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EL CONO del SILENCIO

Lilly Atlas
COPPER
Sinopsis:
Enorme, dominante y más caliente que el pecado, Copper es el
único hombre al que Shell siempre ha querido. Incluso cuando era
una joven adolescente, cuando era imposible y tabú captar la
atención de un hombre adulto, lo añoraba. Durante años, ella se
aferró al sueño de cumplir dieciocho años y finalmente ser notada
por el rudo y brusco presidente de los Hell's Handlers. Pero el
universo tenía otros planes y se vio obligada a tomar una decisión
horrible. Una elección que alteró el curso de su vida para siempre,
sellando su destino y asegurando que el sueño de ser la dama de
Copper nunca se materializaría.
Dieciséis años menor que él. Hija del ex presidente de su MC.
Madre soltera cuyo donante de esperma no proporciona ni un gramo
de apoyo. Amada como una hermana menor por todos los hombres
del club. La lista de razones continuaba para que Copper se
mantenga alejado de Shell. El problema es que ha estado enamorado
de ella durante años. Copper finalmente siente algo de alivio cuando
se muda de Tennessee, pero una vez que regresa, todas esas razones
para mantener su distancia se debilitan cada día.
Incapaz de luchar contra su propio juicio por más tiempo,
Copper finalmente reclama a Shell como propia. Pero una vez más,
el universo interviene, revelando secretos con el poder de destruirlos
a ambos.
Shell hará cualquier cosa por Copper, incluso arrancarse el
corazón y enfrentarse a las partes más agonizantes de su pasado.
Pero, ¿llegará demasiado tarde para salvar su sueño? ¿Llegará
demasiado tarde para salvar a Copper?
Para todos los que se enamoraron de Copper y Shell en la
historia de Zach. ¡Gracias por esperarlos!
Prólogo
2010
Si la atrapaban, habría mucho que pagar.
Un absoluto infierno.
Michelle ni siquiera quería imaginar el nivel al que subiría la ira
de Copper si la descubría siguiéndolo a él y a sus hombres en el
bosque oscuro detrás de la casa club bien pasada la medianoche.
La furia sería épica.
Bíblica.
Puede que fuese una chica de quince años, pero no era idiota.
Salir a escondidas de su casa, conducir la bicicleta a través de la
ciudad hasta la sede del club y acechar en las sombras hasta que
emergieran los hombres no solo era peligroso, era imprudente, y
probablemente también inútil.
No sería capaz de ver nada cuando los hombres finalmente
dejaran de caminar. Pero ella tenía que estar aquí. Tenía que
averiguar si el club realmente había capturado al hombre que
asesinó a su padre.
Cuatro pares de pies calzados con pesadas botas caminaban
pesadamente por el bosque, afortunadamente sin hacer ningún
esfuerzo por ser sigilosos. Shell no era exactamente silenciosa como
un ratón, pero el ruido del decidido grupo ahogaba sus pasos que
crujían con las hojas.
Se estremeció a pesar de que la chaqueta de plumas envolvía su
cuerpo. A mediados de enero en la base de las Great Smoky
Mountains hacía bastante frío. Por suerte para ella, no había nevado
en las últimas semanas.
—Joder, está oscuro aquí. No sería capaz de ver mi propia puta
polla. ¿Ya casi terminamos con este romántico paseo por el bosque?
—Esa era la voz de Maverick. Fácil de distinguir porque el noventa
por ciento de las tonterías que salían de su boca estaban cargadas de
irreverencia y sarcasmo. Como uno de los miembros parcheados
más nuevos, se estaba haciendo un nombre con su ingenio y su
constante humor inapropiado.
—Tenemos una maldita linterna, llorón. aguántate y sigue
caminando.
Zach. Otro nuevo parche.
Apretando los dientes en un esfuerzo infructuoso por contener el
castañeo, Shell siguió a los hombres a los que consideraba familia.
Los amaba como familia, también. Los amaba más que a la mayoría
de sus parientes de carne y hueso, si era honesta.
Cuanto más se adentraban en el bosque, más confiada estaba
Shell en su suposición respecto del destino. Los hombres tenían que
dirigirse a The Box. Pensar en lo que eso significaba envió un tipo
diferente de escalofrío por su espalda. Al crecer en el MC, Shell
había escuchado innumerables rumores sobre The Box. Cómo el club
mantenía una cámara gigante de tortura subterránea llena de cientos
de enemigos de los Handlers desde hacía años. Cómo estaba a mil
seiscientos metros de distancia en el bosque detrás de la casa club.
Cómo las paredes estaban recubiertas de sangre y los gritos
desvanecidos resonaban a través de la mazmorra. A las Honey les
encantaba cotillear y adivinar con precisión lo que pasaba allí abajo,
y cada historia era más espeluznante que la anterior. Cuando tenía
doce años, Shell había oído historias de prisioneros a los que les
cortaban las extremidades, les sacaban los globos oculares y les
apretaban las pollas con una morsa. No se podía creer la mitad de lo
que decían las mujeres del club. Al menos eso es lo que su madre le
dijo cuando tenía nueve años y le preguntó qué era una mamada y
por qué escuchó que las Honey usaban la palabra en referencia a su
padre. Desde ese día, siempre había tratado de tomar lo que le
decían con pinzas. No es como si los hombres realmente
compartieran algún asunto del club con las mujeres que eran poco
más que putas.
La verdad era probablemente una versión diluida de las
leyendas, incluso si la Honey que se jactaba de mamar al padre de
Shell había estado diciendo la verdad. Resultó que el hombre había
estado con casi todas ellas en un momento u otro. Algo en lo que
toda chica de quince años quería pensar. Independientemente, The
Box existía y no era un lugar donde nadie quisiera encontrarse.
Después de otros cinco minutos de viaje sin palabras por el
bosque, los hombres de repente se detuvieron en seco.
Michelle corrió detrás del árbol de tronco grueso más cercano. Se
mantuvo lo más quieta posible, sin siquiera atreverse a respirar.
Lástima que su corazón latiera tan fuerte que podía oírse a dos
kilómetros de distancia.
¿Los hombres se habían dado cuenta? ¿Sospechaban que tenían
un polizón? ¿Podían oír el castañeo de sus huesos helados y
aterrorizados?
Ésta fue, por mucho, la idea más estúpida de su vida.
—Traédmelo—dijo Copper.
Shell reconocería esa voz en cualquier lugar. Ese acento irlandés
que pertenecía al motero tatuado de un metro noventa y ocho que
protagonizaba todas las fantasías adolescentes que había tenido. Su
nombre decoraba un diario escondido en lo profundo de su cama,
garabateado una y otra vez con toques de perfume barato y besos de
lápiz labial. Si alguien alguna vez lo encontraba, moriría en el acto,
pero hasta ahora, su secreto estaba a salvo.
—¿Estás seguro, hermano? ¿No sería más fácil hacer esta mierda
en The Box? —preguntó Rusty.
Shell frunció el ceño. Diez años más joven, Rusty era el hermano
de Copper y un gran imbécil. No había otra palabra para describirlo.
De acuerdo, había algunas otras, pero a pesar de que los marineros
más duros envidiarían sus sucias bocas, los hombres siempre se
metían con ella cada vez que maldecía. Cansada de que siempre la
fastidiaran con que las damas no maldecían, evitaba usar cualquier
tipo de lenguaje obsceno frente a ellos. Como evitaba a Rusty a toda
costa.
—Lo quiero aquí. Quiero que sienta el aire, vea las estrellas, huela
el limpio aroma del bosque. Necesita darse cuenta de todo lo que
nunca tendrá la oportunidad de experimentar de nuevo. Necesita
sentir lo que le estoy quitando. Quiero que experimente un último
destello de esperanza de que lo dejaremos vivir, justo antes de que le
corte la jodida garganta.
Shell tragó saliva. Aunque no podía verle la cara, se imaginó a
Copper acariciándose la barba, sumido en sus pensamientos
mientras tramaba la muerte de alguien. También había historias
sobre eso. Sobre todo lo que haría Copper para proteger a su club. A
sus hombres y familias.
Pero ahora tenía un asiento de primera fila para el espectáculo de
terror.
—Lo tienes—dijo Zach. Hubo unos pocos susurros, luego un
silencio que pareció prolongarse durante horas, pero probablemente
solo fueron unos minutos. Todo parecía más oscuro, más largo, más
intenso cuando estaba afuera en las horas posteriores a la
medianoche.
Finalmente, unos pasos crujieron sobre las hojas de nuevo,
seguidos de un gruñido y un ruido sordo. Shell resopló en silencio y
se asomó alrededor de su árbol. Alguien había encendido una
linterna, iluminando un pequeño claro en el bosque. Un hombre se
arrodillaba en el suelo, con los brazos atados detrás de él con
Copper, Maverick, Zach y Rusty dando vueltas a su alrededor.
De espaldas a ella, no tenía una vista de la cara de Copper, pero
seguro que tenía una clara línea de visión del hombre en el suelo.
Reaper, lo llamaban ellos. Por la cantidad de hombres que había
enviado a sus tumbas. Esos eran rumores que Shell creía. Había visto
al hombre de ojos oscuros en acción. Su interior se estremeció ante
los recuerdos, y tomó una respiración silenciosa y temblorosa.
Por eso había seguido a los hombres al bosque cuando debería
haber estado en casa durmiendo, preparándose para ir a la escuela
por la mañana.
Reaper era el hombre que había matado a su padre hacía cinco
años.
Más temprano esa tarde, había estado en la casa club ayudando a
algunas de las damas a preparar la cena. Con la tarea de hacerles
saber a los hombres que su comida estaba lista para ser devorada, se
dirigió hacia la oficina de Copper solo para escuchar el nombre de
Reaper junto con los planes para ir a The Box en la noche.
Su mente y su cuerpo se habían congelado hasta que los sonidos
en la oficina de Copper la alertaron de que los hombres se estaban
moviendo. Entonces, corrió hacia la puerta de la cocina y pretendió
salir como ellos, fingiendo ignorancia.
Incluso a la luz tenue de la linterna, era evidente que los ojos que
miraban a Copper no tenían remordimiento. Ni miedo. Era como si
la vida, incluso la propia, no tuviera valor para él. Casi la hizo desear
que los hombres lo mantuvieran con vida y sufriendo un tiempo
antes de acabar con él. La mayoría podría encontrarlo enfermo. La
mayoría podría despertarse con pesadillas después de ver morir a
alguien, pero Shell ya había recorrido ese camino. La mirada sin
alma en sus ojos era la misma que había visto la noche en que le robó
a su padre. Los recuerdos de esa época se habían mantenido muy
fuertes y frescos en su mente incluso con el paso del tiempo, y
Reaper los trajo de vuelta a la superficie.
Ella había estado con su padre esa fatídica noche, hacía cuatro
años, cuando el loco conocido como Reaper le disparó a sangre fría
en una gasolinera.
Mientras viviera, Shell nunca olvidaría el horror de aquella
noche. Era un sábado tarde y su padre llevaba a Shell y su madre a
casa después de una barbacoa familiar en la casa club. Desde el
asiento de atrás de la camioneta, había visto a su padre salir del
tranquilo mercado de la gasolinera, con dos cafés en la mano.
Segundos después, Reaper apareció de las sombras, le disparó desde
g p p p p
un metro de distancia y desapareció tan rápido como se materializó.
Ella había tenido una visión tan clara de su pálido rostro aquella
noche como ahora.
Todo había sucedido tan rápido que terminó antes de que su
cerebro procesara lo que habían visto sus ojos. Pero una vez que lo
hizo, su corazón se partió en dos y gritó tan fuerte que no pudo
hablar durante días.
Ahora, finalmente, más de cuatro años después, se haría justicia,
al estilo MC. Y ella no podía encontrar algo malo en eso. Tal vez fue
la forma en que la criaron, o tal vez solo estaba en su sangre, pero
siempre se había sentido segura, amada y protegida sabiendo que el
club haría cualquier cosa para proteger y vengar a los suyos.
Copper había estado allí aquella noche. Había sido testigo de su
devastación, la había visto en el momento más bajo de su vida. En su
mente adolescente enamorada, esperaba que parte de la razón de la
incansable búsqueda de Reaper por parte de Copper tuviera algo
que ver con que quisiera aliviar su dolor, aunque, en realidad, lo
habría hecho por cualquier persona asociada con el club.
—Has sido un hombre difícil de encontrar—dijo Copper mientras
se acercaba a su cautivo.
Reaper resopló. Quienquiera que lo haya hecho prisionero, lo
maltrató bastante. Un ojo morado, un corte en la mejilla, la camiseta
desgarrada, respiración sibilante. Su corto cabello negro estaba
cubierto de sangre, pegado a su cabeza. No el castigo suficiente a los
ojos de Shell.
—Ha sido fácil pasar desapercibido con vosotros, idiotas,
buscándome—farfulló Reaper como si su lengua estuviera hinchada.
Sonrió, realmente sonrió, revelando los dientes que le faltaban.
Desde la cubierta de su árbol, Shell apretó las rodillas para evitar
avanzar y caer sobre el presumido hijo de puta.
Copper se rio.
—Puede ser, pero ahora tenemos tu culo. He estado esperando
este momento durante mucho tiempo. —Mientras hablaba, sacó un
p
cuchillo de aspecto cruel de una funda en su cinturón.
Los ojos de Shell se abrieron como platos y se tapó la boca para
ahogar un grito. Tal vez no había estado tan preparada como había
pensado para ver a Copper quitarle la vida.
Sin embargo, no podía apartar la mirada.
El resto de los hombres estaban de pie con las piernas separadas,
los brazos cruzados y expresiones en blanco mientras observaban a
Copper cerrar la distancia con Reaper. Presionando la hoja contra la
garganta del hombre, dijo:
—Esto es por mi presidente, su dama y Shell. —El veneno en la
voz de Copper hizo que los ojos de Shell se abrieran más que con el
acto de violencia flagrante que estaba a punto de presenciar. Sonaba
como un hombre diferente. Un hombre letal completamente capaz
de matar a sangre fría—. Esto es sobre todo por Shell porque una
niña de once años nunca debería tener que vivir con la imagen de su
padre asesinado a tiros. Descansa en el infierno, hijo de puta.
Reaper se rio, haciendo que Shell se estremeciera. El sonido era
tan maníaco que podría haber sido la carcajada psicótico de un
villano de película. Y el hombre se atrevió a hacerlo mientras Copper
sostenía un cuchillo mortal en su garganta.
Locura.
—Hay tantas cosas que no sabes, Prez—dijo como si se estuviera
burlando de Copper.
—Los detalles no importan. Mataste a mi presidente, ahora te
mueres.
Reaper podría ser un asesino psicótico, pero era muy valiente. Ni
una sola vez se encogió, suplicó por su vida o rompió el contacto
visual con Copper. Justo cuando los músculos del brazo de Copper
se flexionaron con la señal reveladora de un movimiento inminente,
Reaper dijo:
—Lástima que no me diese cuenta de que la chica me miraba esa
noche. Podría haberla llevado conmigo. Habría sido un buen
juguete.
El gruñido que provino de Copper envió escalofríos a través de
todas las terminaciones nerviosas de Shell. No se molestó en hablar,
simplemente pasó la hoja por la garganta de Reaper con un
movimiento fluido.
Tan fácil como cortar mantequilla.
La sangre fluyó inmediatamente del corte seguido de un
horrendo sonido de gorgoteo. Esta vez, Shell no pudo contener el
grito ahogado antes de que saliera de su boca. En el momento en que
salió, contuvo la respiración y rezó para que nadie la escuchara.
Copper ni siquiera se movió. Zach vio cómo la vida se iba de Reaper.
Mav hacía rebotar su pierna como si estuviera impaciente por
terminar con el proceso.
Pero Rusty, él encontró sus ojos con una mirada fría y sádica.
Shell tragó el repugnante sabor a bilis que inundó su boca. Mientras
la miraba, los labios de Rusty se curvaron en una sonrisa que solo
podía describirse como depredadora.
Los vellos de los brazos de Shell se erizaron. Algo en esa sonrisa
la puso nerviosa porque juraría que no tenía nada que ver con la
muerte de Reaper y todo que ver con ella.
Mierda. ¿La delataría con Copper? El imbécil probablemente
disfrutaría mucho de eso. Ahora que la habían descubierto, solo
podía esperar y ver qué le deparaba el destino.
Capítulo 1
2018
Copper bebió otro trago y luego golpeó el vaso sobre la mesa. Ya
no había demasiadas noches en las que se dejara llevar por esto. Ser
presidente de un club de moteros fuera de la ley implicaba
demasiadas responsabilidades para un comportamiento frívolo.
Pero, diablos, un hombre solo cumple cuarenta una vez, y hubo
algunas veces en su juventud que Copper había estado bastante
convencido de que nunca llegaría a los cuarenta, así que lo
celebraría.
Además, el alcohol adormecería parte de la inquieta
insatisfacción con la que había estado luchando durante las últimas
semanas. Ahora que estaba por cumplir los cuarenta, la vida parecía
estar dándole una bofetada en la cara, mostrándole todo lo que se
estaba perdiendo. A medida que cada uno de sus hombres caía como
moscas en busca de una buena mujer, Copper se volvió más
consciente del vacío en su vida. Una dama, niños, una casa, tal vez
incluso un maldito perro. Hacía dos años, había vendido la casa en la
que había vivido desde que se mudó a Townsend y comenzó a vivir
en la casa club. Él siempre estaba ahí, así que parecía más fácil. En
realidad, odiaba la idea de deambular solo por una gran casa vieja.
Los malditos pensamientos deprimentes no tenían por qué
estropear su fiesta.
—Feliz cumpleaños, viejo—dijo Zach, golpeando con una mano
el hombro de Copper—. ¿Cuántos de esos has bebido?
—No seas arrogante. No estás tan atrás, hermano. —Copper
también trató de golpear el hombro de Zach, pero falló el objetivo y
golpeó a su enforcer en la parte posterior de la cabeza—. Mierda. Lo
siento. Perdí la cuenta alrededor de las ocho más o menos.
Se sentía bastante relajado en ese momento. El año pasado había
sido duro para el club, pero al final, todos salieron casi completos,
aunque un poco golpeados, y más unidos que nunca como club. Esta
noche era tanto una celebración del fin de los Gray Dragons como el
cumpleaños de Copper, un año más. La pandilla había sido una
carga en el culo colectivo de los Handlers durante demasiado
tiempo, y recientemente habían sido hechos pedazos por cortesía de
Copper y sus hombres.
Lo único que amenazaba con acabar con su zumbido era el hecho
de que Lefty, líder de la banda de los Gray Dragons, todavía andaba
por ahí, en alguna parte. Claro, estaba escondido, lamiéndose las
heridas supurantes y ya no dirigía una banda de traficantes de
mujeres, pero el hecho era que el hijo de puta todavía respiraba.
Y eso era inaceptable a los ojos de Copper.
Pero también era una preocupación para otra noche.
—Shell se superó a sí misma con esta fiesta, hombre. ¿La has
mirado bien esta noche? Se ve muy bien—dijo Mav con un maldito
brillo en los ojos.
—No, todavía no. Estoy seguro de que está con las mujeres en
alguna parte. Nada amaban sus hombres más que romperle las
pelotas con Shell. Ella había sentido algo por él en el pasado, y todos
estaban convencidos de que él sentía lo mismo por ella.
Lo cual era una locura.
Ella era dieciséis malditos años más joven que él. Y la hija de su
ex presidente. Prohibida. Claro, era caliente como la mierda, dulce
como el azúcar y amada por todos los hombres en el club, pero nada
de eso superaba el hecho de que era intocable para él. Además,
desde que había regresado a Townsend hacía un año, ya no parecía
interesada en él de esa manera. Tenía dos trabajos, criaba a su hija y
se mantenía sola, lo que lo volvía loco con su independencia y su
constante rechazo a la ayuda. No parecía tener un segundo libre en
su vida para un hombre. Especialmente no un hombre mayor con el
bagaje de dirigir un MC. No es que él estuviera interesado en el
puesto. No, el hecho de que ella parecía haber superado su
enamoramiento de colegiala por él era lo mejor.
Exactamente como lo quería.
Exactamente como tenía que ser.
Dios.
—Consígueme otro jodido trago—gruñó a los idiotas que se reían
y decían ser sus leales hermanos. Al diablo con eso, probablemente
elegirían a Shell antes que a él si se tratara de eso.
No es que pudiera culparlos. Ella era la combinación perfecta de
dulzura y motera, todo envuelto en un pequeño paquete sexy como
el pecado.
—Aquí tienes—dijo LJ, uno de los prospectos mientras repartía
otra ronda de Patrón.
—¡Escuchad, cabrones!—gritó Maverick desde el otro lado de la
habitación. Le dio a su mujer, Stephanie, un beso descuidado y se
subió a la barra, con un trago en la mano.
—¡No te caigas, imbécil!—gritó Zach—. No hay nadie aquí que
pueda llevar tu flacucho trasero al hospital esta noche.
—Todo bien—dijo Mav arrastrando las palabras, tambaleándose
en la barra.
—Cuidado, bebé—dijo Stephanie con una risita.
Mierda, todo el club era un desastre. Pero era muy bueno ver a
todos de fiesta y sin tensión por primera vez en mucho tiempo.
—Quiero hacer un brindis por el presidente. Todos vosotros,
cabrones, levantad los vasos.
Aplausos y pisotones resonaron en la casa club. Por el rabillo del
ojo, Copper vio a Shell saliendo del baño. Mientras regresaba a la
sala principal, uno de los prospectos le entregó un trago. Ella le
sonrió, lo aceptó y dijo algo que hizo que él la besara en la mejilla. Y
eso hizo que los puños de Copper se apretaran. Los días del chico
estaban contados con un solo dígito.
El maldito prospecto necesitaba mantener sus jodidos labios para
sí mismo.
Dio un paso en la dirección del prospecto solo para ser detenido
por el sonido de su nombre.
—¡Copper! ¿Dónde estás, Prez? —preguntó Mav.
Sin más remedio que abandonar su empeño de matar al
prospecto que buscaba a Shell, dio un paso adelante.
—Aquí mismo.
La música se convirtió en un rugido sordo y la multitud se separó
como el Mar Rojo, poniendo a Copper en el centro de atención.
—¿Todos están teniendo una buena noche?— preguntó Mav.
Gritos de joder, sí, corrieron a través de la multitud. Todos los ojos
estaban puestos en Copper. Estaba acostumbrado a que sus hombres
buscaran en él dirección y liderazgo, pero no estaba acostumbrado a
ser el centro de una celebración. Aun así, era muy agradable ser
apreciado.
—Está bien, levantad esos vasos—dijo Mav, levantando el brazo
completamente entintado—. Mantendremos esto breve y dulce para
que todos puedan volver a beber y follar. Pero necesitamos tomarnos
un segundo para honrar al hombre por el que todos estamos aquí
para agasajar. Hoy Copper cumple cuarenta años, y creo que todos
podemos estar de acuerdo en que es sin duda el mejor presidente
que ha visto este club.
Todos gritaron y vitorearon mientras Copper descartaba los
elogios. No era un trabajo o una posición para él. El amor por el club
corría por sus venas junto con su sangre. No había nada más que
prefiriera hacer que liderar a estos hombres.
—Así que todos deseamos un feliz cumpleaños al estilo de los
Handlers al gran hombre.
—¡Feliz cumpleaños, Copper!—gritaron todos.
Mav dejó escapar un silbido ensordecedor y la habitación volvió
a quedar en silencio.
—Muy bien, Copper, esto es por ti y por mí, y por todas las
mujeres que nos lamieron con lo que orinamos.
j q q
—¡Maverick!—chilló Stephanie antes de doblarse de risa. El resto
del club se dividió entre comentarios obscenos, gemidos e hilaridad.
Copper puso los ojos en blanco y miró a su derecha. La mirada
chispeante de Shell se encontró con la de él, encendiendo un fuego
en sus entrañas como lo hacía cada maldita vez que la veía desde
que se había mudado de regreso. Demonios, ¿a quién estaba
engañando? Desde el momento en que ella cumplió los dieciocho
años, lo había estado excitando y volviéndolo del revés.
Ella le regaló una pequeña sonrisa que era su combinación única
de linda y sexy, entonces levantó su vaso de chupito hacia él antes de
beberlo. Su delicada garganta se movió cuando el líquido se deslizó
hacia abajo, se lamió los labios brillantes y la polla de Copper desafió
la lógica al endurecerse. Nunca debería haber sido posible con el
volumen de licor en su organismo, pero su cuerpo nunca había
escuchado razones cuando se trataba de Shell.
Ella realmente debe haber reventado su culo ya sobrecargado de
trabajo para realizar la fiesta, y el esfuerzo valió la pena. Ahora que
el brindis de Mav había terminado, la música volvió a sonar y los
asistentes volvieron a hacer lo suyo. Algunos bebieron licor en la
barra, muchos bailaron y otros se pusieron a ligar en varios rincones
de la casa club. Las strippers giraban sobre las mesas con billetes de
dólar arrugados colgando de sus tangas. En el pasado, Copper
habría estado allí con sus hermanos solteros boquiabiertos y
babeando sobre los cuerpos retorciéndose, pero hacía mucho que
había perdido el gusto por las bailarinas. Sin embargo, si Shell no las
hubiera proporcionado, los hombres podrían haberse amotinado.
Ella no era tonta.
Centrándose en Shell, Copper encontró la mesa vacía que el club
consideraba suya, se dejó caer en un asiento y le hizo señas con el
dedo para que se acercara. En respuesta, Shell levantó una ceja y
colocó las manos en sus caderas. Sus caderas curvilíneas y cubiertas
de cuero. La acción empujó su generosa estantería hacia adelante, lo
que solo exacerbó el problema de la polla de Copper. Mierda, ¿por
qué no podía apartar la mirada de ella? Su cabeza zumbaba cuando
el último trago se unió a los restantes para ponerlo borracho. Tal vez
lo lamentaría por la mañana, pero su cerebro empapado en alcohol
parecía pensar que Shell estaba demasiado lejos. Copper volvió a
curvar el dedo y se rio cuando ella puso los ojos en blanco pero
avanzó hacia él.
Sus caderas se movían de un lado a otro con cada paso. La forma
en que se movía era una llamada para él completamente
involuntaria de parte de ella. A diferencia de las Honey, que
calculaban cada mirada y cada toque para seducir y excitar, Shell
simplemente respiraba y él la deseaba.
Mierda. Ésta fue una idea estúpida.
El vestido de cuero morado oscuro que llevaba se adhería a cada
una de sus curvas como una segunda piel. El morado le quedaba
perfecto, resaltando los hermosos ojos azul caribe que compartía con
su hija de cuatro años.
—¿Te sientes bien, cumpleañero?—preguntó con una sonrisa
cuando estuvo lo suficientemente cerca para tocarla.
Ella era el perfecto regalo de cumpleaños envuelto en cuero y
maldita sea si no quería desenvolverla lentamente. Qué mierda, era
su cumpleaños, se merecía un pequeño regalo, ¿no?
—Seguro, que lo estoy. Ven aquí. —Él agarró su mano y tiró de
ella más cerca. Los zancos en sus pies no eran rival para su fuerza, y
ella se derrumbó hacia él, aterrizando en su regazo con un chillido.
Solo esa pequeña sensación de su culo contra él hizo que su polla
se tensara detrás de los vaqueros.
—¡Copper! ¿Qué estás haciendo? —Shell se mantuvo rígida,
sentada en la parte delantera de su regazo.
Eso simplemente no funcionaría. Ya fuera por el hecho de que
estaba extremadamente intoxicado, por el subidón de ser el hombre
de honor de la fiesta o por ese puto vestido morado, las razones por
las que mantuvo a Shell a distancia durante tanto tiempo se
evaporaron.
—Dije, ven aquí—se quejó, colocando su antebrazo alrededor de
su pequeña cintura y tirando de ella contra él.
Durante unos diez segundos, permaneció inmóvil e inflexible,
pero entonces él susurró en su oído:
—Relájate, muñeca—y la tensión se filtró lentamente desde su
columna. Eso la dejó suave y flexible en sus brazos, con la espalda
moldeada contra su pecho.
—¿Q-qué estás haciendo, Copper?—susurró.
Dios, ella olía bien. Dulce, como el puto glaseado de un pastel de
cumpleaños que pide una lamida.
Su cabeza estaba lo suficientemente nublada como para pensar
que tocar a Shell era una buena idea. Si hubiese estado sobrio, se
habría dado cuenta de que este era el contacto más físico que habían
tenido desde que mataron a su padre y él la sostuvo sollozando en
sus brazos. En ese entonces, ella tenía once años y era una niña, por
lo que los pensamientos de Copper eran puros. Ahora, bueno, ella
había sido toda una mujer durante bastantes años, y los
pensamientos de Copper no habían sido puros en mucho tiempo.
De hecho, cuando se trataba de Michelle Ward, sus pensamientos
habían sido francamente sucios.
Él está borracho. Él está borracho. Él está borracho.
Tal vez si Shell se lo repitiese suficientes veces, lo asimilaría y
mañana, cuando él se arrepintiera de este incidente y volviera a la
regla tácita de no tocar a la que se apegaba cuando se trataba de ella,
no sentiría el peso aplastante de la decepción y la angustia
—Relájate, nena, solo estoy diciendo gracias. —Las palabras
fueron pronunciadas directamente contra su oído. El suave pello de
su barba le hizo cosquillas en el borde exterior de la oreja haciéndola
temblar mientras su cuerpo se volvía loco. Pezones endurecidos,
dolor de coño, anhelo inquieto, todo el conjunto. Todas las cosas a
las que debería estar acostumbrada después de años de lujuria no
correspondida por el hombre que la sostenía, pero ahora que sus
cuerpos estaban apretados, la necesidad se volvió mucho más
aguda.
—Y-yo estaba feliz de hacer esto por ti. Cuarenta es algo grande.
—Ella se encogió de hombros—. Lo habría hecho por cualquiera de
tus hermanos. —Y eso era cierto, aunque siempre ponía un poco más
de cuidado y detalle en las cosas que hacía por Copper.
Era así de patética.
—Sé que lo habrías hecho, muñeca. De hecho, tengo la sospecha
de que esto fue tanto para ellos como para mí. —Las palabras fueron
pronunciadas con brusquedad, y si no lo supiera mejor, casi diría
que sonaba disgustado por la idea de que ella se preocupaba por sus
hermanos tanto como él. Esa pequeña mentira permanecería detrás
de sus labios hasta el día de su muerte. Mientras hablaba, apartó su
cabello hacia un lado, dejando al descubierto su cuello. Entonces le
acarició la nariz justo debajo de la oreja, y su respiración se cortó—.
Hueles bien. —La áspera yema de su dedo raspando a lo largo de su
sensible cuello seguido por las cosquillas de la barba hizo que su
sexo se apretara casi dolorosamente.
Por favor, acaba con la tortura.
Aunque debería hacerlo, nunca poseería la fuerza para terminarlo
ella misma.
—¿Q-qué quieres decir con que esto fue para todos ellos? —Se
concentró en sus amigas bailando en medio de la habitación. Cada
una de ellas parecía muy sexy. Todas parecían estar disfrutando de
un tiempo fabuloso dejándose llevar por sus hombres.
—El club necesitaba esto. Necesitaba divertirse, desahogarse.
Sabes que me importan una mierda las strippers. Eso es todo para
ellos. Sabías que necesitaban esto y eres increíble.
Incluso borracho como una cuba, el hombre no era tonto. Y sus
cumplidos iban a arruinarla tan rápido como su toque.
—Bueno, el club lo ha pasado mal últimamente. Pero todo eso se
acabó. La familia merece un poco de diversión. —Intentó levantarse,
pero el esfuerzo fue en vano. El agarre de Copper era irrompible.
p g pp p
—Eso es exactamente de lo que estoy hablando. Te das cuenta de
lo que necesitamos y te aseguras de que lo tengamos. Como dije,
eres increíble. Y te ves jodidamente hermosa esta noche. —Presionó
un beso en su cuello y sus ojos se llenaron de lágrimas. Apretándolos
para cerrarlos, rezó para que ninguna escapara. Había una razón y
sólo una razón para su comportamiento.
Alcohol.
Una parte de ella quería decir a la mierda y absorber cada gramo
de su afecto, pero mañana, cuando las cosas volvieran a la
normalidad, estaría destrozada. Y había sido aplastada demasiadas
veces en su vida para soportar ser aplastada de nuevo.
—Eh, gracias.
Una vez más, sus labios tocaron su cuello, y esta vez ella no pudo
evitar retorcerse en su regazo mientras brotaba humedad de su coño.
Mierda. ¿Podría darse cuenta? ¿Sentirlo? ¿Olerlo?
Algo lo estaba afectando porque una dura colina se elevaba
contra su parte inferior. De alguna manera, tenía que ignorarlo. De
alguna manera, tenía que controlar su respiración. De alguna
manera, tenía que resistir el impulso de girar en su regazo y
restregarse contra su erección hasta que lo volviese tan loco que no
tuviese más remedio que subirle el vestido y empujarse dentro de
ella.
Ja. Su imaginación siempre había estado activa.
—Entonces, eh, sé un secreto. —Tiempo para una distracción.
Algo para apartar su mente de ella y sacar su mente de la cuneta.
Dándole un apretón, dijo:
—¿Oh, sí? ¿Qué es? —Su enorme antebrazo descansaba
directamente debajo de sus pechos, con su gran palma extendida a lo
largo de su caja torácica. Dios, era tan fuerte. Quería que usara cada
gramo de esa fuerza en ella. ¿Cuántas veces había fantaseado con su
forma gigante cerniéndose sobre ella, follándola duramente,
dominándola, controlándola? Quería sentirlo y exhibir las marcas
como evidencia de su fuerza y reclamo.
y
Mierda, tal vez ella también había bebido demasiado.
—Izzy está embarazada—espetó ella. Normalmente, moriría
antes de compartir el secreto de una hermana, pero Copper no lo
recordaría por la mañana, por lo que era seguro romper el código
femenino esta vez.
—¿No me digas? —Echó la cabeza hacia atrás y se rio, quitando
el brazo de su cintura.
Misión cumplida.
Shell saltó de su regazo tan rápido que se habría caído de bruces
si Toni no se hubiera acercado.
—¡Guau, chica! ¿Dónde está el fuego? —preguntó mientras
tomaba a Shell por la parte superior de los brazos.
—No hay fuego. Solo tacones puntiagudos con los que no estoy
acostumbrada a caminar—dijo Shell con una risa nerviosa.
La sonrisa de Toni estaba llena de compasión y, si Shell no se
equivocaba, tal vez de un poco de lástima. ¿Qué diablos debería
esperar? Cada maldita persona asociada con el club sabía de sus
sentimientos por Copper. No importaba que intentara ocultarlo. No
importaba que lo negara frente a los hombres y no importaba que
nunca saldría nada de eso. Incluso si Copper cayera de rodillas
mañana y le profesara su amor, no saldría nada de ello. Los secretos
y las mentiras lo aseguraban. Las decisiones que Shell había tomado
hacía años destruyeron cualquier posibilidad que pudiera tener con
Copper. Sin embargo, su maldito corazón y su descuidado cuerpo no
parecían captar el mensaje.
—¿Estás bien?—susurró Toni, todavía agarrando a Shell por los
brazos—. Parecía que necesitabas un rescate.
Shell suspiró.
—Sí, gracias por eso. Solo está borracho y… yo ni sé —susurró
ella.
—Te cubro las espaldas, chica—susurró, entonces se enderezó y
se inclinó hacia Copper—. Oye, Pres, ate estoy robando a tu chica. La
necesitan en la pista de baile. Hay una importante sacudida de culos
para atender. Tal vez deberías ir a buscarte una taza de café o algo
así. Estás empezando a parecer un poco tosco. —Toni levantó una
ceja y le sonrió a Copper.
Saliendo del agarre de Toni, Shell le dio una buena mirada a
Copper y se rio por lo bajo. Los vidriosos ojos verdes la miraron
como si no pudieran verla del todo. Su cabello que tanto necesitaba
un corte estaba revuelto, y había algún tipo de mancha en su
camiseta. El presidente fanático del control de los Handler era un
desastre.
—Está bien, lárgate de aquí—dijo mientras se levantaba y
tropezaba.
Shell salió disparada automáticamente para ayudarlo, pero Zach
tiró de él hacia atrás.
—De ninguna manera, enana—dijo mientras se movía hacia su
presidente—. Este tipo te aplastará como un panqueque. Yo me
ocuparé de él. —Le guiñó un ojo a Shell y luego besó a su mujer
antes de guiar a Copper hacia su oficina.
Shell se mordió el labio inferior, mirándolos. Con suerte, Zach no
lo dejaría beber mucho más, pero conociendo a estos hombres, ese
era un deseo desperdiciado.
—Vamos, niña—dijo Toni mientras pasaba un brazo por los
hombros de Shell y la conducía a la pista de baile—. ¿Qué te queda
una hora de niñera? Pasémoslo sacudiendo nuestras fábricas de
dinero, ¿sí?
Apartando la mirada del hombre al que no podía dejar de amar,
le dirigió a Toni una sonrisa que probablemente no era tan alegre
como esperaba.
—Sí, suena perfecto. Lidera el camino.
Mientras seguía a su amiga, Shell dejó escapar un suspiro y
empujó los eventos de la fiesta al fondo de su mente. Más tarde esa
noche, cuando estuviera sola en su cama, se entregaría a la fantasía.
Analizaría cada toque y cada palabra de la boca de Copper.
q y p pp
Era un método que había empleado después de regresar a
Townsend desde Syracuse, Nueva York, el año anterior. Cada vez
que Copper hacía algo encantador, algo que la enamoraba más
profundamente de él, se daba una hora para obsesionarse con eso
por la noche. Usaría esa hora como quisiera. Soñando con la vida
que deseaba con él. Reproduciendo lo que sea que él había hecho
para hacerla derretirse. Demonios, incluso masturbándose con
pensamientos de que él poseía cada centímetro de su cuerpo.
Solo una hora. Cuando terminaba, volvía a la realidad. Al mundo
donde Copper vivía una vida y ella otra. Donde eran amigos, pero
nunca podrían llegar a ser nada más.
Las elecciones de ella se habían asegurado de eso.
Capítulo 2
—Tú y Shell se veían muy cómodos anoche—dijo Zach con una
sonrisa de comemierda que desapareció detrás de su taza de café
gigante. Estaba sentado frente a Copper y al lado de Jig. Al menos
cinco días a la semana, algún grupo de los Handlers comía en el
restaurante. Copper siempre estaba entre ellos.
Sin embargo, no siempre había sido así. Hasta hace
aproximadamente un año, el restaurante era propiedad de los
padres de la dama de Zach. Decir que eran anti-moteros era la
subestimación del siglo. A ninguno de los hombres de su club se le
permitía poner un pie en el restaurante, y mucho menos sentarse a
tomar una taza de café. Después de que fallecieron, y Toni tomó
posesión, cambió esa regla. Shell había estado trabajando allí desde
antes de que llegara Toni. Este era su trabajo matutino. Por la noche,
limpiaba un gran edificio de oficinas en la ciudad.
Copper tragó su enorme bocado de wafle, con el ceño fruncido.
—¿De qué mierda estás hablando? —La noche anterior era un
borrón de alcohol, música a todo volumen y risas, pero no importaba
cuánto se devanara los sesos, ni siquiera recordaba haber hablado
con Shell. Debería haberlo hecho. Ella organizó la fiesta y al menos le
habría deseado un feliz cumpleaños. Entonces estaba la declaración
de Zach que lo llevó a creer que tuvo alguna interacción con ella.
—Mierda—dijo Jig—. Así es, Pres. Casi me olvido de eso. Ya era
hora de que hicieras un movimiento allí.
Copper gruñó. ¿Sobre qué diablos estaban corriendo la voz esas
damas? No había forma de que hiciera ningún tipo de movimiento
con Shell. Por las sonrisas en los rostros de Mav, Jig y Zach, ellos lo
sabían y simplemente estaban tirando de su cadena.
—Idos a la mierda.
—Ellos tienen razón, Cop—intervino Mav desde el lado de
Copper—. Los conozco a ambos desde hace mucho tiempo y aparte
de la noche en que mataron a su padre, nunca te he visto hacer más
que estrechar su mano. Anoche la tenías en tu regazo, acariciando su
cuello y mierdas. Parecía que faltaban diez segundos para tirar de su
vestido y chuparle las tetas.
—¡Oye! —Copper le dio una palmada a Mav en la nuca, lo que
provocó que el café de su hermano se derramara sobre la mesa—.
Ten un maldito respeto. Es Shell de la que estás hablando. Es una
madre por el amor de Dios.
Zach soltó una carcajada.
—¿Y qué? ¿Eso automáticamente la hace infollable? No lo creo,
Pres. Shell está caliente y todos los hombres del club lo saben. La
única razón por la que se mantienen alejados es porque creen que
tienes derechos. Sin embargo, eso no durará para siempre. Un día
habrá algún prospecto lo suficientemente valiente como para
reclamarla. ¿Y cómo crees que se convirtió en madre? Dudo que
haya sido una jodida concepción inmaculada.
Cómo nació Beth era algo en lo que Copper no se permitía
pensar. Jamás. Se le revolvía el estómago imaginar a un niño tonto
con sus manos y su esmirriada polla encima de una Shell de
dieciocho años. Copper le lanzó a su enforcer una mirada que habría
hecho que un hombre más débil se meara. Desafortunadamente,
conocía a Zach desde hacía unos diez años, y sus miradas asesinas
no eran tan efectivas como antes.
Se pasó una mano por la cara. Mierda. ¿Qué tan borracho había
estado anoche? Claro, había estado muy borracho, eso era obvio por
la cabeza palpitante y los ojos doloridos, pero ¿romper su única regla
estricta y estar encima de Shell? El terror lo llenó. Dios, esperaba no
haber cruzado ninguna línea. Lo último que quería o necesitaba era
una conversación incómoda explicando que no quiso decir nada de
lo que había sucedido.
—Mira, el club ha tenido un año del infierno y fue mi
cuadragésimo cumpleaños. Creo que tengo derecho a una noche de
estupidez. Ni siquiera recuerdo haber visto a Shell anoche, y mucho
menos tenerla en mi regazo. Pero pase lo que pase, sé dos cosas. —
g p q p
Levantó un dedo—. La primera, estaba borracho hasta la médula,
que es la única razón por la que tenía mis manos sobre ella. Sabes
que nunca la habría tocado si no estuviera completamente borracho.
Es una maldita niña.
Al otro lado de la mesa, los ojos de Jig se agrandaron y sacudió
sutilmente la cabeza una vez y otra vez.
—Y la segunda—dijo Copper añadiendo un segundo dedo—. No
deseo a Shell, nunca he deseado a Shell, y nunca desearé a Shell, así
que déjalo en paz.
Esta vez, Jig carraspeó y señaló con la barbilla a Copper. Junto a
él, Zach miraba su plato como si pensara que estaba cubierto de
fotos de su mujer desnuda.
—¿Qué mierda te pasa, Jig? —Copper miró por encima del
hombro y casi se atraganta con la lengua. A un metro de distancia,
Shell estaba de pie sosteniendo una jarra llena de café con la mirada
en blanco y la boca apretada.
La expresión duró unos tres segundos antes de que ella
parpadeara, se humedeciera los labios y plasmara la sonrisa más
falsa que jamás había visto en su rostro.
Mierda. Realmente la había cagado. El hecho de que nunca
admitiría su atracción por ella en voz alta y nunca haría un
movimiento sobrio, no significaba que quisiera lastimarla de
ninguna manera. Shell no lo había tenido fácil. Un padre asesinado
cuando tenía once años, embarazada en la adolescencia, madre
soltera con dos trabajos agotadores. Lo último que pretendía era
aumentar su estrés. Joder, normalmente se esforzaba por aliviar sus
cargas. Ella era tan obstinada e independiente como podía serlo, y se
resistía a cada oferta de limosna, por lo que tenía que ser creativo en
sus propuestas de ayuda.
—Hola, chicos—dijo en un tono falsamente alegre.
Zach hizo una mueca. Jig le dirigió una sonrisa empática.
—Estoy seguro de que después de anoche todos necesitan más de
esto, ¿eh? — Levantó la cafetera que parecía demasiado pesada para
¿ q p p p
sus delgados brazos.
Por un segundo, nadie dijo nada, entonces Mav levantó su taza.
—Sí, cariño, necesito un océano de eso. ¿Cómo es que te ves tan
hermosa esta mañana? Te fuiste tan tarde como el resto de nosotros.
—Lo hice—dijo ella, rematándolo—. Pero no bebí mi peso en
alcohol.
Jig se rio.
—Tienes un punto ahí. Aunque creo que todos hubiéramos
estado bien si nos deteníamos después de beber tu peso en alcohol.
Con una dulce sonrisa para Jig, también llenó su taza.
—¿Dónde está Beth hoy?—preguntó Zach. A veces, los domingos
por la mañana, Shell no tenía niñera y llevaba a Beth al restaurante
con ella. A Toni nunca le importó. Todos amaban a Beth con locura.
—Está en la cocina convenciendo a Ernesto para que le ponga
chispas de chocolate extra en sus panqueques. —Mientras hablaba
de su hija, su sonrisa falsa se transformó en una genuina. Nada hacía
sonreír a una madre como la mención de su adorable hijo.
El único problema era que ni siquiera había mirado en dirección a
Copper. Ni una sola vez. Habló con Mav, Zach y Jig, pero no le dio
la hora del día. Bueno, jodidamente se lo merecía. Pero él no era de
los que evitan los conflictos, así que dijo:
—Shell, ¿puedo hablar contigo un segundo?
Finalmente, ella se volvió hacia él y la felicidad se deslizó de su
rostro. Ya ni siquiera estaba fingiendo.
—Lo siento, Copper, esta maldita niña tiene tres mesas a las que
servirle comida. —Entonces se volvió y, por primera vez en su vida,
lo despidió.
Una sensación de malestar se instaló en la boca de su estómago,
seguida de ira. Como presidente del MC, estaba acostumbrado a que
la gente saltara ante sus órdenes. Shell era la única persona que
repetidamente lo desafiaba a la cara, y siempre la dejaba salirse con
la suya.
—Maldita sea, mujer—gritó mientras salía de la cabina. Justo
cuando estaba a punto de perseguirla y arrastrarla a la oficina de
Toni, su teléfono sonó.
—¡Joder!
Era de la prisión.
—Necesito responder esto—dijo a sus hombres, quienes
asintieron.
—Copper—dijo en su móvil mientras abría la puerta con el
hombro y salía al gélido aire invernal.
—Un preso de la Penitenciaría de los Estados Unidos, Tucson
Arizona quiere contactarse con usted. Por favor, diga sí o presione
uno para continuar—dijo la voz pregrabada.
—Sí. —Se oyó un clic y luego unos veinte segundos de la música
de espera más espantosa que se pueda imaginar.
—Feliz maldito cumpleaños, viejo.
El rostro de Copper se dividió en una sonrisa.
—Gracias, Rusty. Maldita sea, es bueno saber de ti, hermano.
¿Cómo estás?
Diez años menor que Copper, Rusty cumplía una sentencia de
quince años por asalto agravado en una prisión federal. Todo el
asunto fue una mierda. Rusty se había estado defendiendo y, aunque
casi mata a golpes a un hombre, el castigo no se ajustaba al crimen.
Demonios, si hubiera sido Copper, habría matado al bastardo.
—Aguantando como de costumbre. Sin embargo, quiero saber
sobre tu cumpleaños. Escuché que los chicos iban por todo. Apuesto
a que había algún coño de primera allí. Mmm mmm mmm. Joder,
echo de menos el coño.
El corazón de Copper se apretó. Rusty se estaba perdiendo
mucho más que solo el coño. Todavía le quedaban años de condena.
Unos diez para ser exactos. Cuando Copper tenía veinte años y
Rusty solo diez, sus padres fueron asesinados por un conductor
ebrio. Después de eso, dejaron Irlanda y se mudaron a Tennessee
para estar cerca de la familia. Copper prácticamente crio a Rusty a
partir de ese momento. Casi se le rompió el corazón cuando
enviaron a prisión a su pequeño hermano. Se aclaró la garganta. No
le haría ningún bien a Rusty que Copper se pusiera a llorar.
—En realidad, Shell lo planeó todo. Hizo un buen trabajo, apenas
recuerdo más de cinco minutos de la fiesta.
La risa de Rusty fue música para sus oídos.
—Maldita sea, hermano, suena como un buen momento. Por
favor, dime que al menos parte de tu noche la pasaste
profundamente enterrado en algo dulce y fácil. Dame una historia
para alimentar mi imaginación.
Poniendo los ojos en blanco, Copper soltó una carcajada.
—Claro que sí. —Todo lo que Rusty necesitaba para pasar los
largos y duros días en prisión, Copper se lo proporcionaba. Aunque
fueran mentiras sobre su vida sexual—. Rubia, rellena y lista para
cualquier cosa. —Le vino a la mente una imagen de Shell con un
vestido morado espectacular, levantando una copa para brindar por
él. Mierda, ¿era así como se veía anoche? Ahora necesitaba que más
de la fiesta volviera a él. Especialmente si lo que dijo Mav era verdad
y él la había tenido en su regazo.
—Siempre has sido un hombre de rubias. Yo no. Amo un poco de
cabello oscuro. Oye, Cop, tengo algo que decirte. —La emoción ató
la voz de Rusty—. Creo que vas a estar bastante emocionado.
—¿Qué pasa, hermano? ¿Cambiaron tu trabajo? —Había estado
atrapado en el servicio de lavandería durante el último año y se
quejaba cada vez que podía.
—Nah, un poco mejor que eso.
—Bueno, escúpelo. Ahora me tienes curioso.
—Resulta que soy un maldito prisionero modelo.
Copper tomó aire y lo contuvo, su corazón latía con fuerza.
¿Estaba Rusty a punto de decir lo que Copper había estado
esperando todos los días desde el juicio?
—Dos meses, hermano. —Rusty se atragantó un poco, luego se
sorbió la nariz y dijo con una voz más fuerte—. Dos malditos meses
y vuelvo a casa.
Parpadeó, temeroso de creer las palabras.
—Me estás jodiendo. Dime que no me estás jodiendo.
—No te estoy jodiendo, Cop. No te haría eso.
Copper se inclinó hacia delante y apoyó la mano libre en su
muslo. La noticia fue un mazazo en el estómago, de la mejor manera
posible. Sus rodillas casi se doblaron. Mierda, ésta era una noticia
jodidamente fantástica. Las mejores noticias.
—¿Cop? ¿Estás allí?
—Sí, hermano, estoy aquí. Solo estoy... joder, ni siquiera sé cómo
estoy.
Rusty se rio entre dientes.
—Te escucho. Casi me desmayé cuando mi abogado me dio la
noticia. Se supone que no sería elegible para libertad condicional
hasta dentro de tres años. Pero supongo que he sido un buen chico.
Combina eso con hacinamiento y bum, me voy. Mira, solo me queda
un minuto aquí, pero te daré más información a medida que se
acerque la fecha, ¿Ok?
—Suena bien, hermanito. Iremos a buscarte. Todo el club. Y
llevaremos tu moto para que puedas volver a casa con nosotros. No
puedo esperar a verte—dijo Copper, enderezándose y mirando a
través de las ventanas hacia el restaurante. Shell estaba limpiando
una mancha en el mostrador con los hombros caídos y sin una
sonrisa a la vista. Tenía que arreglar ese desastre que había hecho,
pero al menos ahora él estaba de buen humor.
—Sí, sí—dijo Rusty con una sonrisa—. Supongo que yo también
estoy deseando verte. Tengo muchas ganas de abrirme camino a
través de las Honeys. Será mejor que tengas un nuevo coño a bordo
cuando esté allí.
—Lo tendremos, hermano. Te prometo que no te decepcionará.
Cuídate ahí dentro.
—Siempre—dijo Rusty.
Copper desconectó la llamada, luego volvió a entrar al
restaurante y se dirigió directamente hacia sus hermanos.
—Debe haber sido una jodida buena llamada telefónica, Pres.
Parece que te acaban de dar una mamada o alguna mierda. Y todos
sabemos que eso no sucedió—dijo Mav, haciendo reír a los otros dos
imbéciles. Mav tenía el tipo de boca que hacía que la gente estallara
de risa o quisiera estrangularlo. No era difícil adivinar hacia qué
lado se inclinaba Copper en ese momento.
Las noticias de Rusty lo hicieron volar tan alto que no se molestó
en ir tras Mav. Mientras doblaba su gran cuerpo hacia atrás en la
pequeña cabina, se frotó las palmas de las manos.
—Acabo de recibir buenas noticias, muchachos. Malditas buenas
noticias.
—¿Qué serían?—dijo Zach mientras se metía en la boca un trozo
de tocino del tamaño de un monstruo.
—Rusty está saliendo antes por buen comportamiento. Estará en
casa en dos meses.
—¡Santa mierda!—dijo Mav con una sonrisa—. Esas son buenas
noticias.
—Felicitaciones, hermano—dijo Zach—. Un regalo de
cumpleaños bastante espectacular.
—Que lo digas—dijo Copper. Terminó el último sorbo de su café
tibio y miró a Jig. Había estado en silencio desde el anuncio, aunque
eso no era del todo sorprendente. Jig y Rusty nunca se habían
declarado su mutuo desagrado, pero tampoco eran cercanos.
Aunque para ser justos, Jig no había estado muy cerca de muchos de
los hombres hasta hacía poco, cuando consiguió una dama. Izzy
estaba sacando al hombre de su caparazón y convirtiéndolo en
alguien con quien realmente era divertido estar.
Como había estado antes, Jig miraba algo por encima del hombro
de Copper. Copper se asomó y una vez más se encontró con el rostro
sorprendido de Shell. Solo que esta vez, ella no se molestó con una
falsa sonrisa de mierda.
—¿Relleno?—preguntó con voz ronca.
—Por favor. —Copper levantó su taza y la miró directamente a
los ojos. No fue difícil sonreírle. Estaba volando tan alto por el
anuncio de Rusty. Ella lo miró a los ojos pero no le devolvió la
sonrisa. Estaría arrastrándose más tarde, eso era seguro. Tal vez se
llevaría a Beth por unas horas después de que Shell saliera del
trabajo. La mujer nunca disponía de más de treinta segundos para
ella en un día. Darle algo de tiempo para bañarse, beber un poco de
vino y mirar televisión o cualquier mierda que hicieran las mujeres
cuando estaban solas debería sacarlo de la perrera.
A pesar de estar en su lado malo, Copper no pudo evitar sentirse
genial.
Rusty regresaba a casa.
Capítulo 3
—¡Mami! ¡Tengo tanta, tanta hambre!—gritó Beth desde su
dormitorio—. Mi vientre me está gritando muy fuerte.
Shell puso los ojos en blanco mientras sacaba una manzana del
refrigerador.
—Está bien, para el carro, Bethy. Te traeré un bocadillo.
—No tengo un carro, mami. ¿Dónde está el carro?
Con una risita, agarro la jarra de leche y la apoyo sobre la
encimera.
—No te preocupes por el carro. Dame unos minutos y te llevaré
algo de comer.
—Pero quiero parar el carro. —La voz de Beth tenía ese volumen
estridente que advertía que estaba a punto de hacer un berrinche.
Shell miró hacia el techo blanco. Dame fuerza.
—¿Qué tal una manzana con mantequilla de maní?
—¡Sí! —Crisis evitada. Oh, el poder de la distracción. A veces, los
niños de cuatro años eran tan fáciles. Y a veces eran el oponente más
feroz del mundo.
Shell rebuscó en el armario repleto de vasos y platos para niños
hasta que encontró uno de los vasos de Elsa. Durante la última
semana, Beth se había negado a beber de otra cosa que no fuera una
taza con un tema de Frozen. Algunas batallas no valían la pena, así
que Shell le permitió ganar esa. Mientras vertía la leche en la taza,
sonó el timbre, sobresaltándola muchísimo. Se sacudió con tanta
fuerza que la jarra golpeó la taza y la volcó. La leche se derramó
directamente sobre la parte delantera de su sudadera.
—Fantástico—murmuró mientras tomaba un montón de toallas
de papel—. Un momento—gritó hacia la puerta—. Ya voy.
Secándose los pantalones, caminó hacia la puerta. Quienquiera
que haya sido, probablemente no se quedaría afuera de la puerta
cerrada hasta que ella se cambiara, así que estaría dándoles la
bienvenida luciendo como si se hubiera babeado encima.
—Oh bien. —Abrió la puerta—. Hol… oh, Copper. —El dolor que
se había formado en su pecho por sus palabras anteriores en el
restaurante se intensificó, palpitando con renovado vigor. Hombre,
esas palabras la mataron. Claro, ella había sabido la verdad sobre
ellos todo el tiempo, pero sin la confirmación verbal, siempre había
sido capaz de imaginar que algo sucedería entre ellos algún día.
Ahora parecía un sueño imposible.
—Hola—dijo, con las manos en los bolsillos.
¿Por qué, oh, por qué siempre tenía que verse tan jodidamente
sexy? La pequeña broma cruel de la vida. Una camiseta negra de
Nirvana se estiraba al máximo sobre su amplio pecho. Ambos brazos
tatuados parecían provocarla con recuerdos de la forma en que la
abrazaron contra él la noche anterior.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Cualquier otro día, ella le daría la
bienvenida a su casa. Tenerlo en el espacio privado que compartía
con Beth era una de sus cosas favoritas. Pero el día se había
estropeado. Ahora, todo lo que quería era estar sola, así que se paró
en la puerta bloqueando la entrada de Copper. Por supuesto, la
soledad era imposible con una niña de cuatro años y solo faltaban
tres horas para que tuviera que estar en su segundo trabajo, pero
tomaría lo que pudiera conseguir. Quizá quince minutos de paz y
tranquilidad mientras Beth comía su merienda sería suficiente.
Hablando del diablo…
El golpeteo sorprendentemente fuerte de unos pies pequeños fue
seguido por Beth asomando su cabeza rubia rizada por la puerta en
el espacio al lado de la cadera de Shell.
—¡Copper! —Ella arrojó su pequeño cuerpo directamente hacia
él.
Con una gran experiencia en los saludos exuberantes de Beth,
Copper la atrapó mientras volaba hacia él. Él la arrojó al aire y se rio
tan fuerte como ella. Luego la acomodó en su cadera como si hubiera
nacido para eso. Shell apretó los dientes.
—¿Puedo entrar?
Ella vaciló. ¿Estaba a punto de rechazarlo por primera vez en,
bueno, nunca?
—Sí, Copper. ¡Pasa! ¡Pasa! Quiero mostrarte lo que dibujé para ti
—dijo Beth.
Supongo que él iba a entrar. La sonrisa en su rostro le dijo que
sabía que Beth era la única razón por la que le había permitido
entrar. Miró a su hija con la cabeza ahora apoyada en el ancho
hombro de Copper. Como de costumbre, ella le sonría como si el sol
brillara en su culo.
Pequeña traidora.
Shell se hizo a un lado mientras señalaba su diminuta sala de
estar.
—Claro, entra. ¿Puedo traerte algo?
—Nah, estoy bien, nena. No te molestes. —Se instaló en su sofá
con Beth sentada en su regazo. Ella apoyó la espalda contra su
pecho, entonces él levantó sus grandes brazos y la abrazó. Beth era
una amante de los abrazos por naturaleza, y Copper era su
compañero favorito para acurrucarse.
Él le susurró algo al oído que hizo que ella emitiera un dulce
tintineo de risitas. Shell miró con celos ardientes corriendo por su
sangre. Dios, era oficialmente la peor madre del universo. Celosa de
su pequeña de cuatro años por el cariño que recibía de un adulto que
la cuidaba. Patético ni siquiera lo describía. Sin embargo, era cierto.
Aparte de la anomalía de anoche, Copper nunca la tocó. Si golpeaba
su mano, saltaría hacia atrás como si ella lo escaldara. Era un
infierno para el ego de una mujer. Sin embargo, con su hija, era
básicamente un oso de peluche de casi dos metros.
La verdad la avergonzaba hasta el extremo de admitirlo, pero si
Beth fuera alguien más que su hija, Shell podría arrancarle los ojos.
Afortunadamente, nunca se vio a Copper desaparecer en ninguna
habitación de la casa club con las Honey. Si lo hubiera hecho, habría
un montón de prostitutas ensangrentadas esparcidas tras la estela de
Shell.
—Entonces, ¿qué necesitas, Copper?—preguntó Shell, cruzando
los brazos sobre el pecho. Actuar sin verse afectada era casi
imposible. Especialmente con el recuerdo de estar en la posición de
Beth hacía menos de veinticuatro horas tan fresco en su mente.
—Oye, princesa, ¿puedes darnos a tu mami y a mí un minuto
para tener una conversación de adultos?—preguntó Copper.
Beth arrugó la nariz de botón con una expresión como si la idea
de tener una conversación de adultos fuera como comer espinacas.
—¿Por qué no corres y me traes el dibujo que me hiciste? De
hecho, ¿qué tal si me haces uno para dárselo al tío Mav?
—¡Ok! —Beth corrió hacia su habitación, los pequeños pies
resonando por el pasillo.
En el momento en que se perdió de vista, la tensión llenó el lugar.
Shell debería haber sabido que esto sucedería después de anoche. A
pesar de sus sentimientos, siempre había sido capaz de evitar actuar
de manera incómoda con Copper. Ahora, después de diez minutos
de afecto, toda su dinámica había cambiado. Debería haber sido más
fuerte y haberse resistido, pero su toque había sido tan tentador. Y se
sentía tan increíble.
—Escucha, Shell, sobre lo de antes…
Si repetía las palabras del restaurante, ella podría hundirse en el
suelo y nunca más ser vista.
—No es nada, Copper. Los muchachos se estaban burlando de ti.
Tenías que ponerlos en orden. Lo entiendo. No te preocupes.
Él la miró con los ojos entrecerrados.
—En serio. No es la gran cosa.
Por un momento, pareció como si él la dejara salirse con la suya
con la mentira, pero ese no era Copper. No dejaba ir una mierda. Si
veía un problema, lo solucionaba. No importa qué.
—Lamento lo que dije. Me estaban molestando por estar encima
de ti anoche. No recuerdo una maldita cosa, así que asumo que me
estaban jodiendo. Me enojó porque saben que no tenemos ese tipo de
relación, así que les ladré toda esa mierda—le dijo como si ella no
hubiera hablado.
Su corazón se hundió un poco más con cada palabra de su boca.
Aquí estaba él, pensando que lo estaba arreglando. Dar una
disculpa, que es algo que rara vez hacía, y en realidad, estaba
clavando la estaca aún más profundamente en su corazón. Dios,
cómo le gustaría caer al suelo y llorar en una rabieta épica que
rivalizara con la de Beth en sus peores días. Pero eso no resolvería
nada. En cambio, obligó a sus labios a curvarse en una sonrisa.
—Entiendo totalmente. Y para tranquilizarte, definitivamente
estaban exagerando sobre lo de anoche. No estabas encima de mí.
Prácticamente te di un abrazo de cumpleaños. Eso es todo. Sabes que
son solo un montón de idiotas que buscan algo para molestarte. —La
mentira sabía amarga, pero prefería que él pensara eso antes que
recordar cuánto tiempo habían estado sus manos sobre ella y
continuar con su discurso sobre el tipo de relación que tenían.
El asintió.
—Lo pensé también. No te preocupes, haré que limpien el suelo
de la casa club con un cepillo de dientes o algo así.
A pesar de su estado de ánimo, eso la hizo reír.
—No es necesario. Pero si lo haces, asegúrate de que sepan que
no tuve nada que ver. No quiero su venganza.
—Lo tienes, nena. Y, Shell, sé que no eres una niña. Trabajas muy
duro y eres más responsable que nadie que haya conocido. Los
muchachos me estaban molestando. —Se encogió de hombros—.
Decir eso fue una idiotez sabiendo lo madura que eres.
Dura trabajadora, responsable, madura… que sexy. Justo lo que toda
mujer quería escuchar del hombre que deseaba. Se tragó una
inmensa decepción.
—Gracias, pero no es gran cosa—dijo después de carraspear.
Él asintió.
Supongo que eso fue todo.
—Oye, ¿puedo tomar prestada a Beth por un rato? Estaba
pensando en llevarla a comprar un helado y luego traerla aquí para
que Mama V pueda hacerse cargo mientras estás en el trabajo.
Su mandíbula cayó.
—¿Quieres sacar a pasear a Beth? ¿En serio? ¿Por qué? ¿Necesitas
que haga una tarea atroz para el club?
Copper echó la cabeza hacia atrás y se rio. La acción hizo que los
músculos de sus hombros se contrajeran de una manera que
mostraba su fuerza en bruto.
Patética. Patética. Patética.
—No me mires así. No hay truco, lo prometo. Solo una ofrenda
de paz por ser un imbécil esta mañana. Pensé que te gustaría unas
horas de paz y tranquilidad.
¿Cómo podía pasar de decir cosas que demolían su corazón a
darle el único regalo que toda madre anhelaba cada día? Unas horas
de bendita soledad.
—Um, eso sería increíble. La última vez que tuve unas cuantas
horas a solas fue… vaya, probablemente fue antes de que me
mudara de nuevo a Townsend.
Él resopló.
—Ha pasado demasiado tiempo si ni siquiera puedes recordar.
¿No tienes tiempo para ti por la noche cuando ella está dormida?
La mirada evaluadora que le envió la hizo desear ajustarse la
ropa. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había una gran
mancha húmeda en la parte delantera de su sudadera. Ella casi se
rio. Lo había recibido con una mancha de leche agria en la sudadera.
La noche anterior él había tenido una fiesta llena de flexibles
strippers con tetas triple D y cinturas de sesenta centímetros. Con
razón el hombre no estaba interesado en ella.
—En teoría, seguro. Pero cuando llego a casa del trabajo, son casi
las nueve y media. Tengo suerte si puedo permanecer despierta el
tiempo suficiente para cepillarme los dientes y mucho menos hacer
cualquier otra cosa.
Con un movimiento de cabeza, apretó los puños.
—Trabajas jodidamente demasiado duro, Shell. Ojalá dejaras que
el club...
Ella levantó la mano.
—No tendremos esta discusión, Copper. La perdiste hace mucho
tiempo. Sé que te rompe el culo, pero no voy a aceptar dinero del
club.
—Mi culo está bien, nena.
¿No era esa la verdad?
Dio un paso adelante, cerniéndose sobre ella. Esa ventaja de
altura y su intimidante ceño fruncido habían perdido su efecto en
ella hacía mucho tiempo. De hecho, en lugar de asustarla, por lo
general la excitaba. Se imaginó que él tendría una mirada similar en
su rostro mientras follaba hasta llegar al orgasmo.
—Me importa una mierda perder la discusión. Me importa una
mierda que trabajes hasta el agotamiento cuando no es necesario
porque eres demasiado orgullosa y terca para pedir ayuda.
Ella enderezó su columna vertebral.
—Estoy bien, Copper. Beth y yo estamos bien. No necesitamos
ayuda.
Él sonrió, una ceja rojiza subiendo por su frente.
—Entonces, ¿quieres que me vaya? ¿No quieres que lleve a Beth a
tomar un helado?
Fue entonces cuando trece kilos de niña regresaron corriendo a la
sala de estar con una hoja de papel blanca ondeando en cada mano.
—¡Helado!—gritó como si hablara sobre música en un concierto.
Copper volvió a sentarse y ladeó la cabeza, esperando. Quería
volver a colocarle esa ceja en su lugar.
Bien. Poniendo los ojos en blanco, ella asintió.
—No tan fuerte, Bethy.
Entre chillidos, Beth volvió a subirse al regazo de Copper.
—¿Helado?
—Puedes apostar, princesa. Vine a llevarte a una cita. Tú, yo y los
dos tazones de helado más grandes que jamás hayas visto.
—Sí—dijo Beth con un suspiro. Tenía los ojos tan abiertos que
tanto Copper como Shell se echaron a reír—. ¿Qué hay de mami?
—¿No eres dulce al pensar en tu hermosa mami? Creo que se
quedará aquí y hará algunas cosas de mami mientras no estamos.
¿Está bien?
Beth frunció el ceño, sumida en sus pensamientos. Shell se
mordió el labio inferior para contener más risas. Beth era como ella,
sopesaba las posibilidades y no tomaba demasiadas decisiones
precipitadas, a pesar de su entusiasmo y gusto por la vida.
—Está bien. Pero comprémosle helado a mami para que no esté
triste.
—Eso suena como una buena idea, princesa. ¿Sabes qué clase le
gusta? —Estaba hablando con Beth, pero su mirada se quedó en
Shell.
Su comportamiento hizo que su cabeza diera vueltas en muchas
direcciones. Las preguntas surgieron de todos los rincones de su
cerebro.
¿Por qué estaba haciendo esto?
¿Por qué la llamó hermosa?
¿Por qué la había sostenido en su regazo la noche anterior?
Ninguna de ellas sería respondida jamás, pero a su mente no
parecía importarle. Le encantaba torturarla con lo que nunca tendría.
—Sí—dijo Beth—. A mami le encanta el chocolate—
—Chocolate, lo tengo. —Con un guiño a Shell, sacó a Beth de su
regazo—. Ve a buscar tus zapatos y tu chaqueta.
Ella se alejó en un instante rebotando por el pasillo.
—Gracias por esto, Copper.
—Feliz de hacerlo, nena. Sabes que la princesa me tiene envuelto
en un dedo.
—Ella los tiene a todos envueltos alrededor de sus dedos.
—Cierto.
Se quedaron en silencio mientras esperaban a Beth. Copper había
recibido una gran noticia hoy. Shell tenía que decir algo. Por mucho
que odiara a Rusty y no estuviera emocionada por su regreso a
Townsend, Copper no tenía idea de sus sentimientos. Y Rusty era su
amado hermano pequeño que no podía hacer nada malo. Por un
tiempo, Shell asumió que su condena por asalto agravado lo
derribaría del pedestal inmerecido en el que Copper lo mantenía,
pero no tuvo suerte. Durante los cinco años que había sido residente
del Hotel Penitentiary, Copper se había mantenido firme, diciéndole a
cualquiera que le preguntara el caso que era puras mentiras.
—Buenas noticias sobre Rusty, ¿eh? —Las palabras sabían
amargas en su lengua.
Copper se encendió. La anticipación irradiaba de cada poro del
cuerpo del hombre.
—Joder, sí. Pensé que todavía tendríamos algunos años antes de
la oportunidad de una libertad anticipada. Las mejores jodidas
noticias que he tenido desde que te mudaste a casa.
Se le cortó la respiración y se le hinchó el corazón. Era el rey de
los mensajes mixtos. Aunque en realidad, ¿lo era? Todo lo que dijo
podrían ser las palabras de un amigo cercano a otro. Cualquier cosa
más profunda que dedujera de eso estaba todo en su cabeza.
—Los muchachos deben estar emocionados.
Copper se rio.
—Creo que la mayoría lo está. Aunque no Jig. Esos dos nunca
encajaron. —Con un encogimiento de hombros, se rascó la barba—.
Sé que Rusty puede ser difícil de aceptar, pero no es un mal tipo.
Mierda—se rio—. Casi lo crie desde que tenía diez años.
Sintiéndome más como su padre en algunos momentos, ¿lo sabes?
Ella asintió porque parecía que era lo que había que hacer.
—Traté de hacer lo correcto por él, pero lo pasó mal. Su infancia
fue violenta y jodida con el imbécil de nuestro padre. Luego quedó
huérfano a los diez años, lo mudé lejos de su casa, y me sumergí en
el MC. Joder, es un milagro que lo esté haciendo tan bien como lo
está haciendo.
Shell no pudo evitar que sus ojos se agrandaran. En todos los
años que había conocido a Copper, nunca se había abierto a ella de
esta manera. Nunca le había dado un vistazo al funcionamiento
interno de su cerebro. A lo largo de los años, había escuchado
fragmentos sobre el padre de Copper como un vicioso traficante de
drogas en Irlanda, pero eso fue todo a lo que llegaron los chismes.
Debe haber sido difícil para Copper aceptar a un niño de diez
años que había tenido una educación violenta e inestable durante la
mayor parte de su vida. Aún más difícil preocuparse lo suficiente
como para tratar de cambiar esa vida. Una parte de ella entendía un
poco más el amor ciego de Copper y su apoyo a Rusty. Siempre
había ido más allá del vínculo de hermandad. Copper se sentía
responsable de Rusty y probablemente culpable de la difícil
situación de Rusty cuando era niño.
—Te conozco, Copper, no tengo ninguna duda de que hiciste lo
mejor que pudiste por él.
Sus miradas se encontraron y se sostuvieron durante un segundo
cargado, pero el momento se rompió cuando Beth regresó corriendo
g p p g
en estampida, con los zapatos en los pies equivocados y la chaqueta
colgando de un brazo. Después de arreglarla, Shell la envió por la
puerta con Copper. Desde la ventana, lo vio levantar a su hija al
asiento de seguridad que guardaba en la parte trasera de su
camioneta. Por un momento, se permitió tramar la fantasía de que
Copper fuera el padre de Shell. Los dos yéndose a una excursión de
padre e hija.
¿Por qué se torturaba así?
Con un profundo suspiro, Shell se dirigió al baño, quitándose la
ropa mientras caminaba. Abrió el agua, arrojó un saludable chorro
de baño de burbujas en la bañera, encendió algunas velas y agarró su
vibrador a prueba de agua.
¿Qué podría decir? Le gustaban sus baños.
Cuando se hundió en la cálida espuma unos momentos después,
suspiró de placer. Se sentía como si estuviese fuera de clase, de la
vida. Sus factores estresantes iban en aumento, especialmente
porque el próximo lunes era el primero de un nuevo mes. Y eso
significaba desprenderse de una cantidad considerable de dinero,
cortesía de una vieja deuda dejada por su padre. Ella empujó ese
pensamiento fuera de su cabeza. La casa estaba en silencio, el agua
estaba tibia y estaba sola. No iba a desperdiciar su precioso tiempo a
solas con preocupaciones fuera de su control. Nada ahuyenta el mal
humor como un baño caliente.
Y un orgasmo.
Con eso en mente, Shell tomó el vibrador morado y lo subió a su
velocidad preferida. El agua ondulaba hacia afuera en círculos
mientras lo metía debajo de la espuma. Cerrando los ojos, se
permitió una de sus indulgencias favoritas. La cara de Copper
apareció a la vista, luego su pecho desnudo, sus brazos y, por
supuesto, su polla. No tenía pruebas reales de su tamaño, pero era
un hombre grande y fuerte. Tenía que estar cargado con algo digno
de baba, ¿verdad?
Más tarde esa noche, podría castigarse por participar en
actividades que solo la harían caer enamorarse más, pero ¿por
ahora?
Por ahora obtendría un placer muy necesario pensando en el
hombre que siempre estaría fuera de su alcance.
Capítulo 4
—Está bien, princesa, ¿qué quieres?— le preguntó Copper a Beth.
Desde su lugar en sus brazos, ella sonrió como si estuvieran en
Disney World en lugar de una heladería.
—Ese—dijo, señalando un sabor a brownie de chocolate.
—Lo tienes. ¿Cono o plato?
—Cono. No, plato. No, cono. No…
Copper se rio. Estar de un humor de mierda con Beth era casi
imposible.
—¿Qué tal esto? ¿Haremos que pongan el helado en un plato y le
pongan un cono encima? Lo mejor de ambos mundos.
Beth le puso las manos en las mejillas y luego le frotó el vello de
la cara. La niña estaba obsesionada con su barba. Iban a tener
problemas cuando creciera y estuviera rodeada de jóvenes
aspirantes a moteros barbudos. Estaría repartiendo amenazas de
muerte como dulces de Halloween.
—Esa es la mejor idea de toda—.
Un adolescente flacucho con aparatos de ortodoncia y granos
apareció detrás del mostrador. Con los ojos muy abiertos, miró el
parche en el chaleco de Copper antes de preguntar:
Eh, ¿sabe qué quiere, eh, señor?
Señor. Eso fue bueno. Agradecía la muestra de respeto, pero lo
último que quería que lo llamaran era señor.
—Sí, ese de ahí—dijo señalando la elección de Beth—. Una sola
cucharada en un plato con un cono.
—¡Con chispas de arcoíris!—chilló Beth—. ¡Y esos! —Ella señaló
el sabor cookies y el de crema—. Y ese también —Mantequilla de
maní—. Y ese…
—Oye, princesa—gruñó Copper mientras le hacía cosquillas en el
vientre y disfrutaba de las dulces risas—. ¿Estás tratando de hacer
que me maten? ¿Alguna vez has visto a tu madre enojada?
Los ojos de Beth se agrandaron y asintió como si él le hubiera
preguntado si ella conocía los secretos del universo.
—Sí—le susurró al oído—. Ella da miedo cuando está súper
enojada.
—Exactamente. ¿Y qué crees que me va a pasar si te doy cinco
bolas de helado? —Él frotó su barba contra su mejilla provocando
otra ronda de risitas.
—¡Será muy feliz! —Beth lanzó sus pequeños puños al aire
mientras continuaba riéndose.
—Sí, para ti es fácil decirlo. Será mi trasero el que arderá. —
Cambió su atención al empleado adolescente boquiabierto.
Probablemente no todos los días el chico viera a un enorme motero
haciendo reír a una niña de cuatro años—. Una sola bola, esa cosa de
brownie, plato, cono, chispas de arcoíris. ¿Entiendo?
—S-sí. Ya viene.
—¿Vas a comprar helado, Copper?
El chico lo miró.
—Sí, tomaré un batido de chocolate.
—Sí, señor.
De alguna manera, resistió el impulso de poner los ojos en
blanco. Después de pagar la cuenta, llevó a Beth a una cabina en la
heladería. Mientras doblaba su cuerpo en el espacio demasiado
pequeño, su teléfono sonó con un mensaje de texto. Era Jig.
Jig: ¿Dónde estás?
Copper: En la heladería de Do y.
Jig: ¿Qué carajo? Lo que sea, estaré allí en 5.
Interesante. ¿De qué diablos podría tratarse?
—¿Bien, princesa?
Beth lo miró, un anillo de chocolate alrededor de su boca
sonriente.
—Delicioso. ¿Quieres un poco? —Levantó la cuchara que
goteando hacia él. Maldita sea, esta niña lo afectaba todo el tiempo.
Es difícil mantener la imagen de un presidente de MC duro como el
infierno si se estaba derritiendo por Beth más rápido que su helado.
—Apuestas a que lo hago. —Hizo un gran espectáculo gruñendo
y devorando el helado, lo que hizo que Beth se riera una vez más.
—¿Copper?
—Sí, princesa. —Él aspiró su espeso brebaje de chocolate a través
del insuficiente sorbete.
—¿Cómo es que no eres mi papá?
Allí fue el brebaje, directamente por su tráquea. Copper tosió
cuando el líquido frío no solo cortó su suministro de aire sino que le
provocó una quemadura helada en la parte posterior de la garganta.
—Bueno, yo, eh… —Dios, ¿por qué diablos no le preguntaba a
Shell esta mierda?
—Porque, mira—dijo Beth, agarrando una de sus coletas—,
nuestro cabello es casi del mismo color.
Eso era cierto. El de Shell era un poco más rubio fresa que rojo
verdadero, pero no estaba muy lejos. ¿Qué demonios se suponía que
debía decir ahora? Bueno, corre el rumor de que tu madre se folló a un
imbécil que se parecía a mí porque ella estaba... ¿qué? ¿Amargada? ¿Sola?
¿Desesperada? Esas preguntas habían torturado a Copper desde el
momento en que vio los rizos rojos de Beth.
—Bueno, ¿qué te dijo tu mamá sobre tu papá?
Ajá, ¿por qué no había pensado en preguntarle esto antes? Shell
era una trampa de acero sobre el tema del padre de Beth, pero debe
haberle dicho algo al renacuajo, ¿verdad? Y no era como si Beth
pudiera guardar un secreto para salvar su vida.
—Mami dijo que hay muchos tipos de familias. Algunos con una
mamá y un papá. Algunos con solo una mamá, o solo un papá.
Incluso algunos con dos papás o dos mamás. —Lo contó sin
emoción, de esa manera que tienen los niños de hacer que todo
parezca sencillo. A pesar de que habló, el noventa por ciento de su
atención estaba en servir helado y chispas en su cuchara—. Pero la
escuché hablar por teléfono con la tía Toni una vez, y dijo que mi
papá era un 'hijo de puta'. ¿Qué significa eso? Son malas palabras,
¿verdad?
A su pesar, Copper se echó a reír.
—Sí, niña, hay algunas malas palabras ahí. La verdad es,
princesa, que no sé mucho sobre tu papá. Nunca lo conocí.
Beth gruñó mientras empujaba una cucharada gigante de helado
en su boca.
—Si queriba que fueras mi papá—dijo, con la boca llena—. Tal vez
deberías casate con mami.
¿De quién fue la gran idea de salir con Beth?
—Sí, Pres, ¿por qué no te casas con su mami? —Jig estaba de pie
al final de su mesa, con una sonrisa sarcástica en su rostro lleno de
cicatrices.
—¡Jig!—dijo Beth—. ¿Quieres un poco de helado? —Ella levantó
la cuchara hacia él.
—Gracias, niña, estoy bien. —Se deslizó en la cabina junto a Beth.
Ella se deslizó hasta que estuvo sentada junto a él, toda pegada a su
costado. Jig se tensó por un momento, luego se relajó y suavizó su
rostro. El tipo tenía una hija y una esposa que habían sido asesinadas
a sangre fría hacía unos siete años. Le había costado años poder
soportar la vista de Beth, y mucho menos tocarla. Había recorrido un
largo camino, principalmente con la ayuda de su mujer, Izzy—.
¿Entonces, Cop?
Copper frunció el ceño a su tesorero antes de centrar su atención
en Beth. Por supuesto, ahora no estaba concentrada en su helado,
sino que lo miraba fijamente.
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—Cariño, tu mamá y yo no nos vamos a casar. —No quería herir
los sentimientos de la niña, pero tenía que asegurarse de que
entendiera la situación.
Beth frunció el ceño, su pequeña frente se arrugó con disgusto.
—¿Pero no crees que es bonita?
¿Bonita? Él pensaba que era toda gracia y sexy como la mierda.
Pero él no le diría eso a la hija de cuatro años de la mujer.
—Sí, Cop—incitó Jig—. ¿No crees que es bonita?
—Sí, Bethy, creo que tu mami es muy bonita. Es hermosa.
Beth sonrió.
—Como Cenicienta. Ella se casa.
—Beth, soy demasiado mayor para tu mamá. Ella es mucho más
joven que yo. Así que no podemos casarnos—dijo Copper con un
gemido.
El ceño persistió por un momento antes de desaparecer.
—Está bien—dijo asintiendo mientras volvía a su golosina
azucarada.
Supongo que eso fue todo. Ojalá todos los problemas fueran tan
fáciles de resolver. Ahora que Beth estaba ocupada una vez más,
miró a Jig, cuyos ojos estaban entrecerrados y la boca plana.
—Tienes que acabar con esa jod.. cosa, Cop—dijo Jig.
—Jigsaw. —Copper se aseguró de que Jig no pudiera
malinterpretar la advertencia en su tono.
—Al diablo con eso, Cop. Supéralo. Ella necesita un hombre, te
necesita a ti. —Jig agarró una servilleta y se la entregó a Beth, quien
limpió un charco que había dejado en la mesa.
—¿Qué? Preñaste a tu mujer, ¿así que ahora eres una especie de
experto en relaciones?
Todas las burlas abandonaron los ojos de Jig. Se pasó una mano
por la cicatriz de la cara.
—No, hermano, pero soy un experto en arrepentimiento. Lo que
dicen es verdad. La vida es jodidamente corta. Y puede apagarse
demasiado rápido.
Copper gruñó, desviando su mirada hacia la ventana. Cada pocos
segundos pasaba un coche. Personas que continúan con sus vidas,
lidiando con sus problemas. Las palabras de Jig lo golpearon fuerte.
Él había querido a Shell durante años, tanto en su vida como en su
cama. Pero se había jurado que nunca actuaría de acuerdo con esos
sentimientos.
Dieciséis años no solo era mucho en número sino también en
experiencia de vida. Había visto y hecho cosas que le sacarían canas
a Shell. No es que hubiera tenido una vida fácil y glamorosa, pero
aun así...
Ella tenía veinticuatro años. En diez años, ella todavía tendría
poco más de treinta años y él tendría cincuenta. ¿Perdería ella el
interés? Estas preguntas eran una pérdida de tiempo. Su mente
estaba decidida.
Shell seguiría siendo una amiga cercana, una familia. Nada más.
—¿Para qué diablos me buscaste?—preguntó Copper.
Los ojos de Jig se deslizaron hacia Beth.
—¿Hablaste con Z esta tarde? Él tenía algo para ti.
—Nah, no lo he visto desde el desayuno.
—Está bien, las orejas son demasiado pequeñas por aquí. Me
pondré en contacto contigo después de que hables con él—dijo Jig
asintiendo.
Interesante.
—Trataré de atraparlo más tarde.
—Sí, Pres. Eso se ve jod… muy bien. Creo que agarraré un poco e
iré a sorprender a mi mujer. Ya que tengo una y todo eso.
—Eres tan ingenioso—dijo Copper, mostrándole el dedo a Jig
cuando Beth estaba concentrada en su helado.
—Nos vemos, renacuajo—le dijo a Beth.
—¡Adiós, Jig! ¡Te quiero!
Jig le revolvió el pelo y se dirigió al mostrador.
La tienda quedó en silencio excepto por los sonidos de Beth
devorando su helado. Mientras Copper observaba a Jig caminar
hacia su moto, permitió que su mente divagara. Incluso con su error
verbal esta mañana, el día había sido jodidamente bueno. Maldita
sea, no podía esperar para ver a Rusty.
No estaba del todo seguro de por qué antes le contó sus entrañas
a Shell. Era cierto, no todos en el club eran fanáticos de Rusty. Podía
ser un imbécil a veces, pero ¿no podían serlo todos? Nunca se lo
había dicho a nadie, pero se sintió jodidamente culpable cuando
arrestaron a Rusty. Se había sentido responsable. ¿Se había
equivocado al criar a Rusty? ¿Crecer en la a veces volátil vida de MC
lo arruinó? La culpa se quedó con él durante los cinco años que
Rusty había estado encarcelado y ni una sola vez había expresado
sus sentimientos.
Hasta hoy.
Y solo la simple respuesta de Shell, solo ella diciéndole que tenía
fe en que él había hecho todo lo posible, le quitó algo de peso de los
hombros. El comentario de Shell había sido sincero. No era de las
que adulaban. Había sido agradable poder desempacar incluso un
poquito del equipaje. Por mucho que confiara en sus hombres, y
especialmente en los de su junta ejecutiva, no les confiaba su mierda
personal. Como presidente, quería retratar a un hombre seguro,
controlado y capaz en todo momento. Hasta que se descargó en
Shell, no se había dado cuenta de lo solitario que a veces podía estar
en la cima. O lo bien que se sentiría tener una mujer que calmara las
preocupaciones.
Mierda, estaba perdiendo la puta cabeza. Sonaba como un
completo coño.
—¡Todo listo!—anunció Beth, sosteniendo su plato vacío para que
Copper la viera. Ella todavía masticaba el cono—. ¿Qué sigue?
Copper miró su reloj. El plan era darle a Shell tres horas de paz y
tranquilidad.
—¿Casa club?
—¡Sí!—gritó Beth—. Maverick prometió dibujar en mi brazo.
Como un tatuaje Así puedo parecerme a él.
Copper se rio.
—Está bien, pero nada loco. Recuerda, no estoy tratando de
meterme en problemas con tu madre.
—Ok. Solo haremos un pequeño tatuaje.
—Bien, princesa. Vamos a ponernos en marcha. —Ojalá tratar con
todas las mujeres fuera tan fácil.
Capítulo 5
Un turno perdido en el trabajo era una gran preocupación en el
mundo de vivir con lo justo de Shell. Perder dos turnos estaba a un
paso de ser catastrófico. Pero ella era una madre ante todo, y eso
significaba una noche de insomnio ocasional, una niña enferma y
llamar al trabajo.
Y anoche fue una de esas noches de insomnio. Tres días después
de la fiesta de cumpleaños de Copper, Beth estaba febril, inquieta y
malhumorada. Se había despertado irritable casi cada hora en punto.
Shell logró un total de dos horas de sueño y luego tuvo que aplacar a
una niña enferma y muy malhumorada durante todo el día.
Finalmente, alrededor de las cuatro de la tarde, después de dos
rondas de vómito, ver tres veces consecutivas a Frozen, algunas
batallas con Tylenol y cuatro cargas de lavarropa, la fiebre cedió y
Beth comenzó a sentirse un poco mejor. Se había desmayado a las
cinco en punto y todavía estaba inconsciente más de tres horas
después. Con un poco de suerte, no despertaría hasta la mañana.
Shell se frotó los ojos y suspiró con agotamiento mientras miraba
el sobre en sus manos. Como de costumbre, estaba lleno de diez
billetes de cien dólares que necesitaba para alimentar a su hija y
mantener un techo sobre sus cabezas. Desafortunadamente, este
dinero estaba destinado para otra persona. Alguien que debía
recogerlo en cualquier momento porque llegaba en punto a las ocho
y media de la noche del primer lunes de cada mes. El resto del mes
sería uno difícil de comprar latas abolladas y decepcionar a su hija
cuando no pudiera pagar ninguna actividad o golosina especial.
Levantó la vista de su lugar, sentada en los escalones que
conducían a su pequeña casa cuando un sedán marrón se detuvo en
el camino de entrada. Levantándose, se encontró con el conductor en
su coche. Realmente no tenía ningún sentido, pero ella siempre
prefería que él se quedara lo más lejos físicamente posible de su casa.
Él salió del lado del conductor y se puso de pie, apoyándose en la
puerta abierta.
—¿Tienes algo para mí?— preguntó como lo hacía todos los
meses. Joe no era un hombre grande, ni en complexión, ni en altura,
pero lo compensaba con la mirada más gélida que Shell jamás había
visto. Cada vez que se encontraba con la mirada de carbón acerada,
imaginaba lo que sucedería si no hiciera el pago. No era exagerado
imaginar esos ojos mirándola mientras se retorcía en el suelo con las
rótulas rotas. Apostaba a que ellos ni siquiera mostrarían un atisbo
de emoción. Sólo frío cálculo e indiferencia.
Ella extendió el brazo y él le arrebató el sobre por encima de la
puerta del coche. Esa pequeña barrera proporcionó un mundo de
comodidad. La luz del techo del vehículo de Joe iluminó el camino
oscuro lo suficiente como para que él retirara el dinero y lo contara.
—Mil. Está correcto.
—¿Cuándo no ha estado correcto?—preguntó ella, con la voz
llena de disgusto. Tal vez si su temperamento no estuviera ya
pendiendo de un hilo después de lidiar con una niña de cuatro años
malhumorada todo el día, habría pensado dos veces antes de hablar.
Toda esta situación era tan exasperante que necesitaba todo su poder
para no clavar las uñas en la cara de Joe cada mes. La única razón
por la que normalmente mantenía su molestia bajo control era
porque la niña dormía adentro. No sería buena para su hija si Joe la
molestara. Pero esta noche, le faltaba paciencia y le sobraba
frustración.
—Nunca—dijo con una mueca—. Y es por eso que nunca hemos
tenido que tener la charla. Podríamos cambiar eso si quieres. Me
gusta la actitud de las perras tanto como me gustan los pagos
atrasados.
Shell arrugó la frente.
—¿La charla?
—Sip—dijo haciendo estallar la p mientras arrojaba
descuidadamente el dinero por el que ella había trabajado tan duro,
en su coche—. La charla sobre esa hermosa niña que tienes ahí.
Shell se puso rígida y apretó los puños a los lados.
—¿Estás amenazando a mi hija?
Joe se rio.
—Jodidamente claro que sí, señora. Así es como funciona esta
mierda. Yo amenazo, tú pagas. Abres la boca, te amenazo un poco
más. Si sigues lanzando esa actitud en mi dirección, haré realidad
esas amenazas. ¿Me entiendes?— Le guiñó un ojo como si estuviera
teniendo una conversación coqueta en lugar de intimidarla para que
se mordiera la lengua.
—¿Qué mierda está pasando aquí? —La furiosa voz de Copper
atravesó el silencio de la noche. Ella se sacudió tan fuerte que su
corazón dio un vuelco y luego salió disparado como un galgo.
¡Mierda! ¿Qué demonios estaba haciendo aquí?
Su boca se abrió y se cerró, pero estaba tan seca que no pudo
pronunciar una palabra.
¿Cómo diablos se había perdido su llegada? Estaba más que
jodida.
—Sube al coche y vete—susurró ella.
Joe solo levantó una ceja.
Mierda, mierda, mierda.
Copper había estacionado justo en frente de su casa, y se bajó de
su enorme camioneta como si no fuera más grande que su pequeño
Corolla. Luego caminó hacia ellos con su corpulenta forma, luciendo
como el peligroso presidente del MC, con su chaqueta de cuero, los
ojos entrecerrados y un ceño de muerte.
Shell tragó saliva y se retorció las manos. Su corazón se aceleró
como de costumbre en presencia de Copper, pero esta vez por una
razón completamente diferente. Mierda estaba a punto de irse al
diablo. Tal vez tendría suerte, y Joe mentiría, ahorrándole a Shell la
épica pelea que ella y Copper tendrían cuando descubriera el
primero de sus muchos secretos.
—¿Joe?—preguntó mientras se acercaba—. ¿Qué mierda estás
haciendo aquí?
Por supuesto que se conocían. El club había trabajado con la
pandilla de Joe en la época de su padre.
—Copper. Ha pasado un tiempo—respondió Joe, extendiendo su
mano sobre la parte superior del coche.
Copper simplemente cruzó sus gigantescos antebrazos sobre el
pecho.
—Te hice una pregunta.
—No hay nada por lo que enojarse, Copper. Estoy terminando un
negocio con la señorita Ward, aquí. —Joe sonrió y apoyó los brazos
cruzados en el techo del coche.
Demasiado por no parlotear. Por un momento, Shell tuvo la loca
idea de robar las llaves de Joe y alejarse en su sedán solo para evitar
la ira de Copper. Sin embargo, nunca funcionaría. El hombre la
estaría esperando cuando regresara.
—¿Y qué negocio sería ese? —Los ojos de Copper se
entrecerraban más por segundos, y sus hombros se ponían más
rígidos. Él estaba elaborando una rabia de proporciones, y Shell
tenía una idea bastante clara de quién iba a estar en el camino
directo del huracán Copper cuando azotara.
—El negocio del pago de la deuda. Lo único en lo que trabajo. —
Joe golpeó dos veces con la palma de la mano el techo de su coche y
se deslizó en el asiento del conductor—. Nos vemos, Copper. Shell,
un placer como siempre—dijo levantando la barbilla—. Te veo el
mes que viene.
Todo lo que pudo hacer fue asentir y mirar mientras Joe se
alejaba dejándola con una montaña de motero enojado.
—¿Quieres decirme por qué el enforcer de uno de los traficantes
de drogas más notorios del este te está pidiendo dinero? ¿Por la
noche? ¿Cuando estás sola en casa con tu hija? Y está oscuro como la
mierda. Dios, ¿qué diablos llevas puesto? Está jodidamente helado
aquí afuera.
No había abierto la boca ni una sola vez, pero habló con la
mandíbula tan apretada que se partiría un diente si no se relajaba.
Dios, se veía tan sólido, tan formidable allí de pie, con las piernas
abiertas, los brazos cruzados, los músculos abultados bajo la
chaqueta de cuero y los vaqueros oscuros. Si tan solo pudiera
arrojarse a sus brazos, hacer que la abrazara y le prometiera que
todo estaría bien. Absorber algo de esa fuerza para que pudiera dejar
de fingir que ella es un pilar. Pero esa no era su realidad. Su vida
consistía en manejar la muy delicada red de secretos y mentiras que
había estado balanceando durante demasiados años. Y uno de esos
secretos estaba a punto de salir a la luz. No había forma de que
Copper dejara pasar esto hasta que supiera cada detalle.
Eso no significaba que al menos no intentaría escapar de
decírselo.
—No estoy segura de que eso sea de tu incumbencia, Copper. —
Dio media vuelta y caminó penosamente de regreso por el camino
de entrada hacia su puerta.
—Michelle Elizabeth Ward, no te atrevas a dar un paso más con
ese culo mordible sin responderme. —Su mortal voz retumbó en la
tranquila noche, tan llena de amenaza que probablemente se habría
asustado si él fuera cualquier otra persona. Pero Copper nunca le
haría daño. ¿Gritarle? ¿Enojarse? Demonios, sí, él haría esas cosas.
Pero nunca le haría daño.
Lentamente, ella giró sobre sus talones.
—Disculpa, Aiden Lo que sea Gallagher—dijo, poniendo las
manos en las caderas. ¿Tenía siquiera un segundo nombre? No
importaba. Le encantaba el verdadero nombre de Copper y muchas
veces deseaba poder llamarlo Aiden todo el tiempo—. ¿Quién
diablos te crees que eres para venir a mi casa por la noche y dar
órdenes?
Él avanzó hasta que el metro noventa y ocho de él, resoplando y
gruñendo se alzaron sobre su mísera figura de un metro cincuenta y
ocho. El fuego ardía en sus ojos, pero también algo más.
Preocupación. Estaba preocupado por ella. Y esa preocupación es lo
que la detuvo y la hizo agitar el brazo y decir:
—Sígueme adentro. No les demos más espectáculo a mis vecinos
esta noche, ¿eh? Al menos no hasta que decidamos vender entradas.
Después de hoy, me vendría bien el dinero—murmuró en voz baja.
Copper se tomaba muy en serio sus obligaciones como presidente
del MC. Y sentía que su alcance se extendía a todos y cada uno de
los miembros de la familia de sus hombres. Por eso él y el MC se
habían mantenido en contacto tan cercano con ella incluso después
de que su padre muriera y ella ya no estuviera oficialmente unida al
club. Lo último que quería era aumentar su montón de
responsabilidades, pero luchar contra él solo empeoraría las cosas.
Eventualmente, ella cedería, y mientras tanto, lo haría pasar por
preocupaciones innecesarias.
Espera... ¿acaba de llamar mordible a su culo?
Sí, eso es en lo que necesitaba concentrarse.
Una vez que estuvieron en la casa y Copper cerró el cerrojo
detrás de ellos, ella le hizo un gesto hacia su sofá.
—Toma asiento. Traeré un par de cervezas. A menos que quieras
café.
Él la miró por un segundo, como si estuviera evaluando si se iba
a caer, luego asintió.
—La cerveza funciona. Gracias, bebé.
Agarró la cerveza favorita de Copper de su nevera (sí, la tenía a
mano solo para él) y se tomó su tiempo para destaparlas. Eso le dio
un minuto para ordenar sus pensamientos y prepararse para el
golpe verbal.
—Es hora de afrontar las consecuencias—murmuró.
Cuando regresó a la pequeña sala de estar, se detuvo en la puerta
y se empapó de la vista del hombre que había amado desde que era
una adolescente y no era quien para desear.
Él empequeñecía su sofá de dos plazas como siempre lo hacía.
Por lo general, bromeaba sobre él rompiendo la cosa o acaparando
todo el espacio, pero esta noche no podía reunir la energía para
bromas.
Sus opciones eran un sillón reclinable o el pequeño espacio que
quedaba en el sofá de dos plazas. Se dirigió al sillón reclinable, la
opción más segura, pero Copper negó con la cabeza y señaló el
pequeño espacio a su lado. Como ya había una discusión en la
agenda, no se molestó en amontonar más mierda en la pila al
desafiarlo, y se metió entre el reposabrazos y su cuerpo sólido,
sentándose con las piernas cruzadas y de cara a él. Inmediatamente,
el calor fluyó desde su muslo hasta sus rodillas y por todo su cuerpo.
¿Por qué?
¿Por qué tenía que tener este efecto embriagador sobre ella? ¿Por
qué, incluso después de todos estos años de sentimientos no
correspondidos, no podía sacudirse el control que él tenía sobre su
corazón?
Copper resopló profundamente y apartó la cabeza de ella,
haciendo crujir el cuello.
—Lo estoy intentando, Shell. Realmente estoy jodidamente
tratando de entender por qué ese pedazo de mierda estaba en tu
casa. Y estoy tratando de hacerlo sin perder mi mierda. —Una mano
sostenía la cerveza y la otra descansaba sobre el reposabrazos, sus
dedos se enroscaban alrededor del borde con tanta fuerza que
podría rasgar la gastada tela color canela.
Él volvió la cabeza y se encontró con la mirada de ella. Cuando la
miraba así, como si quisiera matar a sus dragones, desterrar sus
demonios y destruir cualquier cosa que pudiera causarle un
momento de angustia, ella estaba total y completamente perdida en
su hechizo. Por supuesto, había una buena posibilidad de que el
significado detrás de todo esto estuviera en su mente. Aun así,
funcionaba.
Shell suspiró.
—Te lo diré, Copper—dijo en voz baja mientras la vergüenza se
apoderaba de ella. Era una adulta. Debería ser capaz de manejar sus
problemas sin que el club la rescatara con tanta frecuencia. Ni
siquiera deberían ser conscientes de sus problemas.
—Mierda al fin—disparó en respuesta—. Y puedes empezar en
qué diablos estabas pensando al desfilar frente a ese malandra de
mierda vestida así. —Atrás quedaron la preocupación y la
compasión, reemplazadas por ojos tormentosos y un tono furioso.
Shell miró hacia abajo y, si hubiera sido en otro momento, se
habría echado a reír. Vestida con un par de mallas negras ajustadas y
un suéter lavanda con cuello en V ajustado, no había nada
inapropiado en su atuendo.
La ira de Copper claramente estaba derritiendo su cerebro.
Capítulo 6
Copper se enfocó en la acción de beberse la cerveza para evitar
retorcerle el cuello a Shell como realmente quería.
Beber, saborear, tragar, respirar, repetir.
Manchas oscuras habitaban debajo de cada uno de sus ojos, usaba
calcetines que no hacían juego, y habría jurado que se tambaleó
antes de ir a buscar sus bebidas. La mujer parecía estar a segundos
de desplomarse por el agotamiento. Lo último que ella necesitaba
era su culo enojado cabalgándola con su habitual forma exigente.
Cabalgando su culo.
Mierda.
Ahora tenía esa imagen en la cabeza. Lo que lo trajo de regreso a
ese maldito atuendo.
Shell miró su ropa antes de levantar el rostro con el ceño
fruncido.
—¿Vestida así? Copper, ¿has perdido la cabeza? Además de tener
frío porque no estaba usando una chaqueta, ¿qué hay de malo en
esto?
Se pasó la mano por la cara y se rascó la barba. La barba que
había recortado esa noche antes de hacerle una visita. No porque
supiera que a ella le gustaba recortada. Solo porque se estaba
volviendo ingobernable como solía dejar que sucediera.
—Dios, mujer, esos pantalones son jodidamente apretados.
Ella arrugó la cara, luciendo realmente confundida.
—¿Qué? Son unos leggins negros. Son apretados. Así son los
leggins. ¿Te sientes bien?
Sí, claro, se suponía que debían ser apretados, pero ¿se suponía
que debían abrazar su curvilíneo culo de esa manera que hacía que
los hombres pensaran en una cosa y solo en una cosa? Y eso sería
inclinarla sobre la superficie plana más cercana, agarrar esas caderas
redondas y ver cómo dicho culo se sacudía mientras la follaban por
detrás.
Mierda.
—Bueno, tus tetas también se están mostrando. Y ese hombre no
