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ROAN PARRISH

RIVEN

Serie Riven 1

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Nota a los lectores
Nuestras traducciones están hechas para quienes disfrutan
del placer de la lectura. Adoramos muchos autores pero
lamentablemente no podemos acceder a ellos porque no son
traducidos en nuestro idioma.

No pretendemos ser o sustituir el original, ni desvalorizar el


trabajo de los autores, ni el de ninguna editorial. Apreciamos
la creatividad y el tiempo que les llevó desarrollar una historia
para fascinarnos y por eso queremos que más personas las
conozcan y disfruten de ellas.

Ningún colaborador del foro recibe una retribución por este


libro más que un Gracias y se prohíbe a todos los miembros el
uso de este con fines lucrativos.

Queremos seguir comprando libros en papel porque nada


reemplaza el olor, la textura y la emoción de abrir un libro
nuevo así que encomiamos a todos a seguir comprando a esos
autores que tanto amamos.

¡A disfrutar de la lectura!


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No modifiques el formato ni el título en español.

Por favor, respeta nuestro trabajo y cuídanos así podremos


hacerte llegar muchos más.

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Traducción
Klaus

Armando R. Chavez

Jeny82

Corrección
Lelu

Maqueta
Klaus

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DEDICATORIA

Para todos los que necesitan un nuevo


comienzo

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AGRADECIMIENTOS
Empezar de nuevo es aterrador y maravilloso y a veces
necesario. Gracias a todos los que me han ayudado a empezar
las cosas de nuevo.

Mi más sincero agradecimiento a Anni y Jenny, por sus


valiosas críticas.

A mi agente, Courtney Miller-Callihan, por todo lo que


hace.

A Shauna Summers y al resto del equipo de Loveswept


por su entusiasmo y apoyo a este libro. Ha sido un placer total.

A mis increíbles lectores, que lo hacen posible.

Y a la gente con la que he compartido música a lo largo


de los años. En cierto modo, siempre están aquí.

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SINOPSIS
Theo Decker puede ser el cantante principal de Riven, pero
odia ser una estrella de rock. Los paparazzi, los recorridos
interminables, ser reconocido en todos los lugares a los que va,
todo lo hace retorcerse. Lo único que no odia es la música.
Sentir la energía de una audiencia mientras se pierde en la
música de Riven es una carrera diferente a cualquier otra
cosa... Hasta que conoce a Caleb Blake Whitman. Caleb es
hosco y está dañado, pero sus dedos en su guitarra son pura
poesía. ¿Y sus manos sobre Theo? Son todo lo que él puede
soñar. Pero Caleb no es un fanático… y una noche con él no
será suficiente.

Justo cuando Caleb está aceptando su nueva vida en solitario,


Theo Decker se mete en ella y pone su mundo al revés. Theo
es sexy, brillante y adictivamente vulnerable, y todo lo que
Caleb quiere es otro toque. Y otro. Así es como sabe que Theo
es un problema. Caleb ni siquiera puede manejar la actuación
en estos días. ¿Cómo demonios va a sobrevivir un romance con
una superestrella de los tabloides? Pero después de que Caleb
ve al hombre detrás de la estrella de rock, comienza a
preguntarse si Theo podría ser la oportunidad de un futuro que
pensó que había perdido para siempre.

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Capítulo Uno
Theo
Theo Decker: Reacia estrella de rock.

Ese era el titular que acompañaba a la portada de la


revista Groove que salió hoy, y era la razón por la que me
escondía en el vestuario del resto de la banda. Ya podía
imaginarme a Ven, con las fosas nasales dilatadas y la voz
tensa por la ira: ¡El cantante principal sustituyendo a toda la
banda de nuevo, increíble!

Y eso fue incluso antes de que aparecieras en la foto, que


era en un cincuenta por ciento mía.

Saqué la revista de mi bolso para mirarla y mi estómago


volvió a caer. Ven, Coco y Ethan flotaban en el fondo,
eclipsados por mí. Mis brazos estaban envueltos a mi alrededor
como una camisa de fuerza o un abrazo y estaba mirando
hacia la cámara en lo que había sido una súplica incómoda
para que terminara el rodaje, pero parecía tímido. Me maldije
por centésima vez por creer al lisonjero editor que me había
asegurado que por supuesto todos los miembros de la banda
tendrían las mismas oportunidades.

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La reacia estrella de rock no era precisamente correcto.
Más bien, la Estrella de Rock, que ama actuar con pasión
ardiente, pero odia ser famoso más de lo que jamás había
esperado. Solo que eso no era un titular muy apropiado.

Eché una última mirada al espejo del camerino.


Mirándome bien, no era una estrella de rock de ninguna
descripción. Era un niño asustado que había pasado de no
tener a nadie que se preocupara por él a todos los que se
preocupaban por él en el tiempo que le tomaría a la mayoría
de la gente limpiar un garaje. Mi pelo negro era salvaje
alrededor de mi cara, como siempre, los ojos grises oscuros por
días de delineador negro superpuesto, como siempre, los labios
mordidos, como se había vuelto común últimamente. Mis
vaqueros negros estaban apretados, permanentemente
sudorosos por detrás de las rodillas, y colgando un poco sobre
mis caderas, ya que no había podido soportar mucho
últimamente. La camiseta blanca colgaba de mí, haciendo que
mis brazos se vieran más delgados y mis hombros más agudos.

Ni siquiera era un disfraz. Esta era mi propia ropa, mi


propia estética, al igual que usaba mi nombre real. Lo que me
hacía sentir aún más raro de ver que todo se convertía en una
persona. Theo Decker: Estrella de rock renuente.

Me unté un poco de bálsamo para los labios para que mi


boca no se agrietara y sangrara en el escenario, me subí los
pantalones y palmeé la púa de la suerte que llevaba en un
cordón alrededor de mi cuello, escondida debajo de mi
camiseta. La había estado usando la noche que Ethan me
había escuchado en la noche de micrófono abierto del Sushi
Bar y cambió mi vida para siempre. Tarareé algunas líneas de
nuestra canción de apertura. Mi voz estaba en las últimas,
pero este era el final de la gira, gracias a Dios, y tendría tiempo
para descansar.

Tragué saliva, empujando la sensación enfermiza de


distanciamiento del resto de Riven hacia la boca del estómago.

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—Está bien, ve —ordené al Theo Decker en el espejo y
empujé la puerta para unirme a mi banda.

Cegado por reflectores, tembloroso por el esfuerzo y con


adrenalina, cerré los ojos cuando las luces cambiaron para
nuestra última canción. Había sido un gran set, el resto de la
banda salió a pesar de su enojo por la portada, justo como
sabía que lo harían. Ellos siempre lo hacían. Éramos mágicos
juntos. Eso es lo que todos dijeron. Sinérgicos, casi psíquicos.

Coco tocó las primeras e inquietantes notas de ‘No More


Time’, nuestro último sencillo, mientras el escenario se
levantaba con una misteriosa luz azul. Reverberaron,
golpeando como un gong en mi pecho. Ven entró con la línea
de bajo, luego Ethan contó y el ritmo fue al doble. Golpeé el
tambor con mi pie, necesitando extraer hasta el último trozo
de energía en el escenario.

había un momento, antes que la primera nota saliera de


mi boca, cuando todo cambiaba. Estaba el antes y el después;
el silencio y el ruido; el apagado y el encendido. Era el momento
en que sentía como si apareciera, empujando todo lo que
estaba fuera de mí como si las notas que cantaba fuera un río
fuerte, capaz de arrastrarme.

Había escrito esta canción en unos veinte minutos.


Había llegado a mi cabeza completamente formada, como algo
en un sueño. Se abalanzó y salió desde el fondo de mi registro
hasta la parte superior, y hubo un momento después del
segundo puente cuando los instrumentos se cortaron y golpeé
una nota que explotó en el repentino silencio como una bola
de demolición.

Esta noche, como sabía que era el último show de la gira,


la canté con todo lo que me quedaba, dejé que me pusiera de
puntillas y al borde del escenario, el sudor se escurría por mi
pelo cuando me abrí antes que la multitud gritara.

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La multitud. Tronó a mi alrededor, con sus pisadas y
gritos al ritmo de mi propio latido del corazón, su energía corría
a través de mí como la sangre. Estos eran los momentos por
los que vivía. Estos eran los momentos que hacían, que
cualquier miserable fama, mereciera la pena.

Abrí los brazos, eché la cabeza hacia atrás y me hice


trizas por ellos, hasta que no quedó nada.

—Es una oportunidad fenomenal, un verdadero honor


—dijo Dougal, nuestro manager, mientras estábamos sentados
en el camerino de Coco después del espectáculo. Estaba tan
agotado que apenas lo estaba escuchando. Aun flotando por la
actuación, ya me había ido, de regreso a Nueva York y a mi
departamento, felizmente solo.

—Simplemente significaría extenderlo durante tres


semanas más. Pan comido.

Mi cerebro aturdido captó la absurdidad de ‘pan comido’


antes que pasara a procesar el resto de su oración.

—¿Extender? —grazné a través de mi gelatina mentolada


para la tos.

—Solo tres semanas más o menos —confirmó Dougal—.


La etapa de la gira escandinava terminaría el primer día del
Festival DeadBeat. Hecho.

Miré al resto de la banda, esperando ver que estaban


igualmente horrorizados ante la idea de extender la gira. Pero
Coco parecía emocionada, su pie golpeaba como siempre

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cuando estaba tramando algo; Ethan asintió y Ven se inclinó
hacia adelante, con los codos en las rodillas.

Mi corazón comenzó a martillear y de repente el sabor de


la cereza amenazó con enfermarme. Negué con la cabeza.

—Chicos, de ninguna manera. No puedo. —Mi garganta


se sentía cruda, un sabor metálico acechando debajo de la
cereza y el mentol.

—¡Pero, es el Festival DeadBeat! —dijo Coco.

Al mismo tiempo Ven dijo:

—Es un asunto importante y grandes ventas después del


festival.

Coco le echó una mirada, como si ya hubieran discutido


la táctica que iban a tomar y eso no era todo. ¿Habían hablado
de ello? ¿Dougal se lo había dicho a ellos pero no a mí? Ella
siguió adelante.

Ella continuó:

—Cavalcade y The Runny Whites tocarán. DJ Romulus


estará allí. Si hace que las personas piensen que estamos en
la misma liga que artistas como ellos, ¿cómo podemos
rechazarlo? Además, son solo tres semanas más. ¿Qué son tres
semanas después de cuatro meses?

Ven, Ethan y Dougal asintieron y mi corazón se hundió.


Esta fecha marcada en mi calendario era lo único que me
ayudó durante este último mes. El espectáculo de Boston
significaba el final de la gira.

La promesa del hogar, de las calles familiares de mi


barrio, la calidez y soledad de mi propia cama, y la oportunidad
de simplemente... estar, sin estar bajo constante escrutinio.
Anhelaba eso.

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Pero no podría decir nada de eso a la banda. Ellos vivían
para esta gira. Después de todo, era para lo que siempre
habían estado trabajando, mucho antes de que me conocieran.

Estaba abriendo la boca para decir que simplemente no


me quedaba otras tres semanas, cuando Ven me miró con una
mirada fría.

—Vamos hermano. Todos dicen que eres la estrella.


Bueno, las estrellas tienen que pagar sus deudas.

Y ahí estaba. Todos me miraban. La expresión de Coco


era suplicante, Ethan estaba esperanzado, Ven me desafiaba y
Dougal era la estudiada neutralidad del cálculo.

—¿Todos queréis? —les pregunté, y de inmediato me


encontré con un coro de sí.

—Yo…

¿Cómo podría decepcionarlos? Éramos un equipo; se


suponía que debíamos cuidarnos los unos a los otros. Por lo
general, también éramos amigos. Necesitaba estar del mismo
lado que ellos o estar en Riven sería más que solitario. Si decía
que no, lo estropearía con todos ellos. Además, Coco tenía
razón sobre lo que significaba que nos pidieran que tocáramos
el festival, que nos pidieran que agregáramos fechas a nuestro
recorrido. Significaba que habíamos llegado.

Si solo quisiéramos estar en el lugar a donde habíamos


llegado.

—Está bien —dije, con mi voz en un susurro—. Por


supuesto. Son solo tres semanas.

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Estuvimos un día y medio de regreso en Nueva York para
reunir nuestras cosas antes de volar a Europa. Era tiempo
suficiente para recordar todas las formas en las que la gira no
era la vida real, pero no lo suficiente como para sentirse
realmente descansado antes de partir de nuevo. En el
momento en que el coche me dejó en mi apartamento, me
acosté, tan aliviado de saber que nadie llamaría a mi puerta o
trataría de interrumpirme, que dormí varias horas antes de
despertar, hambriento, alrededor de las 10 P.M.

Me sentí casi humano de nuevo después de una ducha


rápida y un plato rápido de pho del restaurante vietnamita a
la vuelta de la esquina de mi apartamento, donde podía
sentarme en el mostrador de espaldas a los otros comensales
y con el sombrero puesto, así nadie podría reconocerme. Como
era tarde, decidí que era seguro dar un paseo después de
comer.

Una de las peores cosas de ser reconocido era que


prácticamente tenía que realizar una misión de reconocimiento
solo para saber si era seguro tomar una maldita porción de
pizza. No podía salir a comer nada o ir al cine sin arriesgarme
a que la gente me hiciera fotos o me agarrara. Tenía que
conocer los lugares donde podía esconderme de ser visto, como
el restaurante vietnamita, o entrar por un callejón para evitar
una multitud. Muy a menudo, ni siquiera me molestaba,
porque quedar atrapado entre una ráfaga de fotos y susurros
me dejaba agotado, consumido y demasiado ansioso por
querer la pizza o la película cuando la multitud ya había
pasado.

Pero esta noche había un hermoso olor a floración en el


fresco aire primaveral, y para cuando volviera de la nueva
etapa de esta gira, sería verano, ese borde de brisa fresca que
hacía crujir las hojas se habría ido, reemplazado por el olor a
basura y también muchos cuerpos, así que caminé. En la
oscuridad, con el sombrero por encima de mis ojos, mis

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vaqueros, Chucks y mi camiseta, me parecía un centenar de
tipos cualquiera.

Caminé sin rumbo al principio, saboreando el simple


placer de dejar que mi mente divagara después de meses de
preocuparme por los detalles, siempre con un lugar en el que
estar. Pero a medida que los pensamientos de ansiedad acerca
de las próximas semanas se inmiscuyeron, di vuelta hacia el
este y me dirigí al puente de Brooklyn. Lo había hecho cientos
de veces, pero detenerme en el medio del puente, mirando
hacia Manhattan y hacia la Estatua de la Libertad, siempre me
hacía sentir especial. El viento del agua me azotaba el pelo.
Metí el sombrero en mi bolsillo trasero para que no saliera
volando y me puse la chaqueta de jean. En estos días siempre
tenía frío, excepto cuando estaba en el escenario.

No tenía ni idea de cómo se sentiría: actuar realmente,


la multitud tan alta y el escenario tan grande que cada paso,
cada nota, cada gesto, era un espectáculo.

La primera vez que me di cuenta, abrimos con Oops


Icarus. Fue nuestra primera gira, nuestro primer show. El
resto de la banda estaba nervioso porque la gente no supiera
quiénes éramos, pero me sentí liberado por el relativo
anonimato. Era más fácil creer que esto era solo un
experimento, y que si fracasaba, no sería ese perdedor, Theo,
que abandonó la universidad por un sueño imposible, como
dijeron mis padres. Cuando arrancamos nuestra primera
canción, sentí el hormigueo de todos mis sentidos cobrando
vida. Por una vez, no me sentí como un Theo desgarbado a
quien le importaba demasiado la música.

Canté con todo lo que tenía, con el pelo azotando mi


cara, el sudor goteando por mi espina dorsal, y recorriéndome
en la parte posterior de mis rodillas. Cuando salimos corriendo
del escenario al final de nuestro set, los ojos de Coco se
abrieron de par en par y Ven me estaba mirando con un
respeto a regañadientes que nunca había visto en él. Ethan me

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dio una palmada en la espalda. Fue entonces cuando supe que
no esperaban que yo fuera tan bueno, que me necesitaran para
las canciones que podía ofrecer, sin pensar en cómo sería
tenerme cerca. Me quitó el aliento, ya que me habían
perseguido por la banda una sola vez.

Cuando los conocí, me sentí como si finalmente hubiera


pertenecido a alguna parte, como si me quisieran en alguna
parte, por primera vez en mi vida. En el escenario esa primera
vez, bajo las luces calientes y el zumbido en mis oídos, con
motas de polvo formando una constelación que me conectaba
con el público como si pudiéramos permanecer suspendidos
para siempre, lo sentí por segunda vez.

Yo pertenecía al escenario. Me gustaba allí. Por la banda,


por la audiencia. Y, lo más sorprendente, por mí mismo. Podía
perderme de una manera que nunca había conocido, y al
perderme encontraba piezas con las que podía vivir.

Y es en lo que pensaba cada vez que cavilaba que el resto


no valía la pena. En el escenario, me sentía invencible, pero
también así, abierto. Era la imposibilidad de la combinación lo
que lo hacía tan potente. En el escenario me abría pero
aguantaba.

Prospect Heights se estaba convirtiendo en Crown


Heights, y estaba pensando en volver a casa, a mi cama,
cuando escuché algo que me detuvo en la acera.

La puerta trasera de un bar se abrió de par en par y


dentro, alguien estaba tocando una canción que me envió
escalofríos. Era lúgubre, enojada, hermosa y cruda, y sus
sentimientos se agitaron en mi pecho hasta que me estiré para

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escuchar más. No podía ver quién estaba tocando, así que
caminé hasta la puerta de entrada, esperando encontrar una
multitud, pero el lugar estaba casi vacío, solo un par de tipos
solitarios repartidos por el bar.

Y allí estaba él. En la sala, un hombre tocaba la guitarra


y cantaba, con voz ronca baja y dulce como la miel. Sin público,
sin nadie, tocaba para él, con un pie apoyado en el peldaño de
una silla destartalada, dedos tatuados acunando su guitarra
como algo precioso. Las notas que sacaba de esa guitarra se
retorcían en mí y me hacían zumbar con energía, como si
estuvieran filtrándose en mi piel.

Antes de darme cuenta que me estaba moviendo, me


encontré a su lado.

—Lo siento —dije cuando se puso rígido y se volvió,


sintiendo que no estaba solo.

Cuando me miró, tragué saliva. Parecía que lo había


traído de un lugar muy lejos. Pero maldita sea, era maravilloso.

Era más alto que yo, ancho y grueso de músculos, pero


sus dedos en la guitarra eran poesía. Ojos oscuros intensos,
marrones o tal vez verdes oscuro bajo cejas expresivas, cabello
castaño peinado hacia atrás, boca llena rodeada por una barba
arreglada. Parecía un capitán de barco medio loco que había
vagado a tierra.

—¿Te puedo ayudar, hermano? —dijo arrastrando las


palabras.

No podía recordar la última vez que me acerqué a un


extraño. Hoy en día, la gente generalmente se acercaba a mí y
trataba de evitarlos, y antes... no era que fuera tímido,
exactamente, nunca asumí que la gente acogería con agrado
mi atención.

—¿Es tuya? La canción.

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Él asintió.

Estaba obsesionado con eso. La expresión se me vino a


la cabeza, lo que solía decir sobre canciones, libros, películas
con las que sentía una especie de conexión, no podía explicarlo
porque parecía ser más que una cosa en sí misma.

—Me encanta —dije. Parecía trillado y genérico, pero no


podría haberlo dicho más sinceramente. El tipo levantó una
ceja. No desagradable, simplemente no muy entusiasta.

—Gracias hombre.

Luego comenzó a darse la vuelta y sentí una gran


necesidad de evitarlo. Porque, después de meses de gira, con
música opresiva, la alegría que la canción provocó en mí fue
un gran alivio, un regalo así, no podía dejarlo. Y si se daba la
vuelta, el círculo que me conectaba con este momento se
rompería, y yo iría al espacio. De vuelta a la noche oscura, de
vuelta a mi departamento vacío, de vuelta a la gira de un día
tras otro de ciudades anónimas e intercambiables y noche tras
noche de hombres anónimos e intercambiables.

Extendí una mano y tiré de su manga. Era una henley


roja, tejida en gofres, que le quedaba pegada a la piel, así que
lo que pretendía ser como un toque impersonal me permitió
sentir el calor de su cuerpo, la fuerza de sus músculos,
nervudos bajo la tela desgastada. Sus fosas nasales se
dilataron y sus ojos se estrecharon levemente.

—Esa parte después del puente, donde parecía que ibas


a subirte pero luego te metiste en La menor. ¿Cómo elegiste
eso?

Después de una pausa que se prolongó lo suficiente,


pensé que no iría a responder, pero se encogió de hombros y
dijo:

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—Solo lo probé de dos maneras diferentes. Me gustó más
esa.

Pero no le creí. Ese cambio clave inesperado, ir hacia


abajo en lugar de hacia arriba, era magistral. Único e
inquietante y... logrado. De ninguna manera este tipo solo
estaba tocando por diversión.

—Cambió el estado de ánimo de la canción —me atreví


a decir—. Era triste, anhelante. Pero ese momento hizo que
todo pareciera misterioso. Embrujado y...

Me encogí de hombros, irritado por lo inseguro que


sonaba. Sabía de música. La música era lo único que podía
hablar con cualquiera. Entonces, ¿por qué sentía que cada
oración tenía un peso increíble?

—Sí, eso es cierto —dijo el tipo, la voz calentándose


ligeramente—. No quería dejar que el oyente simplemente
estuviera triste. Demasiado fácil. Demasiado cómodo. Tenía
que darle la vuelta un poco. Hacerles cuestionar lo que sentían
hasta el momento.

Sus ojos se clavaron en mí mientras hablaba, la voz baja


y retumbante como un trueno, atrapando las notas más bajas.
Traté de pensar en algo que decir, pero mi cerebro y mi voz se
habían ido, perdidos en algún lugar de sus ojos y sus palabras,
y solo lo miré. Finalmente, me obligué a mirar hacia abajo
porque probablemente estaba incomodando al tipo.

—Soy Theo.

—Hola, Theo. Soy Caleb.

Cogió mi mano como si la idea de una presentación sin


un apretón de manos fuera impensable, incluso en un bar
sucio. Podía sentir los callos en las puntas de sus dedos, y su
mano estaba áspera y seca. Llevaba un anillo en el dedo medio,

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una banda gruesa y lisa de metal que parecía el tipo de cosa
que nunca te quitas.

La mano que sostenía había rasgado esa hermosa


canción de su guitarra y quería apretarla tan fuerte que algo
de esa magia se filtrara en mí. Quería sacar su belleza dentro
de mí.

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Capítulo Dos
Caleb
Era el jodido Theo Decker, cantante principal de Riven.
En el sucio bar de Huey. Y él solo me había escuchado tocar,
algo que solo me permitía hacer en la presencia de Huey en
estos días. Accidentalmente, y solo, nadie escuchando a quién
le importara; nadie alrededor que me recordara. O quien solía
ser, de todos modos.

No tenía idea de cuánto tiempo había estado Riven en


escena. Estuve fuera de ella el tiempo suficiente como para no
saber sobre la situación en la tierra. Rehabilitación y una
retirada táctica completa de todo lo que me recordase ser un
músico de gira harían eso.

Parecía que la banda había surgido de la nada, en algún


momento entre mi tercer período de rehabilitación y el más
reciente, que había terminado hace un año. Ellos habían
ganado el tipo de popularidad que los hacia subir como la
espuma. ¿Eran complejos o complicados? ¿Grandes artistas o
demasiado ostentosos? ¿Eran una banda original o habían
sido elegidos porque todos eran jóvenes y atractivos?

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¿Atractivo? No. El hombre que estaba de pie frente a mí
era hermoso. Tenía una de esas caras que estaba
perfectamente combinada y en lugar de parecer simple o falso,
era un tipo diferente de belleza desde todos los ángulos. No
llevaba el delineador negro con el que a menudo se lo veía, pero
sus gruesas pestañas negras enmarcaban unos de los ojos más
hermosos que jamás había visto. Estaban atrapados entre el
azul y el gris, como la escarcha sobre el agua, un sorprendente
color plateado que parecía llamativo contra sus cejas oscuras
y una caída de cabello negro hasta los hombros.

Pómulos altos, mejillas hundidas y nariz afilada,


perfectamente formadas para su aspecto desordenado, como
diamantes desparramados en la suciedad. Y su boca era
pecaminosa. Exuberante, expresiva, y actualmente
curvándose en una sonrisa tímida que era una… mierda,
realmente lo hacía por mí. Era un cabrón desgarbado, la
protuberancia de los hombros, los codos, las rodillas casi
agresivas.

Ni idea de qué demonios estaba haciendo en este


destartalado bar de Huey a la una de la madrugada. Pero algo
sobre lo que había dicho sobre mi canción realmente me había
afectado. Se había centrado en el momento exacto que pensé
que era el tema de la canción, y fue algo que solo descubrí esta
semana, después de meses de tocar la melodía, sin admitir que
estaba escribiendo en absoluto.

Theo había comenzado a hablar de nuevo mientras me


tomaba mi tiempo admirándolo. Había comenzado como un
cumplido sobre mi canción y se convirtió en él describiendo
una transición brillante en una canción que había escuchado
que lo obsesionaba.

Mientras hablaba, recordé lo peligroso que era


involucrarse con los cantantes. Porque, en sus bocas, todo
sonaba como música. Su voz era baja, pero tenía una textura
aterciopelada que me hizo inclinarme más cerca. Eso me dio

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ganas de besarle la boca con un buen beso y tocarlo de una
forma que me haría saber si todavía sonaba como terciopelo
cuando gemía.

—Escuchen, caballeros —dijo Huey, saliendo de detrás


de la barra—. Voy a cerrar temprano, así que deben irse. —
Estaba sosteniendo su teléfono.

—¿Todo bien? —le pregunté.

Él me miró y sabía qué clase de llamada acababa de


recibir.

—Lo estará —dijo—. O no lo estará ¿Te vas a quedar en


el sofá esta noche? Solo echa la cerradura cuando salgas.

Coloqué mi guitarra en su estuche, agarré mi pequeño


petate del suelo e hice un gesto a Theo para que saliéramos
por la puerta. Era delgado y grácil, con sus vaqueros negros
aferrados a las rodillas y el pequeño culo respingón. Tenía una
gorra negra de ala rota metida en el bolsillo trasero y cuando
salimos, se la puso, tirando de ella para que le ocultara sus
ojos.

Cambiaba su peso de un pie a otro, frotando la punta de


sus desgastadas Chuck Taylors negras contra el pavimento, y
tirando de su chaqueta vaquera alrededor de su delgado
cuerpo como si estuviese helado.

—Yo, eh... solo voy a estar esta noche en la ciudad antes


de tener que irme por un tiempo. —Theo estaba mirando hacia
el cielo como soñando, como si la contaminación pudiera
apartarse y mostrarle las estrellas—. ¿Alguna posibilidad de
que des un largo paseo conmigo hasta mi apartamento?

Se mordió el labio y frunció el ceño, su nariz se arrugó


un poco. No era explícitamente una cita, pero estaba bastante
seguro de que así terminaría.

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Él era ridículamente follable, y yo quería verlo retorcerse
mientras lo tocaba, oírlo gemir contra mi boca. Quería ver su
cabello descuidado enredado después de ser follado en la
cama.

El hecho de que quisiera hablar sobre música me había


atacado furtivamente. Después de todo, me había estado
diciendo durante los últimos quince meses más o menos que
podría vivir sin ella. Que podría improvisar una existencia de
los restos que me quedaban. ¿Tener una vida real? Ni siquiera
había llegado lo suficientemente lejos como para imaginar
cómo se vería eso todavía. Pero aquí, de repente, era una
sirena, tentándome con eso. Y nunca fui muy bueno
resistiendo la tentación.

—Sí, podría hacer eso —le dije.

Caminamos en silencio durante unas pocas manzanas.


El viento había mejorado un poco y Theo seguía agarrando su
sombrero para evitar que se volara.

—¿Para qué la gente no te reconozca? —le pregunté. Su


cabeza se giró hacia mí—. Te reconocí —dije encogiéndome de
hombros.

—Simplemente hace las cosas más fáciles —murmuró.


Y algo en su voz sonó desesperado.

—Sí, yo lo entiendo. Pero creo que probablemente estés


a salvo a esta hora de la noche. Bueno —enmendé— a salvo de
ser reconocido. Sin embargo, espero que no cuentes con mi
culo para salvarnos si nos asaltan. Soy demasiado viejo para
esa mierda.

Él bufó.

—No temas, te protegeré —dijo con voz de superhéroe de


dibujos animados, y yo me reí.

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Unas manzanas más tarde, dijo:

—Entonces, ¿me reconociste?

—Aja.

—Eso significa, podría, tal vez… Hay una canción en la


que he estado trabajando, y una parte está simplemente mal,
pero he estado tocándola tanto tiempo que ya no puedo
escucharla. ¿Tal vez podrías escucharla y decirme lo que
piensas?

Se mordió la uña del pulgar y me lanzó una mirada de


soslayo, era helada, azul brillante incluso en la oscuridad.

—Bueno.

Estaba fuera de mi boca incluso antes que mi cerebro


razonara y me plante, congelado, como si pudiera surgir un
trueno y me arrastraría al infierno.

—¡Genial! —Su sonrisa fue inesperadamente


deslumbrante, todos dientes blancos y ojos arrugados. —Bien,
entonces, ¿te importa?

Él cogió el estuche de mi guitarra.

—¿Qué aquí?

Miró a su alrededor como si no hubiera notado dónde


estábamos.

—A nadie le importará.

Mentalmente sacudí mi cabeza hacia él, preguntándome


quién diablos estaba dejando caer a una estrella de rock en
una acera en Flatbush en el medio de la noche. Correcto,
supuse que sería yo. Me senté junto a él y le di mi guitarra. Mi
rodilla izquierda presionada contra su derecha, un punto de
calor en la fría noche.

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—Entonces, es... —Empezó a tocar, sin decir nada, su
pie derecho tocando la parte de percusión que debió haber
escuchado en su cabeza. Tarareó lo que claramente era el
coro—. Entonces, aquí lo tengo, vuelve a… —Repitió el verso,
el estribillo, luego entró en un puente que lo invirtió y luego
volvió al coro. Era una buena melodía, una estructura fuerte.
Podría estar en la radio tal como estaba. Pero tenía razón en
que le faltaba algo. Algo plano donde debería haber subidas.

—Necesita un poco... de giros —dije— ¿Tiene letra?

—Sí, pero... yo... no la he terminado. —Se mordió la uña.

—¿Título?

—El hombre de la muchedumbre1. Es una…

—Una historia de Poe.

—¡Sí! Aw, hombre. Sí, entonces se trata de la sensación


de estar perdido en algún lugar, anónimo e invisible. Sintiendo
que puedes hacer cualquier cosa solo porque eres esa pequeña
mancha. Pero también cómo no se puede saber quién está
mirando, y todo ese anonimato es en realidad el de alguien que
quiere cubrirse para poder ver todo lo que creías que era
secreto.

Lo dijo de prisa, y cuando terminó miró hacia abajo,


como si no quisiera ver mi reacción.

—Me gusta eso —dije—. ¿Qué tal si mantienes tu


segundo coro igual, luego en tu puente, cantas en armonía?
Estrecha, estrecha armonía. —Le quité la guitarra y se lo
demostré—. Entonces extiendes la armonía una octava aparte

1
Man of the Crowd. El hombre de la multitud es un cuento breve escrito por el
estadounidense Edgar Allan Poe, en el que un narrador sin nombre persigue por simple
curiosidad a otro hombre, durante dos días seguidos, a través de un populoso Londres.
Se publicó por primera vez en 1840.

26
para el último coro y sueltas el instrumento al final. O
simplemente tener percusión y voz, como pasos.

Los ojos de Theo estaban fijos por la concentración


mientras hablaba y luego comenzó a asentir. Me quitó la
guitarra y volvió a tocar la canción, cantando con letras
demasiado suaves para que captara más de una palabra aquí
o allá. La canción se tensó como una soga, y me estremecí ante
la sensación de golpear algo justo en una canción. No había
trabajado con otra persona en mucho tiempo. Se sentía como
un fantasma, familiar pero muy, muy lejano.

—Joder —murmuró Theo—. Eso es perfecto.

Lo era. Era absolutamente perfecto.

Se volvió hacia mí, con ojos soñadores y satisfechos.

—Gracias. —Su mirada se precipitó hacia mi boca antes


de encontrarse con mis ojos otra vez, y lo supe. Oh, sí, tendría
esa boca esta noche. Pero no todavía.

Me puse en pie. Realmente me sentía viejo. Muy poco


sueño y demasiados pensamientos. Tendiéndole una mano a
Theo, lo levanté del suelo.

—Vamos, vámonos antes que alguien robe tu canción.


Entonces, ¿estás de gira? ¿Por eso te vas mañana de nuestra
bella ciudad?

—Sí. Acabamos de regresar de la gira esta mañana.


Cuatro meses. —Tenía los dedos en la boca otra vez y me
pregunté si había dejado de fumar recientemente o algo así, o
si simplemente tenía una malvada fijación oral—. Pero nuestro
manager la ha ampliado. Tres semanas más, y luego
terminamos en Helsinki para el Festival de DeadBeat.

—Guau, eso es un gran programa.

27
—Sí. —Suspiró—. Estoy frito, sin embargo. No estoy
seguro de poder hacer tres semanas más. Mi voz está tensa y
solo estoy... —Se interrumpió, sacudiendo la cabeza—. Jesús,
parezco un idiota, quejándome de que me paguen por tocar
música. No me escuches.

Parecía tan triste, abrazándose a sí mismo y


mordiéndose el labio.

—Nah, sé a qué te refieres. —Deslicé una mano sobre su


hombro mientras caminábamos y le di un apretón—. Lo bueno
de la gira, para mí de todos modos, era siempre encontrar la
manera de estar allí cuando fuera necesario, pero ir a otro
lugar en el medio. Estar presente en los espectáculos, o para
pasar el rato con tus compañeros de banda. Pero ten algo para
ti. ¿A mí? Me gustaba leer misterios. Buscaba las pistas,
trataba de detectar al asesino. Podía leer en cualquier lado,
solo metía uno en mi estuche. Escape instantáneo. ¿Pero
Barker, el que solía tocar conmigo? Se dedicaba a bordar.

Theo alzó una ceja ante eso.

—Buenas manos. Pidió esos kits en línea y venían con la


imagen y el hilo de color y todo. Y él los hacía en la camioneta,
en la noche, en el backstage, lo que fuera. Luego los dejaba
cuando terminaba. En el lugar donde tocábamos, o como
agradecimiento por echarse en el sofá de alguien. No es que en
realidad fuera un gran agradecimiento, porque esas cosas eran
feas como el pecado. Parecían rompecabezas que tu abuela
tendría. Un granero, o una canasta de flores, o un gatito
colgando de un trozo de lana, mierdas así.

La risa de Theo era cálida y rica.

—Señor, una vez hizo uno de... ¿una de esas aldeas


navideñas? Rojo brillante y marrón. Lo más horrible del
mundo. Y estaba tan orgulloso de eso, porque le llevó semanas.
Así que se lo dejó a esta chica que le gustaba de Nueva Orleans,

28
en un bar donde tocamos. Ella era demasiado amable para
decirle que era feo, pero te garantizo que esa cosa no está
colgada sobre la barra como prometió.

Theo tenía los hombros encorvados y las manos metidas


en los bolsillos, y le apretaba más los pantalones contra el
trasero.

—Un escape —murmuró.

—Sí. ¿Algo que te guste hacer? Además de la música,


quiero decir.

—Me gustaba leer. Yo... No he tenido mucho tiempo


últimamente. No estoy seguro de por qué.

Apostaría a que fue porque se hizo famoso, pero


simplemente le apreté el hombro otra vez.

—Bueno, allá vas. Ponte los auriculares, abre un libro,


ponte unas gafas de sol y puedes fingir que estás sentado en
Central Park.

—Sabía que eras un profesional —dijo Theo cuando


doblamos el camino que cruzaba el puente. Con mi ceja
levantada, él se encogió de hombros—. Algo sobre cómo tocaste
Y esa canción. Solo, maldición.

