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Conquista tus hábitos

Vol. 1

Tu mayor conquista es sobre ti mismo.


Incorporar buenos hábitos y eliminar los malos.
Hábitos, actitudes y disciplinas espirituales
básicas para diseñar la vida que quieres.
Introducción:
El compromiso total
es la única medida aceptable
Capítulo 1:
El cambio de vida
no se trata de mejorar,
sino de tener una vida nueva
Capítulo 2:
Eres la sumatoria
de todas las personas
que alguna vez admiraste
¿Con qué recursos cuentas?
¿A quién admiras?
Imitar al Dios encarnado
Capítulo 3:
Comienza ahora
No existe el momento «perfecto» para comenzar
Al comienzo, no tiene que ser perfecto
Sigue adelante a pesar de la fatiga
Fatiga por sobrecarga
Capítulo 4:
Comienza desde
temprano y hazlo con Dios
Comenzar la mañana con Dios
Capítulo 5:
El hábito de la oración
Agradecer para reforzar
El recuento de lo que funciona
La oración es el hábito de los hábitos.
Capítulo 6:
El hábito de leer la Biblia,
¿cuál es la tonalidad que deseas que tenga tu día?
Tenemos tiempo para lo que nos interesa
La motivación es importante
Necesitas un método
Capítulo 7:
Ser transformado por el deseo de conocer a Dios
Capítulo 8:
Venciendo el mal en nosotros
Prepararse para la batalla
Reemplazar la rutina
La fuerza de voluntad
El grupo de apoyo
Introducción:
El compromiso total
es la única medida aceptable
Conquista tus hábitos, controla tu vida.

Esta será la única vez que vivas este día, ¿cómo decidirás
hacerlo?

De acuerdo con el escritor John Maxwell es posible predecir el


resultado del éxito que tendrás a largo plazo si se tienen en cuenta
los hábitos diarios. Esto significa que lo que haces cada día deja en
claro quién eres y qué lograrás en la vida. Por este motivo, es
importante revisar nuestros hábitos y conquistarlos. Pero,
comencemos por el principio.

¿Recuerdas cómo fue que te cepillaste los dientes esta mañana?


¿Qué zapatilla te pusiste primero: la izquierda o la derecha? Cuando
te cruzas de brazos, ¿cuál queda arriba? Es difícil responder,
¿verdad? La razón es porque se trata de hábitos que realizas de
manera automática sin pensar. Los tienes tan incorporados que
resultan invisibles para ti.

Los especialistas afirman que el cerebro siempre está buscando


formas para ahorrar energía. El hábito es la forma en que logra
ejecutar automáticamente el millón de tareas que debemos
completar cada día. De esta manera, omite la toma de decisiones en
actividades repetitivas y centra la atención en las importantes. Si se
lo permitimos, nuestra mente transformará todo en un hábito, por
eso, es importante que comiences tu tarea por la conquista.

El hábito es una tarea que hacemos tantas veces que se vuelve


automática sin pensar en ella. Se trata de atajos mentales que se
aprenden por medio de la experiencia.
Debido a la necesidad de racionar la energía mental, cerca de la
mitad de las acciones que realizamos a lo largo del día son hábitos.
Según la universidad Duke, el 40% de nuestras tareas diarias lo
son. Esto quiere decir que cuatro de cada diez horas que
permanecemos despiertos, estamos en piloto automático y no
usamos mucho nuestro cerebro.

El objetivo principal de los hábitos es resolver los problemas de la


vida utilizando la menor cantidad de energía y esfuerzo que sea
posible.

Podemos comprobar esto cuando conducimos hacia un lugar que


frecuentamos. Recorremos el camino sin pensar en ello, y cuando
caemos en la cuenta, ya llegamos. Incluso, la misma tarea de
conducir un vehículo está atravesada por los hábitos, ya que no
solemos pensar al cambiar las velocidades o al frenar.

Comenzar a trabajar en nuestros hábitos, suele ser una cuestión


muchas veces postergada. Además, mantener el cambio hasta que
se incorpore resulta difícil. Esa es la razón por la que estás leyendo
este libro, sabes que no es sencillo iniciar un nuevo hábito y cuando
lo haces es difícil conservarlo, pero intuyes que la recompensa de
una vida habituada a lo correcto es grande.

La conquista de los hábitos es la conquista por el tiempo. Lo


fundamental es sostenerlo lo suficiente para que se vuelva parte de
la vida cotidiana.

Algunos mencionan que se necesita practicar la acción durante


una semana para afirmar el hábito, otros durante veintiún días y,
otros, por aproximadamente dos meses.

A su vez, algunos sostienen que la adquisición debe ser gradual.


Los hábitos deben incorporarse desde lo mínimo a lo máximo. Al
comienzo —como si no nos diéramos cuenta— debemos realizar el
acto que se incorporará en una dosis mínima y, luego, hacerlo
crecer. Con el paso de los días, si lo practicamos de manera
constante pasará a formar parte de nuestra vida. Por ejemplo, para
incorporar una rutina de ejercicios físicos se debe comenzar con
unos minutos de entrenamiento e incrementar breves lapsos cada
día.

Otros piensan en un cambio total e inmediato, una especie de


«shock». Este es el caso de pacientes cardíacos que tuvieron mejor
resultado al hacer un cambio total de un momento a otro. Luego de
recibir la noticia, se dieron cuenta de que no podían vivir un día más
de esa manera.

Pienso que todo lo mencionado tiene su cabida: la necesidad de


monitorear nuestros hábitos, el tiempo de incorporación y el método.
Debido a que no es lo mismo aprender a comer sano, hacer
ejercicio que estudiar, dejar un vicio —o un hábito que nos dañe— o
replantear nuestros hábitos organizacionales.

Cultivar ciertos hábitos llevará más tiempo que otros para


arraigarse en nuestra vida. Como persona de fe, he visto cambios
inmediatos de personas que han conocido a Dios: han dejado la
droga, el cigarrillo o la promiscuidad, casi de manera instantánea.
En otros casos, me doy cuenta de que desarrollar los hábitos
buenos les ha tomado más tiempo. Así que con algunos ha sido
similar a prender y apagar la luz, ocurrió de manera instantánea, con
otros ha sido un proceso, similar a una línea de montaje, se
debieron seguir todos los pasos.

En este libro, abordaré los que considero que son hábitos básicos
y actitudes que debemos adoptar desde una perspectiva espiritual.
Mi propuesta es que el cambio de estos hábitos —y adoptando la
actitud correcta— afectará de manera positiva el resto de nuestra
vida.

Con la lectura de cada capítulo obtendrás pequeñas conquistas y


que, sumadas, tendrán el efecto que buscas. Es mi deseo que
experimentes victorias que se sucedan a otras, e incrementen, y así
vivas de «victoria en victoria». No te rindas por las batallas perdidas
ni menosprecies las pequeñas batallas ganadas. Que estas sean tu
motivación para realizar tu mayor conquista.

Que las pequeñas victorias te convenzan de que puedes tener tu


mayor triunfo. Tu mayor conquista es sobre ti mismo...
… ¡CONQUISTA TUS HÁBITOS!

Con amor,
Javi Martínez
Capítulo 1:
El cambio de vida
no se trata de mejorar,
sino de tener una vida nueva
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
(2 Corintios 5:17)

Siempre se habla acerca de que Dios produce en las personas un


cambio de vida. Estas dejan de querer lo malo que deseaban,
comienzan a pensar distinto y a actuar de otra manera. Estaban
habituadas a un modo de vida y, ahora, han adoptado otro. Sus
hábitos cambiaron.

Ese cambio ha comenzado, pero no ha sido completado todavía.


Quienes conocen a Dios no son lo solían ser, pero todavía no son
todo lo que llegarán a ser. Estamos en medio del proceso, por eso,
esta invitación a reconocer, modelar y reemplazar tus hábitos será
de ayuda para solidificar y cristalizar los logros obtenidos en el
recorrido.

La Biblia dice: «El camino de los justos es como la primera luz del
amanecer, que brilla cada vez más hasta que el día alcanza todo su
esplendor» (Proverbios 4:18, NTV). Si intentamos describir este
pasaje desde el lenguaje de los hábitos, encontramos a un hombre
que ha comenzado a conquistar sus pensamientos y acciones
frecuentes, y las ha podido mantener en el tiempo. El efecto
acumulativo que experimenta el protagonista del versículo es una
vida brillante. La luz de una nueva manera de vivir ha comenzado a
hacerse presente en él, se ha mantenido y aumentado.

Hace algunos años tuve la oportunidad de contemplar el


amanecer a diario. Me encontraba en mi tarea de distribución y en el
momento en el que salía el sol, solía pasar por un espacio abierto.
Cuando comenzaba la mañana todo estaba oscuro, aún con las
luces del vehículo, no se veía mucho. Los primeros rayos del sol se
asomaban y se veían las siluetas, pero no había muchos colores.
Momentos después aumentaba la visión, a mayor luz, más colores y
más visión. Llegaba un momento en el que debía bajar el «parasol»
para no ser encandilado. El día era perfecto.

Esta escena puede reproducirse en nuestra vida. Tenemos a


nuestra disposición un tipo de vida de incremento en el que nuestro
accionar resplandecerá cada vez más. A su vez, me doy cuenta de
que este proceso no siempre se cumple de esta manera y que
somos nosotros los que lo retardamos. Por este motivo,
necesitamos establecer como nuestra meta la vida en plenitud —
esta que resplandece en todo su esplendor— y realizar un trabajo
diario en nuestra manera de conducirnos para alcanzarla.

