten diferenciarlas de las terapias convencionales (consultar Tabla 3).
Dentro de las terapias cognitivas, se pueden distinguir dos grandes autores: Ellis, el cual
propuso la Terapia Racional Emotiva y Beck, el cual es conocido por su Terapia Cognitiva de la
Depresión:
La Terapia Racional Emotiva (TRE) de Ellis se basa en el supuesto de que los trastornos
emocionales son consecuencia de las creencias irracionales de las personas. Ellis relaciona el estímulo
ambiental o activador (A) con las consecuencias emocionales (C) a través de la creencia interviniente
(CR). Por tanto, el objetivo de su terapia es hacer que el paciente se de cuenta de sus creencias
irracionales y de las consecuencias emocionales inadecuadas de éstas.
Ellis incluso aporta una serie de creencias irracionales que supone a la base de la mayor parte
de los trastornos emocionales. Estas creencias aparecen en la Tabla 4.
El otro gran autor es Aaron Beck, creador de la Terapia Cognitiva de la Depresión, en la que
basamos el tratamiento en nuestro Centro. El modelo cognitivo de la depresión de Beck incluye tres
conceptos esenciales para explicar el sustrato psicológico de la depresión: la triada cognitiva, el modelo
de esquemas y los errores cognitivos.
La triada cognitiva. Las personas depresivas tienen una visión negativa generalizada de tres
aspectos importantes:
1. Una visión negativa de sí mismo. El paciente se ve desgraciado, torpe, con poca valía y tiende a
atribuir sus experiencias desagradables a un defecto suyo de tipo psíquico, moral o físico.
Tiende a subestimarse y a criticarse a sí mismo por sus defectos. Además asume que carece de
los atributos que considera esenciales para lograr la alegría y la felicidad en la vida.
2. Una visión negativa del mundo. Considera que el mundo le hace demandas exageradas y/o le pone
obstáculos insuperables para conseguir sus metas.
3. Una visión negativa del futuro. Anticipa que sus dificultades o sufrimientos actuales continuaran
eternamente y espera en el futuro penas, frustraciones y privaciones interminables.
Modelo de esquemas. Un esquema cognitivo es una idea general que sirve de base a nuestras
actitudes y nos sirve para localizar, diferenciar y codificar los estímulos. A través de estos esquemas
categorizamos y evaluamos las experiencias. Los esquemas permanecen latentes y se activan en
determinadas situaciones para ayudarnos a interpretarlas. Cuando los esquemas son rígidos y
disfuncionales rígidos, como ocurre en los depresivos, ocurre que las personas interpretan las
situaciones influenciados por esos esquemas.
En términos generales, el modelo cognitivo mantiene otros conceptos relacionados con las
emociones adaptativas y desadaptativas. Llamamos emociones “racionales” a aquellas que son
proporcionadas a la situación y que nos lleva a afrontar los problemas o a superar las adversidades
progresivamente. Por el contrario, las emociones “irracionales” serían aquellas que son
desproporcionadas a la situación, y nos llevan a una actitud destructiva, derrotista, que nos mantiene
sumidos en la frustración o que nos hacen complicar más los problemas. Por ejemplo, se entiende que
el enfado es racional, pero la ira, sería irracional; la tristeza es racional ante situaciones de pérdida, en
otro ejemplo, pero la depresión sería irracional. Las emociones racionales, son producidas por
pensamientos racionales y las irracionales, vienen determinadas por interpretaciones irracionales y
distorsionadas.
Dependiendo de cuál sea el trastorno, estas ideas adoptarán un contenido u otro, aunque su
estructura será parecida. Por ejemplo, en el caso de la hipocondría, podrían darse las siguientes ideas:
“cualquier síntoma o cambio corporal es señal de que tengo una enfermedad grave” o “debo estar
siempre pendiente de mi cuerpo para detectar enfermedades”.
Por tanto, desde el modelo cognitivo, el tratamiento consistiría en: cambiar los pensamientos
automáticos negativos por otros más realistas. Abordar los supuestos básicos subyacentes. Explicar las
distorsiones cognitivas y reducir su frecuencia de aparición. Es decir, el objetivo de las técnicas
cognitivas es delimitar y poner a prueba las falsas creencias y los supuestos desadaptativos específicos
del paciente. A la hora de llevar a la práctica estas ideas, se recurre a experiencias de aprendizaje, con
la intención de enseñarle al paciente a:
2. Identificar las relaciones entre cómo piensa, cómo se siente y cómo se comporta;
3. Examinar las evidencias que tiene a favor y en contra de sus pensamientos distorsionados;
4. Sustituir estas cogniciones desviadas por interpretaciones más realistas; y
5. Aprender a identificar y modificar las falsas creencias que le predisponen a distorsionar sus
experiencias.
adecuado análisis funcional, que explicaremos al paciente. Hay que informarle sobre el modelo
cognitivo, qué son los esquemas cognitivos, los errores o distorsiones cognitivas y los pensamientos
automáticos negativos. Se le explicará cómo su visión de la realidad puede estar distorsionada y que
sus pensamientos automáticos no son verdades absolutas sino interpretaciones subjetivas negativas. Se
pondrán ejemplos de estas interpretaciones erróneas y de pensamientos negativos automáticos,
asegurándonos que lo comprende (podemos ayudarnos de biblioterapia). Sirva de ejemplo de cómo
explicar al paciente la influencia de nuestras interpretaciones subjetivas (nuestros pensamientos) en
nuestras emociones y nuestra conducta, esta forma que el propio Beck ofrece en su libro Terapia
cognitiva de la depresión (Beck, A.T..; Rush, A.J.; Shaw, B. y Emery, G., 1983.).
Ejemplo:
TERAPEUTA: La manera que tienen las personas de interpretar los acontecimientos influye en sus
sentimientos y en su conducta. Por ejemplo, imaginemos a una persona que está sola por la noche y
oye un ruido en otra habitación. Si pensara "Hay un ladrón", ¿cómo cree usted que se sentiría?
PACIENTE: Muy ansioso, aterrorizado.
T: ¿Y cómo se comportaría?