Me preparé para las preguntas que generalmente


seguían. ¿Debería haber oído hablar de ti? O bien, ¿En qué
estás trabajando ahora? O, ¿Qué pasó, entonces? Pero no
llegaron. Theo me miró por el rabillo del ojo por un momento,
luego comenzó a tararear, como si dijera que no insistiría en el
tema.

Me sentí relajado y le devolví la conversación.

—Tú tocas la guitarra. ¿Pero no con la banda?

29
—Sí, me encanta la guitarra. Sin embargo, Coco es mejor
que yo, y Dougal dijo que, de todos modos, no necesitábamos
una segunda guitarra en los conciertos. Toco casi la mitad de
las pistas en los álbumes.

—¿Quién es Dougal?

—Nuestro manager. El gerente de la banda. Él empezó


con Coco, Ethan y Ven, primero. Ahora es el mío también,
supongo.

—¿No tienes un manager personal? ¿O tu agente maneja


ambos?

—Um. Bueno, mi agente trabaja con Dougal. Pensamos


que sería mejor compartir, ya que se trata de los intereses de
la banda, ¿sabes?

Cuando miré a Theo, parecía insoportablemente joven, y


estaba claro que o bien había recibido un muy mal consejo o
no había escuchado ningún consejo en absoluto. Mirando el
apretado conjunto de sus hombros y la angustiosa línea entre
sus oscuras cejas, aposté por lo primero. Hizo una pausa, con
las manos en la barandilla, para mirar el East River, y tuve el
inesperado impulso de ponerme detrás de él, rodearle el pecho
con un brazo, acercar su cuerpo al mío, sentir su espalda
contra mi pecho y su cabello en mi cara.

—¿Tus intereses siempre son los mismos que los de la


banda? —pregunté en cambio.

Su encogimiento de hombros fue elocuente y


abrumador.

—No quiero ser un malcriado. —Escupió el comentario,


y sonó como un eco, como si esto fuera algo que le habían dicho
muchas veces antes.

30
Pero la palabra malcriado envió un terremoto de lujuria
a través de mí. Podría imaginarlo de esa manera en la cama.
Malcriado y exigente de todo lo que quería de mí. Le haría rogar
primero y luego se lo daría todo.

Dejé que mis dedos rozaran su cabello y comencé a


caminar de nuevo, sin confiar en mí mismo para mantener mis
manos lejos de él si seguía mirando el agua así dulce y
malhumorado. Incluso las cosas que necesitabas podían
herirte al tomarlas. Era una lección que tuve que aprender
muchas veces para olvidarla ahora.

—Son geniales, por lo general. La banda. No quiero que


pienses...

—Oye, chico, no soy la prensa. No te preocupes. —Le


sonreí, y él me dio una respuesta tentativa.

—Ellos lo son, sin embargo. La mayor parte del tiempo


Yo era el chico nuevo, ¿sabes? Todos habían estado juntos
desde siempre, así que a veces se siente un poco como si
estuviera fuera, eso es todo.

—Sí. Puede ser un negocio solitario, incluso si estás


dentro.

Y seguro como el infierno podría ser solitario crecer en


eso, dejarlo y darse cuenta que no tienes nada sin eso.

31
Capítulo Tres
Theo
—¿Vienes? —Intenté sonar informal cuando llegamos a
mi edificio—. Puedes pasar, si quieres. —Ya que has pasado
casi dos horas caminando con un completo desconocido cuando
ibas a dormir en el sofá de alguien. Caleb me dirigió una mirada
que decía que era muy consciente que eso no era lo único que
quería. Me recorrió con una mirada cargada de promesas que
me hizo estremecer.

—Sip.

Antony me saludó cuando entré.

—Sr. Decker. —Él asintió a Caleb. Le había dicho una


docena de veces que me llamara Theo y él siempre inclinaba la
cabeza y decía: “Por supuesto, señor” pero estaba claro que
nunca iba a suceder y me preocupaba que insultara su
profesionalidad o su autoexigencia, así que dejé de pedírselo.

—Hola, Antony. ¿Cómo va tu noche?

—Excelente, gracias, señor. —Levantó el crucigrama del


día, medio lleno—. Tal vez encuentre la respuesta a una pista

32
aquí algún día. Nombre corto, potencialmente punible…
prácticamente obvio.

—Sí, házmelo saber si eso sucede alguna vez y tal vez


pruebe uno de tus malditos acertijos.

—Una pista para ti —leyó—. Primo tonto de la guitarra


que fue nombrado por el acrónimo de sus creadores.

Como Antony trabajaba en el turno de noche y solía ir y


venir a mitad de la noche, terminábamos charlando mucho.
Antony debía tener alrededor de setenta y cinco años, y cuando
le pregunté por qué estaba trabajando en el turno de noche,
me miró y me dijo: “No hay razón para tener a alguien fuera
toda la noche cuando no tengo nada que me retenga en casa”.
Descubrí por uno de los otros inquilinos que solía trabajar el
turno de día, pero su esposa había muerto unos años antes y
había cambiado a las noches.

Una vez que descubrió que yo era músico, siempre me


pedía alguna pista en su rompecabezas que tuviera que ver con
la música, y de alguna manera nunca logró hacerme sentir
estúpido cuando no sabía las respuestas.

—¿Qué demonios es un acrónimo? —le pregunté.

—Dobro —dijo Caleb a Antony.

—Oh, ahí lo tiene, señor —dijo Antony, escribiéndolo. Me


lanzó una mirada impresionada.

—¿Dobro?

—Ya sabes —dijo Caleb—. Es en lo que se basa la


guitarra de acero. Tiene un círculo de acero en el centro, y tú

33
la tocas así. —Levantó su caja de guitarra e hizo un gesto para
ponerla de rodillas—. Con un slide2.

Asentí.

—Correcto. ¿Sabes tocarlo?

—Nah, pero un amigo mío sí.

Después de un momento de silencio, Antony dijo


suavemente:

—Aquí está el ascensor, señores. Tengan una buena


noche.

Le di las gracias y Caleb se hizo eco.

—Gracias, hombre.

En el ascensor, podía sentir los ojos de Caleb sobre mí y


el aire estaba cargado de tensión. Lo miré y no pude apartar la
mirada, el sonido de mi respiración se amplificó en el pequeño
espacio, el sonido del ascensor era sorprendentemente alto.

—Está bien, ¿quieres beber o algo así? —pregunté


mientras Caleb dejaba caer su bolso y su guitarra dentro de la
puerta.

Luego me encontré apretujado contra la pared y a Caleb


mirándome como si quisiera comerme.

Verde oscuro. Pude ver ahora que sus ojos eran de color
avellana y verde oscuro.

Podía sentir el calor entre nosotros a lo largo de todo mi


cuerpo, y cuando los dos inhalamos al mismo tiempo, nuestros
torsos se tocaron.

2
El slide o bottleneck es una técnica de guitarra en la cual se toca una nota, y luego se
desliza el dedo a otro traste, hacia arriba o abajo del diapasón. Esta técnica es utilizada
para producir sonidos evocativos, llorosos, melancólicos o chillones.

34
Ahora que sabía que estaba seguro que le gustaba, lo
deseaba muchísimo. Miré sus hermosos ojos y me lamí los
labios, luego miré su boca. Se quedó sin aliento y levantó una
mano, tocando mi labio inferior con su áspero pulgar.

Emitió un sonido de placer cuando mis ojos se cerraron,


luego sentí sus manos, duras en mis caderas. Mis ojos se
abrieron cuando sentí su barba suave rozar mi barbilla, luego
sus labios aterrizaron en mi pómulo, dejando un beso allí
mientras apretaba mis caderas aún más fuertemente. Un
caballero bruto, eso es lo que era. Y santo infierno eso lo hacía
por mí.

Giré mi rostro y besé su boca, ese primer contacto fue


firme como un golpe de miel, derritiéndose lentamente en mi
boca. Su lengua era un instrumento, y él me besó como si
estuviera tocando una canción, avanzando fuerte, alejándose,
subiendo una cresta, cambiando el ritmo. Lancé mis brazos
alrededor de su cuello para tratar de mantener el ritmo,
dispuesto a hacer cualquier cosa para mantener su boca sobre
la mía.

Era sólido y cálido. Me apretó contra la pared y cuando


comenzó a suavizar el beso, le lancé una pierna, tratando de
mantenerlo allí conmigo.

Él gimió, se inclinó sobre las rodillas y enganchó sus


brazos debajo de mis muslos, animándome a envolver mis
piernas alrededor de él. Apreté mis brazos alrededor de su
cuello, exigiendo más de su boca.

Lo besé más fuerte, con los ojos cerrados, como si


pudiera bloquear todo, todo excepto la sensación del cuerpo de
Caleb, el olor de su piel y cabello y el sabor de su boca.
Finalmente se retiró para tomar aliento y yo hice un sonido de
consternación.

35
—Jesús —dijo, y desenvolvió mis piernas de su cintura.
En protesta, me aseguré que cada centímetro de nosotros
entrara en contacto mientras me deslizaba por su cuerpo hasta
el suelo. Los ojos de Caleb se oscurecieron.

—Te iba a dejar ir —dijo a modo de explicación—


¿Quieres esto?

—Creo que es bastante obvio, ¿no? —sonrió y asintió y


agarré su mano, tirando de él hacia la habitación. Tropecé
tratando de quitarme los zapatos sin desatarlos, y maldije. Los
ojos de Caleb sobre mí eran calientes, incluso mientras se reía
de mí en medio de la cama, con los pantalones desabrochados.

Sin embargo, él no me ayudó, se quitó las botas, abrió


su pantalón y observó cómo me desnudaba, hasta que estuve
sentado en la cama con solo mi camiseta y mi ropa interior.
Luego descendió sobre mí, me subió por la cama y me sujetó
allí, con sus pantalones vaqueros ásperos en mis piernas, y
comenzó a besarme de nuevo.

Me puse salvaje debajo de él. Me encantaban los besos y


era algo que no hacía mucho con los ligues de una noche de la
gira que querían chupármela en mi camerino después de un
show, o que me follaban contra la pared en el baño de algún
club.

Estaba muy duro por Caleb, y apreté mi erección contra


él, la fricción de sus pantalones vaqueros a través de mi ropa
interior era perfecta. Le quité la camiseta, desesperado por
verlo. Y joder, él era perfecto. Tenía el tipo de complexión
fornida totalmente opuesta a la mía, grueso con músculos
abultados sobre huesos pesados, pero no de gimnasio. Su
pecho y su estómago estaban cubiertos de pelo negro, y le
daban un torso tradicional. Debajo de la punta de su clavícula
había un barco en el océano en el centro, enmarcado por un
pedazo de cuerda pesada, flanqueada por rosas, con
golondrinas volando hacia sus hombros.

36
—Mierda, el capitán de un barco —murmuré,
recordando lo que me había parecido la primera vez que lo vi.

—¿Hmm?

—Nada. —Recorrí el tatuaje con la punta de mis dedos,


descansando mi palma en la rosa sobre su corazón. Podía
sentir el ritmo, poderoso y constante, debajo de mi palma.

Se agachó y quitó mi camiseta, también, tirándola a un


lado y mirándome con lujuria en sus ojos. Cuando me besó en
el estómago, el cosquilleo de su barba me hizo sonreír. Me tocó
por todas partes, moviéndome donde él me quería, y me
estremecí al sentir que él cogía lo que quería. Me dio la vuelta
y comenzó a explorar mi espalda, mordiéndome los omóplatos
y lamiendo una línea por la espalda.

Él golpeó mi trasero y yo lo levanté. Estaba claro cómo


iban a ir las cosas, y yo lo quería. Me quitó la ropa interior y
soltó un gruñido bajo, luego me palmeó el culo, una nalga con
cada mano. Se inclinó sobre mi espalda, lentamente, y apartó
mi cabello por mi cuello para hablar en mi oído.

—Quiero esto. —Le dio a mi culo otro apretón mientras


decía esto. Yo gruñí, y asentí con tanta fuerza que casi crujió
mi cuello.

Lo empujé hacia atrás lo suficiente como para alcanzar


sus pantalones. Podía verlo, duro y forzando la tela a pesar de
que su cierre estaba abierto, y no podía esperar para ver qué
tenía metiendo dentro de esos vaqueros. Los arrastré hacia
abajo para encontrarlo desnudo debajo de ellos. Joder, eso era
caliente. Siseó con alivio cuando lo liberé de sus pantalones
vaqueros, con la erección rígida contra su estómago. Y,
Jesucristo, era maravilloso. Grueso y largo y tan listo para mí.

Me incliné por la mitad, incapaz de resistirme a chuparle


la cabeza. Caleb maldijo y deslizó sus dedos en mi cabello. Él
me dejó chuparle durante un minuto más o menos, el sabor de

37
su caliente excitación era dulce en mi lengua. Entonces,
respirando pesadamente, él alejó sus caderas y me empujó
contra la cama, besándome tan fuerte como si pudiera chupar
su propio sabor de mi boca.

Lo agarré, jalándolo más cerca.

—Está bien, jódeme, fóllame —exigí.

Sus ojos brillaron y sus manos se apretaron sobre mis


hombros.

—¿Tienes un condón?

Agarré uno de la mesita de noche y prácticamente se lo


empujé, ganándome una sonrisa irónica.

Estaba inquieto y aturdido por la excitación, cada


terminación nerviosa cantaba con la promesa del cuerpo de
Caleb fusionándose con el mío. Había pasado demasiado
tiempo.

—Lo quiero así. —Me giré sobre mi estómago y alcancé


detrás de mí.

—Joder —dijo—. Sí, bien. ¿Lubricante?

Hice un gesto descuidado hacia el cajón y me escondí en


la almohada. Solo quería quedarme envuelto en el calor de mi
cama y el cuerpo de Caleb. Para perderme en la fricción y el
placer, y no pensar. Nunca era así con los ligues de la gira.
Siempre era apresurado, impersonal, y existía la amenaza
constante de las cámaras en sus teléfonos. Nunca quise
dejarlos entrar a mi hotel, así que ni siquiera podía recordar la
última vez que tuve sexo en una cama real.

Con una mano grande, Caleb levantó mis caderas hacia


arriba y separó mis piernas. Extendió el lubricante alrededor
de mi agujero, masajeándome con dedos firmes.

38
Después de un minuto, aparté su mano y decidí que su
risa baja e indulgente se estaba convirtiendo rápidamente en
uno de mis sonidos favoritos. Levanté mi rodilla, y me giré para
mirar por encima de mi hombro, lanzándole una mirada que
esperaba agilizara las cosas.

La visión de Caleb, arrodillado en la cama, con los ojos


destellantes, la barba y los hombros anchos, los muslos
gruesos extendidos, y la polla lubricada junto a mi culo, era
una que archivaría mentalmente para que me acompañara.

—Ven —dije en voz baja, infundiendo mi voz con lo


mucho que lo deseaba. Sus ojos se cerraron para respirar, y
deslizó una mano alrededor de mi cadera, y abrió aún más mis
piernas, lo que casi me hizo gemir por él.

Entró en mi lenta y constantemente, su gruesa polla


penetrándome como si nunca fuera a detenerse. Primero fue
doloroso y agarré las sábanas, tratando de adaptarme a la
intrusión. Había pasado mucho tiempo. Pero asentí a su mano
interrogante sobre mi hombro. Era exactamente lo que quería.
Y sabía que, en un momento, sería... ahí. En un respiro, todo
cambió cuando mi cuerpo se suavizó y lo dejé entrar. Se deslizó
por completo, con las bolas apretadas contra las mías, y gemí,
presionándome contra él a cambio.

En el momento en que se dio cuenta que estaba listo,


comenzó a embestirme con una mano en mi hombro
arrastrándome hasta su polla. Era lujuria, calor y poder, y me
encantaba. Él se estrellaba contra mí una y otra vez, e incliné
mis caderas hacia arriba para tener el ángulo que sabía que
me llevaría al límite. Luego empujé mi trasero un poco contra
él, moviendo la punta de su pene sobre el punto que me hizo
sentir como si me estuviera desmoronándome desde el interior.

Caleb hizo un sonido que era medio gemido y medio


gruñido, y sostuvo mis caderas para que pudiera mantener el
ángulo y aun así embestirme. Estaba totalmente perdido, el

39
calor de Caleb detrás de mí, su miembro me estaba jodiendo
como si no me hubieran follado... demonios, tal vez nunca.
Había algo primitivo y sucio en la forma en que usaba mi
cuerpo, la forma en que arrojaba su fuerza para darme
exactamente lo que quería. Lo que ambos queríamos.

Estaba respirando en grandes jadeos que me decían que


estaba cerca, cuando aminoró la velocidad y dejó caer su frente
a la parte posterior de mi cuello, luego me besó en los hombros.

—¿Estás listo? —murmuró, y era algo que le


preguntabas a un amante, no a un ligue de una noche. Pero
no me permití pensar en eso, porque demonios sí, estaba listo.

—Sí, por favor —me atraganté y me tensé a su alrededor,


sintiendo que sus caderas tartamudeaban en respuesta.

—A la mierda sí —dijo, y se retiró, dejando solo la cabeza


de su polla dentro de mí, y luego se estrelló contra mí con toda
su fuerza. Santo infierno, me estaba jodiendo. Y me separé,
retorciéndome debajo de él mientras me giraba para poner una
mano en mi polla. Unos cinco segundos después de tocarme,
me había corrido. El pesado placer de la polla de Caleb en mi
trasero se desbordó en un oscuro orgasmo palpitante, y
disparé contra las sábanas, derramándome sobre mi mano
mientras me sacudía. Mis muslos temblaban con la fuerza de
mantenerme erguido cuando el placer me atravesó.

Vi manchas negras cuando llegué y a lo lejos vi a Caleb


dejando escapar el gemido más sexy que había escuchado.
Entonces él agarró mis caderas para mantenerme donde me
quería, y se estrelló de nuevo, corriéndose con un gruñido. Se
quedó con las caderas apretadas contra las mías y todavía
podía sentirlo pulsar dentro de mí.

Se retiró, se deshizo del condón, y se acomodó en la


cama, desplomándose a mi lado, donde tenía apoyada mi cara,
jodido y satisfecho, sobre mi propio charco. Me pasó la palma

40
de la mano por la espalda sudorosa y le dio una palmada a mi
bien usado culo. Luego presionó un beso en mi hombro. Me
estremecí ante la combinación de sexy y dulce.

—¿Cómo estás? —murmuró. Yo gemí—. Umm, está bien,


entonces. —Me besó en el cuello y lamió el sudor que había
allí, peinándome el cabello y alejándolo de mi cara. Me besó en
la oreja, y rodé sobre mi costado, dejándole así detrás de mí.
Me besó en la mejilla y me volví más hacia él. Se levantó
apoyándose en un brazo y me besó en la boca con los ojos
abiertos—. Eres sexy como la mierda —dijo, recostándose a mi
lado. Fue algo que mucha gente me había dicho, pero lo decían
como si fuera un objeto que deseaban o un objetivo que
querían lograr. Caleb lo dijo como si me apreciara. Como si se
sintiera afortunado de poder estar conmigo. Eso hacía una
gran diferencia.

Me alejé del punto húmedo, lo que significaba que me


tenía que subir sobre Caleb.

—Eres una maldita bestia —le dije, y extendí una mano


sobre su estómago y besé el tatuaje en su pecho para
asegurarme que estaba claro cuánto me gustaba.

Parecía que no le importaba que estuviera encima, solo


sonrió y miró hacia el otro lado de la cama.

—Está mojado —le dije, y puse mala cara, una expresión


calculada para que me diera otro beso. No me decepcionó.
Caleb me colocó encima de él y acercó mi cara a la de él,
besándome hasta que sentí que mi polla comenzaba a temblar,
excitada ante la posibilidad de otra ronda. Pero también estaba
muy cómodo, desplegado en los cálidos músculos de Caleb, mi
rostro encajaba perfectamente contra su hombro. Extendí una
mano para apagar la luz y Caleb echó la manta sobre nosotros.

Yo no solía ser tan mimoso. Demonios, nunca había


tenido la oportunidad. Estaba tan acostumbrado a follar

41
anónimamente, o a ligues de una noche que estaban fuera de
sí, o a aventuras intermitentes que no tenían interés en nada
más que en el evento principal.

Caleb curvó un brazo alrededor de mi torso,


animándome a usarlo como almohada. Deslizó su otra mano
por mi muslo, hasta el pliegue de mi trasero, luego acarició mis
bolas como si tuviera plenos derechos sobre mi cuerpo. Y era
justo así como quería que actuara, quería que lo tuviera. Abrí
mis piernas para él, y lo dejé jugar conmigo, apretando mis
bolas y mi culo, acariciando mi polla con ligeros y juguetones
dedos, y luego dando vueltas a mi punta hasta que gemí.
Deslizó dos dedos en mi culo y grité, sorprendido por el rayo
de placer sensibilizado que se disparó a través de mí.

Realmente no podía verlo en la oscuridad, solo la forma


vaga de la nariz y los pómulos recortados, la anchura de sus
hombros y brazos gruesos, y el ángulo de su rodilla, donde
había apoyado un pie en la cama para mantenerme y evitar
que resbalara de su cuerpo mientras él trabajaba. Estaba
completamente retorciéndome sobre él, podía sentir la flexión
de su estómago debajo de mí mientras se movía. Dejé escapar
un suave gemido, y agarré su brazo para mantente firme.

—Eres realmente jodidamente hermoso —murmuró. Él


siguió moviendo sus dedos dentro de mí, presionando el lugar
entre mis bolas y mi agujero que hizo que me tensara,
apretando mi polla lo suficientemente fuerte como para querer
correrme, pero no lo suficientemente fuerte como para hacer
que me corriera. Y me quedé allí tumbado, atormentado por el
placer, dejándole hacer lo que quisiera conmigo, tocarme como
quería.

Me relajé con el dentro con un gemido, dejando que mis


tensados muslos se abrieran y se cerraran mis ojos en la
oscuridad. Caleb murmuró:

42
—Sí —suavemente contra mi cabello, y lo solté. Creo que
deslizó otro dedo dentro de mí, pero había dejado de notar sus
toques, solo entregándome a ellos. De repente, con el roce de
un dedo y el giro de una mano me corrí, derramando lo que
parecía ser una reserva de lujuria dentro de mí que nunca
había sido explorada. Hice un sonido quejumbroso, mi cuerpo
temblaba con la fuerza del placer, pero era incapaz de moverme
ya que estaba acostado encima de Caleb. Cuando sus manos
se sacudieron hasta el último escalofrío del orgasmo, y yo me
quede temblando y flotando, él me envolvió con sus brazos y
me apretó pegándome más a él.

Intenté decir algo, ofrecerle un favor o agradecerle por


una de las experiencias más eróticas de mi vida, pero no pude
decir ni una palabra. Me acarició el pelo, mechones sudados
que se enganchaban en sus ásperos dedos, y metió mi cabeza
debajo de su barbilla.

Me estremecí al dormir en un largo suspiro, tan


profundamente saciado que parecía como si el mundo se
hubiera disuelto.

Cuando me desperté a la mañana siguiente, él ya no


estaba.

43
Capítulo Cuatro
Caleb
Planté zanahorias, maíz, pepinos y pimientos. Decidí ir
por el brócoli también, aunque llegué un poco tarde a
plantarlo. Con el calentamiento global causando estragos en
todo, quien sabía incluso si vendría el invierno. Resolví que
mañana plantaría calabazas. Era el momento adecuado para
plantarlos si los quería antes de Halloween.

La primavera pasada, no había estado en condiciones de


plantar ni planear nada. Había estado dos meses sin
rehabilitación, y me sentaba en el porche de la casa de mi
abuelo, envuelto en una manta, y miraba la tierra estéril que
una vez había sido una granja en funcionamiento. Traté de
leer, pero estaba demasiado distraído, demasiado tembloroso.
Traté de tocar, pero perdía todas las notas. Traté de ver
películas en mi ordenador, pero nada llamaba mi atención. Lo
único que podía hacer era escuchar música y ver cómo se
derretía la tierra.

Observé cómo los primeros retoños se empujaban a


través de la dura tierra, estallaban en flor al tocar el sol.
Observé cómo se desplegaban las hojas, cada mañana más
lustrosas y más llenas que la anterior. Observé que la hierba

44
se oscurecía de marrón a amarilla a una burlona absenta
verde, mientras la nieve se derretía y las hojas podridas se
hundían en el suelo. Observé cómo se reunía la luz,
moviéndose de débil difusión a intenso calor, convenciendo a
cada ser vivo de que volviera a la vida.

Y traté de no escribir canciones de lo que veía como


metáforas para mi propio renacimiento. Traté de no
identificarme demasiado con las cosas débiles y retorcidas que
dormían bajo tierra, que estallaban en una floración lenta y
gloriosa cuando se despertaban. No porque no confiara
desesperadamente en que el sol me hiciera cosquillas para
despertarme suavemente, o porque no hubiera sido una cosa
débil y retorcida. Pero porque sabía el peligro de esperar que
alguna fuerza externa doblara una rodilla gentil y cambiara mi
vida. Sabía que si algo iba a hacer que volviera a la vida,
tendría que ser yo.

Este no era un círculo natural de la vida, sino una


resurrección desesperada. Tuve que suicidarme antes de poder
matar al que yo esperaba crear.

Había ingresado en rehabilitación por cuarta vez, sin


una sensación mágica de que algo fuera diferente de lo que
había sido las tres veces anteriores. Nada excepto, tal vez, un
poco más de miedo. Un poco menos de energía. Y una
sensación de vergüenza tan fuerte que amenazaba con
consumirme. La diferencia de que el tiempo no había llegado
antes; había llegado en lo que yo hice después.

No volví a tocar. No reservé más fechas para la gira,


organicé más tiempo de estudio o llamé a mi manager para
hablar sobre los próximos planes de mi carrera. Porque parecía
la única forma. Conocía mis factores desencadenantes, sabía
cómo el camino se filtraba por mis venas con tanta seguridad
como una aguja, abriéndome, haciendo patrones que no podía
despejar.

45
No era la música, no realmente. Era todo lo que le
rodeaba. Era la forma en que una ciudad donde nadie me
conocía me hacía sentir que podía hacer cualquier cosa y luego
alejarme de allí. La forma en que las secuelas de cada
espectáculo se sentían como una fiesta, así que actuaba como
si estuviera en una. Cómo ser visto en el escenario me hacía
sentir, de alguna manera, como si estuviera a salvo. Como si
no pudiera cometer un error tan grande que no pudiera
repararlo.

No, no era la música, pero no conocía otra forma de


hacer música que con las personas con las que siempre había
trabajado, en los lugares que había recorrido durante años. Me
sentía más seguro haciendo una pausa limpia. Para crear un
mundo sin música y todo lo que conllevaba. Para eliminar la
tentación y todo lo que me recordaba a ella.

No fui a mi apartamento en la ciudad, ni me reuní con


amigos. Dejé todo atrás y me mudé a la antigua granja de mi
abuelo en Stormville, a una hora y media de la ciudad. Setenta
millas de lo que había llamado “mi hogar” cuando no estaba en
la carretera en los últimos diez años.

No le dije a nadie que me iba, no les dije a dónde iba, ni


siquiera les dije que estaba fuera de rehabilitación.
Simplemente desaparecí de un lugar y reaparecí en otro, como
en un truco de magia.

Aparecí con solo lo que había tenido en rehabilitación:


algunos conjuntos de ropa, mi guitarra y mi iPod. Luego me
dediqué al negocio de aprender lo que era sentirse solo. Porque
estar solo era como estar sobrio. Atrapado, para siempre, en el
mundo real.

Eso fue hace poco más de un año. Había ido a la tienda


de jardinería desesperado por hacer algo, cualquier cosa con
mis manos todavía temblorosas. Era marzo, el aire estaba tan
seco que mi piel se estaba arrastrando, y deambulé por el

46
pasillo de los paquetes de semillas en una bruma, sin saber
nada de las horas para plantar o las épocas para cosechar,
pero decidí que saldría con la promesa algo por lo que
preocuparme.

El anciano curtido por la intemperie que era dueño de la


tienda me vio tropezar un rato y mirar las señales sin procesar
sus significados, luego se acercó y metió un paquete de
semillas de rábano en mi bolsillo. Me dijo que podía plantarlos
ahora y que podría verlos crecer en solo tres semanas. No
estaba seguro de haber comido siquiera rábanos, pero él había
entendido lo que necesitaba: ver que mis acciones tuvieran
consecuencias. Para ver que podía mantenerme, sostenerme.
Para ver que podría crear algo de nuevo.

Esperaba sentir esperanza, pero cuando vi los primeros


retoños de los rábanos que había plantado, sentí una oleada
de algo parecido a la responsabilidad; el conocimiento de que
estas cosas estaban en el mundo porque yo las había puesto
allí, así que era mejor que me ocupara de ellas.

Resultó que nunca había comido rábanos, y resultó que


sabían principalmente a agua y suciedad. Pero me gustaban.
Era la lección correcta por el momento.

Después de pasar tres días plantando, tres días


pensando en nada más que tierra y sol, lluvia y fertilizantes,
venados y áfidos, ya no pude resistir el impulso. Saqué mi
ordenador portátil y busqué en mi cuenta a Riven.

Reconocí a Theo porque incluso viviendo en mi


aislamiento autoconstruido durante el año pasado, iba a la
ciudad unas pocas veces al mes y me quedaba con Huey, comía
todas las comidas que anhelaba en el campo y me recordaba a
mí mismo que era un mundo que había dejado atrás.

Así que había visto los artículos de portada y los


anuncios en el centro de la ciudad, escuché los 10 mejores

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conteos regresivos y el desvanecimiento del metro. Pero,
aunque había notado la belleza de Theo, la de toda la banda
en realidad, y había capturado fragmentos de la música aquí y
allá, nunca la había escuchado realmente.

No esperaba que fueran tan buenos. No era realmente


mi tipo de música, al principio. Rock un poco progresivo y en
el sector industrial, un toque de glamour y un género actual
que era interesante pero aún inestable, a partir de su segundo
álbum. Las ediciones de radio y las pistas de los álbumes en
realidad no les hacían justicia. Era sobreproducido, comercial,
todos los bordes estaban lijados. Pero los videos de ellos en vivo
me dejaron sin aliento.

Del resto de la banda, su batería, Ethan, era el que me


impresionaba más. Integraba sin problemas ritmos country,
blues, jazz y hasta música de la gran banda en su repertorio,
ritmos intrincados serpenteando entre sí. Usaba el silencio tan
bien como usaba el sonido y sabía cómo aguantar un momento
hasta que la multitud estuviera desesperada por el próximo
golpe. Ven, el bajista, mantenía presionada la parte inferior de
cada canción, y aunque tocaba con una sonrisa engreída, no
se mostraba extravagante. Observaba a la multitud y les
respondía, su juego se hacía más pesado a medida que su
respuesta se intensificaba. Coco corría, saltaba y golpeaba la
cabeza con pasión en cada canción porque tocaba sin esfuerzo.
Sus solos eran intrincados e impresionantes, y ella y Theo
tenían una gran química en el escenario.

Theo. Su voz tenía una resonancia virtuosa que permitía


que sus notas sostenidas se desgarraran a través de la
instrumentación más ruidosa, pero compleja. Su registro
inferior era íntimo y grave, su falsete dulce y trémulo, y
cantaba con una vulnerabilidad cruda que me hacía sentir
como si estuviera en la cama con él una vez más.

En el escenario, era sinuoso y torpe por turnos, como si


se perdiera en la música y de repente volviera a la conciencia.

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En un video, filmado por alguien de pie justo al borde del
escenario, Theo cantaba con los ojos cerrados, una mano
extendida hacia la multitud, moviéndose con la música, la nota
final sostenida, una delicada cosa cristalina haciendo eco a
través de la sala. Parecía feliz, muy feliz. Entonces comenzó el
rugido de la multitud, y pude ver, incluso en un video
tembloroso, el momento en que abrió los ojos pintados de
negro, regresando de donde fuera que iba cuando cantaba y se
convirtió en otra persona. Él parpadeó solemne, con los ojos
muy abiertos y sorprendidos, luego pareció registrar a la
multitud, sonrió tímidamente por solo un segundo y luego se
alejó de la cámara como si no pudiera soportar ser visto por
más tiempo.

Conocía esa mirada abierta. Esa sorprendida mirada de


estar abrumado y la desesperación por pisar tierra o explotar.
Lo había visto a solo unos centímetros de distancia, en la cama
de Theo.

Rhys llegó a la hora de la cena, lo que no fue una


coincidencia. Rhys siempre estaba hambriento. Aparecía dos
veces al mes, cada vez con algo que necesitaba discutir o con
lo que necesitaba mi ayuda, o la afirmación de que estaba de
humor para un viaje en coche.

—¿Has estado plantando, eh? —retumbó, saltando de su


maltrecha Ford F-150 azul y haciendo un gesto hacia la tierra
recién vuelta. Él me atrapó en una especie de abrazo que
podría romper una costilla.

Rhys era un vikingo, incluso más alto que yo, con la


clase de amplitud que lo tenía constantemente con los

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hombros caídos para evitar chocar contra las cosas. Su cabello
rubio oscuro estaba descuidado, y sus ojos eran el azul claro
de los glaciares de las montañas. No era exactamente guapo,
pero tenía una confianza que le hacía más estimulante que
hermoso.

Me siguió adentro y se levantó para sentarse en la


encimera mientras yo cocinaba. Gruño bajo su peso, pero
parecía despreocupado.

—¿Suficiente para dos? —preguntó, guiñándome un ojo.

—¿Por qué no haces que tu marido cocine para ti? —


murmuré.

—Aw, vamos, no seas así. Sabes que los amo a los dos
—trató de rodearme con sus piernas cuando pasé junto a él
para coger una cuchara de madera.

—Si, sí, sí. Entonces, ¿qué es esta vez? ¿Recibiste un


correo electrónico y necesita ayuda para redactarlo? ¿Una
historia que me quieras contar que no sería lo mismo por
teléfono?

Mi voz sonaba agria incluso para mí y dejé caer la


barbilla, las manos en los muslos. Rhys era mi amigo más
antiguo. Tocamos música juntos desde que teníamos veinte
años, y él me conocía mejor que casi nadie. Era rápido para
enojarse, rápido para perdonar, y leal a pesar de los fallos. Se
había quedado como mi amigo incluso cuando yo era un
desastre, y había forzado su camino de regreso a mi vida
después, cuando me aislé de todos, empujándose fuerte y
firmemente, como una rodilla entre los muslos, hasta que lo
dejé instalarse allí.

—Ahora. —Puso una pesada mano sobre cada uno de


mis hombros y tiró de mí para que lo mirara—. ¿Qué es lo que
te tiene mal?

50
La cautela en sus ojos me mató. Era una cautela con la
que estaba familiarizado, por supuesto que sí. No se puede
decepcionar a la gente una y otra vez sin estar muy
familiarizado con esa expresión.

Le di unas palmaditas en la mano e intenté sonreír.

—Lo siento, hermano —le dije—. Solo estoy de mal


humor.

—Me alegro de verte. —La sonrisa de Rhys fue brillante


e inmediata.

—Genial, porque necesitas mi ayuda.

—No —él me cortó—. Con un correo electrónico, no. Con


una canción. Bueno, un par de canciones.

Buscó a tientas su teléfono mientras vertía la comida en


dos platos y los llevaba a la mesa de la cocina.

—¿Qué... es eso, exactamente? —preguntó, hurgando en


la comida con un dedo grueso.

—Huevos.

Levantó una ceja.

—Con cosas en ellos.

No era como si Rhys no fuera completamente consciente


que yo era un cocinero de mierda. Entornó los ojos en su plato
por un minuto, luego se encogió de hombros, lo mordió con
salsa picante, y comenzó a palear la comida con una mano
mientras manoseaba su teléfono con la otra.

Terminó de comer en el tiempo que me llevó dar


aproximadamente cinco bocados, así que le dejé explicar
mientras comía.

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Estaba trabajando en un nuevo álbum, su primer álbum
en solitario, y quería que yo escribiera y grabara cuatro de las
canciones con él.

No, fue mi primer pensamiento. Un no estridente e


intransigente que no dejaba margen para el error o el
arrepentimiento. Mi adicción era una pendiente resbaladiza, y
la música siempre había sido inextricable desde el primer
empujón que me envió a toda velocidad.

