Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(UNERG)
Participantes:
Díaz Elis C.I: 16.011.608
Joaquin Valeria C.I: 30.016.094
Lugo Edgar C.I 26.973.236
Oropeza Patrica C.I: 29.671.644
En el caso de los contratos traslativos de propiedad, esta relativa claridad del sistema se ve
perturbada por la existencia del artículo 1.161 del Código Civil venezolano, norma de
conformidad con la cual “En los contratos que tienen por objeto la trasmisión de la
propiedad u otro derecho, la propiedad o derecho se trasmiten y se adquieren por efecto del
consentimiento legítimamente manifestado; y la cosa queda a riesgo y peligro del
adquirente, aunque la tradición no se haya verificado” (resaltado nuestro). En efecto, esta
disposición parece consagrar la regla contraria: res perit creditoris, pues el comprador
seguiría obligado a pagar el precio, a pesar de la liberación del vendedor.
Finalmente debe mencionarse una regla aplicable de manera especial a los casos de
obligaciones sometidas a condición suspensiva. En tal sentido, el artículo 1.203 del Código
Civil dispone que “Si la cosa perece enteramente sin culpa del deudor la obligación se
reputa no contraída”. Tal norma constituiría una excepción a la regla res perit domino
consagrada por el artículo 1.161 y al principio según el cual “Cumplida la condición se
retrotrae al día en que la obligación ha sido contraída” (Art. 1.209 CCV), al poner el riesgo
del contrato en manos del deudor
LA ESTIPULACIÓN A FAVOR DE TERCEROS
Disposición Legal
Pues bien, la aceptación es, a la vez, una declaración unilateral de voluntad que puede
manifestarse de manera expresa o tácita.
La aceptación es, asimismo, una declaración recepticia, esto es, debe dirigirse a una
persona determinada. Al respecto, es preciso analizar si dicha declaración debe notificarse
al promitente, al estipulante o a ambos.
Es suficiente que la aceptación se dirija al estipulante, por ser éste quien tiene el derecho de
revocar la estipulación antes de que ésta se produzca. Y es que el promitente ha sido
autorizado o facultado, por virtud de la estipulación, para cumplir la prestación al tercero.
Además, la aceptación previa no es un requisito indispensable para que el promitente
satisfaga la prestación una vez que ésta sea exigible. El hecho de que la prestación se
realice al tercero comporta, sin discusión, aceptación de la misma por parte de éste. En
otros términos, la aceptación puede producirse en el momento mismo en que la prestación
se cumpla. Por último, es posible establecer un plazo para que la aceptación se produzca, de
lo contario, el derecho del tercero caducará.
Cualquier persona puede convenir a favor de un tercero sin tener derecho alguno para
representarlo, en el entendido de que este solo podrá exigir lo estipulado una vez acepte, de
manera expresa o tácita.
Efectos:
Sólo el beneficiario puede exigir el cumplimiento: este derecho o puede ceder a favor de
uno de los contratantes. Sino solamente respecto del tercero, cual es, el beneficiario.
El estipulante sólo podrá exigir el cumplimiento cuando se haya establecido una cláusula
penal en el contrato. Como se dijo anteriormente, consiste en una forma indirecta para
compeler al promitente a que cumpla su obligación, donde la cláusula penal (evaluación
anticipada de los perjuicios realizada al momento de contratar, consistente en que una de
las partes se sujete a un dar o hacer algo, si no cumple oportunamente con la obligación) se
hará efectiva si éste no cumple lo convenido.
Lo que sucede acá es que se da cumplimiento al aforismo de que "en Derecho, las cosas se
deshacen de la misma manera en que se hacen".
Cabe hacer la salvedad de que la revocación debe ser unánime y no unilateral. Además, se
puede revocar la estipulación sin expresión de causa.
El derecho de este último existe desde el hecho de la celebración del contrato; sin embargo,
el hecho de la aceptación del contrato por parte del beneficiario, no tiene otro objeto que
poner término a la facultad del estipulante y del promitente de dejar sin efecto la
estipulación, mediante la revocación de ésta.
