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Lilly Atlas
JIGSAW
Sinopsis:
Después de sentirse decepcionada por su familia demasiadas
veces, Izzy está convencida de que la única persona que necesita es a
ella misma. Buscando una vida con menos relaciones humanas, deja
el bullicio de la ciudad y se muda a un pequeño pueblo de
Tennessee. Sus planes de tranquilidad y soledad no duran mucho
después de que los hombres y mujeres del Hell's Handlers MC la
adoptan.
Érase una vez, Lincoln tenía una vida perfecta. Una dulce y
amorosa esposa, una hija hermosa y una carrera envidiable. Pero
una noche, todo desapareció, dejándolo marcado tanto mental como
físicamente. Ahora conocido como Jigsaw, es una fuerza a tener en
cuenta y un activo valioso para el Hell's Handlers MC. Pero también
ha terminado. Ha terminado con el amor, con los sueños, con las
mujeres... a menos que sea para aliviar alguna tensión.
A pesar de su resolución de evitar enredos, la química entre Jig e
Izzy se vuelve más difícil de resistir con cada encuentro. Cuando los
enemigos del club ponen sus ojos en Izzy, los Handlers la empujan
aún más hacia el redil. Todo lo que Izzy cree sobre las familias es
desafiado cuando Jig y su club le demuestran que se puede contar
con ellos una y otra vez.
Pelear codo a codo con una mujer intrépida, incluso una tan
apasionada como Izzy, no es algo que Jig quiera, pero podría ser
exactamente lo que necesita. Si el negocio del club no los destruye,
¿existe la posibilidad de que Izzy y Jig puedan dejar atrás su pasado
y encontrar la felicidad?
Para mi abuela
No solo me diste mi primera novela romántica hace
muchos años, sino que sabes que un pájaro no puede volar
con una sola ala.
Siempre te extrañaremos.
Todo mi amor.
Prólogo
IZZY MAYO, 1995
—Isabella Monroe, ¡no me hagas volver a pedírtelo! ¡Tráeme la
maleta de debajo de tu cama y hazlo ahora!
Izzy suspiró y dejó caer su bloc de dibujo sobre el edredón de
color morado oscuro. Tres era el límite de su madre. Tres veces de
pedir y ser ignorada por su hija de trece años, y entonces irrumpía y
dejaba que su temperamento latino se encendiera. Y en ese caso, Izzy
generalmente terminaba castigada.
No es que importara. ¿Dónde tenía que estar Izzy? ¿Con quién
tenía que pasar el rato? Todas sus horas no escolares las pasaba
escondida en su habitación con su bloc de dibujo y sus gastados
lápices de carbonilla, haciendo garabatos como lo llamaba su madre.
Con otro suspiro, Izzy se dejó caer sobre su almohada delgada
como el papel y se quedó mirando el techo blanco agrietado
mientras contaba hasta cinco. Entonces se dio la vuelta y se colgó del
borde de la cama mientras buscaba la maleta gigante que su madre
había escondido allí hacía unos meses.
Su apartamento de dos habitaciones en el Bronx no ofrecía mucho
espacio de almacenamiento. O espacio para vivir para el caso. Su
habitación era más pequeña que el armario de una dama adinerada.
—Entendido, mamá. Ya voy. —Izzy remolcó la maleta vacía por
el corto pasillo hasta el dormitorio principal, que era solo un metro
cuadrado más grande que su propia caja de zapatos—. ¿Qué es lo
que necesitas…
Se detuvo en seco y parpadeó para enfocar a su madre como si la
escena ante ella pudiera cambiar si sus párpados se cerraban y
abrían de nuevo.
El corazón de Izzy se hundió hasta los dedos de los pies.
—¿Él se va?—preguntó, apenas por encima de un susurro.
—No suenes triste por ese pendejo, Isabella. No sabes lo que hizo,
mija.
—¿Qué hizo, mamá?—preguntó Izzy porque Catalina lo
esperaba. Ella ya conocía la rutina. Su padrastro había cometido una
ofensa atroz a los ojos de su madre, aunque Izzy nunca veía las cosas
desde la perspectiva histérica de su madre. Catalina despotricaría y
putearía en una rabieta frenética hasta que se quedara sin fuerzas.
Después, dormiría dos o tres días seguidos.
Por lo general, Izzy preguntando por los detalles hacía que la
pelota rodara, y cuanto más rápido lo sacara Catalina, más rápido
terminaría el proceso teatral.
Pero el hecho de hacer las maletas era una mala señal. Ésta era la
tercera vez en la memoria de Izzy que se llevaba a cabo el embalaje
de la maleta. Y cada vez, resultó en divorcio. Tres divorcios en
menos de trece años, aunque en realidad Izzy no recordaba mucho
antes de los cinco. En realidad, su madre haciendo una maleta y
sacando corriendo a Izzy de una casa sin su amado osito de peluche
era su primer confuso recuerdo.
Nunca se había molestado en preguntarle a su madre si había
estado casada con su padre. Una parte de Izzy tenía miedo de
averiguarlo.
—¿Qué hizo él? ¿Qué hizo él? —Catalina dejó de tirar al azar
calcetines y bóxers ajustados en la maleta y se enfrentó a Izzy. Sus
ojos oscuros, casi negros, los ojos que le había pasado a Izzy, eran
salvajes, al igual que su cabello negro como la tinta, actualmente
encrespándose fuera de su moño desordenado—. Le metió la polla a
esa maldita adolescente de al lado. Eso es lo que hizo el bastardo.
—Mamá, Juliet no es una adolescente. Tiene veintidós años—dijo,
como si eso de alguna manera marcara la diferencia.
—¿Y esto hace que esté bien?—chilló su madre mientras sacudía
la cabeza y daba pisotones como una niña petulante—. ¡Hicimos
votos, Isabella!
Siempre con los votos.
Lágrimas gigantes llenaron los ojos de su madre y se derramaron
sin control.
Aquí vamos de nuevo.
Izzy se mordió la lengua para no dejar escapar que estaba
bastante segura de que de ninguna manera Juliet tendría sexo con un
tipo de cincuenta años que se estaba quedando calvo y que era más
tosco que un tazón de avena fría. Juliet trabajaba duro en un trabajo
de salario mínimo mientras tomaba clases nocturnas por internet y
criaba a sus dos hermanos menores. No tenía tiempo para una
aventura con un deteriorado hombre casado.
Pero esas palabras harían que Catalina se pusiera más nerviosa.
Entonces, usaría otro enfoque .
—Mamá—dijo en voz baja. Izzy había aprendido con los años a
acercarse con un tono suave y un paso delicado cuando su madre
tenía uno de estos episodios irracionales—. ¿Puedo hacerte una taza
de té? Tal vez, si te sientas y te relajas por un rato, te sentirás mejor y
podrás hablarlo con Len cuando llegue a casa. ¿Como suena eso?
—¿Té? Mi matrimonio se está desmoronando, ¿y quieres que
tome un té? No actúes como una niña, Isabella. Pásame esa maleta y
empieza a llenarla con todo lo que hay en ese cajón—dijo Catalina,
señalando el cajón donde Len guardaba sus camisas.
Un nudo se formó en la garganta de Izzy. Len podría tener
quince años más que su madre y no ser el más atractivo de los
hombres, pero era amable y trabajaba duro para mantenerlas. Lo
mejor de todo es que amaba a Izzy como si fuera de su propia carne
y sangre, y ella sentía lo mismo por él. Muchas noches se había
quedado dormida viendo reposiciones de Friends con la cabeza
apoyada en su hombro. Él odiaba el programa, aunque fingía amarlo
y lo padeció durante incontables horas solo por ella. Lo que más le
gustaba de Len era que apoyaba su arte. Nunca lo había llamado
garabatos, nunca puso los ojos en blanco como hacía su madre o le
dijo que los artistas pasan toda su vida pidiendo dinero. La elogiaba
y le compraba suministros con los pocos dólares que le quedaban de
su magro sueldo.
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Len creía en ella.
A Izzy le empezó a doler el pecho y le picaban los ojos. Dios, lo
iba a extrañar.
Dos horas más tarde, todas las pertenencias de Len estaban
metidas en tres maletas abultadas y esperando junto a la puerta
principal cuando él llegó a casa del trabajo.
La sonrisa inconsciente que curvaba su boca en el momento en
que posó los ojos en Izzy le partió el corazón en dos. Le invadió la
vergüenza y miró a todas partes excepto a su sonrisa feliz por estar
en casa después de un largo día. Podría haberle dicho a su madre
que no. Podría haberse negado a ayudarla a llenar esas maletas.
Podría haberle exigido a Catalina que dejara de ceder a sus furiosas
inseguridades y usara su cerebro como un adulto racional.
Pero Izzy no lo había hecho. Se había doblegado a los deseos de
su madre como siempre lo hacía. Hacía mucho tiempo, ella había
aprendido que enfrentarse a su madre cuando Catalina estaba en
uno de esos ataques frenéticos no tenía sentido. Su madre gritaría. Y
no como un padre frustrado cuyo hijo hizo algo mal. No, estos eran
gritos intensos, completamente descontrolados, chillaría como una
especie de alma en pena. Una vez, perdida en su obsesión, incluso le
había dado una bofetada a Izzy en la cara. Izzy nunca más había
replicado en esos momentos de tensión.
De repente era demasiado. Las inminentes feas palabras entre su
madre y Len, la tristeza y el dolor que se vislumbraba en el
horizonte, la inminente soledad en el apartamento una vez que
estuvieran ella y su inestable madre. Izzy saltó del sofá y voló hacia
Len. Sus brazos se cerraron alrededor de su voluminosa cintura,
incapaz de rodearla por completo.
—Lo siento—sollozó ella en su estómago blando.
—Shh, Izzy-bella—susurró él en su cabello. Parecía resignado
como si supiera que esto vendría y no estaba ni un poco
sorprendido.
Pero sonaba triste.
—Te amo—dijo ella, las palabras amortiguadas por su
circunferencia.
—Oh, cariño, yo también te amo. Y te extrañaré mucho. Pero eres
fuerte—continuó—. Eres una chica muy fuerte, cariñosa y una artista
maravillosamente talentosa. Tienes mucho que esperar en tu futuro.
—Le acarició el pelo con una mano regordeta—. Asegúrate de
convertir ese arte en algo algún día, ¿me escuchas?
Ella asintió contra él mientras la abrazaba con fuerza.
—¿Estarás bien?
—Claro, Izzy-bella. voy a sanar Ahora ve y sal de aquí por un
rato. No hay necesidad de quedarse para el resto de esto.
Por última vez, apretó sus brazos alrededor de él tan fuerte como
pudo. Luego, sin hacer contacto visual porque no podía soportar ver
su dolor, lo besó en la mejilla y salió corriendo por la puerta
principal, agarrando su mochila en el camino.
Corrió hasta que sus piernas se acalambraron y sus pulmones
ardían antes de encontrar un banco de un parque privado para
colapsar. Perdiéndose en su bloc de dibujo, dibujó sus sentimientos
desesperados hasta que el sol desapareció detrás de los edificios de
apartamentos de gran altura.
Justo cuando estaba a punto de regresar a lo que seguramente
sería un deprimente apartamento, se escuchó una risa.
—Mira, es Frizzy Izzy. —Paula McLean, la chica más popular del
octavo grado, paseaba por la acera con su omnipresente pandilla de
perras. Con vaqueros de diseñador, una cola de caballo perfecta y
llena de vida y más maquillaje en la cara del que Izzy había usado
alguna vez, Paula sonrió. Por alguna razón, Paula le había tomado
antipatía instantánea a Izzy en el momento en que se conocieron en
el jardín de infantes y desde entonces se había propuesto hacer que
la vida escolar de Izzy fuera miserable.
Los insultos a su cabello eran los más frecuentes. Izzy había
heredado el cabello ridículamente grueso de su madre y aún tenía
que aprender a domarlo.
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—Hola, Paula. Ten una buena tarde. —Se levantó y comenzó a
escabullirse, pero una de las pequeñas gremlins de Paula, Krista, tiró
del bloc de dibujo de debajo del brazo de Izzy.
—¿Qué tenemos aquí?—preguntó en el tono quejumbroso por el
que era conocida. El bloc de bocetos colgaba de sus dedos con uñas
acrílicas.
—¡Devuélvemelo! —El pánico llenó a Izzy. A nadie se le permitía
siquiera echar un vistazo a ese bloc en particular. A nadie, ni
siquiera a Len, y ella había hablado con él sobre lo que dibujaba.
Pero mostrárselo, o a cualquiera, era un asunto completamente
diferente. Los dibujos en ese bloc eran tan personales que ella misma
tenía dificultades para mirar algunos de los bocetos. Era donde
vertía su dolor cuando la vida se volvía demasiado y necesitaba una
salida.
Páginas de agonía, frustración y angustia adolescente.
Krista lo abrió en la primera página. Sin mirar, Izzy supo
exactamente lo que miraba la chica mala. Un autorretrato que Izzy
había dibujado después de soportar un día particularmente duro de
intimidación en la escuela.
Izzy es rolliza y ningún chico la querrá jamás.
Izzy es tan pobre que usa la misma ropa tres días a la semana.
Todos los maridos de su madre se van porque Izzy es muy fea.
Y los insultos habían seguido y seguido. Entonces, Izzy hizo lo
que mejor sabía hacer y dibujó su dolor en un autorretrato donde
exponía su interior. Exactamente como se había sentido ese día.
Expuesta, vulnerable, avergonzada.
Algo así como lo hacía en este momento.
Krista levantó la página siguiente y arrugó su perfecta nariz.
—Ay Dios mío. —Ella se rio—. Mira esta cosa. Es desagradable.
¿Qué diablos te pasa, Izz…?
Sin pensarlo un ápice, Isabella echó el brazo hacia atrás y clavó el
puño en la nariz de Krista. Un dolor aplastante como nunca había
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experimentado se disparó a través de sus nudillos hasta el codo.
Pero fue un buen dolor. Un dolor satisfactorio. Un dolor poderoso
que te cambia la vida. Y la sensación solo se intensificó cuando miró
hacia arriba y vio sangre saliendo a borbotones de la nariz morada
destrozada de Krista. Con los ojos muy abiertos y horrorizados,
Krista gritó y comenzó a chillar.
—Maldita perra loca—gritó con voz nasal, entonces comenzó a
escupir y atragantarse mientras su boca se llenaba de sangre.
Paula y la otra chica parecían tan horrorizadas como Krista y
comenzaron a retroceder. Hasta aquí los lazos de amistad.
Eso es, perras.
Izzy se miró la mano dolorida mientras flexionaba y extendía los
dedos. Volvió a mirar al grupo popular y sonrió.
Nunca más.
Nunca más volvería a ser intimidada.
Nunca más alguien le quitaría algo.
Nunca más alguien la abandonaría.
Nunca más permitiría que su corazón se rompiera.
Ella se había vuelto fuerte tanto física como mentalmente.
Ella endurecería su corazón y aprendería a pelear porque se
sentía condenadamente bien estar en la cima. Ser la que inflige dolor
en lugar de recibirlo.
Ven a desayunar, le dijeron ellas. Los hombres están ocupados con los
negocios. Será divertido.
Perras sucias, malas y mentirosas.
Izzy apartó la mirada del hombre que la hizo correrse como una
supernova hacía menos de ocho horas. Mientras se dirigía con
cautela al mostrador donde Shell y Toni prometieron desayunar con
ella, estaba erizada por la frustración.
De acuerdo, no tenían idea de que hacía solo unas horas Jig había
enterrado su rostro entre sus piernas. Tal vez debería darles un poco
de holgura. Con suerte, atribuirían su mal humor al dolor y al estrés
de haber sido atacada la noche anterior y no a la frustración de
desear a un hombre con su cuerpo, pero no con su mente.
Casi en el mostrador, se pasó una mano por el pelo. ¡Mierda! La
única razón por la que lo había dejado suelto era porque había
asumido que los hombres estarían en la casa club hablando de
negocios y no en el restaurante de Toni. Bueno, eso, y porque le dolía
como una cabrona levantar los brazos y trenzarlo. Se había dado por
vencida después de unos diez segundos de intentarlo.
La trenza era una especie de escudo. Con la capa inferior de pelo
rapada, la hacía parecer feroz, intimidante. Y necesitaba eso ahora
mismo para protegerse del hombre muy sexy que confundía su
mente. Sobre todo, porque tenía cuatro horas de sueño, Percocet, y ni
una taza de café.
—Hola, cariño—dijo Shell cuando Izzy llegó al mostrador. La
cara de su nueva amiga estaba llena de preocupación—. ¿Cómo
estás?
—Café. Debo tomar café.
—Si. —Shell sonrió y agarró la jarra—. Puedo ver eso. ¿Quieres
que directamente meta una pajilla en esta cosa? —Sus ojos brillaron
y eso hizo que Izzy sonriera.
Agradeció el hecho de que, si bien Shell parecía preocupada por
su bienestar, no estaba alterada, tratando de hacer todo por Izzy. Era
importante que pudiera cuidar de sí misma, con moretones y todo.
—No es una mala idea, hermana.
—Hola, Shell…—irrumpió Toni a través de la puerta metálica
que conducía a la cocina—. ¡Ay, Izzy! Mierda, niña, ¿cómo te
sientes? Zach me robó el teléfono y me dejó en coma anoche para
que no te molestara, pero he estado muy preocupada.
Eso hizo que Izzy se riera con una risa genuina que se sintió bien
emocionalmente pero terrible físicamente.
—Ay, mujer, no me hagas reír. —Deja a este grupo de mujeres
sacarla de la depresión en la que había estado desde que se despertó
—. Y si te folló tan bien, que me golpearan el culo podría haber
valido la pena.
Con un resoplido, Toni tomó el taburete junto a ella.
—Por favor, él no necesita una excusa para hacer que se me
encojan los dedos de los pies. —Entonces se puso seria—. Hablando
en serio, ¿estás bien?
Con un asentimiento, Izzy envolvió sus manos alrededor de la
taza de café caliente e inhaló el aroma enviado por el cielo.
—Estoy bien. Me duele como la mierda, pero son solo moretones.
Y esta voz áspera. No hicieron ningún daño permanente.
—Muy bien entonces—dijo Shell—. Voy a seguir adelante y
supongo que no quieres que insistamos en eso, así que confiaremos
en que sabes que puedes pedirnos ayuda con cualquier cosa en
q q p p y q
cualquier momento. Ahora que sabemos que estás bien, te
dejaremos, ¿sí?
Joder, sí. Estas mujeres eran lo más.
—Eso es perfecto.
—Ok, deja que Ernesto te prepare un wafle de rollos de canela.
Vuelvo enseguida—dijo Shell mientras dejaba caer el bol de crema y
los paquetes de azúcar frente a Izzy.
—No, comeré…
—Nah eh. —Toni negó con la cabeza y señaló con un dedo un
poco aterrador la cara de Izzy—. No hay tonterías de clara de huevo
hoy. Grasa, azúcar y calorías para ti, señorita. Y mejor no escucho
que fuiste al gimnasio. De hecho, le dije a Zach que no te dejara
entrar.
¿Qué carajo?
—Iba a ir más tarde un rato. Hacer un trote lento durante unos
cuantos kilómetros. Hace demasiado frío para correr afuera.
Jazz salió de la cocina y Toni le indicó que se acercara al grupo
antes de hablar con Izzy.
—Lo siento, chica, no está pasando. ¿Me escuchas? Le diré a Jig
que vaya sobre ti. Y dejaré que te azote el culo.
—¿Qué? —Su sexo se apretó ante las palabras de Toni. Nunca
había tenido un atisbo de interés en la palma de la mano de un
hombre golpeando su culo, pero el pensamiento de la gran mano de
Jig aterrizando allí con fuerza le calentó la sangre. Mierda, tal vez el
farmacéutico mezcló algunas drogas que alteran la mente con el
Percocet—. Dios, Toni. Eso no es algo que sucederá. Jamás. Jamás.
Jamás.
—Guau—dijo Jazz mientras se deslizaba en el taburete al otro
lado de Izzy—. Alguien está protestando un poco demasiado, ¿no es
así? —Con un guiño, se inclinó sobre el mostrador y agarró una taza
de café. Cuando Shell volvió a salir, Jazz levantó su taza. Ella sonrió
mientras el líquido oscuro llenaba la taza—. ¿Es malo que ésta ya sea
mi tercera taza del día?