Pero yo había ayudado a Theo con su canción la otra


noche, y todo lo que había sentido era una especie de
cosquilleo en los lugares donde la música siempre había vivido,
como el primer cosquilleo al despertar. Además, este era Rhys.
Lo más probable era que se comportara como mi madre antes
que exponerme a algo que no estuviera absolutamente limpio.

Permanecí en silencio el tiempo suficiente sin desestimar


su petición antes que Rhys viera su apertura.

—Serás perfecto, hombre. Quiero tocar algunas de las


cosas que tengo hasta ahora, ¿de acuerdo? Pero esta
estupidez... —golpeó su iPhone sobre la mesa—. Mierda no
funciona.

Le quité el teléfono antes que él lo rompiera. La


electrónica de Rhys, bueno, la mayoría de sus posesiones, en
realidad, eran siempre víctimas de accidentes por su
brutalidad.

—No es tu teléfono, es que estamos en el medio del


campo y no hay una buena cobertura aquí. Usa mi ordenador.

—Bien.

El encendió el ordenador y yo limpié los platos mientras


encontraba lo que fuera que iba a mostrarme.

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—Uhhhhh, sabes que no me gusta juzgar, hermano,
pero tú nueva obsesión es un poco... ¿diferente?

—¿Mi qué?

Inclinó el ordenador para mostrarme la embarazosa


cantidad de pestañas abiertas con los videos y artículos de
Riven.

—Yo… eso no es… no tengo obsesiones.

La risa de Rhys fue profunda, echando la cabeza hacia


atrás y apoyando las palmas sobre su vientre.

—Eso es tan ridículo —jadeó—. Por supuesto que sí.


Encuentras una nueva banda y los desarmas para aprender
todo sobre ellos, luego los despojas para usarlos y tiras el resto
a los tiburones. Es lo que haces. Eres el hijo de puta más
obsesivo que he conocido. Bueno, excepto por Matty.

Fruncí el ceño ante su caracterización.

—Encontraste Matte Black Disco, y obtuviste esa


genialidad en la que colocan un acorde menor debajo de cada
puente principal. Pickle Barrel, fue el acordeón cuando la
percusión tocaba ‘Limelight’. De Divisadero cogiste el dobro.
Oh, y ese guitarrista de dobro, él era algo, ¿eh? —Negó con la
cabeza—. No pasa nada, hermano, solo digo que te gusta cavar.

Cuando lo dijo de esa manera, supuse que Rhys tenía


razón. Matte Black Disco se había abierto para mí cuando hice
una gira detrás de mi tercer álbum y me encontré retocando
mis canciones en el puente porque la combinación de acordes
me sonaba mejor.

Era una de las razones por las que me encantaba hacer


giras, mantener las canciones en vivo, cambiar las cosas. Sí,
estaban las versiones de ellas para el álbum, porque así era
como lo había hecho ese día. En el escenario, de gira, en

53
diferentes ciudades, las canciones cobraban vida. Era un baile,
una llamada y respuesta, una conversación continua. Y cada
canción, cada banda, cada sonido que encontraba tenían el
potencial de transformar una canción, darle otra versión de sí
misma.

—Sin embargo, no hubiera pensado que fueran lo tuyo


—dijo Rhys, señalando la pantalla del ordenador—. Aunque...
—Se inclinó más cerca y sentí la irritación arrastrarse bajo mi
piel—. Ohhh, lo entiendo. Bueno. Ya veo. Lo siento no importa.
Guau. Él es... hermoso, maldición. Y totalmente tu tipo.

—Está bien, está bien. —Cogí el ordenador de las manos


de Rhys y cerré todas las pestañas—. Muéstrame lo que me vas
a mostrar. Y no tengo un tipo —gruñí.

Levantó sus palmas en un gesto de paz, y cliqueó en su


correo electrónico para reproducir los archivos MP3.

Eran buenos, como todo lo de Rhys. Pasaba la mayor


parte de su tiempo tocando con otras bandas o escribiendo
canciones para otros. Pero parecía que era hora de su propio
álbum. Estaba más tranquilo, ya que se había casado con
Matt, y su composición había madurado. Me podía imaginar
este álbum solo de las tres canciones que me mostró: un tercio
ahumado y melancólico, un tercio lúdico y burlón, y un tercio
clásico y arenoso. Funcionaría. Definitivamente funcionaría.

Pudo ver en mi cara que yo quería hacerlo, y se inclinó


hacia mi como un hermano de armas.

—No quiero que hagas esto si te parece arriesgado. Te


quiero conmigo en esto, por supuesto. Pero no vale la pena si…

—Gracias. Lo sé. Quiero. Pero no estoy seguro de estar


listo. Necesito pensarlo, ¿vale?

Rhys asintió, constante como siempre.

54
—No eres tú, Rhys, es...

No sabía cómo explicar la forma en que ciertos


pensamientos (ciertas formas de pensar) generaban otros
pensamientos, como un fósforo tocando una línea de gasolina.
Cómo todavía estaba aprendiendo cuales eran, y lo aterrador
que era, deambulando con una cerilla encendida todo el
tiempo.

—Creo que pronto. Pero necesito un poco de tiempo.


Cuando esté listo, serás tú. ¿Vale?

Hubo una sonrisa impulsiva. Rhys habló con


entusiasmo de logística y líneas de tiempo, músicos de estudio
y productores, y alrededor de las diez lo envié a casa con Matt.

Estaba mareado de energía, pensando en la oferta de


Rhys, limpiando todo a la vista para evitar llamarlo y decir que
había cambiado de opinión. Que estaba listo ahora. Cuando ya
no pude limpiar, fui y me senté en el porche para fumarme un
cigarrillo y mirar hacia la oscuridad. Recordé cómo Theo había
inclinado su cabeza hacia atrás y miró hacia el cielo, como si
quisiera que las estrellas se mostraran. Aquí, eran
espléndidas.

Theo era hermoso, como Rhys había señalado. Pero no


era solo eso. Algo sobre él me había... tocado. Algo sutil e
intoxicante me había atraído hacia él. La sensación de él, en
mis brazos, en mi boca, a mi alrededor, despertó algo en mí
que no conocía. Era un anhelo profundo que solo se había
orientado a una cosa desde que tengo memoria. Y ahora que
esa cosa se había ido, todo en mí había tendido tentáculos para
plantar algo nuevo.

Por eso me había ido antes que Theo se despertara esa


mañana. Lo dejé saciado y durmiendo como una fantasía que
cobra vida, con sus brazos nervudos agarrando la almohada
que me había robado en algún momento de la noche, con las

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delgadas piernas en jarras. Su cabello negro había sido una
nube de tinta contra las sábanas blancas y no había podido
resistirme a empujar un poco a un lado para dejar al
descubierto el negro corte de su ceja, el barrido de pestañas
oscuras, el pómulo agudo y la afilada nariz. Y esa boca
deliciosa, suavizada en el sueño hasta hacer un mohín.

Lo dejé con un beso en la ceja del que nunca sabría y


una maldición porque nunca volvería a verlo. Porque esa parte
de mi vida, la parte donde simplemente deseaba... ya había
terminado.

Encendí un segundo cigarrillo y soplé humo delante de


mí, así el cielo que podría ser el mismo que en Nueva York esa
noche. Luego me repetí todas las razones por las que no podía
estar con Theo. Me las repetí una y otra vez, hasta que se
convirtieron en un mantra.

Luego hice lo que había hecho miles de veces en el último


año, y probablemente lo haría para siempre. Tomé lo que
quería y lo puse en una caja. Luego cavé un agujero y enterré
la caja dentro.

56
Capítulo Cinco
Theo
Me arrastré a lo largo de la sinuosa carretera, mis oídos
todavía zumbando por la gira, viendo el punto azul en mi
teléfono acercarse a la marca de destino, y por enésima vez en
una hora, consideré dar la vuelta.

Caleb se había largado mientras yo estaba dormido por


la mañana antes de irme a la gira. Había muchas posibilidades
que no tuviera interés en verme de nuevo. Había muchas
posibilidades que pensara que era un escalofriante acosador si
llamaba a su puerta.

Cuando me desperté esa mañana, me llevó un momento


darme cuenta que todo era extraño. Después de todo, rara vez
me despertaba con alguien, y no me había despertado en mi
propia cama el tiempo suficiente para reconocerla por sí
misma. Pero cuando la noche volvió a mí y me di la vuelta,
esperando esconderme en el calor del cuerpo de Caleb y no
encontré nada... me había desinflado, como si me hubieran
quitado la promesa de algo.

Durante la gira, no había sido capaz de sacarlo de mi


cabeza, incluso mientras dormía. Me despertaba con sueños

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de él, me excitaba y me quedaba así todo el día. Finalmente,
cuando estaba claro que no iba a dejar de pensar en él, lo
busqué en Google, poniendo “Caleb” y todas las palabras clave
sobre la música que pude, hasta que lo encontré.

Caleb Blake Whitman, de treinta y cinco años, originario


de Norwood, en el estado de Nueva York, casi en la frontera
con Canadá. Había sido músico sesionista y realizó giras con
otros artistas desde de los dieciocho o diecinueve años, luego
grabó un álbum a los veintiuno y realizó una gira. Después de
eso, recorrió la mitad del año y vivió la otra mitad en muchos
lugares diferentes. Parecía que había convertido a la ciudad de
Nueva York en su base de operaciones por un tiempo, luego
pasó un tiempo en Nueva Orleans, y luego se movió de un lado
a otro entre las dos.

Su tercer álbum había sido un éxito, en términos de


sellos independientes, y había sido bien recibido en todos los
ámbitos. Él no había sido una famosa estrella de rock, pero sin
duda se ganaba la vida como músico, y probablemente uno
bueno. Había aparecido en revistas musicales e incluso en un
documental sobre la cultura musical posterior al Katrina en
Nueva Orleans.

Después del lanzamiento de su cuarto álbum, comencé


a ver más y más menciones de shows cancelados, conciertos
cortos, rumores sobre drogas, alcohol y peleas. Aun así, las
reseñas de programas elogiaban la música, y las descripciones
de él resaltaban sus habilidades, su energía como intérprete y
sus influencias musicales únicas.

Luego, hace poco más de un año, su sitio web dejó de


actualizarse y pareció desaparecer.

Una noche, después de nuestro show en Helsinki,


cuando todos los demás salieron a bailar, volví al hotel y vi
videos de Caleb tocando en vivo. Me quedé en la cama con las
luces apagadas, mi iPad apoyado sobre mi estómago y mis

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auriculares puestos, para poder acercar su voz lo más posible
a mi oído como lo había estado la noche que pasamos juntos.

Descargué todos sus álbumes. Su música era tan


increíble como imaginé que sería por la canción que me atrajo
en la calle en Brooklyn. Gritty blues, con influencias del
country, jazz, rock, bluegrass y folk. Era un contador de
historias… no solo con sus letras, sino con su voz. Joder, su
voz. Era fuerte y rota, lúgubre y burlona, sensual y divertida.
Y cuando actuaba, generalmente sentado en un taburete o en
una silla de madera desvencijada, con la guitarra apoyada en
una rodilla y un vaso de whisky en el escenario a su lado,
arrancaba la música y se la daba a la audiencia.
Hubo un video de un programa que encontré, en un club
de blues de Memphis, donde cantó tan fuerte que perdió la voz
a mitad de concierto. Cantó con los ojos cerrados y la garganta
desnuda, los tendones de su cuello sobresaliendo, las venas en
sus manos gruesas. A mitad de un coro que lo hizo aullar,
“Quita mi deseo / desmantela la estrella / Arrastraré este
cuerpo desnudo dondequiera que estés” su voz se quebró como
la madera seca. Luego cantó una suave balada, pero llegó como
guijarros y cenizas.

Se disculpó, salió del escenario y, después que la banda


hiciera dos canciones sin él, regresó al escenario, con aire
avergonzado. Sosteniendo una taza, dijo:

—Me hicieron esta mezcla con miel y... —Miró al


cantinero, que comenzó a reír y gritó—: ¡Té, amigo!

—Sí, así es, té. —La repentina sonrisa de Caleb fue para
el barman, pero me desgarró. Tocó dos canciones más
intercaladas con sorbos de té con miel (a lo que generosamente
le aplicó el whisky que tenía en el escenario) antes que su voz
fuera apenas un rasguño.

—Gracias, todos —graznó a la multitud—. Tengo que


tomarme un par de días con un poco más… eh… de té —brindó
con la taza— …y un poco menos de whisky, supongo. —Luego

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hizo un guiño, y la cámara lo atrapó en un ángulo como si
estuviera guiñándome a mí.

Era escandaloso cuánto lo deseaba.

La cuestión era que estaba bastante seguro que él


también me deseaba. Puede que no me gustaran las charlas o
las bromas, pero siempre había sido bueno para percibir una
conexión y cada señal que Caleb me había enviado se sentía
así.

Con eso en mente, una noche, cuando salí del escenario


tambaleante y goteando sudor, pero muy alto entre la
multitud, agarré mi teléfono y le envié un rápido correo
electrónico a mi agente, Lewis, antes de volver corriendo para
el bis. Un correo electrónico que olvidé hasta que estuve en el
vestíbulo del aeropuerto de Estocolmo dos noches más tarde,
apostado en la pared con la luz fluorescente que parpadeaba
cada dos por tres y recibí una respuesta de Lewis con una nota
y una dirección. Tuve que desplazarme hacia abajo hasta el
correo electrónico enviado debajo para ver que le había
preguntado si podía encontrar una dirección o número de
teléfono sobre Caleb Blake Whitman, anteriormente de Neutral
Ground Records.

Mi visión nadó y mi corazón latió con una mezcla que


era setenta y cinco por ciento vergüenza y veinticinco por
ciento posibilidad, pero no eliminé el correo electrónico. Más
tarde, mientras esperábamos el despegue en el vuelo
mayormente vacío, saqué mi teléfono y volví a mirarlo, toqué el
hipervínculo y observé cómo el mapa se acercaba a un lugar
llamado Stormville.

Stormville. Durante la última semana de la gira y el


DeadBeat Festival, el nombre había rebotado en mi cabeza.
Parecía el lugar donde viviría un supervillano, o el detective de
uno de los show de misterio sueco que había mirado en un

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ciclo de veinticuatro horas en las habitaciones de nuestro hotel
en la gira.

Pero, tan lejos como Stormville sonaba, no podía dejar


de pensar en Caleb. Sobre la forma en que me había tocado,
las manos recorriendo mi cuerpo mientras me interpretaba
como un instrumento que conocía tan bien como su guitarra.
Voz dulce y áspera en todos los lugares correctos. Su risa, rara
e inesperada, rodando por la conversación como un trueno. Y
sus ojos. La forma en que me había mirado, observando cada
detalle, como si no pudiera soportar perderse nada. Estaba
acostumbrado a ser mirado, pero ser visto era algo bastante
diferente.

Y sentí que Caleb me había visto.

Así es como llegué a Stormville (al parecer, aunque no


había habido señales que lo anunciaran, como había
imaginado, como en un cómic: ENTRANDO AHORA EN
STORMVILLE 3,999 HABITANTES y TU), a unas setenta y
cinco millas al norte de la ciudad, a la espera del punto azul
que me señalaba a mí con el alfiler de mi GPS me indicara que
era la casa de Caleb. Cuando los dos convergieron, pensé que
era un error. Todo lo que vi fue un rasguño de tierra y algunos
árboles. Luego vi un buzón a lo largo del camino, así que
aparqué allí. No había un camino de entrada, solo una gran
parcela de jardín irregular, con unos pocos girasoles
monstruosamente altos y leñosos ondeando sobre la brisa
como criaturas de un planeta descomunal.

Retrocediendo unos cientos de metros había una


pequeña granja, con revestimiento de tablillas grises y pintura
blanca descascarillada en la puerta. Un porche hundido y
cerrado se abrazaba a un costado de la casa, y un cobertizo
derrumbado junto a él. Hubiera supuesto que estaba desierta
si no fuera por el suelo recién removido y el sonido de la música
que salía por una ventana abierta.

61
Pasé semanas pensando en este hombre, escuchando su
música, pero ahora me parecía ridículo estar aquí. Que
hubiera rastreado la dirección de alguien que me había dejado
en la cama después de follarme, sin siquiera un número de
teléfono o una nota.

¿Era una idea terrible? Probablemente. Pero había


pasado tanto tiempo desde que había sentido algún tipo de
conexión con alguien. No podía dejarlo ir sin intentarlo.

Al principio no hubo respuesta cuando llamé a la puerta,


y no había timbre. Golpeé más fuerte y la música se detuvo.
Cuando Caleb abrió la puerta, sosteniendo su guitarra, un
escalofrío me atravesó a pesar del calor. No podría explicar la
forma en que mi cuerpo respondía a él. Sí, era hermoso, pero
esta era una reacción química profunda, como si hubiera
atomizado algo en mí y hubiera hecho vibrar las partículas.

—Hola —dije. Y luego me quedé allí, mirándolo.

Cuando abrió la puerta, pareció sorprendido de verme.


Entonces algo parpadeó sobre su rostro que no pude leer.
¿Curiosidad, tal vez? ¿Me atrevería a decir que deseo? Ahora
solo parecía cauteloso. Lo cual era razonable, dado que había
aparecido sin previo aviso, en una casa que parecía probable
que no recibiera muchos visitantes.

No podía pensar en una sola explicación para mi


presencia que no gritara desesperación o espeluznante. ¿Cómo
le decías a alguien que era prácticamente un extraño que
habías estado pensando en él durante semanas? ¿Qué te
distes cuenta que pasar tiempo con él había sido lo mejor que
habías sentido en más tiempo del que recordabas? ¿Qué te
preguntabas si tal vez podrías simplemente estar cerca de él
con la esperanza de absorber algo de esa buena sensación de
nuevo?

62
—Quería estar cerca de ti —fue la joya confusa que se
cayó de mi boca, y Caleb alzó las cejas—. Oh Jesús, no me
jodas. Eso fue tan acosadoramente espeluznante. No es lo que
quise decir. —Era exactamente lo que quise decir.

—¿Cómo me has encontrado?

Mordí mi labio.

—Uh. Le pedí a mi agente que buscara tu dirección. Tú


no... te fuiste sin... entonces yo... oh, joder, no importa. Lo
siento.

Miserable, comencé a arrastrarme fuera de la escalinata,


pero una mano enganchó mi brazo.

Mi cara estaba ardiendo y la torpeza se cerró a mi


alrededor como una niebla. Era una sensación familiar,
aunque no una que hubiera tenido el desagrado de
experimentar últimamente. Eso era lo que pasaba cuando la
gente quería conocerte, pero tú no estabas involucrado en eso.
Cuando no tenías tiempo para conectar con nadie. Cuando ni
siquiera lo intentabas.

—Entra —dijo Caleb. Fue brusco, pero detecté una pizca


de lástima y la mortificación golpeó lo más profundo,
recordándome demasiadas veces mi pasado. Como cuando le
dije a Jenny Robinson, que yo pensaba que era la persona más
genial que había conocido, si podía sentarme con ella en el
almuerzo en séptimo grado, y ella esperó cortésmente mientras
tartamudeaba la respuesta a cada pregunta, luego sonrió con
fuerza y se fue. La vez que había besado borracho a Miles
VanCamp en una fiesta de primer año, y él se apartó, con las
manos en mis hombros, y me dijo que simplemente no pensaba
en mí de esa manera. El momento en que salí del escenario
después de mi primer recital de piano, sonriendo porque había
metido la parte difícil en la pieza en la que había estado
trabajando durante semanas, y me encontré con dos pilares

63
gemelos de desapasionamiento helado. La noche que sugerí a
Ven, Ethan y a Coco que nos juntáramos para la cena después
de una sesión de escritura, y ellos intercambiaron miradas de
asombro, como si no hubiesen esperado que tener un nuevo
miembro de la banda significara tener que salir con él.

Tropecé con el umbral, ahora deseando estar en


cualquier lugar menos aquí.

La puerta se abrió a una sala de estar, revelando una


desgastada mesa de comedor Shaker con solo dos sillas, y una
cocina utilitaria más allá de eso. La cocina probablemente
había sido pintada de blanco, una vez, y ahora estaba
ligeramente amarillenta, como el marfil envejecido.

Las paredes de la sala de estar tenían un color


desafortunado que probablemente era gris, pero más parecido
a la lavanda. Tenía una silla reclinable de pana marrón,
atascada en lo que parecía ser un semiteclado permanente,
una mesa de juego a la izquierda con una taza de café y un
plato con manchas de salsa picante o ketchup, una lámpara
de pie desvencijada, y un sofá de terciopelo azul oscuro. El sofá
estaba girado de espaldas a la habitación, de cara a la pared,
como si le hubieran dado un descanso. Para sentarse en él,
debía saltar sobre los costados o trepar por la parte posterior.

—¿Qué pasa con tu…? Oh, gracias. —Caleb me dio un


vaso de agua y se quedó de pie con los brazos cruzados sobre
su pecho, mirándome—. Tu sofá —terminé débilmente.

Caleb lo sacó de la pared y lo giró, con sus poderosos


brazos y hombros flexionados bajo su gastada camiseta
blanca, con un tatuaje que asomaba por el cuello. En su gesto,
me senté junto a él.

Me estaba mirando con cautela, como si no pudiera


creer que yo estuviera allí. Y punto justo para él, ya que había
aparecido de la nada. Sin embargo, había algo más aparte de

64
sospechas. Quería que fuera deseo, pero pensé que podría ser
miedo.

—Theo. —Mi nombre me atravesó, una tierna invasión—


. Habla.

El vaso de agua era el tipo de vidrio amarillo adornado


con cuentas que habían usado en la casa de mi amigo Eric
cuando era niño. El color hacía que el agua pareciera salubre,
medieval. Eric había sido uno de los únicos amigos de verdad
que había tenido y con quien realmente me gustaba hacer las
cosas que me gustaba hacer, con el que podía hablar sobre
más que insultos y bromas. Se había mudado cuando tenía
catorce años y nunca más lo había visto.

El vaso desapareció y Caleb deslizó una mano en la mía


para reemplazarlo, apretando por un momento antes de
soltarla.

—Habla —dijo de nuevo. Pero todo estaba nadando y


sonaba ridículo.

—¿Sabes esa cosa —le dije, con la voz ronca y apretada


por los nervios— donde hay una melodía y sabes que puedes
construir una armonía porque… eh… siempre puedes… así
que intentas un montón de cosas diferentes y algunas partes
van y otras apestan y algunas son mejores sin armonía, y
trabajas mucho antes que tal vez consigas algo bueno?

Estaba hablando con mis rodillas, pero cuando miré a


Caleb, él asintió.

—¿Y luego hay otras melodías donde incluso antes de


haber escuchado toda la canción, puedes cantar la armonía
porque ya está ahí, en el aire, y suena genial, y hace que la
canción sea mejor, y es tan fácil como respirar?

65
Otro asentimiento, y los ojos de Caleb me estaban
mirando tan profundamente que era como si pudiera sentirlos
en mi piel.

—No soy bueno con la gente. Y cuando lo intento,


generalmente es como la armonía dura. La hago y falla, o está
bien, pero no vale la pena el esfuerzo que llevó. Pero luego, la
otra noche, tú y yo... fue fácil. La armonía estaba allí. Y yo
solo... en este momento me estoy avergonzando muchísimo,
pero solo lo quería. Más de eso. Pero te fuiste sin nota
o cualquier cosa y probablemente debería haber tomado eso
como una puta pista, ¿eh? Dios, lo siento, soy una un desastre.
Ni siquiera puedo creer que haya venido aquí. De acuerdo, me
voy a ir.

Me levanté tan rápido que tiré el vaso de agua que Caleb


había puesto en el suelo. Entonces una mano me tiró de vuelta
al sofá. Esos ojos verdes me miraron fijamente y Caleb se
acarició la barba.

Finalmente, asintió una vez y dijo, simplemente:

—Está bien.

—Umm ¿está bien?

—Sí, pero si te quedas un poco puedes ayudarme en el


jardín. Mi calabaza y los pimientos están listos. Y las cebollas.

¿Podría ser así de fácil?

—Yo… uh, claro.

66
Capítulo Seis
Caleb
Cuando abrí la puerta para encontrar al hombre, en
quien había pensado y sobre el que vi videos durante las
últimas semanas, de pie en la puerta de mi casa, tuve un
momento de dislocación tan fuerte que fue como despertar en
la gira y darse cuenta que estaba en una ciudad diferente de
la que creías que estabas, las cosas eran lo suficientemente
similares como para que pensaras que eran familiares cuando
solo eran cosas distintas.

Desenfoque, lo había llamado, en ese momento. “Estoy


desenfocado, hombre” le decía a Rhys, y él asentía y decía
“Memphis” o “Londres” porque siempre supo dónde
estábamos.

Abrir la puerta de mi abuelo a Theo Decker me había


dejado tan desenfocado como hacía más de un año. Todo este
tiempo, pensé que la casa, la tierra, los árboles, esos malditos
girasoles feos, tenían la claridad que le había faltado a mi vida
anterior. Pero todos estaban atenuados y difusos en
comparación con los bordes afilados del hombre que tenía
delante. Él era lo más enfocado que había visto en mi vida.

67
Y yo... lo dejé entrar. Abrí la puerta y dejé que se
deslizara dentro tan agudo y dulce como una aguja. Lo dejé
entrar porque la idea de rechazarlo era más de lo que podía
soportar. El aislamiento tranquilo de este lugar había sido una
precaución necesaria; luego un bálsamo, cuando todos mis
nervios estaban agudos y cada sensación se sentía como un
amplificador llevado a 10. Miré a Theo de pie allí, sus ojos
plateados esperanzados y avergonzados, todo ángulos agudos
y cabello desordenado y labios mordidos, para dejarme sentir.
Realmente lo sentí. Y lo que sentí fue una ola de deseo tan
fuerte que casi me golpeó en el culo.

Anhelar así no nace de la lujuria, nace de la soledad.


Nace de la carencia. Nace de conocer las profundidades dentro
de ti que pueden abrirse lo suficiente como para perderte a ti
mismo para siempre. Y se trata de la esperanza de que tal vez,
de alguna manera, haya surgido algo que te haga desear
alejarte del abismo y enfrentar la luz.

Ver a Theo en el jardín era toda una visión. Llevaba


vaqueros negros rotos que abrazaban su cuerpo como una
segunda piel, otro par de viejos Chucks rojos, esta vez, y una
camiseta de concierto de Warhammer que probablemente
alguna vez había sido negra, pero ahora estaba descolorida. Su
cabello era como un puñado de plumas negras que se
curvaban alrededor de su rostro finamente dibujado, ojos
insondables por lo que debían haber sido días de delineador de
ojos apelmazado, esmalte de uñas negro astillado y mordido, y
una maraña de cuerdas negras atadas alrededor de su muñeca
izquierda.

De rodillas, en la tierra, parecía un cuervo,


relucientemente negro a la luz del sol polvoriento, con el pico
afilado arañando el suelo opaco.

—¡Tengo uno! —gritó triunfante, sosteniendo una


pequeña cebolla como si fuera la sorpresa de una caza de
huevos de Pascua, y no algo de una hilera que cuidadosamente

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había plantado a treinta centímetros de distancia, con tallos
visibles—. Uh, ¿qué hago con esto?

—Solo quítale la tierra y colócala en la cesta.

Él asintió, y volvió al trabajo, entrecerrando los ojos al


sol mientras recortaba los pimientos de los alrededores,
cogiendo unos que habían endulzado a amarillo, naranja y
rojo, y dejaba los verdes detrás. Ya había tenido bastante de
amargura últimamente.

—¿Cómo estuvo tu gira? ¿El Festival DeadBeat?

—Tuvimos un muy buen espectáculo en Helsinki.


¿Conoces esos conciertos en los que todo pasa muy rápido pero
también se siente relajado en el escenario?

Asentí. Conocía bien la sensación. La dilatación de una


canción para que puedas ver sus hebras entrelazadas,
extender la mano y tocar sus colores en el espacio que hay
delante de ti y luego volverte dándote cuenta que el espectáculo
terminó y te fuiste a otro lugar.

—Coco agregó ese solo en la segunda mitad de ‘Galaxy’,


y a la multitud le encantó. A los escandinavos siempre les
gustan mucho más los solos que la gente de Estados Unidos
—reflexionó—. Y, maldición, Ethan es ridículo. Ha estado
cantando más armonías conmigo recientemente, y
simplemente hay una desconexión en mi cerebro de cómo él
puede cantar y tocar la batería al mismo tiempo, así que me
encanta mirarlo, así que de espaldas a la multitud podía verlo
a él, y pensaron que estaba siendo tímido o algo, así que
empezaron a gritar muy fuerte y cuando me di la vuelta había
una ola de lujuria o algo así. Y Ven estaba de buen humor esa
noche, así que hablaba. Era casi como si realmente fuera parte
de ellos.

Sacudió suavemente otra cebolla, frotándola con el


borde de su camiseta, y cuando se ensució no pareció

69
importarle. En el momento en que le di permiso para quedarse,
que le mostré que era bienvenido, había perdido la piel
pegajosa por la incomodidad que había estrangulado nuestra
conversación anterior, y volvió a ser el hombre que había
conocido esa noche en Nueva York. Expresivo y abierto,
caviloso de un tema a otro, y contando historias sembradas
con pequeñas gemas de detalle que me daban una idea de
cómo funcionaba su cerebro.

Tampoco se trataba solo de música. Hablaba de las


ciudades por las que habían pasado, las habitaciones de hotel,
los aeropuertos y la comida, todo ello salpicado de
observaciones que me llamaban la atención, me hacían querer
ver el mundo tal como él lo veía.

—El Festival Deadbeat fue... No lo sé, al resto de ellos les


encantó. Pensaron que ser invitados significaba que habíamos
llegado o algo así. Pero se sentía... fuera de alguna manera,
para mí. Como si fuéramos una manada de animales exóticos
en un zoológico. No lo sé, tal vez sea así para algunas personas
en un show regular, pero se sintió diferente. ¿Algo corporativo
o algo así? Como si hubiéramos estado allí porque nos habían
considerado la combinación perfecta de amigos para atraer a
las masas. —Sacudió su cabeza y agregó otra cebolla a la pila—
. Me parece ingrato. Sé que fue un honor ser invitado. Una gran
cosa o lo que sea —enmendó.

—Lo entiendo, hombre. A veces las cosas son un honor


por lo que significan, pero aun así se sienten como una mierda,
por lo que son.

—Sí, exacto. Me gusta cómo a veces lo más caro del


menú es horrible. Como el caviar o ese cerdo bebé que solo se
alimenta con bellotas o alguna mierda así.

Me reí y la sonrisa de Theo fue más brillante que el sol.

70
—Parece justo que te quedes a cenar —dije una hora
más tarde cuando volvimos a entrar a la casa, sudados, sucios
y arrastrando una gran cantidad de productos—. Después de
todo, ayudaste a obtenerlos.

Lo arrojé entre nosotros como una mano con la palma


abierta que espera ser tomada. Lo hice porque no podía
soportar verlo irse, después que apareciera en mi día y lo
hiciera brillar. Lo hice porque verlo y escucharlo era lo más
vivo que había sentido en años. Lo hice porque tal vez, solo tal
vez, no sufriría más tarde. Y si no lo hacía, entonces... ¿qué
más podría ser posible?

—Está bien. —Theo me sonrió con una mancha de tierra


en la mejilla y otra sobre su ceja. Parecía vivo y tan hermoso
que me dejaba sin aliento. Me encontré catalogando sus rasgos
en un intento de encontrar lo que hacía que mi corazón latiera
más rápido y mi interior se volviera gelatina.

Sus ojos azul grisáceos estaban más azules en la tarde


iluminada por el sol que la noche en que nos conocimos, y
parecían brillar contra su oscuro cabello. Su regordete labio
inferior estaba un poco agrietado por el sol y yo quería
morderlo para sentirlo contra mí en una caída de extremidades
nervudas, pelo suave y aliento caliente.

—Debería ducharme. —Levantó las manos y los


antebrazos manchados de tierra—. ¿No es gracioso cómo si lo
cultivas tú mismo, la comida está realmente sucia?

Lo llevé al baño y le busqué una toalla y algunas ropas


viejas que sin duda serían demasiado grandes para él. Luego
me obligué a volver a la cocina y no imaginarme su ágil cuerpo

71
moviéndose bajo la caída de la ducha donde me había sacudido
pensando en follar con él al menos diez veces desde la noche
en que sucedió.

Cuando regresó a la cocina, reluciente y cálido, con mis


pantalones cortos colgando precariamente en los huesos de su
cadera y mi camiseta blanca lo suficientemente fina como para
verle los pezones y tatuajes, casi me corté el pulgar, mirándolo.

La tensión chisporroteó entre nosotros cuando él me


miró en respuesta. Me quité la sucia y sudada camiseta y abrí
el grifo del fregadero. Me puse a cortar patatas solo con mis
vaqueros.

Nos quedamos de pie, jodiéndonos con los ojos, hasta


que el aceite escupió en la sartén.

—¿Qué estás haciendo? ¿Debo ayudar? No debería


ayudar, la verdad.

Theo se enderezó y se sentó en el mostrador exactamente


donde Rhys se había sentado la última vez que había venido y
me divertí imaginándolos a ambos aquí al mismo tiempo, las
practicidades de Rhys mezclándose con las divagaciones
coloridas de Theo.

—Una especie de picadillo: con pimientos y cebollas del


jardín. Y con huevos… Y, no te preocupes.

—Sí, tiendo a... no ayudo bien. Me enojo No me gusta


cocinar, solo comer.

—No soy bueno en eso, pero puedo salir adelante. —No


mencioné que casi todo lo que cocinaba era una variación de
echar cosas encima de los huevos.

Serví la comida y puse ketchup y salsa picante sobre la


mesa, recordé una vez más a Rhys y su invitación para que
escribiera con él para su nuevo álbum. Había estado tocando

72
algunas cosas desde que había venido y probablemente
debería mandarle un mensaje de texto para decirle que tenía
cosas para que él escuchara.

—-No puedo creer que hayas hecho crecer esto —estaba


diciendo Theo, gesticulando con un tenedor hacia la papa,
cebolla y pimienta— del suelo. Maldición, esto es bueno.
Gracias.

Estaba comiendo alimentos que yo había preparado, y


aunque no era mucho, se sentía bien hacer algo para cuidar a
alguien. Me sentí como si hubiera pasado un tiempo ya que no
había sido al revés.

—Dijiste antes que te sentiste como si fueras parte de la


banda. ¿No se llevan bien por lo general?

También mencionó sentirse fuera del grupo en Nueva


York.

—Nos llevamos bien —dijo Theo lentamente, como si


probara la precisión de la declaración en su lengua junto con
la salsa picante que generosamente había rociado en su
comida—. Es más que ellos encajan muy bien. Se conocieron
en el primer año de la universidad y formaron una banda ese
verano. Coco era la cantante principal. Sus canciones eran
más bien rockeras, supongo.

La música de Riven, ahora podría decirlo, porque en


medio de una noche de insomnio había descargado sus dos
álbumes, también era rock, pero creó un sonido único al
dibujar líneas desde tambores industriales pesados, voces
elevadas tipo ópera, glam rock y los cambios del jazz.

—Trabajaron tan duro para firmar, y tenían una gran


química. Además, todos son atractivos, lo que no duele.

Sin duda era un factor. Coco Swift era pequeña y


enérgica, con largas trenzas que giraban mientras tocaba. Su

73
piel oscura era impecable y tenía el tipo de rasgos
perfectamente simétricos y pómulos altos que parecían casi
irreales. Ethan Duskie era blanco, con cabello castaño claro y
ojos azules, y parecía un anuncio de yates cobrando vida.
Venedictos Petros era griego, con brillantes ojos oscuros,
cabello oscuro y resplandeciente, y lustrosos dientes blancos
que centelleaban contra su piel aceitunada.

Theo los eclipsaba a todos. Por supuesto, podría haber


sido parcial.

—Recibieron buenos comentarios de algunos agentes y


sellos, pero Coco no es realmente una cantante, ¿sabes? Ella
es bastante buena, pero no le gusta cantar. Solo quería tocar
la guitarra y tanto ella como Ethan son compositores decentes,
pero sus canciones eran solo un poco...

—¿Genéricas? —ofrecí.

—Sí. Pero querían hacerlo. Y ellos sabían mucho sobre


la industria. Entonces decidieron buscar un cantante que
escribiera canciones y así serían geniales. Y… ese terminé
siendo yo.

