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Facultad de Psicología
Tesis de grado
Licenciatura en psicología
“Tensiones entre procesos de subjetivación y
objetivación en prácticas de salud mental
comunitaria: un estudio de caso”
Año: 2019
2° Cuatrimestre
1) Introducción……………………………………………………………………………...p.3
2) Planteo del problema…………………………………………………………………...p.5
3) Objetivos………………………………………………………………………………....p.6
4) Metodología……………………………………………………………………………...p.7
5) Marco teórico…………………………………………………………………………….p.8
6) Estado del arte…………………………………………………………………………..p.17
7) Desarrollo………………………………………………………………………………..p.21
8) Conclusión……………………………………………………………………………....p.36
9) Bibliografía………………………………………………………………………………p.40
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“A veces no estoy tan seguro de que alguien aquí tenga derecho a decir quién está loco y quién no. A veces pienso que ninguno de nosotros
está ni del todo loco ni del todo sano hasta que la mayoría de nosotros le dice que lo está. Es como si no importara mucho lo que uno hace, sino
el modo que nos ven los demás cuando lo hacemos”.
Introducción
Es decir, si no existe también en los dispositivos comunitarios una lógica “objetivante” o si por el
contrario se da lugar a procesos de “subjetivación”.
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Para esto, serán útiles los aportes de la Lic. Alicia Stolkiner, gracias a los cuales se abrirá un
signo de interrogación frente a algunas cuestiones ligadas a los procesos de “subjetivación-
objetivación” que se viven en las instituciones mencionadas, y se pensará qué cambios a nivel
subjetivo (si es que los hay) se producen en los usuarios una vez que son externados de
aquellas instituciones totales o cerradas, para ser derivados a las instituciones abiertas.
La perspectiva desde la cual se abordará la actual tesis será propia de la Salud mental
Comunitaria. Esta permite el acceso a mirar la contracara de los servicios: cómo sus usuarios los
experimentan, y cuáles son las marcas que dejan en ellos distintas formas de abordaje.
Lo que parece importante y pertinente, más allá de las distintas teorías y autores que se
nombrarán en este trabajo, es darle voz y valor a la palabra de aquellos que han vivido en
primera persona la experiencia de conocer, permanecer y transitar por las instituciones a las que
se alude. Especialmente, en este trabajo en particular, darle valor a la palabra de “A”.
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Planteo del problema
Siendo la de “A” una historia de vida que despertó en mí la curiosidad, la motivación y el motor
del comienzo de esta tesis, serán brindados algunos detalles más sobre ésta, teniendo en
cuenta que la misma nos permitirá abordar un caso particular e individual, para derivar luego en
cuestiones más amplias y generalizadas del área de salud mental, sus instituciones y sus
prácticas.
“A” es una mujer de 45 años de edad con un diagnóstico de Esquizofrenia, a quien acompaño
hace un año en mi labor de acompañante terapéutico. Debido a un episodio de crisis que
transcurrió en su hogar, “A” fue internada de manera involuntaria en un institución cerrada de
salud mental, durante tres meses, siendo externada posteriormente a condición de realizar un
tratamiento en un dispositivo comunitario, en este caso un Hospital de Día. Otra de las
condiciones que debió aceptar la usuaria para su externación, fue la de ser acompañada a la ida
y a la vuelta del Hospital de Día por un dispositivo de acompañantes terapéuticos.
La gran parte de las actividades que se realizan en el Hospital de Día no son del agrado para la
usuaria en cuestión, especialmente aquellas relacionadas con actividades artísticas como arte-
terapia, psicodrama, musicoterapia, etc. Por otro lado, la usuaria refiere que ella es
autosuficiente como para poder ir sola a esta institución y volver sola también, sin la necesidad
de estar siendo “escoltada” por nosotros, los acompañantes.
Podríamos pensar entonces que a partir de una crisis surge un diagnóstico, a partir del
diagnóstico se habilita un ejercicio de poder mediante un dispositivo (internación) y el sujeto en
cuestión, pasa a convertirse en un objeto de examen: toda su vida se encuentra controlada por
este dispositivo de poder.
- ¿En qué sentido el dispositivo comunitario, como en este caso puntual el Hospital de Día, es
subjetivante con los usuarios que asisten al mismo?
- ¿Hubo cambios a nivel subjetivo en “A” a lo largo del tratamiento en Hospital de Día? en caso
de que la respuesta sea afirmativa, ¿dichos cambios fueron positivos para la usuaria?
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- ¿Cómo actúan los procesos de desmanicomialización que van en la vía de recuperar la
subjetividad de aquellas personas internadas?
Objetivos
Objetivo general.
Objetivos específicos.
- Describir las perspectivas comunitarias y manicomiales de abordaje a las que se enfrentan los
usuarios con padecimiento mental.
- Investigar cuales son las características que debería tener un dispositivo de salud mental para
que fuese subjetivante y no objetivante. Tener en cuenta en este punto, la ley n° 26.657, de
salud mental, y los derechos que pretende asegurar de aquellas personas con padecimiento
mental.
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- A partir del caso de “A”: relacionar las llamadas “instituciones cerradas” con las “instituciones
abiertas” y establecer puntos en común y discordancias, teniendo como guía y referencia los
testimonios de la usuaria en cuestión.
- Analizar, a partir del caso de “A” las tensiones entre procesos de objetivación y subjetivación
que se dan en dispositivos comunitarios de atención y su relación con las lógicas manicomiales
antes descritas.
Metodología
Este trabajo se centrará en un estudio de caso, articulado con desarrollos conceptuales, que
nos permitirá abordar los objetivos planteados. Robert Yin (1989) indicó que el método de
estudio de caso es una herramienta valiosa de investigación, y su mayor fortaleza radica en que
a través del mismo se mide y registra la conducta de las personas involucradas en el fenómeno
estudiado. Para dicho autor se trata de una “generalización analítica”: utilizar el estudio de caso
único o múltiple para ilustrar, representar o generalizar a una teoría.
Como técnica de recolección de datos se utilizara la observación participante dentro del hogar
de “A” en un marco de trabajo como acompañante terapéutico; para los propósitos del presente
trabajo es pertinente utilizar como método la observación participante, ya que ésta, según
Denzin (1970) se define como una estrategia de campo que combina simultáneamente el
análisis de documentos, la entrevista a sujetos e informantes, la participación y observación
directa y la introspección. Esta observación participante brindara la posibilidad, como afirmaba
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Spradley (Citado en Valles, 1997) de que se produzca una experiencia desde el adentro y el
afuera de escena: desde la doble condición de “miembro y extraño”.
Además, se desarrollará una búsqueda de bibliografía pertinente al campo estudiado, con la cual
se podrán explicar los conceptos teóricos centrales referidos a la temática de la actual tesis.
Se realizarán entrevistas conversacionales con la usuaria “A” durante los encuentros con ella en
el horario de acompañamiento terapéutico. Entenderemos a la entrevista como una
“conversación prolongada”, y a la conversación o el diálogo de la vida cotidiana como los
ingredientes básicos en la definición de entrevista. Citando a Schatzman & Strauss:
“En el campo, el investigador considera cualquier conversación entre él y otros como formas de
entrevista. El investigador encuentra innumerables ocasiones- dentro y fuera de escena, en
ascensores, pasillos, comedores e incluso en las calles-para hacer preguntas sobre cosas vistas
y oídas(...)” (Citado en Valles, 1997, p. 71).
Las opiniones dadas por la usuaria serán relacionadas con las teorías, investigaciones y
conceptos que expondremos en este trabajo, brindando valor a la palabra de “A” y a sus
respectivas vivencias en torno a la desmanicomialización.