es honorable. —Michelle no era una ramita. Había tenido un hijo por
el amor de Dios. Su cuerpo había adquirido esa cualidad más suave
que las mujeres odiaban de sí mismas, pero en la que a los hombres
les encantaba hundir los dedos. Al menos los hombres que él
conocía. Michelle siempre había tenido un cuerpo espectacular,
incluso a los dieciocho y diecinueve años cuando era más delgada
que curvilínea, pero ahora, ahora era cien por cien mujer y tan
jodidamente tentadora que él estaba duro en su presencia la mayoría
de las veces.
Hablando de… Copper agarró un almohadón y lo colocó sobre su
regazo.
Afortunadamente, Shell no pareció darse cuenta. Estaba
demasiado ocupada mirándolo con la boca abierta.
—¿Mis tetas se están mostrando? —Mirando hacia abajo de
nuevo, resopló—. Copper, es un suéter con cuello en V. Puedes ver
alrededor de un milímetro de mi escote. ¿Qué demonios te pasa?
Vives en la casa club y prácticamente te ahogas en tetas todos los
días. Esto no es nada.
—¿Si? Bueno, ¿qué hay de tus pezones? —Él sonaba como un
psicópata. Y esto no tenía nada que ver con Joe, o por qué estaba
aquí o lo que Shell le estaba ocultando. Pero la idea de Joe mirando
boquiabierto su cuerpo, poniéndose duro al verla, o incluso estando
cerca de ella, lo estaba volviendo loco.
Porque Joe era un sádico enforcer de un capo de la droga. No
porque él estuviera celoso.
—¿Mis pezones?—chilló ella mientras su rostro se ponía rosa
brillante. Cruzó los brazos sobre sus pechos y miró a cualquier cosa
menos a él—. Hace frío afuera—murmuró.
—Joder—prácticamente gruñó Copper—. Olvídalo. Sólo dime
por qué Joe estaba aquí.
Mirando la pantalla de televisión en blanco, Shell dijo:
—El primer lunes de cada mes, aparece a las ocho y cuarto en
punto para cobrarme mil dólares. Lo hace desde un mes después de
que volví a casa. —La confesión fue dicha con voz lo suficientemente
baja para que tuviera que esforzarse para escucharla.
—¿Estás bromeando? ¡Has vuelto hace más de un año! —Copper
salió disparado hacia adelante del sofá de dos plazas, provocando
un grito de sorpresa de Shell.
Sus delgados hombros, los que soportaban tanto peso, se
hundieron y sus ojos se pusieron vidriosos por las lágrimas
contenidas. Verla tan cerca del llanto es lo que apagó las llamas de la
ira de Copper. Claro, todavía se sentía como un volcán hirviendo a
fuego lento, pero necesitaba controlarlo si no quería causarle más
malestar. Este problema suyo sería resuelto. Shell no le pagaría ni un
centavo más a Joe. Los Handlers se asegurarían de eso, como lo
habrían hecho de inmediato si ella hubiera acudido a ellos en primer
lugar.
Maldita obstinada mujer.
Copper volvió al sofá de dos plazas, metiéndose en el espacio que
había ocupado antes. Le había dejado más de la mitad del diminuto
sofá, pero aún le quedaba muy apretado, y sus rodillas cruzadas
terminaron descansando sobre su muslo. La mujer necesitaba
muebles más grandes. Al menos la noticia de cuánto dinero había
desembolsado mató su erección.
Mil dólares cada mes. Eso lo carcomió como un buitre
arrancándole la carne de los huesos. No es de extrañar que trabajara
hasta agotarse, pero siempre parecía estar sin dinero. Él tomó su
mejilla. Ella contuvo el aliento, encontrándose con su mirada.
—Mira, cariño, vine aquí porque escuché que Beth estaba
enferma y quería ver cómo estabas. Ver si necesitabas algo. Si
prometo no volver a reaccionar así, ¿me dirás el resto?
Shell asintió y se le cayó una lágrima. Con un resoplido,
parpadeó rápido, como si estuviera enojada consigo misma por
permitirse la debilidad. Débil, mierda, Shell era sin duda la mujer
más fuerte que conocía.
Copper gimió.
—Por favor, no llores, cariño. Me va a matar. —Atrapó la gota
con el pulgar mientras se deslizaba por su mejilla.
Ella le dedicó una sonrisa temblorosa.
—Al parecer, justo antes de que mataran a papá, él recibió
cincuenta mil dólares en heroína de quienquiera que sea para quien
Joe trabaja. Ni siquiera sé quién dirige la orquesta.
—¿En serio? —Copper se rascó la barba. Había pasado más de
una década desde que Sarge había sido asesinado, pero esa
información no le sonaba. Sarge había involucrado al club en drogas
unos años después de que Copper fuera aceptado como prospecto.
Vendían droga, heroína, cocaína y, en ocasiones, pastillas recetadas,
pero nunca tanto a la vez. Había sido algo con lo que nunca estuvo
de acuerdo, y ese asunto arrastró al club durante unos malditos
años. Después de la muerte de Sarge, Copper puso fin a la
participación del club en la venta de drogas.
Shell se encogió de hombros.
—Eso dice él. No es como si pudiera verificarlo ahora. Pero él
afirma que nunca les pagaron por ello. Joe dice que las drogas se las
dieron a mi padre de buena fe porque tenían una relación a largo
plazo con él. Se suponía que debía hacer un pago el día después de
que lo mataran. Nunca obtuvieron su dinero, y cuando enviaron a
alguien a buscar las drogas, nunca las encontraron.
—Así que ahora que eres mayor y estás de vuelta en la ciudad,
quieren su dinero.
—Exactamente—dijo Shell asintiendo—. Más intereses, por
supuesto.
Copper resopló.
—Por supuesto. Dios, diez malditos años de interés. —Demonios,
dirigía un negocio de préstamos de dinero. No era ajeno a exigir el
pago o forzarlo cuando era necesario. Pero había una diferencia.
Todos los que tomaron prestado de él lo hicieron cien por ciento de
buena gana. Y si algo le sucedía, los Handlers no iban tras una
madre soltera para cobrar.
—¿Ellos fueron a buscar primero a tu madre?
Eso hizo reír a Shell.
—¿Hablas en serio? Ella no tiene dos centavos para frotar juntos.
Y no es ningún secreto que no quiere tener nada que ver con el club.
Joe puede ser un imbécil, pero no es estúpido. Él sabía a dónde ir.
Soy presa fácil. —Ella se encogió de hombros—. Solo amenaza a
Beth, y haré prácticamente cualquier cosa que me pidan.
—¿Él amenazó a Beth?—preguntó Copper. Trató de mantener su
voz controlada, pero no pudo dejar de lado lo letal.
—Copper—dijo Shell, levantando una ceja—. Lo prometiste.
La sangre cocía a fuego lento en sus venas, burbujeando lista para
hervir. Joe no tenía idea del infierno que había invitado a entrar en
su vida al ir tras Shell. ¿Y amenazar a Beth? Tendría mucha suerte si
vivía una semana más.
—Lo sé, bebé. Esto está directamente relacionado con el club. —
Él vio su expresión derrotada, algo que ella nunca usaba frente a él.
Incapaz de evitar brindarle un poco de consuelo, le rodeó la nuca
con la mano y le dio un suave apretón. Fue un maldito error, solo ese
pequeño toque, la sensación de su piel suave contra su palma mucho
más áspera lo hizo tragar un bocado de necesidad.
—¿Por qué no me trajiste esto, Shell?
—Las cosas han sido difíciles en el club desde que regresé,
Copper. Primero con Shark y luego con Lefty. —Ella sacudió la
cabeza—. Sé que mi madre odia al MC y prácticamente cortó lazos
después de la muerte de mi padre, pero siempre he pensado en los
Handlers como mi familia. Joe dijo que mi padre estaba mejorando
el negocio del tráfico de drogas sin el conocimiento del club. Seamos
g g
realistas, el club era diferente en ese entonces. Mi padre estaba
llevando al club en la dirección equivocada. Tú lo sabes, yo lo sé. Y
no merecéis pagar por sus malas decisiones.
Si Shell fuera un hombre, le habría dado un parche en ese mismo
momento. Leal hasta el extremo, amaba a su familia con cada gramo
de su ser. Pero ella no era un hombre, por lo que no podía intervenir
y llamadlo cavernícola, pero él nunca creería que una mujer debería
tomar el relevo del negocio del club. Trató de cuidar y proteger a
Shell desde el momento en que mataron a su padre, a pesar de sus
protestas e insistencia de independencia. Claramente, había fallado
miserablemente.
—Termina esta noche, Shell. Joe no recibe ni un puto centavo más
de ti. ¿Me escuchas?
Con los ojos abiertos ampliamente, ella empezó a hablar.
—No terminé. —Levantó su mano libre—. El club se encargará de
eso. No, no te daré detalles, llevas el tiempo suficiente con nosotros
para saber cómo funciona esta mierda. Si lo ves por algún lado, si
alguien se te acerca, si pasa cualquier maldita cosa que no te parezca
bien, me llamas, inmediatamente. ¿Entendido? Aceptaré solo una
respuesta, y esa es sí.
Shell solo asintió.
—Está bien, Copper—dijo en voz baja—. Gracias.
¿Eh? Eso fue demasiado fácil. Shell no aceptaba ayuda. Por
mucho que le gruñera.
—¿Eso es todo? ¿Solo gracias? ¿No vas a discutir conmigo?
Una sonrisa triste se formó en su rostro.
—Estoy demasiado cansada esta noche. Tal vez cuando me
despierte mañana, estaré enojada contigo por manipularme, pero no
tengo la energía para eso esta noche. Y, si quieres la verdad, darle el
dinero cada mes me está matando. —Un rubor apareció en sus
mejillas—. Podré respirar un poco más tranquila ahora.
Copper cerró los ojos y contó hasta diez. Tuvo que suponer que
parte de su fácil aquiescencia se debía al hecho de que él no perdió
los estribos con la noticia, sino que mantuvo la calma y le habló
racionalmente. Así que, por mucho que quisiera sacudirla hasta que
le castañetearan los dientes, se contuvo.
—Ok. Entonces está hecho, y mientras no veas a Joe, no tenemos
que volver a hablar de eso. —Empujó un rizo suelto detrás de su
oreja—. ¿Cómo está Beth?
Shell gimió.
—Anoche fue duro. Ambas estuvimos despiertas casi toda la
noche. Y hoy era un oso, pero se durmió antes de la cena y parece
que dormirá toda la noche.
La mujer debería estar en la cama, no lidiando con una escoria
chupa pollas como Joe. Shell necesitaba un hombre en su vida.
Alguien que la cuidara y protegiera, de ella misma si era necesario.
Trató de imaginar a un hombre aquí, desempeñando ese papel en
la vida de Shell, y casi rasgó uno de sus almohadones por la mitad.
Copper se frotó los ojos mientras una ola de fatiga lo invadía.
Esta noche no se podía hacer nada con Joe y necesitaba dormir un
poco.
—¿Por qué no te preparas para ir a la cama, nena? Cerraré por ti.
Yo mismo estoy jodidamente cansado.
—Está bien. —Ambos se pusieron de pie. Shell colocó una mano
suave sobre su brazo—. Gracias—dijo ella, envolvió sus brazos
alrededor de su cintura y hundió la cabeza en su pecho.
La sensación de ella, suave y cálida contra él, sus brazos delgados
pero fuertes aferrándose a él hizo que su polla se despertara de
nuevo. Él agarró su moño desordenado, inclinando su cabeza hacia
atrás.
—Haría cualquier cosa por ti y por esa princesa de ahí atrás, lo
sabes, ¿verdad?
Shell asintió, su barbilla golpeando su pecho.
—Lo sé—susurró ella.
—Bien. Ahora muévete. —Él le dio un golpe juguetón en el
trasero que la hizo reír mientras se apresuraba a entrar en su
habitación.
Copper atravesó su casa, asegurándose de que las puertas y
ventanas estuvieran cerradas, antes de seguirla a su habitación.
Estaba demasiado agotado para conducir a casa. Al menos eso es lo
que se dijo. Esta no sería la primera vez que durmiera en casa de
Shell. Había sucedido dos o tres veces desde que había regresado a
Tennessee. Las otras veces era porque la había estado vigilando por
alguna amenaza contra el club. En ambas ocasiones se había
quedado en ese sofá de mierda y había dormido unos quince
minutos.
No esta noche.
Cuando Shell salió del baño, él estaba recostado en su cama, con
los ojos cerrados.
—Oh —chilló ella—. Tú, eh—se aclaró la garganta—¿te quedas
aquí? ¿En mi cama?
—Sí, ¿te importa? Soy demasiado jodidamente grande para
dormir en ese diminuto sofá.
—No, por supuesto que no me importa—respondió demasiado
rápido—. Soy la que siempre te dice que estás loco por dormir ahí.
—Descalza, caminó hacia la puerta—. Yo dormiré en el sofá.
Cuando pasó junto a la cama, él alargó la mano y capturó su
muñeca. Dios, su piel era tan suave. Se sentía como seda bajo sus
dedos callosos.
—Simplemente toma el otro lado. Confía en mí cuando te digo
que ese sofá no es lugar para dormir. En realidad, creo que debes
dejar de llamarlo sofá. Es un insulto a los sofás de verdad.
—Yo, eh, bueno… —Su boca se abrió y cerró unas tres veces.
Combinada con los ojos muy abiertos, se veía casi cómica. Verla tan
nerviosa era un poco divertido. Normalmente ella tenía una
respuesta ingeniosa para él. No esta noche. Realmente debe estar
exhausta. Frunció el ceño y dejó de bromear.
—Mira—dijo—. Estoy agotado y tú también. No te voy a dejar
sola sabiendo que ese imbécil estuvo aquí. Entiendo que has estado
lidiando con él desde hace un tiempo, pero solo compláceme. Me
sentiré mejor sabiendo que tú y Beth tienen un guardia esta noche,
¿de acuerdo?
Ella todavía lo miraba como si estuviera loco, pero parecía estar
considerando sus palabras. Así que fue a matar.
—Necesitas una buena noche de sueño para poder cuidar de Beth
mañana. Sabes que no dormirás bien en el sofá. —Supo el momento
en que ella se rindió. Su cuerpo perdió la tensión y asintió con la
cabeza.
—Ok.
—¿Tienes un cepillo de dientes de repuesto que pueda tomar
prestado?— preguntó mientras le soltaba la muñeca.
—Eh, sí, armario debajo del lavabo. —Corrió hacia el otro lado de
la cama.
—Gracias, bebé. —Salió de la cama justo cuando ella se deslizaba
bajo las mantas.
—Sí—dijo ella. Su voz era aguda como si estuviera nerviosa y
Copper se rio entre dientes.
No había una maldita cosa por la que estar nerviosa. Él no iba a
tocarla. Nunca la tocaría. Las últimas palabras que dijo su padre
moribundo fueron para asegurarse de que Shell estuviera protegida.
Asegurarse de que la cuidaron. Él había dicho, No dejes que ninguno
de los hijos de puta en este club la tenga, justo antes de tomar su último
aliento.
Copper no estaba dispuesto a romper una promesa al hombre
que lo había llevado al club y le había dado la vida que amaba.
Orinó, se cepilló los dientes y volvió a entrar en la habitación de
Shell. No había mucho en cuanto a decoración, probablemente
debido a la falta de dinero, pero la habitación estaba ordenada y era
cómoda. Estaba en la cama tamaño queen, de lado, mirando a la
ventana. Y no mirándolo.
Copper puso una mano en su cinturón, sacudió la cabeza y se
dirigió a la cama. Después de dos pasos, dijo:
—A la mierda—y se desabrochó el cinturón. Las últimas veces
que se había quedado a dormir allí habían sido planeadas, así que se
había cambiado de ropa, pero al carajo si dormiría bien en vaqueros.
Dejó caer la mezclilla al suelo y se quedó en bóxers y una camiseta.
Tendría que ser así.
Se deslizó debajo de las mantas e intentó fingir que sus pies no
colgaban del borde y que su enorme cuerpo no ocupaba más de lo
que le correspondía en la cama. Suaves sonidos respiratorios
provenían del lado de la cama de Shell. La pobre probablemente ya
estaba inconsciente.
Trabajaba demasiado por muy poco, y le revolvía el estómago
pensar que los traficantes de drogas le estaban robando una buena
parte de su dinero.
Ya no.
Copper miró por encima y observó el constante ascenso y
descenso de su espalda durante unos minutos. Entonces rodó hacia
su lado derecho, le rodeó la cintura con un brazo y la apretó contra
su cuerpo. Aparte del día de su cumpleaños, nunca había tocado a
Shell, ni abrazos, ni palmaditas en el brazo, ni siquiera un apretón de
manos. Simplemente no confiaba en sí mismo para no perder el
control y devastarla. Pero mientras sostenía su suave cuerpo cerca, se
sintió más en paz de lo que se había sentido en años. Tal vez nunca.
Bueno, la mayor parte de él se sentía en paz. Había una parte que
se estaba volviendo rápidamente insatisfecha con la naturaleza no
sexual de la situación. Su polla se endurecía más con cada segundo
que pasaba teniendo su cuerpo tan cerca del suyo. Pasaron los
minutos, y finalmente permitió que su mente aceptara aquello contra
lo que había estado luchando como el demonio durante años.
Deseaba a Shell con cada fibra de su ser. Quería follarla, quería
enamorarla, quería dormir a su lado, quería acaparar todo su tiempo
libre.
Lástima que nunca la tendría. A pesar de todo lo que deseaba y
necesitaba de ella, lo único que se permitiría sería tenerla entre sus
brazos una noche mientras dormía.
Como ya estaba dormida, nunca lo sabría.
Además de tener las bolas más azules del mundo, ¿cuál era el
daño?
Capítulo 7
Shell se despertó con una pequeña mano que le acariciaba la cara.
—¡Mami! ¡Mami! ¡Mami! Estoy despierta—dijo Beth, todavía
acariciando la mejilla de Shell con la mano.
Shell rodó sobre su espalda. Con un gemido, agarró la mano de
Beth e hizo una pedorreta en su palma. Las risitas que siguieron
fueron música para sus oídos.
—Parece que alguien se siente mejor esta mañana.
—¡Yo! Me siento mejor. —Beth rebotó sobre sus rodillas como si
acabara de tomar unos tragos de espresso en lugar de haber estado
en cama durante los últimos dos días con un virus. Ojalá los adultos
pudieran recuperarse tan fácilmente.
Shell ni siquiera había estado enferma y estaba más que exhausta.
Por supuesto, se había quedado despierta la mitad de la noche con el
enorme brazo de Copper colgado de su cintura y el ritmo regular de
su respiración contra su espalda.
¡Santa Mierda! ¡Copper!
Ella se levantó, provocando otra ronda de risitas de Beth.
—Mami, eres graciosa—dijo aplaudiendo.
—Eh, sí bebé, mami es muy graciosa. —Miró alrededor de la
habitación. Los vaqueros que él había dejado a los pies de la cama ya
no estaban allí, ni tampoco las botas que se había quitado antes de
subirse a su lado—. ¿Tienes hambre, Bethy?
—Muriendo de hambre—respondió Beth con todo el dramatismo
que solo una niña de cuatro años puede mostrar.
Shell parpadeó. ¿Lo había soñado? ¿Copper había estado aquí?
Sí, él había estado aquí. El recuerdo de él descubriendo uno de sus
secretos era demasiado fuerte para haber sido producto de su
imaginación. ¿Pero en cuanto a abrazarla toda la noche? Ella se puso
la mano en la frente. Tal vez estaba enferma con algún tipo de
enfermedad cerebral.
—¿Tu barriga se siente bien?—le preguntó a su hija.
Beth asintió y se dejó caer sobre la almohada que había usado
Copper.
—Mmm, esta almohada huele bien.
Sí. Copper realmente había estado allí.
—Ve a la cocina, Bethy. Te haré unos pancakes. —Pasó las piernas
por el borde de la cama y estiró los brazos por encima de la cabeza
hasta que le crujió la espalda—. ¿Ya fuiste al baño?
—No. No tengo que ir.
Claro, no tenía que hacerlo.
—Qué tal esto. Tendremos una carrera y veremos quién puede
llegar primero a la cocina después de ir al baño.
Los ojos de Beth se iluminaron y saltó de la cama.
—Ok. ¡Voy a ganar!—gritó mientras corría hacia el baño temático
de Elsa al final del pasillo.
Con una risita, Shell se levantó de la cama y se ocupó de sus
asuntos. Al pasar junto a su cama de camino a la puerta, se detuvo.
No lo hagas, Sigue caminando, Michelle.
Por supuesto, ella no escuchó esa vocecita en su cabeza. No,
agarró la almohada de Copper, se la acercó a la nariz e inhaló. Sus
ojos casi se pusieron en blanco. Madera de cedro del aceite para
prefería usar en la barba y una pizca de humo de esos cigarrillos que
pretendía no fumar de vez en cuando y una de jabón.
Copper.
Como una especie de acosadora loca, Shell cambió la almohada al
lado de la cama en el que prefería dormir. Una noche con los brazos
de Copper a su alrededor podría haber sido una experiencia única
en la vida, pero esta noche, se quedaría dormida rodeada de su
aroma, y por unos momentos podría fingir que él estaba allí. Había
yp p g q
esperado que sentir sus brazos alrededor de ella le hubiera quitado
parte de la necesidad de su cuerpo. Sí, ella había estado totalmente
equivocada acerca de eso. Todo lo que hizo la experiencia fue
hacerla desear más de él. Más tiempo con él, más contacto con él,
más de cualquier cosa que estuviera dispuesto a darle. Ella suspiró y
sacudió la cabeza. ¿Por qué tenía que estar enamorada de un hombre
que no la quería?
Señor, necesitaba ayuda.
—¡Mamá!—
—Ya voy, bebé—le respondió.
Shell entró arrastrando los pies en la cocina solo para encontrar a
Beth parada en una silla frente al refrigerador abierto mientras
luchaba con una jarra de leche casi llena.
—¿Primera, mami?—le preguntó.
Sí, Beth se sentía mejor.
—Vaya, Bethy. ¿Qué tal si yo traigo la leche y tú una taza? —
preguntó mientras le quitaba a su hija la pesada jarra.
—¡Ok! —dijo Beth con mucha más emoción de lo que requería la
tarea. Mientras corría hacia el gabinete bajo que contenía sus tazas
irrompibles, dijo—. ¿Hoy voy al preescolar?
—No lo sé, cariño. ¿Realmente te sientes bien?
—¡Super bien! Por favor, mami. Quiero ver a mis amigos. —Hizo
un pequeño baile en el lugar que le recordó a Shell a R2D2
meciéndose de un lado a otro con anticipación.
Había un color mucho más saludable en el rostro de Beth, y su
apetito parecía haber regresado. Puso una mano en la frente de su
hija. Definitivamente sin fiebre. Y siendo miércoles, era la mañana
libre de Shell en el restaurante. Realmente le vendría bien unas pocas
horas para ella sola... estar sola y procesar en silencio todo lo que
había sucedido la noche anterior.
—Está bien. Tú ganas. La escuela será.
—¡Sí! —Beth levantó un pequeño puño en el aire y luego se lo
tendió a Shell—. Golpéalo, mamá—dijo, con el rostro totalmente
serio.
—¿Golpearlo? —Shell soltó una carcajada—. Déjame adivinar,
uno de tus tíos te enseñó eso.
Pequeños dientes blancos brillaron a través de la sonrisa de Beth.
—No, fue Copper. No es mi tío, es mi mejor amigo.
Uf, nadie sabía cómo enviar un tiro directo al corazón mejor que
un niño. Copper trataba a Beth como si fuera una princesa y él su
humilde servidor, y la mimaba en cada oportunidad que tenía. Ella
tenía a ese hombre, y a la mayoría de los rudos y bruscos Handlers,
firmemente bajo su hechizo rosa brillante.
—Bum—dijo Beth cuando Shell tocó con el puño a sus hijas—.
No te olvides de explotar. —Hizo un fuerte ruido de explosión y
movió los dedos.
Shell no pudo evitarlo, echó la cabeza hacia atrás y se rio. Nada la
ponía de buen humor como pasar un rato con su juguetona hija.
Comieron sin incidentes y después la ayudó a prepararse para la
escuela. Como Beth no se quejó de un solo dolor en todo el tiempo,
Shell asumió que era seguro enviarla a la escuela. Una vez que Beth
estuvo lista para irse, Shell la dejó viendo dibujos animados mientras
ella se preparaba.
—Solo tardaré quince minutos, cariño.
—Está bien, mami—respondió Beth, ya perdida en el mundo de
los personajes generados por computadora.
Cuando llegó a su habitación, Shell se quitó la ropa y tomó una
de sus duchas patentadas de cuatro minutos con lavado de cabello.
Mientras estaba de pie fuera de su baño, tratando de decidir qué
ponerse, un trozo de papel blanco en la parte superior de la cómoda
le llamó la atención.
—Qué…—Vestida solo con su conjunto favorito de sostén y
bragas, caminó hacia su tocador solo para encontrar una nota
doblada alrededor de una pila de billetes de cien dólares. Escritas
con los garabatos de Copper estaban las palabras:
Por lo de anoche.
Shell frunció el ceño. Ese bastardo. ¿Era esta la razón por la que
se había quedado? ¿Para poder devolverme el dinero que sabía que
nunca aceptaría? Ella despreciaba absolutamente tomar dinero del
club. El trabajo era cómo ganaba su dinero. Trabajando duro y bien.
Beth y ella no eran un caso de caridad, y aunque no tenían excesos,
podía darle a su hija todo lo que necesitaba. Conseguir que Joe
dejara de acosarla era una cosa. Dejar dinero en efectivo en su
tocador era otra muy distinta.
Ay, Dios mío. Presionó una mano contra su estómago mientras el
desayuno amenazaba con volver a subir por su garganta ¿Era esta la
razón por la que Copper la acurrucó toda la noche? ¿Para ablandarla
y hacer que aceptara el dinero? Un sofoco de humillación se apoderó
de ella.
—¿Quién demonios se cree que es?—dijo en voz alta en la
habitación vacía—. Bueno, a la mierda con eso. —Cerrando los
cajones, Shell metió las piernas en unos vaqueros ajustados negros y
después agarró una camiseta. Una sonrisa traviesa curvó sus labios,
dejó caer la camiseta en el cajón y se dirigió al armario.
Si Copper pensaba que podía dictar sus acciones, tendría que
pensarlo de nuevo. Metió la mano en el fondo del armario donde
había escondido una camisa que Toni le había comprado hacía unas
semanas. Es cierto que se veía fantástica en ella, pero mostraba un
poco más de tetas de las que Shell estaba acostumbrada. Tal vez
antes de tener a Beth, hubiera lucido algo tan revelador, pero hoy en
día se inclinaba por una mayor cobertura.
Hoy no.
¿Copper quería pagarle?
Ella estaba feliz de hacerle pagar.
—Quiero someterlo a votación—dijo Copper mientras apoyaba
los codos en el escritorio.
En una silla en el lado opuesto del escritorio con los pies
apoyados, en éste Jigsaw resopló.
—Sabes que todos los hermanos aquí votarán por devolverle el
dinero, pero también sabes que Shell no aceptará ni un centavo si es
dinero del club.
Mierda.
Jigg tenía razón.
—Haremos que ella lo acepte—refunfuñó Copper.
Ahora Jig se reía abiertamente de él. El bastardo no se había reído
en más de seis años, y ahora que tenía una mujer en su cama todas
las noches pensaba que la vida era jodidamente rosas y sol.
—¿Algo gracioso?
—Joder, sí, es gracioso imaginarte tratando de obligar a Shell a
aceptar el dinero. Hazlo, Pres, pero asegúrate de que yo esté allí para
verla aplastar esas bolas tuyas del tamaño de un melón con su
diminuto pie. Oh tío, a los muchachos les va a encantar esto. —Jig le
estaba dando una sonrisa arrogante típica de Maverick.
—Mira, imbécil, según mi cuenta, le ha dado a este hijo de puta al
menos dieciocho mil dólares para cubrir las deudas de su padre.
Nuestro antiguo presidente, que aparentemente estaba haciendo
negocios turbios a nuestras espaldas. ¿En qué mundo debería gastar
dieciocho mil dólares cuando necesita comprarle a su niña el maldito
mundo?
Jig se puso serio en un instante.
—Te escucho, Cop. Alto y claro. Y estoy de acuerdo, ella merece
cada dólar de vuelta, pero también la conozco. Es orgullosa como la
mierda, terca como una maldita mula y no acepta limosnas.
—Entonces, ¿tienes una mejor idea?
—Claro que sí—dijo Jig justo cuando Mav y Zach aparecieron en
la puerta.
—Hola, jefe. Jig—dijo Mav irrumpiendo, sin ser invitado—.
Escuché de lo que estaban hablando. Quería entrar y ofrecer nuestra
ayuda.
Copper se pasó una mano por la cara.
—Esto no es un maldito vestuario, muchachos. Si os atrapo
espiando afuera de mi puerta, pasaréis algunas semanas más abajo
que los prospectos.
Zach puso los ojos en blanco y se sentó en el borde del escritorio
de Copper.
Estaba perdiendo el jodido control. Anoche, Shell no se había
sentido intimidada por él, ahora sus hombres actuaban como si fuera
la hora del almuerzo en la escuela secundaria. Copper se pasó una
mano por la cara y gruñó. Esto no era una broma. Éste era el
sustento de Shell, su seguridad, su vida. Tal vez estaba demasiado
cerca de sus hombres. No le temían.
—Eso es jodidamente suficiente—rugió, golpeando el escritorio
con los puños. Todos los objetos encima volaron por los aires,
incluida la taza llena de café—. Mierda—dijo cuando aterrizó en el
suelo, derramando el líquido caliente y rompiéndose.
Los tres hombres en su oficina lo miraron como si hubiera
perdido la cabeza.
—Prospecto—gritó por la puerta abierta. Después miró a sus
hombres—. Dejaos de mierda. Quiero sacar a Shell de debajo del
pulgar de estos imbéciles, y quiero que le devuelvan su dinero. Para
ayer.
—¿Qué sucede, Pres? —LJ asomó la cabeza por la puerta.
—Limpia esta mierda—dijo, señalando el desorden.
—En eso. —LJ desapareció en el pasillo.
Ahí, así es como deberían estar actuando todos. El presidente
dice que salten y no preguntan qué tan alto, simplemente saltan lo
q y p g q p
jodidamente más alto que pueden.
—Lo siento, Cop—dijo Zach—. Te prometo que nos estamos
tomando esto en serio.
—Sabes que todos amamos a Shell como familia. Lo entendemos
bien. Mav hablaba en serio por una vez.
—No estaba diciendo que Shell no aceptará la devolución del
dinero. Solo que ella no aceptará el dinero del club. Entonces, no le
damos dinero del club. Lo recuperamos de Joe —Jig dejó caer los
pies al suelo y se inclinó hacia adelante.
—¡Sí! —Zach aplaudió una vez y se frotó las manos—. Louie
estaría más que feliz de participar en esa acción. Joe es un imbécil. —
Como enforcer del club, Zach era quien visitaba a los clientes que no
pagaban sus préstamos a tiempo. Su forma favorita de enviar
mensajes era un bate de béisbol al que apodaba Louie.
—Está bien—asintió Copper—. Jueves iglesia a las ocho. Lo
discutiremos entonces.
Una conmoción en el pasillo los hizo fruncirse el ceño el uno al
otro y se dirigieron al área central de la sala del club.
Shell estaba de pie junto a la barra, con las manos en las caderas.
Su cabello estaba húmedo y un poco más desordenado de lo normal
como si hubiera salido corriendo de la casa después de una ducha.
—Lo juro por Dios, LJ, si no me dices si Copper está aquí, voy a
meterte una de esas botellas en el…
—Estoy justo aquí, nena. No hay necesidad de sodomizar al
pobre prospecto.
Shell giró lentamente hasta quedar frente a Copper. Esos
hermosos ojos azules se habían entrecerrado hasta convertirse en
rendijas, y prácticamente podía ver chispas saliendo de su cabeza.
—Oh tío—murmuró Zach—. Alguien está en problemas.
—Sí—dijo Mav, sin poder disimular la risa—. ¿Tú hiciste enojar
al hada, Cop?
Mav tenía razón; parecía un hada diminuta y furiosa.
—No me digas qué hacer, Copper. —Shell se acercó a él. Levantó
la mano, con el puño lleno del dinero que él había dejado en su
tocador. Ahh, debería haber sabido que eso no le sentaría bien—.
¿Qué diablos es esto, eh?
—Bebé…
—No me digas bebé, Copper. ¿Todo eso fue un pequeño juego
para ti? ¿Crees que puedes endulzarme? Duermes en mi cama y,
¿qué? ¿Soy tan patética y estoy tan desesperada que aceptaré tus
limosnas? —Ella sacudió su cabeza—. Me despierto para encontrar
una pila de dinero en la cómoda como si fuera una especie de puta.
Bueno, puedes tomar tu dinero y metértelo en el culo. ¡No soy un
caso de caridad!— gritó la última frase mientras le arrojaba el dinero
arrugado.
Entonces se dio la vuelta y comenzó a caminar pisando fuerte
hacia la salida.
Oh, mierda no.
Ella no entraba en su casa, le arrojaba dinero y se llamaba puta.
Corrió tras ella y con su paso largo la alcanzó en tres pasos. Con una
mano en su cintura, la hizo girar, empujó su hombro contra su
estómago y la levantó sobre su hombro.
—¡Copper!— chilló Shell—. ¿Qué demonios estás haciendo?
Bájame, gran bruto. —Ella golpeó sus pequeños puños contra su
espalda, pero bien podrían haber sido animales de peluche por todo
lo que él sentía.
LJ se quedó boquiabierto detrás de la barra mientras los otros tres
idiotas aullaban como jodidos locos.
—Así es como tratas a una mujer, Cop—dijo Mav, aplaudiendo
lentamente.
—Cállate, Maverick. ¡Le voy a decir a Stephanie que dijiste eso!
Apuesto a que no te la chupará durante un mes—gritó Shell,
colgando del hombro de Copper.
—Mierda—dijo Mav mientras su risa moría—. No fue mi
intención, Shelly. ¡Copper, bájala! ¡Esa no es forma de tratar a una
mujer! Espera... ¿Shell dijo las palabras “te la chupará”?
—¿Puede uno de vosotros idiotas ayudarme, por favor?
Zach simplemente silbó, y cuando Copper pasó junto a Jig, su
hermano dijo:
—Te dije que no aceptaría dinero del club.
Entonces, ella no quería una limosna del club. Bien.
Pero, ¿en qué diablos estaba pensando al entrar en una guarida
de moteros vestida así? Dios, sus tetas estaban a la vista de sus
hermanos.
Subió las escaleras hacia su habitación, ignorando sus gritos de
ayuda y los vítores de los hombres
La maldita mujer tendría suerte si él no le zurraba el culo.
Capítulo 8
Para el momento en que llegaron a la habitación de Copper, que
en realidad era más una suite, la cabeza de Shell se sentía a punto de
estallar por el torrente de sangre y la posición de culo arriba y cabeza
abajo.
Además, había una oleada de furia ciertamente exagerada.
Copper la depositó en el suelo y cerró la puerta de un golpe.
Había estado en su habitación innumerables veces antes,
principalmente para acostar a Beth a dormir la siesta en su cama,
pero algo en esto se sentía diferente. Tal vez fue la forma en que
cerró la puerta detrás de ellos, o tal vez fue el hecho de que ella
quería arrancarle la cara. Fuera lo que fuera, tenía electricidad
bailando a través de sus terminaciones nerviosas.
Copper no pareció darse cuenta en absoluto. La tranquila
indiferencia que irradiaba de él solo la enfurecía más.
Bueno, a la mierda él.
—¿Qué diablos fue eso, Copper? No puedes volverte un hombre
de las cavernas y maltratarme frente a mis amigos así. —Con las
manos en puños a los costados, intentó y no pudo controlar su
rápida respiración.
El silencio fue la única respuesta masculina, eso y el tic de su
mandíbula. Pero sus ojos, eran cualquier cosa menos silenciosos.
Gritaban deseo. Su mirada se centró en su escote muy expuesto e
irradió... hambre.
Misión cumplida.
Shell se mordió el labio inferior para evitar sonreír. A Copper le
gustaba pensar que tenía la sartén por el mango en todo momento,
pero era un hombre como cualquier otro. Enseña una teta, y se
convierten en organismos unicelulares.
—Mis ojos están a unos veinticinco centímetros al norte, Pres. —
Cualquier otro día, estaría encantada de haber captado su atención,
pero hoy prácticamente vibraba con una ira que no tenía nada que
ver con sus miradas.
Copper gruñó y avanzó, cerrando la distancia entre ellos.
—No quieres que te mire las tetas, no entres en mi casa vestida
como una maldita Honey.
Oh, él no acaba de decir eso.
—Esto no se trata de mi maldita ropa, Copper. O sobre dónde
estás mirando. Se trata de que administres mi vida. Ordenándome
que no hable con Joe, dándome declaraciones vagas sobre que el club
se ocupara de mis problemas y dejándome dinero que no quería, ni
pedí.
—Sabía que accediste a esa mierda con demasiada facilidad
anoche—gruñó.
Había trabajado tan malditamente duro para darle una buena
vida a su hija. Trabajaba hasta consumirse para mantener y proteger
a su familia. Eso incluía a Copper. Él dejando el dinero, dinero que
no era nada para él, se sintió como una bofetada en la cara. Como si
él le estuviera devolviendo todo su arduo trabajo y sacrificios.
Por supuesto, no era una evaluación completamente justa. El
hombre no tenía idea de por qué ella tomó algunas de las decisiones
que había tomado, o qué tan lejos llegó para protegerlo.
Lógicamente, no podía enfadarse con él por algo a lo que estaba
ciego. Pero la racionalidad no le estaba ganando a la ira nerviosa en
este momento.
—¿Por qué te quedaste a dormir anoche, Copper? ¿Eh? —Se
paseó frente a él, levantando las manos en el aire y mirándolo
mientras hablaba. Había mucho peso en su respuesta. ¿Él había
jugado con su amor por él? ¿Había calculado qué hacer,
acurrucándose con ella toda la noche, actuando sobre su soledad y
sus fantasías sólo para largarse por la mañana dejándole algo de
dinero?
Permaneciendo donde estaba, Copper se cruzó de brazos y crujió
el cuello.
—Te lo dije anoche, mujer. No me sentía cómodo contigo y Beth
solas en la casa después de que ese imbécil estuvo allí. Además,
estaba jodidamente agotado. Era más fácil quedarme en tu casa dado
que ya estaba allí.
Tenía sentido. Perfecto sentido. Tranquilo, racional, sentido sin
emociones. Shell no podía aceptarlo. Ella quería una reacción. Ya sea
ira, tristeza, agitación, lo que sea. Necesitaba que él sintiera algo
hacia ella. Ella sentía tanto, tan profundo y agonizante. ¿Cómo podía
estar allí como si no le afectara? Estaba enferma y jodidamente
cansada de amar a un hombre que no sentía nada por ella.
La punta de su nariz hormigueó, advirtiéndola de las lágrimas
que se acercaban. Este hombre tenía demasiado poder sobre ella.
Regresar a Townsend había sido un error. Era una tonta al pensar
que podía vivir cerca de él y no destruirse, y Copper se lo había
demostrado la noche anterior.
—Entonces, ¿por qué me abrazaste? — Mierda, en realidad lo
había preguntado.
Sus ojos se abrieron, pero no dijo nada.
—¿Qué? ¿Creíste que estaba dormida o algo así? Bueno, no lo
estaba. —Dio un paso adelante y le hundió el dedo en el pecho.
—Entonces. —Hundió el dedo en el pecho.
—Por qué. —Hundió el dedo en el pecho.
—Hiciste. —Hundió el dedo en el pecho.
—Eso.
Él agarró su dedo, impidiendo que se clavara en sus muy duros
pectorales por última vez.
—Shell—dijo, con la voz llena de advertencia.
—¿Qué, Copper? ¿Qué vas a hacer? —Ella se puso de puntillas,
poniéndose en su cara tanto como pudo dada la gran diferencia de
altura. Cada vez que respiraba, sus pechos se elevaban, rozándose
contra él.
Los ojos de Copper se dilataron hasta que el borde verde jade casi
fue tragado por el negro. Se inclinó.
—No quieres saber, Shell. No puedes manejarlo.
Hambre. Estaba allí, claro como el día. No solo aprecio por sus
atributos, sino deseo real por ella.
Santa mierda. A lo largo de los años, había oído los rumores.
Copper la deseaba, pero nunca se rendiría porque era demasiado joven.
Antes de su muerte, su padre le advirtió a Copper que mantuviera a los
hombres del club alejados de ella.
Copper tenía la noción de que él era su protector, y eso incluía
protegerla de sí mismo.
Todo este tiempo, ella había asumido que era mentira. La burla
de los muchachos al tanto de sus sentimientos. Ni una sola vez,
Copper mostró ningún indicio de interés romántico o sexual por ella.
Siempre la trató como la hermana pequeña de un amigo o como una
prima querida. Alguien de quien se sentía responsable pero que no
tocaría ni con un poste de tres metros.
¿Pero ahora?
Ahora todo lo que ella alguna vez había asumido estaba en duda.
¿Copper la deseaba?
—Te sorprendería lo que puedo manejar, Copper.
Él resopló, sus fosas nasales se dilataron y su agarre se hizo más
fuerte.
—Bien. Tienes razón. Te engañe. Sostuve tu sexy cuerpo toda la
noche para calmarte. Te di lo que pensé que querías para que
aceptaras el dinero por la mañana. —Las palabras eran punitivas, el
tono aún más duro.
Cinco minutos antes, lo habría comprado, pero había un bulto
inconfundible apoyado contra su estómago. Él podía estar luchando
p y g p
contra la atracción con todo lo que tenía, pero Copper la deseaba.
Puede que él estuviera tan hambriento de ella como ella lo estaba de
él.
Y Shell estaba cansada de ser negada.
—Mentira. —Shell escupió las palabras mientras arrancaba los
brazos de su agarre. Copper miró al techo como si rezara para ser
teletransportado fuera de allí.
No tendrás tanta suerte, amigo.
Claramente, los extraterrestres habían invadido su cuerpo porque
Shell se sacó la camisa y la arrojó al suelo. Estaba de pie ante él con
unos vaqueros ceñidos y un sostén negro de encaje que no hacía
nada para ocultar sus pezones endurecidos.
—Dios jodido Santo, Shell. ¿Qué diablos estás haciendo?
Ella ladeó la cadera y se lamió los labios. La mirada ardiente de
Copper siguió cada movimiento, fluyendo sobre su piel desnuda
como una caricia.
—Si vas a dejar una pila de cientos en mi tocador como si fuera
una especie de puta, al menos deberías follarme. ¿No crees?
Premio mayor.
El cuerpo entero de Copper se quedó inmóvil. Bueno, casi todo
su cuerpo. Hubo algo de movimiento, de crecimiento para ser
exactos, detrás de su cremallera. Los ojos de Shell se agrandaron. El
hombre era grande.
Él avanzó, y ella no podría haberse movido para escapar aunque
lo intentara. Era como si fuera un conejito atrapado en una trampa y
él un tigre al acecho dando vueltas alrededor de su presa. Cuando
llegó junto a ella, agarró un puñado de su cabello y tiró de su cabeza
hacia atrás.
—Estás jugando con fuego, niñita.
Dos ojos verdes que ardían de emoción se clavaron en los de ella.
Ojalá Copper desatara toda esa pasión reprimida sobre ella. La barba
roja que cubría la parte inferior de su cara se veía tan suave que
j q p q
anhelaba sentirla rozando por toda su piel desnuda. Si no estaba
dispuesto a tener sexo con ella, tal vez simplemente frotaría su barba
sobre ella. En su cara, su vientre, sus pechos, sus muslos. Demonios,
probablemente se correría solo con eso.
Pero la vio como una niña. Una vez más, se desprendió de su
agarre. Cualquier esperanza que hubiera tenido murió con sus
palabras y disparó su ira directamente a ebullición una vez más.
—No soy una niña pequeña—gritó Shell. Ella agarró sus pechos
cubiertos de encaje—. Soy una mujer, Copper. —Todavía gritando,
ahora había un temblor en su voz. Odiaba ese maldito temblor. La
traicionó. Le mostró que esto era mucho más que follar—. Soy una
mujer de veinticuatro años. —Las palabras salieron más suaves esta
vez—. Tengo dos trabajos. Pago mi alquiler a tiempo. Tengo una hija
por el amor de Dios. —Ella sorbió y se encogió de hombros, con las
palmas hacia afuera. Si no iba a suceder ahora, nunca sucedería y
tendría que abandonar el sueño. Porque quererlo y no tenerlo nunca
la estaba matando.
—Shell, tengo dieciséis años más.
Era a todo o nada.
Ella levantó una mano.
—Sí. Soy más joven que tú. Pero no he sido una niña en mucho
tiempo, no importa cómo me veas. Soy una adulta, Copper. Una
mujer con necesidades y deseos como cualquier otra mujer. —Se le
escapó una risita triste cuando le echó un vistazo a su cuerpo
deliciosamente grande, tatuado y musculoso—. Bueno, tal vez mis
deseos son un poco más específicos que la mayoría. Pero…
En el siguiente instante, Shell fue levantada, girada y estrellada
contra la puerta mientras todo el aire se escapaba de sus pulmones.
—Uff. —Antes de que tuviera la oportunidad de respirar, la boca
de Copper estaba sobre la de ella y sus células cerebrales hicieron un
cortocircuito.
No hubo dudas, ni preguntas, ni segundos pensamientos. Si
Copper quería besarla, iba a absorber hasta la última gota, ya fuera
pp q g y
un segundo, un minuto o una hora.
El beso fue brutal. Un ataque feroz de labios, lengua y dientes. Él
hundió su lengua en su boca haciendo que sus rodillas se debilitaran
y su coño se apretara mientras imaginaba su polla penetrando en
ella de la misma manera. Todo lo que necesitó fue el primer roce de
sus labios contra los de ella y estaba empapada de excitación.
Copper mordió su labio inferior con fuerza, y volvió a
zambullirse antes de que tuviera la presencia de ánimo para
registrar el agudo pinchazo. Suaves cerdas le hicieron cosquillas en
las mejillas y la barbilla, aumentando el deleite sensorial. Su mente
gira vertiginosamente, inundada de hormonas y sustancias químicas
de placer. Su espalda estaba presionaba con tanta fuerza contra la
puerta, que probablemente habría moretones a lo largo de su
columna vertebral y omóplatos mañana.
Valía la pena cada marca y dolor.
A pesar del duro asalto a sus sentidos, Copper la cuidó, como
siempre lo hacía. Deslizó sus enormes manos hacia arriba y acunó la
base de su cráneo. Sosteniendo su cabeza, evitó que se la golpeara
contra la puerta mientras atacaba su boca.
Un muslo grueso le separó las piernas y se detuvo, presionando
firmemente contra su sexo. No había duda en su mente de que en
cuestión de segundos, él sentiría exactamente cuánto lo deseaba al
empapar su piel.
Todo lo que podía hacer era aferrarse a sus tríceps, aceptar lo que
él le daba y tratar de devolverle la mitad de lo que recibía.
Dios, él sabía fantástico. A whisky y un toque de humo de
cigarro. El beso siguió y siguió hasta que la necesidad se hizo tan
fuerte que la presión de su boca ya no era suficiente. Ella meció su
pelvis, frotando el clítoris cubierto con los vaqueros contra su pierna.
Sí. Ella necesitaba más de eso. Más presión. Volvió a mover las
caderas, una y otra vez, hasta que básicamente estaba cabalgando su
fuerte muslo.
—Dios. —Copper apartó la boca y la miró fijamente con salvajes
ojos verdes, respirando como si acabara de correr los ocho
kilómetros desde la casa club hasta su casa. Una lenta sonrisa curvó
sus labios. Shell podría haber aplaudido.
Él no la estaba echando. No estaba huyendo.
—Tremendo primer beso, nena—dijo gruñón y engreído—.
Espero que lo hayas grabado en tu memoria porque es muy seguro
que será el último primer beso que tendrás.
Rodeada por una neblina de necesidad y lujuria, Shell parpadeó.
Debió haberlo oído mal. Sean cuales sean los jugos sexuales en los
que se estaba ahogando su cerebro, debían estar haciéndola alucinar.
Le sonaba como si Copper la estuviera reclamando.
Y aunque ser la mujer de Copper era lo único que Shell deseaba
por encima de todo, nunca sucedería.
Nunca podría suceder. Ella se había asegurado de eso hacía años.
¿Pero sexo? ¿Sexo con el hombre con el que había estado
fantaseando mucho antes de saber qué eran las fantasías? Sí, eso
podría pasar.
Y por la mirada en el rostro de Copper, estaría sucediendo.
Ahora mismo.
Capítulo 9
Un beso.
Claro, el bloqueo de labios no era exactamente común y corriente.
Más como un tornado de sensaciones devoradora de almas que dejó
a Copper con la necesidad de follar a Shell más de lo que nunca
había necesitado nada en su vida. Pero aun así fue un solo beso.
Y la razón por la que nunca había dejado que sus labios se
acercaran a ella en el pasado. Sabía muy bien que un sola probada
sería todo lo que se necesitaría para destruirlo. Estaba pillado,
adicto, perdido, embelesado, arruinado. Como sea que alguien
quisiera llamarlo, ahora que conocía el sabor de sus dulces labios,
moriría antes de dejarla escapar. Era suya, y esperaba que ella
pudiera manejar todo lo que eso implicaba.
Las compuertas estaban abiertas y el agua brotaba a borbotones.
Él levantó el muslo, lo restregó contra su coño, y ella jadeó. Bueno,
algo estaba brotando a borbotones, eso era seguro.
—Piensa, Shell—dijo. Una oportunidad. Le daría una
oportunidad de escapar. Si ella no corría, que se joda todo. Como
ella dijo, era una adulta. Podía vivir con las consecuencias—. Piensa
bien si quieres esto. Soy un jodido presidente de un MC ilegal, bebé,
no un chico universitario con el que hayas estado en el pasado. Voy a
exigir mucho de ti.
Algo oscuro cruzó su rostro por un segundo, pero él tomó sus
tetas cubiertas de encaje y la devolvió al momento. Ella gimió y se
arqueó contra él, ofreciéndose. Incapaz de resistirse, le toqueteó los
pezones hasta que ella gimió.
—S-sé exactamente quién eres, Copper. Te conozco desde
siempre, y te he deseado por mucho tiempo.
—Puede que me conozcas, Shell, pero no lo sabes todo. Cosas que
he hecho, cosas que haré en el futuro. Deberías querer huir de toda
esa mierda. —A eso se refería su padre cuando le advirtió a los
hombres en el club que ella estaba prohibida.
—Los Handlers son mi familia. He sido parte del club toda mi
vida. Te sorprendería lo que sé, Copper.
¿Sorprendido de lo que ella sabía? Los hombres se aseguraron de
mantener en secreto los asuntos del club. Él frunció el ceño. Estarían
revisando el comentario críptico en una fecha posterior.
—Puede que no esté al tanto de todos los detalles, pero soy muy
consciente de lo que es el club. Lo que se necesita para dirigirlo y
liderar a estos hombres. Crees que soy ingenua. No lo soy. No lo he
sido en mucho tiempo. Todos los hombres aquí caminan fuera de los
límites de la ley de vez en cuando. Pero hay un código. Hay lealtad,
familia, protección. Confío en ti, Copper. Confío en ti como
presidente del MC y como hombre. Diez años—susurró—. Te he
querido durante diez años. Desde cuando era demasiado joven para
mirar a un viejo como tú.
Eso consiguió una pequeña risa de él mientras que el resto de sus
palabras lo mataron. La fe, la confianza que ella depositaba en él, le
dieron ganas de golpearse el pecho y soltar un rugido de Tarzán.
—Todavía eres demasiado joven para mirar a un viejo como yo.
—Eso no me importa, Copper. Nunca me ha importado la
diferencia de edad. No te veo como una edad. Solo te veo.
Dios. Todavía recordaba la primera vez que la había notado como
algo más que la hija de su presidente. Había cumplido dieciocho
años unos meses antes y se presentó en una barbacoa de los
Handlers con algunas amigas que llevaban esos diminutos
pantalones cortos de mezclilla y una camiseta sin mangas.
Pavoneándose y tratando de robar cerveza cuando nadie estaba
mirando. Todos los hombres allí la miraban cada vez que su culo
respingón se meneaba.
—Diez años, ¿eh? Parece que tienes mucha necesidad acumulada.
—Un montón. —Ella se mordió el labio inferior. El movimiento
fue tan sexy que casi se corre en los pantalones. Entre los labios rojos
yq p j
e hinchados, la masa salvaje de cabello, las mejillas sonrojadas y el
sujetador de encaje, habría sido un gran póster. Si sus hermanos no
hubieran estado abajo, la habría hecho pararse junto a su moto
mientras tomaba algunas fotos.
—¿Sí?—dijo él—. Creo que puedo ayudarte con eso. ¿Dónde lo
sientes, bebé? ¿Dónde me necesitas?
Con una sonrisa astuta, agarró su mano y la llevó al lugar donde
su coño empapado descansaba sobre su muslo.
—Aquí mismo. Justo donde te estoy empapando.
Este chica sexy del tamaño de una pinta iba a ser su muerte.
Más abruptamente de lo que pretendía, dio un paso atrás. Sus
pies tocaron el suelo mientras chillaba y se tambaleaba antes de
recuperar el equilibrio.
—Quítate el sujetador—dijo Copper mientras retrocedía hacia la
cama tamaño king. Cuando el colchón golpeó sus pantorrillas, se
sentó y se deslizó hacia atrás hasta que estuvo reclinado contra el
cabecero—. Quiero ver esas tetas. He estado soñando con chupar
esos pezones desde el momento en que volviste a mi casa club el año
pasado.
Sus ojos brillaron con una rápida mirada de aprensión antes de
apartarlo. Justo ante sus ojos, ella se transformó en una sirena
confiada. Lamiéndose los labios sin brillo, dio dos pasos hacia
adelante, llevó la mano a la espalda y se desabrochó el sostén. Los
tirantes se deslizaron por la pendiente de sus hombros. A segundos
de cumplir su fantasía visual número uno, la polla de Copper se
sentía increíblemente llena. Justo cuando las copas de encaje
comenzaron a caer de sus deliciosos senos, las atrapó y mantuvo la
prenda en su lugar con un guiño burlón.
Copper gimió.
—¿Estás tratando de matarme, mujer? —Deslizó la cremallera de
su bragueta hacia abajo y suspiró ante el ligero alivio de la presión.
Era eso o correr el riesgo de estrangular su polla, y con el coño de
Shell esperando a ser llenado por ella, iba a cuidarla muy bien.
p p y
Una risa sensual flotó de ella, hipnotizándolo. Toda la casa club
podría estar ardiendo a su alrededor y aun así, estaría fascinado con
la revelación de su cuerpo.
Lentamente, como si supiera exactamente cuánto lo volvían loco
las bromas, bajó las copas y dejó caer el trozo de encaje al suelo. La
saliva se acumuló en su boca. Pronto estaría sobre esos bebés.
Shell inclinó la cabeza y avanzó, quitándose los zapatos planos
mientras se movía. Todavía vestida con sus vaqueros negros ceñidos
a la piel, tomó sus senos, levantando y empujando los exuberantes
montículos para unirlos.
—¿Estas son las tetas que querías ver? —Cuando llegó a la cama,
se puso de rodillas.
Mierda. ¿Quién sabía que ella era una gatita tan sexual?
—Joder, sí—dijo Copper—. Sube tu culo aquí.
Su corazón galopaba mientras ella se sentaba a horcajadas sobre
sus pies y luego subía caminando con las rodillas, todavía
masajeándose las tetas pero ahora toqueteando sus pezones también.
Ella se detuvo, flotando unos centímetros sobre sus rodillas. Joder,
debería haber hecho que se deshiciera de los vaqueros primero.
—Más cerca—digo, su voz como un retumbo—. Si esas tetas no
están en mi boca en los próximos treinta segundos, me haré cargo.
Echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—No pretendamos que alguna vez tuve el control aquí.
Entrecerró los ojos.
—Veinte segundos.
—Hmm. —Shell se acercó más—. Supongo que me siento
bastante generosa en lo que a ti respecta. Puedo compartir mis
juguetes.
Lo suficientemente cerca, podría sacar la lengua y lamer su
pezón.
—Aliméntame con ellas.
A Shell se le cortó la respiración.
—Sí—susurró. Ella levantó sus tetas y se inclinó hacia adelante,
rozando los labios masculinos con un pezón y luego con el otro.
Los músculos del estómago de Copper se tensaron con la fuerza
necesaria para controlarse.
—No esperaba que fueras tan audaz, hermosa. Pensé que serías
un poco más tímida. —Mientras hablaba, sus labios rozaron sus
pezones excitados, haciéndola sobresaltarse.
—Finalmente tengo lo que he estado soñando durante años. —
Ella jadeó y tembló cuando él frotó sus labios en el lado de su pecho
—. No voy a desperdiciar la oportunidad siendo tímida.
—Buena maldita respuesta—dijo él, entonces abrió la boca y se
aferró a la piel en la parte superior de su teta.
Shell gritó y dejó caer sus pechos. Agarró los hombros de Copper
y clavó sus delgados dedos en los músculos. El toque de sus uñas
envió una oleada de necesidad al rojo vivo a través de su torrente
sanguíneo.
Un sabor cítrico golpeó su lengua mientras la arrastraba por el
valle entre su pecho. Besando, chupando, mordiendo, trabajó la
carne sensible hasta que Shell se convirtió en un desastre
tembloroso. Sabía tan jodidamente bien que no pudo detener el
tratamiento rudo y el saboreo de su piel. Mañana, seguro que
llevaría sus marcas.
No podía esperar para verlas.
—Por favor, Copper—suplicó, retorciendo su torso y tratando de
meterle los pezones en la boca—, Deja de atormentarme.
Podría haber pasado horas volviéndola loca, pero esta primera
vez, no la haría esperar. Cerró la boca alrededor de una punta rígida,
amando la forma en que su cabeza cayó hacia atrás con un grito.
—Copper es tan bueno. Tan bueno. Tan bueno.
—Seguro como la mierda, bebé—dijo, con la boca llena.
La chupó hasta que ella se retorció contra él, su sexo cubierto de
mezclilla frotando y retorciéndose sobre su polla. ¡Mierda! Se sentía
increíble, pero él no era tan tonto como para arriesgarse a correrse
hasta que estuviese profundamente dentro de ella.
Con la velocidad del rayo, Copper los giró y se cernió sobre una
Shell aturdida.
—Para ser un tipo grande, te mueves rápido—dijo ella.
Él guiñó un ojo y empujó su erección contra su coño.
—No tienes idea de lo grande que es.
Shell se rio.
—Espero tenerla.
Entre sus piernas abiertas, Copper se recostó sobre sus talones.
Abrió el botón de sus vaqueros y los bajó por sus piernas,
quitándoselos. Entonces vino el trozo de encaje que ella llamaba
bragas.
—Tú también—susurró ella.
Agarrando el dobladillo de su camiseta, se la pasó por la cabeza y
la dejó caer en algún lugar detrás de él.
—Dios, Copper, eres increíble. No sabía que tenías tanta tinta. —
Su mirada vagó por todo él—. Pantalones también.
—Impaciente pequeña descarada. —Él se levantó de la cama, se
quitó las botas y los vaqueros. No se había molestado con la ropa
interior esa mañana, así que la revelación fue rápida y sencilla.
Cuando volvió a levantarse en toda su altura, su rígido pene golpeó
contra su estómago. Se dio cuenta de la mirada con los ojos muy
abiertos de Shell y no pudo evitar empuñarla y acariciarse un par de
veces.
—Um…—Shell tragó saliva, haciéndolo reír.
—Eres bueno para mi ego, bebé.
—Vas a ser bueno para algo también—dijo ella.
Eso lo hizo reír a carcajadas. Divertida, sexy, dulce, generosa, era
la mujer perfecta. Copper volvió a subir a la cama y se arrodilló
entre sus piernas abiertas.
Piel cremosa, tetas llenas, caderas redondas, ella era todas sus
fantasías hechas realidad.
—¿Q-qué estás haciendo?—preguntó Shell cuando él no se movió
para tocarla.
—He esperado esto por mucho maldito tiempo también. Voy a
tomarme mi tiempo para mirar boquiabierto a la mujer más hermosa
que he visto en mi vida.
Un adorable rubor floreció en su piel junto con una tímida
sonrisa.
—Gracias.
Miró hasta hartarse, tratando de grabar en la memoria cada
colina y valle, cada pendiente y curva. Le encantaba la pequeña
hinchazón de su estómago. Prueba de que había dado vida. Era tan
femenino, tan sexy, tan...
Copper frunció el ceño.
—¿Qué es esto?—preguntó trazando una línea rosa horizontal a
solo unos centímetros por encima de su montículo desnudo. Su
corazón cayó al suelo. ¿Shell tenía una cicatriz? ¿Desde cuándo?
¿Estuvo herida? ¿Enferma? ¿Se sometió a una cirugía? ¿Por qué
demonios no lo había sabido?
Enderezándose, miró fijamente su expresión culpable.
—¿Shell? ¿Qué diablos te pasó?
Capítulo 10
Un animal salvaje. A eso se parecía Copper, mirando su cicatriz
como si nunca antes hubiera visto una. Shell agarró su mano y
apretó. Con suerte, su toque evitaría que la presión se convirtiera en
una explosión.
—Copper, no es nada. Solo una cicatriz de la cesárea.
Su rostro se contrajo como si tuviera dolor.
—¿Qué? ¿Beth nació por cesárea? No tenía ni idea.
Ella le dio una media sonrisa.
—Aquí nadie lo sabe. Solo mi madre.
Se puso tenso, pasando su grueso dedo sobre la línea elevada
donde su hija había sido sacada rápidamente para salvar su vida.
—Te contaré toda la historia en otro momento.
—¿Estabas sola? —La preocupación sangró a través de su voz.
—Tenía amigos.
Esto claramente lo molestó. Real y verdaderamente lo molestó.
Esa preocupación hizo que el calor se extendiera por su estómago.
Todo lo que siempre había querido era a Copper. En su cama, en su
mente, en su corazón.
Él, al descubrir esa cicatriz, volvió a poner en el foco las duras
realidades. Nunca podría suceder. Ella no quería hablar de esto
ahora. Por ahora, quería fingir que podía conservarlo. Imaginar
cómo sería si esta noche se extendiera por el resto de su vida.
—¿Estabas asustada? —Estaba tan concentrado en la incisión de
hacía cuatro años que no estaba segura de que entendiera la historia
si se la contaba.
—Por favor, ¿podemos hablar de esto más tarde?
Él levantó la cabeza y la profundidad de la emoción con que la
miraba la hizo jadear.
—Solo responde esa pregunta. Necesito saber.
—Estaba aterrorizada—susurró, asintiendo.
Su seria mirada se clavó en la de ella. Contuvo la respiración,
temerosa de romper la conexión que habían formado en ese
momento.
—Guardas secretos—dijo él.
Su corazón se apretó con el dolor y el miedo familiar. Ocultar
información a Copper era una cosa. Mentir de plano era otra.
—Sí.
Él asintió.
—Los quiero todos. Algún día. Cuando estés lista. Por ahora,
estoy jodidamente contento de que mis dos chicas estén aquí y bien
hoy.
No había nada en el mundo que Copper pudiera hacer o decir
para superar ese momento. Quedaría grabado en su mente para
siempre, como el logotipo de Handlers estaba marcado en el brazo
de Copper. Y se lo llevaría con ella cuando se fuera. Porque ella se
tenía que ir. Y pronto.
—Bésame, Copper—dijo ella, todavía susurrando.
Él lo hizo. Suave y lento, pero tan profundo que lo sintió en su
alma. Deslizó su gran cuerpo sobre el de ella, con cuidado de no
poner demasiado peso sobre ella. Empequeñecida por él, rodeada de
toda su fuerza, poder y autoridad, se sentía segura y protegida de
cualquier cosa que el mundo exterior pudiera lanzarle.
Era una ilusión, por supuesto, pero por el momento, existiría en
la deliciosa fantasía de ser amada por Copper.
Mantuvieron el ritmo lento y lánguido. Las manos se deslizaron
sobre la piel, aprendiendo los cuerpos y los puntos de placer del
otro. Cuando Copper dejó su boca y depositó una estela de besos
hasta su mandíbula y su cuello, ella se estremeció en respuesta.
Entre sus piernas, estaba tan mojada que podía sentir la excitación
deslizándose por su culo.
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—Copper—susurró—. Necesito sentirte ahora.
—Justo aquí, cariño—dijo—. Eres tan jodidamente pequeña.
Trataré de ser amable.
—No me harás daño, Copper. No es posible. Fui hecha para ti. —
Más tarde, cuando el placer se desvaneciera y recuperara el sentido
común, se arrepentiría de haber compartido tal intimidad emocional.
Pero por ahora, en la burbuja protegida que habían creado para
ellos, compartir su corazón era natural.
—Joder—dijo mientras estiraba la mano a su mesita de noche.
Diez segundos de hurgar produjeron un condón.
Shell trató de no pensar en cuántos había allí. O más bien,
cuántos solían haber allí antes de que los agotara. Más
específicamente, trató de no preguntarse cuántas Honeys había
tenido en esta misma cama.
—Ninguna—dijo.
—¿Qué?
—Está escrito por toda tu cara. Este es mi lugar, lejos de las
mierdas del club. Ninguna mujer ha estado aquí, excepto tú. Y no he
estado con nadie desde que regresaste—dijo mientras abría el
paquete y desenrollaba el condón a lo largo de esa impresionante
longitud.
¿Qué? Santa Mierda. ¿Qué significaba eso? ¿Sería posible que él
sintiera lo mismo que ella?
Apoyándose en una mano, usó la otra para frotar su polla a
través de sus pliegues resbaladizos.
—¿Eso te tranquilizó?
Ella asintió y agarró las sábanas a los lados.
—¿Este coño necesitado está listo para mi polla?—preguntó
mientras empujaba la punta dentro de ella.
Su espalda se arqueó fuera de la cama.
—Sí. Muy preparada. Por favor, fóllame, Copper.
—Joder, eso es lo más sexy que he escuchado. —Empujó,
centímetro a centímetro maldiciendo mientras más de él desaparecía
dentro de ella—. Estás tan jodidamente apretada.
Él la estiró a sólo un paso por debajo del punto de demasiado.
Nunca antes había tenido tal sensación de plenitud. Él era dueño de
cada célula de su ser. Quería vivir así, teniéndolo profundamente
dentro de ella, sintiéndolo llevar su cuerpo al límite.
—Shell—dijo en una exhalación. Se dejó caer sobre los codos y
apoyó la frente contra la de ella, enterrado hasta la empuñadura—.
Nunca sentí algo tan jodidamente bueno en mi vida.
La forma en que lo dijo como si ella fuera preciosa y nunca la
dejaría ir la hizo ahogarse. Lágrimas saladas llenaron los rabillos de
sus ojos.
No llores. No llores.
Esto estaba tan fuera de su ámbito de experiencia. La intensidad
de la conexión física y emocional se elevó en espiral, atándose como
los hilos de una cuerda. Uniéndolos para crear una fuerza tan
poderosa que ninguna cantidad de presión podría romperla. Pero
gracias a ella, el centro de la cuerda estaba deshilachado y no duraría
mucho antes de romperse bajo el gran peso que sostenía.
Ella tragó.
—Si te gusta esto, ¿por qué no intentas moverte? —La atrevida
broma le tomó cada gramo de su fuerza.
Él levantó la cabeza y se encontró con su mirada. El hombre no se
perdía nada, pero no cuestionó el temblor en su voz. Simplemente se
retiró a un ritmo enloquecedoramente lento. Centímetro a
centímetro, su cuerpo lo perdía aunque sus músculos internos
hacían todo lo posible por aferrarlo. Mientras la cabeza de su polla se
arrastraba por las paredes de su coño, sus ojos se cerraron por el
placer.
—Abre esos preciosos ojos celestes para mí.
Levantó los párpados y se encontró con un Copper tenso.
Mandíbula apretada, ojos ardientes, músculos tensos.
—No estoy seguro de cuánto tiempo más podré ir lento—dijo él,
con la voz como vidrio esmerilado.
Shell sonrió.
—Bien—fue todo lo que dijo antes de que él gruñera y liberara
toda esa fuerza.
Copper se adueñó de ella, yendo tan profundo que tuvo que
apoyar las manos en el cabecero para evitar dispararse contra la
cama. Una y otra vez, fuertes embestidas golpeaban su coño,
provocando gemidos y quejidos cada vez que tocaba fondo.
La sensación de plenitud nunca se disipó, incluso cuando su
cuerpo se relajó para acomodarlo más, todavía se sentía estirada al
máximo.
Copper metió un brazo debajo de una de sus piernas y la levantó,
cambiando por completo el ángulo de penetración.
—Aiden—gritó mientras su polla acariciaba su punto G al mismo
tiempo que su pulgar le frotaba el clítoris.
—¡Mierda! Dilo otra vez.
Ella gimió.
—Aiden.
—Nadie me ha llamado así en una década. Suena tan bien en tus
labios, nena.
Por eso lo había hecho. Algo especial que nadie más compartía
con él. Aunque parecía imposible, aceleró y aumentó la fuerza de sus
embestidas. Copper era una montaña de hombre y en ese momento
todo el dominio y la fuerza que poseía se concentraba entre sus
piernas.
Una presión se enroscaba bajo en su vientre mientras los dedos
de las manos y de los pies comenzaban a sentir un hormigueo.
—Aiden—repitió ella. Su coño se apretó y relajó mientras volaba
hacia el orgasmo.
—Eso es, bebé—dijo. Su respiración se convirtió en ásperos
jadeos, pero parecía que nada lo apartaría de su tarea—. Por toda mi
polla, hermosa. Dámelo.
Sus palabras combinadas con la áspera yema de su pulgar sobre
el clítoris y esa gruesa circunferencia dentro de ella no eran rival
para su cuerpo. Ella tembló, aferrándose a sus hombros y gritando
su nombre mientras un huracán la atravesaba. La dejó inerte, débil,
satisfecha y preguntándose cuándo tendría la oportunidad de volver
a experimentarlo.
—Dios, no pensé que podrías apretarme más fuerte. —Copper se
estrelló contra su coño y se mantuvo profundamente dentro de ella.
Con un rugido que todos en la maldita casa club debieron escuchar,
se corrió. Todavía con los brazos alrededor de él, sintió cada
estremecimiento, cada contracción de esos impresionantes músculos
mientras su cuerpo perdía el control del placer.
Eventualmente, se derrumbó junto a ella y atrajo su espalda
contra su pecho. Estaba completamente perdida en sus brazos.
Tragada por su enorme cuerpo. Y esa sensación era casi tan buena
como el orgasmo que le dio.
—¿Estás bien?—dijo junto a su oído.
—Esa no es la palabra para eso.
La risa en respuesta vibró contra su espalda.
—Eso es jodidamente cierto. Maldita mujer, eso estuvo
jodidamente fuera de este mundo. Estoy deseando no tener cuarenta
años, poder darme la vuelta y hacerlo de nuevo en cinco minutos.
—Ja, tengo veinticuatro años y necesito una siesta. No eres
exactamente delicado allí.
Eso consiguió la risa que había estado esperando, pero se apagó
rápidamente. Tenía demasiado miedo de preguntarle qué estaba
pensando. En realidad, ella lo sabía. Se estaba arrepintiendo. Nada
había cambiado. Todavía era joven, todavía la hija de su presidente,
todavía como una hermana para todos en el club. El hecho de que él
no hubiera sido capaz de decir que no cuando ella se desnudó frente
a él no significaba que realmente la deseara. No era estúpida, sabía
cómo funcionaban estos hombres.
Se quedaron en silencio, perdidos en sus respectivos mundos
mientras Copper trazaba su cicatriz. Eventualmente, él rompió el
silencio con lo que ella sabía que vendría.
—Dime lo que sucedió.
Shell suspiró. Hora de pagar los platos rotos. Dándose la vuelta
en sus brazos, para mirarse uno al otro, dijo:
—Todo estuvo bien. El embarazo fue en realidad muy sencillo en
lo que respecta a los embarazos adolescentes. O eso escuché. Tenía
un amigo que iba a ser mi instructor en la sala de partos. Había
planeado ponerme una epidural.
—¿Qué hay de tu mamá? Pensé que iba a estar contigo.
Estos recuerdos eran una mezcla tan confusa de miedo, miseria y
alegría. La euforia de traer una nueva vida, su amada hija, se
combinó con el miedo al padre de Beth, el rechazo de su familia y la
preocupación por la vida de su hija.
—Sabes que las cosas están tensas entre nosotras. —Shell se
aclaró la garganta—. Ella odia el club y, eh—Dios, esto era tan
vergonzoso—, está convencida de que Beth es tuya. Cree que
tuvimos una aventura de una noche en ese entonces. De todos
modos, se negó a venir al nacimiento a pesar de que les dice a todos
que estuvo allí.
—Dios, Shell, ¿entonces no tenías a nadie?
—No, tenía un amigo. Te lo dije.
Él resopló.
—¿Algún amigo de la universidad? ¿Otro adolescente? ¿Era un
chico?
Shell puso los ojos en blanco.
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—No, no era un chico. ¿Quieres oír la historia?
Todo lo que obtuvo fue un gruñido de afirmación.
—De todos modos, dos días antes del parto, comencé a sangrar.
El dolor era... intenso. —Ella se estremeció. No era un recuerdo
agradable. Habían sido los momentos más aterradores de su vida.
Joven, sola, embarazada y en peligro muy real de perder al bebé—.
Mi compañera de cuarto llamó a una ambulancia y me trasladaron
de urgencia al hospital. Me llevaron directo al quirófano. Resulta que
mi placenta se había separado de la pared de mi útero antes de
tiempo, lo cual no es bueno. Necesité algunas bolsas de sangre y
pasé algunas horas aterradoras preocupada por mi vida y la de Beth,
pero al final, todo salió bien.
Los brazos de Copper se apretaron a su alrededor.
—¿Por qué mantenerlo en secreto? Sabes que habría estado allí en
un santiamén. Cualquiera de este club lo habría hecho. Somos
familia, cariño. ¿Qué pasa con el maldito padre? Quiero matar a la
mierda que te embarazó y te dejó sola para experimentar eso.
Shell jadeó. Nadie en Townsend había hablado ni una sola vez
del padre de Beth. Todos parecían entender sin que ella les
informara que el tema era doloroso y estaba prohibido. Deja a Copper
traspasar esos límites. Ella sorbió cuando la emoción se volvió
abrumadora. ¿Por qué no se lo había dicho a nadie? ¿Qué pasa con el
padre? Cuántas preguntas pesadas. Unas que la hacían despertar en
la noche temblando y sudando.
—Estaba bien. No tenía sentido hablar de eso. Tuve un problema
y lo manejaron los doctores. Sabes que no soy exactamente buena
compartiendo mis cargas o pidiendo ayuda.
—Sí—se quejó—. Esa mierda va a cambiar.
—Y, por favor, no me preguntes por el padre. No quiero pensar
en ello y mucho menos hablar de ello. ¿Por favor?
Él dudó, y ella sabía que no le gustaba la respuesta. Quería
presionar. No estaba en su naturaleza dejar estar las cosas. Él
indagaba, resolvía los problemas y arreglaba las cosas.
g p y g
—Por ahora—dijo él—. Algún día, sin embargo, eso no será
suficiente. Cierra tus ojos. Tenemos dos horas hasta que necesites
recoger a Beth. Quiero abrazarte mientras tomas una siesta.
Shell asintió y se hundió en el reconfortante calor de su cuerpo.
Ella apoyó la mejilla contra su corazón, calmada por el latido suave y
parejo. Sus palabras no enviaron el miedo a través de ella que
podrían haber enviado hacía solo unas semanas.
Algún día.
Algún día no importaba porque no existía.
Algún día no llegaría para ellos.
Algún día ella se iría.
Capítulo 11
—Tierra a Shell.
Los acontecimientos del día anterior habían pasado por la cabeza
de Shell tantas veces en las últimas veinticuatro horas que casi estaba
harta de ellos. A pesar de lo alucinante que había sido cada segundo
de su tiempo con Copper.
—Hola, Shell, ¿estás ahí?
Después de una siesta de una hora, se había despertado con la
mano de Copper entre sus muslos y su boca en su cuello quince
minutos antes de que tuviera que irse a buscar a Beth del preescolar.
Resultó que Copper podía hacer algo de magia seria en solo quince
minutos. Dos orgasmos después, salía a escondidas de la casa club
para recoger a su hija. A escondidas porque moriría en el acto si
alguno de los hermanos viera su brillo de felicidad y de recién
follada.
—Michelle Ward, tu hija está al otro lado de la habitación
jugando con cuchillos.
Por la noche, se había ido a su segundo trabajo mientras Mama V
cuidaba a Beth en la casa de Shell. La sorpresa de su vida había
llegado cuando regresó a casa a las nueve y cuarto para encontrar a
Beth durmiendo pacíficamente y a Copper en su cocina sirviéndole
una copa de su vino favorito.
Una chica podría acostumbrarse a eso.
Una chica también podría mantener la cabeza en su lugar y
recordar la diferencia entre la realidad y la fantasía. Copper era su
fantasía hecha realidad, pero eso era todo. Una salida a corto plazo
de la vida. Una ilusión encantadora, pero ficticia.
—Y una motosierra. ¡Mierda, Shell! Beth está a punto de cortarle
el pie a Copper con una motosierra. ¡No, Beth! ¡No lo hagas! —gritó
Toni con un pánico que rivalizaba con el drama de una actriz de cine
slasher.
—¿Eh? —Shell se volvió hacia su amiga—. ¿De qué diablos estás
hablando? Beth está en la escuela.
—Dios, mujer, has estado secando ese mismo vaso de jugo y
mirando al vacío durante los últimos seis minutos. ¿Qué sucede? —
Las manos en puños de Toni descansaban sobre sus caderas. Al igual
que como todas sus empleadas, vestía una camiseta verde azulada y
una falda de mezclilla. Informal era la palabra en el restaurante y
gracias a Dios porque Shell no era muy buena para vestirse. A
menos que fuera con su ropa de motera favorita, era un desastre
para eso.
—Entonces, ¿decidiste decirme que mi hija estaba jugando con
armas mortales? —Dejó el vaso y miró hacia la cocina.
Afortunadamente no se había perdido ningún pedido.
Con una risita, Toni se encogió de hombros.
—Oye, no fue mi primer curso de acción. Intenté algunas otras
cosas primero, pero estabas totalmente desconectada. —Su sonrisa se
volvió astuta—. Aunque, esto es mejor que la otra cosa que has
estado haciendo toda la mañana.
Shell frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Disculpe, señorita, ¿podría traer más café?
Shell miró a un elegante hombre de negocios con un traje que
probablemente costaba más de tres meses de alquiler.
—Claro, señor. —Volvió a llenar su taza, pero no se molestó en
entregarle ningún paquete extra de azúcar. Si recordaba
correctamente, lo que después de trabajar en el restaurante desde
que se había mudado siempre hacía, él lo prefería negro.
El hombre le guiñó un ojo y agarró su mano libre después de que
ella le sirvió café en su taza vacía.
—Gracias, cariño. Si hubiera sabido que esta ciudad tenía tanta
belleza natural, habría escuchado los consejos de mi socio comercial
y habría venido antes.
¿En serio? ¿Ese tipo de frases realmente funcionaba? Si no
necesitara propinas, cuanto más grandes, mejor, le habría dicho lo
que podía hacer con su ofensiva frase para ligar, pero como quería
desesperadamente una gran propina, se contuvo.
—Sí, las montañas son realmente hermosas—dijo mientras
retiraba la mano y lanzaba una mirada a Copper sentado al otro lado
del restaurante con algunos de sus hermanos.
Oh, tío.
Alguien no era fanático de la atención que el de traje le estaba
dando a ella. Shell se mordió el labio inferior para evitar reírse
tontamente ante el ceño fruncido en la cara del gran motero.
—Lo sumaré a su cuenta si él rompe ese tenedor por la mitad. —
La voz de Toni le recordó a Shell que estaba lejos de estar sola y
mirando boquiabierta al hombre con el que se había acostado
recientemente. Probablemente babeando también. Con la mayor
discreción posible, se pasó el pulgar por la barbilla.
Seca. Uf.
—¿De qué estás hablando?
Toni resopló.
—Ni siquiera intentes jugar conmigo, niña. Estoy hablando de lo
que estaba hablando antes de que ese pobre hombre de negocios
firmara su sentencia de muerte. Llevas toda la mañana lanzando esas
babosas miradas de cachorrito a Copper.
Si alguien tocara la cara de Shell en ese momento, saldría con una
quemadura de tercer grado.
—¿Qué?—dijo con la expresión de sorpresa más poco
convincente que jamás haya existido—. Estás loca. Están en mi
sección. Por supuesto, estoy mirando su mesa. Es parte de mi
trabajo.
—¡Ja! —Toni negó con la cabeza y agarró el brazo de Shell,
arrastrándola a un lugar más tranquilo detrás del mostrador—. Buen
intento, hermana. Ahora, por lo general, miras a Copper unas tres
mil veces cuando está aquí...
Shell puso los ojos en blanco mientras su cara se ponía aún más
caliente.
—¡No lo hago!
—Pero hoy han sido alrededor de cuatrocientas treinta y siete
mil. Y, él te ha mirado fijamente mucho.
—Yo… —Eh. ¿En serio?
Toni asintió.
—Pero su expresión es diferente. Más como un tiburón. Todo
dientes afilados y ojos hambrientos. Entonces... ¿hay algo que
quieras decirme?
Sí. Sí había. Anhelaba decirle a alguien que se había acostado con
el hombre del que estaba locamente enamorada y no tenía ni idea de
cómo iba a alejarse de él. Sobre todo porque parecía querer más de
ella que sexo. Imagina, cuando ella estaba en condiciones de entablar
una relación estrictamente física, el hombre quería más.
—No. Nada que decir.
—Tonterías…
—Hablo en serio, Toni—dijo Shell, endureciendo su tono—. Solo
déjalo, no hay nada que contar.
—Hmm—dijo Toni, pero relajó su postura y soltó el brazo de
Shell—. Está bien. Tú ganas, por ahora. —Señaló con un dedo la cara
de Shell.
—Tengo que revisar mis mesas. —Shell agarró la cafetera y se dio
la vuelta solo para encontrarse con la sonrisa juguetona del hombre
de negocios. Movió su taza vacía. Dios, al tipo seguro le gustaba su
cafeína. Después de servirle su tercera taza en veinte minutos,
esquivó algunos comentarios coquetos y recorrió sus mesas.
Cuando llegó a la mesa de los Handlers, Mav dijo:
—Ya era hora, moza del café. Mi sangre es solo una décima parte
de cafeína en este momento. Sabes que no puedo funcionar a menos
que esté en la marca del treinta y tres por ciento. A menos que
estemos hablando de hacer que mi mujer grite mi nombre. Eso lo
puedo hacer prácticamente mientras duermo.
Shell puso los ojos en blanco y sirvió el café de Mav. Habiéndolo
conocido durante años, esperaba su constante aluvión de
comentarios inapropiados pero divertidos. Solo había empeorado
desde que comenzó a salir seriamente con Stephanie. Ahora, en
lugar de alardear de sus muchas conquistas, alardeaba de tener a la
mujer más satisfecha de Tennessee. A juzgar por la sonrisa
permanente en el rostro de Steph, puede que tuviera razón. No es
que ella alguna vez lo admitiría en voz alta. Había una cantidad de
ego que ella podía tolerar.
—¿En serio, Mav? Porque ayer Steph me habló de ese nuevo
vibrador que compró. Dijo que era mejor que cualquier hombre con
el que hubiera estado. —Shell se encogió de hombros inocentemente
y le sirvió al resto de su familia.
—¿Qué? —La mandíbula de Mav cayó al suelo. Tal vez la
mayoría de los grupos de amigos mixtos no bromeaban sobre
vibradores y sexo todo el tiempo, pero con el MC, prácticamente
nada estaba fuera de los límites. Los hombres eran rudos, sucios y
muy toscos.
Como los amaba.
—Mentira. Te lo estás inventando. —Mav sacó el teléfono del
bolsillo mientras Copper, Jigsaw y LJ, uno de los prospectos, se
partían de risa—. Ella no está respondiendo. ¿Por qué no responde?
—¿No tenía una cita con la peluquera esta mañana?—preguntó
Shell—. Al menos eso es lo que ella te dijo. Probablemente está
pasando tiempo con su nuevo juguete.
—Mierda. —Maverick le frunció el ceño—. Duerme con un ojo
entreabierto, Shell.
LJ dejó caer su mano del tamaño de un guante de horno sobre el
hombro de Shell y le dio un apretón aplastante. A veces, estos
hombres enormes no reconocían su inmenso poder.
—Maldita mujer. Eso fue bueno. Estará preocupado todo el
maldito día.
Un gruñido vino directamente del otro lado de la mesa. Los tres
hombres y Shell miraron boquiabiertos a Copper. Su mirada estaba
pegada a la mano de LJ sobre ella, y si Shell no se equivocaba, LJ no
necesitaría molestarse en ahorrar para la jubilación. Tendría suerte
de llegar al estacionamiento. Inmediatamente, como si su hombro
estuviera hecho de ácido corrosivo, su mano cayó sobre la mesa.
Shell se aclaró la garganta.
—Um, ¿alguien necesita algo más?—preguntó ella, más que feliz.
Jig y Mav todavía miraban a Copper, que no había dejado de
asesinar a LJ con su mirada fulminante.
—¿Otro pancake?—preguntó débilmente.
LJ se retorció como un niño sentado frente a un director con cara
de ciruela pasa.
—Oye, Copper, lo siento, hombre. No fue una falta de respeto.
¿En serio? ¿Se estaba disculpando por un toque inocente? El
mismo tipo de contacto que todos los hombres del MC le daban todo
el tiempo. Amistoso. Cariñoso. Fraternal. Completamente no sexual.
Seguro que Copper no estaba dispuesto a hacer que el pobre
prospecto de veintiún años pagara por algo tan inocente.
—No te preocupes, LJ.
—Gracias, Pres.
Uf. Bala esquivada.
—Oye, LJ—continuó Copper—. Ha pasado un tiempo desde que
lavé mi moto. Estoy pensando que cuando volvamos a la casa club,
tienes que ponerte a eso.
—Oh, eh, sí, Pres. Seguro. —LJ miró a Shell y luego volvió a
concentrarse en Copper.
—Pensaba que a los muchachos de mi junta directiva les vendría
bien el mismo trato. —Copper ni siquiera esbozó una sonrisa, pero
Jig y Mav sonreían como un montón de espeluznantes payasos de
circo. A los cabrones les encantaba esto.
—Copper—susurró Shell—. Hace cuatro grados hoy. —Por lo
general, en esta área, marzo era agradablemente con temperaturas
entre quince y veinte grados, pero esta semana había sido más fría
de lo normal. Las manos del pobre LJ se congelarían si tuviera que
lavar seis motos afuera.
—No pasa nada, Shell—dijo LJ—. Estoy feliz de hacerlo.
Ella frunció el ceño cuando la culpa la invadió. De alguna
manera, aunque no había hecho nada, esto se sentía como su culpa.
Copper volvió su mirada hacia ella y toda su expresión se
transformó. Líneas suaves, no más rayos de la muerte saliendo de
sus ojos. De hecho, una sonrisa incluso se asomó desde su rostro
barbudo. Shell tragó mientras la lujuria calentaba su vientre.
Durante el último año, se había acostumbrado a las miradas duras,
casi impacientes, de Copper. Como si todo lo que ella hacía lo
molestara hasta cierto punto.
Nada de esa mirada permanecía ahora.
—Ehh, ¿por qué la miras así, Pres?—preguntó Mav. Cuando
Copper no se dio la vuelta pero levantó una ceja, Mav dijo—. ¿No
tienes suficiente para desayunar, jefe? Porque tengo la impresión de
que vas a saltar y comerte a nuestra chica.
Copper simplemente le mostró el dedo, haciendo que Shell se
riera.
—Basta, Cop. Me estas asustando un poco.
A ella también la estaba asustando, pero no en la forma en que
Mav quería decir. Por su vida, no podía apartar la mirada de la
penetrante mirada verde de Copper. La cafetera colgaba sin fuerzas
de su mano, con grave peligro de estrellarse contra el suelo.
Los segundos pasaron. Consciente de que tenía mesas a las que
servir comida y de que los hombres de Copper los miraban como si
hubieran pagado por el espectáculo, trató de desenredarse de la
telaraña que era Copper.
Esfuerzo inútil.
—A la mierda—dijo Copper mientras saltaba de la cabina. Se
cernió sobre ella, agarró el café y se lo lanzó a Mav—. Toma esto.
—Ehh—dijo Mav, por una vez sin una broma rápida.
Con la forma voluminosa de Copper cerniéndose sobre ella, Shell
se sintió como un pequeño animal a punto de ser devorado.
—¿Qué…?—empezó a decir, pero fue silenciada por el delicioso
deslizamiento de la lengua de Copper en su boca.
¿Clientes? ¿Qué?
¿Órdenes esperando en la cocina? ¿Eh?
¿Amigos y familiares boquiabiertos ante la escena? Ehhh…
Su mente se volvió loca mientras él la besaba hasta que sus
rodillas se debilitaron y su cuerpo chisporroteaba como un cable
vivo en un charco de agua. Con las manos en la parte inferior de su
espalda, la abrazó y le hizo saber al público en general, en términos
inequívocos, que algo estaba pasando entre ellos.
Después de quién diablos sabe cuánto tiempo, se retiró. Shell lo
agarró de los antebrazos para evitar desmayarse como una doncella
victoriana. Cuando volvió su mirada aturdida hacia Copper, él
estaba concentrado en algo sobre su cabeza, con una sonrisa
satisfecha y engreída en el rostro.
El hombre de negocios. Mierda... esto había tenido un propósito.
Un reclamo público.
—¡Santa Mierda, lo sabía!—gritó Toni desde algún lugar al otro
lado del restaurante, probablemente todavía detrás del mostrador.
Shell estaba demasiado aturdida y un poco avergonzada para ver la
reacción de los Handlers que aún estaban sentados en la mesa junto
a ella. Resultó que no tenía que verlos para saber lo que pensaban.
Comenzaron a vitorear en voz alta y a gritar todo tipo de
comentarios al estilo de Mav.
Finalmente, Copper dirigió su atención a ella. Completamente
cautivada por su mirada, ella se dejó atrapar por él. Este hombre
tenía control total y absoluto sobre ella. Mente, cuerpo y alma, la
poseía de una manera que ella siempre había soñado. En un mundo
perfecto, ella arrebataría hasta la última gota de lo que él estaba
ofreciendo.
—No lo siento—dijo él, haciéndola sonreír tanto que le dolían las
mejillas—. Supongo que ahora es oficial.
Toni tenía que estar fuera de sí detrás del mostrador, esperando
asaltar a Shell con un millón de preguntas.
—¡Maldita sea!—gritó Mav—. Sabía que debería haber ido arriba
ayer cuando llegaste a la casa club. Apuesto a que la banda sonora
fue jodidamente genial, ¿eh?
Justo cuando estaba a punto de enterrar su rostro acalorado en su
amplio pecho, la campana sobre la entrada tintineó con la entrada de
un nuevo cliente.
El cuerpo entero de Copper se puso rígido, justo antes de soltar
un grito tremendo.
—Santa mierda. ¿Rusty? ¡Dios, muchachos, es el maldito Rusty!
Comenzando en la punta de la cabeza de Shell, una ola helada de
terror recorrió su cuerpo. Estaba congelada, incapaz de moverse,
incapaz de respirar, incapaz de pensar más allá del miedo. Copper la
agarró por los hombros, le dio un rápido y fuerte beso y después
sonrió con la sonrisa más genuinamente eufórica que jamás había
visto en él justo antes de correr hacia su hermano.
Por supuesto que él lo hizo. Su hermano salió de prisión incluso
antes de lo esperado. Cinco semanas antes para ser exactos. Se
suponía que Shell tenía cinco semanas con Copper. Treinta y cinco
días para idear un plan y descubrir su próximo paso en la vida.
Y ahora todo eso se había ido.
Se las arregló para que sus piernas la hicieran girar a tiempo para
ver a Copper y Rusty chocar en un abrazo gigante de eso. Dándose
palmadas en la espalda, hablaron de lo increíble que era estar en la
misma habitación.
Rusty casi tenía la altura de Copper; medía aproximadamente un
metro noventa y dos y Cooper un metro noventa y ocho, pero tal vez
la mitad de la masa muscular. La prisión lo había engordado un
poco, pero aún no igualaba el tamaño de su hermano mayor. ¿Pero
el pelo? El mismo rojo, aunque el de Rusty iba muy corto y no tenía
la barba.
Los hombres desocuparon su cabina y se unieron a la exultante
reunión. Arraigada en su lugar junto a la cabina de los Handlers,
Shell observó fascinada y horrorizada cómo su pesadilla cobraba
vida.
Unos segundos después de que los hombres se dieran palmadas
en la espalda y se hicieran bromas, Toni se unió a ella.
—¿Estás bien, niña? Te ves un poco pálida.
—Yo… —Salió como un susurro estrangulado. Ella se aclaró la
garganta—. Estoy bien. —Mejor. Más fuerte.
Farsante.
—¿Conoces bien a este Rusty? He oído algunas cosas
contradictorias sobre él. Izzy me dijo que Jig no es un gran fan.
Eh, eso era una novedad para Shell. La mayoría de los hombres lo
amaban hasta donde ella sabía.
—Sí, lo conozco. Lo conocía, supongo.
Copper y Rusty se abrazaron de nuevo. Con Copper de espaldas
a ella, obtuvo una vista completa de la cara de Rusty. Su mirada, tan
fría y sin lo que ella siempre había considerado como el factor
humano, se trabó con la de ella. Luego me guiñó un ojo.
g g j
El hijo de puta le guiñó un ojo.
Si no fuera por la violenta sacudida en su estómago, sus rodillas
habrían fallado. Pero viendo que necesitaba un lavabo, y rápido,
pudo moverse. Shell se tapó la boca con la palma de la mano cuando
el cereal que había comido estuvo peligrosamente cerca de ser
vomitado por todo el restaurante. Tan rápido como pudo, corrió
hacia el baño. Una vez frente al inodoro, se arrodilló y vomitó todo
lo que había comido durante la última semana. Afortunadamente,
Toni estaba muy preocupada por la limpieza de los baños de su
restaurante, así que eso era una cosa menos de la que Shell tenía que
preocuparse. Ya tenía suficientes problemas en su plato.
Su estómago se revolvió una y otra vez hasta que no expulsó
nada más que bilis y ácido estomacal. Le dolía todo, los músculos
abdominales, la cabeza, las rodillas sobre el duro azulejo, pero sobre
todo el corazón. Iba a romperse. No había forma de evitarlo. En
algún momento de los próximos días, su corazón se rompería en
pedazos tan pequeños que nunca podría repararlo. Solo esperaba
que no le pasara lo mismo a Copper.
—¿Cariño? —Toni apareció en el puesto abierto—. ¿Estás bien?
—Um… creo que sí—dijo Shell con voz temblorosa—.
Simplemente asqueada.
—Si fuera otra persona, habría asumido que estabas embarazada,
pero viendo que estabas bien hasta que Rusty te guiñó uno de esos
espeluznantes ojos, supongo que no.
Embarazada. Gracioso. Había sido una de las afortunadas que no
vomitó ni una vez durante su embarazo. Ahora, cuatro años después
resultó que el mismo embarazo la estaba haciendo vomitar.
—No estoy embarazada. —Se dejó caer sobre su culo y apoyó la
espalda contra la pared del cubículo, mirando el rostro preocupado
de Toni.
—¿Él te hizo algo en el pasado?—preguntó Toni y se dejó caer en
el suelo frente a Shell.
De repente, tenía que decirlo. Tenía que sacar las palabras. Ni una
sola vez habían cruzado por sus labios, pero si no lo decía, se iba a
autodestruir. La llegada de Rusty era demasiado.
—Él… —Los recuerdos que ella trabajó todos los días de su vida
para olvidar la bombardearon. Las manos de Rusty, la boca de
Rusty, las amenazas de Rusty.
El odio de Rusty hacia su hermano.
—Es el padre de Beth.
El rostro de Toni palideció mientras sus ojos saltaron. La
conmoción era esperable, y desafortunadamente, también lo era la
duda reflejada en sus ojos.
Dudas sobre quién era Shell como persona. Los pensamientos
que atravesaban la cabeza de Toni eran tan fuertes que gritaban en el
cerebro de Shell.
¿Lo hiciste para castigar a Copper?
¿Sientes algo por Rusty?
¿Lo saben Copper o Rusty?
¿Cómo pudiste?
Los centímetros de distancia que las separaban bien podría haber
sido un océano. Las amigas eran muy importantes, sobre todo
porque la mayoría de su tribu estaba formada por moteros machos
autoritarios. Las amigas la mantenían cuerda, equilibrada.
A pesar de que había estado anticipando las sospechas de Toni,
presenciarlo fue un puñetazo en el estómago.
—Por favor—susurró ella—. No estoy lista para hablar de eso. No
puedo hablar de eso. Pero por favor, por favor, créeme. No es lo que
estás pensando.
Capítulo 12
—Siento como que estoy soñando—dijo Copper mientras bebía lo
último de su whisky. Hoy en día, no era un gran bebedor. En sus
primeros años con el MC, como la mayoría de sus hermanos bebía
hasta caer completamente borracho, pero a los cuarenta, la resaca
acompañándolo más de doce horas apestaba. Pero para el regreso a
casa de Rusty, haría todas las putas excepciones del mundo.
—Imagina cómo me siento, carajo. —Rusty bebió un sorbo de
whisky. Sus ojos se cerraron y su garganta se movió antes de dejar
escapar un suspiro—. Maldita sea, el primer trago en cinco años.
Gracias por sacar la buena mierda para mí.
Copper resopló.
—No hay mejor razón para ello. —Tenía que ser una mierda
mental total, estar tras las rejas un día y libre para vivir la vida al día
siguiente—. ¿Estás aguantando bien? Te ves bien.
Después de otro sorbo, Rusty asintió.
—Sí, hermano. Cualquier día fuera de ese infierno es un buen día.
Tengo un montón de cosas que arreglar, pero todo está bien.
El resto de los hombres se habían esfumado, dejando que Copper
y Rusty tuvieran algo de tiempo para ponerse al día. Sentados en el
bar de la sede del club, habían asaltado la reserva del whisky
favorito de Copper que guardaba escondido en el cajón inferior de
su escritorio.
—Bueno, nadie ha usado tu antigua habitación desde que te
fuiste. La mantuvimos lista y esperándote, para que no tengas que
molestarte en buscar un lugar para vivir.
—Gracias, hermano. Esperaba que dijeras eso.
No había estado mintiendo. Rusty se veía bien. Mejor de lo que
Copper esperaba.
—¿Hacías mucho ejercicio allí? Parece que aumentaste una
tonelada de músculo.
Rusty se sirvió más whisky en su vaso.
—Sí. Varias horas todos los días. No hay mucho más que hacer.
Pasar tiempo en el patio es mejor que colgarse en la celda.
Copper gruñó.
—Deberías hablar con Zach. Apuesto a que le encantaría tenerte a
bordo. Sé que está buscando para contratar.
—Mierda, Cop, estuve fuera durante diez malditos minutos.
Dame unos días. Los últimos cinco años me he comportado de la
mejor manera. Necesito pasar unos días creando problemas. El
trabajo no está en mi radar hoy. El coño lo estás. ¿Dónde diablos
están las Honeys?
Copper casi presionó, pero Rusty tenía razón. No tenía nada con
qué comparar la experiencia, por lo que no podía pretender entender
lo que sentía su hermano. Pero si tenía que adivinar, Rusty
probablemente necesitaba algo de tiempo para aclarar la cabeza.
Habiendo cuidado a Rusty la mayor parte de su vida, a veces
olvidaba que su hermano era un adulto.
—Por ahí. Si nos hubieras dicho que llegarías antes, habríamos
planeado una maldita fiesta para esta noche.
Rusty sonrió.
—Sí, pero tu cara de sorpresa valió la pena.
—Definitivamente fue la sorpresa de mi vida. La fiesta será el
sábado por la noche. Voy a darlo todo por ti, hermano.
—¡Joder, sí! —Rusty volvió a llenar su vaso.
A las dos de la tarde, Rusty se había bebido setenta dólares de
whisky en quince minutos. Y Copper volvía a actuar como un padre
en lugar de como un hermano. El hombre acaba de pasar cinco años
tras las rejas. Tenía derecho a bebérselo todo.
—¿Listo para más? —Rusty sostuvo la botella hacia Copper.
—No, hermano, estoy bien. Tengo que ir a casa de Shell en un
rato. Estaba actuando raro antes de que saliéramos del restaurante.
Quiero asegurarme de que no esté enferma.
Una lenta sonrisa curvó el rostro de Rusty. Una especie de
depredadora sonrisa lasciva.
—¿Estás toqueteando eso? Esa perra siempre tuvo un infierno de
tetas. Ella se ha estado mojando por ti durante años, hermano.
Girando los hombros, Copper resistió el repentino y furioso
deseo de envolver sus dedos alrededor de la garganta de Rusty.
Aunque siempre había sido un poco difícil de aceptar para algunos,
Rusty no había hablado de mujeres, al menos de las importantes en
su vida de esa manera. Por otra parte, en aquel entonces no había
pasado cinco años sin compañía femenina, rodeado de criminales
endurecidos.
—No es así.
—¿No? ¿Me estás diciendo que no te la estás follando? Si no es
así, tal vez me dé un revolcón con ella.
Copper lo miró fijamente con una mirada que hacía que sus
hombres corrieran para obedecer sus órdenes.
Con una risa, Rusty levantó las manos en señal de rendición.
—Mi error. Puedo esperar. Sólo envíala a mi cuando la hayas
agotado. Aunque si su raja está agotada para entonces,
probablemente pasaré.
Dios. Cada gramo de fuerza de Copper estaba dedicado a
mantener los puños cerrados a los costados en lugar de aplastar la
cara de su hermano. Será mejor que esto sea solo un alivio de la
tensión posterior a la prisión porque sería la única vez que Copper
escucharía a Rusty hablar de Shell de esa manera.
—Ella no es una puta Honey, Rusty. Es familia del club y es
tratada como tal. No olvides esa mierda.
La risa erizó a Copper.
—¿En serio, Cop? Ella es familia y debe ser tratada como tal—dijo
imitando con sorna la voz de Copper. Más whisky fluyó de la botella
al vaso de Rusty—. Menos mal que estoy de vuelta aquí para
aclararte las cosas. Parece que te creció un puto coño mientras yo no
estaba.
—No me creció un coño. Solo he envejecido. Perseguir un par de
tetas diferentes cada noche pierde su atractivo, hermanito.
—¿Entonces, qué? ¿Tú y Shell están jugando a las casitas o algo
así? ¿Vas a ponerle un anillo?
Hablar de lo que sea que estaba pasando entre él y Shell no
estaba al tope de su lista de prioridades. No parecía correcto discutir
la relación con su hermano cuando él mismo no tenía ni idea de lo
que estaba pasando entre ellos. No debería estar pasando nada, pero
allí estaba él besándola hasta la inconciencia en medio del
restaurante, todo porque un tipo con un traje elegante hizo una
jugada con ella.
—No lo sé. Todavía es nuevo. Sin embargo, ella es importante—
dijo, su tono dejando claro que era una orden, no una declaración—.
Ella y su hija, ambas.
El vaso se congeló a medio camino de los labios de Rusty. Como
no había bebido alcohol durante cinco años, sus ojos ya estaban
vidriosos.
—¿Ella tiene una hija?
—Oh, mierda, sí, supongo que ni siquiera sabías sobre eso.
Quedó embarazada justo después de que se fuera de aquí a la
universidad. Eso estropeó sus planes y nunca terminó la carrera. Se
quedó en Nueva York hasta hace aproximadamente un año cuando
regresó para estar cerca de la familia.
—Ajá. —Rusty volvió a beber, pero se quedó mirando el fondo de
la barra y se pasó la mano por la barbilla. Puede que no tuviera la
barba que tenía Copper, pero la altura, el cabello rojo y el trazo de la
barbilla hacían que todos supieran que eran parientes.
Hablar de Shell lo tenía ansioso por verla. Parecía que habían
pasado días en lugar de horas desde que se había despertado en su
cama, acurrucado alrededor de su suavidad, calentado por la
somnolencia y el calor de su cuerpo. Ahora que la había tenido, la
necesidad de más corría por sus venas como una droga. No iban a
ser una pareja de sexo una vez a la semana. De ninguna maldita
manera.
En este punto, una vez al día ni siquiera sería suficiente. Podría
convertirlo en el peor hermano del universo, pero no podía esperar a
que Rusty se dirigiera a su habitación para instalarse.
Copper necesitaba a su mujer.
Mierda.
Estaba loco, pensando en ellos como una pareja. No podían ser
pareja. Técnicamente hablando, tenía la edad suficiente para ser su
padre. Pero el sello estaba roto. La había follado, varias veces, y no
estaba dispuesto a renunciar a eso.
¿A quién estaba engañando? Era más que sexo, y él lo sabía.
Estaba jodido.
—Pásame esa botella, hermano.