—No pareces muy entusiasta —dije. Él se encogió de


hombros y se mordió el labio.

—Nos llevamos mejor en el estudio porque todos somos


perfeccionistas, por eso queremos que las canciones estén bien
definidas. Pero en la gira es difícil porque ellos... Soñaron todo
este sueño de éxito juntos, y yo fui la idea de último momento.
El que necesitaban para hacerse grande, pero tal vez no
querían. —Él suspiró pesadamente—. No sé, no es como si me
odiaran o algo así. Es solo...

Él negó con la cabeza como si no pudiera explicarlo.

74
—De alguna manera lo odio —dijo en voz baja. Cuando
levantó la mirada hacia mí, sus ojos eran severos, su expresión
era un delicado equilibrio de dolor y enojo.

—¿Odias a la banda?

—No. Odio ser famoso. Ser... yo.

Empezó a meterse comida en la boca como para evitar


que salieran más palabras, pero no ocultó el temblor en su
boca o su mano.

Extendí una mano y pasé el pulgar sobre el interior liso


de su muñeca, piel negra, roja y azul por los tatuajes.

—¿Qué odias de eso?

—Es muy ruidoso. No es la música, esa es la parte que


amo. La gente. Es como si estuvieran demasiado en mi cabeza.
Sus voces. Sus opiniones. Sus manos agarrándome. Ellos
quieren algo de mí, ¿sabes? No me gusta que me miren, o… es
como si me convirtieran en una marioneta. Un muñeco. Una
versión de mí mismo que no es real y que ellos controlan. La
muñeca Theo puede hacer lo que ellos quieran porque ellos lo
inventaron. Eso solo... me jode la cabeza, y me hace sentir todo
viscoso. Y entonces…

Él se detuvo y negó con la cabeza.

—¿Qué?

—Y luego recuerdo que me lo hice a mí mismo. Me uní a


la banda, grabé las canciones, estaba tan emocionado cuando
vi que a la gente le gustaba nuestra mierda. Entonces, ¿de qué
me quejo? Conseguí lo que quería.

—Antes que nada, no sabías cómo sería ser famoso, así


que no sabías si te gustaría o no. Y ciertamente no lo elegiste.
Estabas haciendo música. Si aprendí algo en este negocio, es
que tener lo que creía que quería no necesariamente es como

75
lo que pensaba que sería. Y segundo… —deslicé mi mano en
Theo y apreté— …se te permite sentir como te sientes. No
admitirlo no hace que los sentimientos desaparezcan.

—¿Aprendiste eso también en este negocio? —preguntó


Theo, con los ojos muy abiertos y vulnerables.

Revelé lo que debía estar sobre la mesa antes que


pudiéramos ir más allá. Sería doloroso si se fuera ahora; sería
insoportable si se quedara y se fuera más tarde. Eso, ya podría
decirlo. Y me aterrorizaba.

—Ah, no. Eso lo aprendí en rehabilitación y en las


reuniones de AA3. Y también de mi amigo gritando en mi oído
una y otra vez “Jodido tipo” insistiendo en que estuviera en
contacto con mis sentimientos y esa mierda.

Me obligué a mirar a Theo. Sus cejas se juntaron


preocupadas, pero él no parecía disgustado por mí, lo que era
un cambio bienvenido.

—Sí, yo, uh, sospeche algo cuando vi que eras súper


exitoso y luego desapareciste, Es decir, puede que te haya
buscado en internet. De gira. Mucho.

El alivio me inundó por la recepción casual de Theo de


mi problema con las drogas, aunque esperaba que fuera por
una mentalidad abierta y familiaridad con el negocio, más que
la impresión de que no era gran cosa. Decidí dejarlo ir y me
centré en la parte donde aparentemente había sido tan liberal
con YouTube conmigo como yo lo había sido con él.

—¿Te gustó?

—Umm. Te vi tocar. Eres increíble, Caleb. —Dijo


increíble como si eso no fuera suficiente y mi estómago se
sintió ligero, como si en lugar de comida, hubiera ingerido pura
alegría— ¿Esa canción que tocaste en Memphis? —Tarareó
3
Alcohólicos Anónimos.

76
algunos compases de “Down at the Heels”—. Esa canción me
atormenta, amigo. De hecho, debo haberla escuchado diez
veces tratando de descubrir cómo es que... joder, cortas el tono
de lado, no sé. Y tu voz es... sexy como el infierno.

Él me estaba mirando, y joder lo que podría el hombre


hacer con sus ojos. Con su cabello secándose en curvas
desordenadas alrededor de su rostro y los restos del delineador
de ojos todavía oscureciendo sus pestañas, quería seguir
mirándolo para siempre.

—Es posible que también te haya buscado —me permití


decir, deleitándome con el rubor que se extendió por los
pómulos de Theo ante esa gran declaración. El placer en esa
peculiar boca—. Eres como una serpiente arrojando su piel en
el escenario.

—¿Quieres decir porque soy menos torpe que en la vida


real?

—Nah, lo que quiero decir es que te mueves todo fluido


y merodeando y te ganas a la audiencia. Algo así como lo estás
haciendo conmigo ahora mismo.

—¿Eso es malo? —murmuró, y me miró, lo que hizo que


mi estómago se encogiera y mis bolas se apretaran. —Pensé...
pensé que estuvimos bastante bien juntos antes. —No parecía
tan seguro ahora—. Por supuesto, te fuiste, entonces... —
Cuando se encogió de hombros, pareció encogerse de hombros
con todo su cuerpo. Como una cosa perdida que quiere ser
encontrada.

Me incliné hacia adelante y puse sus hombros en mis


manos. Sus labios se separaron y sus ojos se abrieron ante la
proximidad.

—No me fui porque no hubiera calor entre nosotros. —


Dejé que mi deseo de él se derramara en mi voz—.
Definitivamente fue sexy. —Sus pupilas se dilataron y sus

77
párpados se volvieron pesados. Prácticamente podía sentir la
lujuria saliendo de él, y definitivamente me afectaba—. Me fui
porque me haces querer cosas y es más fácil no querer nada.
Más seguro.

—No pareces del tipo seguro —murmuró.

Bufé tristemente.

—Sí, no lo soy. No me ha ido demasiado bien.

Theo asintió, luego se deslizó hacia adelante en su silla,


puso sus manos sobre mis rodillas. Solo una presión firme,
pero se sentía como algo más.

—Me siento... mejor a tu alrededor —dijo en voz baja—.


Me gusta estar aquí, contigo. Siento que en realidad puedo ser
yo mismo en lugar de esa persona que todo el mundo ve. Tú...
me ves. Solo a mí. Y me gustas. Y, sí, como que quiero follarte
constantemente. —Me lanzó una mirada y no pude evitar
sonreír—. Pero, tu voz... —Cuando él retiró sus manos, sentí
que podría alejarme flotando.

Juré por lo bajo. Yo lo deseaba, por supuesto que sí. Pero


pasé el último año aprendiendo a desconfiar de las cosas que
quería. Enterándome de que las cosas que deseaba, al final me
iba a matar. Era difícil aceptar esa lección con este hombre
frente a mí, ofreciéndose con una mano y protegiéndome con
la otra.

Solo necesitaba saber que no era impotente frente a las


cosas que quería. Que no eran fuerzas incontrolables que me
chuparían como arena en el oleaje. Necesitaba saber que podía
tener un poco de control.

—Yo... también quiero eso —murmuré—. La parte de


follar contigo constantemente, quiero decir. —Le guiñé un
ojo—. Creo que solo... Solo que no esta noche, ¿vale? Me mata
decir eso, especialmente con toda esta... mierda, míranos. —

78
Me aparté de él un poco, como si la distancia tuviera alguna
esperanza de sofocar la tensión del aire entre nosotros—. Solo
necesito pensar un poco. Asegúrame de hacer una elección.
Puedes quedarte, si quieres. Es un largo viaje de regreso a la
ciudad. Pero yo me quedaré en el sofá. Dios sabe que lo he
hecho con bastante frecuencia antes. ¿Está bien?

—Nada de eso. Quiero decir, por supuesto que está bien


que no… ya sabes… esta noche. —Su súbita timidez me golpeó
en el estómago—. Pero yo dormiré en el sofá. Jesús, no voy a
echarte de tu propia cama. —Entonces él apretó mi mano y se
levantó para recoger la mesa antes que pudiera responder.

Una parte de mí no podía creer que acabara de rechazar


tener sexo con el chico más hermoso con el que había estado
alguna vez. Especialmente cuando era muy consciente de lo
bueno que podría ser entre nosotros. Pero, al igual que con la
oferta de Rhys, sentí una profunda necesidad de desacelerar
las cosas. Hacer lo contrario de lo que hubiera hecho antes. No
para siempre. No había una línea de tiempo en mi cabeza. Solo
necesitaba asegurarme de estar actuando en lugar de
reaccionar. Que estaba haciendo una elección en lugar de
permitir que las mareas de los sentimientos de otras personas
me atrajeran.

Todo o nada era un cliché, pero se sentía peligrosamente


preciso para describir la forma en que tendía a actuar,
disparando a toda velocidad en cualquier cosa que diera un
solo paso hacia adelante.

Cuando Theo pidió una manta y se acomodó en el sofá


después que habláramos un rato, coloqué una sobre él y me
retiré a mi habitación. Sentí como si hubiera algún tipo de
fuerza magnetizando mi atención hacia la sala de estar. Pude
escuchar a Theo dando vueltas durante un rato. Entonces oí
un zumbido bajo y el sonido de la puerta del porche
abriéndose. Lo seguí y lo encontré de pie en el porche, mirando

79
las estrellas como lo había hecho yo tantas veces en el último
año.

—¿No podía dormir? —pregunté en voz baja para no


asustarlo. Llevaba solo unos bóxer negros y no pude apartar
mis ojos de la línea recta de su columna vertebral y las alas en
sus omóplatos. En la tenue luz, sus tatuajes parecían estar
proyectados sobre el lienzo de su pálida piel. Quería tender una
mano para asegurarme que eran reales.

—Tu sofá es incómodo como la mierda —dijo, bajo, sin


ningún tipo de resentimiento—. Y aún tengo el sueño
cambiado por haber estado de gira.

Agarré un paquete de cigarrillos de la repisa y lo sostuve.

—¿Te molesta?

Sacudió la cabeza y señaló con un gesto antes de coger


la cajetilla.

—Es malo para tu voz —dije. Él me lanzó una mirada


sofocada y sonrió.

Fumamos en silencio por un tiempo, Theo con un brazo


envuelto alrededor de su cintura. La posición parecía natural,
como si lo hiciera para mantenerse unido en ausencia de
cualquier otra persona.

Cuando volvimos dentro, no necesitamos hablar. Él me


siguió a mi habitación y se metió en la cama a mi lado. Presionó
un beso feroz en la parte posterior de mi cuello, luego se dio la
vuelta y arrojó un brazo debajo de su almohada, convirtiéndose
en una coma con la espalda hacia mí. Permanecí despierto a
su lado durante un buen rato, observando cómo la luz de la
luna bailaba a través del techo enyesado y desaliñado, medio
duro, y sintiéndome consolado por el hecho de que podía elegir
no hacer nada al respecto. A veces, él se movía en su sueño, y
yo olía su aroma. Hizo pequeños sonidos, ligeros ronquidos y

80
algunas palabras murmuradas que no pude entender. Todo
sobre él se abría paso debajo de mi piel, como una bala que
lentamente se abría camino hacia mi corazón.

81
Capítulo Siete
Theo
Caleb recibió una jodida llamada de teléfono para ir a
Stormville, pero nos enviábamos mensajes de texto a menudo.
Y cuando recibí un mensaje de texto a las dos de la mañana y
se hizo evidente que tenía muchos problemas para dormir,
comencé a llamarlo tarde, y hablábamos, vagando por mi
departamento porque no podía quedarme quieto y él hacía lo
mismo buscando una mejor cobertura. Una vez, cuando lo
escuché maldecir, le pregunté dónde estaba, y me dijo que
estaba de pie en el huerto de calabazas y que había pisado el
rastrillo.

—¿Tienes un huerto de calabaza? Eso es tan... bueno, o


bien de “La Cenicienta” o bien de “La Mansión Embrujada”.

—No estarán listas hasta el otoño. Y definitivamente soy


más Mansión Embrujada que Cenicienta.

—Me encanta Halloween. O, solía hacerlo. Cuando era


pequeño, me vestía todos los años. Comenzaba a planear mi
disfraz mucho antes. Bueno, probablemente era solo con una
semana de antelación, pero ya sabes, tiempo e hijos y todo. Y
siempre hacía frío, así que lo que sea que me vestía era inútil

82
porque tenía que usar un abrigo encima, pero siempre lo
olvidaba hasta que llegaba la hora de irme. O me decía a mí
mismo que tal vez este año no haría tanto frío.

—La esperanza de Halloween es eterna, ¿eh?

—Sí. Y el clima de Ohio es de mucho invierno.

—¿Creciste en Ohio?

—Sip. En una pequeña ciudad a una hora al sur de


Cleveland. Eastville.

—Ahí es donde está el Salón de la Fama del Rock and


Roll, ¿No? ¿En Cleveland?

—Umm. Es lo único interesante de Ohio. Bueno, pensé


que sí cuando era niño, de todos modos. No he vuelto desde
entonces. Ni siquiera me gusta cuando tocamos en
espectáculos allí.

Había vivido cada día pensando en salir de Eastville.


Poner la mayor distancia que pudiera entre la ciudad que se
había sentido como una camisa de fuerza toda mi vida y yo.
Los niños en la escuela que habían pensado que yo era extraño
incluso cuando todavía estaba tratando de encajar. Había
quien me llamaba “Theodork” porque era torpe o “Theodora”
porque pensaban que me veía muy femenino.

No, había renunciado a hacer amigos en la escuela


secundaria. Había sido más fácil simplemente lanzarme a la
música, la única cosa que disfrutaba.

No quería ir a la universidad y convertirme en médico,


como mis padres esperaban, pero aproveché la oportunidad de
irme. Nunca les dije que solo aplicaba en escuelas de Nueva
York porque era donde quería hacer música.

83
Resultó que una pelea con mis padres por dejar la
escuela había sido el catalizador de todo lo que vino después,
con Riven.

Fue en el verano antes de mi último año y los llamé para


decirles que no iba a volver a la escuela y que me iba a quedar
en la ciudad de Nueva York. Estaban disgustados conmigo. Mi
madre estaba fría e inquieta, pero debajo estaba el claro
mensaje de que había fallado en lo único que ella quería de mí:
que hiciera algo útil conmigo mismo. Para hacer que se viera
bien. Mi padre se enfureció. ¿Qué demonios pensaba que iba a
hacer ahora? ¿Cómo creía que sobreviviría sin una educación
universitaria? ¿Qué tipo de vida podría tener si no tenía
habilidades, ni formación, ni nada que ofrecer?

Colgué el teléfono vibrando de vergüenza, furia y la


necesidad de sacarlo de mí de alguna manera, deseando ser
alguien que se metiera en peleas porque solo quería golpear
algo.

En cambio, cogí mi guitarra, fui a la noche de micrófono


abierto en Sushi Bar, como hacía casi todos los jueves por la
noche esos dos últimos meses. Me levanté en el escenario
desvencijado, hortera y con cerveza y refrescos derramados, y
toqué mi canción algo violentamente. La golpeé y la toqué para
la audiencia borracha y distraída. Toqué mi canción con un
puño, y golpeé de la única forma en que sabía.

Acababa de tomarme un trago en el bar, después de


haber decidido que quería emborracharme épicamente,
cuando Ethan se acercó a mí. Lo reconocí de otras noches de
micrófono abierto. Era guapo y cuando veía tocar a la gente,
siempre parecía saber un secreto. Como si estuviera oyendo
algo que el resto del público no podía.

—¿Escribiste tú esa canción? —Me preguntó sin ningún


preámbulo. Cuando asentí, él me llevó a una mesa en la
esquina y me hizo una proposición.

84
El resto, como dicen, es historia.

Me estremecí. Oí el chasquido del encendedor de Caleb


y su larga exhalación y aproveché la oportunidad para cambiar
de tema. No quería pensar en Riven más de lo que quería
pensar en la escuela secundaria.

—Oye, ¿todavía estás en el campo de calabazas,


Cenicienta?

—No, me moví al porche. Está bien esta noche. Claro.


Puedes ver todas las estrellas. Vi ciervos antes.

Era muy cómodo hablar con él. Si se trataba de música,


o de mierda de la vida real, o simplemente de narrar lo que
estábamos viendo, solo quería escuchar todo lo que tenía que
decir.

—Quiero saber de tus padres la próxima vez —dijo


Caleb—. No creas que no noté lo extraño que suenas sobre
Ohio. Marcarlo como favorito.

—Sí, sí, está bien.

—Buenas noches, Theo. —La voz de Caleb era un ruido


como de humo que sentí en mi estómago y hasta en los pies.
Su voz en mi oído en el medio de la noche y yo en mi
departamento mientras la ciudad brillaba debajo de mí, él en
su porche con el olor a tierra y árboles, era íntimo, y me aferré
a él mientras murmuraba mi buenas noches y me acurrucaba
en la cama.

85
Unos días más tarde, recibí un mensaje de texto de
Caleb que decía que estaría en la ciudad esa noche para ver
un espectáculo que iba a tocar un amigo suyo.

¿Es una invitación? Le respondí.

¿Conoces su música?

Lion's Share era una banda local de Nueva York que


había conocido de siempre, pero que nunca había seguido.
Tocaban blues profundos y folky, y habían existido lo
suficiente como para tener seguidores fieles, especialmente en
la ciudad. No estaba seguro de poder tararear una sola
canción, pero respetaba muchísimo a cualquier banda que
hubiera estado tanto tiempo unida y que todavía estuviera
haciendo que funcionara.

En realidad, no, pero sé de ellos y me gustaría


escucharlos... si no quieres no hay problema, son tus amigos.

Estoy feliz que vengas, Theo, simplemente no estoy


seguro que sea realmente tu escena.

Bueno, eso fue vago y de poca ayuda.

Uh, eso fue vago y de poca ayuda.

Lo siento. Sí, ven. Solo mantén un perfil bajo, ¿de


acuerdo? No quiero descentrar el foco del espectáculo.

Mierda. Eso tenía sentido.

Lo siento, no pensé en eso  no quiero joderles.

Era un testimonio de lo cómodo que me había sentido


con Caleb, ya que mantener el anonimato era algo que pensaba
la mayor parte del tiempo que no estaba subido al escenario.

¿Qué tal si usas un sombrero y nos quedamos atrás?

86
Le devolví un Emoji sonriente y estaba camino de la
ducha cuando me llegó un mensaje.

Y no ese negro andrajoso, en realidad no hace una mierda


por esconder tu maldita cara bonita.

Sonreí de verdad al ver eso, y me tomé una foto para


enviarle una respuesta.

El Firefly Club estaba en la 133 con Lenox, y el letrero


de fuera me informó que Billie Holiday había tocado allí. Bajé
mi sombrero sobre mis ojos mientras esperaba a Caleb a la luz
de la luna, pero de repente me sentí bastante seguro que ser
reconocido no iba a ser un problema. De hecho, el problema
más grande parecía ser que estaba embarazosamente mal
vestido. Me había puesto jeans desgastados y una camiseta
blanca de cuello en V, puse mis pies en botines negros, y me
puse el sombrero de ala ancha sobre mi pelo todavía húmedo
de camino hacia la puerta, esperando una típica oscuridad, un
bar abarrotado en donde ir lo más anodino posible hacía que
me mezclara mejor.

Me sentí como un idiota cuando me apoyé en la esquina


al lado del club y vi un desfile constante de personas vestidas
con trajes. La audiencia era mayoritariamente negra, y en su
mayoría un poco mayor, de cuarenta y cincuenta años, con
algunos jóvenes y muchachos mayores mezclados. Cogí
nerviosamente mi teléfono, preguntándome si debería intentar
encontrar una tienda para comprar una camisa diferente, pero
Caleb apareció antes que pudiera googlear ninguna.

Su sonrisa me hizo olvidar todo, momentáneamente, al


igual que su cálida mano en mi hombro.

87
—¿Estás bien? —preguntó, y yo me incliné, queriendo
olerlo.

—Estoy seriamente mal vestido —dije—. Me siento como


un idiota.

Caleb también llevaba pantalones vaqueros, pero los


suyos eran bonitos, vaqueros oscuros, los puños pulcramente
por encima de los gastados zapatos marrones. Su camisa de
cuadros marrones y azules estaba metida, dándome una visión
muy bienvenida de su increíble trasero, y las mangas
remangadas hasta los codos. Un ajustado chaleco marrón y
gris abrazaba su torso y atrajo mi mirada al bulto de sus bíceps
y la anchura de su pecho y hombros. Solo podía ver la parte
superior de su tatuaje en el cuello desabrochado.

—Maldición —murmuré—. Te ves bien como el infierno.


—Él bajó la cabeza y murmuró su agradecimiento.

—Estás bien —dijo—. De verdad. El sombrero... ya


sabes, te viste. —Golpeó el borde de mi sombrero.

—¿Debo meter mi...? —Intenté meter mi camiseta, pero


mis vaqueros colgaban demasiado bajos en mis caderas.

Él bufó.

—No, solo deja de jugar contigo mismo. Te lo juro, Lo


juro, eres la cosa más hermosa que he visto desde la
rehabilitación. —Me apretó la nuca y sentí que me fundía bajo
su toque—. Joder —murmuró, inclinándose cerca—. Cuando
tus ojos se ponen tan somnolientos como yo quiero... —
Sacudió la cabeza como para despejarse y se alisó la barba
agresivamente, lanzándome una mirada ardiente que, si no lo
conociera, sería una mirada furiosa.

Empujé mis caderas hacia él y metí mi mano en su


bolsillo trasero, mirándolo a través de mis pestañas para
intensificar el efecto.

88
—Jodido filtreador —dijo, pero sus ojos sonreían y él no
apartó la mirada.

—¿Esto es una cita? —pregunté, lanzando mi voz baja y


suave—. Quiero que sea una cita.

Caleb tenía esa cara que ponía que era el equivalente a


la expresión de un gemido angustiado, y me excitaba como
ninguna otra cosa porque sabía que significaba que estaba
hablando en serio. No había empujado la cosa del sexo, aunque
había querido. Respetaba la mierda de cualquiera que se
hubiera limpiado y estaba claro que apresurarse en cualquier
cosa… bueno, apresurarse en algo otra vez… asustaba a Caleb.
Pero... estaría mintiendo si dijera que no se sentía como un
rechazo. Y mentiría si dijera que no intenté quitarle
importancia, recordándole que cuando estuviera listo, yo
estaba más que dispuesto.

—Depende —soltó.

—¿Oh, sí? ¿De qué?

Se inclinó lo suficientemente cerca como para sentir su


aliento en mi cuello, pero no me tocó.

—De si tu idea de una cita es que regresemos después


de este show a tu casa y te folle como el infierno ese flirteante
culo tuyo.

Un sonido se escapó de mí que fue medio jadeo y medio


gemido, y dejé que mis ojos se cerraran, agarrando las partes
de él que podía alcanzar.

—¿Eso es un sí? —gruñó.

—Umm. —Tiré de sus caderas hacia la mía para que


pudiera ver lo duro que estaba solo por sus palabras. Solo
pensando en lo que me haría. Él siseó y retrocedió, respirando
agitadamente—. ¿Me besas? —respiré—. Sólo una vez.

89
Los ojos de Caleb me quemaron. Jesús, él era la persona
más intensa que había conocido. Y conocí a algunos hijos de
puta intensos. Su mano subió para ahuecar mi mejilla, y
presionó su pulgar contra mi boca. Luego, deliberadamente,
negó con la cabeza, y de hecho sentí que mis ojos se nublaban
por la intensidad de mi decepción. Por lo mucho que quería
sentir su boca sobre la mía. Qué desesperadamente horrible se
sentía la distancia que había puesto entre nosotros.

Parpadeé las lágrimas rápidamente, y Caleb me ofreció


su mano en lugar de su boca, señalando con la cabeza hacia
la puerta.

El interior, era como retroceder sesenta años en el


tiempo. La barra en el lado opuesto de la habitación brillaba
con la tenue luz amarilla, su superficie de madera oscura
embotellada en el tiempo, pero pulida hasta brillar, los espejos
de madera tallados de forma ornamentada salpicados de
manchas que continuaban hasta el techo detrás de la
camarera, que era una mujer negra, alta e impecable, de unos
cincuenta años, con la cabeza afeitada, gafas de carey y cálidos
saludos para los clientes que conocía desde hacía años.

En las paredes de ladrillo había fotos firmadas de todos


los músicos de jazz y blues en los que podía pensar, y un gran
número que no reconocía. La conversación a nuestro alrededor
era jovial, los amigos se reunían en un lugar en el que se
sentían como en casa, se ponían al día y hablaban sobre Lion's
Share y las veces que los habían visto en el pasado. Todo
parecía cálido, desde la iluminación hasta el estado de ánimo,
y me sorprendió la sensación de pérdida por algo que nunca
había tenido.

Nunca antes había tenido este tipo de camaradería con


un grupo. El tipo de relación casual que surgía al ver a las
mismas personas en algo en lo que compartías, una pasión,
una y otra vez durante años. Demonios, nunca había tenido
mucha relación con la gente, punto.

90
Como intérprete, nunca había tocado frente a una
multitud como esta. Me encantaba el enamoramiento eléctrico
de nuestras multitudes de los conciertos. Pero era como si nos
hubiéramos perdido un paso intermedio. La mayoría de las
bandas comenzaban pequeñas, ganaban éxito local y tocaban
en conciertos progresivamente más grandes. Nosotros
habíamos empezado a la velocidad del rayo, arrancados de la
multitud antes de haber tocado en muchos shows y haber
llegado a un acuerdo con una gran discográfica.

Tan solo dos meses después que Ethan me presentara a


Ven y Coco, nos convirtiésemos en Riven y Dougal nos había
recogido, prometiéndonos el estrellato, inmediatamente lo
había descartado. Le dije a la banda que deberíamos tener
cuidado porque probablemente estaba lleno de mierda. Me
miraron boquiabiertos y me di cuenta que sabían quién era
Dougal Richter porque era alguien de la industria de la música
y yo no lo sabía.

Seis meses después nuestro primer álbum fue grabado;


estábamos en la portada de las principales revistas de música,
y estábamos abriendo para Oops Icarus en los conciertos.
Nuestro álbum fue de oro, tuvimos nuestra propia gira como
cabeza de cartel y comencé a ser reconocido en las calles al
año. Coco había dicho que sentía como si fuera magia. Ven
alzaba mucho el puño, diciendo: “¡Joder, sí!” Y Ethan ardía con
profunda satisfacción, no necesitaba decirlo en voz alta porque
estaba escrito en toda su cara.

¿Y yo? No podía negar que fue satisfactorio, increíble,


incluso, que la gente amara tanto nuestra música. Estaba tan
agradecido cada vez que veía personas tocadas por lo que
hicimos. Y las actuaciones en sí mismas, me encantaban.

Pero me sentía como si hubiera vadeado en aguas


tranquilas solo para ser sacado al mar por una poderosa
resaca. Sin aliento, sin preparación, indefenso, mirando a mi

91
alrededor con pánico a medida que la costa se alejaba con cada
ola.

Caleb saludó a algunas personas cuando entramos, pero


cuando llegamos al fondo de la sala, él se apoyó contra el
ladrillo y cerró los ojos.

—¿Estás bien? —pregunté, inclinándome a su lado.

—Sí, todo bien —dijo—. Solo un montón de pasado en


esta sala.

Deslicé mi mano en la suya y la apreté, esperando


recordarle el presente. Él se echó hacia atrás, aunque no me
miró, y nos quedamos así, cogidos de la mano al amparo de la
oscuridad, hasta que la banda comenzó a tocar.

Lion's Share era magistral, el tipo de músicos que sentía


la música tan profundamente en sus huesos, y que habían
estado tocando durante tanto tiempo, que era como si sus
instrumentos fueran extensiones de sus cuerpos. Estaban
cómodos en el escenario, bromeando con la multitud y
cumpliendo con las solicitudes.

Su pianista tocó con los ojos cerrados sin mirar a la


audiencia; el cantante principal y el guitarrista acústico eran
suaves y consumados, los dedos y la voz subían y bajaban en
escala sin esfuerzo; el bajista tocaba con todo su cuerpo,
ondulando y balanceándose junto con la corriente oculta de la
música; el batería era más joven que el resto de la banda, y
ejecutó cambios complejos como si no fueran nada,
manteniendo un ojo en todos los demás de una manera que
era familiar al ver a Ethan; su bajista vertical se movía dentro
y fuera del escenario cuando era necesario, tomando un trago
aquí, escuchando a la audiencia de allí, y volviendo a colocarse
detrás de su instrumento con una pequeña sonrisa que decía
que era donde se sentía feliz.

92
Si bien su música original era buena, me sorprendió su
ejecución de algunos de los estándares, y algunas versiones
que convirtieron de pop rock en baladas o rumbling blues.
Cuando terminaron su segundo set, tuve que aplacar mi
entusiasmo a propósito, así que no me llamó la atención sobre
lo mucho que quería animarlos. Caleb me lanzó una mirada
divertida y me hizo un gesto hacia el backstage.

Mientras seguía a Caleb a través de la multitud, obtuve


algunas segundas miradas, de la variedad de “me suenas de
alguna parte”, pero la mayoría de las personas me ignoró. Una
puerta se abrió detrás del escenario ante la llamada de Caleb,
y el bajista asomó la cabeza.

—Hola, hermano, has venido —dijo, sonriendo cuando


vio a Caleb—. Pensé haber visto un par de chicos blancos en
la casa. —Se abrazaron, dándose palmaditas en la espalda.

—Este es mi amigo, Theo. Dixon Plain —me dijo. Dixon


me tendió una mano y cuando nos sacudimos pude sentir las
familiares callosidades en sus dedos.

—Estuvisteis fantásticos —dije, apretando su mano—.


Realmente increíbles.

Obtuve una cálida sonrisa y una humilde sacudida de


cabeza.

—Gracias por eso, hombre. Te agradezco que lo digas. —


Luego lanzó una mirada traviesa a Caleb y arqueó una ceja—
¿Queréis entrar un momento? —Dixon abrió la puerta y Caleb
saludó a los miembros de la banda, quienes estaban en
diferentes etapas de sentarse y quitarse la ropa. Un coro de
entusiastas “Holas” se escucharon con nuestra aparición.

El cantante principal se dirigió hacia la puerta y estrechó


cálidamente la mano de Caleb, luego le dio una palmada en la
espalda. Hablaron por un minuto, luego el cantante me vio de

93
pie detrás de él. Empecé a decirle cuánto me había encantado
el espectáculo cuando cambió su expresión.

—Bueno, bueno —dijo, con su voz no del todo


amigable—. Traes compañía.

Caleb se pasó una mano por el pelo.

—Walt, este es mi amigo Theo. Theo, Walter Wendell. —


Extendí la mano para estrechar su mano y él sostuvo la mía
un latido más de lo que era cómodo, mirándome de arriba
abajo. Luego miró hacia otro lado diciendo algo y se volvió para
decirle algo al batería. Me sentí herido, pero me lo tragué.

Dixon regresó a nosotros e hizo un contacto visual


significativo con Caleb.

—Escucha, hermano, es genial verte, pero, eh... —Le


lanzó una mirada al resto de la banda—. No creo que quieras
quedarte, ¿lo entiendes?

Caleb se puso rígido y se metió las manos en los


bolsillos.

—Gracias, Dix. Te veré por ahí, entonces. Buenas


noches a todos —gritó a la habitación, y se volvió para irse.
Cerré la puerta detrás de mí, no seguro de si estaba
avergonzado o enfadado. Caleb tomó un giro rápido y luego
estábamos fuera en el callejón detrás del club.

—Así que te gustó, ¿eh? —preguntó, cruzando los


brazos.

—Fueron increíbles —dije—. Pero me odian, ¿no?

—Nah, eso es solo Walt. Él es de la vieja escuela, sabes,


piensa que cualquiera que tenga menos de dos décadas es un
destello. Estaba sorprendido de verme contigo. Eso es todo. Tú
no eres mi compañía habitual.

94
—Bueno, ¿qué fue esa mierda, entonces? ¿Me echaron
un vistazo y nos dijeron que nos fuéramos? —Golpeé mi puño
contra el ladrillo, dándome cuenta que lo que sentía era más
humillación que enojo. Estos eran músicos profesionales y
talentosos, que me miraron y vieron basura. Basura vendida
con la que no tenían interés en hablar.

—No, amigo, eso no fue por ti. —Comenzó a caminar y


yo lo seguí, tropezando mientras trataba de alcanzarlo.

—¿Entonces, qué?

—Uh, ese era Dix diciéndome que estaban a punto de


hacer algo que no me gustaría presenciar ahora que estoy
limpio, ya sabes.

Paré para detenerme cuando Caleb dobló la esquina.

—Oh. Oh, mierda.

Hizo un gesto que lo dejara y abrió la puerta del lado del


pasajero de su camión para mí. Saqué la rodilla antes que
pudiera cerrarla.

—Lo siento. Yo, eh, tuve un momento de estrella de rock


y asumí que era por mí, ¿eh?

—Sí, lo hiciste. —Me sonrió, luego tiró mi sombrero


sobre mi regazo y me alborotó el pelo—. Supongo que tendré
que follar a la estrella de rock hasta sacarla de ti.

El viaje a mi apartamento fue insoportable.

Caleb puso una mano en mi muslo, luego deslizó su


palma hacia arriba para ahuecar mi polla, luego retiró su

95
mano, y comenzó a hablar sobre la técnica de cómo se llamase
el contrabajo. Me frotaba el estómago y rozaba los dedos contra
los brotes apretados de mis pezones mientras se inclinaba para
señalarme algo a través de mi ventana. Cuando él puso su
mano en la parte posterior de mi cuello y comenzó a jugar con
mi pelo, gemí. No me dejaba tocarlo, desviando cada intento
con un golpe juguetón y la insistencia de que no era seguro.
Después de algunos desaires, comencé a hacerlo a propósito
porque sus golpes comenzaron a sentirse como caricias.

A unas seis manzanas de mi apartamento, colocó su


mano ligeramente sobre mi erección, trazando la línea dura
con dedos burlones hasta que pude sentir que me hinchaba
dentro de la tela. Encontró mi hendidura y frotó círculos sobre
ella hasta que estaba goteando en mis vaqueros y gimiendo con
mis caderas empujando contra el cinturón de seguridad.

—Los sonidos que haces me matan, Theo —murmuró—


. Hacen que quiera follarte.

En ese momento, realmente gemí, agarrando el borde del


asiento para evitar agarrar mi polla y masturbarme en el
camión. Nos topamos con un semáforo y Caleb me agarró la
cara, girándola hacia él.

—Umm —dijo con severidad, con la palma en mi mejilla.


Luego volvió a acariciar el interior de mi muslo.

—Joder, estas tan duro —dije, con los ojos pegados a su


entrepierna, donde su erección estaba haciendo un valiente
intento de reventar a través de sus pantalones vaqueros. Llevé
una mano hacia él otra vez, y me golpeó de nuevo, gimiendo
cuando sus dedos besaron mi muñeca y enviaron un latido a
través de mi ingle.

—Ah, ¿sí? —preguntó, sonando un poco divertido.

—Tal vez —jadeé.

96
En el aparcamiento de mi edificio, intenté saltar sobre él
tan pronto como paró el coche, pero me agarró contra la puerta
de la camioneta por mis antebrazos y se inclinó, lamiendo
lentamente a lo largo de mi cuello, luego gruñó:

—Espera. —En mi oreja. Me estremecí por todas partes


y tropecé con él hacia el edificio.

Después de un saludo vergonzosamente apresurado a


Antony, que llamó a Caleb Sr. Crucigrama, estábamos en el
ascensor. Busqué a Caleb, pero él me inmovilizó contra la
pared con una mirada penetrante. Entonces solo me miró, con
los ojos calientes, la respiración baja, durante catorce pisos.
Estaba temblando por su atención, lamiendo mis labios secos
e intentando no derretirme en un charco de lujuria y vergüenza
en el suelo de mi propio ascensor. Estaba tan absorto en Caleb
que el ruido de mi planta me hizo saltar.