El testimonio y las experiencias brindadas por “A” serán utilizados en este trabajo respetando los
criterios de anonimato y confidencialidad de las personas e instituciones a las cuales nos
referimos durante el desarrollo del mismo.
Marco Teórico
Comenzando por definir qué es una institución, tomaré la definición que propone Fernando Ulloa
(1969) como aquellas que constituyen la materialización de un acuerdo entre grupos que la
integran, organizada en base a tres distribuciones: Geográfica, de tiempo y responsabilidades y
constituidas por diferentes “movimientos” tales como el contexto de la comunidad, las diferentes
formas, modalidades y niveles de comunicación intra-institucionales, la relación entre el vínculo
formal y el vínculo interno fantasmático que determina el tipo de pertenencia del individuo con su
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institución. El funcionamiento y la modalidad de estos movimientos están regulados por las
normas de la institución.
Considerando al Hospital psiquiátrico monovalente como institución total definida por Erving
Goffman como:
“Un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación ,
aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo comparten en su encierro una rutina
diaria, administrada formalmente” (Goffman, 1970, p.13)
Siendo así que el rasgo central de las organizaciones totales consiste en una estructura
específicamente diseñada para la supresión de las subjetividades individuales, más acá de los
objetivos institucionales explícitos de curación o resocialización.
Es este tipo de instituciones en las cuales se ve obturada la posibilidad de formar parte del
carácter heterogéneo y diverso de las subjetividades, donde se tiende hacia una mayor
homogeneización, dejando por fuera el poder de la singularidad de los sujetos que se
encuentran allí alojados.
Las instituciones totales (Goffman, 1970) tienen aún hoy un papel protagónico en el momento de
albergar a aquellos que la sociedad considera por fuera de ella, los extra numerarios, a los
cuales las políticas de estado no contemplan en la complejidad del problema. Los locos, los
pobres, los marginales, los adictos y los ancianos forman parte del colectivo social que ocupa las
instituciones totales. Estas personas integran la población asilar y ven cercado su futuro por una
confluencia de factores que los llevan a la pérdida del lazo social y la participación de diferentes
estamentos del estado que no responden a las necesidades de la población usuaria.
Según indicaba Emiliano Galende (1994) la población, los médicos, el Estado, las familias,
tienen incorporada una conciencia médica sobre la enfermedad mental y el trato al “enfermo”
que es difícil de cambiar. Además, Galende habla del lugar del psiquiatra como “sujeto de
supuesto saber”, la población le inviste un saber a ese médico y le inviste un poder para que
asistan, controlen, y actúen frente al “enfermo”. Aquellos “técnicos en salud” son quienes deben
hacerse cargo de estos “problemas” que no encajan con la sociedad y no le son útiles ni
funcionales.
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Estructura y sufrimiento en instituciones cerradas.
Goffman describe a las instituciones totales como absorbentes en alto grado, donde aparece
discontinuada la vida que existía en el exterior, donde la tendencia totalizadora está simbolizada
por los obstáculos que se oponen a la interacción con el exterior.
Como indica Goffman, un ordenamiento social básico de la sociedad moderna es que se tiende
a dormir, jugar y trabajar en distintos lugares, mientras que la característica central de las
instituciones totales es una ruptura de las barreras que separan estos ámbitos: todos los actos
son llevados a cabo en el mismo lugar, bajo la misma autoridad, en presencia de un gran
número de otros a quienes se les da el mismo trato, y todas las actividades están estrictamente
programadas.
Hay dentro de estas instituciones dos grupos que funcionan: el grupo manejado de los “internos”
(mayoría) y un pequeño grupo de “personal” o “supervisores”. Los internos viven dentro de la
institución, mientras que el personal cumple una jornada y está socialmente integrado al mundo
exterior. La conversación entre ambos grupos es restringida, así como el pase de información en
lo relativo a los planes del personal con respecto a los internos. Además, cada grupo tiende a
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representarse al otro con papeles rígidos y estereotipados. Se forman dos mundos distintos que
tienen puntos formales de contacto pero escasa penetración mutua.
Goffman caracteriza a cada uno de esos dos mundos. Parece pertinente para este trabajo
mencionar las características del mundo del interno.
Mundo del interno: el interno llega con una concepción de sí mismo y una cultura de
representación que ciertas disposiciones sociales estables han hecho posible. Apenas entra, se
despoja del apoyo de estas y comienzan una serie de degradaciones del yo, la mortificación del
yo es sistemática.
La barrera que las instituciones levantan entre el interno y el externo marca la primer mutilación
del yo. En la vida civil, el individuo alterna roles, y el ingreso a las instituciones totales rompe con
la programación del rol puesto que la separación entre el interno y el ancho mundo dura todo el
día.
“Hay un antagonismo central que atraviesa todas las formas institucionales: la tensión
indialectizable entre tendencia a la “objetivación” y a la “subjetivación” (…) La tendencia a la
“objetivación” se manifiesta de múltiples maneras en el campo de las prácticas en salud mental.
La más evidente es el resurgimiento del biologismo” (Stolkiner, A. 2001, p. 4).
Siguiendo con las ideas de Goffman en cuanto a las instituciones totales y sus características
objetivantes, Goffman habla del proceso de admisión: este puede caracterizarse como una
despedida y un comienzo: la despedida implica el desposeimiento de toda su propiedad. Esto es
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importante porque la persona extiende su sentimiento del yo a las cosas que le pertenecen,
empero también habrá despojo de la acostumbrada apariencia, así como los instrumentos y
servicios con la que la mantiene (ropa, peinado, etc.) y así se sufre una desfiguración personal.
Esto se relaciona a las rutinas impuestas en los diferentes tipos de instituciones y la mortificación
que sienten los usuarios frente a estas en la administración de una rutina diaria ajena que se
halla impuesta, forzando a hacer un papel que des-identifica.
Continuando con las distintas formas de mortificación que sufre el usuario cuando ingresa a una
institución cerrada, existe otra forma de mortificación según Goffman, que se halla bajo una
especie de “exposición contaminadora”. Se traspasa el índice que el individuo ha trazado entre
su ser y el medio ambiente, aquí vemos esto en lo relativo a datos e intimidades del paciente, a
la alimentación y su medicación forzada, al paciente y sus excrementos y al contacto social.
El tercer elemento son los “castigos”, que se definen como la consecuencia del quebrantamiento
de reglas, una serie de tales castigos consiste en la supresión temporaria de privilegios.
Otro proceso a tener en cuenta, según relata Goffman, es el del “alta”. A medida que la fecha se
aproxima crece la ansiedad en el usuario y la pregunta de si se podrá ser capaz de arreglárselas
afuera es desmoralizante e inevitable (razón por la cual muchos de los ex usuarios regresan o
piensan en hacerlo).
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Concepto de Subjetividad.
Galende (2008) analiza la categoría de subjetividad trascendental desde el sentido dado por
Husserl, aportando que la misma no puede ser entendida desde una psicología estática, como
tampoco las relaciones entre sujeto y cultura pueden ser comprendidas desde una idea de
subjetividad inmanente y una cultura atemporal. Ambos, subjetividad y cultura, son procesos
conjuntamente determinados, inestables, cambiantes, que mutuamente sostienen la vida social
del individuo, los modos en el cual los individuos realizan su interacción práctica y dan
significados y valores a su experiencia.
“El modo en que los individuos viven esa subjetividad oscila entre dos extremos: una relación de
alienación y opresión, en la cual el individuo se somete a la subjetividad tal como la recibe, o una
relación de expresión y creación en la cual el individuo se re-apropia de los componentes de la
subjetividad, produciendo un proceso que llamaría de singularización” (Guattari citado en Uicich,
2015, p.8).