Estas explicaciones se le irán progresivamente dando desde el principio, mientras se actúa con
las técnicas conductuales. Se le pedirá que realice autorregistros de pensamientos negativos cuando se
sienta mal. Esta práctica le ayudará a detectar sus pensamientos y a darse cuenta de cómo afectan a sus
emociones. Realizada esta práctica durante al menos una semana, se introducirán las distorsiones
cognitivas y se pedirá un nuevo autorregistro de pensamientos negativos, con una nueva columna
donde habrá de escribir las distorsiones que comete. Los errores cognitivos se explican en una sesión
y se le da al cliente un resumen sobre los mismos para que lo repase durante la semana. Los errores
cognitivos más frecuentes son los siguientes:
� Inferencia arbitraria. Llegar a una conclusión sin evidencia que la apoye o con evidencia
contraria.
� Abstracción selectiva. Centrarse en un detalle extraído fuera de su contexto, ignorando otras
características más relevantes de la situación y conceptualizar toda la experiencia basándose en
ese detalle.
� Generalización excesiva. Elaborar una regla general o una conclusión a partir de uno o
varios hechos aislados y aplicar el concepto a situaciones relacionadas o no relacionadas.
� Maximización y minimización. Errores cometidos al evaluar la significación o magnitud de
un evento. Son errores tan importantes que se convierten en una distorsión.
Además de estos errores cognitivos apuntados por Beck, existen otras distorsiones cognitivas:
� Lectura de la mente de los demás. Sacar conclusiones negativas sobre lo que piensan otros
sobre nosotros y sobre sus intenciones, sin pruebas que las fundamenten (No podemos leer la
mente de los demás).
� Profecía autocumplida. Está compuesta primero por otra distorsión: la predicción negativa
del futuro, es decir, predecir sucesos negativos sin pruebas para ello. Dado que la persona cree
100% esta predicción negativa, y puesto que ésta le genera malestar, ansiedad…. Tales
emociones negativas condicionarán su comportamiento y/o rendimiento, lo que hace más
probable el fracaso temido. Si se da dicho fracaso (producido por esta creencia previa, no
porque necesariamente tuviera que darse), dicha creencia se reforzará: ¿Ves? Sabía que me
ocurriría. La próxima vez no lo intento…
El abordaje de los errores se hace mediante la explicación de los mismos, el error que se comete
en cada uno y la causa de ese error. Luego se insiste en este asunto durante varias sesiones mediante
los autorregistros.
Para la explicación de las técnicas cognitivas y sus objetivos, utilizaremos la metáfora del
“científico”. El científico experimentado puede tener “ideas” sobre lo que estudia; sin embargo, no
tomará directamente estas ideas como verdades absolutas y no actuará en consecuencia con ellas hasta
asegurarse de su validez (si actuara de modo contrario, las consecuencias en la humanidad podrían ser
desastrosas). Por ejemplo, la simple creencia de un farmacéutico de que una sustancia serviría para una
determinada enfermedad, no puede ser directamente asumida como verdad, hasta no ser comprobado,
dadas las consecuencias que podría tener aplicar directamente un fármaco a la población sin haber
comprobado sus efectos. Por tanto, el científico, cuando tiene una idea, la toma como hipótesis, es
decir, una creencia que ha de poner a prueba mediante experimentos.
Si a través de dichos experimentos encuentra pruebas válidas, podrá hacer de su hipótesis una
afirmación rotunda que guiará su actuación práctica. En caso contrario, si no encuentra evidencias que
apoyen su hipótesis, o incluso, podría encontrar evidencias en contra de la misma, el científico tendrá
que desechar su idea y no actuar conforme a ella.
Bien, entendemos pues, que el proceso de razonamiento que sigue un científico, se considera
“lógico”. Utilizaremos estas ideas para el procedimiento de modificar las creencias y los pensamientos
negativos del paciente depresivo, mediante varias técnicas cognitivas que persiguen este objetivo.
Una vez que los pensamientos negativos han sido detectados mediante la entrevista,
autorregistros, BDI y Cuestionarios de Pensamientos Automáticos, se elaborará un cuadro cognitivo
del cliente. En este cuadro deben aparecer sus pensamientos clasificados, ordenados, relacionándolos
entre sí y con los supuestos básicos subyacentes (esquemas o creencias disfuncionales).
Una vez elaborado el cuadro cognitivo del paciente, prepararemos la lista de pensamientos
negativos que trataremos de modificar. Con dicha lista delante se le pide al paciente que evalúe el grado
de creencia en cada pensamiento de 0 a 10 y se anota esa evaluación junto a cada pensamiento. A partir
de ahí comienzan las sesiones de discusión socrática para las que habrá que tener en cuenta varias
cuestiones:
En la Tabla 5 se presenta la estructura básica que se suele seguir en las discusiones socráticas
de los pensamientos negativos.
� Define ese pensamiento ¿Qué significa para ti? ¿Qué quieres decir con….?
� ¿Te parece lógico ese pensamiento, en función de lo que ahora conoces sobre el
pensamiento científico?
� ¿Puede ser un continuo o sólo se puede definir en términos de todo o nada?
� ¿Estás cometiendo alguna distorsión cognitiva? ¿Cuál? ¿Por qué?
� ¿Qué evidencias tienes a favor de ese pensamiento?
� ¿Qué evidencias tienes en contra de ese pensamiento?
� ¿Se te ocurre algún pensamiento alternativo más realista?
Ejemplo básico de discusión socrática: Una chica de veinte años, con depresión, mantiene el
pensamiento Mis amigas pasan de mí.
Terapeuta: ¿Qué grado de creencia tienes en ese pensamiento, de 0 a 10?
Paciente: Pues 10
T: Bien, ¿a qué te refieres exactamente? ¿Por qué piensas eso?
P: Espera que piense… creo que inferencia arbitraria, porque no hay pruebas de mi pensamiento, ¿no?
Este ejemplo representa una forma básica de discutir un pensamiento automático, pero en la
práctica se puede profundizar un poco más añadiendo otros cuestionamientos que incluso hagan
alusión a los supuestos básicos subyacentes o creencias disfuncionales más disfuncionales, como por
ejemplo, Los amigos deben llamarnos siempre.
