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Los espacios escénicos: del rito al espectáculo

Pensamos que la construcción de los teatros dentro de la ciudad, en Roma, responde a


la pérdida del sentido religioso que el teatro tuvo entre los griegos, que construían sus
teatros fuera de la polis, aislándolos de la vida cotidiana, y responde también a una
actitud lúdica, convirtiendo la representación dramática en un espectáculo festivo,
integrado en la vida cotidiana de los romanos.

De otro lado, en Grecia el teatro nace vinculado a las fiestas de Baco y las
representaciones constituyen un alto en el devenir diario de la ciudad; el hombre
griego sale de la vida cotidiana y se dirige a las afueras de la ciudad para reflexionar, o
para ver y oír cómo determinados autores reflexionan sobre la historia y los mitos
culturales; el hombre griego quiere ver cómo tras los nombres individuales de los
personajes, y tras la anécdota de la fábula, se establecen las relaciones de la
humanidad con los dioses, cuál es el sentido trascendente de la libertad y de la propia
responsabilidad, cómo puede entenderse sin conflicto la ley humana y el derecho que
Júpiter ha dado al hombre para que ordene su vida de relación y su convivencia en una
sociedad civilizada. En cualquiera de las grandes tragedias griegas está latente el tema
del hombre que piensa sobre su propia conducta y sobre la responsabilidad que le
puede alcanzar a una criatura inteligente y libre. El ser humano, que deja durante un
tiempo sus ocupaciones cotidianas, se plantea preocupaciones más allá de lo diario: el
premio y el castigo que merece una acción, la felicidad e infelicidad que deriva de la
conducta consciente, la compasión y el temor ante la inocencia y la desgracia, la
responsabilidad desde el conocimiento o la ignorancia de la culpa, el rango de las leyes
humanas frente a las divinas, etc.

La construcción de los espacios escénicos en las afueras de la ciudad, y de espaldas a la


vida cotidiana, estaría en relación con el alejamiento temporal y espacial, necesario
para las reflexiones transcendentales; la ruptura con las preocupaciones de la vida
diaria, conducen al hombre a una ruptura con los espacios de la ciudad y lo trasladan al
campo abierto, detrás de la polis , donde está el templo de Dionisos para reflexionar; al
menos una vez al año, el ciudadano se aleja de sus espacios habituales, la casa, el
campo, la plaza, etc., y se recluye en el espacio circular de la reflexión, de la religión y
de la creencia, y le gusta ver cómo estos temas son vividos por personajes que
prescinden de sus actividades de todos los días: entran, salen, vienen de la guerra, o se
disponen a la paz, hablan unos con otros, oyen el coro que aconseja, se lamenta, o
juzga desde las coordenadas de un alejamiento relativo, pero no aluden a su vida
cotidiana.

La comedia romana, de otra parte, escenifica anécdotas sobre relaciones familiares,


defectos personales( avaricia, engaños, amoríos, astucias, etc. ), decir, temas urbanos,
insertos en la vida del individuo, de la casa y de la ciudad. El edificio teatral romano se
construye en línea con las calles de la urbe, entre las casas de los distintos barrios. El
ciudadano romano, cansado de sus quehaceres, va al teatro y dedica un tiempo a
reírse con las historias de los tipos con los que convive. La comedia, mediante un
proceso de inversión de valores y actitudes, hace risible lo que censura y provoca un
descanso psíquico al trastocar las relaciones: el joven que se ríe y engaña al viejo avaro
vive una relación por lo general contraria a la que soporta en la realidad.

El espacio escénico griego se construye de espaldas a la cuidad, aprovecha el desnivel


de una colina, fija un sitio para el coro como instancia intermedia entre el actor y el
público, sitúa la zona de expectación (sala) en disposición envolvente respecto a la
escena, coloca a los actores en un espacio alargado y estrecho( el proscenio ), que
apenas les deja moverse y habar de frente; el teatro romano construido dentro de la
cuidad donde es acogido como un edificio más, elimina el lugar del coro porque no
está previsto en las comedias esta instancia y sitúa la sala enfrentada al escenario,
ampliando éste para que el cómico gesticule, se mueva, se aproxime o se aleje de los
otros con quienes comparte el espacio, no pretendiendo del público que reflexione,
sino que se ría.

El teatro griego, situado en las afueras de la polis, tiene en sus comienzos una forma
circular y sitúa el lugar de la acción en el centro, mientras que el lugar de la
expectación constituye un círculo que forma anillo en torno al altar. Puede
interpretarse esta disposición como una reproducción icónica de una actitud humana
de reflexión.

