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Problemática Urbana

UNIDAD 2: URBANIZACIÓN Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA


Autor: Mtro. José Adolfo Ávila Ramírez

Introducción
Con el recorrido histórico y los planteamientos teóricos acerca de la ciudad y el fenómeno
urbano subyacente revisados en la unidad anterior, podemos dirigir nuestra atención hacia
el contexto al que pertenece la región latinoamericana, que nos servirá de marco de
referencia, para abordar posteriormente las ciudades mexicanas.

El análisis de los problemas urbanos implica transversalidad en la revisión que pretendamos


emprender. La visión integral mezcla ópticas que nos ofrecen la economía, la sociología, la
ciencias de la cultura, las ciencias jurídicas, las ciencias ambientales, las ciencias naturales,
las ciencias de la salud, la arquitectura, el urbanismo y, en general, todo aquellos que nos
ofrezca, al menos, un punto de vista respecto a nuestras necesidades de exploración del
fenómeno urbano.

Si bien los estudios precursores nos marcan la línea a seguir, también es cierto que
debemos continuar las tendencias que las particularidades nos ofrecen, desarrollar versiones
propias. Hay una historia que ofrece elementos útiles para analizar distintas realidades, sin
embargo, cada situación debe ser vista desde su particularidad, es decir desde su contexto
social, geográfico e infraestructural. Esto nos obliga a imaginar la creación de nuevos
modelos y agotar exhaustivamente las explicaciones que nos dan los existentes.

En esta unidad nos orientamos a distinguir dentro de un contexto histórico amplio, de la


realidad latinoamericana, los paradigmas que una vez definidos, han marcado dos de las
líneas que poseen variedades teóricas encapsuladas dentro de lo que se conoce como
modernidad y su necesidad de racionalizarlo todo. Nos referimos al periodo histórico que va
de la Revolución Industrial que madura en el siglo XIX hasta la década de los años setenta
del siglo XX. Por otro lado, debemos explorar las versiones que nos ha ofrecido la intención
de trascender esa modernidad desde la negación que la única fuente de conexión con la
realidad es la razón instrumental. A esta vertiente la conocemos como posmodernidad que
para generar versiones propias, se auxilia de fuentes como el arte, entre ellos la fotografía
histórica, la literatura, el cine, la escultura (dentro de una rama mayor que es la
arquitectura) entre otros. Para ejemplificar esta fase trabajaremos el concepto de
“imaginario”.

Con lo anterior, podemos disponer de elementos que nos permitan identificar las
problemáticas urbanas que se han trabajado en el contexto latinoamericano, que implican la

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existencia de personas que viven en condiciones de desventaja unas con otras. Fenómenos
de pobreza en más de un sentido; grupos vulnerables a situaciones sociales, pero también
infraestructurales y relacionadas con el entorno debido a problemas medioambientales.
Migrantes, desplazados y jóvenes; justicia social además del uso “parejo” de los espacios
públicos; personas que se adscriben a grupos que presentan rechazo por su condición de
género. Infraestructura urbana apropiada para personas con capacidades diferentes. Grupos
sociales que por sus condiciones particulares padecen exclusión social y rechazo. Para todo
esto, las ciudades y sus reglas tienen la necesidad de actores como los trabajadores
sociales, que potencien la construcción de modelos que sirvan de diagnóstico con la finalidad
de hacer que, a través de estrategias de intervención apropiadas, sus habitantes encuentren
la mejor relación con las reglas que regulan la convivencia social.

Temario

1. Ciudad moderna y ciudad posmoderna


2. Las ciudades contemporáneas de América Latina

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1. CIUDAD MODERNA Y CIUDAD POSMODERNA

Objetivo del tema


Distinguir los postulados de la modernidad y la posmodernidad, a través de sus conceptos y
características, para vincularlos con los procesos urbanos.

Ciudad moderna
Iniciemos diciendo que la separación modernidad-posmodernidad es una de tantas formas
de diferenciar etapas históricas para algunos, paradigmáticas para otros, en las que cada
una se distingue por elementos característicos propios que las identifican. Por ejemplo, para
esquematizar esta idea, partamos de la consideración que la modernidad, cuya
estructuración inicia en los albores de la Revolución Industrial, implica una lógica en la que
todo lo que hacemos está determinado por el uso de “la razón” y “la experimentación”,
insumos básicos necesarios para el desarrollo del argumento científico tecnológico. Ambas
cosas nos remiten a la sensación de beneficio, dominio y como consecuencia “progreso”, es
decir, la de transformación de la naturaleza para el “servicio” de la sociedad (“noción que
surge como factor definitorio de la modernidad” (Ávila, 2016, 97)).

Lo anterior implica necesariamente el desarrollo de la ciencia y la tecnología aprovechadas


bajo el influjo de la instrumentalidad material; aprovechamiento funcional del mundo y de
todo lo que implique “progreso”. Esta situación necesariamente posee desbalance en cuanto
a la toma de decisiones y al acatamiento de las directrices que se plantean de ellas; se
constituyen acciones intrínsecas de poder cuyo “uso vicioso, muchas veces acarrea
problemas en vez de orientar soluciones” (Hewitt, 1997, citado por Ávila, 2016: 97).
Inherente a estas acotaciones se encuentra la necesidad de regular a través de leyes el uso
de los recursos y en la "esencia" de esas leyes se encuentra el verdadero alcance de las
intenciones de transformar o no alterar los entornos.

Las ciudades no son ajenas a las características que cada etapa histórica o paradigma
imponen. Los conglomerados urbanos, se han desarrollado en función de la complejidad de
sus contextos, tanto interiores, como por las influencias externas. Está presente la
imposición de criterios bajo la hegemonía de “la razón” el “progreso” y la instrumentalidad”.
Para dar cuenta de la situación, es necesario explorar los fenómenos inherentes, de tal
manera que los estudios que se hagan consideren los entornos: histórico, económico, social,
político, cultural, urbanístico y tecnológico. Cada enfoque y el vínculo que tienen entre sí,
nos da luces para entender el fenómeno urbano, que en suma nos ofrecen versiones que
reflejan un contexto complejo que necesita de todas esas perspectivas. Con tales
requerimientos, surge inevitablemente la necesidad de un “pensamiento crítico
latinoamericano” (Lezama, 2002).

Primeramente debemos tomar en cuenta que la ciudad (como vimos en la unidad 1), se
opone al campo y a la expresión de su ruralidad, enfoque que prevaleció a partir y después
de la Revolución Industrial. Se afirmaba que el campo es el lugar donde se producen las

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relaciones comunitarias a las que se denomina “primarias” y que la ciudad es el espacio de


las relaciones “secundarias”, asociadas a una “mayor segmentación de los roles y una
multiplicidad de pertenencias” (García Canclini, 2005: 17).

Posterior a los años treinta del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, en América
Latina se asume la condición particular de una zona subdesarrollada y se toma conciencia
de la necesidad de realizar propuestas propias acerca de una visión que revise el desarrollo
desde una perspectiva autónoma. El estudio de la condición social de América Latina puede
partir de las herencias coloniales que, a través de un proceso de paulatina ruptura,
conforma sus identidades nacionales. Obliga la atención principalmente, de la estructura
social y de una “forma histórica de la sociedad occidental moderna” (Lezama, 2002).

Las ideologías francesas fueron las primeras influencias en Latinoamérica. Fundamentaban


sus postulados en las ideas básicas del positivismo, el evolucionismo y, en general, de la
modernidad. Tratando de asemejar sus pretensiones con los países “desarrollados”,
asumían la idea de “progreso” enfocando sus estudios hacia conceptos como “desarrollo” y
las estrategias de industrialización con perspectivas nacionalistas. Para contrastar ese
“estado” en que se encontraban respecto a las economías más sólidas, y para remarcar las
condiciones de desigualdad visibles, surge el concepto de subdesarrollo y la intención de
encontrar las razones para salir de esa condición.

En los años cincuenta, imponiendo una estrategia de “desarrollo hacia dentro”, en un


periodo de sustitución de importaciones, se empezaron a ver síntomas que la
industrialización no se iba a dar de manera autónoma. Los intentos por identificar nuevos
“objetos de estudio” en los entornos urbanos de América Latina, surgen en los tiempos en
que los modelos de generación de riqueza tenían como base la “sustitución de
importaciones” alimentados con ideologías orientadas hacia el “desarrollismo” que tomaba
como espejo a las economías desarrolladas de occidente. Posteriormente, con los procesos
de transformación política y económica, los estudios apuntan hacia la revisión de temas
como la pobreza y la marginalidad y cómo, estas condiciones, afectan los procesos que han
inducido a la dependencia de las economías y la cultura.

Estas tendencias clasificatorias se usaron hasta los años 60 y 70. Los principales estudios
acerca de los fenómenos urbanos en Latinoamérica, se hacían principalmente desde Europa
o Estados Unidos, se exploran fenómenos como la inequitativa distribución de la riqueza y
las formas de propiedad agrícola entre otras. Aunque hay algunos intentos previos, es a
partir de los años setenta cuando surgen estudios propios de manera más sistemática.

Debido a la dependencia tecnológica y a la expansión de las empresas transnacionales, se


crearon condiciones de segregación social que acrecentaron la desigualdad. Tales
condiciones de dependencia, acentuaron la marginalidad. En los años sesenta, la pobreza,
tanto rural como urbana, induce a una suerte de colonialismo interno. Esto sirve para hacer
conciencia de sí y empezar el proceso que permite la configuración de un pensamiento
sociológico latinoamericano.

Otros fenómenos que se convierten en necesidades de investigación, analizan la movilidad


social que es algo culturalmente muy importante en las sociedades latinoamericanas. Quien
no podía acceder a mejores condiciones de vida, quedaba del lado de la marginalidad,
situación que, bajo ciertas condiciones, se convierte en un fenómeno cultural. Esto en las

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zonas urbanas llega a presentarse de tal forma que las distancias entre ricos y pobres son
muy marcadas.

Por otro lado, la teoría de la dependencia de orientación marxista, permite estudiar


elementos básicos del subdesarrollo visto como una consecuencia del capitalismo. Un país
que tiene relaciones asimétricas con otra sociedad y donde uno tiene relaciones de poder
sobre el otro, respecto a su estructura económica y sociopolítica, produce dependencia. Esta
relación corre el riesgo de convertirse en cultural, situación que puede provocar que tales
condiciones se conviertan en “normales”.

