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LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN.

EL REINADO DE ALFONSO XIII (1902-


1931)

1. INTRODUCCIÓN

El reinado de Alfonso XIII se inició en un clima político y social


marcado por el espíritu regeneracionista surgido tras la crisis
del 98. Los primeros gobiernos se propusieron una renovación
interna del régimen que le permitiera sobrevivir. Fue la etapa del
revisionismo, que cubrió la primera década del reinado.
Con la Primera Guerra Mundial empezó una nueva fase que, por breve
tiempo, pareció prometedora: la neutralidad le permitió a España
desempeñar un papel económico en Europa desproporcionado a su
importancia real. Pero la euforia de las exportaciones sólo
benefició a unos pocos, mientras que la mayor parte de la
población sufrió la escasez y la carestía. El descontento social
desencadenó la crisis general de 1917. A partir de ese momento el
declive fue imparable: a la inoperancia de los gobiernos se
sumaron la creciente contestación política al régimen, la
conflictividad social y el desastre militar en Marruecos. Era
inaplazable buscar una salida, democrática o autoritaria. El golpe
militar de Primo de Rivera impuso la dictadura, con la aprobación
del rey, pero no fue más que el aplazamiento de una muerte
anunciada. Finalmente se hundió el viejo sistema y arrastró en su
caída al rey y a la propia monarquía.

2. LOS INTENTOS DE REGENERACIÓN INTERNA DEL SISTEMA (1902-1914)

2.1. El revisionismo político y su fracaso.

El siglo XX se inició en España con los intentos de reforma del


sistema político de la Restauración, que se hallaba cada vez más
desligado de la realidad social española.

Tras la muerte de los fundadores de los dos partidos dinásticos -


Cánovas (1897) y Sagasta (1903)-, empezó la etapa del revisionismo
político, protagonizado por Maura, desde el Partido Conservador, y
Canalejas, desde el Partido Liberal.

Los primeros intentos de reforma los impulsaron gobiernos


conservadores, cuya intención era hacer la “revolución desde
arriba”, es decir, el régimen debía reformarse desde el gobierno
para impedir que lo transformase una revolución popular.

Esto se tradujo en una tímida y lenta legislación laboral, con el


fin de mejorar las condiciones laborales y de vida de los
trabajadores: Ley Protectora de Accidentes del Trabajo, ley sobre
Condiciones de Trabajo de Mujeres y Niños, ley de Descanso
Dominical, ley de Huelgas.
En 1908 se creó el Instituto Nacional de Previsión, con el
objetivo prioritario de resolver la lamentable situación de los
trabajadores que, obligados por la vejez a dejar de trabajar,
carecían de medios de subsistencia. En lo sucesivo, mediante el
seguro conocido como “retiro obrero”, el trabajador, a cambio de
una cotización durante su vida laboral activa, podía jubilarse con
derecho a una pequeña pensión.

Aparte de la legislación laboral, se llevó a cabo la ley de


Reforma Electoral de 1907. Su intención era eliminar el fraude y
garantizar la limpieza de las elecciones. En su famoso artículo 29
establecía que los escaños electorales para los que sólo hubiese
un candidato se adjudicarían directamente sin proceso electoral.
El propósito era evitar inútiles simulaciones de lucha electoral,
que tan mala fama habían dado al sistema. Pero en realidad se
facilitó aún más la manipulación: bastaba con evitar que se
presentase un candidato rival, ahorrando así las poco limpias
prácticas en el día de las elecciones.

A partir de 1910 les tocó al turno a los liberales, presididos por


Canalejas, quien también intentó su propia revolución desde
arriba. Su programa intentaba atraer a ciertos sectores populares
(republicanos, socialistas, etc.) a partir de un mayor reformismo
social y de limitar el poder de la Iglesia.

Se promulgaron algunas layes encaminadas a mejorar las condiciones


laborales, como la jornada de nueve horas en las minas o la
regulación del trabajo de las mujeres. Además, se abolió
definitivamente el impopular impuesto de consumos.

