El reinado de Alfonso XIII se inició en un clima político y social
marcado por el espíritu regeneracionista surgido tras la crisis del 98. Los primeros gobiernos se propusieron una renovación interna del régimen que le permitiera sobrevivir. Fue la etapa del revisionismo, que cubrió la primera década del reinado. Con la Primera Guerra Mundial empezó una nueva fase que, por breve tiempo, pareció prometedora: la neutralidad le permitió a España desempeñar un papel económico en Europa desproporcionado a su importancia real. Pero la euforia de las exportaciones sólo benefició a unos pocos, mientras que la mayor parte de la población sufrió la escasez y la carestía. El descontento social desencadenó la crisis general de 1917. A partir de ese momento el declive fue imparable: a la inoperancia de los gobiernos se sumaron la creciente contestación política al régimen, la conflictividad social y el desastre militar en Marruecos. Era inaplazable buscar una salida, democrática o autoritaria. El golpe militar de Primo de Rivera impuso la dictadura, con la aprobación del rey, pero no fue más que el aplazamiento de una muerte anunciada. Finalmente se hundió el viejo sistema y arrastró en su caída al rey y a la propia monarquía.
2. LOS INTENTOS DE REGENERACIÓN INTERNA DEL SISTEMA (1902-1914)
2.1. El revisionismo político y su fracaso.
El siglo XX se inició en España con los intentos de reforma del
sistema político de la Restauración, que se hallaba cada vez más desligado de la realidad social española.
Tras la muerte de los fundadores de los dos partidos dinásticos -
Cánovas (1897) y Sagasta (1903)-, empezó la etapa del revisionismo político, protagonizado por Maura, desde el Partido Conservador, y Canalejas, desde el Partido Liberal.
Los primeros intentos de reforma los impulsaron gobiernos
conservadores, cuya intención era hacer la “revolución desde arriba”, es decir, el régimen debía reformarse desde el gobierno para impedir que lo transformase una revolución popular.
Esto se tradujo en una tímida y lenta legislación laboral, con el
fin de mejorar las condiciones laborales y de vida de los trabajadores: Ley Protectora de Accidentes del Trabajo, ley sobre Condiciones de Trabajo de Mujeres y Niños, ley de Descanso Dominical, ley de Huelgas. En 1908 se creó el Instituto Nacional de Previsión, con el objetivo prioritario de resolver la lamentable situación de los trabajadores que, obligados por la vejez a dejar de trabajar, carecían de medios de subsistencia. En lo sucesivo, mediante el seguro conocido como “retiro obrero”, el trabajador, a cambio de una cotización durante su vida laboral activa, podía jubilarse con derecho a una pequeña pensión.
Aparte de la legislación laboral, se llevó a cabo la ley de
Reforma Electoral de 1907. Su intención era eliminar el fraude y garantizar la limpieza de las elecciones. En su famoso artículo 29 establecía que los escaños electorales para los que sólo hubiese un candidato se adjudicarían directamente sin proceso electoral. El propósito era evitar inútiles simulaciones de lucha electoral, que tan mala fama habían dado al sistema. Pero en realidad se facilitó aún más la manipulación: bastaba con evitar que se presentase un candidato rival, ahorrando así las poco limpias prácticas en el día de las elecciones.
A partir de 1910 les tocó al turno a los liberales, presididos por
Canalejas, quien también intentó su propia revolución desde arriba. Su programa intentaba atraer a ciertos sectores populares (republicanos, socialistas, etc.) a partir de un mayor reformismo social y de limitar el poder de la Iglesia.
Se promulgaron algunas layes encaminadas a mejorar las condiciones
laborales, como la jornada de nueve horas en las minas o la regulación del trabajo de las mujeres. Además, se abolió definitivamente el impopular impuesto de consumos.
Pero la medida estrella fue la Ley de Reclutamiento (1912), que
establecía el servicio militar obligatorio y acababa parcialmente con la práctica clasista de la sustitución y la redención - exención de los ricos del servicio militar mediante el pago de una cuota o de un sustituto-. No obstante, los soldados de cuota cumplirían un servicio militar más corto que los que no pagaban - cinco o diez meses, según la cuota pagada, en vez de tres años-, aunque en caso de guerra la incorporación a filas era obligatoria para todos.
2.2. La cuestión de Marruecos y la Semana Trágica de Barcelona
(1909)
Perdido el imperio de ultramar y cada vez más aislada de Europa,
España trató de participar en el reparto de África, del que se estaban beneficiando las grandes potencias europeas, como Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica o Italia.
