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Asignatura: Sociología de la educación

CLASE 1

Prof. Bedotti Tejeda Simón Joaquín

Nombre de la clase: Marx, la sociología crítica, la escuela.

En esta primera clase abordaremos de forma introductoria la sociología de la


educación, especialmente en su vertiente crítica. Para que tengan en cuenta, las
corrientes críticas de sociología de la educación corresponden a una mirada de las
instituciones educativas que busca entender su rol y su relación con la sociedad y las
distintas instituciones, pero intentando hacer visibles las funciones y finalidades que
cumple la escuela separándose de la clásica visión inocente de las instituciones
educativas, que nos dice que la escuela es todo lo bueno y todo lo que está bien. En
cambio, las corrientes críticas buscan, en sus análisis, descubrir los elementos de la
escuela en sus funciones específicas y ocultas, en su relación tanto con el sistema
económico como con el sistema de dominación. En este sentido, los autores que vamos
a ver en realidad son críticos respecto a los distintos sistemas educativos existentes.
Claro que esto no quiere decir que la educación sea algo malo, sino que lo que se busca
es una crítica que permita modificar el sistema educativo para liberarlo de su
servidumbre a los sistemas de dominio de la sociedad, y particularmente, del dominio
económico, que vamos a analizar más en detalle. En este sentido, esta clase tendrá una
parte introductoria a la materia, y tendrá una exposición sobre los textos de Varela
subidos al AV, y sobre el texto que refiere al pensamiento de Marx sobre la educación

INTRODUCCION:

Para comenzar, la sociología es una ciencia que nace sobre todo a partir de la revolución
industrial, época en la que la mayoría de las ciencias se desarrollan, y momento
específico en el que surgen las grandes ciudades modernas y la vida social comienza a
cambiar por completo. Hay que añadir, que la sociología corresponde al estudio de las
problemáticas sociales que surgen sobre todo en este período, de transición de
sociedades simples (de la edad medieval, agrarias, monótonas, de trabajo manual y
artesanal) a sociedades complejas, industriales, con grandes ciudades, y divididas en
clases sociales. Las principales problemáticas surgen de que esta nueva realidad, lejos
de haber mejorado por el aumento de la técnica y de la ciencia, se han vuelto mucho
más conflictivas, y, por lo tanto, más difíciles de gobernar. Las sociedades medievales y
antiguas, eran relativamente simples en el sentido en que el conflicto social no era
frecuente, y, sumado a eso, la función de dominación estaba encargada a la iglesia como
ideología dominante. En estas sociedades, la religión funcionaba como educación
universal que permitía que las enormes desigualdades entre los seres humanos sean
justificadas y toleradas. En las modernas sociedades, si bien la iglesia y la religión
continúan ejerciendo sus influencias ideológicas, comienza a surgir el sistema educativo
como respuesta a al aplacamiento de los conflictos. Desde su inicio, el sistema
educativo no ha parado de crecer y su historia en cierta forma es paralela a la historia de
la modernidad. Esto es especialmente importante para esta materia ya que el análisis
histórico de las instituciones educativas es fundamental para entender su configuración
actual.

Entonces, la sociología de la educación corresponde a un campo de análisis en el


que nos vamos a enfrentar con distintos enfoques teóricos que permitan exponer el
funcionamiento y las finalidades de las instituciones educativas en nuestras sociedades
actuales, que para agregar, son sociedades capitalistas, democráticas, y divididas en
clases sociales. Sociedades capitalistas hace referencia que nuestras sociedades están
mayoritariamente reguladas por el intercambio, que se ha extendido a todo el ámbito de
las cosas (y también a la educación), donde el movimiento específico que se da es:
mercantilización de todo lo existente, es decir, todo puede ser comprado y vendido,
división de la sociedad en clase: una poseedora (capitalistas, dueños de los medios de
producción) y una sin posesión (clase trabajadora, sólo posee su fuerza de trabajo, pero
depende para el acceso a bienes de ser empleado por quienes tienen los medios de
producción). Y además, son democráticas, al menos en cierto sentido, en el que se
supone que somos libres para elegir quien y que manera nos gobiernan, al mismo
tiempo que se posee un conjunto de derechos básicos (con independencia de si se
cumplen o no realmente). Un hecho relevante a tener en cuenta, y por obvio que
parezca, estas sociedades tienden siempre al conflicto: la brutal diferencia en el acceso a
posibilidades y bienes deriva periódicamente en enfrentamientos, así como en crisis
generalizadas. El ámbito de las instituciones educativas, desde esta perspectiva, no es
ajena al conflicto, no sólo porque el conflicto social tenga sus ecos en las instituciones,
sino porque las mismas instituciones están relacionadas de forma muy específica con la
sociedad capitalista. Como vamos a ver a lo largo de la cursada, la función ideológica
que la religión cumplía en la edad media, de mantener el conflicto social a través de la
cooptación de fieles y la educación religiosa (patiando los problemas terrenales al
mundo divino), pasa a ser heredada por la escuela como ideología secularizada (es
decir, se mantiene la función de aplacar los conflictos, abandonando la necesidad de
creencia religiosa). Es en este específico sentido que una mirada crítica de la sociología
de la educación aporta a la comprensión acerca del rol que cumplen las instituciones
educativas en nuestras sociedades. Pasemos ahora a los textos que tienen para leer en
esta primera semana.