—Aquí. —Izzy deslizó un vaso de jugo lleno hasta el borde con


bourbon sobre la mesa—. Bebe, Shell.
Deja a Izzy venir con el bourbon.
—¿En serio? Son las tres de la tarde de un jueves y mi hija está
coloreando a cinco metros de distancia. ¿Qué diablos estás haciendo
con esto de todos modos? Estás embarazada. —Shell bajó la voz.
Aunque Toni era la única otra persona que seguía en el restaurante,
Shell no sabía si Izzy ya le había revelado la noticia a alguien más.
—No necesitas susurrar. Toni sabe que estoy embarazada. Steph
también. Jig aún no se lo ha dicho a los muchachos. Y el bourbon no
es para mí. Toni me llamó y me pidió que buscara a Beth del
preescolar. Cuando le pregunté si estabas bien, dijo que la mierda de
tu pasado estaba explotando. Si eso no requiere bourbon, nada lo
hace.
—No empiecen sin mí, perras—anunció Toni mientras salía de la
cocina con una canasta gigante de patatas fritas—. Aquí. —Tiró la
cesta sobre la mesa—. Para absorber el alcohol.
Beth estaba felizmente coloreando dibujos para sus tías mientras
comía un sándwich de queso a la parrilla que Ernesto preparó antes
de terminar su trabajo por el día. Después de que Shell enloqueciera
en el baño, Toni la dejó terminar su turno, pero llamó a Izzy porque,
como ella dijo, Izzy es una perra ruda que se luce en una crisis.
Ni un alma conocía la identidad del padre de Beth. Hasta hacía
unas horas. El certificado de nacimiento estaba en blanco. Demonios,
incluso su madre no tenía ni idea. Todos asumieron que se folló al
primer hombre que le recordaba a Copper en una desesperación
solitaria y enamorada. Si la verdad no hubiera sido mucho peor, sus
suposiciones la habrían insultado.
Pero viendo que lo que realmente sucedió la tuvo en terapia
durante dos años, les dejó tener su falsa impresión.
—Entonces, ¿qué está pasando?—preguntó Izzy mientras se
metía una patata frita en la boca. La botella de medio litro de Ginger
Ale que nunca le faltaba en los últimos días descansaba sobre la
mesa frente a ella—. ¿Esto tiene algo que ver con que Rusty salga de
prisión antes de tiempo? Jig me llamó cuando se fue de aquí. Todo el
mundo parece emocionado al respecto, pero debo decir que mi
hombre no es su mayor admirador.
Tanto Toni como Izzy miraron a Shell. Dado que había crecido
alrededor del club, todas las explicaciones de los acontecimientos
pasados recaían en ella. Pero esto no era algo sobre lo que realmente
tuviera información privilegiada. Ella se encogió de hombros.
—No estoy segura de si realmente sucedió algo entre ellos o si
siempre se han caído mal. No es que Jig sea una fuente de
información sobre sus sentimientos sobre cualquier tema.
—Mmm. —Izzy jugó con la cola de su larga trenza—. Tendré que
interrogarlo al respecto. Tengo mis formas de sacarle casi cualquier
cosa—dijo con un guiño.
Toni se rio.
—Estoy segura de que la tienes, chica. Pero nos estamos saliendo
del tema. Estamos aquí para hablar de Shell.
Bueno, maldita sea, por un segundo, pensó que tal vez se
olvidarían de ella. No hubo tal suerte.
La mesa quedó en silencio. Habiendo dicho las palabras una vez
ese día, no estaba segura de poder hacer que pasaran por sus labios
una segunda vez. Un puño invisible se envolvió alrededor de la
tráquea de Shell haciéndola inspirar aire en jadeos restringidos. Los
recuerdos de un tiempo que era mejor mantener en el olvido la
bombardearon. De una decisión que tomó en circunstancias
imposibles. Dejando caer la cabeza entre sus manos, trató de
controlar su respiración.
—¡Mierda!—dijo Izzy—. Sea lo que sea, Shell, te ayudaremos a
superarlo.
Una mano suave aterrizó en su espalda, frotando suaves círculos
sobre su columna vertebral. En un minuto, sus respiraciones se
hicieron más fáciles y su mente se aclaró.
—¿Quieres que diga las palabras por ti?—susurró Toni cerca de
su oído.
Con el rostro aún oculto, Shell asintió.
—Está bien. —La mano de Toni nunca dejó de moverse—. Esta
tarde, Shell me dijo que Rusty es el padre de Beth. —Las palabras
fueron pronunciadas lo suficientemente bajo como para que Beth
nunca las escuchara.
El restaurante se quedó en silencio excepto por el silbido
repetitivo del crayón de Beth sobre el papel.
—Bueno, mierda, dame esa maldita botella—dijo entonces Izzy.
—¡Izzy!—gritó Toni—. Estás embarazada. Sabes que no puedes
beber eso.
—No voy a beberlo. Voy a sostener la botella. No puedes
contarme noticias como esa y no esperar que me apoye en mi amigo
bourbon. Hola, dulce bebé—le dijo a la botella—. Algún día
estaremos juntos de nuevo.
Shell se rio entre sus manos. A su lado, Toni también se rio
disimuladamente. Después de unos segundos, la risita de Shell se
convirtió en una carcajada. Echó la cabeza hacia atrás y dejó que la
hilaridad sucediera. El comentario de Izzy no había sido tan
gracioso, pero algo tenía que romper la tensión y la risa era mucho
mejor que las lágrimas que amenazaban con estallar. Las otras dos se
unieron y se rieron a carcajadas hasta que Beth levantó la vista de su
proyecto y dijo:
—¿Qué es tan divertido?
—Nada, bebé—respondió Shell secándose las lágrimas de los ojos
—. ¿Nos estás haciendo bonitos dibujos?
Pero Beth ya estaba de vuelta en lo suyo y no respondió.
—Mierda—dijo Izzy. Dejó la bebida. —Supongo que esto no es
algo de lo que Copper esté al tanto.
—No. No lo está. Rusty tampoco. En realidad, sois las únicas
personas a las que les he contado. Y si alguno de vosotras le dice…
—Oye—dijo Toni, señalando a Izzy por la botella—. Código de
chicas. Está en la bóveda.
—Gracias. Odio pediros que ocultéis algo a vuestros hombres,
pero no puedo permitir que todos lo sepan. Aún no.
—No tienes que preocuparte por eso. —Izzy se inclinó sobre la
mesa y apretó la mano de Shell—. Como dijo Toni, código de chicas.
—Agarrando un puñado de patatas fritas, preguntó—. ¿Tuvieron
una cita?
—¡No! —Su respuesta fue inmediata y tan fuerte que ambas
mujeres dieron un respingo y luego compartieron una mirada de
preocupación—. Eh, lo siento, no, no salimos. Nunca he tenido citas.
—Entonces, ¿una noche de diversión borracha en la casa club
seguida de un terrible error de una aventura de una noche?—
preguntó Izzy con la boca llena de patatas crujientes.
Shell dejó caer una patata frita a medio camino de su boca. No
podría habérsela tragado aunque su vida dependiera de ello.
Muestra de cuán mala había sido realmente la situación que deseaba
haber hecho lo que Izzy dijo.
—No.
—¿Él, um…—Toni se retorció las manos—. ¿Él te violó?
Y allí estaba la pregunta que la llevó a la terapia incluso antes de
que naciera Beth. Durante meses después de que Rusty fue a prisión,
Shell luchó con la culpa, el dolor y una vergüenza tan severa que no
podía comer, no podía dormir y tenía dificultades para realizar sus
tareas diarias básicas. Una vez que vio salir la diminuta
protuberancia de su vientre embarazado, supo que necesitaba
aclararse la cabeza. Proteger a su hija era lo más importante y no
podía hacerlo si no podía cuidar de sí misma.
—Es más complicado que eso—dijo Shell, arrancando pedazos de
una servilleta—. Tomé la decisión de acostarme con él, y lo
reconozco, pero no fue porque lo quisiera o porque quisiera estar
con él. Hubo… circunstancias que me llevaron a sentir que
realmente no tenía elección.
La decisión de acostarse con Rusty fue algo que le causó mucha
angustia y culpa a lo largo de los años. Porque había elegido
acostarse con Rusty. Ella nunca luchó contra él, nunca le dijo que no,
básicamente lo dejó hacer lo que quisiera con ella. Pero había sido
una elección hecha bajo extrema coacción. Él le había dado dos
opciones, y la maldita cosa era que ella había elegido el menor de los
dos males.
De repente sintió un cosquilleo en la piel y se frotó los brazos, los
recuerdos del toque de Rusty como un sarpullido irritante. La
comprensión de lo que acababa de confesar se derrumbó a su
alrededor. Oh, Dios, las personas conocían su secreto. La necesidad
de acurrucarse en una bola y esconder su rostro se estrelló contra
ella.
—Me tengo que ir.
El brazo de Toni le rodeó los hombros.
—Espera, hablemos un poco más. Si Beth se pone de mal humor,
le haré un batido.
—No, me refiero a irme. —Ella sacudió su cabeza—. Dejar la
ciudad. Mudarme a otro lugar.
Toni jadeó, dejando caer el brazo.
—No, Shell, no puedes. Lo intentaste una vez y no funcionó.
Estuviste fuera durante años y volviste porque ésta es tu casa. Tú
perteneces aquí.
Shell agachó la cabeza mientras el peso del mundo se posaba
sobre sus hombros.
—Regresé aquí pensando que tendría años antes de que Rusty
fuera escogido para salir. Y ahora... es demasiado arriesgado que nos
quedemos aquí. —Levantando la vista, captó la mirada boquiabierta
de su amiga.
—Pero… —Toni parecía tan afligida que Shell quería abrazarla—.
Pero tú y Copper recién están comenzando algo. Piensa en Copper.
No puedes irte ahora.
La risa que salió de los labios de Shell no era de humor.
—Confía en mí, estoy pensando en Copper. Siempre estoy
pensando en Copper. Esta noticia lo destruiría. Mataría a Rusty, y
entonces, ¿dónde estaríamos? Ciertamente no viviendo felices para
siempre en un pequeño rancho con una cerca blanca.
—Pero… —comenzó Toni.
—Está bien, espera—dijo Izzy, levantando las manos—.
Tomémonos un respiro por un momento, espera… ¿acabas de decir
que estuvo con Copper?
Shell asintió, su rostro ardiendo. Dios, ella quería quedarse
aunque solo fuera para explorar esta cosa con Copper. Pero la vida
no siempre te daba lo que querías. Eso era malditamente seguro.
—Mierda, chicas, me perdí todo esta mañana. Maldito trabajo,
interponiéndose en el camino de un jugoso chisme. —Izzy agitó su
mano frente a su cara—. Estoy divagando. Mira, Shell, no necesitas
darnos ningún detalle. Los detalles no importan, y no nos los debes.
Te apoyaremos sin importar lo que decidas. Pero se lo debes a
Copper. Y en algún momento, va a salir. Incluso si te vas. No es
como si Rusty no se fuera a enterar de que eres madre. Y puede que
sea un hijo de puta, pero estoy seguro de que es lo suficientemente
inteligente como para sumar dos más dos. O uno más uno en este
caso.
Todos buenos argumentos. Pero si Beth y ella estuvieran lejos,
Rusty no podría chantajearla. No podría tratar con prepotencia a
Copper. No podía torturarla como lo había hecho en el pasado. No
podía hacerla…
Mierda, se estremeció. ¿Intentaría llevarla de vuelta a su cama?
Las patatas fritas que había comido se asentaron en su estómago
como ladrillos de arcilla.
—Incluso si huyes, ¿qué te hace suponer que no usará el control
que tiene sobre ti para que regreses de nuevo? Una vez imbécil,
siempre imbécil. Si él va a hacer algo, es posible que tu mudanza no
marque la diferencia.
Bueno, mierda. Izzy sí sabía cómo tomar una mala situación y
cubrirla con barro. Pero ella tenía un punto. Un punto válido. Rusty
no estaba por encima de chantajearla para que regresara a casa con
Beth.
—Joder—susurró Shell.
—Tengo una idea. Démosle unas semanas. Veamos cómo se
desarrollan las cosas. Durante los últimos cinco años, Rusty ha
estado en prisión. Tengo la sensación de que lo único que tiene en
mente es ir tras las Honey y beber como un loco. Tómate ese tiempo
para poner tu cabeza en orden. Piensa en un plan. Tendrás que
decírselo a Copper en algún momento. —Izzy destapó su Ginger Ale
y tomó un pequeño sorbo.
Cuando Izzy lo dijo, la idea de hablar con Copper sonaba tan
factible. Pero bueno, Shell no les había contado a sus amigas toda la
historia. La reacción devastada de Copper era solo uno de los
problemas con los que estaría lidiando. Aun así, parecía que su
indulto había terminado, y no tendría más remedio que decírselo
pronto.
—Creo que es un buen plan. No tomes decisiones precipitadas,
Shell. Y cuando llegue el momento en que estés lista para contárselo
a Copper, te cubriremos las espaldas. Te prometo que estaremos
contigo. —Toni colocó una mano sobre la de Shell.
—Absolutajodidamente—dijo Izzy.
Se formó un nudo en la garganta de Shell.
—Si se va al carajo, debéis permanecer leal al club. A vuestros
hombres.
—Tú eres el club, Shell. —Toni rodeó los hombros de Shell con
los brazos—. Me niego a creer que alguien nos haría elegir. Además,
somos hermanas tanto como los hombres son hermanos. Nunca
olvides eso.
—Y Jig ya piensa que Rusty es un cabrón— dijo Izzy
encogiéndose de hombros—. Él nunca se pondría del lado de él por
ti.
Por primera vez desde el día en que se sentó desnuda en el suelo
de su baño mirando una prueba de embarazo positiva, la calidez de
tener a alguien en su rincón erosionó el helado manto de soledad
que vestía a diario. Tenía amigas, tenía apoyo, tenía mujeres que
creían en ella y lo hacían sin ni siquiera conocer la historia completa.
Basado únicamente en el poder de su carácter.
Tal vez, solo tal vez, había una manera de salir de esto sin nuevas
heridas en su corazón.
Pero, ¿podría decir lo mismo de Copper?
Capítulo 13
Shell se estaba alejando. Había intentado cientos de excusas
endebles para no ir a la fiesta de Rusty. Copper las había derribado a
todas con facilidad, pero incluso después de aceptar asistir, parecía
renuente.
Mierda, tal vez todo lo que siempre había querido de él era media
docena de orgasmos. Nada más. Durante años, sus hermanos lo
atormentaron, diciéndole que no solo estaba loca por su polla, sino
que también estaba perdidamente enamorada de él.
¿Podrían haberse equivocado? ¿Estaba satisfecha ahora que él le
había rascado la picazón?
No. Eso era una mierda. Ella no había estado con un hombre en el
año que había regresado. Podría convertirlo en un acosador, pero
estaba seguro de que nadie la había tocado. Shell no era el tipo de
mujer que folla por follar, por Dios.
Tenía una hija, supuestamente con un hombre al que folló para
sacarte de su mente.
Para ser honesto, Copper no estaba seguro de creer esa
explicación. Era un poco demasiado fácil. Un poco demasiado fácil
de envolver en un lazo. Demasiado fuera de lugar para la Shell que
conocía. Además, no explicaba por qué el padre de Beth estaba
completamente fuera de escena y Shell se negaba a hablar de él. No,
había algo más en la historia. Algo doloroso. Cada vez que pensaba
en ello, se le revolvía el estómago, alertándolo de que algo andaba
mal. Con los años, había aprendido a confiar en su instinto por
encima de todo.
Y algún día, iba a sacarle la historia.
Por supuesto, primero tendría que hacer que ella dejara de
rechazarlo. Durante los últimos tres días, se le habían ocurrido
razones de mierda para evitar pasar tiempo a solas con él. No era lo
que esperaba después de que lo volviera loco el miércoles por la
tarde.
Era un idiota. En lugar de quejarse, debería considerar su
vacilación como un regalo de Dios. Una salida fácil. Un par de
polvos calientes y listo. ¿No era ese el escenario perfecto? No tendría
que librarse de la situación. Debería subirse a ese tren y volver a ser
como eran las cosas antes. Se había estado dando razones para
mantenerse alejado de ella durante años, pero no podía simplemente
alejarse.
Shell tenía secretos. Otra razón para dejar que esto se esfumara.
Pero él simplemente no podía alejarse. Aunque no parecía ser un
problema para ella. La frialdad lo estaba enojando.
Especialmente en ese momento cuando parecía una combinación
de un ángel y el sueño húmedo de un motero. La fiesta de
bienvenida a casa de Rusty estaba en pleno apogeo y, a diferencia
del reciente evento de cumpleaños de Copper, éste fue planeado por
los hombres. Eso significaba muchas, muchas mujeres
desperdigadas con poca ropa, hermanos en varias etapas de follar
tanto detrás de puertas cerradas como al aire libre, y suficiente
alcohol para hacer estallar toda la casa club.
Durante la iglesia del jueves, algunos de los solteros, incluido
Rusty, le habían suplicado que prohibiera la entrada a las damas en
la fiesta. Eso le valió a Copper algunas miradas seriamente enojadas
de los hombres que estaban encadenados. En el pasado, no era raro
que el club tuviera una fiesta a la que las damas no estaban
invitadas. Pero en aquel entonces, la mayoría de los hombres no
estaban encadenados. Mucho había cambiado desde la última vez
que Rusty estuvo presente, a saber, la cantidad de hombres en
relaciones monógamas.
Al final, había hecho lo único justo y lo sometió a votación. Pero
estaría mintiendo si dijera que estaba aliviado de que el resultado
cambiara a favor de la presencia de las damas. Él quería, necesitaba
pasar tiempo con Shell. No había hecho ningún reclamo oficial sobre
Shell, por lo que incluso si el club hubiera votado en contra de la
asistencia de las damas, Shell seguiría estando invitada, pero él la
conocía y ella nunca se presentaría sin su grupo de mujeres.
Rusty estaba sentado en la barra, un vaso de bebida en una mano,
un culo de Honey en la otra, y su rostro plantado en las tetas de otra
Honey que estaba entre sus piernas. Ciertamente no estaba buscando
ser entretenido por Copper en ese momento. Eso significaba que
Copper era libre de acorralar a Shell y poner fin a sus
comportamientos evasivos.
Ella se quedó con las chicas, cerveza en mano, riéndose de algo
que dijo Stephanie. Como de costumbre, le inspiró una erección, con
pantalones negros ajustados, botas negras hasta la rodilla y un
diminuta camiseta sin mangas roja que abrazaba cada curva y le
hacía la boca agua por sus tetas.
—Hola, hermosa—le susurró al oído cuando se acercó detrás de
ella.
Con un grito ahogado, ella se sacudió y giró tan rápido que tuvo
que plantar las manos en su pecho para no caer.
—¿Estás tratando de acercarte a mí, cariño?—preguntó él
mientras su rostro se volvía de un adorable tono rosado.
Ella lanzó una mirada a las chicas que lo miraban boquiabiertas
como si tuviera arañas saliendo de su cabeza.
—¿Qué?—preguntó él. Mientras esperaba una respuesta, giró a
Shell y la acurrucó contra su estómago. Ella se puso rígida al
principio y luego se fundió con él. Una de sus grandes manos
descansaba sobre su bajo vientre. La tira de piel justo debajo del
dobladillo de su camiseta era demasiado tentadora para resistirse, y
pasó los dedos a lo largo de su piel, provocando un suave escalofrío
en ella.
—Tú… bueno, tú…— Stephanie lo señaló y luego se encogió de
hombros.—. Nada.
Izzy, sin miedo de decir lo que pensaba, intervino.
—Nunca te habíamos visto así. Por lo general, eres el brusco
presidente del MC, un poco gruñón, sin ofender. Esta noche, eres
todo... lindo y esa mierda.
Copper dejó escapar una risita áspera mientras Shell se reía.
Mierda, si las bromas de Izzy la hacían reír, las aceptaría todo el día.
—Lindo y esa mierda, ¿eh? Rusty me acusó de dejar que me
creciera un coño.
Ante la mención de su hermano, Izzy y Toni intercambiaron una
mirada que Copper no pudo descifrar, pero ciertamente no era
favorable. Hizo una nota mental para preguntarle a Shell cuál era el
asunto, más tarde. Esas chicas estaban tan unidas como él y su
hermano. Ella sabría lo que estaba pasando.
—Voy a robarla por un tiempo—dijo tratando de mantener una
cara seria. Shell seguramente estaría frunciendo el ceño. No le
gustaba mucho que le dijeran qué hacer, especialmente frente a sus
amigas. Bueno, muy jodidamente mal. Le había permitido
posponerlo durante tres días.
Esa mierda terminaba ahora.
—Claro que sí—dijo Stephanie. La sonrisa en su rostro era tan
grande que casi parecía falsa. Dios, ¿su vida amorosa era realmente
tan fascinante? —Tómala todo el tiempo que quieras. Incluso puedes
quedártela si quieres.
—Stephanie—dijo Shell en un áspero susurro.
—¿Qué?—La mirada inocente no engañaba a nadie. Esa chica
pasaba demasiado tiempo con Maverick.
—Vamos—dijo, dejando caer un brazo sobre los hombros de
Shell. Ella le frunció el ceño, pero eso solo lo hizo reír.
Probablemente no sería bueno decirle que era condenadamente
adorable cuando estaba enojada.
Copper la condujo a una mesa a a lo largo de la pared derecha de
la casa club. Básicamente, era su mesa. Cualquiera que hubiera
estado en la sede del club sabía que debía mantener su culo fuera de
su lugar a menos que fuera invitado. También era la mesa en la que
se había sentado con Shell durante su fiesta de cumpleaños la
semana pasada, o eso le dijeron. Esos recuerdos nunca resurgieron
por completo. Se hundió en el banco junto a la pared y luego colocó
un Shell levemente renuente en su regazo.
—¿Qué estás haciendo, Copper? —Ella se movió, tratando de
zafarse de él, pero solo sirvió para que pasara de estar medio lleno a
tener una erección completa.
—Relájate, nena—dijo, acomodándola contra él.
Tenían un poquito de privacidad. Al menos no había cuerpos
amontonados alrededor de su mesa como si estuvieran en la pista de
baile.
—Pero todos nos verán. Incluso las Honey. Y si…
Copper dejó escapar una carcajada.
—¿Y si qué? ¿Crees que me importa una mierda lo que piensen
las Honey?
Su cabeza se movió lentamente de un lado a otro, el cuerpo aún
rígido en su agarre.
—Pues no, pero eres el presidente. Eres el primero en elegir y
todo eso.
¿En serio? ¿Estaba loca? ¿Quizás estaba pescando?
Probablemente no. Shell no era de las que pescaban los cumplidos.
—Cariño, no tengo ningún interés en ninguna de las Honey. Hace
años que no. ¿Crees que preferiría tener una de ellas en mi regazo?
—Bueno…—comenzó ella.
—No lo haría—dijo contra su oído—. La mujer en mi regazo es
leal, trabajadora, dulce, hermosa como la mierda y una madre
increíble. Ella ama mi club casi tanto como yo y entiende este mundo
mucho mejor que cualquiera de esas zorras. Además, nunca había
sentido nada tan bueno como su coño secando mi polla. Entonces,
no, nena, me importa un carajo lo que piensen las Honey o cualquier
otra persona. Estás justo donde te quiero.
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—Oh—chilló ella, haciéndolo reír.
—Los muchachos me dijeron que me senté aquí un rato contigo
en mi cumpleaños. Dijeron que fuimos muy acogedores. Que no
podía quitarte las manos de encima. Estabas en mi regazo y yo
estaba acariciando tu cuello. —Mientras hablaba, rozó la nariz contra
la pendiente de su cuello y luego le dio un mordisco.
El pequeño gemido de Shell fue música para sus oídos. Victoria.
Al igual que la forma en que inclinó la cabeza y le permitió un
mayor acceso. Sus pequeños dedos se enroscaron alrededor del
antebrazo aferrado a sus caderas. El tacto era el arma perfecta para
derribar sus muros. Ella podría ser capaz de rechazarlo cuando le
hablaba, resistirse cuando sus manos estaban sobre ella era otra
historia.
—Me dijiste que no pasó nada esa noche. Dijiste que terminamos
de charlar y me diste un abrazo de cumpleaños. ¿Me ocultas cosas,
Shell? —Atrapó el lóbulo de su oreja entre los dientes y tiró antes de
chupárselo.
Las uñas romas de Shell se clavaron en su piel.
—N-no pasó nada. Terminamos de hablar.
—Suena como si no hubiera podido quitarte las manos de
encima. —Él deslizó una mano debajo de su camiseta, descansando
la palma en la extensión suave y cálida de su vientre. Sería tan fácil
deambular por unos pocos centímetros. Sumergir sus dedos en sus
bragas y descubrir si ella estaba tan resbaladiza como él. Pero
estaban lejos de estar solos. La mitad de estos hombres podrían
excitarse, o al menos no les importa una mierda follar en público,
pero Copper estaría condenado si incluso uno de estos bromistas
vislumbrara a Shell ahogándose en éxtasis.
No, era un hijo de puta posesivo, y el placer de Shell era solo para
él.
—Te gustó. ¿Mis manos sobre ti? ¿Te mojaste por mí esa noche?
—Sí. —Tenía los ojos cerrados, la cabeza apoyada en su hombro.
—¿Vas a casa y tocas ese bonito coño pensando en mí? —Cuanto
más sucias se volvían sus palabras, más superficiales se volvían sus
caricias.
—S-sí.
Copper levantó su mano y besó las puntas de sus dedos.
—¿Metiste algunos de estos dedos en ese coño mojado
imaginando que eran míos? ¿O usaste un vibrador, deseando que
fuera un poco más grueso para que se pareciera más a mi polla?
Ella gimió.
—Copper...—La tensión estaba aumentando. Podía sentir su
necesidad creciendo. Pronto estaría desesperada por tener más de
una mano sobre su estómago y la otra sosteniéndola. Pero la haría
esperar. Si él podía hacerlo cuando su polla era como un toro
enojado listo para embestir, ella también podría esperar.
—Dímelo.
—Hice... a-ambos.
Él gimió ante la imagen mental de ella tocándose y luego follando
su coño con un vibrador.
—Tienes que hacer algo, Copper. Tócame. No puedo soportarlo.
—Este no es el momento, ni el lugar—dijo con voz áspera—. Y no
voy a follarte de nuevo hasta que arreglemos las cosas entre nosotros
y no hay forma de que no te folle esta noche. Así que estamos
hablando.
Un adorable gruñido femenino salió de ella.
—¿Ahora?
—Ahora. Date la vuelta para que pueda ver esos ojos celestes.
Después de vacilar un segundo, Shell se movió hasta sentarse a
horcajadas sobre su regazo. Él apoyó las manos en su culo y le prestó
toda su atención. El resto de la multitud desapareció. Los chicos
sabían darle espacio a él y a su mujer, incluso en medio de una fiesta.
Nadie los interrumpiría a menos que hubiera una emergencia.
—¿De qué querías hablar?
Como si ella no supiera. Eso estaba bien. Podrían jugar a su
manera. Él no iba a andarse con rodeos para que ella supiera
exactamente lo que tenía en mente en unos dos segundos.
—Quiero saber por qué me has estado evitando desde que
follamos hasta que nuestros cerebros estallaron.
—¿Qué estás… —Sus ojos se abrieron. ¿Ella no se había dado
cuenta de que él estaba tras ella?
—No te hagas la tonta, nena. No conmigo. Puedo leerte como un
libro. Inventaste excusas de mierda para no verme las últimas dos
noches. Quiero saber por qué.
Se dio la vuelta por un momento, mirando a algunos de sus
muchachos más jóvenes hablando con un grupo de mujeres que
nunca había visto. Turistas probablemente. No es raro que grupos de
mujeres que visitaron las Smokies durante el fin de semana
festejaran en la casa club. Estarían en un viaje de chicas y buscarían
volverse un poco salvajes. Sus hermanos se asegurarían de cumplir
ese deseo y más.
—No estoy segura de lo que quieres de mí—dijo todavía
enfocada en la habitación—. Pasaste de nunca tocarme, ni siquiera
un abrazo, a… el miércoles. Es mucho para asimilar.
Lo suficientemente justo. Él suspiró y tomó su barbilla entre el
pulgar y el índice. Con un suave empujón, no estuvo a más de un
suspiro de distancia. La besó. Suave al principio, pero su química
incontrolable no permitía la suavidad, y el beso pronto se volvió
salvaje y hambriento. Cuando se apartó, los ojos de Shell estaban
vidriosos y su respiración entrecortada.
—He querido hacer eso desde que tenías dieciocho malditos
años. ¿Quieres saber cuánto tiempo paso a tu alrededor duro y
dolorido? No estoy seguro de poder contar tanto como el número de
veces que me he masturbado imaginándote de rodillas ante mí. O
soñando con el sabor de tu coño. O la sensación de que me apretabas
mientras te corrías. Malditos años, Shell. Incluso cuando vivías en
Nueva York, no estaba a salvo. Uno de los hombres me decía que
había hablado contigo y bam, estaría jodidamente duro durante días.
Sí, nunca te toqué, nena, pero no fue porque no quisiera.
Con ojos saltones, Shell parpadeó.
—¿Entonces… por qué? ¿Por qué te mantuviste alejado?
—Me mantuve alejado porque tienes dieciséis jodidos años
menos, cariño. Me mantuve alejado porque tu padre me hizo
prometer que no te convertirías en una dama. Me mantuve alejado
porque la mierda que he hecho podría alcanzarme en cualquier
momento. Soy el rey de este castillo, Shell. Soy el único por el que
vendrían muchos enemigos.
Magníficos estanques azules de emoción atrajeron su atención.
Shell podría estar confundida, pero esos ojos no mentían. Ella sentía
algo por él, y corría profundamente por sus venas.
—¿Y ahora?—susurró ella.
Con una risita, deslizó su mano por su espalda hasta que sus
rizos quedaron encerrados en su mano. Mantuvo su cabeza inmóvil
y susurró contra sus labios.
—Solo soy un hombre, cariño. Entraste en mi habitación, te
quitaste la ropa y me provocaste con el cuerpo más sexy que he visto
en mi vida. Rompiste mi determinación, y ahora tienes que vivir con
las consecuencias. Y ese soy yo, tomándote, cada vez que tenga la
oportunidad.
La preocupación se abrió paso en su mirada. Todavía había
secretos enterrados en las profundidades azules como el océano.
Algo que la hacía contenerse. Por mucho que exigir respuestas y
esperar que se cumplieran sus órdenes fuera su estilo, no funcionaría
con su terca Shell. Ella se cerraría. Esperar era la única opción.
Mostrándole que podía confiar en él, confiar en que lo que le ofrecía
fuera suficiente como para abrirse un día.
Con suerte, antes de que destruyera lo que sea que estuvieran
construyendo. Porque ahora que la había probado, no estaba seguro
de poder sobrevivir sin más.
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—¿Así que quieres una relación conmigo? —La incertidumbre
tiñó las palabras.
Momento de la verdad. ¿La quería? Una parte de él estaba
completamente de acuerdo con esa idea, pero otra parte todavía
gritaba que era un error. Los años entre ellos. Los enemigos del club.
Tantas razones para alejarse. Pero maldita sea, no podía hacer que
sus pies se movieran.
—Te quiero, Shell. A ti y a esa hermosa hija tuya. Solo falta una
cosa en mi reino. Una cosa que necesito para que esté completo.
—¿Qué?
—Una reina.
La felicidad debería haber estado irradiando de ella. En su mente,
ella se había arrojado a sus brazos y se habían atacado mutuamente
con la fuerza de su necesidad. En realidad, ella lo miró con el tipo de
tristeza que alimenta el alma de una persona. Con la desesperación
que carcomía a una persona hasta que no quedaba nada más que un
cadáver podrido. Fuera lo que fuera que retenía a Shell, le causaba
una gran angustia.
Allí estaba, un picor en la nuca que le decía que desconectara. Ser
inteligente y pensar con la cabeza en lugar de con la polla.
O joder, con su corazón.
Pero todo lo que quería era arreglar lo que sea que tenía
oscurecidos sus ojos. No importa qué o cuánto tiempo tomaba. Lo
arreglaría.
—No estoy segura de poder ser eso para ti. No estoy segura de
poder darte lo que quieres. Hay cosas... —Ella apretó los labios y
negó con la cabeza—. Aún no puedo darte las palabras.
—Shh. —Él acunó su cara entre sus palmas—. Solo dame a ti por
esta noche. Entonces mañana, cuando despiertes, dámela de nuevo,
por un día más. Al día siguiente, lo haremos de nuevo. Un día a la
vez hasta que te des cuenta de que me perteneces, y haré cualquier
cosa para mantenerte a salvo, incluso luchar contra tus secretos.
El azul de sus ojos se oscureció cuando la punta de su lengua
rosada se asomó y pasó por su labio inferior. Presionó una mano en
su pecho, justo sobre su corazón palpitante.
Tenía que saborearla. Tenía que hacer que su sabor explotara a
través de su sangre. Inclinándose, lamió justo debajo del ángulo de
su mandíbula. Había un lugar en su cuello que él había descubierto
el miércoles, justo en la base donde caía suavemente hasta el hombro
que la convertía en masilla en sus manos. Besó y después chupó ese
lugar. Instantáneamente, su cuerpo se relajó en sus brazos, y una
mezcla entre un murmullo y un gemido cruzó sus brillantes labios.
—Copper—dijo con voz entrecortada y lasciva—. Te daría casi
cualquier cosa con tal que me hicieras eso.
Él le dio la sonrisa más malvada que pudo manejar.
—Jodidamente lo sabes, hermosa. ¿Crees que no estoy por
encima de jugar sucio? Haré casi cualquier cosa para meterme entre
esos muslos sedosos otra vez. Llévame a casa contigo esta noche. —
Inhaló mientras pasaba la nariz por su cuello. Maldita sea, la mujer
olía celestial. Algo afrutado esta noche. ¿Melocotón, tal vez? Fuera lo
que fuera, solo aumentó su deseo de tomar un gran bocado jugoso.
Ella gimió e inclinó la cabeza hacia un lado, dándole un mejor
acceso.
—Sí.
—¿A qué hora tienes que recoger a Beth? —Atrapó un tendón
entre sus dientes haciendo que Shell gritara. Se golpeó la boca con la
palma de la mano.
Copper se rio.
—¿A qué hora?
—Eh, mi madre se la queda por la noche. La recogeré después de
mi turno de la cena mañana. —Parpadeó como si intentara
concentrar en sus pensamientos.
Maldita sea, por un segundo, se olvidó de que ella trabajaba los
domingos por la mañana. Sería agradable pasar la mitad del día
holgazaneando en la cama. Con el tiempo, trabajaría para
convencerla de que redujera sus horas. Joder, ella no necesitaría
trabajar en absoluto, pero esa no era su Shell. Su mujer era
independiente, trabajadora y motivada.
—¿Cómo conseguiste que aceptara quedarse con ella para que
pudieras venir aquí?
No había amor entre la madre de Shell y el club. Después de la
muerte de su esposo, cortó todos los lazos con el MC e intentó que
Shell hiciera lo mismo. La mayoría de las veces se negaba a ayudar a
Shell con Beth, si Shell estaba haciendo algo relacionado con los
Handlers.
Shell le dedicó una sonrisa traviesa.
—Ella no sabe que estoy aquí. Quería a Beth para la noche, y
habíamos programado esto hace semanas. Mucho antes de que se
planeara la fiesta.
—Entonces, ¿eres toda mía por esta noche? ¿Y puedo hacerte
gritar lo más fuerte posible ya que no habrá una niña de cuatro años
en la habitación de al lado?
—Gritar, ¿eh? Ese es un bonito reto. ¿Seguro que estás listo para
la tarea, viejo?
Él movió sus caderas dándole una dura demostración de cuánto
la deseaba.
—Sí, nena, estoy dispuesto a hacerlo.
—Bueno, entonces, ¿qué estamos esperando?
Le palmeó el culo.
—Dame treinta minutos. Entonces nos iremos. Primero tengo que
hablar con algunos de los muchachos.
Ella entrecerró los ojos.
—¿Qué? ¿Treinta minutos? Pero… tú estás… —balbuceó y señaló
su entrepierna—. Y ahora me tienes toda caliente y con ganas. —Su
voz bajó a una muesca por encima de un susurro.
Copper echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Anticipación, bebé. —Después de sacar a Shell de su regazo, la
besó y se dirigió a buscar a Zach.
Cuando estaba a unos tres metros de distancia, se volvió para ver
a Shell mirándolo, con una mirada hambrienta y ligeramente
enojada en el rostro.
Maldita sea, será mejor que Zach hablara jodidamente rápido.
Capítulo 14
Bueno, ¿Qué demonios se supone que debo hacer ahora?
Shell absorbió la atmósfera de la casa club. La fiesta de esta noche
era eléctrica. Los cuerpos (tenían que ser cerca de doscientos)
llenaban el espacio abierto frente al bar. Algunos bailaban, algunos
bebían y bastantes habían arrancado a tener sexo casual. Se movió
cuando la incómoda humedad entre sus piernas apareció. Maldita
sea Copper por excitarla. Ahora estaba atrapada en lo que podría ser
una película porno de bajo presupuesto con las bragas empapadas y
sin salida para su tensión. Al menos no por otros treinta minutos.
Con un suspiro, se abrió paso entre las parejas que se retorcían
con la barra como objetivo final. Bien podría beber durante la
próxima media hora.
—¿Qué puedo ofrecerte, cariño?—le preguntó uno de los nuevos
prospectos. Thunder era su nombre, y como era nuevo, se quedaba
atascado trabajando como barman en los peores turnos. Eso
explicaba por qué el pobre estaba sirviendo tragos durante la fiesta
más salvaje en mucho tiempo.
—Tomaré un gin-tonic, por favor, Thunder—dijo—. Y gracias. —
Siempre trataba de ser más dulce con los prospectos. Los pobres
tipos recibían tanta mierda de los miembros parchados que se sentía
obligada a traer un poco de sol a sus días lluviosos.
—Seguro, dulzura.
Shell lo estudió mientras le servía la bebida. El tipo era sureño
como el que más. Al menos su acento lo era. Se decía entre las damas
que Thunder era un apodo artístico y que este tipo tenía un trabajo
diurno o nocturno como stripper. No estaba segura de creer el
chisme. ¿Qué clase de stripper tenía libre el sábado por la noche para
asistir a una fiesta de moteros? A menos que fuera un stripper de
mierda trabajando en el turno de día. Sin embargo, si la forma sexy
en que inconscientemente movía sus caderas al ritmo de la música
mientras trabajaba en la barra era una indicación, él no apestaba.
Cabello color arena, barba a juego, un cuerpo que llenaba la parte
superior de su camiseta antes de convertirse en unos infernales
abdominales planos... sí, el hombre tendría billetes de dólar
colgando de cada centímetro de su tanga. O sunga. ¿Banana
hammock1? ¿Qué vestían exactamente los strippers masculinos?
—Aquí tienes, cariño.
—Gracias, Thunder. —Ella tomó un sorbo de la bebida y asintió
con aprobación. Después de un guiño rápido, se fue a atender a otra
persona.
—No estoy seguro de que a mi hermano mayor le guste que te
comas con los ojos a los polluelos de esa manera.
Su columna se envaró. Mierda. Cinco años de libertad de esa voz
se desvanecieron en un instante. Todo se precipitó en un abrir y
cerrar de ojos. El miedo, la impotencia, la ansiedad, la culpa, y la
vergüenza. Cada emoción negativa con la que su yo de dieciséis años
se había visto obligada a lidiar mientras no estaba preparada. Su
primer instinto fue enroscarse en una bola apretada, haciéndose lo
más invisible posible. Pero no podía encogerse, no podía mostrar
miedo, no podía correr. Enfrentar a Rusty era la única opción. La
asustada niña de dieciséis años que había sido ya no existía. Shell era
una adulta. Una madre con una hija a la que proteger por encima de
todo. Rusty no tenía poder sobre ella.
Mentira.
Una amenaza y estaría de vuelta donde había estado. Solo que
esta vez, sería aún peor. Ahora él tenía dos ases para jugar. Dos
personas por las que Shell movería cielo y tierra para proteger.
Copper y Beth.
Rusty se metió a su lado en la barra. Ella lo enfrentó, cavando
profundamente para reunir su coraje.
—Bienvenido a casa, Rusty.
—Bueno, gracias, muñeca. ¿Me extrañaste? —Los mismos ojos
verdes que Copper. Mismo pelo rojo y barba. Altura parecida.
Claramente cortados por la misma tijera física, las similitudes se
detenían allí. Mientras que Copper era rudo, crudo y feroz con un
corazón enorme que sangraba por todos y cada uno de los hombres
bajo su mando, Rusty no era más que un cínico narcisista empeñado
en satisfacer sus deseos en todo momento.
Y uno de ellos quería ser todo lo que era Copper y algo más.
Decir que Shell no confiaba en sus motivos sería el eufemismo del
año.
—Disculpa—dijo ella—. Copper me estará buscando en un
minuto. También podría ir a buscarlo. —Ella dejó su bebida y dio un
paso solo para que una mano fuerte le sujetara la parte superior del
brazo con una fuerza punitiva.
—No lo creo, muñeca. Tenemos algunos asuntos pendientes. —El
aire caliente y viciado le pasó por la oreja. Arrugó la nariz cuando el
fuerte hedor a alcohol rancio y hierba golpeó su nariz.
Balanceándose sobre sus pies, Rusty tiró de ella más cerca.
Estaba drogado. Lo que solo lo hacía más impredecible. Lo sabía
bien.
—No hay nada de lo que tengamos que hablar. —Shell trató de
apartar el brazo, pero el agarre solo se intensificó. El miedo se
deslizó a través de ella, no tanto de Rusty, había demasiados
hombres en la fiesta que nunca dejarían que le pasara nada. ¿Pero si
Copper vislumbraba las manos de su hermano sobre ella? La mierda
golpearía el ventilador de la manera más desordenada.
—Claro que sí, muñeca—barboteó él.
Dios, cómo odiaba el apodo. La había llamado muñeca todos esos
años atrás. Es exactamente lo que había sido ella para él. Una
muñeca que pudiera sacar del estante y jugar cuando quisiera. Un
juguete que tomaría lo que fuera repartido y no se defendería.
Escuchar el apodo nuevamente hizo que su estómago se revolviera,
y los recuerdos que esperaba que estuvieran enterrados durante
mucho tiempo salieran a la superficie.
—He estado lejos de las mujeres por mucho tiempo. Tengo
mucha necesidad acumulada si me entiendes. —Shell tembló. Su
lengua se espesó en su boca, incapaz de formar palabras. Por eso
necesitaba irse. Rusty no se detendría. Y una vez que descubriera
que había engendrado a su hija, sería su dueño.
Ella tenía que irse. Al abrir los ojos, vio a Izzy abriéndose paso
entre la multitud hacia ella. El alivio se apoderó de ella. Izzy era
fuerte, mucho más fuerte que Shell, y santa mierda, parecía que
estaba sedienta de sangre.
Ojos entrecerrados, fosas nasales ensanchadas y puños cerrados,
ella lo tenía todo. Jig lo llamaba su mirada de Oh-diablos-no y les
había advertido a todos que corrieran si la lanzaba en su dirección.
Ahora mismo, esa mirada era precisamente lo que Shell necesitaba
para reforzar su confianza.
—Suéltame, Rusty—dijo Shell mordiendo las palabras,
arrancándole el brazo de las manos. Se negó a frotar la piel dolorida.
No le daría la satisfacción de saber que le había hecho daño a la
tierna carne de la parte interna de su brazo.
—Hola, chica—dijo Izzy, acercando a Shell para abrazarla. Su
forma de alejar a Shell del alcance de Rusty.
—Bueno, bueno, bueno—dijo—. ¿A quién tenemos aquí?
—Izzy. —Ella extendió una mano—. Tú debes ser Rusty.
—En carne y hueso. —Se deslizó a su lado y le pasó un brazo por
los hombros—. Maldita sea, mujer, ese es un cuerpo impresionante.
Dile adiós a tu amigo. Tú y yo tenemos una cita en mi habitación.
Izzy resopló.
—No lo creo, amigo. Estoy segura como la mierda que no soy una
Honey, y segura como la mierda no puedes exigirme nada.
Con los labios curvados, Rusty gruñó.
—Mira, perra, tu culo está en mi casa ahora mismo. Si quieres
quedarte y jugar, tienes que pagar.
El movimiento en el estómago de Shell se transformó en una
acrobacia completa. Mierda. Esto podría ponerse feo rápidamente.
Izzy era del tipo que le mostraba a Rusty el error de sus modos con
un rodillazo a las bolas y un perverso gancho de derecha a la
mandíbula. Shell la había visto tumbar a un hombre corpulento en el
ring. Pero Izzy también estaba embarazada. Una pelea no solo haría
explotar la cabeza de Jig, sino que pondría a Izzy en riesgo. Shell
rezó para que su amiga se acordara de mantenerse tranquila.
—Rusty—dijo Shell—. Ella es…
—Cállate—ladró mientras su brazo caía de los hombros de Izzy.
A centímetros de su rostro, dijo—. Si no estás en mi habitación y de
rodillas en los próximos sesenta segundos, me aseguraré de que
nunca vuelvas a mostrar tu rostro aquí. ¿Entendido, perra?
Para crédito de Izzy, ella mantuvo la calma a pesar de las chispas
que salían de sus ojos. Ser incapaz de golpear el culo misógino de
Rusty tenía que estar matándola. En lugar de asesinarlo, se cruzó de
brazos y resopló.
—Estoy bastante segura de que mi hombre tendría algo que decir
al respecto.
—¿Quién diablos es tu hombre? —Rusty envolvió su mano
alrededor del brazo de Izzy como lo había hecho con Shell hacía
unos momentos.
—Jigsaw.
Echando la cabeza hacia atrás, Rusty se rio larga y ruidosamente.
Shell apretó los dientes al igual que los puños. Izzy parecía estar
haciendo lo mismo.
—Jig. Eso no tiene precio. ¿Vas a acusar a ese marica? ¿Crees que
te va a proteger? Estoy bastante seguro de que dejó que asesinaran a
su primera esposa. Confía en mí, estás mejor con un hombre de
verdad.
Shell inspiró profundamente. La esposa y la hija de Jig habían
sido asesinadas hacía unos siete años en un trágico acto de violencia
que casi lo destruye. Solo recientemente, con la incorporación de
Izzy a su vida, había comenzado a sanar y aprender a vivir de
nuevo. Las palabras de Rusty fueron un golpe ruin.
Izzy se quedó mortalmente tranquila. Los dos se miraron
fijamente y Shell supo que su amiga estaba empleando todas las
técnicas de contención que conocía para evitar enredar sus dedos
alrededor de la garganta de Rusty.
Algunas de las personas que estaban cerca se habían dado cuenta
de la interacción y comenzaron a formar un círculo alrededor de
Izzy, Rusty y ella. Shell miró por encima del hombro y buscó a
alguien que interviniera. Alguien que no se volviera loco y causara
una escena aún más grande.
Justo cuando estaba a punto de pedir ayuda a Mav, que era el
más cercano, Copper y Jig salieron de la oficina de Copper. Como
atraído por alguna conexión mística, la mirada de Jig se centró
directamente en Izzy. Su rostro se volvió atronador e
inmediatamente comenzó a empujar a través de la multitud, con
Copper pisándole los talones.
—Rusty—dijo Shell con voz tranquila y uniforme—. Jig viene de
camino hacia aquí. Quizás quieras dejar ir a Izzy. Se volverá loco si
tus manos están sobre su mujer cuando llegue aquí.
Rusty se volvió hacia ella, distraído por un momento, lo que
permitió a Izzy liberar su brazo sin luchar. Lo que Shell vio en los
ojos de Rusty la hizo temblar. La nada misma le devolvió la mirada.
Sin ira, miedo, odio, solo una mirada en blanco, fría como el hielo e
igual de dura.
—¿Crees que me importa una mierda? ¿Se supone que debo tener
miedo? No retrocedo por ningún hombre, muñeca.
—Será mejor que haya una buena razón por la que tienes tus
jodidas manos sobre mi maldita mujer. Estoy pensando que lo único
que va a ser jodidamente aceptable para eso en este momento es que
se esté desangrando y tú estés tratando de salvarle la vida.
Guau.
Nunca antes había escuchado a Jig hablar con una intención tan
letal. Rusty era hombre muerto si no elegía sus palabras con
cuidado.
—Bebé…—dijo Izzy. Cuando Jig la miró, levantó las manos y dio
un paso atrás—. Está bien, haz tu cosa de macho.
Rusty se giró lentamente con una sonrisa en el rostro y ni un
gramo de remordimiento.
—Mi culpa, hermano. Pensé que era una Honey. Confía en mí
cuando digo que ella lo estaba pidiendo. Prácticamente rogándolo.
—No, jodidamente no estaba…—comenzó Izzy.
Jig se abalanzó hacia delante, pero se detuvo cuando Copper le
tocó el hombro.
—Vamos a mantener la mierda tranquila. Rust, Izzy es la dama
de Jig. Ella recibe todo el maldito respeto que va con el título. Jig,
Rusty se fue hace mucho tiempo. Ya no conoce a todos. Claro que
solo fue un error estúpido. ¿Verdad, Rust?
Rusty resopló y puso los ojos en blanco.
—Claro, hermano mayor. Lo que digas. Siempre tienes la jodida
razón.
Copper frunció el ceño y el corazón de Shell se encogió. La
ceguera de Copper era demasiado grande en lo que a Rusty se
refería. Estaría aplastado cuando todo se volviera tan claro como
sucedería algún día. Demasiado veneno fluía por las venas de Rusty
para que no arruinara la imagen de Copper de quién era su hermano
menor.
—El maldito animal todavía debería estar en su jaula—murmuró
Jig en voz baja.
Rápido como una cobra, Rusty arrojó el líquido de su vaso
directamente a la cara de Jig. El alcohol salpicó tanto a Jig como a
Copper. El sonido de cristales rotos ahogó el gruñido de sorpresa de
Jig. Ni siquiera un segundo después, el puño de Rusty se clavó en la
mandíbula de Jig. Jig se tambaleó hacia atrás dos pasos antes de
volar hacia adelante con su propio golpe.
—Hijo de puta—gritó Izzy mientras daba un paso adelante.
Shell la agarró del brazo y tiró de ella hacia atrás, mirándola
duramente.
—Ni siquiera lo pienses, mamá—dijo ella.
La mano de Izzy cayó sobre su vientre.
—Mierda. —Miró impotente a los hombres golpeándose entre sí.
—Rusty, ¿qué diablos?—gritó Copper mientras envolvía un
grueso brazo alrededor del pecho de su hermano.
Rocket apareció detrás de Jig, capturándolo por debajo de los
brazos y tirando de él hacia atrás. Al principio, Jig luchó, con las
fosas nasales dilatadas como un toro furioso. Pero Rocket le susurró
algo al oído que hizo que Jig mirara a Izzy y se tranquilizara. Ella
asintió con la cabeza, pero no se acercó.
Rusty todavía gritaba obscenidades y comentarios lascivos hacia
Jig e Izzy.
—¡Suficiente!—rugió Copper finalmente mientras empujaba el
centro del pecho de Rusty. Parpadeando, Rusty se tambaleó hacia
Zach, quien sostenía su fiel bate, Louie, y parecía listo para reventar
cabezas.
—Rust, jodidamente ve a mi oficina ya. Izzy, lleva a tu hombre a
casa y cálmalo. Quiero que esté aquí mañana al mediodía. —
Después de mirar a la multitud de espectadores, Copper gritó—. El
show terminó. Volved a beber y follar. Thunder, limpia este vaso.
Rusty salió corriendo hacia la oficina de Copper con Zach
siguiéndolo.
La tensión de los últimos quince minutos comenzó a desaparecer
de Shell cuando Izzy la abrazó y susurró:
—Gracias, chica. —Hicieron planes rápidos para llevar a Beth al
patio de recreo después del turno de cena dominical de Shell,
entonces Izzy se deslizó bajo el brazo de su hombre y juntos se
dirigieron hacia la salida.
Shell se llevó una mano temblorosa al pelo y se lo colocó detrás
de la oreja. A pesar de que estaba acostumbrada a estos tipos, y eso
significaba peleas de borrachos ocasionales, eso había sido más
intenso de lo habitual y la había conmocionado. Miró hacia arriba y
encontró a Copper mirándola.
—¿Estás bien?—le preguntó mientras tomaba su mano y la
acercaba.
—Si. Eso creo. Eso fue un poco inesperado. —Ella le dio una
pequeña sonrisa.
—Joder, sí lo fue. —Copper se rascó la barba.
Con una sonrisa genuina esta vez, Shell se estiró y acarició el
suave cabello. Un sonido sordo reverberó en el pecho de Copper.
—Empiezas a acariciarme ahora, nena, y estarás inclinada sobre
esa barra antes de que puedas parpadear. —El hombre tenía una
boca muy sucia. Debajo de su sostén de encaje y su camiseta
ajustada, sus pezones se endurecieron. No es la amenaza más
efectiva de Copper. Él se inclinó y le dio un rápido y fuerte beso—.
Dame diez minutos para ocuparme de Rusty y saldremos de aquí.
Necesito mis manos sobre ti.
El calor se acumuló en su vientre. Sí, sus manos sobre ella
sonaban como el plan perfecto. Ella arrugó la nariz. Pero primero…
—Tal vez quieras tomar una ducha. Hueles como una destilería.
—¿Me acompañarás?
¿Agua tibia, vapor y un Copper enjabonado? Cuenta con ella.
—Sí. Ahora ve. Y date prisa.
Después de otro beso, un poco más largo esta vez, Copper le
apretó el culo y se dirigió a su oficina.
Shell mantuvo su atención en su espalda en retirada, bueno, tal
vez en la contracción de su apretado culo en retirada. No había duda
en su mente, Rusty se abriría camino para escapar de la mala
voluntad de Copper. Era su dinámica. Rusty la cagaba y Copper
limpiaba el desorden, poniendo excusas por su hermano.
Ella suspiró.
Una tormenta endemoniada estaba en el horizonte y Shell temía
que no había forma de encontrar refugio antes de que tocara tierra.
Capítulo 15
Copper esperaba un período de ajuste para Rusty después de que
regresara de prisión, ¿pero faltarle el respeto a una dama y golpear a
otro hermano? Eso no lo había previsto.
—¿Qué carajo, Rusty?—preguntó Copper mientras cerraba la
puerta detrás de él, ahogando al menos parte del caos.
Por un momento, el desafío brilló en los ojos de Rusty antes de
encogerse de hombros.
—Ese hijo de puta me molesta. Siempre lo ha hecho. —Con un
resoplido, se dejó caer en la silla de cuero de Copper.
Ok, parecía que él estaba parado en su propia oficina. Estaría
condenado si se sentaba al otro lado del escritorio frente a Rusty en
la silla número dos. Cruzándose de brazos, se apoyó contra la puerta
cerrada.
—No puedes andar coqueteando con las damas.
Rusty abrió un cajón y sacó el whisky que Copper había
compartido con él hacía unos días. Por alguna razón, eso lo frotó de
la manera equivocada. En el pasado, Rust al menos había respetado
el papel de Copper como presidente. Ahora, parecía que sentía que
tenía derecho a hacer lo que quisiera.
Es tu maldito hermano, y acaba de salir de la puta prisión.
—No sabía que era una dama. —Desenroscó la tapa y bebió un
largo trago directamente de la botella—. Y al carajo esa mierda.
¿Desde cuándo las damas han superado a los hermanos por aquí?
—Los hermanos siguen siendo lo primero, pero una dama
siempre ha tenido una posición de respeto. Son una parte vital de la
familia. Pregúntale a cualquiera de esos tipos, y morirían por su
mujer igual que morirían por el club.
Rusty soltó un sonido de mofa y tomó otro trago. Necesitaba
plantarse boca abajo en su cama y dormir durante las próximas doce
horas. Solo.
Él se puso de pie, botella en mano.
—¿Terminamos aquí? Voy a buscar un coño más complaciente. —
Al rodear el escritorio, se detuvo a medio metro de Copper—. ¿Vas a
bloquear mi camino, hermano mayor?
—Mira, Rust, no puedo pretender saber cuánto apesta estar en
prisión. Y no tengo ni idea de cómo te sientes cuando te dejan caer
aquí después de que han pasado cinco años. La mierda ha cambiado,
y eso no puede ser fácil. Pero tienes que bajar un poco el tono. No
puedo permitir que empieces una mierda. ¿Escuchaste?
Se miraron el uno al otro por un momento. Algo brilló en la
mirada de Rusty. Un destello frío y rebelde que Copper nunca antes
había presenciado. Algo cercano al odio. Por un segundo, Copper
pensó que Rusty podría golpearlo con esa botella. Pero entonces
parpadeó y eso desapareció. Sus labios se curvaron.
—Mierda, Cop, sé que tengo que poner mi cabeza en orden. Pasé
cinco años endureciéndome y demostrando que no recibo una
mierda de nadie. —Se encogió de hombros—. Un hábito ahora. —
Dio un paso adelante y extendió su mano libre—. No volverá a
suceder.
Copper agarró la mano de su hermano y tiró de él hacia adelante.
Se abrazaron y se dieron palmadas en la espalda.
—Me alegro de que estés aquí—dijo Copper.
—No vas a llorar y mojar toda mi camiseta, ¿verdad?
Con una carcajada, Copper empujó a Rusty hacia atrás.
—No, imbécil. No vale la pena llorar por tu feo culo.
Toda la tensión de momentos atrás se evaporó.
—¡Vete a la mierda! Ahora sal de aquí y ve a darle un poco de
verga a tu mujer—dijo Rusty.
Esa era una maldita buena idea.
—Cierra detrás de ti cuando te vayas, ¿de acuerdo? No quiero
que nadie hurgue en mi mierda cuando esté demasiado borracho
para encontrar el cagadero.
—Lo tienes, hermano mayor.
Después de un último abrazo, Copper salió en busca de Shell. La
encontró sentada en la barra, riéndose de algo que dijo el chico
nuevo. Thunder parecía prometedor, pero Copper no estaba seguro
acerca de su elección de carrera. No era desnudarse lo que le
importaba, joder si el tipo podía ganar dinero sacudiendo su paquete
en la cara de las mujeres, más poder para él, pero el horario no era
exactamente propicio para los negocios del club. Quedaba por ver
qué tan disponible y leal sería con el club. Hasta ahora, había sido un
prospecto modelo.
Aunque mirar las tetas de Shell como si fueran un regalo para él
era algo que iba a terminar en los próximos treinta segundos.
Copper se coló detrás de Shell, apoyando sus manos en su caja
torácica justo debajo de sus tetas. Con un pequeño gesto, nadie lo
notaría, pasó los pulgares por los lados de los montículos que habían
estado en su mente constantemente los últimos días. No había
pasado suficiente tiempo saboreándolo, chupándolos,
exprimiéndolos.
Algo que él planeaba remediar en un futuro muy cercano.
—¿Lista para salir, hermosa?—preguntó mientras hacía contacto
visual con Thunder.
El prospecto asintió una vez y levantó las manos en señal de
rendición.
—Divertíos, niños. —Siguió adelante por la barra. Bueno. El chico
lo entendió. Sabía que nunca conseguiría el parche tanto como si
tropezaba con Shell en el futuro.
Shell lo miró, la preocupación en sus ojos celeste.
—¿Todo bien con Rusty?
Lo último que Copper dejaría que Shell hiciera era estresarse por
la mierda del club. Ella tenía un plato rebosante como estaba. No
necesitaba que los detalles de los asuntos de su club pesaran en su
mente, así como todo lo demás con lo que lidiaba.
—Todo bien, bebé. Vamos a montar.
Quince minutos después, la polla de Copper estaba tan dura que
no estaba seguro de que quedara suficiente sangre para que su
cerebro recordara el camino a la casa de Shell. En el momento en que
se subió a su moto, ella metió las manos debajo de su camiseta y
murmuró:
—Hace mucho frío—y había estado acariciando suavemente su
piel desde entonces.
Conducir una moto con una polla rígida no era una hazaña fácil.
Especialmente con una pasajera que parecía conocer su efecto y
usarlo a su favor. Sus uñas cortas arañaron sus abdominales
inferiores justo cuando él giraba hacia su camino de entrada.
—Vas a pagar por ese viaje, bebé—dijo después de apagar el
motor.
Risitas flotaron sobre su hombro. Shell no solía tener la
oportunidad de estar desinhibida y sin responsabilidades. Eso hacía
que las ocasiones en las que realmente podía soltarse y divertirse
fueran más dulces.
—Te lo merecías—susurró ella—. Por atormentarme así en la casa
club. Luego tuve que viajar contigo y esa máquina vibratoria gigante
entre mis piernas durante casi diez kilómetros. En este momento
estoy tan cachonda que probablemente podría correrme solo de ver
cómo te desnudas.
Copper gimió. Maldita descarada.
—Desmonta, Shell. Entra a la casa. No quiero follarte aquí afuera
en el frío, pero no confío en mí para tocarte sin tomarte.
Un escalofrío la recorrió, haciendo que su cuerpo se estremeciera
contra su espalda, pero no tenía nada que ver con el frío. Apostaba
que si metía la mano en cualquier trozo de bragas que ella estuviera
usando, estaría goteando.
Shell hizo lo que le pidió, agarrándose a sus hombros para
sostenerse mientras pasaba la pierna por encima de la moto. Su culo
se meneaba en un patrón hipnotizador mientras caminaba hacia la
casa. Cuando llegó a los dos escalones que conducían a su pórtico,
miró por encima del hombro con una ceja arqueada.
—¿Vienes?—preguntó.
—Después de que tú lo hagas al menos dos veces. —Desmontó la
moto y la siguió.
Esos magníficos iris azules se volvieron más azules,
asemejándose al océano justo antes de una turbulenta tormenta.
Tomó las llaves de sus manos y abrió la puerta. Sosteniéndola
abierta, hizo un gesto para que entrara. Una vez que estuvo dentro,
hizo un rápido barrido visual de su jardín. Llámalo paranoico, pero
él se preocupaba constantemente por su seguridad.
—Querías ducharte, ¿verdad? —Shell se mordió el labio inferior y
se echó hacia atrás sobre los talones, pareciendo repentinamente
insegura—. Puedo tirar tu ropa en la lavadora mientras estás ahí.
¿Quieres un trago o algo?
La divagación era linda pero innecesaria. ¿Por qué diablos tenía
que estar nerviosa? La mujer prácticamente lo tenía agarrado de las
pelotas.
—Sí—dijo—. Necesito ducharme, pero no hay manera de que
vaya allí sin ti. A la mierda la ropa. Podemos lavarlas más tarde. No
habrá nada entre nosotros esta noche, así que la ropa no importa.
—Oh—dijo ella, con los ojos muy abiertos y la boca formando
una adorable O.
—Vamos. —Él aún no la había tocado, sobre todo porque quería
decir lo que había dicho afuera. En el momento en que pusiera sus
manos sobre ella, la iba a follar. Y no quería hacerlo oliendo como el
whisky barato que Rusty le había echado en la ropa.
Shell abrió el camino hacia su pequeño pero limpio baño. Ella
había decorado el espacio con un tema rústico. Toda la pequeña casa
estaba decorada de la misma manera. Ella nunca lo había dicho, pero
la forma en que había arreglado su lugar lo llevó a creer que
anhelaba vivir en una cabaña de campo en el bosque. La casa era
cálida, tentadora, acogedora y nunca dejaba de llevarlo a un estado
de comodidad que no lograba encontrar en su propio espacio.
Aunque tal vez era más la mujer que la atmósfera.
Cuando entró al baño, inmediatamente abrió la ducha, probando
el agua.
—Dale unos minutos. Toma un tiempo calentarse.
La ducha definitivamente no era grande, pero sería más que
adecuada si estuvieran dispuestos a acercarse un poco. Como lo
estaba Copper. Cuanto más cerca, mejor.
Copper cruzó los brazos agarrando el dobladillo de su camiseta y
se la quitó por la cabeza. La atención de Shell permaneció clavada en
él mientras movía las manos al botón de sus vaqueros. Lamiéndose
los labios, alcanzó la cremallera.
—No—ladró él, más fuerte de lo que pretendía. Si lo tocaba, se
correría de inmediato y él tenía una fantasía que quería cumplir esta
noche.
Ella saltó y tiró su mano hacia atrás. Terminando el trabajo,
Copper se bajó los vaqueros por las piernas. Se había olvidado de la
ropa interior. ¿Cuál era el punto? Solo estrangularía la erección que
sabía que iba a estar meneando toda la noche.
Shell se quedó mirando su polla mientras salía de los vaqueros,
golpeando contra su estómago.
—Desnúdate—dijo él—. Luego entra en la ducha.
Ella lo miró a los ojos antes de inclinarse hacia adelante y bajar la
larga cremallera que corría a lo largo de su bota. Una vez que se
quitó lo que podría usarse como un arma mortal, hizo lo mismo con
la otra. Entonces vinieron los pantalones negros pecaminosamente
ajustados. Copper agarró la base de su polla mientras deslizaba el
material engomado sobre la cadera de ella. Cuando se fueron, ella se
enderezó. Un diminuto tanga rojo que hacía juego con su camiseta se
aferraba a los pliegues húmedos de su coño.
—Todo—logró decir él.
Ella se había distraído y dejó de quitarse la ropa, mirándolo
fijamente mientras se acariciaba.
—Shell. Jodidamente desnúdate.
Con una risa, cruzó los brazos agarrando el dobladillo de la
ajustada camiseta y se la quitó, centímetro a centímetro. Copper
gimió al ver sus generosas tetas envueltas en seda roja. Subían y
bajaban en un ritmo rápido, haciéndose eco de la fuerza de sus
respiraciones.
—Copper—susurró ella—. Solo me estás mirando, y siento que
podría correrme.
Él movía la mano hacia arriba y hacia abajo por su polla a un
ritmo pausado.
—Estoy ahí contigo.
Entonces, ella sonrió, un extra de confianza en su expresión. A las
mujeres les gustaba saber que tenían poder sobre los hombres con
sus cuerpos. Extendiendo el brazo detrás de su espalda, desabrochó
el sostén con femenina facilidad y lo dejó caer al suelo, a un lado.
—Jódeme—susurró Copper—. Juro por Dios que son aún más
sexys que el miércoles. —Generosas, altas, con pezones apretados y
puntiagudos, esas tetas gritaban por su boca. Pero él todavía no se
movió hacia ella—. Bragas.
La sonrisa femenina se volvió perversa. Con los pulgares en el
hilo sedoso que envolvía sus caderas, se bajó las bragas por sus
piernas bien formadas y se las quitó. Había esperado que las lanzara
en su dirección para poder inhalar su excitación, pero no tuvo suerte.
Aunque lo que hizo podría haber sido aún mejor.
—Seguro que están mojadas—dijo ella en un tono ronco que
traicionó su deseo.
Copper solo sonrió.
—Párate debajo del chorro.
—En un minuto. —Apretó las bragas húmedas, las levantó y las
pasó por sus pechos. Con un gemido, hizo una pausa y prestó
especial atención a sus pezones, raspando la tela sobre las puntas
sensibles.
El cuerpo entero de Copper se sacudió con la aguda oleada de
excitación. Apretó la base de su polla para evitar disparar su corrida
por todo el cuarto de baño. Su cabeza daba vueltas mientras más
sangre fluía hacia el sur.
—Shell—gruñó.
Su cabeza cayó hacia atrás en otro gemido mientras continuaba
torturando sus pezones con el material empapado, imprimiendo el
olor de su excitación en su piel.
—Se siente bien. —Su mano libre subió y agarró el otro pezón,
pellizcándolo y haciéndolo rodar entre sus dedos—. Aunque nada se
siente tan bien como tu boca.
Iba a perder la cabeza en unos tres segundos.
—Métete en la puta ducha—dijo él.
Shell se rio.
—Tan serio—dijo y arrojó la seda roja a sus pies. Dos pasos hacia
atrás más tarde, estaba en la ducha y bajo el chorro. El agua saturó
su cabello, apelmazó sus rizos y los alargó hasta que ya no existían.
Riachuelos de agua corrían por su cuerpo, creando senderos que
Copper quería capturar con la lengua.
—Abre las piernas.
Esta vez, ella obedeció de inmediato, separando los pies más
anchos que los hombros.
—Siéntate.
Un banco estrecho se extendía a lo largo de la pared trasera de la
ducha. Lo suficientemente grande como para que ella pudiera
apoyar su culo, pero no sería lo más cómodo.
Una vez más, ella obedeció y mantuvo las piernas abiertas. Tan
confiada, tan generosa, tan suya.
Ahora tenía una vista frontal completa de su coño brillante a
juego con sus tetas resbaladizas. La perfección... casi.
—Tócate.
Había pensado que ella podría dudar, pero pronto descubrió que,
en lo que al sexo se refería, Shell no era para nada lo que esperaba.
Era abierta, curiosa, se excitaba cuando le hablaba sucio y, lo más
importante de todo, parecía disfrutar siguiendo sus instrucciones.
Ella lo miró, le permitió dirigir, aceptó sus instrucciones.
Dándole un buen ejemplo, sin dudarlo, deslizó la palma de la
mano sobre la pequeña hinchazón de su vientre y directamente hacia
su montículo. Pasando por alto el clítoris, separó los pliegues con el
pulgar y el dedo medio y metió el índice directamente en el canal
resbaladizo. Se moría por ver la expresión de felicidad en su rostro,
pero no podía apartar la mirada de donde su coño devoraba su
dedo.
Metiendo y sacando el dedo, aceleró el ritmo y después agregó
un suave empujón de cadera, montando sus propios dedos.
Deseó que el agua no estuviera corriendo para poder escuchar el
chapoteo de su humedad mientras se follaba. Pero se congelaría si
cortaba la ducha caliente ahora que estaba empapada.
Copper acarició su polla hinchada, con más fuerza más cada vez
que Shell gemía. Su verga estaba tan llena y tensa que la piel se
sentía estirada al máximo.
—Otro dedo.
Un gemido salió de sus labios. Su cabeza cayó hacia atrás contra
la pared mientras insertaba un segundo dedo y continuaba
follándose.
—Pellizca tu pezón. —De color malva intenso y erectos, esas
puntas necesitaban atención.
—Copper—dijo ella, jadeando por aire—. No voy a durar mucho.
Voy a correrme. Me tenías demasiado excitada en la casa club.
—Bien—dijo acariciando más rápido. Los músculos de su
abdomen se tensaron cuando ella tiró de su pezón izquierdo—.
Joder, quiero esos bebés en mi boca. ¿Quieres eso? ¿Te gusta cuando
te chupo las tetas?
—Me encanta—dijo, arqueando las caderas desde el banco.
Ahora se tocaba con furia. La mano embistiendo en su coño una y
otra vez.
—Hazte correr.
—Quiero… ahh… quiero…
—¿Qué, bebé? ¿Qué quieres? ¿Mi polla en ese coño hambriento?
Ella negó con la cabeza, rodándola contra la pared de azulejos.
Todo el tiempo, su mirada había estado fija en su mano acariciando
su polla.
—¿No quieres eso?—preguntó, ralentizando sus caricias. No lo
creía ni por un segundo.
—Te quiero en mi boca—dijo, mientras levantaba la mirada para
encontrarse con la de él.
Él se congeló por un segundo, con la mente en blanco. Mierda,
oficialmente había muerto y se había ido al cielo.
—¿Quieres que me folle esa bonita boca?
—Sí, Copper. —Ella gimió de nuevo.
—Ok, cariño. Córrete para mí. Déjame ver ese hermoso rostro
perderse en el placer y te daré de comer mi polla como recompensa.
—Sí—dijo ella. Agregó su pulgar a la mezcla, frotándose el
clítoris con movimientos cortos y rápidos. Claramente, Shell
entendía esto como una ciencia. Retorciendo su pezón con más
fuerza de la que esperaba, se tocó y frotó su clítoris al mismo tiempo.
Copper no pudo hacer otra cosa que quedarse boquiabierto ante
el espectáculo en vivo que tenía delante. Era mucho más de lo que
había fantaseado, pero lo que más le conmovió fue la confianza de
Shell en él. Y claro, hubo hombres antes que él, ella era madre por el
amor de Dios, pero siempre había habido un aire de inexperiencia a
su alrededor. Saber que ella confiaba en él lo suficiente como para
desnudar su cuerpo de esa manera era una lección de humildad.
—Me voy a correr—dijo ella con voz aguda y tensa.
—Joder, sí—respondió. Había dejado de masturbarse a favor de
verla caer al precipicio. Sus dedos se aceleraron y en el segundo
siguiente, su espalda se arqueó, alejándose de la pared mientras su
rostro se contraía de placer. Su mano cayó de su pecho y agarró el
borde del banco resbaladizo mientras gritaba su orgasmo. Copper
podría mirarlo una y otra vez. Ese momento cuando su mente cedió
y su cuerpo estalló en éxtasis. Por suerte para él, tenía toda la noche
para hacer precisamente eso.
Sus ojos se cerraron y se hundió contra las baldosas mientras
descendía desde lo más alto del placer.
Él avanzó, entrando en la pequeña cabina y bajo el espeso rocío.
Demasiado alto para pararse directamente debajo del cabezal de la
ducha, el agua golpeaba contra su costado.
Con un paso, estaba en posición, la polla directamente frente a
sus labios flojos. Copper acunó su mejilla.
—Ábreme esos ojos, Shell.
Sus ojos se abrieron y él fue testigo del momento en que ella
descubrió su erección tan cerca de su boca. Se le cortó la respiración
y se lamió los labios, dándoles una capa brillante. A pesar de que
todavía estaba a centímetros de su pene, juró que sintió su lengua
mientras se asomaba y se deslizaba por sus labios.
—¿Hambrienta de mí?—preguntó.
—Famélica—graznó ella.
—¿Confías en mí? —La miró esperando que esa hermosa mirada
se elevara hacia la suya. Cuando lo hizo, ella asintió.
—Completamente.
Eso en sí mismo era un afrodisíaco.
—Entonces abre, cariño. Y mantén esas manos en el banco.
Sus ojos se encendieron, y contuvo el aliento. Por ser la primera
vez que lo chupaba, él pedía mucho. Le pedía que confiara en él lo
suficiente como para tener el control de qué tan profundo, qué tan
rápido y cuánto tiempo su polla viajaría por su garganta. Ni un
atisbo de duda cruzó su rostro cuando curvó diez dedos sobre el
borde del banco y dejó caer la mandíbula inferior.
Maldita sea, eso era un espectáculo. Shell sentada frente a él, con
la boca abierta y los ojos lujuriosos mirándolo fijamente. Tomó una
imagen mental que le duraría toda una vida de noches solitarias, si
ella alguna vez lo dejaba.
No es que aceptara esa decisión.
Lentamente, metió la polla en su boca. Ella mantuvo los labios
abiertos, pero arremolinó la lengua alrededor de la punta cuando
cruzó el umbral hacia el calor. No quería impresionarla, ni asustarla,
así que dejó de moverse antes de golpearla en la parte posterior de la
garganta. Sus labios se cerraron alrededor de él e inmediatamente
una succión caliente y dura envolvió su polla.
Copper era presidente de un MC, y había tenido su parte de
mamadas. Nunca un segundo de sexo oral casi lo puso de rodillas y
le hizo aullar a la luna simultáneamente.
—Joder, Shell—gruñó cuando sus manos golpearon la pared
sobre su cabeza. Sin ella para conectarse a tierra, temía que se
derretiría en el agua que drenaba en remolinos por el desagüe. Su
boca estaba malditamente caliente—. Esa boca es jodidamente letal.
Él no se había vuelto a mover, así que ella tomó el asunto en sus
manos, retrocediendo y chupándolo profundamente una vez más,
solo que esta vez, su polla chocó contra la parte posterior de su
garganta. Ella se atragantó levemente, la presión de su garganta al
tragar apretando la punta de su polla.
—Dios. —De ninguna manera iba a durar más de dos minutos.
Inclinó la cabeza y quedó completamente cautivado por la imagen
de ella. La boca abierta ampliamente para acomodar su tamaño, los
ojos cerrados, los labios estirados alrededor de su circunferencia, las
yemas de los dedos blancas por la fuerza que necesitaba para
mantener su agarre en el banco.
Ella aflojó la presión, permitiéndole deslizarse casi por completo
de sus labios y mantuvo la boca abierta mientras él se empujaba
suavemente de nuevo. Esta vez, cuando golpeó su garganta, estaba
preparada y tragó. Nunca nada se había sentido tan bien. Era hora
de ponerlo en marcha antes de que disparara por la garganta
demasiado pronto.
—¿Lista para más?
Con los ojos en los suyos, ella asintió y tarareó alrededor de un
bocado de polla. Las vibraciones viajaron por su tronco y parecieron
asentarse en sus testículos haciendo que sus caderas se movieran
hacia adelante involuntariamente. Después de eso, comenzó el
juego. Una y otra vez, empujó profundamente en su boca. Por un
segundo, le preocupó que fuera demasiado, pero el placer era tan
agudo, tan abrumador que no podría detenerse aunque un arma
estuviera en su sien. Shell no tenía quejas, tomaba cada dura
estocada en su garganta y lo chupaba como si estuviera tratando de
quitarle la piel.
No pudo haber sido más de un minuto después cuando sus bolas
se pusieron tensas y pesadas. Los músculos de su estómago
parecieron contraerse en un apretado rollo de tensión. Sus manos
cayeron de la pared a su cabeza, y empujó profundamente una
última vez, vertiendo todo lo que tenía en su garganta.
Ella tragó convulsivamente mientras trataba de seguir el ritmo de
su orgasmo.
Cuando se agotó y su polla ya no se contrajo, se dio cuenta de
que todavía estaba apretando su pesado cabello húmedo. Shell relajó
la mandíbula y dejó que su verga marchita se deslizara por su boca.
Él jadeó y se sacudió cuando la punta hipersensible pasó por sus
labios.
Copper la miró fijamente durante un segundo y entonces la
levantó por debajo de los brazos. Sus pies abandonaron el suelo
cuando él la besó en los labios, con fuerza. Después su mandíbula,
su cuello, a lo largo de la parte superior de sus pechos.
—Vamos a limpiarnos y te devolveré el favor—dijo mientras
dejaba que ella se deslizara por su cuerpo y tomaba una botella
coralina de gel de baño.
—En realidad—dijo Shell y su rostro se volvió de un adorable
tono rosado. ¿Cómo podía estar avergonzada ahora, después de que lo
chupó como una estrella porno? —. Me preguntaba si harías algo por
mí cuando salgamos.
—Ohh—movió las cejas—. Suena prometedor.
Con una risita, sacudió la cabeza y desvió la mirada.
—¿Me abrazarías por un rato?
La vulnerabilidad en su voz lo mató. Como madre soltera con
dos trabajos y única responsable de la seguridad y la felicidad de
una niña, tenía que estar agotada. Demonios, él sabía que lo estaba.
Haría cualquier cosa en el mundo para darle un poco de alivio y
consuelo.
Agarrando su barbilla, inclinó su cabeza hacia arriba y la besó en
los labios.
—Te abrazaré todo el tiempo que me necesites, Shell. Para
siempre si eso es lo que quieres.
Ella se tensó, solo por un fugaz segundo. Si no hubiera estado tan
en sintonía con su cuerpo, se lo habría perdido, pero allí estaba. ¿Fue
su uso de la palabra para siempre?
Con una pequeña sonrisa, Shell se dio la vuelta y exprimió una
gran cantidad de gel de baño en una cosa esponjosa púrpura.
Aunque él lo había visto. El rápido destello de tristeza en sus ojos.
Por alguna razón, Shell no creía que esto fuera a durar mucho
tiempo.
¿Era él? ¿Dudaba de él? ¿O era algún fantasma que acechaba en
su pasado lo que le impedía ir por todo?
Todas buenas preguntas, pero la mayor de todas rebotaba en su
cabeza como una pelota de ping pong. ¿Cuándo diablos había
empezado a pensar él en términos de para siempre?
Capítulo 16
Shell se despertó antes de que el sol pensara siquiera en iluminar
el cielo, no estaba acostumbrada a un enorme hombre desnudo
calentando su cama hasta el punto de ebullición.
Tanto literal como figurativamente.
Con cuidado de no empujar a Copper, retiró el edredón,
permitiendo que el aire fresco que tanto necesitaba bañara su cuerpo
desnudo. Por supuesto, quince segundos después, estaba temblando
y tirando de las mantas hasta su barbilla una vez más.
Se puso de lado y cerró los ojos. También podría permitirse
algunas horas más de sueño. Su turno en el restaurante del domingo
por la mañana no empezaba hasta las ocho, lo que significaba que
tenía otras dos horas para dormir antes de tener que arreglarse.
Como si eso fuera a pasar. Con un suspiro, abrió los ojos y se
quedó mirando la forma dormida de Copper. No era frecuente, por
no decir nunca, que tuviera la oportunidad de estudiarlo tan de
cerca sin su conocimiento. Su cuerpo era tan... grande. Esa era una
palabra diminuta, pero nada más lo describía con mayor precisión.
Manos grandes, pies grandes, grande en estatura, grandes músculos,
grandes... otras cosas. Se había quedado dormida rodeada de él. La
sensación de seguridad y protección que se producía al dormir junto
a un hombre fuerte no era algo que pudiera igualarse. Ningún
sistema de alarma, pistola en una mesita de noche o perro ladrando
se comparaba con el conocimiento de que otro humano la cuidaba y
haría lo que fuera necesario para mantenerla a salvo.
Shell quería aferrarse a ese sentimiento de forma permanente.
Estaba tan cansada de estar siempre a cargo, siempre tomando
decisiones importantes, siempre soportando las cargas. Eso no
quería decir que no valorara ser una mujer independiente. Era
imperativo saber que era capaz, capaz de manejar los desafíos de la
vida por su cuenta. Le había demostrado al mundo, y especialmente
a su madre, que era autosuficiente, responsable y digna de
confianza. Ella no necesitaba a nadie. Especialmente no a un hombre.
Sobrevivía sola, criando a una hija feliz y saludable.
Y odiaba cada segundo de ello. Las feministas de todo el mundo
probablemente se avergonzarían, pero así era. Estaba harta y
cansada de hacerlo sola. No necesitaba un hombre, pero quería uno.
No para que le quitara su independencia o asumir sus roles, sino
para compartir la vida. Para complementarse, consolarse, apoyarse y
matar la soledad que le aplastaba el alma cuando se iba a la cama
sola cada noche.
Y no quería a cualquier hombre. Sólo al que yacía a quince
centímetros de distancia, con el pecho subiendo y bajando con el
suave ritmo del sueño. Copper era fuerte. Lo suficientemente fuerte
como para golpear cualquier bola curva que la vida le arrojara y
sacarla del campo.
Ella suspiró. ¿Cómo se había convertido lo que comenzó como su
mirada boquiabierta ante su sexy cuerpo tatuado en una reflexión
tan sensiblera de su existencia?
Bueno, yacer allí durante las próximas horas no tenía sentido.
Bien podría levantarse y preparar un buen desayuno para ella y
Copper para compartir antes de que tuviera que salir corriendo al
trabajo. Sin hacer ruido, se deslizó fuera de la cama, temblando
cuando los dedos de sus pies tocaron el frío suelo de madera. Metió
los pies en las pantuflas que tenía junto a su cama y fue en busca de
su ropa. Al menos, ese era el plan hasta que vio la camiseta de
Copper colgando del borde de su cama. Usar la camiseta de algodón
de gran tamaño que había estado absorbiendo el aroma de Copper
toda la noche parecía una opción mucho mejor.
Se la pasó por la cabeza y se dirigió a la cocina, encendiendo las
luces al pasar. A Copper le encantaban los wafles por la mañana y
tenía una fantástica receta de wafles de suero de mantequilla que
había heredado de su abuela. Una de las pocas cosas que recibió de
su madre.
Y ella tenía una gofrera... en alguna parte. Shell estaba de pie en
el centro de la cocina, rascándose la cabeza. Durante su último
ataque de organización, había guardado la cosa en un lugar
perfectamente lógico para que la próxima vez que la necesitara,
estuviera accesible... ¿verdad?
Eso demostraba la frecuencia con la que preparaba el desayuno.
Trabajar en un restaurante le aplastaba un poco el deseo de cocinar
por la mañana. Ella giró sobre un talón. ¿Estaba en la despensa? ¿El
armario bajo con las ollas y sartenes? Tal vez en lo alto...
Entonces la golpeó… la había escondido prácticamente en el
lugar más alto de la cocina. Por supuesto. Midiendo un metro
cincuenta y ocho, no podría alcanzar el cuarto estante de sus
armarios aunque su vida dependiera de ello. Afortunadamente,
tenía toda una vida de práctica escalando encimeras.
Con un pequeño gruñido, se subió sobre la encimera. Si pudiera
recordar en qué gabinete había metido la maldita cosa. Comenzando
con el que estaba más cerca del fregadero, abrió la puerta y se puso
de puntillas. Incluso con los pocos centímetros de más, le costaba ver
el estante superior, así que metió la mano. Un plato para servir... un
mantel... oh, esa vela de cupcake de vainilla que había estado
buscando. Pero ninguna gofrera.
—Vamos, ¿dónde diablos te escondes?—murmuró mientras
cerraba el armario y pasaba al siguiente—. ¿Estás aquí? —Pasó la
mano por el estante superior, golpeando un pequeño
electrodoméstico—. ¡Ajá! ¡Victoria!
—Esa es una vista malditamente bonita para ver a primera hora
de la mañana.
Shell chilló y torció el cuello mirando por encima del hombro.
Todavía estirándose para alcanzar el gabinete superior, ella se quedó
boquiabierta. Mierda, Copper estaba de pie en la puerta, con los
brazos cruzados sobre el pecho tatuado y el hombro apoyado contra
el marco de la puerta. Además de la tinta, solo llevaba barba y una
sonrisa sexy. Señor, ese era un impresionante hombre desnudo.
—Hola—chilló mientras comenzaba a bajar los talones.
Una ceja subió lentamente por su frente mientras el brillo en sus
ojos se volvía depredador. Descruzó los brazos y avanzó.
Ella comenzó a bajar el brazo.
—No—dijo con un movimiento de cabeza—. Quédate así. ¿Tienes
idea de lo jodidamente comestible que se ve este culo asomándose
por la parte inferior de mi camiseta?
Fue entonces cuando se dio cuenta de que ponerse de puntillas
con el brazo extendido había provocado que la camiseta prestada se
le subiera por el culo. Copper tenía una vista cercana y personal de
su culo desnudo. Lo cual, si la expresión de su rostro era una
indicación, disfrutaba bastante.
—Apoya los pies, pero deja los brazos arriba. Mira hacia el
gabinete—dijo justo detrás de ella.
Apoyó completamente los pies y levantó su segunda mano al
estante, agarrándolo como apoyo. Tenía algo bajo la manga
inexistente, y sin duda implicaría un orgasmo o dos para ella. Con
suerte, ella no arrancaría el maldito armario de la pared.
—¿Q-qué vas a hacer? —Un escalofrío de excitación le recorrió la
espalda. No poder verlo o sentirlo envió la emoción de la
anticipación al techo.