De la misma manera que la luz del alba se asoma


paulatinamente, necesitamos dar pequeños pasos en nuestro
accionar que sean constantes. No debemos culpabilizarnos si no
alcanzamos el ideal, a menudo, la conquista de los hábitos se
percibe como: dar tres pasos hacia adelante y dos para atrás, cinco
hacia delante y tres para atrás. Lo importante es continuar
avanzando en la incorporación de nuevos hábitos y estar
determinado a sostener lo que ya conseguimos.

Otros pasajes nos abren más el panorama sobre cómo debe lucir
el cambio de vida. El siguiente texto nos ofrece una idea que resulta
radical en nuestra filosofía de vida: «Por lo tanto, si alguien está
unido a Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha quedado atrás y
lo nuevo ha llegado!» (2 Corintios 5:17, NBV). Puede resultar algo
complejo de entender al comienzo, pero el pensamiento es el
siguiente: la creación en la que nos encontramos ha sido corrompida
por el pecado, esto incluye nuestra mente y, por tanto, nuestra
manera de actuar. Nuestro propio corazón está afectado e infectado
por el pecado.
En definitiva, esta naturaleza caída da lugar a que adoptemos
formas perjudiciales de conducirnos. En definitiva, el pecado nos
hace peligrosos para nosotros mismos y para otros. No suena tan
bien, pero la realidad es que tendemos a adoptar hábitos
perjudiciales y repelemos que los buenos hábitos se arraiguen en
nosotros.

Por consiguiente, la creación caída no puede ser remendada y


necesita ser hecha nueva. En este punto, la acción de Cristo se
hace presente en la realidad y ha comenzado a inaugurar una nueva
creación. De manera gradual, lo viejo es reemplazado por lo nuevo.

Esta realidad que es relativa al orden cósmico se reproduce en


quienes están en Cristo. Han pasado a formar parte de la nueva
creación y así como está se presenta de manera paulatina en el
universo, lo hace con la realidad interior de los que están en Cristo.
Un poco cada vez, la realidad invisible de la persona se va
pareciendo a su versión final. El ingreso de la luz hace que todo lo
anterior, nuestra oscuridad, vaya disipándose. La vieja creación en
nosotros ha comenzado a ser reemplazada por una nueva creación
que crece en nosotros. Las cosas viejas van pasando y el Cielo, el
lugar de perfección, se muestra cada vez más en nuestro ser: su luz
reflejada en nuestros pensamientos y acciones. El Dios de la luz
brilla en nosotros.

Así como no puede hacerse que la oscuridad brille, nuestra vida


vieja no puede parecerse a Dios. No puede mejorarse quienes
éramos, por eso, somos hechos de nuevo. Ahora, podemos
comenzar a vivir la nueva vida.

El poder no se encuentra en el hábito en sí,


sino en el efecto acumulativo que
proporciona a lo largo del tiempo. La idea
clave para que se sostengan es el
compromiso con el cambio. Luego de un
tiempo, unos hábitos darán lugar a la
incorporación de otros. Quienes están
comprometidos con este cambio integral,
finalmente, gozarán de un «efecto
compuesto», resultado de la sumatoria de
los pequeños cambios perpetuados.

Mientras escribo esto, un amigo me cuenta


que hace varias semanas que está centrado
en la conquista de un hábito. Él me relata
que a medida que pasan los días, la
intensidad de los viejos hábitos disminuye y
su fuerza de voluntad se afirma.

¡Atrévete a realizar la conquista de ti


mismo!
Capítulo 2:
Eres la sumatoria
de todas las personas
que alguna vez admiraste
Ustedes deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cristo.
(1 Corintios 11:1)

Muchos de nuestros hábitos actuales comenzaron un día


cualquiera de manera accidental. Los mantuvimos porque nos
resultaron útiles para resolver un problema o porque nuestro entorno
lo favoreció. Estos, simplemente, aparecieron de manera
espontánea. A su vez, podemos diseñar la vida que deseamos a
partir de trabajar en nuestros hábitos. Esto requiere, por un lado,
que identifiquemos los hábitos que ya poseemos y busquemos
formas para fortalecerlos y, por otro, decidir qué hábitos
necesitamos adquirir o nos gustaría tener, y comenzar a
incorporarlos de inmediato.
¿Con qué recursos cuentas?
Antes de comenzar a adquirir un hábito necesitamos identificar
qué le hace falta a nuestra vida. Este rastreo puede empezar
identificando nuestros hábitos buenos que no son tan frecuentes,
aquellos que surgen de manera espontánea o que personas que
respetamos poseen.

Tal vez, ya tengas algo de lo que estás buscando. Seguramente


hay acciones que realizas, pero no con la frecuencia que te gustaría.
—Son acciones, pero no hábitos—. Una vez identificadas,
pregúntate: qué necesitas para fortalecerlas para que se hagan
habituales. Requerirán tiempo y deberás buscar un momento en
específico, necesitarás darles una mayor prioridad, y tendrás que
enfocar tu interés y energías para realizarlas de manera repetida —
aun cuando no desees hacerlo—. Si las sostienes el tiempo
suficiente, cada vez las realizarás de manera más natural y será
más sencillo llevarlas a cabo.

También, debes monitorear tus acciones en busca de aquellas


que surjan de manera espontánea o accidental. Es posible que no
hayas planeado realizar una acción, pero te sorprendiste
realizándola. Analiza si deseas incluirla en tu repertorio de hábitos.
¿A quién admiras?
Otra manera para encontrar buenos hábitos es observar a las
personas que admiras buscando en ellos cualidades que te
agraden: pueden ser tus padres, tu pastor, un líder o tus amigos.
También, puedes prestar atención a personas que no pertenecen a
tu entorno —incluso que no sean contemporáneas—, pero que
hayan realizado aquello que te gustaría realizar, te inspiren,
despierten tu admiración o sean dignas de tu respeto. Escúchalas
contar sus historias de vida, lee sus biografías e indaga para
descubrir cómo se convirtieron en quienes fueron y consiguieron sus
logros.

Si no te ha sido sencillo, toma esto como un ejercicio. Pregúntate:


¿A quién admiras? y anótalo en un papel. No minimices esto porque
solemos imitar a quienes admiramos. Algunos dicen que somos la
sumatoria de todas las personas que hemos admirado alguna vez.
Esto quiere decir que muchos de tus hábitos actuales son el
resultado de haber imitado a alguien que admirabas en algún
momento. Añade en tu lista al costado del nombre, la cualidad que
admiras o la acción que desempeñaron.

La razón para buscar identificar qué cualidades, a qué personas


admiras y quiénes son tus mentores, es para asegurarte de que
sean las personas y las cualidades que quieres para tu vida. Si has
descubierto que no estás satisfecho con la lista vuelve a
confeccionarla. Si conoces la acción o cualidad que quieres, pero no
conoces a nadie que la posea en el grado que buscas, anota la
cualidad y deja espacio para el nombre. Si hay dos personas que
poseen la cualidad anota ambas. Cualquiera sea el caso, deja
abierta la lista para personas que conozcas en el futuro.
Imitar al Dios encarnado
La idea de utilizar el principio del ejemplo y la imitación siempre
ha estado vigente. Porque nos es más sencillo intentar replicar una
conducta vista que encarnar un concepto abstracto que no sabemos
cómo luce. En la Biblia, leemos la siguiente petición de Pablo:
«Ustedes deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cristo» (1
Corintios 11:1). Él podía replicar la conducta de Cristo porque había
sido instruido por este tres años en el desierto y, también, vivía en
su interior. Es posible que para los corintios haya sido difícil de
imaginar cómo actuaría Jesús, pero contaban con el apóstol que
podía mostrarles cómo lucirían las acciones del Dios-hombre de una
manera más «palpable».

Me gusta pensar que los imitadores de Pablo contaban con un


escalón intermedio. Seguramente, al igual que a nosotros, la vida
virtuosa de Jesús les quedaría «muy grande» y contar con una
versión más «alcanzable» —por decirlo así— les permitía
conducirse de acuerdo con la voluntad de Dios. Después de todo,
Pablo no solo era un imitador, sino que en otros escritos declara que
había muerto a sí mismo para que Cristo viviera en él. En un sentido
más profundo esto significa que el apóstol les estaba enseñando a
dejar de ser ellos mismos para que la vida perfecta de Jesús se
hiciera carne en ellos.

Para nosotros también es posible llevar esta enseñanza a la


práctica porque conocemos acerca de su historia y las acciones que
realizó en el libro de Hechos, además podemos saber cómo
pensaba y cómo sentía a través de sus cartas. También, Pablo
puede ser un ejemplo a imitar porque es posible que haya
enfrentado situaciones similares a las nuestras y su manera de
resolverlas se aplique a nosotros.

También, el principio del versículo puede conducirnos a buscar


personas que han sido fieles a Dios y que están un paso adelante.
Han desarrollado hábitos dignos de imitar e incorporado disciplinas
espirituales dignas de reproducir. La Biblia dice: «Acuérdense de los
líderes que les enseñaron la palabra de Dios. Piensen en todo lo
bueno que haya resultado de su vida y sigan el ejemplo de su fe»
(Hebreos 13:7, NTV).

Solía ver los defectos de las personas,


incluso era tan bueno en esto que lo hacía
antes de conocerlas. Tenía mi radar tan
ajustado que casi nunca me equivocaba. A
decir verdad, aunque acertaba muchas
veces, me estaba equivocando al actuar de
manera prejuiciosa.

