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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la educación

Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos

(UNERG)

Área Ciencias Políticas y Jurídicas


Programa Municipalizado de Formación en Derecho

Participantes:
Díaz Elis C.I: 16.011.608
Joaquin Valeria C.I: 30.016.094
Lugo Edgar C.I 26.973.236
Oropeza Patrica C.I: 29.671.644

Unidad Curricular: Año: “4 to”


Obligaciones II Sección: “5”

San Juan de los Morros, Mayo 2023


INTRODUCCIÓN

La Teoría de los Riesgos es generalmente aceptada por la doctrina venezolana, que la


cuestión de los riesgos sólo se plantea en los contratos con obligaciones bilaterales. En
efecto, ante la imposibilidad de cumplimiento de una de las partes por una causa extraña no
imputable, se plantea la pregunta acerca de la posibilidad de cumplimiento de la prestación
de la otra.

En el caso de los contratos traslativos de propiedad, esta relativa claridad del sistema se ve
perturbada por la existencia del artículo 1.161 del Código Civil venezolano, norma de
conformidad con la cual “En los contratos que tienen por objeto la trasmisión de la
propiedad u otro derecho, la propiedad o derecho se trasmiten y se adquieren por efecto del
consentimiento legítimamente manifestado; y la cosa queda a riesgo y peligro del
adquirente, aunque la tradición no se haya verificado” (resaltado nuestro). En efecto, esta
disposición parece consagrar la regla contraria: res perit creditoris, pues el comprador
seguiría obligado a pagar el precio, a pesar de la liberación del vendedor.

Finalmente debe mencionarse una regla aplicable de manera especial a los casos de
obligaciones sometidas a condición suspensiva. En tal sentido, el artículo 1.203 del Código
Civil dispone que “Si la cosa perece enteramente sin culpa del deudor la obligación se
reputa no contraída”. Tal norma constituiría una excepción a la regla res perit domino
consagrada por el artículo 1.161 y al principio según el cual “Cumplida la condición se
retrotrae al día en que la obligación ha sido contraída” (Art. 1.209 CCV), al poner el riesgo
del contrato en manos del deudor
LA ESTIPULACIÓN A FAVOR DE TERCEROS

La estipulación o contrato a favor de tercero es un acuerdo por el cual un sujeto


(denominado promitente) se obliga frente a otro (el llamado estipulante) a darle algo a un
tercero (o beneficiario) o a hacer o no hacer algo a favor de dicho tercero, quien, aunque
ajeno a este contrato, adquiere por el mismo y sin necesidad de realizar acto alguno un
derecho a exigir el cumplimiento de dicha obligación a su favor. Se constituye así un
esquema triangular de relaciones (estipulante-promitente; promitente-tercero; estipulante-
tercero) sobre la base de un único contrato, del que solo son partes el estipulante y el
promitente.

La estipulación a favor de tercero es un procedimiento técnico que permite a dos personas


que celebran un contrato entre ellas hacer nacer un derecho en beneficio de un tercero. Los
dos contratantes desempeñan respectivamente el papel de estipulante y de promitente.

Disposición Legal

Como consecuencia fundamental, la estipulación a favor de terceros produce un derecho de


crédito directo del tercero frente al promitente. Constituye una de las principales
excepciones al principio que rige los efectos internos del contrato, mediante el cual los
contratos no tienen efecto sino entre las partes contratantes, no dañan ni aprovechan a
terceros, sino en los casos establecidos en la ley. La estipulación a favor de terceros es
precisamente uno de los casos establecidos en la ley; concretamente en el artículo 1.164 del
Código Civil.

Artículo 1.164.- Se puede estipular en nombre propio en provecho de un tercero cuando se


tiene un interés personal, material o moral, en el cumplimiento de la obligación.

El estipulante no puede revocar la estipulación si el tercero ha declarado que quiere


aprovecharse de ella.

Salvo convención en contrario, por efecto de la estipulación el tercero adquiere un derecho


contra el promitente.
La aceptación

Pues bien, la aceptación es, a la vez, una declaración unilateral de voluntad que puede
manifestarse de manera expresa o tácita.

La aceptación no produce el efecto de integrar al tercero al contrato, puesto que, entender lo


contrario otorgaría a éste el carácter de parte contractual y, por consiguiente, se estaría ante
un contrato plurilateral formado por tres partes.