La transformación de las comunidades rurales, a través de procesos de migración interna en


sociedades urbanas en Latinoamérica, se produjo de manera un tanto acelerada, y se dio
principalmente durante la segunda mitad del siglo XX. Nos dice Mansilla, que excepto,
probablemente, “Cuba, ningún país orientó las inversiones productivas y el equipamiento
social, la construcción de la infraestructura rural y urbana, y la ubicación de los recursos
humanos con criterio espacial de alcances nacionales y regionales” (Mansilla, 2006: 172).
Se enunciaban planes de desarrollo en los proyectos de los periodos de gobierno, pero no se
cumplían (ni se cumplen).

En la década de los ochenta, cuando el modelo económico ya no respondía a satisfacción de


las necesidades, esto produjo agudas crisis cuyas características identificamos a través del
desempleo y subempleo. Otros síntomas, como la baja muy sensible del salario de los
trabajadores, entre otras razones, así como altos índices inflacionarios que provocaron el
caos financiero de las economías, reorientaron la política del gasto público. Esto indujo a su
vez pocas inversiones principalmente en infraestructura, servicios y gasto social.

La industrialización por otro lado, indujo a una desequilibrada distribución de la población y


de la riqueza que vino acompañada por otros problemas como el de la vivienda,
equipamiento urbano y en general en los procesos de urbanización.

Si sabemos que la situación urbana actual en América Latina, nos ofrece el dato que en
“promedio el 70% de la población vive en zonas urbanas” (Mansilla, 2006), requerimos
crear marcos teóricos propios que nos orienten. El fenómeno de la urbanización se produce
como resultado de varios factores, dentro de los que se destacan: una alta tasa de
crecimiento natural, reflejo de una natalidad estable en varias décadas y procesos
migratorios de áreas rurales a los centros urbanos principalmente a las capitales y centros
industriales. Por supuesto esto varía de país a país y dentro de los mismos, de región a
región. Como dato, Elizabeth Mansilla (2006) nos dice que el crecimiento urbano puede
estimarse entre el 30 y el 50% anual.

Otro fenómeno importante es el de la metropolización que se desató a partir de los años


ochenta. Por aquellos años, según Mansilla (2006: 173), había en el mundo diez ciudades
de más de diez millones de habitantes, entre ellas la ciudad de México, con 15 millones, Sao
Paolo con 13.5, Río de Janeiro con 10.7 y Buenos Aires con 10.1. Para el año 2000, las
estimaciones ponían entre las 35 más grandes del mundo a México, Sao Paolo, Río de
Janeiro, Buenos Aires, Bogotá y Lima/Callao. En estas áreas metropolitanas se concentra
gran parte de la actividad industrial y de servicios. Un dato interesante es que en tres áreas
metropolitanas como México, Buenos Aires y Sao Paolo se genera más de la tercera parte
del producto industrial de toda la región.

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Paradójicamente, en las zonas metropolitanas es donde se concentran los mayores índices


de desempleo y subempleo. Esto implica grandes desequilibrios debido a que por un lado
hay “desarrollo” pero por otro, hay pobreza, exclusión y la proliferación de asentamientos
en condiciones de precariedad. Estas condiciones son producto de los estilos de desarrollo
de concentración-dependencia (Mansilla, 2006) que predominan en la región. Hay que
agregar también problemas como congestión del tránsito, altos niveles del costo de la vida,
deterioro físico, escasez y precariedad de los servicios, ineficiencia creciente en la
administración, alienación, desintegración social, diferenciación social y económica
progresiva entre otros.

En la década de los noventa del siglo anterior y durante los primeros años del siglo XXI,
proliferaron estudios de caso de problemáticas particulares. También hay una dispersión en
cuanto a estudios, que tratan de concentrar las investigaciones hechas, hasta ese momento,
acerca de temas urbanos y que tienen a la ciudad como objeto de estudio. Los referentes
teóricos eran “consistentes” y compartidos, lo que implica la constitución paradigmática de
las investigaciones realizadas que marcan tendencias. Se arman auténticos entramados
conceptuales que pueden ser considerados como verdaderas teorías urbanas.

Con los estudios de caso, epistemológicamente se deja del lado ese deductivismo que
consistía en comprobar lo que decían los autores a través de la obtención de datos por
medio de estudios empíricos. Se intentaba usar la “teoría” más para encontrar respuestas
que para hacer preguntas, se intentaba entender y explicar los procesos. En base a la
formulación de preguntas, es posible ahora constituir un objeto de estudio transformado.

Para el análisis de la agenda de estudios urbanos hechos en América Latina, es


conveniente partir del recuento de los esfuerzos hechos en esta materia. Podemos
iniciar tomando como referencia, la presentación de estudios pioneros sobre la historia
urbana. De inicio debemos considerar las investigaciones que han sido incluidas en los
encuentros de la Red Nacional de Investigación Urbana (RNIU) de México, que se han
venido celebrando desde comienzos de los años 80 del siglo anterior. También debemos
tener en cuenta que la definición de temas ha sido un proceso que debe incluir lo que
España consideraba en sus necesidades de revisión histórica, pues las ciudades
Latinoamericanas eran parte de su curiosidad. Según Almondoz (2003), en 1982 se llevó
a cabo en la ciudad de Madrid el Simposio de Urbanismo e Historia Urbana en el Mundo
Hispánico.

Desde la década de los 90, las necesidades de investigación se han alimentado por las
redes académicas nacionales de diferentes países. Como ejemplo, debemos mencionar
a la Asociación Nacional de Postgrado e Investigación en Urbanismo (ANPUR), en
Brasil, donde el primer Seminario de Historia de la Ciudad y del Urbanismo se llevó a
cabo en la ciudad de Bahía (1990). Dicho seminario, se instituyó para tener lugar desde
entonces, cada dos años: en Salvador (1992), Sao Carlos (1994), Rio de Janeiro
(1996), Campinas (1998), Natal (2000) y Salvador de Bahía (2002).

Podemos ver también, por ejemplo (según Emilio Duhau, 2000), que en las agendas de
trabajo de países como México, Brasil, Venezuela, Colombia y zonas como Centro y
Sudamérica, se trabajan principalmente tres ejes temáticos.
1. Se refiere a los patrones generales de urbanización y el impacto de la globalización
económica en la reestructuración económica y espacial, y en las formas de

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producción de la ciudad. Se analizan las consecuencias de “la nueva división


internacional del trabajo, la transformación de la base económica de las ciudades y
las nuevas formas de relación entre la inversión pública y privada en la producción
de la ciudad”.
2. Aborda la “reestructuración social de las ciudades”, que apunta hacia problemas
como la pobreza y la polarización social. Además se hacen investigaciones y
reflexiones sobre Política Social y temas tendientes a analizar los fenómenos de
descentralización, focalización y privatización, así como condiciones de calidad de
vida urbana con especial atención en los sectores más pobres. Se estudian los
procesos de reestructuración social como producto de la violencia orientando su
atención hacia los nuevos mecanismos de exclusión y en la perspectiva de la
integración social.
3. Engloba estudios acerca de la relación entre los gobiernos locales, gestión urbana,
ciudadanía y democracia.

Hay dos temas fundamentales que se agregan en las agendas de investigación en


Sudamérica: cuestiones de género y problemas ambientales. El mismo Duhau nos dice que
en Colombia, México y Centroamérica hay una tendencia semejante. Podemos mencionar
que los temas de género se insertan dentro de la perspectiva de lo público y lo privado
como problemas urbanos. En Brasil, se trabaja el tema ambiental pero sugiriendo que debe
atravesar todos los demás temas pues no se puede ver de manera independiente. Género y
raza no deben ser tratados por separado, ya que no son temas independientes pues están
relacionados con la política social, mercado de trabajo y ciudadanía.

La agenda de investigación en diferentes países de América Latina (Duhau, 2000: 23):

México, Colombia, Centroamérica


• El proceso de urbanización.
• Grupos sociales.
• Política social.
• Gestión urbana.
• Participación ciudadana.
• Movimientos sociales urbanos.
• Violencia urbana.
• Género y problemas ambientales.

Brasil
• El patrón general de urbanización y el impacto de la economía mundial en la
reestructuración espacial y económica.
• Estructura económica de las ciudades.
• La dinámica del marco construido.
• Pobreza y desigualdad.
• La sociedad urbana: cambios en las estructuras sociales, nuevas formas de
sociabilidad y nuevos modos de vida.
• Gestión urbana y gobernabilidad.
• El medio ambiente urbano.

Sudamérica
• La economía urbana y el aprovisionamiento de servicios públicos.

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• Los factores que confluyen en la toma de decisiones en los gobiernos locales.


• Pobreza urbana y desigualdad.
• Organización social y “empoderamiento” de la comunidad.

Duhau (2000: 27-28), también hace un inventario para México con base en un congreso
llevado a cabo en 1997 en Tlaxcala. Los temas presentados son:
• Globalización y cambio en los modelos de desarrollo, reestructuración industrial y
territorial (Ciudad global/local).
• Producción del marco construido, formas de apropiación del suelo y vivienda / La
producción de lo urbano.
• Población, familia y mercado de trabajo.
• Ciudad y medio ambiente / El medio ambiente urbano-regional.
• Poder político y gobierno en las ciudades, desarrollo municipal, descentralización.
• Cultura y territorio: identidades locales y regionales y modos de vida / La sociedad y
lo urbano.
• Acción colectiva, ciudadanía, democracia y movimientos sociales.
• Historia urbana.
• Apropiación e impacto de las nuevas tecnologías en la producción de la ciudad.
• Concepciones del análisis territorial y urbano en la formación de posgrado.
• Condiciones de vida, salud y zonas de riesgo / El medio ambiente urbano-regional.
• Inseguridad y violencia en las ciudades / Política y gestión urbana.
• Procesos electorales, alternancia e instituciones políticas.
• Servicios públicos y nuevas formas de gestión.
• Pobreza y política social.