Un día, mientras meditaba en el texto:


«Examínenlo todo; retengan lo bueno» (1
Tesalonicenses 5:21, RVC). Me encontré
con el siguiente pensamiento: «Toda
persona, potencialmente, puede enseñarte
algo». Algo se desmoronó dentro de mí.
Tomé un papel, comencé a pensar en cada
persona que conocía y anoté qué actitud o
manera de actuar podía enseñarme. Ese
fue uno de los momentos de mayor
crecimiento personal de mi vida.

¿Tienes un papel a mano? Te animo a


hacer lo mismo. Este podría ser el
comienzo de un gran cambio.
Capítulo 3:
Comienza ahora
El agricultor que espera el clima perfecto nunca siembra;
si contempla cada nube, nunca cosecha.
(Eclesiastés 11:4, NTV)

No nos gusta equivocarnos, queremos que todo sea perfecto,


deseamos que nuestro desempeño sea el mejor de un momento a
otro. Sin embargo, cuando hablamos de desarrollar un hábito nos
estamos refiriendo a un proceso. Primero tiene que ser —o sea,
existir—, luego ser aceptable y, finalmente, mejorado.

Esto significa que comenzar un nuevo hábito no debería tomar


más que unos minutos. Para esto, debemos descomponer el hábito
a la unidad mínima que se requiera para llevarlo a la acción y
realizarla. Así, el hábito de correr cada día solo requiere para
comenzar: amarrarse el calzado deportivo. El hábito de leer la Biblia
cada día solo requiere para comenzar: sentarse y tenerla en las
manos. Esto se aplica a cada cosa que desees hacer.

Para realizar un viaje necesitas muchos preparativos, pero para


comenzar un hábito solo necesitas iniciar. No tiene que ser perfecto,
mantenlo simple y solo da el primer paso.
No existe el momento «perfecto» para comenzar
Muchos esperan que las circunstancias sean perfectas para
comenzar a desarrollar mejores hábitos. Esperar el momento
perfecto, equivale a no comenzar. Este momento es tan bueno como
cualquier otro.

Encontramos en la Biblia el siguiente pasaje: «El agricultor que


espera el clima perfecto nunca siembra; si contempla cada nube,
nunca cosecha» (Eclesiastés 11:4, NTV). Con mucha frecuencia,
para comenzar un cambio en nuestra vida esperamos que se den
las circunstancias adecuadas: contar con el apoyo de alguien que
respetamos, que otras personas nos exija un cambio, esperamos
tener una epifanía o una revelación especial, debe ser un día
determinado: el lunes, el siguiente mes o el próximo año. Aunque
sabemos que debemos actuar, posponemos porque no creemos que
las circunstancias permitan comenzar.

Cargar de «magia» al futuro no funciona. No hay garantía que


mañana tengamos más entusiasmo del que tenemos ahora ni que
las circunstancias no sean más propicias. Por el contrario, las
posibilidades de adquirir el hábito son mayores si comenzamos hoy.
Lo que hacemos hoy, será más sencillo de repetir mañana. Si las
personas de nuestro entorno perciben nuestra determinación, es
más probable que accedan a ceder tiempo, espacio, recursos u
opinión, cuando vean que ya estamos involucrados en cierto hábito.

El momento adecuado es ahora.


Al comienzo, no tiene que ser perfecto
El filósofo Voltaire escribió: «lo mejor es enemigo de lo bueno».
Trasladado a los hábitos, esto significa que muchas veces nos
negamos a tener buenos resultados —que son aceptables— porque
solo aceptamos un resultado inmaculado en un primer intento. Pero,
al igual que las destrezas, los hábitos deben desarrollarse.

Un músico que quiere aprender una obra maestra comienza con


resultados que serían abucheados si los presentara ante un público.
Sin embargo, la práctica de la misma obra una y otra vez hace que
mejore hasta lograr el aplauso de los oyentes. ¿Qué hace la
diferencia? Se trata de la misma obra, el mismo músico y el mismo
público, lo que cambió fue la práctica repetida. De la misma manera,
nuestro desempeño de un hábito no será el mejor en un primer
momento, pero si continuamos realizándolo, mejorará a través de la
repetición. La práctica persistente nos convertirá en virtuosos de un
hábito.

La repetición debe ir acompañada de la mejora continua.


Debemos tener en cuenta que en cada ensayo los músicos se
monitorean y buscan en qué parte deben mejorar, así es necesario
que hagamos nosotros. La clave para dominar cualquier hábito es
hacerlo muchas veces buscando qué mejorar.

Así que desarrollar un nuevo hábito no requiere un cambio


completo de la noche a la mañana. Quien lo piensa así, le resulta
abrumador y un desafío aterrador. En cambio, debemos adoptar la
idea de que el cambio es un proceso. Si esperamos tener todos los
recursos, sabiduría y energías para realizar un cambio perfecto a la
primera oportunidad, nunca iniciaremos nada y permaneceremos en
la misma situación.
Sigue adelante a pesar de la fatiga

No solo es necesario comenzar, sino continuar. El cansancio


producto de forjar nuevos hábitos es el gran enemigo para que estos
se vuelvan sólidos. El deseo de adquirir nuevos hábitos puede
desvanecerse con el paso de los días. El entusiasmo y la novedad
otorgan un impulso inicial, pero que puede extinguirse con la llegada
de las primeras adversidades.

Quienes desean forjar su nueva vida cuentan con herramientas


espirituales que les permitirán sostener su nueva manera de vivir. La
Biblia nos habla acerca de que Dios nunca desfallece ni se cansa y
que comparte sus fuerzas con nosotros para que el cansancio no
nos haga desistir:

¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová,


el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se
fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo
alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas
al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se
cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a
Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las
águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se
fatigarán.
(Isaías 40:28-31)

La palabra de Dios guardada la sabiduría que consuela a los


fatigados. Debemos esperar a Dios porque así, las fuerzas —
aunque sean ningunas— serán incrementadas, con su ayuda
caminaremos, correremos y en un sentido figurado hasta volaremos.
El cansancio, la fatiga y la falta de fuerza ya no serán un problema.
No nos fatigaremos con el cansancio para llevar a la acción la nueva
vida en Dios ni la falta de fuerza de voluntad podrá derrotarnos. Es
posible que en ocasiones quedemos en «cero» fuerzas, pero Dios
multiplicará nuestra «nada» para convertirla en lo necesario para
conquistar lo que planeó para nosotros.
Fatiga por sobrecarga
Quisiera mencionar una de las razones por la que podemos
causarnos nosotros mismo la fatiga: el exceso de añadir nuevos
hábitos. Mi tendencia a «querer todo ya» me hizo sobrecargarme.
Así que anoté todos los hábitos que había comenzado a adquirir y al
costado el tiempo que debía dedicarle a cada uno. Este presupuesto
del tiempo, arrojó un resultado que fue sorpresivo: aunque no
durmiera ni comiera, no me alcanzarían las horas del día para hacer
todo. Por eso, tuve que tomar la decisión de priorizar, reorganizar y
«podar» mi lista. Quizás necesites hacer lo mismo:
● Haz tu lista de todos los hábitos que deseas adquirir.
● Pregúntate: ¿qué es necesario que hagas? Debes dejar
esos ítems.
● Establece un puntaje con base en la importancia y la
urgencia para los demás hábitos.
● Los que tienen más puntaje debes realizarlos a diario.
● Los de puntaje medio debes alternarlos entre sí en la
semana. Es decir, realizarlos una, dos o tres veces.
● Los demás puedes ponerlos en lista de espera.

Si descubriste que para algunos hábitos no podías establecer un


día o una hora para estos, posiblemente sean de respuesta o de
actitud. Si son de respuesta establece en qué situaciones o qué
detonantes deben activarlos para poder monitorearlos. Si son de
actitud puedes anotarlo en una tarjeta que mires varias veces al día
para recordarlos e incorporarlos.

Sé realista y celebra cada logro que obtengas.

A menudo, pensamos que lo más


importante consiste en tomar buenas
decisiones todos los días, pero lo cierto es
que debemos tomar algunas decisiones
críticas en las áreas más importantes de la
vida y luego implementarlas día tras día.

Se describió a las personas sobresalientes


de la siguiente manera: toman decisiones
de manera rápida y las mantienen en el
tiempo. Por lo general, tardan mucho en
cambiarlas.

Esta es la diferencia con las personas


promedio que tardan mucho tiempo en
tomar una decisión y cuando lo hacen, las
cambian rápidamente.

¡Este es el momento de comenzar!


Capítulo 4:
Comienza desde
temprano y hazlo con Dios
El Señor Soberano me ha dado sus palabras de sabiduría, para que
yo sepa consolar a los fatigados. Mañana tras mañana me despierta
y me abre el entendimiento a su voluntad.
(Isaías 50:4, NTV)

Controla tu mañana, impulsa tu vida.


—Robin Sharma

Se ha escrito mucho acerca de la necesidad de una correcta


utilización de la mañana antes de comenzar nuestra rutina y sobre
los amplios beneficios de esta. En la actualidad, nuestro descanso
está acechado. Están a la orden del día el entretenimiento, las redes
que parecen no soltarnos, los ruidos de las ciudades continúan
luego de la puesta del sol y sus luces no se apagan. Llega la hora
de dormir, pero todo conspira para mantenernos despiertos. Esto es
relevante porque si nos acostamos tarde, nos levantaremos tarde y
si nuestro descanso no es de calidad, nuestras mañanas tampoco lo
serán.

