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1. Lo dramático.
2. Teatro como texto y como espectáculo.
2.1. Lugar de representación. Historia.
3. Elementos dramáticos.
4. La construcción dramática.
5. Los géneros dramáticos. Caracterización, origen y evolución.
5.1.Origen y evolución de los géneros.
5.2. Evolución de los géneros.
5.3. Caracterización de los géneros.
6. Nuevas formas de entender el teatro: los "nuevos géneros".
7. Bibliografía.
1. Lo dramático.
Poesía dramática, según Lapesa, es aquella que en lugar de relatar una acción,
como la épica y la novela, la representa, es decir, hace que aparezca desarrollándose
ante los ojos del público mediante un simulacro realizado por actores.
Los románticos reservaron a la poesía dramática el más alto lugar entre las artes.
La representación teatral podía aunar, además lo lírico y lo épico, convirtiéndose por
ello en el género más completo. El género, según Hegel, tuvo su origen en la necesidad
de contemplar acciones y relaciones de la vida humana representadas ante nuestros ojos
por personajes que expresan esta acción por su discurso. En la concepción cíclica de la
historia, el género dramático ocuparía el estadio más avanzado: después de los grandes
sucesos de tipo colectivo, contados por la épica, aparecerían los héroes, aislados e
independientes, constituyendo el centro de una acción determinada. Lo característico de
la poesía dramática es, pues, presentar a la persona moral en acción. Tal presentación ha
de hacerse de forma coherente y unitaria, frente a la dispersión temático-formal de la
épica.
Lo dramático, para Kayser, consiste en que unos actores representan un
acontecimiento en un espacio determinado. Lo dramático es, junto a lo lírico y lo épico,
la tercera concepción del mundo, que reside en la lengua misma. Cuando la visión del
mundo es una objetivación de lo subjetivo, los pensamientos y sentimientos adquieren
la forma activa de una representación de los mismos, y se da en literatura el género
dramático.
El drama lleva a su extremo la vocación testimonial de la épica: el autor crea
unos personajes y unos conflictos, esforzándose por no ser él, para que las criaturas se
comporten de acuerdo consigo mismas. Esa despersonalización requiere el diálogo y
actores que encarnen a los personajes, movimientos, atuendos…
Los personajes que en la épica son objetos externos, contemplados y manejados
por el narrador, en la obra dramática se convierten en liberadores de las experiencias y
vivencias del ser humano. Representan la confluencia de lo subjetivo y de la visión
objetiva del mundo en la acción inmediata. El hablante en la acción de la obra dramática
no se limita a captar (hablante lírico) o enunciar (épico) el mundo, sino que establece
relaciones profundamente afectivas con él, produciéndose un encuentro entre las esferas
objetiva y subjetiva, a través de un desarrollo dinámico.
En la visión del mundo que llamamos teatro, la acción se convierte en el eje
fundamental, determinante de los contenidos del mundo, pues se erige como elemento
esencial, clave y generador. En el drama todo se subordina a las exigencias de la
dinámica del conflicto. Hechos, personajes o marcos innecesarios se eliminan, para
centrarse en la acción principal y en el presente, ya que el teatro es siempre realización
presente para el receptor. En el género teatral los acontecimientos avanzan
imponiéndose a todo y obligando a los demás elementos estructurales a no salirse de su
función dinámica.
Aquí, el espectador no está distanciado como ante la poesía épica. La palabra
desencadena, provoca algo nuevo; el yo se siente interpelado, exhortado, atacado, ha de
adoptar resoluciones y juicio. Lo dramático tiende al drama, en el cual no existe ya
ningún pretérito, ni ningún narrador inmediato. La afinidad especial de lo dramático con
el escenario es innegable. Y apunta Kayser: el historiador de la literatura que al estudiar
un drama no conozca el arte escénico correspondiente, con facilidad perderá el
verdadero camino.
2. 1. Lugar de representación.
Desde la consideración del teatro como espectáculo, uno de los aspectos más
interesantes es la evolución de los espacios escénicos y de los avances en la
escenografía.
El teatro griego, nacido de las danzas corales representadas en Ática en los
siglos V y VI a. C., tuvo como primer marco un espacio abierto cercano al altar del dios
Dionisos. Poco a poco aparecieron los bancos de madera para los espectadores que
pronto se sustituyeron por una estructura de piedra edificada generalmente sobre la falda
de una colina (koilon) a cielo abierto, donde se sentaba la multitud. En el centro
quedaba un espacio llano (orchestra), en el cual se situaba el coro. Frente a la koilon se
alzaba un muro adornado con columnas estatuas y ante él una plataforma (skene),
alzada sobre una columnata llamada proskenion, en la skene se efectuaba la
representación. Los actores usaban calzado y máscaras peculiares de cada género:
coturnos y máscaras hieráticas y severas para la tragedia, y zuecos y máscaras grotescas
en la comedia.
