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Año 4to
Turno: Vespertino
Establecimiento: CREAR
Clase: 3
Buen día. Espero que se estén cuidando y que estén llevando bien el aislamiento. En
esta clase seguiremos viendo Kant. En este caso vamos a desmenuzar dos temáticas
centrales de la estética kantiana: la analítica de lo bello y la analítica de lo sublime.
Comencemos por la primera.
El tercer momento, Kant considera los aspectos que hay que tener en cuenta del
objeto. Como vimos, la cuestión se reduce estrictamente a la forma. Esto, llamado
formalismo, garantiza en Kant que el juicio de gusto sea puro, es decir, que no dependa ni
del contenido del objeto, ni de su utilidad, ni tampoco depende de un fin al que deba
acomodarse (como es el deber ser). Kant a este respecto distingue entre belleza libre y
belleza adherente. La primera, en el arte, corresponde a una disposición del “genio”, lo que
quiere decir que es un producto original, no previsible. Esto debe ser así ya que el concepto
de belleza formal exige precisamente que el objeto no debe ser sometido a concepto alguno.
El caso de la belleza adherente es justamente este: es aquello cuyo concepto depende
siempre de un fin (van a encontrar varios ejemplos en el libro de Oliveras). El fin puede ser
externo (en cuyo caso, se refiere a la utilidad) o interno (que refiere a una idea de
perfección). Este último es por ejemplo el caso de los juicios de belleza sobre alguna
persona: cuando decimos que alguien es bello o bella nos estamos refiriendo siempre a una
idea de perfección (en nuestros días, sería como el estereotipo de belleza). Lo que Kant
trata de explicar, es que el objeto bello, en el caso del arte, debe ir más allá de los datos
respectos a como fue producido, con qué intención, que se pretendía etc. Esta es una de las
razones por la que Kant en general se vuelca a ofrecer ejemplos de cosas naturales: estas no
pueden jamás tener una intención en la producción, es decir, ya de entrada son más puras,
se acercan mucho más al ideal formal de belleza. De más está decir, que el juicio del gusto
no se debe confundir con algún tipo de excitación o emoción fuerte derivado del objeto,
como sucede por ejemplo en algún objeto con carga religiosa.
En este momento, también Kant encara una discusión central que es sobre la
finalidad. Esta discusión es enredada y no me interesa que la sepan del todo pero de todos
modos van unas aclaraciones. El caso de la belleza para Kant, es una “finalidad sin fin” lo
que quiere decir que, el objeto representado como bello tiene un diseño tal (una forma) que
es impresionante, y nos resulta difícil no pensar que está previamente diseñado por alguna
inteligencia. Esto es lo que, en parte, produce una armonía en las facultades: el objeto que
se nos aparece representado pareciera estar diseñado para ser percibido por nosotros, no
obstante, lo cual, no hay una obligación de pensar que realmente a sido diseñado con ese
objetivo. Piensen en el juicio “esta flor es bella”: el sentimiento de placer que se deriva de
la armonía de las facultades es disparado por la configuración formal de la flor, pero no
estamos obligados a pensar que esa flor fue hecha exclusivamente para que nos
regocijemos con ella. El placer en todo caso, surge precisamente del ajuste de nuestras
facultades al concebir el objeto. Pero dejémoslo ahí.
El último momento, el cuarto, Kant infiere que, dado que todos poseemos las
mismas facultades, se puede hablar de un “sentido común”. Este, sería el que muestra
claramente el carácter sociable del juicio. En efecto, lo que está diciendo Kant es que los
juicios en soledad son absurdos, siempre juzgamos en comunidad, por el hecho de que
poseemos las mismas facultades y por ende, todos conocemos de la misma manera. El
“sentido común” se muestra en el libre juego entre imaginación y entendimiento, aunque es
la imaginación que tiene mayor peso. Esta capacidad es la única que crea “otra naturaleza”
a partir de la naturaleza dada, y puede ser estéticamente productiva. En el caso del arte,
Kant infiere que la imaginación estética productiva siempre está siempre ligada al “genio”.