La insistencia en este aspecto se basa en la dificultad contrastada que los nuevos psicólogos
suelen encontrar a la hora de comprender y aplicar de forma coherente y eficaz la discusión socrática.
Tras comprobar que la discusión socrática resulta muy difícil a los nuevos psicólogos y estudiantes de
Psicología, añadiremos aquí algunas orientaciones:
� La discusión socrática no es un frío interrogatorio, sino una discusión hilada que busca
enseñar al paciente a razonar, planteándole los cuestionamientos adecuados. No se trata sólo
de “convencer” al paciente de que sus pensamientos son falsos. Por el contrario, han de
Son experimentos que se diseñan para poner a prueba un pensamiento automático negativo del cliente o el
supuesto básico subyacente. El pensamiento negativo se plantearía como hipótesis a comprobar para ver si se puede falsar.
Ejemplo 1: Una chica dice que todos van a pensar que es una cualquiera porque ha tenido relaciones
con tres chicos en un plazo de 6 meses. Se le puede presentar una grabación en la que hemos
entrevistado a chicos de su edad preguntándoles ¿qué piensas de una chica que mantenga relaciones
con tres chicos en un plazo de seis meses?
Ejemplo 2: Una chica que afirma que no puede ser feliz si está sola:
T: “En esa semana que vas a estar sola, vamos a comprobar si vas a ser capaz o no de ser feliz.
Intenta poner a prueba ese pensamiento diseñando actividades durante esa semana con el objetivo de
divertirte y pasártelo bien.”
P: “No creo que pueda hacer nada. Ese sitio es muy aburrido y no hay nada que hacer.”
T: “Toma esta lista de 320 actividades agradables y elige de ahí todas las que quieras, a ver si eres
capaz de hacerlas todas.”
Luego se insiste en este asunto durante varias sesiones mediante los autorregistros.
C. Reatribución de la culpa
La técnica de reatribución se utiliza cuando el paciente atribuye, de una forma muy poco realista,
sucesos negativos de su alrededor o resultados negativos en algún área de su vida, a un déficit
personal, como la falta de esfuerzo o de capacidad. Ambos, paciente y terapeuta, revisarán los
acontecimientos relevantes y aplicarán leyes lógicas a la información disponible, con el objetivo de
1. Revisando los “hechos” que dieron lugar a la autocrítica. Fórmula: ¿Qué evidencias tienes
que apoyen ese pensamiento?
2. Mostrando los distintos criterios existentes para atribuir la responsabilidad que el paciente
aplica a su propia conducta y demostrando cómo podrían haber sido aplicados a la conducta
de otra persona. Fórmula: ¿Aplicarías las mismas reglas de conducta si fuera otra persona la
que hubiera actuado como tú lo hiciste?
3. Poniendo en duda la creencia de que el paciente es 100% responsable de cualquier
consecuencia negativa. Fórmula: ¿Por qué eres responsable de (por ejemplo, de la muerte de
tu marido)?
D. Resolución de problemas
A. Insomnio
El sueño se puede ver afectado por la depresión. Entre los factores implicados en la producción
del insomnio encontramos factores fisiológicos (activación o alteraciones), factores psicológicos como
la presencia de pensamientos negativos, depresivos o ansiógenos, incluso sobre el hecho de no poder
dormir, y la hipervigilancia que se produce por todo ello.
Control de estímulos
Esta técnica está muy relacionada con la anterior. Realmente consiste en el control de la
estimulación ambiental para que las condiciones favorezcan el sueño e vez del insomnio. A la hora de
aplicar esta técnica al tratamiento del insomnio, se deben seguir las siguientes directrices:
Intención paradójica
En estos casos, en los que otras técnicas no hayan funcionado, podemos probar la intención
paradójica. Ésta tiene como fundamento que si la persona, en vez de intentar evitar su problema, lo
que hace es intentar producírselo voluntariamente, de forma paradójica observa que el resultado es la
eliminación de su problema. Por ejemplo, cuando la persona tiene ansiedad, a veces, la propia
autoobservación y temor ante la ansiedad, activa ya el mecanismo de la ansiedad. Si la persona trata de
ponerse nervioso, voluntariamente, no lo consigue. En el insomnio, la intención paradójica consiste
en pedirle que se proponga como objetivo no quedarse dormido. Es decir, como si de un reto se
tratara, se esforzará por permanecer despierto el máximo número de horas durante la noche.
Esta propuesta, puede sorprenderle al paciente, por lo que es necesario explicarle que es una
técnica eficaz, comunicándole que la intención paradójica tiene sus fundamentos bien asentados. Si el
cliente lo intenta, verá que cuando se propone no dormir como obligación, en vez de luchar contra el
insomnio, empezará a sentir sueño y le resultará cada vez más difícil mantenerse despierto. Esto hará
que sin querer se quede dormido. Este mismo fenómeno suele producirse también en la técnica de la
“hora de preocuparse”.
Una revisión de los casos de depresión y ansiedad tratados en nuestro centro durante el último
año revela que casi todos los casos tratados con las pautas higiénicas de sueño mejoraron
significativamente o eliminaron totalmente el insomnio en las dos primeras semanas de tratamiento,.
Sólo en algún caso fue necesario aplicar la intención paradójica.
B. Suicidio
C. Ansiedad
La ansiedad se evaluará por los procedimientos habituales. En caso de encontrarse niveles altos
de ansiedad se evaluará mediante la técnica de autorregistro para intentar conocer las variables que
afectan a la ansiedad: reducen o elevan. Estas circunstancias se pueden utilizar para diseñar el abordaje
de la ansiedad.
Muchas veces la ansiedad, en la depresión y en otros trastornos, está producida por la presencia
de preocupaciones excesivas (rumiaciones) sobre temas de la vida cotidiana. El cuestionario PSWQ
nos da información de un estilo cognitivo de tendencia a las preocupaciones. Si confirmamos que en
un caso existen tales preocupaciones excesivas, que generan ansiedad y afectan negativamente a la
atención, concentración y realización de tareas del paciente, se explicará y recomendará la técnica
conocida como la hora de preocuparse.