Pero la medida estrella fue la Ley de Reclutamiento (1912), que


establecía el servicio militar obligatorio y acababa parcialmente
con la práctica clasista de la sustitución y la redención -
exención de los ricos del servicio militar mediante el pago de una
cuota o de un sustituto-. No obstante, los soldados de cuota
cumplirían un servicio militar más corto que los que no pagaban -
cinco o diez meses, según la cuota pagada, en vez de tres años-,
aunque en caso de guerra la incorporación a filas era obligatoria
para todos.

2.2. La cuestión de Marruecos y la Semana Trágica de Barcelona


(1909)

Perdido el imperio de ultramar y cada vez más aislada de Europa,


España trató de participar en el reparto de África, del que se
estaban beneficiando las grandes potencias europeas, como
Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica o Italia.

Marruecos se convirtió así en el nuevo objetivo colonial de


España, pero esto exigía llegar a acuerdos con Francia, a cuya
área de influencia pertenecía la zona. La Conferencia de Algeciras
(1906) y el posterior Tratado hispanofrancés (1912) establecieron
un protectorado (1) francoespañol en la zona de Marruecos. A
España le correspondió el territorio de El Rif, una zona montañosa
del norte, entre Ceuta y Melilla, con la obligación de pacificarlo
y organizarlo. El interés español en la zona se justificaba por
los posibles beneficios económicos (explotación de minas,
inversión en ferrocarriles, etc.) y por el deseo de recuperar el
prestigio del ejército, hundido tras el desastre de Cuba, y
conseguir que España se convirtiera de nuevo en una potencia
colonial.

La ocupación española no fue pacífica y fue contestada por los


continuos ataques de los rifeños. En 1909 el ejército español
sufrió una importante derrota en el Barranco del Lobo, ocasionando
numerosas bajas. El gobierno decidió aumentar el número de
soldados en el Rif con reservistas (2), lo cual provocó un
importante movimiento de protesta popular. (3)

La movilización de reservistas agudizó el clima de tensión social:


se preparó la huelga general, convocada por socialistas y
anarquistas, y el gobierno respondió deteniendo a los cabecillas
socialistas y prohibiendo su prensa. En Barcelona, puerto donde
debían embarcar las tropas, comenzó la huelga y las
manifestaciones. La autoridad militar proclamó el Estado de
guerra, lo que desató una oleada de violencia callejera: durante
casi una semana -del 26 al 31 de julio, la Semana Trágica- la
población reaccionó levantando barricadas en las calles e
incendiando iglesias y conventos.

El 31 de julio la insurrección fue liquidada y se emprendió una


dura represión: más de mil detenciones, con diecisiete penas de
muerte, de las cuales se ejecutaron cinco. Entre ellas figuraba la
de Ferrer Guardia, anarquista y fundador de la Escuela Moderna,
institución pedagógica laica e innovadora. Esta ejecución levantó
una ola de protesta internacional que provocó la dimisión del
presidente del gobierno, el conservador Maura.

La Semana Trágica no fue un movimiento organizado y con un


objetivo definido, sino la explosión descontrolada de unas masas
descontentas de sus condiciones de vida y de ser manejadas al
servicio de los poderosos. Llama la atención que los ataques se
dirigieron no contra los bancos o los establecimientos militares,
sino contra Iglesias, conventos y símbolos religiosos. Esto se
explica por el anticlericalismo de amplios sectores populares, que
identificaban a la iglesia con la represión ideológica al servicio
del poder y del capitalismo, y con la mayor vulnerabilidad de los
edificios religiosos, en comparación con los centros militares o
los edificios institucionales.

3. LA QUIEBRA DEL SISTEMA POLÍTICO (1914-1923)

3.1. España y la Primera Guerra Mundial.

En el verano de 1914, estando al frente del gobierno el


conservador Eduardo Dato, se produjo el estallido de la Primera
Guerra Mundial, que enfrentó a los imperios centrales (Alemania,
Austria-Hungría) con las potencias aliadas (Gran Bretaña, Francia
y Rusia). El gobierno español decidió mantener la neutralidad en
el conflicto, algo en lo que prácticamente coincidían todas las
fuerzas políticas, tanto de dentro como de fuera del sistema.