—Lo que sea que quiera. ¿Tienes alguna objeción? —Su tono era
duro, las palabras prácticamente gruñían.
—N-no, sin objeciones. —¿A quién pertenecía esa voz
entrecortada y sensual?
Lo siguiente que supo fue que dos manos enormes acunaban su
culo. Shell gimió y dejó caer la cabeza hacia adelante. Sus manos
eran cálidas y su culo las llenaba al máximo. Apretó, amasando la
carne suave hasta que la humedad comenzó a salir de su centro.
—Tienes alguna idea de lo sexy que eres, ¿verdad, nena? —Un
aliento caliente flotó sobre sus nalgas dejando piel de gallina a su
paso.
Ella se rio. Escuchar esas palabras de él era un sueño hecho
realidad.
—No estoy jugando. Lo digo en serio, Shell.
—Sé que lo dices en serio. —Y lo sabía. Él quería decir cada
palabra que salía por su boca. Siempre. Copper no mentía.
Él deslizó sus manos alrededor de sus caderas y hacia abajo para
agarrar la parte delantera de sus muslos. Entonces, sus labios
aterrizaron en su culo. Ella jadeó y trató de alejarse, pero él la sujetó
firmemente en el lugar. Besó y lamió sus nalgas, ocasionalmente
dando un fuerte mordisco aquí y allá. Se agarró con fuerza al estante
y trabó las rodillas para evitar que se le doblaran. Este tratamiento se
mantuvo hasta que a Shell le dolieron los brazos y la humedad le
corría por los muslos. ¿Quién sabía que su culo era tan sensible y
que un poco de atención podría hacer que se pusiera tan frenética?
—Aiden—susurró mientras él le pasaba un dedo entre las nalgas.
Esa era un área que nunca antes había sido explorada. Nunca había
estado interesada, aprensiva si era honesta, pero en ese momento
podría haberle suplicado a Copper que fuera más allá.
—Anoche esa boca sexy me la chupó tan bien que casi me
desmayo. Ahora mi nombre cae de esos mismos labios. El maldito
cielo, nena. Estoy en el maldito cielo.
—Creo que soy yo la que está en el cielo aquí, Aiden.
Dejó escapar una risa áspera.
—Todavía no, pero lo estarás. —Continuó deslizando su dedo
hacia adelante hasta que encontró la excitación que cubría sus labios
vaginales y la parte de arriba de sus muslos.
—Dios—susurró—. ¿Toda esta crema por mí, Shell?
—Ajá. —Ni siquiera podía hablar con su dedo romo bordeando
su entrada.
Los dientes volvieron a raspar una nalga.
—Te gusta esto, ¿verdad? ¿Yo jugando con este pequeño culo
regordete?
g
El dedo se movió hacia atrás de nuevo, hacia ese lugar no
probado del que nunca había sido más consciente que en ese
momento. Cuando él lo empujó contra el apretado agujero, ella se
tensó por un segundo y entonces se relajó mientras el placer la
recorría. Mierda, no había insertado ni la punta de un dedo y la
sensación ya era más intensa de lo que podría haber imaginado.
¿Cómo sobreviviría si él quería su polla allí?
Otra risa.
—Sí, jodidamente te encanta. Pero aún no estás lista para más.
Vamos a llegar. —Entonces gimió—. Aunque tu coño es tan
apretado, que apenas sobrevivo cuando exprime mi polla. Podría
matarme una vez que tenga a esa cabrona en este culo.
Fue su turno de reírse, pero se convirtió en un gemido frustrado
cuando, de repente, su toque desapareció.
—¿Qué…
—Date la vuelta—ladró—. Estoy jodidamente hambriento.
La decepción la atravesó. ¿Había estado a segundos de exigirle
que la follara y él quería comer? Tal vez había construido su
atracción por ella en su cabeza, haciéndola más de lo que era.
Si es así… eso era vergonzoso.
—Oh—dijo mientras bajaba los brazos y giraba los hombros
rígidos. Ella se giró lentamente y lo miró fijamente. Unos profundos
ojos verde oscuro le devolvieron la mirada. Seguro que la miraba
boquiabierto como si la deseara.
—Por eso estoy aquí arriba. Estaba buscando la máquina para
hacer wafles…
Sus manos aterrizaron en la parte interna de sus muslos,
separándolos ampliamente.
—No es de lo que estoy jodidamente hambriento.
Shell chilló cuando sus piernas fueron forzadas a separarse con
tanta fuerza que casi pierde el equilibrio.
—Entonces qué… oh, Dios mío.
Él lamió largamente su muslo, juntando toda la humedad que se
había derramado de ella. La limpió a fondo, volviéndola loca
mientras su lengua viajaba más y más cerca de su sexo sin llegar a
tocarla. Entonces besó arriba y abajo un muslo. La besó de verdad,
como si besara su cuello o incluso su boca. Besos profundos, ásperos
y chupones que seguramente dejarían marcas por toda ella. Más
humedad brotó de ella, provocando un profundo gruñido de él.
—Copper—dijo ella—. Por favor… —Su cabeza cayó hacia atrás,
golpeando contra un estante detrás de ella.
—¿Por favor qué?—preguntó contra su piel.
—Por favor, tócame. Me estás volviendo loca.
—Mmm. Creo que me gustas loca.
—Copper...—Lo dijo como una advertencia, en el mismo tono
que solía regañar a Beth.
Él solo se rio y dijo:
—¿Esto está mejor?— mientras daba una larga lengüetada en su
coño y clítoris.
—Sí, sí, sí—dijo ella, jadeando—. Mucho mejor.
—¿Qué tal esto? —Hizo círculos en su clítoris unas cuantas veces
con la lengua, antes de que ella tuviera tiempo de procesar el
cambio, chupó sus labios vaginales con su boca.
Shell gritó, las manos aterrizando en su cabeza. Sus caderas se
sacudieron contra su cara antes de que tuviera el sentido común de
tratar de calmarlas. Lo último que quería era que él se detuviera
porque pensaba que ella era demasiado directa y golpeaba su cara
contra su coño.
Él la soltó, las manos moviéndose hacia su culo y dándole un
fuerte apretón.
—Adelante—dijo.
—¿Eh?
—No te contengas. Me dejaste follarte la boca anoche. ¿Qué te
hace pensar que te voy a negar que me folles la cara? Adelante,
hermosa, suéltate y frota ese coño sexy sobre mí.
Si ella sobrevivía a esto, dejarlo ir la mataría. Así que bien podría
disfrutarlo. Tener algunos recuerdos para llevarse con ella cuando su
vida explotara.
Ella apretó su agarre en su cabello y movió sus caderas, probando
sus opciones. Copper gruñó y volvió al trabajo, alternando
lametones ligeros y duros con chupetones de presión suave y firme
en su clítoris, labios e incluso muslos.
Era un maldito maestro del sexo oral. Todos los lados de su
lengua fueron usados para convertirla en un desastre tembloroso. Lo
aplanó, la extendió, usando todos los trucos del libro. Cuando
finalmente empujó su lengua profundamente en su coño, ella gritó y
perdió todo sentido de autoconservación. Shell se apretó
salvajemente contra su rostro, completamente perdida en la locura
de la boca de Copper sobre su sexo.
Apenas podía pensar, respirar, pero malditamente podía
perseguir ese orgasmo. Su boca estaba abierta mientras la follaba con
la lengua y cada vez que ella empujaba hacia adelante, su labio
superior, o tal vez era su nariz, quién diablos sabía, golpeaba su
clítoris. Fuera lo que fuera, estaba funcionando para ella. Las piernas
de Shell comenzaron a temblar. En cuestión de segundos, estaban
llenas de temblores. Lo único que la sostenía era la fuerza de las
manos de Copper en su culo.
—Por favor, por favor—dijo con un gemido mientras la
habitación se volvía borrosa—. Me voy a correr. Oh Dios, todo está
hormigueando. —Su agarre en su cabello se aflojó cuando la
sensación de hormigueo y agujas en sus dedos se hizo demasiado
fuerte para controlarlos. Entonces, antes de que sus brazos cayeran a
los costados, sus músculos se agarrotaron. Sus manos en puños
tiraron con fuerza de los mechones rojos.
Copper gruñó y la folló aún más fuerte con la lengua.
El orgasmo se estrelló contra ella como un choque de cinco autos.
Gritó algunas blasfemias que normalmente evitaba y se apretó
contra la cara de Copper. La habitación entera giró durante unos
buenos minutos mientras su cuerpo cabalgaba y se tomaba su dulce
tiempo para calmarse.
Eventualmente, el mundo se calmó, y parpadeó para abrir los
ojos y encontrar a Copper observándola con una expresión no menos
hambrienta que la que tenía antes de dejarla alucinada. Su barba
brillaba con la evidencia de su actividad reciente. Shell nunca
hubiera imaginado que lo encontraría caliente, pero saber que él
había estado tan interesado en comérsela que estaba cubierto de sus
jugos, hizo que su coño se apretara con necesidad de nuevo.
Con las manos todavía en su culo, la atrajo hacia adelante y la
abrazó. Con un grito ahogado, envolvió sus piernas alrededor de su
cintura y sus brazos alrededor de sus hombros.
Giró, dio tres pasos y le apretó el culo.
—Piernas abajo—dijo, y ella obedeció de inmediato. Después de
asegurarse de que estaba firme sobre sus piernas, o al menos lo
suficientemente estable como para no aterrizar en un montón a sus
pies, la hizo girar bruscamente.
—Inclínate—le dijo al oído—. Tetas sobre la mesa.
Mierda. Acababa de correrse con más fuerza que nunca y una
orden pronunciada bruscamente por parte de Copper hizo que su
cuerpo lo deseara como si no lo hubiera tenido en años. Se quedó
mirando su mesa redonda justo cuando la mano pesada de él
empujaba el centro de su espalda.
—Tetas en la puta mesa. Necesito ese coño. No tienes idea de lo
celosa que está mi polla de mi lengua en este momento.
Ella se rio justo antes de que una fuerte palmada en su culo la
pusiera en acción. Con las palmas de las manos sobre la mesa, se
inclinó hasta que sus pechos descansaron contra la superficie de
madera. Cuando sus pezones golpearon la superficie fría, siseó.
Copper se paró detrás de ella, sin perder tiempo. Sus caderas
chocaron contra ella y deslizó su polla a través de sus jugos.
—Joder—dijo—. ¿Píldora? —Parecía que el hombre ya no era
capaz de pronunciar una oración completa.
—Sí.
—Estoy limpio.
—Yo también—dijo ella.
—No he estado con nadie desde que te mudaste.
—Te creo, Copper. —¿Ninguna? Santa mierda. Más de un año y
ninguna mujer. Eso era algo grande, ¿verdad?
—Bien. Espero que estés jodidamente lista para mí, Shell, porque
esto va a ser rápido y jodidamente duro. —Ya estaba respirando
como si acabara de saltar de una cinta de correr.
—Siempre estoy lista para ti, Aiden. —Ella sonrió ante el
profundo estruendo que sus palabras provocaron en él, pero la
sonrisa rápidamente se convirtió en un grito cuando él se enterró
hasta la empuñadura con una poderosa estocada.
No hubo espera. Ni darle tiempo para que se adaptara a su
increíble circunferencia como lo había hecho la otra vez. Era
simplemente directo, duro, jodido.
Se enterraba y retiraba, gruñendo cada vez que tocaba fondo.
Shell no podía hacer nada más que recibir lo que él decidía darle. Y
eso era mucho. Sus manos controlaban completamente sus caderas,
metiendo y sacando bruscamente su polla tantas veces que ella no
podía contarlas. Cada vez que él la movía, sus pezones se
arrastraban contra la superficie firme de la mesa. La sensación era
apenas dolorosa, una intensa sensación de pellizco que se disparaba
a su coño cada vez. Los huesos de su cadera golpeaban la mesa con
cada embestida. Mañana estarían doloridos como el infierno, pero
por ahora, no sentía nada más que la acumulación de otro orgasmo
corriendo hacia ella a ciento cincuenta kilómetros por hora.
Quejidos y gritos agudos mezclados con los gruñidos y gemidos
bajos de Copper. Se corrió fuerte, más fuerte que hacía unos
momentos, y antes de estar preparada para ello.
—Aiden—gritó mientras el placer fundido recorría cada célula de
su cuerpo. Una embestida más hizo que la parte inferior de su
cuerpo se atascara contra la mesa, entonces un fuerte rugido señaló
el orgasmo de Copper.
Él la mantuvo inmóvil durante un largo momento mientras
ambos se tomaban su tiempo para capear la tormenta.
—Mierda, Shell—dijo mientras retrocedía y salía de su cuerpo.
Casi lloró por la pérdida de conexión incluso cuando su dolorido
agradecía el indulto.
Suavemente, en completo contraste con el sexo rudo, Copper la
ayudó a erguirse y la hizo girar para mirarlo. Se dejó caer de rodillas
y pasó los dedos por las manchas rojas en los huesos de la cadera.
—Lo siento mucho, bebé. Vas a estar muy magullada mañana.
Estaba tan caliente por ti que perdí completamente el control. Fui
como un maldito animal. —Él presionó sus labios en el punto
sensible y ella saltó—. Mierda. ¿Es tan doloroso?
Sonriéndole, pasó una mano por su cabello.
—No, Copper, no es doloroso. Me acabas de hacer cosquillas.
Estoy bien, créeme. Si tuviera suficiente energía, me inclinaría hacia
atrás y te rogaría que lo hicieras de nuevo.
Su barba aún mostraba indicios de cuánto lo había deseado.
—Entonces te gusta rudo, ¿eh?
Su rostro se calentó.
—Aparentemente si.—
Él se puso de pie y la atrajo a sus brazos.
—Eso es bueno, cariño, porque tengo la sensación de que voy a
perder el control a tu alrededor durante los próximos cuarenta años
más o menos.
Las lágrimas inundaron sus ojos. Que hermoso cuadro pintó. Él
todavía la deseaba bien en sus años dorados. La dulzura de la
imagen se desdibujó con una oleada de culpa y vergüenza. Shell
tenía una decisión que tomar en el horizonte. Contarle sus secretos o
dejar Townsend. Cualquier decisión mataría cualquier afecto que
pudiera sentir por ella.
Apretó los brazos alrededor de él mientras la desesperación
amenazaba con arruinar el momento. No podría pasar. Estos
momentos mágicos se irían muy pronto. No podía permitir que el
sombrío futuro arruinara su perfecto presente.
Capítulo 17
Copper sacó un cigarro cubano de su escondite en el cajón
inferior de su escritorio. Pasándolo por debajo de la nariz, inhaló el
aroma acre e inmediatamente experimentó el efecto calmante que
siempre lograba cuando fumaba. Shell no era fan de los cigarrillos, y
ahora que él era más adicto a su boca que a la nicotina, pensó que
sería mejor dejar el hábito. Aunque, la semana pasada mientras se
relajaban en su pequeño trasero durante una tarde inusualmente
cálida, había admitido que no le importaba el persistente olor a
humo de cigarro en él. De hecho, sus palabras habían sido algo así
como sexy y varonil.
Esa era una luz verde en lo que a él concernía, y con suerte, el
cigarro ocasional haría que la transición a no fumar fuera más
llevadera. Justo cuando estaba a punto de encenderlo, un pesado
puño golpeó la puerta cerrada de su oficina.
Mierda.
Guardó el cigarro. Por alguna razón, prefería que fuera una
actividad en solitario. Siempre lo hacía. Probablemente porque le
permitía unos pocos momentos para estar quieto y pensar. Aunque
tenía que admitir que disfrutaba su cigarro igual cuando Shell estaba
en su regazo relajándose con él como lo habían hecho la semana
pasada.
—Adelante—dijo.
La puerta se abrió y la cabeza rubia de Zach asomó por la rendija.
—¿Tienes un minuto, Pres?
Hizo un gesto a Zach para que entrara.
—Sí, hermano. Toma asiento.
—Gracias. —Zach entró vestido con ropa deportiva y su chaleco,
probablemente recién salido de su trabajo como propietario de un
gimnasio local. Uno de los negocios más rentables del MC, Copper
nunca se arrepintió de haber aportado dinero del club para iniciar el
sueño de Zach hacía unos siete años.
Zach se plantó en una de las dos sillas vacías frente a Copper.
—¿Estás encendiendo cigarros aquí sin mí?—le preguntó
olfateando.
Atrapado. Zach apreciaba un buen cigarro tanto como Copper.
Qué diablos. Podía compartir con su enforcer. Copper se rio.
—Casi antes de que tu torpe puño llamara a mi puerta.
No había ni un gramo de disculpa en la sonrisa de Zach.
—¿No le diste a Beth un sermón hace unos días sobre compartir
sus juguetes?
Poniendo los ojos en blanco, Copper resopló y sacó dos puros.
—Sí, sí. Cállate la puta boca. —Hizo rodar uno por el escritorio
hacia Zach, quien lo agarró e inmediatamente olió el cigarro.
—Maldita sea, Copper. Esto es buena mierda.
Copper levantó una ceja.
—Ahora sabes por qué no me gusta compartir.
La risa que soltó Zach fue contagiosa.
—Veo tu punto. Y me consideraré amado.
Perdieron unos momentos encendiendo los cigarros y fumando
en silencio antes de que Copper terminara con el silencio.
—¿Cómo está Rusty?
Zach volteó su cigarro, mirando la punta por un segundo antes
de bajar el palo humeante. Miró a Copper con una mirada que le
revolvió el estómago.
—Mierda. ¿Así de mal? —Allí se fueron los efectos reductores de
tensión de una de sus actividades favoritas—. ¿Qué? ¿No se presenta
a los turnos o algo así? —Copper se inclinó hacia delante y apoyó los
antebrazos sobre el escritorio.
Zach negó con la cabeza y se echó hacia atrás, apoyando un
tobillo en su rodilla. Su boca formó una O justo antes de que un
perfecto anillo de humo flotara en la habitación. Claramente, Zach
no estaba estresado por el comportamiento de Rusty.
—Nah, no es tan malo. Bueno, se perdió un turno y llegó dos
horas tarde a otro, así que esa mierda no es lo ideal. —Él ladeó la
cabeza—. Es más una cuestión de actitud, para ser honesto. Tiene
muy mal genio. Agresivo con mis clientes. Para ser honesto, Cop, y
lo digo con el debido respeto, ha sido un cretino desde que salió.
Bueno, joder. Eso no era lo que Copper quería oír. Necesitaba
comprobar más a Rusty. Pasar tiempo de calidad con su hermano y
ayudar a facilitarle la transición de regreso a la vida real. Desde la
noche de la fiesta de bienvenida a casa hacía más de una semana,
Copper había pasado casi todo su tiempo libre con Shell y Beth. Era
jodidamente fantástico, pero no le hacía ningún favor a su hermano
de sangre.
—Voy a tener una charla con él. —Tan pronto como terminara
con Zach, llamaría a Rust. Shell tenía la noche libre en su segundo
trabajo y había programado una cena en casa de su madre para ella y
Beth hacía unas semanas. Como ella no era lo suficientemente
masoquista como para llevar a Copper, había planeado ponerse al
día con alguna mierda del club, pero ahora podía dedicar la noche a
pasar el rato con Rusty.
—Te lo agradezco, Pres. —El comportamiento de Zach se volvió
serio—. Sin embargo, no es por eso que me detuve.
—¿Qué está sucediendo?—preguntó Copper mientras fumaba su
cigarro, observando las columnas de humo que se elevaban desde la
punta. Ante el pesado suspiro de Zach, cambió su atención a su
ejecutor—. Mierda. No me gusta cómo sonó eso.
—Y no debería. —Zach dejó caer el pie y se enderezó en la silla—.
Tenemos un problema. Al menos creo que lo tenemos. El comienzo
de un problema, tal vez.
—Escúpelo, Zach.
Con un gruñido, Zach sacó algo del bolsillo y lo arrojó sobre el
escritorio de Copper. La pequeña bolsita se deslizó por el escritorio y
se detuvo justo bajo la mirada de Copper.
—Mierda.
—Sí.
Levantando la bolsa transparente, Copper inspeccionó el
producto que se veía exactamente como su homónimo. Pequeños
cristales blancos.
—Meth—dijo más para sí mismo que para Zach.
—Algo de la mierda del jodido Walter White.
—¿Cómo diablos la conseguiste?
Zach apagó lo último de su cigarro en un cenicero de calavera
sobre el escritorio.
—Screw se la quitó a un imbécil que le debía. El tipo no pudo
pagar su deuda, así que le ofreció esa mierda a Screw a cambio.
—¿Y Screw lo aceptó como pago? —Quitaría el parche nuevo y
brillante de ese hijo de puta en un santiamén.
Zack se rio.
—¿Qué mierda de operación crees que estoy dirigiendo, Pres?
Joder no, no lo aceptó. Él se embolsó la metanfetamina, le rompió la
rótula y le dijo al tipo que volvería en una semana por el pago
completo.
Eh. Nada mal. Screw era uno de los más jóvenes parches, estaba
siendo preparado para funcionar como el segundo al mando de
Zach. Al principio, Copper se había mostrado escéptico cuando Zach
quiso tomar a Screw bajo su protección. No en vano lo apodaban
Screwball (Chiflado), pero se había tomado el trabajo en serio y estaba
asumiendo el reto de una manera que Copper no esperaba.
Se aseguraría de mencionárselo al chico más tarde.
—¿Ragnar?—preguntó Copper.
Zach se pasó una mano por su cabello siempre perfecto.
p p p p
—Esa sería mi conjetura. El tipo al que Screw se la quitó dijo que
ha habido un gran aumento en los traficantes de metanfetamina
durante el último mes. Esa mierda se está volviendo más fácil de
comprar que un maldito helado.
Recostándose en su silla, Copper se acarició la barbilla. Sí, sabía
que lo hacía cada vez que estaba sumido en sus pensamientos. Solo
un maldito reflejo que lo convertía en un jugador de póquer de
mierda. Para cuando se daba cuenta de lo que estaba haciendo, todos
los jodidos jugadores se habían dado cuenta de que tenía una mano
de mierda y estaban decidiendo si retirarse o no. Lo único bueno de
eso es que sus hombres aprendieron que tenían que evitarlo y
permitirle ordenar sus pensamientos cuando notaban el gesto.
Y Zach permaneció en silencio, permitiéndole precisamente eso.
Ragnar era el jefe de Joe. Como Joe, el hijo de puta que llama a la
puerta de Shell todos los meses. La cuestión era que no tenían su
sede en Tennessee. Lo que significaba que necesitarían a alguien
local dirigiendo la operación. Entonces, ¿quién diablos era?
La mano de Copper se detuvo y miró a Zach a los ojos.
Como si leyera su mente, Zach asintió.
—Sí, Cop. Estoy rastreando de la misma manera.
—Lefty.
—Tiene que ser. Nadie más es lo suficientemente estúpido como
para meter metanfetamina en nuestra ciudad.
—Dios, este tipo no ha sido más que una jodida espina en mi culo
durante demasiado tiempo.
Los ojos de Zach se entrecerraron. Puede que parezca un niño
bonito en el gimnasio, pero era jodidamente letal cuando era
necesario.
—Debería haber sabido cuando se escondió después de que
desmantelamos su operación de tráfico, que no era su final. El tipo
tiene un serio deseo de muerte si vuelve a joder en nuestro territorio.
Copper metió su cigarro en el cenicero. Justo cuando las aguas
finalmente estaban en calma y las nubes estaban blancas y
esponjosas.
—Necesitamos…
—¿Cop?—gritó Jigsaw mientras golpeaba la puerta.
—Dios, ¿qué carajo pasa ahora?—masculló Copper mientras Zach
se reía—. Entra, Jig.
La puerta se abrió de golpe y un Jigsaw con el rostro sombrío
irrumpió en la oficina.
—Tenemos un jodido gran problema, Pres. —Fue entonces
cuando se volvió y vio a Zach—. Me alegro de que estés aquí, Z, esto
también te concierne.
Genial. Este día se perfilaba como un retrete lleno de mierda. Y ni
siquiera podía terminarlo hundiéndose en el calor resbaladizo de
Shell. No, estaría coronando el día bebiendo cervezas con su jodido
hermano.
Perfecto.
—Siéntate, Jig. ¿Qué está sucediendo?
Jig arrojó un sobre sobre el escritorio. Como tesorero del club,
manejaba todo el dinero recaudado de las deudas de los clientes. La
mayoría de los hombres se turnaban para recoger el dinero en
efectivo. Si alguien no podía pagar, llamaban a Screw o Zach, pero la
mayoría de las veces eso no era necesario. El dinero era entregado a
Jig, quien lo contaba y registraba, entonces lo guardaba en una caja
fuerte en la oficina de Copper.
Copper recogió el sobre amarillo.
—¿Qué es esto? A mí me parece un depósito normal.
—Es jodidamente poco. Segunda semana consecutiva. Pensé que
la semana pasada había sido una anomalía, así que lo dejé pasar.
¿Dos, sin embargo? —dijo Jig negando con la cabeza. Levantó las
manos—. Ahora es un patrón.
Maldita sea, ¿podría ser más jodido este día?
—¿Cuánto?
—Cinco mil en cada semanas.
—Dios—estalló Zach—. ¿Estás diciendo que alguien lo tomó de
tu oficina?
La expresión de Jig se volvió pensativa.
—No estoy seguro, para ser honesto. Los muchachos depositan
su dinero directamente en el sobre. Tengo un portapapeles con la
cantidad a cobrar y por quién. Cuando entregan el dinero, escriben
cuánto se recaudó. Si se debe dinero, lo marcan con una estrella y te
lo paso a ti, Z. —Jig había estado usando su barba más espesa
durante el último mes, y disimulaba casi por completo la cicatriz en
forma de pieza de rompecabezas que cubría la mayor parte de su
mejilla derecha—. Están pasando una de dos. O uno de nuestros
hombres está mintiendo sobre la cantidad que está entregando, o
alguien fue a mi oficina y se sirvió algo de efectivo.
¿Quién carajo sería tan estúpido como para robarle al MC? La
traición era motivo para que le quitaran el parche, lo cual era un
jodido gran problema.
—¿Hablaste con todos los tipos que hicieron las recogidas en las
últimas dos semanas?
—Sí, cada uno jura que fueron precisos en su conteo y que
morirían antes de robar del club—dijo Jig asintiendo con la cabeza—.
No estoy seguro de qué creer, Cop. Esto me tiene jodidamente
desconcertado.
Copper miró de Jig a Zach.
—¿Alguno escuchó alguna charla sobre alguien en problemas?
¿Corto de efectivo? ¿Ex esposa de mierda buscando más? ¿Alguien
siendo chantajeado?
Ambos hombres negaron con la cabeza a la vez.
—No—dijo Jig al mismo tiempo que Zach dijo—. Ni un maldito
pío.
p
—Está bien—dijo Copper. Joder, no necesitaba esto ahora mismo
—. Jig, la semana que viene haz que los hombres te entreguen el
dinero directamente. Cuéntalo en su presencia y mantén el efectivo
contigo o en la caja fuerte en todo momento. Reúnete con Mav y haz
que instale una cámara en tu oficina. Eso sí, mantenlo en secreto. No
quiero alertar al traidor.
—Lo siento mucho por esto, Cop—dijo Jig, desviando la mirada
—. No resolveremos esto pronto, puedes sacarlo de mi parte.
Copper hizo un gesto con la mano.
—A la mierda eso, hermano. No es tu culpa Nunca necesité
vigilar esta mierda antes. Siempre ha creído en el honor. Durante
años. —Apoyó la cabeza en la parte superior de la silla y se quedó
mirando el techo agrietado. Lo mataba que alguien, uno de los
suyos, robara en el club por el que él moriría—. Entonces tenemos
un ladrón en nuestra casa y metanfetamina en nuestra ciudad. —
Mientras pronunciaba las palabras en voz alta, la ira comenzó a subir
por su columna vertebral. Su familia había estado defendiéndose de
ataque tras ataque durante el último año. Ahora, ¿saber que la
amenaza procedía de dentro de sus filas?
Esa era una maldita traición como ninguna otra.
—¿Qué?—dijo Jigsaw—. ¿Meth?
Copper no se molestó en moverse.
—Zach te pondrá al corriente. idos a la mierda, los dos. Necesito
algo de tiempo para pensar en esta mierda. Corre la voz, el próximo
hijo de puta que llame a mi puerta se va sin dientes.
Ambos hombres se pusieron de pie.
—Estaré aquí toda la tarde, Pres. Grita si me necesitas—dijo Jig.
—Gracias. Mantén esta mierda sobre la meth en silencio por
ahora, pero hacedle saber a los hombres que tenemos iglesia esta
noche a las ocho. — Allí se iba su noche de pasar el rato con Rusty.
Tal vez podrían tomar unas cuantas cervezas frías después de la
reunión.
—Lo tienes, Pres. —Zach golpeó sus nudillos contra el escritorio
y los dos hombres desaparecieron dejando a Copper con sus
pensamientos.
A veces, el gran peso de dirigir el club se volvía una carga. Para
Copper, caer en el cargo de presidente tras el asesinato de Sarge fue
algo natural. Siempre había sido un líder. Siempre en control,
dirigiendo el espectáculo, dando las órdenes. Pero eso también
significaba asumir la responsabilidad de sus acciones y las de sus
hombres.
Es posible que algunos de los muchachos no estén de acuerdo
con él, pero sentía que todo lo que hacía el club era, en última
instancia, su responsabilidad. Sentía la euforia de cada triunfo y el
dolor punzante de cada fracaso. Y este año, había habido
demasiados fracasos.
El más grande está permitiendo que la escoria de la tierra, Lefty,
sobreviviera. Hacía solo unos pocos meses, Copper se había sentado
al otro lado de la mesa con Lefty en un intento de tregua. No había
querido arrastrar a su club a través de una guerra desordenada que
potencialmente costaría vidas.
Su mayor arrepentimiento fue dejar vivir a Lefty ese día. ¿Qué
tan fácil hubiera sido dispararle un tiro entre los ojos? Demasiado
fácil. Y ahora, el club seguía pagando esa mala decisión.
Adolescentes habían sido secuestradas y violadas. Otra joven
había sido violada y golpeada severamente. Stephanie casi fue
secuestrada. Izzy fue atacada. Y ahora la metanfetamina circulaba
por su puta ciudad. Todas las cosas que podrían haberse evitado si
hubiera alojado algo de plomo en el cráneo de Lefty.
Esto se detiene hoy.
Todos los recursos a disposición del club se destinarían a
encontrar y eliminar a Lefty.
Inmediatamente después de cortarle la cabeza a la serpiente en su
propia casa.
Capítulo 18
—¿Mamá? Llegamos. —Shell sostuvo a su hija que se retorcía en
una cadera mientras empujaba la puerta para abrirla.
—Bájame—se quejó Beth mientras prácticamente se tiraba de los
brazos de Shell.
—Vaya, niña, cuidado. No quiero dejarte caer. Eres muy pesada.
Beth soltó una risita y salió disparada hacia su abuela cuando la
pequeña figura de Cindy apareció en el corto pasillo que conducía al
dormitorio principal.
—¡Abuela! —A veces, Shell se sorprendía de lo joven que aún se
veía su madre, pero entonces recordaba que su madre era realmente
joven. Había tenido Shell a los diecinueve años, así que solo tenía
poco más de cuarenta años. El padre de Shell había sido diez años
mayor.
—Hola, mamá—dijo Shell mientras dejaba su bolso del tamaño
de una maleta—. Traje algo de postre.
—¿Cómo está mi Bethy?—dijo Cindy, levantando a Beth y
salpicando su carita con besos.
Beth chilló de alegría y le devolvió el afecto.
Mientras esperaba que la saludaran, Shell sacó de su bolso la caja
de donas que había comprado en una panadería local. Después de
otros treinta segundos de ser ignorada, puso los ojos en blanco y
dijo:
—¿Quieres esto en la cocina?
Una vez más, ni siquiera recibió una mirada de su madre. Shell
estaba acostumbrada. Cindy odiaba al MC con una pasión ardiente.
Los culpó por la muerte de su marido. De lo que nunca se había
dado cuenta, o nunca había estado dispuesta a admitir, era que las
acciones de su marido fueron la razón de su muerte. Había estado
jodiendo muy lejos de los límites y sin el conocimiento o el respaldo
del club. No es que su muerte estuviera justificada o fuera merecida
de ninguna manera, pero no fue culpa del club. Incluso si lo hubiera
sido, su madre sabía lo que estaba firmando cuando se casó con
Sarge. Mierda, su madre creció en un MC en California. Uno que era
mucho más sangriento y rudo que los Handlers.
Pero después de que mataron a Sarge, ella cortó todos los lazos
con el MC. Rechazó cualquier ayuda financiera, se enfadaba cada
vez que los mencionaba y criticaba duramente a Shell por continuar
su relación con ellos. Especialmente después del nacimiento de Beth.
Su madre estaba convencida de que Beth era la hija de Copper. El
producto de una noche de borrachera y pasión que Shell no
confesaría. Eso la hizo odiar aún más al MC.
Si ella supiera...
La cuestión era que, incluso si Shell no hubiera estado enamorada
del presidente del club desde que era una niña, todavía querría estar
involucrada con el club. Ellos eran su familia. La única familia que
conocía, y no solo los quería en su vida, los necesitaba. A toda ruda,
dura y brusca pandilla. Eso se hizo evidente cuando vivió fuera del
estado y fue miserable durante cinco años.
Shell frunció el ceño cuando su madre se dio la vuelta y entró en
la cocina con Beth en brazos. Por lo general, ella no era tan distante.
Claro, ellas estaban lejos de ser mejores amigas, pero nunca era
completamente ignorada en la casa de su madre.
—¿Mamá?—preguntó Shell siguiéndolas—. ¿Está todo bien?
Su madre se volvió y dejó a Beth en el suelo. Después de sacar
una galleta de una bandeja que se estaba enfriando en la estufa, le
dijo a Beth:
—Toma, cariño. ¿Por qué no vas a la habitación de la abuela y te
comes esa galleta? —Ella le guiñó un ojo—. Puede haber una
sorpresa para ti en mi cama.
Los ojos de Beth se iluminaron como pequeños árboles de
Navidad.
—¡Hurra!—gritó, levantando el puño lleno de galleta en el aire
mientras corría a través del apartamento del tamaño de una caja de
fósforos hacia la habitación de su abuela.
Una vez que Beth estuvo fuera del alcance del oído, Cindy se
volvió hacia Shell. Compartían el mismo cabello rubio rizado, pero
Cindy mantenía el suyo hasta la cintura. Cualquier rastro de alegría
o dulzura que le había otorgado a Beth estaba ausente en su mirada
ahora.
—¿Estás loca, Michelle?—le preguntó.
—Bueno, soy madre soltera de una atrevida niña de cuatro años,
así que probablemente—replicó Shell mientras depositaba la caja de
donas recién horneadas en la pequeña mesa de la cocina—. Pero
tengo la sensación de que te estás refiriendo a algo específico, así que
voy a necesitar un poco más de información.
—No me corras con esa boca inteligente. Puede que casi me hayas
eliminado de tu vida, pero sigo siendo tu madre.
Resistir el impulso de poner los ojos en blanco era algo que Shell
había perfeccionado a lo largo de los años. Su madre no era más que
una reina del drama. Siempre lo había sido. Vivía para jugar a la
víctima, y cualquier cosa menos que positiva que ocurriera en su
vida era un ataque personal e intencionado en su contra.
—Mira, mamá, tuve un turno loco en el restaurante hoy y estoy
exhausta. ¿Puedes saltarte las actuaciones y decirme qué te ha
molestado?
Cindy dejó escapar una risa desagradable antes de agarrar un
vaso alto y tomar un sorbo saludable. Un cubo de hielo flotaba en la
parte superior; el resto probablemente eran cincuenta centímetros
cúbicos de vodka.
—Me sorprende que todavía estés trabajando ahora que él tiene
sus garras en ti—
Ahh, alguien le contó a su madre sobre Copper.
—¿Así que esto se trata de que yo esté con Copper?
—¡No digas su nombre en esta casa! —La mano libre de Cindy
voló salvajemente—. Ese hombre y esos malditos moteros son los
responsables de la muerte de tu padre. ¿Cómo puedes traicionarme
así?
—¿Traicionarte? Mi relación con Copper no tiene nada que ver
contigo. Y esos malditos moteros son los que te cuidaron durante
meses después de la muerte de papá. Él era su presidente. Ellos son
nuestra familia, mamá. En todas las familias suceden cosas malas,
pero no por eso descartas a los miembros de tu familia.
Cindy escupió a los pies de Shell.
—A la mierda con ellos. En el momento en que recuperé mis
sentidos me alejé de ellos. ¿Qué sucedió? ¿Copper finalmente
decidió reclamar a Beth como suya y tú volviste a subirte a su polla?
Tal vez deberías ir con ese vagabundo que te dejó embarazada, y
Beth y yo cenaremos solas. No estoy segura de quererte aquí cuando
intentas arruinar mi vida de esta manera.
Shell respiró por la nariz, tratando de sofocar la llama azul de ira
que surgía dentro de ella.
—Lo diré una vez más porque parece que las otras mil veces no
fueron suficientes. Copper no es el padre de Shell. No puedo decirte
cuánto desearía que lo fuera, pero no lo es. Y de ninguna manera
voy a dejar a Beth aquí sola contigo cuando te comportas como una
lunática. —Shell despreciaba absolutamente a los padres que usaban
a sus hijos como moneda de cambio en disputas de relaciones, pero
su nieta era lo único que parecía importarle a Cindy en estos días—.
Ahora, Beth ha estado emocionada de verte durante toda la semana,
y estamos aquí, así que si puedes mantener tu lengua educada frente
a mi hija, nos quedaremos a cenar. Pero no continuaré trayéndola
aquí si vas a decir estupideces sobre mi hombre.
Dios, su hombre. Era la primera vez que ponía algún tipo de
reclamo sobre Copper, y las palabras se sintieron celestiales saliendo
de su lengua. Por supuesto, también le apretaron el corazón de la
manera más dolorosa. Porque las cosas se estaban desmoronando y
pronto sería incapaz de fingir que todo estaba bien en su mundo. De
p p g q
hecho, planeaba hablar con Copper sobre Rusty durante el próximo
fin de semana, dentro de dos días.
Se le revolvía el estómago al pensar en eso.
Cindy disparó puñales a Shell con los ojos. Dos segundos
después, Beth entró volando en la habitación, con un poco de
chocolate untado en una mejilla. Los ojos de Cindy se suavizaron
cuando miró a su nieta despeinada. Exactamente como solía mirar a
Shell, con amor y afecto. Hacía mucho tiempo que Shell no recibía
otra cosa que fría indiferencia o disgusto.
—¿Qué hay para cenar, abuela?—preguntó Beth, acercándose
poco a poco a la bandeja para hornear galletas.
Cindy la arrebató milisegundos antes de que sus pequeñas manos
robaran otro dulce.
—Espaguetis—dijo con una amplia sonrisa.
—¡Sí! Mi favorita—cantó Beth—. Mami y yo trajimos donas para
el postre. ¿Podemos comerlas primero?
Con una risa, Cindy golpeó a Beth en la nariz.
—No, traviesa Beth, no puedes. De hecho, si quieres una dona,
tienes que comerte todos tus espaguetis y tres árboles de brócoli.
El rostro de Beth adoptó una expresión de disgusto tan lastimosa
que Shell tuvo que taparse la boca para ocultar el estallido de risa. El
brócoli era el enemigo mortal de Beth.
La cena transcurrió sin incidentes, aunque un poco forzada. Beth
permaneció felizmente inconsciente de cualquier tensión entre
Cindy y Shell. Ella parloteó durante toda la comida contándoles
historias del “chico problemático” en la escuela. El que no solo la
besó en la boca, sino que se bajó los calzoncillos y le dio a Beth un
vistazo de su “cosa colgando” el otro día. Su charla incesante le
permitió a Shell permanecer callada y evitar las preguntas de su
madre.
Cuando ayudó a limpiar, se comió el postre y Beth vio Frozen con
su abuela, eran casi las nueve de la noche, una hora después de la
hora de acostarse. Afortunadamente, Shell se había anticipado a la
hora tardía y trajo el pijama de Beth y el unicornio de peluche que
Copper le regaló por su cumpleaños. Se negaba a dormir sin esa
estupidez. Para colmo, había llamado Horny al animal por su cuerno
rosa brillante. No importaba cuántos otros nombres ofreciera Shell,
Beth se quedaba con Horny.
—Gracias por la cena, mamá—dijo Shell, dándole a su madre un
fuerte abrazo.
—Voy a estar fuera a fin de mes, por unos diez días—dijo Cindy,
de pie en la entrada de la casa.
Shell acomodó a Beth somnolienta en su cadera. ¿Su madre no
podría haber mencionado esto antes de que ella cargara quince kilos
de una niña dormida?
—¿A dónde vas?
—A un crucero. —Una sonrisa apareció en el rostro sin arrugas
de Cindy—. Un crucero para solteros.
¿Y cómo diablos estaba permitiéndose eso? Saber que Cindy
estaba gastando dinero en vacaciones mientras que Shell le había
dado el suyo a Joe la hizo rechinar los dientes.
—Qué bien por ti.
—Me merezco esto, Shell. He estado sola durante mucho tiempo.
Algunas amigas y yo nos vamos a divertir.
—Genial. Diviértete. —Con un asentimiento, Shell se volvió y
cargó a su hija hasta el coche. No tenía sentido enfadarse por las
acciones de su madre. Cindy iba a hacer lo que quería hacer.
Siempre lo había hecho, siempre lo haría.
—Quiero ver a mi nieta en otro momento antes de irme—dijo
Cindy desde la puerta principal abierta.
—Es lo que es—susurró Shell para sí misma, un mantra que la
había ayudado a superar muchos momentos difíciles. Aguanta,
acepta la realidad y negocia—. Seguro mamá. Envíame un mensaje
de texto cuando estés libre—gritó.
—No te atrevas a traer a ese hombre a mi alrededor, ¿oíste?
—No se me ocurriría—gritó Shell, poniendo los ojos en blanco.
Después de ajustar las muchas hebillas del asiento del automóvil
y asegurarse de que Horny estuviera acurrucado en los brazos de su
hija, se deslizó en el asiento del conductor.
Había sobrevivido a otra noche. Decía algo sobre su disfrute de la
cena que hubiera preferido estar limpiando oficinas esa noche.
Justo cuando estaba a punto de encender el motor, su teléfono la
alertó de un mensaje de texto entrante.
Maverick: ¿Hay alguna posibilidad de que puedas pasar por la casa club
por unas horas? Steph estará encantada de cuidar a Beth por ti.
Shell miró por el espejo retrovisor. Beth ya estaba inconsciente.
Shell: Ella se ha desmayado en el coche. Puedo ponerla a dormir en una
habitación libre. ¿Todo bien?
Una horda de mariposas del tamaño de un elefante revolotearon
por su estómago mientras esperaba la respuesta. ¿Había pasado algo
hoy?
Oh Dios…
Una ola helada de miedo se apoderó de ella.
Rusty le dijo algo a Copper...
Maverick: Tu hombre tuvo un día de mierda. Asuntos del club jodiendo
con su cabeza. Podría necesitar algo suave y dulce esta noche.
El aire que no se había dado cuenta que había estado reteniendo
salió precipitadamente de sus pulmones.
Vale, asuntos del club. Lo más probable era que Rusty no hubiera
descubierto lo de Beth. Gracias a Dios. Una vez que el miedo la dejó,
la preocupación por Copper tomó su lugar. Él nunca le pediría que
viniera, siempre dispuesto a asumir las cargas del club solo. Con
suerte, no la rechazaría. Si pudiera ofrecer aunque sea un gramo de
apoyo y paz, sería un tiempo bien empleado.
Shell: Estoy en camino.
y
Una serie de emojis de berenjena y besos fue su respuesta.
Contenta por la ligereza, Shell se detuvo en la carretera e intentó
que su risa no despertara a Beth.
Veinte minutos más tarde había sido admitida a través de las
puertas de la casa club y estacionaba su coche cerca de la puerta. Ni
dos segundos después de haber apagado el motor, la puerta de Beth
se abrió y apareció Mav.
—Oye, cosa dulce, llevaré este mono por ti.
—Gracias, Mav. Eres el mejor. El mono está cada día más pesado.
Mav desabrochó hábilmente a su hija dormida y la tomó en sus
brazos sin siquiera hacer un ruido. Todos los hombres eran muy
buenos con Beth y estaban dispuestos a ayudar a Shell en cualquier
momento. Estaba más que agradecida por su familia, por poco
convencionales que fueran.
—¿Dónde la quieres, Shelly-belly?—le preguntó mientras
caminaban hacia la casa club.
—Puedes ponerla en esa habitación frente a la de Copper si nadie
se queda allí.
—No, está libre.
—Gracias, Mav. Realmente aprecio esto. Especialmente tú
cuidando a Copper.
Se detuvo frente a la puerta.
—Hay algo de mierda en el club, cariño. Sabes que no puedo
contarte más, pero tiene a tu hombre de un humor de perros. Sé que
es demasiado testarudo para llamarte él mismo. Si está un poco
idiota, trata de dejarlo correr, ¿de acuerdo?
Sus labios se curvaron. Todos los hombres aquí siempre estaban
cuidando de ella. Hermanos mayores sustitutos. Eso es lo que eran.
—Entendido, Mav. Puedo manejar a un Copper gruñón.
Con los brazos completamente entintados llenos de su hija
desmayada, Maverick la atravesó con una mirada severa que no
solía mostrar.
—Si es demasiado idiota, ven a buscarme a mí o a Z, y lo
aclararemos.
—Como dije, Mav, eres el mejor. —Shell le dio un beso en la
mejilla justo cuando la puerta se abría, revelando a Stephanie.
—Hola, Shell—dijo con una sonrisa.
Shell había tardado un poco en sentirse cómoda con Stephanie.
Ella era una agente encubierta del FBI cuando conoció a Mav, y la
traición la golpeó fuerte. Pero con el paso del tiempo, demostró su
amor por Mav y su lealtad al MC una y otra vez. Ahora estaban
unidas como hermanas y formaban parte del sagrado club de
mujeres dedicadas a los Handlers.
—Hola, Steph.
—Mira, nena—dijo Mav, la alegría rezumaba de sus poros—.
Shell acaba de besarme. ¿Seguro que sabes lo que eso significa? —
Arqueó las cejas y le guiñó un ojo a su dama.
—¿Qué?—dijo Shell—. Fue un beso en la mejilla.
Poniendo los ojos en blanco, Steph agitó una mano desdeñosa
hacia Mav.
—Solo ignóralo. Entra, hace mucho frío.
Cuando Steph se hizo a un lado, Shell entró en la casa club.
—Trío, nena. Significa que finalmente encontré a la mujer que se
muere por unirse a nosotros.
Shell se echó a reír mientras Steph asentía exageradamente a
Maverick y le daba palmaditas en la mejilla. Durante todo el
intercambio, Beth no se movió.
—Claro, cariño—dijo Steph como si estuviera aplacando a un
niño—. Qué tal esto. Nos desnudaremos y te esperaremos aquí
mientras acuestas a Beth y le dices a Copper que vas a amar un trío
con su mujer.
La sonrisa de Mav se desvaneció tan rápido que ambas mujeres
se partieron de risa.
—¿Por qué siempre tienes que arruinar mi diversión, mujer?—se
quejó mientras se dirigía a las escaleras—. Todo lo que quiero es un
pequeño trío con una de tus amigas. Pero nooo, primero tengo que
decírselo a Copper y correr el riesgo de que me metan las pelotas en
la garganta.
Tres pasos más arriba, se giró y atravesó a Steph con una mirada
ardiente.
—Recordaré esto.
—Cuento con ello—respondió ella con un guiño.
—Mierda, mujer, estoy cargando a una niña. No me pongas loco.
Riendo, Shell abrazó a Steph, que reía entre dientes, y siguió a
Mav escaleras arriba. Las payasadas de Mav eran legendarias en el
club. Nada de lo que salía de sus labios sorprendía a nadie. Todos
habían llegado a esperar lo más escandaloso cada vez que abría la
boca.
—Gracias una vez más, Mav—dijo Shell después de que él metió
a su hija en la cama tamaño queen al otro lado del pasillo de la suite
de Copper—. Estará muerta para el mundo hasta la mañana.
—Eso es bueno—dijo con un guiño—. Aunque tengo la sensación
de que lo que está por venir será lo suficientemente fuerte como para
despertar a los muertos.
El calor se apresuró a la cara de Shell. El lado sexual de su
relación con Copper todavía estaba tan fresco que no estaba
acostumbrada a que se burlaran de ello. Será mejor que se
acostumbre rápido con amigos como Mav.
—Intentaremos no ofender tus delicados oídos—dijo con la cara
ardiendo.
Mav soltó una carcajada.
—Descarada—dijo él—. Me gustas, nena. —La empujó
suavemente hacia la puerta de Copper—. Fóllatelo bien, chica. Al
p pp
hombre le sirvieron un plato entero de mierda hoy. —Con un beso
en la mejilla y un último guiño, corrió escaleras abajo, dejándola
asintiendo a su espalda que se alejaba.
Shell golpeó la puerta con los nudillos. En los cinco segundos que
tardó Copper en abrirla, su mente había repasado todos los posibles
problemas que el club podía haber encontrado. El sonido del
gruñido de Copper ¿Qué? rayó sus terminaciones nerviosas
expuestas.
—Yo, eh... hola—balbuceó ella y le lanzó lo que esperaba fuera
una dulce sonrisa. Su gran cuerpo ocupaba toda la extensión de la
puerta abierta. La mirada feroz en su rostro se suavizó un poco
mientras la miraba, pero no lo suficiente como para que su ansiedad
disminuyera. Había lidiado con el temperamento de Copper muchas
veces en el pasado, pero esta noche sentía la presión adicional de
tener que ser quien calmara a la bestia.
—¿Qué mierda estás haciendo aquí?— prácticamente le gritó.
Una botella de whisky medio llena colgaba de la mano que
descansaba sobre el marco de la puerta. Sin camisa, solo vestía un
par de pantalones de chándal color carbón. La maldita cosa colgaba
lo suficientemente baja como para exponer una porción saludable de
la V que ella soñaba con lamer. Ese era un sueño que necesitaba
convertir en realidad. Esta noche.
—Yo...—Dios, era como si se tragara la lengua ante la vista sexy
de él.
Él soltó una carcajada.
—Te hice una pregunta, Shell.
Obligó a sus ojos a dejar su delicioso cuerpo y se encontró con su
mirada no demasiado acogedora.
—Maverick me envió un mensaje de texto. Dijo que podrías estar
listo para algo de compañía.
Tomó un sorbo de la botella.
—Entrometido hijo de puta.
—¿Eh? —¿Qué había dicho? Estaba demasiado distraída por la
contracción y el movimiento de su garganta mientras tragaba—. Eh
—se aclaró la garganta—. ¿Me vas a dejar entrar?
—Soy una compañía de mierda esta noche, Shell. Vete a casa y te
llamaré mañana.
Con un resoplido, se deslizó bajo su brazo y entró en su
habitación.
—No lo creo.
Copper giró, botella en mano y se dirigió hacia ella. Dio un paso
atrás hasta que golpeó la pared opuesta a la puerta. Sus antebrazos
aterrizaron sobre su cabeza, acorralándola. Al maldito hombre le
encantaba cernirse sobre ella. A veces deseaba poder crecer unos
centímetros solo para poder estar en pie de igualdad con él cuando
estaba enojado con ella. Ser más de treinta centímetros más baja era
una gran desventaja. No es que alguna vez se sintiera amenazada
por él, pero sería bueno eliminar su habilidad alzarse imponente.
—¿Qué es exactamente lo que crees que vas a hacer por mí?
El calor brotaba de su torso desnudo. Shell tuvo que apretar los
puños para evitar desnudarse y frotar sus senos contra todo ese duro
pecho.
—Lo que sea que necesites de mí. —Dejó que su mirada vagara
por su cuerpo una vez más—. Mav mencionó algo sobre suave y
dulce.
Copper dejó la botella en una mesita de noche a su alcance. Con
su mano ahora vacía, trazó el cuello curvo de su camiseta y rodeó su
esbelto cuello. Los dedos apretaron, no con fuerza, simplemente
ejerciendo la presión suficiente para recordarle que él tenía la sartén
por el mango. Como si nunca pudiera olvidar quién y qué era él. Por
eso lo amaba.
—¿Y si suave y dulce es lo último que necesito esta noche?—
preguntó Copper.
Ella tragó, sintiendo los músculos de su garganta contraerse bajo
su agarre inquebrantable.
—Entonces toma lo que necesites. Haré cualquier cosa por ti,
Copper. Todo por ti. —Incluso pretender por un tiempo que esta
relación tenía potencial a largo plazo. Imaginar que no había una
bomba de tiempo contando rápidamente hasta una explosión
destructiva.
—¿Y si quiero tomarte tan fuerte que tus piernas se rindan y te
duela el coño durante una semana?—susurró él las palabras contra
su oído enviando escalofríos a través de ella.
El coño en referencia se apretó ante la promesa de lo que estaba
por venir. Tal vez necesitaba más que sus palabras. Tal vez
necesitaba ver cuán dispuesta estaba ella a someterse a cualquier
cosa que él le pidiera.
Ella dio un paso atrás y él inmediatamente le soltó el cuello,
probablemente asumiendo que estaba rompiendo la conexión. En
cambio, deslizó los dedos dentro de sus bragas. Su mirada
esmeralda siguió el movimiento como un halcón siguiendo a un
conejo. Cuando retiró la mano, sus dedos brillaron, cubiertos por su
excitación.
—¿Qué opinas?—preguntó ella, levantando su mano.
Él agarró su muñeca, las fosas nasales dilatadas mientras
inhalaba su olor. Entonces lamió el espacio entre su segundo y tercer
dedo, limpiándolos de sus jugos.
Mierda, eso fue algo poderosamente sexy.
—Desnúdate—ordenó mientras sus manos iban a la cintura de
sus chándal.
Estaba a punto de trabajar en sus vaqueros cuando él se bajó los
pantalones. Iba comando una vez más y su polla se asomó, dura
como un tubería de plomo.
Su boca y su coño se hicieron agua al mismo tiempo.
Maldita sea, esa cosa se sentía tan bien dentro de ella y saber que
pronto la tendría casi la hizo saltar de alegría.
—¡Shell!
Oh. Cierto.
Su ladrido la hizo entrar en acción y forcejear para quitarse la
ropa. Una vez que ambos estuvieron completamente desnudos,
Copper caminó hacia ella de nuevo. Sus grandes manos aterrizaron
en su cintura y lo siguiente que supo fue que se movía por el aire
solo para que su culo aterrizara en la cómoda de Copper.
Con la boca apretada y los ojos ardientes, le quitó la goma del
pelo y soltó el desordenado moño que formaba parte del uniforme
de mamá. Una vez que los mechones estuvieron sueltos, hundió sus
dedos en su cabello y agarró un saludable puñado. Con control total
sobre su cabeza, echó su barbilla hacia atrás hasta que todo su cuello
quedó expuesto para él.
—Como la jodida seda—dijo contra su oído—. ¿Y si quiero
follarte una y otra vez? ¿Llenarte con tanto semen que se escurra de
tu coño durante toda la noche?
—Tal vez necesites tomar un diccionario y buscar la definición de
cualquier cosa. Deja de preguntarme y tómalo—dijo Shell sin aliento.
—Cuidado con lo que deseas—susurró antes de capturar el
lóbulo de su oreja entre los dientes. Él tiró y luego se movió hacia su
cuello, chupando la piel tensa hasta que ella se retorció en su agarre.
Le hizo el amor a su cuello con la boca hasta que las manos de ella se
posaron en su cintura, clavando sus cortas uñas en su piel. El
pinchazo de dolor solo lo espoleó más a medida que aumentaba la
presión de su succión.
Shell gimió. Con su cuerpo en llamas, sus pechos se sentían
pesados y llenos, los pezones anhelando la atención de Copper.
Entre sus piernas abiertas, su coño dolía por ser llenado por él. Pero
su atención se quedó en el cuello y la mandíbula, demasiado por
encima de la clavícula para sus necesidades.
—Copper—suplicó, consciente y sin vergüenza del gemido.
pp p y g g
Él se rio entre dientes, entonces una mano grande se deslizó por
su columna, dejando un rastro de piel de gallina hormigueante a su
paso. Continuando más abajo, hundió los dedos entre sus nalgas
hasta el lugar que solo él había explorado.
—¿Cualquier cosa?—preguntó.
—Copper—dijo tratando de transmitir con la mirada esa palabra
de cuatro letras que se negaba a admitir porque solo terminaría en
angustia—estoy aquí, en esta habitación, para darte todo lo que
necesites de mí. Déjame ser lo que necesitas. Déjame ser tu mujer.
Al menos hasta que su verdad saliera a la luz y él no pudiera
soportar mirarla a los ojos por más tiempo. El dolor de eso sería más
que insoportable, pero al menos tendría estos momentos de
perfección para recordar. Con suerte, la llevarían a través de los días
oscuros y solitarios por venir.
Capítulo 19
Déjame ser tu mujer.
Esas palabras, esa súplica alcanzaron lo más profundo de Copper
y acariciaron su alma, apagando lo suficiente de la ira del día para
que él diera un paso atrás mentalmente y apreciara lo que tenía
extendido ante él.
Una mano agarró su elegante muslo mientras la otra flotaba a
milímetros de su culo sin probar. Con las piernas increíblemente
abiertas para acomodar su volumen, Shell lo miraba fijamente sin
una sola pared alrededor de su delicado corazón. Esos hermosos ojos
azules reflejaban cada pensamiento, cada emoción que estaba
experimentando. La confianza, el deseo y tal vez incluso el amor le
devolvieron el brillo.
¿Amor? ¿Se dirigía allí? Ni siquiera se le había ocurrido pensarlo.
El amor no era algo que hubiera presenciado, y mucho menos
experimentado mucho en su vida. Solo recientemente, desde que los
hombres de su club comenzaron a caer como moscas, había
entendido la idea. Y aún no estaba seguro de que fuera un traje
cómodo.
Todavía no estaban allí. No estaban listos para pronunciar esas
palabras. Shell podría confiarle su cuerpo, pero había
acontecimientos en su pasado que todavía no le había confiado. A
saber, la circunstancia que rodeaba su embarazo. Hasta que ella
pudiera revelarle esos secretos, él no podría llamarlo amor.
Pero estaba malditamente cerca.
Déjame ser tu mujer.
Y podría serlo, si se entregaba a ella. Esta diminuta mujer tenía la
fuerza interior de cien guerreros. Era justo lo que un hombre
necesitaba para equilibrar el rol, a menudo duro, de presidente de
un club de moteros con el resto de la vida. Cuando recostara la
cabeza en la almohada y hablara en la noche tranquila, Shell estaría
allí para brindarle su fuerza y calmarlo. Ella no juzgaría los actos que
había cometido y seguiría cometiendo para mantener a salvo a su
club y a sus hombres. Y cuando él pusiera voz a sus miedos y dudas,
ella lo apuntalaría con su amor.
—Mi reina—susurró.
—¿Qué?
—Te dejaré ser mi reina. —Suavemente, pasó la yema de un dedo
por sus pliegues saturados—. Cualquiera que tenga uno de estos es
una mujer. Se necesita muchísimo más para ser una reina. Siempre
has sido exactamente lo que necesitaba, cariño. Eres mi reina.
A Shell se le cortó la respiración y alargó la mano, agarrando la
parte inferior de su barba. Un tirón firme, y su boca se encontró con
la de él. Hambrienta, exigente, llena de fuego y pasión.
La besó hasta que ambos quedaron sin aliento; hasta que la
habitación dio vueltas y su necesidad de oxígeno casi superó la
necesidad de su mujer... su reina.
Las tetas de Shell se estrellaron contra su pecho cuando sus
brazos se enrollaron alrededor de su cuello, acercándolo más. Las
puntas endurecidas de sus pezones pincharon su piel caliente. Su
suave vientre amortiguó su polla dura como el infierno. Ella no
pareció darse cuenta ni le importó que el líquido preseminal se
filtrara por la punta y goteara por su vientre. Demonios, conociendo
a Shell, tal vez se dio cuenta y le encantó. Quería estar en todas
partes a la vez, su boca, sus tetas, su coño, incluso su culo, pero en
algún momento tenía que elegir dónde concentrar sus esfuerzos.
Deslizó una mano desde su culo hasta la parte baja de su espalda
y llevó la otra entre sus piernas, cubriendo sus dedos con la
resbaladiza excitación. Shell gimió. Cuando él le quitó el placer y la
mano, ella gritó:
—¿Qué? ¡No!
—Shh. Volveré, cariño. Nunca te dejaré con ganas. —Guiñó un
ojo—. Solo estamos haciendo esto a mi manera.
El pequeño gruñido de frustración que salió de Shell lo hizo reír.
Ella podía ser complaciente la mayor parte del tiempo, pero en el
dormitorio, no estaba dispuesta a que se le negara el placer.
Estuvo tentado de llevarse los dedos a la boca y tomar otra
muestra de su esencia, pero en lugar de eso, los deslizó alrededor de
su culo una vez más mientras continuaba devorando su boca.
Avanzando poco a poco, rozó un dedo contra el estrecho agujero, lo
que provocó que ella se sacudiera y, por reflejo, hundiera los dientes
en su labio inferior. El fuerte mordisco lo hizo gemir contra sus
labios y deslizar la punta de su dedo dentro de ella.
La cabeza de Shell cayó hacia atrás. Con la boca abierta, ella
respiró con breves y rápidos jadeos y sus manos agarraron su
espalda mientras él metía el dedo más profundamente dentro de
ella.
—¿Más?—preguntó—. ¿Bien? —Las frases completas eran
imposibles. La sangre continuaba saliendo de su cerebro hacia su
palpitante polla. El deseo de embestir dentro de ella y follarla hasta
que ambos gritaran lo devastaba, pero de alguna manera, encontró la
fuerza para ignorarlo. La quería totalmente loca por la lujuria antes
de conducir su polla a casa.
Ella asintió, jadeando cuando él se retiró y después hundió su
dedo profundamente en su culo.
—Intenso—susurró ella.
Él metió y sacó el dedo, aumentando el ritmo. Con la otra mano,
le frotó el clítoris. Shell gimió y lo abrazó con tanta fuerza que estaría
magullado por la mañana.
A la mierda.
Su cabeza rodó sobre sus hombros. Esa curva expuesta de su
cuello lo atrajo, y él se concentró en su punto de pulso, chupando
con fuerza. No sería el único que llevaría pruebas de haber hecho el
amor en los días siguientes.
Después de dejar una marca, besó su camino hasta su pecho y
sobre los montículos llenos de sus senos. Frotó la barba sobre un
pezón y se rio entre dientes cuando ella se estremeció. La saliva se
acumuló en su boca al pensar en tener esa punta dura en la boca, así
que lo tiró entre sus labios.
¿Por qué negarse a sí mismo?
Capa sobre capa, construyó las sensaciones eróticas hasta que el
cuerpo de ella tembló en su agarre. Un dedo enterrado en su culo,
otro torturando su pequeño clítoris y la succión firme en su pezón.
Ella se retorcía y hacía los más sexys sonidos de necesidad. Pronto,
en cuestión de segundos, estaría justo donde él la quería... fuera de sí
con la necesidad de ser satisfecha por él.
Y solo por él.
—Copper. —La desesperación teñía su voz.
Joder, sí.
—¿Dime, bebé?
—Te necesito.
—Lo sé, hermosa. Dime más.
Un pequeño gemido de frustración escapó de ella y movió las
caderas tratando de acercarse. Sabía que ella necesitaba su polla,
pero no se la daría hasta que dijera las palabras. Hasta que se lo
rogara.
—Necesito que me folles. Te necesito dentro de mí. Por favor,
Copper, sabes lo que quiero.
Con su dedo todavía en su culo pero sin moverse, agarró su polla
y la pasó por su sexo empapado, deteniéndose justo en su abertura.
Su coño chupó la punta, haciendo que el placer se disparara a través
de él. Sus ojos se cruzaron mientras apretaba los dientes para evitar
hacer un túnel directo al cielo demasiado pronto. Besó sus labios
rápidamente.
—Dime lo que estás sintiendo. Quiero oír lo que te estoy
haciendo.
Tenía los ojos cerrados, los labios hinchados y entreabiertos de
una manera que le hizo imaginarlos deslizándose por su polla. La
próxima vez. Nunca conseguiría durar más de un segundo.
—Yo—yo estoy vacía. Me duele el coño. Sigue apretándose, pero
no hay nada allí. No estás allí. Y necesito que estés. Cuando estás
dentro de mí, estoy tan llena y se siente increíble. Como si no
hubiera nada en el mundo que pudiera lastimarme. Nada que
pudiera acabar con el placer. Luego, cuando te mueves, yo… ahhh.
A la mierda Él empujó hacia adelante con un poderoso chasquido
de sus caderas, penetrando tan profundo como el cuerpo de ella se lo
permitía. Shell se corrió al instante, su coño contrayéndose a su
alrededor en agonizantes oleadas de éxtasis que casi lo hicieron
correrse en ese mismo momento. Solo el feroz deseo de volcarla
sobre el precipicio una vez más antes de correrse le impidió soltar su
carga.
Shell estaba tan mojada que sus jugos habían corrido por sus
muslos y sobre su tocador, creando una superficie resbaladiza.
Perfecto para deslizarla de un lado a otro a lo largo de su polla. Él
hizo exactamente eso, agarrándola por el culo mientras enterraba su
polla violentamente cada vez que la tiraba con fuerza contra su
cuerpo. Ella se aferró a él como aun salvavidas, gritando con cada
estocada de su polla.
—Dios, Copper—dijo ella cuando él no mostró piedad. Su dedo
todavía estaba enterrado en ella, pero estaba demasiado ido como
para acordarse de moverlo mientras la follaba. La presión que la
llenaba parecía ser más que suficiente para aumentar su placer. Su
culo le apretaba el dedo cada vez que su coño lo apretaba.
Sus bocas se encontraron y juró que ella estaba tratando de
inhalarlo con la intensidad de su beso. No tenía idea de cuánto
tiempo duró, follándola una y otra vez, deleitándose con cada grito
de pasión y cada demanda de más. Podrían haber sido minutos,
horas, podría haber pasado un día entero antes de que Shell se
arrancara su boca y gritara:
—Joder, Copper, me voy a volver a correr.
pp y
Su pequeño cuerpo se puso rígido en sus brazos mientras su coño
casi aplastaba su polla.
—Joder, joder, joder—canturreó, golpeando su cabeza contra su
pecho. Él nunca se rindió y continuó follándola a través del orgasmo.
Cuando su temblor finalmente disminuyó, movió la cabeza y
capturó su pezón entre los dientes. Una descarga de electricidad
zigzagueó directamente a su polla. El orgasmo más perturbador que
jamás había experimentado lo atravesó, tomándolo con la guardia
baja con su intensidad. Su espalda se arqueó y gritó, disparando su
liberación con la fuerza de una manguera contra el cuerpo cálido y
dispuesto de Shell.
Justo cuando bajaba de lo alto, una réplica se movió a través de
Shell. Su núcleo apretó su polla demasiado sensible, haciéndolo
sacudirse. Con las manos todavía llenas de su culo, ella tiró hacia
adelante mientras él se tambaleaba hacia atrás. Y maldita sea esa
cómoda resbaladiza. Shell se deslizó directamente de la cómoda y se
estrelló contra Copper. Como ya estaba en una trayectoria hacia
atrás, no pudo recuperar el equilibrio. Mientras se precipitaban hacia
el suelo, el grito de sorpresa de Shell llenó el aire junto con el sonido
de cristales rotos. Tenía un vaso con hielo vacío encima de la
cómoda. Ya no.
El suelo de madera amortiguó su caída, una delgada alfombra no
hizo nada para amortiguar su coxis. Shell aterrizó sobre él con otro
grito agudo. Afortunadamente, su pene se resbaló fuera de ella o
podría haber sido mutilado. Un viaje a la sala de emergencias debido
a un pene roto no era lo que imaginaba que pasaría el resto de la
noche.
—Santa Mierda, ¿estás bien?—preguntó Shell al mismo tiempo
un—. ¿Qué carajo?—sonó en el pasillo.
Afortunadamente, en el momento en que Copper escuchó a
alguien gritar en el pasillo, su cerebro se puso en marcha. Alcanzó su
cama, tiró de una manta y se la arrojó a Shell.
Se produjo el caos, un millón de cosas sucediendo a la vez. La
manta flotó sobre la cabeza de Shell, como un fantasma. Un pequeño
p q
golpe en su puerta fue seguido inmediatamente por la maldita cosa
que se abrió de golpe, revelando a Maverick, Zach y Rocket
aterrorizados.
—A la mierda jefe, ¿estás bien? Oímos un estruendo y unos
jodidos cristales rompiéndose—dijo Zach antes de que la puerta se
abriera por completo.
—¡Copper!—dijo Shell en un tono exasperado mientras
comenzaba a salir de debajo de la manta—. ¿Qué carajo?
—No muevas esa manta. No estamos solos, nena—dijo, lo que la
hizo chillar debajo de la manta.
—¿Quién está aquí?
Mav fue el primero en perder la cabeza. El imbécil se dobló,
riendo tan fuerte que se convirtió en un ahogo estrangulado. Zach y
Rocket los siguieron de cerca hasta que los tres imbéciles
prácticamente se estaban meando de risa.
—A la mierda todos vosotros—dijo Copper—. ¿Podéis largaros
de mi habitación?
—N-No—dijo Mav entre ataques de risa—. No, no creo que
podamos hacer eso. Al menos no antes de esto. —Sacó su teléfono de
la nada y tomó una foto—. Esto no tiene precio.
—Oh, tío—dijo Zach, secándose los ojos—. ¿Qué tipo de mierda
pervertida hacéis?
—Copper, ¿qué diablos está pasando?
Miró a su mujer, sentada a horcajadas sobre su cuerpo desnudo,
una manta cubriendo completamente su cuerpo, incluida la cabeza,
y no pudo evitar unirse a sus hermanos en su diversión.
—Nada, nena, estos idiotas solo piensan que son divertidos.
—¡Bueno, sácalos de aquí! ¿Y escuché a alguien tomar una foto?
¿Eras tú Maverick? ¡Si no la borras, le diré a Stephanie que se
mantenga alejada de tu diminuto pene durante un mes!
Los hombres empezaron a reírse de nuevo de la mujer sentada a
horcajadas sobre un enorme hombre desnudo con una manta sobre
la cabeza. Todos menos Maverick. Él resopló y dijo:
—Por favor, como si esa mujer pudiera pasar dos días sin mi
polla.
—¡Maverick!—chilló Shell.
—¿Sí?
—¡Vete de aquí!
—Muy bien, hijos de puta, el espectáculo ha terminado—dijo
Copper—. Idos de aquí. Enviad a Thunder en diez minutos para
limpiar el maldito vidrio.
Los hombres salieron en fila, todavía riéndose. Cuando la costa
estuvo despejada, Copper tiró de la manta que cubría la cabeza de
Shell. Con el pelo revuelto, las mejillas sonrojadas por el calor de
estar cubierta con una manta, algo de ira, y las manos en las caderas,
se veía jodidamente sexy. Su boca se curvó en una enorme sonrisa.
Se había reído más en los últimos cinco minutos que en el último año
juntos. Shell hacía eso. Ella lo suavizaba de alguna manera, traía
ligereza y alegría a su vida. En la superficie, parecía ser nada más
que positivo, pero ¿lo cambiaría demasiado? ¿Ella desafilaría sus
bordes afilados hasta el punto de que perdería su ventaja como
líder?
¿Y si ella nunca lo dejaba entrar por completo en su corazón,
nunca compartía sus secretos? ¿Sobreviviría a la pérdida de ella en
este nuevo papel de amante?
—Eso no fue nada divertido—dijo ella, pero sus labios se
curvaron matando por completo el efecto serio—. Tus hermanos son
idiotas.
—No puedo discutir contigo allí. —Dejó caer la cabeza contra el
suelo—. ¿Estás bien? Estaba un poco cabrona cuando entraste.
Descansando sus palmas en su pecho, Shell le sonrió.
—Estoy más que bien. Creo que compensaste diez veces
cualquier mal humor.
Él arqueó una ceja.
—¿Lo hice?
—Sí. Y puedes seguir compensándome ahora mismo.
Maldición, su mujer era insaciable.
—¿Qué tienes en mente, hermosa? —Él se acurrucó hasta quedar
sentado, le dio a cada uno de sus pezones un breve chupón y besó
sus labios sonrientes.
—Comida—dijo con una sonrisa traviesa mientras saltaba de él y
buscaba sus vaqueros.
Con un gemido, Copper se obligó a ponerse de pie.
—Bien jugado. Cuidado con los vidrios.
Dos horas más tarde asaltaron la cocina y se involucraron en otra
ronda de juegos sudorosos. Ahora, Shell estaba sentada con la
espalda apoyada en la cabecera de la cama de Copper, comiendo
felizmente unos chips de patatas. A ella le encantaban esas malditas
cosas desde que podía recordar, así que se aseguraba de tenerlas
siempre almacenadas en la cocina de la casa club. Se reclinó contra la
almohada con un brazo metido detrás de la cabeza y la otra mano
dibujando círculos distraídamente en el muslo suave de Shell.
Habían estado en silencio durante los últimos diez minutos, pero era
un silencio contemplativo y cómodo.
—Gracias, cariño—dijo, poniendo fin a la pausa.
Con una patata a mitad de camino de su boca, Shell hizo una
pausa.
—¿Por qué?
—Te necesitaba esta noche. Ni siquiera me di cuenta de cuánto,
pero lo hacía. Entonces viniste. —Le guiñó un ojo—. En más de un
sentido.
Su hermoso rostro se sonrojó y le arrojó su patata a medio comer.
Cuando la atrapó en su boca en pleno vuelo, ella puso los ojos en
blanco, pero después se puso seria.
—Copper, mientras esté contigo caminaré sobre brasas para darte
lo que necesitas.
Mientras esté contigo. ¿Qué mierda significaba eso? ¿Tenía un final
a la vista?
—¿Estás planeando ir a algún lado?
—¿Qué? No, quiero decir, eh, tal vez, quiero decir, nunca
sabemos a dónde nos llevará la vida. Tal vez te canses de mí y me
patees a la acera. Solo quise decir mientras estemos juntos. —Se
metió una patata frita en la boca y la masticó, poniendo fin
efectivamente a esa conversación. Se lo concedería por ahora. Ella
estaba asustadiza.
Bien.
Con el tiempo se daría cuenta de que él no se iba a ir a ningún
lado.
¿Y cuándo había tomado esa decisión de vida? A pesar de que
Shell lo hacía reír, calmaba sus demonios y el sexo era fuera de serie,
todavía era dieciséis años menor que él. Por su bien, debería alejarse.
Lástima que fuera tan egoísta.
Shell dejó caer la bolsa de patatas fritas a un lado de la cama, se
sacudió las manos y se tendió, apoyando la cabeza en su pecho. Su
suave peso subía y bajaba mientras él respiraba. Los asuntos del club
generalmente no se compartían con las damas, pero no era
necesariamente una regla estricta. En tiempos de crisis, cuando las
mujeres necesitaban estar alertas y cautelosas, se les daba suficiente
información para mantenerse a salvo, pero en términos generales,
los asuntos del club eran solo para los oídos del club.
—Alguien le está robando al club—dijo él en voz baja, rompiendo
su propia regla. Pero no se sentía mal. Ni siquiera se sentía
arriesgado. En este momento, en esta cama, Shell era su mujer.
Parecía que era naturalmente una extensión de él. También era la
persona más leal que había conocido. Nada de lo que confesara
saldría de la bóveda sagrada de su dormitorio. De hecho, estaba
bastante seguro de que Shell moriría antes de traicionarlo a él o al
club.
Material perfecto para dama.
Ella exhaló, entonces levantó la cabeza y le prestó toda su
atención.
—¿Estás seguro?
—Sí. Diez mil hasta ahora. Para colmo de males, tenemos un
aumento en las ventas de metanfetamina en nuestro condado. Al
club le preocupa que Lefty pueda estar sacando drogas del agujero
en el que se ha estado escondiendo.
—Mierda, Copper, no me extraña que estés estresado. ¿Qué
puedo hacer por ti?
Él le pasó suavemente la mano por la piel sedosa de su espalda.
—Solo esto, nena. Esto es más que suficiente.
Ella volvió a apoyar la cabeza y le dio un apretón.
—Recuerda lo que te dije, Copper. Cualquier cosa.
Y él le daría cualquier cosa a cambio. Tan pronto como se
resolviera la mierda del club, estaría resolviendo la mierda de Shell.
Porque cualquier fantasma de su pasado que la hiciera dudar,
necesitaba ser destruida.
Capítulo 20
—¿Vas a salir ahora, Pres?—preguntó Zach mientras Copper salía
de su oficina.
—Sí, hermano. ¿Te anotas para un paseo? —Un viaje de dos horas
a un territorio cuestionablemente amistoso sin su enforcer era
simplemente estúpido.
—Joder, sí—respondió Zach—. Siempre. Esperaba que
preguntaras. —Zach depositó una caja llena de licor en la barra y se
dirigió hacia Copper.
—¿Algo de lo que tengas que ocuparte antes de que rodemos?—
preguntó Copper.
—No, estoy bien. Le dije a Toni que probablemente saldría
contigo hoy. No me esperará hasta más tarde. Encarguémonos de
esto—dijo Zach mientras sostenía su puño cerrado.
Copper chocó su puño contra el de Zach. Un presidente no
podría pedir un mejor enforcer. Zach anticipaba lo que se requería
de él antes de que Copper siquiera lanzara la idea. Se había
arreglado una reunión con Joe para media tarde. Hubiera preferido a
Ragnar ya que estaba en la cima de la cadena alimenticia, pero el hijo
de puta no bajaría de su trono de capo en Maryland para hacer un
viaje a Tennessee. Joe era los ojos y oídos de Ragnar en el área y
aparentemente también su boca. Desafortunadamente, la ubicación
acordada estaba a unas pocas horas fuera de la ciudad. Dado que los
Handlers solicitaron la reunión, Joe no se desviaría de su camino y
conduciría hasta Townsend.
Copper no era tonto. No se podía confiar en Joe y no era un
aliado. Sería negligente si no llevara refuerzos, pero no quería que
pareciera que estaba rodando con todo el MC a cuestas. Había una
diferencia entre protección y una demostración absoluta de fuerza.
Joe necesitaba entender que Copper se tomaba esta mierda en serio y
no se dejaría joder, pero tampoco estaba interesado en provocar una
guerra con Ragnar. El alcance del hombre era demasiado largo y
ancho.
—Gracias, Z. Rusty también está montando. Acabo de hablar con
él. Debería llegar en cualquier momento.
Zach abrió la boca, luego sacudió la cabeza y se sentó en una
mesa a esperar.
—¿Algo en tu mente, hermano?—preguntó Copper.
—No es nada. Olvídalo—dijo Zach agitando una mano.
—No me vengas con esa mierda. —¿Desde cuándo se contenía?—
¿Dejaste tus pelotas en el bolso de Toni? Di lo que piensas.
Zach ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
—Solo me sorprende que traigas a Rusty, eso es todo.
Copper frunció el ceño.
—¿Por qué estás sorprendido?
—Mira, Pres, él es tu familia, así que a veces los muchachos no
quieren decir una mierda sobre él, pero él exactamente no está
volviendo al redil si sabes a lo que me refiero.
—Todos vosotros ya sois mi puta familia. —¿En serio? Zach iba a
jugar juegos de palabras con él—. No, no sé lo que quieres decir. Tío,
no contengas y dímelo directamente.
Zach se pasó una mano por el cabello mientras refunfuñaba:
—Bien, Pres, pero recuerda que solo soy el maldito mensajero. —
Por supuesto, cuando terminó de abusar de los mechones rubios,
cayeron en su lugar exactamente como habían estado.
—Z—gruñó Copper.
Zach se llevó las manos a las orejas y dijo:
—Ha enojado a casi todos los hermanos con los que se ha
cruzado desde que lo liberaron. Habla mal, coquetea con mujeres
que no están disponibles para él y es demasiado agresivo.
Joder. Copper había sospechado que la transición no iba bien.
Apestaba que le confirmaran sus dudas. La mitad de su cabeza había
estado en el desastre del dinero perdido y la metanfetamina
corriendo por su ciudad. La otra mitad estaba consumida por Shell.
Significaba que no estaba pensando en su hermano, quien
obviamente estaba luchando.
—¿Agresivo?
Zack asintió.
—Ahuyentó a algunos de mis miembros en el gimnasio. Perdió
su mierda por tonterías. Gritándoles, levantándose en su cara,
lanzándolos al suelo del equipamiento. No entiende del todo el
mantra del que el cliente siempre tiene la razón. Mierda, cree que el
cliente nunca tiene la razón. —Se rascó la mejilla donde se había
permitido que creciera una cantidad inusual de barba. Zach solía ser
el mejor afeitado del MC.
—Empeora. La semana pasada, LJ lo llevó a un cobro de deudas.
Un buen cliente, pide prestada una tonelada de mierda del club y
nunca se atrasa en un pago. Jodida situación ideal. Esa mañana, la
esposa del tipo tuvo un accidente automovilístico menor. Eso le hizo
retrasarse en poner sus manos en el efectivo. Le pidió a LJ que
volviera en dos horas. Rusty se volvió loco. Apuntó al tipo con una
puta pistola. Le tomó a LJ toda la tarde lograr que mi cliente
aceptara seguir pidiéndonos prestado.
—Maldita sea—escupió Copper. Esto era una mierda que no
necesitaba. Entre el dinero robado y el aumento de metanfetamina
en la ciudad, tenía suficiente basura en su plato. Lo último que
necesitaba era empezar a ser de niñera de su hermano—. Está bien.
Estaré sobre su culo. ¿Algo más?
Zach parecía incómodo.
—El cabrón le dio un puñetazo a Maverick hace unas noches.
—¿Qué carajo? ¿Así es como Mav consiguió ese ojo morado? El
idiota me dijo que era una especie de lesión sexual acrobática.
Se miraron el uno al otro y por un momento la tensión se disolvió
mientras se reían. Deja que Mav convierta su lesión en una especie
de aventura sexual pervertida.
—Nah, nada tan glamoroso, Pres. Sabes, un montón de los
muchachos fueron a ver la pelea de Jig hace tres noches. Bueno,
Steph me acompañó porque le encanta esa mierda. Y creo que ella y
Mav tienen algo tratando de follar en cada una de las peleas. —Hizo
un gesto con la mano como si descartara su declaración—. De todos
modos, Rust bebió lo suficiente como para hacer flotar una maldita
barcaza y se puso un poco toquetón con Steph. Agarró su culo y
trató de empujar su lengua por su garganta. Ella le dio un buen tiro
de rodillas en las pelotas, pero Mav lo enfrentó de todos modos.
Nada importante, solo advirtiéndole que retrocediera de una vez por
todas con su dama. Rust lo golpeó muy fuerte en la cara.
—Dios. Hablaré con él. Tal vez se haya acostumbrado demasiado
a la forma en que se resuelve la mierda en la prisión.
—A la mierda con eso. —El rostro de Zach se tornó tormentoso
—. Ambos hemos conocido a muchos hombres, incluso hermanos
que volvieron de la prisión. No actuaron como malditos idiotas en
todo momento.
Zach tenía razón.
—Sé que siempre ha sido un poco difícil de aceptar, pero cuando
se trata de eso, está tan comprometido con el club como cualquiera
de notros. —. Difícil de aceptar era una buena forma de decir que
Rusty podía ser una mierda. Había sido así desde que era un niño.
Copper había sacado a flote su culo de problemas más veces de las
que podía contar. Pero él era su sangre y le habían dado un trato de
mierda la mayor parte de su vida. El tipo merecía ser soportado un
poco—. Veamos cómo va esta mierda hoy, luego averiguaré en que
está pensando.
Justo cuando Zach empezaba a estar de acuerdo, la puerta de la
casa club se abrió de golpe y Rusty hizo su entrada. Se acercó
pavoneándose a la barra y agarró una botella de whisky. Después de
un largo trago, se dirigió a Copper y Zach.
g g g pp y
—Buenos días, señoras—dijo.
Copper frunció el ceño.
—Tenemos un viaje de dos horas, hermano.
—Lo sé, papi. —Rusty bebió otro trago de whisky y luego soltó un
eructo resonante—. Solo un poco de pelo del perro. (Alcohol para
cura la ingesta anterior de alcohol).
—Mierda, hombre, ¿alguna vez pensaste en cepillarte los dientes?
—dijo Zach, moviendo su mano frente a su nariz—. Te ves como un
maldito animal atropellado. Hueles peor.
Lo hacía. La Henley gris de ayer estaba arrugada, sus ojos
inyectados en sangre y una barba desaliñada cubría la piel que
alguna vez fue suave de su cara. Rusty parecía haber estado
viviendo en las calles en lugar de quedarse en la sede del club las
últimas semanas.
—Tuve una noche épica, muchachos. Acabo de salir de la cama
de una chica—miró su reloj—hace unos diez minutos. —Guiñó un
ojo—. Ella tenía dos compañeras de cuarto. Mmm, mmm, mmm—
dijo besándose las yemas de los dedos como una abuela italiana
apreciando su salsa hirviendo a fuego lento—. Buena puta noche. No
es que vosotros lo entendáis ya que se están follando el mismo coño
rancio de siempre… cuando podéis convencer a vuestras damas para
que abran sus piernas peludas.
Ni Copper ni Zach se rieron, pero Rusty no se dio cuenta o no le
importó que su humor grosero a expensas de sus damas no fuera
apreciado.
—Aunque—dijo, golpeando a Zach en la espalda—, escuché que
tu dama solía hacer cosas bastante extrañas en el pasado. Bien hecho,
hermano. Te embolsaste una salvaje. ¿Si alguna vez necesitas una
mano con ella…?
—Está bien—interrumpió Copper antes de que Zach tuviera la
oportunidad de cometer un homicidio. Pasó el brazo por los
hombros de Rusty. ¿Qué diablos estaba pensando su hermano con
esa bajeza de comentario? Los puños de Zach se cerraron mientras
j p
su boca se apretaba con disgusto. El enforcer del club sabía cómo
controlarse, pero las burlas sobre el pasado de Toni eran lo único
que podía descarrilarlo. Años atrás, había estado involucrada con un
hijo de puta que se aprovechó de ella y la arruinó. El pandillero
acabó siendo enemigo del club y estuvo a punto de matar a Toni
hacía apenas un año.
En defensa de Rusty, él no había estado presente para ver la
devastación por la que pasó Toni con Shark. Pero los recuerdos de
Zach estaban demasiado frescos para las burlas de Rusty. Si Copper
no hubiera intervenido, la mierda se habría puesto fea muy rápido.
—Oye, Z, nos vemos afuera en cinco.
Después de asentir, Zach caminó hacia afuera sin ni siquiera
mirar en dirección a Rusty.
—¿Algo que dije?—preguntó Rusty riéndose.
Con la mirada fija en el techo, Copper se frotó la barba.
—Escucha, Rust, tienes que ponerle una tapa a esa mierda.
¿Escuchaste?
—Oh, vamos, ¿ese maldito coño no puede aceptar una broma? —
Levantó la botella, pero Copper la agarró antes de que pudiera beber
de nuevo. Estaba considerando seriamente hacer que Rusty se
quedara. No necesitaban a la policía en sus culos porque su moto se
estaba desviando por toda la maldita autopista.
—Hablo en serio, Rust. Escuché que has estado tocándole los
huevos a muchos de los muchachos. Tienes que moderarte. Las cosas
son diferentes de lo que era antes de que te fueras. Los hombres
ahora tienen damas. Son muy protectores y no tolerarán tus
manoseos o insultos a sus mujeres.
Rusty entrecerró los ojos y pareció crecer unos centímetros
mientras su postura se ponía rígida.
Dios, ¿se estaba preparando para una pelea?
—¿Estás dándome órdenes, Cop? ¿Esta pequeña charla está
viniendo de mi hermano o de mi presidente?