Nuestra era tiene nuevos desafíos, pero al leer autores anteriores


a la época digital, me doy cuenta de que la lucha por las mañanas
tampoco era fácil para ellos. El autor C. S. Lewis escribió:

En el momento en que usted se despierta cada mañana,


todos sus deseos y esperanzas para el día corren hacia
usted como animales salvajes. Y el primer trabajo de cada
mañana consiste en empujar todas esas cosas hacia fuera,
en escuchar esa otra voz, en tomar ese otro punto de vista,
dejando que esa otra vida, más grande, más fuerte y más
tranquila comience a fluir.
Un descanso de mejor calidad nos brinda una mayor fuerza de
voluntad para nuestro autocontrol. Así, al despertar, cuando
nuestros pensamientos corran de manera desenfrenada, podremos
tener dominio sobre ellos y dar lugar a la otra vida, que es mejor,
más grande y más fuerte. Escucharemos la otra voz, la de Dios y Él
mismo comenzará a fluir en nosotros desde temprano.
Comenzar la mañana con Dios
Consideremos cómo comienzas tu día y tratemos de organizarlo.
Es otro día habitual: el reloj suena ¿lo pospones? Luego de batallar
con las sábanas y aplastar tu cara en la almohada, ¿«reptas» hasta
el baño o saltas de la cama con entusiasmo? En el baño, ¿abres las
redes sociales? En la ducha ¿escuchas música o algún video?
¿Seleccionas el contenido o consumes lo que el algoritmo eligió
para ti? Avancemos. Miras la foto de tu compañero al que hace años
no le hablas, ese contacto que no conoces, recibes una publicación
en cadena, ves el último video de gatitos y las noticias que anuncian
que otra vez el mundo está en crisis. Luego, de haber recibido más
información en menos de una hora de la que una persona en otros
tiempos recibiría en toda una semana, se ha hecho tarde. No hay
tiempo para desayunar y si Dios te acompaña debe hacerlo a las
corridas para no perderte cómo alguien perdería a Flash o al
Correcaminos. ¿No tienes tiempo verdad?

Así son las mañanas que no planifico. El mundo anda a una


velocidad tan vertiginosa que nos roba el tiempo para lo más
importante: Dios. Es duro decirlo, pero si no lo tienes, debes hacerte
el tiempo. Necesitas dormir, porque una buena mañana no
comienza con levantarse, sino con acostarse. ¿Cuál sería un horario
decente para ir a dormir? Si depende de ti, deja el celular antes de
esa hora, tiende la cama, ponte una ropa cómoda, asegúrate que
está oscuro y acuéstate. Puedes preparar una rutina de lectura de
una hora antes de dormir u orar hasta quedarte dormido. Nada de
esto surgirá sin planificación. Seguramente tengas que avisar a tu
familia, ajustar horarios de comidas —incluso, tipos y cantidades—.
Pero, déjame insistir: necesitas acostarte en un horario decente,
para poder levantarte temprano. —Si lo logras, tal vez, puedas
recompensarte con una breve siesta.

Para reforzar este punto, vale la pena recordar que la concepción


de los días en la Biblia es distinta a nuestro horario actual. El lector
moderno notará, por ejemplo, que en la Escritura el día de reposo
comenzaba al caer el sol. En las primeras páginas de la Biblia el
momento del comienzo del día se aprecia con mayor claridad: «A la
luz la llamó “día”, y a las tinieblas, “noche”. Y vino la noche, y llegó
la mañana: ese fue el primer día» (Génesis 1:5, NVI). Si prestamos
atención el primer día comenzó con la llegada de la noche. En otras
palabras, en el pasaje la sumatoria de la noche —a partir del ocaso
— y el día —desde la salida hasta la puesta de sol—, componen
una unidad más grande llamada «primer día».

NOCHE (TINIEBLAS) + DÍA (LUZ) = UN DÍA (DE 24 HS.)

Por esa razón, necesitamos de una buena noche para tener un


buen día. Planificar la noche afecta el resto del día. Al llegar la
mañana, la Biblia dice:

Cada mañana me despierta y abre mi entendimiento a su


voluntad.
(Isaías 50:4, NBV)

Dios te acompañará. Utiliza la técnica de dormir temprano para


descansar, despiértate con disposición del corazón y tu
entendimiento será abierto a su voluntad. En los siguientes
capítulos, abordaremos cómo incorporar la oración y la lectura
bíblica como hábitos básicos.

La preparación debe ir antes de la acción.


Necesitas afilar tus hábitos así como un
carnicero tiene que afilar siempre su
cuchillo. Stephen Convay en Los siete
hábitos de la gente altamente efectiva
expresa que la idea es simple: Muchas
personas no son efectivas con su vida por
no haber afilado o mantenido sus
herramientas. Esta es una regla de los
hábitos: si no están afilados, no serás tan
efectivo como puedes ser. Por eso, la
preparación resulta fundamental.

Así que comienza desde temprano y


hazlo con Dios.
Capítulo 5:
El hábito de la oración
Dediquen siempre tiempo a la oración,
y den gracias a Dios.
(Colosenses 4:2 TLA)

Es un hecho glorioso que las oraciones


son tomadas en cuenta en el cielo.
—C.H. Spurgeon

Uno de los principales hábitos que debemos forjar es el de orar.


Si conquistas este hábito te abrirá camino a otros. Existen aspectos
de tu carácter que deben ser tratados con la oración y, también, hay
eventos que se desarrollarán por haber orado. La oración es un
recurso inigualable que nos permite contar con la ayuda de Dios en
asuntos puntuales de nuestra vida. Trae la voluntad y capacidad del
Cielo a la tierra.

Es posible que en este momento, Dios haya puesto el deseo de


que conquistes un hábito. La oración te permitirá lograr una
conexión con el Cielo para forjarlo. Él ha dispuesto que ciertos
eventos no ocurrirán hasta que se lo pidamos.

Es un requisito dedicarse a la oración porque cambia la mente.


Nos conduce a pensar en lo celestial y cómo afecta nuestra vida
actual. La oración nos lleva a buscar a Dios y nos conduce a
depender de Él, renueva nuestra mente y, al hacerlo, transforma
nuestra manera de vivir. La oración nos conecta con Dios buscando
que nuestro ser esté de acuerdo con su idea inicial para nosotros,
su diseño original.

George Müeller quien registró aproximadamente unas cincuenta


mil oraciones respondidas a lo largo de su vida escribió:
Mi práctica había sido, al menos por diez años anteriores,
como una cosa habitual, dedicarme a la oración, después
de vestirme en la mañana. Ahora (...) la primera cosa que
hacía, después de haber pedido en pocas palabras la
bendición del Señor para su preciosa palabra, era,
comenzar a meditar en la Palabra de Dios, buscando, como
si fuera, en cada versículo, para obtener bendición de él (…)
El resultado que he encontrado casi invariablemente es
este, que luego de muy pocos minutos mi alma ha sido
llevada a confesar, o dar gracias, o a interceder, o a
suplicar; de modo que, a aunque yo no me dedicaba, por así
decirlo, a la oración, sino a la meditación, sin embargo, ella
se volvía más o menos inmediatamente en oración. Cuando
de esa manera he estado por un rato confesando,
intercediendo, suplicando o dando gracias, continúo a las
próximas palabras del versículo, convirtiéndolas todas,
mientras prosigo, en oración por mí o por otros, según la
Palabra me guíe a hacerlo.
Agradecer para reforzar
La oración es una señal de socorro, un pedido de ayuda, pero a
su vez es un diálogo que permite el agradecimiento. Tanto las
peticiones como la gratitud son importantes en relación con la
conquista de los hábitos. A las personas que viven agradecidas,
nunca les falta la energía y pueden sobreponerse a situaciones
difíciles por largos periodos de tiempo. Estas pueden cansarse, pero
no desisten. Pueden pasar por pruebas, pero mantienen una buena
expectativa en Dios.

Debemos orar agradeciendo por las conquistas del pasado, por


aquellos hábitos que llegaron a nuestra vida y se establecieron, y
por la acción de Dios sobre nuestro carácter, ya que le ha dado más
estabilidad y crecimiento. La gratitud convierte a las victorias del
pasado en un terreno firme para pisar y dar el siguiente paso. Haya
sido poco o mucho lo que logramos, necesitamos agradecer y
celebrar, para reforzar, repetir y animarnos a más.

En otras palabras, orar con agradecimiento es realizar un


recuento de lo que está funcionando nuestra vida para celebrar junto
con el Cielo. Le agradecemos a Dios no solo por lo que hicimos,
sino por lo que él hizo en nosotros. Al agradecer valoramos nuestra
historia con Dios y nos predisponemos a seguir trabajando con Él.
El recuento de lo que funciona
Es importante realizar la lista de aquello que funciona en nuestra
vida. Este enfoque del refuerzo sobre lo que tenemos es importante
porque nos permite solidificar conductas esporádicas que deseamos
que sean habituales. Algunos hábitos los hemos adquirido
intencionalmente, pero otros simplemente nos los hemos topado y
realizado de forma accidental. En ambos casos, necesitamos
sostenerlos en el tiempo para que formen parte de nuestra vida. La
lista sería así: necesitamos identificar un hábito esporádico, pedir
para que se arraigue y desarrolle en nuestra vida, y agradecer. Es
posible que cada nueva conquista requiera tiempo y trabajo, pero
los resultados acumulativos de un buen hábito a lo largo del tiempo,
pueden ser sorprendentes.
La oración es el hábito de los hábitos.
La oración es el hábito de los hábitos. Conquistarlo es similar a
tener la llave maestra de un edificio. Nos dará acceso a lo que
parecía restringido para nosotros. Por eso, debemos orar, no solo
cuando sentimos deseos de hacerlo, sino de manera continua.
Necesitamos trabajar en dos frentes: estando a solas y durante el
día. Orar a solas tiene que ver más con una disciplina personal que
con una cuestión de sentimientos. Requiere establecer un tiempo y
un espacio privado para hacerlo. Es mejor que sea un espacio físico
en el que no haya interrupciones. Respecto al tiempo, hay que
agendarlo y hacerle saber a los demás que es un tiempo importante.