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conceptual de los derechos humanos. Desde nuestra disciplina, esto implica el innegable
reconocimiento de la voz y la palabra del sujeto en todo proceso que lo implique.
En el proceso de su internación las personas con padecimiento mental han visto fragilizados
(y muchas veces perdidos por completo) sus vínculos familiares, de amistad, de trabajo,
vecinales. En cada caso ello ocurrió por una mezcla particular de razones que son a la vez
comunes: episodios de enfermedad que lesionaron tanto a quienes quedaban afuera como a
quien era enviado adentro. A su vez, los hospitales no siempre son cercanos o de fácil
acceso para las personas. También resulta difícil la experiencia de ver a un ser querido en
las condiciones de internación, sumado a que las familias pueden sentirse abrumadas frente
a la tarea de cuidar a quien ha sido diagnosticado como “enfermo mental”.
Según Erving Goffman (1961) en este irse quedando internadas indefinidamente, además de
las relaciones las personas van perdiendo sus derechos. Desde los derechos más simples
hasta los más complejos: decidir a qué hora levantarse a la mañana, gozar de cierta
privacidad, tener alguna cosa u objeto que les pertenezca, cuidar de sus hijos, saber cuándo
murieron sus padres y poder darles el último adiós, manejar su dinero, casarse, votar
Citando a Alberto Sava (fundador y coordinador del “Frente de artistas del Borda” y de la “Red
Argentina de Arte y Salud Mental”) acerca de su opinión sobre los manicomios y el movimiento
desmanicomializador, comentaba en una nota para el diario Página 12:
“Estuve en Trieste hace cuatro años, haciendo una pasantía desde la cual puedo dar cuenta de
esa experiencia desmanicomia-lizadora. También conozco las de Río Negro, San Luis y otras, y
he podido comparar las diferencias positivas de estas propuestas con las de los “hospitales
psiquiátricos” públicos y privados, bien llamados hospicios, asilos, loqueros, manicomios,
depósitos de personas… y yo le agrego campo de concentración de personas, todos violatorios
de los derechos humanos.
Estos manicomios se construyen y se sostienen desde el maltrato, la segregación, la sobre-
medicación, la discriminación y muchas veces la violencia física y psíquica, en ausencia de
libertades individuales y con mala calidad de vida en cuanto a alimentación, ropa, higiene y
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sociabilidad. En definitiva, son monumentos a las violaciones de los derechos humanos. Son un
cachetazo a la dignidad humana”. (Sava, 2012).
Los manicomios privan de la libertad a los usuarios que son allí internados con la excusa de
“curarlos”. Separan a las personas de sus ámbitos familiares y comunitarios. Se define al
manicomio como un espacio de privación de derechos y maltrato, hacinamiento y castigo o
disciplinamiento, todo esto encubierto como “tratamientos” para las personas con padecimiento
mental. Entre estos “tratamientos” podemos mencionar algunos que van en contra de los
derechos humanos, como: electroshok, sobre-medicación, cirugías de lóbulos frontales,
confinamiento en celdas solitarias, etc.
Parece pertinente entonces para el presente trabajo, hablar sobre la ley n° 26.657: Ley Nacional
de Salud Mental, sancionada en Argentina en el año 2010. Esta es una ley que se considera de
avanzada a nivel mundial, debido a que es una ley tendiente a transitar la atención de las
problemáticas que habían sido tradicionalmente atendidas con internaciones prolongadas y con
privación de los derechos de los usuarios o pacientes psiquiátricos, a tratar de transitar los
modelos asistenciales en la vía de un enfoque de derechos y en la vía de un enfoque
comunitario, donde la internación sea un recurso de última instancia, breve o transitorio,
realizado ante una situación de riesgo inminente.
Como indica Alicia Stolkiner (2012), el corazón de la ley es la recuperación de la dignidad de las
personas usuarias de servicios de salud mental en cuanto sujetos de derecho. Además, sus
principios se ligan directamente a los de los Derechos Humanos.
En su Artículo N° 1, esta ley define que tiene por objeto el goce de los derechos humanos de
“aquellas personas con padecimiento mental”. Luego, la reglamentación avanza sobre la
definición de padecimiento mental y establece que “se refiere a todo tipo de sufrimiento psíquico
de las personas y/o grupos humanos, vinculables a distintos tipos de crisis previsibles o
imprevistas, así como situaciones más prolongadas de padecimientos incluyendo trastornos y/o
enfermedades”.
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Introduciéndonos un poco en esta ley, es importante mencionar que la misma deja por sentado
que los diagnósticos no pueden basarse exclusivamente en la pertenencia a un status socio-
económico o político, un grupo racial, cultural o religioso. Tampoco pueden hacerlo en base a
demandas familiares, por creencias que no se adecuen a las prevalecientes en su comunidad,
por la identidad sexual o la mera existencia de antecedentes de hospitalización.
Esta ley desarrolla los derechos de las personas con padecimiento psíquico, entre los que
algunos se dirigen a modificar prácticas existentes, como el derecho a estar acompañado
(rompiendo con el aislamiento inicial que se suele determinar por norma en las internaciones) el
derecho a tomar decisiones en su tratamiento, a acceder a su historia clínica, a recibir
información adecuada, a no ser objeto de investigaciones sin su consentimiento, a recibir justa
compensación por su tarea y a no ser sometido a trabajos forzados, etc.
Un punto importante a tener en cuenta, es que la ley no utiliza la categoría “enfermedad mental”
sino “padecimiento mental”; Se inscribe así en una consideración más amplia del sufrimiento
psíquico.
En esta ley se promueve la necesidad de que los diagnósticos y las decisiones sean tomadas en
el marco de un equipo interdisciplinario que (en el caso de las internaciones) debe contar por lo
menos con un psicólogo y un psiquiatra. Esta pérdida de hegemonía fue uno de los motivos de
la oposición de corporaciones psiquiátricas a la ley.
Esta decisión del equipo interdisciplinario habilita a realizar una internación involuntaria si se
evalúa que la situación implica “riesgo cierto e inminente” (se modifica así el artículo 482 del
Código Civil, por el cual la internación forzosa se realizaba por “peligrosidad para sí o para
terceros”). De esta manera, lo que parece un cambio de palabras es un cambio profundo de
concepción: la “peligrosidad” puede ser comprendida como un atributo de la persona y por ende
se podría justificar su confinamiento prolongado. En cambio el “riesgo cierto e inminente” define
una situación transitoria (por ejemplo una crisis). Que debe ser atravesada con este tipo de
cuidados a fin de que la persona retorne lo más rápido posible a su comunidad.
La ley también establece que la persona internada involuntariamente tiene derecho a ser asistida
por un abogado y que el Estado lo puede proveer.
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Además, en su decreto reglamentario se fija una fecha para que las actuales instituciones
monovalentes dejen de existir como tales, especificando acciones a realizar en instituciones a
crear, y esa fecha es el año 2020.
Parece pertinente mencionar uno de los movimientos más grandes a nivel mundial en torno al
área de salud mental, que fue el movimiento de la “reforma psiquiátrica”, ocupando el centro de
su crítica el manicomio, la internación y el trato rígidamente jerarquizado que existía en estos
sitios.
Por otro lado, la situación exterior de exclusión social hace del caer en la institución una “trampa”
de muy difícil salida, ya que a la dificultad de volver a vivir fuera del hospital, se agrega la
situación desventajosa del estigma social, con lo cual la institución cambia en muchos casos del
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rol para el cual se dice que ha sido creada: asistir, atender, acompañar. Se convierte en el único
medio de vida para personas que sufren, entonces un doble desamparo: el de su propio
padecimiento y el de la exclusión social.