Un dolor se formó detrás de los ojos de Copper. No tenía tiempo
para esta mierda. Sacar a Shell de debajo del pulgar de Joe era el
problema del día. El comportamiento de Rusty tendría que esperar.
—¿Importa? Solo te quiero feliz y de regreso con tu familia.
Vamos, pospongamos esto por ahora. Tenemos que movernos si
vamos a llegar a tiempo, y estoy absolutamente seguro de que no
llegaré tarde.
El viaje duró poco menos de dos horas. Afortunadamente, Rusty
logró mantener su moto en la dirección correcta durante todo el
viaje. Se aseguraron de que Rusty condujera entre él y Zach solo
para estar seguros.
Copper no tenía ningún problema en reunirse en el territorio de
Joe, principalmente porque no quería el imbécil en Townsend o en
cualquier otro lugar donde corriera el riesgo de toparse con Shell.
El plan inicial había sido presionar a Joe. Hacerlo que devuelva el
dinero recaudado de Shell. Después de un debate, una nueva idea
salió a la luz. Ragnar no permitiría que la deuda se desvaneciera y
no devolvería el dinero de Shell sin luchar. Una pelea que los
Handlers no necesitaban. No con Lefty saliendo de debajo de
cualquier roca donde se estuviera escondiendo y volviendo al
negocio. El club podría usar la ayuda de Joe. Hacerlo enojar no
conseguiría esa ayuda. Entonces, tendrían que darle al hombre lo
que quería para obtener lo que necesitaban. El enemigo de mi
enemigo es mi amigo y esa mierda.
Anoche, el club votó casi por unanimidad cubrir la deuda en que
incurrió el padre de Shell y reembolsarle el dinero que ella ya le
había entregado a Joe. Rusty había sido el único que rechazó la
votación. Dijo que no deberían estar limpiando los desastres de las
perras. Incluso después de recordarle que la deuda no era en
realidad de Shell, sino del anterior presidente del club, se mantuvo
firme.
Fuera lo que fuera la mierda que estaba pasando con él, estaba
sangrando sobre los asuntos del club y tenía el potencial de joder la
vida personal de Copper, también. No es que lo dejara. Hermano de
p pp q j
sangre o no, Shell estaría protegida a toda costa. Y lograr que
aceptara dinero del club era una batalla para otro día. Él sonrió para
sí mismo. Había muchas formas de conseguir que aceptara el dinero.
Formas muy placenteras.
Después de dejar caer sus pies de apoyo, caminaron a través del
bar tenuemente iluminado hacia una cabina en la esquina trasera
según las indicaciones de un gorila idiota. Zach se deslizó en la
cabina seguido por Copper, mientras Rusty montaba guardia cerca
de la barra, con los brazos cruzados sobre el pecho. Normalmente
era el papel de Zach, pero no confiaba en que Rust mantuviera la
boca cerrada. Joder este encuentro no era una opción.
A pesar de que llegaban diez minutos antes, Joe ya estaba
sentado y tenía sus propios guardaespaldas apostados en la misma
posición que Rusty.
—Copper—dijo con una sonrisa. El hombre más pequeño se
había dejado perilla desde la última vez que había estado en
Townsend. Más oscura que el pelo canoso de su cabeza, parecía
teñida, falsa—. No puedo decir que me sorprendió saber de ti
después de encontrarte en la casa de nuestra chica.
Nuestra chica.
A la mierda con eso.
Los puños de Copper se cerraron, pero logró evitar romperle los
dientes a Joe. El objetivo aquí era sacar al hijo de puta de la espalda
de Shell. No convertirse él mismo en un blanco del bastardo. Si bien
ir a casa con algunos de los dientes blancos de Joe esparcidos por el
suelo del bar podía parecer satisfactorio, no lograría el objetivo.
—Aquí. —Arrojó un sobre grueso sobre la mesa frente a Joe.
Una de las cejas del hombre se levantó.
—¿Qué es esto?
—El pago. Todo el monto. Cada centavo que Shell te debe más
los intereses como si continuaras cobrando de ella mensualmente.
La otra ceja se encontró con su contraparte.
—La perra debe tener una boca como una aspiradora para que te
metas de cabeza en este problema.
Al otro lado de la habitación, Rusty se rio. Es curioso cómo
Copper pudo dejar que la burla de Joe no lo afectara, pero cuando
Rusty se rio, quiso arrancarle la garganta a su hermano. El pie de
Zach aterrizó sobre el suyo. Un sutil, no lo hagas. Copper hizo rodar
los hombros.
—¿Estamos a mano?
—Así parece—dijo Joe con un encogimiento de hombros. Una
sonrisa astuta curvó sus labios—. Diablos, si hubiera sabido que
desembolsarías el dinero tan fácilmente, habría ido al club en primer
lugar.
Eso era un montón de mierda si alguna vez había escuchado una.
Joe estaba lejos de ser estúpido. Si hubiera oscurecido la puerta de
los Handlers, lo habrían mandado al carajo con unas cuantas botas
de motero en su culo. Él había jugado bien el juego. Había ido tras lo
que consideraba un eslabón débil. Probablemente pensó que era solo
cuestión de tiempo antes de que Shell fuera al club a llorar pidiendo
ayuda. Entonces se verían obligados a pagar. El resultado final fue el
mismo, pero Joe subestimó a Shell. Si Copper no hubiera descubierto
su secreto, habría entregado cada centavo de su exiguo sueldo para
saldar la deuda por su cuenta.
—Tengo otros asuntos—dijo Zach, hablando por primera vez.
—¿Oh sí? ¿Qué es eso? —Joe agarró el sobre como si temiera que
Copper o Zach se lo arrebataran y salieran corriendo.
—Parece haber un repunte en las ventas de metanfetamina en
nuestro territorio durante las últimas semanas. ¿Tienes alguna idea
de qué se trata? —Zach prácticamente gruñó las palabras.
—No. No, no la tengo. No somos nosotros, muchachos —Joe
sonrió.
El resoplido de Zach llenó la cabina.
—Seguro.
Copper levantó una mano.
—Vamos a cortar la mierda. No estamos buscando empezar una
mierda con vosotros. Tenéis a un tipo en la nómina llamado Lefty. —
Cuando Joe abrió la boca, Copper golpeó la mesa con la palma de la
mano—. No lo niegues. Está vendiendo en mi ciudad. Ahora, quiero
dos cosas. Quiero tu mierda fuera de mi territorio, y quiero a Lefty.
El silencio que siguió estaba lleno de tensión.
—A la mierda con eso—murmuró Joe—. Mira, sé que no hay
mucho amor entre nosotros, pero Ragnar no tiene ningún deseo de
estar en la lista negra de los Handlers. No estamos vendiendo en tu
ciudad. Me aseguro de eso.
—A la mierda con esto—dijo Zach. Sus manos golpearon la mesa
y se levantó, cerniéndose sobre Joe—. Es una pérdida de nuestro
tiempo, Cop.
—Calma a tu perro, Copper. No he terminado. —Es gracioso que
le importara porque Joe cumplía exactamente la misma función que
Zach. Enforcer. El músculo. El tipo golpeador.
—Cálmate, Z—dijo Copper. A su lado, Zach se sentó, pero su
cuerpo todavía estaba rígido por la ira.
—Lefty es uno de los nuestros. Pero tiene órdenes estrictas de
mantenerse fuera de tu territorio. Como dije, no estamos buscando
empezar una mierda con tu club. Todo lo que está haciendo es por
su cuenta. Tienes mi palabra, haré que retroceda.
—Tu palabra—escupió Zach como si el concepto fuera hilarante.
Copper puso una mano en el hombro de Zach, silenciando a su
enforcer. Por eso era presidente. Por eso sus hombres confiaron en él
para que los liderara. No perdía los estribos. Mantenía la cabeza
tranquila y pensaba sus acciones y palabras. No como muchos de
sus hombres que se volvían locos con demasiada facilidad.
—No lo suficientemente bueno—dijo Copper—. Quiero a Lefty.
No tiene nada que ver contigo o con tu jefe. Pero necesito que me
entreguen a Lefty.
Joe inclinó la cabeza y una sonrisa malvada curvó su boca.
—Puedo sacarlo de tu territorio sin cargo, pero cualquier otra
cosa te costará.
—Estamos preparados para encargarnos con eso—dijo Copper
con un asentimiento.
La risa fue la respuesta de Joe.
—¿Te preparaste para descargar un cargamento de
metanfetamina para nosotros?
Copper no encontró el intercambio tan divertido como Joe.
—Espero que no llegue a eso. Tengo la esperanza de que
podamos ser de utilidad de otra manera.
—Malditos Boy Scouts—murmuró Joe. Cada vez más silencioso,
bebió el resto de su bebida y le hizo señas al cantinero para que le
diera otra—. Hay algunos traficantes de bajo nivel en tu área. —
Levantó la mano cuando Zach hizo un sonido de desdén—. No en tu
ciudad. Joder, te lo dije, ese es Lefty saliendo de su caja. Estos
bromistas están atrasados en conseguirme mi parte de lo que
vendieron. Planeaba ir allí y reventar algunas cabezas la próxima
semana. Muchachos, me ahorraréis unos cuantos golpes...
—Lo haremos—dijo Zach antes de que Copper tuviera la
oportunidad de analizar los posibles resultados en su cabeza.
Hablaría con su enforcer sobre eso más tarde. Sin embargo, lo
entendía. Todos los hombres del club querían a Lefty, y la mayoría
estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario para conseguirlo.
Incluso traficar un botín de metanfetamina. Copper no planeaba
dejar que llegara tan lejos.
—¿De cuántos estamos hablando?
—Cinco tipos—dijo Joe—. Cada uno debe más de veinte.
Zach silbó.
—No es un cambio de mierda.
—Exactamente—respondió Joe—. Si me dais mi dinero, haré que
Lefty os sea entregado vivito y coleando.
Zach miró a Copper con ojos implorantes. Por un segundo,
Copper se dejó llevar por la emoción de tener a Lefty bajo su
custodia. El hijo de puta se merecía todo lo que le pasaría, y mucho
dolor se dirigía hacia él.
—Trato hecho—dijo y se volvió hacia Zach—. Dale tu número, Z.
—Luego a Joe—. Puedes enviarle a Zach la información que necesita
para cobrar tu dinero.
Joe sacó el teléfono, levantó la barbilla e ingresó los dígitos
mientras Zach los recitaba.
—Tendrás lo que necesitas para mañana.
Copper se puso de pie y asintió con la cabeza a Joe.
Inmediatamente, Zach hizo lo mismo y Rusty se apartó de la barra.
No habría apretones de manos, choques de puños, palmadas, golpes
en la espalda. Aquí nadie se gustaba. Simplemente se tenían un
respeto a regañadientes por el hecho de que dirigían operaciones
exitosas en el mismo torcido inframundo y no querían problemas.
Honor entre ladrones ese tipo de cosa.
Una vez que estuvieron afuera, Copper respiró hondo por
primera vez. El sol todavía calentaba el aire, pero estaría
disminuyendo cuando regresaran a casa. La temperatura era más
cálida de lo que había sido en las últimas semanas y estaba
programado que continuara así, razón por la cual condujeron sus
motos. Conducir una jaula apestaba, y solo lo hacían cuando la
alternativa era la hipotermia.
—Entonces, ¿cómo vamos a jugar esto?—preguntó Rusty cuándo
llegaron a sus motos.
—¿Qué quieres decir?—preguntó Zach.
—Bueno, no vamos a hacer el maldito trabajo sucio de este
imbécil. Acabamos de pagarle una tonelada de dinero, por encima
de lo que Shell realmente debía. ¿Ahora vamos a hacerle favores?
¿Hacerle el trabajo? No piensas hacerlo, ¿verdad, Cop?
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Poniendo los ojos en blanco, Zach se subió la cremallera de su
chaqueta de cuero de los Handlers.
—Me parece que olvidaste el maldito significado de hermandad
mientras estabas encerrado. —Mientras hablaba, arrojó su pierna
gruesa sobre su moto.
—Vete a la mierda—dijo Rusty, acercándose a Zach. Esto no sería
como Mav o incluso Jig. Zach no aceptaría un puñetazo sin
devolverlo. Se defendería, y ambos hombres terminarían lastimados.
Lo que haría que el viaje a casa apestara.
Copper golpeó con una mano el pecho de Rusty, deteniendo su
avance.
—Cerrad la puta boca, los dos. —De pie entre los dos toros que
resoplaban con una mano en el pecho de Rusty y la otra extendida
hacia Zach, Copper se volvió hacia su hermano—. Rust, no le
estamos haciendo ningún favor a nadie. Éste es el precio de hacer
negocios. Necesito algo de él. Nunca esperé que entregara a Lefty
gratis. Solo alégrate de que no nos pidiera que vendamos su jodida
metanfetamina.
Rusty levantó las manos.
—Dios, hermano, ¿crees que tienes la mejor opción? ¿Sabes
cuánto puto dinero podríamos ganar vendiendo su mierda? Una
maldita oportunidad desperdiciada si me preguntas.
Copper entrecerró los ojos y se esforzó por no romperse una
muela.
—El club gana un montón de maldito dinero. Nos alejamos de
esa mierda por una razón, Rusty. Mucho antes de que te fueras.
Recuerdas cómo era entonces. Un maldito desastre. El club no va a ir
por ese camino otra vez. ¿Me escuchas?
—Alto y claro, Pres—dijo Rusty, el título chorreando con
sarcasmo. Caminó hacia su moto, montó y se alejó en una espesa
nube de polvo antes de que Copper siquiera hiciera un movimiento
hacia su moto.
—Joder—soltó Copper.
—Prácticamente lo resume—dijo Zach.
Capítulo 21
—Mira, mami, lo estoy haciendo. ¡Lo estoy haciendo!—gritó Beth
con regocijo extra fuerte. Por lo general, le pediría que se calmara un
poco, pero su emoción era tan genuina y desinhibida que pensó que
algunos gritos agudos no le harían daño.
Sus pequeñas piernas se movían hacia adentro y hacia afuera
mientras se columpiaba, su sonrisa era tan amplia que ocupaba todo
su pequeño rostro. Una punzada golpeó el corazón de Shell. Era una
tontería, realmente, pero cada vez que Beth aprendía una nueva
habilidad, necesitaba un poco menos a su madre, y eso era una
píldora difícil de tragar para Shell. Había sido todo para Beth desde
el primer día, y no pasaría mucho tiempo antes de que dejara de ser
necesaria.
—Dios—,murmuró mientras veía a su hija columpiarse más y
más alto, todavía gritando de felicidad. Aquí estaba Beth
columpiándose sola por primera vez, y Shell tenía en mente que se
mudaría de la casa.
—¿Muy dramático?—le preguntó al viento.
—¿Qué mami?
—¡Acabo de decir que estás haciendo un gran trabajo, bebé!—le
dijo a su hija amante del patio de recreo. El aire finalmente se había
calentado, por lo que Shell decidió que un muy necesario día de
juegos al aire libre era justo lo que le recetaría el doctor. Copper tenía
asuntos fuera de la ciudad de los que ocuparse, pero se había
reportado hacía una media hora. Estaba en camino y planeaba
encontrarse con ellas cuando llegara a la ciudad.
Beth se balanceó tan alto que la cadena se aflojó por un segundo.
—¡Guau!—gritó ella—. ¡Mami, creo que soy demasiado buena
subiendo mis piernas! ¡Casi me voy a las nubes!
—Es columpiarse, Bethy—dijo Shell con una sonrisa. No había
nada como la alegría pura e inocente de una niña emocionada para
hacer que el mundo volviera a ser color de rosa. Era un recordatorio
que Shell necesitaba ya que había notado una nube negra
cerniéndose sobre su cabeza.
—Yo dije eso, mami. Dije chocando. Sííí—gritó mientras se
elevaba una vez más.
Shell aplaudió a su hija. De repente, se le erizó el pelo de la nuca.
Algo estaba mal. Inmediatamente cerró la distancia con Beth, de pie
junto a su hija mientras se columpiaba. Escaneando el área, buscó
algo que pudiera ser responsable de su malestar.
—¿Qué pasa, mami? —Beth relajó las piernas y el columpio
perdió gran parte de su altura.
Shell forzó una sonrisa mientras permanecía alerta y atenta al
peligro.
—No pasa nada. Solo quería estar más cerca de ti. —No tenía
sentido alarmar a Beth a menos que fuera absolutamente necesario,
aunque Shell estaba lista para arrancar a su hija del columpio y huir
si llegara el momento.
Mientras miraba alrededor del parque vacío, con el corazón
acelerado y los nervios deslizándose por su columna, frunció el ceño.
¿Había inventado toda esta preocupación? Por lo general, Shell no
solía reaccionar de forma exagerada o buscar monstruos que acechan
en el armario, pero siempre había confiado en sus instintos. No era
propio de ellos darle una mala señal.
Justo cuando estaba a punto de sacudirse la paranoia, vio a un
hombre que cruzaba el lado opuesto del parque. Shell se tensó, miró
fijamente al hombre mientras se encontraba con otro tipo más bajo.
El más bajo vestía vaqueros anchos, que le llegaban hasta las
rodillas. Una sudadera con capucha negra protegía su rostro. Se
dieron la mano. Demasiado lejos para escuchar, Shell entrecerró los
ojos y dio un paso automático hacia adelante para ver mejor.
—¿Mamá?
—Shh—dijo, la atención sólo en parte en Beth—. ¿Qué tal si
jugamos el juego del silencio, Beth? Sigue columpiándote, y veamos
quién puede quedarse callado por más tiempo. ¿Ok?
—Okey. Eso suena divertido. Te voy a vencer.
Uno de los hombres sacó lo que parecía una pipa de
metanfetamina de su bolsillo y la calentó. No era del todo
sorprendente ya que Copper le dijo que había habido un aumento en
las ventas de metanfetamina en el área.
—Ok, cariño. Cállate a partir de ahora.
Beth se quedó en silencio, solo el chirrido ocasional viniendo del
columpio.
Confiada en que su hija estaba entretenida por el momento, Shell
se alejó unos pasos más del columpio. ¿Llevaba el hombre más alto...
Oh, mierda.
Llevaba un chaleco Handlers. Ay Dios mío. El estómago de Shell se
revolvió y sus rodillas casi se doblaron. A medida que la identidad
del hombre más grande se hizo clara.
Rusty.
No se atrevió a respirar, como si eso de alguna manera evitaría
que la descubrieran. Arraigada en su lugar, Shell se quedó
boquiabierta ante la escena que tenía delante. Los hombres pasaron
la pipa de un lado a otro y luego el hombre más pequeño sacó un
paquete de papel marrón de su mochila. Rusty lo inspeccionó,
asintió y le entregó un sobre antes de guardar el paquete en una
mochila sobre su propia espalda. Los hombres hablaron durante un
minuto antes de que el más pequeño contara el dinero.
Mierda, eso era una gran pila de billetes. ¿Alguna posibilidad de
que fueran billetes de baja denominación? Probablemente no. ¿De
dónde demonios sacaba Rusty esa cantidad de dinero?
Su estómago se apretó.
Oh no. No, no, no. Él no se atrevería... Ella casi se rio de sus
ingenuos pensamientos. Seguro que lo haría. Rusty era exactamente
g p g q y
el tipo de hombre que robaría a su propio club y lo usaría para
comprar drogas. Aunque con ese tamaño de paquete, probablemente
estaba vendiendo y consumiendo.
Ella no debería estar presenciando este intercambio.
—Vamos, Beth—susurró Shell, volviéndose hacia su hija—.
Tenemos que irnos, ahora.
—¿Qué?—se quejó Beth, su cara desmoronándose—. Copper aún
no está aquí. ¡No quiero ir! —Su voz se elevó con la histeria que
tenían los niños cuando se tambaleaban al borde de una rabieta.
Cualquier otro día, Shell no se rendiría ante ese tipo de
comportamiento. ¿Pero ahora? La prioridad número uno era pasar
desapercibida—. Sí, tenemos que irnos. Si te vas conmigo ahora,
iremos a comprar helado. —Sobornaría a su hija con el diamante
Hope si eso la sacaba de ese maldito columpio.
—¡Ok!—gritó Beth haciendo que Shell se estremeciera.
Shell se arriesgó a echar un vistazo. Rusty estaba caminando
directamente hacia ellas, había recorrido aproximadamente la mitad
de la distancia, su largo paso devorando los metros.
¡Mierda! Le temblaban las manos cuando alcanzó la cadena para
detener el columpio, entonces lo pensó mejor. Nunca llegarían a su
coche antes de que Rusty las alcanzara y ella no lo quería a la
distancia de un escupitajo de su hija.
—¿Sabes qué, cariño?—dijo Shell mientras se esforzaba para
evitar que su voz temblara—. Cambié de idea. Sigue columpiándote.
—Se limpió las manos sudorosas en los vaqueros y empujó a Beth
para que volviera a ponerse en marcha—. Hagas lo que hagas, Beth,
no te bajes de este columpio. ¿Me escuchas?
—Sí, mami.
—Dímelo, Beth.
—Me quedaré en el columpio.
—Buena niña. Estaré justo allí donde pueda verte. —Shell señaló
a Rusty justo antes de trotar con sus piernas que parecían bandas
elásticas y encontrarlo lo más lejos posible de su hija.
—¿Me estás espiando, muñeca?—dijo Rusty, sonriendo como si
no lo hubieran atrapado con las manos en la masa.
¿Como si no tuviera un millón de cosas mejores que hacer con su tiempo
que seguirlo?
—No, Rusty. ¿Qué diablos quieres? —Shell miró a su alrededor y
dejó escapar un suspiro de alivio. Quien sea con quien se hubiera
reunido se había ido hacía mucho tiempo. Pero eso significaba que
no había otra alma a la vista. Nadie alrededor para escuchar su grito.
Al menos durante los próximos momentos—. Copper se reunirá con
nosotras aquí en cualquier momento. Tienes que irte ahora.
Él sonrió y su estómago se hundió. Todas y cada una de las veces
que había acudido a ella en el pasado, esa sonrisa petulante de rey
del mundo se burlaba de ella. En los cinco años que había estado tras
las rejas, esa sonrisa no había cambiado ni un poco. Los recuerdos,
todos desagradables y no deseados, la asaltaron.
Quítate la ropa, rubia, tengo algo para ti.
¿Qué, Rusty? ¿Ahora?
Joder, ahora mismo. Desnúdate y métete en la cama. Abre las piernas.
Rusty, no podemos hacer esto ahora. Copper va a estar aquí en cualquier
momento para arreglar el grifo que gotea en el baño. Tuvimos que
programarlo mientras mi madre estaba fuera para que no se cabreara.
Entonces será mejor que te des prisa, ¿eh? Deja de mover la boca y
prepárate para ser follada.
¡Rusty! Ahora no podemos.
¿Necesito recordarte por qué podemos y lo haremos ahora?
Y entonces aparecería la sonrisa. No, él nunca había necesitado
recordárselo. Durante los tres años que había sido el dueño de su
cuerpo, nunca necesitó recordárselo. Aunque lo hacía, a menudo y
con crueldad.
—¡Oye! —Él chasqueó los dedos frente a su cara—. ¿A dónde
diablos te fuiste?
Shell saltó y miró hacia los columpios. Afortunadamente, Beth
jugaba, felizmente inconsciente del monstruo cercano.
—A ningún lugar. ¿Qué es lo que quieres?—espetó ella.
Él se acarició la barba que necesitaba un serio cuidado. En lugar
de ser sexy, como la barba de su hermano mayor, Rusty lucía unas
tres semanas más allá de la necesidad de un corte. Por alguna razón,
no estaba creciendo uniformemente y algunos mechones eran más
largos que otros. Después de una inhalación, arrugó la nariz.
También olía... como...
—Coño—dijo con un guiño.
—¿Discúlpame?
—Tuve una maldita noche bastante salvaje anoche. No tuve
tiempo para una ducha. Probablemente huelo a coño. A alguna de
ellas.
Su nariz arrugada se convirtió en una mueca de disgusto.
—Eres un cerdo, Rusty. Te preguntaré una vez más antes de irme
a estar con mi hija. ¿Qué carajo es lo que quieres? —Apretó sus
manos temblorosas en las caderas y trató de hacer que su metro
cincuenta y ocho pareciera más alto y al menos algo amenazante.
—¿La hija de quién es?—preguntó, la sonrisa del infierno
volviéndose aún más arrogante.
Lo odio. Lo odio.
—Qué. Es. Lo. Que. Quieres.
Echó la cabeza hacia atrás y se rio. Dios, cómo le gustaría pegarle.
Pero antes que nada, su hija estaba presente, y necesitaba a alguien
en su vida que no aprobara la violencia, ya que estaba segura de que
no iba a aprender esa lección de sus muchos tíos y definitivamente
no de su tía Izzy. A veces, Shell deseaba el coraje de Izzy. Izzy le
arrancaría las pelotas a Rusty y lo obligaría a comérselas. Shell
simplemente no tenía eso en ella.
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—Bueno, muñeca, quiero saber qué crees que acabas de ver.
—¿Qué? —Fingió más de lo que nunca había fingido nada en su
vida—. Solo estoy aquí jugando con mi hija, Rusty. Te dije que no te
estaba espiando.
Los ojos entrecerrados y la sonrisa continua le dijeron que no lo
estaba comprando. Y eso significaba que ella había tenido razón. Él
había robado al club y estaba usando ese dinero para comprar
metanfetamina. Y probablemente venderla por una ganancia
bastante considerable.
Tenía que decírselo a Copper.
Y Rusty lo sabía.
Él se inclinó cerca, el olor familiar de él rodando a través de su
organismo como una intoxicación alimentaria. Shell se mordió el
labio inferior. Duro. Con suerte, el escozor de sus dientes superaría
las ganas de vomitar.
—Todavía tengo ese video, muñeca. ¿Recuerdas cuál?
Te voy a follar, Shell. Los coños del club son geniales, pero a veces quiero
algo un poco menos... roto. Antes de que digas que no, déjame mostrarte un
video.
Esas fueron las palabras que cambiaron toda su vida hacía años.
Y estaría condenada si permitía que él la controlara de nuevo.
Ella forzó un resoplido, tratando de sonar incrédula en lugar de
histérica.
—Ya no soy una niña, Rusty. Ya no me asustas como antes. —
Ahora tenía recursos y una forma adulta de pensar y buscar ayuda.
Se encogió de hombros como si las palabras no tuvieran
significado.
—Estoy bastante seguro de que puedo hacer que aceptes mi
forma de pensar. —La sonrisa desapareció, reemplazada por una fea
mueca. El hombre parecía que necesitaba una ducha con un cepillo
de fregar de hierro—. Creo que una niña necesita a su padre en su
vida, ¿sabes a lo que me refiero? —Una ceja roja se arqueó.
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Rusty tenía tantos puntos en común con Copper. Los mismos ojos
verdes, el mismo cabello rojo, la misma altura y muchos gestos
iguales ¿Cómo podían los hermanos ser tan distintos en
personalidad y moral?
Shell tragó una gota de bilis. Todo esto era demasiado familiar.
Las amenazas, el miedo, la impotencia.
—¿Qué es lo que quieres?
—Bueno, me encantaría repetir nuestro tiempo juntos, ¿a ti no?
Pero contigo follando con mi gran hermano malo, eso podría ser un
poco más difícil esta vez. —Guiñó un ojo—. Sin embargo, podría
encontrar una solución alternativa. ¿Recuerdas cómo era entonces?
Tranquila, muñeca. Sabes lo que me hará el club si nos atrapan, ¿no?
¿Y sabes lo que eso significa para tu precioso Copper?
Ella se estremeció. Lo recordaba bien. Recordaba innumerables
noches llorando hasta quedarse dormida. Recordaba la vergüenza, la
culpa, el odio, la sensación de estar sucia sin importar cuántas
duchas tomara. Recordaba el pánico cuando el palito mostró un
signo más. Recordaba el miedo que todo lo consumía de no ser
capaz de soportar sostener a su propia hija. Recordaba las horas de
terapia solo para poder mirarse en el espejo.
Sí, lo recordaba todo.
—Vete al infierno, Rusty.
Él cruzó los brazos sobre el pecho e hizo un gesto de mofa.
—He estado allí, rubia. No voy a volver. Pero Copper, ahora muy
bien podría terminar donde estaba yo, ¿no? Excepto que por mucho
más tiempo. Por el resto de su vida.
El mismo temor que esa amenaza le causó hacía ocho años se
apoderó de ella y su visión se agudizó. En toda su vida, nada más
habría provocado la reacción intensa y visceral que invocaba la
amenaza de Rusty.
Copper en la cárcel por asesinato.
Por el resto de su vida. Eso en cuanto a ella no cediendo al miedo.
Estaba temblando ahora, incapaz de controlar la reacción de su
cuerpo ante sus palabras.
—No viste nada hoy. ¿Me oyes, perra? Ni una maldita cosa. Y no
le dices una puta palabra sobre mí, a mi hermano. No, a menos que
quieras a tu hombre en una celda y a tu hija compartiendo el tiempo
conmigo.
El mundo se volvió borroso y su pecho se contrajo hasta el punto
de que no podía respirar. Sobre su cadáver Rusty pasaría diez
segundos a solas con su hija. Estaba tan jodida. La lealtad al club era
lo más importante en la vida de los hombres. La traición de Rusty, su
robo al club, era una ofensa que nunca pasarían por alto. Si lo
mantenía en secreto, era tan culpable como él.
¿Pero la alternativa? ¿Cárcel para Copper y posible custodia para
Rusty? Ese era un destino peor que cualquier cosa que el MC
pudiera ofrecer.
—¡Mami! ¡Mami, mira! ¡Copper está aquí! —Beth arrastró los pies
por la tierra debajo del columpio, reduciendo la velocidad hasta
detenerse. Entonces echó a correr y se arrojó a los brazos tendidos de
Copper. Él pudo haber atrapado a su hija y ahora la abrazaba contra
su pecho, pero sus ojos estaban pegados a donde ella y Rusty
estaban hablando.
Y, vaya, no estaba contento. Esos enormes pies calzados con botas
engullían la distancia a través del parque.
—Boca cerrada—dijo Rusty—. Hablaremos pronto. —Luego
lanzó un saludo alegre hacia su hermano, se dio la vuelta y salió
disparado de allí.
A pesar de toda su valentía, el hombre no era más que una
gallina.
Shell tomó dos respiraciones temblorosas y puso una sonrisa en
su rostro antes de ir a encontrarse con su hija y el hombre que
deseaba con todo su corazón fuera el padre de esa niña. Pensamiento
peligroso, justo ahí. La realidad era muy diferente.
Mientras se movía para estar cerca de las dos personas que
amaba por encima de todo, se sentía desconectada del mundo. Su
cuerpo avanzaba a paso lento, pero su mente corría con mil
preocupaciones y dudas.
—¿Qué estaba haciendo él aquí?—dijo Copper sin ni siquiera un
hola. Su mirada entrecerrada siguió la forma en retirada de Rusty.
—Oh, eh, nada. Solo de paso, supongo. Dijo hola y se fue. —
Mierda, ¿su voz se quebró? ¿Había algo creíble en su sonrisa tensa y
su postura rígida? Por mucho que lo intentara, la calma, la frialdad y
la serenidad no estaban sucediendo.
Su mirada evaluadora se desplazó hacia abajo.
—Él está en algunas de las listas negras de los hermanos. Me
peleé con él antes, y se marchó antes que Zach y yo. ¿Te está
molestando?
Shell tragó saliva. Por primera vez en su vida, estaba a punto de
decirle una mentira descarada al hombre que amaba. En el pasado,
siempre se las arreglaba para evitar las mentiras con palabras y
omisiones ingeniosas. No esta vez.
—N-no, no hay problema. Parecía un poco fuera de lugar, pero
eso es todo.
—Mmm. —Copper todavía la miraba fijamente y ella tuvo la
clara impresión de que no le creía, pero afortunadamente, Beth
aprovechó ese momento para interrumpir.
—Tu cara se siente como la del perro de Bobby—dijo Beth,
frotando sus manos por las mejillas de Copper. Esa chica
definitivamente era una chica amante de la barba. Cada vez que uno
de los moteros barbudos la sujetaba, sus manos asaltaban su rostro.
—¿Oh sí? ¿Quién es Bobby? ¿Es un amigo del preescolar? —
preguntó Copper con su mejor voz de padre.
Beth se rio.
—No, tonto, es mi novio. Y tiene un Puddle (charco de barro).
La frente de Copper se arrugó mientras miraba a Shell.
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—Poodle (caniche)—dijo ella entre risas. Beth comparando la
barba de Copper con un caniche era oro puro.
—Novio, ¿eh? Bueno, creo que necesito conocer a este tipo.
Asegurarme de que esté tratando bien a mi princesa. ¿Qué dices?
—Sí. Puede venir con su Puddle. Puedes conocerlos a ambos. —
Mientras hablaba, seguía acariciando las mejillas de Copper.
—Genial. Arréglalo, mami—dijo Copper mientras le hacía
cosquillas en la barriga a Beth. Ella estalló en un ataque de risa—.
¿Te gusta mi barba? —Frotó su mejilla contra la de Beth, provocando
aún más dulces risitas de la niña.
—Ajá—dijo ella entre risas.
La emoción obstruyó la garganta de Shell y la hizo parpadear
para contener las lágrimas. Este momento era lo que había
fantaseado en toda su vida. Alegría, amor y risas con Copper y la
pequeña familia que formaban. Era la perfección.
El sueño.
Y era falso. Una mentira condenada a terminar en un corazón
pulverizado y un futuro aplastado. En lugar de llenarla, el momento
casi la ahogó con pensamientos sobre el hombre que amenazaba con
quitarle todo.
No podía permitir que eso sucediera. De alguna manera,
encontraría una manera de salirse de debajo del pulgar de Rusty.
Con una sonrisa forzada, se sacudió la desesperación. Copper se
daría cuenta de su ansiedad si actuaba fuera de lugar.
—A tu mami también le gusta. —Copper le guiñó un ojo y su
rostro se calentó. Sí, a ella le gustaba. Solo que ella lo prefería entre
sus piernas en lugar de contra su cara. Tal vez podría recibir un
recordatorio de cómo se sentía exactamente en unas pocas horas.
—Mami la ama—respondió Shell, disparando como de
costumbre.
Levantando las cejas hacia ella, Copper dijo:
—Está bien, niña. ¿Adónde primero?
¿ p
—¡El tobogán!—chilló Beth. Se lanzó desde los brazos de Copper
y se salió disparada hacia el tobogán en espiral.
—Hola, hermosa. —Los brazos de Copper la rodearon. Dos
manos grandes empuñaron su culo y la arrastraron contra él. En el
segundo en que sus pechos se moldearon a su duro tórax, su coño se
apretó e inundó. Así de fácil ella estaba excitada y deseando que
estuvieran solos.
—Hola—susurró ella, colocando sus manos sobre los pectorales.
Inclinó la cabeza hacia abajo, flotando a milímetros de sus labios.
—Te extrañé hoy. Dios, te extrañé. No he probado estos labios en
más de diez horas.
—Ajá. —La cabeza le daba vueltas cuando el ligero olor a
cigarros, aceite de motor y cualquier jabón que usara Copper le hizo
cosquillas en la nariz.
—Veo que te he dejado sin palabras. —Esas fueron las últimas
palabras pronunciadas antes de que su boca chocara contra la de
ella, y no solo la dejó sin habla, sino también sin cerebro. Ella amaba
a su hija por encima de todo, pero hombre, si Beth no estuviera
cerca, Shell se habría arrodillado allí mismo y lo habría hecho aullar
al viento.
Ella gimió y él se rio entre dientes contra sus labios.
—Mantén ese pensamiento, cariño. Solo por unas pocas horas. —
Luego le guiñó un ojo y salió tras su hija—. Aquí voy, princesa.
Beth chilló de alegría cuando Copper saltó por la escalera y se
sentó detrás de ella en el tobogán en espiral.
Tapándose la boca con la palma de la mano, Shell soltó una risita.
Ese tobogán prácticamente gimió bajo el peso de su colosal hombre.
La cosa probablemente no fue diseñada para ciento doce kilos de
musculoso motero—. ¡Aquí vamos! ¿Estás lista, mami?
—¡Espera! Déjame obtener un video de esto.
—Maaaa—gimió Beth. Mientras ella sacaba el teléfono, Shell
sorprendió a su hija mirando a Copper—. Mami siempre quiere
p j pp p q
hacerme videos.
—Bueno, eres bastante especial—dijo Copper—. Y mamá quiere
poder ver todas las cosas especiales una y otra vez.
Hola, punzada al corazón.
Sonaban como una verdadera familia. Y desde el exterior,
probablemente parecían eso. Jugando en el patio de recreo con
Copper refiriéndose a ella como mamá. Después se dirigirían a su
casa donde comerían la cazuela que preparó. Copper le leería a Beth
porque ahora ella se negaba a que nadie más que él le leyera un
cuento. Entonces después de que su hija se fuera a la tierra de los
sueños, ella y Copper finalmente tendrían la oportunidad de ceder al
deseo que había crecido a lo largo del día. Caerían en la cama
explorándose durante horas y después dormirían tan apretados
como casi un solo cuerpo.
Doméstico. Perfecto para cualquier extraño que estuviera
mirando. Lástima que todo era una frágil red de engaño. Hizo una
pausa, con el teléfono en la cadera. Si jugaba mal sus cartas, este
hombre podría terminar en prisión por el resto de su vida. Rusty lo
haría. A pesar del amor de Copper por su hermano, Rusty lo odiaba.
Tal vez odio era una palabra demasiado fuerte, pero él estaba tan
envidioso que haría cualquier cosa para tener lo que tenía Copper. Y
eso era algo peligroso.
¿Podría hacerlo? ¿Lo haría? ¿Guardar información vital para el
club? Si bien haría todo lo posible para mantener a Copper fuera de
la cárcel, y lo había hecho en el pasado, no estaba segura de poder
seguir mintiéndole. Ella se rompería. ¿Y dónde dejaría eso a su hija?
¿La hija de Rusty? Shell se estremeció ante la idea de que ese
hombre tuviera una relación con su hija.
—Mami, ¿por qué tardas tanto?—preguntó Beth.
—Sí, mami, ¿por qué tardas tanto? —Copper exageró el quejido
de Beth, haciendo que Shell se riera a pesar de su estado de ánimo.
—Lo siento, ya voy. —Se apresuró hacia adelante hasta que
estuvo en el ángulo óptimo para capturar a sus dos amores bajando
g p p p j
por el tobogán—. ¡Está bien, hacedlo!
Beth dejó escapar un grito de emoción cuando Copper empujó.
Atravesaron el primer bucle del tobogán y luego se detuvieron en
seco.
—¡Oye!—dijo Beth—. ¿Qué pasó?
Copper meneó las caderas y después frunció el ceño.
—Estoy atascado. —Apartó los brazos de la cintura de Beth. Sin
él sosteniéndola, ella se deslizó el resto del camino por el tobogán
con un hurraaa. Con las manos a los lados del tobogán, Copper trató
de impulsarse hacia adelante.
—Malditamente, realmente estoy jodidamente encajado aquí—se
quejó.
—¡Mamá! ¡Copper dijo joder! —gritó Beth mientras corría desde
el tobogán hacia Shell—. Mami, ¿lo escuchaste?
Pero Shell no podía respirar el aire suficiente para responder. Se
reía tanto que le dolía el estómago y se inclinaba hacia adelante.
—¿Qué pasa, mami?—le preguntó Beth—. Tu cara está toda roja.
—E-estoy bien—dijo, finalmente capaz de tomar aire. Oh, Dios
mío, nunca había visto nada tan divertido en toda su vida como el
gigante y rudo presidente del MC encajado en un tobogán en espiral
para niños.
—¿Te estás riendo de mí, mujer?—gruñó Copper mientras se
deslizaba centímetro a centímetro por el tobogán.
—N-no. N-nunca de t-ti. —Shell hipó y envolvió un brazo
alrededor de su estómago. Ay, el calambre. Los músculos se
contrajeron y se tensaron mientras ella continuaba riéndose como
nunca antes.
—Veremos qué jodidamente divertido crees que es cuando saque
mi culo de aquí—dijo Copper.
—¡Mamá! Lo dijo de nuevo. Dos veces.
Shell cayó de rodillas, incapaz de mantenerse erguida.
—Lo tengo todo en v-video—dijo mientras comenzaba otra ronda
de risas.
—¿Puedes controlarte el tiempo suficiente para ayudarme aquí?
—preguntó Copper, girándose para mirarla por encima del hombro.
—C-claro. —Shell inhaló profundamente y exhaló con los labios
fruncidos. Apagó la grabación y luchó por ponerse de pie. Con
piernas temblorosas, caminó hasta el final del tobogán—. Te tiraré de
los pies.
Lo mejor que pudo, envolvió sus manos alrededor de los tobillos
de Copper y tiró con todas sus fuerzas. Eso combinado con la fuerza
de la parte superior del cuerpo de Copper finalmente desatoró al
hombre.
—¡Oh, mierda! —Shell agitó los brazos mientras trataba de
combatir el impulso hacia atrás, pero fue inútil. Trastabilló hacia
atrás, aterrizando sobre su culo en la tierra. Segundos después, un
motero pesado como el infierno voló por el borde del tobogán y
aterrizó boca abajo sobre ella.
Shell se echó a reír de nuevo. Apoyándose en sus manos para
evitar aplastarla, Copper frunció el ceño.
—Vas a borrar ese video en el momento en que nos levantemos.
Ella negó con la cabeza.
—De ninguna manera, amigo. Estoy segura de que necesitaré
algo para amenazarte en algún momento.
Un gruñido retumbó en su pecho cuando sus dedos se deslizaron
debajo de su camiseta. Le hizo cosquillas a lo largo de sus costados
haciéndola retorcerse y gritar.
—¿Lista para borrarlo?
—No—dijo ella entre jadeos—. ¡Nunca!
Las cosquillas se detuvieron.
—Mmm. —Una de sus cejas cobrizas se elevó—. Estoy seguro de
que pensaré en una forma de conseguir lo que quiero.
Dejó caer su boca sobre la de ella, sus dedos cambiando de
cosquillas a placer mientras acariciaban la piel de su estómago.
—¡Hurra!—gritó Beth—. Tiempo de lucha. —Entonces dio un
salto volador, aterrizando sobre la espalda de Copper, lo que hizo
que sus brazos se doblaran y su gran cuerpo aterrizara sobre el de
Shell.
—Uuuf—jadeó cuando el aire abandonó sus pulmones.
—¿Olesss lo que está cocinando La Roca?—gritó Beth mientras
rebotaba en la espalda de Copper.
Golpeando una mano sobre su boca, Shell reprimió la risa que no
parecía detenerse. Copper puso los ojos en blanco y pasó la mano
por su espalda, atrapando a una risueña Beth.
—¿Quién ha estado viendo WWE de la vieja escuela contigo,
princesa?
Fue uno de los períodos de diez minutos más felices en toda la
vida de Shell. Ella haría cualquier cosa para mantener viva esta
magia. Pero puede que no sea posible. Puede que solo hubiera una
forma de mantener a Copper fuera de la cárcel y a su hija alejada de
Rusty, y esa sería irse de la ciudad.
Y terminar las cosas con Copper.
Capítulo 22
En el momento en que los ojos de Copper se abrieron, apareció la
misma sonrisa tonta que había estado luciendo durante días. Shell
aún dormía, su espalda desnuda, suave como la seda, hacia él.
Menos mal que pasaba la mayoría de las noches en su casa. Si sus
hombres lo atrapaban luciendo tan feliz a primera hora de la
mañana, nunca dejarían de atormentarlo.
Girando, hizo una mueca. Había algunas desventajas de quedarse
en casa de Shell. Principalmente, la cama tamaño queen. Nada más
sustancial cabría en su diminuta habitación. No es que se opusiera a
dormir acurrucado junto a Shell, eso sucedería incluso si la cama
fuera del tamaño de una piscina. Pero su gran cuerpo viejo no
encajaba. Ambos pies colgaban del borde, lo que lo volvía loco,
haciéndolo enroscarse en una bola apretada sobre su costado. Cada
mañana se despertaba rígido y dolorido. Por más de una razón.
Estirándose hacia abajo, ajustó su dura polla que era mitad
erección matutina y mitad mujer desnuda a su lado.
Shell dejó escapar un suave suspiro y se hundió más en la
almohada. Mientras se movía, su dulce culo rozó la cadera de
Copper.
Bien, ahora la erección era cien por cien mujer sexy.
Tal vez era hora de pensar en mudarse de la sede del club.
Conseguir un lugar con un patio en el que Beth pudiera correr, una
cocina lo suficientemente grande como para albergar una mesa para
más de dos personas, y una cama del tamaño de un monstruo en la
que no se despertará sintiéndose como un viejo de ochenta años.
Cerró los ojos, visualizándose volviendo a casa con Shell y Beth al
final de un largo día. Beth estaría en el suelo, construyendo una torre
con esos bloques rosas y morados con los que se había obsesionado.
Se detendría por unos minutos, le haría cosquillas hasta que ella
chillara, entonces continuaría hacia la cocina. Shell estaría en la
estufa, con el cabello en lo alto de la cabeza en una pila sexy,
pantalones cortos de mezclilla acunando su culo y atrayendo su
mirada. Estaría descalza, esos adorables dedos de los pies con las
uñas rosadas golpeando al ritmo de su canción country favorita, sin
darse cuenta de su presencia.
Después de admirarla sigilosamente durante unos segundos, se
colocaría detrás de ella, apoyando su dureza contra ella. Con una
dulce sonrisa, automáticamente levantaría la cabeza para aceptar su
beso. Y él la besaría bien. La besaría como el infierno.
Copper suspiró. Sí, sería bueno volver a su casa todas las noches.
Espera. Sus ojos se abrieron.
¿Su casa?
¿Shell descalza en la cocina?
¿Cuándo diablos se había interesado en la felicidad doméstica?
Miró a su mujer dormida. ¿Importaba el cuándo? Era hora de que su
mente aceptara lo que su cuerpo ya había aceptado. Shell le
pertenecía. Todas las razones por las que había luchado para no
estar con ella todavía existían. Pero estaba listo para decir a la
mierda. Que se joda el que pensara que estaba robando una cuna. Si
Shell se aburría de su viejo, al diablo con eso también. Haría lo que
fuera necesario para mantenerla interesada y atada a él. Demonios,
no era un problema ahora, pero compraría acciones de Viagra
cuando llegara el momento si eso era lo que tenía que hacer para
mantener a su mujer satisfecha.
¿Y las otras razones? ¿Su papel como presidente del MC? ¿Su
promesa a Sarge? El club corría por la sangre de Shell. No había
forma de separarla de su familia. Él podría garantizar su seguridad y
felicidad mucho mejor con ella que lejos de ella.
Sí, era hora de reclamarla oficialmente como su dama.
El culo respingón de Shell se acomodó contra él haciendo que su
polla se contrajera. Podría continuar su planificación más tarde. En
este momento, tenía otros asuntos que atender.
Rodando a su lado, rozó sus labios de un lado a otro a través de
la columna vertebral de Shell, y entre sus omoplatos. Su piel era
cálida y suave como el satén contra sus labios. Ella no reaccionó, así
que la besó de nuevo, justo encima del primero. Luego otro, y otro
hasta que chupó la pequeña elevación de su columna justo en la base
del cuello. Un suave gemido y un ligero escalofrío fue su respuesta.
Su mujer estaba despierta, haciéndose la dormida. Deslizó una
mano alrededor y acunó un pecho suave y cálido en su mano.
Cuando le tocó el pezón rígido, Shell gimió.
—¿Me estás rechazando? ¿Fingiendo estar dormida? — susurró
contra su oído.
—No—dijo ella sacudiendo la cabeza contra la almohada. Apretó
la punta sensible de su pezón y su culo se arqueó contra su polla—.
Simplemente disfrutando la forma en que me tocas. No quería que te
detuvieras, así que me quedé quieta.
—Nunca dejaré de tocarte, cariño. Cada vez que necesites estas
manos sobre ti, solo dilo y serán tuyas.
Se dio la vuelta hasta que estuvieron uno frente al otro y pasó un
dedo por sus labios. Atrapando la punta entre sus dientes, lo chupó
en su boca. Sus ojos brillaron con pasión.
—¿Y tu boca?—dijo ella, con un poco de descaro en su tono—.
¿La tendré cuando quiera?
—Sí, señora—dijo mientras soltaba su dedo y tomaba su boca
tentadora. Ella se inclinó hacia él, deslizando audazmente su lengua
en su boca y frotando sus tetas por todo su pecho. Cada vez que
tenían sexo, Shell se volvía más audaz, más dispuesta a tomar lo que
necesitaba.
—¿Y esto? —Su pequeña mano rodeó su polla. Ella agarró lo que
pudo de su circunferencia y dijo—. ¿Puedo tener esto cuando
quiera?
—Joder, sí—soltó mientras se endurecía hasta el punto de la
agonía. Cada vez que ella lo tocaba, tenía el deseo casi incontrolable
de follarla contra la superficie plana más cercana—. ¿Estás pensando
que podrías quererlo ahora?
Su sonrisa se volvió astuta.
—Hmm—dijo ella, acariciando su longitud. Él le apretó el culo en
respuesta—. Supongo que podría ser persuadida…
Dios, ella ni siquiera estaba trabajando para que se corriera,
simplemente deslizando ociosamente su puño por longitud. Su
cuerpo no estaba recibiendo el mensaje de que aún no era hora de
descargar. Sus testículos, pesados y llenos, se acercaron a su cuerpo
mientras el fuego ardía en sus entrañas.
Un destello burlón brilló en los ojos de Shell. La maldita mujer
sabía exactamente lo que le estaba haciendo. Y le encantaba. Si bien
nada era mejor que verla feliz y despreocupada, él no estaba
dispuesto a disparar su semen por todo su estómago antes de tener
la oportunidad de escucharla gritar de placer. El mejor sonido del
mundo.
Le apartó las manos de un manotazo, ignoró sus risitas y levantó
la pierna de arriba sobre su cadera. Agarrando la base de su polla,
apretó, fuerte, y contó de ocho en ocho.
992, 984…
No estaba funcionando Bueno, funcionó lo suficiente como para
no avergonzarse en el primer intento. Guiando la punta hacia su
goteante coño, estaba a punto de hundirse cuando el estruendo de su
teléfono hizo que ambos se sobresaltaran.
—Ignóralo—dijo con un gruñido, deslizando la punta llorosa de
su polla dentro de ella.
Ella gimió, los dedos curvándose en su pecho.
—Copper, son las cinco cuarenta y cinco de un martes por la
mañana. Si alguien está llamando, es probable que algo ande mal. Al
menos deberías comprobarlo.
—Joder. —Shell tenía razón. ¿Quién diablos estaría llamando a
esta hora?
Uno de sus hombres, pero solo si tenían un problema grave.
Rodando sobre su espalda, su polla se deslizó fuera de ella, haciendo
que Shell gimiera por la pérdida. No era exactamente el sonido que
él había estado buscando.
Recogió el teléfono de la mesita de noche turquesa y frunció el
ceño ante la pantalla.
—Es Jig. Mierda. ¿Qué pasa hermano?—respondió.
—Lamento llamar tan temprano, Cop, pero esto no podía esperar.
Copper se frotó los ojos y se quedó mirando la punta húmeda de
su verga marchita. Shell permaneció de lado frente a él, con una
mano apoyada en su estómago.
—No te preocupes por eso. Estaba despierto.
Estaba, era la palabra clave.
—Nos faltan otros cinco de los grandes.
Tomó un segundo más de lo debido para que las palabras de Jig
se registraran. Probablemente debido a la madrugada combinada
con el hecho de que la mayor parte de su sangre todavía estaba
concentrada en el área de su polla. Pero en el momento en que
comprendió las palabras de Jig, voló a sentarse.
—¿Qué diablos quieres decir? Yo mismo puse el dinero en la caja
fuerte anoche después de contarlo juntos. Estaba jodidamente
seguro.
Copper prácticamente podía ver la expresión de piedra de Jig a
través del teléfono. Esta mierda tenía a su tesorero jodidamente
enojado.
—Lo sé, Cop. Supongo que alguien se metió en la caja fuerte.
—¡Pero qué carajo! —Empezó a tirar las piernas por el costado de
la cama mientras una ira violenta le calentaba la sangre, pero Shell
pasó su esbelta pierna sobre su regazo y se sentó a horcajadas sobre
él, empujándolo hacia la almohada. Sentada a horcajadas sobre él, le
frotó el pecho y él pudo controlar la furia provocada por la
impactante revelación de Jig—. Tú y yo somos los únicos que
conocemos la combinación de esa caja fuerte.
—Eso creemos.
—¿Estás diciendo que alguien la sabe y acaba de abrir la puta
cosa?
—Eso es lo que estoy diciendo, Cop. No hay daños en la caja
fuerte. Pusimos cámaras en mi oficina, pero no en la tuya, lo cual fue
un error. Hoy haré que Maverick lo solucione. Tenemos que atrapar
a este hijo de puta.
Las suaves manos de Shell hicieron círculos calmantes en su
abdomen, lo único que lo mantuvo conectado a tierra y capaz de
controlar la ira que burbujeaba cerca de la superficie. Sin ella,
seguramente habría perdido su legendario control. No sucedía a
menudo, pero cuando lo hacía, la mayoría de las personas se
dispersaban. No Shell. Ella siempre se quedaba y lo ayudaba a
calmarse. Desde mucho antes de que hubiera cedido a su deseo por
ella.
—Iglesia a las ocho de la mañana. No me importa si tienes que
sacar personalmente a cada maldito miembro del club de sus camas.
Nadie se pierde esta jodida reunión. ¿Me escuchaste?
—Sí, Cop. Correré la voz. Nos vemos en unas horas.
—Estaré allí pronto. —Cortó la llamada y miró al techo. Tres
veces. En tres ocasiones distintas, uno de los hombres a los que
consideraba familia, uno de los hombres por los que habría dado su
vida, le robó.
Ni siquiera tenía una idea de quién podría ser. Si alguien le
hubiera preguntado hacía dos semanas, habría dicho que de ninguna
manera uno de los Handlers le robaría al club. Claramente, su juicio
no era tan sólido como pensaba.
—Oye—dijo una voz suave desde arriba—. Sé que se supone que
no debo escuchar, pero soy bastante entrometida. —La sonrisa
tímida de Shell lo hizo sonreír—. Entonces, probablemente me
entrometeré mucho.
Puso sus manos en sus caderas dejando que la sensación de ella
fluyera a través de él.
—Está bien bebé. Si no estuvieras aquí, habría perdido mi
mierda.
—Mira—dijo mientras su rostro se sonrojaba—. Te conozco desde
hace mucho tiempo, y he estado enamorado de ti casi desde que te
conozco.
Hmm… le gustaba a dónde iba esta conversación.
—Entonces, creo que te conozco bastante bien. ¿Estás
cuestionando tu juicio? Sintiéndote inepto como líder, ¿verdad?
Mierda, ella lo conocía. Él asintió, los dedos amasando la piel
carnosa justo por encima de sus caderas.
—Deja esa mentira—dijo ella en un tono áspero que lo hizo soltar
una carcajada.
Probablemente su objetivo.
Con una pequeña risa, ella jugó con el vello de su pecho.
—Solo quiero decir que esto no tiene nada que ver contigo. Tienes
una manzana podrida en tu pandilla y te encargarás de ella. No es tu
culpa. El resto de tus hombres son sólidos hasta la médula, y
cualquiera de ellos estaría dispuesto a seguirte al infierno.
Concéntrate en ellos.
Una feroz leona, eso es lo que le recordaba Shell. Amar y proteger
a su familia elegida hasta su último aliento. Lo cual tenía mucho
sentido. Los leones eran reyes de la selva; la leona su reina.
Y haría de Shell su reina aunque fuera la última maldita cosa que
hiciera. En el momento en que la mierda del club se resolviera,
estaría exigiendo respuestas. Era hora de seguir adelante con Shell, y
no sucedería hasta que supiera los detalles de lo que sea que la
detuviera.
—¿Te diriges hacia ahí?—preguntó ella.
—Sí.
Se chupó el labio inferior entre los dientes.
—¿Tienes tiempo para algo primero?
—Claro, tengo unos minutos. ¿Qué tienes en mente? —Su polla
se había llenado al máximo una vez más. Con Shell a horcajadas
sobre él, su coño mojado goteando por todo su estómago, las tetas
rellenas mirándolo, ¿quién podría culparlo?
—Que me folles hasta que esté gritando—dijo mientras se
levantaba, agarraba su gruesa polla y se deslizaba hacia abajo hasta
que estaba enterrado hasta las pelotas—. Mierda. —Ella se hizo eco
de sus pensamientos. Sus ojos se cerraron—. No estoy segura de que
alguna vez me acostumbre a lo grande que eres. Me llenas tan
malditamente bien.
Era un puto bastardo con suerte.
Después de tomarse un momento para adaptarse a su
penetración, los ojos de Shell se abrieron de golpe.
—¿Listo, grandote?—preguntó, moviendo las cejas.
—Dámelo, bebé.
Y ella lo hizo, montándolo hasta que ambos colapsaron en una
maraña de miembros sudorosos y respiraciones agitadas.
Dos horas más tarde, Copper estaba sentado a la cabecera de la
mesa mirando los rostros sombríos de sus hombres. Todo el alivio de
la presión que proporcionaba una buena follada con su mujer se
había desvanecido en el momento en que entró en la casa club.
Ayudó ver a Rusty en la mesa. Claro, las cosas habían sido un poco
difíciles en cuanto a su integración en el club, pero tener a su
hermano de sangre en la mesa significaba mucho. Significaba que
tenía la espalda de Copper y del club. Con el tiempo superarían lo
que fuera que estaba carcomiendo a Rusty. Sin embargo, uno de los
hombres no estaba.
—¿Dónde diablos está Rocket? —Copper se volvió hacia Jig.
—No pude encontrarlo, Pres—dijo Jig con un encogimiento de
hombros—. Lo llamé unas diez veces. Fui a su casa el doble de veces
y por cualquier otro lugar que se me ocurriera. Su culo está
desaparecido.
No. Joder no. De ninguna maldita manera, Rocket estaba
robándole al club.
¿Fue él? Maldita sea. Odiaba la incertidumbre. La incapacidad de
confiar en los hombres con los que había contado para cuidar su culo
varias veces.
—Está bien. Si alguien lo ve más tarde, quiero hablar con él. Voy
a ir directamente al grano. Han robado quince mil dólares de las
deudas que hemos cobrado. —Levantó la mano cuando los
murmullos rodearon la mesa—. Cierren sus jodidas bocas. Esto
termina hoy. Quiero saber quién es. Has terminado con el club.
Ahora, si te crecen bolas y vienes a mí por tu cuenta, pensaré en
dejarte salir con los huesos intactos. Si lo averiguo de otra manera, y
lo averiguaré, es posible que tengas que ser llevado. No es que un
solo hombre aquí te arrojaría una taza de agua si te estuvieras
quemando vivo. Ya no más.
La tensión se disparó a un nivel palpable. Copper se levantó y
apoyó las palmas de las manos sobre la mesa. Los hombres sabían
que estaba cabreado y sabían que uno de ellos tenía la culpa. La
desconfianza era rampante. Se miraban a través de la mesa tratando
de determinar quién era el ladrón entre ellos. Este tipo de cosas era
un infierno para la moral del club. Les dio un minuto, dejando que
su mensaje penetrara.
—Eso es todo lo que voy a decir al respecto por ahora. Estoy
demasiado enojado para seguir hablando de ello. Tenemos una
posible pista sobre Lefty. Alguien que podría ser capaz de entregarlo
a nuestra puerta. Pero tenemos que hacerles un favor. Cobrar
algunas deudas para él. Debería ser pan comido ya que hacemos esta
mierda todo el tiempo. Zach se pondrá en contacto si os necesita en
esto.
Los hombres se animaron un poco. La entrega de Lefty en
bandeja de plata era casi mejor que el sexo... casi. Lástima que
estuviera contaminado por un traidor traicionando al club. Con
p
suerte, cuando todo hubiera terminado, vengarse un poco de Lefty
levantaría la moral del club después de perder a un miembro.
Porque perderían un miembro. No importaba si el dinero fue robado
para financiar el tratamiento contra el cáncer de la madre de uno de
sus hombres. Robarle al club era un duro y rápido jodido no.
—Eso es todo por ahora. —Examinó lentamente a los hombres
sentados a la mesa, deteniéndose para hacer contacto visual con
todos y cada uno de ellos. Bueno, todos menos uno. Rusty que
jugaba en su teléfono, luciendo aburrido como el infierno. Eso en
cuanto cubrirle la espalda y estar involucrado en el club.
—Mi puerta está abierta si tienes algo que decirme. Rust, quiero
hablar contigo por unos minutos.
Rusty puso los ojos en blanco y Copper tuvo la clara sensación de
que estaba criando a un adolescente cargado de mala disposición.
Prácticamente ya la había tenido siendo el que crio a Rusty después
de que se mudaron de Irlanda. En ese momento, lo toleró, tal vez
más de lo que debería, pero realmente quién podría culparlo. Rusty
acababa de perder a su padre, lo habían arrancado de su hogar y
empujado a un país completamente nuevo. Era de esperar algún
retroceso. De acuerdo, Copper había estado tan ocupado con el club
en ese momento que probablemente no fue el padre de Rusty tanto
como debería, pero para un chico de veinte años que de repente era
responsable de un chico de diez años, pensó que estaba bien.
Copper se sentó detrás del escritorio. Rusty entró dos segundos
después.
—Sí, Cop.
—Solo estoy comprobándote después de ayer. Estabas bastante
enojado cuando despegaste.
Rusty se encogió de hombros.
—No fue nada. Lo superé. —Entró en la habitación y tomó un
asiento vacío—. Pero sigo pensando que te estás perdiendo la
oportunidad de obtener algunos jodidos billetes.
—¿Vendiendo metanfetamina?
¿
—Metanfetamina, heroína, Molly, lo que sea que la gente quiera.
—Rusty apoyó las botas en el borde del escritorio.
—El club ya ha ido por ese camino, hermano. Casi nos destruye.
Destruye la mayoría de los clubes o pandillas al final.
—¿Entonces? Ganas lo suficiente, y no importa. ¿Nunca te cansas
de dirigir a estos imbéciles? —dijo Rusty con una risa.
—No. —Con voz dura, Copper miró a su hermano—. ¿Quieres
salirte, Rust? ¿De eso se trata tu actitud de mierda? ¿Has terminado
con la vida del MC? Si eso es todo, que te crezcan algunas malditas
bolas y dímelo. Hasta entonces, cállate y empieza a actuar como si
quisieras estar aquí. ¿Entendiste?
Rusty se levantó y arrojó su cigarrillo humeante en el cenicero de
Copper.
—Que le den a esta mierda—dijo—. Necesito un puto coño. —
Salió de la oficina—. ¡Becky!—gritó—. En cinco minutos, en mi
habitación, de rodillas.
Eso no estuvo mal. Copper se pellizcó el puente de la nariz donde
un dolor parecía comenzar y extenderse por su frente. El día hubiera
sido mucho mejor si hubiera podido quedarse en la cama con su
mujer.
Capítulo 23
A Shell se le había presentado la oportunidad perfecta, y se había
acobardado. A lo grande.
Todo el tiempo que había estado en la cama con Copper
escuchando su llamada telefónica sobre el dinero robado, su mente
le había estado gritando que confesara lo que había visto. Que
compartiera su información sobre Rusty. Pero las palabras no salían
de su boca. Parte de ello era miedo debido a las amenazas muy
reales de Rusty. Parte de ello era su deseo de consolar a un Copper
agitado en ese momento en lugar de aumentar sus pesadas cargas
arruinando la relación con su hermano. Y una tercera parte era el
miedo paralizante de que una vez que abriera la boca, nunca dejaría
de hablar y vomitaría todo su horrible pasado, lo que efectivamente
pondría fin a su relación con Copper.
¿Podría ser más egoísta?
Mientras los conducía a ambos a una liberación explosiva, Shell
se convenció de que había tomado la decisión correcta. Su hombre la
había necesitado para que lo anclara a la tierra. Había necesitado que
lo calmara para poder enfrentarse a su club con la cabeza despejada
y las emociones tranquilas. Pero ahora, unas horas más tarde, veía
sus acciones por lo que realmente eran… cobardía y egoísmo.
¿Qué demonios se suponía que debía hacer ahora?
—Chica—dijo Izzy, deslizándose al lado de la cinta de correr en
la que Shell estaba ejercitándose en este momento—. ¿Qué te pasa
esta mañana? Apenas dijiste dos palabras en el coche, y ahora estás
corriendo como si el mismo diablo te estuviera persiguiendo.
Ella tenía razón. Shell jadeaba mientras movía las piernas más
rápido que nunca para mantenerse al día con la velocidad de la cinta
giratoria. A la mierda eso. La carrera no la estaba ayudando a
escapar de sus pensamientos o calmar su ansiedad. Apretó su dedo
índice en el botón menos hasta que redujo la velocidad a un paso
rápido. Con las piernas doloridas por el agotamiento, no quería nada
más que acostarse y tomar una siesta.
—Izzy, ¿cómo es que tienes diez semanas de embarazo y todavía
tienes tanta energía?—preguntó Shell mientras disminuía aún más la
velocidad de la máquina—. Se supone que debes estar enferma del
estómago y quedarte dormida por todos lados. —Presionó el botón
de parada, saltó de la máquina y se dejó caer sobre una colchoneta
directamente detrás de la fila de equipos de cardio.
A su amiga no pareció importarle que Shell hubiera ignorado su
pregunta.
—¿Así era como estabas? —Izzy se cernió sobre la cabeza de
Shell, con las manos en las caderas, mirando hacia abajo.
—No la parte enferma, pero estuve constantemente cansada
durante los primeros meses. No importaba si dormía doce horas
seguidas, apenas podía mantener los ojos abiertos durante todo el
día.
—Ajá—dijo Izzy, extendiendo una mano hacia Shell—. Por la
noche estoy más cansada que de costumbre, pero durante el día me
siento bastante bien.
—Bien por ti. —Shell permitió que una risueña Izzy, riéndose por
lo bajo, la ayudara a levantarse. El obstetra le había informado a su
amiga que tenía terminantemente prohibido pelear en el ring,
incluso ser sparring estaba prohibido, pero podía seguir con su
rutina regular de ejercicios mientras se sintiera bien. Hacía
aproximadamente un mes, Izzy obligó a Shell a unirse a ella en el
gimnasio, y ahora intentaban hacer ejercicio juntas cada vez que
Shell encontraba tiempo para ir allí. Por eso sus músculos le gritaban
a las nueve de la mañana de un miércoles. Beth estaba en la escuela,
los hombres en la sede del club, y ella no estaba programada en el
restaurante.
Momento perfecto para someterse a un poco de dolor en forma
de esfuerzo cardiovascular.
Zach salió caminando de las habitaciones traseras del gimnasio.
El estacionamiento de empleados estaba detrás del edificio con una
entrada allí también. Levantó la barbilla en dirección a ellas antes de
dirigirse al mostrador de facturación.
—Parece que la iglesia terminó. ¿Sabes lo que está pasando? —
preguntó Izzy mientras destapaba su botella de agua.
Shell se encogió de hombros y tomó su propia bebida. Nunca
traicionaría la confianza de Copper, ni siquiera por sus amigas.
—Estoy bastante segura de que sí, y no mencionaré detalles, pero
también sé un poco. Estaba con Jig anoche cuando descubrió la...
discrepancia. Esta mierda tiene que estar jodiendo la cabeza de
Copper.
Después de tragar un trago de agua refrescante, Shell dijo:
—No tienes idea.
—¿Esta es la razón por la que pareces estar mal hoy?
—Parte de ello.
—Ya sabes—dijo Izzy, alcanzando y agarrando la mano de Shell
—, puede que sea una perra sarcástica la mayor parte del tiempo,
pero puedo escuchar. Parece que estás luchando hoy. ¿Necesitas una
oreja?
Necesitaba más que una oreja. Necesitaba que alguien le dijera si
debía o no dejar que Copper supiera lo que vio y cómo lidiar con las
consecuencias. ¿Podría hablar con Izzy al respecto? Su amiga ya
sabía sobre la paternidad de Beth. Tal vez podría ayudar a Shell a
ordenar sus pensamientos y elaborar un plan.
Izzy era una rompe pelotas, una verdadera mujer que no
aceptaba ninguna mierda. Si ella hubiera sido la chica de dieciséis
años que Rusty trató de chantajear, probablemente le habría pateado
el culo, robado el video, arrancado la polla y entregado todo a
Copper en un paquete bien envuelto con un gran lazo rojo. Shell no
podía imaginarse a Izzy teniendo tanto miedo como en aquel
entonces.
Y había tenido razón entonces.
Miró a Izzy a los ojos. Como siempre, Izzy tenía el pelo recogido
en una impecable trenza holandesa. La capa inferior estaba afeitada,
lo que solo acentuaba su vibra ruda. Incluso con diez semanas de
embarazo, Izzy podía modelar la ropa deportiva que usaba. Ella era
el epítome de elegante fuerza.
—En realidad, me vendría bien un consejo si tienes tiempo.
—¿Para ti? Siempre. ¿Qué pasa?
Shell se mordió el labio inferior.
—No aquí.
Entrecerrando los ojos, Izzy asintió.
—Así que es ese tipo de conversación. Bien, ¿lista para dejarlo
todo aquí? Le dije a Jig que lo encontraría en la casa club cuando
terminara la iglesia. Podemos hablar en el coche.
—Sí, eso funciona. No tengo que recoger a Beth por unas horas,
así que planeaba ir a la casa club después de esto, de todos modos.
Izzy agitó la mano que sostenía su botella de agua gigante.
—Vamos a ver a tu hombre.
Shell sonrió. Todos habían estado llamando a Copper su hombre
durante las últimas semanas. La frase aún la estremecía cada vez que
la escuchaba. ¿Sería siempre así? ¿O la novedad eventualmente se
desvanecería?
Ella casi resopló. Sin duda decaería. Probablemente se
desvanecería por completo cuando Copper descubriese que era el tío
de su hija.
Después de un rápido abrazo y saludo a Zach, salieron por la
entrada principal y miraron alrededor del estacionamiento.
—¿Dónde diablos está mi coche?—preguntó Izzy—. ¡Santa
mierda! ¿Alguien robó mi coche? Juro que este puto estacionamiento
está maldito. —Hacía unos meses, Izzy había sido atacada saliendo
del gimnasio de Zach.
Shell se echó a reír.
—Estacionamos en la parte de atrás. ¿Cómo pudiste olvidarlo?
Oh, Dios mío, te asustaste de inmediato. Eso fue graciosísimo.
Lanzándole una mirada de reojo de muerte, Izzy dijo:
—Tengo cerebro de bebé, ¿cuál es tu excusa? Entraste conmigo y
tampoco recordabas dónde estaba el coche.
En lugar de volver a entrar y salir por la puerta trasera, se
dirigieron al exterior del edificio.
—Sí, pero no empecé a gritar que me habían robado el coche.
—No estaba gritando, zorra—dijo Izzy mientras se dirigía a su
coche. Una vez que estuvieron dentro con las puertas cerradas,
inmediatamente se volvió hacia Shell—. Está bien, derrama tus
entrañas, chica. Puedo ver que algo te está carcomiendo. ¿Estás
estresada por estar con Copper?
Con una risa áspera, Shell apoyó la cabeza en el asiento.
—No. Bueno, sí, pero no se trata de eso. —Se volvió y prestó a
Izzy toda su atención—. Tengo que decirlo rápido o lo perderé, así
que déjame decirlo todo.
—Está bien. —Izzy frunció el ceño.
—Ayer estuve en el patio de recreo con Beth. Vi a dos hombres
fumando una pipa, creo que tenía metanfetamina, al otro lado del
parque. Uno era Rusty. Debería haber agarrado a Beth y haber
corrido, pero estaba tan sorprendida que no podía moverme. De
todos modos, Rusty le entregó una gran cantidad de dinero en
efectivo al tipo y a cambio recibió un gran paquete de lo que
supongo que era metanfetamina.
La luchadora en Izzy salió con toda su fuerza mientras apretaba
los puños y se tensaba detrás del volante.
—Santa Mierda. Maldita sea, ese hijo de puta robó al club y lo
está usando para comprar y vender metanfetamina.
Parecía que las grandes mentes pensaban igual.
—Mis pensamientos exactamente, que se confirmaron cuando
Rusty me vio y me amenazó si le decía una palabra a Copper.
Izzy soltó un largo suspiro.
—Y ahora estás atrapada entre una gran roca y un lugar muy
duro.
—Más o menos—susurró Shell—. No tengo idea de qué hacer, Iz.
Copper crio a Rusty. Se siente paternal hacia él. Esto lo matará. —
Ella lanzó sus manos al aire—. Si me cree. Pero ¿cómo no decirle?
Puede que no sea un miembro parchado, pero mi lealtad siempre ha
sido para el club. —Las lágrimas llenaron sus ojos. A pesar de los
desafíos que la vida le presentaba, no era frecuente que Shell llorara.
En un momento, se había preguntado si había usado su cuota de
lágrimas cuando era adolescente—. Me amenazó con tratar de
obtener la custodia de mi bebé—susurró.
Una máscara dura cayó sobre las facciones de Izzy.
—Bueno, eso no va a pasar. Lo mataré yo misma antes de que se
acerque a ella. —Estirando los barco sobre la consola central, Izzy
abrazó a Shell—. Ya sabes la respuesta, Shell. Pero entiendo que
necesitas que alguien te la diga, así que lo haré. Tienes que decírselo
a Copper. Todo, desde el principio cuando eras una niña y Rusty se
aprovechó de ti. Puede ponerse feo por un tiempo, pero tu hombre
es sólido. Te escuchará, lo asimilará y te creerá. Incluso si no es en el
momento en que se pronuncien las palabras. También te protegerá, a
ti y a esa dulce niña tuya con su vida. ¿Y si él jode esto? ¿Si no te
cree? Todos los demás hombres en el club lo harán, y lo cagarán a
palos hasta meterle algo de jodido sentido común.
Shell soltó una risa exhausta. Dios, se sentía bien que alguien le
cuidara la espalda. Alguien que valide sus miedos y la ayude a
guiarla en la dirección correcta. Izzy tenía razón. Shell sabía lo que
tenía que hacer, pero necesitaba que alguien la empujara por la
cornisa. Ahora que estaba colgando de la punta de sus dedos, no
había nada más que hacer que dejarse caer.
—Eres la mejor, Izzy.
—Tienes razón, chica. Y estoy a punto de mejorar aún más. Voy
contigo.
—¿Qué? —Shell se apartó y miró a su amiga.
Envolviendo la cola de su larguísima trenza alrededor de su
puño, Izzy asintió de nuevo.
—Voy contigo. Apoyo moral, respaldo, fuerza en número, poder
femenino, como quieras llamarlo. Lo haremos juntas.
Resignada a la horrible tarea, Shell suspiró.
—Gracias. Acabemos con esto.
Con cada kilómetro que pasaba, el estómago de Shell se contraía
más y sus entrañas temblaban con más fuerza. Cuando llegaron a la
casa club, su corazón estaba alojado en su garganta, latiendo tan
fuerte que sentía cada latido en el cuello.
Como un prisionero al que conducen al corredor de la muerte,
Shell atravesó sin ver la casa club y se dirigió directamente a la
puerta de Copper. Nada registrado. No tenía idea de quién estaba
dando vueltas, qué hora era o si alguien se había dado cuenta de lo
mal que estaba. De pie frente a la puerta de Copper, temblando,
levantó la mano para llamar a la puerta.
Su brazo se congeló.
Casi un minuto después, Izzy llamó. Shell no había sido capaz de
hacerlo. Su puño se había negado a curvarse y seguir hasta la puerta.
—Está abierto—gritó Copper.
—Tenemos esto, chica. —Izzy le dio un pulgar hacia arriba.
Shell no estaba tan segura. Su estómago estaba revuelto como el
océano después de un huracán. Existía una gran probabilidad de que
estuviera usando el bote de basura de Copper. Su cerebro le dijo a
sus piernas que se movieran, pero las malditas cosas simplemente no
obedecieron.
—Dije que está jodidamente abierto—gritó Copper.
—Vamos. —Izzy la empujó hacia adelante y Shell abrió la puerta.
—Ho-hola, cariño—dijo asomando la cabeza en la oficina. Fuerte.
Ella tenía que ser lo suficientemente fuerte para pronunciar las
palabras y apoyar a Copper cuando lo destrozaran.
El rostro de Copper se iluminó al verla, lo que solo hizo que se
sintiera peor.
—¡Hola, preciosa! No sabía que vendrías, pero me alegro de
verte. Siento haber estallado. Pensé que eras Rocket y venías a
molestarme con tonterías. Lo he estado esperando desde que llegó
tarde hace un rato. —Él saltó, tanto como un hombre gigante podría
saltar, y la tomó en sus brazos, robándole el aliento antes de que ella
abriera la puerta del todo.
Una garganta carraspeó detrás de ellos haciendo que Copper
levantara la cabeza.
—Eh, hola, Iz. Lo siento, no te vi allí. —No te avergüences de que te
atrapen devorando a Shell. Desvió la mirada entre las dos mujeres—.
Os veis bastante tristes. No estás aquí solo para besarme, ¿verdad,
nena?
—No. Tenemos… necesito hablar contigo sobre algo importante.
—Las palabras se sintieron como si alguien más las hubiera sacado
de su garganta seca como el desierto.
—¿Ésta es una conversación a puerta cerrada?
Tragó saliva, tratando de hablar de nuevo cuando Izzy dijo.
—Por favor.
—Mierda. Ok, pasa. Toma asiento, Izzy. —Copper cerró la
puerta, manteniendo una mano alrededor de la de Shell. Luego la
atrajo hacia su enorme sillón de escritorio de cuero y la guió hasta su
regazo.
Permaneció rígida como una tabla, incapaz de relajarse con él
sabiendo que estaba a punto de derribar su mundo.
—¿Qué es lo que está sucediendo?
—Creo…— Shell se aclaró la garganta—. Quiero decir, vi... —
Cerrando los ojos, Shell negó con la cabeza. No podía soportar
j g p p
mirarlo—. Solo dame un minuto.
—¿Quieres que lo diga, Shell?—preguntó Izzy, su voz
inusualmente compasiva.
Los brazos de Copper se apretaron alrededor de su cintura.
—Ella puede hacerlo—dijo él—. Dale un minuto.
Oh, su fe en ella. Esa fe inmerecida que la hacía amarlo aún más de
lo que creía posible.
Una parte de ella estuvo tentada a escupir las palabras con los
ojos cerrados, pero a pesar de sus secretos y miedos pasados, no era
una cobarde. Entonces, abrió los ojos, miró a Copper y dijo:
—Ayer, ¿cuándo me viste hablando con Rusty en el parque? Lo vi
entregando una gran cantidad de dinero a un hombre que no
reconocí. Más bajo, ropa holgada, sudadera con capucha que le
cubría el rostro. Estaban fumando. Metanfetamina, creo. Y después
de que Rusty le entregó el dinero, él le entregó un gran paquete de
drogas. Rusty me vio y prácticamente confirmó mi pensamiento de
que robó en el club y estaba vendiendo drogas cuando vino y me
amenazó. Eso fue justo antes de que llegaras. —Las palabras se
precipitaron en un largo suspiro como si arrancar una tirita
rápidamente hiciera algún tipo de diferencia.
Detrás de ella, Copper se puso rígido y se quedó mirándola.
Con el corazón palpitante, ella permaneció en silencio esperando
su respuesta. Izzy no habló pero asintió ante sus palabras, su rostro
sombrío.
—Seguro que no te equivocaste…
La puerta de la oficina se abrió de golpe.
—Tengo una pregunta para ti, hermano—dijo Rusty mientras
irrumpía directamente en la oficina.
Shell saltó del regazo de Copper y lo miró como un ciervo
atrapado delante de unas luces altas. Se había equivocado cuando
pensó que su corazón estaba acelerado hacía unos segundos. Ahora,
latía tan rápido que se mareó.
p q
Rusty se rio. Estaba despeinado, sus ojos miraban a su alrededor,
el sudor salpicaba su frente.
—Parece que interrumpí una pequeña follada, ¿eh? ¿O tal vez un
trío? ¿Te importaría subirlo a un cuarteto?
—Corta la mierda, Rusty—dijo Izzy. La mujer decía lo que
pensaba en todo momento y no sabía cómo retroceder ante un
desafío.
—¿Qué te pasa, Izzy? ¿Te enojaste conmigo por mostrarle a ese
coño que estás jodiendo que no es más que una mierda por aquí?
—Rusty—dijo Copper, la advertencia en el tono de su voz.
—Lo siento, Cop. Sé que Jig es el tesorero del club y todo eso,
pero ¿en serio? ¿Cómo puedes confiar en un hombre como él? ¿Un
hombre que ni siquiera puede mantener con vida a su propia
esposa?
—Dios, Rusty, ¿Cómo puedes?—dijo Copper con un gruñido.
Izzy se enfureció.
—Copper sabe lo que has hecho—dijo, con una sonrisa malvada.
Los ojos de Shell se agrandaron. Quería advertirle a Izzy que se
callara, pero su lengua se sentía demasiado grande para su boca.
Rusty miró a Copper.
—¿De qué diablos está hablando esta perra? —El hombre no
podía quedarse quieto, moviéndose como si sus calzoncillos
estuvieran llenos de hormigas rojas.
Izzy también se levantó.
—Shell. Se. Lo. Dijo. —Ella clavó un dedo en el pecho de Rusty.
¿Qué estaba pensando? ¿Estaba loca?—. Tú. Robando. Al. Club.
Vendiendo drogas. Ella lo vio todo.
Rusty echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada fuerte y un
poco enloquecida.
—¿Estáis jodidamente bromeando, perras? No te crees esta
mierda, ¿verdad, Copper? ¿Alguien más me vio? —Nunca le dio a su
¿ pp ¿ g
hermano la oportunidad de responder antes de concentrarse en Shell
—. ¿En serio, muñeca? ¿Eso es lo que vas a hacer conmigo? ¿Después
de todo lo que hemos tenido juntos?
El pánico se apoderó de la garganta de Shell y le quitó la
capacidad de responder. Se arriesgó a mirar a Copper, cuya frente
estaba arrugada por la confusión.
—¿Cuál es el problema?—continuó Rusty—. ¿Te diviertes tanto
jugando a las casitas con el hermano mayor que tienes miedo de lo
que va a pasar cuando se entere de la verdad?
Ay Dios mío. ¿Ahora? ¿Ahora iba a decirlo?
Shell comenzó a temblar, y por su vida no podía contenerlo.
—N-no. Rusty, n-no. P-por favor—dijo ella, finalmente
encontrando su voz, aunque era patética. La debilidad en su tono
temblorosa era mortificante, pero no podía evitarlo.
La cabeza de Copper iba y venía entre los dos.
—Será mejor que uno de los dos me diga qué carajo está pasando.
—Oh, ya sabes, Copper. Shell solo está preocupada de que
descubras que eres el tío de Beth.
Shell jadeó, sus piernas temblaban tan fuerte que habría
moretones donde sus rodillas chocaban.
—Rusty—ladró Izzy—. Es suficiente.
Como si estuviera en trance, Copper se puso de pie, alejándose de
ella tanto como pudo en la pequeña oficina.
—¿Su tío? Eso no es posible.
Rusty sonrió.
—Seguro que sí. ¿La cantidad de folladas que Shell y yo tuvimos
entonces? Mierda, ni siquiera puedo recordar el número de veces
que tuve a tu chica. Follamos durante años. Sin embargo, la perra
nunca me dijo que obtuve una hija del asunto. Solo me dejó
pudrirme en prisión durante cinco años sin decir una palabra.
Insensible, esa de ahí.
—Dios—dijo Copper, su tono incrédulo—. ¿Años? —Ahora
sonaba enojado—. ¿Quién diablos eres? —Él la miró como si fuera la
primera vez que la veía.
Su corazón se disolvió en un billón de pedazos tan pequeños que
sería imposible repararlo.
—N-no. No fue... No es... No. —Gruesas lágrimas corrían a
raudales por las mejillas de Shell. Su cerebro no podía procesar lo
que estaba pasando. Apenas podía respirar, apenas podía
mantenerse en pie. Estirándose, agarró el borde de la mesa para
evitar colapsar en el suelo. Un sollozo se atascó en su garganta y
entonces estalló como un dique al romperse. Años de miedo,
vergüenza, agonía y culpa brotaron de sus ojos y su boca mientras
lloraba.
—Solo dime que no es cierto, Shell. Dime que Rusty no es el
padre de Beth. Eso es lo único que quiero escuchar de tu boca
mentirosa en este momento. —Nunca la había mirado con ojos tan
inexpresivos, ni le había hablado con un tono tan frío y lleno de
odio. Si el odio tuviera un sonido, sería la voz de Copper en ese
momento.
Ella continuó parada allí, temblando y sacudiendo la cabeza.
—Copper…—comenzó Izzy.
—Dime que no es jodidamente cierto—gritó él, mientras se giraba
y golpeaba la pared. Su puño la atravesó, dejando un enorme
agujero. Cuando salió, la sangre goteaba de sus nudillos. ¿Qué tan
loco era que en medio de todo el caos, el primer instinto de Shell fue
correr hacia él y ayudar a detener el sangrado?
Como si alguna vez aceptara su toque de nuevo.
A pesar de todo, la sonrisa de Rusty brillaba como un letrero de
neón diciendo a la mierda. Estaba destruyendo su vida una vez más y
disfrutando cada segundo de ella.
—N-no puedo—dijo Shell en voz tan baja que las palabras apenas
fueron audibles.
—¿Qué? No puedo oírte. ¿Es jodidamente cierto?
—Es verdad—dijo ella, con la cabeza gacha. La maldita cosa
pesaba alrededor de cincuenta kilos—. Pero…
—Dilo más fuerte—gritó Copper—. Joder, dilo, Shell. Quiero
escuchar las palabras de tu boca. No es que ya pueda confiar en nada
de lo que digas.
Se le cortó la respiración. Se quedó mirando al hombre que
amaba, un hombre que apenas reconocía en este momento y sus
entrañas se retorcieron. Ella le había hecho esto. Lo había roto. Hizo
que la odiara con sus elecciones.
—¡Joder, dilo!—gritó.
—Rusty es el padre de Beth—susurró. Todo lo que podía ver era
esa maldita sonrisa que adornaba el hocico de Rusty. En el momento
en que las palabras salieron de su boca, se dio la vuelta y perdió su
desayuno en el bote de basura de Copper.
—Vete. —El hielo había vuelto al tono de Copper.
—Copper, maldición retrocede—dijo Izzy, pasando una mano
por la espalda de Shell—. Ella es…
—¡Maldita sea, dije que te largues de aquí!—rugió Copper.
De rodillas, con el estómago aún con espasmos, Shell se sacudió
como si sus palabras hubieran sido el áspero chasquido de un látigo,
impulsándola a moverse. Levantándose sobre sus piernas inestables,
se dirigió hacia la puerta solo para encontrarse con la mano de Izzy
contra su pecho.
—Y digo que ya es malditamente suficiente—gritó Izzy—. Vete a
la mierda de aquí, Rusty. —Con su mano libre, empujó a Rusty fuera
de la oficina y después gritó—. Jig, trae tu culo apretado aquí.
Necesito ayuda.
Shell no tenía idea de lo que estaba haciendo Copper. No podía
verlo a través del torrente de lágrimas e histeria, pero parecía estar
inmóvil en la esquina de la oficina.
—Tú—ladró Izzy señalándolo—. Quédate ahí, carajo. No te
atrevas a decirle una puta palabra más.
Jig apareció literalmente tres segundos después.
—Nena, ¿estás bien? ¿El bebé está bien? Joder, ¿qué está
pasando?
—Estoy bien. Necesito que lleves a Shell a nuestra casa y luego
llames a Toni para que recoja a Beth del preescolar. Pregúntale si
puede quedarse con ella durante unas horas.
—Nena…—comenzó Jig.
—No—le dijo Izzy a su hombre—. No lo mires. No me importa si
ésta es su casa club y él es el presidente o el rey o lo que mierda sea.
Es un maldito idiota ahora mismo. Soy tu dama, y soy yo quien te
pide que ayudes a Shell a salir de aquí.
—Está bien, nena—dijo Jig lanzando otra mirada cautelosa en
dirección a Copper. Besó a su mujer y se acercó a Shell—. Vamos,
cariño, vamos a llevarte a casa.
Shell trató de seguirlo, pero se le doblaron las rodillas y casi se
golpea el suelo. Sus extremidades no querían funcionar. Su cuerpo
estaba tratando de enroscarse sobre sí mismo y soportar el dolor. Jig
la levantó en brazos y la abrazó contra su pecho.
—Buena suerte, Cop—gritó mientras la sacaba de la oficina—.
Izzy está jodidamente enojada. La próxima vez que te vea, estarás
cagando por dos agujeros.

