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1.

Antecedentes: la enfermedad renal crónica (ERC) es una patología


limitante, sin embargo están demostrados los beneficios que la actividad
laboral produce en estos pacientes. La modalidad de tratamiento sustitutivo
renal (TRS) puede influir sobre dicha actividad laboral. Objetivos: Analizar la
situación laboral de las personas con ERC en función del TSR: hemodiálisis
(HD), diálisis peritoneal manual (DPCA), diálisis peritoneal automática
(DPA) o trasplante (Tx). Métodos: Análisis descriptivo de la situación laboral
de 243 pacientes renales de ambos sexos entre 16 y 64 años, que llevan a
cabo TSR con HD, DPCA, DPA o Tx en 8 hospitales españoles.
Resultados: Sólo el 33,3 % de los pacientes con insuficiencia renal en edad
laboral están trabajando. Se observan diferencias estadísticamente
significativas en el porcentaje de ocupados entre hombres (40,1%) y
mujeres (22,9%), entre la edad media de los ocupados (43,5 años) y los no
ocupados (49,6 años), y también en el tiempo medio de tratamiento de
ocupados (4,8 años) y no ocupados (7,9 años). Por último, existen también
diferencias en el porcentaje de ocupados en función del TSR consideradas,
siendo el más elevado en los pacientes en DPA (47,8%), y el menor, el de
los pacientes en HD (21,7%). Conclusiones: La ERC y los TSR son un
importante factor de incapacidad laboral. Los pacientes en activo optan
mayoritariamente por un tratamiento de DPA; casi la mitad de los pacientes
en DPA están trabajando, mientras que en HD apenas trabaja uno de cada
cinco pacientes en edad laboral.
La enfermedad renal crónica avanzada es una patología que limita de forma
considerable las capacidades de la persona que la padece, especialmente
cuando hablamos de tratamiento sustitutivo renal (TSR).

La calidad de vida en el paciente renal crónico es una variable que


habitualmente se mide en relación con los TSR y, dentro de ella, existen
varios factores a determinar. Uno de ellos es la situación laboral del
paciente1, que además constituye un importante parámetro de
rehabilitación de éste.

La actividad laboral conlleva, además, que la persona disfrute de una mayor


estabilidad económica y de un mejor estado emocional, al recuperar en
muchos casos la autoestima y las capacidades que en un principio pierde.
El trabajador se encuentra en situación de ILP cuando, después de haber
estado sometido al tratamiento prescrito y de haber sido dado de alta
médicamente, presenta reducciones anatómicas o funcionales graves,
susceptibles de determinación objetiva y previsiblemente definitivas, que
disminuyan o anulen su capacidad laboral, dando lugar a distintos grados
de incapacidad5.

Existen varios tipos de ILP en función del grado:


 Incapacidad permanente parcial para la profesión habitual.
 Incapacidad permanente total para la profesión habitual.
 Incapacidad permanente absoluta para todo trabajo.
 Gran invalidez.
Cuando el paciente, sin embargo, no ha cotizado el número de años
necesario o no ha comenzado su actividad laboral, la protección social en
España es escasa o nula, de modo que debe buscar un puesto de trabajo
acorde a sus limitaciones. En este caso, resulta especialmente importante
la obtención del denominado Certificado de Minusvalía, con grado igual o
superior al 33%, ya que ello supone unas importantes bonificaciones y
subvenciones para la empresa que lo contrate, mientras que para el
paciente implica descuentos significativos en su IRPF. Todo ello constituye,
sin duda, una ventaja para el paciente renal y una garantía para el
empresario a la hora de hacer frente al posible absentismo del trabajador
por motivos de salud.

El nefrólogo debe saber que un informe médico completo y exhaustivo


(incluyendo la historia médica, antecedentes y morbilidad asociada) puede
ser decisivo para que el paciente renal (especialmente el trasplantado)
pueda obtener esta ayuda para el empleo. En este sentido, lo que podría
parecer un apoyo para que el paciente renal permanezca inactivo se
convierte en la herramienta esencial para que consiga un empleo.

En el caso del paciente sin ingresos familiares, que no ha cotizado lo


suficiente y que no puede trabajar, éste sólo puede acceder a una pensión
no contributiva por invalidez, siempre y cuando esté en posesión de un
certificado de minusvalía con grado igual o superior al 65%, porcentaje
relativamente fácil de alcanzar por los pacientes en tratamiento de diálisis
(sea cual sea la modalidad).

Una vez que el paciente renal recibe el trasplante, la protección social que a
menudo le ofrece el sistema cuando está en tratamiento de diálisis se ve
seriamente reducida y se determina que ya está rehabilitado y puede volver
a su actividad laboral (lo que se valora también de forma individualizada y
en función de su profesión habitual). No se tiene en cuenta, sin embargo,
los años que ha pasado el paciente fuera del mercado laboral ni tampoco
se le ofrecen las ayudas necesarias para una adecuada rehabilitación social
y profesional.