Marruecos se convirtió así en el nuevo objetivo colonial de
España, pero esto exigía llegar a acuerdos con Francia, a cuya área de influencia pertenecía la zona. La Conferencia de Algeciras (1906) y el posterior Tratado hispanofrancés (1912) establecieron un protectorado (1) francoespañol en la zona de Marruecos. A España le correspondió el territorio de El Rif, una zona montañosa del norte, entre Ceuta y Melilla, con la obligación de pacificarlo y organizarlo. El interés español en la zona se justificaba por los posibles beneficios económicos (explotación de minas, inversión en ferrocarriles, etc.) y por el deseo de recuperar el prestigio del ejército, hundido tras el desastre de Cuba, y conseguir que España se convirtiera de nuevo en una potencia colonial.
La ocupación española no fue pacífica y fue contestada por los
continuos ataques de los rifeños. En 1909 el ejército español sufrió una importante derrota en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas bajas. El gobierno decidió aumentar el número de soldados en el Rif con reservistas (2), lo cual provocó un importante movimiento de protesta popular. (3)
La movilización de reservistas agudizó el clima de tensión social:
se preparó la huelga general, convocada por socialistas y anarquistas, y el gobierno respondió deteniendo a los cabecillas socialistas y prohibiendo su prensa. En Barcelona, puerto donde debían embarcar las tropas, comenzó la huelga y las manifestaciones. La autoridad militar proclamó el Estado de guerra, lo que desató una oleada de violencia callejera: durante casi una semana -del 26 al 31 de julio, la Semana Trágica- la población reaccionó levantando barricadas en las calles e incendiando iglesias y conventos.
El 31 de julio la insurrección fue liquidada y se emprendió una
dura represión: más de mil detenciones, con diecisiete penas de muerte, de las cuales se ejecutaron cinco. Entre ellas figuraba la de Ferrer Guardia, anarquista y fundador de la Escuela Moderna, institución pedagógica laica e innovadora. Esta ejecución levantó una ola de protesta internacional que provocó la dimisión del presidente del gobierno, el conservador Maura.
La Semana Trágica no fue un movimiento organizado y con un
objetivo definido, sino la explosión descontrolada de unas masas descontentas de sus condiciones de vida y de ser manejadas al servicio de los poderosos. Llama la atención que los ataques se dirigieron no contra los bancos o los establecimientos militares, sino contra Iglesias, conventos y símbolos religiosos. Esto se explica por el anticlericalismo de amplios sectores populares, que identificaban a la iglesia con la represión ideológica al servicio del poder y del capitalismo, y con la mayor vulnerabilidad de los edificios religiosos, en comparación con los centros militares o los edificios institucionales.
3. LA QUIEBRA DEL SISTEMA POLÍTICO (1914-1923)
3.1. España y la Primera Guerra Mundial.
En el verano de 1914, estando al frente del gobierno el
conservador Eduardo Dato, se produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a los imperios centrales (Alemania, Austria-Hungría) con las potencias aliadas (Gran Bretaña, Francia y Rusia). El gobierno español decidió mantener la neutralidad en el conflicto, algo en lo que prácticamente coincidían todas las fuerzas políticas, tanto de dentro como de fuera del sistema.
Ahora bien, la opinión pública española quedó profundamente
dividida entre los partidarios de uno u otro bando -aliadófilos y germanófilos-, con frecuentes polémicas, sobre todo en la prensa.
En general, la mayoría de los intelectuales y los simpatizantes
de izquierdas -desde liberales hasta socialistas- se posicionaron en el bando de los aliados, ya que países como Francia o Gran Bretaña representaban para ellos los ideales de la democracia.
En cambio, lo simpatizantes de la derecha se inclinaron hacia el
bando de los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría), genuinos representantes de valores como el orden y la autoridad.
La neutralidad española propició una importante expansión
económica, ya que la guerra redujo la capacidad productiva de los países participantes y España se convirtió en suministradora de productos industriales y agrarios. La demanda de productos españoles se incrementó y por primera vez en mucho tiempo la balanza de pagos (4) del país tuvo un saldo positivo. Sin embargo, el crecimiento de la demanda provocó una espectacular subida de precios, e incluso la escasez de algunos productos, entre ellos varios de primera necesidad.
Por otra parte, los grandes beneficios empresariales no provocaron
aumentos salariales equivalentes, por lo que los trabajadores perdieron poder adquisitivo ante la subida de los precios. Si la disminución de la calidad de vida nunca gusta, menos aún cuando el empobrecimiento de los trabajadores coincide con un enriquecimiento espectacular de los empresarios en un momento de euforia económica.
3.2. La crisis general de 1917.
El año 1917 marca un punto de inflexión en el sistema de la
Restauración, atacado por una triple crisis: militar (las Juntas de Defensa), política (Asamblea de Parlamentarios) y social (huelga general revolucionaria).