J VARELA, INTRODUCCIÓN “CAPITALISMO Y SUBJETIVIDAD”

Este texto presenta una breve introducción a un libro de F. Varela sobre las
institucione educativas, donde podremos ver cómo se encara la cuestión a través de una
sociología crítica de la educación. El título es sumamente ilustrativo de lo que tratará: el
capitalismo, como proyecto económico y político, mantiene una cierta relación con las
instituciones educativas, que son las encargadas de forma las subjetividades que el
mismo sistema necesita. En este sentido, debe tomarse la frase de Marx con la que
arranca el texto: el capitalismo es la preexistente a nosotros, es la sociedad en donde
nacemos, lo heredado, y es a su vez, el tipo de sociedad que configura las instituciones
donde nos formamos, nos socializamos. No elegimos las circunstancia en la que
nacemos, ni podemos elegir qué hacen con nosotros, por la sencilla razón de que el
sistema es preexistente a nuestra subjetividad, y de hecho la configura. En estas
sociedades, lo que prima es lo que la autora llama idealismo individualista, es el sujeto
social (cada uno de nosotros) sólo que entendido como individuo supuestamente
autónomo. Por otra parte, entiende que las sociedades actuales, sobre todo a partir de la
mitad del siglo pasado, se han convertido en sociedades “post-industriales”. A
diferencia de las sociedades industriales que corresponden a los inicios del capitalismo,
las sociedades postindustriales estarían marcadas por un abandono de la cultura de la
productividad, y una “vuelta hacia adentro” de los individuos (al plano psicológico,
emocional etc) y a una cultura del consumo (que rechaza el principio de escases y del
ahorro). El mayo Frances del 68 corresponde específicamente a este paso, y lo que viene
después, el avance de lo que se conoce como “neoliberalismo” será un cambio
fundamental en nuestras sociedades. De todos modos, como el sistema sigue siendo
capitalista, lo que prima es la noción de los seres humanos como “individuos
posesivos”, es decir, como personas autónomas e independientes definidas por su
capacidad de tener y retener. Toda la vida social, en el capitalismo, estaría conformada
por esta forma de existir, y las instituciones educativas no serían ajenas a la promoción
de esta ideología.

Entonces, lo que trataría de hacer una sociología crítica, es “objetivar” (es decir,
hacer visible, mostrar de forma argumental) la lógica de funcionamiento de las
instituciones en esta sociedad y en este tiempo. La tarea de la sociología es intentar
comprender el mundo social en el que nacemos, lograr descubrir su violencia, y aportar
al mejoramiento para alcanzar una sociedad y una vida justa. En el caso de la formación
docente, esto resulta particularmente interesante ya que somos precisamente agentes de
esas instituciones, que deberíamos criticar y mejorar allí donde resultan violentas. La
finalidad de estos estudios, es aportar un grado de autonomía a nuestras decisiones,
especialmente cuando somos los encargados de la formación de los futuros sujetos y
ciudadanos.