Un año después (1998) en Buenos Aires se llevó a cabo el segundo congreso, “El nuevo
milenio y lo urbano”, con los siguientes temas:
• La producción de lo urbano.
• La sociedad y lo urbano.
• Lo público y lo privado en la ciudad.
• El medio ambiente urbano-regional.
• Política y gestión urbana.
• Ciudad global/local.
• Exclusiones sociales y lo urbano.
• Informática telecomunicaciones y ciudad.
• Barrios privados.

Ciudad Posmoderna
La modernidad, paradigma cuya consolidación material madura en tiempos de la Revolución
Industrial, se sustenta en postulados que han sido recientemente cuestionados. No para
desaparecerla o renegar de ella, pero sí para poder encontrar respuestas a las dudas que ha
generado. Su fundamento profundo tiene como base la hegemonía de la racionalidad,
aplicada a la búsqueda de la “verdad” de manera “lineal”; la idea de “progreso” como “la
transformación de los recursos para el beneficio del hombre”; la ciencia y sus productos
como la única y válida fuente del conocimiento.

Otra de las vías de pensamiento que pretendían dar explicación de manera determinista, fue
el materialismo histórico. A las dudas que se generan por ambos lados que ni la modernidad
ni el materialismo dialéctico responden, se empezó a pensar en un conglomerado conceptual

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cuya pretensión era trascenderlas, a ese paradigma que ha dejado múltiples propuestas
teóricas, se le ha denominado posmodernidad.

La posmodernidad entonces, es todo aquello que se opone a la lógica del progreso, se


orienta a negar que todo debe estar referido a una racionalidad lineal basada en la ciencia.
Para contraponerse a los postulados de la modernidad, lo que conocemos como
posmodernidad, ha tomado varios caminos. Respecto a los temas que nos interesan en esta
unidad y en este apartado, diremos que para abordar una forma de insertarnos y construir
versiones de la realidad, debemos transitar vías que a través de la intuición y la negación
del uso exclusivo de la razón nos den como resultado versiones que trasciendan la
modernidad. Expresiones útiles para comprender lo que nos ofrece la “condición
posmoderna” son las derivadas del arte y de las teorías del imaginario entre otras.

Las preguntas que las teorías modernas no responden, no han sido indiferentes a las
reflexiones acerca de la ciudad y el fenómeno urbano inmerso en ella. Es así como desde
otra perspectiva, la posmoderna, se han buscado encontrar interpretaciones que permitan
ayudar a entender por qué la constitución de las relaciones sociales y los fenómenos de la
cultura presentan “nuevos rostros”, nuevos comportamientos.

Almondoz (1997: 30), nos dice que


La influencia teórica de David Harvey resulta especialmente significativa desde
la postmodernidad, ya que el autor de The Condition of Postmodernity (1990)
advirtió, como uno de los “giros” posteriores al materialismo histórico, sobre el
“reconocimiento” de la importancia de las dimensiones del espacio y del
tiempo, a través de las “geografías de acción social” en tanto “fuerzas
organizadoras” en la “geopolítica del capitalismo”, susceptibles de expresarse
y especializarse en “innumerables diferencias” de las formas sociales y
culturales, entre las que se cuentan las ciudades por excelencia.

Encontramos entonces, otras fuentes que producen y reproducen al fenómeno urbano e


influyen en la configuración física de la ciudad. Algunas de esas fuentes quedan enmarcadas
dentro de lo que se ha llamado posmodernidad (como acabamos de decir), paradigma cuyo
sustento filosófico pretende absorber los postulados de la modernidad para trascenderla, no
para evadirla. Entre esas fuentes de reflexión y sus particulares formas de expresión
encontramos “el arte”, que a través de sus diferentes formas como la literatura, la
arquitectura, la música y el cine (arte hibrido), así como la valoración simbólica que puede
tener la escultura combinada con elementos físicos que constituyen aspectos simbólicos y
funcionales de la ciudad.

Otra de las formas de “concentrar” algunas de las influencias de la posmodernidad que no es


indiferente al fenómeno urbano y la ciudad, es la “teoría del imaginario”. Propuesta que
sirve para interpretar cómo se producen fenómenos en los que se atribuyen cualidades más
allá de las particularidades físicas. Aquellas que trascienden la racionalidad de “lógica
correcta”; conceptos, creencias e interpretación de los lugares físicos más allá de su carácter
instrumental. Formas que permiten entender cómo se construyen manifestaciones sociales
que solo se explican por la configuración de valores simbólicos.

Imaginario
Para ejemplificar una poderosa forma de estudiar los fenómenos urbanos y, por extensión,
de la ciudad, dentro de las corrientes posmodernas (sin que esto agote la necesidad de

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indagar otras propuestas), exploraremos lo que nos dice la teoría del “imaginario”, que a
decir de sus promotores, es una “fuerza” estructurante de lo real y de las prácticas sociales
donde la “imagen mental” es para los autores que la trabajan, la materia prima del
imaginario. La fuerza de las representaciones imaginarias es constitutiva, pues “la mayor
parte del tiempo estamos impregnados de las representaciones dominantes, que el contacto
con la realidad concreta sólo nos proporciona los elementos que confirman la imagen previa”
(Jêrome Monnet citado por Vergara, 2001: 50).

En las relaciones sociales, nadie (o pocos) cuestiona que, en el proceso de comunicación, se


transmite información codificada en símbolos. Castoriadis, señala que todo lo que se nos
presenta en el mundo, como los actos reales, individuales, como el trabajo o el consumo, la
guerra, el amor, los numerosos productos materiales, sin los que ninguna sociedad puede
sobrevivir, “no son más que símbolos”. Entonces el imaginario tiene necesidad del símbolo
para expresarse, para salir de su condición de virtualidad, “para existir”. El simbolismo
requiere la capacidad imaginaria, porque el símbolo “presupone la capacidad de ver una
cosa que ella no es, de ver la otra” (Vergara, 2001: 50). Para interpretar los simbolismos
respecto al espacio y al tiempo, respecto al territorio y a la historia, nos podemos apoyar
entonces, en el concepto de imaginario. Sería imposible, sin él, entender cualquier fenómeno
y de su capacidad de construir una atmósfera “mental colectiva y poseer una cierta fuerza
de coacción u obligación” (Vergara, 2001: 12).

Para consolidar el concepto de imaginario es necesario diferenciarlo de la memoria y


agregarle el concepto de conjunción (mecanismo de la construcción simbólica y metafórica)
(Vergara, 2001: 13). Sería, en todo caso, una utilización dinámica de los conceptos espacio
y tiempo. Aplicando lo anterior a los grupos sociales se puede describir al imaginario social
como un elemento regulador y de control de la vida colectiva e individual. La evolución del
concepto podría decirse que nace de la historia de las mentalidades que dan lugar a las
representaciones sociales y finalmente al imaginario.

Imaginario según Gilbert Durand [...] no es nada más que ese trayecto en el que la
representación del objeto se deja asimilar y modelar por los imperativos pulsionales del
sujeto y en el que recíprocamente, como magistralmente lo ha mostrado Piaget, las
representaciones objetivas explican “por las acomodaciones anteriores del sujeto” al
medio objetivo (Vergara, 2001: 63).

Adrián Gorelick, por otro lado, nos dice que todos los resultados emanados de la
reestructuración del imaginario, tienen influencia en la reconfiguración de la vida social de
tal forma que se debe incluir la subsanación de sus demandas. En las políticas públicas que
se desarrollan para la convivencia en las ciudades:

[…] la primera razón es la constatación de que un tipo de estudios socio-


semióticos sobre identidades urbanas, [...], está siendo crecientemente
requerido por gobiernos municipales como instrumento técnico para sus
políticas (Gorelick, 2004).

Mientras el objetivismo considera ocioso y como pérdida de tiempo la estructuración


imaginaria del mundo, hay autores que nos dicen que la “imaginación, más que un ejercicio
circunscrito que puede abandonarse a voluntad, más que un estado de las almas soñadoras,
es la condición del hombre; es la existencia humana” (Vergara, 2001). Para este autor, el
simbolismo no puede eludir la exploración de ese espacio, del imaginario, pues es donde se

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producen los sentidos. Por ejemplo, la elaboración estética de las ciudades, se estructuran
con estos mecanismos y su producción “imaginal” se hace social cuando es comunicada.

Como ejemplo análogo al autor que nos sirve de referencia para entender la teoría del
imaginario, digamos que cuando estamos en una situación “muy formal”, como podría ser,
haciendo un examen con las reglas que implica, y al final hacemos bromas acerca de lo
rígido y estresante del momento, encontrando aristas divertidas. Por otro lado, imaginemos
cuando estamos en un ambiente relajado, informal, es posible que de esos momentos de
“broma” y “juego”, resulten aportaciones serias acerca de las respuestas del examen de
referencia. Para esta situación, Gilbert Durand propone el concepto de nivel (retomando lo
que dice Stéphane Lupesco). En este concepto se pueden ver no sólo coexistencias sino
también interinfluencias:

en un campo, objeto o sujeto determinado, una estructura A de un nivel X puede


esconder una estructura no-A en un nivel Y. Plantea, a su vez, que todo proceso
cognitivo incorpora los siguientes cuatro conceptos: potencialización, actualización,
homogeneización y heterogeneización, donde lo actual encubriría lo potencial; o que la
homogeneización reduce al otro que la heterogeneización hace surgir (Lupescu citado
por Durand en Vergara, 2001),

En el ejemplo, podemos observar una estructura A (examen) que se encuentra en un nivel X


(“formal”), esconde una estructura no-A (bromas acerca de lo rígido y estresante) en un
nivel Y (informal). Observamos que ambas situaciones se influencian mutuamente de
planteamientos sociales estructurados.

Debemos agregar, además, que el imaginario es la manifestación de una facultad creativa,


pues tiene total diferencia con el “reproduccionismo” de la memoria, como dice Gilbert
Durand:

Si bien la memoria colorea la imaginación de residuos a posteriori, no es menos cierto


que existe una esencia propia de lo imaginario que diferencia el pensamiento del poeta,
del pensamiento del cronista o del memorista. Hay una facultad de lo posible que se
necesita estudiar por medios distintos a la introspección bergsoniana, siempre
sospechosa de regresión (citado por Vergara, 2001).