Las personas necesitamos pensar en nuestros problemas como forma de adaptación y solución
de dichos problemas, por lo que si nos proponemos simplemente “no pensar”, esta intención resulta
muy difícil o imposible. Generalmente, más que no pensar, se trata de pensar racionalmente y un
momento adecuado. Para ello necesitamos entrenarnos en esta tarea y una buena técnica es la hora de
preocuparse. Se trata de elegir una hora al día, tranquila, en la que la persona no deba prestar atención
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72 III. Tratamiento cognitivo-conductual de la depresión
a ninguna tarea, obligatoria o de ocio, y pueda permanecer a solas para pensar y preocuparse por sus
problemas. Esta hora de preocuparse se elegirá en función de las actividades diarias y el horario de
cada paciente, en particular, no pudiendo ser en el momento de acostarse.
Una vez elegida esa hora de preocuparse (por ejemplo, de 8 a 9) se la dará a la persona la
siguiente instrucción: Bien, ya tenemos tu hora de preocuparte. Lo que has de tener en cuenta ahora
es que si ti pillas a ti mismo preocupándote o pensando en problemas en cualquier otro momento del
día, has de decirte, Paco (es recomendable que utilice su propio nombre, a modo de autoinstrucción)
ahora no es el momento de pensar en eso. Tu hora de preocuparte es de 8 a 9, así que ahora deja de
darle vueltas a la cabeza y concéntrate en lo que estás haciendo.
El objetivo no es que el primer día consiga ya controlar sus preocupaciones, aunque es esto es
posible, sino que vaya adquiriendo esta habilidad progresivamente con la práctica diaria. Esta técnica
tiene bastante de intención paradójica, puesto que bien practicada, no sólo produce un alivio de
preocupaciones y ansiedad durante el resto del día, sino que, lo que suele ocurrir es que cuando la
persona intenta preocuparse en su hora, ya no puede hacerlo e incluso en ese momento, no ve los
problemas con la misma magnitud como cuando le venían a la mente antes en forma de rumiaciones.
Los pacientes suelen comentar sorprendidos al psicólogo en la siguiente sesión: La técnica me ha
servido en parte, en lo del todo el día. Pero en lo de preocuparme a cuando llega mi hora no me ha
salido. ¡Es que no consigo preocuparte cuando me toca!. A lo que el psicólogo, tranquilamente
responde, que no se preocupe, porque eso no es ningún problema. Aquí llamaremos la atención sobre
el hecho de que es recomendable que el psicólogo no advierta previamente de este objetivo de la
técnica, es decir, de la intención paradójica, puesto que se constata que es más eficaz cuando el paciente
no sabe nada previamente sobre este fenómeno.
Otras técnicas que se recomiendan para reducir ansiedad son: deporte, saltar, botar una pelota,
realizar un movimiento repetitivo, relajación, etc. (se tendrá en cuenta el estado depresivo del paciente
para recomendar o no determinadas técnicas y en qué momento del tratamiento).
D. Culpabilidad
E. Tristeza
Una de las técnicas que se aplican para reducir la tristeza consiste en inducir sentimientos de
autocompasión. Se suele hacer con clientes que tienen tristeza pero son incapaces de llorar. Se puede
hacer contándole al cliente un caso similar al suyo o haciendo un role-play. También se puede usar la
autorrevelación para inducir al cliente a llorar.
La cólera inducida es otro procedimiento que se utiliza para reducir la tristeza. El objetivo es
que el cliente aprenda a utilizar esta técnica en consulta y entre sesiones. Hay que tener la precaución
de que el cliente no se sienta culpable por la ira y se ponga más triste.
La distracción puede ser utilizada para reducir todos los sentimientos dolorosos del cliente. Se
pide al cliente que evalúe su nivel de tristeza. Luego se le pide que se concentre en cualquier objeto de
la sala. Se le vuelve a pedir que evalúe su nivel de tristeza. Si tenemos éxito, le pedimos al cliente que
practique la distracción entre sesiones. Actividades que puede usar para distraerse son: dar un paseo,
leer, conversar con alguien, llamar por teléfono, contemplar un paisaje, etc. También se usa el intentar
incrementar la información recibida por todas las modalidades sensoriales. O las imágenes visuales
positivas o agradables. Esta técnica no se recomienda en los depresivos más graves porque pueden
visualizar imágenes negativas.
El humor también puede utilizarse para distraer los sentimientos de tristeza. Se instruiría al
paciente para que viera el lado humorístico de las cosas.
F. Expresiones de disforia
Los pacientes que hablan mucho sobre sus sentimientos de disforia reciben atención social,
pero, sobre todo, se centran innecesariamente en sus sentimientos de tristeza. Además, en algunas
ocasiones pueden llegar a recibir rechazo social al estar constantemente hablando de aspectos
negativos. Se les puede pedir que registren el tiempo que pasan hablando de sus sentimientos y, a
continuación, que restrinjan sus manifestaciones de infelicidad.
Otras veces se recomienda la técnica de la hora de sentirse mal, por ejemplo a las 20h. El efecto
que se suele producir es que los pacientes esperan hasta esa hora para sentirse mal y muchas veces,
llegada esa hora, al intentar sentirse mal no lo consiguen.
También se enseña a los pacientes a aguantar los sentimientos de disforia. En lugar de decirse:
“no soy capaz de soportarlo” se le pide al paciente que se diga: “Soy lo bastante fuerte para aguantarlo”
“A ver cuanto tiempo soy capaz de soportarlo”. Con práctica, las personas aprenden a aumentar su
tolerancia al malestar.
Cuando los pacientes experimentan disforia a una determinada hora del día se les pide que
diseñen un programa de actividades distractoras para aplicar a esa hora.
G. Vergüenza
Ausencia de motivación del paciente pues aunque sabe lo que tiene que hacer no siente la
motivación o el impulso para hacerlo. Las actividades se plantean como experimentos y se abordan las
cogniciones erróneas relacionadas con esas actividades. A los clientes con problemas motivacionales
graves les va bien el método de autoinstrucciones de Low y cols. (1950): “piernas moveos” “llegad al
suelo”, etc.