El ambiente psiquiátrico en Italia hasta los años ’60 estaba dominado por una amplia red de
hospitales psiquiátricos, de funcionamiento manicomial, con profesionales biologistas. El nombre
de Franco Basaglia impulsó desde su posición de director de un asilo, un movimiento social y
político (anteriormente mencionado) que logró en pocos años el cierre definitivo de un número
importante de estos establecimientos.
Los puntales más fuertes del movimiento de antipsiquiatría italiana se centraron en la atención
ambulatoria, instauración de internaciones breves, generalmente en centros de salud mental o
en hospitales generales.
El movimiento de reforma italiana atacó en todos los aspectos al edificio psiquiátrico: se plantea
las formas sociales de producción de la enfermedad; cuestiona la existencia de una disciplina
para la atención de esta problemática humana, proponiendo traspasar la disciplina y devolviendo
a la sociedad sus problemas mentales; disuelve saberes existentes y niega el valor de las
teorías al denunciar su carácter encubridor de la situación real del “enfermo”.
Otro de los países que impulsó el movimiento desmanicomializador fue Inglaterra, que durante la
época de la posguerra se visualizó que el fracaso en la medicina mental no era ajeno a la forma
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de institucionalización que ella proponía. La guerra, entre sus secuelas, dejó una gran cantidad
de individuos con necesidad de atención psiquiátrica. Esto hizo necesario una reconstrucción
acelerada de los sistemas de atención y facilitó que se pudiesen introducir reformas en el
sistema.
Maxwell Jones (psiquiatra) comienza a trabajar con el modelo llamado “comunidad terapéutica”
con ex combatientes de la guerra que permanecían internados en asilos. Las comunidades
terapéuticas tienen como principios básicos: el aprovechamiento de todos los recursos de la
institución (a la que concibe como un conjunto orgánico, no jerarquizado, de médicos, pacientes
y personal), donde existe libertad de comunicación en todos los niveles, donde hay espacios
terapéuticos grupales y no bi-personales, donde existen relaciones horizontales y no verticales,
sacándole el poder absoluto al psiquiatra. Según refirió Maxwell Jones, estos fueron un conjunto
de ideales hacia los cuales se tendió, pero que su concreción en los hospitales psiquiátricos se
dificulto. Fue difícil abolir la figura del profesional médico y las reglas instaladas en dichas
instituciones.
Por otro lado, Emiliano Galende comenta que Maxwell Jones mostró que eran solamente de
orden político las razones que esgrimían los psiquiatras para mantener la situación de los
enfermos: desde el chaleco de fuerza hasta el encierro.
Por otro lado, según comenta Galende, hubo un enfoque de intervención psiquiátrica preventiva
que difundió Erich Lindeman, durante la segunda Guerra Mundial, al que llamó “intervención en
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crisis”. A diferencia de la intervención clásica psiquiátrica, que opera sobre la patología
constituida en un individuo, la “intervención en crisis” consiste en actuar sobre la familia, el grupo
social, la institución escolar, en el momento en que ha surgido una situación difícil, que afecta a
los individuos y provoca en ellos reacciones que pueden llegar a ser patológicas.
“La intervención del psiquiatra puede ayudar a una resolución de la crisis que facilite el
desarrollo y fortalecimiento psicológico del grupo, evitando que la crisis se fije y se resuelva en
una patología individual. Se revaloriza la crisis como situación que puede ser positiva para el
desarrollo de un grupo humano si se aprovechan los elementos afectivos desatados (…). La
intervención en crisis ayudaría a impedir que esta pueda resolverse espontáneamente,
afectando a algún miembro del grupo, el que luego se hace emergente patológico y lugar de las
intervenciones psiquiátricas reparadoras”. (Galende, 1994, p.177).
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servicios, implica necesariamente la desintitucionalización. Representa entonces, una
transferencia de cuidados desde el hospital neuropsiquiátrico a la comunidad. El desarrollo de la
atención en salud mental comunitaria en América Latina, según los datos aportados por el
Proyecto Atlas, se implementó de manera insuficiente dada la coexisten en el sistema de salud
de dispositivos comunitarios y asilares, la orientación de los servicios disponibles es inadecuada
y la calidad de la atención, deficitaria. Las reformas realizadas en Argentina avanzaron en la
creación de servicios de salud mental en hospitales generales -con o sin camas de internación-,
en la conformación de equipos interdisciplinarios, el trabajo intersectorial y la inclusión de la
palabra como instrumento de recuperación del lazo social. Además, la apertura comunitaria
significó la presencia de nuevos dispositivos tales como centros de salud mental comunitarios,
hospitales de día, programas residenciales y ocupacionales. Río Negro es la primera provincia
que en el año 1983 inicia un proceso de reforma, que incluye al Neuropsiquiátrico de la ciudad
de Allen: en octubre de 1988 se decide su cierre y, en septiembre de 1991, se sanciona la Ley
2440 de Promoción sanitaria y social de las personas que padecen sufrimiento mental. Se
concreta la externación de 100 pacientes alojados en el neuropsiquiátrico, se crearon equipos de
salud mental en hospitales generales y estructuras intermedias como hogares de tránsito y
casas de medio camino.
Desarrollo
Debido a que el estudio de caso que se eligió para la actual tesina es el de la usuaria “A”, es
pertinente comentar algunas cuestiones sobre la historia de la misma.
“A” es una mujer de 44 años que sufrió una internación en un establecimiento privado durante
tres meses en el año 2018. “A” cursó la carrera de Ciencias Veterinarias en la Universidad de
Buenos Aires hasta el último año, aunque restándole pocas materias para obtener su título,
decidió abandonar la cursada. Es una mujer que ama a los animales, tiene varias mascotas en
su hogar. “A” convive con su madre en una casa grande y arreglada en un lindo barrio de CABA.
Sus hermanos decidieron mudarse de dicha casa hace varios años ya.
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tenido entrevistas conversaciones en el marco de mi trabajo) llegó a mí el conocimiento acerca
de la particular situación que estaba viviendo la usuaria previamente a ser internada: ésta
llevaba objetos de la calle a su casa y los depositaba en su habitación. Este accionar se volvió
cada vez más habitual hasta que el espacio se llenó casi por completo. Tal comportamiento
preocupaba e incomodaba a los familiares de “A”, quienes comenzaron a averiguar por una
posible internación.
Al llevarse a cabo ésta y luego de tres meses de internación, “A” pudo ser externada del
establecimiento. El equipo de trabajo de la institución indicó, tanto a la usuaria como a su familia,
que dicha externación sería llevada a cabo bajo ciertas condiciones a cumplirse para que “A”
continuase con un tratamiento por fuera del hospital y para que no volviese a ser internada en
éste. Entre estas condiciones se encontraban las siguientes:
Comencé a acompañar a “A” en el mes de diciembre de 2018. A medida que la fui conociendo
más, charlando sobre sus pasatiempos, lo que le gusta hacer y lo que no, noté que la mayoría
de las actividades que le brindan en el HDD no le agrandan, inclusive le disgustan, debido a que
gran parte de estas se vinculan con lo artístico (pintura, teatro, arte-terapia, musicoterapia,
psicodrama, música, etc.) y como “A” es una persona atlética que se interesa por su estado
físico, la actividad que más disfruta en este establecimiento es hacer gimnasia: “A” ama el
deporte; realiza como entrenamiento de alta intensidad la actividad denominada “Crossfit” dos
veces a la semana (la cantidad que le permite el psiquiatra).