Para completar el cúmulo de atributos conceptuales que identifican al imaginario, debemos


agregar la “conjunción” (mencionado antes), que nos permite unir “recuerdos”, “olvidos que
regresan”, lo que produce una imaginación dinámica del espacio y tiempo que diferencia
aspectos particulares de la cultura.

Ese imaginario social se convierte, si no en un factor efectivo de control de la vida colectiva


e individual, sí como una fuerte influencia en el proceso de estructuración y difusión de la
cultura y como consecuencia, se convierte en factor de poder. De acuerdo con Bronislaw
Baczko, citado por Vergara (2001: 14)

Su manejo [del imaginario] asegura, en distintos niveles, un impacto sobre las


conductas y actividades individuales y colectivas, permite canalizar las
energías, influir en las elecciones colectivas en situaciones cuyas salidas son
tan inciertas como imprevisibles. Una de las funciones de los imaginarios
sociales consiste en la organización y el dominio del tiempo colectivo sobre el
plano simbólico. Intervienen activamente en la memoria colectiva, para lo cual

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[…] a menudo los acontecimientos cuentan menos que las representaciones


imaginarias a las que ellos mismos dan origen y encuadran. Tal vez, los
imaginarios sociales operan todavía más vigorosamente en la producción de
visiones de futuro, en especial en la proyección sobre éste de obsesiones y
fantasmas, de esperanzas y de sueños colectivos.

Para configurar en su completitud la teoría del imaginario debemos tomar en cuenta los
aportes de (Vergara, 2001):

Historia de las mentalidades


Aplica las categorías fundamentales del tiempo y del consenso y puede entenderse
mejor a partir de un diálogo posterior con las teorías del conflicto.

Teoría de las representaciones sociales


Da prioridad a la praxis y a las interacciones cotidianas o rutinarias asociadas a
formas de concebir lo real, que sirven, a su vez, como sustento (explicación y/o
justificación) de la acción y la existencia.

Teorías de lo imaginario
Enfatizan la capacidad creativa de la imaginación.

Fundamentos de la Teoría del imaginario

Los elementos teóricos y metodológicos que nos sirven para apelar a los imaginarios, entre
otros son: a) las fuentes a las que acuden son diversas y plurales; b) postulan la
transdisciplinariedad pues requiere de la colaboración de la historia, la sociología, la
antropología, la psicología social, la retórica, la geografía, el psicoanálisis, la religión y
muchas más; c) la construcción del tiempo y espacio a través de la simbolización que
condicione la visión del mundo; d) una visión contrapuesta a la visión de la lógica objetivista
racionalista.

Tiempo Consenso
Historia de las mentalidades Fragmentariedad Dependencia
Automático Cotidiano

Cotidiano Estereotipado
Representaciones sociales Fragmentariedad Dependencia

Dinamismo Creatividad
Imaginario
Interacción Poder Institutivo

Aportes de las diferentes corrientes de pensamiento que constituyen la teoría del imaginario
(Vergara, 2001: 15)

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Problemática Urbana

2. LAS CIUDADES CONTEMPORÁNEAS EN AMÉRICA LATINA


(ANÁLISIS DE CASO)

Objetivo del tema


Analizar algún problema de una ciudad latinoamericana, a partir de revisión de
publicaciones periódicas, con la finalidad ubicar parecidos con ciudades de nuestro país y
su vinculación con los referentes históricos, teóricos o metodológicos.

Estudio de caso 1
Transformaciones del espacio público en la ciudad latinoamericana
(Setha Low, verano 2005).

Para poder ver cómo es que se aplican algunos de los conceptos teóricos elegimos estudios
de caso que son emblemáticos para algunas ciudades latinoamericanas. En primer lugar,
presentamos el caso de la ciudad de San José (Costa Rica), donde a través de un estudio
realizado por Setha Low, podemos ver la transformación del espacio público. Cómo a través
de la alteración que le han producido aspectos tanto históricos como por la instauración de
modelos de desarrollo de tinte neoliberal, las plazas públicas se han transformado tanto
funcional como simbólicamente.

En su estudio de caso se da cuenta de las razones por las cuales el espacio público está
desapareciendo rápidamente a causa de los procesos de globalización y privatización. Se
exploran las nuevas formas de control social. Por qué las plazas, espacios públicos de
carácter cívico de las ciudades latinoamericanas, están siendo cerradas, rediseñadas y
reglamentadas en formas que restringen sus usos sociales y políticos tradicionales. En este
estudio de caso se presenta la situación del Parque Central de San José de Costa Rica. Se
analiza un conflicto que, por las características que tiene, no puede haberse presentado más
que en el contexto contemporáneo relativo al diseño y uso de este importante espacio
público urbano. Al mismo tiempo, a partir de otro caso: de la Plaza de la Cultura, se explora
el modo en que los objetivos artísticos y económicos de sus creadores no satisfacen las
necesidades de los usuarios de la plaza, pero se acomodan a las del creciente comercio
turístico. En esta discusión, las preocupaciones de los usuarios son contrastadas con las
intenciones de los diseñadores, beneficiarios y oficiales gubernamentales, para dar cuenta
de cómo el conflicto entre el valor representacional y de uso del espacio público es resuelto
en un contexto específico.

El estudio inicia diciendo que el espacio público está desapareciendo a causa de la


globalización y de la privatización. El patrullaje y las nuevas formas de control social juegan
un papel muy importante. Tal es el caso de la plazas públicas, antiguos foros (y en algunos
casos excepcionales todavía actuales), donde se dirimen desacuerdos e inconformidades.
Los desacuerdos pueden ser políticos, pero también simbólicos. En este sentido la

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Problemática Urbana

construcción social del espacio público es dialógico. Pero también es dialéctico, puede ser
oposicional, tal vez disruptivo, políticamente transformador.

La plaza pública es algo idealizado, con propósitos políticos disfrazados de artísticos,


culturales o de evocación histórica que constituyen por sí mismos contradicciones inherentes
a la misma construcción social del espacio. Esto nos conduce a un diseño del espacio
profundamente ideológico. Un espacio de reunión, de ocio, para la lectura, la conversación,
puede convertirse en una estrategia de utilitarismo turístico, polo de atracción de
inversiones y capital extranjero.

La autora nos dice que la construcción de plazas públicas en la actualidad, debido a los
factores que ya mencionamos, encubre posibles relaciones sociales de explotación y
desigualdad que se perciben. Es posible detectarlo a través de la forma en que los usuarios
de las plazas “se afectan” por su uso. Son los diferentes actores quienes dan señales de las
verdaderas intenciones que tienen procesos de remodelación: las autoridades, los medios de
comunicación, los usuarios y los comerciantes entre otros. Las razones “ocultas” pueden
estar encubiertas por “buenos propósitos” como los de aumentar el valor, el atractivo y la
búsqueda de “comodidades” que ofrecerían las propiedades circundantes a las plazas.

Tradicionalmente la plaza (hispanoamericana, según la autora), se identificaba como un


espacio de cultura de evocación histórica. El comercio estaba separado de los lugares de
interacción, sin embargo, con el tiempo, los comercios, restaurantes y bancos,
paulatinamente han empezado a volverse parte del espacio central. La estructuración de la
vida social, en espacio y tiempo, se ha vuelto cotidiana en las plazas. Para mostrar este
proceso la autora, como lo vimos en párrafos anteriores, nos compárate su trabajo de “La
Plaza Central”, también nos dice los resultados de analizar el proceso de transformación de
la “Plaza de la Cultura” en que los
objetivos “artísticos” y económicos
no satisfacen las necesidades
sociales pero que tiene la pretensión
del comercio turístico. Esto
constituye un conflicto entre el valor
“representacional” y el de “uso” del
espacio.

Para comprender este conflicto es


necesario definir el espacio público
como “un lugar abierto donde se
reúne un grupo de personas”. Es un
concepto situado históricamente con
implicaciones políticas. La autora cita
lo que propone Habermas respecto
La reorganización de espacios públicos como la Plaza
al concepto de “esfera pública”, Central y la Plaza de la Cultura han sido resultado de la
donde dice que el espacio público fue globalización y la privatización. En estos procesos hay
creado por los burgueses capitalistas confrontación en los intereses de todos los involucrados:
en el siglo XIX en las democracias usuarios, diseñadores y autoridades
liberales, para proteger y expandir Wikipedia (s.f.), Plaza central en San José, Costa Rica
sus intereses comerciales contra la [fotografía]. Tomada de http://nubr.co/7zTTFq
aristocracia y otros regímenes no

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democráticos. Señala que la intención igualitaria de tales espacios nunca llegó a los menos
favorecidos. Pone de ejemplo la Plaza de la Cultura donde los “vendedores” luchan contra el
“tiendas turísticas” incluso legalmente para hacer uso del espacio. Por su parte, los
comercios turísticos se quejan de la “legalidad” de los “vendedores”. En este sentido es
cuando se cuestiona la “igualdad” de acceso a las condiciones del ejercicio del comercio.

Para analizar el problema es necesario contextualizar la situación urbana de la Ciudad de


San José donde se incorporaron mecanismos de segregación espacial, como consecuencia
social, debidas a la crisis económica que este país sufrió a mediados del siglo XX. Antes de la
crisis mencionada, la composición social de las plazas era heterogénea. Conforme avanzó el
tiempo la gente de mayores recursos se alejó del Centro creando barrios cerrados,
restringidos, de difícil acceso para los pobres. Se acentuó la diferenciación de clase.

Costa Rica era un país que obtenía sus ingresos principales de la producción del café. A
mediados del siglo pasado los precios de este producto cayeron, lo que redujo la capacidad
para importar productos manufacturados. El problema se agudizó cuando el desempleo en el
campo empezó a atraer gente a las ciudades. Como respuesta se inició una estrategia de
“crecimiento hacia dentro” para estimular el crecimiento de las industrias locales y
establecer mejores relaciones comerciales con los países de América Central. La
industrialización, posterior a 1940, fue muy intensiva lo que no pudo hacer que se
absorbiera la mano de obra que llegaba a la ciudad. Esto propició crecimiento en el sector
servicios, principalmente gubernamentales, privados en pequeño y personales. Este
fenómeno, aunado a la proliferación del comercio informal, hizo que detonara el crecimiento
poblacional.