I. Déficit en autoestima
Además, la biblioterapia anima al paciente en el sentido de cambiar sus creencias: “soy un bicho raro”,
“esto sólo me pasa a mí”, “nadie me entiende” o “esto no tiene solución”.
Además, la autoestima influye en y se ve influida por otras conductas problema, como el déficit
en asertividad y habilidades sociales o los síntomas de ansiedad.
La autoestima, se desarrolla desde los primeros años de vida y está muy influida por los estilos
de educación y disciplina empleados por los padres, experiencias sociales y/o interpersonales durante
la infancia, adolescencia y juventud, éxito/fracaso en las áreas importantes de la vida, etc. Se traduce,
con el tiempo, en esquemas cognitivos sobre la valía personal, autoeficacia percibida, motivación de
logro, etc., así como diálogos internos basados en la autocrítica continua. Esta crítica patológica afecta
al estado de ánimo y a la conducta del individuo, provocando generalmente depresión e inhibición
conductual.
Normalmente, este módulo de tratamiento llega a coincidir con la terapia cognitiva en general,
lo que hace que ambos módulos se refuercen mutuamente. Lo mismo ocurre en casos donde se ha de
aplicar un programa en asertividad y habilidades sociales.
Diversos estudios controlados concluyen que la terapia cognitiva de Beck es más eficaz que la
terapia farmacológica en el tratamiento de la depresión leve y moderada de pacientes ambulatorios. La
mayor eficacia de la terapia cognitiva se concluye al encontrarse que, en comparación con la terapia
farmacológica, los sujetos tratados obtienen una mayor tasa de mejoría de los síntomas, menor tasa de
recaídas a los 6 meses y al año y menor tasa de abandonos. También se ha encontrado que la adicción
de fármacos antidepresivos como la amitriptilina no aporta ningún beneficio a la efectividad de la
terapia cognitiva. No obstante lo anterior, concluimos:
no está ajustado actualmente, quizá puede ser necesario en algunos casos, derivar al paciente al
médico que le atendió para que valore la necesidad de revisar la medicación y reajustarla al
momento y sintomatología actual, en casos de depresión moderada y grave.
� Aunque no se ha encontrado que la terapia farmacológica añada ningún beneficio al
tratamiento cognitivo-conductual, tampoco se ha encontrado que interfiera con su efectividad
por lo que el psicólogo no debe ser un defensor a ultranza de las técnicas cognitivo-
conductuales, en perjuicio del tratamiento farmacológico que ya esté siendo administrado. No
obstante, sí hay evidencias de que cuando se combinan fármacos y terapia conductual, es menos
probable que los clientes atribuyan el éxito a sí mismos y a la terapia conductual.
� El psicólogo no puede ni recetar ni aconsejar a un cliente que deje la medicación. En
caso de que lo crea conveniente, deberá emitir un informe al psiquiatra o médico pidiéndole
que ponga o retire la medicación (lo que siempre es conveniente hacer de forma respetuosa).
Ej. Por lo que si Vd. lo considera conveniente le pido que inicie la retirada gradual de la
medicación.
En este punto, haremos mención a una de las aportaciones actuales de psicólogos reconocidos
al debate sobre la necesidad general de medicación en la depresión, tal como parece haberse extendido
en los últimos años (con la consecuente nueva problemática de la adicción a los fármacos ansiolíticos
y antidepresivos tan conocida en la actualidad).
Los autores pro-desmedicalización plantean que los criterios para considerar la mejoría en la
depresión, deberían ser los logros conseguidos en el afrontamiento de las circunstancias vitales, la
mejora de habilidades y de autoestima y la adquisición de una forma de pensar más adaptativo, frente
a la idea de erradicar superficial los síntomas, con medicamentos. En consonancia con esta idea se
plantea que las causas de la depresión deberían de buscarse en el ámbito de las relaciones
interpersonales y no en un mero conjunto de transmisiones neuronales.
muestre su ira o distraiga su atención, con la intención de tratar sus sentimientos de tristeza.
� Expresiones de disforia: se le fija una hora en la que el paciente se puede sentir mal,
se le dotan de verbalizaciones que permitan contrarrestar su disforia o se le asignan
actividades distractoras, con la intención de atenuar su tendencia a centrarse en sus
sensaciones de malestar o abatimiento.
� Déficit de autoestima: se trata de modificar aquellas creencias que tienen un
contenido de autocrítica patológica, recurriendo principalmente a la biblioterapia.
� Otros problemas que se pueden dar son los de ansiedad, vergüenza, perdida de la
motivación positiva o la ideación suicida.
� Como recomendación general, en depresiones leves y moderadas, no ha de ser
necesario un tratamiento farmacológico que acompañe al tratamiento psicológico cognitivo-
conductual. Si puede estimarse necesaria en depresiones graves, sobre todo, si existe ideación
suicida o intento de suicidio.
1. INTRODUCCIÓN AL SUICIDIO
Existe una estrecha relación entre la depresión y el suicidio, tal como muestran múltiples
estudios epidemiológicos. Estos estudios encuentran que del 90 a 100% de las personas que acaban
suicidándose, presentan trastornos psicopatológicos como la depresión, el alcoholísmo o la
esquizofrenia (Rich et al, 1986). Este dato es bastante revelador, si se tiene en cuenta que el suicidio
ocupa entre la 9ª o 10ª causa de mortalidad.
Entre los pacientes psiquiátricos, ya se ha comentado que el 10% de los que mueren, lo hacen
debido a que acaban suicidándose. Estas tasas de suicidio, según Ramos y Cordero (1989) han ido
incrementándose progresivamente, y así, del total de pacientes psiquiátricos, el 4,75% acaban
suicidándose (Tanney, 1992). Otros factores de riesgo o predictores de suicidio son los siguientes:
♣ No tener pareja
♣ Familia desintegrada
Existen diferentes trabajos que apuntan a que la presencia de depresión junto a otros trastornos
psicológicos como Trastorno Antisocial de la Personalidad, abuso de sustancias o personalidad
bordeline, incrementan el riesgo de suicidio (Blumenthal, 1988). En el caso del trastorno de
personalidad bordeline, no sólo aumenta el riesgo, sino también el número de tentativas de suicidio y
la letalidad con la que se ejecutan las mismas (Corbit et al, 1996).