Rusty es el padre de Beth.


Rusty es el padre de Beth.
Rusty es el padre de Beth.
Las palabras resonaron en la cabeza de Copper como un disco
rayado. Había pasado por una mierda seria en su vida. Padres
muertos, mudarse de Irlanda con su hermano menor, criarlo, la
muerte de hermanos del MC, matar, pero nada se acercaba al dolor y
la traición de saber que la mujer que amaba se había follado a su
hermano y había dado a luz a su hija
Todo a sus espaldas.
Dios, ¿cómo pudo no saberlo?
Ahora que le había dado una bofetada en la cara, el parecido era
dolorosamente obvio. Beth con los ojos azules cristalinos de su
madre pero el cabello rojo de su padre. Más claro que el de Rusty y
con los rizos de Shell, siempre había sido obvio que el padre de Beth
era pelirrojo.
¿Pero su maldito hermano?
¿Por qué lo hizo ella? ¿Porque lo deseaba y no podía tenerlo? ¿O
era más siniestro? ¿Un gran jódete al hombre demasiado mayor para
ella en ese momento?
¿Y años? Rusty dijo que follaron durante años.
¿Cuándo comenzó?
¿Qué jodidamente joven había sido ella?
¿Por qué empezó?
¿Cuánto duró?
¿Él la amaba?
¿Ella lo amaba?
Nunca había parecido querer mucho a Rusty. Nunca quería estar
cerca de él en ese entonces. ¿Había sido todo una estratagema para
ocultar su relación? Apenas podía respirar y mucho menos pensar
en la bomba gigante lanzada en su oficina.
—¡Oye!—dijo Izzy, chasqueando los dedos frente a su rostro. Era
alta, pero aun así tuvo que extender el brazo para alcanzar sus ojos.
Copper parpadeó. Estaban solos en su oficina. ¿Adónde había ido
Shell? Recordaba vagamente haberle gritado que se fuera. ¿Y qué
pasó con Rusty? Dios, no solo su hermano acababa de salir de la
cárcel, sino que se enteró de una hija a la que le negaron el
conocimiento. No es de extrañar que el tipo haya estado sacado
últimamente.
Miró a Izzy mientras la habitación volvía a enfocarse por
completo.
—Saca tu mano de mi cara.
—Oh no. —Izzy se llevó la mano a la cadera—. No uses ese tono
conmigo, imbécil.
Él levantó una ceja. Si fuera uno de sus hombres, ahora mismo
tendría un ojo morado. Tal como estaban las cosas, ella era la dama
de su hermano y estaba embarazada. Probablemente por eso se
sentía segura al enfrentarlo.
Oh, a quién estaba engañando, Izzy enfrentaría a cualquiera o
cualquier cosa si lo sintiera necesario.
—Cuidado, Iz. No olvides con quién estás hablando.
—No—dijo ella poniéndose de puntillas y metiéndose en su
espacio personal—. Tú tienes que tener cuidado. También debes
recordar por qué Shell y yo vinimos aquí para hablar contigo en
primer lugar.
Cierto. Diciendo alguna mierda sobre que Rusty robó el dinero y
traficaba con metanfetamina. Como si ahora pudiera creer una
palabra de la boca de Shell. No quería que se expusiera su pequeño
secreto, lo que le daba todas las razones para deshacerse de Rusty.
—Detente. —Izzy apuntó un dedo a su rostro.
Él contó hasta diez. No le arranques el dedo.
—Lo que sea que esté pasando por tu cabeza, detenlo. Y recuerda
quién es tu mujer. Recuerda quién es ella. Ella es la mujer que ha
estado perdidamente enamorada de ti toda su vida. Es la mujer que
daría su vida por ti en un santiamén.
—Es la mujer que se folló a mi hermano y tuvo a su hija. Y lo
mantuvo en secreto durante años.
—Vete a la mierda—escupió Izzy.
Copper juró por Dios que estaba poniendo a prueba su paciencia
como ningún otro. ¿Cómo trataba Jig con esta mujer día tras día?
—No la mereces. No conozco todos los detalles, pero sé que lo
que pasó entre ella y Rusty no es lo que estás pensando. —Ella bajó
la voz—. Y estoy bastante segura de que no fue del todo
consensuado.
Retrocedió cuando las palabras de Izzy lo golpearon como una
bofetada.
—¿Qué?
—Me escuchaste, grandote. Así que mientras estás sentado en
esta oficina masticando tu autocompasión, piensa en dos cosas.
Recuerda quién es tu mujer. Y recuerda quién es tu hermano.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Significa que tu mujer es una de las mejores que he conocido.
Te ama a ti y a este club con cada fibra de su ser. Y tu hermano es un
pedazo de mierda que robaría A su propio club, vendería drogas a
tus espaldas, golpearía a sus hermanos y pasaría años en la cárcel
por casi matar a golpes a un hombre. Suena como el tipo de hombre
que obligaría a una mujer. —Con eso, ella salió furiosa de su oficina.
Copper se dejó caer en su sillón, una banda de música de repente
pasaba por su cabeza. Se frotó el lado izquierdo del pecho donde se
había formado otro dolor más intenso.
Con un suspiro, sacó la botella de whisky del cajón y bebió un
trago largo. Entonces agarró la botella medio llena por el cuello y la
arrojó al otro lado de la habitación con un rugido.
—Maldita sea.
La botella explotó en un fuerte chorro de vidrio y whisky.
Muy apropiado considerando que su corazón acababa de sufrir el
mismo destino.
Capítulo 24
Cinco días después de enterarse de que estaba enamorado de la
madre de su sobrina, Copper se sentaba afuera detrás de la casa club
y bebía otra botella de whisky. Había bebido más en los últimos
cinco días que en los últimos cinco años.
Estaba jodidamente luchando. Lidiando con una mierda que
nunca imaginó que tendría que lidiar y fracasando
Todas las señales apuntaban a que la información de Shell era
precisa. Su hermano había robado un total de quince mil dólares del
club y los había usado para comprar metanfetamina que estaba
consumiendo y vendiendo. La guinda del pastel fue el hecho de que
estaba comprando la metanfetamina a los hombres de Lefty.
Ese descubrimiento cayó como un maldito vidrio esmerilado.
Lefty debe estar partiéndose de la risa sabiendo que el propio
hermano de Copper estaba traicionando al club y metiéndose en la
cama con él.
Y hablando de meterse en la cama, Copper había estado haciendo
esa actividad en particular solo durante las últimas cinco noches.
Simplemente no pudo reunir el coraje para hablar con Shell. Cuanto
más pensaba en ello, y todo el tiempo que había pasado bebiendo
whisky, había pensado mucho en ello, se dio cuenta de que Izzy
probablemente estaba en lo cierto.
Algo sobre toda la situación apestaba. Y mientras añoraba a Shell,
anhelaba verla, tocarla, hablar con ella, estaba aterrorizado por la
verdad. Porque una de las dos opciones era correcta, y ambas
opciones le ponían los pelos de punta. O su mujer era una mentirosa
o su hermano era un pedazo de mierda que se aprovechó de una
niña.
Entonces, después de cuarenta años, se había dado cuenta de que
era un maldito cobarde. Eso era una píldora difícil de tragar.
La puerta trasera de la casa club se abrió y alguien salió. Copper
no se molestó en volverse. Cualquiera de sus hermanos que se
atreviera a regañarlo por ser un idiota gruñón irían al grano lo
suficientemente pronto.
Mientras tomaba otro trago, los pasos se acercaron. Más suave
que el sonido pesado de una botas de motero, debe haber sido una
de las damas. Efectivamente, Toni apareció a su lado sosteniendo
una silla plegable.
La abrió y se dejó caer frotándose los brazos cubiertos por una
sudadera.
—Maldito seas, Copper. Hace mucho frío esta noche.
El sol estaba a minutos de ocultarse debajo de los árboles, y la
temperatura reflejaba ese hecho. Shell estaría comenzando su turno,
limpiando el gran edificio de oficinas en el lado opuesto de la
ciudad.
—Entonces vete adentro—dijo él.
Con el ceño fruncido, Toni le quitó la botella de la mano y tomó
un largo trago de su costoso whisky. Cuando hizo una mueca y se
estremeció, él no pudo evitar reírse.
—Pensarías que esta mierda sabría mejor por lo que cuesta—dijo
ella, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—No eres una chica de whisky, ¿eh?
—No.
Se quedaron en silencio por unos momentos solo viendo el sol
bajar. Toni era fanática de las puestas de sol. Era una cosa de ella.
Zach y ella a menudo desaparecían a esta hora del día, buscando
una nueva ubicación para ver el fenómeno.
El estómago de Copper no se calmaba. No tenía nada que ver con
el silencio entre ellos; eran las malditas voces en su propia cabeza.
Burlándose de él con qué pasaría si, los motivos e imágenes de su
hermano follándose a su mujer.
Finalmente, Toni suspiró.
p
—Esto es lo que sé—dijo ella.
Él se volvió hacia ella. ¿Toni sabía algo?
—Quería hablar contigo antes, pero Zach me hizo prometer que
te daría algo de tiempo. Dijo que últimamente no has sido el más
amistoso de los hombres.
—Esa es una manera de decirlo. —Copper dejó escapar una risa
áspera—. Sin embargo, apuesto mi vida a que eso no es lo que dijo.
Ella lo miró de reojo y dijo:
—Tienes razón, en realidad dijo que estabas hasta el culo de
autocompasión y que actuabas como una hiena estreñida.
—Auch.
—Sí—dijo encogiéndose de hombros mientras se acurrucaba—.
Así que aquí ésta. El día que Rusty apareció en el restaurante para
darte una sorpresa, ¿recuerdas?
Por supuesto que lo recordaba. Había sido hacía sólo unas pocas
semanas, y había estado en la jodida luna.
—Sí.
—En el segundo en que Shell lo vio, se lanzó al baño y vomitó.
Me preocupé cuando estuvo allí durante mucho tiempo, así que fui a
verla y, en un momento de debilidad, me habló de Rusty. Estaba tan
asustada que me suplicó que creyera que no era lo que pensé en un
principio. ¿Y sabes qué fue eso?
¿Se había enfermado físicamente al ver a Rusty? Eso hizo que Copper
frunciera el ceño.
—¿Qué?
—Le creí. Porque la amo y sé qué tipo de persona es.
—Toni, no es tan simple. Me pides que elija un bando entre mi
hermano y mi mujer.
—Sí—dijo Toni con un asentimiento—. Y creo que sabes, en
algún lugar profundo de ese grueso cráneo tuyo, que no hay una
buena elección, sino una elección correcta.
¿Qué diablos pasaba con todas las damas hablándole como si
fuera una mierda de perro en los últimos días? Aunque tenía que
admitir que su lealtad a Shell era admirable.
—Rusty es un idiota—continuó Toni—. Y lo sabes. Simplemente
no te gusta, así que lo has ignorado toda tu vida. Lo entiendo un
poco. Te sientes en parte responsable de su infancia de mierda. ¿Pero
adivina qué, Copper? Muchos de nosotros tuvimos una infancia de
mierda. No todos nos convertimos en psicópatas traicioneros y
ladrones. Has enterrado tu cabeza en la arena por culpa o amor o lo
que sea. Ahora, ya no puedes ignorarlo.
Dios, ¿cada uno de sus hombres le contaba los asuntos del club a
sus damas? Se suponía que la información sobre Rusty robando el
dinero era confidencial.
—De todos modos—dijo Toni, extendiendo la mano hacia la
botella. Él se la entregó. Esta vez bebió el whisky con facilidad—. No
tan mal ahora que sé qué esperar. De todos modos, Iz y yo nos
sentamos con ella y le preguntamos si habían salido o si habían
tenido una aventura de una noche de la que se arrepintiera. Ella
negó ambas cosas.
Oh, Dios era eso...
Su horror debe haber estado escrito en su rostro porque Toni dijo:
—También le preguntamos eso.
—¿Qué dijo ella?
Ella le entregó la botella y encontró su mirada con la suya seria.
—Ella dijo que era complicado y que accedió a acostarse con él,
pero que no sentía que tuviera otra opción.
—¿Qué diablos significa eso? —Siempre había una opción. Tal
vez una de mierda, pero seguía siendo una opción. Se le revolvió el
estómago. Mierda… ¿Es eso lo que pasó? ¿Sintió Shell que acostarse
con Rusty era la mejor de dos pésimas opciones? Dios, ¿qué diablos
podría ser lo suficientemente horrible como para hacerla acostarse
con él?
—No sé. No estaba dispuesta a darnos detalles sin que tú los
supieras primero. Puede que sea hora de que te recuperes y vayas a
hablar con tu mujer.
Copper gruñó su respuesta y se quedó mirando los árboles
cubiertos por un cielo ahora oscuro.
Toni se puso de pie, con las manos en el bolsillo de su sudadera.
—Sé otra cosa.
Levantando una ceja, él la miró.
—Sé que ella te ama y moriría antes de lastimarte
voluntariamente. Que tengas una buena noche, Copper.
Toni hizo su camino de regreso al edificio, el suave chasquido de
la puerta indicó su partida. Copper se quedó dónde estaba, inmóvil
durante horas. Hasta que se le congelaron los dedos y le dolía el culo
por culpa de la silla plegable de mierda.
A las nueve, obligó a sus piernas rígidas a estirarse y caminó
alrededor del edificio hacia su moto. No había bebido un sorbo de
whisky desde que Toni se fue y estaba tan sobrio como un juez.
Se subió a la moto e inhaló el aire fresco de la montaña. Toni tenía
razón. Era hora de ir con su mujer. Sacando el teléfono, hizo una
llamada rápida y salió a la noche.

Shell arrastró su culo cansado por el pórtico. Si estuviera más


cansada, tendría que usar las manos para ayudarse a levantar las
piernas por los escalones. Todos y cada uno de los músculos le
dolían por el agotamiento completo y total de alguien que no había
dormido una noche completa en días. Cinco, para ser exactos. Pero
no era nada comparado con el dolor en su corazón.
La escena de la oficina de Copper se había repetido tantas veces
en su mente que la había analizado desde todos los ángulos posibles.
Todo la llevaba a la misma conclusión desgarradora. Copper no
había sido capaz de soportar verla. Su peor pesadilla y no había
forma de despertar de ella. Los últimos cinco días estuvieron llenos
de dudas, culpa y un sentido renovado de la vergüenza que había
combatido durante tantas horas en terapia.
¿Habría sido diferente su reacción si hubiera confesado la verdad?
¿Debería haber mantenido la boca cerrada sobre ver a Rusty en el
parque?
Demonios, su duda se remontó cinco años atrás preguntándose si
nunca debería haber dejado Townsend cuando descubrió que estaba
embarazada.
Se había esforzado durante la última semana de trabajo, puso una
cara feliz por Beth e hizo todo lo posible por ignorar las miradas
medio preocupadas y medio compasivas de sus amigas y los
hombres del MC. Entonces, por la noche, una vez más sola en su
cama, había llorado hasta que sus ojos se nublaron y su corazón se
sentía como una esponja húmeda exprimida hasta estar
completamente seco.
Con un suspiro, Shell metió la llave en la puerta. Estaba harta de
vivir en su cabeza, pero no lograba apagar los pensamientos
obsesivos. Su puerta se abrió, y entró solo para detenerse con un
grito ahogado ante el gran hombre que empequeñecía su sofá.
—Copper—dijo ella, con la mano volando hacia su corazón
palpitante—. ¿Q-qué estás haciendo aquí? —De repente, la
conmoción se convirtió en preocupación y comenzó a caminar por el
pasillo—. ¿Beth está bien?
Se levantó y la siguió.
—Ella está bien, Shell. Tiene una fiesta de pijamas con Toni y
Zach esta noche.
Sus hombros cayeron. Mierda. Esta conversación iba a ser tan
terrible que sintió la necesidad de enviar a su hija a otra parte.
Lentamente, Shell se volvió y se obligó a mirar al hombre cuya
mera presencia le estaba rompiendo el corazón. Dios, lo había
extrañado cada segundo de los últimos cinco días. A pesar de que se
veía tan destrozado como ella se sentía, con el cabello desordenado,
los ojos inyectados en sangre y su camiseta al revés, todavía era
irresistible para ella. Y no quería nada más que arrojarse a sus brazos
y sentir esos miembros fuertes abrazándola y protegiéndola. Era uno
de los mayores arrepentimientos de los últimos días. Si hubiera
sabido cómo terminaría todo esto, se habría asegurado de abrazarlo
una última vez antes de que todo se derrumbara.
—Me gustaría hablar contigo si estás dispuesta—dijo él, haciendo
que los ojos de ella se agrandaran. Sin malicia, sin acusación en su
tono, solo resignación. Sonaba roto, golpeado. Algo que nunca había
oído de él. Ser la causa de ello la enfermó.
—Um, claro, podemos hablar. —Al menos ella se lo debía,
aunque temía decir las palabras—.¿Quieres, eh, sentarte?
Con un breve asentimiento, él volvió a su pequeño sofá.
—Me voy a quedar de pie si está bien—dijo Shell. Había
demasiada energía nerviosa zumbando a través de su torrente
sanguíneo para quedarse quieta. La fatiga de momentos atrás fue
reemplazada por una descarga de adrenalina al ver a Copper.
Necesitaba deambular. Además, si lo tocaba, se volvería loca, y no
había forma de que ese pequeño sofá permitiera la distancia.
—Está bien—dijo Copper mientras se acomodaba.
—¿Qué quieres saber? ¿O por dónde debo empezar? —Ella
suspiró—. Supongo que quieres saber acerca de Beth.
—Sí, entre otras cosas.
El hecho de que su voz fuera tan tranquila ayudó a evitar que ella
se deshiciera. A lo largo de los años, había ensayado cómo algún día
se lo contaría, y ahora toda esa planificación se había ido por la
ventana y apenas podía pensar. Shell se paseaba de un lado a otro
frente al sofá, retorciéndose las manos.
—Ten paciencia conmigo—le dijo—. Solo he contado esta historia
una vez antes. Solo hay una persona que sabe toda la verdad aparte
de mí. —Se arriesgó a mirarlo y ella vio sus cejas levantadas.
—¿Tu madre?
El resoplido que la dejó lo hizo fruncir el ceño.
—No. No mi madre. Mi madre no sabe nada de esto. —El calor
llenó sus mejillas—. Mi terapeuta.
—¿Terapeuta? —Su ceño se profundizó.
¿Qué tan mortificante era toda esta conversación?
—Estuve un poco desordenada por un tiempo después de…
todo, así que vi a un terapeuta durante algunos años.
—Mierda. —Copper se pasó una mano por la cara y suspiró—.
Entonces, aparte de un extraño al que pagaste para ayudarte, ¿has
lidiado con esto sola? —No era una acusación, más bien una súplica.
Ella tuvo la impresión de que él se moría porque ella contradijera esa
afirmación. Que le dijera que había tenido apoyo y ayuda durante
los años más desafiantes de su vida.
Ella se detuvo y lo miró fijamente.
—Cuando escuches la historia, entenderás por qué me la guardé
para mí. —.Ella comenzó a caminar de nuevo. Su mirada sobre ella
se sentía como un toque físico, permaneciendo con ella cada vez que
se giraba y caminaba por la habitación—. Oh, Dios, esto es difícil—
susurró ella, presionando sus puños sobre sus ojos que de repente le
picaban.
—Shell—dijo él—. No voy a reaccionar como lo hice el otro día.
Lo prometo. —Sus ojos transmitían nada más que sinceridad y
franqueza.
Ella se rio, pero sus palabras no le parecieron ni remotamente
graciosas.
—Aún no has escuchado lo que tengo que decir. Está bien, solo
voy a hacerlo. —Después de una respiración profunda, comenzó—.
Cuando tenía dieciséis años, me escapé de la casa una noche y monté
mi bicicleta hasta la casa club. Entonces os seguí a ti, a Zach, a
Maverick y a Rusty al bosque.
Prácticamente podía ver las ruedas de Copper girando mientras
se frotaba la barbilla e intentaba averiguar las horas y las fechas.
—Fue la noche que mataste a Reaper.
—Dios—dijo apretando los dientes—. ¿Estabas ahí? ¿Viste lo que
pasó?
Shell tragó saliva y se estremeció ante el recuerdo de la noche que
puso en marcha el curso de su vida.
—Algo así. Me escondí detrás de un árbol y me asomé un par de
veces. Vi a Reaper de rodillas. Tú estabas de espaldas a mí, pero
podía ver la cara de todos los demás. —Perdida en la historia ahora,
se detuvo y dejó que las palabras fluyeran—. Después de que lo
mataras, volví a mirar alrededor del árbol e hice contacto visual con
Rusty. Él me había visto. Sabía que estaba allí. Durante meses lo
evité y esperé a que me delatara. Pero cuando nunca lo hizo,
finalmente me relajé y seguí con mi vida.
—Pero…—dijo Copper.
—Pero cuando tenía casi diecisiete años, un día Rusty apareció en
mi casa. Mi madre estaba en el trabajo. —Recordaba ese día como si
fuera ayer. La inquietud de estar a solas con Rusty se transformó en
miedo y luego en horror ante sus demandas—. Él te odia, Copper.
Siempre lo ha hecho. Tal vez odio no sea la palabra correcta, pero él
está tan celoso de quién eres y de lo que has construido para ti que
quiere destruirte. Él vino a mí ese día. Fuerte. No era la primera vez
que hacía comentarios inapropiados, pero nunca antes me había
tocado. Cuando lo rechacé y amenacé con decírtelo, solo me sonrió.
—Ella se estremeció—. Todavía veo esa sonrisa en mis pesadillas. Él
siempre me sonreía. Cada vez que él... —Sacudiendo la cabeza, se
quedó mirando un punto en la pared por encima de la cabeza de
Copper.
—¿Qué hizo él?
Su mirada se desplazó hacia él. Tenía los puños apretados sobre
las rodillas, los hombros contraídos y la mandíbula tensa. Aunque
todavía inyectados en sangre, sus ojos estaban enfocados, decididos.
La ira se estaba encendiendo. En poco tiempo, sería un furioso
infierno.
—Me mostró un video en su teléfono. Eras tú, matando a Reaper.
Y se veía todo claramente. Había estado allí, así que sabía que no me
estaba manipulado. Tú eras el único que se veía. Claro como el día.
Tu voz, tu cara, lo estás matando. —Una nota de histeria se coló en
su voz.
—Shell—dijo Copper, levantándose del sofá de dos plazas. Dio la
vuelta a la pequeña mesa de café y la agarró por los brazos—. ¿Qué
te dijo?
Ella luchó contra su agarre. Tenía que dejar de tocarla si había
alguna posibilidad de mantener la compostura.
—Era demasiado joven para manejar ese tipo de elección—dijo
ella, y se echó a reír—. Aunque elegiría lo mismo hoy, por enfermo
que sea. Realmente nunca lo vi como una opción en absoluto. —
Mierda, ahora estaba divagando, todavía incapaz de dar vida a las
palabras.
—Michelle. —Copper nunca usó su nombre completo. Nadie lo
hacía. Sonaba bien viniendo de él. Habría sido mucho mejor si
hubiera ocurrido en la quietud de la noche porque él la estaba
amando en lugar de durante la conversación más dolorosamente
reveladora de su vida—. Dime lo que te dijo.
Gruesas lágrimas brotaron de los rabillos de sus ojos. Los
recuerdos del dolor y el miedo eran tan intensos que quería gemir y
gritar como si estuviera viviendo todo de nuevo.
—Me dijo que le entregaría el video a la policía si no me acostaba
con él cada vez que viniese. Ejerció esa amenaza sobre mí durante
dos años. Hasta que fue a la cárcel.
Copper emitió un sonido de asfixia estrangulado, y sus manos
cayeron a los costados. El medio metro que había entre ellos se
sintieron como kilómetros.
—¿Dos años?—susurró él.
Con un asentimiento, Shell susurró: —
Algunas veces al mes, cuando se aburría de las chicas del club,
aparecía en mi puerta. Hacía dos cosas cada vez que venía. Me
mostraba el video y sonreía como si fuese una gran broma.
Dios, cómo odiaba esa maldita sonrisa. Hasta el día de hoy
aparecía en sus pesadillas, un recordatorio de un tiempo que había
trabajado tan duro para dejar atrás. Solo una vez, le encantaría tener
la oportunidad de golpear a Rusty en la boca mientras esa sonrisa de
suficiencia estaba presente. Aunque tenía la sensación de que una
vez que contara su historia, Rusty recibiría un golpe de ella cualquier
día en lugar del destino que le esperaba.
Capítulo 25
Copper captó cada palabra que salía de sus labios, pero era como
si estuviera viendo una película. Estaba presente, observando, pero
ligeramente desprendido de la realidad. Hasta que dijo que Rusty
había amenazado con enviarlo a prisión por asesinato si no se lo
follaba. Entonces, la dura verdad de lo que Shell realmente había
pasado se estrelló contra sus entrañas.
Y le dolió.
Lo hirió físicamente.
Su estómago estaba acalambrado, le dolía el pecho y un latido se
formaba detrás de sus ojos.
—Así que lo hiciste—graznó él.
Un asentimiento lento.
—Lo hice—susurró ella—. Tenía que hacerlo, Copper. La idea de
que te pudrieras en la cárcel por matar al hombre que asesinó a mi
padre era insoportable. Tan horrible como fue la consecuencia de mi
decisión, la alternativa era mucho peor.
Cristo. Dieciséis. Diecijodidosséis años y ella había renunciado a su
cuerpo para protegerlo. Había asumido cargas con las que incluso
un adulto lucharía y las había soportado durante años. Planeaba
soportarlas por el resto de su vida.
Sola. Asustada. Avergonzada.
Tenía tantas preguntas. Muchas más, necesitaba saber. Necesitaba
saber. Él nunca sobreviviría sin saber exactamente por lo que su
hermano la hizo pasar.
—¿Te lastimó, físicamente? ¿Fue duro contigo? —Su ojo tembló y
horribles imágenes mentales de Shell siendo violada bailaron ante
sus ojos. Por eso necesitaba saber. Su imaginación se desbocaría si no
consiguiese los detalles.
Shell dejó escapar un profundo suspiro.
—¿De verdad quieres los detalles, Copper? No cambian el
resultado. No necesitas que los hechos te torturen por el resto de tu
vida.
Caminó hacia ella de nuevo. De alguna manera, la convencería de
que nada del pasado importaba cuando se trataba de su amor por
ella. En realidad, eso era una mentira. Importaba mucho. El
tremendo sacrificio que hizo para protegerlo demostraba la fuerza
de sus sentimientos por él más de lo que cualquier palabra podría
transmitir. Aunque le tomara el resto de su vida, le demostraría a
Shell que era digna de cada gramo de su amor. Ella era preciosa. Era
notable.
Era su reina.
—Necesito escucharlo, Shell. Cada detalle.
—¿Por qué? —Ella parpadeó hacia él.
—Porque cuando esté matando a Rusty de la manera más
dolorosa que pueda, quiero saber exactamente por qué lo estoy
matando. —Si ella fuera otra persona, nunca pronunciaría esas
palabras, pero Shell viviría con la seguridad de saber que el hombre
que la lastimó ya no respiraba. Nunca vendría por su hija, nunca la
volvería a tocar.
Con un grito ahogado, Shell negó con la cabeza.
—No, Copper. No puedes matarlo. Él es tu hermano. Tu sangre.
—Y te tomó en contra de tu voluntad. Durante años—respondió
mientras el agarre sobre sus hombros se tensaba—. Lo habría
matado por una sola vez. ¿Pero saber que lo hizo durante años?
Joder, Shell.
—Esa es la otra razón por la que nunca le dije a nadie. No puedo
vivir con eso en mi conciencia.
—¿Su muerte? —Copper frunció el ceño.
Ella agarró su camiseta.
—No, no su muerte, pero sabiendo que sentías que tenías que
matar a tu propio hermano por mi culpa. ¿Cómo se supone que
p p p p ¿ p q
vamos a tener una vida juntos cuando cada vez que me mires
pienses en cómo mataste a tu hermano por mí?
Desafortunadamente, Shell tenía un pequeño punto. No es que
alguna vez la culpara por la muerte de Rusty, ese hijo de puta selló
su propio destino, pero ¿podría realmente apretar el gatillo? ¿Podría
realmente acabar con la vida de su propia sangre? ¿Podría matar a
un hombre al que había amado y cuidado toda su vida?
Una mirada a la cara manchada de lágrimas de Shell y a la
angustia en sus ojos y la respuesta fue tan clara que era
prácticamente transparente.
Joder, sí, podría acabar con Rusty. Había matado antes y ni una
sola vez perdió un ápice de sueño. Nunca perdió un momento en
arrepentirse porque el mundo era un lugar mejor por cada vida que
había tomado.
—Estás equivocada, Shell. Después de que acabe con su
miserable vida, no volveré a pensar en él nunca más. No perderé ni
un segundo del tiempo que tengo contigo y Beth pensando en esa
mierda.
—Copper... sigue siendo tu hermano.
—No. No lo es. Si te sirve de ayuda, su destino fue sellado por
más razones además de lo que te hizo. Robó al club. Se asoció con
Lefty. —Joder, ¿cómo podía haber estado tan ciego? Además de
obsesionarse con Shell, había pasado los últimos cinco días dudando
de su capacidad para liderar el MC. ¿Cómo mantendría la confianza
de los hombres si no podía ver que su propio hermano era un
sociópata traidor?—. Ahora dime si te lastimó físicamente.
Shell gimió y golpeó su frente contra su pecho.
—No. No de la manera que quieres decir. A veces era…
incómodo porque nunca lo desee, nunca estuve de humor, si sabes a
lo que me refiero. No puedo creer que te esté contando todo esto—
murmuró contra su camiseta.
Ese maldito pedazo de mierda. Él sabía exactamente lo que ella
quería decir. Rusty quería follar y le importaba una mierda si Shell
q yq y p
estaba mojada o seca como el desierto. Incluso las Honey eran
tratadas mejor que eso.
Copper envolvió un brazo alrededor de su espalda y agarró su
cabello con la otra mano. Un suave tirón la hizo mirarlo. El rojo ardía
en sus mejillas mientras su mirada se negaba a encontrarse con la de
él.
—No hay nada de qué avergonzarse, Shell. Ya no habrá secretos
entre nosotros. Te conoceré por dentro y por fuera tal como tú me
conocerás a mí. Nada de lo que te ha pasado me hace pensar menos
de ti. Increíble no es una palabra lo suficientemente fuerte para
describirte, cariño, pero es todo lo que tengo porque estoy
completamente asombrado por ti. Por tu belleza. —Él la besó una
vez, suave y dulce—. Por tu fuerza. —Otro beso—. Por tu lealtad. —
Beso—. Por como crías a tu hija. —Beso—. Y por tu corazón.
—Copper…—Las lágrimas cayeron de sus ojos. Ojos que
brillaban con tanto amor por él. Era el hijo de puta más afortunado
del mundo. Completamente indigno de su devoción, pero lo
suficientemente egoísta como para arrebatarle hasta la última gota y
mantenerla para él solo.
—Dime, bebé.
—Está bien. Tú ganas. Te diré. Más tarde, cuando desees no
saberlo, recuerda que te lo advertí. —Ella le dedicó la primera
pequeña sonrisa de la noche.
—Empieza a hablar.
Ahora ella puso los ojos en blanco y el alivio lo golpeó. Ese era su
Shell.
—Siempre tan mandón.
—Te estás estancando. —Él tiró de su cabello.
Shell se mordió el labio inferior y emitió un pequeño gruñido
antes de comenzar.
—El noventa por ciento de las veces, Rusty aparecía en mi casa
mientras mi madre estaba afuera. Tendía esa sonrisa de arrogancia
en el rostro, me decía que me quitara la ropa, y él hacía lo mismo.
Por lo general, terminaba en quince minutos como máximo, gracias a
Dios. Entonces se iba, y yo tomaba la ducha más caliente posible y
lloraba hasta quedarme dormida.
Copper tragó saliva y endureció sus facciones. Mostrar la furia
que le quemaba las tripas no ayudaría a Shell. Simplemente ella se
sentiría peor. Se estaba dando cuenta de que tenía razón, él no
quería estos detalles, pero todavía los necesitaba para volverse loco e
internalizar cada palabra. La rabia serviría más tarde.
—Pero hubo momentos, generalmente cada vez que te pasaba
algo bueno, en que él era diferente. Para tu cumpleaños o una
celebración en un club donde recibías crédito por lo que había
sucedido, o cuando lo criticabas por algo, entonces él aparecería
lleno de odio hacia ti. Despotricaba y deliraba por un rato y después
volvía su atención hacia mí. Esos días, me susurraba al oído que era
mi dueño. Que nunca me tocarías porque él había estado allí
primero. Y me tocaba. Diferente a su norma. Como si fuera un
hombre con una misión, tratando de hacerme—carraspeó—,
tratando de hacer que me corriera. —La última parte la dijo tan bajo
que casi se la pierde—. Fingí después de la primera vez porque me
abofeteó cuando no pasó nada. Así que, supongo que me lastimó
una vez.
—De todos modos, después, hablaba de cuánto amaba lo que me
estaba haciendo. Y me decía que un día te haría saber cuánto yo lo
deseaba y lo mucho que me corría por él. —Hubo un tirón en su voz,
y las lágrimas aumentaron—. Luché contra eso en mi mente, pero
hubo dos momentos en que fue particularmente persistente.
Haciendo cosas para tratar de que me corriera. Y... y sucedió.
Sus rodillas se doblaron y él apretó su agarre mientras sus
lágrimas se transformaban en sollozos que destrozaban todo su
cuerpo. Nunca en su vida se había apoderado de él un sentimiento
de impotencia como el que experimentaba en ese momento.
Combínalo con una culpa desgarradora y desprecio por su hermano,
y su cabeza estaba jodida.
—Bebé—dijo, la palabra sonó como si viniera de un animal
moribundo.
—Lo siento mucho—dijo Shell en medio de los sollozos más
desgarradores que jamás había escuchado.
—Dios, cariño, no tienes nada por lo que disculparte. Ni una puta
cosa. —La amaba con cada fibra de su ser y no tenía ni idea de cómo
quitarle este dolor. Así que la abrazó contra su pecho tan fuerte que
probablemente no podía respirar. Pero no podía dejarla ir. Todo lo
que quería era que algo de su calidez y amor se derramara en ella y
sanara su alma maltratada.
Lentamente, los sollozos amainaron y se convirtieron en
respiraciones entrecortadas.
—Es por eso que vi a un terapeuta. No podía vivir con la
vergüenza y la culpa de todo eso. No podía entender cómo podía
pasar eso durante un acto que odiaba. Me dio estudios para leer, me
dijo que no era raro que el cuerpo de una mujer tuviera una reacción
física incluso cuando era violada. Saber eso me ayudó un poco, pero
estuve mal por mucho tiempo, Copper. El día que Rusty fue
arrestado fue el mismo día que descubrí que estaba embarazada. Tan
pronto como fue condenado, hice las maletas y me fui. Durante un
tiempo, tuve algunos sentimientos negativos sobre el embarazo que
me dan ganas de vomitar cuando hoy pienso en ellos.
Eventualmente, mi compañera de cuarto me convenció de buscar
ayuda. Ella no sabía nada de lo que había sucedido, pero podía ver
que estaba en un lugar oscuro y peligroso.
Cada palabra hundió la daga más profundamente en su corazón.
—¿Ayudó, bebé?
—Sí. Después de un tiempo. Vi al terapeuta durante casi dos
años. En cada sesión me decía que no era mi culpa. Que no existía
nada de qué avergonzarse. Que no podía culpar a mi cuerpo por
reaccionar de la forma en que estaba programado para responder.
Entonces ella me hacía decirlo. Una y otra vez. Hasta que empecé a
creerlo.
—La primera vez que lo llamó violación, me enojé y salí
temprano de la sesión. No había pensado en ello como una violación
porque permití que sucediera y nunca peleé con él. La siguiente vez,
me dijo que si no quería verme como una sobreviviente de una
violación, no tenía por qué hacerlo, peor me habían obligado a
realizar actos sexuales que no quería. Así que técnicamente había
sido una agresión sexual. De todos modos, Beth nació y me enamoré
de ella. Pero a medida que pasaba el tiempo, extrañaba mi hogar
hasta que apenas podía respirar. Con Rusty en prisión, pensé que era
seguro regresar por algunos años. Hasta que Beth fuese mayor y
criarla no fuera tan absorbente.
—¿Entonces nunca planeaste quedarte aquí?—dijo él frotando
una mano por su esbelta espalda.
—No a largo plazo. Pero nunca imaginé que Rusty se
comportaría bien en la cárcel..
—Debería haber visto quién era y qué era. ¡Mierda! Debería
haberte protegido. —La culpa era casi insoportable. ¿Cómo podía
soportar mirarlo y mucho menos ser tan generosa con su cuerpo y su
corazón? Ella debería odiarlo por lo que soportó en su nombre.
—No, Copper. Por favor, no digas eso. No hagas que me
arrepienta de contártelo. Dijiste que necesitabas saber, así que te lo
conté, pero nunca me perdonaré si me miras con culpa en tus ojos de
ahora en adelante. —Su voz suplicante y la forma desesperada en
que agarraba a puños su camiseta casi lo matan. Esta mujer nunca
más conocería una gramo de sufrimiento a manos de otra persona.
Se aseguraría de ello con su puta vida.
—Lo intentaré—dijo él. Era todo lo que podía prometer en ese
momento. ¿Cómo diablos se suponía que iba a evitar sentirse
culpable? Matar a Rusty contribuiría en gran medida a resolver ese
problema, pero algún elemento de culpa siempre recaería sobre él.
Era necesario dar un paso hacia el pago de la profunda deuda que
tenía con ella. Pero se guardaría ese dato porque su dulce y
maravillosa Shell nunca lo vería de esa manera.
—¿Ahora qué?—preguntó ella con vocetita insegura.
¿ q p g g
—Si piensas por un segundo que hemos terminado, será mejor
que reinicies tu mente. Porque no hay manera de que te deje alejarte
tres metros de mi vida. —Él la perseguiría hasta los confines de la
tierra si fuera necesario. Ella no se estaba alejando de él. Ni ahora, ni
nunca. La amaba, y su lugar estaba a su lado. Siempre.
Finalmente, una sonrisa genuina apareció en sus labios perfectos.
—Eso es bueno porque te necesito mucho. —Ella tragó saliva y lo
miró—. Y te amo. Te he amado la mayor parte de mi vida. Creo que
nací para amarte, Copper. Por favor, no te sientas culpable por mi
pasado. Volvería a tomar las mismas decisiones si tuviera que
hacerlo porque me dieron a Beth, te mantuvieron fuera de la cárcel y
nos llevaron el uno al otro.
Ella lo amaba.
Sus rodillas se doblaron. No la merecía. No había un hombre en
su club que no estuviera de acuerdo porque ningún hombre en la
tierra era lo suficientemente bueno para ella. Pero trabajaría para
merecer el codiciado lugar en su vida.
Y se aseguraría de que su reina nunca más tuviera que elegir
protegerlo por encima de su propio bienestar.
Capítulo 26
En el momento en que la admisión de amor surgió de ella, un
gemido atormentado salió de Copper. Cayó de rodillas a sus pies.
Inmediatamente, sus dedos se pusieron a trabajar en el botón de sus
vaqueros. Después de abrirlo, le bajó la cremallera.
—¡Copper! —Shell golpeó sus ocupadas manos—. Espera, ¿qué
estás… tenemos más de qué hablar…
Sus esfuerzos fueron inútiles. Esas manos callosas bajaron la
mezclilla por sus caderas, empujaron su camiseta por encima de sus
senos y entonces aterrizó sobre su culo.
—Copper, espera un minuto. —Tío, eso se sentía bien. Sus
palmas estaban calientes y eran tan grandes que abarcaron todo su
culo con un apretón que la puso bizca. ¿Por qué estaba protestando
por esto de nuevo?
Oh, sí, acababa de admitir su experiencia más traumática ante él.
Sin mencionar revelar que lo amaba. Y el psicópata de su hermano
estaba desaparecido. Algunas cosas necesitaban ser resueltas antes
de que se desnudaran.
Al instante siguiente, los labios de Copper se presionaron contra
la cicatriz de la cesárea, suaves y adoradores. Comenzando por un
extremo, besó un camino reverente a través de la delgada línea rosa
que salvó la vida de su hija. Con los ojos muy abiertos, Shell se tragó
un bulto de emoción. Ella se congeló, mirándolo con los brazos
flotando en el aire. Por un millón de dólares, no podría haberse
movido de ese lugar.
Después de que adoró su cicatriz, Copper apoyó la frente contra
su estómago desnudo. Rodeó la parte baja de su espalda con sus
brazos, encerrándolos en un fuerte abrazo. Shell dejó caer sus manos
sobre su cabello, pasando sus dedos por los suaves mechones
mientras él la abrazaba. Después de unos segundos, su frente se
arrugó.
¿Qué era…
Una gota de humedad se deslizó por su estómago empapando la
cintura de las bragas de bikini escotadas. Su respiración se detuvo
por completo.
Ay Dios mío. Copper está llorando.
Nunca en su vida había imaginado que algo derribara el pilar de
un hombre. Parecía impermeable a los elementos, casi siempre tenía
el control y hacía que cada obstáculo que encontraba pareciera un
hormiguero en lugar de una montaña. Pero allí estaba a sus pies,
llorando por ella. Por lo que había soportado. La necesidad de
consolarlo la inundó. Un hombre tan poderoso nunca debería tener
que experimentar algo que lo pusiera de rodillas.
¿Saber que lo que lo derribó fue lo que le sucedió a ella? ¿Qué
sintiera algo tan profundo por ella? Era un momento que nunca
olvidaría. Un momento grabado en su corazón y en su mente en una
combinación de amor y consternación.
—Cariño—susurró ella. Envolviendo sus brazos alrededor de su
cuello, lo abrazó con fuerza y los meció de un lado a otro—. Estoy
bien, Aiden. Tengo una hija hermosa que amo más que a la vida, y te
tengo a ti. Sí, tomó tiempo y necesité ayuda, pero sobreviví y superé
lo que me sucedió. Quise decir lo que dije… sin culpa. No más
tristeza. Se acabó. Ambos necesitamos dejar que el pasado se quede
donde pertenece ahora.
Tal vez era más fácil para ella decirlo en este punto porque había
tenido años para aprender a vivir con su pasado mientras que la
información era completamente nueva para Copper. Enfrentarse a
Rusty y hacerlo sufrir por lo que hizo sería la terapia de Copper. Era
un hombre de acción, tendría que hacer algo físicamente para
enfrentarse a su experiencia. No podía aprobarlo, debería tratar de
detenerlo, pero no lo haría. Necesitaba manejar las cosas a su
manera, a la manera del MC. Shell confiaba en él y lo amaba lo
suficiente como para reconocer quién era y dejarlo hacer lo necesario
para mantenerlos a salvo.
Copper levantó la cabeza y la miró fijamente. La humedad en sus
mejillas lastimó su corazón. Tan alto como era, cuando ella se
arrodilló, su cabeza le llegaba a la barbilla. Las manos que amaba
sobre su cuerpo agarraron su cabeza y él susurró:
—Michelle Ward, te amo muchísimo. Fui un imbécil en mi oficina
el otro día. La forma en que reaccioné me persigue. Por favor
perdóname. Si me permites en tu vida, pasaré todos los días
demostrándote cuánto te amo a ti y a tu hermosa hija.
La mejor declaración de amor de la historia.
Su corazón se llenó al máximo. Aunque había estado enamorada
de él desde que podía recordar, nunca esperó que saliera nada de
eso. La primera vez que Rusty la tocó, su sueño murió. El recuerdo
de ese horrible momento nunca se desvanecería por completo. No lo
que le hizo físicamente, no podía recordar eso en absoluto porque
había estado tan perdida en su cabeza, desesperada por el hecho de
que lo único que había querido toda su vida nunca sucedería. La
certeza de que Copper no sería capaz de soportar verla una vez que
supiera que había estado con Rusty. Sin embargo, aquí estaban, años
después, declarándose su amor mutuo. Cada deseo que alguna vez
había arrojado al universo era que este preciso momento sucediera.
—No necesitas disculparte por nada, Copper. No te culpo por tu
reacción. No solo te sorprendió, sino que te sorprendió algo que
nunca habías considerado una posibilidad. Estoy tan agradecida de
que me hayas dado esta oportunidad de explicarte lo que pasó y de
que me creas. Por supuesto, te quiero en mi vida—dijo, acariciando
el suave cabello de su rostro—. Eres el único hombre que querré en
mi vida—dijo ella.
Él la besó, sensual y tan profundamente que se sintió como si
estuviera tratando de fusionarlos en uno. La habitación comenzó a
dar vueltas y el cuerpo de Shell respondió con una repentina y
abrumadora necesidad. Había sido una noche emotiva para el libro
de los récords. Necesitaba el placer de la conexión mente y cuerpo
que había encontrado con Copper.
Se puso de pie, levantándola en brazos como si no pesara más
que un saco de plumas. Inmediatamente, cerró las piernas alrededor
de su cuerpo, aferrándose a él mientras continuaban devorándose el
uno al otro. Copper la llevó por el pasillo hacia su dormitorio,
deteniéndose a mitad de camino y presionándola contra la pared. Él
restregó su erección contra ella, pausada y tortuosamente. Cada
movimiento fue pausado, deliberado. No una carrera frenética por
correrse, sino una acumulación gradual de pasión a fuego lento.
Shell sabía que iba a alargar esto toda la noche.
Y ella planeaba aprovechar al máximo cada segundo.
Con un giro enloquecedoramente lento de sus caderas, empujó su
polla contra su coño. Las bragas de seda estaban empapadas.
Necesitaban irse. Al igual que sus vaqueros y lo que sea que tuviera
debajo. Copper se tomó su dulce tiempo para explorar su boca con
movimientos sensuales de la lengua. Cada vez que frotaba su polla
entre sus piernas, le apretaba el culo y ella se estremecía. Una parte
de ella quería gemir de frustración y exigirle que la follara, mientras
que otra disfrutaba del ritmo pausado.
—Tan jodidamente perfecto—susurró, antes de zambullirse en
otro beso estremecedor.
Después de lo que debieron ser unos minutos ininterrumpidos,
Copper la alejó de la pared y completó el corto trayecto hasta su
habitación. La tendió sobre la cama mientras la acunaba como si
estuviera hecha de vidrio frágil.
Finalmente, terminando el alucinante beso, se mantuvo sobre
ella. Los ojos pesados se encontraron con su mirada. Ella se movió
debajo de él, agarrando el dobladillo de su camiseta y pasándola por
encima de su cabeza. Entonces, con su mirada todavía en él, se
arqueó hacia arriba, desabrochándose el sostén. Segundos después,
se unía a su camiseta en algún lugar del suelo.
La mirada acalorada de Copper recorrió su cuerpo hasta donde
su polla erecta cubierta con los vaqueros descansaban contra su
coño, y volvió a subir hasta su rostro. Por todas partes su mirada la
acariciaba haciéndola arder por un toque. Sus pezones estaban tan
apretados que casi le dolían.
—Necesito tu piel—dijo mientras tiraba de la parte inferior de su
camiseta—. Quiero sentirte sobre y dentro de mí.
—Joder, me matas. —Él se sentó sobre sus talones y le dedicó una
sonrisa sexy a través de su barba. Atrás había quedado la tensión, la
culpa y el remordimiento de la última hora. Todo lo que dejó fue un
forajido hambriento a punto de convertirla en su botín. Metió la
mano detrás de su cabeza y se quitó la camiseta, revelando
pectorales duros, colinas y valles de abdominales marcados y
hombros para morirse.
—¿Esto es lo que querías ver, bebé?
Shell se mordió el labio inferior y asintió.
—Sí. Pero la mejor parte todavía se está escondiendo de mí. —
Mientras hablaba, extendió la mano y la pasó por el estómago
apretado de Copper.
—¿Oh sí? Creo que sé lo que estás buscando. —Se levantó de la
cama.
La mirada de Shell permaneció fija en su pelvis mientras se
quitaba los vaqueros. Su polla saltó hacia adelante, larga, gruesa y
deliciosamente dura. La falta de ropa interior no la sorprendió.
—¿Mejor?
Oh, sí. —Mucho, mucho mejor. —Ella le dio una sonrisa astuta—.
Ahora trae a ese chico malo aquí.
Con una risa, Copper se arrastró entre sus piernas abiertas y
empuño la polla.
—¿Quieres esta polla, bebé?
—Sí, Copper.
—¿Mucho?
—Muchísimo.
—¿Estás mojada por eso? ¿Ese coño está listo para ser llenado por
tu hombre?
Ella gimió. ¿Por qué diablos estaba charlando cuando podía estar
follando?
—Copper, estoy empapada y te necesito dentro de mí. Me estoy
muriendo aquí.
—Hmmm—dijo—. Todavía no estoy tan seguro de que eso sea lo
que necesitas.
¿Qué? Iba a entrar en combustión si él no se movía pronto.
Todavía sosteniendo su polla, metió la mano entre sus piernas y
tiró de sus bragas a un lado.
—Oh, sí—dijo—. Ese coño es lindo y está jodidamente húmedo,
¿no es así, bebé?
—Te dije que lo estaba.
Él chasqueó la lengua.
—No te pongas sarcástica. Obtendrás lo que necesitas, es posible
que tengas que esperar un poco.
Dos gruesos dedos se deslizaron profundamente dentro de ella,
acariciando la pared frontal de su sexo.
—Oh, Dios—susurró ella. Tres veces, frotó su punto G haciéndola
gritar y sacudirse contra su palma. Entonces él desapareció—. ¡No!—
se quejó ella. Iba a entrar en combustión.
La sonrisa de Copper estaba llena de picardía. Dios, ella lo amaba
así. Casi juguetón. Era un lado de él reservado solo para ella y hacía
que valiera la pena tolerar esta tortura. Al igual que la promesa de
un monstruoso orgasmo. Sus dedos brillaron con la evidencia de su
excitación. Paralizada, se quedó boquiabierta cuando se llevó esos
dedos de vuelta a su pene y se cubrió con sus jugos. Luego le separó
más las piernas.
—¿Q-qué estás por hacer? —Su cuerpo zumbaba con
anticipación. Fuera lo que fuera lo que había planeado, seguro que
sería caliente.
—Algo con lo que he fantaseado durante jodidos años—dijo
mientras caminaba con las rodillas hacia su tórax. Cuando su polla
se cernió sobre sus pechos, se detuvo—. ¿Te he dicho cuánto amo
estas jodidas tetas?
—Una o dos veces. —Estaba tan sin aliento que sonaba como si
acabara de saltar de la cinta de correr. Sólo que esto era cien veces
más divertido.
Las agarró a ambas, juntándolas mientras toqueteaba sus pezones
fruncidos. Un golpe caliente de electricidad se disparó directamente
a su clítoris haciéndola gritar.
—¿Así, bebé?
—Ajá—dijo mientras apretaba el edredón.
—¿Qué tal esto? —Él bajó, metiendo la polla entre sus pechos—.
Joder. —Él se frotó contra sus tetas, moviéndose con facilidad
debido a la suavidad creada por su crema—. Maldita sea, esto es
incluso más caliente de lo que había imaginado.
Lo era. Que él le follara las tetas no era algo que hubiera
contemplado alguna vez, pero tenía razón. Era muy erótico verlo
cernirse sobre ella con evidente placer. Sus pulgares aún
toqueteaban sus pezones mientras follaba sus senos dándole tanto
placer como él parecía tener. Cada vez que empujaba hacia adelante,
la punta de su polla llegaba al alcance de su boca. Al principio, sus
ojos habían estado abiertos y sobre ella, pero los párpados se habían
caído hace unos segundos.
Hmm... esto podría ser bueno...
Levantó la cabeza y abrió la boca. Esta vez, cuando la punta de su
pene se acercó a ella, cerró los labios alrededor de ella y le dio una
rápida y fuerte succión.
—¡Santa mierda!—gritó abriendo los ojos.
Ahora era su turno de la sonrisa traviesa.
—Pequeña mierda—dijo con un grito ahogado.
q j g g
Shell se rio.
—¿Quieres que me detenga?
—Joder no. Eso es jodidamente increíble. —Él bombeó su polla a
través de sus tetas una y otra vez. Cada vez que se deslizaba hacia
delante, ella lo chupaba o lamía. No pasó mucho tiempo antes de
que estuviera gruñendo y su agarre sobre sus pechos había
aumentado hasta ser demasiado.
—Dios—dijo él, retirándose de entre sus pechos—. Me correré
sobre ti la próxima vez. Esta noche, necesito estar tan dentro de ti,
que me sientas en tu corazón.
—Ya te siento ahí, Copper. Todos los días.
Él hizo una pausa.
—Bien. Estoy allí para quedarme, cariño. —Con un toque que era
más tierno de lo que un hombre de su tamaño debería ser capaz, le
pasó las manos por todo el cuerpo. Comenzando por sus muñecas,
acarició sus hombros y bajó hasta su pecho, deteniéndose en sus
senos donde lamió cada gota de la excitación que él había esparcido.
Tampoco descuidó ninguno de sus pezones. Una vez que ella era un
desastre que se retorcía y jadeaba, continuó con sus cuidados,
besando y acariciando cada centímetro de su estómago. Su coño se
sentía tan vacío. Cada pocos segundos, se apretaba y tensaba como si
él estuviera realmente dentro de ella. Pero no había nada que
apretar, y todo lo que hicieron los involuntarios espasmos
musculares fue ponerla más necesitada.
—Copper, por favor. Me estoy muriendo.
Él soltó una risita y raspó los dientes sobre un pezón.
Shell contuvo la respiración cuando él llegó a la parte superior de
sus bragas.
—Levanta este hermoso culo para mí—dijo contra su piel.
Shell obedeció y él retiró la tela húmeda. Presionó un largo beso
justo encima de la capucha del clítoris. Un suspiro escapó de sus
labios, pero rápidamente se convirtió en un jadeo cuando su lengua
se deslizó a través de sus pliegues.
Él la comió como si no tuviera nada más que tiempo, lamiendo
con lentas lengüetadas sobre su clítoris. Shell trató de controlar la
respiración, pero el placer era demasiado intenso. Tres veces, hizo el
lento viaje hasta la cima solo para que él abandonara su coño y se
agarrara a su muslo justo cuando ella comenzaba a temblar con las
primeras señales del orgasmo.
—Copper—dijo con un gruñido cuando él retrocedió una vez
más.
Su risa vibró a través de su coño, arrancándole un jadeo.
—Me preguntaba cuándo llegarías a tu límite.
—Considéralo golpeado, Copper, por favor. —Ella agarró su
cabello y trató de guiarlo de regreso a su coño, pero el maldito
hombre era demasiado fuerte y estaba feliz lamiendo círculos en la
parte interna de sus muslos—. Tengo que correrme.
Esas palabras provocaron un estruendo en él, y volvió a su
centro. Shell mantuvo sus manos en su cabello, sosteniéndolo contra
ella mientras lamía círculos alrededor del clítoris. Mientras gemía,
dobló las rodillas y levantó las caderas hacia su cara. Parecía gustarle
cuando ella exigía más de él. Copper envolvió sus labios alrededor
de su clítoris y chupó mientras deslizaba dos dedos dentro.
—¡Ay, Aiden!—gritó ella, con las piernas temblando. La delatora
sensación de hormigueo comenzó en las puntas de los dedos de sus
manos y pies. Viajó a través de sus extremidades y se enroscó en una
bola, en la parte baja de su vientre. Sus manos se apretaron en su
cabello.
Él bombeó sus dedos profundamente dentro de ella y tarareó,
haciendo vibrar sus labios alrededor del clítoris. La bola de tensión
explotó en un violento estallido de placer.
—Santa Mierda—gritó Shell. La intensidad del orgasmo la
sorprendió. Las únicas otras veces que se había corrido tan fuerte, lo
habían estado haciendo con mucha más furia.
Copper se quedó con ella, dándole suaves lametones durante
todo su orgasmo hasta que empujó su cabeza.
—Demasiado. Dios mío, estoy demasiado sensible. Aléjate de mi
coño.
Después de un último beso suave en el clítoris, Copper se arrastró
por su cuerpo. Él tomó su boca, y ella gimió mientras se saboreaba a
sí misma.
—Te amo—susurró él contra sus labios.
—Te amo más.
—No es jodidamente posible, nena.
Capítulo 27
Ver a Shell correrse duro y luego derretirse en el colchón como si
sus huesos se hubieran licuado era sin duda el pasatiempo favorito
de Copper. Era tan bueno que pudo dejar de lado la feroz necesidad
de rastrear a Rusty y arrancarle el corazón. Habría tiempo para eso
más tarde. Ahora era el momento de amar a su mujer. Su polla
estaba tan dura que en realidad dolía, pero retrasaría mojarla aún
más si eso significaba presenciar cómo Shell reaccionaba al placer
que sus dedos y boca le brindaban.
Ella, sin embargo, tenía otras ideas.
No es que él se estuviera quejando.
Shell empujó su pecho. Cuando él no se movió, ella le dio un
adorable ceño fruncido.
—Eres demasiado grande—dijo ella.
Con una risa, empujó su polla contra su coño.
—¿Seguro que quieres quejarte de eso, nena?
Sus ojos brillaron cuando empujó de nuevo.
—Está bien, tal vez tengas el tamaño perfecto, pero no puedo
obligarte.
Dejándose caer sobre su espalda, preguntó:
—¿Tienes algo específico en mente aquí?
Un rubor se apoderó de sus mejillas, y ese voluptuoso labio
inferior desapareció entre sus dientes cuando se sentó.
—Si aún no te has dado cuenta, Shell, te quiero mañana, tarde y
noche. Te quiero en todos los sentidos y en todos los lugares
posibles. Y te tendré en todos los sentidos y en todos los lugares. —
Acunó un pecho pesado, pasando el pulgar por el pezón arrugado
—. No habrá un centímetro de este cuerpo sexy que no reclame. ¿Y
esto? —Hizo un gesto a lo largo de su cuerpo—. Eres la puta dueña
de esta mierda. Si quieres algo de mí, pídelo, porque lo obtendrás.
Cada maldita vez.
Su mujer pasó la yema de un dedo por el centro de sus
abdominales.
—Siéntate—dijo ella—. La espalda contra la cabecera.
—Sí, señora. —Se movió a su posición—. ¿Vas a subirte a mi
regazo, bebé?
Shell asintió. Funcionaba para él.
—¿Mirando hacia mí, o de espaldas?
Ella se sentó a horcajadas sobre sus piernas y se movió tan cerca
como pudo. Dos brazos delgados pero sorprendentemente fuertes le
rodearon el cuello.
—Frente a ti. Te lo dije antes, quiero sentirte en todas partes.
Sí, esta era una muy buena posición para alcanzar ese objetivo.
Sus frentes estaban tocándose, fácilmente podía llegar a su boca o
cuello mientras las puntas endurecidas de sus pechos quemaban en
su pecho. Su coño goteaba sobre su polla, y sus sedosos muslos
abrazaban la parte exterior de sus caderas. Entonces estaba la suave
extensión de su espalda sobre la que pasaba las manos, deteniéndose
para apretar su culo de vez en cuando.
—Perfecto.
—Sí—dijo ella, toda sin aliento y necesitada.
—Méteme dentro de ti. —Claro, podía hacerlo él, pero había algo
en tener la mano de Shell rodeando su polla y guiándolo hacia ella
que lo volvía loco. Justo como lo estaba haciendo en ese momento.
Joder, esto se siente bien.
Caliente y resbaladizo por su reciente orgasmo, el cuerpo de Shell
lo aceptó con facilidad. Ella se deslizó hacia abajo, engullendo la
totalidad de su polla. En el instante en que su pelvis se encontró con
la de él, sus suspiros y gruñidos mezclados llenaron la habitación.
—Nada mejor que esto, Shell. —Sus miradas se encontraron. Con
los dedos extendidos sobre su espalda, podía sentir el leve ascenso y
descenso de su respiración.
—Ajá—dijo ella.
Sin palabras. Qué podía decir, el coño de su mujer amaba su
polla. Él le guiñó un ojo y le dedicó su sonrisa más hambrienta. Sus
labios también se curvaron, justo antes de apretar sus músculos
internos con una fuerza estranguladora alrededor de su polla.
Él se sacudió, conduciéndose aún más profundamente dentro de
ella.
De acuerdo, tal vez su polla era la que amaba su coño.
—Hazlo de nuevo—gruñó él.
Y lo hizo, apretándolo una y otra vez mientras restregaba su
pelvis contra él.
El ritmo no era apresurado, sin embestidas frenéticas, ni
dolorosas estocadas. Solo una conexión, profunda, intensa y tan
poderosa que cada contracción de su coño fluía a través de todo su
cuerpo.
Esto no era follar, ni siquiera era sexo, era una unión completa de
cuerpo, mente y alma. El tipo de mierda que hacía que un hombre
entregue las bolas. Y él jodidamente no podía tener suficiente de eso.
No podía tener suficiente de ella.
—¿Bueno?—susurró mientras ella gemía.
—No tienes idea.
—Entonces, dime, bebé.
Su cabello era un desastre, los rizos se encrespaban en todas
direcciones. Unos mechones se aferraban a su frente húmeda. El
rostro que amaba no tenía maquillaje excepto por una mancha de
rímel debajo de un ojo. Labios hinchados y ojos jodidamente
enrojecidos.
Jodidamente hermosa.
Debió haber dicho eso en voz alta porque su rostro se iluminó.
Todavía moliendo su polla, ella dijo:
—Creo que estás más profundo que nunca. Y estoy tan llena que
podría reventar. El vello de tu pecho me hace cosquillas en los
pezones haciendo que mi coño te apriete. Y cada vez que me muevo
hacia adelante, mi clítoris se frota contra ti. —Ella le sonrió con sus
dientes blancos como perlas—. Y me dijiste que me amabas.
Entonces, sí, es bueno. Jodidamente bueno.
Maldita sea, esta mujer le volaba la cabeza.
Se inclinó hacia adelante y deslizó la lengua entre sus labios
entreabiertos. Todas las cosas que le diría si fuera un hombre al que
se le ocurrieran palabras poéticas fluían de él. No tenía idea de
cuánto tiempo pasó; no importaba si eran cinco minutos o cinco
horas.
Apretar. Besar. Mecerse. Restregarse. Gemir.
Apretar. Besar. Mecerse. Restregarse. Gemir.
Una y otra vez.
Un sutil temblor recorrió a Shell. Dos segundos después, ella
jadeó en su boca cuando su coño se contraía en torno a él con un
apretón aplastante. Su cabeza cayó hacia atrás. Ella se quedó inmóvil
en sus brazos excepto por el latido rítmico alrededor de su polla. Su
propio orgasmo se deslizó hacia arriba, comenzando en la base de su
columna y ondulando a través de su cuerpo. La abrazó contra él
mientras ella se estremecía con su orgasmo.
Nunca hubiera pensado que algo tan poderoso podría haber
venido del sexo que no estaba sacudiendo las ventanas. Pero joder si
se había equivocado.
Hacer temblar la tierra era la mejor manera de describirlo.
—Dios—susurró Shell.
—Nah, solo yo, cariño. Aunque puedo entender si pensaste que
viste el rostro de Dios. Estoy bastante seguro de que yo también lo
hice.
—Nah—dijo con una sonrisa, tirando de su barba—. Solo el mío,
cariño.
Copper rio con ella, completamente a gusto por primera vez
desde la última vez que estuvo en su cama. Había una paz aquí que
solo encontraba con Shell. La mujer calmaba algo dentro de él. Solo
aquí él era completamente capaz de bajar la guardia. Nada de lo que
le revelara se usaría en su contra o caería sobre él.
Claro, confiaba en sus hermanos con su vida. Joder, les confiaba
la vida de Shell. Pero Shell era la única persona en la que confiaba
con su corazón.
No tenía ni una sola duda de que ella lo protegería tan
despiadadamente como él las protegería a ella y a Beth.
—¿Cansado, bebé?—preguntó él mientras le acariciaba la espalda
húmeda.
—Exhausta. Más emocional, que físicamente. —Su cara se sonrojó
—. He estado un poco destrozada esta semana.
Copper resopló.
—Estoy bastante seguro de que me iban a acusar si le gritaba a
una persona más esta semana. Izzy amenazó con cortarme las bolas
y enviártelas con un lazo rosa.
Shell se tapó la boca con la palma de la mano.
Demasiado tarde. Él escuchó la risita.
—No es jodidamente divertido—se quejó. En cualquier otro
momento, Copper habría salido corriendo y habría puesto en
marcha una búsqueda a fondo de Rusty en el momento en que
escuchó la historia completa. Pero esta vez con Shell era demasiado
importante para retrasarla. Necesitaba este tiempo para que se
conectara física y emocionalmente con él. Quería que ella supiera sin
lugar a dudas que le creía, que creía en ella y la amaba.
Sorprendentemente, necesitaba tanto estos tiernos momentos. Tal
vez incluso más.
Con otra risita, apoyó la mejilla contra su pecho.
—Es un poco gracioso. —Su cuerpo saciado se relajó por
completo mientras se acurrucaba contra él.
Él gruñó. Después de un momento, se deslizó hacia abajo hasta
que estuvo reclinado contra las almohadas, Shell lo cubrió por
completo.
—¿Quieres que me mueva?—Su voz soñolienta cortó el silencio.
—Joder, no.
Un suspiro fue la respuesta de ella.
—Tengo algo que quiero preguntarte.
—Dispara. —Ella no se molestó en levantar la cabeza. Una mano
suave subía y bajaba por su costado, haciendo que se relajara aún
más. No pasaría mucho tiempo antes de que sucumbiera al sueño y
había algo más que necesitaba saber.
—Alguna vez te acostaste con alguien más. Ya sabes... ¿después?
—Dios, era jodidamente suave.
Ella se tensó pero rápidamente se relajó bajo sus manos
itinerantes.
—Una vez—dijo en voz baja—. Mi terapeuta me animó
encarecidamente a diversificarme, intentar tener citas. Dijo que era la
única forma en que me alejaría por completo de la experiencia y de
mis sentimientos por ti.
Era su turno de ponerse tenso. Shell debió notarlo porque sus
suaves labios presionaron un reconfortante beso en su pecho. Joder,
la idea de que otro hombre la tocara lo volvía asesino.
¿Por qué diablos había preguntado?
Porque tenía una necesidad insaciable de saber cada maldita cosa
sobre ella.
—De todos modos. Estoy bastante segura de que solo quería que
saliera en citas, pero yo tenía que saber si podía hacerlo o si mi
cabeza estaba demasiado jodida. —Ella se encogió de hombros
contra él—. Así que lo hice. Beth tenía más o menos un año en ese
momento.
—¿Y? —Contuvo la respiración.
—Y no volví a intentarlo hasta que apareciste tú.
¿Debería estar complacido por eso? ¿O había otro hijo de puta al
que tendría que cazar y matar?
—¿Por qué? ¿Te lastimó?
—No. —Su voz era suave, casi avergonzada—. Simplemente no
eras tú. Ninguno de ellos eras tú.
Bueno, jódeme.
Si eso no era suficiente para hacer que su duro corazón se
derritiera, nada podría hacerlo.
No se pronunciaron más palabras. ¿Qué más había que decir?
En cuestión de segundos, la respiración de Shell se niveló y dejó
de explorarlo.
El sueño no llegó tan rápido para Copper. Una vez que ella se
durmió y la habitación quedó en silencio, no quedó nada que lo
distrajera de los pensamientos sobre su hermano.
Del jodido psicópata violador de su hermano.
Después de horas de revisar recuerdos pasados, tratando de
encontrar una pista que se le hubiera pasado por alto, una pista que
debería haber captado, cualquier cosa que pudiera usar para
castigarse por permitir que Rusty usara a Shell, se dio por vencido.
Eventualmente, cayó en un sueño irregular que ni siquiera el peso
suave de Shell y la confianza en él pudieron calmar.
A la mañana siguiente, después de despertarse con la boca
caliente de Shell sobre su polla y después de verla correrse dos veces
antes de levantarse de la cama, la llevó a recoger a Beth y luego al
trabajo. Con Rusty por ahí, no estaba entusiasmado con la idea de
que Shell anduviera sola por la ciudad. Por supuesto, lo había
permitido toda la semana, algo más por lo que patearse.
Sorprendentemente, ella no dio pelea. Simplemente lo besó y se
subió al asiento del pasajero de su vieja camioneta.
Ahora que era oficialmente su mujer, le compraría un coche
mejor. Ya no podía llamarlo caridad. Ahora era sólo un regalo para
su mujer.
Joder, había perdido tanto maldito tiempo.
Después de dejarla, condujo de regreso a su casa para recoger su
moto. A medio camino de la casa club, su teléfono sonó a través del
Bluetooth en su casco.
—¿Qué?—ladró después de responder.
—Soy yo.
Rusty.
Copper redujo la velocidad y rodó hasta detenerse en el arcén de
la tranquila carretera rural. Mierda, tenía que jugar esto bien.
—¿Dónde has estado, hermano? Todo el club ha estado
buscándote.
—¿Estás preocupado por mí, Cop? —La voz de Rusty estaba
cargada de incredulidad.
—Por supuesto. Saliste de allí la semana pasada como si tu culo
estuviese en llamas. ¿Dónde diablos has estado?
—Sí, bueno, quería darte espacio. No estaba seguro de dónde
estaría tu cabeza. ¿Qué dijo tu vieja de mí?
Y aquí es donde Copper tenía que ser extremadamente cauteloso.
Con un resoplido, dijo:
—Ni una puta cosa. ¿Crees que quiero hablar con esa perra
mentirosa? —Las palabras de mierda le revolvieron el estómago.
—¿Ya no estás con ella? —Una nota de esperanza resonó en la
voz de Rusty.
—Joder, no. ¿Crees que quiero seguir follándome a una mujer
que tuvo la jodida hija de mi hermano? No la llamé perra mentirosa
por nada. —Mientras hablaba, Copper miraba al cielo. Con suerte, el
p pp
universo reconocería que todo era una mierda—. ¿Por qué no
vuelves a la casa club? Tomemos una bebida. Arreglaremos la
mierda.
Rusty se quedó en silencio por unos momentos.
—¿Qué pasa con la basura que ella e Izzy estaban arrojando en tu
oficina?
—¿Esa mierda de que robaste el dinero? Vamos, Rusty. No soy un
maldito tonto, ok. Claro, ella podría haberme engañado, pero por lo
general se necesita más que una cara bonita y un coño mojado para
engañarme. Regresaste, ella estaba sintiendo el puto calor. Fue una
buena historia. Me avergüenza decir que podría haber funcionado si
no hubieras expuesto sus mentiras. Pero no me creo una puta
palabra de eso. Solo lamento que te haya ocultado las noticias de tu
hija.
Rusty soltó una carcajada.
—Como si quisiera ser el padre de una jodida mocosa. Solo
tenemos que encontrar una forma de evitar que me persiga por
dinero. No le voy a pagar un centavo a esa zorra. Mierda, Cop, ella
me perseguía. No podía tener suficiente de mi polla. ¿Ahora la perra
codiciosa te persigue? Estoy en ese mirador en el que solíamos beber
cuando nos mudamos aquí. Tengo una botella de Jack. ¿Nos
encontramos?
Iba a tener que llamar a su dentista porque estaba bastante
seguro de que se había roto un maldito diente tratando de mantener
el odio dentro de su boca. Maldito pedazo de mierda tratando de
jugar como si hubiese sido culpa de Shell. Ahora que sus ojos
estaban finalmente abiertos, no creía ni una palabra de la boca
ladrona de dos caras de Rusty.
¿Lo habría creído hacía tres días, antes de hablar con Shell?
Realmente eso no importaba ahora. Pero la vergüenza por la forma
en que rechazó a Shell después de escuchar las noticias de Rusty
colgaría de su cuello para siempre.
—Sí, estoy a diez minutos de ti.
—Nos vemos, hermano—dijo Rusty sonando mucho más
optimista de lo que había sonado hacía unos momentos. Casi podría
decirse jodidamente exaltado.
El viaje de diez minutos solo le tomó ocho. Copper desmontó
después de apagar su motor en el claro utilizado por los turistas
como mirador panorámico. Tenía que admitir que la vista era
impresionante. A veces, al vivir rodeado de vistas tan hermosas, era
fácil darlas por sentado. Hizo una pausa y respiró el aire fresco de la
montaña.
Tal vez traería a Shell y Beth aquí para un picnic después de que
se calmara el polvo.
—¿Rusty?—llamó, mirando a su alrededor. La camioneta de su
hermano estaba allí, pero ni rastro del hombre—. ¿Dónde diablos
estás, hermano?
Dio una última mirada a la vista de la montaña y se dio la vuelta
antes de volver a gritar:
—¡Rusty!
—Aquí mismo. —El sonido vino directamente detrás de él. Antes
de que tuviera la oportunidad de darse la vuelta, un dolor aplastante
le atravesó la espinilla derecha.
Sus rodillas se doblaron y golpeó el suelo como una piedra.
—Mierda—gritó cuando el instinto lo pateó y se acurrucó
alrededor de la espinilla palpitante. Mirando hacia arriba, entrecerró
los ojos contra el sol cegador—. ¿Pero qué carajo? —Rusty se cernía
sobre él, con un bate de béisbol colgado del hombro como un
leñador con un hacha.
Cada vez que su corazón latía, bombeando sangre a través de las
arterias de sus piernas, la espinilla herida latía con un dolor feroz.
Joder, si esa pierna no estuviera rota, se comería ese maldito bate.
—Hola, hermano—dijo Rusty con una sonrisa que hizo que el
cabello de la nuca de Copper se erizara.
—¿Por qué? —Fue la única pregunta que se le ocurrió en ese
momento.
—Crees que eres tan intocable. Líder de la manada. Siempre
actuando como si fueras mejor que yo. Presumiendo tu autoridad
sobre mí. Actuando como si fueras mi maldito padre. ¿Quién tiene el
poder ahora, imbécil?
Dios. Había escuchado de Shell cuánto odio le tenía Rusty, y
había creído sus palabras, pero experimentar la vehemencia de
primera mano era impactante. Toda su vida, había hecho todo lo
posible por hacer lo correcto por Rusty. Su fracaso fue monumental.
—Solo quería lo mejor para ti, Rusty.
—Mierda. Todo lo que querías era ser mejor que yo. —Escupió en
el suelo junto a la cabeza de Copper—. No eres mejor ahora,
¿verdad?
Ni una sola vez, en toda su vida, Copper se había considerado
superior a Rusty. La tristeza lo inundó. ¿Habría resultado Rusty de
otra manera si Copper lo hubiera criado diferente? ¿ Rusty era un
sociópata narcisista? ¿O lo había hecho Copper? Su instinto le decía
que Rusty era así. Como dijo Toni, no todos los que tuvieron una
crianza difícil se convirtieron en monstruos. De hecho, la mayoría no
lo hizo.
—¿Entonces así es como va a ser, Rust?—preguntó Copper. Rodó
sobre su espalda y se apoyó en sus codos. No había posibilidad en el
infierno de pararse en esa pierna.
Su hermano de sangre se encogió de hombros.
—No. Así es como va a ser.
Antes de que Copper tuviera la oportunidad de reaccionar con
esa declaración críptica, una bota de motero tamaño 46 se le acercó a
la cara. La bota de Rusty hizo contacto contra un lado de la cabeza
de Copper con un crujido audible. Segundos antes de que su cráneo
chocara contra el suelo rocoso, Copper tuvo una idea. Shell iba a
perder la cabeza cuando él no apareciera en el restaurante.
El dolor de cabeza le impedía luchar contra lo inevitable. El
sonido de la risa de Rusty penetró la niebla de la inconsciencia que
se avecinaba.
Copper estaba jodido. No le había dicho a nadie adónde iba. Sin
embargo, sus hermanos eran cabrones inteligentes.
Alguien lo encontraría.
Mientras Rusty dejara algo por encontrar.
Capítulo 28
—¿Tortilla de clara de huevo?—le preguntó Shell a Izzy. Al