En los años 80 la crisis económica puso a mucha gente en el desempleo y profundizó los
problemas internos de San José. A partir de ese momento y debido a las presiones de los
organismos internacionales para el pago de la deuda externa, se instaura un modelo de
desarrollo neoliberal. Se privatizaron bienes del Estado, se sospecha de corrupción e
irrupción del tráfico de drogas lo que amenazó la estabilidad del modelo democrático de la
alternancia. Esto deterioró la forma de vida de los trabajadores y acentuó las diferencias
sociales. Aumentó la informalidad y la integración social, que hasta ese momento se había
tenido, se vio amenazada. En un sistema muy centralizado, esto afectó la vida cotidiana de
los trabajadores y como consecuencia las expresiones urbanas. La infraestructura se
descuidó debido a la jerarquización de prioridades por atender los problemas, a la toma de
decisiones y a la asignación de presupuestos.

Dentro de este contexto, y con la instauración en 1991 de políticas para un desarrollo


“sustentable”, es que la planificación de las remodelaciones en las ciudades se presenta para
atender prioridades de tipo económico, al margen de las necesidades sociales y a la inercia
de la historia en cuanto al uso de los espacios. Setha Low (2005: 7) nos dice:

El desarrollo no planificado de la infraestructura urbana, las agendas políticas


alternadas, la cambiante estratificación social y las oleadas de crisis económica se
reflejan en los conflictos que han emergido relativos al diseño y rediseño de estos
significativos espacios públicos. Más aún, la creciente globalización de las inversiones
de capital en infraestructura y la privatización de los servicios públicos y la vivienda
reforzaron estos procesos, inmovilizando a los residentes pobres y trabajadores en la
ciudad, mientras las clases medias y más pudientes se desplazaron a un anillo de
suburbios exteriores, desestabilizando los barrios del centro de la ciudad.

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Las plazas originalmente se ubicaban en el centro del pueblo o de la ciudad. Eran centros de
comercio, reunión e interacción social y de reafirmación histórica. En la actualidad aunque
las plazas principales pueden no ser el centro geométrico, sí son el centro simbólico de la
comunidad.

Hablemos del caso de la Plaza Central, cuando en 1940 se propuso la sustitución de la


fuente por un quiosco donde pudiera caber una orquesta completa, proyecto que se llevó a
cabo. En 1992 un grupo de ciudadanos propuso derribar el quiosco y devolver a la glorieta el
aspecto anterior. Tal solicitud abrió el debate público entre la elite de gobierno contra los
usuarios tradicionales. Ese mismo año se publicó en la prensa la falta de consenso por lo que
se sometió a votación. El resultado fue que más del 75% quería devolver al quiosco su
imagen original (de madera y hierro), lo que implicaba derribar el existente de cemento. En
el proceso de auscultación, un periodista dijo que a los 60 lustrabotas y sus clientes, además
de ancianos y quienes habitaban el parque, no se les había consultado. La idea de este
periodista era preguntarse si la renovación conservaría la identidad del parque como corazón
de la capital. Las opciones a elegir eran “dejar el quiosco como está”, “demolerlo” o “hacerle
modificaciones”. Los resultados finales, decían que debía demolerse el quiosco, lo que trajo
más división y pospuso la decisión pues las instancias involucradas no se ponían de acuerdo
incluso arguyendo fundamentos legales.

Quienes querían devolver su imagen anterior eran miembros de la clase media que ya no
vivían en el Centro. El conflicto arquitectónico se convirtió en un problema político en el que
los significados sociales y de clase eran amplios. Setha Low (2005:10) nos dice:

La resolución final fue un compromiso en virtud del cual el quiosco fue remodelado y se
agregó una réplica de la fuente; al mismo tiempo, los espacios verdes, muchos de los
árboles, la pérgola, los espacios de trabajo y los generosos escaños de piedra fueron
removidos, para responder a la imagen de civilidad y urbanidad contemporánea de la
clase media, y para desalentar las actividades de sus residentes tradicionales.
Desde el punto de vista de la municipalidad se cumplían los objetivos artísticos y se
resolvían los defectos de diseño original a) elevando el nivel del parque, la
monumentalidad del quiosco era mejorada, creando un sentido de escala y proporción
más balanceado; b) reduciendo la cantidad de asientos y escaños, la plaza se
transformaba en un centro ceremonial más que en un parque residencial; y c)
agregando pavimento y superficies duras, el Parque Central se convertía en una
celebración de la ciudad, un lugar para que hablaran los presidentes antes que un
parque para reunirse.

Atrás del quiosco se incluía una galería de arte que sustituiría una biblioteca infantil; 24
cabinas telefónicas al este de la plaza; una estación de policía para proteger de la
delincuencia. Los lustrabotas y floristas se irían a unas cuadras de distancia. Se propusieron
reglas para mantener limpio y seguro el parque: ya no se permitiría el comercio ambulante,
toda construcción no debía rebasar los 6 metros (altura del edificio original), y las paradas
de autobuses serían sustituidas por otras de taxis.

La idea era transformar la plaza desplazando a los usuarios tradicionales a modo de


“recuperación” del espacio público. Se reemplazaría a los usuarios conflictivos por “gente
normal” y se tendría una plaza “limpia y segura”.

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Como resultado, se quitaron árboles, aumentó la superficie de cemento, desplazó el


comercio informal a otros lugares, los lustrabotas se dispersaron, se favoreció más la
delincuencia, la prostitución. En términos generales se excluye a muchos de los usuarios
tradicionales debido a las nuevas restricciones. Los usuarios desplazados añoran las
vivencias que cotidianamente podían tener en el parque en su configuración anterior.

Respecto a la Plaza de la Cultura podemos iniciar diciendo que la propuesta de construcción


se hizo en 1976. La idea era construir un museo para exhibir objetos artísticos
precolombinos hechos de oro. El resultado fue un edificio que no gustó a sus habitantes. La
idea de promoción oficial decía que cultura y economía no están separadas. Se pretendía
hacer una plaza como las que hay en Nueva York. Sin embargo, “la plaza abierta
costarricense, de hecho, ha atraído actividades ilegales y vendedores, así como jóvenes
jugando fútbol, comercio turístico y sexual” (Low, 2005: 14).

Esta construcción revela la contradicción que existe entre los objetivos de diseño desde el
punto de vista artístico, social, económico y político. Implica la conversión del espacio en
una combinación de lo europeo con enclaves publicitarios trasnacionales y pretensiones de
cultura que evocara lo indígena. El resultado fue que las fuerzas políticas y económicas se
impusieron a las intenciones culturales de los “intelectuales”.

La Plaza de la Cultura es un espacio determinado por las necesidades comerciales de


empresas transnacionales y vendedores de bienes turísticos. En esa plaza se desató el
comercio ambulante desmesuradamente. Llegó a conocerse como la plaza del caos. Después
se propuso construir una reja alrededor de la plaza con un horario para mantenerla abierta.
Para concluir Setha Low (2005: 17) nos dice lo siguiente:

El espacio público se vuelve aún más valioso con la globalización. Castells


(1989) define un nuevo tipo de ciudad dual, en la cual el “espacio de flujos”
(informacionales y productivos, reemplaza el significado del “espacio de
lugares”) barrios y lugares donde la gente realmente trabaja y vive. La ciudad
dual es un espacio compartido dentro del cual las esferas contradictorias de la
sociedad local están constantemente tratando de diferenciar sus territorios,
basándose en lógicas diferentes. Los espacios de flujos se organizan sobre
principios de actividades de procesamiento de información, mientras que los
espacios cotidianos se organizan por la lógica de hacer una vida, proveer el
sustento y encontrar un lugar donde vivir. La falta de conexión entre estos
espacios, y la falta de significado resultante de los lugares cotidianos e
instituciones políticas es resentida por las personas, y resistida a través de
una variedad de estrategias individuales y colectivas. Las personas intentan
reafirmar su identidad cultural a menudo en términos territoriales,
“movilizándose para lograr sus demandas, organizar sus comunidades y
singularizar sus lugares para preservar el significado, para restaurar todo lo
que limite el control que ellos puedan tener sobre su trabajo y residencia
(Castells, 1989: 350). Castells continúa argumentando que: “En el nivel
cultural, las sociedades locales, definidas territorialmente, debe preservar sus
identidades y construir sobre sus raíces históricas, a pesar de la dependencia
económica y funcional del espacio de flujos. La remarcación simbólica de los
lugares, la preservación de símbolos de reconocimiento, la expresión de la
memoria colectiva en las prácticas actuales de la comunicación, son medios

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Problemática Urbana

fundamentales a través de los cuales los lugares pueden continuar existiendo”


(Castells, 1989: 351).
Estos lugares, que se identifican como los centros simbólicos de la vida social,
tan básicos para la comunicación y resistencia reales, son los espacios públicos
(en este ejemplo, las plazas latinoamericanas) en los cuales estoy interesada.
Así, con la creciente globalización, el papel de la plaza como un significativo
centro de la vida social, se vuelve aún más crítico.

Estudio de caso 2
La ciudad marcada: los territorios urbanos
(Silva, A., 2000)

La ciudad es algo que incesablemente se construye de manera colectiva, es el “lugar” de los


acontecimientos culturales y sociales. Se construyen las referencias para la vida cotidiana,
se reconfiguran las interacciones con los espacios físicos. También se imaginan las opciones
de vida que se convierten en expresiones que identifican a sus habitantes. Las
construcciones físicas influyen en la construcción del mundo simbólico y, a su vez, los
significados que se producen en éste, influyen la construcción física de la ciudad. Su sentido
social se encuentra en constante movimiento, lo que se refleja en las expresiones culturales
de tal forma que adquiere “rostro propio” que se particulariza de acuerdo a cada ciudad.

Por sus interiores “deambulará” una mentalidad urbana propia, con sus tonos, tiempos y
ritmos. Esto da lugar a lo que la fantasía agrega en la percepción de la ciudad. Es por eso
que podemos identificar a personas que viven la ciudad de determinada manera. Podríamos
decir cuando una persona es de determinada ciudad, por las características que tiene su
lenguaje, su comportamiento, su interpretación y uso de los espacios, la forma en que
representa los acontecimientos de su historia a través de su memoria y su imaginación. La
ciudad se parece a sus creadores que a su vez son hechos por la ciudad.