La aceptación es, asimismo, una declaración recepticia, esto es, debe dirigirse a una
persona determinada. Al respecto, es preciso analizar si dicha declaración debe notificarse
al promitente, al estipulante o a ambos.

Es además es de la idea de que el destinatario de la aceptación es el promitente; sin


embargo, al operar la aceptación como límite de la revocación, también debe ser notificada
al estipulante, en el mismo sentido quien se inclina por que la aceptación se comunique al
promitente y al estipulante. No obstante, hay quien estima que la aceptación puede
comunicarse de manera alternativa al promitente o al estipulante.

Es suficiente que la aceptación se dirija al estipulante, por ser éste quien tiene el derecho de
revocar la estipulación antes de que ésta se produzca. Y es que el promitente ha sido
autorizado o facultado, por virtud de la estipulación, para cumplir la prestación al tercero.
Además, la aceptación previa no es un requisito indispensable para que el promitente
satisfaga la prestación una vez que ésta sea exigible. El hecho de que la prestación se
realice al tercero comporta, sin discusión, aceptación de la misma por parte de éste. En
otros términos, la aceptación puede producirse en el momento mismo en que la prestación
se cumpla. Por último, es posible establecer un plazo para que la aceptación se produzca, de
lo contario, el derecho del tercero caducará.

Personas que pueden aceptar

Cualquier persona puede convenir a favor de un tercero sin tener derecho alguno para
representarlo, en el entendido de que este solo podrá exigir lo estipulado una vez acepte, de
manera expresa o tácita.
Efectos:

Es preciso distinguir tres situaciones:

1) Efectos entre los contratantes.

2) Efectos entre promitente y beneficiario.

3) Efectos entre estipulante y beneficiario.

1- Efectos entre los contratantes

Sólo el beneficiario puede exigir el cumplimiento: este derecho o puede ceder a favor de
uno de los contratantes. Sino solamente respecto del tercero, cual es, el beneficiario.

El estipulante sólo podrá exigir el cumplimiento cuando se haya establecido una cláusula
penal en el contrato. Como se dijo anteriormente, consiste en una forma indirecta para
compeler al promitente a que cumpla su obligación, donde la cláusula penal (evaluación
anticipada de los perjuicios realizada al momento de contratar, consistente en que una de
las partes se sujete a un dar o hacer algo, si no cumple oportunamente con la obligación) se
hará efectiva si éste no cumple lo convenido.

Esta facultad podrá darse al estipulante sólo en el evento del incumplimiento.

Revocación de la estipulación: Mientras no se produzca la aceptación expresa o tácita del


tercero beneficiario, es revocable el contrato por la sola voluntad de las partes que
concurrieron a él.

Lo que sucede acá es que se da cumplimiento al aforismo de que "en Derecho, las cosas se
deshacen de la misma manera en que se hacen".

Cabe hacer la salvedad de que la revocación debe ser unánime y no unilateral. Además, se
puede revocar la estipulación sin expresión de causa.

2- Efectos entre promitente y beneficiario

El derecho de este último existe desde el hecho de la celebración del contrato; sin embargo,
el hecho de la aceptación del contrato por parte del beneficiario, no tiene otro objeto que
poner término a la facultad del estipulante y del promitente de dejar sin efecto la
estipulación, mediante la revocación de ésta.

Con la aceptación, queda el beneficiario en situación de exigir, cuando corresponda, el


cumplimiento.
Personas que pueden revocarla

Las partes pueden modificar o revocar los derechos otorgados por el contrato al
beneficiario mientras éste no los haya aceptado o no haya actuado razonablemente de
conformidad con ellos.

Se podría prescribir que el promitente y el estipulante sean libres de revocar los derechos
del tercero en cualquier momento, o bien, por el contrario, podría establecerse que una vez
celebrado el contrato, los derechos del tercero son inmutables. Pocos sistemas adoptan una
de estas posiciones extremas. La solución adoptada prevé que los derechos de los terceros
se convierten en irrevocables una vez que el tercero los haya aceptado o haya actuado
razonablemente en consecuencia. Las partes, por supuesto, pueden pactar algo distinto en
su contrato, ya sea disponiendo que los derechos del beneficiario se vuelven irrevocables
antes de ese momento, o reservándose el derecho a revocarlos aún después de que el tercero
haya actuado razonablemente de conformidad con los derechos.