—No—dijo Izzy—. No está mal. Lo malo es que vosotras, perras,
piensen que algo está pasando entre Jig y yo.
—Bueno—dijo Toni—. El hombre ha mirado hacia aquí cada
treinta segundos desde que entraste. Si no pasa nada, ¿de qué se
trata todo eso? ¿Mmm? —Su engreimiento de suficiencia hizo que
Izzy se riera.
—Probablemente se trata de que tuvo que llevar mi culo roto a
casa anoche. ¿Hola? Estás con uno de esos tipos. No puedo imaginar
que te hayas perdido lo sobreprotectores que son.
—Solo con las personas que les importan—respondió Shell—. ¡Ja!
Te tengo ahí.
Resoplando, Izzy puso los ojos en blanco.
—Solo ve a ver mi wafle, moza.
Todas se rieron juntas e Izzy se dio cuenta de que se sentía muy
bien. A ella le gustaban estas mujeres, realmente le gustaban. Sería
difícil mantenerlas a distancia, pero era algo en lo que tendría que
trabajar. Porque claramente, la estaban empujando hacia el redil. Eso
estaba bien. Podía mantenerse dura para que cuando finalmente se
acabara, no terminara fileteada una vez más.
—¿Hay alguna razón por la que todas me invitaron aquí? ¿Una
razón más allá de torturarme?
—¡Sí! —Shell rebotó sobre las puntas de sus pies, sus rizos rubios
saltando alrededor de su rostro radiante—. El cuadragésimo
cumpleaños de Copper es en tres meses y quiero que sea épico, así
que quiero empezar a planificarlo desde ahora.
—¡Oh si!—dijo Toni, golpeando sus palmas en el mostrador—.
Vamos a hacerlo.
—¿Para qué me necesitabais?—dijo Izzy con el ceño fruncido.
—Me abstendré de abofetear a una mujer herida, pero ¿eres
estúpida? Ahora eres una de nosotras. Así que puedes ayudar. —
p q p y
Shell sonrió.
—Podrías conseguir un montón de asquerosas strippers y darlo
por terminado—dijo Jazz con una risita.
—No lo creo. —Shell la golpeó con su libreta de pedidos. Luego
se encogió de hombros—. Probablemente lo hagan después, pero
primero estamos organizando una fiesta a la que todos podemos
asistir.
Izzy estudió a la otra mujer, tan emocionada por planear una
fiesta para un hombre que no era suyo y que nunca sería suyo si lo
que se decía fuera cierto.
—¿Qué?—preguntó Shell—. Me estás mirando raro.
Atrapada.
—Oh, lo siento, solo estaba pensando. —Dio un sorbo a su café y
cambió su atención a una mesa de adolescentes al otro lado del
restaurante.
—No lo creo. Tienes algo que decir, dilo.
—Lo suficientemente justo. Solo supongo que me pregunto por
qué estás haciendo esto. Para Copper, quiero decir—dijo Izzy
después de tragar el combustible líquido.
Los ojos de Toni se abrieron como platos y se ocupó de enderezar
una pila de servilletas mientras Jazz pretendía encontrar algo
fascinante en su taza de café.
—Ah. —Shell lanzó un profundo suspiro—. Nuestro pasado es
complicado. —Su pequeña risa no tenía humor—. Más complicado
de lo que incluso Copper sabe. Pero él es importante para mí. Lo ha
sido durante la mayor parte de mi vida. Y el club es mi familia. Están
en mi sangre. Puedo ser una tonta, pero soy una tonta con los ojos
abiertos. No dejaré que me lastimen.
Toni se acercó y apretó la mano de Shell. Si Shell pensó que esa
explicación tendría sentido para Izzy, estaba completamente
equivocada. Como nunca tuvo una familia con la que pudiera
contar, Izzy no tenía idea de cómo se sentía ese tipo de lealtad ciega.
La envidia, fea y oscura, se retorció profundamente en su alma, pero
la empujó lejos. Una parte de ella quería advertirle a Shell lo tonto
que era pensar así. Cómo sin duda se estaba preparando para ser
lastimada, desilusionada, aplastada. Pero no lo hizo. La fe de Shell
en su familia la hizo seguir adelante a pesar de las circunstancias
difíciles. ¿Quién era Izzy para robarle eso?
Aprendería con el tiempo que no se podía depender de las
personas.
Después de que Shell regresó con sus platos, las cuatro mujeres se
pusieron manos a la obra y planearon una fiesta épica para Copper.
Jig y sus hermanos se quedaron por un tiempo, sin interrumpir
nunca su tiempo de chicas. Cuando se iba, su mirada se encontró de
nuevo con la de Izzy, y ella casi se quema por el calor que flotó en su
dirección. Él no se acercó a hablar con ella, solo la convirtió en polvo
con la mirada lujuriosa.
Mierda, estaba en problemas. Era solo cuestión de tiempo para
que volviera a estar a solas con él y temía que no hubiera una
manguera contra incendios con suficiente presión para apagar la
llama que él encendía en ella.
En algún momento, estaba obligada a cometer un error
monstruoso.
El único consuelo era que sería un error tremendamente
placentero.
Capítulo 14
Jig salió de su oficina y se dirigió directamente a la de Copper. La
puerta estaba abierta, así que golpeó el marco.
—Hola, jefe.
—¿Qué pasa, Jig? —Copper apagó el cigarrillo y dobló los
antebrazos sobre el escritorio—. Entra.
—Solo te necesito por un minuto—dijo Jig cuando entró en la
habitación, sosteniendo un sobre grueso lleno de dinero en efectivo
—. Otros diez mil, directamente de uno de los muchachos de Lefty.
Estos idiotas necesitan un mejor sistema. Nadie debería andar por
ahí con tanto efectivo.
Estirando sus largos brazos sobre la cabeza, Copper dijo:
—No lo cuestiones. Es dinero fácil para nosotros. ¿Obtuvieron
alguna información del tipo?
—Nop, el chico tenía quince años. Jodidamente se meó y
prácticamente le tiró el dinero a Screw. Balbuceó todo lo que sabía,
que era nada. —Screw pasaba bastante tiempo con Zach. Como
enforcer, Zach necesitaba tipos en los que pudiera confiar como
respaldo y fuerza adicional. Screw estaba motivado, era un poco
sanguinario y aprendía rápido. Perfecto para el papel.
Copper se rio entre dientes y luego negó con la cabeza.
—Quince malditos años. Dios. —Extendió la mano para pedir el
dinero y Jig le arrojó el sobre—. Estará en la caja fuerte.
—Entiendo.
—Cierra esa puerta detrás de ti. Estoy esperando una llamada de
Rusty. —Rusty, el hermano de Copper, estaba en una prisión federal
en el oeste. Había estado allí durante los últimos cuatro años y
medio. Asalto agravado. El tipo fue golpeado tan brutalmente que
pasaría el resto de su vida respirando a través de un tubo. Y a Rusty
le dieron diez años tras las rejas.
A pesar de la condena, Copper se mantuvo firme creyendo en la
inocencia de su hermano. Jig no era tan estúpido como para
contradecir a su presidente sobre un asunto tan personal, pero nunca
había sido el mayor admirador de Rusty. Algo sobre el tipo estaba
mal. Como quemar cadáveres de animales en el bosque.
—Dale un buen tirón de huevos de mi parte—dijo Jig y Copper
sonrió. Prez vivía para las llamadas telefónicas semanales de su
hermano.
—Lo haré.
Después de cerrar silenciosamente la puerta de Copper detrás de
él, Jig se dirigió al bar. Eran alrededor de las seis de la tarde y había
una extraña calma en la casa club. Entre la orden de Copper de no
Honeys, el bar cerrado y toda la mano de obra vigilando a Lefty, el
lugar había sido un pueblo fantasma durante la última semana. Jig
no podía acostumbrarse del todo.
Sacudiéndose la extraña sensación, se dirigió detrás de la barra,
se sirvió un poco de whisky y se lo bebió. Mientras el líquido llegaba
a su torrente sanguíneo, la puerta se abrió e Izzy entró, mirando
alrededor de la habitación vacía. Era la primera vez que la veía
desde la cena, y su habitual trenza apretada y el maquillaje estaban
de nuevo en su lugar. También se movía con una fluidez que
mostraba lo rápida que era para sanar. Los moretones en su cuello se
habían desvanecido considerablemente, aunque incluso verlos
pálidos le daban ganas de destrozar a Lefty.
Él carraspeó y ella saltó, girando la cabeza en su dirección.
—Oh, hola—dijo, con la voz casi a plena capacidad, solo una
octava más baja de lo habitual, más ronca. Más sexy. Con los tacones
puestos, caminó hacia él, esas caderas bamboleándose de esa forma
inconscientemente sensual que tenía. Fuerte, segura y confiada, pero
ahora sabía que había algo de suavidad debajo de su armadura. La
había visto en su rostro sin maquillar en el restaurante.
—¿Qué pasa, Izzy? ¿Qué estás haciendo aquí? —Él se sirvió otro
trago. Era lo mínimo que necesitaba para sobrevivir a este encuentro
sin arrojarla sobre la barra, desordenar ese cabello impecable y
follarla duro. Menos mal que Copper todavía estaba en el edificio y
podía salir de su oficina en cualquier momento, o Jig podría no tener
la fuerza de voluntad para controlarse.
Izzy llegó a la barra y levantó un sobre manila.
—Tengo que darle algo a Steph. Se suponía que se reuniría
conmigo aquí, pero acaba de enviarme un mensaje de texto para
decirme que llega unos veinte minutos tarde, así que me dijo que
entrara, pasara el rato con los hombres y tomara una copa. —Ella
hizo una actuación dramática de mirar alrededor—. Nada de
hombres.
—Nop, sólo uno. ¿Bourbon?—le preguntó. Lo que ella había
bebido las dos veces que la había visto beber.
—Sí, gracias—dijo mientras se deslizaba en un taburete y dejaba
caer su paquete en la parte superior de la barra. Su rostro adquirió
un brillo burlón—. Hmm, un poco como esto. Tú preparándome
bebidas. Una chica podría acostumbrarse a este tipo de servicio.
Con un resoplido, Jig deslizó su vaso por la barra.
—No te acostumbres. Me gradué de bartender tan pronto como
terminé de ser un prospecto. Con la cantidad de licor con el que
nuestros muchachos pueden atiborrarse, apesta trabajar en el bar en
nuestras fiestas.
Ella dejó escapar un suave zumbido.
—Me imagino que sí.
—¿Como te sientes? —Jig empujó las botellas a un lado, pero no
las devolvió al estante. Lo más probable era que regresaran por más
—. Te estás moviendo mejor.
—Nada mal. Mucho mejor, en realidad. Un poco rígida y
dolorida cuando me pongo en marcha por la mañana y al final del
día, pero eso es lo peor en este momento. —Ella le dio una sonrisa
que hizo que sus vaqueros se encogieran.
Jig levantó el vaso.
—Por patear culos—dijo él.
Los ojos de Izzy brillaron.
—Con mucho gusto brindaré por eso—respondió ella mientras
chocaba su copa contra la de él.
Ambos apuraron sus bebidas en segundos, entonces Jig agarró la
botella de bourbon y levantó una ceja.
—¿Recuerdas lo que te dije sobre ese pájaro? —Ella se había
echado el final de la trenza por encima del hombro y la estaba
haciendo girar entre los dedos. Era lindo, y había una inocencia en
ello que él sabía que ella no poseía. Pero la hacía parecer más joven,
con un toque de vulnerabilidad.
Él se rio entre dientes y le sirvió de nuevo.
—Sí. No puede volar con una sola ala.
—Exactamente. Entonces, Jig—dijo, mirando la punta de su
trenza mientras la toqueteaba—, no estoy segura de haberte dado las
gracias apropiadamente por encontrarme en el hospital y llevarme a
casa. —El agradecimiento por el orgasmo era tácito, pero estaba allí
en el ligero rubor que subió a sus mejillas.
Izzy estaba sonrojada. Jig no lo habría creído si no lo hubiera
visto con sus propios ojos, pero allí estaba. Un adorable rubor rosado
que probablemente lo desarmaría si eso llamara la atención.
—No fue nada, cariño.
—No, sí lo fue. —Ella levantó la mirada hacia su rostro—. Todos
en tu club han sido increíblemente amables. Las chicas me han
estado trayendo comida y obligándome a descansar. Copper pasó un
par de veces. Incluso los hombres que vigilan mi casa se apresuran a
intervenir y ayudar. LJ llevó mis paquetes de UPS el otro día.
Jig frunció el ceño. Se suponía que esos imbéciles la estaban
protegiendo, no paseándose por su casa y haciéndose amigos.
Maldito LJ, todavía estaba babeando tras ella. Tendría una charla con
él más tarde.
—En serio, Izzy. No es la gran cosa. —Prácticamente había tenido
que esposarse a la silla de su oficina para no estar pendiente de ella
en toda la semana. Toni y Shell se divirtieron brindándole todos los
detalles. Fue suficiente para satisfacer su curiosidad sobre su
bienestar.
Eso lo dejó sin otra razón para visitarla, a menos que fuese para
follarla. Y se había prometido que eso no sucedería, así que de
alguna manera encontró la fuerza para mantenerse alejado.
Y ahora aquí estaba ella, luciendo como un delicioso manjar
hecho solo para él.
—Bueno, gracias de todos modos. Tienes una gran familia. —
Había algo casi triste en la forma en que dijo familia.
La palabra envió una punzada aguda y punzante directamente a
su corazón. Había tenido una gran familia una vez, y mientras ella
hablaba de su familia MC que eran geniales, la palabra familia le
hizo recordar lo que había perdido. Las chicas debieron haberle
dado alguna información sobre su pasado. Si bien supuso que era
natural que ella sintiera tanta curiosidad por él como él por ella, ser
el tema de sus conversaciones con las damas no le sentaba bien. El
pasado no era algo que él discutiera, y con suerte ella no
preguntaría.
Porque no había manera en el infierno de que lo compartiría con
ella. Hora de desviar la conversación de sí mismo.
—¿Qué hay de ti? —Llenó sus vasos por tercera vez.
Su nariz se arrugó.
—¿Qué hay de mí?
—¿Tienes una familia?
La luz se esfumó de sus ojos, tan profundamente que casi se
retractó de la pregunta. Pero ahora tenía que saber porque allí había
una historia.
—Nah, soy solo yo.
—Nunca eres solo tú. Tiene que haber alguien en alguna parte.
q g g p
Y ahí estaba la mirada. Ojos entrecerrados, labios apretados. Sus
plumas estaban erizadas. Su polla tembló. Necesitaba darle un
respiro a la pobre. Con toda la acción manual que se había estado
dando durante la última semana, estaba a unas cinco caricias de
arrancarse la piel.
—Bueno, hermano—parecía llamarlo así cuando estaba en su
modo irritable—nunca conocí a mi padre. Mi madre se casó y se
divorció de cinco hombres diferentes antes de quitarse la vida
cuando yo tenía diecisiete años. Ella no tenía hermanos, mis abuelos
maternos están muertos y, afortunadamente, nunca procreó más allá
de mí, aunque supongo, estoy segura, tengo a alguien. Tengo un
donante de esperma flotando por allí en el viento, sin duda
muriendo por saber de la hija perdida hace mucho tiempo, la que
engendró hace treinta años. ¿Eso es lo que estabas buscando? —Se
bebió de un trago lo que le quedaba en el vaso.
Bueno, joder. Eso explicaba la mierda garabateada en su frente y
su feroz independencia. Jig podría imitar una piedra la mitad del
tiempo, pero no estaba completamente desprovisto de emociones.
Deslizó su mano sobre la de ella y sonrió al ver sus ojos muy
abiertos.
—Oye, perdón por haber preguntado. Tu mierda es tu mierda, y
no debería haber presionado.
Izzy suspiró.
—No, yo soy la que lo siente. Un tema un poco delicado, por si
no te habías dado cuenta. —Giró su mano y la curvó alrededor de la
de él.
—¿Qué pasó con tu madre?
Con un resoplido, ella golpeó la parte superior de su vaso, pero él
no se molestó en alcanzar la botella. Tres tragos en diez minutos
eran suficientes.
—Enfermedad mental. Tenía un trastorno bipolar grave y estuvo
con una larga lista de hombres perdedores a los que nunca les
importó conseguirle ayuda. Tenía estos estados de ánimo erráticos y
cambios intensos de mayor a menor. Sus novios y esposos
simplemente la llamaron loca. Cuando tuve la edad suficiente para
entender que tenía una enfermedad que podía tratarse, estaba
demasiado enferma y se negó a recibir ayuda. No podía hacer que la
hospitalizaran involuntariamente si no era un peligro para sí misma
o para los demás. La única vez que demostró ser ese peligro, lo
logró. —Ella se encogió de hombros—. Apesta, pero así es la vida.
Un exterior tan duro. Una vida tan solitaria. Jig lo intentó, vivir
completamente solo, y casi termina en un desastre. Copper salvó su
culo, y sus hermanos lo resucitaron. De ninguna manera el interior
de Izzy estaba ileso como lo retrataba en el exterior. Estaba
empezando a entender lo que la movía. Ella se consumía, sentía
demasiado, pero tenía años de práctica para reprimirlo. Incapaz de
lidiar con las emociones tumultuosas, las manejó de manera
diferente, luchando contra ellas en el ring. Algo que Jig entendía por
completo.
Por primera vez desde la muerte de su esposa, sintió el impulso,
la necesidad, de consolar a una mujer. Si no creyera que le daría una
patada en los huevos, la estrecharía entre sus brazos y le recordaría
que ya no estaba sola. Que lo tenía a él. Que tenía a sus hermanos del
club y las mujeres que los amaban.
Jig se aclaró la garganta y reprimió esos impulsos primarios. Su
propia cabeza era un desastre; no estaba en condiciones de satisfacer
las necesidades emocionales de nadie más. Tampoco quería.
—Dijiste que tenías diecisiete años cuando ella murió. ¿Qué fue lo
que te pasó?
Izzy lo observó, evaluándolo con la mirada, como si intentara
decidir si confiaba en él lo suficiente como para compartir una parte
vulnerable de sí misma. No tenía idea de por qué le importaba, pero
lo hacía. Quería que confiara en él, que se abriera y compartiera un
pequeño fragmento de su funcionamiento interno. Porque era obvio
que no hacía esto a menudo. No formaba vínculos platónicos o de
otro tipo, no permitía que otros vieran una parte de sí misma más
profunda que el conocimiento superficial.
Y eso significaba que cualquiera a quien le entregara la
información era importante, confiable y significativo. No era
inteligente. De hecho, era francamente estúpido y un error, pero
sentía algo por ella. Algo más que la respuesta de su polla a su
cuerpo. Y aunque nunca actuaría en consecuencia, nunca lo llevaría
a un nivel más profundo, era lo suficientemente egoísta como para
querer que ella sintiera lo mismo.
Él la esperó, sin hablar ni presionar mientras ella miraba hacia
otro lado, respiraba y entonces lo miró de nuevo. Algo tácito pasó
entre ellos en ese momento. Comprensión y aceptación. Ya fuera
debido a la paz y la tranquilidad de la casa club, la soledad o,
diablos, tal vez el alcohol, se miraron el uno al otro. Dos personas
demasiado dañadas por la vida para tener relaciones exitosas o
aprovechar sus emociones de una manera saludable. Tal vez algo
podría formarse a partir de eso. Una especie de amistad. Sin
promesas, sin garantías, sin potencial para más agonía. Sólo un...
vínculo de dolor.
—Todavía era menor de edad, por lo que habría terminado en un
hogar de acogida en alguna parte. Pero hui antes de que los servicios
sociales pudieran atraparme. Durante aproximadamente un año,
viví en las calles de Nueva Orleans. Rip me encontró fuera de su
tienda un día, dibujando en ese viejo bloc andrajoso que tenía. Se
compadeció de mí y me contrató para mantener el lugar limpio. Con
el tiempo, fui su aprendiz.