Por otra parte, orar durante el día requiere constancia, pero el


momento para comenzar es ahora mismo. Necesitas orar cada
mañana, antes de salir de tu casa, al llegar al trabajo. Ora tanto al
atender a un buen cliente y a un mal cliente, cuando surja un
problema y cuando todo esté en calma, cuando te sientas bien y
cuando te sientas mal. Si surgen malos recuerdos llévalos a Dios y
pida que sane tus heridas y te dé sabiduría. Si durante el día tienes
buenos recuerdos agradece y pide de ser posible que se vuelvan a
repetir. Lleva tus motivos ansiedad a Dios, tus prisas, agradece, pide
protección y conságrate a Dios. Ora con sencillez, con pocas
palabras y de manera fluida. Finalmente, busca integrar la oración a
lo que está ocurriendo en tu rutina.

Los resultados de esto serán formidables.

La oración debe convertirse en parte de


nuestra vida cotidiana. Debemos adoptar el
hábito de orar sobre aquellas cosas que
vayan surgiendo en el momento en que
aparezcan. Requerimos orar sin protocolos,
sin necesidad de esperar a llegar a nuestra
casa para entrar en nuestra habitación,
cerrar los ojos y arrodillarse. Si
consideramos que debemos orar sobre un
asunto, ese es el momento de hacerlo.

A un hombre le costaba orar, se dio


cuenta de que siempre buscaba los
temas que intuía que le interesaban a
Dios. Un día, entendió que a Dios le
interesaban los temas de su vida
cotidiana, empezó a orar por ellos y no le
volvió a costar orar.
Capítulo 6:
El hábito de leer la Biblia,
¿cuál es la tonalidad que deseas que
tenga tu día?
Tus manos me hicieron y me formaron; Hazme entender, y
aprenderé tus mandamientos.
(Salmos 119:73)

La Biblia no intenta brindarnos información,


sino una transformación.
—Anónimo

George Barna, en su libro Pensar como Jesús, escribió acerca de


la valoración de Jesús sobre la Biblia:

Personalmente pienso que el argumento más convincente


es que Jesucristo enseñó que la Biblia es la palabra
autoritativa de Dios para la humanidad. Al respaldar
personalmente el valor y la veracidad de las Escrituras,
Jesús nos permite aceptar plenamente que la Biblia es
confiable y autoritativa. ¿Cómo avala Jesús la Biblia? En
sus enseñanzas, él citó frecuentemente pasajes del Antiguo
Testamento o basó sus lecciones sobre historias relatadas
en esos libros.
Cuando discutió con los líderes y maestros religiosos, su
tendencia fue llevarlos hacia las Escrituras y descansar
sobre la autoridad de la Palabra. El resultado fue que sus
opositores se resintieron ante la evidencia, pero no pudieron
ni contradecir la sabiduría ni desafiar la fuente.

El valor que Jesús otorgó a las escrituras como la palabra de


Dios que tiene autoridad, debe conducirnos a adoptar la misma
postura. Le preguntaron a una persona si creía todo lo que dice la
Biblia y respondió que sí. Luego, le preguntaron si la había leído
completa y dijo que no. Necesitamos conocer las Escrituras para
creerlas, y creerlas para vivir lo que está escrito. Así, la palabra de
Dios escrita en el papel se traducirá en nuestras vidas.

He leído varias veces la Biblia y me doy cuenta de que necesito


repasarla. Con el correr de los años, me percato de que he leído
ciertos pasajes, he extraído una enseñanza y la he aplicado unos
días —a veces, unas horas— para luego olvidar. Al volver a leer las
Escrituras tengo un reencuentro con estos y descubro que hay
procesos que he abandonado y que necesito retomar para que el
resultado se incorpore en mi vida.

El hábito de leer la Biblia brinda una dirección clara. Nos orienta


sobre qué hábitos debemos adquirir y es un recordatorio de que
estos deben desarrollarse. Los expertos afirman que cuando ciertos
hábitos específicos son modificados, afectan otras áreas de la vida.
Se trata de hábitos básicos que al cambiarse, rehacen otros como
un efecto dominó. Se piensa que estos son «hábitos claves» que
tienen el poder de desencadenar la aparición de otros que pueden
ser beneficiosos. Pensemos un caso concreto, levantarse temprano
puede «desencadenar» otros hábitos como el hacer ejercicio,
cultivarse y evitar la prisa. Quien dedica tiempo a leer la Biblia,
podrá identificar cada uno de los aspectos que debe mejorar en su
vida. La lectura de las Escrituras es un hábito fundamental porque al
adquirirlo poco a poco modificará toda nuestra manera de vivir.

El arraigo de este hábito requiere de tiempo, motivación y contar


con un método. Por eso, es un requisito crear un entorno que facilite
al máximo su desarrollo.
Tenemos tiempo para lo que nos interesa
Por un lado, todos queremos ser felices. Por otro lado, todos
sabemos las cosas que nos hacen felices. Pero no hacemos
esas cosas. ¿Por qué? Sencillo. Estamos demasiado
ocupados. ¿Demasiado ocupados haciendo qué?
Demasiado ocupados tratando de ser felices.
—Matthew Kelly

Los libros que abordan la temática de los hábitos destacan la


importancia de los primeros minutos de la mañana. Uno de los
aspectos es que establecen la tonalidad que tendrá el día. La
primera hora de la mañana puede afectar toda nuestra jornada
laboral y hasta puede tener incidencia en el resto del día.

Por lo general, se recomienda comenzar el día con una buena


actitud, de buen humor y realizar actividades ya definidas que
favorezcan tanto, el tener un buen día, como gozar del efecto
acumulativo resultado de realizar actividades clave de manera
automática. Entre algunas recomendaciones frecuentes se
encuentra comenzar la mañana escuchando tus cinco canciones
favoritas. Al escuchar tu música favorita, te pones de buen humor y
comienzas con optimismo el día. Otros inician su mañana haciendo
ejercicio, lo cual también es una buena opción para comenzar con el
pie derecho. Añado a estas sugerencias las disciplinas espirituales
para comenzar nuestro día pensando en Dios. He escuchado de
personas que limpian su casa por la mañana y escuchan música de
alabanza y adoración. Sé de personas que salen a correr y oran, y
otros que caminan escuchando la Biblia en audio o audiolibros
cristianos.

Para comenzar temprano, es evidente que debes estar levantado.


Por eso, levántate más temprano de lo que acostumbras y al sonar
la alarma. Algunos de los libros seculares más conocidos que
abordan los hábitos matutinos son: La mañana milagrosa y El club
de las 5 de la mañana. En el primero se habla de la importancia de
establecer actividades que afecten nuestro cuerpo y nuestro ser
interior. El segundo es una fábula que relata el encuentro de un
matrimonio con un excéntrico millonario y conocen que la clave del
éxito es levantarse una hora antes. Cada día, se debe separar esa
hora clave que tendrá —por decirlo así— resultados «mágicos».
Estos libros desarrollan la importancia de centrarse en tareas
productivas en horarios en los que no existan distracciones,
interrupciones y que no existan superposiciones con algún horario
de la agenda. Poder gozar de una mayor atención estando
descansados aumenta los resultados. Finalmente, mejores
resultados sostenidos durante un gran periodo de tiempo harán la
diferencia.

Solucionar el problema del tiempo es un importante avance para


nuestras apretadas agendas, descubrirás hay habitaciones de tu
casa en las que no podías concentrarte por el ruido, en ciertos
momentos parecen una biblioteca silenciosa. Un horario distinto
puede solucionar el problema del tiempo y de un espacio para
concentrarse. —Dependiendo la zona en la que vives: ¿qué tal
despertarse cuando sale el sol?—

Todo lo expuesto acerca despertarse una hora antes que las


demás personas de la casa, no es ajeno para muchos cristianos.
Muchos practican la llamada «hora silenciosa» que responde a los
mismos principios que menciono y se centran en actividades
netamente espirituales. Si todos se despiertan a las 7 a.m., uno
debe comenzar a las 6 a.m. Si todos se levantan a las 6 a.m.,
entonces, se debe empezar a las 5 a.m. De esta manera, no habrá
interrupciones de llamadas telefónicas relativas al trabajo ni de las
personas de la misma casa. Esa hora se trata de estar un tiempo a
solas con Dios, para buscar un crecimiento constante y sistemático
a largo plazo, pero también encontrar dirección para ese día.
La motivación es importante
Es la capacidad de seguir adelante cuando el trabajo no es
emocionante lo que marca la diferencia.

El éxito depende de la motivación. No iniciaremos y seguiremos


una rutina como la que desarrollo en este capítulo si no creemos
que haya una recompensa que valga la pena por el trabajo.

Tomemos un momento para examinar la calidad de nuestras


motivaciones. Cuanto más puras sean estas tendremos mayor éxito
en lo referente a lo espiritual. Después de todo en la época de Jesús
muchos sabían todo el contenido de la Biblia —revelado hasta el
momento—, pero no conocían a Dios. Sin motivación no
incorporaremos ningún hábito, pero sin la motivación correcta no
será de provecho.