Ahora bien, la opinión pública española quedó profundamente


dividida entre los partidarios de uno u otro bando -aliadófilos y
germanófilos-, con frecuentes polémicas, sobre todo en la prensa.

En general, la mayoría de los intelectuales y los simpatizantes


de izquierdas -desde liberales hasta socialistas- se posicionaron
en el bando de los aliados, ya que países como Francia o Gran
Bretaña representaban para ellos los ideales de la democracia.

En cambio, lo simpatizantes de la derecha se inclinaron hacia el


bando de los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría),
genuinos representantes de valores como el orden y la autoridad.

La neutralidad española propició una importante expansión


económica, ya que la guerra redujo la capacidad productiva de los
países participantes y España se convirtió en suministradora de
productos industriales y agrarios. La demanda de productos
españoles se incrementó y por primera vez en mucho tiempo la
balanza de pagos (4) del país tuvo un saldo positivo. Sin embargo,
el crecimiento de la demanda provocó una espectacular subida de
precios, e incluso la escasez de algunos productos, entre ellos
varios de primera necesidad.

Por otra parte, los grandes beneficios empresariales no provocaron


aumentos salariales equivalentes, por lo que los trabajadores
perdieron poder adquisitivo ante la subida de los precios. Si la
disminución de la calidad de vida nunca gusta, menos aún cuando el
empobrecimiento de los trabajadores coincide con un
enriquecimiento espectacular de los empresarios en un momento de
euforia económica.

3.2. La crisis general de 1917.

El año 1917 marca un punto de inflexión en el sistema de la


Restauración, atacado por una triple crisis: militar (las Juntas
de Defensa), política (Asamblea de Parlamentarios) y social
(huelga general revolucionaria).

A) La rebelión de las Juntas de Defensa

Las Juntas de Defensa eran asociaciones militares, una especie de


sindicato militar ilegal, surgidas a partir de 1916 para defender
los intereses de sus miembros. Su creación se debió al malestar
provocado por dos cuestiones:

a) La pérdida de poder adquisitivo de sus sueldos, a causa de la


inflación provocada por los efectos económicos de la Primera
Guerra Mundial en España.
b) La mayoría de los ascensos se obtenían por méritos de guerra,
lo cual beneficiaba a los militares que estaban en Marruecos
(“africanistas”) en detrimento de los peninsulares, que defendían
los ascensos por antigüedad.

Las Juntas reclamaban un aumento salarial y reivindicaban la


antigüedad como único criterio para ascender. En junio de 1917
redactaron un Manifiesto en el que culpaban al gobierno de los
males del ejército y del país y hacían un llamamiento a la
renovación política. Ante este comportamiento, que supone la
ruptura de la disciplina militar y una muestra grave de
insubordinación, el gobierno arrestó a los cabecillas y ordenó la
disolución de las Juntas. Su negativa provocó la caída del
Gabinete. El apoyo de Alfonso XIII a las demandas de las Juntas
hizo que el nuevo gobierno terminara por reconocerlas. La crisis
fue superada, pero de nuevo los militares cobraban protagonismo
fuera de los cuarteles y los campos de batalla. La primacía del
poder civil -uno de los grandes éxitos alcanzados por el sistema
político de la Restauración- ya no era tan clara.

B) La Asamblea de Parlamentarios

Ante esta situación de crisis, el gobierno el gobierno de Eduardo


Dato suspendió las garantías constitucionales, clausuró las Cortes
y aplicó la censura de prensa. Como reacción, los
nacionalistas catalanes crearon en Barcelona la Asamblea de
parlamentarios, una especie de parlamento alternativo. En
ella se acordó solicitar al gobierno la convocatoria de unas
Cortes Constituyentes con un doble cometido: acabar con el caduco
y caciquil sistema de la Restauración; definir una nueva
organización del Estado que reconociera la autonomía de Cataluña.