Puede haber situaciones donde el derecho a la revocación se otorgue sólo a una parte. Por
ejemplo, en un contrato de seguro de vida se puede prever que el asegurado puede cambiar
al beneficiario. Puede haber usos relevantes que limiten la posibilidad de revocación.

Beneficiarios de la Estipulación

El beneficiario debe estar identificado en el contrato con suficiente certeza pero no necesita
existir cuando se celebre el contrato.

Las partes pueden celebrar un contrato en el que la identidad del tercero no sea conocida al
momento de la celebración de contrato, siempre que se establezca un mecanismo para
conocer su identidad al momento de la ejecución del contrato. Tal mecanismo puede prever
que las partes, o una de ella, podrán identificar al beneficiario en un momento sucesivo, o
escoger una definición de beneficiario tal que su identidad será determinada por
circunstancias posteriores.

El promitente puede oponer al beneficiario toda excepción que el promitente pueda oponer
al estipulante.

El contenido del derecho del beneficiario puede quedar sujeto a cualquier condición o
limitación prevista por las partes. El promitente y el estipulante pueden prever en el
contrato que la posición del beneficiario será considerablemente diferente a la del
estipulante. La autonomía de las partes es en principio ilimitada pero podrían no prever
expresamente todas las posibilidades. El presente artículo constituirá por consiguiente la
regla supletoria en caso de omisión.
Análisis de las relaciones entre las diferentes personas que intervienen en la
Estipulación.

Las partes son el “promitente” y el “estipulante” que pueden otorgar por acuerdo expreso o
tácito un derecho a un tercero el “beneficiario”.

La existencia y el contenido del derecho del beneficiario respecto del promitente se


determinan conforme al acuerdo de las partes y se encuentran sujetos a las condiciones y
limitaciones previstas en dicho acuerdo.

Las partes habitualmente celebran los contratos con la intención de crear derechos y
obligaciones entre ellas. En estos casos, sólo las partes adquieren los derechos y
obligaciones previstos en el contrato. El sólo hecho de que un tercero obtenga un beneficio
de la ejecución del contrato no le otorga derechos conforme al contrato.

Los terceros, sin embargo, no siempre se quedan sin ningún derecho. El principio
fundamental es el de la autonomía de las partes que, si lo desean, pueden otorgar un
derecho a un tercero, y deben tener la libertad para hacerlo. Las partes pueden estipular
expresamente que ésa es su intención, pero esto no es indispensable, ya que la intención de
beneficiar a un tercero puede resultar implícita en el contrato. En casos donde se invoque la
intención implícita, la decisión dependerá de todas las disposiciones del contrato y de las
circunstancias del caso.

Las partes pueden celebrar un contrato en el que la identidad del tercero no sea conocida al
momento de la celebración de contrato, siempre que se establezca un mecanismo para
conocer su identidad al momento de la ejecución del contrato. Tal mecanismo puede prever
que las partes, o una de ella, podrán identificar al beneficiario en un momento sucesivo, o
escoger una definición de beneficiario tal que su identidad será determinada por
circunstancias posteriores.
TEORÍA DE LOS RIESGOS CONTRACTUALES

El riesgo del contrato, en una primera aproximación, debería entenderse como la


posibilidad de daño o perjuicio para las partes derivado de la imposibilidad del
cumplimiento de una obligación, debida a una causa extraña no imputable.

Antecedentes

En los textos romanos, se utilizaba para señalar el daño, incluso no patrimonial, bien sea
considerado como una simple posibilidad eventual o como una situación peligrosa ya
verificada.

En este segundo caso, periculum es usado con indiferencia de la causa que ha determinado
el daño, ya sea que la causa sea dolosa, culposa o fortuita. Por ello, en el Derecho romano,
el peligro no es siempre el daño debido al caso fortuito.

Concepto de riesgos y peligros

El riego del contrato es el peligro que tiene una o ambas partes de un contrato de obtener la
ventaja que esperaba de la parte a causa del incumplimiento de la como consecuencia de un
caso fortuito o fuerza mayor.

Desde el punto de vista del Derecho de Obligaciones, es riesgo la imposibilidad de cumplir


una obligación o prestación contractual a consecuencia de un caso fortuito o de fuerza
mayor.