Culturalmente se mantienen unas creencias erróneas acerca del suicidio que pueden afectar al
incremento de la probabilidad de que éste se produzca. El psicólogo ha de informar a la familia del
paciente sobre tales creencias o mitos, aportándole la realidad empírica. Algunas de estos mitos son:
Mito 1: Preguntar por la ideación suicida aumenta el riego de que éste se cometa. Realidad: Hablarle
abiertamente de su ideación suicida no aumenta la probabilidad de suicidio. Por el contrario puede
disminuirla ya que nos facilita la intervención temprana.
Mito 2: Si alguien dice que quiere suicidarse, entonces se puede estar seguro de que no lo hará.
Realidad: 8 de cada 10 personas que se han suicidado, habían expresado sus intenciones.
Mito 4. La mejora que sigue a un intento fallido de suicidio o al inicio de un tratamiento psicológico,
permiten hablar de que el riesgo de suicidio disminuye.
Realidad: Una gran parte de los suicidios ocurren en los dos meses posteriores al comienzo de la mejora
por el tratamiento, cuando el individuo tiene energía suficiente para llevar a cabo su intento. Hemos
de estar atentos a esos momentos procurando que nunca esté solo, especialmente los fines de semana
fuera del hospital o cuando los pacientes no tienen tareas de las que ocuparse necesariamente.
Este proceso, según Clark y Fawcett (1992) permite clasificar a los sujetos según el riesgo de
suicidio. Así, los que no tienen ideación suicida o los de ideación pasiva presentan el riesgo más bajo.
Los que tienen ideación activa presentan un riesgo elevado y los que piensan en un método son los
que tienen el mayor riesgo, por eso es necesario averiguar la accesibilidad a los métodos descritos por
el cliente.
También hay que indagar sobre actos suicidas anteriores, las razones que llevaron a ellos y las
consecuencias. Además, habrá que entrevistar a los familiares para detectar expresiones verbales o
conductas que puedan estar relacionadas con un acto suicida (comprar armas, hacer preparativos para
marcharse, repartir los bienes, despedirse, etc.).
Cuando la entrevista se realiza tras un acto suicida se podrá valorar la ideación suicida con datos
objetivos y subjetivos (Hawton y Catalán, 1990):
Los datos subjetivos son los que se obtienen a partir del mismo sujeto suicida:
� Expectativa de letalidad que presentaba el sujeto suicida.
� Si quería matarse.
� Si estaba dispuesto a hacerlo.
� Si eligió un método violento (que se asocian a intencionalidad letal).
� Si percibía el acto realizado como irremediable.
� El tiempo que dedicó a planificarlo.
Los datos objetivos son aquellos que han sido comprobados por otras personas:
� El grado de aislamiento del sujeto durante el acto y tras el mismo.
� La utilización de precauciones para no ser descubierto.
� Los intentos de obtención de ayuda.
� Si llevó a cabo medidas que implicaban ausentarse para siempre.
� La comunicación de sus intenciones a otros.
� La “finalidad” implícita del acto suicida respecto al ambiente.
Hay que tener en cuenta que los pacientes que han llevado a cabo un intento de suicidio
presentan un alto riesgo de llevar un nuevo intento en los meses posteriores (Hawton y Catalán, 1990).
¿Qué te gustaría conseguir en el futuro? ¿Qué perspectivas le ves a tu futuro? ¿Qué ilusiones o
proyectos tienes?
¿Desearías no vivir?
¿Deseas estar muerta?
¿Deseas morir? ¿Tienes algún pensamiento acerca de morirte o matarte?
¿Quieres matarte?
¿Has planificado o pensado cómo quitarte la vida?
¿Has intentado suicidarte? ¿Me lo podrías contar?
¿Has pensado suicidarte en el futuro o más adelante?
¿Tienes algún plan para matarte? ¿Cómo lo harías? ¿Qué razones tienes para ello?
El terapeuta debe darse cuenta de que, según las premisas del paciente, la tendencia al suicidio no es
tan “descabellada”, más bien parece una deducción lógica a partir de tales premisas.
Escala de Desesperanza (HS) (Beck y cols., 1974). Predice mejor el riesgo de suicidio que las escalas
que lo evalúan directamente. La desesperanza es el mejor predictor de la conducta suicida. Una
puntuación alta indica alta intencionalidad suicida. Es muy fácil y corta de pasar (unos minutos). El
inconveniente es que presenta muchos falsos positivos. Esta escala presenta múltiples ítems que
pueden servir como punto de partida para abordar la visión negativa del futuro por parte del paciente.
Es importante un análisis de los ítems del cuestionario.20 ítems de V/F; rango de 0 a 20. Una
puntuación de 9 o más predice un 90% de los suicidios reales. En clínica tomaremos como indicativo
de riesgo de suicidio una puntuación mayor o igual a 11. Esta puntuación se obtiene dando un punto
cuando coincidan con las claves de corrección (ver tabla 2) y sumándolo al final.
1 – F 6 – F 11 – V 16 – V 2 – V 7 – V 12 – V 17 – V 3
– F 8 – F 13 – F 18 – V 4 – V 9 – V 14 – V 19 – F 5 –
F 10 – F 15 – F 20 – V
Index of Potential Suicide (Zung, 1974). Se ha utilizado para clasificar a los sujetos en:
“preocupados”, “amenazas de suicidio” y “posibles tentativas de suicidio”. A más puntuación, mayor
riesgo.
Escala de Potencialidad Suicida del Centro de Prevención del Suicidio de Los Angeles (Tabachnick y Farberow,
1969). Está basada en la experiencia clínica con sujetos suicidas y diferencia, a los sujetos que cometen
suicidio de los que no lo consuman.
Escala Objetiva de Letalidad de Pokorny (1974). Se diseñó para medir el potencial autodestructivo
de una persona en situaciones de suicidio, tentativa o ideación en función de cinco dimensiones: certeza
del evaluador, letalidad del acto, intencionalidad de morir, circunstancias atenuantes de la letalidad,
método empleado.