Mientras buscaba a tientas la cerradura, Caleb se acercó


detrás de mí y presionó su polla dura contra mi trasero.

—¿Sientes eso?

Asentí tan rápido que casi solté las llaves, y Caleb pasó
los labios por mi cuello con enloquecedora dulzura,
mordiéndome la nuca cuando la puerta finalmente se abrió.

Cerró la puerta de un puntapié detrás de nosotros y me


llevó al dormitorio con la palma de la mano en el pecho como
si fuera un animal acechando, sin apartar los ojos de los míos.

En la cama, me quitó la camiseta, luego tiró de mis


vaqueros sin siquiera abrirlos. Me quité las botas y los
vaqueros mientras desabotonaba lentamente su chaleco. Cada
uno de sus movimientos era una combinación de controlado y
predatorio y me iluminó como Times Square en Año Nuevo.

Mientras se quitaba la ropa, lo miré codiciosamente. Era


ancho, con gruesos brazos y piernas, un culo redondo con el

97
que me estaba obsesionando rápidamente, y un torso que
quería lamer, morder y quedarme dormido con la mejilla
puesta encima. Nunca había sido muy aficionado a las barbas,
pero la de Caleb simplemente destacaba las líneas limpias de
su cara y cabello perfectamente, y de alguna manera hacía su
desnudez más dramática.

Nos quedamos de pie, desnudos y mirándonos el uno al


otro, respirando pesadamente, consumiéndonos el uno al otro
con la mirada, con espacio de algunas respiraciones. Luego
extendí una mano temblorosa y presioné mi palma en el
estómago de Caleb, solo necesitaba sentir su piel. En el
segundo contacto, me arrojó de vuelta a la cama, con la boca
por todos lados, mordisqueando mi cuello, chupando mis
pezones, con la lengua en mi ombligo, mordiendo el interior de
mis muslos, dejando que mi polla golpeara su mejilla. Podía
sentir el cosquilleo áspero de su barba en la tierna piel allí.

Entonces Caleb se inclinó y se tragó mi erección hasta


la raíz, sacándome un grito áspero. El repentino calor y la
succión me hicieron perder la cabeza y traté de empujar, pero
su peso mantuvo mis caderas en la cama.

—Oh, Dios, —gimoteé, y él se movió a mi alrededor, las


vibraciones ponían en marcha cada terminación nerviosa que
tocaban. Él me alejó lentamente, y me estremecí al rozar mi
polla contra su boca, luego él estaba en mi cara, con los labios
húmedos y llenos. Me besó como un torbellino y pude saborear
mi excitación en su lengua. Me apreté contra él, agarré su culo
carnoso, lo apreté y luego froté su agujero hasta que se resistió.

—¿Qué quieres? —dijo contra mis labios, y un buffet


erótico desfiló por mi mente, dejándome temblando y con la
boca abierta.

—Umm —dije, inteligentemente, y Caleb sonrió.

98
Me dio la vuelta sin esfuerzo, y me tendió en la cama. Lo
escuché agarrar un condón y el lubricante de la mesita de
noche, pero me sentí como si estuviera en una niebla de
excitación demasiado gruesa para procesar cualquier cosa
excepto el toque de sus manos y el aroma de su piel.

Las manos ásperas separaron mis piernas, y Caleb


rastrilló la piel de mis muslos internos con las yemas de los
dedos. Grité y me retorcí, tratando de presionar mis piernas y
fracasando. Besó cada muslo y murmuró algo contra mi piel.
Su boca se movió hacia el pliegue donde mi muslo se
encontraba con mi trasero, y mordió suavemente. Luego me
dio un buen golpe en el culo, como había hecho con mi muñeca
en el coche. El sonido hizo eco en el departamento vacío y casi
me levantó de la cama.

El calor de la bofetada se convirtió en un hormigueo y


gemí, levantando mis caderas. Caleb se rió entre dientes y
tomó mi trasero en sus manos.

—Este culo es mío esta noche —dijo con la voz baja y


retumbante. Asentí, mi mejilla se estrelló contra la sábana, el
pelo por todas partes—. Dime que es verdad.

—Es verdad, sí, es tuyo —logré decir.

—¿Qué es mío, Theo?

—Mi culo.

—Umm, eso es correcto. —Mordió mi nalga derecha—.


Esto es mío.

Pasó un dedo por mi agujero, hasta la parte baja de mi


espalda, y chillé, arañando las sábanas. Me sentía impotente,
abierto ante él, pero cada molécula en mi cuerpo lo ansiaba.
Su atención, su afecto, el simple calor animal de él.

99
Me palmeó el trasero otra vez, como si estuviese
evaluando lo que era suyo, y me dio unas palmadas, mi culo
rebotando tras cada una de ellas. Había algo sucio y
humillante en dejarlo hacer esto, pero aunque mi cara estaba
en llamas, quería que continuara para siempre.

Después de unos minutos, hundí la cara más


profundamente en las sábanas, gimiendo e intenté levantarme
sobre mis rodillas, pero era demasiado, y solo logré mirar por
encima de mi hombro a Caleb. Parecía un dios, con el rostro
enrojecido, los ojos brillantes, el pecho agitado y los músculos
tensos de controlarse. Él palmeó su erección, apretando el
condón en su raíz. Hice un sonido desesperado al verlo, y él
apoyó su frente entre mis omóplatos, presionándome de vuelta
a la cama.

—Joder, quiero follarte —gimió.

—Hazlo. Lo quiero. Estoy listo.

Se arrodilló y pasó una mano suave por mi pelo, luego


tiró de mis caderas sobre sus muslos. Podía sentir la punta de
su pene empujando mi entrada, y asentí entre las sábanas, en
caso que él estuviera esperando. Caleb se lanzó hacia adelante,
y se hundió en mí con un poderoso empuje, adentrándose
profundamente antes que mi cuerpo tuviera la oportunidad de
reaccionar y empujarle fuera.

Grité, escarbando en las sábanas, pero él atrapó mis


manos en las suyas y nos detuvo a los dos. Se sentía
increíblemente grande dentro de mí, y respiré profundamente,
tratando de adaptarme a la intrusión. Caleb acarició arriba y
abajo mi espina dorsal, sobre la gota de sudor que recorría mi
espalda, pude sentir el esfuerzo que le llevaba mantenerse
quieto.

Después de un minuto, me sentí relajado, los músculos


relajados y la respiración más fácil. Con el cambio de mi

100
cuerpo, gimió y me apretó el hombro. Presioné hacia él,
rebotando mi culo un poco sobre su polla. Él golpeó como un
rayo. En un abrir y cerrar de ojos, me abrió de par en par de
nuevo, con la cara entre las sábanas, los brazos extendidos,
mientras Caleb me golpeaba con movimientos largos y
profundos. Se sentía como si corriera una carrera consigo
mismo: ¿podría hacerme llegar antes que perdiera el control?

Nos movimos juntos, finalmente, las manos de Caleb en


mis caderas y las mías enredadas en las sábanas, tratando de
obtener suficiente tracción para empujar hacia atrás contra él.
Cada golpe largo me hizo perder la cabeza, mi cuerpo caliente
y fuera de control. Se arrodilló más abajo, arándome, y
comenzó a golpear mi próstata con cada embestida. Ni siquiera
traté de no gritar porque cada vez que lo hacía, parecía hacer
que Caleb se pusiera más caliente.

—Jesús jodido Cristo —dijo, y sentí que sus dedos


trazaban mi agujero alrededor de su erección. Finalmente, no
pude soportar más. Mi culo latía con calor y fricción, mi
erección latía tan fuerte que era como el latido de mi propio
corazón, y me sentía mareado por la excitación, pero estaba
demasiado jodido como para sostenerme lo suficiente como
para alcanzar mi polla.

—Caleb, por favor. Por favor. —Empecé a decirlo con


cada empuje… por favor. Pidiéndole… por favor… que me
tocara.

—¿Me necesitas, cariño? —preguntó, con la voz baja y


malvada mientras golpeaba contra mí.

Solté un grito inarticulado e intenté agarrar su mano,


retorciéndome bajo la fuerza de sus embestidas.

—Umm —dijo. Él enganchó mis caderas y se deslizó casi


todo el camino fuera de mí. Cuando su ardiente mano se curvó
alrededor de mi palpitante polla, casi grité, tan sensibilizada

101
que su leve toque se sintió como un golpe—. Joder, sí, estás
tan caliente. Retorciéndote mientras me tomas. —Apretó mi
polla un poco más fuerte y mis caderas se volvieron locas,
tratando de empujar hacia delante para obtener más de su
mano, tratando de presionar hacia atrás para obtener más de
su pene, y gemí de frustración atrapado entre los dos.

Caleb tiró el pelo sudoroso hacia atrás y se inclinó sobre


mí, chupando la piel de mi cuello hasta que grité.

—Quiero que te corras por mí. —Su voz en mi oído era


una amenaza y una promesa, y me encantó. Gruñí mi
respuesta, y Caleb comenzó a follarme otra vez, esta vez
acariciando mi polla al ritmo de sus profundas embestidas.

Me perdí en segundos, mi orgasmo me atravesó y me


hizo pedazos. Mi polla lanzó sobre el puño de Caleb, y mi culo
se sacudió tan fuerte alrededor de su polla que se sintió el
doble de grande. El placer oscuro se desbordó en mi interior y
se balanceó a través de mí, dejándome retorcido y temblando
mientras las olas amainaban. Caleb estaba gimiendo,
empujando violentamente sobre mí, y cuando llegó empujó tan
fuerte que me deslizó por la cama, dejándonos sudorosos,
enredados en una maraña. Gimió roto en mi cuello y pulsó sus
caderas un par de veces más, cuando el último vértice se
estremeció a través de él.

Podía sentirlo dentro de mí, la tierna carne


derramándose como si hubiera reclamado el territorio y
siempre estaría allí. Mordí lo que pensé que era su muñeca
porque necesitaba algo… cualquier cosa… para sostenerme, y
me quedé fláccido y temblando contra él.

Murmuramos incoherencias en la piel del otro, y quería


darle las gracias, por permitirme ir al concierto esta noche, por
darme la música y luego tomarme, pero no tenía las palabras.

102
Capítulo Ocho
Caleb
—¿Qué diablos te pasa, hermano?

—¿Qué? Nada. ¿Por qué?

Rhys se dejó caer pesadamente en la silla con muelles


del porche, secándose la frente con su pañuelo y
entrecerrándome los ojos como si fuera un rompecabezas que
no acababa de entender.

—Estás todo... —Hizo una serie de gestos ilegibles, como


si estuviera lanzando un hechizo en el aire entre nosotros—.
Extraño.

—Muy esclarecedor.

—No, pero... tú no... todavía estás...

—No, no estoy consumiendo. Sí, todavía estoy bien. —


Intenté mantener la irritación fuera de mi voz, ya que era una
pregunta perfectamente razonable. ¿Cuánto tiempo
necesitaría estar limpio antes que eso no fuera lo primero que
atravesara la mente de Rhys?

103
—Lo siento. Estas todo... en las nubes o algo así.
Distraído. Y como soy totalmente encantador, tenía que
preguntarte.

Le brindé con mi limonada y fruncí el ceño al jardín del


que veníamos. Una cesta de tomates calientes al sol
descansaba entre nosotros.

—He estado... hay un tipo. Y soy tonto con él, pero creo
que es un desastre. Y otro desastre es lo último que necesito
en este momento. Pero no puedo parar... de pensar en él.
Quiero estar cerca de él.

—Follar con él —agregó Rhys en una voz guiñando un


ojo.

—Sí, bueno.

—No sabes si será un desastre, C. Tal vez será


grandioso.

—Tu optimismo se nota, se aprecia y se descarta.

—¿Qué dice Huey?

—No se lo he dicho. Sin embargo, ahí es donde lo conocí.


Él entró mientras yo estaba tocando. Solo pasando el tiempo.
Pero a él le gustó mi canción.

—Bueno, pum pum, el camino más rápido al corazón de


Caleb Whitman —bromeó Rhys—. ¿Quién es este chico?

—Es un músico. Él... eh, esa es la razón por la que creo


que es un desastre. Es... recuerdas cuando estuviste aquí la
última vez y miraste la computadora...

—¿Ese chico bonito de Riven? Mierda, ¿en serio?

Me estaba evaluando como si me hubiera subestimado.

104
—Su nombre es Theo. Y esa es la cuestión, claro, es que
él es…

—Una jodida estrella de rock.

—Sí. Entonces, eso viene con muchísimas tonterías que


no necesito. No solo el estilo de vida, sino el escrutinio. Alejarse
de eso es por lo que me mudé aquí en primer lugar, ¿sabes? La
idea de ser empujado de regreso a todo eso...

Me aterrorizaba. Me había estado sintiendo bien


últimamente. Fuerte. Pero era dolorosamente consciente que
los sentimientos iban y venían. Y era en esos momentos que
me sentía... susceptible de necesitar el aislamiento, la
seguridad de kilómetros y kilómetros entre mí y cualquier cosa
que rozara el picor y lo convirtiera en un infierno. Que era
exactamente lo que estaba garantizado hacer con una estrella
de rock. Sí, definitivamente era un desastre.

—Además —agregué— probablemente se aburrirá


pronto. Solo soy este tipo que no hace nada y vive en una
granja en el medio de la nada. ¿Quién diablos querría parte de
eso?

La madera del porche estaba rajada y quebradiza a


causa de años de expansión y contracción a través del calor y
el frío sin cera ni cuidados. Probablemente debería hacer algo
al respecto antes que todo se desmoronara.

—Si pensara que realmente querías escucharlo, te diría


todas las razones por las cuales alguien querría estar contigo.
Estoy íntimamente familiarizado con ellas, después de todo.

Refunfuñé, pero mantuve mi mirada en el suelo.

—Pero como sé que no lo haces, diré esto. Estás en un


lugar intermedio en este momento, hombre. Estás inventando
mierda en muchas categorías diferentes, y sé que parece que
no estás haciendo nada. Pero no estarás aquí para siempre. Lo

105
que sea que decidas sobre mi álbum —me dio un codazo—
todavía tienes la música. No sé lo que harás con eso todavía,
pero no hay manera de que Caleb Blake Whitman deje de hacer
música. Prácticamente la irradias. ¿Qué estabas cantando en
el jardín, eh?

—¿Eh? Yo no estaba...

—Sí, vale. Pero tú si estabas. Lo haces cuando estás


cocinando una nueva canción en esta olla. —Golpeó
ligeramente en la parte superior de mi cabeza—. Saldrá al final.
Tal vez sea para mí, tal vez no. Pero todo sigue ahí, hermano.
No se ha ido a ninguna parte, es solo como eso que haces
cuando dejas que las costillas se asienten en la salsa de
barbacoa.

—Marinar.

—Marinar, correcto. Entonces será mucho más sabroso


cuando la arrojes al maldito al fuego. Umm.

—Tienes hambre, ¿verdad?

—Joder, ahora que lo mencionas, definitivamente podría


comer.

Lo que no le dije a Rhys fue que, con cada conversación


telefónica nocturna con Theo, se hacía cada vez más difícil
imaginarme dejándolo ir. Me encantaban sus historias, y me
intrigaba su extraño cerebro y la forma en que se enojaba
furiosamente con una pequeña cosa y luego la superaba de
inmediato, pasando a la siguiente. Me gustaba cómo tenía algo

106
que decir sobre todo, y tenía opiniones fuertes sobre las cosas
más suaves.

—Me encantan los pepinos —reflexionó hace unos días,


alrededor de las tres de la madrugada.

—Amigo, eso es una gran afirmación para un vegetal que


sabe a nada.

—¡No saben a nada! Ellos saben a verde. Ellos saben a


agua verde. Los amo. Si tus pepinos no saben a nada es que
los has cultivado demasiado tiempo. ¿Has leído ese artículo
que te envié?

Theo se había involucrado en mi jardín y me enviaba


mensajes de texto con los consejos y sugerencias que
encontraba. Una vez, cuando vino, me trajo una revista para
instalar mi propio sistema de riego usando botellas de refresco
vacías y mangueras. Cuando le pregunté dónde lo había
conseguido, se encogió de hombros con timidez y dijo:

—Leo. —La idea de que él buscara materiales para


proyectos que podría hacer me encantaba.

Él también, me enteré esa noche, amaba la avena y el


musgo, detestaba el caqui y los bolígrafos con tinta azul, y creía
que había un rincón especial en el infierno para las personas
que usaban baños públicos y no ponían el nuevo rollo de papel
higiénico en el soporte.

—Está justo ahí. Todo lo que tienes que hacer es ponerlo


en la maldita cosa. ¿Cómo, realmente, tienes tanta prisa
después de echar una mierda que tienes que agarrar tu papel
higiénico y salir corriendo de la cabina, dejando el rollo encima
de donde podría caer al suelo? ¿O simplemente no te importa?
En serio, muérete.

Me relacioné con la forma en que encontraba inspiración


para las canciones en todo, y estaba constantemente pausando

107
cosas o interrumpiéndose a sí mismo para garabatear letras o
progresiones de acordes o partes de una melodía en el
cuaderno que llevaba, o enviándose notas en su teléfono. Lo
respeté.

Tenía que admitir que, sí, había traído muchas


suposiciones sobre qué tipo de músico era Theo simplemente
porque era el líder de una popular banda de rock. Incluso una
vez que había visto lo buenos que eran él y sus compañeros de
banda, todavía tenía un poco de la actitud que todos los otros
músicos que conocía que no eran famosos tenían: si te gusta
tanto, o si te importaba más ser famoso que la música, por lo
que comprometiste tu música para atraer a las masas, o fue
una mierda para empezar, porque la mayoría de la gente tiene
un gusto terrible.

Después de su leve desaire en el espectáculo de Lion's


Share… y después que nos hubiésemos despertado
follándonos mutuamente… Theo había confesado que estaba
cohibido por eso. Sobre las personas que pensaban que no
tenía talento.

—De hecho, puedo tocar muchos —dijo—.


Instrumentos, quiero decir.

—Ah, ¿sí? —dije, distraído porque estaba pasando una


mano por su culo redondo y entre sus muslos tensos.

Y me contó cómo había comenzado a recibir clases de


piano cuando era niño, a escondidas de sus padres.

—Toqué durante años, durante toda la escuela


secundaria. Hice todo el recital y lo de la competición. Y lo hice
bastante bien.

Presioné para que admitiera que había ganado o se


había clasificado en el Concurso Nacional de la Asociación de
Piano durante cinco años consecutivos, lo que estaba bastante
seguro de que lo hacía muy bueno a la medida de cualquiera.

108
—Cuando estaba en la escuela media, aprendí otras
cosas. Guitarra, bajo, el puto banjo, porque había uno en la
sala de música. Violín. Toqué eso en la orquesta en la escuela
secundaria porque ya tenían suficientes personas tocando el
teclado.

Su expresión se volvió melancólica mientras hablaba.

—¿Entonces qué pasó?

—No me gustaba la música. Las cosas clásicas...


Aprendí mucho de eso, pero nunca me sentí realmente como
yo mismo. Así que aprender guitarra era genial porque podía
escribir canciones sobre ella. No podía llevar un piano conmigo
todo el tiempo. —Suspiró y dejé que mis dedos se arrastraran
por su cabello, desenredando los mechones rebeldes mientras
esperaba que continuara—. El piano, sin embargo… —dijo
finalmente—. Me encantaba el piano. El... el puto piano de
cola. La sensación de las teclas, la resonancia del cuerpo, Dios,
el sonido de eso. Esa combinación de ritmo y melodía, y cómo
tus manos pueden estar en concierto o en contraste...

—¿Aún tocas?

Él consiguió una sonrisa soñadora.

—Tienen un Bösendorfer en el estudio al que me meto a


veces. Pensé en conseguir uno para el departamento, pero
parece que... —Negó con la cabeza.

—¿Qué? ¿Parece qué?

—Tan extravagante o lo que sea. Ya sabes, solo comprar


un piano.

Y esa era otra cosa que me gustaba de Theo. Aparte del


hecho que él vivía en un apartamento muy lindo (que, según
supe, su manager esencialmente había comprado con su
dinero y lo metió en el apartamento después de enterarse que

109
vivía en un barrio de mierda en Queens que también albergaba
un sitio ilegal de un carnicero que vendía carne en su balcón),
él no hacía nada... típico de las estrellas de rock y era una
consecuencia natural del hecho que él realmente no pensaba
en sí mismo de esa manera, excepto en los momentos en que
se veía obligado a esconderse de la prensa o ser reconocido.

La otra cosa que no le dije a Rhys fue que mientras más


tiempo pasaba alrededor de Theo, más trozos de música
comenzaban a caer en mi cabeza. Lentamente, al principio,
pequeñas agrupaciones de dos o tres notas que golpeaban
como gotas de lluvia. Luego en formas más familiares. Un coro
que subía desde el rugido del metro, la primera línea de un
verso de leer mal la cartelera fuera de la tienda de comestibles
a pocos kilómetros de mi casa.

A veces, tomábamos la guitarra mientras estábamos


hablando por teléfono. Una noche, Theo cambió a FaceTiming,
donde hicimos un riff, cada uno comenzando una canción en
el acorde en el que terminaba la del otro. Y me sentí tan
jodidamente bien por volver a hacer música que sentí una
oleada de esperanza. Theo me sonrió como si pudiera sentir el
cambio en mi estado de ánimo. Llevaba pantalones chándal
azul marino, una camiseta gris gastada y su cabello era un
desastre enredado alrededor de su rostro, e incluso en la
pequeña pantalla, apoyada en la mesita de café, estaba
radiante.

No me había dado cuenta que estaba cantando algo


cuando Rhys y yo estábamos en el jardín, pero una vez que lo
mencionó, me di cuenta que en algún momento esos
fragmentos se habían fundido en algo así como la estructura
de una canción. Era escueta y torpe… tambaleándose sobre
los débiles músculos primaverales de algo que acababa de
despertarse después de un duro invierno… pero estaba allí.
Prueba de que no era inútil. Prueba de que no era nada. Y, lo

110
más importante, la prueba de que no solo habían sido las
drogas las que me habían convertido en el músico que era.

Sabía que no era verdad. Estuve tocando música y


escribiendo canciones mucho tiempo antes que las drogas se
convirtieran en un problema. Pero saberlo contaba muy poco
contra el temor de que en algún lugar de allí, hubiera borrado
la parte de mí que podría crear sin ellas.

Se había deslizado tan lentamente que apenas lo había


notado. Drogas, alcohol, fiestas, todo era parte de estar de gira,
tocar en bares llenos de humo y terminar el día a la una de la
madrugada cuando lo único que podía hacer era ir a otro bar
o pasar el rato en el autobús de la gira de alguien o en su
camerino, o en la habitación de hotel. Y todos lo hacían, así
que no pensé nada al respecto. Era tan natural como coger una
guitarra y comenzar una canción, sabiendo que todos los
demás se unirían.

Esa fue la parte que siempre fue más difícil de aceptar.


Que algo que otros hacían de manera informal y sin pensar
podría tener tanta influencia en mí. Se sentía ridículo al
principio y lo descarté. ¿Cómo podría esto repentinamente ser
un problema? ¿Cómo sucedió? Se sentía injusto, tonto,
estúpido. Y me negaba a aceptar que ese problema de repente
fuera mi vida.

Siempre tenía el control. Siempre tomaba decisiones,


asumía la responsabilidad. Yo era quien tranquilizaba a los
músicos que se volvían locos al subir al escenario, o bajaba las
nubes cuando los egos chocaban. Yo era el que siempre
recordaba presupuestar el dinero de los alimentos y los
controles de aceite para nuestros vehículos de gira. Llamaba a
mi madre en su cumpleaños y siempre enviaba el alquiler a
tiempo.

Era absurdo imaginar que me había despertado un día


tan abajo que todos habían visto la caída excepto yo.

111
Theo entró corriendo a través de la puerta principal
cuando yo estaba tirando de la ropa después de una ducha.

—¡Oye! —Estaba sonrojado y excitado cuando me


agarró—. ¿Adivina qué? —Él rebotó frente a mí—. Me reuní
con la banda hoy para planificar nuestro tiempo de grabación
en el estudio.

Riven iba grabar material para su nuevo álbum a partir


de la próxima semana.

—Estábamos hablando y les estaba contando sobre ti, y


les toqué tu material y les encantó, e íbamos a conseguir una
acústica en un montón de temas junto con la eléctrica de Coco
de todos modos, así que todo el mundo estaba totalmente
entusiasmado para que lo hicieras. Y los coros, ¿si quieres? Me
encantaría, creo que serían geniales. Me encanta tu voz, como
sabes.

Acarició mi garganta para enfatizar, pero lo sostuve, con


las manos sobre sus hombros. Un escalofrío recorrió mi espina
dorsal como los gritos de las lechuzas a altas horas de la noche.

—¿Qué demonios, Theo?

—¿Yo… Qué?

La ira y el miedo libraron una guerra entre ellos tan


rápido que casi lo empujé lejos de mí para que no lo tocaran.
Entonces no pude ver. En cambio, me deslicé a su alrededor y
caminé hacia la cocina buscando una limonada, esperando
que poner algo en mi boca ayudara a evitar que salieran otras
cosas.

112
—Caleb, yo no... ¿qué hice?

—Mira, no me hagas ningún favor, ¿de acuerdo? —


espeté—. Eso es exactamente lo que no quiero, todos tus
compañeros de banda se compadecen del imbécil arruinado al
que estás follando y que arruinó su carrera. No, gracias.

Y ahí estaba, tras la ira y el miedo: vergüenza,


convirtiendo mi estómago en ácido. Sólo quería que se fuera
para poder acurrucarme y lamer mis heridas.

—¡Eso no es lo que pensaban en absoluto! Ellos


pensaron que eras genial. Y no les dije que estábamos... que
nosotros... sobre follar. —Se calló tímidamente, con la voz
temblorosa.

—¿Dije que quería volver al estudio? ¿Te pedí que


hicieras esto? No. Hay razones por las que estoy aquí y no en
Nueva York. Y cuando esté listo para grabar de nuevo, no
necesito que ilumines el camino, ¿de acuerdo?

Theo levantó las manos.

—¡Bueno! Jesús. Lo siento, joder, quería ayudar.

—¡No necesito tu ayuda, Theo! Ya tenía una carrera en


este negocio cuando tú tocabas el violín en la orquesta de tu
escuela secundaria. No necesito tu maldita caridad.

—¡Bien! —Theo me gruñó, glorioso con su justificada


ira—. Perdóname por pensar que sería bueno para ti hacer algo
más que estar sentado en esta casa y hurgando en la tierra. A
veces tienes que arriesgarte, ¿sabes?

Se paró frente a mí, tan puro y brillante, el mundo a sus


pies. Y en ese momento, lo odié.

113
Capítulo Nueve
Theo
—Diablos, Decker, ese eres tú. De nuevo.

Perdí mi voz por tercera vez consecutiva. Ven estaba


rodando sus ojos, las fosas nasales de Coco estaban
acampanadas, e incluso Ethan, por lo general el más tranquilo
de nosotros, lanzó un palo al aire sin esperanza. No eran solo
notas perdidas. Sonaba mal, estaba distraído, y había escrito
mierda durante las últimas dos semanas, aunque antes las
canciones me venían de todas partes.

—Lo siento —murmuré, dejando caer mi barbilla para


que mi pelo escondiera mi cara.

—Uh, intenta bajar una octava para el segundo coro —


sugirió Coco a Ven—. Si bien estamos perdiendo el tiempo de
todos modos.

—Sí, buena idea —dijo Ven, intentándolo.

Habíamos estado trabajando en este álbum de la forma


en que deseábamos haber hecho la última canción de una en
una, completando una antes de pasar a la siguiente. Nuestro
primer álbum lo habíamos grabado en cinco días. Pero eso fue

114
porque era todo lo que nos habían dado el presupuesto, y no
conocíamos nuestro sonido lo suficientemente bien como para
experimentar. En nuestro segundo álbum, entramos con las
canciones sólidamente construidas, y las grabamos por partes,
añadiendo pistas más adelante cuando las necesitábamos.
Desde el punto de vista de producción, el álbum había
funcionado bien, pero las canciones no poseían el alma de
tocar en vivo. Odiamos lo perfectas que sonaban, lo ingeniosas.

Esta vez, teníamos el dinero y el tiempo para hacerlo de


la manera que queríamos. Y no solo era demasiado miserable
para disfrutarlo, sino que también lo estaba jodiendo para los
demás.

Los primeros dos días pensamos que solo estábamos


volviendo a calentarnos. Había traído las dos canciones que
había escrito para comenzar, y prometí que tendría más
pronto. Pero a pesar que las canciones parecían prometedoras
cuando las escribí, y Caleb dijo que eran geniales cuando las
interpreté, una vez que entramos al estudio, todo se vino abajo.
Nos faltaba algo vital. Un poco de energía o chispa para unir
todo el conjunto.

—Esa mierda viene cuando llega, hombre —había dicho


Ven el segundo día, cuando planteé mi preocupación—. Lo
sabremos cuando lo escuchemos. Por ahora, solo confía.

Ethan había asentido.

—Es verdad. Simplemente tocaremos y nos llegará algo


que queremos sacar de todo el álbum.

Pero luego pasó el día tres, y el día cuatro, y fue una


porquería. Yo era una mierda. Y mis compañeros de banda
comenzaron a intercambiar miradas que fingía no haber visto.
Ahora habíamos estado en ello durante una semana y no
habíamos trazado ni siquiera una pista sólida.

115
—Lo siento chicos —dije por centésima vez—. Voy a
tomarme diez minutos.

Salí del estudio murmurando y la sensación de ojos en


mi espalda. Empujé las puertas y me escabullí por el laberinto
de pasillos alfombrados hasta que salí. La brisa cálida después
del aire acondicionado del estudio fue bienvenida, y me
acuclillé contra el ladrillo calentado por el sol que estaba a la
vuelta de la esquina de la salida.

Joder, ¿qué estás haciendo, Decker?

Tiré de mi cabello, tratando de entender qué diablos


estaba mal conmigo. Y me encontré deseando, por alrededor
de la milésima vez en la última semana, que Caleb estuviera
aquí.

Pero Caleb no estaba aquí, porque había sido un idiota.


Dejé que mi emoción ante la idea de tenerlo en el álbum
eclipsara el hecho de que claramente no estaba en un lugar
donde quisiera estar en el estudio. No sabía mucho sobre los
detalles de la adicción de Caleb. Odiaba hablar sobre eso, dijo
que había hablado de eso lo suficiente en rehabilitación que le
duraría para toda la vida. Pero entendí, por otras cosas que él
había dicho, que esa no era la verdadera razón. La forma en
que habló sobre su vida como si hubiera terminado. La forma
en que hablaba de la música como parte del pasado, con
nostalgia, como un amante que lo había abandonado.

Lo último que quería hacer era hacerle daño o hacerle la


vida más difícil. Pero no lo había hecho a propósito y él
simplemente... se cerró. Él me había alejado y podía verlo bajar
las escotillas, preparándose para capear la tormenta solo. Si
tan solo me hubiera dado una oportunidad, yo me habría
quedado; ayudado. En cambio, dejó en claro lo que realmente
pensaba de mí. Que era un niño, un falso, un egoísta.

116
Que él estaría bien sin mí. Era un sentimiento
asquerosamente familiar.

Si me permitiera pensar en cuánto me dolía el rechazo


de Caleb, nunca podría superar el resto del día. Respiré hondo
y cerré los ojos, tocando el piano sobre mis rodillas dobladas.
Corrí algunas escalas, arpegios, ejercicios de Hanon, como
siempre lo hacía cuando era niño. Ellos me calmaron. Conocía
sus patrones, y sabía qué hacer a continuación.

Después de unos minutos, escuché a Coco decir mi


nombre, y me encogí, metiéndome aún más en el callejón y
dejando caer mi frente en mis manos.

—Y ahora te estás escondiendo en un callejón de tus


propios compañeros de banda —murmuré en la cueva oscura
y segura de mis brazos y rodillas—. Estupendo. Lo que sea. Tal
vez solo por diez minutos más.

La puerta de entrada estaba abierta, y me deslicé en la


fresca sombra de la sala de estar. Cuando la puerta se cerró
detrás de mí, algo se movió en el sofá.

—¿Caleb?

La figura salió de la oscuridad y la manta y se reveló


como Caleb, con el cabello desordenado y la expresión
sombría. El sofá estaba orientado, como la primera vez que
había estado allí, empujado contra la pared, por lo que formaba
una especie de fuerte por el que tendrías que trepar. Una
almohada de la cama de Caleb estaba allí en una maraña de
sábanas.

117
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, con voz baja y
ronca por el sueño.

—¿Puedo entrar?

—Estás dentro.

Él no parecía enojado, exactamente. Más bien agotado.

Había intentado llamar, pero no había respondido, y al


principio me enfadé. Durante días, me enfadé. Lo sentía como
un gran rechazo por un error.

Pero también lo extrañaba. Lo había extrañado más de


lo que creía que era posible, porque no estaba seguro de haber
extrañado así antes. Había extrañado a Eric, que se mudó en
el primer año en la escuela secundaria. Pero, realmente, había
echado de menos a alguien, no a Eric específicamente.

Y tal vez me hacía patético, pero no quería permitir que


Caleb me alejara. Entonces aquí estaba yo.

Me quité los zapatos y trepé al sofá, así que me senté en


el brazo, con los pies en los cojines, frente a Caleb, que se dejó
caer de nuevo en el nido de mantas, como si estar en posición
vertical consumiera demasiado de su energía.

—Lo siento —dije—. Fui un idiota. No quise serlo, pero


veo que lo fui. Sobre eso del estudio. Es solo que... me
entusiasmé tanto con la idea de tenerte en el álbum y tocar
contigo, que... no pensé en cómo te sentirías. No pienso en ti
con lastima. Tienes que saberlo, ¿vale?

Toqué su tobillo, la única parte de él a la que tenía fácil


acceso. Escuché un suspiro desde lo profundo de la maraña
de ropa de cama, y Caleb se levantó. Cuando me miró, se veía
destrozado, y un rayo de miedo me recorrió cuando pensé que
quizás nuestra pelea lo hubiera molestado tanto que hubiera
consumido de nuevo. Como si pudiera ver la sospecha en mi

118
cara, echó la cabeza hacia atrás contra el respaldo del sofá y
se pasó las manos por la cara, la barba y el cabello.

—Mira, esto es el infierno, ¿de acuerdo? La música es...


es todo para mí. Y en estos días, me da mucho miedo. —Sus
ojos me suplicaron que entendiera, y pensé que sí, pero esto
era demasiado importante como para no estar seguro.

—¿Por qué?

Caleb se miró las manos, las palmas ásperas, los dedos


permanentemente callosos, los nudillos entintados.

—Porque caigo... profundo, cuando me meto en eso. Me


pierdo en eso. Y es la mejor sensación. Esa exaltada sensación
de estar envuelto en algo más grande que yo. Pero ahora...
ahora estoy... no sé cómo hacerlo y también me mantengo
separado de eso. Si fuera profundo, si pisara los lugares que
he recorrido antes, no estoy seguro de poder existir allí
directamente, ¿sabes? Así que he estado... pisando agua,
supongo. Puedo ver el océano, puedo cavar mis dedos en la
arena. ¿Y cuando haces una mierda como intentarlo y que me
lleves al estudio? Sé que tuviste buenas intenciones. Pero es
como una maldita resaca, hombre. Una cosa es si lo elijo, pero
no puedes ser el que me mueva.

Me dejé caer a su lado en el sofá y deslicé una de mis


manos en la suya. Sabía la sensación de profundizar. De saber
que, si te permites ir realmente hasta el final, tal vez empieces
a cambiar.

—Entiendo. No voy a empujarte. O bien, tirar de ti, lo


que sea peor. Cualquiera de las dos. No lo haré tampoco. Me
emocioné antes y no pensé. Lo siento mucho.

—Lo sé —dijo, cansado— Lo siento, fui duro contigo. Yo,


eh... entré en pánico un poco, supongo. Golpeó mi orgullo, y
aparentemente eso es algo de lo que todavía tengo un montón,
a pesar de todo. —Me apretó la mano, luego movió su mano

119
para cepillarme el pelo—. Lo siento —dijo de nuevo, tan
suavemente que era solo aliento.