Los expertos diferencian entre dos tipos de motivación: la social y


la interna. La motivación social se relaciona con lograr cierto
reconocimiento y pertenencia al entorno. Cada grupo pide incorporar
determinados hábitos para pertenecer a este y así evitar la
vergüenza social. En relación con la lectura de la Biblia, conocer el
«relato» ayuda a formar parte de la comunidad de fe y una sana
aplicación de la misma ayuda a edificar la vida de otros. Pablo
escribió: «Es evidente que son una carta de Cristo que muestra el
resultado de nuestro ministerio entre ustedes» (2 Corintios 3:3,
NTV). Estas personas estaban «encarnando» los escritos Bíblicos y,
a su vez, eran el resultado de la acción de otros sobre su vida.
Siguiendo la división de los expertos, analicemos ahora la
motivación interna. Tenemos una necesidad de Dios, similar a comer
o beber. La lectura de la palabra nos acerca a Él porque nos ayuda
a identificar su manera de actuar y cómo podemos tener una
relación con Él. Por momentos, la lectura de la Biblia se parece: a
un menú, elegimos pedimos y recibimos; también, se asemeja a una
receta, para comer debemos hacer algo de manera detallada; otras
veces, es similar a una reseña de un platillo que nos convence de
probarla mediante la experiencia de otro. La palabra de Dios nos
ayuda a saciar el hambre por Él. No encuentro motivaciones más
fuertes que el hambre y la sed, no solo son intensas, sino
ineludibles. Si no estás teniendo hambre de Dios, revisa tu dieta, es
posible que te estés llenando con algo más.

He pensado que soy una criatura de un día, pasando por la


vida como una flecha por el aire. Soy un espíritu que viene
de Dios y que regresa a Dios; simplemente revoloteando
sobre el gran abismo, solo por unos pocos momentos y no
seré visto jamás. ¡Caigo a la inmutable eternidad! Una cosa
quiero saber, el camino al cielo; cómo desembarcar con
seguridad en esa feliz ribera. Dios mismo se ha dignado a
enseñar el camino: Porque hasta aquí, Él descendió desde
el cielo. Él lo ha escrito en un libro. ¡Oh, dadme ese libro! ¡A
cualquier precio dadme el libro de Dios! Lo tengo. Aquí está
todo el conocimiento que necesito. Déjenme ser homo unius
libri [hombre de un libro].
—Juan Wesley
La motivación más grande es tener a Dios en tu diario vivir y es
innegable el papel de la Biblia para esto acontezca. Al leerla,
descubrimos las bendiciones para el lector. Hay algo especial en
leer la palabra de Dios con atención. En el salmo 119, se detallan
las bendiciones que la palabra de Dios produce en el lector de la
Biblia. Se nos muestra un hombre que medita en la ley de Dios:
recibe su favor, ama la Biblia, se da cuenta de que al conocerla
conoce más a su Creador. Su vida ya no es la misma: camina en el
sendero correcto, es limpiado, tiene alegría, conoce de la protección
de Dios.

A fin de cuentas no se trata de los resultados,


sino en quién te has convertido.
Necesitas un método
Uno de los aspectos que me ha ayudado en la lectura de la
Biblia, es tener un sistema: un plan que se pueda medir en cierto
tiempo. Esto es similar a una negociación —pero con uno mismo—,
para obtener algo, se debe dar otra cosa a cambio. Si desea leer
toda la Biblia en un año, entonces, deberá leer cuatro capítulos por
día. Si deseas leerla en un mes, debes leer algo menos de tres
horas cada día. Al establecer un sistema, puedes decir: «si dedico
este tiempo, a cambio tendré este resultado». Puedes indagar
distintos planes y seleccionar el que mejor te funcione.

Al igual que con otros hábitos lo esencial es persistir en el tiempo


estando motivados y manteniendo el interés. Lo distinto con la
lectura habitual de la Biblia es que la primera vez mucho del material
será desconocido y te costará avanzar, pero así como los senderos
se marcan con cada persona que lo pisa, la lectura de la Biblia se
facilita con cada relectura.

Siempre tuve una batalla con mi tiempo devocional. Fue de


mucha ayuda encontrar distintos sistemas de estudio que me
funcionaran en las distintas etapas de mi vida, así como lo fueron
los estudios temáticos. En ellos, fueron de utilidad libros similares a
estos, que proponen un estudio de un tema que se puede realizar
durante varios días. La ventaja de esta manera de conquistar un
hábito, es que puedes seleccionar un tema acorde a una situación
que estés atravesando, o uno que desees quiere investigar, de esa
manera el interés te ayudará a sostener el hábito. No debemos
subestimar lo que nos interesa, porque mediante este podemos
introducirnos en un tema con una motivación y con un entusiasmo
que surja naturalmente. De esta manera, no se verá el desarrollo
como una obligación.

Leer libros como Harry Potter requieren


unas 60 horas de lectura y la saga A Song
of Ice and Fire (Game of Thrones) necesita
unas cien horas para completar su lectura.

La Biblia contiene 3.566.480 letras, 773.693


palabras, 31.102 versículos y 1.189
capítulos. Se necesitan unas 38 horas para
leer el Antiguo Testamento y 11 horas para
el Nuevo Testamento, o sea, 49 horas en
total para leer toda la Biblia. Si se quiere
recitar la Biblia hablando normalmente, se
necesitan 70 horas y 40 minutos. Así que si
se lee diariamente unos 4 capítulos, se
puede leer fácilmente toda la Biblia en un
año (365 días).

Atrévete al desafío de leer la Biblia en


menos de dos meses. Si eres un buen
lector, solo necesitas una hora diaria.
Capítulo 7:
Ser transformado por el deseo de conocer
a Dios
Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado
entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el
verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida
eterna.
(1 Juan 5:20)

En este capítulo, exploraremos cómo ocurre la transformación a


partir de nuestros deseos. Existen algunos que son apropiados que
al ser cultivados producen en nosotros los hábitos que esperamos.
Por otra parte, otros deseos son inapropiados y debemos ir en
contra de ellos, conquistarlos y encaminarlos a la dirección
adecuada. Si no lo hacemos, experimentaremos sus efectos
nocivos.

En este capítulo, intentaremos partir de los deseos adecuados y


en el siguiente abordaremos el cambio a partir de combatir los
deseos destructivos.

En el siguiente fragmento de El problema del dolor, el escritor


C.S. Lewis explora el deseo de nuestro corazón por el Cielo:

Ha habido momentos en los que creo que no deseamos el


cielo; pero con mayor frecuencia me hallo preguntándome
si, en lo más profundo de nuestro corazón, hemos llegado
desear alguna otra cosa (...) Esta es la firma secreta de
cada alma, la necesidad incomunicable e imposible de
aplacar, lo que deseamos antes de conocer a nuestras
esposas o hacer nuestras amistades o escoger nuestro
trabajo, y que aún estaremos anhelando en nuestro lecho
de muerte, cuando la mente ya no conoce esposa o amigo o
trabajo (…) Toda su vida un irrealizable éxtasis ha
revoloteado justo más allá del alcance de su conocimiento.
Cercano está el día cuando despertará para encontrar, más
allá de toda esperanza, que lo ha alcanzado.

Nuestras pasiones pueden cambiar a lo largo de nuestra vida,


nuestros intereses pueden no ser los mismos con el paso de los
años, cambios de lugar o personas. Sin embargo, hay un único
anhelo que todos compartimos, uno que es profundo y superior a
cualquier otro: el anhelo de Dios. La Biblia dice:

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así


clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré
delante de Dios?
(Salmos 42:1-2)

Nuestro ser interior está conectado con lo invisible, tiene sed de


Dios. Miramos a las distintas sociedades a lo largo de la historia y
encontramos una faceta religiosa, miramos adentro y tenemos una
necesidad de Dios, descubrimos que algo nos falta cuando no
consideramos lo espiritual.

Este deseo de lo espiritual es intenso y no debe ser refrenado ni


moderado. Jonathan Edwards escribió:

Deben esforzarse en todas las formas posibles por prender


la llama de sus deseos y por obtener más placer espiritual...
Nuestra hambre y sed de Dios, de Jesucristo y de la
santidad no puede ser tan grande en comparación con el
valor que estas cosas tienen, porque son cosas de infinito
valor (...) [Por lo tanto] esfuércese en la promoción de
apetitos espirituales al ponerse ustedes mismos en el
camino del encanto (...) No existe el exceso cuando se trata
de tomar alimento espiritual. No existe la virtud de la
moderación en el banquete espiritual.
Cuando se trata de Dios, no hay excesos ni posibilidad de
«dolores estomacales» al comer todos los platillos de su banquete.
Al alimentarnos de Él, nuestro carácter se transforma al suyo.
Quienes han salido a su encuentro, experimentan un deseo
profundo dentro de sí de conocer más a Dios y convertir su vida a su
voluntad.

Vivir de acuerdo con la voluntad de Dios es reproducir su vida


perfecta. Desear que nuestra vida sea como será en el Cielo. En el
fondo, contamos con deseos orientados hacia un rumbo correcto.
Esos son nuevos deseos que el Creador puso allí y que nos
direccionan conforme a su diseño. Por ese motivo, necesitamos
identificarlos, valernos del impulso que nos da para apalancándonos
de estos.

Muchos hábitos no se materializan en nuestra vida porque el


deseo cambia o no es tan intenso. El deseo del Cielo nos
transformará tarde o temprano, procuremos que sea temprano, Él
nos acompañará a lo largo de la vida y el deseo de una vida que le
agrade crecerá.

La imagen del Dios invisible nos fue revelada. Él mostró cómo


luce la persona perfecta mediante Cristo: cómo hablan en Cielo,
cómo camina Dios, cuál es la rutina perfecta, qué hábitos son los
correctos y más importantes. Todo está allí, en la vida del Hijo de
Dios.

Él cumplió con todo a la perfección y manifestó cómo luce alguien


que está por completo ocupado por la Divinidad. Quienes
conocemos a Dios, tenemos el deseo de ser como Él y podemos
acercarnos a una vida similar porque Cristo vive en nosotros.