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Por otro lado, la usuaria también refiere tener gran interés por todo lo relativo a la nutrición y
alimentación: investiga sobre estos temas y visita una vez por mes a una nutricionista para ser
asesorada y equilibrar su dieta diaria. Además, como se comentó anteriormente, “A” tiene un
gran amor por los animales (la profesión que eligió estudiar así lo demuestra) y tiene un enorme
conocimiento acerca de tratamientos, fármacos y cuidados, relativo a animales de toda clase.
Esto conduce a cuestionar, ¿Por qué ninguna de estas áreas que tanto convocan a nivel
subjetivo a la usuaria se presentan en el Hospital de Día al que ella acude?¿Cuál es la razón de
que la mayoría de los talleres se vinculen con el arte?
Pichón Riviere (citado en Zito Lema, 1985) indica que existen dos tipos de ley: la ley escrita,
codificada, que constituye el orden jurídico y expresa la voluntad de una clase en el poder, y la
otra forma de ley, que implica el criterio de normalidad a partir del cual se juzga la conducta de
los sujetos (calificándola o descalificándola). Esta ley no escrita es también expresión de
intereses de clase.
“El criterio de salud, la norma que evalúa la forma de adaptación a la realidad es funcional al
sistema de relaciones sociales, como lo es la norma jurídica”. (Riviere,p. citado en Zito Lema, V.
1985, p.78).
Podríamos pensar el criterio de salud vigente como funcional a los intereses y objetivos de la
clase dominante. Quien se sale de la norma es sancionado socialmente (por ejemplo “A”, es
sancionada por acumular cosas, por no relacionarse con muchas personas, por querer realizar
deporte todos los días de la semana, etc.). Una forma concreta que asume esa sanción es la
reclusión en un hospital psiquiátrico, la marginación en estos establecimientos.
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prolongadamente o de por vida en instituciones psiquiátricas, aduciendo argumentos que van
desde protegerles, lo incurable de su padecimiento, su incapacidad para valerse por sí mismos,
o hasta su peligrosidad. A partir de tales ideas, que se han hecho parte de normas jurídicas,
teorías científicas y del conocimiento del sentido común.
Emiliano Galende cita a Karl Jaspers, quien admitía que el diagnóstico es finalmente “un juicio
de valor” reconociendo la incomprensibilidad de muchos procesos patológicos. Dicho psiquiatra
aseguraba:
“Lo que no se comprende es intrínsecamente malo y debe ser doblegado o reeducado -el grueso
de las psicosis-. Solo lo que es comprensible se hace humano, empático, bueno” (Jaspers citado
en Galende, 1994, p.142).
Recordemos que “A” es diagnosticada como esquizofrénica, y este tipo de diagnóstico “ayuda” a
que la usuaria sea estigmatizada y factible de internación en casos de crisis, acumulacion de
objetos, posible violencia, etc. Inclusive, cuando la coordinadora de la fundación para la cual
trabajo como acompañante terapéutica, al realizar el primer llamado para ofrecerme ser la
acompañante de “A”, lo primero que nombra es el diagnóstico de la usuaria, para luego
desplegar parte de su historia.
Según Pichón Riviere (citado en Zito Lema, 1985) toda teoría de la salud y enfermedad implica y
reenvía a una concepción del sujeto, del mundo y de la historia que lo fundamenta. Entonces,
¿Cuándo una persona puede ser considerada “loca”?, y más aún, ¿cuándo puede llegar a ser
recluida en una institución cerrada? ¿Bajo qué criterio? ¿Social, político, cultural…médico?
24
desmanicomializar es romper (o al menos, comenzar a agujerear) los muros que levanta la
sociedad, nosotros mismos como parte de ella, los prejuicios que circulan en torno a las
personas que padecen mentalmente, las ideas que se nos imponen desde el sentido común, el
desconocimiento y la falta de información que tenemos en torno a estas temáticas, las ideas
erróneas que circulan en relación a estos sujetos.
En relación a la historia de “A”, esta usuaria que fue externada luego de tres meses de haber
permanecido en una institución privada bajo tratamiento psiquiátrico, pudo volver a ser incluida
en su comunidad, en su barrio, junto a sus vecinos, en su hogar junto a su familia. Y esto no sin
la ayuda (y la condición como hemos dicho anteriormente) de la concurrencia al dispositivo de
Hospital de Día, con el fin, entre otros, de formar nuevos lazos sociales, pasando a ser el
tratamiento de “A” ambulatorio.
25
Desmanicomializar también implica, como dije antes, la inclusión nuevamente de los usuarios
que han sido externados de hospicios o han salido de sus internaciones en determinada
institución, dentro de la comunidad de pertenencia. Y para ser y sentirse parte funcional la
comunidad, un factor importante y dignificante, es el del “empleo”.
Pese a que “A” ha tenido algunos trabajos a lo largo de su vida, hace muchos años que está
desempleada, y más allá de que su familia puede mantenerla económicamente, se trabajó en
conjunto con el equipo interdisciplinario (psicóloga, psiquiatra y acompañantes terapéuticos)
sobre la posibilidad de que “A” pudiese despertar algún interés en obtener sus propios ingresos,
comprar sus cosas, invertir su tiempo en algún empleo que le genere disfrute. Primero se
comenzó conversando con ella a modo de fantasía, y luego se pasó a la posibilidad de concretar
las ideas que se había hablado.
Buscar un empleo era algo imposible para “A” al comienzo de su tratamiento ambulatorio, ya que
sentía que no era necesario ni tenía los ánimos para hacerlo. En los últimos meses sin embargo,
“A” manifestó la necesidad de comenzar a trabajar, y comentó que le gustaría que aquel trabajo
se relacione con los animales. Debido a esto se trabajó dicha idea con la psicóloga de la usuaria,
y luego de investigar diversos lugares, se le proporcionó a “A” el contacto de un refugio de
animales en el cual se necesitaba personal para realizar un voluntariado. “A” si bien no cobra por
estas tareas, está ganando experiencia y generando nuevos lazos con los compañeros del lugar,
pensando la posibilidad a corto plazo de conseguir un empleo pago. Esta actividad nueva en la
vida de la usuaria captura el interés genuino de la misma, y esto es productor de subjetividad en
alto grado.
Dispositivos Objetivantes.
Como se comentó más arriba, uno de los objetivos de la actual tesina, se relaciona con
investigar acerca de las producciones de subjetividad que se producen tanto en los hospicios
(instituciones cerradas, de lógica manicomial) como en los dispositivos comunitarios, en este
caso teniendo como referencia al Hospital de Día al que concurre “A”.
26
Si bien no tenemos demasiados datos acerca de la internación que vivió “A” durante tres meses
en una institución privada, ya que a la usuaria no le agrada hablar del tema, lo que suele referir
en muchos de los encuentros con los acompañantes, es que no le gustaría tener que volver a
pasar por una situación de internación nunca más en su vida. Si bien al comienzo del tratamiento
en el Hospital de Día no le agradaba asistir allí y realizar las actividades que le proponían,
entendía que si no lo hacía, su internación era inminente; es por eso que “A” eligió seguir la vía
del tratamiento ambulatorio, y luego de ir haciendo del lugar algo más “propio”, entendió los
beneficios que le aportaba el mismo, más allá de ser la causa de que permaneciera externada.
Alicia Stolkiner habla de un discurso constante entre las personas de la comunidad, destinado a
mostrar a los “otros” que han quedado por fuera del sistema, aquellos que no son funcionales a
las tareas de la vida diaria, como no-personas, como no-sujetos, como desechables e inclusive
como peligrosos.