Casi la mitad de los pacientes que inician diálisis están en edad laboral
(registro SEN-ONT 2009), es decir, tienen entre 16 y 65 años, y es
previsible que la edad de jubilación pueda aumentar en los próximos años.
Por todo ello, se vuelve determinante la decisión que tome el paciente
sobre su opción de TSR y la posibilidad de continuar o no con su actividad
laboral, así como la necesidad de cambiar de modalidad de tratamiento
según sus circunstancias.

https://www.revistanefrologia.com/es-la-situacion-laboral-del-paciente-
articulo-X0211699512001645

2. La disminución de la función renal interfiere con la capacidad del riñón de


mantener la homeostasis de líquidos y electrolitos. La capacidad de
concentrar la orina disminuye en forma temprana, y es seguida por la
declinación de la capacidad de excretar un exceso de fosfato, ácido y
potasio.
Creatinina y urea
Las concentraciones plasmáticas de creatinina y urea (que dependen en
gran medida de la filtración glomerular) comienzan a aumentar en forma
hiperbólica a medida que disminuye la TFG. Estos cambios son mínimos al
principio. Cuando la TFG cae por debajo de 15 mL/min/1,73 m2 (normal >
90 mL/min/1,73 m2), las concentraciones de creatinina y urea aumentan
rápidamente y suelen asociarse con manifestaciones clínicas (uremia). La
urea y la creatinina no son los principales responsables de los síntomas
urémicos; son marcadores de muchas otras sustancias (algunas incluso
aún no bien definidas) que causan los síntomas.

Sodio y agua
A pesar de la disminución de la TFG, el equilibrio de sodio y agua está
mantenido por el aumento de la fracción de excreción urinaria de sodio y la
respuesta normal a la sed. Así, la concentración de sodio en el plasma es
típicamente normal, y la hipovolemia es infrecuente a menos que la ingesta
dietaría de sodio o agua sea muy restringida o excesiva. Puede producirse
insuficiencia cardíaca por la sobrecarga de sodio y agua, en especial en
pacientes con disminución de la reserva cardíaca.

Potasio
Para las sustancias cuya excreción depende principalmente de la secreción
en la nefrona distal (p. ej., potasio), la adaptación renal suele mantener las
concentraciones plasmáticas normales hasta que la insuficiencia renal está
avanzada o la ingesta dietética de potasio es excesiva. Los diuréticos
ahorradores de potasio, los inhibidores de la enzima convertidora de
angiotensina, los beta-bloqueantes, los medicamentos antiinflamatorios no
esteroideos, la ciclosporina, el tacrolimús, el trimetoprima/sulfametoxazol
(TMP/SMX), la pentamidina o los bloqueantes de los receptores para
angiotensina II pueden incrementar las concentraciones plasmáticas de
potasio en pacientes con insuficiencia renal menos avanzada.
https://www.msdmanuals.com/es/professional/trastornos-urogenitales/
enfermedad-renal-cr%C3%B3nica/enfermedad-renal-cr
%C3%B3nica#:~:text=La%20disminuci%C3%B3n%20de%20la%20funci
%C3%B3n,de%20fosfato%2C%20%C3%A1cido%20y%20potasio.

5.
 Mantenerse físicamente activo, con un mínimo de 30 minutos diarios de
actividades de intensidad moderada (caminatas, danza, natación o ciclismo)
pueden reducir en un 40% el riesgo de desarrollar diabetes y otras
enfermedades, como la enfermedad renal crónica.

 La grasa en las comidas endurece las arterias, agota el corazón y


promueve el acúmulo de azúcares en forma de grasa. Coma sano.
Reduzca los fritos e incremente la ingesta de frutas y verduras en su dieta
diaria.

 El tabaco puede incrementar los problemas renales y además incide sobre


la hipertensión arterial, importante abandonar su consumo. Igualmente, la
ingesta excesiva de alcohol favorece el aumento de la tensión arterial.

 La dieta es también un factor clave a tener en cuenta para la prevención de


la ERC. Una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras y ensaladas, exenta
de grasas saturadas, con muy poco aporte diario de sal.

 Conocer y controlar la presión arterial, la hipertensión arterial es causa


frecuente de daño renal y más si se asocia a otros factores de riesgo. Así
mismo si hay miembros en la familia que padecen esta enfermedad renal se
debe estar alerta del inicio de la enfermedad e intensificar medidas
enfocadas en prevención de la patología.

 Disminuya el consumo de sal dado que esta aumenta la tensión arterial.

 Disminuya el consumo de azúcares y controlar el nivel de azúcar en la


sangre para mejorar su salud y bienestar.

https://www.minsalud.gov.co/Paginas/Minsalud-propende-por-la-proteccion-
de-la-salud-renal.aspx#:~:text=Mantenerse%20f%C3%ADsicamente
%20activo%2C%20con%20un,como%20la%20enfermedad%20renal%20cr
%C3%B3nica.

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