Desde la Asamblea se convocó a una reunión de todos los diputados


y senadores españoles, pero de los 760 citados tan sólo acudieron
71, mayoritariamente catalanistas, republicanos y socialistas. El
gobierno prohibió la convocatoria, pero acabó celebrándose el 19
de julio, y fue disuelta finalmente por la Guardia Civil.

El movimiento, finalmente, se desarticuló por varias razones:

- La negativa de las Juntas de Defensa -a las que se había


solicitado apoyo- a colaborar con catalanistas, republicanos y
socialistas, con los que el ejército simpatizaba poco.
- Las divergencias entre los propios asambleístas, ya que incluía
a partidos antagónicos: la izquierda republicana (burguesa) y
socialista (obrera), con la derecha catalanista.

C) El estallido de la huelga general

La clase obrera no se beneficiaba de las ganancias que las


empresas españolas obtenían durante la Primera Guerra Mundial.
Mientras el empresario acumulaba y aumentaba sus beneficios, el
obrero veía descender, desde 1916, los salarios reales (poder
adquisitivo) ante el aumento continuo de los precios. Los
sindicatos UGT y CNT firmaron un manifiesto común (27 marzo 1917)
amenazando con una huelga general si el gobierno no intervenía
para contener el alza de precios.

La tensión estalló en agosto de 1917, a raíz de un conflicto


ferroviario en Valencia, y la UGT, con el apoyo del PSOE, decidió
llamar a la huelga general. La protesta adquirió un carácter
político y revolucionario porque las fuerzas obreras reclamaron el
fin de la monarquía y la formación de un gobierno provisional que
convocara Cortes constituyentes.

El seguimiento de la huelga fue total en Madrid, Barcelona,


Asturias y País Vasco, es decir, las zonas más industrializadas
del país. Sin embargo, apenas contó con la participación del
campesinado. La respuesta del gobierno fue represiva: sacó al
ejército a la calle, hubo más de setenta muertos y en torno a dos
mil detenidos.

Aunque la huelga fracasó, tuvo enormes consecuencias: debilitó aún


más al régimen, que demostró su brutalidad, y radicalizó a la
oposición.

3.3. La descomposición política.

Tras la crisis de 1917 ya nada será igual. Se forman gobiernos de


concentración (con participación de todos los partidos), pero no
logran la estabilidad necesaria. El más relevante fue el llamado
Gobierno Nacional, impulsado por Maura en 1918, que configuró un
gabinete con la participación de los líderes dinásticos
(conservadores y liberales) y de los regionalistas catalanes
(Lliga). Las diferencias entre partidos impidieron llevar a cabo
las reformas, contener la inflación y restablecer el orden social.
A partir de 1918 se volvió al turno dinástico. Hasta 1923 el país
conoció diez cambios de gobierno, y ninguno de ellos alcanzó el
año de vida. A pesar de recurrir al fraude electoral, ningún
partido reunía la mayoría parlamentaria para gobernar y fue
constante la clausura del Parlamento.

3.4. La agitación social y los efectos de la Revolución Rusa: el


Trienio Bolchevique en Andalucía y el pistolerismo en Cataluña.

Los años posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron de gran


conflictividad en toda Europa. El triunfo de la Revolución
bolchevique de 1917 en Rusia provocó un notable entusiasmo en las
organizaciones obreras. Por primera vez, un partido obrero se
había hecho con el poder. En España, el final de la guerra trajo
un cambio brusco en las condiciones económicas: la producción
descendió y subió el paro, lo cual provocó una gran movilización
obrera.