Su mirada se clavó en la de él como si dijera, Adelante, ten piedad
de mí. Te reto. Pero nunca lo haría. Muchos de sus hermanos tenían
antecedentes de mierda, algunos tan horribles que las historias te
hacían sangrar los oídos. Demonios, su propia historia hacía llorar a
los hombres adultos. Sobrevivir, vencer, seguir adelante. Eso es lo
que hacía la gente en circunstancias de mierda.
Estaba claro cómo Izzy había sobrevivido en la vida. Vivir en la
oscuridad la hizo jodidamente más fuerte. La hizo capaz de cuidar
de sí misma y sobrevivir a las duras realidades del mundo. Mierda,
si su esposa hubiera sido la mitad de dura que Izzy, tal vez esa
noche hubiera resultado muy diferente.
Mierda. Miró su vaso vacío. Hacía tiempo que pensamientos como
ese habían invadido su conciencia.
—Oye—dijo Izzy, interrumpiendo su morboso viaje por el carril
de la memoria—. Tienes una mirada cómica en tu cara. ¿Estás bien?
—Si. —Él terminó su bebida—. Eres jodidamente feroz, ¿lo
sabías, Iz?
Una lenta sonrisa curvó los labios rojos como la sangre que
quería aplastar contra los suyos. Parecía que ella apreciaba el
cumplido. Dios, era hermosa.
—Tú tampoco están tan mal, Jig.
Miró hacia abajo de repente cuando se dio cuenta de que sus
manos aún estaban entrelazadas. El aire entre ellos se espesó y
chisporroteó con electricidad de alto voltaje. La química que
compartían era suficiente para quemar el lugar hasta los cimientos.
Amistad y química sonaban como una receta para una relación que
ninguno podía aceptar.
Orgasmos Eso es lo que él necesitaba. Un lugar cálido y húmedo
para hundir su polla y perderse. Eso es todo lo que quería, y eso es
todo lo que se permitiría con ella. Era hora de arrancar las emociones
de este encuentro y devolverlo a la seguridad de lo físico.
Inclinándose hacia adelante, Jig extendió la mano y enganchó un
dedo en el cuello de su sudadera. Un pequeño tirón, y su boca estaba
a milímetros de la de él.
—Ni que decir que tienes el coño más dulce que he probado.
Sus ojos se agrandaron y farfulló. No era frecuente que alguien la
tomara con la guardia baja, pero era muy divertido. Mientras su
boca se abría y cerraba, la atención de Jig estaba absorta en sus
labios. Brillantes con ese gloss rojo brillante, parecían el lugar
perfecto para hincar el diente. Se inclinó, listo para hacer
precisamente eso.
—Oh, Dios mío, lo siento mucho. —La voz de Stephanie hizo que
Izzy retrocediera y girara en su taburete. Su amiga entró corriendo
por la puerta hacia el bar—. ¿Estuviste esperando una eternidad?
—Ah… —Izzy carraspeó y se puso de pie para aceptar el abrazo
entusiasta de Steph—. No. Para nada. Se sintió como dos minutos.
Jig soltó una risita y se acomodó discretamente detrás de la barra.
—¿Quieres un trago, Steph?
—No, gracias. —Ella agitó una mano de un lado a otro—. Mav
estará aquí en diez, y vamos a comer algo. —Retrocediendo, Steph
miró entre él e Izzy con una ceja levantada.
El rostro de Izzy enrojeció y miró a todos lados menos a él. Luego
su cuerpo se enderezó y dijo:
—Oh, tengo lo que me pediste. —Tomó el sobre y se lo entregó a
Stephanie.
Una mezcla de decepción y alivio inundó a Jig. La interrupción
fue necesaria y sacudió su mente de fantasías ridículas, pero dejó su
cuerpo en un estado de deseo insatisfecho.
—Muy bien, señoras. Me estoy yendo. Buena charla contigo, Iz.
¿Nos vemos mañana en el gimnasio?
—Sí, estaré allí a las ocho.
—Buena idea. —Jig aceptó un beso de Stephanie en su mejilla sin
cicatrices mientras se dirigía a la salida. A los pocos segundos de
alejarse de las mujeres, podía oírlas parlotear y reír como colegialas.
Eso trajo una sonrisa a su rostro. Izzy podría no darse cuenta, pero
su guardia estaba bajando.
Ellos follando era inevitable. Iba a ocurrir. Tenían el tipo de
atracción que no podía ser ignorada. Y sería jodidamente
trascendental.
Pero eso es todo lo que sería. Follar y una amistad inestable.
Porque de ninguna manera Jig dejaría que una mujer, incluso una
mujer tan mandona como Izzy, derritiera las gruesas capas de hielo
alrededor de su corazón. Nunca sobreviviría a una pérdida
p
devastadora como la que había sufrido con la muerte de su esposa y
su hija, su vida ahora era cien veces más peligrosa que años atrás.
Después de conocer a Jig por poco tiempo, Izzy ya había sido
atacada por sus enemigos. Sin importar las emociones
contradictorias que ella sacara a relucir en él, nunca sería más que
una amiga para follar. Cualquier otra cosa podría destruirlos a
ambos.
Y ninguna cantidad de química valía eso.
Capítulo 15
Izzy se concentró en ralentizar sus inhalaciones y llenar sus
pulmones. Maldita sea, se sentía bien. Hoy había llegado a los cinco
kilómetros con facilidad y sin un ápice de dolor. Algunas partes de
ella todavía estaban un poco afectadas, pero las molestias habían
desaparecido. Sólo quedaba una ligera rigidez en la mañana.
Ahora, era el momento de recuperar la resistencia que había
perdido durante la última semana y volver a sus dieciséis kilómetros
por día antes de la paliza. Afortunadamente, Zach todavía estaba
dispuesto a mantener el gimnasio abierto una o dos horas después
de cerrar para ella y Jig. Esta noche, uno de los hermanos más
nuevos de Jig, Screw, se había unido a ellos. El tipo era gracioso. Un
chiflado, de ahí el nombre.
Limpiándose un chorro de sudor de la mejilla, intentó despejar su
mente de la fatiga muscular y concentrarse en otra cosa. Todo lo que
logró fue volver a sus pensamientos obsesivos sobre Jig. Él había
estado en su mente desde que había derramado sus entrañas por
todo el bar la noche anterior.
¿Por qué diablos había hecho eso?
Alcohol. Tenía que ser el alcohol, un sentimiento de soledad poco
característico y la proximidad del aniversario de la muerte de su
madre. En solo unas pocas semanas, el decimotercer aniversario
estaría sobre ella. Eso tenía que ser algún tipo de mal presagio,
¿verdad? ¿Decimotercer aniversario de una muerte espantosa?
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Izzy. Mierda, se
estaba poniendo sensiblera. Nunca pensó que lo diría, pero
obsesionarse con Jig era mucho mejor que reflexionar sobre el
pasado, muerto y enterrado.
Parecía que ahora eran amigos. Ni siquiera le frunció el ceño
cuando entró en el gimnasio. Claro, él no corrió y le dio un beso en
la mejilla como lo hizo Zach, pero el hecho de que Jig no frunciera el
ceño era más o menos el equivalente a un abrazo de oso de
cualquiera de los otros hombres.
Era lo que era. El MC la había adoptado, y tendría que lidiar con
ello. Tenía mucha práctica para evitar la decepción y el dolor. Podría
hacerlo de nuevo y divertirse con su nuevo círculo social.
Una banda de moteros fuera de la ley. El pensamiento la hizo
soltar una carcajada que la hizo respirar rápidamente y toser.
—¡Mierda! —Tosió y trató de respirar mientras bajaba la
velocidad de la cinta de correr a una caminata rápida. Oh, mira eso,
seis coma siete kilómetros.
Ella había dado en el blanco.
—Sabes, es mucho más fácil correr si realmente estás respirando.
—Jig se acercó en toda su gloria sexy y sudorosa, y cruzó sus brazos
demasiado musculosos sobre la parte superior de la cinta de correr.
Se quedó sin aliento al verlo reluciente de sudor y vistiendo una
camiseta azul real que se amoldaba a cada protuberancia de su
pecho y abdominales.
Tragó saliva con la garganta repentinamente muy seca y se
concentró en su declaración en lugar de en su físico digno de baba.
Las cosas estaban progresando rápidamente. De no fruncir el
ceño a burlarse en una noche. Izzy le dirigió una sonrisa. Podía
meterse con ella todo lo que quisiera. Ella era la reina de las pelotas,
y él se estaría tragándose esas palabras en cuestión de minutos.
—Lo siento, vi a tu hermano, Screw, haciendo algunas
sentadillas, y me robó el aliento. Ese hombre tiene un culo glorioso.
—Le guiñó un ojo y bajó la velocidad aún más.
La mandíbula de Jig se movió con un tic nervioso, y debía haber
hablado más alto de la cuenta porque Screw gritó desde el otro lado
de la habitación:
—Malditamente de acuerdo, bebé—. Se inclinó un poco hacia
delante y se golpeó el trasero—. Cada vez que quieras meter mano,
cosita dulce, solo di la palabra.
Una risa brotó de Izzy. Incluso los labios de Jig se torcieron.
Screw era ridículo, pero siempre era bueno para pasar un rato
divertido.
—Vas a pagar por esto—prácticamente le gruñó Jig. Golpeó sus
nudillos en la parte superior de la cinta de correr y regresó al soporte
de pesas que había estado levantando. Izzy no pudo evitar mirar la
flexión de sus pantorrillas, muslos y trasero mientras se movía como
un animal poderoso. Cuando estaba a mitad del recorrido, miró por
encima del hombro y le lanzó un guiño.
—¿No es el culo de Screw por lo que estás babeando ahora,
verdad?
Una mujer normal probablemente estaría avergonzada, pero,
diablos, Jig era un hombre sexy, y lo sabía muy bien. No tiene
sentido preocuparse de que la atraparan boquiabierta. Cualquier
mujer cuerda lo estaría.
Screw soltó una carcajada y aplaudió.
—Jig haciendo chistes. ¿Quién diablos lo hubiese dicho? Es
posible que tengas que casarte con él, Iz.
Y como si un cubo de agua helada hubiera caído sobre todos
ellos, el fuego se apagó al instante. Jig se puso rígido tan rápido que
pensó que podría partirse por la mitad. Entonces vino el primer ceño
fruncido del día. Con un suspiro, Izzy saltó al marco exterior de la
cinta de correr y presionó el botón de apagado. Era solo un
comentario estúpido, uno que podía dejar que le resbalara, pero
nunca antes se había casado. Y no planeaba casarse. Un asiento en
primera fila al derrumbe de cinco matrimonios a lo largo de su
infancia fue suficiente, muchas gracias. Pero Jig había estado casado
y había sido destruido por algo cruel y fuera de su control. El dolor
de eso tenía que ser extraordinario, y tanto su corazón como su
estómago se apretaron al pensar en su sufrimiento. Algo en pensar
en él en agonía la atormentó en lo profundo de su ser.
Volviendo al momento, Izzy saltó de la cinta de correr y se dirigió
a un área. Sentada con las piernas estiradas, se inclinó hacia delante
y se pasó las manos por las plantas de los pies. Maldita sea, eso se
sentía increíble. Le daría a Jig unos minutos para lidiar con el veneno
que estaba invadiendo su mente y luego iría y vería si podía sacarle
otra de esas casi sonrisas.
Justo cuando estaba a punto de pasar a otro estiramiento, Zach
salió disparado de su oficina, con el teléfono pegado a la oreja.
—¡Hijo de puta!—gritó—. Dime exactamente qué mierda pasó.
Se quedó en silencio durante unos quince segundos, luego tomó
una botella de spray y la arrojó al otro lado de la habitación. Cuando
se estrelló contra el espejo de la pared, la parte superior salió
volando y la solución de limpieza explotó por todo el espejo.
Afortunadamente, el vidrio no se rompió.
—¿Por qué carajos me llamas tú y no Toni? ¿Ella está bien? Sí,
gracias. —Zach se paseaba de un lado a otro.
Izzy se levantó y miró a Jig y luego a Screw. Ambos hombres
habían abandonado lo que estaban haciendo en el momento en que
escucharon la angustia en la voz de Zach. Se apiñaron alrededor de
su hermano, esperando noticias.
—Hola, bebé—dijo Zach, frotándose una frente arqueada.
Quienquiera que haya estado al teléfono debe habérselo pasado a
Toni.
A Izzy se le retorció el estómago. No conocía a la otra mujer
desde hacía mucho tiempo, pero la idea de que algo le sucediera la
enfermaba. Ya estaba demasiado apegada a este grupo.
—¿Estás bien?—preguntó Zach en el teléfono, su voz
adquiriendo una calidad más suave que solo le había oído usar con
Toni—. No, bebe, no te preocupes por el restaurante. Los muchachos
lo arreglarán en poco tiempo. Quiero saber si estás bien. ¿Algún hijo
de puta te puso una mano encima?
Izzy dio unos pasos más cerca, pero permaneció fuera de su
espacio personal. Con la cabeza todavía inclinada hacia delante,
Zach se masajeó la nuca.
—Está bien, cariño, estaré allí en diez minutos. Algunos de los
otros muchachos podrían comenzar a aparecer antes que yo. No
salgas de la vista de LJ. ¿Me escuchas? —Luego se volvió y se alejó
dos pasos de sus hermanos y bajó el volumen—. Jodidamente me
asusté, bebé. Si, ok. Yo también te amo, Toni.
Terminó la llamada y se volvió hacia sus hermanos. Antes de
hablar, su mirada se dirigió a Izzy.
—Me puedo ir—dijo ella, señalando con el pulgar hacia la salida.
Probablemente ya debería haberse ido, pero la curiosidad y la
preocupación por su amiga la habían vencido.
—No, está bien. Quédate. —Zach suspiró, aunque fue más bien
medio gruñido, medio suspiro—. El restaurante fue vandalizado.
Toni pasó para agarrar algo que había olvidado. Todo el frente del
lugar está cubierto de pintura en aerosol roja. Dice una mierda como
“puta motera” y algunas amenazas contra ella. Maldita sea. —Zach
pateó violentamente un banco de pesas, volcando la cosa con un
tremendo ruido.
Izzy saltó pero permaneció en silencio. Sus hermanos lo
cuidarían. Por ahora, parecía que necesitaba despotricar y sacarlo.
—Ella podría haber aparecido mientras estaban allí. ¿Tienes
alguna idea de lo que habría pasado si estos imbéciles encontraran a
Toni sola en el restaurante? —Se acercó al espejo y apoyó las palmas
contra él, mirando su propia expresión asesina.
Jig se congeló e Izzy contuvo la respiración. Por un segundo,
podrías haber escuchado caer un alfiler, y ella envió una oración
rápida al universo, esperando que Jig mantuviera la calma. Zach y
Toni estaban enamorados de una manera que Izzy nunca había
experimentado, pero Jig sí. El miedo de Zach por su mujer tenía que
estar resonando en Jig de una manera que le aplastaba el alma.
Deseaba que hubiera algo que pudiera ofrecer además de apoyo
moral. Algo más grande. Algo que realmente ayudaría a distraer a
Jig de sus recuerdos y aliviaría la preocupación de su hermano.
—Mierda. Joder. —Zach se pasó una mano por la cara—. Lo
siento, hermano—le dijo a Jig—. Eso fue una cosa idiota para decir.
—No es nada—respondió Jig, pero las palabras sonaron forzadas,
como si alguien tuviera que agacharse y sacarlas de su interior.
—Tengo que ir con ella.
—Justo detrás de ti, hermano—dijo Screw mientras corría hacia el
vestuario. Regresó menos de cinco segundos después con el chaleco
puesto y listo para conducir.
—Mierda—dijo Zach, pasándose una mano por la cara—. Tengo
que cerrar el lugar. E hice un puto desastre.
Jig entró trotando en la oficina de Zach y salió con el chaleco de
Zach.
—Olvídalo, Z. Iz y yo lo haremos. Solo ve con Toni. —Con una
mano, le arrojó el chaleco.
—¿Estás seguro?—preguntó Zach mientras tomaba el chaleco en
el aire y se lo pasaba por los hombros.
—Sí, totalmente segura—intervino Izzy—. Ve a estar con Toni.
—Gracias, hermano—dijo Zach, tendiéndole una mano a Jig,
quien la ignoró y lo atrajo en un abrazo de hombre—. Quiero la
sangre de estos hijos de puta, Jig.
—Te escucho—dijo Jig.
—Va a terminar en guerra. ¿Lo sabes?
Asintiendo, Jig empujó a Zach hacia la puerta.
—Ve con tu mujer. Nos encargaremos.
Cuando pasó junto a ella, Zach dejó caer un beso en la mejilla de
Izzy.
—Eres la mejor, Iz. —Luego susurró—. Esto le joderá la cabeza.
Cuida de mi muchacho esta noche.
La petición iba más allá de la simple amistad. La trajo a la familia
y reafirmó su conexión con el club. A pesar de saber que se estaba
preparando para el desastre, solo había una respuesta en su cabeza.
Ella asintió.
—Mañana veré a Toni.
Sin siquiera una pizca de vacilación, sin necesidad de pensarlo,
los hermanos de Zach hicieron lo que había que hacer. Correr a su
lado con apoyo incondicional y amor. Era algo novedoso para Izzy
de presenciar, y algo en lo que no confiaba. Pero no era la primera
vez que lo veía. Habían hecho lo mismo cuando ella resultó herida.
Ese tipo de apoyo la asustaba muchísimo porque era del tipo en el
que la gente confiaba. Del tipo que atraía a una persona. Y del tipo
que dejaría a una persona destrozada y rota una vez que
desapareciera.
Una vez que Zach y Screw se fueron, el gimnasio cayó en un
incómodo silencio. La expresión de Jig se había endurecido y una
frialdad se reflejaba en sus ojos. Con la postura rígida, se quedó
mirando al vacío, probablemente perdido en los horrores del pasado.
¿Quería que su culo se fuera para poder lidiar con su mierda por su
cuenta? Probablemente. Pero si él era como ella, y ella estaba
empezando a pensar que lo era, al menos en ese sentido, necesitaba
algo más para liberar la presión. Y lo único que abría la válvula para
ella era pelear. Aprender a leer sus estados de ánimo y expresiones
era aterrador a nivel emocional, pero valioso si iba a ayudarlo.
—Vamos—dijo ella, agarrándolo por la manga mientras se dirigía
al ring de boxeo en la esquina más alejada del gimnasio.
—¿Pero qué diablos? ¿Qué estás haciendo, Izzy? —Jig se resistió,
pero ella tiró con más fuerza y él cedió. Cuando llegaron al ring, ella
se subió y le indicó que la siguiera.
—Este no es el momento para esto, Izzy. Tenemos que limpiar y
cerrar el lugar por Zach.
Plantando sus manos en las caderas, le dio su mejor mirada de
no-jodas-conmigo.
—Mete tu culo en el ring, Jigsaw. Necesitas sacarte esta mierda
de la cabeza para poder estar ahí para tus hermanos. —Al presenciar
cómo se apoyaban mutuamente, tuvo la sensación de que eso lo
afectaría.
Bastante segura…
Inclinó la cabeza de lado a lado, haciendo crujir el cuello.
—A la mierda—murmuró y subió al ring—. ¿Qué estamos
haciendo exactamente aquí?
Izzy le lanzó una sonrisa y rebotó sobre las puntas de sus pies.
—Veamos si puedes derribarme. De verdad. Nada de boxeo, solo
lucha. —Era estúpido. Él tenía quince centímetros y treinta kilos de
músculo más que ella, pero ella quería, necesitaba, hacer todo lo
posible.
Sus manos aterrizaron en sus caderas, y le dio una mirada que
haría que una mujer menos valiente huyera gritando. A estas alturas,
debería saber que se necesitaba mucho más que una pequeña mirada
asesina para asustarla.
Mordiéndose el labio para ocultar la sonrisa malvada, cargó. Jig
fue tomado completamente por sorpresa, probablemente la única
razón por la que ella había sido capaz de llevarlo al suelo sin
esfuerzo. Golpearon la colchoneta con un ruido sordo y ella se
movió rápido, sentándose a horcajadas sobre su cintura y sujetando
sus brazos por encima de su cabeza.
Con una ceja levantada, ella se rio.
—Eso fue condenadamente fácil, Jig. Tal vez necesites pensar en
mejorar tu entrenamiento.