En el texto, la autora también va a entrar en discusión con toda una corriente que
no sería crítica en el análisis de las instituciones. Se refiere específicamente a la
genética del aprendizaje y a las neurociencias. Estas corrientes, tan extendidas hoy en
día, no serían críticas ya que no toman con suficiente seriedad las bases sociales y
culturales de la conducta. Para que entiendan de que se tratan, estas corrientes no
críticas buscan explicar las conductas y los problemas (que son sociales) apelando a las
bases biológicas de los sujetos, por lo que aparecen como un intento de dejar de lado la
crítica social, que pensamos que es vital para una sociología crítica de la educación. En
este sentido, se advierte que los estudios científicos de este tipos no críticos, no toman
en cuenta que todo ser humano posee una dimensión social e histórica, que “es lo que
es” en tanto que han nacido en un tiempo y en una sociedad específica, con conflictos
sociales particulares, que por lo demás son evidentes. Nuestra propia imagen, nuestra
identidad, no es ajena a la imagen que los demás se forman y nos devuelven, como nos
conciben y entienden, y tampoco es ajena a las aspiraciones sociales. De hecho, la
sociedad es altamente coactiva (es decir, se nos exige y se nos juzga de acuerdo a ideas
y objetivos sociales). La forma en la que percibimos, entendemos y actuamos, es
altamente social. Piensen, por ejemplo, las famosas discusiones acerca del “rol docente”
o los comportamientos exigidos para ser docente, o incluso piensen en forma en la que
se presentan a ustedes mismos cuando les preguntan quiénes son (Ejemplo: soy
profesor, estudiante, trabajador, etc, todos ellos roles sociales).
Lo que una sociología crítica de la educación debe enfrentar en primera
instancia, es la imagen falsa del ser humano como individuo autónomo y
autodeterminado o constituido. No somos nuestras propias elecciones, sino que en todo
caso somos el producto de decisiones sociales previas. Esto no quiere decir, por
supuesto, que no exista un grado de libertad considerable en nuestra elección, sólo que
esta libertad no es espontanea.

En este sentido van a encontrar una consideración acerca de la relación entre


psicología y sociología. En efecto, ambas son ciencias que están destinadas al
conocimiento del ser humano y ambas tienen componentes del aumento de poder que la
ciencia genera sobre los sujetos. La población, es siempre mediada con la vara de la
ciencia, desde hace al menos dos o tres siglos. Pero la ciencia no es una actividad
neutral: su utilización con fínes de dominio y de aumento de la producción generó
severos daños en los seres humanos. En este sentido debe entenderse que la escuela,
puesta al servicio sólo de la producción, y especialmente, de la producción capitalista,
se ha avocado a la formación de sujetos dóciles, productivos, consumistas y
conformistas. En su primer momento, la psicología buscó el desarrollo de técnicas para
aplacar la angustian de origen social que sufrían los seres humanos en el mundo
productivo. Lo mismo, la educación universal sería a fines de la producción de sujetos
productivos, que no perdían el tiempo, y sólo agrandaban la gigantesca máquina de la
economía capitalista (y que lo siguen haciendo). Hoy, una perspectiva crítica involucra
una revisión de ambas ciencias y su trabajo interdisciplinario. Varios sociólogos críticos
del siglo pasado se han abocado a esta tarea para entender nuestras sociedades actuales.
El punto de partida fue la barbarie vivida el siglo pasado, tanto la guerra como los
regímenes totalitarios de gobierno, donde ya no alcanzaban para ser explicados modelos
psicológicos y sociológicos aislados. Sólo el estudio serio y crítico de estas ciencias
permiten lograr una perspectiva de mejoramiento de las instituciones que tienden a la
configuración de una sociedad justa e igualitaria. En este sentido, nuestras indagaciones
en la materia deberán servir para mostrar lo que está oculto detrás de las prácticas e
instituciones educativas, aquellas funciones de dominio y de sumisión del sujeto.

DEL PENSAMIENTO DE MARX ACERCA DE LA EDUCACIÓN:

Karl Marx es reconocido como uno de los padres fundadores de la sociología. Su


perspectiva de análisis es conocida con el nombre de “materialismo histórico” y hace
referencia al estudio de los fenómenos sociales, partiendo de la base material de la que
derivan. La base, que también es llamada estructura o simplemente estructura
económica, corresponde a las relaciones de producción y las fuerzas productivas de una
época. Esto significa, básicamente, que los fenómenos sociales debe ser entendidos en
estrecha relación con las fuerzas productivas (tecnologías y formas de producción de
una sociedad). Sobre esta base, se alzaría una super-estructura ideológica, que consiste
en todo el edificio del derecho, la religión, la filosofía, el arte, la educación entre otros.
Si bien Marx no tiene escritos particularmente sobre educación, si hay registro de cómo
su pensamiento entendía la cuestión como parte de la superestructura ideológica de la
sociedad. En particular, las instituciones educativas cumplirían la función ideológica
que antes cumplía la iglesia, que corresponde estrictamente a mantener y reproducir, al
mismo tiempo que oculta, las relaciones económicas violentas en una determinada
sociedad. Este fenómeno se da de la siguiente manera:

Marx entiende que la historia de la humanidad es una historia de luchas de clases. Todas
las sociedades, hasta el día de hoy, son sociedades dividas en clase. En la antigüedad
eran esclavos/esclavistas, en el medioevo señores feudales/siervos de la gleba y en las
sociedades capitalistas burgueses/proletarios (trabajadores). Que la sociedad esté
dividida en clases significa que hay una clase dominante, que se queda con el producto
del trabajo social, y una clase dominada, que es la que produce aquello de lo que se
apropiará la clase dominante. En el caso de las sociedades capitalistas, se da que los
trabajadores sólo poseen su fuerza de trabajo, que la venden en un mercado laboral y
obtienen un salario (que la mayoría de las veces, sólo alcanza para la subsistencia, la
reproducción de la vida) y la clase de los capitalistas o burgueses, que se apropian de lo
producido y poseen la propiedad privada de los medios de producción (es decir, un
empresario o capitalista se queda con el producto de miles de trabajadores, piensen en
cualquier empresa moderna). La cuestión es que, como la relación es siempre desigual,
y la dominación llega a extremos intolerables (piensen en la concentración de la riqueza
en nuestros días, y la enorme cantidad de pobreza con la que convive), hace falta cierta
justificación “ideológica” para que el sistema se mantenga y se reproduzca. En las
sociedades capitalista, aunque no sea precisamente el único aparato ideológico, la
escuela es el medio por excelencia. En este sentido, según van a leer en el texto, la
escuela lo que hace es impartir una educación que fomenta la división en clases, crea la
mano de obra necesaria para las empresas, y a su vez, crea la aceptación tácita del
régimen de trabajo asalariado capitalista. Es por eso que debemos entender que las
instituciones escolares no son siempre el lugar en donde se enseña con un fin altruista y
bondadoso, sino que es más bien uno de los sistemas de disciplina que forma a las
personas como trabajadoras de la sociedad industrial, y los burguesas como empresarios
capitalistas capaces de explotar la mano de obra. Adicionalmente, la escuela promueve
la especialización necesaria para la industria impidiendo que los estudiantes elijan en
qué rama de la producción desempeñarse, sustrayéndoles su autonomía y el libre cultivo
de sus capacidades. También, se seculariza la moral y la ética garantizando que el
conflicto social latente sea menos viable a pesar de las contradicciones del sistema
económico. Esta función moral de las escuelas (formación en ética, ciudadanía,
filosofía, historia etc) es la parte que sustituye a la ética y moral religiosas, sólo que
ahora somete a los estudiantes a una nueva moral capitalista y burguesa. En resumen, lo
que se reproduce en la escuela es estrictamente la división de clases que favorece al
capital. El “capital” es precisamente la riqueza concentrada en manos del capitalista, los
medios de producción (máquinas, materias primas) privatizadas que quedan al mando
de una pequeña porción de seres humanos que es la que se llama clase “burguesa”.

Teniendo en cuenta esto, Marx va a criticar que la educación promueva la división


rígida del trabajo. Esta división del trabajo es la que hace que cada uno se dedique a una
sóla cosa, a un solo trabajo, sin posibilidad de pasarse de rama de la producción. En este
sentido, van a ver que Marx defendía un tipo de institución educativa ligada al mundo
del trabajo y de la producción, pero especialmente que le permita a los trabajadores en
formación pasar por todas las ramas de la producción para que estuviese preparado para
un mundo del trabajo cambiante, y tenga posibilidad de elegir. Es importante entender
que para Marx el trabajo es lo más importante del ser humano, su esencia. Con trabajo
se refiere Marx a la actividad productiva, a la utilización de las plenas capacidades del
ser humano para transformar la realidad, y sería el momento en el que puede desplegar
sus capacidades, siempre y cuando este trabajo no esté “alienado”, es decir, siempre y
cuando uno se encuentre sometido a condiciones de explotación, y sobre todo, a trabajos
no deseados y mal pagados.

Entonces, para finalizar, vamos a ver que Marx entendía que las instituciones educativas
deben medirse con relación al mundo de la producción. No son malas en sí, sino que
sólo funcionan de manera ideológica cuando se las ata a las relaciones de producción
dominantes capitalistas, con el fin de favorecer a las clases dominantes. Por otro lado,
una educación liberadora es posible, e involucra la construcción de instituciones que
promuevan el trabajo humano no alienado. Van a encontrar una interesante discusión
sobre el trabajo infantil en este texto. La cuestión es que para Marx, producir y trabajar
constituyen la esencia del hombre siempre y cuando no se entienda trabajo en
condiciones de explotación, sino en términos de actividad productiva y modificadora de
la realidad. Es por eso que él entiende que las instituciones educativas deben estar
integradas al mundo del trabajo, a diferencia de las instituciones educativas que
conocemos hoy, en las que se está sistemáticamente aislados de la producción.

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