Las estrategias de representación


son distintas en cada cultura, por lo
tanto cada ciudad tendrá
expresiones urbanas propias. Cada
ciudad tiene sus olores, sabores,
sonidos, imágenes, símbolos; su
cultura, sus expresiones sociales.
Las ciudades se parecen porque
comparten raíces históricas y
culturales, sin embargo las
expresiones finales, las que son
imaginadas, tienen un carácter
particular que es identificable. Al
final podemos incluso dar
Las ciudades se parecen porque comparten raíces calificativos genéricos que describen o
históricas y culturales, sin embargo, los significados hacen percibir a la ciudad.
simbólicos las particularizan,

Wikipedia (s.f.), Ciudad Colín, Panamá [fotografía]. Tomada


El estudio de caso que presentamos,
de http://nubr.co/k6onK8 se encuentra en el texto de referencia

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Problemática Urbana

de este apartado y fue realizado por el autor Armando Silva. Nos invita a una forma de
reflexión que se adscribe a lo que se llama la condición posmoderna. Para la realización de
este estudio, el autor nos dice que debemos resaltar, que tanto en el marco teórico como en
la metodología, no debemos descuidar los aportes que nos ofrecen opciones que
tradicionalmente no valoramos. Tomemos en cuenta que todo lo que nos rodea está
interrelacionado y que todo se influye en mayor o menor medida, pero sobre todo los
aspectos simbólicos y su repercusión en la construcción de los sentidos que adquiere el
mundo material. Debemos considerar el uso de la memoria y su parte creativa que
desemboca en la imaginación.

De la resultante final tenemos versiones de las expresiones urbanas que determinan a la


ciudad y a su vez se construyen en y a partir de ella. En el estudio se observa que las
posibilidades metodológicas lejos de negar las tradicionales, se fortalecen y también se
enriquecen. Podemos incluir las regularidades que encontramos al trazar los recorridos, los
mapas, los lugares que nos son “familiares” para convertirlos, gracias al imaginario, en
estructuras de la mente que identifican las rutas de tránsito, a las que necesariamente les
atribuimos sentido.

En el apartado “La ciudad marcada: los territorios urbanos”, Armando Silva nos comparte los
resultados de estudiar dos ciudades latinoamericanas como Sao Paolo y Bogotá (en este
ejemplo anotaremos exclusivamente aspectos del caso que corresponde a Bogotá). Este
autor, destaca la necesidad de buscar, como dijimos antes, nuevos métodos. Inicia
diciéndonos que la ciudad se ha desterritorializado debido a la nueva sociedad digital. El
territorio parece fundamental por la importancia que diferentes disciplinas le dan, lo que
debido al carácter territorial de la ciudad, nos remite al uso físico y simbólico de los espacios
dentro de ella.

El territorio es algo que puede considerarse sagrado, es el lugar donde quedan “nuestros
muertos”, la tierra de mis padres, la ciudad de mis ancestros. Es el territorio que circulamos
con ellos. Es el lugar imaginario que habito con ellos; que me remite al pasado, pero que me
permite evocar el futuro. Es un lugar que nombro con ciertos límites geográficos y
simbólicos. La ciudad entonces, posee elementos de culto, de imaginarios urbanos que nos
vinculan estrechamente a ella. Vemos una lejana alusión a la apropiación simbólica de la
tierra. El mundo se sustenta imaginariamente.

Si las ciudades se desbordan físicamente, entonces se produce un urbanismo sin ciudad.


Esto implica énfasis en los aspectos culturales más que en la arquitectura; que pasamos de
una ciudad de edificios a un urbanismo de los ciudadanos. Es aquí donde se expresa la
fuerza política y estética de los imaginarios urbanos; donde pueden surgir categorías tales
como límite y borde; donde existe el vínculo comunicacional del territorio. Hay una
dimensión visual, pero también “lingual” (un límite o un borde que se menciona y no es
estrictamente hablando, algo físico). También aparecen nociones como mapa y croquis;
centro y periferia; marca o demarcación territorial. Nacen los nuevos enfoques de circuito y
frontera. Esto que tiene que ver con el ciudadano y no con los caracteres y nominaciones
oficiales. Es aquello que la ciudadanía reconoce por el nombre que del imaginario urbano
surge y pone en escena las diversas representaciones de cómo se ve y percibe el territorio.

El autor después de enunciar las diferentes categorías que usará para describir aspectos del
imaginario urbano, hace la pregunta si en lo que se conoce como “tercer mundo”, a
diferencia de lo que se conoce como mundo desarrollado, se concibe de la misma forma la

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Problemática Urbana

noción de “territorio”. Nos dice que


en el “tercer mundo”, el territorio
está asociado a la patria, lo asume
como un acto colectivo de afirmación.
Se busca que el espacio genere
cohesión social: económica, política e
ideológica.

Que resista los efectos negativos de


la modernización y a su vez produzca
una cultura nacional que retome los
aspectos religiosos, regionales y
étnicos como factores de identidad
nacional. La cultura nacional como
una “puesta en escena”. Esto
produce dos vías de actuación. La
primera, un mapa que favorece el
Las construcciones urbanas se conforman por caminos “statu quo” como una nación que se
dotados de distintos significados simbólicos. reafirma a través de la cohesión
“forzada” que oculta y reprime las
Wikipedia (s.f.), Plaza Che de frente el edificio de enfermería y
diferencias. La segunda, como un
el auditorio León de Greiff [fotografía]. Tomada de
http://nubr.co/JpRAFR croquis que se reafirma de manera
libre “en la región” a través de sus
propias dinámicas de vinculación. El
mapa nacional y el croquis regional se diferencian en que, el primero homogeniza, y el
segundo prevé y ahonda la diferencia.

El territorio posee un umbral a través del cual “me reconozco”. A partir de ese umbral hacia
fuera son extranjeros. El territorio es algo físico, pero también extensión mental. Para
apropiarse del territorio hay que efectuar los rituales de apropiación. Por ejemplo cuando
alguien conquista un territorio, por ejemplo en la “conquista” de una colonia, después de
declararla y asentar la bandera y declarar la posesión “en nombre de Jesucristo”, el territorio
pasa del caos al orden, de imaginario en real.

A partir de la idea de límite, se habla de algo tanto indicativo como cultural. El uso social de
un espacio marca los bordes dentro de los cuales se autoreconoce. Se identifica al
“extranjero” o mejor dicho al que no pertenece al territorio. Esto puede ocurrir en momentos
de peligrosidad, de tensión o de desconfianza. En nuestro barrio o en nuestro campus
universitario, podemos identificar los límites donde nos sentimos “seguros”. Si alguien que
no pertenece al territorio hace su aparición y desconoce los códigos de comunicación
prevalecientes en el territorio, lo identificaremos inmediatamente.

El límite también puede ser visual, Silva nos habla de nudos (como pueden ser centrales de
autobuses, cruceros, mercados etc.) que pueden ser definidas como “confluencia de sendas
o de concentraciones de determinadas características” Silva cita a Linch (1992: 60).
También hay bordes visuales que se identifican por ser caminos cerrados pero que
permanecen como senderos e implican los territorios marcados por sus habitantes. De aquí
que tenemos dos espacios que reconocer: el “oficial”, diseñado por las instituciones y hecho
antes que el ciudadano lo conciba a su manera; otro que Silva denomina “diferencial”, es el
que el ciudadano nombra o inscribe.

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Silva pone un ejemplo en la Ciudad Universitaria de Bogotá: los senderos que


colectivamente y día a día transitan, identifican y nombran sus usuarios que están en franca
oposición con los caminos “diseñados” oficialmente. Aquí el territorio puede reconocerse por
su nombre oficial o por las descripciones que los usuarios hacen de él. Otro ejemplo es el
nombre de la plaza “Francisco de Paula y Santander” (nombre oficial) por el nombre que los
estudiantes lo asignan como “Plaza del Che” (que es por el que la mayoría lo identifica).

Vemos que el lugar tiene la carga simbólica que los habitantes le atribuyen a través de un
proceso lento y lleno de elementos de convergencia social y cultural. A propósito de lo
anterior, Silva propone tres variantes de caminos oficiales:
1. El oficial propiamente dicho.
2. El funcional-oficial que comenzó por su alterno y después se convirtió en oficial.
3. El oficial- no funcional, aquellos caminos oficiales que no tienen uso suficiente o
sin ningún uso que haya justificado su construcción.

Como podemos intuir, los caminos no-oficiales están por todas partes en todas las ciudades.
En el ejemplo de “Ciudad Universitaria en Bogotá”, el autor nos propone que los caminos
oficiales son los que acercan un lugar con otro (una facultad con otra o con la salida). Los
caminos alternos aparecen de una “tercera” operación: se comienza con un camino funcional
que crean los usuarios y éste se vuelve oficial cuando el establecimiento lo pavimenta; a
contra golpe, es inventado el tercero que aparece como alterno al empedrado o reconstruido
oficialmente. Existen también los caminos de recreo, que son aquellos que conducen a
lugares de relax o de convivencia. Existen los caminos de reflexión, vías donde se acude
para repasar una lección. Caminos del árbol, que conducen a un lugar de descanso. Los
caminos perdidos que corresponden a marcas superficiales que anuncian la existencia de un
camino anterior que ya no es más. Además hay caminos híbridos: los caminos fantasmas
como escaleras que conducen a lugares inexistentes o caminos circulares que conducen al
mismo lugar y nadie sabe su uso.

Podemos darnos cuenta que la creación de límites territoriales nos puede orientar acerca de
la forma en que los habitantes de una ciudad reconocen y se reconocen a través de los
límites y de la configuración de las fronteras de un territorio. Es posible también, identificar
el sentido que tienen y que después van adquiriendo, a través de su uso, los senderos que
usamos cotidianamente.