Casi se cae de él cuando se echó a reír. Fue la respuesta más
grande y más sincera que había visto del hombre hasta el momento,
y lo transformó de un motero sexy y melancólico a un potencial
amante juguetón, y aún sexy.
—Hiciste trampa—dijo él, todavía riéndose.
—Lo dudo mucho. Te advertí lo que estaba a punto de suceder.
—Está bien—dijo—. A tu manera. —Entonces, con un
movimiento ultrarrápido, corcoveó las caderas y la envió volando
hacia atrás, invirtiendo sus posiciones.
—Está bien—dijo Jig. Estaba de rodillas, con las manos
entrelazadas detrás de la cabeza—. Tú ganas. Necesito esto.
—Bueno, no nos conocemos desde hace tanto tiempo, así que
supongo que no puedo esperar que te des cuenta de que siempre
tengo razón. Llegará con el tiempo.
Él puso los ojos en blanco y colocó sus manos sobre sus rodillas.
—Eres tan inteligente.
—Mi regalo especial para la humanidad. —Izzy soltó una
carcajada y se puso en marcha. Lucharon durante unos diez
minutos, yendo duro e invirtiendo posiciones una y otra vez hasta
que ambos estaban jadeantes y exhaustos. Ninguno de los dos
intentaba con todas sus fuerzas que el otro se sometiera, pero eso no
significaba que se contuvieran.
A horcajadas sobre él en la posición superior una vez más, Izzy
miró a Jig.
—¿Listo para rendirte?—le preguntó.
—Nunca.
Izzy se congeló en una estatua sobre él mientras el estruendo de
su risa vibraba a través de su coño, que estaba íntimamente
presionado contra su abdomen. La excitación la golpeó, fuerte y
rápido, empapando sus bragas y robándole su atención.
Jig corcoveó sus caderas, enviándola a toda velocidad hacia
adelante. En piloto automático, sus manos extendidas sobre su
pecho, una acción que había sucedido al menos tres veces desde que
comenzaron a luchar. Pero esta vez, no estaba concentrada en luchar
contra él, sino que absorbió la sensación de sus duros pectorales bajo
las yemas de sus dedos. Esas yemas de los dedos se flexionaron por
su propia voluntad, probando los músculos duros y enviando una
deliciosa excitación de necesidad a través de ella.
Jig se aprovechó de su estado de distracción y la volteó una vez
más hasta que aterrizó de espaldas con él entre sus piernas, que
estaban envueltas alrededor de sus caderas, los tobillos cruzados
sobre la parte baja de su columna. El peso de él presionado contra su
sexo sensibilizado le arrancó un gemido bajo.
—Mierda, ¿te lastimé? —Casi como si no fuera consciente de sus
acciones, Jig deslizó sus manos sobre sus mallas ceñidas hasta la piel
y subió por la parte interna de sus muslos. A medio camino entre sus
rodillas y su coño, él se congeló, sus grandes manos agarrando sus
piernas con fuerza.
Su cuerpo reaccionó, haciéndoles saber a ambos cuánto deseaba
que esas manos continuaran su viaje. Sus pezones se apretaron hasta
que pudo sentirlos a ambos debajo de su sostén deportivo, y la
necesidad de tocarlos se volvió casi insoportable.
Él siguió con su rutina, sus ojos se concentraron en los picos
gemelos que sobresalían en su pecho. Contra su culo, el duro bulto
de su creciente erección la empujaba. Más humedad inundó su coño
al sentir su deseo, y las fosas nasales de Jig se ensancharon. Joder,
¿podría oler su excitación?
El pensamiento era malditamente caliente.
Inmovilizados en el tiempo, se clavaron la mirada y jadearon
cuando la tormenta que se avecinaba entre ellos creció hasta alcanzar
la fuerza de un huracán.
Sin una palabra, Jig deslizó sus manos hacia adelante hasta que
sus pulgares se encontraron en el vértice de sus muslos. Pasó uno,
luego el otro, sobre su montículo y sus caderas se sacudieron cuando
un relámpago de sensaciones atravesó su coño.
Él encontró su mirada y ella asintió.
—Te deseo, Jig—dijo ella.
Él la rozó de nuevo y sacudió la cabeza, retirando las manos.
—Esta noche no, Izzy. No estoy bien. Mi cabeza está demasiado
jodida. De ninguna manera podría ser algo cercano a gentil.
Con una risa ahogada, Izzy se apoyó en los codos.
—Jig, ¿hay algo sobre mí que te dé la impresión de que soy
gentil?
Eso le valió el fantasma de una sonrisa.
—No es lo que quiero decir. Estoy enojado. Jodidamente enojado.
Por lo del restaurante, por nuestros enemigos, por… otras cosas. No
puedo prometer que pueda controlarme.
Poco sabía él que esas palabras solo avivaron sus llamas. Su coño
lloró por él, y si seguía hablando, ella podría rogarle que la follara.
Sería fácil darle la vuelta en su estado distraído, y una parte de ella
estaba tentada a hacerlo. Sólo un giro rápido de sus caderas y un
apretón de sus muslos y él estaría debajo de ella. A su merced. Una
vez que sintiera el calor de su húmedo coño rozando su polla, nunca
la rechazaría. Entonces podría follárselo. Su estilo habitual. La
sumisión no era lo suyo.
Pero él necesitaba esto, y había estado ahí para ella cuando
necesitó ayuda, así que le daría lo que sentía que necesitaba y le
dejaría tener el control. Se quedó donde estaba, decidida a que él
soltara ese control. Ambos se beneficiarían de ello de la forma más
placentera.
—Estoy lista para un poco de rabia, Jig. Confía en mí, puedo
manejarte. Lo que quieras repartir. —Nunca le había dicho palabras
como éstas a un hombre del que quisiera sexo, y una pequeña
punzada de inquietud atormentó la base de su cerebro. No tener el
control era una posición peligrosa en la que estar. Alguien podría
pasar las defensas que había establecido si permitía que la
controlaran.
Sin embargo, eso no sucedería esta noche. Jig no quería la parte
de la emoción, la conexión o una relación. No tenía que preocuparse
de que quisiera una cita o un romance. Querría follar, entrenar y
pasar el rato en alguna fiesta ocasional. Entonces podría entregarle
este regalo sin precedentes y dejar que él tomara las riendas.
—Iz…
—Cállate, Jig. —Ella se rio de la mirada de sorpresa en su rostro.
Está bien, tal vez ella se aferraría a uno de esos dominios. Con un
pequeño movimiento, se pasó la camiseta por la cabeza, luego agarró
la banda de su sostén deportivo y le dio el mismo tratamiento.
Ambos aterrizaron en una pila sobre su cabeza.
Jig tomó aliento, sus pupilas se agrandaron y su polla presionó la
V de sus muslos.
Hola, mosca, bienvenida a mi telaraña.
Mientras la miraba boquiabierto, ella empezó por su estómago y
se pasó las manos por las costillas. Finalmente, los colocó en sus
tetas.
El pecho de Jig subía y bajaba, y sus manos volvieron a sus
muslos, apretando con fuerza. Con una sonrisa que esperaba que
fuera tan sexy como se sentía, se pellizcó los pezones y arqueó la
espalda, dejando escapar un gemido.
—Cristo, Iz, eres la jodida cosa más sexy.
Ella le guiñó un ojo mientras jugaba con sus pezones. Cada tirón
y pellizco enviaba descargas a su clítoris.
—Escuché que no soy tu tipo usual con mi cabello oscuro, altura
y bocaza. Sin embargo, a tu polla parece gustarle lo que tengo que
ofrecer.
Sus ojos se entrecerraron. ¿Estaba loca por molestar a un hombre
que ya estaba enojado? ¿Uno que le había advertido que sería duro y
rudo si la follaba?
Sí, loca, pero tan bueno.
—Vamos, Jig—dijo—. Haz lo peor. —Ella volvió a gemir y frotó
su coño caliente contra su polla dura como una piedra.
Se puso de pie de un salto y corrió a la oficina de Zach. El
corazón de Izzy se hundió. Lo había empujado demasiado lejos.
Justo cuando estaba a punto de alcanzar su camiseta, reapareció con
un paquete de aluminio en la mano.
Se acercó y se paró entre sus piernas separadas, acechando sobre
ella. ¿Y la mirada en su rostro?
Santa mierda. El animal había sido soltado.
Capítulo 16
Jig miró hacia abajo a la sensual y dispuesta mujer extendida
sobre la colchoneta esperando que la tomara. Ella seguía jugando
con sus pezones, y la atención estaba funcionando porque se retorcía
contra la colchoneta.
Mientras se daba placer y lo miraba fijamente, se quitó los
zapatos deportivos, la camiseta y luego perdió los pantalones cortos
y los bóxers de un tirón rápido. Los ojos de Izzy se abrieron y sus
manos cayeron de sus tetas llenas.
—Dios, Jig, eso es algo de artillería pesada la que estás cargando
allí. —Empujándose sobre sus codos, se lamió los labios y él gimió.
Con un toque firme, envolvió una mano alrededor de su polla y lo
acarició, haciendo un giro sobre la punta.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Vas a compartir o solo estoy aquí para un espectáculo?
—Oh, te lo voy a dar. Cuando esté listo. —Cuando el líquido
preseminal formó gotas en la punta, las limpió con el pulgar.
—Parece que estás listo para mí. —La voz de Izzy había bajado a
un áspero tono, casi un susurro que hizo que su polla gotease aún
más. Ella deseaba esto. Tal vez tanto como él.
—Recuéstate.
Ella lo hizo.
—Dobla tus rodillas. Y ábrete más.
Ella lo hizo.
—Las manos sobre tu cabeza.
Eso la hizo dudar, pero para su sorpresa, lo hizo. Siguió
esperando que ella le dijera que se fuera a la mierda y comenzara a
ladrar sus propias órdenes, pero parecía que estaba jugando a su
manera. Tenía razón en dos cosas. Ella no era su típico polvo Y si
alguien podía tomar lo que tenía para repartir, tenía la sensación de
que era ella.
Nunca había lastimado a una mujer, pero las follaba con rabia,
para robarle la frase. Era la verdad, áspero, crudo, intenso,
castigador. Y la mayoría de las mujeres, al menos las delicadas
florecillas con las que follaba, no podían manejarlo y nunca volvían
por más. Escuchó los chismes, cómo todos sus hermanos asumieron
que estaba castigando a su difunta esposa por dejarlo. Y tal vez había
algo de verdad en eso, pero también aseguraba que nunca quisieran
más de él. Sin corazones, flores o te amo.
Nada más que una sucia follada.
Arrodillándose entre las piernas de Izzy, separó más sus rodillas
para acomodar su cuerpo. Entonces plantó sus manos junto a su
cabeza y se cernió a centímetros por encima de su cara.
—Dame esa boca inteligente a la que le gusta tanto romper las
bolas.
Ella hizo alarde de una sonrisa atrevida y levantó la barbilla.
Apoyándose en una mano, agarró su mandíbula con la otra. Justo
antes de que su boca descendiera, vio un rápido destello de
incertidumbre en sus ojos, y le encantó. Llámalo enfermo, pero es
exactamente lo que quería de ella. Quería tomar todo lo que ella
tenía para dar y, aún más, quería que se lo diera voluntariamente a
pesar de su inquietud. Quería conquistarla. Conseguir que esta
mujer fuerte como el infierno se sometiera a todos sus deseos.
Su boca aplastó la de ella. No hubo una introducción suave, sino
un duro y magullante choque de labios reclamándola. Ella lo besó lo
mejor que pudo, comiendo su boca y haciendo que su polla goteara
aún más. Maldita sea, incluso cuando la tenía a su merced, ella tenía
control sobre él. Era así de sexy.
La lengua femenina exploró su boca con lengüetazos audaces y
confiados, y juró que podía sentir cada uno deslizándose sobre su
pene. En un futuro muy cercano, tenía que poner esa lengua sobre él.
Estaba destinado a que le volara la cabeza. Capturó su labio inferior
entre los dientes y tiró, amando el grito ahogado que escapó de Izzy.
y g g q p y
Todavía sosteniendo su mandíbula, giró su rostro y lamió una
línea desde la clavícula hasta la oreja. Ella se estremeció debajo de él,
y sus caderas se elevaron, deslizando su coño aún vestido sobre su
polla. Hora de llevarlo al siguiente nivel.
La besó en el cuello, besos ásperos y mordaces que la hicieron
gemir y retorcerse debajo de él. Sorprendentemente, obedeció y
mantuvo los brazos por encima de la cabeza. Mientras continuaba su
viaje, pasó las manos arriba y abajo por sus muslos, deteniéndose
para apretar la parte exterior de su culo en cada pasada. Cuando su
boca alcanzó un pezón, se aferró con una fuerte succión.
—Jig—gritó ella, arqueando la espalda hasta que su teta casi lo
asfixió. Chupó con fuerza, absorbiendo cada gemido de placer. Izzy
no era una amante tímida. Ella disfrutaba abiertamente del placer
que él repartía. Mientras se alejaba, atrapó su pezón entre los dientes
y tiró—. Joder, eso es bueno—dijo ella y se echó a reír—. No estoy
segura de cuánto más de esto puedo soportar.
Él sonrió mientras lamía su camino hacia su otra teta.
—Puedes tomarlo. Realmente no tienes otra opción.
Ella bufó, pero rápidamente se convirtió en un grito agudo
cuando él agarró su otro pezón con los dientes lo suficientemente
fuerte como para pellizcarlo. Su pelvis chocó contra él, mojada a
través de la tela de sus pantalones de yoga.
—Mierda, Iz, me estás empapando a través de tu ropa. Se puso
de rodillas y miró hacia abajo a sus pezones enrojecidos, húmedos e
hinchados por su boca con un rastro de marcas rojas corriendo por
su pecho.
—Te deseo—dijo ella. La declaración simple, pero poderosa.
Deslizando sus manos debajo de ella, tomó su culo con ambas
manos, lo suficientemente fuerte como para dejar marcas y ella
gimió largo y fuerte.
—Dios, me encanta este culo—dijo él—. Levántalo para mí, nena.
Tengo que quitarme estos pantalones para poder follarte.
Ella obedeció y él le bajó los pantalones. Cuando llegó a sus pies,
le quitó los zapatos deportivos y los calcetines, arrojándolos en algún
lugar al otro lado de la habitación. En poco tiempo, estaba vestida
solo con un pequeño tanga negra.
—Las bragas se quedan puestas—dijo.
—Funciona para mí.
Agarró el condón y lo enrolló a lo largo de su longitud. Izzy
observó cada uno de sus movimientos, con ojos hambrientos.
Cuando estaba enfundado, caminó con las rodillas entre sus piernas,
con la polla en la mano.
—¿Estás lista para esto?
—No tienes idea—dijo ella en una exhalación.
—Tengo una idea. —Mientras hablaba, no pudo resistirse a
atormentarla de ella. Pasó la punta de su polla a través de sus
pliegues saturados. Desafortunadamente, no lo había planeado
demasiado bien porque el calor de ella y la forma en que su abertura
se contrajo como si tratara de succionarlo casi lo hizo llenar ese
condón demasiado pronto.
—Dios, Jig. Fóllame ya. —Ella parecía enojada, y él se rio dos
segundos antes de que se empujara con una brutal estocada de sus
caderas.
—Santa mierda—gritó Izzy, con la espalda arqueada y los brazos
ya no sobre su cabeza. Unas manos aterrizaron sobre sus hombros
con una fuerte palmada un segundo antes de que diez uñas le
marcaran la piel—. Dios, Jig, eres jodidamente enorme.
Un hombre podría escuchar esa frase un millón de veces y amarla
cada vez. Le guiñó un ojo y la folló exactamente como le había
prometido. Duro, rápido, crudo, despiadado. Ella lo seguía,
correspondiéndole embestida tras embestida, sus manos arañándole
la espalda como un animal salvaje. Cada vez que se estrellaba contra
ella, el coño de Izzy se apretaba en torno a su polla y dejaba escapar
un suave gemido. Esos sonidos lo amplificaban todo casi tanto como
la sensación de su apretado calor rodeándolo.
p
En un momento, sus ojos se encontraron, y fue como recibir un
puñetazo en el estómago. La maldita mujer tenía control sobre algo
más que su polla. Tenía que ponerle fin de inmediato. Él se salió, la
giró, tiró de ella para que se arrodillara y se empujó de nuevo antes
de darle la oportunidad de alcanzarlo. Ella gritó cuando él recuperó
el ritmo.
—Joder, esto es una locura—juró que la escuchó susurrar, pero
ella no perdió el ritmo, empujándose hacia su polla con cada
embestida feroz.
La folló, la folló y la folló hasta que los fuertes brazos de la mujer
cedieron y la parte superior de su cuerpo se derrumbó sobre la
colchoneta. Luego le agarró la cadera con una mano y empujó hacia
abajo la parte inferior de su espalda con la otra. Cuando Izzy se
arqueó, su culo estelar se elevó. El ángulo apretó su coño en torno a
su pene, y casi se puso bizco.
—Oh, Dios mío—dijo ella cuando el nuevo ángulo también la
afectó.
Jig zurró su culo, agarrando un puñado saludable en una mano
mientras colocaba el otro brazo debajo de sus caderas. Tenía unos
treinta segundos antes de descargar y estaría condenado si ella no
estallaba primero. Pellizcando su clítoris, agarró una nalga y la usó
para hacerla rebotar sobre su polla. Tres embestidas más tarde, el
coño de Izzy se aferró a él y ella se puso rígida, gritando a través del
orgasmo.
La sensación de ella corriéndose sobre su polla lo empujó más
allá de su límite. La embistió dos veces más antes de disparar en el
condón. El placer fue tan grande que su visión se volvió
completamente blanca y perdió todo sentido de la realidad. No se
había corrido tan fuerte… bueno, nunca.
Izzy se hundió debajo de él, completamente agotada, y dejó
escapar un pequeño suspiro de felicidad. Inclinándose hacia
adelante, lamió una línea de sudor de su espalda y se aferró a su
cuello con los dientes. Ella gimió, un sonido débil lleno de
agotamiento.
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—Te soportaste todo—le susurró al oído.
Su mejilla izquierda estaba sobre la colchoneta, los ojos cerrados,
una sonrisa en sus labios.
—Te lo dije—murmuró ella—. También te dije que necesitabas
eso. Ambos lo necesitábamos.
Le mordisqueó el lóbulo de la oreja y luego rodó sobre la
colchoneta junto a ella. Estaba fatigado, pero saciado y ahora en
condiciones de asumir todos los problemas que le esperaban a él y al
club. Ella tenía razón. Había necesitado eso.
Izzy había averiguado exactamente lo que necesitaba y se lo
había dado sin dudar a pesar de que no era su forma habitual de
hacer las cosas. Eso iba mucho más allá del llamado del deber con un
amigo, e incluso más allá de lo que esperaría de una compañera de
sexo. Su química encabezaba las listas, pero esto era más que
química y pasión. Y no tenía idea de qué hacer con eso. Por ahora, el
plan era simplemente ignorarlo. Ignorar la creciente emoción y
conexión porque no tenía ningún uso para eso y no tenía ni puta
idea de cómo lidiar con ello. Ya no.
Afortunadamente, Izzy parecía tener la misma opinión.
—Tenemos que limpiar este lugar y salir de aquí antes de que
Zach se entere—dijo él, aunque no quería nada más que tomar una
siesta justo donde estaba.
Todavía boca abajo, con los ojos cerrados, Izzy dijo:
—¿Cómo podría saberlo?
—Tienes un perro guardián esperándote afuera para que te vayas
a casa, ¿recuerdas? La mitad de estos tipos chismorrean peor que las
porristas de secundaria. Te garantizo que ya ha estado hablando con
Zach, diciéndole que todavía estamos aquí. Mierda, el pervertido
probablemente se asomó por la ventana y se masturbó viéndonos
follar.
Los ojos de Izzy se abrieron y su boca formó una O sorprendida.
Luego se echó a reír. Debería haber sabido que la vergüenza no sería
su primera reacción. Era una mujer sexual y era dueña de eso.
—Bueno, mierda—dijo ella—. Me olvidé por completo de él.
Espero que no esté enojado.
Jig rodó a su lado y la miró.
—Será mejor que te hayas olvidado de todos los demás hombres
del universo mientras mi polla estaba dentro de ti. Si está enojado, ¿a
quién le importa una mierda? Y si lo vio, te garantizo que está
satisfecho, no enojado.