En Andalucía, los anarquistas y socialistas impulsaron revueltas


campesinas motivadas por la miseria del campesinado y la falta de
tierras (la mayoría estaba en manos de pocos propietarios). Se
quemaron cosechas, se ocuparon tierras, se tomaron varios
ayuntamientos, etc. La declaración del Estado de guerra, la
ilegalización de las organizaciones obreras y la fuerte represión
pusieron fin a tres años de auténtica revolución en el campo
andaluz: el llamado “Trienio Bolchevique”.

En Cataluña, el crecimiento de la CNT continuó de forma


ininterrumpida, imponiéndose la corriente anarcosindicalista -más
violenta y partidaria de la acción directa- frente a la corriente
sindicalista, más moderada y pragmática. Las huelgas, sabotajes y
atentados contra las autoridades, los patronos y las fuerzas del
orden se sucedieron.

La respuesta de la patronal catalana se caracterizó igualmente por


su dureza: frente a la huelga obrera, el lock-out -cierre temporal
de la empresa por decisión del dueño-; frente a la acción directa
o “terrorismo rojo”, el “terrorismo blanco” o contratación de
pistoleros y bandas armadas para asesinar a dirigentes obreros y
sindicales.

Por parte de las autoridades civiles y militares de Barcelona se


practicó también un auténtico terrorismo de Estado al servicio de
la patronal, con la aplicación de la conocida como “ley de fugas”
-licencia para disparar al detenido que intentara fugarse-, que
ofrecía un pretexto legal para disparar por la espalda contra
cualquier detenido.

Todo ello originó la época conocida como el pistolerismo, durante


la cual tuvieron lugar más de 800 atentados en los que murieron
226 personas, entre ellas el presidente del gobierno Eduardo Dato,
asesinado por anarquistas en 1921.

3.5. Fracaso militar en Marruecos: el desastre de Annual (1921).

Al comenzar la década de 1920, en la zona oriental del


protectorado de Marruecos, en torno a Melilla, las tribus nativas
hostigaban al ejército español de forma permanente. En 1921 se
intentaron varias operaciones con el fin de controlar a los
rebeldes, y para dirigir al ejército se nombró al general
Silvestre, relacionado con el rey Alfonso XIII. El general inició
una ofensiva hacia el interior del territorio sin asegurar su
retaguardia, acabando en un verdadero desastre. El ejército fue
derrotado en Annual y se produjeron más de 13.000 bajas, incluida
la de Silvestre.
La derrota produjo una enorme indignación pública. España había
enviado soldados sin apenas preparación militar, que desconocían
el terreno y no estaban interesados en la expansión colonial. El
debate se trasladó al parlamento, y el ejército y el gobierno
fueron acusados de negligencia y corrupción. La investigación
sobre las responsabilidades por la derrota de Annual fue encargada
a una comisión parlamentaria cuyo informe (Expediente Picasso)
revelaba cuestiones de especial gravedad que incluso salpicaban al
propio Alfonso XIII. El intento de impedir que ese informe se
difundiera y debatiera fue el detonante que movió a Primo de
Rivera a encabezar un golpe de Estado para poner fin al sistema
parlamentario.
(1) Territorio colonial sobre el que se concede su gobierno y control
(protección) a una potencia, aunque se respeten algunas autoridades locales.

(2) Después de cumplir el servicio militar obligatorio, los soldados pasaban a


la reserva durante una serie de años. En ese tiempo podían volver a ser llamados
al servicio activo en caso de necesidad, como ocurrió ahora. Muchos de ellos ya
estaban casados y tenían hijos, de ahí el rechazo popular a su llamamiento a
filas.

(3) La cuestión de Marruecos provocó el descontento popular a causa de los


reclutamientos forzosos de tropas para una guerra lejana que no iba con ellos.
Hasta el establecimiento del servicio militar obligatorio en 1912, los que
tenían dinero se podían librar de la incorporación a filas, mediante el pago de
una cuota demasiado elevada para las posibilidades económicas de las clases
bajas. Éstas, por tanto, eran las que sufrían los estragos de las guerras, lo
que explica el antimilitarismo popular.

(4) La diferencia entre las exportaciones y las importaciones.

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