En nuestro Derecho se designa al peligro ocurrido simplemente como daño, perjuicio o


pérdida. El peligro denota exclusivamente el daño temible o a las situaciones potenciales de
daño. Dicha acepción más restringida corresponde a la noción de «riesgo en sentido
objetivo».

El riesgo es todo «hecho dañoso cuya ocurrencia es incierta, ya sea en relación con su
realización o a la fecha de su realización.

Se llama también riesgo a la eventualidad de la ocurrencia de un tal hecho». Por su parte,


cuando el peligro denota la relación entre uno o varios sujetos de derecho y la situación
peligrosa, de manera que intenta indicar el sujeto de derecho que deberá soportar las
consecuencias del daño si la situación peligro se realiza, en este sentido, dicha acepción
corresponde a la noción de «riesgo en sentido subjetivo».
Un ejemplo de la noción de riesgo en su acepción subjetiva puede encontrarse claramente
en el artículo 1161 del Código Civil. En efecto, dicho artículo determina que los contratos
que tienen por objeto la transmisión de la propiedad u otro derecho, la propiedad o derecho
se transmiten por el consentimiento legítimamente manifestado y la cosa queda a «riesgo y
peligro» del adquirente, aunque la tradición no se haya verificado.

Los riesgos de la cosa

El riesgo de la cosa recae sobre su dueño. Debe indicarse que esta es una regla que
pertenece al Derecho de Bienes, pero que puede tener repercusiones sobre los efectos del
contrato, sean estos unilaterales o bilaterales.

La misma expresa la regla según la cual el titular de un derecho real deberá sufrir las
consecuencias negativas de los daños ocasionados al bien que constituye el objeto del
derecho real, siempre que el titular no pueda demandar la responsabilidad civil de un
tercero a los fines de obtener la reparación por el daño sufrido.

Si el riesgo de la cosa lo asume el deudor de la obligación de dar que tiene por objeto una
cosa cierta, este pierde el derecho a la contraprestación en los contratos bilaterales, o está
sujeto a indemnizar la pérdida al acreedor en los contratos unilaterales. La indemnización
comprende únicamente el valor de la cosa, y no los daños y perjuicios extrínsecos que ha
podido generar la pérdida.

De manera que, mientras el riesgo de la cosa permanezca en cabeza del vendedor, deudor
de la obligación de dar, independientemente del cumplimiento del contrato, de la
transmisión de la propiedad o de la entrega efectiva de la cosa, el vendedor pierde el
derecho al pago del precio si la cosa perece o se deteriora.

Los riesgos del contrato

El riesgo del contrato es una noción que supone un incumplimiento involuntario de la


obligación. Ello implica que la imposibilidad definitiva o temporal, total o parcial del
cumplimiento de la obligación debe ser atribuible a una causa extraña no imputable al
deudor. En este sentido, no puede hablarse de riesgos del contrato si la obligación ha sido
ya cumplida.
Principio que rige los riesgos en los Contratos Unilaterales

Estos están regidos bajo la regla general “a lo imposible nadie está obligado”

Es los contratos unilaterales al haber una sola parte que contrae una obligación, si esta se
extingue por causa extraña no imputable, el acreedor correrá con el riesgo del contrato. En
consecuencia, el acreedor de la obligación incumplida en el contrato unilateral por causa
extraña no imputable correrá siempre con el riesgo del contrato, es decir, que no obtendrá la
ventaja esperada o no recibirá la cosa objeto del mismo; el acreedor de esta obligación
sufrirá los riesgos del contrato.

El “res perit domino”: la cosa perece para el dueño

El “res perit creditori: El acreedor pierde su crédito

En los Contratos Bilaterales no traslativos de propiedad

Si la obligación de una de las partes se extingue por causa extraña no imputable, la


obligación de otra parte queda igualmente extinguida; es decir, que al producirse el
incumplimiento por causa extraña no imputable de la obligación nacida del contrato
bilaterales no traslativos de propiedad, el contrato se extingue.