Las partes pueden modificar o revocar los derechos otorgados por el contrato al
beneficiario mientras éste no los haya aceptado o no haya actuado razonablemente de
conformidad con ellos.
Se podría prescribir que el promitente y el estipulante sean libres de revocar los derechos
del tercero en cualquier momento, o bien, por el contrario, podría establecerse que una vez
celebrado el contrato, los derechos del tercero son inmutables. Pocos sistemas adoptan una
de estas posiciones extremas. La solución adoptada prevé que los derechos de los terceros
se convierten en irrevocables una vez que el tercero los haya aceptado o haya actuado
razonablemente en consecuencia. Las partes, por supuesto, pueden pactar algo distinto en
su contrato, ya sea disponiendo que los derechos del beneficiario se vuelven irrevocables
antes de ese momento, o reservándose el derecho a revocarlos aún después de que el tercero
haya actuado razonablemente de conformidad con los derechos.
Puede haber situaciones donde el derecho a la revocación se otorgue sólo a una parte. Por
ejemplo, en un contrato de seguro de vida se puede prever que el asegurado puede cambiar
al beneficiario. Puede haber usos relevantes que limiten la posibilidad de revocación.
Beneficiarios de la Estipulación
El beneficiario debe estar identificado en el contrato con suficiente certeza pero no necesita
existir cuando se celebre el contrato.
Las partes pueden celebrar un contrato en el que la identidad del tercero no sea conocida al
momento de la celebración de contrato, siempre que se establezca un mecanismo para
conocer su identidad al momento de la ejecución del contrato. Tal mecanismo puede prever
que las partes, o una de ella, podrán identificar al beneficiario en un momento sucesivo, o
escoger una definición de beneficiario tal que su identidad será determinada por
circunstancias posteriores.
El promitente puede oponer al beneficiario toda excepción que el promitente pueda oponer
al estipulante.
El contenido del derecho del beneficiario puede quedar sujeto a cualquier condición o
limitación prevista por las partes. El promitente y el estipulante pueden prever en el
contrato que la posición del beneficiario será considerablemente diferente a la del
estipulante. La autonomía de las partes es en principio ilimitada pero podrían no prever
expresamente todas las posibilidades. El presente artículo constituirá por consiguiente la
regla supletoria en caso de omisión.
Análisis de las relaciones entre las diferentes personas que intervienen en la
Estipulación.
Las partes son el “promitente” y el “estipulante” que pueden otorgar por acuerdo expreso o
tácito un derecho a un tercero el “beneficiario”.
Las partes habitualmente celebran los contratos con la intención de crear derechos y
obligaciones entre ellas. En estos casos, sólo las partes adquieren los derechos y
obligaciones previstos en el contrato. El sólo hecho de que un tercero obtenga un beneficio
de la ejecución del contrato no le otorga derechos conforme al contrato.
Los terceros, sin embargo, no siempre se quedan sin ningún derecho. El principio
fundamental es el de la autonomía de las partes que, si lo desean, pueden otorgar un
derecho a un tercero, y deben tener la libertad para hacerlo. Las partes pueden estipular
expresamente que ésa es su intención, pero esto no es indispensable, ya que la intención de
beneficiar a un tercero puede resultar implícita en el contrato. En casos donde se invoque la
intención implícita, la decisión dependerá de todas las disposiciones del contrato y de las
circunstancias del caso.
Las partes pueden celebrar un contrato en el que la identidad del tercero no sea conocida al
momento de la celebración de contrato, siempre que se establezca un mecanismo para
conocer su identidad al momento de la ejecución del contrato. Tal mecanismo puede prever
que las partes, o una de ella, podrán identificar al beneficiario en un momento sucesivo, o
escoger una definición de beneficiario tal que su identidad será determinada por
circunstancias posteriores.