—Está bien. Te extrañé. —Me incliné para besarlo, solo


un roce de labios y él apoyó su frente contra la mía y me miró
por un momento.

—He estado escribiendo —dijo—. Sólo trozos y piezas,


pero fue como si después de que te fueras, hubiera un... no sé,
un fantasma de desafío en el aire. Este reto. O tal vez tenía
mucho miedo de perder la cabeza por mí mismo otra vez.

Incliné mi barbilla para poder mirarlo. Tenía ojos


distantes.

—Fui con Rhys unos días, pero después de eso supe que
Matt quería que me fuera. No puedo culparlo. Yo estaba
gruñón, y Rhys y yo no hacíamos más que hablar de todo. Eso
es lo que hacemos. Pero Matty no es así. Él es un tipo sensible.
Se mete debajo de la piel, así que tuve que irme. Y cuando volví,
simplemente... comencé a trabajar en algunas cosas, y lo he
estado haciendo desde entonces. No puedo dormir mucho.

—Bueno, eso es genial —le dije—. Porque estoy jodido de


izquierda a derecha, así que tal vez puedas ayudarme. Soy una
mierda sin ti. —Era una frase cursi. Incluso una banda emo la
hubiera rechazado como letra. Pero era verdad.

Caleb rozó su pulgar en mi ceja, mi pómulo, mi labio.

—¿Qué pasa?

—Uf, hemos estado en el estudio la semana pasada, y


es... jodidamente terrible, hombre. Parece que no entiendo
nada, y la banda está enojada conmigo. Luego me voy a casa a
ese maldito apartamento vacío y trato de escribir, pero todo es
color primario rebotando en las paredes. No quiero salir,
porque es brillante y soleado y la gente me nota más, así que
acabo por estar allí sentado, tocando la guitarra. Y a veces

120
hablando con Antony. Oye, debería escribir una canción
llamada “Crossword Puzzle Blues” y dedicársela a él.

—Eh, solo estás intentando demasiado —dijo en voz


baja—. Lo estabas haciendo bien hace unas semanas.

—Lo sé, pero estaba cerca de ti —murmuré. Luego


enterré la cara en mis rodillas levantadas porque, en serio, con
palabras como esas, probablemente era mejor que no
escribiera nada.

Caleb deslizó una mano en mi cabello y comenzó a


rascarme el cuero cabelludo y casi me caigo encima de él por
el placer.

—Las canciones vendrán —dijo—. Estás estresado por el


estudio que está reservado. No pienses en eso. Escribe de la
forma en que escribes cuando no hay una fecha límite, nadie
está esperando.

Estaba prácticamente ronroneando al sentir su mano en


mi cuero cabelludo, y cuando se alejó, protesté.

—Oye, sé lo que ayudará —dijo—. Te daré algo. Me lo dio


Rhys hace unos meses porque se iba a deshacer de él y me
olvidé que incluso lo tenía.

Un minuto después, regresó y dejó caer un viejo teclado


Casio en mi regazo.

—Puedes escribir con eso, como si fuera un piano.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que


escribí sobre otra cosa que no fuera la guitarra, pero eso
pareció tan tonto de repente. El piano era lo que hizo que me
enamorara de la música, así que ¿por qué no debería escribir
en uno?

Bajé del sofá y puse mis brazos alrededor del cuello de


Caleb.

121
—Eso es increíble —le dije—. Gracias.

Él asintió y envolvió un brazo alrededor de mi cintura.

—¿Caleb?

—Hmm.

—¿Por qué diablos pones tu sofá así? —Sentí su risa


contra mi pelo.

—Cuando llegué aquí, me estaba arrastrando fuera de


mi piel. Todo me hacía desear saltar y conducir de regreso a la
ciudad… al infierno, a la estación de autobuses más cercana…
para beber. O, eso no es así exactamente. Drogas... Nunca me
sentaba y bebía, ya sabes, las drogas siempre iban con la
música para mí. Así que quería dejarlo y volver a todo. A mi
jodida vida, ¿sabes? Porque eso es lo que era: mi vida. Y de
repente no tenía nada que hacer. Incluso sentado en el sofá,
miraba por la ventana y veía mi camioneta. Entonces, llevé mi
camión hasta Rhys y le dije que lo dejara allí un mes, que no
me dejara cogerlo. Y cuando él me dejó en casa, giré el sofá
para no poder ver nada más que la pared. Así conseguía no
pensar en salir de aquí.

Él se encogió de hombros incómodo.

—Realmente ya no necesito tenerlo así, por lo general.


Yo solo... Me estaba escondiendo un poco, supongo. —Bajó la
cabeza.

—Te encontré —le dije, y lo besé.

122
Capítulo Diez
Caleb
Theo estaba encerrado conmigo en la granja. Llamó a la
banda y les dijo que solo necesitaba un cambio de escenario,
pero que si le daban una semana, les prometía que volvería y
que iba a ir con dos nuevas canciones. Incluso se ofreció a
pagar por la cancelación del estudio de esa semana de su
propio bolsillo, un gesto que decía mucho sobre cómo se veía
a sí mismo en relación con la banda.

Fuimos a dar largos paseos por las mañanas, y luego


trabajábamos en la música todo el día. Una vez que Theo entró,
vagué por la propiedad, murmurando para mí durante una
hora y probablemente luciendo como un lunático, pero la
canción simplemente estaba allí. Era como solían venir a mí,
solo que sucedía cuando estaba de gira, o caminando por la
ciudad. Algo acerca de moverse por el espacio me distraía lo
suficiente como para que las notas y las palabras se asentaran
sin que yo las pensara demasiado.

Lo que estaba escribiendo era duro, pero sabía que era


bueno. Lo supe con el instinto que había estado durmiendo
durante el último año, pero que ahora había rugido despierto.
Era oscuro, que es como supe que no era para el álbum de

123
Rhys, aunque estaba bastante seguro de que iba a decirle que
me sumaba al proyecto.

Theo garabateó. Se sentó en el suelo, los miembros


largos doblados o tendidos en varias posturas de aspecto
incómodo, con el teclado frente a él y el cuaderno a su derecha.
Garabateaba en el cuaderno, probaba algo en el teclado y
garabateaba algo más. Al principio, sonaba como si no
estuviera llegando a ninguna parte, pero si me detenía y
realmente escuchaba, podría escuchar la canción emerger en
clústeres de tres y cuatro notas. Y me di cuenta que él escribía
verticalmente, no linealmente. Cada nota que escuchaba la
escuchaba como guitarra, voz, bajo y batería. Ese pequeño
cabrón estaba allí en mi suelo, escribiendo música rock como
si estuviera componiendo una maldita sinfonía. No es que
realmente supiera cómo se componía una sinfonía.

No tenía idea de cómo guardaba todas las partes


directamente en su cabeza, y no tenía idea de que él escribiera
así. Era como si estuviera cavando un metro para cada frase.
En cierto modo me dejaba sin aliento, y me hacía preguntarme
qué otras sorpresas escondía Theo Decker detrás de esa caída
de pelo negro, esos ojos preciosos, y la personalidad de estrella
de rock que el mundo veía.

Cuando estábamos solo nosotros dos, él era cambiante,


a veces tímido y torpe, a veces despistado y tonto, a menudo
gruñón e intenso, y ocasionalmente tan dulce que tenía que
hacer una doble inspección para comprobar que no estaba
jugando conmigo. Pero no era así.

Al tercer día estaba allí, Theo estaba escribiendo en la


sala de estar y yo estaba fumando un cigarrillo en el porche,
cuando Rhys llegó con un rugido de transmisión y una nube
de polvo en la carretera. Había sido una semana seca, y
esperaba por el bien del jardín que lloviera más tarde.

124
—¿Está tu chico aquí? —preguntó, señalando por
encima del hombro hacia donde estaba estacionado el coche
de Theo.

No estaba de acuerdo con sus palabras, pero no me


molesté en tratar de corregir a Rhys.

—Está dentro. —También consideré cada versión de


“Ven Mas Tarde” que podía pensar en decirle, luego las
descarté todas porque Rhys iba a hacer lo que Rhys iba a
hacer, y si había alguna esperanza de que Theo y yo
siguiéramos adelante, tendría que aprender a lidiar con Rhys.
Y, joder, ¿estaba realmente pensando que podría haber un
Theo y yo en el futuro?

—Mierda —murmuré, y me levanté para seguir a Rhys


dentro.

Theo, que todavía estaba tendido en el suelo, ni siquiera


nos escuchó entrar. Llevaba auriculares, fruncía el ceño ante
su cuaderno, con el labio inferior atrapado entre los dientes y
tocando el ritmo con su pluma. Él se veía adorable.

—¡Mierda, diablos! —soltó un juramento cuando se


sorprendió al vernos allí.

Rhys se rió entre dientes.

—Hola, soy Rhys Nyland. —Le tendió la mano a Theo,


para sacudirla, y Theo se puso de pie, el cable de los
auriculares lo empujó hacia abajo así que cuando se puso de
pie su cabello estaba por todas partes y el cuello de su
camiseta estaba ligeramente torcido. Algo sobre él cuando se
sentía incómodo siempre me llegaba. Pensé que Rhys tal vez
sentía lo mismo, porque su sonrisa se hizo más amplia.

—Hola. Theo. —Estrechó la mano de Rhys e intentó


alejarse, sin saber que Rhys le estaría estrechando la mano
durante un tiempo anormalmente largo. Esto provocó que

125
Theo intentara retroceder, y casi pisó el teclado. Lo agarré del
brazo y lo liberé del agarre de Rhys, cerrando una mano
alrededor de su cadera en el proceso.

—Oh, oye, mi Casio —dijo Rhys.

—Theo estudió piano clásico —le dije, añadiendo una


advertencia a Rhys en mi tono. Rhys no era de los que
empezaban a cargar contra alguien, pero me protegía por lo
general, y lo había hecho doblemente durante el último año,
así que no le di la oportunidad.

Theo se sonrojó y comenzó a ignorar mi comentario, pero


Rhys dijo:

—¿Sí? Guay. Nunca pude tocarlo, en serio. Las manos


se me quedaban atrapadas. —Levantó sus enormes manos,
que parecían cómicas en el contexto del pequeño teclado— toca
algo —le alentó.

—Oh, nah, eso no es realmente…

—Venga. No espero mierda del estilo de Carnegie Hall ni


nada. Solo un poco... Clásico... música... alguna cosa. —Él
sonrió ante su propia ignorancia.

Theo sonrió y se encogió de hombros, luego se acomodó


en el suelo. Tocó algunas notas, tocó una escala, luego respiró
hondo y comenzó a tocar. No sabía cuál era la pieza, pero a
pesar de que estaba en el suelo, la postura de Theo era una
baqueta recta con los hombros relajados, cuando
generalmente se sentaba en una maraña de extremidades. La
música era encantadora, aunque sonaba extraña y pequeña en
el teclado, especialmente en la octava más alta. Incluso las
manos de Theo se movían de forma diferente mientras tocaba
que cuando lo vi trabajando en sus canciones.

Tocaba tan expresivamente como cantaba, y aunque


había dicho que nunca le había apasionado la música clásica

126
que había tocado cuando era más joven, le producía alegría, e
incluso con el teclado Casio no podía disimular eso. Cuando
terminó, levantó los dedos de las teclas de una manera que
parecía ritualista y apoyó las manos sobre las rodillas, y luego
vi lo que no había visto con su pelo en la cara. Sus ojos estaban
cerrados. Cuando se abrieron de golpe, eran soñadores, más
plateados que azules, y vi la autoconciencia en él.

Mire a Rhys con la mandíbula floja. Bajó la cabeza y se


encogió de hombros, esa postura perfecta cuando se doblaba
sobre sí misma como una flor.

—Es incómodo —dijo—. El teclado es mucho más


pequeño.

—Mierda —dijo Rhys—. Joder.

—¿Qué era eso? —le pregunté.

—Oh, eh, un Chopin nocturno. La toqué para un recital


una vez, hace un trillón de años. Siempre me gustó. —Se
encogió de hombros otra vez, y como estábamos en silencio,
hizo un gesto incómodo para indicar que iba al baño, y casi
salió corriendo de la habitación.

—Guau, amigo —dijo Rhys—. No esperaba eso.

—No vas a creer cómo escribe sus canciones —le dije,


inclinándome. Rhys estaba fascinado por los procesos de otros
músicos, así que sabía que estaría interesado en esto—.
Escribe como si estuviera haciendo secciones transversales en
cada frase más o menos. Escribe todas las partes a la vez.

—¿Qué? —respiró Rhys—. Eso es irreal. Nadie escribe


así. Tengo que preguntarle. Él no es... uno de esos chicos que
va a enloquecer con un jodido ataque de pánico o algo así.
¿Recuerdas a ese tipo, Gary, en Memphis?

127
Gary era un guitarrista que tocaba en el Ruby Slipper en
Memphis, y había traumatizado a Rhys por tener un ataque de
pánico después que Rhys no dejara de hacerle preguntas sobre
cómo usaba su agudo. Resultó que el ataque de pánico tenía
poco que ver con el intenso enfoque de Rhys, pero Rhys se
había sentido muy mal al respecto. En realidad, era un oso de
peluche, y le molestaba cuando su volumen e intensidad se
interpretaron como agresivos en lugar de lo inverso.

Yo resoplé.

—No.

—Está bien, ven aquí y muéstrame esta cosa donde


escribes todas las partes a la vez —dijo Rhys tan pronto como
Theo regresó a la habitación. Rhys estaba sentado en el sillón
y parecía un jodido Santa Klaus tratando de que Theo se
sentara sobre sus rodillas. Empujé a ambos hacia el sofá y fui
a preparar otra taza de café.

—¿Puedo tomar huevos también? —preguntó Rhys.

—No he hecho huevos.

—Oh. —Luego una larga pausa y con la voz esperanzada


dijo Rhys—: ¿Puedes hacerlos?

Puse los ojos en blanco hacia mi amigo, pero saqué los


huevos cuando escuché a Theo comenzar a hablar. En
cuestión de minutos, los dos estaban acurrucados en el sofá,
con el teclado apoyado sobre sus rodillas, con Theo hablando
animadamente y gesticulando salvajemente, untando en tinta
de los baratos bolígrafos que masticaba.

Puse los huevos frente a Rhys y él apenas me notó, tan


concentrado en lo que Theo le estaba diciendo. Cuando me
senté al otro lado de Theo, me di cuenta que esta era la primera
vez que más de una persona había estado en esta casa conmigo
desde que me mudé. Solo tenía recuerdos borrosos de visitar a

128
mi abuelo cuando vivía aquí. Luego tuvo un derrame cerebral
y se fue a vivir a una casa de retiro cuando yo tenía trece años.
Pero recordé cómo miraba a mi madre, a mi hermana y a mí,
sorprendido, como si él tampoco estuviera acostumbrado a
tener a alguien en la casa. Tal vez ese era el tipo de lugar en el
que se encontraba: un lugar para un solo hombre, ya fuera
claustro o ataúd.

Sin embargo, me sentí bien pasando el rato aquí con


Theo y Rhys. Como si este lugar que había encontrado, que
había convertido en un santuario donde ningún otro lugar
parecía sostenible, en realidad se convirtiera en un hogar. Me
imaginaba despertar aquí con Theo en la mañana de Navidad,
o tener a Rhys y Matt para una hoguera en el otoño.

Las escenas de hacer una vida aquí, una vida real,


presente, aparecieron frente a mí como un libro plegable.
Deseos durante mucho tiempo enterrados y las posibilidades
que creía muertas surgieron de lo más profundo de mi mente
cuando abrí las puertas. Tendría que esperar y ver. Pero
todavía estaban allí, todavía acechando, esperándome cuando
estuviera listo.

Mientras tanto, sentí una cálida satisfacción en la idea


de que mi mejor amigo y mi amante se llevaran bien.
Probablemente tenía todas las características de una alianza
impía, teniendo en cuenta las historias que Rhys podía contar
sobre mí, pero estaba dispuesto a arriesgarme.

Unas noches más tarde, estábamos acostados en la


cama, la brisa de la ventana abierta secaba el sudor que rayaba
nuestros cuerpos por el sexo que nos dejó sin aliento. Pensé

129
que Theo se había quedado dormido, cuando comenzó a
presionar pequeños besos en mi hombro, luego enterró la cara
en él.

—¿Estás bien?

—Nervioso —murmuró en mi hombro.

—¿Por volver al estudio mañana?

Él asintió y pasé una mano por su cabello. Quise pasar


mis dedos por allí, pero se engancharon, sus siempre presentes
enredos empeoraban al ser follado contra el colchón, y me
dispuse a retirarlo de su cara.

—Las canciones son sólidas, cariño. Son buenas.

—¿Tú crees? —Su voz era pequeña. Se lo había dicho


media docena de veces, pero asentí de todos modos—. Me
preocupa que la línea de bajo de “Cupcake Apocalypse” se
parezca demasiado a la de “Monsters” de nuestro primer
álbum.

—No es tu trabajo escribir todas las partes


perfectamente en la primera toma. Ven cambia las partes a
veces, ¿verdad?

—Sí —suspiró—. Estoy nervioso en general.

Se levantó sobre un codo y arrastró una pequeña yema


de dedo sobre mi nariz. Sin pensarlo, cogí su mano y besé sus
dedos, luego la puse con la palma sobre mi pecho y la cubrí
con la mía. Nos miramos a la luz de la luna, y vi sus pestañas
aleteando, los labios ligeramente separados.

—Hablé con mi madre esta mañana —dijo—. Mientras


estabas caminando. Era su cumpleaños. —Se mordió el labio.

—¿Cómo está ella?

130
—Bien. Ella siempre está bien.

—¿Qué piensa de todo lo de la música? Nunca me


contaste sobre ellos. Tus padres.

—Ellos piensan que es extraño. Bueno, es extraño. Ellos


piensan que es... tonto, ¿supongo? Embarazoso. Cuando
llegamos por primera vez a Tuneyard, estaba muy emocionado
y les envié una copia. Era una extensión de dos páginas, con
fotos y todo. Y mi madre dijo que debería humillarme por cómo
me veía. Era una foto de mí solo, y estaba un poco agachado,
una mano en el suelo y la otra cerca de mi boca. Fue una
tontería, más o menos, porque lo que había estado haciendo
era morderme las uñas porque estaba tan nervioso por la
sesión de fotos. Y el asistente de la foto seguía diciéndome:
‘saca tus malditos dedos de tu boca’. Pero en ese plano
parece... no sé.

—Apuesto a que estabas sensual y jodidamente caliente.

—Sí, bueno. Tú y mi madre estarían en desacuerdo. Lo


que sea. Cuando me uní por primera vez a la banda, se lavaron
las manos de todo el asunto. Nunca pensaron que había
sucedido nada, por lo que no les preocupaba, pero pensaron
que era una pérdida de tiempo. Ellos querían que fuera doctor.
—Él se rió amargamente—. Sí claro. Me iría muy bien cuando
llegara a la parte en la que odio la sangre y ese olor asqueroso
de antiséptico de los hospitales me hace vomitar.

Sonreí al pensar en Theo en una bata blanca con todos


sus tatuajes y su pelo largo y su delineador de ojos.

—Simplemente les gustaba cuando tocaba el piano. Era


apropiado, respetable. Nada amenazante o humillante. —Sus
dedos se deslizaron por mi barba, luego pasó su pulgar sobre
mi boca—. Tienes la boca más sexy —murmuró. Sonreí bajo
su pulgar, y él me besó. Luego jugueteó con la púa de guitarra
que llevaba en una cuerda alrededor de su cuello.

131
—¿Te dije que en realidad no son mis padres?

—¿Qué? No —dije, sentándome—. ¿Adoptado?

Él negó con la cabeza.

—Son mis abuelos. Mi madre, supongo que era un poco


salvaje. Se quedó embarazada cuando tenía dieciséis años, y
mis padres estaban mortificados. Sus padres. De todas formas.
Ella no dijo quién era el padre, y realmente no sé cuál fue el
trato, como si tal vez no supiera por un tiempo que estaba
embarazada. Pero, básicamente, querían que ella tuviera el
bebé, lo diera en adopción y continuara como si nunca hubiera
sucedido nada. Ella probablemente quería deshacerse de eso.
Yo. Pero creo que podría haber sido demasiado tarde,
¿médicamente?

Entregó todo esto con un tono práctico, pero la luz de la


luna reveló un ligero temblor en sus miembros, y lo tiré para
que mintiera cerca de mí.

—Ella me tuvo. Yo. Y luego supongo que simplemente


huyó. Creo que obtuvieron cartas o algo de ella durante unos
años, luego terminó en Lara, y dejó de escribir. A veces pienso
en ella cuando hemos tocado en shows en L.A. Como ... ¿y si
ella está allí? En la multitud. ¿Qué pasa si paso por su lado en
la calle y nunca lo supe? He visto fotos, pero solo hasta que era
una adolescente. De todas formas.

—¿Siempre lo supiste, al crecer?

Sacudió la cabeza y se dio la vuelta, así que estaba


acostado de espaldas a mi lado, con los brazos en contacto.

—No me dijeron nada hasta que estaba en primer año


en la escuela secundaria. Solo sabía que, bueno, que eran...
fríos, supongo, es la mejor manera de decirlo. Fueron amables
conmigo y todo, me cuidaron. Pero no se sentía... ¿íntimo? Y
una vez que me dijeron, tenía sentido. Aunque, estaban

132
haciendo los movimientos por segunda vez. Ya habían tenido
su propio hijo y se suponía que no debería estar allí, pero
hubiera sido escandaloso deshacerse de mí. No habría sido
apropiado. Lo que sea.

Se encogió de hombros, pero el dolor en su voz se grabó


en mí como una espada, y deslice mi brazo bajo sus hombros,
queriendo el contacto.

—Justo después que me dijeron, todo ese año, fue tan


extraño. Seguí pensando que tenía que hacer que valiera la
pena su tiempo o algo así, así que intenté realmente ser bueno.
Seguía todas las reglas, iba bien en la escuela, limpiaba mi
habitación, tocaba la música que querían que tocara. Incluso
les dije que probaría todo el asunto de ir a la universidad a ser
médico. Pero... no importaba, porque todavía no... —Se
interrumpió, sacudiendo la cabeza, y yo lo abracé cerca,
respirando el olor de su pelo—. Todavía no me querían en
absoluto, creo —terminó en un susurro, y el dolor me invadió,
seguido de una feroz ola de ira contra la gente que había hecho
que Theo Decker pensara que no era suficiente. Lo sostuve
contra mí, pasando una mano por su espina dorsal.

—Cuando me uní a la banda, un poco... suena patético,


pero creo que pensé que sería como una familia. Pero... —Él
solo sacudió su cabeza y se acurrucó más cerca de mí,
envolviendo una pierna alrededor de mi cadera y un brazo
alrededor de mi cintura.

No tenía que terminar el pensamiento porque ya lo había


dicho todo. Se había unido a la banda buscando familia,
conexión, aceptación. Y, en cambio, se sentía como el hombre
extraño, alienado por la gente de la que quería sentirse más
cercano. De nuevo.

133
—¡Caleb! Ca... Oh, mierda —dijo la voz de Theo desde
afuera, interrumpida por el sonido de él tropezando con algo.
Sonreí a las papas que estaba cortando.

—En la cocina.

Irrumpió por la puerta, un borrón de energía maníaca.


Ingresó en la cocina y saltó sobre mí, prácticamente antes de
que pudiera dejar el cuchillo, me besó profundamente, sin
dejar de sonreír.

—Supongo que las cosas fueron bien, ¿entonces? —le


dije, sonriendo e intentando no dejarlo caer.

—Joder, sí, fue genial —dijo con entusiasmo. Lo deposité


en el mostrador y le dije que me contara mientras cocinaba.

—Les encantaron las canciones, y yo no fui un choque


de trenes como antes, gracias a Dios. Ven estuvo de acuerdo
con esa línea de bajo y se le ocurrió una variación que funcionó
muy bien. ¿Y sabes la parte en “Cupcake Apocalypse” después
del puente? Coco añadió algo así como —tatareó cuatro
notas— ¡eso cambia totalmente el ritmo y hace que todo el
asunto estalle! Y, oh, hombre, espera a escuchar el tambor de
Ethan. Fue algo así como lo contrario de Coco, y aceleró esa
parte, por lo que la guitarra se siente como si estuviera
compitiendo con el tambor, pero todavía están sincronizados.
Ah, y Ven está cantando armonía en la canción sin nombre, y
su armonía, ¡gah! Es enfermizo. Es algo extrañamente parecido
a la melodía, pero luego cae una octava completa, por lo que
se vuelve un tanto siniestro en el coro, lo que hace que el coro
suene como un puente. De todos modos, es genial. Todo
funcionó, ¿sabes? Después de toda una semana de mierda,

134
registramos ambas pistas hoy, y joder, estoy muy aliviado. Y
cansado. Y hambriento. Y muy caliente. Además, ¿te saludé?

Solté el cuchillo nuevamente y le di un empujón para


separarle las rodillas, parándome entre ellas mientras él se
sentaba en el mostrador.

—Estoy realmente contento —le dije, y lo besé—. No


puedo esperar a escuchar las pistas. —Estaba vibrando de
energía, sonriendo en mi beso. Pensé que podía ver el alivio en
su rostro, también. Alivio de no haber decepcionado al resto de
la banda, alivio de que les gustaran sus canciones y tocaran
bien juntos.

Ahuequé su mejilla y lo volví a besar, y esta vez pasó sus


piernas alrededor de mi cintura, enganchando sus tobillos y
jalándome hasta que mi entrepierna se apretó contra la suya.
Él gimió en el beso y nos frotó, mi pene palpitando detrás de
mi cierre. Deslicé una mano por la parte posterior de su
camiseta y lo besé hasta que su cabeza chocó contra el
armario.

—Lo siento —murmuré.

Su respuesta fue deslizarse del mostrador y empujarme


hacia atrás contra él. Luego se dejó caer de rodillas frente a mí
sobre el linóleo envejecido y me bajó los pantalones. Él me
miró, con los ojos plateados, el delineador negro manchado a
su alrededor del día anterior, cabello salvaje, y luego sonrió, y
maldita sea si él no era el hombre más hermoso que había visto
en mi vida. Había algo en el cambio rápido de emocionado y
maníaco a agresor sensual que me puso al instante duro.

Lamió líneas calientes a lo largo de mi polla con la parte


plana de su lengua mientras me miraba. Enredé una mano en
su pelo, y me permití relajarme. Theo hizo un sonido de placer
a mi alrededor cuando suspiré. Empezó a hacerlo con todo lo
que tenía, llevándome a lo profundo, con la boca caliente y

135
húmeda, esos labios perfectos estirados a mi alrededor, y sus
mejillas ahuecadas.

Mi cabeza cayó hacia atrás cuando las sensaciones me


abrumaron. Apretó la base de mi pene con una mano,
jugueteando con la lengua en mi punta, luego volvió a la
gloriosa fricción de su boca mientras deslizaba una mano hacia
mis bolas y tiró suavemente de golpe.

La sacudida de placer en mis bolas intensificó todo lo


que Theo estaba haciendo, y el sonido húmedo de él en mi polla
era muy caliente. Un vistazo abajo lo encontró, con las rodillas
extendidas en el suelo, su erección visible en sus vaqueros
ajustados, las mejillas enrojecidas y las pestañas oscuras
agitándose mientras me sacaba y metía de la boca. Estaba
respirando por su nariz mientras me llevaba profundo.
Entonces, como si pudiera sentir mis ojos sobre él, me miró,
con la boca muy extendida. Esos jodidos ojos solo me hicieron
pedazos.

Le puse una mano temblorosa en la mejilla, luego tracé


sus labios, y sus pestañas revolotearon. Él gimió y se ajustó en
sus vaqueros. Luego inclinó su cabeza hacia atrás, y agarró
mis muñecas, animándome a usar su boca como yo quería.

—Oh, joder.

Él asintió levemente mientras empujaba, con cuidado de


no lastimarlo. Pero después de algunos empujones, tomó el
ritmo y cerró los ojos, confiando en mí. Su mano se deslizó
hasta sus pantalones, arrastrando la cremallera hacia abajo, y
se dio un golpe con el puño, haciendo sonidos inarticulados de
placer alrededor de mi pene. Una mano trabajando su propia
erección, él alcanzó mis piernas y masajeó mis bolas con la
otra, y toda mi ingle se apretó, como si cada gramo de sangre
en mi cuerpo corriera hacia mi polla.

136
El calor húmedo de la boca de Theo se sentía como
terciopelo a mi alrededor, el placer agudo y limpio.

—Te ves tan jodidamente caliente de rodillas tomando


mi polla y masturbándote a ti mismo. —Theo gimió, y me miró,
con los ojos enormes. Soltó su erección y agarró mi culo,
tirando de mí más profundo y tragando a mi alrededor. El
placer se rompió como una ola y mis caderas se movieron hacia
adelante. Él se ahogó un poco y yo salí, pasando una mano de
disculpa por su pelo.

—Fóllame la boca hasta que te corras —dijo con la voz


en carne viva. La lujuria subió por mi espina dorsal ante la
idea de que mañana, en el estudio, Theo cantaría a través de
una garganta que había follado en carne viva, su deseo por mí
inmortalizado a través del sonido.

Agarré la base de mi polla sin darme cuenta, pero él


apartó mi mano y volví a sumergirme en su calor aterciopelado.
Me metí en su boca, mirándolo; el rubor en sus pómulos, el
delineador negro aún más manchado, escupiendo saliva en su
barbilla.

—Tócate —le dije, y comenzó a acariciarse mientras


empujaba, gimiendo alrededor de mi erección. Podía sentirlo
comenzar, el apretar de placer bajo en mi ingle, en mis bolas,
mi vientre. Acaricié el cabello de Theo hacia atrás—. Voy a
correrme. —Theo asintió y gimió, y me dejé caer en el orgasmo.
Mis muslos y mi culo se tensaron mientras me vertía en él. Era
una maraña de placer que se reunía para explotar, y yo pulsé
en su boca, mi culo apretando y mis caderas temblando.

—Oh, mierda, mierda, mierda.

Me apoyé en el borde de la encimera con mi codo antes


que mis rodillas pudieran ceder, y salí de la boca de Theo. Él
gimió, y sacó su lengua como si quisiera retener mi sabor el
mayor tiempo posible.

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Al verlo, con los ojos cerrados, la lengua fuera, lo agarré
y lo besé con fuerza, saboreándome en su boca, y luego lo llevé
al suelo, alcanzando su polla. Gritó cuando lo tomé en mi
mano, dando tumbos contra el linóleo en una caída de pelo y
codos y rodillas.

—Por favor, por favor, por favor, Caleb —canturreó, y le


di una fuerte sacudida. Se agarró a mis hombros y me arañó
en la espalda, y luego se vino con un gemido silencioso, con la
cabeza echada hacia atrás, los labios hinchados, las manos
apretadas en puños, jadeando. Su liberación se derramó sobre
mi puño y lo seguí trabajando hasta que empujó mi mano, e
inclinó la cabeza hacia atrás en el suelo con un golpe sordo,
con los miembros extendidos, cabello en la cara, respirando
pesadamente, una expresión de paz en su rostro.

—Mmmmmm —gimió, estirándose—. Buen trabajo en


equipo. ¿Estás haciendo hash para cenar?

—Sí. —Sonreí, cepillando su cabello hacia atrás.

—Eso es todo lo que puedes hacer, ¿eh?

—Básicamente.

Nos sonreímos el uno al otro, y me derrumbé sobre él,


enterrando mi cabeza en su cuello. Sus brazos me rodearon
como si pertenecieran allí y se agarró con fuerza.

138
Capítulo Once
Theo
Caleb y yo estábamos en su cama, la luz del sol entrando
por la ventana e iluminando el castaño rojizo en su cabello y
barba oscuros. Tenía sus dedos en mi cabello y todavía estaba
dormido, y yo lo miraba con somnolencia, deleitándome con la
sensación de su piel, su olor, el peso de su pierna sobre la mía.

Mi teléfono sonó y la nariz de Caleb se arrugó. Lo ignoré.


Todo era perfecto en este momento. El tiempo de mi estudio de
ayer había sido excelente, había sorprendido a Caleb
conduciendo desde el estudio, aunque hoy tendría que volver
a la ciudad y nos habíamos pasado la noche juntos,
encontrándonos en la oscuridad cada vez que nos
despertábamos. La sensación de seguridad, en los brazos de
Caleb, la cama de Caleb, la casa de Caleb, estaba empezando
a hundirse en mí, haciéndome ansiar su fuerza tranquila cada
vez que estaba en otro lado.

Mi teléfono volvió a sonar, y Caleb extendió la mano


como si pudiera pegarle, por poco me había golpeado en la
cara.

139
Vi que era mi llamada de agente, y también vi que eran
solo las 7:30 de la mañana. Pero cuando apagué el teléfono,
Lewis volvió a llamar y tuve un mal presentimiento en la boca
del estómago.

—Hola, ¿qué pasa? —respondí en voz baja, saltando de


la cama con una mirada anhelante al torso grueso de Caleb y
sus brazos musculosos y boca suave, y entré a la sala de estar
para hablar.

—¿Has visto la historia?

—Uhhh. ¿No?

—¿Dónde estás?

—No estoy... en casa ahora.

No estaba seguro de por qué era reacio a contarle a Lewis


sobre Caleb. Una de las primeras conversaciones que
habíamos tenido había sido yo diciendo que no era hetero, y
Lewis diciendo alguna mierda sobre cómo estaba bien porque
los fans de la música pensaban que los maricas eran geniales.

—Déjame adivinar. Estás en la dirección que te traje de


ese hombre. En Stormville.

—Oh. —Correcto, Lewis había sido quien había


encontrado la dirección de Caleb en primer lugar—. Sí, estoy
aquí. Estaré de vuelta en la ciudad esta tarde, sin embargo.
Tenemos otra sesión de estudio.

Caminé hacia la cocina y comencé a preparar café,


medio olvidando que Lewis estaba hablando por teléfono
cuando mi mente comenzó a derivar a nuestra sesión de hoy y
todas las formas en que quería cambiar las dos pistas que
habíamos grabado la semana antes de tomar un descanso.

—Debieron haberte seguido —decía Lewis.

140
—Lo siento, ¿qué?

—La historia en Scoop NYC. Mira, todo irá bien, solo


quería asegurarme que lo supieras para que no desfilen
desnudos en el porche ni nada por el estilo.

Lewis siguió hablando, algo sobre publicidad y sacando


provecho de algo, pero mis oídos se llenaron de un fuerte
zumbido que ahogaba cualquier otra cosa. Agarré la
computadora portátil de Caleb de la mesa de café y busqué en
Google: Scoop NYC. La historia apareció de inmediato. El
titular decía: ¿Chico de ciudad en el campo? Donde Theo Decker
pasa su tiempo. Debajo había una foto mía de perfil, parado
frente a la puerta de entrada de la casa de Caleb. Era de la
noche anterior, y claramente tomada de la carretera. Ni
siquiera me había dado cuenta. Estaba tan ansioso por entrar,
tan emocionado de lo bien que había ido la sesión de estudio.

—Oh, joder —dije, y colgué la llamada—. Joder, joder,


joder, esto no es bueno.

Mi primer instinto fue asegurarme que Caleb nunca


viera esto, porque sabía que era lo último que él querría. Él lo
había dicho tantas veces. Dijo que no quería tener nada que
ver con el lado de la fama de mi vida. Dijo que lo último que
podía manejar era tratar de mantener el equilibrio y
mantenerse limpio si tenía los ojos puestos en él, y yo sabía
que para él, una gran parte de eso estaba ejemplificado por la
maquinaria de la publicidad.

—Joder —dije de nuevo.

—¿Qué sucede, mm? —Sus cálidos brazos me


envolvieron y el sólido calor del pecho y el estómago firmes de
Caleb me hicieron derretirme contra él. Él apoyó su barbilla en
mi hombro y me besó en el cuello, y tomé una buena y
profunda inhalación de su aroma antes de sentirlo ponerse

141
rígido en mi contra y supe que había mirado hacia la laptop—
. ¿Qué demonios es esto?

Su voz se había movido de ronroneo meloso a hielo


afilado en segundos y me estremecí.

—Lo siento mucho. No sabía que estaban allí. Lo juro,


no tenía ni idea.

Caleb agarró la computadora portátil y miró la imagen,


con cada músculo de su cuerpo rígido. Él no habló.