A) La rebelión de las Juntas de Defensa
Las Juntas de Defensa eran asociaciones militares, una especie de
sindicato militar ilegal, surgidas a partir de 1916 para defender los intereses de sus miembros. Su creación se debió al malestar provocado por dos cuestiones:
a) La pérdida de poder adquisitivo de sus sueldos, a causa de la
inflación provocada por los efectos económicos de la Primera Guerra Mundial en España. b) La mayoría de los ascensos se obtenían por méritos de guerra, lo cual beneficiaba a los militares que estaban en Marruecos (“africanistas”) en detrimento de los peninsulares, que defendían los ascensos por antigüedad.
Las Juntas reclamaban un aumento salarial y reivindicaban la
antigüedad como único criterio para ascender. En junio de 1917 redactaron un Manifiesto en el que culpaban al gobierno de los males del ejército y del país y hacían un llamamiento a la renovación política. Ante este comportamiento, que supone la ruptura de la disciplina militar y una muestra grave de insubordinación, el gobierno arrestó a los cabecillas y ordenó la disolución de las Juntas. Su negativa provocó la caída del Gabinete. El apoyo de Alfonso XIII a las demandas de las Juntas hizo que el nuevo gobierno terminara por reconocerlas. La crisis fue superada, pero de nuevo los militares cobraban protagonismo fuera de los cuarteles y los campos de batalla. La primacía del poder civil -uno de los grandes éxitos alcanzados por el sistema político de la Restauración- ya no era tan clara.
B) La Asamblea de Parlamentarios
Ante esta situación de crisis, el gobierno el gobierno de Eduardo
Dato suspendió las garantías constitucionales, clausuró las Cortes y aplicó la censura de prensa. Como reacción, los nacionalistas catalanes crearon en Barcelona la Asamblea de parlamentarios, una especie de parlamento alternativo. En ella se acordó solicitar al gobierno la convocatoria de unas Cortes Constituyentes con un doble cometido: acabar con el caduco y caciquil sistema de la Restauración; definir una nueva organización del Estado que reconociera la autonomía de Cataluña.
Desde la Asamblea se convocó a una reunión de todos los diputados
y senadores españoles, pero de los 760 citados tan sólo acudieron 71, mayoritariamente catalanistas, republicanos y socialistas. El gobierno prohibió la convocatoria, pero acabó celebrándose el 19 de julio, y fue disuelta finalmente por la Guardia Civil.
El movimiento, finalmente, se desarticuló por varias razones:
- La negativa de las Juntas de Defensa -a las que se había
solicitado apoyo- a colaborar con catalanistas, republicanos y socialistas, con los que el ejército simpatizaba poco. - Las divergencias entre los propios asambleístas, ya que incluía a partidos antagónicos: la izquierda republicana (burguesa) y socialista (obrera), con la derecha catalanista.
C) El estallido de la huelga general
La clase obrera no se beneficiaba de las ganancias que las
empresas españolas obtenían durante la Primera Guerra Mundial. Mientras el empresario acumulaba y aumentaba sus beneficios, el obrero veía descender, desde 1916, los salarios reales (poder adquisitivo) ante el aumento continuo de los precios. Los sindicatos UGT y CNT firmaron un manifiesto común (27 marzo 1917) amenazando con una huelga general si el gobierno no intervenía para contener el alza de precios.
La tensión estalló en agosto de 1917, a raíz de un conflicto
ferroviario en Valencia, y la UGT, con el apoyo del PSOE, decidió llamar a la huelga general. La protesta adquirió un carácter político y revolucionario porque las fuerzas obreras reclamaron el fin de la monarquía y la formación de un gobierno provisional que convocara Cortes constituyentes.
El seguimiento de la huelga fue total en Madrid, Barcelona,
Asturias y País Vasco, es decir, las zonas más industrializadas del país. Sin embargo, apenas contó con la participación del campesinado. La respuesta del gobierno fue represiva: sacó al ejército a la calle, hubo más de setenta muertos y en torno a dos mil detenidos.
Aunque la huelga fracasó, tuvo enormes consecuencias: debilitó aún
más al régimen, que demostró su brutalidad, y radicalizó a la oposición.
3.3. La descomposición política.
Tras la crisis de 1917 ya nada será igual. Se forman gobiernos de
concentración (con participación de todos los partidos), pero no logran la estabilidad necesaria. El más relevante fue el llamado Gobierno Nacional, impulsado por Maura en 1918, que configuró un gabinete con la participación de los líderes dinásticos (conservadores y liberales) y de los regionalistas catalanes (Lliga). Las diferencias entre partidos impidieron llevar a cabo las reformas, contener la inflación y restablecer el orden social. A partir de 1918 se volvió al turno dinástico. Hasta 1923 el país conoció diez cambios de gobierno, y ninguno de ellos alcanzó el año de vida. A pesar de recurrir al fraude electoral, ningún partido reunía la mayoría parlamentaria para gobernar y fue constante la clausura del Parlamento.
