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Grafía y Altas Capacidades

La letra de los niños con altas capacidades

Hay diversos los estudios llevados a cabo por diferentes autores sobre la
disincronía que tienen una gran parte de los alumnos de altas capacidades entre
su capacidad intelectual y su desarrollo motriz. Esta disincronía se puede
observar tanto en la psicomotricidad gruesa como en la fina.

Una de las características más destacadas de la alta capacidad intelectual es el


desarrollo asincrónico del cerebro. Es lo que conocemos como “síndrome de las
disincronías”, descrito por el psicólogo francés Jean-Charles Terrassier en 1994. Esto
significa que en los niños de altas capacidades su evolución intelectual va por delante
de su edad cronológica y, por tanto, de su desarrollo psicomotor.
El desarrollo mental de un niño de altas capacidades es muy superior al resto de niños
de su edad. Es decir, que aunque cumpla 8 años, su edad mental puede ser de 10 o
más. Sin embargo, su desarrollo emocional y psicomotor es el mismo que el de
cualquier niño de su edad. También puede suceder que el niño es capaz de razonar
mucho más de lo que puede expresar con palabras. Este desajuste puede generarles
algunas complicaciones, tanto internas como con su entorno.

Disincronía inteligencia-psicomotricidad

Aunque no se da en todos los casos, hay un porcentaje alto de estos alumnos que se
caracterizan por tener una gran capacidad intelectual y, sin embargo, una menor
destreza motriz. La torpeza en los movimientos y la poca habilidad motora son
características que se pueden observar en la mayoría de ellos. No obstante, aunque
representan un menor porcentaje, también hay algunos casos de alumnos con muy
buena aptitud para la educación física.

Existe también existe otro ámbito en el que podemos observar esta disincronía, el de la
psicomotricidad fina. En muchos casos -más los niños, que en las niñas- los
estudiantes de alta capacidad pueden presentar una mala grafía. Su letra puede estar
deformada y ser ilegible, porque su cerebro va mucho más rápido que su mano. La
pedagoga especializada en Altas Capacidades, Maite Garnica, afirma que, en
ocasiones, los alumnos adolescentes afirman tener la intención de escribir todo lo que
están pensando en ese momento y, sin embargo, no poseer el tiempo necesario para
llevarlo a cabo, ya que su destreza motriz se lo impide. Para explicarlo de una forma
más coloquial: no les da tiempo a escribir con la velocidad con la que su cabeza
procesa la información.

¿Cómo podemos ayudarles para que su letra sea comprensible?


Desde el punto de vista grafológico, la agilidad mental y la inteligencia se manifiestan
en la rapidez con la que se ejecuta la escritura, sobre todo los rasgos horizontales.
Según afirma Miguel Ángel Yagüe Compadre en un artículo publicado por la Revista de
la Asociación para Superdotados y con Talento (AEST), La Estación, “la tendencia
innata a ejecutar con rapidez los rasgos horizontales impone al niño superdotado un
esfuerzo de atención enorme cuando tiene que aprender a escribir, pues, es obvio que
si no domina el trazo, la ejecución rápida redundará en una ejecución torpe”.

El niño no puede controlar fácilmente esta tendencia subconsciente a la rapidez, por lo


que, si no recibe ayuda, es bastante probable que no aprenda a escribir con una letra
clara y bien construida. Según afirma este experto en grafología, si queremos ayudar al
alumno de altas capacidades a escribir de forma legible, “debemos distanciar de su
cabeza todo pensamiento discursivo. Esto quiere decir que los ejercicios de escritura
no deben invitar al niño a pensar (…) Lo aconsejable es apoyar y estimular los
ejercicios de dibujo”, asegura.

En el caso de los niños superdotados, no es recomendable que hagan escritura


caligráfica. “Si ha de hacer ejercicios -afirma- es preferible que escriba con el
cuaderno al revés, de arriba abajo, para que la dificultad para entender lo que escribe
le obligue a fijar su atención a los aspectos perceptivos”.

Los problemas de escolarización y el aburrimiento también se pueden manifestar en la


letra. Yagüe Compadre afirma que si el niño se aburre en clase, cosa bastante
frecuente, tenderá a distraerse y disipar su atención. Esto se manifestará en la
ausencia de puntos sobre las íes, ausencia de barras en las “t”, y hasta en la omisión o
el baile de algunas letras, o incluso palabras completas. Estos problemas de atención
se resuelven estableciendo puntos de control, puntos en los que una pregunta
inteligente nos permite controlar lo que antes se nos descontrolaba, como preguntarnos
al terminar una palabra si hemos puesto los puntos y barras

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