TEORÍA DE LOS RIESGOS CONTRACTUALES
Antecedentes
En los textos romanos, se utilizaba para señalar el daño, incluso no patrimonial, bien sea
considerado como una simple posibilidad eventual o como una situación peligrosa ya
verificada.
En este segundo caso, periculum es usado con indiferencia de la causa que ha determinado
el daño, ya sea que la causa sea dolosa, culposa o fortuita. Por ello, en el Derecho romano,
el peligro no es siempre el daño debido al caso fortuito.
El riego del contrato es el peligro que tiene una o ambas partes de un contrato de obtener la
ventaja que esperaba de la parte a causa del incumplimiento de la como consecuencia de un
caso fortuito o fuerza mayor.
El riesgo es todo «hecho dañoso cuya ocurrencia es incierta, ya sea en relación con su
realización o a la fecha de su realización.
El riesgo de la cosa recae sobre su dueño. Debe indicarse que esta es una regla que
pertenece al Derecho de Bienes, pero que puede tener repercusiones sobre los efectos del
contrato, sean estos unilaterales o bilaterales.
La misma expresa la regla según la cual el titular de un derecho real deberá sufrir las
consecuencias negativas de los daños ocasionados al bien que constituye el objeto del
derecho real, siempre que el titular no pueda demandar la responsabilidad civil de un
tercero a los fines de obtener la reparación por el daño sufrido.
Si el riesgo de la cosa lo asume el deudor de la obligación de dar que tiene por objeto una
cosa cierta, este pierde el derecho a la contraprestación en los contratos bilaterales, o está
sujeto a indemnizar la pérdida al acreedor en los contratos unilaterales. La indemnización
comprende únicamente el valor de la cosa, y no los daños y perjuicios extrínsecos que ha
podido generar la pérdida.
De manera que, mientras el riesgo de la cosa permanezca en cabeza del vendedor, deudor
de la obligación de dar, independientemente del cumplimiento del contrato, de la
transmisión de la propiedad o de la entrega efectiva de la cosa, el vendedor pierde el
derecho al pago del precio si la cosa perece o se deteriora.
Estos están regidos bajo la regla general “a lo imposible nadie está obligado”
Es los contratos unilaterales al haber una sola parte que contrae una obligación, si esta se
extingue por causa extraña no imputable, el acreedor correrá con el riesgo del contrato. En
consecuencia, el acreedor de la obligación incumplida en el contrato unilateral por causa
extraña no imputable correrá siempre con el riesgo del contrato, es decir, que no obtendrá la
ventaja esperada o no recibirá la cosa objeto del mismo; el acreedor de esta obligación
sufrirá los riesgos del contrato.
Artículo 1.161.- En los contratos que tienen por objeto la trasmisión de la propiedad u otro
derecho, la propiedad o derecho se trasmiten y se adquieren por efecto del consentimiento
legítimamente manifestado; y la cosa queda a riesgo y peligro del adquirente, aunque la
tradición no se haya verificado.
En las ventas a plazo de cosas muebles por su naturaleza, el vendedor podrá reservarse el
dominio de estas hasta que el comprador haya pagado la totalidad del precio. El comprador
adquiere la propiedad de la cosa con el pago de la última cuota del precio; asume el riesgo
desde el momento en que la recibe.
Un ejemplo se prevé en la venta con pacto retro; si la condición e cumple, se repone las
cosas a su estado original, se tiene que la obligación no existió nunca. Así cuando el
comprador devuelve o reintegra el precio de venta, no hubo venta. Si la cosa se deteriora
pero no se destruye, el acreedor la recibirá en el estado en que se encuentre sin disminución
del precio.
El autor civilista, Maduro Luyando; parte de la noción de que la acción resolutoria “es la
facultad que tiene una de las partes en un contrato bilateral, de pedir la terminación del
mismo y en consecuencia ser liberada de su obligación, si la otra parte no cumple a su vez
con la suya”.
Disposición legal.