Hay una construcción permanente del otro, del sometido, como objeto. Este lugar de
“objetivación”, de caída por fuera de la red social es en sí mismo un problema de salud mental. Y
según podemos ver, ese proceso de objetivación que se da en la sociedad misma para/con
aquellas personas con padecimiento mental, se replica y reproduce en las prácticas y discursos
que se dan dentro de las instituciones totales/ cerradas/ psiquiátricas, en las que el usuario
muchas veces pasa a ser un “número”, pasa de ser un sujeto de derechos, a ser un objeto de
estudios.
Si bien en este trabajo colocamos por un lado a las lógicas objetivantes del lado de los
manicomios, y a las lógicas subjetivantes del lado de los dispositivos comunitarios, podríamos
establecer una comparación entre esta rutina impuesta que se da en las instituciones totales o
cerradas y que también de alguna manera se vislumbra en los dispositivos comunitarios o
abiertos, como los Centros u Hospitales de Día por ejemplo, que a pesar de ser espacios en los
que los usuarios pasan solo algunas horas del día y luego vuelven a sus hogares, también
presenta la administración de una rutina con diferentes actividades coordinadas por
profesionales de distintas áreas, que de alguna forma “se le imponen” al usuario a que las
realice, como en el caso de “A”, a quien se le impone que realice actividades como psicodrama,
arte-terapia, musicoterapia y demás, sin que sean de su agrado.
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Sin embargo, a diferencia de las instituciones cerradas (como los manicomios) en estas últimos
existen pocas actividades recreativas para los usuarios. Hay insuficiencia de actividades de
distracción, y esta privación es importante. Según Goffman, algo que alivia ese hecho es la
concepción de los manicomios como lugares de recuperación de la salud, con lo que se intenta
persuadir acerca de que el tiempo consagrado no es en vano.
Por otro lado, “A” suele comentar que una vez cada tres meses se realiza la llamada
“psicoterapia familiar” en el Hospital de Día, en la cual cada usuario/a debe llevar a un familiar al
establecimiento, para poder realizar una terapia en conjunto entre todos los participantes del
curso. La psicóloga realiza preguntas a los familiares más que a los usuarios, según comenta
“A”, e indaga cómo fueron los comportamientos de aquel sujeto en esos meses fuera del
Hospital de Día, en su hogar, con su familia etc.
“A” comenta que nunca sabe a qué familiar llevar, ya que las veces que ha ido con su madre,
ésta intervenía mucho en la reunión brindando datos de la usuaria que a ella la avergonzaban;
cuando iba su hermano también participaba mucho y decía cosas que según “A” le eran
perjudiciales luego en su dia a dia en el Hospital de Día, además de que luego el hermano
comentaba todo lo que se había hablado en la reunión a los demás familiares y la usuaria sentía
esto de forma persecutoria.
Si nos guiamos por la lógica que sigue la salud mental en comunidad, la familia debe ser parte
del tratamiento de aquellas personas con padecimiento mental, deben tener la posibilidad de ser
asesorados y alojados con respecto a sus dudas, interrogantes, expresar sugerencias, etc. Sin
embargo, y guiandome por el testimonio de “A”, podría suceder que los usuarios queden en un
lugar de objetos en este tipo de reuniones de terapia familiar, siendo “hablados” por sus padres,
hermanos, primos, etc.
Como contracara de estas ideas, hablaré sobre las lógicas subjetivantes que se generan en los
dispositivos comunitarios, como en este caso, en el Hospital de Día, nombrando más
experiencias de “A” en dicha institución.
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Dispositivos subjetivantes: crearse un nombre.
Dentro de los objetivos y las preguntas que planteaba al comienzo de este trabajo, una de ellas
abría un interrogante acerca de si hubo cambios a nivel subjetivo en “A” a lo largo de su estadía
en el HDD.
Un factor importante a tener en cuenta para que un dispositivo sea subjetivante, es que se le
brinde valor a la “voz” de los usuarios que asisten al mismo.
Con respecto a la importancia que se le da en salud mental comunitaria al lazo social de las
personas con padecimiento mental, me parece importante destacar cuestiones que fueron
sucediendo en el tratamiento de “A” con respecto a sus relaciones interpersonales a lo largo de
este año y medio de tratamiento.
Cuando “A” comenzó a asistir al Hospital de Día, no interactuaba con ninguno de sus
compañeros; tampoco relataba al equipo de acompañantes ningún suceso de los talleres ni
comentarios acerca los demás usuarios, solo que eran mayores a ella y que esto la hacía sentir
cómoda. Además, cuando los acompañantes ingresábamos a su casa y esperábamos a que “A”
almuerce para luego dirigirnos al Hospital de Día, toda pregunta que se le realizará a la usuaria
era contestada por la madre de ésta, dejando a “A” en un lugar pasivo, sin voz.
La relación con los acompañantes terapéuticos al principio era bastante hostil, ya que la usuaria
se sentía obligada a interactuar con ellos y controlada por los mismos. Pero a medida que el
tiempo fue transcurriendo, la mirada de “A” con respecto a dichos dispositivos comunitarios,
tanto del Hospital de Día como los acompañantes (podríamos tomar al dispositivo de
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acompañamiento terapéutico como uno comunitario ya que actúa con la persona que padece
dentro de su comunidad) fue cambiando.
El lazo que se estableció con los acompañantes fue cada vez más libre y horizontal, sin exigirle
nada a “A”, formando un vínculo empático y constructivo: la relación pasó de ser rígida e
incómoda a ser de disfrute y complicidad.
En los últimos meses, “A” comenzó a vincularse mucho más con sus compañeros del Hospital
de Día, especialmente se hizo muy amiga de tres usuarios con los cuales comparte salidas los
fines de semana a diversos sitios de interés, como el cine, el bowling, y las casas particulares de
cada uno de ellos. “A” se siente entusiasmada por poder combinar horarios y días con estos
compañeros para poder realizar actividades y pasar tiempo juntos generando un intercambio
productivo entre los involucrados.
Si bien “A” no está sola en el Hospital de Día, sino acompañada por un grupo de compañeros
que realizan los talleres en conjunto con ella, la usuaria, a lo largo de este año y medio de
tratamiento y asistencia al lugar, pudo “crearse” un nombre allí, tanto para sus pares como para
los profesionales y talleristas que trabajan en el dispositivo. Esto significa que ella es nombrada
y reconocida por sus actitudes, por su “carácter temperamental” por “decir las cosas como las
siente y no guardarse nada” por “ser la graciosa del grupo”, “la que hace chistes y los hace reír a
todos”, “la que ama hacer las clases de gimnasia y odia las de yoga”, “la que se duerme en
psicodrama”, entre otras.
“A” comentó varias veces acerca de la preocupación de sus compañeros aquellos días en lo
que ha tenido que faltar al Hospital de Día, y los llamados y mensajes que ha recibido luego para
saber cómo estaba y qué le había sucedido. La usuaria refiere que los compañeros “se aburren
y la extrañan si ella no va”.
Según Alicia Stolkiner, el estigma social de la locura (el temor y la discriminación frente a esto
“desconocido”) llevó históricamente a aislar a aquellas personas con padecimiento mental en
manicomios. Se instala la idea de la institución asilar-manicomial para recluir, apartar, segregar a
determinadas personas.
Como concepción contraria a la exclusión que genera la internación psiquiátrica de tipo “asilar”
encontramos a la “perspectiva comunitaria”, la cual tiene como objetivo básico y fundamental
asegurar que el usuario (o padeciente mental) pueda permanecer integrado en su comunidad en
el proceso de atención y rehabilitación potenciando su participación activa en el tratamiento.