Más tarde, en una etapa de la historia de Grecia, el círculo se abre por una parte y
conservando el círculo central para el coro, deja el anillo abierto y reducido, y a la vez
desplaza a los actores hacia un escalón (proscenio) situado delante de la casita
(eskene) que se ha construido en el espacio abierto del anillo. Con la aparición de la
escena y del proscenio en el teatro griego se verifica una restructuración profunda de
los espacios escénicos y unos cambios que no podemos considerar simplemente
anecdóticos, ya que responden a un nuevo sentido del teatro. Se crean nuevos
espacios en los que se situarán los actores, el público y el coro, con papeles bien
diferenciados, frente a lo que había sido la celebración religiosa de todo el pueblo en
conjunción con un sacerdote de Baco.

El escalón delante de la escena, es decir, el proscenio, acoge al actor y es su espacio, es


decir, es el espacio de la palabra donde un actor dialoga con otro o con el
representante del coro, el corifeo, y vive el drama en su dimensión humana: sufre y
discurre sobre el sufrimiento y el conocimiento, sobre la libertad y la responsabilidad.
El círculo central, la orquestra es ocupada por el coro, conjunto de hombres o mujeres
representativos de la ciudad, del sentido común, de la justicia, que no vive el drama, y
actúa como espectador objetivo y distanciado, al que se le reconoce una competencia
que no tendrá el público: la de intervenir con sus reflexiones y juicios en el drama. El
público, en este tipo de teatro, que corresponde a la época clásica griega, está
distanciado de la acción y del actor y se convierte en un espectador pasivo sin
capacidad para participar del tiempo y de los espacios dramáticos. El coro se sitúa
próximo al público, entre éste y el actor, y representa la voz colectiva que expresa
inquietudes, se duele de las desgracias y se alegra con la felicidad que alcanzan los
personajes; en este sentido, podemos considerarlo como un vestigio del público que
en el teatro primitivo participaba en las acciones del rito.

En el teatro romano se suprime el coro y el público, sin instancia intermedia, ocupa un


espacio aparte del escenario y en ámbito enfrentado, donde puede regocijarse ante un
espectáculo lúdico. La catarsis que en Grecia se produce a partir del terror y la
compasión, se alcanza en Roma mediante la risa, que descarga las tensiones de la vida
cotidiana.

El edificio teatral adquiere en la época clásica griega una disposición física en la que
todos, actores, coro, público, entran en el teatro por los mismos accesos, los parodoi,
aunque en el interior ocupan lugares diferentes según el papel que desempeñan en el
proceso de comunicación dramática. Los oficiantes y los asistentes al rito en el teatro
primitivo griego comparten el mismo espacio, una especie de círculo mágico para
invocar a la divinidad. El teatro clásico rompe el círculo para distinguir espacios
escénicos diferenciados: el de la palabra, que ocupa el actor, el de la música,
correspondiente al coro, el cual también puede usar la palabra mediante un portavoz
(el corifeo), y el de la expectación, la sala, ocupado por un público que solamente
observa. Más tarde, el teatro romano, perdido el lugar intermedio del coro, reducirá
los espacios fundamentales a dos: el de la acción para los actores y el de la sala para
los espectadores, y entre ambos la línea que separa, mediante el telón y las candilejas,
los dos mundos, el de la ficción y el de la realidad que se enfrentan en sus ejes: el de
hacer y el de mirar. La acción dramática se ofrece así como un espectáculo para un
público pasivo que se limita a recibirlo.

El teatro pasó de ser un rito a ser un espectáculo. Desciende de la trascendencia de los


temas de relación del hombre con los dioses, a los temas más cotidianos de las
relaciones del hombre con otros hombres o consigo mismo.

El teatro romano puede considerarse ya como espectáculo e implica una división muy
clara de intereses y actitudes: de una parte los actores, que entretienen creando una
ficción y cobran por hacerlo, y de otra los entretenidos, que pagan para verlos; los que
viven del espectáculo y los que pagan para que lo realicen.

El edificio, situado dentro de la ciudad, construido directamente para teatro, dispone


la separación de los dos espacios y tendrá entrada por diferente lugar para los actores
y para los espectadores. Los dos mundos están divididos de forma radical y esta
disposición persistirá en el teatro isabelino, en el teatro a la italiana y en nuestro más
genuino teatro español.

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