Los que desean cambiar un hábito quieren cambiar lo que hacen.


Pero los que atienden al deseo profundo de Dios buscan cambiar
quiénes son y su cambio de naturaleza se evidencia en toda su vida.
El deseo de ser como Jesús, en esencia, no se trata de hacer como
hizo, sino de ser como es.

Estamos siendo transformados en nuestro ser interior, esa parte


más profunda que nuestros pensamientos, sentimientos o acciones.
El cambio en nuestra forma interior se muestra en nuestro exterior.
No se trata de un deseo de cumplir reglas, sino de expresar la
imagen que Dios quiso poner en nosotros desde un principio en
nosotros, la suya. La transformación se logra trabajando en equipo
con Dios.

El cambio más profundo se relaciona más


con «quién soy», que con «qué hago». Se
trata del cambio de un «viejo yo» que es
sustituido por una nueva persona.

Tenemos esa convicción de que hemos


conocido la verdad, esta nos conduce al
Dios verdadero —porque Él mismo es la
verdad— y se ha expresado en una nueva
vida, la que vivió Jesús. Deseamos vivir esa
vida y podemos hacerlo. Nos ha acercado la
vida eterna, la del Cielo, su vida en
nosotros.

Deseamos a Dios y, al hacerlo, somos


cambiados.
Capítulo 8:
Venciendo el mal en nosotros
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
(Santiago 4:8)

Los hábitos no se pueden eliminar, sólo se pueden cambiar


—Charles Duhigg

La escritora Mary A. Kassian relata en su libro La verdadera


fortaleza[1] una historia sobre cómo algo pequeño puede convertirse
en algo grande.

Su familia tenía una cabaña a orillas de un lago en Canadá que


frecuentaban en la primavera. Durante una de sus visitas, notó que
había una pequeña pila de aserrín en el borde de la ventana del
frente. Sin darle mayor importancia, lo limpió. Cuando regresaron en
la primavera siguiente, ni bien abrió la puerta, en el mismo lugar
había una pila de aserrín mucho más grande. No podía ignorarlo y
necesitaba descubrir la razón de lo que estaba pasando. ¡Hormigas
carpinteras!

Tratándose de una cabaña estas son malas noticias. Tal vez, no


tanto como si se tratara de termitas, pero lo suficientemente malas.
Las hormigas carpinteras son un problema. Si bien, no suelen
morder madera demasiado dura y, usualmente, se centran en
madera deteriorada que se haya ablandado por la humedad, aun
así, estos visitantes no deseados pueden provocar mucho daño y
hasta debilitar la estructura de una cabaña. La invasión puede llegar
a ser tan grave que las paredes comienzan a crujir como celofán
arrugado, y grandes hormigas aladas comienzan a emerger desde
cada grieta.
Finalmente, gracias a Dios, ellos pudieron reparar el daño y
exterminarlas antes de que fuera demasiado tarde.

En ocasiones, los hábitos —sean buenos o malos— no suelen


avisar de su visita. Por lo general, no tocan a la puerta ni se
presentan, aparecen de manera espontánea sin pedir permiso y se
instalan. Nos damos cuenta de su presencia cuando empezamos a
percibir sus primeros efectos. Algunos de estos hábitos, si son
buenos, pueden ser gratas sorpresas y son invitados deseables,
pero otros, los malos, queremos que se retiren cuanto antes y se los
declare «no gratos». Rara vez comienzan siendo un hábito
dominante, sino que con mayor frecuencia, inician siendo una
pequeña acción sin mucha importancia. Como en la cabaña de
Mary, los malos hábitos comienzan en la ventana buscando madera
húmeda, inician su labor sobre aquellas áreas débiles que han
comenzado a deteriorarse. El pecado no avanza a saltos, se
introduce poco a poco, da un pequeño paso cada vez. No es
frecuente que un mal hábito instale su base en áreas de nuestra
vida que sean sólidas.

La invasión de hormigas que recibió la escritora le despertó la


siguiente reflexión:

Los intrusos en los hábitos representan un patrón de


comportamiento negativo, y por lo general están vinculados
a la falta de autodisciplina. Todo empieza como un
comportamiento en apariencia inofensivo, pero con el
tiempo se convierte en un hábito negativo, algo que
habitualmente hacemos o dejamos de hacer.

Los pequeños intrusos comienzan ocultándose porque son


pequeños. La Biblia expresa esta idea de lo poco que hace mucho
daño en versículos como estos: «Las zorras pequeñas causan daño
a nuestras viñas» (Cantares 2:15) o «El mal olor de una mosca
muerta echa a perder el mejor perfume» (Eclesiastés 10:1). Ya sean
hormigas, zorras o moscas, todas son pequeñas, pero su presencia
puede hacer la diferencia entre la vida que deseamos o la ruina.
Unas cuantas hormigas pueden afectar la estructura de una cabaña,
una mosca puede arruinar un perfume caro, unas cuantas zorras
pueden causar un gran daño en una viña y unos pocos malos
hábitos no tratados a tiempo pueden hacer que nuestra vida quede
arruinada.

Lo peligroso de los malos hábitos es que no se quedan como


están, sino que tienden a crecer. Se comienza con una hormiga,
pero luego se tiene un batallón. La escritora lo expresa así:

Los malos hábitos pequeños por lo general conducen a


hábitos mayores y más destructivos. ¡Tenga cuidado con
estos tipos de intrusos!

Todo mal hábito que no se trata con autodisciplina, sigue una


curva de crecimiento ascendente y al incrementar, sus efectos
nocivos también lo hacen. Estos intrusos no se irán por sí solos,
sino que tenderán a arraigarse. Las ciencias afirman en la
actualidad que el diseño de nuestro cerebro intentará automatizar
toda actividad que se repita, sin diferenciar si es buena o mala. Esta
automatización es útil para los buenos hábitos, pero resulta un
problema para los que son malos porque se pueden profundizar
hasta aparecer de manera muy natural.

Elige el hábito equivocado


y la vida se vuelve una batalla.

Conocemos esa lucha que se produce en nuestro interior: desde


nuestras rutinas de posponer el reloj y enterrar el rostro en la
almohada, pasando por nuestra eficacia en el trabajo, hasta lidiar
con los vicios que representan un problema. Luchamos con nuestras
tendencias y estas parecen arraigarse más. Tiramos como quien
quiere arrancar una maleza y vemos sus raíces profundas. Tenemos
que estudiar: una parte de nosotros entiende que si fraccionamos
las tareas en pequeñas y diarias, cumpliremos con los tiempos sin
estresarnos, la otra, no quiere lidiar con el esfuerzo así que pospone
y lo evade. Iniciamos motivados un proyecto a largo plazo: una parte
de nosotros está dispuesta a ejercer la disciplina personal, sabiendo
que la recompensa vendrá a largo plazo, la otra desea tirarse en la
cama y mirar series o redes sociales. En lo que respecta a nuestro
carácter nos ocurre algo similar, se resiste a ser moldeado por Dios.
Una parte de nosotros desea honrarlo y alabarlo, la otra, hacer
nuestros deseos. Una parte quiere obedecerlo y convertirse en la
persona que estamos destinados a ser, la otra no le interesa
cambiar sus acciones ni su carácter —está habituada a darle lugar
al pecado, a la pereza, a la falta de diligencia—.

En el versículo, nos habla de que estos dos aspectos viven


dentro de nuestro corazón: «Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble
ánimo, purificad vuestros corazones» (Santiago 4:8). Estas dos
realidades coexisten, pero no pacíficamente. La rivalidad es tan
grande que la parte no purificada quiere ensuciar y contaminar a la
otra. Entonces, necesitamos acercarnos a Dios para ser limpiados y
hacer que la parte pura tome el lugar de la no purificada.

Haciendo una simplificación la persona de doble ánimo quiere


dos cosas opuestas y cambia de idea con facilidad. Cuando
descubren que vivir en plenitud tiene dificultades, se echan para
atrás y vuelven a sus viejas formas, al tiempo vuelven a intentar vivir
a la manera de Dios y, así alternan entre dos tipos de vidas
opuestas.
Prepararse para la batalla
A los soldados les toca preparar sus caballos para el combate; pero
Dios es quien decide a quién darle la victoria.
(Proverbios 21:31, TLA)

Ganar la batalla requiere estar preparado para el combate.


Quienes practican algún deporte como el boxeo saben que gran
parte de su victoria está en la preparación, en el entrenamiento
previo. La Biblia nos habla de un combate que requiere preparación
de nuestra parte. En la batalla con nosotros mismos requerimos
hacer planes, preparar nuestros caballos. Necesitamos
fortalecernos, estudiar nuestros puntos débiles y tener estrategias
de salida para derrotar lo malo. Si no nos preparamos, no podemos
esperar vencer solo con una oración en el momento de la prueba.
Porque el pasaje nos habla acerca de prepararse de antemano para
el día de la batalla. Es necesario prepararse y mantener esa
preparación. Al leer esto seguramente comiences a tomar medidas
para vencer tus malos hábitos. Revisa qué es lo que te está
funcionando para repetirlo y sostenerlo.