Escala de Ideación Suicida (SSI) (Beck et al., 1974). Consta de 19 ítems que se aplican de forma
semiestructurada. Se cetra en los pensamientos sobre el suicidio para cuantificar su gravedad. Puede
usarse de forma cualiativa para estudiar la planificación suicida.
Escala de Intencionalidad Suicida (SIS) de (Beck et al., 1974). Se usa para ponderar la ideación suicida
(seriedad o intensidad del deseo de acabar con la propia vida), mediante la evaluación del acto suicida.
Tiene dos partes: una en la que se valoran las circunstancias en que se realizó la tentativa (objetiva) y
otra en la que se valoran los pensamientos y expectativas del paciente durante el acto (subjetiva). Tiene
otros cinco ítems que no puntúan en la escala relacionados con la tentativa.
Cuestionario de creencias actitudinales sobre el comportamiento suicida (CCCS- 18) (Ruiz Hernández,
Navarro-Ruiz, Torrente Hernández y Rodríguez González, 2006)
La conclusión de diversos autores respecto al uso de estas escalas es que no logran predecir el
suicidio y que deben usarse para complementar la valoración clínica del psicólogo que sigue siendo el
método de evaluación más recomendable.
Cuando los resultados de la evaluación indiquen alto riesgo de conductas suicidas, el terapeuta
habrá de tomar una serie de medidas en función del riesgo de suicidio.
En estos casos, suele ocurrir que es imposible aplicar la de control de estímulos o bien los
resultados que se pueden obtener con su uso, no son los que se requieren por la urgencia de la situación.
Por tanto, el psicólogo tendrá que conseguir que el paciente sea hospitalizado con carácter de urgencia.
Esto lo hará redactando un informe en el que quede claro el alto riesgo de suicidio y la imposibilidad
de impedir el mismo en régimen ambulatorio.
Lo ideal sería que el paciente acudiera a urgencias acompañado por el psicólogo y un familiar.
Si el paciente se niega al ingreso habrá que explicarle la conveniencia del mismo e instigarle para ello
o, incluso presionar de alguna manera. Si estos procedimientos son infructuosos, se puede intentar
llegar al acuerdo de acudir a urgencias, explicar la situación y dejar que sea el médico quien decida. Si
este procedimiento no funciona hay que instaurar un sistema de control de estímulos seguro de manera
temporal mientras se consigue el ingreso por otros medios. Si de esta forma tampoco conseguimos el
ingreso se debe actuar de forma ambulatoria con las técnicas habituales de intervención en suicidio.
En casos en los que la vida del cliente no corre peligro porque la ideación suicida no es muy
grave o porque se puede aplicar un sistema de control de estímulos apropiado, se iniciaría la terapia
cognitivo-conductual ambulatoria.
Se deben tomar todas las medidas que sean necesarias para evitar que el paciente se suicide y
para garantizar tanto que va a seguir el tratamiento como que se va a implicar activamente en él. Entre
estas medidas están las siguientes:
disminuir sus niveles de depresión y ansiedad, ya que normalmente si hay ideación suicida, se
tratará de una depresión modera-grave.
3. Controlar cualquier tentativa de suicidio, tanto dentro como fuera de la consulta. Para ello el
psicólogo debe contar con la colaboración de un familiar o en caso contrario deberá
personarse en el domicilio del paciente. Sea como fuere, es necesario eliminar cualquier tipo
de medio que le facilite cometer el acto suicida. Algunas de estas medidas son las siguientes:
También el psicólogo debe darle la paciente una tarjeta en la que aparezca el número de
teléfono de urgencias, al que podrá llamar en caso de sentirse mal o cuando comience a pensar en
suicidarse.
4. Al despedirse del cliente, es necesario conseguir algún tipo de compromiso para que acuda a la
siguiente sesión. Para ello se le puede decir: “Ese tema quiero que lo estudiemos con detalle en
la próxima sesión, el miércoles que viene”; o bien “te espero el viernes a la misma hora”.
Con el paciente suicida siempre hay que tener en cuenta las siguientes cuestiones:
� La empatía y la aceptación incondicional deben cuidarse más que en ningún otro caso.
� El cliente no debe percibir en ningún momento que intentas convencerlo de que no se
suicide.
� No se debe mostrar una actitud crítica hacia el suicida, ni sermonearle o aconsejarle.
Una de las primeras técnicas cognitivas que se utilizan consiste en entrevistar al paciente
preguntándole sobre cuáles son sus problemas actuales intentando de manera sutil desdramatizarlos
ó transmitir alguna esperanza sobre su solución. La simple visión racional de esos problemas
contribuirá a ello. Se debe preguntar al paciente sobre cómo piensa resolverlos o afrontarlos, usando
la ocasión para provocar una visión de afrontamiento o resolución mediante instigación verbal,
moldeamiento de la conducta verbal y refuerzo positivo. Otra técnica consiste en pedirle que realice
un listado sobre las “razones para morir/razones para vivir.”
Habrá que reforzar el contacto con la realidad del cliente y el autoconcepto positivo. Hacer que
el paciente se interese en la comprensión del problema y en el modo de enfrentarse a él. Se trata de
que proponga soluciones al problema, de que elimine el suicidio como solución.
Además habrá que modificar o neutralizar (de existir) el pensamiento absolutista del paciente.
Hay que hacer que se vea a sí mismo, el futuro y sus experiencias en términos cuantitativos.
Recordamos que este tema era una puntualización concreta sobre el suicidio. El alumno ha de
entender que una vez tratado el tema del suicidio, se procederá con el protocolo habitual de evaluación
y tratamiento de la depresión, previamente comentado.
� Existe una estrecha relación entre depresión y suicidio, dado que es de especial
relevancia al ser el suicidio una de las principales causas de muerte en la sociedad. Esta tasa
aumenta en pacientes psiquiátricos y cuando estas presentes ciertos factores de riesgo.
� Existen diferentes creencias erróneas acerca de la depresión que deben ser conocidas
por el psicólogo para poder responder a ellas de una forma eficaz.