3.4. La agitación social y los efectos de la Revolución Rusa: el
Trienio Bolchevique en Andalucía y el pistolerismo en Cataluña.
Los años posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron de gran
conflictividad en toda Europa. El triunfo de la Revolución bolchevique de 1917 en Rusia provocó un notable entusiasmo en las organizaciones obreras. Por primera vez, un partido obrero se había hecho con el poder. En España, el final de la guerra trajo un cambio brusco en las condiciones económicas: la producción descendió y subió el paro, lo cual provocó una gran movilización obrera.
En Andalucía, los anarquistas y socialistas impulsaron revueltas
campesinas motivadas por la miseria del campesinado y la falta de tierras (la mayoría estaba en manos de pocos propietarios). Se quemaron cosechas, se ocuparon tierras, se tomaron varios ayuntamientos, etc. La declaración del Estado de guerra, la ilegalización de las organizaciones obreras y la fuerte represión pusieron fin a tres años de auténtica revolución en el campo andaluz: el llamado “Trienio Bolchevique”.
En Cataluña, el crecimiento de la CNT continuó de forma
ininterrumpida, imponiéndose la corriente anarcosindicalista -más violenta y partidaria de la acción directa- frente a la corriente sindicalista, más moderada y pragmática. Las huelgas, sabotajes y atentados contra las autoridades, los patronos y las fuerzas del orden se sucedieron.
La respuesta de la patronal catalana se caracterizó igualmente por
su dureza: frente a la huelga obrera, el lock-out -cierre temporal de la empresa por decisión del dueño-; frente a la acción directa o “terrorismo rojo”, el “terrorismo blanco” o contratación de pistoleros y bandas armadas para asesinar a dirigentes obreros y sindicales.
Por parte de las autoridades civiles y militares de Barcelona se
practicó también un auténtico terrorismo de Estado al servicio de la patronal, con la aplicación de la conocida como “ley de fugas” -licencia para disparar al detenido que intentara fugarse-, que ofrecía un pretexto legal para disparar por la espalda contra cualquier detenido.
Todo ello originó la época conocida como el pistolerismo, durante
la cual tuvieron lugar más de 800 atentados en los que murieron 226 personas, entre ellas el presidente del gobierno Eduardo Dato, asesinado por anarquistas en 1921.
3.5. Fracaso militar en Marruecos: el desastre de Annual (1921).
Al comenzar la década de 1920, en la zona oriental del
protectorado de Marruecos, en torno a Melilla, las tribus nativas hostigaban al ejército español de forma permanente. En 1921 se intentaron varias operaciones con el fin de controlar a los rebeldes, y para dirigir al ejército se nombró al general Silvestre, relacionado con el rey Alfonso XIII. El general inició una ofensiva hacia el interior del territorio sin asegurar su retaguardia, acabando en un verdadero desastre. El ejército fue derrotado en Annual y se produjeron más de 13.000 bajas, incluida la de Silvestre. La derrota produjo una enorme indignación pública. España había enviado soldados sin apenas preparación militar, que desconocían el terreno y no estaban interesados en la expansión colonial. El debate se trasladó al parlamento, y el ejército y el gobierno fueron acusados de negligencia y corrupción. La investigación sobre las responsabilidades por la derrota de Annual fue encargada a una comisión parlamentaria cuyo informe (Expediente Picasso) revelaba cuestiones de especial gravedad que incluso salpicaban al propio Alfonso XIII. El intento de impedir que ese informe se difundiera y debatiera fue el detonante que movió a Primo de Rivera a encabezar un golpe de Estado para poner fin al sistema parlamentario. (1) Territorio colonial sobre el que se concede su gobierno y control (protección) a una potencia, aunque se respeten algunas autoridades locales.
(2) Después de cumplir el servicio militar obligatorio, los soldados pasaban a
la reserva durante una serie de años. En ese tiempo podían volver a ser llamados al servicio activo en caso de necesidad, como ocurrió ahora. Muchos de ellos ya estaban casados y tenían hijos, de ahí el rechazo popular a su llamamiento a filas.
(3) La cuestión de Marruecos provocó el descontento popular a causa de los
reclutamientos forzosos de tropas para una guerra lejana que no iba con ellos. Hasta el establecimiento del servicio militar obligatorio en 1912, los que tenían dinero se podían librar de la incorporación a filas, mediante el pago de una cuota demasiado elevada para las posibilidades económicas de las clases bajas. Éstas, por tanto, eran las que sufrían los estragos de las guerras, lo que explica el antimilitarismo popular.
(4) La diferencia entre las exportaciones y las importaciones.