Es frecuente que las personas estén muy ocupadas para prestar


atención al mantenimiento de sus herramientas, pero se debe afilar
la cuchilla antes de cortar. Por lo general, nuestra visión a corto
plazo lo ignora debido a que el mantenimiento no parece tener
resultados inmediatos. Sin embargo, es fundamental para lograr la
victoria hacer un mantenimiento de las herramientas con las que
produces. Trabaja en el nivel de tu cuerpo, de tu mente, de tus
emociones, lo social, y lo espiritual.
Reemplazar la rutina
Por eso, estén listos para actuar con inteligencia y tengan
dominio propio. Pongan su esperanza completamente en lo
que se les dará cuando Jesucristo regrese. Sean hijos
obedientes, no hagan todas las cosas malas que hacían
antes, cuando vivían sin conocer a Dios. Más bien, vivan
ustedes de manera totalmente santa, así como también es
santo el que los llamó; pues en la Escritura dice: «Sean
santos, porque yo soy santo». Ya que ustedes dicen que es
su Padre el que juzga las obras de cada uno sin tener
favoritos, entonces vivan dándole la honra mientras estén
de paso por este mundo.

Como bien saben, a ustedes los rescataron de la vida inútil


que heredaron de sus antepasados. Su rescate no se pagó
con cosas que se acaban, como el oro y la plata, sino con la
preciosa sangre de Cristo, que fue como un cordero sin
mancha y sin defecto. A Cristo, Dios lo había escogido
desde antes de la creación del mundo, y él apareció en
estos últimos tiempos para bien de ustedes.
(1 Pedro 1:13-20, NBV)

El llamado que hace la Biblia es claro, debemos vivir una vida


santa que refleje el carácter de Dios. Se nos pide que «no hagan
todas las cosas malas que hacían antes» y, a su vez, «vivan
ustedes de manera totalmente santa». Debemos realizar acciones
que favorezcan el reemplazo de hábitos por otros más adecuados.
Necesitamos ir dejando las «cosas malas» para vivir de una manera
«santa». He descubierto que solo resistir a la tentación parece no
funcionar tan bien y creo que la razón principal es porque no
satisface nuestros deseos, sino que los evita, evade que los
satisfagamos de una manera no legítima. Por ese motivo, debemos
buscar el reemplazo de hábitos: desde las «cosas malas» a la
«santa».
Intentamos descubrir cómo se componen los hábitos. Los
especialistas en el estudio de los mismos piensan que tienen al
menos tres etapas: un disparador, una rutina mental, una
recompensa.

● El disparador es el desencadenante o la situación que


activa la rutina mental y que conducirá a la acción.
● La rutina mental son los procesos internos que se
traducirán en el comportamiento.
● La recompensa, son premios que «recibimos» por accionar
y garantiza que el hábito se repita. —Puede ser comida,
drogas o emociones—.

Puede evitarse cierto disparador, pero no se puede cambiar.


Quien tiene problemas con el consumo del alcohol puede poner
restricciones en su entorno para evitar ser tentado. Quien tiene
hábitos secretos, puede evitar estar a solas. En definitiva, en este
momento del hábito se puede entorpecer la acción que se desea
evitar añadiendo «más pasos» o haciendo más difícil su acceso. Sin
embargo, difícilmente se podrán eliminar todos los disparadores. Por
eso, es necesario estar preparados para el siguiente paso.

El cambio de acción más poderoso es la rutina mental. Este se


relaciona con: cómo procesamos la situación y qué acción
tomaremos.

Por ejemplo, alguien tiene ganas de comer un postre cada tarde,


un hábito perjudicial. El disparador es la hora del día. Es evidente
que no se puede evitar que llegue esa hora —indefectiblemente, el
día avanzará y el momento de la tentación vendrá—. Entonces,
puede preparar rutinas de reemplazo como dar un paseo agradable
en el que esté en un espacio abierto y se lleve un té. Visite a un
amigo que conozcan su situación y sean de soporte para su nueva
dieta. Necesitamos estar preparados con un arsenal de actividades
que disfrutemos: como dar un paseo, tomar un café o visitar a
algunos amigos.

Para transformar un hábito necesitamos identificar cuáles son los


disparadores de los mismos. Debemos estudiarnos a nosotros:
cuáles son nuestras impresiones, pensamientos y comportamientos.
Al comprender la manera en que funcionamos, podemos generar
una nueva rutina: ensayarla, adecuarla y asimilarla. Requerimos
observarnos y conocernos. Te recomiendo, tomar notas sobre qué te
funciona y qué no, y elegir las mejores opciones.

Se dice que cuanto más atractiva sea la oportunidad, es más


probable que conduzca a la formación de nuevos hábitos. La buena
noticia es que esto funciona tanto para los buenos como los malos
hábitos.

Puedes diseñar un entorno y rutinas mentales que nos


conduzcan a la realización de los hábitos que deseas.
La fuerza de voluntad
La fuerza de voluntad es la que nos permite tener control sobre
una acción: nos permite mandarnos y hacernos caso. Si es
necesario nos permite obligarnos a actuar de determinada manera.
Sin embargo, tiene una falla: no es infinita. Hay días que resulta
eficaz y lidiamos con la tentación sin problemas. Pero,
eventualmente, otros días la tentación resulta mayor a la fuerza de
voluntad. Con frecuencia, esta disminuye cuando estamos
cansados, hambrientos, tenemos un problema sin resolver que nos
da vueltas por la cabeza, alguien nos trató de manera injusta y
situaciones similares.

Puede que en un buen día, cuando es de mañana, mientras


todos nos sonríen, hayamos dormido bien y no encontremos
dificultades, podamos enfrentar la tentación y ser efectivos en el
cambio de hábitos. Sin embargo, si tenemos una mala racha, todos
parecen enojados con nosotros y estamos exigidos al máximo, es
posible que enfrentar la tentación no sea tan sencillo.

Las ideas presentadas en los capítulos anteriores como la lectura


de la Biblia y la oración, serán de gran utilidad. En mi libro Supera la
tentación, analizo cómo Jesús usó la palabra vencer la tentación:

No se trató de una mera recitación o cierta combinación de


palabras por las que venció la tentación, sino que como Él
vivía para adorar a Dios podía expresar estas palabras con
autoridad. Él vivía lo dicho. ¿Cómo puedes tener esa
autoridad? Leyendo la Biblia y viviendo de acuerdo con lo
dicho. Entonces, el tentador vendrá y podrás resistir a la
tentación diciendo: «solo vivo de lo que proviene de Dios»,
«vivo para adorar a Dios». Este «método» que usó Jesús es
el mismo que podemos usar nosotros: conocer y vivir la
escritura para vencer la tentación.
La clave es vivir la palabra en todo momento. Cuando no
estamos tentados cultivaremos nuestra vida espiritual al máximo,
mediante la lectura, meditación, memorización y puesta en acción.
De esta manera, estaremos más preparados para hacer frente a la
tentación.

En el mismo libro, animo al uso de la oración para vencer la


tentación a los malos hábitos:

Necesitamos vivir en dependencia a Dios y buscarlo en


oración. Las batallas se ganan de rodillas. Gran parte de la
victoria es en la preparación, en la búsqueda de Dios. Jesús
lo dijo así: «Velad y orad, para que no entréis en tentación;
el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es
débil» (Mateo 26:41).

○ Ponte de rodillas para elevarte.


○ Reconoce tu vulnerabilidad para fortalecerte.
○ Deja de buscar en ti y busca en Dios.

Pelea una batalla a la vez. Junto a Dios, ¡puedes superar la


tentación!
El grupo de apoyo
Otra idea importante es formar parte de un grupo de contención.
En grupos como los de doce pasos, personas que se encuentran
enfrentando una tentación similar, se sostienen entre sí. Los más
avanzados apoyan a los más débiles.

Rodéate de personas que tengan los hábitos que quieres adquirir.


Lo más probable es que te contagien el entusiasmo, la motivación y
la práctica para lograrlo.

Nada iguala la motivación sostenida que brinda el pertenecer a


un grupo con intereses similares. La pertenencia transforma nuestra
misión personal, en una misión de todos. El grupo nos moldea a
nosotros y nosotros al grupo. Por lo general, es nuestro entorno y
grupo de pertenencia el que determina qué comportamientos son
más atractivos. Debido a este deseo de pertenencia y de
integrarnos, nuestra naturaleza tiende a adoptar los hábitos que son
elogiados y preferidos por las personas de nuestro alrededor. La
idea central de este párrafo es que lo usual es que el
comportamiento de las personas que rodean al individuo prevalezca
sobre él.

Por eso, busca un grupo que actúe cómo deseas actuar.


Encuentra dentro de ese grupo personas a las que puedas admirar
e imítalas. Finalmente, identifica a quienes entiendan o hayan
vencido los malos hábitos con los que luchas y recibe su ayuda.

Somos responsables de nuestros propios


hábitos. Nosotros mismos hemos creado
malos hábitos y debemos intervenir para
reemplazarlos. Con la intervención de Dios
podemos cambiarlos.
Puedes generar nuevos hábitos que
hagan de tu vida la que deseas.
ACERCA
DEL AUTOR
Javi Martínez es un joven escritor emergente, un
instrumento que el Padre está levantando para animar y ser
de bendición a esta generación.

Es una persona polifacética, es profesor de lengua y


literatura y sirve al Señor en su faceta de escritor, y también
a través del ministerio «Conectate con lo Alto» del cual es
fundador, ministerio encargado de llevar un mensaje
diferente a través de programas de radio, televisión y redes
sociales.

Ha servido al Señor activamente en la Sociedad Bíblica


Argentina, en la cual desempeñó la tarea de llevar la Palabra
a distintas provincias de ese país.

No solamente se limita a eso, sino que actualmente es un


emprendedor activo.

Casado con su mejor amiga Flor, con quién está iniciando


un nuevo hogar en las manos del Señor.

Su material será de bendición para tu vida, y en muchos


marcará un antes y después. Desatará una mayor fe y será
un sostén en medio del proceso.
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NOTAS
[1] La verdadera fortaleza: Hábitos sorprendentemente sencillos de una mujer
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