El teatro romano introduce algunas modificaciones: la orquesta quedaba
ocupada por los asientos preferentes, por lo que hubo de ampliarse la scaena y construir
cáveas o auditorios con perfecta visibilidad, aunque ya no se aprovecharán apenas los
declives del terreno. Los romanos copiaron, sin apenas modificaciones, decorados,
vestuario y tradiciones teatrales griegos.
Tras la caída del Imperio Romano, el teatro grecolatino había caído en el olvido
general. El teatro, concebido como lujo social, la exaltación de mitos paganos o la
expresión de groseras obscenidades, no podía caber en la nueva concepción de una
sociedad y cultura teocentristas. Los únicos exponentes de la tradición clásica son los
bufones, acróbatas y juglares, hasta que el arte teatral renace en el interior de las
iglesias, en las representaciones que conmemoraban el Nacimiento y la Pasión y
Resurrección de Cristo. Éstas se hacían en el interior de las iglesias, más tarde en los
atrios, y finalmente en las plazas públicas, debido a su complicación y a la aparición de
elementos profanos. Las representaciones se hacían con algún artificio escénico, bien
con tablados de tres pisos (infierno, tierra y cielo), bien distribuyendo la extensión de un
solo tablado para los distintos escenarios precisos.
En el Renacimiento se da en Italia un teatro popular que deriva de la tradición
pantomímica popular: la Commedia dell'Arte. En ella, existe gran movilidad, la
maquinaria escénica consigue efectismos cada vez más complicados. Pero es también
aquí, en el renacimiento italiano, donde resurge la tradición teatral clásica. El
descubrimiento de las obras grecolatinas y el del manuscrito De Architectura, de
Vitruvio, autor latino del s. I a. C., son factores decisivos. Esta última obra será
adoptada por los italianos del s. XV como un evangelio. A finales de siglo, aparecen las
decoraciones pintadas, el proscenio (pared de fondo) con puertas y decorados,
maquinarias y tramoyas. A comienzos del XVI, los estudios de perspectiva dan lugar a
los escenarios realistas con casas y calles (teatro Olímpico de Vicenza).
En España, el teatro del Siglo de Oro tiene como marco los corrales de
comedias, construidos específicamente para las representaciones. Eran locales a cielo
abierto, y se empleaba la luz solar para la representación. De planta cuadrada o
rectangular, el corral de comedias constaba de un patio alrededor del cual se levantaban
varios pisos de galerías. En uno de los cuatro lados se coloca el escenario, cuya pared
frontal disponía normalmente de tres puertas y tres ventanas. A sus pies estaba el
degolladero, donde asistían a la representación los mosqueteros o espectadores de a pie,
pertenecientes al pueblo llano; las galerías eran ocupadas por espectadores de mayor
categoría, especialmente nobles (en algunas ocasiones, oculto tras una celosía, el propio
monarca); frente al escenario, en el primer piso, se encontraba la cazuela, donde se
sentaban las mujeres, y en el segundo, la tertulia, donde acudían los religiosos y
hombres de letras. La escenografía era inicialmente muy simple, reducida en un primer
momento a telones de fondo pintados, para pasar a una gran complicación en tiempos de
Calderón. Había, además, un teatro cortesano que se representaba en los palacios de los
nobles o en los Reales Sitios.
La construcción con el tiempo de locales cerrados dedicados a las
representaciones teatrales sigue el modelo de los teatros italianos renacentistas
(escenario, foso para la orquesta, platea y pisos en forma de herradura). Esta forma, si
bien ya se había extendido durante el siglo XVI, no se impone hasta el siglo XIX, y es la
que se conserva aún hoy. El edificio cerrado, supone una total independencia del clima
y de la luz natural, y la incorporación de nuevos elementos como la iluminación
artificial, y la eliminación de las localidades de a pie.
Es en la primera mitad del siglo XX cuando tienen lugar los cambios e
innovaciones más radicales en la escenografía, mediante complicados dispositivos
mecánicos; Pero es también en este siglo cuando hay una gran renovación en el arte
escénico tendiendo al uso de escenarios casi abstractos, de formas geométricas.
Conviven los efectos más espectaculares con la sencillez más desnuda y depurada, sobre
todo en el teatro moderno y experimental y, curiosamente, en muchas adaptaciones de
los clásicos.
4. La construcción dramática.
Todos los elementos que hemos mencionado, atendiendo a las exigencias de la
representación, se integran en sesiones representativas. Estas son los actos y las escenas.
Si la obra es la unidad dramática mayor, el acto es la unidad intermedia, y la escena es
la unidad mínima de construcción dramática.
Las obras de teatro aparecen divididas en actos, que coinciden con los momentos
esenciales de la tensión dramática. Así, nos encontramos con obras divididas en tres
actos, que se corresponden con la iniciación, el clímax y el desenlace. Otras pueden
estar divididas en cuatro o cinco actos, según los momentos facultativos que se añadan.
Sin embargo, no se trata de esquemas rígidos; estos pueden ser alterados. Lo importante
es que el drama se guíe por la intención de representación comunicativa con tensión
dramática.
Las escenas son los fragmentos marcados por las entradas y salidas de los
personajes, y se relacionan con las situaciones parciales que se van engarzando para
construir los conjuntos de secuencias correspondientes a cada momento de la tensión.