En los Contratos Bilaterales traslativos de propiedad

Artículo 1.161.- En los contratos que tienen por objeto la trasmisión de la propiedad u otro
derecho, la propiedad o derecho se trasmiten y se adquieren por efecto del consentimiento
legítimamente manifestado; y la cosa queda a riesgo y peligro del adquirente, aunque la
tradición no se haya verificado.

a- Los contratos consensuales se perfeccionan con el simple consentimiento de las


partes sobre la cosa, aunque no haya tradición.
b- Procede el principio: Res perit dominus; El dueño o el titular del derecho de crédito
corre con los riesgos de la cosa.
c- El Dominus es el propietario de la cosa y también el acreedor titular del derecho.
Excepciones

En las ventas a plazo de cosas muebles por su naturaleza, el vendedor podrá reservarse el
dominio de estas hasta que el comprador haya pagado la totalidad del precio. El comprador
adquiere la propiedad de la cosa con el pago de la última cuota del precio; asume el riesgo
desde el momento en que la recibe.

Los riesgos en los contratos sometidos a condición suspensiva y resolutoria

Si ocurre el hecho futuro e incierto se extingue la obligación.

Un ejemplo se prevé en la venta con pacto retro; si la condición e cumple, se repone las
cosas a su estado original, se tiene que la obligación no existió nunca. Así cuando el
comprador devuelve o reintegra el precio de venta, no hubo venta. Si la cosa se deteriora
pero no se destruye, el acreedor la recibirá en el estado en que se encuentre sin disminución
del precio.

Artículo 1.204.- La condición resolutoria no suspende la ejecución de la obligación; obliga


únicamente al acreedor a restituir lo que ha recibido cuando se efectúe el acontecimiento
previsto en la condición.
LA ACCIÓN RESOLUTORIA

El autor civilista, Maduro Luyando; parte de la noción de que la acción resolutoria “es la
facultad que tiene una de las partes en un contrato bilateral, de pedir la terminación del
mismo y en consecuencia ser liberada de su obligación, si la otra parte no cumple a su vez
con la suya”.

Disposición legal.

La Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia explicó que la acción resolutoria o la


pretensión de cumplimiento, reguladas en el artículo 1546 del Código Civil, requieren para
su buen suceso que el reclamante haya honrado sus compromisos.

En efecto, tratándose de contratos bilaterales, el precepto aludido consagra la condición


resolutoria tácita, que consiste en la facultad que tiene el contratante cumplido para pedir la
resolución o el cumplimiento del pacto, en uno y otro caso, con indemnización de
perjuicios, frente al extremo contrario del negocio que no respetó las obligaciones
adquiridas.

Así las cosas, cuando las partes deben acatar prestaciones simultáneas es menester que el
demandante haya asumido una conducta acatadora de sus obligaciones, pues de lo contrario
no podrá incoar la acción resolutoria o la de cumplimiento, en concordancia con la exceptio
non adimpleti contractus, regulada en el artículo 1609 ibídem, a cuyo tenor ninguno de los
contratantes está en mora, dejando de cumplir lo pactado mientras el otro no cumpla, o no
se allane a cumplirlo en la forma y tiempo debidos (M. P. Aroldo Wilson Quiroz).

Análisis y evolución histórica.

En el Derecho Romano no procedía la acción resolutoria, cada obligación una vez contraída
debía cumplirse, generando el riesgo de que una parte cumpliera su prestación sin que
pudiera obtener el cumplimiento de la prestación recíproca, debido a eso se fueron creando
ciertas disposiciones, hasta llegar a la figura de lex comisoria, que es lo más parecido a la
acción resolutoria, pero solo era aplicable a los contratos de venta y de ahí en el derecho
moderno nación la acción resolutoria.
Diversas Teorías que fundamentan la Acción Resolutoria.

a- La del criterio tradicional; de que la acción resolutoria se basa en la Lex comisoria


del Derecho Romano; este criterio se sustenta por el Código de Napoleón, y los
nuestros, salvo el Código actual, que considera la acción resolutoria como
provenientes de una condición resolutoria implícita, y, a mayor abundamiento, se
encuentra incluida la sección relativa de las obligaciones condicionadas.
b- La que fundamenta la acción resolutoria en la voluntad presunta de las partes;
sostenida por Gergi, De Page, Laurent y otros en base a que cuando, las partes
celebran un contrato bilateral, sus voluntades quieren supeditar cada obligación al
cumplimiento de la otra.
c- La teoría de la causa; Capitan, sostenía que la causa de las obligaciones
provenientes de u contrato bilateral, no es solo la otra obligación, sino el
cumplimiento de la obligación recíproca.

Requisitos para el ejercicio de la Acción.