—Yo no lo hice… no sé cómo… no fui... mierda, lo siento,


lo siento.

Caleb se dejó caer en el sofá con la cara entre las manos,


sacudiendo la cabeza y murmurando para sí mismo. Todo lo
que capté fue “lo sabía” e “idea terrible”, y un escalofrío me
recorrió al pensar que Caleb pensara en mí como un error.

—Yo... alguien debe haberme seguido desde el estudio.


Dejé el coche allí porque se me hizo tarde, así que cuando volví
aquí... no fue mi intención, lo juro. ¿Caleb?

Él no me miró.

Me arrodillé frente a él, pero cuando vislumbré su rostro,


deseé no haberlo hecho. Él parecía herido. Cara pálida, ojos
distantes, boca apretada. Cuando habló, estaba muy
controlado, como si le costara todo el esfuerzo que tenía para
no enloquecer.

—No hiciste nada malo —dijo—. Sé que esto no es tu


culpa. Pero este es mi... mi maldito santuario, y ahora estos
buitres saben dónde está. Es... joder, esto es todo a lo que le
tenía miedo. ¿Qué voy a hacer?

Esto último fue tan lastimoso que me hizo asfixiarme.


Ver a Caleb asustado... me estremeció. No sabía lo que
deberíamos hacer. Realmente no lo sabía.

142
—Mira, esta es la razón... —dijo Caleb al suelo—. Es por
eso que no podemos tener una relación.

Mi cabeza comenzó a latir con el pulso de mi corazón,


como la adrenalina cuando estaba usando tapones para los
oídos antes de un espectáculo.

—Pero, la tenemos —le dije, y salió bajo y asustado—.


Quiero decir que pensé que nosotros... ¿no?

—No podemos —Caleb se atragantó—. ¿No lo ves? No


puedo. No con toda esta mierda. ¿Cómo puedo ir afuera al
jardín si esas putas groupies acechadoras están aquí
buscándote? ¿Cómo puedo hacer algo? ¡Mierda! No puedo
lidiar con esto.

Escuché las palabras de Caleb. Escuché la forma en que


su ira era el barniz más delgado sobre un océano de miedo
agitado. Pude reconocer por qué estaba tan molesto.
Realmente, podía. Pero todo se convirtió en el mismo estribillo.
Era simple y eviscerante, tan familiar como respirar, ya que
era algo que había escuchado toda mi vida y que había escrito
cientos de veces.

No te quiero a ti. No vales la pena. Eres demasiado


problemático. Estoy mejor sin ti.

—¡Dios mío, Theo Decker! ¡Te amo! ¡Amo a Riven! —La


chica prácticamente me gritó en mi cara y, aunque traté de
sonreír, su voz era lo suficientemente fuerte como para que un
grupo entero de personas se diera la vuelta y formara un
semicírculo suelto a nuestro alrededor. Le sonreí y le dije
gracias, pero la gente tenía sus teléfonos fuera, tomando fotos,

143
y cada clic y risita me atravesaba como un martillo en un
espejo. Mis nervios estaban destrozados y todo lo que quería
era la comida tailandesa en la bolsa de plástico que colgaba a
mi lado, pero no sabía cómo llegar a casa. El bloque y medio
entre mi puerta y yo parecía dilatarse indefinidamente con
cada persona que miraba hacia mí.

Debería haber pedido delivery, fue todo lo que pude


pensar. Una y otra vez, mientras sonreía y murmuraba mi
agradecimiento, mientras la comida se enfriaba en mi mano.
Necesitaba salir de la casa, despejar mi cabeza, no pensar en
cómo mi inconsciencia había arruinado las cosas con Caleb y
arruinado la única cosa buena en mi vida.

—Lo siento —le dije, y pude escuchar el borde del


temperamento en mi voz—. Tengo que correr. —Levanté la
comida como si fueran un grupo lógico de personas que, por
supuesto, entenderían que tenía que ir a comer. Pero todavía
me tomó diez minutos más para liberarme y regresar a casa.
Dejé caer la comida en la mesa de la cocina y me derrumbé en
el sofá.

A veces no era tan malo. Era gratificante que a la gente


le gustara nuestra música. Demonios, había ocasionales días
en que podía sonreír y seguir caminando, y era vagamente
divertido, cuando imaginaba como podría haber sido popular
en la escuela secundaria. Pero sobre todo frotaba cada nervio
tan crudamente que empecé a ver grupos de personas como
manadas de lobos hambrientos, su presencia inherentemente
amenazante.

El fuerte gruñido de mi estómago me recordó que no


había comido en todo el día, agarré la bolsa de comida y mi
computadora y me metí en la cama. Solo quería ver algo
reconfortante, así que puse un episodio de Snowville que había
visto una docena de veces, y comí mi comida fría.

144
La comida se había ido y otro episodio había comenzado
automáticamente, y yo simplemente me senté allí, sin saber
qué hacer. No había nada que hacer, de verdad. Me fui de lo
de Caleb la otra mañana porque claramente quería que me
fuera y porque tenía que ir al estudio de todos modos. Pero
desde entonces, no había tenido noticias suyas y no lo había
llamado. Es por eso que no podemos tener una relación, había
dicho. No fue mucho más claro que eso.

Medio enterrado en las sábanas, mi teléfono se iluminó.


Caleb. Por lo general, esta era la hora en que lo llamaría, si
todo estaba bien. Yo quería ignorar la llamada. Darle a Caleb
una probada de su propia medicina. Mostrarle lo mal que se
sintió su rechazo. Pero aún más que eso, quería escuchar el
sonido de su voz. Quería hablar de cosas aleatorias con él.

—Hola —dije.

—Hola. —Su voz era fuego y cardos y todo lo que yo


quería—. No estaba seguro de que quisieras hablar conmigo.

—Ojalá no quisiera. Estoy tan enfadado contigo.

Podía sentir lágrimas amenazantes y de repente me


alegré que Caleb solo fuera una voz por teléfono.

—Fui un gilipollas —dijo—. No quise lastimarte.

—Bueno, lo hiciste.

—Lo sé. Lo siento mucho.

Podía oír la sinceridad de su voz y el temblor de la mía y


ambos me cansaron tanto.

—No puedo evitar que los paparazzi me sigan. Desearía


que no lo hicieran.

—Lo sé.

145
—No lo hice a propósito. Ni siquiera sabía que había
alguien allí.

—Lo sé también.

—Entonces... —Solté un aliento tembloroso—. ¿Puedo...


volver?

En el momento en que las palabras salieron de mi boca,


me arrepentí, porque sabía lo que Caleb iba a decir.

—Cariño, yo…

—¡No! Dios, por favor no me llames así si no me quieres


¿vale? no puedo soportarlo.

—Nunca dije que no te quisiera, Theo.

—No me quieres lo suficiente —le dije—. Suficiente para


que valga la pena lidiar con cosas con las que no quieres lidiar.

—No hagas que parezca que estoy evitando algo así como
lavar la ropa. No tienes idea de lo que estoy pasando, ni idea
de lo difícil que es para mí pasar el día a veces. No me hagas
pasar por un pequeño imbécil.

Le oí suspirar, y cuando volvió a hablar, la ira se había


convertido en dolor.

—No tengo nada, Theo. No tengo nada excepto este trozo


de tierra que era mío hasta que trajiste los buitres. Lo sé, sé
que fue un accidente. Pero el resultado es el mismo. No puedo
estar contigo porque no es seguro para mí. Porque estoy
jodidamente aterrado de mí mismo. De lo que podría hacer. Yo
no confío en mí mismo, ¿lo entiendes? Ni en mí mismo, ni en
ti. No sé qué más decir.

Sentí como si una marea negra se cerrara sobre mí y


escuché las palabras de Caleb a través de sus afilados dientes.

146
—Podríamos encontrar una manera —me atraganté—.
Resuélvelo.

—Yo... no creo que podamos, Theo. Lo siento.

—¿Eso es todo? ¿Te estas rindiendo? ¿Vas a hacer qué,


esconderte en la granja para siempre? No puedes, Caleb, eres
demasiado bueno.

—Fui muy bueno. Ahora no soy nada. —Su voz era vacía,
arrepentida y odiosa. Pero sobre todo, era una certeza. Ya
había decidido que era demasiado difícil, demasiado
arriesgado, no valía la pena.

—Bueno, disfruta ahogándote en tu maldita


autocompasión —respondí, la ira y el dolor zumbando en mis
venas. Y me agarré a la ira porque si no lo hacía, serían
lágrimas—. Entiendo que estar limpio es lo más importante
para ti en este momento. Pero espero que no te despiertes en
un par de años y te des cuenta de que arrojaste al bebé con el
agua del baño. Ya sabes, si mirar tus paredes es tan difícil,
podrías intentar algo más. Intenta cuidar de otra persona o de
otra cosa. Porque de qué coño sirve trabajar tan duro para
recuperar tu vida si estás atrapado solo y sin hacer nada con
ella.

Colgué y arrojé el teléfono al otro lado de la cama. Luego


me dejé caer de nuevo, golpeé las almohadas y finalmente me
puse a llorar.

147
Capítulo Doce
Caleb
Durante tres días, me enfurecí con la granja, limpiando
y destruyendo alternativamente todo lo que entraba en
contacto conmigo. Limpié el suelo de la cocina solo para
romper botellas de ketchup y mostaza sobre él. Me comí una
caja entera de cereales que encontré en el armario y no
recordaba haber comprado, solo para vomitar cuando me
revolvió el estómago. Estaba buscando algo que pudiera infligir
a mi cuerpo que no dejara espacio para pensar. Pasé horas
sacando piedras de la tierra, hasta que mis hombros y espalda
me dolían tanto que apenas podía moverme. Luego me tendí
en la bañera hasta que el agua se enfrió, demasiado cansado y
disgustado como para arrastrarme a la cama.

El cuarto día salí a caminar por la mañana, necesitaba


algo que pareciera un plan, un destino, un objetivo. Caminé
durante cinco horas, con los pies rotos y la rodilla lastimada,
luego me derrumbé en una silla del porche y fumé un paquete
entero de cigarrillos, los dedos picaban por algo, el cerebro lo
arañaba todo, la mente al mismo tiempo se acelera y se
aburría.

148
Los hechos eran estos. En algún momento durante las
últimas semanas, comencé a vivir de nuevo sin darme cuenta.
Empecé a pensar en la música de nuevo. Me había despertado
y mi primer pensamiento no siempre había sido ansia o miedo.
El lado cursi de mí quería decir que Theo me había devuelto a
la vida, como el príncipe en un cuento de hadas. Pero no era lo
que había hecho, era estar cerca de él lo que me había hecho
sentir.

Esperanza.

¿Y no era ese el antojo más aterrador de todos?

Comencé a temblar, aturdido, y luego comencé a


caminar. No podría quedarme aquí. No podía pasar un
segundo más aquí, con el aroma de Theo todavía aferrado a las
fundas de almohadas que no había podido lavar, aunque había
limpiado todo lo demás de arriba a abajo. No podía pasar la
noche metido en la prisión del sofá que me había hecho para
mí mismo. No pude hacer nada de eso.

Conduje hasta casa de Rhys sin llamar, sin mensajes de


texto. Simplemente llame a su puerta en mitad de la noche
como un jodido desastre. Respondió con su viejo bate de
béisbol en la mano, y sonrió tímidamente cuando vio que era
yo. Entonces, por lo que sea que vio en mi rostro, abrió los
brazos, y por primera vez en mucho tiempo, me sostuvo
cuando me rompí.

Theo había cavado más profundo de lo que me había


dado cuenta, clavó púas en mí. Y cuando se fue, cuando lo
aparté, me sentía como si todas se hubieran soltado de una
vez. Pero con cada día que pasaba, estaba encontrando otras
nuevas todavía alojadas debajo de mi piel, doliéndome y
haciéndome daño, como un perro con una pata herida. No
podría arrancarlas todas por mi cuenta. Ni siquiera sabía cómo
encontrarlas.

149
Matt salió de la habitación en algún momento, todavía
medio dormido, con el cabello revuelto y su delgado torso
envuelto en una de las sudaderas de Rhys, y Rhys lo besó y lo
envió a la cama con una explicación en voz baja. Pensé en
Theo, en el calor somnoliento de él en la oscuridad,
despertando lentamente como una orquídea en floración
nocturna, sus extremidades extendidas tan tiernas y sinuosas
como pétalos púrpura magullados. Y sentí un aguijón que me
había perdido, alojado en algún lugar entre mi estómago y mi
corazón, me sacudí, quedándome vacío y dolorido pensando en
la forma que se sentía en mis brazos.

A la mañana siguiente, estaba mortificado. Con los ojos


ensombrecidos y el pelo revuelto, apenas podía mirar a Rhys a
los ojos. Matt se quedó en su habitación hasta que me fui, una
bondad que no creía que mereciera, pero Matt tenía un talento
para entender lo que la gente necesitaba, incluso cuando ellos
mismos no lo sabían. Rhys me miró, el bulto familiar de él
flotando justo en frente de mí. Intenté disculparme pero él no
lo quería. Él solo me miró hasta que encontré sus ojos.

—Vas a estar bien —dijo, y me apretó los hombros—.


Con Theo o sin él, estarás bien. Pero tienes que llamar a Huey
y debes hacerlo hoy. Prométemelo.

Asentí. Él estaba en lo cierto. Eso fue lo que hice. Las


cosas se pusieron mal, no quería que nadie me viera débil y
roto, así que decidí esperar hasta que estuviera un poco más
fuerte y luego llamar. Pero en el espacio entre la vergüenza y el
rostro público yacía el océano de demonios esperando la gota
de sangre que lo haría agitarse. Y me mellaba el orgullo cada
vez.

—Voy a hacerlo. Lo llamaré hoy. Lo prometo.

Rhys me abrazó, y solo por un segundo pude fingir que


las cosas eran como solían ser, cuando nos enfrentábamos al
mundo juntos y me quedaba dormido presionado contra este

150
hombre, peleaba con él, me reía con él, soñaba con él. Me
agarré fuerte, probando el dolor como una lengua hurgando en
un diente dolorido: ¿esto todavía dolía? ¿Todavía me estaba
castigando a mí mismo? Pero el dolor estaba centrado en otra
parte. Estos no eran los brazos en las que quería dormirme;
este no era el hombre con el que quería reírme, con el que
quería soñar, demonios, incluso luchar. Porque él no era Theo
Decker.

—¿Rhys?

Sus cejas se juntaron preocupadas, y sentí otra oleada


de culpa por la preocupación que le había causado, por
irrumpir aquí sin siquiera llamar. Pero apreté mi mandíbula y
me obligué a superarlo. Ya me había disculpado y no había
nada más que pudiera hacer.

—Quiero hacer el álbum.

La tormenta en su rostro se rompió, el sol cayó sobre mí


como una bendición.

—¿Sí? ¿Estás seguro? Oh, mierda, cariño, ¡eso es genial!


Joder, lo siento, mal hábito. —Lanzó una rápida mirada
culpable hacia el dormitorio. Ambos sabíamos que no
significaba nada cuando se equivocaba y me llamaba cariño,
como lo había hecho hace tanto tiempo, pero a Matt le ponía
nervioso por lo que trataba de no hacerlo.

—Estoy seguro. Ya he estado escribiendo algunas cosas.


Para mí, principalmente, pero un poco para ti. Yo... creo que
sería bueno tener una distracción. —En el momento en que las
palabras salieron de mi boca me encogí—. Joder, eso no es...
no lo digo en serio. Quiero trabajar en esto contigo. Si aún me
quieres a mí.

—No te preocupes, hombre, lo sé. No hay nada de malo


en que algo sea increíble y también una distracción. De

151
acuerdo, entonces. —Pasó al modo negocios—. ¿Qué tal si me
enseñas una canción en.… dos semanas? ¿Trato?

—Estupendo.

Agarré mis llaves y caminé hacia la puerta de entrada.

—Dile a Matty que lo siento. —Rhys asintió—. Y... Rhys,


no te decepcionaré. No lo haré.

—Sé que no lo harás —dijo, y me hizo señas para que se


fuera.

—No. —Cogí su mano—. Pero te tengo. Te tengo y no lo


haré esta vez.

Llamé a Huey, aunque una veta familiar de perversidad


me hizo esperar hasta pasada la medianoche. Me dije a mí
mismo que era porque seguramente estaría en el bar, pero
sabía que era un listo gilipollas que bordeaba los límites de la
promesa que había hecho Rhys, manteniéndola, pero dando
un paso lo suficiente como para satisfacer el impulso de
rebelarme.

Escuchó mientras hablaba sobre tonterías al principio.


Entonces, finalmente, trabajé para decirle que romper con
Theo era como intentar volver a estar limpio una vez más.
Luego retrocedí, diciéndole que no era exactamente una
ruptura porque ni siquiera estaba seguro de que realmente
hubiéramos estado juntos. Y que no sabía lo que había estado
pensando en primer lugar, reunirme con alguien que vivía
justo en medio de todo lo que había huido, así que tal vez todo
había sido sobre mi adicción en la primera lugar y no sobre
Theo en absoluto.

En el silencio que me siguió sin energía, pude escuchar


el zumbido de la barra en el fondo, y tuve la extraña sensación
de dislocación, porque ahora estaba yo al otro lado del teléfono,
cuando tantas veces me sentaba en el bar y veía como si fuera

152
otra persona, los detalles de lo que decían ahogados por las
tostadas y las risas y conversaciones.

La voz de Huey fue tan firme como siempre cuando dijo:

—No importa, Whitman. En este momento, no importa


lo que eras o por qué. Si esperas hasta que lo averigües para
lidiar con ello, estarás de vuelta en el suelo donde empezaste.

Y eso, me recordé, era por lo que necesitaba a Huey.


Porque nada de lo que yo dijera podría conmocionarlo, y
reaccionó a todo con el canto de un hombre que ya lo había
oído todo antes, y que podía despojar de la más desagradable
maraña de espinas hasta la suciedad. Me dijo que dejara de
ser una maldita diva que pensaba que podía hacerlo todo por
sí mismo y que volviera a las reuniones.

Así que lo hice. Durante las primeras semanas, sentí


como una regresión porque de alguna manera me había
convencido que había terminado con esa parte de las cosas.
Huey solo me resopló cuando se lo dije, recordándome que
había estado limpio durante quince años y que aún asistía a
las reuniones cuatro días a la semana.

—Lunes, miércoles, viernes y sábados. Voy al gimnasio,


voy a las reuniones, voy a la tienda de comestibles. Esas son
las cosas que hago. Si dejo de hacer una de ellas, dejo de hacer
las otras. Así que no me detengo —dijo—. Algunas condiciones
necesitan medicamentos por una semana y desaparecen.
Algunas otras necesitan medicamentos durante toda la vida
porque así es como es. Solo tú puedes decir lo que tienes y lo
que necesitas.

Ahora, después de un mes de reuniones, trabajando en


canciones para el álbum de Rhys y, por sugerencia de Huey,
corriendo cada mañana, me sentí... mejor. Todavía me sentía
como si estuviera caminando por la cuerda floja, pero ahora
parecía que podía ver el aire libre a mi alrededor, ver que si me

153
ponía a un lado, me caía, donde antes de pisar en la oscuridad,
los dedos se cruzaban para que la cuerda estuviera allí.

Era cerca de la medianoche del miércoles por la noche,


y la lluvia azotaba las ventanas del bar Huey, apagando las
luces sucias y distantes. Dentro, el bar estaba oscuro y
desolado, solo unos pocos devotos que salían a beber por la
noche a pesar del clima. Estaba sentado en el último taburete,
al lado de donde se encontraba Huey, con un pie apoyado en
la pared y los brazos cruzados, como el gorila que había sido
una vez, en otra vida.

Venía de cenar con una mujer que había conocido en mi


reunión, una dramaturga con la que había empezado a hablar
en el receso. Nunca la había visto en una reunión, y las cosas
que dijo habían resonado en mí. Ella habló sobre cómo para
ella, parte de la lucha no era solo los antojos de las drogas. Era
el ansia de lo que significaba ceder ante ellas. La libertad. El
deseo de actuar según sus impulsos, sus deseos, sin sentir que
tenía que aplastarlos.

Huey asintió cuando le conté sobre nuestra


conversación.

—El deseo de olvido comienza con el deseo de olvido —


reflexionó. Le levanté una ceja como a menudo lo hacía cuando
hablaba en el tipo de tautologías irritantes al estilo Yoda que
yo asociaba con el habla del grupo de apoyo.

Huey me dio una mirada incisiva.

—Primero viene el deseo de no ejercer control. Luego


viene un modo de perderlo. No quieres tener que controlarte.
Quieres tener la libertad de actuar como quieras. Entonces
cumples ese deseo. Eres tan adicto al sentido de la libertad
como a lo que la trae. Sólo estoy reafirmando lo que dijo tu
amiga, Whitman. No me mires como si olieras mierda.

154
—Creo que eso es lo que me asustaba tanto con Theo.
Estaban todas las cosas de la fama. Lo peligroso que parecía,
ser absorbido por ese estilo de vida, el escrutinio. Pero sobre
todo es... cuánto le quería, de la forma en que lo quería. Se
sentía demasiado cerca de ese deseo, ¿sabes? Me sentí
demasiado cerca para estar cómodo.

Alguien levantó un vaso de la barra, y Huey levantó un


dedo hacia mí y fue a proporcionar una recarga. Mientras lo
hacía, unos pocos clientes entraron, sacudiéndose la lluvia, y
él los atendió.

La ironía de que mi patrocinador fuera dueño de un bar


no me pasó desapercibida. Pero, como Huey a menudo decía:

—Oye, no tengo ningún problema con el alcohol, ¿cuál


es el daño? —La primera vez que lo dijo, sugerí que el daño
podría ser el hecho de que tenía que observar cómo la gente
luchaba con sus propias adicciones todo el tiempo, que
algunas personas podrían argumentar que las habilitaba solo
por existir. Fue entonces cuando me di cuenta que su sentido
del humor era tan seco que podía volar con la brisa. También
fue cuando supe que Huey no confiaba en su propia sobriedad
a menos que constantemente se probara a sí mismo que podría
soportar cualquier tormenta. Todavía no estaba allí, pero
admiraba muchísimo su actitud.

Como siempre, Huey simplemente retomaba todo donde


lo habíamos dejado.

— Ya sabes toda esta mierda sobre la codependencia y la


sustitución de una adicción por otra. Sólo tú sabes si estabas
teniendo patrones saludables con Theo. Tal vez sí, tal vez no.
Y tal vez necesitabas despejar todo, incluso a él. Reintroduce
la mierda de una en una, como una de esas pruebas de alergia.
Mira lo que es veneno y lo que es nutritivo.

155
Asentí. Así era como me sentía. Como en el último mes,
escudriñé cada detalle de mi vida, sostuve a cada uno frente a
la luz y me pregunté si eso me perjudicaba o me ayudaba.

—En cierto punto, sin embargo, Whitman, debes confiar.

—No es que no confíe en él, es...

—No. No confiar en Theo. Confiar en ti mismo. Tienes


que poder decir, está bien, quiero a esta persona y está bien.
O bien, quiero esta persona y yo no debería tenerla. ¿Alguna
vez te conté sobre Maxine?

A Huey le gustaba ilustrar sus puntos con historias de


personas a las que había patrocinado o conocido en el
programa a lo largo de los años, y siempre se refería a ellas con
nombres falsos. Le pregunté una vez cómo elegía los nombres,
pero él solo me echó un vistazo.

—No lo creo.

—Bien, entonces Maxine. Coca y alcohol, además ella


tenía problemas con la comida. Ella abandonó la coca y el
alcohol, ¿no? Fue a reuniones, hizo todo el trabajo. Le tomó un
tiempo, pero ella lo hizo. Después de haber estado limpia
durante unos cinco años, ¿sabes lo que me dijo? Ella dijo que
no hablaba mucho de eso en las reuniones porque la gente no
lo tomaba en serio, pero lo más difícil para ella era tener el
control: ¿más difícil que la coca y el alcohol? Su trastorno
alimenticio.

—¿Qué? ¿Por qué?

Él asintió.

—Puedes dibujar una línea limpia con coca y alcohol. Di


nunca más y aléjate de ellos, punto. ¿La comida? Tienes que
comer esa mierda tres veces al día todos los días por el resto
de tu vida y tienes que tomar decisiones al respecto cada vez.

156
Imagínate si tuvieras que consumir y tuvieras que hacerlo solo
una cantidad determinada todos los días y no salirte de los
rieles, pero sin abandonarlo. Imagina tener que mirar esa
aguja frente a tu cara, en el desayuno, el almuerzo y la cena.

—No me jodas. —Solo el pensamiento estaba haciendo


que mi corazón se acelerara.

—Sí. Bueno, esa es la cosa, Whitman. No puedes separar


a todos de tu vida. Todavía tienes que interactuar, así que
tienes que llegar al punto en el que puedas ver las relaciones y
no tener tanto miedo de que te maten. Ese es tu Theo, ¿verdad?
¿Es él una elección saludable o una elección poco saludable?
Eso es todo lo que puedes pedir.

Bajé la frente hasta la barra superior.

—Joderrrrrrr.

—Cristo, chico, saca tu puta cara de allí, no está tan


limpio. —Huey agarró una fregona y limpió la madera entre
nosotros.

—¿Qué pasa si...? —Negué con la cabeza.

—¿Que?

—Nada.

Huey agarró la toalla y me miró.

—Habla.

La barra superior estaba pulida y brillante y me recordó


la noche que llevé a Theo al Club Firefly. Seguí los verticilos en
el bosque y observé cómo el fantasma de mi rostro se reflejaba
en el brillo.

—De todos modos, probablemente ya no me quiera —


murmuré—. No soy un jodido premio, hombre.

157
La expresión de Huey era feroz, pero él no era un
farsante.

—Tal vez él no. Quizás lo haga. No lo sabrás si no lo


intentas. —Me dejé caer en el taburete—. Y, Whitman.

—Huh.

—Si buscas un premio, no estás buscando amor. El


amor no es una recompensa No es algo que mereces o no
mereces.

—Oh, sí, entonces, ¿qué es entonces?

La cara de Huey estaba fija, pero sus ojos estaban


distantes.

—A la mierda si lo sé —dijo—. Pero estoy seguro de que


sé lo que no es.

158
Capítulo Trece
Theo
DOS MESES DESPUÉS

Estábamos en Londres, en el Towson Arena, y la


multitud era eléctrica. Habíamos estado en la primera etapa
de nuestra gira para el nuevo álbum durante las últimas tres
semanas, y nos quedaba una semana. Había insistido en que
sólo haría una gira de un mes cada vez y que luego necesitaría
tiempo libre. Estar de pie parecía imposible antes, pensando
que estaba arruinando las cosas para el resto de la banda, o
que estaba saliendo como una diva. Pero rechiné los dientes y
me acordé de lo absolutamente destrozado que me había
sentido al final de nuestra última gira, y me mantuve firme.
Todo el mundo lo hacía con el tiempo, y de alguna manera, ya
no me importaba demasiado.

Nuestro tercer álbum se estaba vendiendo, los singles


estaban funcionando y me sentí mejor que nunca en los
conciertos. De alguna manera, las nuevas canciones se
prestaban perfectamente para ser interpretadas en vivo, y cada

159
noche, me sumergía en la música como si pudiera atrapar un
rayo en mi mano extendida y esgrimirlo como un látigo en el
escenario.

Aceché y me escabullí, reclamando el escenario y


dejando que el público lo viera todo. Cuando Coco rompió en
un solo, caí de rodillas junto a ella como un penitente,
golpeando el escenario con mi puño en ritmo. Se inclinó sobre
mí y yo me apoyé sobre mis rodillas, y éramos ecos
moviéndonos sinuosamente con la música.

La multitud rugió cuando terminó su solo, y canté el


coro sobre mis rodillas, con el brazo estirado hacia la negrura
retorcida.

La vida que podría haber tenido

todavía se filtra en mis sueños.

La sombra de otra es lo único que he sido.

Hace eco a través de la casa vacía.

Me fui tan lejos.

Me criaste como una mascota,

pero siempre he sido un callejero.

Cantaron a lo largo, miles de voces haciendo eco de mis


propias palabras devolviéndomelas. Cuando estiré las manos
para abrirlas, un hombre me llamó la atención. Era delgado y
vulpino, llevaba vaqueros rotos y una camiseta de Metadeath,
una sonrisa engreída curvaba su boca. Hice contacto visual el
tiempo suficiente para hacerle una promesa y él asintió una
vez.

Después de nuestro concierto, empapado en sudor, lleno


de adrenalina y el zumbido de la música, lo arranqué de la
pequeña multitud detrás del escenario y me lo follé contra el

160
mostrador en mi camerino, con sus manos y su liberación
dejando manchas en el espejo.

Así era como había sido. Un desfile de hombres que, por


unos pocos minutos, me daban algo a lo que aferrarme. Me
daban un lugar para aterrizar, me transportaban de vuelta a
la realidad después de haberme perdido, escapado a la magia
de la actuación.

Pero después, cuando se iban con una sonrisa, o un


beso, un puchero o un dedo medio, estaba solo yo, solo, sin
siquiera la música. Hasta la próxima noche, cuando lo hiciera
todo de nuevo.

El coche me dejó frente a mi edificio, y el alivio al estar


en casa me inundó. Tenía dos semanas antes de ir a la
siguiente etapa de la gira, y quería relajarme, ponerme al día
con las horas de sueño y trabajar en algunas canciones
nuevas.

Algo extraño había sucedido, la última semana de la


gira. Estábamos en Alemania y Austria, y Coco, Ven y Ethan
habían ido a los clubes todas las noches después de nuestros
shows. Fui con ellos la primera noche en Berlín, estaba
bastante seguro que había algo en mi bebida además del vodka
porque me sentí mal después de unos cinco sorbos y pedí un
taxi de regreso al hotel. Durante la semana siguiente, después
de tocar, volví a mi habitación y escribí. Comenzó como un
vertedero de la conciencia, tratando de vaciar mi mente de
alguna mierda para poder dormir, porque estaba muy activa.

Pero se había convertido en una carta a Caleb. Media


carta de amor, media de odio, fluyó página tras página, luego

161
se transformó en algo completamente diferente. Comencé a
escribir sobre cuando las cosas habían cambiado desde la
emoción sobre nuestro primer álbum hasta llegar a las listas
de éxitos, al temor que ahora sentía cada vez que salía de la
casa o del hotel, o iba a cualquier parte donde fuera probable
que me reconocieran. Ese pavor se había arrastrado
lentamente hacia mí, tan lentamente que casi no me di cuenta
hasta que me comprendí que ir a la granja de Caleb me
liberaba de eso.

También me di cuenta, mientras recorría mis garabatos


casi ilegibles, que había un temor más profundo bajo el que
había localizado. Venía del sentido de que la persona que era
reconocida era más real que yo. ¿Cómo podría yo, el verdadero
y singular Theo Decker, existir cuando el Theo Decker que el
mundo veía era venerado?

Esa semana, escribí los esqueletos de tres nuevas


canciones, construyéndolas a partir de la melodía, a diferencia
de cómo escribía habitualmente. Pensé que tal vez era porque
no eran canciones de Riven.

Quizás eran canciones solo para mí.

No estaba seguro de lo que eso significaba exactamente,


pero sabía que quería trabajar en ellas, ver a dónde iban.

Eran aproximadamente las diez de la mañana y le di un


saludo cansado al portero, un tipo nuevo cuyo nombre no
podía recordar. Robert o Randy. Luego subí al piso de arriba,
dejé mis maletas justo al lado de la puerta y me acosté sin
siquiera bañarme después del viaje.

No sé cuánto tiempo estuve dormido cuando me


llamaron desde la recepción, Robert, a Randy, o como se
llamara, me dijo que tenía una visita.

—Un tal señor Caleb Whitman —dijo.

162
Mi corazón comenzó a palpitar a un ritmo que me dejó
mareado y tragué compulsivamente a través de la lengua seca
como si fuera un hueso.

—Uh, sí, sí, está bien, gracias.

—Ah, ¿debo enviarlo arriba, señor?

—Sí, sí, gracias.

Corrí al baño, me puse los calcetines y me cepillé los


dientes lo más rápido que pude, tratando de borrar el sueño y
la suciedad del avión. Me miré en el espejo y vi que mi cabello
era un desastre y que tenía círculos oscuros debajo de mis
ojos, pero no había nada que hacer al respecto ahora.
Llamaron a la puerta mientras me secaba la boca y me esforcé
por caminar hacia la puerta lentamente, en un intento de
controlar mis nervios. Pero cuando lo abrí y vi a Caleb por
primera vez desde hace casi tres meses, cualquier control que
tenía se escapó.

Se veía tan bien que quería arrojarme a sus brazos.

Tenía el pelo más largo, un lado metido detrás de la


oreja, su barba meticulosamente arreglada, y parecía más
saludable de alguna manera. Bronceado o brillante o algo así.
Crucé los brazos sobre mi pecho, consciente de mi propio
estado.

—E… ah, estaba durmiendo. Acabo de regresar de la gira


—murmuré, manteniendo la puerta abierta para él.

—Perdón por despertarte. —Sus ojos se clavaron en mí


mientras arrastraba mi pelo hacia atrás conscientemente.

—Um, ¿quieres sentarte?

Nos sentamos en el sofá y metí los pies debajo de mí, de


repente sentía frío llevando solo una camiseta.

163
—¿Cómo has estado? —pregunté, rodando mis ojos
internamente ante el mal diálogo de “oh hola, hagamos
conversaciones pequeñas”.

—Mejor —dijo—. Estoy mejor. Yo, eh, seguí tu recorrido


un poco. Parece que salió bien.

Gracias a Dios, parecía tan incómodo como yo. Asentí.

—Sí, estuvo bien. Gracias.

Luego nos sentamos, con el aire entre nosotros


zumbando y los segundos pasando en un incómodo silencio.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad


pero seguramente solo fue un minuto, Caleb se aclaró la
garganta y tendió una mano.

—¿Puedo? —Él tomó mi mano y yo asentí—. Lo siento


mucho, Theo. Sé que no tengo derecho a aparecer aquí, pero
te he echado de menos, y he pasado un tiempo pensando en
cosas, y espero que me des la oportunidad de explicarme. Para
intentar y... No sé, decirte por qué me asusté.

En algún lugar en el fondo mi retorcido estómago soltó


la tensión que ni siquiera sabía que tenía. Apreté la mano que
sostenía la mía y la usé para acercarme más a él.

—¿Estás... quiero decir, quieres? —Levanté nuestras


manos unidas— ¿Es esto una cosa en la que quieres
disculparte, así te dejo ir, o quieres explicarte para que
podamos... intentarlo de nuevo?

Porque no estaba seguro si podría manejar otra ronda


de Caleb acercándose y luego yéndose. Me obligué a mirarlo
aunque estaba aterrorizado de saber cuál escogería. Él ahuecó
mi cara en su otra mano y acercó nuestras frentes suavemente.

164
—Quiero volver a intentarlo —dijo, haciendo sonar el
suave timbre del viento sobre el agua—. Espero que me des
otra oportunidad.

Me moví aún más cerca y arrojé mis piernas sobre las


suyas, para poder rodear su cuello con mis brazos. Cuando fue
incómodo, me senté en su regazo y me moldeé para él. Podía
sentir su pecho expandirse mientras inhalaba profundamente
y ponía una mano plana contra mi espalda y otra en mi pelo.

Lo besé suavemente y en lugar de lujuria, era la


comodidad lo que quería. El consuelo de su boca contra la mía.
La promesa física de las posibilidades. Retrocedí lo suficiente
para ver su cara.

—Todavía soy famoso —le dije, y él sonrió.

—Sí, sí, eres muy famoso.

Puse los ojos en blanco.

—Quiero decir, las cosas sobre los paparazzi. No


puedo... No puedo controlar eso. Desearía poder, créeme. Pero
no puedo, así que...

Caleb negó con la cabeza.

—Lo sé. E… eso me estaba volviendo loco joder, no


realmente lo del artículo. Lo perdí con la idea de tratar de
mantenerme sobrio mientras soy absorbido por toda la fama.
Pero una vez que tuve tiempo de pensarlo, no era realmente
eso. —Me apartó el pelo—. La forma en que me sentía por ti.
Cuánto te quería. Me hacía sentir... demasiado cerca de cómo
me sentía antes. El anhelo que sentía cuando no estabas allí.
Cómo quería tocarte, saborearte... —Besó el ángulo de mi
mandíbula y el lugar debajo de mi oreja, haciéndome
estremecer.