Con otra risa, Izzy le dio una palmada en la pierna.
—Eres terrible.
—Estabas cantando una melodía diferente hace cinco minutos,
cariño. —Pasó una mano por la curva de su columna, acariciando su
culo que estaba salpicado de sus huellas dactilares.
—Está bien, Casanova, te concederé esa. Seguro que puedes
follar.
Una oleada de orgullo creció en él mientras miraba las marcas
que había dejado en su cuerpo. Parecía que ella le pertenecía. Su
mujer. Se le formó un hoyo en el estómago. Ninguna mujer sería
suya. Nunca más. Pero si tuviera una, seguramente estaría orgulloso
de que fuera Izzy.
Mierda. Esos pensamientos tenían que desaparecer antes de que
hiciera algo estúpido como invitarla a una cita real.
—Vamos a movernos—dijo él, sentándose y agarrando su ropa
por ella. Mientras se la tendía, no se perdió el destello de decepción
en sus ojos.
Eso estuvo bien. Sin dudarlo, una pequeña decepción era un
millón de veces mejor que un corazón muerto.
Capítulo 17
—¡Nos vemos mañana, Rip!—gritó Izzy al salir del trabajo en un
raro día que terminó temprano. Tenía su última cita al mediodía, y
Rip le dijo que se fuera cuando terminara, que él se encargaría de las
visitas sin cita previa durante el resto del día. Así que, a las dos, ella
tenía la tarde libre. Y sabía cómo pasarla. Colgando las cortinas de
sus ventanas delanteras.
No era exactamente una aventura salvaje, pero había estado
demasiado ocupada para hacerlo y no podía esperar a ver cómo se
veía su parte favorita de la casa vestida.
—¡Adiós, nena!—dijo Rip por encima del zumbido de su
máquina de tatuar.
El viaje de quince minutos a casa pasó rápido, y solo pasó siete de
esos minutos pensando en Jig.
Un progreso. Al menos doce minutos del viaje al trabajo esa
mañana se los había dedicado a él.
No habían hablado en los tres días desde que follaron como unos
locos maníacos en el gimnasio de Zach. Jig claramente necesitaba
tiempo y espacio para procesar lo que sucedió y, para ser honesta,
ella también. El silencio en realidad no la había molestado.
Demasiado.
Pero estaba molesta por la pequeña parte de ella, que estaba
perturbada por el tratamiento de frialdad. Porque a ella no debería
importarle. Y nunca lo había hecho en el pasado. Uno y listo.
Conseguir el de ella e irse. Sin líos, sin promesas insinceras, sin
posibilidad de salir lastimada.
Esto era exactamente por lo que debería estar contenta de que no
hubieran hablado. Él jodió tanto con su mente, como con su cuerpo,
y sólo uno de ellos era aceptable.
—Eres patética—murmuró mientras giraba en su largo camino de
entrada—. ¿Pero qué…?
Cuando Izzy se acercó a la casa, se inclinó hacia adelante y el
corazón se le salió del pecho.
—¡No!—detuvo el coche de golpe y salió volando por la puerta,
sin molestarse en cerrarla—. No, no, no.
Su casa, su orgullo y alegría, había sido vandalizada de la peor
manera. Las lágrimas brotaron de sus ojos y se desplomó de rodillas
sobre la hierba. Las seis hermosas ventanas estaban hechas añicos.
Fragmentos afilados de vidrio brillaban en todas partes que podía
ver, dentro de la casa, en su porche, esparcidos por los arbustos y la
hierba.
Su corazón punzaba con un dolor similar al que experimentó
cuando murió su madre. Era tonto. Una casa era una casa, una cosa,
pero era suya. Cien por cien suya. Algo por lo que había trabajado y
ahorrado durante toda su vida adulta. Lo había logrado todo sola.
La casa era mucho más para ella que madera, clavos y paneles de
yeso. Era un símbolo de su independencia. Una validación de su
elección de permanecer soltera, sin ataduras y caminando
penosamente por la vida sin ayuda.
Ahora, era un enorme maldito desastre que llevaría todo el fin de
semana limpiar. Sin mencionar el costo de reemplazar seis ventanas
grandes. ¿El seguro cubría ese tipo de cosas?
Por supuesto, si lo hiciera, tendría que informarlo a la compañía
de seguros. Y probablemente exigirían un informe policial. Lo que
sin duda sería un problema para los Handlers. Primero el
restaurante, ahora su casa. Esto apestaba a Lefty, y su relación con el
MC saldría a la luz si llamaba a la policía.
Mierda.
Con seguridad, ésta era una patada en la entrepierna de su
cuenta bancaria.
La ira ardió en sus entrañas, caliente y letal, ahuyentando las
lágrimas no derramadas. ¿Quiénes eran estos pedazos de mierda
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para pensar que podían meterse con su santuario y salirse con la
suya? Podrían hacer lo peor que pudieran, y ella se recuperaría cada
vez. Algunos cristales rotos no eran nada comparados con lo que
había luchado en su vida. Con ese pensamiento, trató de ignorar el
dolor causado por la pérdida de sus hermosas ventanas.
—Bueno, a la mierda con ellos.
Primero, conseguiría algo de madera para entarimar la casa,
luego, una vez que se hubiera hervido a fuego lento lo suficiente
como para tener una conversación razonable, llamaría a Copper y le
preguntaría qué diablos planeaba hacer para detener a estos
imbéciles. Izzy se levantó justo cuando el estruendo de una moto
llegó a toda velocidad por su camino de entrada.
Genial, su perro guardián. ¿Cómo pudo haberlo olvidado?
Mientras regresaba a su coche, LJ saltó de su moto, su rostro era
una imagen de incredulidad. Él se había retractado del coqueteo, ella
tenía la ligera sospecha de que Jig había dicho algo, pero seguía
siendo muy protector y dulce con ella.
—Por el amor de Dios. ¿Estás bien, Izzy? ¿Qué diablos pasó?
—¿Cómo diablos podría saberlo? ¿Qué tal si encuentras a Lefty y
le preguntas? —Ella plantó las manos en sus caderas—. En realidad,
es una gran idea. Me gustaría unos cinco minutos a solas con ese
tipo para preguntárselo yo misma. —Sacudiendo la cabeza, caminó
hacia su coche.
—Izzy, espera, ¿a dónde vas? —LJ sacó el teléfono del bolsillo—.
Tengo que llamar a Copper por esto.
Ella le dio la espalda y agitó una mano en el aire.
—Haz lo que tengas que hacer, amigo. Voy a la ferretería.
—¡Iz, espera! —Cuando ella no se detuvo, él rugió—. ¡Maldita
sea! Isabella, trae ese culo apretado de vuelta aquí.
Se deslizó en el asiento del conductor y gritó desde la puerta
abierta:
—No hagas lo de Isabella conmigo, niñera demasiado grande.
Llama a Copper si lo necesitas. Estaré en la ferretería. —Con eso, ella
cerró la puerta y salió oyendo “¡maldita sea!” y “¡mujer!”
En los diez minutos que tardó en conducir hasta la ferretería, no
se había enfriado en lo más mínimo. De hecho, acumular su ira había
hecho que aumentara a niveles épicos. Estacionó como una mierda,
salió del coche a empujones y entró en la tienda, pasando junto a LJ,
que había entrado justo detrás de ella.
Una vez dentro, se dirigió directamente a las maderas. Dado que
recientemente había medido los marcos, las dimensiones de la
ventana estaban frescas en su mente. Deambuló por el pasillo,
tratando de determinar con precisión lo que necesitaba cuando
alguien la llamó por su nombre.
—Hola, Izzy. —Stephanie y Mav se acercaron tomados de la
mano, con una sonrisa en sus rostros. Si LJ se había puesto en
contacto con Copper, el presidente aún no había corrido la voz.
—Hola, chicos. —Ella dejó escapar un suspiro inestable y trató de
calmar sus manos temblorosas mientras abrazaba a Stephanie y
aceptaba un beso de Mav.
—¿Estás haciendo algún trabajo en tu casa?—preguntó Mav.
—Eh… —Ella tragó saliva. Mentir nunca había sido su fuerte,
pero realmente no quería hablar de lo que pasó hasta que tuviera
tiempo para procesarlo.
—Mav, ¿qué diablos estás haciendo aquí? Pensé que necesitabas
una cinta destapa caños. — Jig dobló la esquina y caminó hacia su
pasillo—. Oh, hola, Iz—dijo cuando su atención se posó en ella.
—Sí, lo sé, pero Steph vio a Izzy al otro lado de la tienda y quiso
saludarla.
El teléfono de Jig sonó y frunció el ceño mientras lo sacaba.
—Copper. Déjame contestarlo rápido—dijo, caminando de
regreso por el pasillo.
Bueno, mierda. Allí estaba su indulto.
Jig respondió a la llamada y entonces se dio la vuelta lentamente,
su mirada atravesándola como un láser ardiente. Parecía que cada
músculo de su musculoso cuerpo se ponía más rígido con cada
segundo que pasaba. El siempre presente ceño fruncido se
transformó en una mueca retorcida que la hizo morderse el interior
de la mejilla. Oh, chico, no estaba complacido. Habló durante unos
treinta segundos, después se guardó el teléfono en el bolsillo y se
acercó a ellos.
—Vaya—murmuró Stephanie—. Esa no es una buena mirada.
¿Hiciste algo malo, chica?
Izzi suspiró.
—Estás a punto de descubrirlo.
Mav le lanzó una mirada curiosa cuando Jig se le acercó a la cara
y la miró fijamente.
—¿Quieres decirme por qué diablos me llama mi presidente para
decirme que tu casa fue vandalizada?
Stephanie jadeó.
—¡Oh, Dios mío, Izzy! ¿Qué pasó? —Se abrió paso entre Jig e Izzy
y agarró la parte superior de los brazos de Izzy—. ¿Estabas allí?
¿Estás bien?
Izzy asintió y mantuvo sus comentarios dirigidos a Jig.
—Salí temprano del trabajo y llegué a casa para encontrar las seis
ventanas delanteras completamente rotas.
—Joder—escupió Mav mientras Stephanie tomaba aire con
fuerza.
—Espera—dijo Stephanie, dándole a Izzy una mirada de castigo
—. ¿Por qué no llamaste a Jig? ¿Por qué estás aquí?
—Tengo que conseguir un poco de madera para tapar mis
ventanas.
Stephanie se rio como si las palabras de Izzy fueran graciosas.
—No, no lo harás. —Señaló con los pulgares a Mav y Jig—. Para
eso tienes a estos hombres.
—Mi casa, mi responsabilidad—dijo Izzy—. ¿Por qué no habría
venido aquí? — ¿Stephanie realmente pensó que le encargaría la
tarea a otra persona?
—¿Es eso malditamente así?—preguntó Jig, su voz tan
amenazante que Izzy se estremeció.
—Oh, chica—susurró Steph, escabulléndose de entre Izzy y Jig—.
Eh, Mav y yo solo vamos a, eh, ir… a otro lugar. Vamos—susurró,
tirando de Mav por la manga de la camiseta. El idiota tuvo el
descaro de reírse cuando su mujer se lo llevó.
—Dios, Jig, cálmate. No me lastimé. Estoy enojada, pero bien. —
¿Por qué él estaba tan furioso?
—Oh, estoy tan contento de escucharlo. —Su voz estaba cargada
de sarcasmo mientras cruzaba los brazos sobre el pecho como si
estuviera tratando de intimidarla. Gran posibilidad.
—¿Qué mierda se te subió por el culo?
—Es solo Izzy contra el mundo, ¿verdad? ¿Ni siquiera se te pasó
por la cabeza llamar al hombre que te llevó a casa desde el hospital
cuando te habían golpeado los mismos cabrones que destrozaron tu
casa? ¿No pensaste que el hombre que tenía su polla enterrada en ti
hasta la garganta hace solo unas noches querría que lo mantuvieran
al tanto?
—Dios, Jig, baja la voz, ¿quieres? —dijo en un áspero susurro,
mirando a uno y otro lado del pasillo. Cualquier comprador se había
dispersado en el momento en que Jig levantó la voz—. ¿Qué? ¿Crees
que follarme hace tres días te da algún tipo de derecho en mi vida?
—Ella soltó una carcajada—. Ni siquiera me has hablado desde
entonces.
¡Ups! Eso se suponía que no debería salir. Ahora sonaba como
una amante abandonada. Lo que no era. Era solo una mujer enojada
con un estúpido motero que reaccionaba exageradamente a algo que
no era de su incumbencia. De acuerdo, eso no era del todo cierto ya
que los enemigos de su club eran los que seguían persiguiéndola.
—Tal vez te perdiste el memorándum, Jig, pero me sé cuidar. No
necesito que un hombre grande me sostenga la mano en la ferretería
mientras elijo madera.
Él lanzó las manos al aire.
—Esto no se trata de una madera de mierda—le gritó él—. Se
trata de que eres demasiado terca para pedir ayuda. Se trata de que
pienses que puedes ser una maldita isla y hacer cada maldita cosa
por ti misma.
—¿Qué carajo crees que he estado haciendo durante los últimos
trece años, Jig? En realidad, durante toda mi vida. Me las he
arreglado bien hasta ahora sin que ningún motero malo se
interponga entre el mundo y yo. Creo que estaré bien en el futuro.
No necesito a nadie más.
—Esa es la cosa más estúpida que he escuchado—le gritó—. Todo
el mundo necesita a alguien más en algún momento.
—¿Por qué te importa una mierda? ¿Porque me follaste? —Estaba
gritando tan fuerte como él y ahora había pasado de irritada a
irracional. Parte de su cerebro lo sabía, pero su boca seguía
moviéndose, fuera de control—. No tienes nada que decir en nada
de lo que hago, Jig. Acostúmbrate a eso.
—Um, disculpad—una voz tímida cortó a través de su muy
pública pelea a gritos.
Tanto ella como Jig giraron la cabeza y miraron a un hombre
delgado con un chaleco azul con una etiqueta con el nombre que
decía Horace.
—Hemos tenido algunas quejas. Voy a tener que pediros que
llevéis esto afuera. Odiaría tener que llamar a la policía.
Izzy levantó una mano.
—No es necesario. Me voy. —Caminó por el pasillo y se volvió
cuando estaba a la mitad del pasillo—. Espero que haya sido bueno
para ti porque estate seguro de que no volverás a meterte dentro.
Bum. Cállate la boca.
Izzy dejó a un Jig echando humo en el pasillo de la madera.
Ignoró las curiosas miradas boquiabiertas y los susurros de los otros
clientes mientras prácticamente corría hacia su coche. Una vez
dentro, encendió el motor y salió del estacionamiento, mostrándole
el dedo a LJ al pasar a su lado.
Nunca un hombre había provocado ese tipo de reacción de ella.
El impulso de estrangular a Jig hizo que sus dedos apretaran el
volante, imaginando que era su cuello. Casa destrozada, un hombre
que le exigía, sus propios sentimientos confusos sobre ese hombre,
era demasiado para un día. Mierda, necesitaba luchar para lidiar con
toda esta basura emocional y no tenía nada en el horizonte.
Ir directamente a casa estaba fuera de discusión. Si veía el estado
de su casa en el estado de ánimo en el que estaba, estaba destinada a
perder los últimos hilos de su cordura.
Durante los siguientes cuarenta y cinco minutos, Izzy condujo
por las carreteras montañosas de las Great Smokies. Con cada curva
de los sinuosos caminos, su ira menguó y se desvaneció hasta que
estuvo verdaderamente mortificada por su comportamiento en la
tienda.
Jig tenía razón. Era una tonta obstinada. La cuestión era que no
tenía idea de cómo pedir ayuda. Cómo apoyarse en las personas.
¿Cómo se suponía que iba a saber en quién confiar? ¿Qué pasa si ella
pone su fe en Jig y sus hermanos, solo para que le arranquen esa fe
con una decepción aplastante?
He estado allí, hice eso. No vale la pena.
Con la pérdida de la ira y la adrenalina vino una profunda fatiga.
Cuando se detuvo en un semáforo en rojo, Izzy se golpeó la frente
con el volante. La energía para arreglar su casa se había ido hacía
mucho tiempo, y ahora deseaba haber tenido a alguien que la
ayudara con eso. Parecía que iba a quedarse en un motel para pasar
la noche.
Un estruendo se detuvo junto a ella. LJ estaba loco por seguir
montando su moto en este clima más fresco, en realidad,
francamente frío. Un poco de culpa remató su vergüenza. Aquí ella
había estado llevando al pobre tipo en una persecución inútil a
través de las montañas cuando tenía que estar congelándose.
Levantó su protector facial y levantó una ceja.
Ella asintió. Sí. Iba a su casa a buscar algunas cosas, luego iría a
un motel.
Cuando se detuvo en la entrada de su casa por segunda vez ese
día, recibió el segundo susto del día. Al menos seis tipos se
arremolinaban, martillando madera sobre sus ventanas, barriendo
vidrios y tirando basura en la parte trasera de una camioneta.
Después de apagar el motor, se tragó un nudo del tamaño de una
pelota de golf en la garganta. Nunca nadie había hecho algo así por
ella. Nadie había saltado y se había ocupado de un problema sin una
palabra de ella. ¿Y hacerlo después de haber sido tan perra?
Eso simplemente no sucedía.
Le debía a Jig una gran disculpa.
LJ abrió la puerta y se inclinó al nivel de los ojos.
—¿Ya sacaste la cabeza del culo? ¿Ya estás lista para rendirte? —le
preguntó.
—¿Rendirme a qué? —Mantuvo la mirada en la casa, buscando a
Jig.
— Al hecho de que eres una de nosotros, mujer. —Golpeó con los
nudillos en el techo, luego guiñó un ojo y se alejó para ayudar a sus
hermanos.
Una de ellos. Un pensamiento aterrador. Durante los últimos trece
años, Izzy se había cerrado a cualquier relación más profunda que
conocidos. Incluso entonces, se había quemado una o dos veces. En
este punto, no estaba segura de poseer la capacidad de dejar que la
gente se metiera debajo de su piel.
Pero tenía que intentarlo, al menos un poco, porque el hecho era
que ellos estaban aquí, haciendo todo lo posible por ayudarla.
Cualquier otra cosa la convertiría en una arpía desagradecida. Y tal
vez también podría trabajar para dejar entrar a Jig un poco más. No
lo suficientemente profundo como para perforar su corazón, eso
sería una misión suicida, pero había compartido algo con él la otra
noche y no había muerto por eso. Tal vez podría hacerlo de nuevo.
Su mirada lo atrapó cuando salió de la casa. Siguió su
movimiento por los tres escalones del porche y hacia su césped,
donde hizo crujir una capa de vidrio. Le dijo algo a uno de sus
hermanos y se dirigió directamente a ella.
Izzy salió del coche y cuadró los hombros. Es hora de ponerse las
bragas de niña grande y disculparse. Era lo mínimo que se merecía.
Su paso largo devoró la distancia entre ellos, y en cuestión de
segundos, estaba a meros metros de ella.
—Jig—dijo ella, mirándolo directamente a los ojos—. Te debo una
di…
—Guárdatela. —Envolvió sus largos dedos alrededor de su brazo
y la condujo por el camino de entrada y luego por el césped. Uno de
sus hermanos había estacionado una camioneta de trabajo negra de
gran tamaño allí. Las puertas traseras estaban abiertas, pero la
furgoneta estaba vacía. Debe haber sido utilizada para transportar
toda la madera. Algo que no había considerado en su pequeño viaje
en solitario a la ferretería en su Accord.
Jig la arrastró detrás de la furgoneta, la hizo girar y la empujó
contra el costado. Ella se golpeó.
—Jig, ¿qué estás haciendo? Estaba intentando…
Una vez más, la interrumpió, esta vez con sus labios sobre los de
ella. El beso fue duro, una especie de castigo si tuviera que adivinar,
pero disparó su sangre en un instante. Izzy salió al encuentro de su
lengua cada vez y dio tanto como tomó. Se devoraron el uno a otro
durante largos segundos. Jig olía ligeramente a aserrín, sudor y
cuero. La combinación hizo cosquillas en sus sentidos haciendo que
lo deseara más.
