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Víctor Viviescas
Para ello traza un panorama del desarrollo reciente de la dramaturgia colombiana (entre 1980
y 2005), destaca la fragmentación y la hibridación como procedimientos recurrentes y
privilegiados, valora los efectos de su presencia en el nivel de la representación y de la
identificación genológica -¿de qué manera se presenta o no una adscripción a la
formalización de géneros?
Todo ello mediante la reflexión de la escritura dramática contemporánea. Este desarrollo nos
permite concluir que "el hombre roto" es la imagen del sujeto de una actividad poética que
declara su dolor ante la impotencia por transformar la realidad petrificada.
La tesis de la estética histórica es que es posible comprender las formas de expresión poética
como insertas en una dinámica de transformación, cuyo movimiento puede relacionarse con
los movimientos de la historia social y humana. Las formas tendrían entonces un modo de
existencia que depende de los movimientos de la Historia. De esta manera, la determinación
de una condición esencial en las formas artísticas no es suficiente para comprender la
profunda interrelación entre las obras de arte y el conjunto de la humanidad en cuyo contexto
surgen y del cual, en alguna medida son expresión.
La dimensión semántica del juego de las formas puede ser planteada alternativamente
interrogándonos cuál es la representación del individuo que lleva a cabo una forma u obra
determinada. El concepto de "representación del individuo" es una herramie-nta de análisis
que permite la aproximación al texto de ficción dramática -de manera privilegiada- desde una
triple perspectiva: estética, sociológica e histórica.
¿Quién / qué / cómo es el sujeto de la ficción que configura la forma dramática y cómo se
inviste en la ocurrencia concreta de una obra o de una selección de ellas? es una pregunta que
busca evidenciar las distancias y procesos de mediación que existen entre las formas que
actúan como modelo de conformación y configuración de la obra y la obra concreta como
ocurrencia y existencia objetiva. Pero, de manera más oportuna para nuestra exposición, la
"representación del individuo" es una formulación que da cabida y expresa la relación entre la
forma artística y la realidad. El sujeto de la forma poética es la imagen profunda de lo que el
individuo es en el lugar de existencia que es la realidad. El sujeto de la forma poética es el
"quién" profundo de los individuos que somos en la existencia. Pero -intercambiabilidad de
arte y no arte que permite la estética histórica-, el sujeto de la obra poética es el hilo de
Ariadna a través de cuyo recorrido podemos comprender quiénes somos en la realidad; es
nuestra representación, la manera en que somos convocados a existir en el espacio ficcional
de la obra de arte.
La representación del individuo es por lo demás una representación de la obra de arte que
convoca también en tensión lo histórico con lo ancestral y mítico, nuestras representaciones e
interpretaciones históricas y sociológicas con aquellas míticas y ancestrales. En el
"individuo" viven en tensión y en movimiento dinámico las identidades, que se forman en el
sustrato de lo más antiguo y permanente, con las que provienen del dato efímero del instante
presente. La "representación del individuo" es finalmente -provisionalmente- el espacio de
convocatoria y confrontación de lo que somos y del proyecto que nos hemos propuesto como
construcción. Es decir, que es el espacio donde se sedimentan el estado actual del hombre
como cuestión y su proyecto o su ausencia de proyecto. La representación del individuo es
una manera de vislumbrar quiénes y cómo somos en el futuro. En la medida en que la forma
es la manera de expresarse de lo no arte que es el individuo, en la obra de arte puede
reconocerse el individuo que seremos en el futuro, expresado ahora en la obra apenas como
"tensión", "pliegue" de la sustancia histórica. En la medida en que detectamos los cambios de
la forma, podemos vislumbrar qué "pliegue" en la sustancia histórica produce el cambio, y así
vernos como futuro anterior. Porque este contenido histórico que se sedimenta en la forma es,
al mismo tiempo, un estado de las tensiones que nos constituyen en el plano de lo social, lo
íntimo y lo metafísico.
El protagonista del drama es dueño de sí, amo de la naturaleza y autónomo de las fuerzas
extramundanas. Es lo que expresa el conflicto como soporte estructural del drama: que le
corresponde al sujeto enfrentarse al mundo hostil con el imperativo de vencerlo y dominarlo,
así ese mundo hostil, sean los ejércitos enemigos, los contendientes políticos, las condiciones
de pobreza,enfermedad o ignorancia, o el rival que tiene pretensiones sobre la amada.
Sólo que el héroe de ese drama, el sujeto de este drama, representa (todos lo sabemos) al
individuo burgués: afirmado pero también atrapado en su autoconciencia, su
autoconvencimiento y su ciega fe en el poder instrumentalizador de la razón.
La crisis del drama, de Ibsen a Pirandello, de Brecht a Beckett, de Adamov a Heiner Müller,
a Botho Strauss, a Griselda Gambaro, a Marco Antonio de la Parra, no deja de nombrar la
inconsecuencia entre el protagonista ideal del drama y el prosaico individuo a quien
expresaba. Ninguno de estos autores ha dejado de nombrar las contradicciones que habitaban
profundamente laestructura del drama, de nombrar las profundas paradojas que lo constituían.