Otro par de conceptos de los que necesitamos ampliar su significado bajo los principios de la
teoría del imaginario (imaginario urbano), son el de mapa y croquis. El primero es la parte
“oficial”, el territorio en sentido amplio por ejemplo el mapa de un país o de un estado. En
cambio el croquis puede ser algo metafórico; que pretende mostrar evocaciones; que se
puede poner con línea punteada. Por ejemplo, cuando nosotros reconocemos el barrio al que
pertenecemos, el mapa es aquél que incluye todo lo que desde la mirada oficial corresponde
geográficamente a una asignación territorial. El croquis es aquél territorio que reconozco
como mío o que tiene valor simbólico para sus habitantes. Puede ser que las calles donde
reconozco los códigos de comunicación, las formas de vestir, los rituales de aceptación
reflejen el croquis de sus habitantes, que muchas veces no coincide con las delimitaciones
oficiales.

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Estudio de caso 3
El barrio, un ser de otro planeta
(Graciela Martínez, 2004).

En este ejemplo, veremos como la autora se plantea el contraste que hay entre dos
modalidades de afectación debidas a la globalización, expresada mediante la instauración de
un modelo de desarrollo económico de tipo neoliberal. Cómo se transforman los medios
urbanos desde el punto de vista físico, funcional y social. Se plantea que las afectaciones
también abarcan los terrenos de la conducta, de la cultura, de las relaciones personales y de
los grupos entre sí además del vínculo con el lugar. Cómo los barrios corren el riesgo de
reconfigurar su identidad y su tradición histórica conduciéndose en algunos casos hacia el
anonimato. Analiza dos barrios de la Ciudad de Montevideo, Uruguay: Cerro y Punta
Carretas, donde, como resultado del contraste, se detectan tendencias opuestas, en un lugar
se camina directo a la degradación y en el otro, a la “gentrificación”.
El estudio de referencia, inicia diciendo que el arquetipo de barrio en la zona del Río de la
Plata (tanto del lado uruguayo como del argentino), alude a la condición humilde y
arrabalera, cargado de una fuerte dosis de arraigo, afecto y nostalgia. Está anclado a la
historia lejana y personal; fuertemente asociado a la infancia y adolescencia, donde se
vivieron las más grandes expresiones de solidaridad y amistad. Es el lugar de pertenencia
atemporal. Todo lo que significa lo podemos encontrar, según la autora, en las letras de
tango. Ese es el sentimiento que refleja el imaginario que constituye el barrio.
Esos sentimientos de pertenencia no surgen en automático. Son entidades vivas que se
construyen a lo largo de generaciones y de la vida cotidiana en que se intercambian y
comparten símbolos y conductas que los diferencian de otros barrios. La autora le atribuye
la categoría de “lugar antropológico” y lo define con Auge “construcción concreta y simbólica
del espacio [...] a la cual se refieren todos aquellos a quienes ella les asigna un lugar [...
que] es, al mismo tiempo, principio de sentido para aquellos que lo habitan y principio de
inteligibilidad para aquel que lo observa” (Martínez, 2004: 2).

El barrio, creación espontánea, como vemos, cae dentro de la categoría de “lugar” debido a
la profundidad de “sentido” que posee. Como lugar antropológico, el barrio puede ser
descrito o analizado, pero para aprehenderlo, debe haber una experiencia vivencial. Decidir
mudarse o cambiar de barrio a partir de lo que empezamos a entender, es algo muy
complicado pues no hay lugares (como barrios) equivalentes.

La expansión de las áreas metropolitanas, como producto de las tendencias globalizadoras


que “padecemos” en la actualidad (según la autora) son: “la transnacionalización del poder,
precarización laboral, la exclusión social, el imperio de una despiadada competencia, la ética
débil, el pragmatismo, el individualismo, la compulsión al consumo, la cultura de la
intrascendencia, la fugacidad y el inmediatismo” (Martínez, 2004: 3), en que “el tiempo de
vida cede paso al tiempo vacío del capital”. Esto produce inseguridad, violencia e
incertidumbre. Esto pone al “barrio” en riesgo de desaparecer y lo convierte en reducto de
resistencia contra el embate del individualismo y la fragmentación. Según Martínez, estas
manifestaciones reflejan la lógica del poder expresada como una “deslugarización
generalizada” donde se desintegra la sociedad para reintegrarla en un formato de individuos
“desligados” socialmente.

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Problemática Urbana

Todas estas consideraciones no escapan de ser tomadas en cuenta por lo que pasa en la
capital de Uruguay (Montevideo). Se observa pérdida de la integración y de la identidad
forjada a lo largo del tiempo. En el estudio de Martínez, como se dijo antes, se observa lo
que sucede en dos barrios paradigmáticos de la ciudad: Cerro y Punta Carretas. El estudio
abarca la última fase del siglo XX desde los tiempos de la dictadura y los inicios de la fase en
que se manifiesta la configuración de la globalización. En la propuesta se comparten los
resultados y reflexiones que abarcan las transformaciones espaciales y temporales de ambos
barrios. Hay coincidencias pero también pueden señalarse diferencias tanto en los efectos
como en los procesos.

Cerro y Punta Carretas son barrios que “ven” el mar y que tienen historia desde los inicios
de la urbanización de la ciudad. Lugares que en tiempos de la colonia eran “chacras”
(terrenos para la siembra de hortalizas que habita gente “ignorante”). Con el tiempo se
convirtieron en barrios emblemáticos de la capital uruguaya y de todo el país.

El barrio de Cerro se convirtió en un espacio industrial de interacción de obreros locales con


inmigrantes europeos. La actividad principal, que le da identidad más allá del tiempo y del
espacio, era la “industria frigorífica” (se refiere a la carne) en la primera mitad del siglo XX.
La autora da cuenta de la solidaridad barrial y de lo implacable de los rituales de castigo
contra los “traidores”. Un lugar cuya configuración cultural es inconfundible respecto a la
pintura, la música, las fiestas y la solidaridad sindical entre otras.

En 1972 en la víspera del golpe de estado, el negocio de exportación de carne se cierra y


como consecuencia muchos negocios privados, a su vez, también cierran. Esto trae como
consecuencia la ruptura del vínculo entre domicilio y trabajo. Al poco tiempo vienen tiempos
de persecución política, lo que provoca que de la prosperidad se camine hacia condiciones de
pobreza. La gente convierte a Cerro en un lugar “solo para dormir” pues sus habitantes
tienen que buscar opciones de trabajo fuera. Trabajos con condiciones precarias de bajos
salarios y sin perspectivas de futuro. A su vez, clausuran muchos establecimientos de ocio,
culturales y comerciales. Las familias se desintegran, los jóvenes emigran debido a las
condiciones de pobreza imperantes. Los rituales cambian, los códigos de comunicación se
desconocen y la identidad se pierde. Las nuevas condiciones de marginalidad producen que
los índices de violencia y desintegración social crezcan.

Por otro lado, Punta Carretas, era un lugar que debe su nombre a la antigua concurrencia de
vehículos tirados por bueyes que era un lugar probablemente usado como basurero. Es parte
de la extensión de la ciudad pero fuera de la trama urbana. A principios del siglo XX fue
vinculada al centro de la ciudad con la construcción de una penitenciaría. Tal vez eso inhibió
la ampliación de la zona urbana. Hacia mediados del siglo pasado es cuando las
construcciones rodean la penitenciaría. Una serie de construcciones que incluye casas con
jardín y edificios de departamentos de clase media y un comportamiento social que daban al
barrio, un aspecto homogéneo e identificable.

En 1986 todo cambió, se produce un motín en el penal que deriva en la cancelación y cierre
definitivo del lugar. En 1994, se construye un exclusivo centro comercial, “el más distinguido
de Montevideo”. De la noche a la mañana, un lugar donde no pasaba nadie, se convierte en
un lugar muy concurrido. Se convirtió en el enclave de la ciudad donde “todos” querían
llegar a vivir, sin embargo debido al ruido y al ajetreo de la vida comercial, muchos de sus
moradores antiguos se proponen emigrar a otros lugares. Empieza la transformación del
barrio e muchos sentidos: hábitos, transformación social, reconfiguración “vertical” (edificios

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muy altos). Se impone una lógica individualista de calles cerradas, de fragmentación y de


acceso exclusivo. Se desata la delincuencia debido a que los desplazados y personas que
viven en condiciones de precariedad padecen exclusión y desigualdad, por lo que al no tener
oportunidades buscan en actividades ilícitas de qué vivir.

Como vimos en el ejemplo del estudio de caso anterior, un barrio tiene dos maneras de
identificar sus límites, la oficial y la denominación que le dan sus habitantes. También
existen límites internos, físicos y mentales que anuncian el grado de debilitamiento o
fortaleza del barrio. Los límites y la denominación de Cerro tienen espectros claros que
denotan la identidad de las diferentes zonas del barrio. Hay zonas cuyos nombres solo
conocen sus habitantes. Hay una estratificación donde se identifican las zonas privilegiadas y
las zonas marginales aún en el mismo barrio.

En Punta Carretas existe la tensión que existe entre los pobladores originarios, quienes
reconocen los aspectos fundamentales de la zona cuando existía la penitenciaría. Por otro
lado los que han llegado a avecindarse, quienes se identifican más con la dinámica comercial
del lugar. Las costumbres son contrastantes, por un lado los que se identifican con el
pasado, con la nostalgia quienes buscan los elementos de identidad perdidos. Por otro lado
quienes no entienden de otra forma la dinámica de la vida si no es con el movimiento que
implica el comercio, los lugares de reunión, los bancos, las compras, el movimiento de
automóviles. Es fácil entender por qué existen flujos hostiles ente los dos sectores del
barrio.

La autora cita a Bourdieu cuando dice que las distancias espaciales coinciden con las
distancias sociales. Esto también hace observar nuevas configuraciones de Centro-Periferia
muestra la estratificación que tiene que ver con el poder. En Punta Carretas la Parroquia
constituía un centro de reunión y de vida social, actualmente es difícil reconocer el centro
(en el mismo sentido). Existe una centralidad de élite que no congrega relaciones
comunitarias sino un tipo de consumo individual suntuario al que para llegar hay que usa el
auto. Las vías de acceso además lejos de unir, marcan distancias sociales inaccesibles para
los marginales. El convivir en un mismo espacio territorial no constituye la identidad de
barrio ni sentido comunitario necesariamente.