Sin romper el beso, la mano de Jig se deslizó entre ellos y se puso
a trabajar en el botón de sus vaqueros. Lo tenía abierto casi antes de
que pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando y la cremallera
bajada un segundo después. Y entonces su mano estaba allí, sus
largos dedos se abrieron paso en sus bragas, rozando su clítoris y
hundiéndose profundamente dentro de ella. Izzy hundió los dientes
en su labio inferior para no gritar. La mitad de sus hermanos del
club estaban a sólo seis metros de distancia.
—Joder—susurró Jig contra sus labios—. ¿Simplemente caminas
así de mojada todo el tiempo?
Izzy se río entre dientes, pero se convirtió en un grito ahogado
cuando Jig rozó con los dientes el músculo que recorría su cuello.
Ella inclinó el cuello hacia un lado y dijo:
—No. Solo cuando tienes tus manos sobre mí.
Un gruñido retumbó de él.
—Buena respuesta.
Chupó el lugar que acababa de morder, manteniendo un ritmo
lento y perezoso con el dedo en su coño. Lo suficiente para sentirse
malditamente bien, pero no lo suficiente para llevarla a donde
necesitaba estar. Y eso vendría. Se correría duro y pronto.
Jig debió sentir su desesperación porque insertó otro dedo, luego
uno más. Izzy gimió y él le dio un beso rápido y firme en los labios y
echó la cabeza hacia atrás. Su pulgar le rozaba el clítoris mientras la
follaba con sus dedos, duro y rápido.
En una misión ahora, Izzy se balanceaba contra su mano, su
clítoris acariciándole el pulgar con cada balanceo hacia adelante.
Lefty, las ventanas, los Handlers, incluso su propia mierda interna se
desvaneció mientras se entregaba a los hábiles dedos de Jig.
Los labios de Izzy se curvaron en una sonrisa y sus ojos se
cerraron cuando su cabeza golpeó contra la camioneta. Esto iba a ser
un orgasmo infernal.
—Ojos en mí—dijo Jig con un gruñido, aumentando la presión de
sus dedos. Izzy gimió y abrió los ojos para encontrarse mirando
fijamente su ardiente mirada. Si no lo supiera mejor, juraría que el
hombre estaba a punto de comérsela viva.
Ella mantuvo el contacto visual mientras él la obligaba a jadear
frenéticamente. Cuando su pulgar rodeó su clítoris y aterrizó sobre
él con una presión constante, sus rodillas se doblaron y agarró la
parte posterior de sus brazos para sostenerse. Una sonrisa de
suficiencia curvó su boca. Sabía el poder que tenía sobre ella en ese
momento y lo amaba.
—Mierda, Jig, me voy a correr.
—Hazlo—dijo mordiendo la palabra, sus dedos moviéndose
imposiblemente más rápido. Su mirada aún perforaba la de ella,
desafiándola a apartar la mirada. Lo que no hizo Se permitió tener
un momento de vulnerabilidad y mantuvo su mirada fija en la de él.
—Joder, joder, joder—susurró mientras su coño se apretaba en
torno a sus dedos y su estómago se contraía y se relajaba. Su boca se
abrió y respiró durante el orgasmo, obligándose a no gritar. Fue un
esfuerzo monumental porque el placer era un duro ataque a su
sistema. Hace sólo cinco minutos estaba devastada, avergonzada y
agotada, y ahora estaba cabalgando tan alto que casi la catapulta
sobre las montañas.
Todo comenzó y terminó tan rápido que se quedó con la cabeza
dando vueltas y emociones turbulentas.
La mano de Jig se detuvo, pero la mantuvo dentro de ella
mientras se inclinaba hacia delante y depositaba un suave beso en
sus labios.
—¿Te sientes mejor?—le preguntó.
Izzy se tomó un segundo para hacer un balance. Y sí, se sentía
mejor. Relajada, menos avergonzada, no tan preocupada o enojada.
Tal vez los psicólogos deberían empezar a hacer que sus pacientes se
corrieran. Podría ser la cura para todo tipo de dolencias.
p p
Seguro que funcionó para ella.
Capítulo 18
Jig retiro lentamente su mano de entre las piernas de Izzy. Estaba
empapada, cubierta de sus jugos. Los ojos de ella se encendieron al
ver cómo se llevaba cada uno de los tres dedos a la boca y se los
lamía hasta dejarlos limpios. Su dulce sabor estalló en su lengua, y lo
único que le impidió darle la vuelta, bajarle los pantalones y enterrar
su polla dura como una roca en ese coño mojado fue la pandilla de
miembros del club que trabajaban en su casa.
Tendría que esperar hasta más tarde.
Pero vendría. Más bien, él se vendría más tarde.
Luciendo como si pudiera derretirse en un montón de baba en el
suelo, Izzy alcanzó el botón de sus vaqueros. Esa maldita cosa estaba
tan apretada que había sido un esfuerzo meter la mano allí. Él apartó
su torpe mano, le subió la cremallera y abrochó el botón.
—¿Lista para ir a ver qué han estado haciendo los muchachos? —
Él le tendió la mano. Una rama de olivo. Honestamente, no estaba
seguro de lo que estaba haciendo o por qué lo estaba haciendo. Una
relación no estaba en las cartas para él, pero había una conexión con
Izzy. Ella era tan reacia a formar un enredo profundo como él, tal
vez incluso más.
Lo único que sí sabía era el sentimiento enfermizo de rabia que se
apoderó de él cuando recibió la llamada de Copper. Alguien había
violado su privacidad, arruinado su refugio seguro y destruido algo
por lo que había trabajado muy duro para lograr por su cuenta. Y
entonces se dio cuenta de que la llamada de Copper significaba que
Izzy no había recurrido a Jig. O ella no había confiado en él para
ayudarla, o él simplemente no aparecía en su radar.
Cualquiera de las dos opciones apestaba. Simplemente no estaba
del todo seguro de por qué le importaba. Entonces reaccionó
exageradamente y le gritó en medio de la ferretería. Dios, ¿había
gritado algo sobre su polla y su coño?
Qué manera de hacer que ella confiara en él. En algún momento
entre que ella huyó de la tienda y él llamó a la caballería para
reparar su casa, decidió seguirle la corriente. Le gustaba ella.
Disfrutaba de su compañía. Le encantaba follarla.
Basta de charla.
Una vez que se calmó, fue capaz de razonar. Su falta de confianza
en su amistad no era personal. Nació de años de experiencias
negativas y abandono. Criticarla en la tienda no podría haber sido
una peor manera de manejarlo. Cuando salió de ese coche y
contempló su casa destrozada, parecía que estaba a una fuerte brisa
de partirse por la mitad. La mujer necesitaba relajarse.
Y había hecho ese trabajo con mucho gusto.
Izzy deslizó su palma sobre la de él y él curvó los dedos,
manteniéndola cautiva. Cuando tiró de ella hacia adelante, ella se
resistió y él levantó una ceja.
—Lo siento—dijo ella—. Eso no fue…
Jig tiró de nuevo, esta vez con más fuerza hasta que ella cayó
sobre su pecho. La besó una vez, profundo y lento, haciendo que se
derritiera contra su cuerpo. Su mente podría resistirse a él, pero su
cuerpo estaba totalmente de acuerdo.
—No es necesario—dijo cuando terminó el beso—. No necesito
esa mierda. Deja que mis hermanos arreglen tu casa. ¿Ok?
Ella lo estudió por un segundo, probablemente evaluando su
sinceridad o decidiendo si arriesgarse o no. Casi le aseguró que de
ninguna manera la decepcionaría, pero mantuvo la boca cerrada.
Necesitaba llegar a esa conclusión por su cuenta. Necesitaba
aprender a confiar en sus instintos y leer a las personas. Jig podría
ser un imbécil para la mayoría, pero no se enojaba con los pocos que
le importaban una mierda.
—Está bien—dijo asintiendo, pero su expresión decía: Tienes una
oportunidad.
Ella dejó que la alejara del coche y él le pasó un brazo por los
hombros mientras la guiaba hacia la casa.
—El cristal está jodidamente por todas partes. Llegaremos a eso.
Primero quería tapiar las ventanas, ya que ahora hace frío por la
noche.
Cinco de las ventanas ya estaban cubiertas con maderas
contrachapada.
—Oye, Iz, te ves más relajada que hace unos minutos—dijo LJ
mientras cargaba una tabla larga sobre su cabeza hacia una de las
ventanas descubiertas. Cuando pasó junto a ellos, Jig juró que LJ
flexionó un poco más sus enormes bíceps para el beneficio de Izzy.
Entonces le mostró esa sonrisa que una de las Honey había descrito
como “lubricante en una sonrisa”.
Tenía que acordarse de sacarle unos cuantos dientes a LJ más
tarde. Ver cuántas damas atraería luciendo como una calabaza de
Halloween.
Izzy puso los ojos en blanco y le mostró el dedo a LJ, diciendo:
—Bésame el culo, LJ.
Una risa estalló en Jig. Demasiado para ella estar impresionada
por el prospecto.
—¿Dónde debo pedir las ventanas?—preguntó Izzy—. ¿Alguna
recomendación?
—Ya está arreglado. Estarán aquí mañana.
—¿Qué? ¿En serio? ¿Cómo es posible? —El rostro de Izzy se
iluminó—. Es el final del día.
—Rocket es un contratista—.
Rocket, que acababa de salir de la casa con una bolsa de basura
resistente llena de vidrios rotos colgada del hombro, debió haber
escuchado su nombre.
—¿Que pasa hermano? ¿Me necesitas? —Se detuvo a unos metros
de ellos—. Oye, Iz, lo siento por toda esta mierda.
Todos la llamaban Iz y la amaban y la aceptaban como parte del
equipo . Era una pendiente resbaladiza.
—Gracias, Rocket. Apesta, pero es lo que es. —Se encogió de
hombros—. Os agradezco que hayáis dejado todo para encargaros
de esto por mí.
Solo estaba hablando de las ventanas. Jig apretó su agarre sobre
sus hombros y la arropó a su lado. Ella le dirigió una mirada curiosa
y Rocket se rio entre dientes. Mierda, él estaba actuando como un
imbécil enamorado, tratando de esconderla de todos los hombres de
la ciudad.
—Oh sí. —Rocket ajustó la sujeción de la bolsa—. Déjame tirar a
esta pesada hija de puta primero. —Caminó hacia el contenedor de
basura y depositó la carga, regresó corriendo—. Llamé a mi vidriero
tan pronto como llegué aquí y tomé algunas medidas. Me los va a
enviar mañana. Probablemente será bastante tarde, por lo que es
posible que no los instalemos hasta el día siguiente. —Se encogió de
hombros—. Sigue siendo bastante buena la reposición.
—¿Bastante buena? Es increíble. Pensé que estaría sin ventanas
durante semanas. —Se liberó del agarre de Jig y arrojó sus brazos
alrededor de Rocket—. Muchas gracias por hacer eso.
Rocket le lanzó a Jig una sonrisa de comemierda que lo hizo
desear reorganizar la cara de su hermano. Abrazándola demasiado
fuerte durante demasiado tiempo, Rocket dijo:
—Nada más que unas pocas llamadas telefónicas, cariño.
Y fue suficiente de eso. Jig la agarró por el codo y la atrajo hacia
su pecho, rodeándola con los brazos. Ella se puso rígida en su agarre
antes de dejarse acomodar contra él.
—Danos una hora, limpiaremos la mayor parte del vidrio y los
muchachos se quitarán de encima—dijo Jig contra su oído. Los pelos
cortos en el lado afeitado de su cabeza le hacían cosquillas en la cara.
—¿De encima?
—Sí, y sé que vas a odiar esto, pero no te dejaré sola esta noche.
Una casa tapiada es solo una invitación a los problemas.
Ella suspiró, y él supo que estaba luchando internamente. Su
necesidad de independencia, el miedo a aceptar ayuda y amistad,
versus una idea inteligente. Izzy no era estúpida y sabía que no
debería estar sola. Podría ser una gran luchadora, pero como había
aprendido la otra noche, tres hombres contra una mujer nunca eran
buenas probabilidades.
—Tienes razón. Lo odio.
Él se rio. Supongo que esa era su forma de estar de acuerdo sin
tener que estar realmente de acuerdo.
—¿Qué tal si pedimos una pizza? Tienes que estar muerta de
hambre. Entonces podemos ver una película y follar como conejos.
Podría aliviar un poco el dolor de tener un invitado no deseado.
El cuerpo de Izzy se estremeció en sus brazos mientras se reía, ese
pequeño culo respingón se frotaba toda su polla. Se concentró en
uno de sus hermanos clavando un clavo en la madera contrachapada
una y otra vez, tratando de bajar su polla.
—Encuéntrame una pizzería que haga entregas hasta aquí, y
tienes un trato, hermano.
Jig le dio un apretón y frotó su mejilla llena de cicatrices contra la
tersura de su rostro. Ella se rio y se retorció cuando su vello facial le
hizo cosquillas en la piel.
—¿Para qué diablos crees que son los prospectos, mujer?
—¿Vas a hacer que LJ vaya a buscarnos pizza?
Jig resopló.
—Malditamente acertada. —Era lo mínimo que se merecía ese
cabrón coqueto.
—Pedirás suficiente para él, ¿verdad? —Ella lo miró fijamente, los
ojos bailando—. Podríamos invitarlo a unirse a nosotros. Antes, fui
un poco idiota con él.
Bien, ahora ella solo estaba jodiendo con él.
—¡Joder no! Está fuera de turno después de que nos consiga algo
de comida. Otro prospecto tomará su lugar. LJ puede ir a comer toda
la pizza que le plazca después de eso.
Cuatro horas, una pizza grande de pepperoni y ciento dieciséis
minutos de superhéroes llenos de acción más tarde, los créditos
aparecieron en la televisión de pantalla grande de Izzy. Después de
que los hombres se fueron, Jig y ella se comportaron como si se
conocieran desde hacía años, comiendo y bromeando. Él la había
obsequiado con historias de estupideces que sus hermanos habían
hecho a lo largo de los años y ella habló sobre los tatuajes más
ridículos en los que había trabajado.
Fue lo máximo que Jig le había hablado a una mujer de una sola
vez durante años. Y descubrió que le gustaba.
Izzy tomó el mando a distancia y apagó la televisión,
sumergiendo el lugar en la oscuridad. Sin la luz de la luna entrando
por las ventanas, el lugar era como una tumba.
—Mierda—dijo mientras encendía una lámpara de mesa—.
Nunca me di cuenta de cuánta luz dejan entrar esas ventanas.
Incluso de noche.
Se tumbaron en el sofá uno al lado del otro, con los pies apoyados
en la mesa de café. El chaleco de Jig descansaba en el respaldo de un
sillón. Toda la escena era muy doméstica. Había renunciado a
cualquier pensamiento sobre esa vida hacía años, pero estaría
mintiendo si dijera que no se sentía bien. Se sentía demasiado bien.
Íntimo de una manera que no tenía nada que ver con el sexo y todo
que ver con apreciar a la persona con la que estaba por nada más que
su compañía.
Izzy giró la cabeza en su dirección.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Dispara. —Agarró su cerveza y tomó un buen sorbo. Nada
como cerveza y pizza para redondear un día de mierda.
—No te va a gustar.
Se le hizo un nudo en el estómago y bajó la botella, incapaz de
tomar otro sorbo.
—¿Cuál es tu pregunta?
Ella extendió la mano y pasó un dedo sobre el patrón de la
cicatriz en su rostro. Ligero como una pluma, su dedo siguió la
forma de la pieza del rompecabezas que le había dado su apodo.
Cada punto que ella acariciaba hormigueaba con conciencia hasta
que pudo sentir toda la cicatriz en su mejilla. No el ardor que se
produjo cuando la mierda golpeó el ventilador, sino una presión,
casi como si alguien le estuviera empujando una plantilla con un
patrón en la cara.
Jig se congeló, no podía mover un solo músculo, no podía hablar,
apenas podía respirar. Durante seis años había tenido esa cicatriz, y
ninguna de las mujeres con las que había estado la había tocado. La
mayoría nunca querría hacerlo, y las dos que lo habían intentado
enfrentaron una furia que no esperaban.
La ira no vino esta vez, solo un terror paralizante por la pregunta
que estaba a punto de salir de sus labios.
—¿Me hablarás de esto? ¿Sobre cómo sucedió? ¿Sobre lo que
pasaste?
No solo su rostro no había sido tocado, sino que nadie se atrevió
a preguntarle sobre el acontecimiento. Nadie estaba dispuesto a
afrontar las consecuencias. Copper conocía toda la historia, pero era
el único. Todos los demás conocían los conceptos básicos, pero
nunca supieron las profundidades en las que Jig se había hundido
después de la tragedia.
Pero Izzy era valiente y no retrocedía ante una pelea, ni dejaba
que el miedo controlara sus acciones. Había verdadero cariño
brillando en su mirada, no curiosidad morbosa. Los intensos sucesos
del día habían profundizado el vínculo que crecía entre ellos, y
ahora se dio cuenta de que, aunque ninguno estaba preparado, la
conexión entre ellos se estaba convirtiendo en un profundo afecto.
Entonces ella lo tocó. Y preguntó. Y por primera vez desde Copper,
Jig se encontró dispuesto a soltar la historia. Existía la posibilidad de
que ella escapara gritando antes de que él terminara, pero aun así se
sintió obligado a decírselo. La forma suave en que sus dedos
acariciaron su rostro y la forma inusual en que su cuerpo se derritió
contra él lo convirtió en masilla en sus manos.
Él acunó su mano sobre la de ella en su rostro y sostuvo la palma
contra su mejilla, entonces giró la cabeza y apretó los labios. Izzy se
enderezó en el sofá y lo miró, doblando las piernas debajo de ella.
—Hace unos seis años y medio, tenía una esposa y una niña. —Su
voz se quebró cuando dijo “niña” —. Ambas están muertas. —
Durante tantos años, se había negado a expresar esa verdad, y
aunque era doloroso decirlo, no era tan desgarrador como había
imaginado. Y todo eso se debía a Izzy y la preocupación que
emanaba de ella. No lástima, solo preocupación y paciencia.
Ella no lo alimento con mentiras, no le dijo que estaba bien, no
dijo que lo entendía. Eso fue apreciado porque nada sobre la historia
estaba bien, y ¿cómo podría alguien entenderlo? Pero ella se sentó en
apoyo silencioso, escuchando con atentamente y sosteniendo su
mano.
—Yo estaba… —Soltó una risa sin humor—. Yo era muy diferente
en ese entonces. Probablemente no me reconocerías si me cruzaras
en la calle. Joder, ya no me reconocería a mí mismo. Yo era un
estudiante de un doctorado de física. Nunca había estado en una
pelea, apenas maldecía, nunca había sostenido un arma. Yo era...
normal.
Izzy le dedicó una pequeña sonrisa de aliento y le apretó la
mano.
—Mi esposa era… —Dejó escapar un suspiro y miró al techo
mientras una multitud de sentimientos no resueltos lo invadían. Era
asombroso cómo el dolor podía sentirse tan fresco incluso después
de que habían pasado seis años—. Ella era la definición de dulce.
Pequeña, una cosita diminuta, de voz suave, nunca peleaba, una
pacifista.
p
Su mirada se encontró con la de Izzy, y aunque ninguno de los
dos pronunció las palabras, ambos tenían que estar pensando en las
diferencias entre las mujeres. Callie e Izzy no podrían haber estado
más alejadas en el espectro.
—Era una esposa buena, amorosa y solidaria. Nos conocimos
cuando teníamos quince años y yo jodidamente la amaba. —Él
resopló—. Ella habría odiado que lo dijera así. Creo que nunca
escuché la palabra de cinco letras salir de su boca. Todo en ella era
tan malditamente azucarado. Lo juro, ni siquiera follábamos.
Simplemente hacíamos el amor. Callie era una romántica
empedernida. Y mi hija era un calco de su madre. Dos guisantes en
una vaina.
Apoyó la cabeza en el respaldo del sofá de Izzy y cerró los ojos.
Los recuerdos sensoriales de esa noche eran tan fuertes que podía
regresar fácilmente a su cocina.
—La noche antes de mi graduación, llegué a casa después del
anochecer. Tan pronto como entré, supe que algo andaba mal. Había
un silencio anormal. La electricidad había sido cortada.