Para comunicar la tensión hay que construir un lenguaje determinado, para ello
se utilizan distintas formas de expresión teatral:
Ø El diálogo representa la comunicación abierta entre los personajes que
intervienen en la obra dramática, ante la desaparición, en el drama, de un
hablante narrador, el diálogo se convierte en la forma básica de expresión. Cada
personaje se expresa directamente y manifiesta su individualidad para
distinguirla de las demás. El diálogo va modelando, de esta manera, los
caracteres de los propios personajes, permitiendo al espectador conocer lo
externo, lo aparente o lo profundo de quienes afrontan las situaciones
dramáticas.
Ø Por medio del monólogo, que, generalmente, realiza uno de los personajes
que queda a solas en el escenario, aflora su mundo interno, oculto, ignorado por
los demás integrantes del drama. Son aquellos pensamientos o reflexiones que
quizá en ningún momento podrían ser transmitidos a otros personajes. En
ocasiones, el monólogo contiene el secreto del desenlace o la decisión que lleva
al clímax.
Ø A través de los apartes, dichos como en voz baja o fingiendo cierta
discreción, el personaje nos muestra su verdadero sentir y pensar en torno a una
situación determinada, delante de los demás personajes del drama sin que éstos
se den cuenta o, al menos, procurando que no se enteren. Muchas veces denotan
actitudes maliciosas, la hipocresía de algunos personajes o la expresión de lo
opuesto a lo que se desarrolla en la escena. Tienen gran relevancia en el teatro
del Siglo de Oro, donde cumplían la mayoría de las veces una función cómica.
Ø El coro viene a ser una especie de personaje colectivo con múltiples
funciones: conciencia o recuerdo del personaje que habla; adivinador que
predice los acontecimientos que van a suceder; narrador con reflexiones
filosóficas, morales o adivinatorias.
Ø La acotación desempeña un papel importante en la construcción de la obra
literaria de género dramático y es un recurso que permite al autor precisar el
lenguaje directo de los personajes con indicaciones relativas a su intención, a las
acciones que lo acompañan, al ambiente en que se pronuncia… En las obras
dramáticas en las que no se utiliza este recurso, el propio parlamento directo de
los personajes suple las indicaciones susceptibles de ser señaladas por la
acotación. Generalmente, la acotación va marcada entre paréntesis. Hay una
gran variedad de acotaciones, desde las meramente funcionales, totalmente
asépticas, hasta las poéticas, dotadas de valor literario propio, que aportan una
visión muy personal del autor respecto de su obra. En este sentido encontramos,
como muestra, las realizadas por Valle Inclán o García Lorca, o, con un valor de
comicidad añadido al texto, las intromisiones de Mihura en la acción dramática
en su teatro (Tres Sombreros de Copa).
Gracias a las acotaciones el lector obtiene información de una serie de datos
acerca de las frases, la entonación, el gesto, los movimientos, el escenario, la
actitud (pueden entenderse como consejos al director sobre cómo el autor
concibe la representación de su obra). La acotación unifica el diálogo, sostiene
los ejes espacio-temporales, añade y clarifica el contexto, ilustra el espacio
escénico, los elementos visuales y auditivos, el atrezzo, encuadran la realidad en
la que se produce la acción.
Estas acotaciones introducen lo que la semiología del teatro y la crítica
moderna ha dado en llamar didascalias, que son el complejo conjunto de
indicaciones de tipo kinésico, proxémico y paralingüístico que modula y
enmarca el desarrollo de la acción.
Ø El texto eludido, el entreacto –suspensión del tiempo intra-ficcional– es
esencial en la medida en que permite apreciar el ritmo y las estructuras
temporales de la obra. Es una especie de paréntesis de la representación, pero no
tiene por qué serlo de la acción, la cual puede continuar a espaldas del
espectador. Se trata de un silencio del texto que escamotea al espectador una
parte de la acción, hasta que este vuelve a entrar, en el acto siguiente, en las
coordenadas espacio-temporales que el texto marque: la ruptura creada se
convierte en otro elemento del desarrollo espectacular bien porque fuerce la
imaginación del espectador, porque aumente la tensión dramática, porque
sorprenda, deje en suspenso o refuerce la intriga.
8. Bibliografía.
AULLÓN DE HARO, Pedro: Introducción a la crítica literaria actual. M, Playor,
1983.
BOBES NAVES, Teoría del teatro, Arco Libros.
BATY /CHAVANCE: El arte teatral. F.C.E., México, 1967.
DÍAZ PLAJA: Teoría e historia de los géneros literarios, L. Espiga, Barcelona, 1949.
__________ Enciclopedia del arte escénico. Noguer, Barcelona, 1958.
GUERRERO ZAMORA: Historia del Teatro contemporáneo,
KAYSER: Interpretación y análisis de la obra literaria, Gredos , Madrid, 1961
LAPESA, R.: Introducción a los estudios literarios, Cátedra, Madrid
SALVAT, Ricard: El teatro como texto, como espectáculo.