La forma dramática que busca de una manera sistemática abrazar la totalidad, opera mediante
el recurso a la metaforización o a la metonimia, para constituirse en una imagen del mundo.
La metaforización es un procedimiento más totalizante y envolvente, en tanto reemplaza al
todo (a lo representado) poruna imagen igualmente completa, procede de esta manera por
analogías y similitudes entre el representante y lo representado; en tanto que la
metonimización recurre a provocar la inferencia del todo a partir de las partes que lo
constituyen, por la relación de implicación entre lo representado y su signo. En este orden de
ideas, la fragmentación opera como una sinécdoque fallida, una sinécdoque que aborta su
proyecto de, siendo la parte, representar el todo.
El fragmento es un pedazo o porción de alguna cosa que está quebrada o partida, cuya
identificación no garantiza el mismo fragmento. Es decir, el fragmento es una sinécdoque que
no garantiza que la referencia al todo sea exitosa. Es su condición de trozo, de resto, de
detritus -de morceau détaché d'un ensemble [fragmento separado de un conjunto]- lo que lo
autonomiza y le otorga toda su posible importancia, y no su capacidad elocuente de referir al
todo. Desde esta perspectiva el fragmento es un tropo que está obligado a autorreferirse, a
conservar su propia independencia y su propia elocuencia, a riesgo de pasar desapercibido:
como la parte conservada de un libro o un trozo de una escultura perdida, que no permiten ni
rescribir el libro, ni reconstruir la estatua, sino que son bellos -o inquietantes- en sí mismos,
útiles por sí y para sí.
Todo pasa ahora como si la escritura contemporánea colombiana diera cuenta de una
desconfianza constitutiva en la mirada del autor dramático sobre qué identidad constituye al
hombre contemporáneo. Más aún, como habitado por una desconfianza de que debajo del
hombre unitario y autocentrado no existiera más que un hombre plural y de carácter
incompleto. Esta imagen, en la que del hombre no perviven sino fragmentos de una existencia
a la que nadie ni nada ya da forma, es la imagen de un hombre fracturado, roto. A esta
imagen del hombre fragmentado corresponde también una escena fragmentada, hecha de un
collage, de pedazos sin principio ni unidad, sin forma y sin estructura.En lo que concierne a
la dramaturgia colombiana de final del siglo XX, la infinitud de la interpretación, que
caracteriza al fragmento, se expresa como búsqueda y experimentación esforzada de una
concepción más abierta de la obra dramática y de las posibilidades de relación con el
espectador. De una manera precisa, al recurrir a la inclusión de la dramaturgia más
contemporánea en el contexto del teatro del siglo XX, la búsqueda de la fragmentación puede
ser caracterizada como una alternativa propuesta a la hegemonía establecida precedentemente
por la representación épico-crítica. La escritura fragmentaria, en esta dramaturgia, no es un
parti pris [una decisión] que se tome de una manera definitiva y permanente. Siempre desde
una consideración histórica, lo que se podría verificar es el movimiento de una escritura que
avanza por tanteos, con fragilidad misma. Pero las líneas generales de este movimiento
pueden ser establecidas.
La escritura fragmentaria ahonda la crisis del drama, e incorpora en esa mise en crise a la
representación épica, que había tomado en Colombia la hegemonía funcional entendida como
representación épico-crítica. Este ahondamiento de la crisis significa que lo dramático no sólo
está amenazado por lo épico sino que también, en un movimiento de retour qui n'est sans
détour [un regreso sin desvío], también lo épico está amenazado: de entrada por lo dramático
- entendido como acontecimiento y afectación emotiva de una subjetividad-, también por lo
lírico, como expresión de una subjetividad afectada, pero imposibilitada para volcarse a la
acción -que le permitiría objetivarse, como expresara Hegel. Función determinante de esta
puesta en crisis de la representación épica la cumple la crítica del sujeto y las filosofías que
engendran dicha crítica.Pero, emparentado con los dos niveles mencionados, en el nivel de la
representación -como sistema epistemológico y como sistema estético- la escritura
fragmentaria profundiza la crisis de la representación mediante la puesta en cuestión del
poder del referente y de los sistemas de representación que le son asociados.
Vida de utopías como única razón de seguir existiendo por los bordes, como otra opción de
producción de subjetividad compartida e identificatoria.
Pero este instinto dominador es ya un trasgresor del juego del dominio "en el terreno
racional". Por su parte la víctima, por la condición vindicta de la acción que padece, desaloja
todos los restos posibles de racionalidad que pudieran pervivir en el combate. Justamente
porque el combate -espacio privilegiado de desenvolvimiento del drama- está también
expulsado de la acción contra natura de la desaparición y la mutilación.
El cuerpo roto, mutilado, desaparecido es un vacío que no se puede llenar. Ese vacío es la
expresión de la ausencia de la verdad. Y no puede ser cubierto por la mentira.
Notas
1 Cf. Michel Vinaver (ed.): Ecritures dramatiques, Actes Sud, Arles, 1993.2 José Sanchis
Sinisterra: "Dramaturgia de textos narrativos", Gestus, Revista de la ENAD, número especial,
abril, 1998, pp. 68-111.
Fonte: http://www.casa.co.cu/publicaciones/revistaconjunto/141/victorviviescas.htm