menos tres días a la semana, Izzy comía en el restaurante y siempre
comía una tortilla de clara de huevo con espinacas, tomates y una
guarnición de fruta fresca.
Aburrido.
Pero podría explicar por qué Izzy parecía una especie de diosa
mientras que Shell aún no había vuelto a su peso anterior al
embarazo cuatro años después.
Así es la vida.
—No, hoy no. Voy a pedir wafles de rollo de canela con tocino.
No... salchicha. No... tocino. En realidad, tomaré el tocino, pero
¿puedo tener una porción extra de salchicha?
Shell parpadeó, y al otro lado de la cabina de Izzy, Stephanie
soltó una carcajada. La mirada de muerte que Izzy le disparó hizo
que Shell también se riera. Después de recoger su cuchillo de
mantequilla, Izzy apuntó a Steph.
—Tú, cállate. —Luego agitó el arma contundente en dirección a
Shell—. ¡Y tú! Has tenido un hijo, deberías empatizar conmigo.
Montón de perras—murmuró Izzy.
Shell apretó los labios e hizo todo lo posible por reprimir la risa.
Después de controlarse, palmeó la espalda de Izzy.
—Lo siento, cariño. Tienes mucha razón, debería ser más
comprensiva. Recuerdo lo insaciable que era todo el tiempo.
Izzy enarcó las cejas, el mal humor se había ido.
—También soy insaciable en otros aspectos.
Las manos de Stephanie se levantaron.
—Y eso es todo lo que necesitamos saber al respecto, amiga.
Shell, quiero su tortilla de clara de huevo.
—¡Oye! —El cuchillo estaba de vuelta y apuntando a Steph de
nuevo—. Tuve que ver el culo flacucho de tu hombre la semana
pasada y no me digas que no te estaba metiendo la polla. De
acuerdo, no te vi porque mis globos oculares se derritieron tan
pronto como me di cuenta de lo que estaba pasando.
Steph les dio una sonrisa tímida mientras su rostro se sonrojaba.
—¿Dónde estaban ellos?—preguntó Shell. Esos dos locos
exhibicionistas.
—Capó del coche de Steph. Los vi cuando Jig y yo salíamos de la
casa club hace tres días. —Ella se estremeció—. Confía en mí, el culo
pálido de Mav no es algo que quieras ver.
Steph puso los ojos en blanco y Shell quiso reírse. Su amiga no se
disculpó por el hecho de que a ella y a su hombre les gustaba follar
al aire libre.
—Su culo no es pálido... está tatuado.
Las tres se disolvieron en risitas.
—Ahora, espera un segundo—dijo Steph agitando una mano en
dirección a Shell—. ¿Qué está pasando contigo? Te ves como
flotante.
Shell ladeó la cadera y dejó la pesada cafetera sobre la mesa.
—¿Flotante? ¿Cómo se ve uno flotante? —Afortunadamente, el
restaurante no estaba ocupado, por lo que podía hablar con sus
amigas por unos momentos.
—Ya sabes—dijo Steph, agitando las manos—. Como si estuvieras
flotando por la habitación.
—Sí—agregó Izzy—. Porque tienes una gran polla dentro y tus
pies no pueden tocar el suelo.
Ambas mujeres miraron a Izzy.
—¿Qué?
Steph se desternilló de la risa.
—Eso ni siquiera tiene sentido.
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Izzy se encogió de hombros.
—Claro que sí. Shell lo sabe.
—Eres ridícula—dijo Shell, pero estaba bastante segura de que su
cara era del color del tomate que estaba en la tortilla de Steph.
—¿Asumo que arreglaste las cosas con Copper?—preguntó Izzy.
Dio un sorbo a su café descafeinado y frunció el ceño ante la taza.
—Sí. Vino anoche. Derramé mis entrañas. Me creyó y...
—Por supuesto que te creyó—interrumpió Steph—. Creo que lo
que sucedió el otro día fue solo un shock. No pudo haber sido fácil
para él que le arrojaran una bomba como esa. Reaccionó como un
idiota, pero todos sabemos que Copper no suele volverse loco.
—Sí. —Shell se dejó caer en la cabina junto a Izzy. Bien podría
disfrutar de un minuto para sus pies doloridos—. A los dos nos
llevará algo de tiempo acostumbrarnos a vivir con el conocimiento
de mi pasado, pero vamos a intentarlo en serio.
—¿Te sientes cómoda compartiendo lo que pasó con tus
hermanas?—preguntó Steph. Nada más que sinceridad y
preocupación irradiaba de ella. Este no era un interés de chismes,
ésta era su familia que realmente quería apoyarla y conocerla.
—Sí, pero no quiero decirlo muchas veces. La historia no es
exactamente un cuento de hadas. ¿Noche de chicas el próximo fin de
semana? Mi casa.
—Está arreglado—dijo Izzy.
—Está bien, genial. —Ella se levantó de la cabina—. Dejadme
pedir vuestras órdenes antes de que mami empiece a morderte el
brazo, Steph.
—Graciosa. —Izzy enganchó un dedo en el asa de la taza de café
de Stephanie y comenzó a arrastrarla lentamente hacia su lado de la
cabina—. No le pondré Michelle a mi niña.
Con el ceño fruncido, Steph apartó la mano de Izzy de un golpe.
—Suelta mi cafeína.
—Oh, Dios mío—dijo Shell, rebotando sobre las puntas de sus
pies—. ¿Descubriste que es una niña? Espera... es demasiado pronto
para saber que es una niña.
—Oh, es una niña—dijo Izzy—. Me niego a dar a luz un pene.
Shell seguía riéndose unos minutos más tarde cuando pasó a sus
otras mesas. Las mujeres eran el corazón del MC. Y muy
posiblemente la columna vertebral. Cada una fuerte y genial por
derecho propio, Shell no podría pedir mejores hermanas. Y eso es lo
que eran. Tal vez no por sangre, pero hermanas de todos modos.
Cuatro horas más tarde, Shell estaba sentada en un banco afuera
del restaurante mirando su teléfono con el ceño fruncido. Eran las
tres menos diez, y todos los demás empleados se habían ido hacía
mucho tiempo. Toni ni siquiera había estado allí, tomándose un raro
día personal para pasar el rato con su hombre. Aparentemente,
Louie había desaparecido y Zach había sido un lunático delirante
durante los últimos días. Toni esperaba tener sexo con él para
ponerlo de mejor humor antes de llevarlo a comprar un nuevo bate
de béisbol. Aunque Zach juró que no necesitaba uno. Estaba
convencido de que Louie aparecería en alguna parte. La teoría de
Toni es que alguien del gimnasio lo robó de la oficina de Zach.
No querría ser ese pobre idiota una vez que Zach se enterara.
El turno de Shell terminaba a las dos, aunque Copper prometió
pasar a eso de la una y media. Más de una hora de retraso
definitivamente no era propio de él. Especialmente sin más, como un
mensaje de texto. Él tampoco contestaba sus llamadas. Shell estaba
oficialmente preocupada. Hora de pedir refuerzos.
Sacó su teléfono y llamó a Zach.
—Hola, cariño, ¿qué pasa?—preguntó después del primer timbre.
—Hola, Zach, siento mucho molestarte, pero ¿has visto a Copper?
Se suponía que me encontraría con él alrededor de la una y media, y
nunca apareció. Tampoco contesta el teléfono. Supongo que
simplemente se olvidó, pero sabes que me preocupo.
—Cariño, él no está aquí. No ha estado aquí en toda la mañana.
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—¿Qué? —Su estómago se hundió—. Me dejó en el trabajo e iba a
pasar por mi casa para buscar su moto y luego ir directamente a la
casa club. Creo que incluso tenía una reunión con Jig.
—Joder, sí la tenía. Nunca se presentó a la reunión. Jig asumió
que estabais pasando toda la mañana haciéndolo.
Oh, Dios mío, no había llegado a la casa club. Visiones de Copper
tirado ensangrentado en una zanja al costado del camino bailaban en
su mente.
—Bueno, mierda, Z, ¿dónde está? —Una nota de histeria tiñó su
voz—. Voy a dar una vuelta por los alrededores y buscarlo.
—¡No!—gritó Zach a través del teléfono—. No dejes el
restaurante. —Entonces hubo algunos murmullos ahogados—.
Screw y yo estamos de camino allí. Mav y LJ saldrán y conducirán
hasta tu casa. También voy a llamar a Rocket. Veré si puede
conseguir que algunos de sus locos contactos rastreen el teléfono de
Cop. No muevas ese culo, ni un paso fuera del restaurante, ¿me
oyes?
Estar ociosa mientras alguien a quien amaba estaba
potencialmente en peligro iba en contra de cada fibra de su ser, pero
entendía la preocupación de Zach.
—Te escucho. Estaré aquí cuando llegues. Por favor, date prisa.
—Ella terminó la llamada sin esperar más.
No tenía sentido conducir sin rumbo fijo. Necesitaban un plan y
juntos idearían uno bueno. Y eso era lo que se decía para no volverse
loca.
Zach y Screw, a quien parecía que estaban preparando para ser
asistente del enforcer, llegaron en un tiempo récord. Thunder estaba
con ellos, conduciendo su coche.
Con el corazón palpitante, Shell se apresuró hacia sus motos.
—¿Alguna cosa? ¿Qué dijo Rocket? ¿Puede rastrear el teléfono?
¿Qué hay de Mav? ¿Encontraron a Copper? ¿Está bien?
—Shhh, cariño, ven aquí. —Zach la agarró por los hombros y la
atrajo para abrazarla—. Todavía no hay noticias. No puedo localizar
a Rocket, pero encontraremos a tu hombre. Te lo prometo. Entonces
Copper tendrá el culo de Rocket. Esta es la segunda vez que ha
estado fuera de alcance últimamente.
Con un asentimiento, Shell se tragó su miedo y dijo:
—¿Qué puedo hacer para ayudar?
Después de darle un abrazo rápido, Zach la soltó.
—Regresa a la casa club. El resto de las damas están yendo. Toni
buscará a Beth por ti y te encontrará allí.
—Oh, no. —Ella sacudió la cabeza—. De ninguna manera me voy
a quedar sentada.
—Shell… —El tono de Zach adquirió un tono duro que todos los
moteros parecían dominar. Especialmente cuando ordenaban a sus
mujeres.
—No, Zack. Es mi hombre. Dame algo que hacer además de
sentarme sobre mi culo y esperar a que los hombres grandes y
fuertes lo encuentren.
—Viajaré con ella—soltó Screw por primera vez—. Podemos
recorrer mi ruta juntos.
Zach la miró con una mirada que hizo que un escalofrío le
recorriera la espalda.
¡Ay!
En todos los años que había conocido al enforcer de los Handler,
nunca lo había en su oficio. Y ella esperaba no volver a verlo nunca
más. Porque el hombre con el cabello perfectamente peinado y la
cara bonita daba mucho miedo cuando estaba en modo de negocios.
No era de extrañar que tuviera el título.
—Escúchame y escucha bien, Shell. Te dejaré acompañar a Screw
con una condición. Haces cada maldita cosa que él te dice. Sin
protestar, sin descaro, sin preguntas, sin pensar por tu cuenta. Sólo sí
señor, no importa lo que sea. ¿Me escuchaste?
p q ¿
Shell tragó saliva y asintió. Probablemente sea un buen momento
para ignorar el hecho de que ella se ofendió con él cuando dijo que la
estaba dejando acompañar a Screw.
—Te escucho.
—Lo juro por Dios, Shell, Screw me dice que le estás dando
problemas y te ataré y te dejaré en la casa club. Después me
aseguraré de que Copper te ampolle el culo cuando lo encontremos.
—Lo entiendo, Zach.
Se cruzó de brazos y continuó mirándola de una manera que la
hizo querer esconderse en un rincón. Pobre Toni. ¿Cómo podría
ganar una discusión contra esta versión de Zach?
—¿Tienes idea de lo que me hará Copper si te pasa algo bajo mi
supervisión?
—¡Z!—gritó ella—. Lo entiendo. Ahora dejemos de perder el
tiempo y encontremos a mi hombre.
Una sonrisa llena de dientes se apoderó del rostro de Zach.
—Maldita sea, suena bien oírte llamar al presidente tu hombre.
Shell puso los ojos en blanco y levantó las manos en el aire
mientras caminaba hacia el coche.
—¿Vienes?—le dijo por encima del hombro a Screw.
—Sí, cariño. —Corrió tras ella—. Y no pienses ni por un puto
segundo que estás conduciendo. Thunder lleva mi moto a la casa
club. Si la abollas, pagas. ¿Entendiste? —Screw arrojó sus llaves
hacia el prospecto ligeramente verde.
—Eh, sí, seguro, Screw.
Veinticuatro horas más tarde, Shell caminaba por el suelo de la
casa club con un nudo del tamaño de una pelota de fútbol en el
estómago.
Nada. Todo el club había estado buscando a Copper durante un
día completo y ni una pista de lo que le había pasado. Algo estaba
muy mal. Shell podía sentirlo en lo más profundo de su alma.
Copper estaba herido y no había nada que pudiera hacer. Se había
estado estrujando los sesos durante horas y no podía pensar en un
solo lugar que no hubieran revisado. Dormir había sido imposible.
Ni siquiera podía tolerar la idea de acostarse e intentar una siesta.
Cada gramo de pensamiento y energía necesitaba orientarse hacia la
búsqueda de Copper.
—Oye, cariño, ¿por qué no te sientas un rato? Tómate un trago o
come algo. —Toni pasó un brazo por los hombros de Shell y trató de
guiarla hasta la barra.
Después de echar un vistazo a su hija coloreando en una mesa,
felizmente inconsciente de la gravedad de la situación, negó con la
cabeza.
—No. No puedo sentarme Mi cuerpo deja de moverse, y mi
mente comienza a correr salvajemente. Al menos si estoy
caminando, no me estoy volviendo completamente loca pensando.
Toni asintió. Ella entendía. Había padecido el miedo no hacía
tanto tiempo.
—Está bien, cariño. Solo quiero asegurarme de que te estás
cuidando.
La puerta de la casa club comenzó a abrirse y Shell juró que su
corazón se detuvo por completo.
—¿Copper?—gritó, cargando hacia la entrada. Abrió la puerta
por completo y gimió cuando se encontró con un Rocket
sobresaltado.
—¿Dónde diablos has estado?—rugió Zach, solo unos pasos
detrás de Shell. Extendió la mano por encima de su cabeza, agarró a
Rocket por la camiseta y lo golpeó contra la pared—. Nuestro puto
presidente está desaparecido durante más de veinticuatro horas y
¿dónde diablos estabas tú? He estado llamando a tu teléfono todo el
jodido día.
—Zach. —Toni se le acercó por detrás y le puso las manos en la
espalda. Sus voluminosos hombros se relajaron visiblemente.
—Joder—dijo Rocket—. Me retrasé con algunos asuntos
personales. ¡Mierda! Estoy aquí ahora. ¿Qué necesitas de mí?
—¿Tienes a alguien que pueda rastrear su teléfono?—preguntó
Zach mientras soltaba la camiseta de Rocket.
Rocket desvió su mirada hacia Shell. Ella había estado asimilando
todo, permaneciendo inmóvil a solo unos metros de Zach.
—¿Estás bien, cariño?
—Enloqueciendo—dijo ella.
Un solo asentimiento fue la respuesta de Rocket.
—Te avisaré tan pronto como tenga algo.
Una ráfaga de aire abandonó los pulmones de Shell con un
silbido audible. Puede que no sea mucho, pero parecía un progreso.
Zach se volvió y abrazó a Toni. Ella le susurró algo al oído que lo
hizo cerrar los ojos y asentir.
Shell cerró los ojos, incapaz de presenciar su cercanía en ese
momento. Sus brazos anhelaban sostener a Copper y estar a salvo en
su abrazo una vez más.
—Traigan sus culos aquí—gritó Viper, el vicepresidente del club,
y les indicó a todos que se dirigieran a la barra. Shell se movió con la
multitud. Una vez que todos estuvieron reunidos, Viper se rascó la
larga barba gris y dijo—. Pensemos todos juntos. ¿Quiénes son los
principales jugadores aquí? ¿Quién tendría una razón para querer a
Cop fuera de escena?
—Lefty—gritó Screw.
Shell se mordió el labio. Lefty era el escenario más probable y
también el peor. Dios, esperaba que no tuviera a Copper escondido
en alguna parte.
—¿Podría ser Joe?—dijo Mav.
—Podría ser—dijo Zach—. Pero no lo estoy presintiendo. Joe dijo
específicamente que no querían jodernos.
Izzy llamó la atención de Shell. Señaló a Beth y luego a las
escaleras. Gracias a Dios por esta maravillosa familia. Shell asintió a
su amiga. Las cosas de las que estaban hablando no eran para los
oídos de Beth, y ella apreciaba que su amiga alejara a Beth de la
charla.
—Estoy con Z en eso—dijo Viper—. Pero no lo descartamos por
completo.
—Tampoco puedo descartar a Rusty—dijo Mav—. Ese hijo de
puta ha estado desaparecido durante una semana.
Shell apostaba por Rusty. Era solo un presentimiento, pero había
aprendido a confiar en ellos a lo largo de los años. Si pudiera pensar
en algún lugar en el que Rusty pudiera esconder a Copper. ¿Había
algún lugar que le encantara cuando eran más jóvenes? ¿Algún lugar
que a Copper le encantara y que Rusty quisiera envenenarlo para él?
Un recuerdo borroso comenzó a abrirse camino en su mente.
Rusty flotando sobre su cuerpo desnudo, susurrándole algo al oído.
Normalmente aplastaba esos recuerdos como las cucarachas que
eran, pero esta vez permitió que vinieran. Ella tenía dieciocho años
en ese momento y había estado en una fiesta en un club esa misma
noche. Los ojos de Copper la habían seguido desde el momento en
que entró por la puerta hasta el momento en que se fue. Y no había
escapado a la atención de Rusty.
Un día, voy a estar jodiéndote así, follándote en esta cama, y él entrará y
me verá con mi polla dentro de ti. O mierda, tal vez me encuentre con mi
polla enterrada en tu garganta. Sí, eso sería jodidamente dulce. ¿Te
imaginas la mirada en su rostro? Lo destruiría. Ese es mi puto sueño, Shell.
Destruirlo. Que mire esta cama y sepa que fui yo quien te folló en ella. Yo
llegué aquí primero. Arruiné a su perfecta pequeña princesa MC.
Shell empujó a un lado a quienquiera que estuviera parado frente
a ella y se movió hacia el círculo alrededor de Viper.
—¿Qué fecha es hoy?—preguntó ella, con tono de pánico.
—Veintidós de marzo, nena, ¿por qué?—preguntó Viper.
Su madre estaba fuera de la ciudad. En un crucero de diez días.
—¡Santa mierda! Sé dónde está—dijo, entonces se giró y corrió
hacia la salida.
—¡Maldita sea, Shell, malditamente espera! —La voz de Zach la
persiguió, pero no disminuyó la velocidad.
Tenía que llegar a Copper. No había tiempo para explicaciones.
Ellos podrían seguirla.
Capítulo 29
Copper no era ajeno al dolor. Le habían golpeado el culo más de
una o dos veces en su juventud, cuando era mucho más impulsivo y
no había aprendido a controlar su temperamento. Allá en Irlanda, su
padre estaba en un MC fuera de la ley. El viejo había estado
involucrado en alguna mierda turbia. Drogas, tráfico de armas,
prostitución, incluso algunos asesinatos a sueldo, y no había tenido
miedo de arrastrar a sus hijos a lo que fuera que estaba pasando.
Copper había sido apuñalado cuando tenía quince años. Un asunto
de drogas había salido mal. Esa era parte de la razón por la que sacó
a los Handlers de esa mierda cuando tomó el control. Tenía
conocimiento de primera mano de los estragos que ese estilo de vida
podía causar.
Sin embargo, el dolor del día anterior no se parecía a nada que
hubiera experimentado. Se despertó con una sensación de calor
ardiente combinada con una agonía desgarradora. Maldita sea,
esperaba que fuera lo peor que jamás sentiría porque dolía.
—Bienvenido de nuevo, hermano—dijo Rusty mientras
arrastraba la punta de un cuchillo por el muslo expuesto de Copper,
demasiado cerca de sus bolas. Una fina corriente de sangre fluyó de
inmediato por donde el cuchillo lo cortaba.
Copper siseó, las fosas nasales dilatadas y los dientes apretados
para mantener a raya el gruñido de dolor al rojo vivo.
—¿Dónde mierda estoy? —Vestido con nada más que sus bóxers,
estaba en una cama con los brazos extendidos y esposado a los
postes. Movió la única pierna que le funcionaba.
Los tobillos también estaban inmovilizados.
Así era más o menos cómo había pasado el día. Copper se
despertaba con algún tipo de agonía, exigía saber dónde estaba,
soportaba más dolor y después caía en un sueño irregular sin
ninguna respuesta. Aunque tenía una sospecha repugnante, sabía
dónde estaba retenido.
—Estamos en uno de mis lugares favoritos.
Supongo que Rusty finalmente estaba dispuesto a conversar.
Probablemente sintiéndose bastante bien consigo mismo, habiendo
secuestrado y golpeado a su hermano. Las primeras veces que se
había despertado, había sido por el golpe de un bate de béisbol en
varias partes de su cuerpo. Un bate de béisbol que se parecía
sospechosamente a Louie.
Zach iba a perder su mierda.
Mierda, su enforcer probablemente estaría más feliz de encontrar
a Louie que a su propio presidente.
Después de que Rusty quitó el cuchillo de la piel de Copper,
abrió un Zippo y metió la punta del cuchillo para carne en la llama.
Mientras giraba la hoja sobre la llama, Rusty se quedó mirando el
punto brillante.
Mierda.
No era de extrañar que esa mierda doliera. Un cuchillo al rojo
vivo cortándole la piel. Al mirar hacia abajo, notó dos líneas
irregulares de tamaño idéntico que iban desde la rodilla hasta la
ingle. Cortes poco profundos, gracias a la mierda porque estaban
justo a lo largo de una arteria que podría liquidarlo en minutos.
Debe haber estado muerto para el mundo para permanecer
inconsciente a través del primer corte.
—Hombre, los recuerdos que hice en esta cama. Shell era una
maldita salvaje en ese entonces. ¿Sigue siendo así? —Rust sacó el
cuchillo y probó la punta ardiente contra su dedo—. Mierda. —
Sacudió la mano con una sonrisa alegre y abrió el encendedor de
nuevo. Esta vez, agarró una pipa de cristal de la cama y sostuvo el
cuenco sobre la llama. Copper observó cómo el humo subía por el
tubo. El olor a plástico quemado llenaba el aire. Después de unos
segundos, Rusty se llevó la pipa a los labios e inhaló el humo hasta el
fondo de sus pulmones. Sus ojos se cerraron por un segundo y se
volvieron a abrir, con la sonrisa arrogante presente una vez más.
Esa sonrisa. Debe haber sido de la que habló Shell. Malvada,
alegre y emocionada, todo en una sola mirada lasciva. Si hubiera una
oportunidad, Copper le arrancaría el cuchillo de las manos y le
quitaría la maldita sonrisa de la cara.
Sería solo el comienzo de lo que Copper tenía reservado para él.
El comienzo de la revancha.
—¿No vas a revelar tu vida privada? —Las pupilas diminutas de
Rusty giraron hacia el cielo. Su barba roja era un desastre
desaliñado, al igual que el cabello en la parte superior de su cabeza.
Parecía que el hombre ni siquiera se había pasado un cepillo desde
que salió de prisión. Demonios, olía como si no se hubiera duchado
en mucho tiempo. Una combinación de orina, coño rancio,
metanfetamina y alcohol. La mano que estabilizaba el cuchillo
tembló levemente cuando dijo—. Tan jodidamente noble, mi
hermano mayor. Está bien, no me importa compartir los detalles.
Debo haber follado a tu chica cien veces, justo en esta misma cama.
Comido su coño. La ahogué con mi polla. Hice que se corriera una y
otra vez. Esa perra no podía tener suficiente. —Empujó sus caderas
hacia adelante y hacia atrás.
Mentiras. Malditas mentiras.
—Maldita sea, extraño esos días. No estaba seguro de que
todavía la desearía cuando saliera, pero debo decir que estoy
pensando en volver a empezar con ella. Después de todo, tenemos
una hija. Deberíamos ser una pequeña familia feliz, ¿ sabes? —
Encendió el encendedor y el cuchillo volvió a la llama.
Respirando con los dientes apretados, Copper luchó por
mantenerse controlado. Observó el parpadeo de la llama, sintiendo
su propia chispa encenderse en lo profundo de su vientre. Las
imágenes de las manos y la boca de Rusty sobre su mujer lo tenían
enloquecido por la necesidad de masacrar. Pero era una realidad que
iba a tener que aceptar. Había sucedido, así que tenía que aprender a
vivir con ello. Había sido la realidad de Shell durante años. Todo lo
que Copper tenía que hacer era escuchar las historias. De hecho,
tenía que vivir con los recuerdos sensoriales de la experiencia.
—Gran hombre, ¿eh, Rusty? Obligando a una adolescente a tener
sexo. ¿No pudiste encontrar una mujer adulta para follarte?
¿Ninguna de las putas del club está dispuesta a abrirse por el palillo
de tu polla?
Los músculos del cuello de Rusty se tensaron cuando sus ojos
brillaron y una vena apareció en su frente.
Eso es, cabrón.
—¡Vete a la mierda! —Arrastró la llama a lo largo de toda la hoja.
De ida y vuelta al menos diez veces.
Copper se armó de valor para el dolor inminente.
De repente, Rusty arrojó el encendedor sobre la cama mientras se
lanzaba hacia adelante. El Zippo aterrizó directamente sobre la
espinilla destrozada de Copper al mismo tiempo que Rusty
presionaba la longitud del cuchillo ardiente contra el abdomen de
Copper.
—Aggg—rechinó entre dientes.
Hubo un chisporroteo audible cuando su carne se derritió bajo el
metal caliente. Copper respiró por la nariz, las fosas nasales
dilatadas y la cabeza girando vertiginosamente. Náuseas agudas y
rápidas lo golpearon.
—Ya no estás a cargo. No aquí. Por una jodida vez, tengo todo el
control—dijo Rusty contra su oído. Tan rápido como saltó hacia
adelante, se echó hacia atrás, arrancando el cuchillo y llevándose
consigo un trozo de piel chamuscada.
La oscuridad bordeó la visión de Copper, pero luchó contra el
desmayo.
—¿De eso se trata esto? ¿Tus bragas están retorcidas porque no
eres el jefe?
Rusty merodeaba por la pequeña habitación como un perro
rabioso enjaulado. Eso le dio a Copper su primera oportunidad de
j pp p p
comprobar su entorno. La cama a la que estaba esposado no era
grande, tal vez una doble, y las paredes estaban decoradas
simplemente con una pintura de color amarillo pálido. Al otro lado
de la habitación, un tocador blanco contenía algunos marcos de
fotos.
Shell con su madre. Shell con Beth. Shell con Sarge cuando era
niña. Dios, estaba en la habitación de la infancia de Shell. ¿Dónde
diablos estaba Cindy?
—Toda mi jodida vida me has dado órdenes, me has dado
mierda, pensado que eras mejor que yo. Incluso me arrastraste a un
país diferente. Te importó una mierda si quería ir.
—¿Estás enojado porque nos fuimos de Irlanda? ¿Hace jodidos
veinte años? Los hombres que mataron a padre habrían venido por
nosotros. Allí teníamos una vida de mierda. Habrías muerto antes de
cumplir los dieciséis. Llora por otra cosa.
—Cierra la puta boca. —Rusty cargó hacia adelante, golpeando
con el puño la cara de Copper.
Copper escupió sangre sobre el edredón.
—¡Maldito presidente de MC! Actuando como si todavía tuvieras
control sobre mí—gritó, su cara tan roja que Copper no se
sorprendería si se desplomaba por un ataque al corazón.
Debería ser tan afortunado.
Entonces, como si se hubiera accionado un interruptor, la ira
desapareció y volvió la sonrisa.
—Shell era justo tu tipo. Pequeña, rubia, cabello rizado, tetas
grandes, dulce como un pastel. Toda una chica americana. Del tipo
que te encantaba follar.
Dios, su hermano estaba loco.
—Era una maldita niña, Rusty. Ni siquiera la miré en ese
entonces. No en la forma en que te refieres.
—Oh, lo sé. El gran y honorable Copper nunca haría nada mal.
Pero esa chica estaba jodidamente obsesionada contigo. Sabía que
j g q
algún día cumpliría dieciocho. Y vamos, ¿toda esa dulzura en tu
camino? —Él resopló—. A la larga, la habrías follado. Recuerda, yo
también he saboreado esas tetas. Garantizo que son parte de la razón
por la que la follaste.
Copper tragó el sabor metálico que llenaba su boca. No ayudó a
sus náuseas.
—Eres un jodido enfermo, Rusty.
Su hermano echó la cabeza hacia atrás y se rio largo y tendido.
—Estoy bien con eso, hermano. Me acuesto cada noche
recordando la sensación de tu mujer en mi lengua. Y duermo como
un jodido bebé sabiendo cuánto te está carcomiendo tu puta alma.
Puede que nunca lo admitas, pero sé que te mata que yo estuviera
allí primero.
Era la maldita verdad. Eso carcomía su puta alma como una
piraña hambrienta. Pero no sería por mucho tiempo. Porque pronto
Rusty moriría de una muerte dolorosa y eso sería como un bálsamo
mágico. Solo tenía que mantenerse con vida el tiempo suficiente para
que el club lo encontrara.
—¡Oye! ¡Estoy jodidamente hablando contigo!—gritó Rusty,
golpeando la cara de Copper de nuevo. Entonces hundió el cuchillo
profundamente en el muslo de Copper. Enderezándose, dejó la hoja
enterrada hasta la empuñadura, levantó la bota y le pisoteó las
costillas. Su pecho se hundió con un crujido repugnante. Apretando
los puños, respiró lo mejor que pudo sin poder inflar el pecho.
Tenía que ceder algo. No estaba seguro de cuánto más duraría
con la forma en que ahora estaba sangrando.
—¿Cuál es tu maldito plan aquí, Rusty?—le preguntó mientras se
miraba el muslo. La sangre latía alrededor del cuchillo, corriendo
por su muslo y empapando la cama debajo de él. La arteria había
sido tocada con seguridad. Si Rusty decidía quitar el cuchillo,
Copper estaría en serio peligro—. ¿Vas a dejar que me desangre
sobre las sábanas de Cindy? ¿Entonces vas a sacar mis ciento quince
kilos de culo muerto de aquí y limpiar el lugar antes de que alguien
se dé cuenta de qué diablos está pasando? Buena puta suerte. ¿Cómo
diablos me metiste aquí de todos modos?
—No fue jodidamente fácil. —Rusty volvió a pasearse por la
habitación, agarrándose el pelo con ambas manos. Estaba perdiendo
la cabeza. Quedaba por determinar si eso era algo bueno o malo.
—Olvidas, Rusty, que todo el puto club va a estar buscándome.
De ninguna manera me sacarás de aquí sin que se den cuenta. Sólo
retrocede. Vete de la ciudad.
Levantó los ojos llenos de pánico para encontrar la mirada de
Copper.
—¿Vas a cancelar a los sabuesos si me voy?
Ni una maldita oportunidad en el infierno.
—Por supuesto. Desapareces, y te dejaremos irte a la mierda. —
Inhaló haciendo una mueca por el dolor y el silbido que salía de sus
pulmones. Terminó en un ataque de tos húmeda. Mierda, ¿sus
pulmones se estaban llenando de sangre?
—¿Crees que soy estúpido?—gritó Rusty—. Tal vez te corte la
jodida garganta y te deje aquí. Cindy no volverá hasta dentro de una
semana. Estarás muerto y podrido para entonces, y yo me habré ido
hace mucho tiempo.
Copper resopló, la acción envió un dolor punzante desde el
puente de su nariz rota directamente a través de su cabeza.
—No importa dónde te escondas. El club encontrará tu culo
asesino. Entonces te desollarán vivo. Mi único pena será no
participar. —Se encogió de hombros lo mejor que pudo con los
hombros doloridos—. Pero sucederá.
La ira ardió en los ojos de Rusty. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí
Copper? Miró por la ventana.
Crepúsculo. El sol casi se había ido. Era temprano en el día
cuando montó para encontrarse con Rusty. Recordó vagamente
haber llegado cuando el cielo estaba oscuro. ¿Realmente había
pasado un día completo?
La sonrisa arrogante estaba de vuelta, curvando los labios de
Rusty. Caminó hacia adelante a paso lento.
—En realidad, creo que tengo un plan. —Cuando estuvo a una
distancia de ataque, envolvió sus dedos alrededor del mango del
cuchillo, dándole una vuelta.
Mierda. Copper se tensó, tirando de las esposas en un inútil
esfuerzo por liberarse cuando el dolor se disparó a niveles cercanos
al desmayo.
—¿Qué tal si saco a este cabrón y voy a visitar a tu dama? Tal vez
a recordarle qué hermano la tuvo primero. Estoy pensando que la
follaré hasta que ya no pueda caminar. Entonces tal vez mi hija y yo
hagamos un pequeño viaje. ¿Qué tal eso como plan?
Mierda. ¡Mierda! Copper tiró con cada gramo de fuerza que le
quedaba. No era mucho, pero lo suficiente como para escuchar un
fuerte crujido cuando la madera de uno de los pilares de la cama se
partió.
—Pon una mano sobre cualquiera de ellas, y usaré ese cuchillo
para quitarte la piel un centímetro a la vez.
—No. —Rusty sonrió—. No lo creas, hermano. Estarás
jodidamente muerto—dijo y sacó el cuchillo con un fuerte tirón.
Copper gruñó a través del dolor. La sangre brotó de la herida a
chorros como un grifo con aire en la tubería.
A este ritmo, no tardaría mucho en desangrarse. Maldita sea,
deseaba tener siquiera treinta segundos para despedirse de su mujer
con un beso.
Rusty se enderezó y sonrió.
—Ha sido divertido, Cop—dijo, arrojando el cuchillo sobre la
cama—. Sin embargo, no puedo decir que te extrañaré.
Copper abrió la boca y o la cerró de golpe. Aguzó el oído. Fue
eso... joder, sí, lo fue. El ruido sordo de una moto. Reconocería ese
maldito sonido en cualquier parte.
—Se acabó el juego, Rusty—dijo, reuniendo una sonrisa tan
malvada como la de su hermano.
La caballería cromada había llegado.
Capítulo 30
Shell pisó bruscamente los frenos e hizo una mueca cuando el
coche se detuvo con un chirrido frente a la casa de su infancia. Con
suerte, el elemento sorpresa no era crucial porque acababa de
matarlo.
Con manos temblorosas, abrió la puerta de un empujón y salió
disparada del vehículo sin molestarse en cerrar la puerta.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo?—gritó Zach cuando su
moto se detuvo. Otras cinco motos y una camioneta negra del
tamaño de un monstruo se detuvieron detrás de él.
Shell pasó volando a su lado, cargando hacia la puerta principal.
Hace tres días, su madre había partido para su crucero. No
regresaría hasta dentro de diez días. Si Rusty necesitaba un lugar
privado para hacerle Dios sabe qué a Copper, éste era el lugar.
—De ninguna manera, Shell—dijo Zach mientras arrojaba el
casco a la hierba.
Una gran mano se envolvió alrededor de su brazo, tirando de ella
hacia atrás cuando estaba a medio camino de la puerta. Giró,
preparada para pelear y abrirse camino hacia su hombre, pero se
detuvo en seco cuando vio la expresión de Zach. Por segunda vez en
tantos días se encontró con Zach, The Enforcer.
Aterrador como la mierda.
—No vas a entrar allí, Shell—le gruñó.
—Zach, déjame ir. Estamos perdiendo el tiempo. Copper podría
estar herido. Por favor, necesito llegar a él.
Los otros se bajaron de sus motos mirándolos. Mav parecía estar
dirigiendo el espectáculo detrás de ella cuando ordenó a los hombres
que rodearan el perímetro e informaran.
—Cariño—dijo Zach, en un tono mucho más tranquilo—. No
sabemos lo que vamos a encontrar allí. En qué tipo de condición
estará tu hombre, quién está con él o si está follando allí.
Necesitamos hacer esto de manera inteligente.
Un gemido escapó de ella. Una parte de ella apreciaba a Zach por
haberle dado la razón, pero la idea de que Copper sufriera la estaba
matando.
—No me quedaré aquí. —Con el pecho agitado, apretó los puños
a los costados—. No me quedaré aquí. No mientras él esté allí.
Tendrás que atarme a tu moto. Incluso entonces encontraré como
escapar.
Zach miró al cielo y dejó escapar un suspiro.
—¡Mierda! Está bien, quédate detrás de mí todo el tiempo. ¿Me
escuchaste?
—Sí, lo prometo. Detrás de ti.
—Copper me va a arrancar el maldito parche por esto—se quejó y
después se giró cuando Mav lo llamó por su nombre.
—Creo que están en la habitación trasera, en el lado derecho de la
casa. Parece ser la única luz que está encendida—dijo Mav. La
energía chisporroteaba de cada uno de los hombres. Estaban listos
para la acción.
Listos para la sangre.
—Mi antigua habitación—dijo Shell—. Rusty solía decirme que
fantaseaba con que Copper nos encontrara… ya sabes. Que le
encantaría ver la mirada en el rostro de su hermano cuando nos
atrapara. Dios, qué vergüenza. —Se quedó mirando la hierba
incapaz de encontrarse con los ojos de los hermanos—. Es lo que me
hizo pensar en venir aquí.
Mav tomó su mano, entrelazándola con la suya entintada.
Después de un apretón tranquilizador, dijo:
—Oye, no te avergüences, cariño. No sé cómo sucedió todo, pero
sé que no tienes que avergonzarte de nada. Ahora, vamos a buscar a
tu hombre para que pueda patearnos el culo a todos por dejarte
entrar a la casa.
Su apoyo significaba todo para ella. Esta vez, admitir parte de su
pasado no pareció tan traumático. Ella asintió y se colocó detrás de
Zach mientras él gritaba órdenes a los hombres para que montaran
guardia y otros para que se unieran a ellos. Parecía que no iba a ser
sutil porque abrió la puerta de una patada e ignoró las astillas de
madera que volaban sobre su rostro. Con una gigantesca pistola
negra flotando a la altura de los ojos, parecía una especie de rudo
mercenario.
Si Rusty estaba en la casa, tenía que saber que ellos estaban allí.
Ninguno de ellos se quedó callado. ¿Estaba esperando con su rehén?
¿Estaba lastimando a Copper? Se negó incluso a considerar la idea
de que Copper no estuviera vivo.
Con Zach al frente y Rocket detrás de ella, irrumpieron por el
pasillo. Ambos hombres parecían enfocados y letales, cien por ciento
cómodos con armas en sus manos. Conocía a estos hombres desde
hacía años, pero aparentemente todavía tenía mucho que aprender
sobre ellos.
Zach levantó una mano y se detuvo en seco.
—Se acabó el jodido juego, Rusty. ¿Sabes cuántos tipos tenemos
aquí? No tienes una puta oportunidad.
La risa sonó detrás de la puerta cerrada. El tipo de risa que le heló
la sangre a Shell. Aguda, loca, descontrolada.
—Por favor, dime que tienes a Shell contigo—dijo Rusty—. Hay
alguien aquí a quien le encantaría verla.
Sus ojos se abrieron. Zach se volvió y encontró su mirada con la
suya entrecerrada. Ella negó con la cabeza. No. Ella no se iba. Incluso
si a Rusty le daba una sensación de satisfacción ver el horror en su
rostro cuando viera a Copper. Ella no se largaba. Zach tenía razón,
Rusty no tenía ninguna posibilidad aquí esta noche. Entonces,
incluso si la engreída sonrisa diabólica estuviera presente, no duraría
mucho.
Zach negó con la cabeza. Volvió a mirar hacia la puerta,
reposicionó el rifle y levantó tres dedos, luego dos, después uno.
Cuando ese último dedo desapareció, golpeó la puerta con la bota.
Como había hecho la puerta principal, ésta se astilló alrededor del
pomo y se abrió de golpe.
Shell no podía ver nada alrededor del bulto de Zach.
—¿Qué piensas ahora de tu presidente, Zach?—preguntó Rusty.
—Rocket, sácala de aquí—gritó Zach.
—¿La trajiste?
Dios, ¿era esa voz débil y ronca la de Copper?
Un grueso brazo le rodeó la cintura y tiró su espalda contra un
duro pecho.
—¡No!—gritó ella.
—No quieres ver esto, Shell—le susurró Rocket al oído—. Te
prometo que sacaremos a tu hombre de allí. Solo espera junto a las
motos.
La risa de Rusty se podía escuchar sobre la voz de Zach. Ese
sonido, ese sonido agudo y enloquecido hizo que un escalofrío le
recorriera la columna vertebral. Sus pies dejaron el suelo cuando
Rocket comenzó a arrastrarla por el pasillo.
—¡No! Por favor. —Se retorcía y pateaba con todas sus fuerzas.
Uno de sus tacones conectó con algo que hizo que Rocket se
sacudiera y maldijera. Su brazo se aflojó por una fracción de
segundo, pero fue suficiente para que ella se soltara de su agarre.
—¡Mierda!—gritó él—. Z, entrando.
Shell ignoró a los hombres y se concentró en llegar a Copper. A
estas alturas, Zach había entrado en la habitación y se preparaba, con
los pies separados con el rifle acurrucado contra su hombro. Listo
para la acción.
Shell entró en la habitación y trastabilló hasta detenerse a la
izquierda de Zach.
—Ay Dios mío. —Su mano voló a su boca—. Copper—susurró
ella.
—Maldita sea, mujer—dijo, pero las palabras no tenían fuerza. La
sangre estaba por todas partes. La sustancia de color rojo oscuro
corría por su estómago, goteaba de su labio partido y su nariz
hinchada, y brotaba a un ritmo alarmante de la parte interna de su
muslo. Una pierna estaba morada y doblada en un ángulo
antinatural por debajo de la rodilla. Pero la vista más horrible era
Rusty de rodillas detrás de Copper. Había colocado a Copper en una
posición sentada, en su mayor parte estaba escondido detrás de la
masa corporal de Copper. Sus brazos colgaban a los costados, las
esposas colgaban de cada muñeca. Profundos surcos rodeaban cada
muñeca, comenzando a partir la piel. No estaba atado a la cama en
este momento, pero la evidencia mostraba claramente que había sido
inmovilizado.
¿Dónde podría disparar Zach?
—Shell, sal. Sácala de aquí, Zach—dijo Copper, y luego tosió con
una horrible tos húmeda. ¿De dónde diablos había salido eso? No
estaba enfermo ayer por la mañana. Ahora sonaba como alguien que
se está muriendo de neumonía.
—¡No!—gritó cuando Rocket se unió a ellos, flanqueando su otro
lado—. No te estoy dejando. —Sin armas y sin la fuerza física de
ninguno de los hombres en la habitación, no podía luchar, pero aún
podía ayudar. Ella podría distraer, tal vez darle a Zach o a Rocket la
oportunidad de mutilar al bastardo.
Rusty echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Esto no tiene precio. La perra se queda. —Su mirada de ojos
locos se desplazó hacia ella, pero el cuchillo no se movió.
Permaneció alojado contra la garganta expuesta de Copper—.
Buenos tiempos en esta habitación, ¿eh, Shell?
Su interior temblaba como si un viento huracanado la atravesara.
Tragó saliva, trabó las rodillas y se clavó una uña en la palma de la
mano para evitar mostrar miedo. Fuera lo que fuera lo que iba a
pasar en su habitación, no sería con ella acobardada y rogando por la
clemencia de Rusty. No importa cómo la afectaran los horribles
recuerdos.
Ella no rogó en ese entonces, y no lo haría ahora.
—No estoy segura de que llame buenos momentos a que me
chantajeen para que me acostara contigo, pero a cada uno lo suyo.
—Mierda, Rusty—dijo Zach—. ¿Esa es la única manera de
conseguir que una mujer acepte tu polla? ¿Tienes que forzarla?
Jodido hombre lamentable. Veo que tienes a Louie allí. Gracias por
traerlo. Espero con ansias romperlo sobre tu cráneo.
Prácticamente podía oler el humo saliendo de las orejas de Rusty.
Su ego sería su perdición seguro.
—Vete a la mierda, perra. Amabas cada segundo de mi polla en
ti. —Él sacudió su brazo. El cuchillo cortó la piel de Copper, dejando
otro rastro de sangre.
Shell resopló. Se obligó a apartar la mirada de la sangre. Si
miraba a Copper, perdería la cabeza y se acabaría el juego.
Juega con sus debilidades.
—¿Llamas polla a esa cosa que tienes entre las piernas? Siempre
pensé en ello más como un pene de cóctel. Ahora, tu hermano—dijo,
dejando que sus labios se curvaran en una sonrisa satisfecha. Una
que normalmente reservaba para Copper—. Ese es un hombre con
una polla. Y sabe cómo usarla, también. Tal vez pueda darte algunos
consejos. —Sus mejillas se encendieron. En circunstancias normales,
los chicos nunca le permitirían escuchar el final de un comentario
como ese.
Nada de esto era normal.
—Gracias, bebé. —Copper se rio débilmente. Rápidamente se
convirtió en otra ronda de tos seca.
—Sabes que nunca serás lo que él es, ¿verdad, Rusty? Ni en la
cama ni en la vida—dijo Shell—. Siempre serás el segundo mejor.
A su izquierda, Rocket permaneció en silencio. Su intensa
atención y control eran casi espeluznantes. Pero el silencio cumplió
su propósito. Mientras incitaban a Rusty, Shell casi se olvidó de que
estaba allí, esperando, observando.
—Cállate la puta boca, perra—dijo Rusty. Clavó el cuchillo un
poco más profundo.
Shell juró que su corazón se detuvo. ¿Era esto un gran error?
¿Estaba provocando a Rusty para que matara a Copper?
—Ni siquiera es el segundo mejor—intervino Zach.
Shell se estremeció y dejó escapar un suspiro. Él estaba de
acuerdo con su plan.
Rezó para que no estuvieran cometiendo el último error.
—Tienes razón, Z. Todos los hombres en el club admiran a
Copper. Lo respetan. Diablos, lo seguirían directamente al infierno y
de regreso. ¿Verdad?
Zach gruñó.
—Apuesto a que no seguirías a Rusty a la cocina.
A su lado, Rocket se movió tan sutilmente que casi se le escapa.
Algo iba a pasar. Rocket podía sentirlo.
—¡Dije que te callaras, perra!—gritó Rusty. Con los ojos echando
chispas, se levantó más sobre sus rodillas, sacudiendo el cuerpo
maltratado de Copper.
Copper gruñó.
Un fuerte pop sonó a su izquierda.
Su oído izquierdo sonó.
Sangre rociada.
Shell fue empujada hacia la derecha.
Rusty gritó.
El cuchillo cayó.
Rocket y Zach cargaron hacia adelante. Zach arrastró a Rusty de
detrás de Copper como si el hombre fuera del tamaño de Beth en
lugar de un hombre de un metro noventa y dos.
Todo sucedió tan rápido que Shell no pudo hacer nada más que
quedarse allí, temblando mientras la sangre latía en su cabeza.
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—Shell... Shell, nena, mírame. —La débil voz de Copper hizo que
desviara la mirada del hombre que yacía en el suelo, a su hombre
que yacía en la cama.
—Copper—dijo con un grito ahogado. Sus piernas se pusieron en
marcha y corrió a su lado. Mierda, se veía horrible, lleno de
moretones y sangre—. No quiero tocarte.
—Está bien, hermano, esto va a doler—dijo Rocket mientras
sacaba el cinturón de lona negra de sus pantalones.
Shell lo miró fijamente.
—¿Qué le estás haciendo?
—Salvando su puta vida.
Copper tomó su mano con un apretón débil.
—Está bien.
Ella miró boquiabierta mientras Rocket pasaba la tela por debajo
del grueso muslo de Copper. Justo en la parte superior, más o menos
en la ingle.
—¿Listo, Pres?
Copper asintió levemente.
—Solo hazlo—respondió—. Dame esos ojos, preciosa.
Shell apartó la mirada del lío de la pierna de Copper y miró sus
ojos llenos de dolor. Ella sostuvo su mirada mientras él apretaba los
dientes y gruñía como un animal herido. Su agarre se apretó más
allá del punto de la incomodidad, pero no tenía que ser nada
comparado con lo que él estaba soportando.
—Hecho. Vamos a sacarte de aquí—dijo Rocket.
—Gracias, hermano.
Shell se arriesgó a mirar la pierna de Copper. Rocket había
asegurado el cinturón con tanta fuerza alrededor de la parte superior
del muslo de Copper, que la sangre se redujo a un hilo.
Su respiración se volvió un poco más fácil.
Se hizo a un lado cuando algunos miembros más del club
entraron en la habitación. Fueron necesarios cinco, pero lograron
levantar a Copper y sacarlo. Un silbido agudo fue la única indicación
de que estaba sufriendo, pero los empujones tenían que ser una
agonía.
Fue entonces cuando Shell se dio cuenta de que Rusty ya no
estaba en la habitación. Miró a Screw que había venido desde afuera.
Su camiseta blanca estaba salpicada de puntos de sangre. ¿Rusty?
—¿Qué le va a pasar?
Screw la miró fijamente, como si tratara de decidir cuánto decirle.
Entonces suspiró, pasándose una mano por el cabello. De prospecto,
había sido un bromista constante, un verdadero chiflado. El paso del
tiempo y una mayor responsabilidad, lo fueron convirtiendo en un
hombre diferente. Uno lleno de nuevos músculos y un nuevo respeto
por sus obligaciones.
—Lo mantendremos en The Box hasta que Pres sea dado de alta
del hospital. —Se encogió de hombros—. Lo que decida el jefe
después de eso.
Jigsaw asomó la cabeza en la habitación.
—Oye, Shell, nos estamos preparando para llevar el culo del
grandote al hospital. Se niega a ir a menos que estés con él.
Oh, sí, ella quería ir, necesitaba estar con él.
—Gracias, Jig. ¿Qué les vamos a decir en el hospital?
—Nos encargaremos de ello. Te vas a hacer la tonta. No sabes
nada. Te recogimos de camino al hospital porque Copper preguntó
por ti. Todo lo que sabes es que estaba herido. Juega con que el club
no te cuenta una mierda, ¿eh?
Ella asintió y caminó a toda velocidad por el césped para seguir el
largo paso de Jig.
—Ok. Eso es bastante fácil. Gracias a Dios. —No estaba segura de
tener la capacidad mental para recordar una historia complicada
después de todo lo que había pasado en las últimas veinticuatro
horas.
—Sí, queremos mantenerte fuera de esto tanto como sea posible.
—¿Dónde está él? —Miró a su alrededor pero no vio a Copper
por ninguna parte. El pánico la hizo agarrar el brazo de Jig—. ¿Ya se
lo llevaron?
—No. —Jig señaló la enorme camioneta negra—. Lo tienen tirado
en la caja de la camioneta. Puedes ir allí con él. Mantente agachada.
Tenemos algunas mantas allí atrás, así que no deberías tener
demasiado frío.
—Gracias, Jig. —Shell despegó hacia la camioneta. Zach la ayudó
a subir a la parte de atrás. Copper yacía sobre una gruesa pila de
mantas dobladas con otra cubriendo su cuerpo.
Ella se arrodilló y gateó hacia él. Con el mayor cuidado posible,
se acostó a su lado. Cómoda no sería exactamente la palabra que
usaría para describir la situación, pero se acostaría sobre vidrios
rotos para estar al lado de Copper.
—Más cerca—murmuró él, con los ojos cerrados.
—No quiero lastimarte.
—Necesito sentirte. —Sus palabras arrastradas hacían que la
preocupación se deslizara por las terminaciones nerviosas de Shell.
Copper era un pilar de acero, y esos nunca debían desmoronarse.
Verlo en un estado tan debilitado era desconcertante, por decir lo
menos.
Ella se acercó poco a poco hasta que su cuerpo estuvo presionado
a lo largo de su costado. Suavemente, descansó su brazo sobre su
pecho.
—¿Mejor?
Él gruñó.
—Se acabó, Shell, ¿me escuchas?
Su corazón se detuvo. Literalmente murió.
—¿Q-qué? —¿Estaba rompiendo con ella? Las lágrimas se
derramaron por sus mejillas.
¿Ahora?
—Acabamos con esta mierda. Tan pronto como esté de pie, nos
vamos a casar.
Shell no pudo evitarlo, se rio.
—Copper, has perdido mucha sangre. Creo que estás delirando.
—No estoy malditamente delirando—murmuró—. Di que sí.
—No me hiciste la pregunta.
—Maldita sea, mujer.
Shell se mordió el labio para no reírse de nuevo. Dios, amaba a
este hombre. Parte de la intensa ansiedad que había estado
experimentando desde que él desapareció disminuyó. Iba a estar
bien si él todavía podía maldecirla.
Bien podría estar de acuerdo. No era como si fuera a recordarlo
por la mañana.
—Sí, Copper.
Él solo gruñó. El resto del viaje lo hizo en silencio, pero con una
sonrisa en el rostro.
Se terminó. Independientemente de lo que el club decidiera hacer
con Rusty, Shell no tenía dudas de que se había terminado. Él nunca
la molestaría de nuevo. Ya no tenía que entregar la mitad de su
salario a Joe cada mes. Copper conocía sus secretos y todavía la
amaba.
Una vez que estuviese curado, todo sería perfecto.
Capítulo 31
—¿Qué se necesita para que puedas ir a casa y dormir unas
horas, cariño?
Shell levantó la vista de su teléfono donde había estado leyendo
sobre fracturas tibiales. Ella parpadeó hacia Copper.
—¿Eh? Ya te dije. No me iré hasta que tú lo hagas. —Ella rebotó
su rodilla y volvió a la lectura. Resultó que había algunas formas de
reparar una fractura de tibia dependiendo de dónde estaba alojada.
Y el tipo de cirugía determinaba las restricciones y el curso de
rehabilitación.
Eh, tendría que acordarse de interrogar al cirujano ortopédico la
próxima vez que viniera. Desde que trajeron a Copper de regreso de
la cirugía, ella había estado haciendo todo lo posible para aprender
sobre sus heridas, cuál era la mejor manera de cuidarlo y qué esperar
en cuanto a la recuperación. Tamborileando con los dedos en el
reposabrazos del sillón más incómodo en la que se había sentado
jamás, arrugó la frente.
¿Sin peso en la pierna durante unos meses? Eso no iba a salir
bien.
Mientras se concentraba, mantuvo la rodilla rebotando. En el
momento en que los médicos de trauma llevaron a Copper detrás de
las gruesas puertas de la sala de operaciones, la ansiedad la atravesó
y no se había ido, incluso ahora, horas después de la cirugía. Se
sentía como si la hubieran electrocutado con un cable, con réplicas
zumbando cada pocos minutos.
—Nena, deja el teléfono y acuéstate a mi lado—dijo Copper.
¿Estaba loco? Ella miró su rostro magullado.
—¿Qué? No, te haré daño. —Había demasiadas heridas para que
ella se metiera en la cama con él. La tibia y el peroné estaban rotos en
su pierna derecha. La arteria femoral de su pierna izquierda había
requerido reparación quirúrgica, así como los huesos rotos, pero
afortunadamente se le permitiría pararse sobre esa pierna. Luego
hubo una gran cantidad de puntadas en su muslo, así como costillas
rotas, una nariz rota e innumerables moretones profundos. Ah, y la
desagradable quemadura de tercer grado en forma de cuchilla en su
abdomen. No podía olvidar eso.
Copper extendió la mano y le arrebató el teléfono. Lo arrojó sobre
la mesita de noche de dos cajones en el lado opuesto de su cama.
—¡Oye!—gritó Shell—. Estaba leyendo en eso.
—No—gruñó él. Cómo el hombre podía estar a dos horas de una
cirugía mayor y ser todavía tan autoritario estaba más allá de su
comprensión.
Era una especie de encendido.
—Mírame, Michelle.
Sí, el tono era definitivamente sexy. Al igual que el uso de su
nombre completo. Ella encontró su mirada solemne.
—Estoy bien, cariño. Los médicos me arreglaron todo. Todas mis
heridas sanarán. Puede que tengas algunas cicatrices retorcidas, pero
estoy bastante seguro de que puedes manejarlas.
Su garganta se contrajo y sus ojos ardían. Había estado tan cerca.
Si hubieran llegado unos minutos más tarde...
—Estoy bien—dijo de nuevo, tirando de su mano—. Bebé, por
favor, relájate. Me está matando verte así, tan alterada. Si quieres que
duerma y me cure, tendrás que cuidarte. No puedo estar tranquilo
hasta que tú lo estés. —Cuando ella se resistió a su tirón, él solo tiró
más fuerte.
¿Cómo podía seguir siendo tan fuerte con toda la pérdida de
sangre?
Después de un enfrentamiento de treinta segundos, Shell cedió.
Con la mayor delicadeza posible, se tendió a su lado en la cama.
—Por favor, dime si te lastimo.
—No es posible, nena—dijo—. Me siento diez veces mejor ya con
solo tenerte a mi lado.
Una pequeña sonrisa curvó sus labios. Su calor se filtró en ella,
demostrando que, de hecho, estaba muy vivo.
—Fue aterrador—susurró ella—. Verte así. Ni siquiera puedo
decirte lo asustada que estaba.
Su gran mano acarició su cabello y bajó por su espalda.
—Joder, desearía que no hubieras estado allí.
Ella sabía que él lo hacía. Estaría enojado por su presencia por un
tiempo. De hecho, se sentía mal por Zach, que ya había recibido una
bronca y sin duda recibiría muchas más una vez que Copper se
recuperara. Por horrible que fuese, había estado donde se suponía
que debía estar. De ninguna manera podría haberse quedado en la
casa club esperando noticias. Ella necesitaba participar en el rescate
de Copper.
—¿Realmente te sientes bien?
Él se rio.
—Bueno, no, me siento como una mierda. Pero estoy bien. Lo
prometo, cariño.
Ella suspiró. Supongo que eso era lo mejor que podía esperar.
—Está bien.
—Realmente necesito que descanses un poco. Uno de los
muchachos te llevará a casa por unas horas para que puedas dormir.
Se quedó en silencio, jugando con la bata de hospital que no le
quedaba bien a su hombre de gran tamaño. La idea de irse la tenía
cerca del pánico.
—¿Puedo quedarme, por favor? Sé que estás bien, pero necesito
estar cerca de ti ahora mismo. Solo necesito estar donde tú estás.
No le gustó, ella se dio cuenta, pero después de un momento dijo:
—Bien, pero no investigues más sobre mis heridas. Los doctores
nos dirán todo lo que necesitamos saber. —Poniendo su brazo
q
debajo de ella, colocó su cabeza sobre su pecho.
—Ok. Te amo, Copper. —El latido constante de su corazón bajo
su oído ayudó a calmar su ansiedad.
—Dios, nena, te amo jodidamente tanto—
Fueron obsequiados con unos diez minutos de paz antes de que
la puerta de su habitación se abriera. Zach, Screw y LJ irrumpieron.
—Tenemos un problema, Pres—dijo Zach—. Oh, mierda. Lo
siento, no sabía que todavía estabas aquí, Shell.
—No te preocupes—dijo ella, frunciendo el ceño. ¿Copper
realmente necesitaba ocuparse de los asuntos del club en este
momento? ¿Tan pronto después de lastimarse? Un vistazo a su
expresión decidida le dijo todo lo que necesitaba saber. Su hombre
estaba listo para la acción. Su cabeza ya estaba de vuelta en el juego.
Si alguna vez se había ido. Con un suspiro, se deslizó de la cama—.
Les daré algo de tiempo para conversar. —Apretando la mano de
Copper, se dio la vuelta para irse, pero no dio más de un paso antes
de que la empujaran hacia la cama.
—No creas que vas a salir de aquí sin darme esos labios—gruñó
él.
Shell se inclinó para darle un beso rápido, pero él tenía otras
ideas. Su mano gigantesca agarró la parte posterior de su cabeza,
sosteniéndola contra él mientras devastaba su boca. En cuestión de
segundos estaba sonrojada, mareada y deseando que estuvieran en
otro lugar.
Cuando se enderezó, Zach silbó.
—Esa es una mierda caliente, muchachos. Será mejor que
hablemos rápido, voy a necesitar encontrar a mi mujer lo antes
posible.
Con la cara ardiendo, Shell se rio.
—Te amo—dijo Copper.
Dio un paso tambaleante hacia la puerta haciendo reír a todos los
hombres.
—También te amo.
Jig estaba en el pasillo, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Shell fue directamente hacia él.
—Necesito que me prometas algo, Jig.
Una de sus cejas oscuras se deslizó hacia arriba.
—¿Qué es eso?
—Por favor, no dejes que sea Copper quien mate a Rusty—
susurró.
—Shell…
—No. —Ella levantó una mano—. Hablo en serio, Jig. Le
arruinará la cabeza. Ese es su hermano que, hasta hace una semana,
creía que era un buen hombre. Hasta la semana pasada amaba a
Rusty y se sentía responsable por él. Prométemelo.
Jig golpeó su cabeza contra la pared y gimió.
—No puedo hacer esa promesa, Shell. Lo sabes.
Su corazón cayó. De todos los hombres, habría pensado que Jig lo
entendería. Sabía lo que era perder a alguien a quien amaba.
—No puedo prometerte nada, pero estoy de acuerdo contigo y
haré todo lo posible para evitar que mate a Rusty. ¿Ok?
Ella asintió, se pasó una mano por el cabello y el cansancio se
apoderó de ella. Llevaba unas cuarenta horas sin pestañear. No
pasaría mucho tiempo antes de que su cuerpo tomara el control y la
obligara a quedarse dormida.
—Gracias. ¿Sabes de lo que están hablando allí?
Con un movimiento de cabeza, Jig dijo:
—Nah. Zach recibió una llamada, se asustó y me pidió que
vigilara la puerta. Es todo lo que sé.
Lo importante ahora era que Copper descansara y sanara. Con
suerte, cualquier noticia que sus hermanos trajeron a su puerta,
literalmente no impediría su recuperación.
—Ve con ella, LJ—ordenó Copper antes de que Zach pudiera
comenzar a hablar—. Haz que se siente y coma algo. No me importa
si tienes que atarla a una silla. La quiero alimentada y sentada por
un tiempo. ¿Escuchaste? —Él no estaba por encima de usar la fuerza
para que Shell se cuidara.
—Lo tienes, Pres—dijo LJ con un asentimiento. Era casi tan
grande como Copper, pero con la forma en que hacía ejercicio,
probablemente sería aún más grande en poco tiempo.
—¿Qué pasó?—preguntó una vez que el prospecto estuvo fuera
de la habitación. LJ era un prospecto fantástico, se acercaba a su
fecha de incorporación, pero aún era un prospecto y no sería el
primero en escuchar noticias importantes del club.
Zach se pasó una mano por el cabello, desordenando su estilo
típicamente perfecto. Círculos oscuros bordeaban sus ojos y los de
Screw, hablando de los largos días que habían tenido buscándolo.
Los hombres parecían casi tan vapuleados como Shell. Él se aclaró la
garganta.
Mierda, esto no iba a ser bueno.
—Rusty está muerto—dijo Zach.
Copper parpadeó. Juró que su corazón dio un vuelco.
Mierda.
Joddddder.
—¿Cómo?
—Thunder y Mav lo estaban transportando a The Box. Íbamos a
dejar que se cociera a fuego lento hasta que te liberaran o dieras
otras órdenes. A medio camino de la casa club, se salieron de la
carretera. La SUV volcó dos veces. Mav estaba desorientado, pero
consciente aunque no podía levantarse del asiento. Thunder estaba
fuera de combate. Lo siguiente que supo Mav fue que hubo un
estallido y Rusty recibió una bala en el cerebro.
—Dios, joder. —La ira lo hizo cerrar los puños. A la derecha,
encima de su cabeza, el monitor empezó a pitar.
—Toma una maldita respiración, Pres—dijo Screw—. Tus latidos
cardíacos se aceleran. La enfermera vendrá si no puedes calmar tu
mierda.
Maldito ladrón. Esa era su muerte. Rusty era suyo. Llevaba días
fantaseando con el fin de la vida de Rusty. Innumerables escenarios
y planes, ninguno que involucrara a otra persona apretando el
gatillo.
—¿Están bien?
—Mav está bien. Golpeado y enojado, pero eso es lo peor.
Thunder se rompió una muñeca, la nariz y tiene una conmoción
cerebral. Suerte de mierda, dicho de paso.
—¿Quién?
—Mav estaba bastante seguro de que era Lefty. Gracias a la
mierda que un par de nuestros muchachos estaban cerca. Lo
sobresaltaron para que huyera. Si hubieran estado solos, Mav y
Thunder también podrían tener balas en sus cráneos.
Lefty. Copper se pasó una mano por la cara y se estremeció
cuando golpeó su nariz.
—Pon a Joe en la línea por mí. —El club había cumplido con su
parte del trato, recolectando el dinero de Joe y entregándoselo hacía
cuatro días. Lefty ya debería haber estado en la maldita puerta de
Copper, no corriendo por ahí matando a sus hombres.
Zach asintió y se dio la vuelta, con el teléfono en la oreja.
Maldita sea, esto le estaba jodiendo la cabeza. No el hecho de que
Rusty estuviera muerto. Esa era la única forma en que terminaría
este cuento de hadas, pero Copper había querido, no necesitado ser
el que apretar el gatillo. Solo alguien se merecía matarlo más que él,
Shell y le habría prendido fuego a su moto antes de dejarla vivir con
la carga de quitarle la vida. Copper necesitaba el cierre. Y que Lefty
fuese el que se lo quitara... una broma enfermiza del universo.
Estaba harto de esta mierda. Si Lefty no estaba atado y esperándolo
cuando saliera del hospital, habría un infierno en camino para Joe.
—Aquí, jefe—dijo Zach, arrojándole el teléfono.
Copper lo atrapó fácilmente. Antes incluso de que lo tuviera en la
oreja, Joe se apresuró a explicar. El hombre no se había estado
burlando de él cuando dijo que su pandilla no quería problemas con
los Handlers.
—Maldición, lo teníamos, Copper, pero lo subestimamos. El tipo
parece un cursi aspirante a Rambo, pero es más inteligente de lo que
esperábamos. —El gruñido de frustración hizo que Copper creyera
las palabras de Joe.
—¿Qué pasó?
Hubo un fuerte golpe del lado de Joe como si hubiera arrojado
algo al otro lado de la habitación. Copper entendía el sentimiento.
—Lo atrapamos fácilmente. Organice una reunión para entregar
algún producto y agarrar su trasero desprevenido, sin
complicaciones. Pero el tipo mató a dos de mis hombres y escapó.
Bueno mierda ¿Estaría Joe luchando por Lefty tan duro como
Copper ahora? ¿Iban a pelear por los derechos de la muerte de
Lefty?
—Escuché que mató a tu hermano. Lo siento, hombre—dijo Joe,
con sinceridad en su voz.
Copper se aclaró la garganta. No perdería ni un segundo de
tiempo llorando a Rusty, pero Joe no necesitaba saber eso. Ese era un
asunto del club, un asunto personal solo para los ojos y oídos de sus
hombres.
—Gracias—se las arregló para ahogarse—. Puedes entender por
qué queremos ponerle las manos encima.
—Mira, mis hombres están ansiosos por encontrarlo. Tenemos
mucha mano de obra en esto. Pero te di mi palabra de que te lo
entregaría, así que cuando lo encontremos, será tuyo. Sin embargo,
lo vamos a joder primero, ¿me oyes?
Copper no respondió.
—Te prometo que dejaremos suficiente de él para que consigas tu
libra de carne y termines el trabajo. Pero necesito darles algo a mis
hombres. Los dos que mató eran buenos jodidos hombres.
Parecía que eso era todo lo bueno que iba a conseguir a menos
que los Handlers encontraran a Lefty primero. Y con los hombres de
Joe trabajando con él, tenían más posibilidades de encontrarlo. Sin
embargo, él lo entendía. Si hubiera estado en el lugar de Joe, ansiaría
una dulce venganza igual que él.
—Siempre y cuando esté lo suficientemente consciente como para
disfrutar su tiempo con nosotros.
—Lo estará. Tienes mi palabra. Estaré en contacto, Copper—dijo
Joe antes de desconectar.
Copper le devolvió el teléfono a Zach.
—Vamos a despegar para que puedas descansar, Pres—dijo
Screw. Ni él, ni Zach pidieron los detalles de su llamada telefónica.
Lo más probable es que hubieran captado la esencia—. También
tenemos tipos que están revisando el portátil y el teléfono de Rusty.
Destruiremos cualquier prueba que tenga contra ti.
Mierda. En todo el drama de ser enviado al hospital, había
olvidado que Rusty supuestamente tenía una grabación de él
cometiendo un asesinato.
—¿Quieres que enviemos a Shell de vuelta?—preguntó Zach.
Joder, sí, quería a su mujer con él.
—Después que LJ la haga comer.
Con asentimientos y órdenes de tomarlo con calma, los dos se
fueron.
Solo por primera vez desde que abrió los ojos, Copper dejó que
su mente absorbiera todo lo que había sucedido en los últimos días.
Se conocía, y pasaría algún tiempo antes de aceptar la ira por las
circunstancias de la muerte de Rusty. En algún momento, tendría
que tragarla y aceptar el sentimiento de insatisfacción en sus
q g y p
entrañas. Tal vez una vez que viera el cuerpo sin vida, finalmente
sentiría algo de justicia. Ahora, simplemente se sentía estafado. No
había preguntado, pero supuso que el club había manejado la
situación antes de que la policía se involucrara. Retendrían el cuerpo
para Copper y luego determinarían la mejor manera de deshacerse
de él.
La puerta se abrió y Shell asomó la cabeza.
—Hola, cariño—dijo él.
La sonrisa cansada que ella le dio hizo que el calor le llenara el
pecho. Mientras la observaba caminar hacia la cama, tuvo un
pensamiento que lo sorprendió. Tal vez, de alguna manera, fue lo
mejor. Rusty estaba muerto. Se terminó. Él y Shell podrían comenzar
el proceso de seguir adelante con su vida en el momento en que lo
dieran de alta sin el problema inminente de lidiar con Rusty.
Dio unas palmaditas en la cama junto a él y, sin decir una
palabra, ella se subió. Ambos suspiraron y, en cuestión de segundos,
Shell estaba inconsciente. Cerró los ojos y, en lugar de sentir ira, se
sintió bastante contento.
Tomó demasiado esfuerzo, pero a la mañana siguiente, Copper
convenció a los malditos médicos de que no volvería a subirse a su
moto si lo daban de alta. Tuvo que soportar una conferencia de tres
médicos y dos enfermeras sobre tomar las cosas con calma, dejarse
curar y no andar en moto.
A través de toda la mentira, Shell se sentó a su lado luciendo
como un ángel dormido. Frunció el ceño y asintió con la cabeza a
todas las recomendaciones como si fuese la primera vez que las
escuchara. Después le prometió a cada médico que se aseguraría de
que siguiera las órdenes y actuara como un buen chico.
Aceptaría lo que sea que tuviera que aceptar para sacar su
maldito culo del jodido hospital.
Sentía que los médicos se estaban burlando de él. Andar en
moto... apenas podía caminar.
Más tarde esa noche, estaba en la casa de Shell descansando en el
sofá mientras Beth lo curaba con su equipo médico. En las horas
transcurridas desde que lo soltaron, Beth lo había curado no menos
de cinco veces.
Ella escuchó su pierna rota con su estetoscopio, tomó la
temperatura de los vendajes en su estómago y sostuvo el
buscapersonas de juguete contra sus costillas rotas. De acuerdo con
su lógica de cuatro años, el pitido agudo lo haría sentir mejor. Ella
frunció el ceño y se quedó mirando las herramientas de plástico en
su equipo cuando él no mejoró de inmediato. Solo un problema con
este pequeño juego… Beth no era la más gentil de las proveedoras de
atención médica. Unas cuantas veces sus ojos se habían humedecido
con un dolor intenso mientras ella lo curaba. Durante todo el
proceso, ella se mostró orgullosa de su capacidad para ayudar.
Hizo que cada segundo de incomodidad valiera la pena.
Shell se sentó en el suelo junto a su hija tratando de suavizar el
toque de la pequeña. No funcionó. Beth siguió como un toro en una
tienda de porcelana.
La velada fue malditamente casi perfecta. Una vez que Beth se
fuera a la cama y él pudiera desnudar a su mujer, sería perfecta.
Como si hubiera leído su mente, Shell se puso de pie y puso de
pie a su hija que se retorcía.
—Está bien, Bethy. Es hora de cepillarse los dientes e irse a la
cama.
—¿Puedo curar a Copper una vez más? ¡Por favor, mami!—gimió
ella.
—No esta noche, cariño.
—Pero mami…
—Oye, ven aquí, princesa. —Copper le hizo un gesto con el dedo.
Se le iluminó la cara y se subió al sofá.
—¿Qué?
Él ahuecó su mano y le susurró al oído.
—Si vas a cepillarte los dientes y te metes en la cama sin causarle
problemas a mami, iremos a comprar helado mañana.
—¡Sí!—gritó Beth y salió disparada hacia el baño.
Shell ladeó la cabeza. Con el cabello recogido en un moño
desordenado, sin maquillaje y vistiendo pantalones de chándal y
una camiseta, era la mujer más hermosa que jamás había visto.
—¿Qué le dijiste?
Guiñó un ojo.
—Secreto.
Poniendo los ojos en blanco, Shell siguió a su hija al baño. Le
tomó casi media hora, pero finalmente regresó.
—Uf—dijo, acomodándose suavemente en el sofá junto a él.
Su brazo inmediatamente rodeó sus hombros.
—¿Cansada?
—La hora de acostarse es un proceso.
—¿No es todo un proceso con un niño?
—Tienes razón. —Ella se quedó en silencio—. ¿Estás bien? No sé
exactamente qué pasó, pero sé que pareces frustrado con el
resultado. He estado preocupada por ti. Sé cómo tenían que terminar
las cosas con Rusty, pero aun así perdiste a un hermano, el que solías
conocer. El que criaste. Lo perdiste el mismo día que descubriste lo
que me hizo. Tiene que ser difícil para ti.
Eso era cierto. Y todo el dolor de eso probablemente llegaría
pronto. Y su dama estaría allí para ayudarlo a superarlo. Pero por
ahora, solo sentía alivio porque Rusty se había ido.
—Oye—levantó un dedo a sus labios—. Todo lo que necesitas
saber es que nunca más tendrás que preocuparte por Rusty. Y no fui
yo quien hizo el trabajo. —Ella no necesitaba esos detalles. Solo el
resultado.
Shell se relajó visiblemente ante sus ojos. Si hubiera sabido
cuánto la estaba afectando esto, le habría dicho antes que no iba a
matar a Rusty.
—Bien—susurró ella—. Se acabó.
—¿Estás listo para dejarlo atrás? ¿Avanzar?
Su rostro se suavizó y lo miró fijamente, el amor brillando en sus
ojos.
—Sí. Eso es exactamente lo que quiero.
—Bien. —Copper capturó un rizo suelto y lo frotó entre el pulgar
y el índice—. Puedes empezar por planificar la boda. Doc dice que
estaré completamente funcional en tres o cuatro meses. Así que
planeémosla para finales de julio. ¿Sí?
Su boca se abrió y se cerró, haciéndolo reír.
—¿Qué? ¿Pensaste que lo había olvidado?
—Um, bueno, sí. Bueno, no olvidado, pero pensé que estabas
divagando por la pérdida de sangre o algo así. —Su rostro había
palidecido un poco.
Copper resopló.
—No. Y aceptaste. ¿Me vas a decir que me mentiste?
Shell negó con la cabeza. Más rizos cayeron.
—No. Yo solo... ¿estás seguro?
—Michelle Ward, no puedo arrodillarme durante los próximos
meses, pero aún puedo decirte cómo me siento. He perdido tanto
tiempo. Debería haberte atado a mí hace años. No quiero pasar un
día más sin ti a mi lado. Te amo. Quiero casarme contigo y adoptar a
esa adorable niña de allá atrás.
Shell estaba llorando abiertamente ahora.
—¿Quieres adoptar a Beth?
—Sí ,bebé. Quiero adoptar a Beth.
—¿Y quieres casarte conmigo?
—Quiero casarme contigo tan jodidamente mal. ¿Entonces que
dices? ¿Harás de mí un hombre honrado?
Shell lo abrazó y lo apretó. Cuando él hizo una mueca, ella dijo:
—¡Lo siento! ¡Lo siento! Olvidé que estabas herido. Oh, Dios mío,
¿cómo lo olvidé?
Él burlándose de ella frunció el ceño. Soportaría el dolor
cualquier día si eso significaba tenerla en sus brazos.
—¿Me vas a sacar de mi miseria?
—¡Oh! Sí—dijo ella—. Sí, Copper, me casaré contigo. Es todo lo
que he querido durante más de diez años. Por supuesto, me casaré
contigo.
Él la agarró por la parte posterior de la cabeza y aplastó su boca,
maldito sea el labio partido. No había forma de que no estuviera
saboreando esa boca.
Ella había aceptado ser su esposa.
Su reino estaba completo ahora que tenía a su reina.
Epílogo
Seis Meses Después