La fase de evaluación se realiza generalmente durante tres sesiones, la primera de ellas suele durar
entre 1,5 y 2 horas. Después de esas sesiones se elabora el análisis funcional del caso según el modelo
de CPA y se lleva a cabo una reunión de análisis de casos, con el equipo de psicólogos, con una
propuesta de intervención. No obstante, el tratamiento comienza en la mayoría de los casos en la
primera sesión de evaluación, por lo que el psicólogo ha de estar suficientemente preparado para tomar
decisiones ya en esa primera sesión. La fase de evaluación y las técnicas que se suelen utilizar están
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102
2. ANÍLISIS FUNCIONAL
El análisis funcional es una técnica procedente del modelo conductista skineriano que ha sido
desarrollada principalmente por Haynes.
Aunque existen varias formas de elaborar un análisis funcional, en nuestro centro usamos un
Modelo Integrador de Análisis Funcional que se diferencia del de Haynes y del modelo usado por los
defensores del interconductismo.
El Análisis Funcional que aplicamos en Depresión suele incluir como antecedentes de las
conductas depresivas las distorsiones cognitivas, esquemas disfuncionales, sucesos estresantes y
pensamientos automáticos negativos. Además, se incluyen los antecedentes observados mediante las
técnicas de evaluación. Aquí sólo recordaremos que el análisis funcional ha de reflejar las conductas
problema, sus antecedentes y consecuentes, pero reflejando el modelo explicativo del trastorno en
cuestión y del modelo cognitivo conductual. En términos generales, el modelo cognitivo-conductual
El número de sesiones es orientativo; variará en función de la gravedad del caso, del número
de conductas problema asociadas y otras variables de la vida del paciente (si trabaja o no, si vive
solo o con familia, si la familia colabora o no, etc.).
PRIMERA SESIÓN
� Entrevista inicial de Evaluación de depresión del C.P.A. (si se dan conductas
� suicidas – Protocolo de intervención en suicidio).
SEGUNDA SESIÓN
TERCERA SESIÓN
� Continúa evaluación si no se ha terminado.
�
Revisión del programa de actividades agradables y propuesta de alguna actividad
SEXTA SESIÓN
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Nombre:
Edad:
Estado civil:
Situación familiar, con quién convive:
Estudios/trabajo:
¿Cuándo ha empeorado?
Tratamientos previos: psicológicos, psiquiátricos o médicos. ¿Cómo han ido? ¿Por qué los dejó?
¿Tiene pensamientos negativos? Sí/no ¿Durante cuánto tiempo? ¿Sobre qué temas?
¿En qué situaciones?
¿Tiene alguna idea de por qué le pasa esto? (Hipótesis explicativa) ¿sabría explicar lo que le ocurre y
por qué cree que se mantiene el problema?
¿Qué expectativas tiene hacia el tratamiento? ¿Cómo cree que le puede ayudar un psicólogo?
¿Qué amigos tiene? ¿qué actividades realiza con ellos? ¿con qué frecuencia?.
Ejemplo 2:
DIARIO DE SUEÑO
Ejemplo 3:
Centro de Psicología ALBORAN Nombre: C/ Pedro A. de Alarcón, 41 3ª G Tlf. 958265016
Pensamientos[¿Qué Sentimientos
Situación[¿Dónde Conducta[Actitud
me digo ante yemociones[¿Cómo
Fecha yhora estoy? ¿Conquién? tomo, ¿quéhago an
lasituación, ¿qué me siento?]
¿Qué ocurre? Etc.] situación?]
pienso?]
Ejemplo 4:
Centro de PsicologíaALBORANNombre:
C/ Pedro A. de Alarcón, 41 3ª G Tlf.
958-265016-265016
Fecha Sentimientos
Situación Pensamientos Conducta Consec
yhora yemociones
Ejemplo 5
PensamientoAutomáticoGrado Pensamientoalternativ
Errorescognitivos Discusión Socrática
de creencia(0-10) de creencia(0-10
APÉNDICE C.
El caso que se describe en el análisis funcional reflejado en la figura anterior se corresponde con el de
una mujer 55 años, de nivel socioeconómico alto que acude a nuestra consulta presentando un cuadro
de depresión moderada, como consecuencia de su separación matrimonial, ocurrida siete meses antes.
Tiene dos hijos, uno de ellos ya casado.
� Depresión postparto hace 28 años cuando tuvo su primer hijo que duró durante
prácticamente los seis primeros meses de vida del bebé.
� Muerte de su padre, con quien estaba muy unida, hace seis años, por la que desarrolló duelo
patológico que le duró unos dos años.
Esta mujer tenía desde siempre entre sus valores más preciados el esquema de familia unida y
esto era lo más importante de su proyecto de vida. La separación matrimonial y el abandono por parte
de su marido, antecedente desencadenante de esta depresión actual, supone el derrumbe de todos los
esquemas de vida. Este suceso vital implica, a su forma de ver, diferentes consecuencias: su fracaso
como persona, como mujer y como madre, puesto que se siente culpable de la separación. Además, la
subsecuente disminución de relaciones y actividades sociales, puesto que éstas, durante toda su vida,
eran compartidas con el marido. Por todo esto, la paciente no ve ya sentido a su vida, por lo que tiene
ideación suicida. Otros problemas, además de los síntomas característicos de la depresión grave que
presenta son: preocupación excesiva por su situación actual y futura, altos niveles de ansiedad,
insomnio, baja autoestima, déficit en asertividad y HH.SS y déficit en resolución de problemas. Ha
dejado de hacer actividades agradables, de ver a familiares y amigos, ha abandonado las tareas del hogar
y a penas se levanta de la cama.
Ante el estado actual de esta paciente, sus hijos están muy pendientes de ella, lo que, sin
embargo, está produciendo malestar en sus vidas: ella continuamente les llama, les llora, les pide que
estén con ella y tienen que hacer muchas cosas por ella.
Entre sus pensamientos negativos encontramos: Nada merece la pena, La vida está vacía para
mí, Me he quedado totalmente sola y sin nada, Mi vida es un caos, Todo se acabó, Soy un fracaso total
como persona, como esposa y como madre, etc.