Así las cosas, cuando las partes deben acatar prestaciones simultáneas es menester que el
demandante haya asumido una conducta acatadora de sus obligaciones, pues de lo contrario
no podrá incoar la acción resolutoria o la de cumplimiento, en concordancia con la exceptio
non adimpleti contractus, regulada en el artículo 1609 ibídem, a cuyo tenor ninguno de los
contratantes está en mora, dejando de cumplir lo pactado mientras el otro no cumpla, o no
se allane a cumplirlo en la forma y tiempo debidos (M. P. Aroldo Wilson Quiroz).
En el Derecho Romano no procedía la acción resolutoria, cada obligación una vez contraída
debía cumplirse, generando el riesgo de que una parte cumpliera su prestación sin que
pudiera obtener el cumplimiento de la prestación recíproca, debido a eso se fueron creando
ciertas disposiciones, hasta llegar a la figura de lex comisoria, que es lo más parecido a la
acción resolutoria, pero solo era aplicable a los contratos de venta y de ahí en el derecho
moderno nación la acción resolutoria.
Diversas Teorías que fundamentan la Acción Resolutoria.
EFECTOS:
En algunos casos, no se requiere la acción para que proceda la resolución. Por ejemplo,
cuando solo se discute la legalidad de un acto administrativo particular y el
restablecimiento automático derivado de la eventual nulidad1. También puede ser el caso
cuando se interpone recurso de reforma y/o alzada y tras los plazos legales establecidos
para resolver sin que se obtenga respuesta de la administración puede entenderse como
desestimada la petición2.
La resolución de pleno derecho es una figura jurídica que se produce automáticamente sin
necesidad de intervención judicial. En cuanto a la resolución convencional, se produce
cuando las partes acuerdan expresamente que el contrato se resuelva cuando una de las
partes no cumple determinada prestación a su cargo. Por otro lado, la resolución legal se
produce por disposición de la ley.
CONCLUSIÓN
La teoría del riesgo no da cuenta de forma coherente de todas las situaciones, ni de los
efectos propios que derivan de los riesgos de la cosa, de los riesgos de la prestación y de los
riesgos de la contraprestación. En este sentido, somos de la opinión que la resolución de
pleno derecho del contrato, incluso si se trata de un incumplimiento esencial de carácter
involuntario, no es necesariamente la solución más adecuada, dado los intereses en juego.
En efecto, como una norma del «riesgo de la prestación», en aquellos casos en que la
obligación tiene por objeto una cosa cierta, el artículo 1345 del Código Civil venezolano
establece que, si bien la obligación imposible se extingue con la pérdida de la cosa cierta,
objeto de la obligación, todos los derechos y las acciones que le pertenecían al deudor
respecto de esta cosa pasan a su acreedor. Ahora bien, ¿cómo se justifica en los contratos
bilaterales traslativos de propiedad que el acreedor reciba los derechos que el deudor tiene
frente a terceras personas en virtud de la pérdida de la cosa debida si el contrato se resuelve
de pleno derecho y el acreedor es exonerado del cumplimiento de la contraprestación a su
cargo?
En dicho supuesto, implicaría, por ejemplo, que el deudor deba ceder los derechos de
crédito contra la compañía de seguro que asegura el riesgo de la pérdida de la cosa, sin
poder recibir a cambio el precio de la cosa. Si bien tal efecto es comprensible cuando se
trata de contratos dotados de eficacia real, ¿cómo se explican dichos efectos en aquellos
contratos de eficacia puramente obligatoria? En estos casos, la cesión de los derechos y
acciones del deudor sobre la cosa al acreedor es incompatible con la resolución de pleno
derecho, efecto típico de teoría de los riesgos del contrato. Si el acreedor tiene derecho al
recibir del deudor los derechos sobre la cosa, el deudor debe tener el derecho de exigir el
cumplimiento del contrato por parte del acreedor. De allí que, en dichos casos, la resolución
de pleno derecho que postula la teoría del riesgo es incompatible con el derecho del deudor
a recibir la contraprestación.