—Recuerdo ese silencio. Está grabado a fuego en mi mente.
Estaba tan silencioso que podía escuchar mi propio corazón
acelerado. También recuerdo el miedo, la certeza de que algo andaba
muy mal, pero, sinceramente, nunca me esperé lo que encontré.
Miraba a la nada mientras era transportado en el tiempo.
Entonces Izzy volvió a acariciar su mejilla, sacándolo del agua
oscura que amenazaba con ahogarlo.
—Entré a la cocina y encontré a Callie desangrándose en el suelo,
pero antes de que pudiera registrar lo que estaba mirando, me
agarraron por detrás. Había dos tipos. Cuando digo que no tenía
habilidades en ese entonces, lo digo en serio. Por mucho que luché,
no había nada que pudiera hacer para salvarla a ella, a mi hija o a mí
mismo.
—Y todo fue un jodido error. La jodida casa equivocada. Querían
a mi vecino. Todo un jodido error enfermizo y retorcido. —Continuó
mirando a la nada, hablando en piloto automático solo
pronunciando las palabras. Ahora que había comenzado, se sentían
como un veneno, carcomiéndolo de adentro hacia afuera, y
necesitaba purgarse—. Me derribaron, me marcaron la cara y me
amenazaron por algo que no tenía nada que ver conmigo. No pude
escapar. Todo lo que pude hacer fue soportarlo y rezar para que se
fueran antes de que se dieran cuenta de que había una niña
durmiendo arriba. Me golpearon hasta que me desmayé en el suelo
junto a mi esposa muerta, sin tener idea de dónde estaba mi bebé.
—Dios, Jig—dijo, su voz cargada de tristeza—. Pero…—Su voz se
quebró—. ¿Pero la encontraron?
Él asintió, las lágrimas le quemaban los ojos.
—Nunca volví a ver a mi hija con vida, Izzy. Llegué tarde a casa,
así que no pude darle un beso de buenas noches. —Dios, cómo
extrañaba el suave peso de su hija en sus brazos. La forma en que se
iluminaba y temblaba de emoción mientras estaba de pie junto a la
puerta esperando que él regresara a casa del trabajo cada noche—.
Era una maldita bebé. —La humedad caía por sus mejillas y su
pecho se apretó hasta que apenas podía respirar.
—Shhh—dijo Izzy, limpiándole las lágrimas mientras ignoraba
las que caían por su propio rostro—. Puedes parar. No tienes que
decirme más. —Había tanto auténtico cariño en su voz y en su
toque. Quería absorberlo todo porque era lo único que calentaba su
corazón lo suficiente como para evitar que se convirtiera en un
bloque de hielo.
Jig negó con la cabeza y se agarró de su mano como un
salvavidas.
—No. Quiero decirlo Necesitas escucharlo. Escuchar quién soy.
Después de sus muertes, caí en una profunda depresión. Dejé de ir a
trabajar, corté los lazos con nuestras familias, ni siquiera podía
levantarme de la cama. Los policías no tenían nada, aunque estoy
bastante seguro de que estaban en el bolsillo del imbécil que mató a
mi familia. Entonces, un día, estaba viendo las noticias y vi una foto
policial de uno de los tipos que había estado en mi casa. El que
p p q q
asesinó a mi... —Tragó saliva, incapaz de repetirlo—. Había matado
a otra persona en un robo de coche que salió mal y andaba suelto.
Esa historia me sacó de mi niebla. Estaba harto de ser un marica.
Había terminado de ser incapaz de protegerme a mí mismo o a
cualquier otra persona. Había terminado de dejar que la vida
sucediese. En ese momento, decidí que sería quien controlaría lo que
sucediera en mi vida de ahí en adelante. Así que fui al gimnasio y
aprendí a pelear, entrené de diez a doce horas al día durante meses.
También fui al campo de tiro y aprendí a disparar. Básicamente, me
convertí en un hombre completamente diferente.
—Jigsaw—susurró ella.
Él asintió.
—Sí. Unos ocho meses después de su muerte, salí en busca de los
dos hombres que habían irrumpido en mi casa, de su jefe y cualquier
otra persona en la cadena de mando de su banda. —Él la miró
directamente a los ojos—. Su jefe era un poderoso señor del crimen,
y me tomó meses rastrearlo y formular un plan para matarlo. En ese
momento, me obsesioné con descubrir todos los aspectos de su vida.
La combinación de dolor e ira casi me destruye. Maté a dos hombres
una noche después de seguirlos desde un bar. Los hombres que
mataron a mi familia. No era más que un animal rabioso empeñado
en vengarse.
Izzy se deslizó más cerca y pasó una pierna por encima de su
regazo, sentándose a horcajadas sobre él. Sus manos fueron a su
rostro y entrelazó los dedos detrás de su cabeza, acunando su
cráneo. Abrió los ojos y miró fijamente a los ojos de una hermosa
mujer que no juzgaba.
—Estás temblando. —Ella dijo las palabras en voz tan baja que él
casi no las entendió.
La rodeó con sus brazos, abrazándola contra él, y enterró su cara
en el hueco de su cuello. Sus brazos se apretaron inmediatamente,
dándole consuelo.
—Finalmente encontré al mandamás aquí en Tennessee, en las
montañas, en un bar destartalado. Mi cabeza estaba tan jodida que
iba a matarlo allí mismo en el estacionamiento donde cualquiera
podría haber salido y haberme visto. Y apareció alguien. Era Copper.
Dijo que me había estado vigilando toda la noche porque parecía un
volcán a punto de estallar y sospechaba que iba a hacer algo
estúpido.
—¿Qué hizo Copper? —Ella le pasaba las manos por el cabello,
casi inconscientemente. Cada caricia de las yemas de sus dedos
acariciaban su alma herida, curándola. Era la primera vez que se
permitía obtener consuelo de otra persona.
Una mujer.
Y, joder, si no era mejor que la mejor droga del mundo.
—Copper se aseguró de que nadie me viera, luego noqueó al tipo.
Lo metimos en mi maletero y condujimos hasta el medio de la nada.
Exigió que le contara mi historia a cambio de que me salvara el culo.
—Así que le contaste.
Él asintió, su suave piel rozando su rostro.
—Derramé hasta el último feo detalle.
Sin dejar de jugar con su cabello, pasó suavemente las uñas por
su cuero cabelludo, provocando un profundo escalofrío en él.
—¿Y luego? ¿Copper te disuadió de matarlo?
Jig levantó la cabeza y la miró fijamente. Ahora Izzy sabía cosas
sobre él que nadie más sabía. Cosas que podrían meterlo preso no
solo a él, sino también a su presidente, por el resto de sus vidas. Sin
embargo, confiaba en ella por completo. Nunca le contaría a nadie su
historia. Lo sentía en sus huesos y lo veía en su mirada compasiva.
La mayoría de las mujeres correrían gritando de miedo después de
escuchar su historia. ¿Quién quería a un hombre que admitió haber
pasado casi un año de su vida en una misión de venganza asesina?
Pero Izzy ni siquiera se inmutó. Era única. Una luchadora
independiente que entendía que la violencia a veces era el camino.
—Luego, Copper me vio matarlo, me ayudó a enterrar el cuerpo
y trabaje como prospecto para el club.
Capítulo 19
En toda vida, hay momentos muy significativos que marcan el
corazón, la mente y el alma de una persona. Normalmente, esos
momentos son extremadamente positivos o absolutamente
negativos. Enamorarse, alcanzar un sueño, la muerte de un ser
querido, un fracaso épico.
En algún momento, casi todo el mundo experimenta esos
momentos. Se escriben libros, se desarrollan carreras y se realizan
estudios para diseccionar, aprender y aconsejar a las personas sobre
cómo manejar sus emociones y sobrevivir a esos momentos tan
fuertes.
Entonces, hay momentos tan únicos, tan fuera del ámbito de la
experiencia ordinaria, que no hay guiones, libros o manuales de
instrucciones sobre cómo manejarlos. Esas experiencias desgarran a
una persona, exponiendo los nervios en carne viva y un corazón
sangrante.
Las confesiones de Jig, su dolor y su catastrófica angustia
alcanzaron el interior de Izzy y tocaron un lugar que ni siquiera
sabía que existía. Los tópicos no ayudarían. Cuando su madre
murió, todos los que conocía la golpearon con clichés sobre clichés.
Lamento tu pérdida.
Entiendo por lo que estás pasando.
El tiempo sanará tu dolor.
Estupideces.
No iba a ofrecer frases vacías a Jig.
Izzy nunca se había considerado una gran cuidadora.
Ciertamente no era a quien acudían los amigos cuando necesitaban
un hombro sobre el que llorar, pero se encontró con la necesidad de
aliviar el sufrimiento de Jig. Necesitaba ser quien trajera algo de luz
a la oscuridad que lo consumía todo en la que había vivido durante
años.
Mientras miraba sus ojos torturados, sus entrañas se retorcieron
de dolor por este hombre. Él había soportado más en una noche de
lo que nadie debería soportar en toda su vida. Si tuviera la
capacidad, le quitaría cada gramo de su dolor y sufrimiento. Incluso
lo soportaría ella misma para mantenerlo alejado de la tortura.
¿Cómo le decía que lo que había hecho con su vida estaba bien?
¿Cómo le hacía saber que podía aceptar quién era él y en qué se
había convertido después de que la tragedia abriera un agujero en su
vida?
—Gracias por compartir eso conmigo—dijo ella, deslizando sus
manos por sus brazos.
—Eres la primera además de Copper.
Los ojos de Izzy se agrandaron.
—¿Por qué? —No podría haber sido la primera en preguntar—.
¿Qué te hizo decírmelo? —Sus voces eran bajas e Izzy temía que
hablar a un volumen más alto rompiera el hechizo de confianza y
aceptación que los rodeaba.
Sus dedos jugaron con la tira de piel en su espalda baja donde
terminaba su camiseta. Ella no era una pequeña y delicada mujer,
pero él la hacía sentir femenina de todos modos.
—Por primera vez, yo quería saber—le dijo.
—¿Saber qué? —Su corazón se aceleró mientras esperaba su
respuesta. Una parte de ella quería escapar corriendo porque sabía
que iba a cambiar las cosas. Que iba a obligarla a dar un salto
aterrador desde un acantilado muy alto.
—Saber si alguien podría aceptar lo que he hecho. Maté a tres
personas a sangre fría, Izzy, y nunca tuve un segundo de
arrepentimiento. El físico de buenos modales con una vida plena
esperando ser vivida se convirtió en un asesino al que la gente teme.
¿Y sabes la parte más loca?
Ella inclinó la cabeza y apretó sus hombros.
—¿Qué?
—Lo haría de nuevo por cualquiera de mis hermanos o sus
mujeres. Podría haber vuelto a mi vida seria cuando terminó, pero
elegí unirme a los Handlers. Copper me habría dejado marchar. No
hubo ninguna presión. Una vez que la oscuridad entró en mi vida, la
abracé. Y la elegí. Ahora vivo con eso de alguna forma todos los días.
Mi esposa habría odiado al hombre que soy hoy. —Él sacudió la
cabeza—. A veces me enferma.
Ah, ahí estaba. El verdadero diablo que no soltaba su control sobre
el alma de Jig. Izzy estaba nadando en aguas profundas con un
furioso huracán acercándose. No tenía idea de cómo liberarlo del
dolor y la culpa, pero de alguna manera, podía relacionarse con él
sintiéndose perdido en su propia piel. Durante años, anheló el amor,
el afecto, la conexión, pero se obligó a endurecerse, a hacer a un lado
esos sentimientos y a moldearse como una mujer que no necesitaba a
nadie. Así siguió su instinto.
—Creo que te equivocas—dijo, envolviendo sus brazos alrededor
del masculino cuello.
—¿Perdón? —Había un mordisco en sus palabras que no había
estado ahí hacía unos momentos, pero Izzy podía manejar eso. El
hombre tenía derecho a las emociones que quisiera después de todo
lo que había pasado.
Los dientes afilados no molestaban a Izzy, de todos modos. Ella
levantó una ceja.
—Me dijiste que era dulce, amable, que no juzgaba. Me dijiste
cuanto se amaban. ¡Lo feliz que eras! —Una pequeña punzada de
algo que Izzy temía que fueran celos le pellizcó el corazón. ¿En qué
clase de persona horrible la convertía eso? Celosa por el anterior
amor de un hombre por su esposa muerta.
—No creo...—dijo Izzy, tragando más allá del espesor en su
garganta—. No creo que eso suene como si hubiera algo que
pudieras haber hecho para que ella te odiara.
Por favor, deja que haya sido lo correcto para decir.
Jig la miró tan fijamente que era como si pudiera ver
directamente sus entrañas. Dos almas rotas temerosas de apoyarse
en otros en busca de consuelo, pero que probablemente lo
necesitaban más que la mayoría, aunque al universo no parecía
importarle lo que quisieran. Tenía su propio plan, unir a Izzy y Jig y
forzarlos a enfrentar sentimientos que no tenían antes. Ella tragó.
Había algo dulce en que él sostuviera una pequeña parte de su
vulnerabilidad y viceversa. No es que estuviera lista para admitir
eso en voz alta.
Deslizó su mano por su columna vertebral hasta que llegó a la
parte posterior de su cabeza. Alejando su boca de la de ella, susurró:
—Gracias.
Luego capturó sus labios en un beso tan profundo que le robó el
aliento. Más suave que sus últimos besos, pero tan poderoso que
todo lo que podía hacer era agarrarse a sus brazos mientras él
exploraba su boca y descargaba su cerebro.
Minutos, o incluso podrían haber sido horas más tarde, le soltó la
boca. Mientras jadeaban por respirar, Izzy miró fijamente sus labios
húmedos de su boca. Era tan guapo, tan peligroso, tan fuerte que
casi olvidó todas las razones por las que mantenía las distancias.
Casi.
—¿Por qué no me has echado, Izzy? No tengo nada que ofrecerte.
Sin futuro, sin final feliz. Solo un motero ilegal con asesinatos sobre
su cabeza que piensa en follarte al menos cien veces al día.
Izzy sonrió.
—No me asustas, Jig. Tampoco la oscuridad dentro de ti. —Al
menos no físicamente. Y tendría que encontrar una manera de evitar
que él destruyera su corazón—. No soy la autoridad moral de nadie.
¿Quiero que te conviertas en un asesino en las sombras? No, pero no
te juzgo por lo que hiciste. —Ella se encogió de hombros y le dedicó
una sonrisa—. No es mi estilo. —Entonces se puso seria—. No confío
en nadie, Jig. Te quemas demasiadas veces y aprendes a confiar solo
g q y p
en ti mismo. En este momento de mi vida, no creo que pueda
aprender nada diferente. Así que tampoco tengo nada que ofrecerte.
—Izzy apretó las caderas contra la erección que había crecido entre
ellos después de subirse a su regazo—. Excepto esto. Y tal vez algún
tipo de amistad.
Esta vez, cuando la besó, fue tan fuerte que fue casi salvaje. Ella
gimió en su boca cuando su lengua la llenó. Un profundo escalofrío
recorrió todo su cuerpo. Largos minutos después, ella rompió el
beso.
—Más de esto y una amistad funciona para mí.
Él se rio entre dientes mientras recorría un camino de regreso a
su boca y se zambullía una vez más. Algo en los besos de este
hombre era diferente a cualquier otro que hubiera experimentado.
Más profundo, más poderoso y mucho más sexy. Cada vez que su
boca tocaba la de ella, sus bragas se humedecían, le dolía el coño y
sentía la profunda necesidad de tenerlo dentro de ella. Iban a tener
un problema si ella le exigía que la follara cada vez que la besaba.
Podría conducir a algunos escenarios comprometedores.
Jig se levantó, sujetándola por el culo. Ella enganchó sus piernas
alrededor de él, trabándolos en su espalda baja.
—Si no estoy follando ese coño empapado en los próximos cinco
minutos, verás lo salvaje que puedo llegar a ser—gruñó contra su
boca.
—¿Cómo estás tan seguro de que estoy mojada?
—Todo lo que tengo que hacer es mirarte, y ese coño gotea para
mí. —Él sonrió—. Dime que estoy equivocado.
A pesar de lo arrogante que era su declaración, no era una
mentirosa, así que dijo:
—Tienes razón al cien por cien. Ahora, ¿qué vas a hacer al
respecto, hermano? —El uso del apodo le daba la ilusión de
mantener su corazón a una distancia segura.
Le apretó el culo y se dirigió a su dormitorio. De alguna manera,
se las arregló para llegar allí sin derribar nada a pesar de que se
devoraban entre sí mientras caminaba. Izzy tenía sus brazos
envueltos alrededor de su cabeza, las manos deslizándose por su
cabello. Su cabello era del largo perfecto, lo suficientemente largo
como para sujetar con un puño, pero no en la etapa desgreñada.
Pareció gustarle la atención porque un sonido sordo brotó de su
pecho cuando las uñas de ella le arañaron el cuero cabelludo. En un
segundo, ella estaba tratando de escalarlo como un árbol, y lo
siguiente que supo fue que estaba tendida de espaldas con un
motero cachondo cerniéndose sobre ella.
Cabello oscuro, ojos oscuros, cuero oscuro, rostro lleno de
cicatrices, Jig parecía el hombre peligroso que era. Y ella estaba a
punto de experimentarlo de primera mano. Si era como la otra
noche, estaba a segundos de ser dominada por este hombre. Y por
primera vez en su vida, lo deseaba.
Jig curvó los dedos en los costados de sus pantalones de yoga y
los arrancó de su cuerpo de un solo tirón. Después se quitó la ropa y
agarró un condón de la mesita de noche (sí, ella los había comprado
después de que follaron en el gimnasio) y lo dejó caer junto a su
cabeza.
Se inclinó hacia delante, besándola justo debajo del ombligo y
luego inhaló.
—Me encanta oler cuánto me deseas—le dijo, su aliento tan cerca
de su montículo que ella temblaba de necesidad—. Quiero comer
este jugoso coño otra vez.
—Hazlo—dijo, levantando la pelvis.
Entonces el mundo se volvió loco cuando Jig agarró su culo, los
volteó a ambos y la colocó a horcajadas sobre sus caderas.
—La próxima vez. Tengo ganas de dar un paseo esta noche.
Izzy se quedó boquiabierta. ¿Él le estaba dando el control? No es
lo que ella esperaba. Todo ese poder, todo ese control ganado con
tanto esfuerzo. A su merced. A merced de ella para dar y recibir
placer a su discreción.
Joder, sí. Sus pezones se apretaron hasta que estuvieron tan
sensibles que apenas podía soportar la sensación de su camiseta
rozándolos. No lo habría creído posible, pero su sexo liberó aún más
excitación. Se filtró de ella, cubriendo el viril abdomen bajo.
—Veo que te gusta la idea—dijo él, entrelazando los dedos debajo
de la cabeza.
—Me encanta la idea. —Antes de que él tuviera la oportunidad
de cambiar de opinión y girarla de nuevo, agarró el condón y lo
abrió con los dientes.
—Ahora, eso es sexy—dijo él—. Vas a tener que hacer eso otra
vez en algún momento. Cuando pueda grabarlo en video. De esta
manera, si tengo una erección y no estás cerca, puedo sacarlo y tengo
la imagen perfecta para hacerme una paja.
Izzy río con un genuino sonido de felicidad. ¿Quién era este
hombre? Desde que le confesó sus pecados, parecía más ligero,
capaz de dejarse llevar, incluso de ser juguetón. Con suerte, el
juguetón Jig se quedaría por un tiempo.
Su broma se convirtió en un gemido cuando ella hizo rodar el
condón por su polla. Cuando se colocó sobre él, sus ojos se
encontraron y se sostuvieron. Izzy frotó la punta de él a través de su
abertura y se deslizó hasta la empuñadura en un movimiento
rápido.
—Joder—dijo él en un gemido. Sus manos sujetaron sus caderas,
inmovilizándola—. ¿Me vas a follar duro, bebé?—preguntó con los
dientes apretados.
Izzy inhaló y exhaló, tratando de ignorar la necesidad apremiante
de moverse. Jig aún conservaba parte del control y la mantenía
inmóvil.
—Puedo ser suave contigo si quieres—dijo con la voz más dulce
que pudo reunir.