—Dilo de nuevo—dijo Copper mientras echaba las caderas hacia


atrás.
—Copper, vamos, me estás matando. Solo deja que me corra.
¿Matarla? Ella no tenía ni puta idea. El agarre lento y succionador
de su coño cuando él se retiró casi lo hizo correrse.
—Dilo.
Ella puso los ojos en blanco pero le dedicó una suave sonrisa.
—Soy tuya.
—¿Mi qué? —Él se echó hacia atrás dejando solo la punta de su
polla dentro de ella.
Shell gimió. Se veía jodidamente deliciosa. Sujetador blanco de
encaje que no hacía nada para ocultar el estado endurecido de sus
pezones. Ligas blancas unidas a medias blancas hasta el muslo.
Había un hilo que ella llamó tanga para hacer juego, pero él lo había
eliminado hacía mucho tiempo. Su rostro, con el maquillaje
suficiente para diferenciar el día de un día normal, estaba lleno de
pasión. El pelo que ella le había prohibido que despeinara antes de la
ceremonia era un revoltijo de rizos sudorosos.
—Tu esposa.
—Muy cierto. —Miró hacia abajo a su polla, brillando con la
prueba de su excitación. No parecía importar cuándo o con qué
frecuencia la deseaba, Shell siempre estaba mojada y lista para él—.
¿Por cuánto tiempo?
La sonrisa que amaba se ensanchó.
—Para siempre.
La. Mejor. Cosa. Del. Mundo.
—Para siempre—susurró. Entonces movió las caderas hacia
adelante enterrándose lo más profundo posible en el coño de su
esposa.
Shell gritó y arqueó la espalda. Sus uñas perfectamente cuidadas
se clavaron en sus costados mientras aguantaba. Hizo una pausa,
absorbiendo la sensación de su esposa sosteniéndolo profundamente
dentro de su cuerpo. En los meses transcurridos desde la muerte de
Rusty, se habían acercado más de lo que él pensaba que fuera
posible que dos personas lo hicieran. Copper no podía imaginar un
día, mierda, una hora sin ella en su vida.
Su recuperación había ido tan bien como se podía esperar,
aunque las limitaciones de su cuerpo casi lo volvían jodidamente
loco. Pero desde hacía una semana, estaba libre y fuera de aparatos
ortopédicos, muletas y restricciones médicas.
Desde hacía una hora estaban oficialmente casados. En el
momento en que entraron a la casa club para la recepción, él la
arrastró a su oficina, la despojó de ese sexy vestido blanco y se dio
un festín con ella.
—Me voy a correr, Copper—dijo con un gemido, y él la embistió
con más fuerza.
—Dámelo, hermosa. —Le chupó un pezón en la boca, con encaje
y todo, y Shell se hizo añicos, corriéndose sobre su polla—. ¡Mierda!
—No tuvo ninguna oportunidad una vez que ella comenzó a
contraerse en torno a su polla de esa manera. El orgasmo se estrelló
contra él como un toro embistiendo.
—Guau—dijo Shell con una risita—. No está mal para una pareja
casada.
Copper gruñó. Su cerebro tardaría otro minuto en volver a
funcionar.
Atrapada entre su pesado cuerpo y la pared, Shell se movió.
—¿Crees que alguien nos escuchó?
La recepción era en la sede del club y debería estar en pleno
apogeo sin ellos.
—Estoy bastante seguro de que despertaste a tu padre en su
tumba. Estoy esperando que su fantasma aparezca con una escopeta
en cualquier momento.
Ella volvió a reírse cuando él dejó que su cuerpo se deslizara
hasta el suelo.
—Nah, me convertiste en una mujer honesta.
—Lo más inteligente que he hecho. —Besando su boca, él se
arregló la ropa. No es una tarea difícil ya que todo lo que había
hecho era abrir los pantalones para liberar su polla.
Shell, por otro lado, tuvo la tarea más ardua de volver a ponerse
su vestido de novia. Apoyó su culo en el extremo de su escritorio y
miró el espectáculo. Llevaba un vestido blanco corto y atrevido que
abrazaba cada una de sus curvas. Cuando lo vio por primera vez, se
sorprendió de lo conservador que era. Ni siquiera una pizca de
escote. Entonces ella se dio la vuelta y él se encontró cara a cara con
su espalda desnuda. El vestido se hundía casi hasta su culo. Todo en
lo que podía pensar era en pasar la lengua por su columna vertebral.
Fue lo primero que hizo después de cerrar la puerta de la oficina.
Jodidamente sexy como el infierno.
—¿Ves mis bragas?—preguntó Shell, escaneando el suelo.
Con una sonrisa, Copper se inclinó y recuperó la tela andrajosa
del suelo.
—No estoy seguro de que te vayan a ser muy útiles.
Los ojos de Shell se agrandaron.
—¿Cómo no me di cuenta de que hiciste eso?
Caminó hacia adelante, metiéndose las bragas en el bolsillo del
pantalón.
—Supongo que te tenía un poco distraída.
Una sonrisa astuta curvó su boca ahora libre de lápiz labial.
p
—Supongo que sí.
—¿Lista para ir a nuestra fiesta?—le preguntó a su esposa.
Maldición, eso sonaba dulce.
Shell asintió y él metió su mano en la suya, exactamente donde
pertenecía. Los últimos meses habían sido los más increíbles de su
vida. Y ahora tenía el resto de sus días para disfrutar de la mujer que
constituía todo su mundo.
—Hagámoslo—dijo ella, poniéndose de puntillas para un beso.
Joder, sí.
En el momento que Copper abrió la puerta, unos cientos de
moteros estallaron en estridentes vítores y gritos.
—Sí, Copper, así es como se hace.
—¿La inclinaste sobre ese escritorio, Pres?
—Espero que le hayas dado un centímetro por cada año que la
hiciste esperar por ti. —Esa era la voz de Izzy.
La cara de Shell ardió.
Había sido agradable conocer a Izzy. Lástima que Shell nunca
podría volver a mirarla a la cara.
Miró a su marido, que tenía una maldita expresión de suficiencia
en el rostro. Él la miró con un guiño. Todo lo que pudo hacer fue
poner los ojos en blanco y reír.
El día más fantástico de su vida estuvo coronado por la fiesta más
maravillosa que podría haber pedido. Familia, amigos, buena
comida, mucho alcohol, Shell nunca lo había pasado mejor. Incluso
su madre apareció. No sonrió mucho, pero estaba allí.
Tampoco tenía idea de lo que había sucedido en su casa mientras
estaba fuera de la ciudad hacía unos meses.
Y se quedaría así para siempre.
Cansada de bailar con todos los hombres relacionados con el
club, Shell caminó hacia el bar. Thunder, que se había ofrecido como
voluntario para administrar el bar, tenía una botella de agua lista
para ella.
—Parece reseca, señora Presidente—dijo con un guiño.
—Oh, Thunder, eres perfecto. —.Agarró el agua y bebió la mitad
de la botella. Cuando su lengua no estuvo tan seca, se volvió y miró
a sus invitados. Un minuto después, su esposo la vio y se dirigió
hacia ella.
Shell se estremeció. Esa mirada era tan malditamente potente que
era prácticamente una caricia.
—Hola, cariño—susurró contra su boca.
—Hola, guapo. Relájate conmigo un momento. Mira cuánto se
divierte nuestra familia. —Ella tiró de él a su lado para que su
espalda también estuviera contra la barra.
Inmediatamente, su brazo se deslizó alrededor de sus hombros,
acercándola. El hombre no creía en el espacio personal. No es que
ella se quejara. Ser tocada por él era sin duda su pasatiempo
favorito.
—Parece una fiesta bastante exitosa, ¿eh?
—Sí. —Ella sonrió. La música resonaba a través de la casa club.
Todos estaban bebiendo, bailando y pasando un tiempo fabuloso.
—Tengo una sorpresa para ti—dijo su esposo, sacando un papel
doblado del bolsillo. Lo desdobló y se lo entregó, con una mirada
casi sensible en su rostro.
Eso no podría ser correcto. Copper no hacia la cosa sensible.
—¿Qué es esto?
Él rio.
—Léalo, señorita impaciente.
Mientras Shell escaneaba el documento, se le llenaron los ojos de
lágrimas.
—Oh, Dios mío—susurró ella—. Es oficial.
Besó la parte superior de su cabeza.
—Sí, desde ayer soy oficialmente el padre de Beth.
Shell se tragó la pelota de golf alojada en su garganta.
—Gracias por esto—dijo—. Gracias por amarnos a Beth y a mí. Y
gracias por querer adoptarla. No estoy segura de poder expresarte lo
que esto significa para mí, Aiden—dijo, mirando al hombre que
amaba tanto que parecía que no podía ser real.
Pero lo era. Y él la amaba igual. Lo sentía cada segundo de cada
día.
—Mierda, cariño, soy yo quien debería estar agradeciéndote. Tú
y esa princesa son las mejores cosas de mi vida.
¿Era posible que un corazón realmente estallara de amor?
Miró hacia atrás a los felices fiesteros.
—Todo el reino que tienes aquí.
—Tu reino también, ahora. —Le dio un suave tirón en el cabello
para que ella lo mirara—. Eres mi reina, Shell. Esta familia, este reino
es tan tuyo como mío. ¿Estás lista para gobernarlo conmigo?
Nunca había estado más preparada para nada en su vida. Ocupar
su lugar al lado de su marido era su destino.
—Nunca he estado más preparada para nada, excepto para
casarme contigo.
—Maldita sea, buena respuesta, bebé—dijo antes de besarla.
Shell se entregó a la pasión de su marido.
Había sido un proceso largo y duro, encontrar el camino hacia su
hombre, pero había llegado a valorar las lecciones y la fuerza que
había ganado en el recorrido. El pasado era el pasado, y nada lo
cambiaría ahora. ¿Pero el futuro?
Sí, eso era brillante y claro como el sol.

Fin
EL CONO del SILENCIO
Traducción

Colmillo
Corrección

La 99
Edición

El Jefe
Diseño

Max
Notas

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