Quisiera rescatar y resaltar del párrafo anterior algunas ideas importantes como:
En cambio, ubicar a aquellos que padecen en un lugar de “usuarios” los coloca del lado “activo”,
por ende, del lado de lo que “construye”: la idea es construir, acompañados de la ayuda de un
otro, pero desde un lugar participativo en cuanto a su propio tratamiento, con el derecho a poder
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expresar sus deseos, sus inquietudes, malestares, etc, y con el deber de un otro que escuche y
atienda estas demandas alojándolas, sin acallarlas.
La salud mental en comunidad, postula como eje central, una atencion y rehabilitacion de las
personas con padecimiento mental ejercitando la relación con los otros dentro de la comunidad,
dentro de la vida en común con sus semejantes, en la sociedad que les toca habitar. Se trata de
preservar y/o recuperar en el usuario sus vínculos interpersonales en el campo comunitario. Esto
tiene un sentido racional, ya que la mayor parte de los trastornos mentales afectan en el sujeto
su capacidad social, sus condiciones subjetivas para vivir con otros, para soportar los conflictos
de la vida diaria en común, y para desarrollar habilidades que le permitan generar vínculos
satisfactorios.Como comentaba Sara Ardila Gómez en su libro “En nombre propio”:
“Se entiende por externación sustentable el que las personas puedan vivir de forma
permanente en el ámbito comunitario, y que las internaciones ocurran sólo por períodos
breves y ante situaciones de crisis que no puedan ser abordadas ambulatoriamente” (Ardila,
2019, p.29).
En el extremo opuesto a esta concepción, está el centro de la ideología asilar, el cual apuesta
por la separación del usuario de su comunidad (en muchos casos de manera definitiva). La
psiquiatría asilar entonces no comprendió o no le dio valor a la incapacidad o dificultad que se
presenta en aquellos con padecimiento mental, y bajo la idea de “tratar” a estas personas, de
alguna manera se acentuó el efecto de aislamiento, recluyendo al sujeto en una institución a
puertas cerradas, sin contacto con el afuera.
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Pensándolo en relación a la Ley 26.657, podemos relacionar esta dimensión con el Artículo N°9,
del Capítulo 5 (“Modalidad de abordaje”) de la Ley: “El proceso de atención debe realizarse
preferentemente fuera del ámbito de internación hospitalario y en el marco de un abordaje
interdisciplinario e intersectorial, basado en los principios de la atención primaria de la salud. Se
orientará al reforzamiento, restitución o promoción de los lazos sociales”.
Si recordamos el caso de “A”, esta mujer pasó de su internación de tres meses de duración en
una institución cerrada a asistir a un dispositivo comunitario, como el Hospital de Dia.
2° Dimensión. Esta segunda dimensión se orienta hacia “horizontalizar” un poco más el vínculo
“profesional-paciente”, ya que el usuario debe ser tratado como un semejante, respetando su
dignidad y reconociendo sus derechos, esto habla de una ética de las prácticas en salud mental.
En el caso de “A”, en cuanto a los dichos de ella sobre su llegada y concurrencia al Hospital de
Dia, en un primer momento sentía que estaba siendo “obligada” a asistir a este sitio, a participar
en todas sus actividades, etc. y en cierto punto, esto tiene algo de verdad, debido a que la
condición para que “A” pudiese abandonar el instituto de salud mental privado en el cual
permaneció internada tres meses, era que comenzase un tratamiento en algún dispositivo
comunitario, asistiendo de lunes a viernes.
Es por este motivo que durante los primeros meses de asistencia a dicha institución de Hospital
de Dia, “A” se sentía en una posición de objeto que es trasladado de un sitio al otro (por
nosotros, los acompañantes) sin tener ganas de interactuar con la gente que concurría a este
lugar, ni de asistir a la terapia que se le indicaba que debía realizar con una psicóloga del
establecimiento, ni de llegar puntual, entre otras cosas.
Sin embargo, noté que la voz de “A” era y es escuchada desde este dispositivo, a partir de varios
sucesos que ocurrieron a lo largo del tiempo en que lleva concurriendo allí. Por ejemplo, la
psicóloga del establecimiento fue despedida hace pocos meses, y “A” solicitó continuar su
tratamiento con dicha profesional, por fuera del Hospital de Día, ya que había formado un lazo
muy interesante con ella. Se pudo coordinar un nuevo dia y horario para su tratamiento por fuera
del dispositivo, y desde el establecimiento permitieron que la entrada de “A” al lugar fuese más
tarde los días miércoles (en que asiste a terapia). Me pareció que de esta manera, se priorizo el
33
bienestar, la voz, y el pedido de la usuaria en cuestión, sin importar que la profesional había sido
desplazada del establecimiento.
Se podría decir que “A” es partícipe activa en su tratamiento, debido a que, se le consulta por
preferencias (tanto de acompañantes como de horarios, etc). Por ejemplo, “A” decidió cambiar a
varios de sus acompañantes terapéuticos solicitando a la empresa que le enviasen otros, ya sea
por falta de empatía con ellos, por diferencias a la hora de pensar, interferencias en la
comunicación, etc. y estos pedidos siempre fueron alojados y cumplidos.
Por otro lado, el horario de los acompañantes también fue modificado varias veces por “A” y
también su ingreso al Hospital de Día, ya que varias veces quiso llegar más tarde de la hora de
entrada y lo pudo hacer sin mayores inconvenientes.
Por otro lado, “A” solicitó que se le brindase un dia “Libre” del Hospital de Dia, para poder
permanecer en su casa o hacer otras actividades, y esto, después de varios meses de
comenzado el tratamiento fue otorgado (se le otorgaron los días jueves en una primera instancia,
luego de ocho meses de asistencia a la institución). Al día de hoy, luego de un año y medio de
tratamiento, se le brindó un nuevo dia libre, (los martes), ya que los cambios en “A” a nivel
sociabilidad, empatía, y limpieza de objetos de su habitación, son notables y cada vez se
acrecientan más en una dirección positiva.
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realizó, llamó a su psicóloga y solicito su ayuda para comenzar a vaciar su cuarto de dichos
objetos. Gracias a la ayuda de este “otro” que se colocó en un lugar de “par”, horizontal, sin
mostrarse intrusivo para/con ella, se logró que aquel espacio fuese limpiado, pero en el
momento en que “A” lo dispuso y lo quiso así. Sin apurar los tiempos, sin tocar aquellos objetos
sin consentimiento de “A”, sino dando lugar a la voluntad de la usuaria.
Por otro lado, al momento de comenzar su tratamiento en el Hospital de Dia, “A” tuvo la libertad
de elegir con qué grupo etario quería compartir sus días. Si nos guiamos por su edad (45 años)
a “A” le correspondía el grupo de los “Adultos de mediana edad”; sin embargo, la usuaria fue
consultada con respecto a esto, y se le pidió opinión en cuanto a sus preferencias: “A” solicitó
estar con el grupo de “tercera edad” en el cual la edad de los participantes oscila entre los 60 y
los 90 años, debido a que, según los dichos de la usuaria, se siente más cómoda con la gente
de este rango etario que con los más jóvenes.
Además, “A” tuvo (y tiene) la libertad de elegir qué talleres y actividades realizar y en cuales
prefería/prefiere no participar. En el caso de actividades ligadas al arte, como psicodrama, arte
terapia y escritura, la usuaria en cuestión no tiene interés en realizar todas las actividades que
proponen los talleristas, por ende cuando alguna de estas le aburre o le genera malestar o
incomodidad (como pintar rostros de personas, o escribir historias) solicita permanecer a un
costado del salón observando a sus compañeros, sin participar, y este pedido es tomado y
aceptado por los profesores.