—Maldición no te atrevas. —Los dedos de Jig se clavaron en la
carne de sus caderas. Ella trató de balancear la pelvis, pero le
impidió cualquier movimiento—. Quítate esa camiseta y dame esas
tetas.
Izzy cruzó los brazos a la altura de la cintura y se sacó la camiseta
por la cabeza, arqueando un poco la espalda para lograr un efecto
dramático. La sensación que tuvo cuando sus ojos se encendieron al
ver sus pechos desnudos fue el último viaje de poder para una
mujer. En este momento, era la reina del mundo. Al menos del
pequeño mundo que habían creado en su dormitorio.
Ella acunó uno de sus senos y luego se inclinó hacia adelante,
apoyándose en la cabecera con la mano libre. Cuando estaba
colgando a sólo centímetros de su boca, dijo:
—¿Esto es lo que tenías en mente?
—Joder, sí—susurró él. Sus manos dejaron sus caderas y
aterrizaron en sus tetas, empujándolas juntas. Con su muy talentosa
lengua, lamió de un lado a otro entre ambos pezones antes de
alternar con chupones y mordiscos por todas partes.
Izzy agarró la cabecera con tanta fuerza que temió romper la
madera de veinte años. Fue entonces cuando se dio cuenta de que él
ya no la inmovilizaba. Movió las caderas en un movimiento circular,
provocando un profundo gemido alrededor de su pezón. Su cabeza
se inclinó hacia atrás y la soltó, gimiendo por segunda vez cuando
ella lo hizo de nuevo. Y otra vez.
Izzy tomó eso como una señal y se enderezó, dejando sus manos
en la parte superior del cabecero mientras aumentaba la velocidad
de sus caderas. Las manos de Jig subían y bajaban por sus costados,
ocasionalmente recorriendo sus tetas y pellizcando sus pezones. Con
cada movimiento hacia adelante, su clítoris se hundía en su pelvis,
acercándola más a correrse.
Joder, se sentía tan bien.
Jig también movió las caderas, jodiéndola y volviéndola loca.
Incluso mientras lo hacía, la necesidad de más aumentó y aumentó
hasta que lo estaba montando con tanta fuerza que temía que sus
rodillas dejaran moretones en sus costados. No se daba cuenta si los
gruñidos y gemidos eran alguna indicación. Además, él había vuelto
a agarrar con fuerza sus caderas, ayudándola a moverse como una
loca.
—Necesito ver cómo te corres—dijo mientras acariciaba su
clítoris con el pulgar. Izzy se sacudió ante el relámpago de sensación.
Quitó las garras de su pecho y apoyó las manos en sus muslos detrás
de ella. El cambio de posición alteró su ángulo dentro de ella, y
ambos gritaron. Izzy se perdió por completo en la avalancha de
placer, dejando caer la cabeza entre los hombros mientras lo follaba
con todo lo que tenía y él continuaba torturando su clítoris.
No tomó mucho, tres caricias de ese pulgar calloso, y la lanzó a
un orgasmo intenso. Su espalda se arqueó con la fuerza de sus
contracciones. Ella gritó su nombre y se apretó con fuerza contra él,
aguantando todo el tiempo que pudo. Cuando su cuerpo comenzó a
calmarse, trató de retomar el ritmo para él, pero estaba tan débil que
no funcionó.
Jig envolvió sus brazos alrededor de ella y los volteó de nuevo
antes de pasar sus piernas sobre sus hombros. Entonces se puso a la
tarea con todo lo que tenía, follándola tan fuerte que su cuerpo se
movió hacia arriba de la cama y ella tuvo que afirmarse contra el
cabecero. En cuestión de segundos, un segundo orgasmo se estrelló
contra ella, haciéndola gritar de placer. Ahora, fláccida y saciada,
absorbía sus brutales embestidas.
El cuerpo de Jig se tensó y sus embestidas se volvieron frenéticas.
Izzy lo observó mientras su polla entraba y salía de ella como una
tuneladora.
—Dios, eso es caliente—dijo. Y, de repente, necesitaba algo que
nunca había querido. De hecho, le habría dado un puñetazo en la
garganta a cualquier hombre que se lo sugiriera.
—Córrete encima de mi cuerpo—dijo ella.
Jig se congeló, enterrado tan profundamente que ella se retorció
alrededor de él.
—¿Qué?
Ella tragó. ¿Por qué diablos había dicho eso? Pero no se retractaría.
Lo quería, quería ser marcada por él, quería ser suya. En realidad,
nunca le diría que quería ser su propiedad. No podía ponerle voz a
esos pensamientos y hacerlos realidad. La dejaría demasiado
expuesta, demasiado vulnerable y demasiado abierta al daño. Pero
podría pedir este acto físico como una representación de las
emociones que no podía manejar. Ella podría poseer esto.
—Córrete encima de mi cuerpo—dijo, más enérgica esta vez.
Las fosas nasales masculinas se ensancharon y su respiración se
volvió más errática. Él se retiró de ella y sacó el condón con un
chasquido, enviándolo volando al suelo. Dos dedos se sumergieron
entre sus piernas, recogiendo su crema antes de que él se agarrara la
polla y la acariciara furiosamente. Con un brazo apoyado en el
cabecero y sus voluminosos músculos contraídos. Con cada segundo
que pasaba, se ponía más duro, sus gruñidos más bajos, más
desesperados. Su cuello se endureció con la tensión y su rostro
parecía casi dolorido.
Era la cosa más sexy que jamás había visto, y necesitaba hacer
algo más que mirar. Apartando su mano de un manotazo, agarró su
polla y lo acarició como lo había visto hacer.
—Joder, bebé, me vas a matar—dijo él, echó la cabeza hacia atrás
y estalló por todo su pecho y estómago. Semen caliente salpicó sobre
ella, dejando lechosas vetas blancas. Izzy pasó los dedos por él
untándolo alrededor de sus senos y abdomen.
Respirando como si acabara de correr una maratón, Jig la miró
fijamente.
—Esa es la cosa más sexy que he visto en mi vida. Mi marca en ti
así.
Sus ojos se encontraron, y el ahora familiar ramalazo de emoción
la golpeó. No podía ni estaba dispuesta a admitir que había algo más
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entre ellos que solo amistad y sexo, pero lo sentía. Y ella lo ignoró.
Jig se inclinó hacia delante y la besó. El hambre se encendió como
si no se hubiera corrido dos veces. Envolviendo sus brazos y piernas
alrededor de la espalda de Jig, se entregó a ello. Necesitaban
ducharse, limpiarse, pero de alguna manera esto era perfecto.
Era crudo, sucio y un poco jodido.
Eran ellos.
Capítulo 20
Jig abrió la puerta con su bota número cuarenta y seis y salió del
baño mientras se subía la cremallera. En todos los años que había
sido un Handler, se las había arreglado para evitar tocar el interior
de la puerta del baño. Un viaje a la clínica no era su elección para un
día de diversión, y ese lugar estaba repleto de ADN de Dios sabía
quién. En realidad, probablemente sí sabía quién, y de alguna
manera eso lo hacía peor.
—Ven aquí, hermano—gritó Zach cuando Jig volvió a entrar en el
área principal de la casa club. Zach estaba a un partido de billar de
perder su camiseta, pero al tipo no parecía importarle una mierda.
Se había bebido cinco cervezas y tenía a su mujer encima de él, con
la billetera vacía o no, estaba jodidamente satisfecho.
—¿Qué pasa, Z? No te voy a dar un centavo. El club va a tener
que enviar a Louie a patearte el culo si sigues perdiendo todo
nuestro dinero—dijo mientras se acercaba al juego de Zach y Rocket.
Puede que Copper prohibiera las fiestas y las Honeys hasta que se
asentara el polvo, pero Prez podía sentir cuándo sus hombres
estaban llegando a su límite, por lo que permitió que ellos y sus
damas se relajaran en la casa club esta noche. No era una fiesta, no
había música pesada, no había Honeys con poca ropa, y no se
permitía que nadie se emborrachara demasiado, pero aun así era
agradable desahogarse con la familia.
—Lamento no haber podido salir hoy para ayudar con la casa de
tu mujer. Tuve un problema con el lavabo obstruido en el vestuario
de mujeres que me tuvo ocupado todo el día. Cómo diablos se llenó
el lavabo de pelo rubio, nunca lo sabré. Tenemos jodidas duchas.
Nadie debería lavarse el pelo en esos lavabos.
Tu mujer.
Zach era la tercera persona en llamar a Izzy su chica esa noche. Y
Jig no había corregido a ninguno. Ella no era realmente suya.
Ninguna mujer volvería a ser suya nunca más, pero la idea de
llamarla su mujer no sólo lo ponía duro, sino que descongelaba algo
dentro de su pecho. ¿Qué maldito hombre no querría llamar a Izzy
su mujer? Tenía un cuerpo de ensueño, se hacía amiga de todas las
personas con las que se cruzaba, tenía un trabajo excelente y era
feroz como la mierda. Además, tenía una pequeña veta violenta que
hacía que un bastardo enfermo como él la deseara aún más.
—Oye—dijo Toni, golpeando el brazo de Zach—. Nos paramos
frente al espejo y nos cepillamos el cabello sobre el lavabo. —Ella se
encogió de hombros—. El cabello se cae. Supéralo.
Jig se rio entre dientes. Seguro como el infierno lo recordaba. El
cabello rubio de Callie prácticamente se había apoderado del baño
en ocasiones. El desagüe de la ducha, lavabo, el suelo... él se quedó
helado. Santa Mierda. Segunda vez en poco tiempo que había
pensado en su esposa en un contexto informal. No es algo que se
permitiera. Solo una vez al año, en su cumpleaños, se entregaba a los
agonizantes recuerdos de sus años más jóvenes y felices. Pero ella
seguía apareciendo en su cabeza últimamente, y era... casi
placentero. No el habitual golpe de miseria que le rompía el corazón,
sino un recuerdo que podría inducir una sonrisa.
Nunca aceptaría la muerte de Callie, nunca estaría en paz con la
forma en que fue arrancada de su vida, pero ¿podría encontrar algo
de paz dentro? ¿Podría finalmente aceptar que todavía tenía una
vida, una que podía vivir y disfrutar?
Su mirada se encontró con la de Izzy al otro lado de la habitación
donde estaba sentada en una mesa con Shell y Beth. La nariz de ella
se arrugó en una linda mirada inquisitiva, por lo que él negó con la
cabeza. Él estaba bien. Con una sonrisa, ella le guiñó un ojo y volvió
a trenzar el cabello de Beth.
—¿Hola? Tierra a Jig—dijo Zach riéndose—. Mira al pobre
bastardo. Está enamorado. Como un cachorrito enfermo de amor. Es
asqueroso.
—¿Qué? —Apartó la atención de la mujer que ocupaba
demasiado espacio en su cerebro. Maldita sea, se había distraído otra
puta vez—. Lo siento, no te preocupes. Tuvimos suficientes personas
p p p p
para instalar las ventanas en unas pocas horas. La casa está como
nueva.
Toni se rio y se apoyó contra su hombre.
—Esa fue la pregunta que te perdiste hace cinco minutos. Yo
pregunté si Izzy tenía alguna pelea próxima. Las chicas y yo
estuvimos hablando, y nos moríamos por verla en acción.
—No estoy seguro. No es muy frecuente que otra mujer quiera
pelear con ella, por lo que sus combates son pocos y distantes entre
sí—dijo Jig, encogiéndose de hombros. Bien por él. Claro, ella había
sido una estrella de rock en el ring, pero él no tenía prisa por verla
recibir un puñetazo en la cara otra vez. La mujer obstinada había
recibido suficientes moretones en las últimas semanas para que le
duraran unos cuantos años.
—Bueno, mantennos informados. Jazz y yo nos morimos por ir.
Steph también. Todavía no he hablado con Shell al respecto, pero
apuesto a que ella también lo irá.
Jig gruñó un acuerdo e hizo todo lo posible para fingir que toda
su atención estaba en Toni y Zach mientras, en realidad, estaba
reproduciendo la suave sonrisa que Izzy le había regalado a Beth.
No era una que hubiera visto de ella todavía. Tal vez solo estaba
reservada para niños.
Niños… Mierda, ¿los querría ella? Esa era una cosa que seguro
como la mierda nunca volvería a hacer. Perder a su hija rompió algo
dentro de él que estaba cien por cien seguro de que nunca podría
repararse. Estar en presencia de Beth era apenas tolerable, y a
menudo se alejaba si ella estaba demasiado cerca. No importaba que
fuera una de las niñas más lindas que había visto jamás. Estar en
cualquier lugar cerca de los niños lo retorcía tanto por dentro que
apenas podía respirar. Fue solo recientemente que pudo fingir que
sostenerla no le arrancó las entrañas.
¿Necesitaba aclararle a Izzy su postura sobre los niños?
No. Joder no. Nunca permitiría que una mujer entrara lo
suficiente como para necesitar esa conversación. Izzy había
entendido eso.
—Yo, eh, veré qué proyectos tiene—dijo él. ¿Seguían hablando de la
pelea de Izzy?
Zach se rio y giró a Toni para que estuviera frente a él.
—Creo que lo hemos perdido.
—Puede que tengas razón. Y creo que has terminado con este
juego. —Su voz era tímida cuando dijo—. ¿Qué deberíamos hacer en
su lugar?
Zach gruñó como un león al acecho y dijo:
—Se me ocurren algunas cosas. —Metió las manos en los bolsillos
traseros de los vaqueros ajustados de Toni y le dio un apretón en el
culo.
Ella chilló y luego se rio justo antes de que Zach la besara. En
cuestión de segundos, el beso se hizo más intenso. Jig les dio dos
minutos antes de que se dirigieran a la habitación que compartían en
la sede del club. No era frecuente que se quedaran aquí ya que
ambos tenían casas, pero probablemente se dirigirían allí ahora y no
saldrían hasta mucho después del amanecer.
—Dios—se quejó Rocket—. Me voy de aquí. ¿A menos que
quieras un round? —Le tendió un taco de billar a Jig.
—Estoy bien, hermano. La próxima vez.
Con un resoplido y un murmullo acerca de que todos estaban
siendo dominados por los coños, Rocket guardó su taco de billar y
caminó hacia el bar.
—Nosotros también queremos uno, hombre—dijo Zach,
apartándose a tomar aire—. Excepto que vamos follar hasta quedar
agotados.
Toni se sonrojó y puso los ojos en blanco.
—¿Hasta quedar agotados? ¿En serio?
—En serio, bebé. —Riendo, Zach le dio una palmada en el culo—.
Después de ti, preciosa. Quiero ver esta cosa sexy mientras subes las
escaleras.
—Zaaach—se quejó ella—. Realmente estoy pensando que Jig no
quiere escuchar eso. —Ella estaba mintiendo Toni disfrutaba cada
segundo de la atención de Zach, y el guiño que le hizo a Jig lo
demostró.
—¿Qué?—preguntó Zach—. Ahora tiene su propia mujer. Él no
quiere escucharlo, también puede follar hasta quedar agotados.
Una risita brotó de Toni justo cuando Jig estaba a punto de
agregar sus granos de arena.
—Está bien. ¿Queréis, par de idiotas, iros de mi vista?—dijo Jig,
dándole un empujón a Zach.
—Santa Mierda. —Zach se golpeó el corazón con una mano—.
Ésta es la segunda vez esta noche que te veo sonreír y reír. —
Entonces se puso serio—. Ella es buena para ti, hermano. —Después
de otro golpe en el culo de Toni, los dos desaparecieron escaleras
arriba, riéndose y tocándose como adolescentes.
Jig volvió a centrar su atención en Izzy y Shell justo a tiempo para
ver a Beth saltar del regazo de Izzy y mover sus piernas regordetas
tan rápido como podía en su dirección.
—Beth, no—gritó Shell, su voz coincidiendo con el horror abyecto
en el rostro de Izzy. Ambas mujeres se pusieron de pie y se estiraron
como si pudieran agarrar a Beth a través de los ocho metros que las
separaban de la veloz niñita.
Todo alrededor de Jig pareció congelarse, excepto el pequeño
paquete de energía que se precipitaba hacia él. El tiempo se detuvo,
la concurrida casa club desapareció, incluso el aire se calmó. Los
pulmones de Jig dejaron de funcionar y su respiración quedó
atrapada en su pecho. No era la primera vez que ella corría hacia él,
pero cada vez le causaba un ataque temporal.
En un segundo, la niña pelirroja de tres años estaba acelerando
hacia él, con una amplia sonrisa en su cara redonda, y al segundo
siguiente, su dedo del pie quedó atrapado y estaba volando hacia el
suelo. El puro instinto se activó y Jig se lanzó hacia adelante,
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atrapándola de los brazos unos milisegundos antes de que esa
adorable cara golpeara el suelo de madera.
—¡Síii!—chilló Beth mientras se columpiaba en los brazos de Jig,
todavía sonriendo como si no hubiera estado a un latido de distancia
de un resultado muy diferente.
—Mierda, princesa—dijo él, abrazándola cerca, esperando que
eso calmara su corazón desbocado. —Casi te golpeas ahí. No corras
más rápido de lo que esas piernas de camarón te pueden llevar, ¿eh?
Los ojos de Beth se agrandaron y agarró su rostro con ambas
manos.
—Dijiste mierda—susurró ella—. Mami dice que es una mala
palabra.
Él hizo una mueca. Nunca había tenido que cuidar su boca
alrededor de su hija porque no había maldecido en ese entonces.
Mientras la imagen de su hermosa niña llenaba su mente, se preparó
para el ataque del dolor.
Éste nunca llegó.
Claro, hubo una punzada de tristeza y arrepentimiento, pero la
sonrisa de regaño de Beth ocupó la mayor parte del espacio en su
cabeza en ese momento. Podía respirar, su estómago no estaba
revuelto, diablos, incluso podía sonreír.
Dirigió su mirada a Izzy y a Shell, quienes tenían miradas
gemelas de preocupación. Como si la atención de Beth lo enviara en
espiral. Un guiño en su dirección y sus ojos se abrieron tanto que
parecía que lo habían ensayado.
Jig se rio entre dientes y le dio un apretón a Beth. Sostener el
ligero peso de un niño moviéndose en sus brazos estaba teniendo el
efecto completamente opuesto al que siempre había temido. Se
sentía bien, electrizante... correcto.
—Tienes razón, renacuajo. No debería haber dicho eso. Supongo
que escuchas muchas malas palabras por aquí, ¿eh?
Su asentimiento fue tan solemne que no pudo evitar reírse de
nuevo.
—Mami dice que Copper tiene un orinal en la boca y que por eso
dice más malas palabras.
¿Un orinal en la boca? Mierda, se había reído más en los últimos
treinta segundos que en años. La niña era tremenda.
—Trataré de ser más cuidadoso.
—Bien. Mami te pondrá en la silla de tiempo muerto si dices
malas palabras. El tiempo muerto no es divertido. ¿Qué es un
renacuajo? —Mientras hablaba, apoyó la cabeza en su hombro y
cerró los ojos. Había escuchado algo acerca de que ella se saltaba la
siesta y que Shell esperaba un colapso en cualquier momento. Tal
vez simplemente se desmayaría sobre su hombro. Si le ahorrara algo
de dolor a Shell, tomaría uno para el equipo. No tenía nada que ver
con el hecho de que se estaba enamorando de una niña de la que
había estado aterrorizado desde el momento en que la conoció.
—Un renacuajo es una niña súper linda que todos aman.
—Siempre pensé que dabas miedo, pero mami dijo que solo
estabas triste. ¿Estás triste en este momento?
Volvió a mirar a Izzy. Ella y Shell se habían vuelto a sentar y
estaban charlando de nuevo, pero los ojos de Izzy seguían
moviéndose en su dirección y tenía una pequeña sonrisa tonta en el
rostro. Jig tuvo la sensación de que su propia sonrisa coincidía con la
de ella.
—No, renacuajo, no estoy para nada triste en este momento.
Fin
EL CONO del SILENCIO
Traducción
Colmillo
Corrección
La 99
Edición
El Jefe
Diseño
Max
Notas
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El cine slasher, o simplemente el slasher, es un subgénero del
cine de terror producido en el contexto del así llamado cine de
explotación. El término mismo, slasher, es un anglicismo
derivado de la palabra «slash».