Antes de la instauración de la penitenciaría, en Punta Carretas se daba un grado de


endogamia, las relaciones familiares y de amistad eran duraderas, se presentaban
casamientos entre vecinos, apellidos que se repetían. Actualmente sobreviven algunos
rasgos de esas prácticas “antiguas”, sin embargo se vive una “elitización” que ha provocado
el desplazamiento poblacional considerable ya sea por las inmobiliarias o porque no se
identifican con este “nuevo barrio”.

Mientras Cerro tiene las reminiscencias obreras de un país productor, en Punta Carretas se
percibe el advenimiento de un país consumidor. Según la autora, el primero es el formato de
una civilización del trabajo, el segundo es del simulacro.

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Resumen

Los estudios urbanos en América Latina, siguen construyendo su propia tradición. De


atender los problemas de “marginalidad” y “dependencia”, se han trasladado hacia una
exploración generalizada a través de estudios de caso. Los diferentes temas que se indagan,
son el resultado de un recorrido profundo que pretende reforzar una propia identidad y
forma de expresión local pero conectada a lo universal.

Los estudios acerca de temas urbanos, nos invitan a realizar planteamientos que surgen de
todo tipo de inquietudes, tanto teóricas como empíricas. Esto, nos permite atender la
problemática urbana subyacente desde perspectivas macro sociales (de la ciudad), pero sin
descuidar las visiones micro sociales (lo que sucede en la ciudad). Afortunadamente, no han
habido limitaciones disciplinares; desde la sociología, la antropología, la psicología social, la
economía, los movimientos sociales, las ciencias jurídicas, las ciencias de la salud, el
urbanismo o la ecología, entre otras, se han propuesto planteamientos que pretenden dar
cuenta de los fenómenos urbanos. El esfuerzo por trascender tales puntos de vista nos
conduce hacia una necesaria visión transdisciplinaria que ofrezca distintas perspectivas para
comprender lo que pasa en los entornos urbanos de nuestras ciudades. Con perspectivas
que abordan problemas desde lo macro social y la necesidad de explorar la composición
desde lo micro social, encontramos la necesidad de atender la comprensión de la diversidad
sociocultural, que nos lleve a entender las expresiones urbanas, tanto infraestructurales
como sociales o culturales. Podemos pensar también en la búsqueda de respuestas a los
fenómenos de segregación social y a las contemporáneas formas de desurbanización que
tienen que ver con las consecuencias, tanto de la modernidad como de los efectos de las
políticas neoliberales en que se privatiza lo que alguna vez fue de uso social. Todo aquello
que reflejan una tendencia a la globalización económica que no “favorece” a todos por igual,
todo lo contrario, perjudica a las mayorías pues cambia sus hábitos y sus tradicionales
formas urbanas de convivencia. Formas en que se produce discriminación, marginación,
apropiación del espacio público, instrumentalización de los bienes urbanos de uso social. El
resultado de esas expresiones híbridas requiere la emergencia de agregar nuevos métodos
de investigación y nuevos planteamientos teóricos que permitan su comprensión. Hacen
falta estrategias derivadas de las ciencias sociales para mejorar la interpretación de
fenómenos tales como las nuevas formas de división del trabajo, la relación entre lo público
y lo privado, las nuevas y consistentes formas de pobreza, los estudios de género y urbanos
vinculados al medio ambiente, la violencia, la exclusión, la democracia, entre otros, en los
que se combinan diversos aspectos. Necesitamos de formas emergentes que permitan el
entendimiento de los efectos que produce la necesidad de trascender lo que se ha
denominado “modernidad”; teorías que nos ofrezcan el papel que ha jugado el arte, el
“imaginario”, expresiones propias de una condición que algunos autores han denominado
posmodernidad.

Una vez que contamos con los elementos básicos de teoría social urbana y detectamos las
características genéricas en las ciudades latinoamericanas, podemos abordar, en la siguiente
unidad, el estudio de las ciudades mexicanas. México no es distinto del contexto
latinoamericano, aunque como cualquiera de las ciudades, las mexicanas tienen sus
particularidades. Encontramos que a su manera, pero sin perder su parecido en el contexto
amplio de la región, los paradigmas de modernidad y posmodernidad también se reflejan en
la constitución de sus ciudades. Vemos además que los problemas urbanos poseen

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características propias, pero en el contexto global, compartimos con las ciudades


latinoamericanas orígenes y consecuencias similares. Por otro lado, las formas en que se
han abordado los problemas para su estudio, poseen temas, orígenes y estrategias que
también se comparten.

Recuerda revisar todos los materiales que se indican en las instrucciones


de las actividades para realizarlas.

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Glosario
Deductivismo
Proceso de razonamiento que va de lo general a lo particular (Ávila Ramírez, 2016).

Desurbanización
Abandono y desaprovechamiento del uso recreativo del espacio público y como consecuencia
reducción de la interacción social. (García Canclini, N. 2005, 15).

Heterogeneidad
Composición de un todo de partes de distinta naturaleza (Wordreference, 2016).

Hibridación
Proceso de mestizaje cultural según Néstor García Canclini (García, en Wikipedia, 2016).

Imaginario
[…] lo imaginario no es nada más que ese trayecto en el que la representación del objeto se
deja asimilar y modelar por los imperativos pulsionales del sujeto y en el que
recíprocamente como magistralmente lo ha mostrado Piaget, las representaciones objetivas
se explican “por las acomodaciones anteriores al sujeto” al medio objetivo (Durand, G.,
citado en Vergara Figeroa, A. (coor.), 2001:50)

Macrosocial
Escala de análisis necesaria en un proceso de exploración de las tendencias que presenta un
fenómeno social, persigue como objetivo la generalización a partir de la ocurrencia de un
fenómeno social. Medida que favorece el análisis de carácter deductivo (Ávila Ramírez,
2016).

Metropolización
Proceso de expansión desmesurada de una ciudad que incluye entidades cuyas
demarcaciones políticas implican el ejercicio de la administración por parte de diferentes
niveles y perfiles de autoridad (entre municipios; entre delegaciones; entre Estados) (Ávila
Ramírez, 2016).

Microsocial
Escala de análisis en un proceso de exploración que va desde el análisis del comportamiento
individual en relación con su entorno social, que persigue el fin de encontrar atributos que se
comparten por la comunidad. Medida que favorece el análisis de carácter inductivo (Ávila
Ramírez, 2016).

Transdisciplinario
Último grado de complejidad […] reflexión teórico-metodológica que cruza todas las
disciplinas de manera transversal (Haidar, J., 2006: 39).

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Fuentes de información
OBLIGATORIAS
• Mendoza, C. (2008). Problemática Urbana. México: UNAM-ENTS-SUA
• Ávila, A. (2016). Unidad 2. Urbanización y sociedad en América Latina. (Documento
preparado para la asignatura Problemática urbana). México: UNAM-ENTS-SUA.

COMPLEMENTARIAS
• Ávila, Ramírez, J. Adolfo. (2016). Reflexividad y Cambio Climático. En prensa.
• Bassols, M. (coor.). (2006). Explorando el régimen urbano en México: un análisis
metropolitano. México: Plaza y Valdés Editores.
• Duhau, E. (2000). “Estudios urbanos: problemas y perspectivas en los años
noventa”. En Revista Sociológica, año 15, número 42. Enero-abril. México:
Universidad Autónoma metropolitana.
• García Canclini, N. (2005). La antropología urbana en México. México: Fondo de
Cultura Económica.
• Haidar, J. (2006.) Debate CEU-Rectoría. Torbellino Pasional de los Argumentos.
México: UNAM
• Lezama, J. (2002). Teoría Social, Espacio y Ciudad. México: El Colegio de México.
• Méndez, A. (comp). (2006). Estudios urbanos contemporáneos. México: Instituto de
Investigaciones económicas (UNAM) - Miguel Ángel Porrúa.
• Silva, A. (1992). Imaginarios urbanos. Bogotá y Sao Paolo: cultura y comunicación
urbana en América Latina. Bogotá: Tercer mundo editores. Bogotá.
• Vergara Figueroa, A. (coor.). (2001). “Horizontes del Imaginario. Hacia un
reencuentro con sus tradiciones investigativas“, en “Imaginarios: Horizontes
Plurales”. México: ENAH, BUAP.

DOCUMENTOS ELECTRÓNICOS
• Almondoz, A. (2002). “Notas sobre historia cultural urbana: una perspectiva
latinoamericana”. En Perspectivas urbanas. Estudios sobre el urbanismo y procesos
urbanos [versión electrónica]. Disponible en
http://www.etsav.upc.edu/urbpersp/num01/art01-3.pdf. Consultado 25/01/2016.
• Almondoz, A. (2003). “Historiografía urbana en Latinoamérica: del positivismo al
postmodernismo”. En Diálogos [versión electrónica], vol. 7, núm. 1. Disponible
en http://www.dhi.uem.br/publicacoesdhi/dialogos/volume01/vol7_atg2.htm.
Consultado 25/01/2016
• Gorelick, A. (2002) “Imaginarios urbanos e imaginación urbana. Para un recorrido por
los lugares comunes de los estudios culturales urbanos”. En Eure [versión
electrónica], vol. XXVIII, núm. 83, mayo. Pontificia Universidad Católica de Chile;
Santiago de Chile. Disponible en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=19608308.
Consultado 25/01/2016

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Problemática Urbana

• Low, S. (2005) “Transformaciones del espacio público en la ciudad latinoamericana”.


En Bifurcaciones [versión electrónica], núm. 5, verano, 2005. Disponible en
http://www.bifurcaciones.cl/005/Low.htm. Consultado 25/01/2016
• Martinez, G. (2004). "El barrio, un ser de otro planeta". En Bifurcaciones [versión
electrónica], núm. 1, verano. Montevideo: Universidad de la República. Disponible en
http://www.bifurcaciones.cl/001/Martinez.htm. Consultado 25/01/2016
• Wordreference (2016). Definición de Heterogeneidad. Disponible en
http://www.wordreference.com/definicion/heterogeneidad. Consultado 25/01/2016.
• Wikipedia (2015). Definición de Hibridación. Disponible en
https://es.wikipedia.org/wiki/Hibridaci%C3%B3n. Consultado 25/01/2016

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