El “genio” posee varias características, pero lo que nos interesa es que, es justamente la
capacidad que permite a alguien “crear” sin reproducir, lo que en el ideal kantiano supone
que es aquél que crean sin “reglas” preestablecidas, sin guía de las emociones o del
conocimiento. De lo que se trataría es, justamente, de la idea de originalidad y libertad que
vendría a coincidir con la concepción de la belleza libre. Acuérdense que esto no impide,
que las obras de arte o que el juicio de gusto no suscite interés, qué de hecho lo hace. Más
bien, la experiencia estética en el caso de Kant tiene estrecha relación con la cuestión de la
libertad.
Un ejemplo que da Kant también es lo que sentimos al ver el cielo estrellado, pero
no es que el juicio sea sobre este cielo, sino, sobre el sentimiento en el sujeto (que, por otra
parte, sin la debida educación el sujeto también podría ignorar, no sentir nada). En lo que sí
se diferencia respecto de lo bello es que a lo sublime le corresponde ausencia de forma, por
eso también queda asociado a lo monstruoso, aquello que supera toda medida.
Lo que Kant dice que sucede, es que este tipo de objetos monstruosos, informes,
desmesurados, provocan una violencia en la imaginación. Es como si, aún con las
posibilidades creativas de la imaginación, no se pudiese abarcar el objeto tratado. Lo
mismo sucede con el entendimiento, ya que no hay concepto que pueda abarcar magnitudes
infinitas. Esto empujaría, de cierta forma, a las capacidades a su límite, y ahí estaría la
causa del displacer. Forzar el límite de la imaginación, hace que se recurra a otra facultad:
la razón. La razón, para que entiendan, es la facultad de las ideas indeterminadas, como las
de moralidad. Consiste en un conjunto de ideas que vendrían como preseteadas en nosotros,
y corresponden a objetos que no podrían ser percibidos: son las ideas de moralidad, dios,
mundo (como totalidad) y alma inmortal (no las entiendan en sentido religioso doctrinario).
Que los objetos sublimes abandonen el terreno del entendimiento (aunque recuerden que,
en lo bello, sólo se presentaba el entendimiento como “facultad global”, sin concepto
determinado) quiere decir que el objeto sale de nuestra capacidad representativa, y agita
nuestro interior. Las ideas de la razón, son en todo caso más adecuadas para la
representación de lo sublime porque ellas mismas son indeterminadas, y tiene plena
relación con la libertad (en la razón también están las cuestiones relacionadas con la
moralidad), no obstante, lo cual, el sentimiento y la agitación de la facultad de la razón es
general, es decir, no se une a ninguna idea en particular. Para que entiendan, lo que está
haciendo Kant es ligar la cuestión de lo sublime a preguntas fundamentales respecto al
sentido de la existencia humana, a la posibilidad de la moralidad en el mundo, etc. Lo que
subyace es la idea de que, en realidad tal como se presenta el mundo al percibir objetos
monstruosos, resiste a todo sentido que pueda venir a ser racional. Es por eso, que lo
sublime se vive propiamente como agitación en el sujeto, como retracción hacia el interior
de uno y a las preguntas que usualmente llamamos “existenciales”. Más que en lo bello
Kant se resiste aquí a analizar obras de artes, centrándose nuevamente en la naturaleza. Sin
embargo, si leemos el ensayo de Burke se toma en cuenta la cuestión, incluso sugiere que la
poesía es más adecuada al sentimiento de la sublimidad.
Bueno, hasta acá la clase. Se supone que con esto terminamos con Kant, y la clase que
viene corresponde ver el texto de Lyotard, que es un poco más complejo, pero hace un
repaso por los conceptos kantianos, presentando a su vez su visión de lo sublime en las
vanguardias. Es por supuesto un texto contemporáneo y no moderno, por lo que van a notar
la diferencia.
Saludos.
BIBLIOGRAFÍA:
- OLIVERAS ELENA. “Estética, la cuestión del arte”. Ed Ariel. Bs As, Argentina, 2004. Capítulo IV.