REQUISITOS PARA QUE SE DE LA ACCIÓN RESOLUTORIA

a- es necesario que se trate de un contrato bilateral


b- es necesario el incumplimiento culposo de la obligación por una de las partes
c- es necesario que la parte que intente la acción resolutoria haya cumplido u ofrezca
cumplir con la obligación
d- es necesario que el juez declare la resolución

EFECTOS:

a- la declaración del contrato bilateral, que al ser declarado resuelto se extingue.


b- un efecto retroactivo, debido a que el contrato se considera como si efectivamente
jamás hubiese sido celebrado.
Casos donde no se requiere la Acción para que proceda la resolución.

En algunos casos, no se requiere la acción para que proceda la resolución. Por ejemplo,
cuando solo se discute la legalidad de un acto administrativo particular y el
restablecimiento automático derivado de la eventual nulidad1. También puede ser el caso
cuando se interpone recurso de reforma y/o alzada y tras los plazos legales establecidos
para resolver sin que se obtenga respuesta de la administración puede entenderse como
desestimada la petición2.

La Resolución de pleno derecho: Convencional y Legal.

La resolución de pleno derecho es una figura jurídica que se produce automáticamente sin
necesidad de intervención judicial. En cuanto a la resolución convencional, se produce
cuando las partes acuerdan expresamente que el contrato se resuelva cuando una de las
partes no cumple determinada prestación a su cargo. Por otro lado, la resolución legal se
produce por disposición de la ley.
CONCLUSIÓN

La teoría del riesgo no da cuenta de forma coherente de todas las situaciones, ni de los
efectos propios que derivan de los riesgos de la cosa, de los riesgos de la prestación y de los
riesgos de la contraprestación. En este sentido, somos de la opinión que la resolución de
pleno derecho del contrato, incluso si se trata de un incumplimiento esencial de carácter
involuntario, no es necesariamente la solución más adecuada, dado los intereses en juego.

En efecto, como una norma del «riesgo de la prestación», en aquellos casos en que la
obligación tiene por objeto una cosa cierta, el artículo 1345 del Código Civil venezolano
establece que, si bien la obligación imposible se extingue con la pérdida de la cosa cierta,
objeto de la obligación, todos los derechos y las acciones que le pertenecían al deudor
respecto de esta cosa pasan a su acreedor. Ahora bien, ¿cómo se justifica en los contratos
bilaterales traslativos de propiedad que el acreedor reciba los derechos que el deudor tiene
frente a terceras personas en virtud de la pérdida de la cosa debida si el contrato se resuelve
de pleno derecho y el acreedor es exonerado del cumplimiento de la contraprestación a su
cargo?

En dicho supuesto, implicaría, por ejemplo, que el deudor deba ceder los derechos de
crédito contra la compañía de seguro que asegura el riesgo de la pérdida de la cosa, sin
poder recibir a cambio el precio de la cosa. Si bien tal efecto es comprensible cuando se
trata de contratos dotados de eficacia real, ¿cómo se explican dichos efectos en aquellos
contratos de eficacia puramente obligatoria? En estos casos, la cesión de los derechos y
acciones del deudor sobre la cosa al acreedor es incompatible con la resolución de pleno
derecho, efecto típico de teoría de los riesgos del contrato. Si el acreedor tiene derecho al
recibir del deudor los derechos sobre la cosa, el deudor debe tener el derecho de exigir el
cumplimiento del contrato por parte del acreedor. De allí que, en dichos casos, la resolución
de pleno derecho que postula la teoría del riesgo es incompatible con el derecho del deudor
a recibir la contraprestación.

Igualmente, es posible que el acreedor de la obligación imposible tenga un interés legítimo


en mantener el contrato a pesar de la imposibilidad parcial, sin que ello implique la
reducción correlativa de la contraprestación. Es el caso, por ejemplo, cuando del acreedor
esté interesado de recibir los derechos del deudor sobre la cosa y retener el prestación
parcialmente ejecutada, o bien mantener la vigencia de contrato y esperar el cese del
impedimento. Es posible, incluso, que el deudor de la obligación imposible asuma
voluntariamente el riesgo del contrato, y ofrezca una prestación equivalente a los fines de
mantener la eficacia del contrato. En todos estos casos, la resolución o la reducción de
pleno o derecho que postula la teoría del riesgo no es necesariamente la solución más
acorde con los intereses en juego.

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