Por último, como ya comente anteriormente, la usuaria tuvo la posibilidad y la libertad de poder
continuar su terapia psicológica por fuera del establecimiento de Hospital de Dia, con una
profesional que había sido desplazada de dicho dispositivo, y que actualmente la atiende a “A”
de manera privada, debido al vínculo que se había formado entre ellas y a la solicitud de “A”.
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integración social sea lo más próxima a la realidad social, cultural y de territorio de vida del
usuario.
Por último, es pertinente nombrar al artículo 20, Capitulo 4 de la Ley N° 26657, el cual habla
sobre las “Internaciones” de las personas con padecimiento mental: “La internación involuntaria
de una persona debe concebirse como recurso terapéutico excepcional en caso de que no sean
posibles los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse cuando a criterio del equipo de
salud mediare situación de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros”.
Como se comentó al comienzo de este trabajo, es importante que las personas con
padecimiento mental no queden del lado del sentido común que muchas personas en la
sociedad tienen. Me refiero al lugar de peligro en el cual se los coloca muchas veces, por
desconocimiento y falta de información. Es por eso que es muy importante que las internaciones
involuntarias se realicen aquellas veces en que aquel sujeto que se necesita que sea internado,
se encuentre en una situación de riesgo “cierto e inminente”, ya que habla del “aquí y ahora”, de
una circunstancia que acontece y que puede llegar a modificarse luego. No se coloca la oración
“que sea un peligro para sí o para terceros” ya que la palabra peligro remite a algo que puede
ser permanente.
En el caso de “A”, la usuaria fue internada en la institución de salud mental privada debido a que
algunos familiares quisieron limpiar los objetos que la usuaria tenía acumulados en su
habitación, y esto produjo una gran molestia, que derivó en una escena un poco violenta, que
solo se dio en esa ocasión y se tomó bajo los parámetros que establece el artículo mencionado
anteriormente, como una situación de riesgo “cierto e inminente”.
Conclusiones
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altamente objetivante mientras que, en los dispositivos comunitarios de salud mental
encontramos procesos de subjetivación en tensión con procesos de objetivación.
Si bien las modalidades que adopta el Hospital de Día al cual asiste “A” son subjetivantes y
aportan independencia y bienestar a la usuaria, parecería pertinente que la familia de los
usuarios que asisten allí tuviesen mayor inclusión o mayor recepción en cuanto a lo que sucede
dentro, y no solo mediante una terapia familiar una vez cada tres meses, sentados en ronda y
hablando de cómo han visto a los usuarios esos meses tanto en las casas como en el Hospital
de Día, ya que esta práctica pareciera colocar a los mismos en un lugar de objeto, no tan
marcado y extremo como el que se da en los hospicios, pero sí aparecería algo de esta lógica en
esa actividad en particular.
Por otro lado, se pesquisan rastros de una lógica manicomial en el dispositivo comunitario de
Hospital de Día, en relación a las actividades/ talleres que brindan a los usuarios que asisten allí:
la mayoría de estas son del orden de lo artístico, y se deja de lado los intereses y gustos de
aquellos/as usuarios/as que no se sienten cómodos con esta área, como es el caso de “A”, quien
dice no tener imaginación para escribir historias y a quien le pone nerviosa dibujar rostros de
personas.
Podríamos pensar que aparecería una lógica subjetivante si se tuviesen en cuenta otros gustos
(como el gusto por los animales, por la gimnasia, el cuerpo, la alimentación saludable, etc) y en
base a estos la implementación de nuevos talleres que se relacionasen con ellos.
En cuanto a las ideas de Goffman que se comentaban en apartados anteriores del presente
trabajo, y su definición sobre las instituciones totales, en cuanto a lugares de residencia en los
cuales los sujetos comparten rutinas diarias administradas formalmente, algo de esto está
presente en el dispositivo de Hospital de Día, ya que los usuarios que asisten deben cumplir con
las rutinas día a día, siempre son las mismas, las actividades están estrictamente programadas,
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y si un usuario no quiere realizarlas no se le da la posibilidad de poder ocupar el tiempo en otra
cosa, sino que el mismo queda en un lugar pasivo en el salón, esperando que sus compañeros
del curso terminen con el taller que están realizando.
Por otro lado, los “dos mundos” dentro de las instituciones totales de los que hablaba Goffman,
el de los internos y el del personal, se pueden ver en el dispositivo de Hospital de Día, ya que a
“A” se le tornan rígidos y estereotipados los roles de aquellos que están dirigiendo las
actividades o de los psiquiatras que le indican cómo continuar su tratamiento.
Por otra parte, si bien no se le brindan a la usuaria en cuestión demasiados talleres de su agrado
en el Hospital de Dia, de alguna manera se propició el espacio, la posibilidad, de que “A” sintiese
el deseo de comenzar a trabajar; emerge allí la subjetividad de “A”: ésta se manifiesta con
deseos de realizar cursos con salida laboral relacionados a la actividad física, como ser
profesora de gimnasia, profesora de boxeo, bicicleta, y el presente voluntariado que está
realizando en el refugio de animales.
Como se comentó a lo largo de la actual tesina, para que un dispositivo sea subjetivante, debe
ser pasible de alojar el poder de la singularidad de los sujetos que asisten allí, y no tender hacia
la homogenización, sino respetar y fomentar lo heterogéneo, escuchar las diversas voces y
darles espacio, además de los diferentes puntos de vista y gustos del usuario. Además, dicho
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dispositivo tiene que abogar por la proliferación del lazo social, ya sea entre los usuarios que
asisten al establecimiento, entre los usuarios y los profesionales, los usuarios y las familias, etc.
Estas características se cumplen en el caso de “A”, ya que sus lazos sociales fueron en aumento
durante este año y medio de tratamiento dentro del dispositivo comunitario, tanto con los
compañeros del establecimiento con los cuales formó una amistad, como con los acompañantes
con quienes también creó un vínculo cálido y lleno de humor ácido. Además, “A pudo comenzar
a tener otro tipo de vínculo con su familia, por ejemplo respondiendo a los controles de la madre
por medio de respuestas ironicas y graciosas, fomentando un vínculo más libre entre ellas dos.
Por lo tanto, se puede apreciar que el tratamiento de “A” en el dispositivo comunitario de Hospital
de dia entonces, a pesar de seguir en su gran mayoría una lógica subjetivante, manifiesta
algunas características de las lógicas manicomiales objetivantes. Sin embargo, la lógica
subjetivante parece tener más peso en el caso de la usuaria, quien en el último año y medio
logró cambios positivos en cuanto a sus vínculos sociales, sus deseos de emprender actividades
nuevas (como haber descubierto que el teatro era una actividad de su agrado y querer realizarla
por fuera del establecimiento) su necesidad de comenzar a trabajar de algo que le guste, para
poder ganar su propio dinero y comprar sus cosas, y por sobre todo esto el dispositivo le dio a
“A” la posibilidad de “crearse un nombre”, pasar de ser un sujeto con un diagnóstico
psicopatologizante, a ser una persona que tiene gustos, preferencias, intereses particulares y
diferenciados de los de sus compañeros. Para ser la atlética, la deportiva, la del humor ácido, la
divertida, la compañera a la que se extraña cuando falta.
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Bibliografía
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movimientos de psiquiatría institucional. (pp. 139-189). Buenos Aires: Paidós.
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41