165
Sabía que había cosas que tendríamos que resolver. Pero
ahora solo había una cosa que importaba.

—Te extrañe. Te extrañé mucho —murmuré,


envolviendo mis brazos alrededor de él de nuevo—. Pensé que
esta vez, tú no... nosotros no...

—Yo también. La casa está sola sin ti —dijo Caleb en mi


oído.

Se paró en un poderoso movimiento, llevándome con él.


Enganché mis muslos alrededor de sus caderas y él deslizó un
brazo debajo de mí y caminó hacia la habitación, colocándome
en la cama y estirándose a mi lado.

Sabía que teníamos muchas cosas de qué hablar, pero


en este momento, todo lo que podía pensar era en estar cerca
de él, sentir su piel contra la mía, inhalar su aroma.

Lo empujé sobre mí y levanté mi barbilla, buscando un


beso. Cuando los labios de Caleb se posaron en los míos, gemí
en su boca. Había pasado meses solo, en una habitación de
hotel detrás de otra, perdiéndome esto. Envolví mis brazos y
piernas alrededor de él, por lo que no pudo alejarse.

—Dios, cariño —murmuró, clavando una mano en mi


pelo y recorriendo mi cuerpo con la otra como si quisiera tocar
cada centímetro de mí. Me besó en la boca, en la mandíbula,
en la garganta, y me aferré a él, tratando de quitarle la camisa
y los pantalones sin dejar que se alejara.

—No puedes alejarme de nuevo —me atraganté y las


palabras sonaron diminutas, como si vinieran de un lugar tan
profundo que apenas podían oírse—. No podría soportarlo. No
otra vez.

Los ojos de Caleb eran lujuria, deseo y disculpa. El calor


se enfrió por un momento, el tiempo suficiente para presionar
sus labios en mi frente.

166
—No lo haré. No de esta manera. Te tengo. —Para
subrayar eso, él nos presionó tan fuertemente que pude sentir
su corazón latir al ritmo del mío.

Finalmente, ayudándonos el uno al otro, logramos


escurrirnos de la ropa y molernos juntos, carne desnuda
encontrándose en una explosión de sensaciones. Ambos
jadeamos en la boca del otro mientras nuestras manos
vagaban. Éramos impacientes y torpes, y cuando hice un ruido
frustrado, Caleb finalmente me agarró por las caderas y me
jaló a su regazo, presionando nuestras erecciones y
estabilizándome mientras me movía sobre él.

—Oh Dios —gemí y mi excitación se intensificó en un


latido del corazón al sentir su carne dura contra la mía.
Enterré mi cara en su cuello, oliendo su piel y cabello, y
sintiendo su pulso bajo mis labios, un océano fluyendo justo
debajo de la superficie. Todo en él me ponía ridículamente
caliente. Esto no iba a ser bonito y no iba a durar mucho. Solo
quería sentir su musculoso cuerpo contra el mío, sus brazos a
mi alrededor.

Abrí más las piernas, apoyando los pies en la cama para


poder empujar más fuerte contra él, y sentí las vibraciones del
gruñido en su pecho. Después de unos minutos de movernos
juntos, sus músculos se tensaron y agarró mi cabello, rodando
sobre nosotros para ponerse encima de mí, levantando mis
caderas y colocándose en la cuna de mis muslos.

—Te siento muy bien —dijo—. Y hueles increíble.

—Probablemente huelo como el avión —jadeé, entre


besos.

—Hueles como a ti —dijo, y lamió mi cuello, chupando


hasta que gemí y mis caderas empezaron a empujarse hacia
arriba. Cuando gimoteé y lancé mi cabeza hacia atrás, sus ojos
brillaron y él envolvió una mano áspera alrededor de nuestras

167
pollas, apretando con fuerza. Grité y empujé, el calor
aterciopelado de su polla y la aspereza de su mano era el
contraste perfecto.

Nos movimos juntos, jadeando y con la respiración


mezclándose, hasta que sentí el calor hirviendo desde mi
vientre.

—Bésame —exigí, y cuando la boca de Caleb se estrelló


contra la mía, me corrí, sacudiendo el calor entre nosotros. El
agarre de Caleb se suavizó con mi orgasmo y él gimió,
acariciando más rápido, luego pegó sus caderas contra las
mías y se puso caliente y resbaladizo sobre mi vientre y mi
pecho.

—Joderrrr. —Se derrumbó sobre mí y su aliento se


sentía como un gemido contra la almohada.

Nos quedamos allí un rato, una caricia aquí, un beso


allí, mientras el sol se ponía fuera, proyectando sombras en la
cama.

—¿Te quedarás? —pregunté.

Caleb limpió la pegajosidad en nuestros estómagos con


la camisa que había estado usando, luego me pegó a él,
murmurando una afirmación en mi oído. Me quedé dormido
con sus labios en mi garganta y sus dedos en mi pelo.

—Dios, somos unos imbéciles.

Lancé la revista boca abajo sobre la mesa de café y me


dejé caer al suelo con mi guitarra, rasgueando acordes
enojados. Caleb lo hojeó con su mirada evaluando todo.

168
—Solo dímelo —dije.

—No es que parezcan idiotas. Es que Coco, Ven y Ethan


realmente no escriben las canciones, así que cuando los
entrevistadores les hacen preguntas sobre el proceso de
escribir la música, tú eres el único con algo que decir. Pero no
quieres porque tienes miedo de que piensen que estás
acaparando el centro de atención. Entonces, Ven dice algo
genérico y Coco dice algo técnico sobre ella tocando que lo
editan porque nadie que no sea guitarrista puede entenderlo.
Lo que se suma a la impresión, que tanto odias, de que solo
tuvisteis suerte al llegar tan alto.

Suspiré. Parte del problema que siempre tuve fue que no


sabía por qué habíamos llegado tan lejos. Pensaba que nuestra
música era genial, claro. Pero muchas bandas eran geniales y
nunca tuvieron éxito, y mucho menos fueron famosas.

—El entrevistador era un idiota, de todos modos —


murmuré—. Estaba, como, mirando a Coco todo el tiempo,
pero luego no incluyó la mitad de las cosas que dijo en el
reportaje. Incluso no hay mucho sobre la guitarra —aclaré—.
Y el fotógrafo siguió intentando agarrarme el culo y Ven dijo:
“Bueno, terminas en frente de cada imagen de todos modos,
así que...” como si yo buscara al jodido fotógrafo para
conseguir más publicidad. Estúpido.

Mi boca tiene un sabor agrio recordando al baboso


fotógrafo, empujando mis vaqueros hacia abajo sobre mis
caderas, diciendo que la luz se había reflejado en los huesos
de mi cadera y que él quería capturarlo, todo el tiempo
frotándose contra mí. Sus manos se extendían posesivamente
sobre mi estómago bajo el pretexto de ajustar el chaleco de
cuero que colgaba abierto sobre mi torso desnudo. Yo me
estremecí.

Caleb me estaba mirando intensamente.

169
—¿Dónde estaba tu manager en todo esto? ¿O Lewis?

Me encogí de hombros, no queriendo pensar más en eso


y la mandíbula de Caleb se apretó.

—Lo que sea, de todos modos, ¿haremos esto?

Levanté la guitarra y Caleb asintió, soltándola, y se


estiró en el sofá con la suya.

Esta mañana entré en la cocina por el olor a café y lo


encontré tarareando algo por lo bajo.

—¿Qué es? —pregunté, presionando mi mejilla contra la


cálida piel de su espalda desnuda.

—Café.

Mordí su hombro.

—Solo un pequeño trozo que se me quedó pegado en la


cabeza.

Así fue como empezamos a escribir una canción juntos,


tocando un ritmo con cucharas y tarareando sobre nuestro
café. Fuimos interrumpidos por el mensajero de la revista de
Lewis, pero estaba ansioso por volver a ella.

Pasamos la mayor parte del día trabajando en la


canción. Era la primera vez que escribía con alguien desde
cero. Con Riven, traía las canciones en su mayoría formadas y
luego las ajustábamos, o las cambiábamos.

Esta era una oportunidad para ver cómo funcionaba la


mente de Caleb, y estaba fascinado. Tocaba una cascada de
notas, la transponía hacia arriba o hacia abajo, algo sobre la
estructura, su asociación, se quedaba con él, hasta que
encontraba su lugar adecuado, y luego construía a partir de
ahí. Era un aprendiz, un experimentador, que usaba una sola
pieza para encontrar su camino a otra, a veces buscaba

170
asideros metódicamente como un escalador, otras veces
saltaba de un lado a otro de una manera que parecía
caprichosa pero que debía significar algo para él. Mi enfoque
era diferente: encontraba una nota o una progresión que me
parecía correcta y luego la desarrollaba a partir de ahí. Pero
nos entendíamos el uno al otro. Podía ver lo que Caleb estaba
tratando de captar, de la misma manera que podía sentir lo
correcto de lo que yo encontraba, aunque no pudiera
explicarlo.

Y, para cuando llegó la cena, teníamos una canción. Una


canción dura, tentativamente equilibrada entre nuestros dos
estilos. Una canción que necesitaría algo de trabajo. Pero una
canción, sin embargo.

171
Capítulo Catorce
Caleb
—¡No, Lewis, no voy a hacer eso! ¡Absolutamente no! —
Theo estaba gritando por su teléfono, paseando por el porche
donde la señal era mejor—. Bueno, si eso sucede, supongo que
aceptaré que soy una mierda en mi trabajo, ¿no? Porque no
sincronizare mis labios y no puedo creer que me lo estés
pidiendo.

Una ráfaga de juramentos siguió, y luego volvió a entrar.

—¿Quieren que haga playback?

—¡En el puto Night Life Show! ¿Y sabes cuál es la


justificación de Lewis? Que todos lo hacen ¿lo sabías? ¿Que al
parecer todas las personas en esta industria hacen playback?
—dijo sarcásticamente.

Theo puso los ojos en blanco y se tiró en el sofá. Después


de un momento, tiró del teclado sobre sus rodillas y tocó una
lúgubre melodía. Con las aletas de su nariz abiertas, su ceño
fruncido, y su pelo negro salvaje alrededor de sus hombros, se
veía como un petulante adolescente Edgar Allan Poe y tuve que
contener mi risa, ya que eso no iba a sentarle bien.

172
Ya había vivido lo suficiente, y visto lo suficiente, que
cualquier pedazo de ingenuidad sobre este negocio debería
haber sido despojada de él. Pero me estaba dando cuenta de
que pasaba gran parte de su tiempo sintiéndose como un
intruso en Riven, a menudo se perdía la parte en la que, en
comparación con el mundo, era una estrella. Lo sacudía
cuando recibía un tratamiento especial, lo hacía sentir
incómodo cuando las personas le hacían deferencias, y lo
enojaba cuando la gente pensaba que él sabría mejor que nadie
sobre cualquier cosa que no fuera música.

Pero era más profundo que un desprecio intencional por


su propia celebridad. Mientras estaba en el escenario, Theo
rezumaba sexo, confianza y carisma, Theo fuera del escenario
era el hombre que había crecido en un hogar frío y estéril, con
personas que lo miraban y veían los errores de su hija. Podía
verlo a veces, cuando éramos íntimos. Theo me alcanzaba,
pedía algo que quería, con palabras o con su cuerpo, y luego
se retractaba, repentinamente seguro de que había cruzado la
línea; como si hubiera pedido algo a lo que no tenía derecho.
Algo que seguramente se le negaría.

La otra noche, él salió de la ducha para encontrarme en


el sofá, y se puso encima de mí. Después de unos segundos,
todo su cuerpo se puso rígido, y comenzó a alejarse, como si
se recogiera a sí mismo y se alejara antes que yo pudiera
señalar que había hecho una transgresión.

Había una profunda necesidad en él, y me cantaba.


Arremetía contra las tensas cuerdas dentro de mí que nunca
habían sido rasgadas. Quería poder concederle todos los
derechos sobre mí. No estaba allí todavía. No exactamente.
Pero yo lo quería. Por primera vez, lo quería.

—Bueno, entonces le dijiste que no —le dije—. Eso es


bueno. Estás en tu derecho —le dije a Theo, relajándome a su
lado en el sofá lentamente para no aplastar el teclado. Sabía
que debía decirle que podría llevárselo a casa para poder usarlo

173
cuando quisiera, pero no pude evitar pensar que guardarlo
aquí significaba una razón más por la que tenía que venir.

Él se encogió de hombros.

—No, Theo. Lo es. Tienes que decidir cuándo cantas y


cuándo no. Punto. Hiciste lo correcto.

—Sí —suspiró. Empujó el teclado sobre la mesa y


levantó una rodilla para mirarme— ¿Y si ellos quieren que lo
haga? —Invariablemente se refería a Ven, Coco y Ethan.

—Bueno —le dije, pasando una mano por su cabello—


eres el cantante, así que tú decides cuando cantas. Si le dijeran
a Coco que debería fingir tocar la guitarra, dependería de ella
si quiere o no, ¿verdad?

Theo se rió.

—Oh, Dios mío, pagaría por ver a alguien tratando de


hacer que Coco finja tocar la guitarra. Los decapitaría con una
cuerda de guitarra como si fueran queso blando. —Hizo un
sonido grotesco.

—Ahí tienes, entonces.

—Bien.

Se relajó, un dedo subió por mi pómulo y luego metió mi


pelo detrás de mi oreja mientras me miraba. Luego, después
de un minuto:

—Gracias.

—¿Tienes hambre? —pregunté—. Puedo preparar la


cena y luego podemos recoger las calabazas.

Era la noche antes de Halloween, y Theo se había


emocionado porque las calabazas que había plantado estaban
listas y quería tallar las linternas.

174
—Sip, pero, uh... —Sus ojos se lanzaron a su bolsa—.
No me mates, pero traje… —Rebuscó en la bolsa y sacó una
pila de cajas de macarrones con queso Kraft—. Me encanta lo
que cultivas y lo vamos a comer… pero estoy muy... muy
cansado de comer tortilla —dijo en tono de disculpa.

Me reí.

—No te preocupes. Puedo echar un huevo encima de esto


y estará listo para comer.

Los ojos de Theo se abrieron y pareció un poco mareado.


Lo tiré por debajo de la barbilla.

—Estoy bromeando —dije.

Las calabazas eran más pequeñas que las de variedad


comercial, pero las habíamos tallado de todos modos. La mía
se parecía a la típica de Halloween con ojos de triángulos y
sonrisa que veías en cada puerta en Halloween. No había
prestado mucha atención a lo que estaba haciendo porque
estaba absorto viendo a Theo tallar lo que posiblemente era la
linterna más fea que había visto en mi vida.

Pasó largos minutos decidiendo entre las calabazas,


finalmente eligiendo la más grande que pudo encontrar. Le
había fastidiado porque el tamaño no lo era todo y me había
manoseado y dicho que afortunadamente para él, eso no era
un problema.

Había entrado en la talla con un plan, estaba bastante


seguro, ya que había dibujado algo en la calabaza, pero
mientras cortaba, la cosa se volvía cada vez más rara. De

175
alguna manera, los rasgos faciales se mezclaban y los cortes
se combinaban para que su calabaza pareciera el cadáver de
un anciano o un bebé muy feo. En realidad era un poco
horroroso.

Theo ladeó la cabeza y la miró como si no pudiera


entender por qué lo estaba traicionando. Finalmente lo dejó
por hecho y lo alejó. Los dos lo miramos por un minuto, y
cuando abrí la boca, él dijo:

—No digas nada. Ya lo sé.

Me reí entre dientes y lo ayudé a enjuagar las semillas


de calabaza que habíamos recogido porque íbamos a asarlas.

—¿Las tuyas normalmente eran... mejores? —pregunté


tentativamente, sobre todo solo para picarle.

Él resopló.

—Nunca he tallado una antes.

—¿Qué? ¿Cómo es eso posible?

—No sé, mis padres nunca celebraron Halloween cuando


yo era niño. Demasiados problemas, demasiado desorden, los
dulces son malos para ti, etcétera. Luego, en la universidad,
era todo fiestas y gente emborrachándose.

Se encogió de hombros, y empezó a sacar de la olla con


los dedos los trozos de macarrones y queso sobrantes y a
comérselos.

Besé un lado de su cuello y apoyé mi barbilla en su


hombro. Me ofreció un macarrón y queso, me lo metió en la
boca y luego volvió a lavar las semillas de calabaza.

—Bueno, tenemos que encenderlos —dije. Si Theo


nunca había hecho esto antes, quería asegurarme que tuviera
la experiencia completa.

176
—¿Qué? No, está bien. El mío probablemente colapsará
e incendiará toda la casa de todos modos. O traumatizara a los
animales que pasen.

—Las pondremos en el último escalón. En el peor de los


casos, si el tuyo colapsa y prende fuego a todo, saldremos
vivos. Y esos ciervos necesitan dejar de comerse mis
zanahorias de todos modos.

Me dio un codazo, pero asintió.

Así que encendimos velas en las calabazas y las giramos


para poder ver sus caras parpadeantes mientras nos
sentábamos en el porche para fumar un cigarrillo. La mía
parecía normal y la de Theo era siniestra. Se levantó y la giró
un poco hacia la derecha para que solo pudiéramos ver la
mitad. Desde ese ángulo, simplemente se veía abstracto. Una
gran mejora.

Theo tocó una melodía vagamente familiar en la guitarra


y me relajé, disfrutando de su compañía, la música, el
cigarrillo, mi jardín extendiéndose ante nosotros.

Entonces, de repente, cuando me desconecté, me di


cuenta lo que estaba tocando.

—Oye, esa es la canción para Rhys. He estado tratando


de descubrir la transición allí, pero eso funciona.

—Mierda, lo siento —dijo con los dedos deslizándose


sobre las cuerdas—. Ni siquiera me di cuenta que estaba
tocando.

Le tendí la mano a la guitarra y toqué la parte de la


melodía que ya había escrito, intercambiando la parte que
Theo estaba tocando para el puente. Funcionaría.
Definitivamente funcionaría.

—Es genial —le dije, y le devolví la guitarra a Theo.

177
Se relajó cuando vio que no me ofendía y volvió a tocar,
esta vez otra cosa. Algo que no reconocí. Algo oscuro y rastrero.

—¿Qué dijo Rhys sobre las otras canciones?

—Le encantan. Está escribiendo una ahora para encajar


con ellas.

Rhys estaba extasiado con las canciones que le había


traído, y estaba emocionado de entrar al estudio y comenzar a
grabar en unas semanas. Había hablado con entusiasmo
acerca de encontrar un violín, y conseguir a Coney Sparks, a
quien conocíamos de toda la vida y con quien habíamos tocado
en esa época. Parecía que todo estaba saliendo bien.

—¿Qué pasa con las otras canciones? —preguntó Theo.

—¿Eh?

—Las canciones que has escrito que no eran para Rhys.

Mi pulso se aceleró.

—¿Qué quieres decir con otras canciones?

Theo levantó una ceja y arrojó humo en mi dirección.

—Me refiero a las canciones que te escuché tararear


durante la última semana, o tocar en la guitarra cuando estaba
en la ducha, que están claramente escritas por ti y claramente
no escritas para Rhys.

Refunfuñé algo ininteligible y encendí otro cigarrillo,


pero Theo no dijo nada más, solo suspiró y miró hacia la luna,
rasgueando suavemente.

—¿Cómo sabías que no eran para Rhys?

Hizo una pausa antes de contestar, pero no pude


obligarme a mirarlo.

178
—Simplemente son diferentes. Las otras canciones se
sienten como para Rhys, pero estas no. Son... más rudas, más
profundas. Se sienten como tú.

No dije nada, pero mi corazón latía con fuerza. Ellas se


sentían como yo. Se sentían más como yo que cualquier cosa
que hubiera escrito nunca.

—Suenan maravillosas —dijo Theo en voz baja—.


Esperaba que las tocaras para mí, realmente.

Me encogí de hombros, mis hombros se sacudieron


torpemente. Mis palmas estaban sudorosas y mi aliento
desigual.

— No sé si tiene sentido —dije—. Nadie las escuchará.

—¿Por qué piensas eso?

La voz de Theo era gentil, sincera, pero me molestaba


porque la respuesta era muy obvia.

—Cómo podrían hacerlo a menos que vinieran a espiar


mientras estoy en la ducha.

Salió áspero y me sentí inmediatamente culpable


cuando Theo hizo una mueca.

—La gente podría escuchar las canciones si les dejas,


Caleb. ¿No crees? Todos tus fans querrían…

Bufé y sacudí mi cabeza.

—Dudo que me queden muchos de ellos.

—Estoy seguro que eso no es cierto. La gente ama tu


música. Lo he visto en internet...

—Les encantaba, en pasado, hombre. Muy pasado. Les


encantaba Caleb Blake Whitman, y ese hijo de puta está
muerto.

179
Apisoné mi cigarrillo en el porche y lo empujé hacia
adentro. La mano de Theo me atrapó mientras caminaba hacia
la cocina.

—Eso no es verdad —dijo, con los ojos brillantes,


agresivos—. Estoy mirándote directamente.

—No. No es el mismo.

—No eres el mismo, seguro, pero aún está aquí. Sigues


siendo un brillante músico. ¿Qué sucede contigo? Es como si
ni siquiera quisieras intentar recuperarlo.

—¿Recuperar qué? ¿Qué es exactamente lo que crees


que puedo tener? —La amargura me salió de las entrañas y me
cubrió la lengua como medicina—. No estabas allí, Theo, no
entiendes qué... qué era yo.

—He visto videos. Eras espectacular.

Me ahogué en una risa.

—No. Lo que era: era salvaje, impulsivo, en llamas


porque estaba completamente borracho y drogado. Eso es...
ese soy yo. Eso es lo que mis fanáticos conocían. Una vez me
desmayé en el escenario. Me apagué. Me desmayé, porque no
había bebido agua en dos días, sólo whisky. Rhys me dio una
bofetada para levantarme y la multitud aplaudió y brindó y me
ofreció más whisky. Perdí mi propio autobús de gira porque
estaba en el baño de una señora, y cuando me presenté en el
show esa noche y conté la historia, todos aplaudieron.

Negué con la cabeza porque eso ni siquiera arañaba la


superficie.

—Eso no es… eso no significa que a esa gente realmente


le gustaban esas cosas sobre ti, Caleb. Eso es lo que hace la
gente, lo que hacen los fans cuando alguien a quien admiran
hace... cualquier cosa. Les gusta porque les gustas. Podrías

180
haberles contado cualquier cosa y hubieran aplaudido porque
era algo que Caleb Blake Whitman hizo.

Me alejé de él.

—¿No? Tú no sabes nada de eso. Una vez me cabreé


muchísimo en un espectáculo en Indiana. Ni siquiera recuerdo
por qué. Y estaba mirando a la multitud y en lugar de la
apreciación habitual, simplemente sentía... desprecio. Como si
fueran patéticos por querernos, por agradarme. Y en lugar de
soltar mi versión habitual de, “Hola Indianápolis, me gusta
venir a la ciudad”, dije que iba a contarles chistes súper
divertidos. Luego les conté bromas de esas de padres
totalmente descarados, y la gente se reía y me aplaudía. Las
críticas del show al día siguiente fueron cosas como “Caleb
Blake Whitman no es solo un cantante sino también un
comediante” y “Caleb Blake Whitman encanta a la multitud
con ofertas de chistes”. Luego, durante todo el jodido mes, cada
entrevista, la gente siempre decía lo mismo, “¿Tienes algún
chiste para nosotros?” guiño, guiño.

Él rodó los ojos.

—O una vez me puse mi camisa al revés por error,


corriendo para buscar una café, y alguien me tomó una foto y
salí en la revista People con un titular como “Demasiado guay
para preocuparse” o alguna mierda así, y luego un grupo de
imágenes la semana siguiente hizo una función de “Gente
común y corriente creando tendencia”. Estos jodidos gilipollas
que deliberadamente llevaban sus camisas al revés.

Theo se cruzó de brazos y se puso frente a mí.

—No se trata de esas cosas, se trata de la persona. Tus


fans eran tus admiradores por la música. Aceptaban cosas
sobre ti porque eran sobre ti, no al revés. Y aún aman la
música sin las travesuras.

181
Era como si el mundo se hubiera centrado en Theo
utilizando una palabra como travesuras para describir el
vertido total del desastre que era mi vida, e hice una nota
mental para contárselo a Huey. Le encantaban los eufemismos
que la gente usaba en las reuniones para describir su
comportamiento, y le encantaba decirles que ‘llamaran la
mierda por su nombre’ cuando los usaban.

—Está bien, claro, ríete de mí, está bien —murmuró


Theo, y caminó hacia la habitación.

—No me estoy riendo de ti —le dije—. Es solo...

Theo vino directamente hacia mí y me miró a la cara.

—¿Es solo qué? Porque lo que veo es mucho talento y


mucho miedo. Y estoy esperando que el talento sea más fuerte
que el miedo.

Respiré profundamente. Puesto así, yo también.

La expresión de Theo se suavizó y deslizó una mano por


mi brazo.

—Puedes hacerlo en tus propios términos, Caleb. ¿No es


eso lo que siempre me estás diciendo? ¿Podemos elegir no
jugar el juego?

Asentí lentamente. Yo le había dicho eso. Incluso lo


había creído.

—No tendrías que hacer una gira si no quisieras. No


tendrías que estar en ningún lado que te hiciera sentir fuera
de control. Pero aún podrías grabar las canciones. Aún puedes
escuchar la música. Comienza con pequeños pasos, ¿sabes?
¿Tomarlo con calma?

La esperanza en su rostro casi me desgarró. Porque era


todo para mí. Este hombre, de pie frente a mí, estaba
elaborando un sueño para mí y era humillante como la mierda.

182
Ahuequé su rostro en mis palmas y bajé la frente para
presionarla contra la suya. Podía sentir su aliento, cálido
contra mi rostro, y sus brazos se curvaron sobre mis hombros,
como dos jugadores de fútbol, acurrucados antes de nuestra
próxima jugada.

Y en algún lugar, sentí como si se hubiera abierto una


ventana. Solo la cantidad más pequeña, como si la abrieras en
invierno, dando la bienvenida al aire fresco pero manteniendo
el frío afuera. Pero fue una apertura. Eso fue lo que llegó. El
mejor aire fresco que tal vez podría tomar. Y por el momento,
se sentía como lo mejor.

183
Capítulo Quince
Theo
Era la extraña sensación de escuchar rumores sobre
alguien y luego darse cuenta de que uno sabe de quién está
hablando todo el mundo. Estaba acechando en los tableros de
mensajes y páginas de fans de Caleb Blake Whitman, leyendo
historias, mirando fotos y tratando de ver si la gente todavía se
preguntaba cuándo saldría el siguiente álbum.

Había personas intercambiando historias de cuando lo


habían visto en la gira, hablando de sus canciones favoritas,
desmayándose por su encanto e intercambiando archivos MP3
de shows en vivo. Pude ver por qué Caleb había pensado que
sus admiradores estaban investidos en la versión drogada de
él. Pero lo que claramente faltaba, o no podía ver, era la sincera
admiración por su música. Sí, la gente contaba historias sobre
cómo estaba drogado mientras tocaba, pero solo era un
pretexto para comentar lo increíble que era un músico que
podía tocar tan bien mientras estaba ebrio.

La otra cosa que encontré, cuando cavé lo suficiente,


fueron fotos de Caleb y Rhys cuando estaban juntos. Sabía que
habían sido compañeros, viéndolos juntos, estaba claro que se

184
conocían íntimamente, y Caleb no lo ocultó. Pero en las fotos
de ellos actuando juntos, su amor estaba claro.

Había una imagen a la que seguía volviendo. Caleb


estaba en el escenario en un bar lleno de humo, con una mano
en el micrófono y la otra en el mástil de la guitarra, mirando al
público. Rhys se situaba a su derecha, mirándolo, sus
hombros cuadrados parecían enormes a la luz de la pantalla,
como una especie de ángel guardián. Cuando mirabas la foto
más de cerca, podías ver que, aunque Caleb estaba de frente a
la audiencia, sus caderas estaban ligeramente giradas hacia
Rhys, y Rhys hacia él, como si estuvieran sintonizados entre
sí, incluso en el caos de la actuación.

Caleb parecía tan joven, con el cabello muy largo en la


espalda, el vello facial apenas rastrojo. Rhys parecía más o
menos igual, aunque más joven. Al principio pensé que seguía
volviendo a ella simplemente porque estaba celoso de lo que
ellos habían tenido. Después de todo, habían sido un equipo
durante años.

Pero cuanto más la miraba, más me daba cuenta de que


lo que sentía era protección. De esa versión más joven de
Caleb; alguien que aún no había sido vencido por la adicción,
ni había perdido las cosas que más le importaban. Quería
sumergirme en la imagen y envolverlo. Llevarlo a un lugar
seguro antes que pasara.

Era una locura, por supuesto. Estaba hecho para la


música, y sacarlo de allí podría haberlo salvado de una
manera, pero seguro que lo habría condenado en otra. Era tan
absurdo como su idea de que debería dejar la música y
esconderse en la granja hasta el final de sus días.

Por eso estaba tratando de arreglarlo. Tratando de


encontrar una manera en la que pudiera tener tanto su
sobriedad ganada con esfuerzo como la música.

185
Estaba empezando a tramar un plan.

—Tío, esto es un poco ridículo.

—Realmente no lo es, Theo. Otras bandas lo hacen todo


el tiempo —dijo Ethan.

—No, lo sé.

Siempre me había llevado bien con Ethan. Él no era


volátil como Ven ni terco como Coco. Y me encantaba verlo
trabajar en una canción porque su cerebro funcionaba muy
diferente del mío. Pero siempre tuve una vibración de él como
si desconfiara de mí. Como si estuviera esperando que la
cagara de alguna manera épica e irreparable.

Aún así, cuando envió un mensaje de texto para


preguntarme si quiera ir de compras con él y luego reunirnos
con Ven y Coco, dije que sí de inmediato. Era raro que Ethan
invitara a cualquiera a hacer cualquier cosa, y no era a
menudo cuando no estábamos trabajando en Riven que salía
con la banda.

No había leído su texto con tanto cuidado, supongo,


porque cuando aparecí y me dijo que nos encontraríamos con
Coco y Ven y que la banda estaba siendo “estilizada”
profesionalmente, me quedé perplejo.

—Er, ¿qué... significa eso exactamente? —pregunté.


Ethan se rió.

—Solo que algunas personas verán nuestro estilo y cómo


ya nos presentamos y la pulirán un poco. O bajamos, supongo.
Ellos la refinan. Luego sacan un montón de mierda para que

186
la usemos. Parece agradable, ¿verdad? no tener que
preocuparse por eso.

No tuve corazón para decirle que no me preocupaba por


eso.

—Uh, seguro. Sí, cualquier cosa para evitar ser


atormentado por los fans ¿verdad?

—Realmente no tengo ese problema, pero está bien.

—¿Qué quieres decir?

Ethan entrecerró los ojos.

—Quiero decir, realmente no me atormentan los fans


porque soy el batería y la gente no reconoce al batería.

—Pero... te he visto.

—Has visto que la gente está encima de la banda cuando


estamos todos juntos. Yo no.

¿Era eso cierto? Estaba seguro de haber visto a fans de


Ethan después de los shows. Pero suponía que... eso era
diferente del resto del mundo, fuera de contexto. Una punzada
de celos me atravesó. Los celos de que Ethan hiciera lo que
amaba, pero que dejara toda la mierda de la fama en el
escenario cuando terminábamos la presentación y tuviera otra
vida. Claramente, eso sería absolutamente incorrecto de decir,
pero cuando entramos en la siguiente tienda, volví a recorrer
todas las veces que pude recordar haber visto a Ethan en
público.

Él siempre estaba más tranquilo que Ven y Coco,


aunque casi todos estaban más callados que Ven y Coco. Pero
cuanto más lo pensaba, no podía recordar ver a los fanáticos
yendo específicamente hacia Ethan.

187
Siempre imaginé al resto de mis compañeros de banda
viviendo vidas similares a las mías. Tener que esconderse en
lugar de mostrar sus rostros en público, necesitando planificar
las rutas menos pobladas para llegar a donde iban, sopesando
el estrés de lidiar con cualquier drama público inesperado que
pudiera surgir en contra del deseo de hacer un recado o ver un
espectáculo. Me imaginé que conocían algún tipo de secreto
que yo no conocía. Que estaban haciendo bien las cosas y que
yo era el único que, por alguna razón, no sabía cómo lidiar con
eso de ser una estrella de rock cuando no estaba actuando.

Pero parecía que podría haber estado muy, muy


equivocado. Después de todo, apenas me invitaban a formar
parte de sus vidas, así que no había tenido muchas
oportunidades de observarlos.

—Oye, ¿Ethan?

Levantó una camisa a cuadros azul y rosa fuerte en


respuesta y arrugué mi nariz automáticamente porque los
colores me daban dolor de cabeza. Pero luego me detuve.

—¿Te gusta? ¿Encaja en tu... um, estilo? —Me obligué a


decirlo con una cara seria porque claramente esto era algo que
Ethan tomaba en serio.

Él se encogió de hombros y volvió a ponerlo en el estante.

—Um… a Ven y a Coco... ¿los reconocen mucho cuando


salen? —Traté de decirlo casualmente, mientras hojeaba un
estante de camisetas de gasa de manga larga que parecían
transparentes.

—A Coco un poco. No hay muchas guitarristas negras


con el pelo azul, ¿sabes? Pero normalmente lleva el coche si
tiene que ir a algún lado.

188
El coche se refería al servicio de limusina que Dougal
había puesto para nosotros. Solo lo había usado cuando todos
nos dirigíamos al aeropuerto para realizar giras.

—A Ven lo reconocen porque... bueno, porque conoces a


Ven.

Ethan me dio una sonrisa irónica y se la devolví. Conocía


a Ven. Se pavoneaba como si estuviera en el escenario todo el
tiempo, y llevaba distintivas gafas rojas y espejadas que eran
prácticamente una tarjeta de visita.

—¿Siempre camino así, incluso antes de que la banda


fuera famosa? —bromeé, golpeando ligeramente el hombro de
Ethan contra el mío.

—Mas o menos. Fue más por un enganche con un


surfista a lo John Wayne o algo así.

—Un surfista a lo John Wayne. ¡Esa es la descripción


perfecta de eso!

Ethan levantó otra camisa, esta vez una leonina amarilla


y marrón frontal de estilo occidental. Le di el visto bueno
porque no me sangraban los ojos, y pensé que tal vez el marrón
se vería bien con el color de su cabello. Aunque, qué demonios
sabía yo.

Como parecía que estábamos uniéndonos o lo que fuera,


dije:

—¿Te dije que alguien me preguntó si quería ser juez


invitado en The Fashion Project? —Me di cuenta tan pronto
como lo dije, dada nuestra conversación previa, que Ethan
podría no apreciar esto, pero simplemente se rió.

—Hombre, tu cara cuando dijiste las palabras “The


Fashion Project” era como si me hubieras dicho que te estaban
a punto de extraer una muela sin anestesia. —Él ladeó la

189
cabeza y me miró de arriba abajo—. ¿Por qué diablos te
preguntarían eso? Usas lo mismo todos los días.

—¡Ves, eso es lo que dije! —Lo era, de hecho, era


exactamente lo que había dicho a Caleb cuando Lewis había
pasado en la invitación—. No tengo ni una mierda que decir
acerca de la moda. ¿Me han visto? Yo uso vaqueros y camisetas
todos los días.

—Entonces, ¿vas a hacerlo?

—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no.

Ethan solo levantó una ceja y volvió a mirar a través de


la ropa, todo se veía más o menos igual.

—Sabes que en realidad no se trata de que ellos piensen


que sabes sobre moda, ¿verdad?

—¿Huh? ¿De qué se trata, entonces?

—¿Has visto el programa?

Negué con la cabeza.

—Sé que se trata de diseño de moda, pero no sé más.

Ethan estaba sacudiendo su cabeza hacia mí.

—¿Estás hablando en serio?

Mi corazón latió más rápido por sus palabras.

—Yo… sí. O, quiero decir, sé que probablemente solo


pregunten a celebridades al azar o lo que sea, si eso es lo que
quieres decir. No soy tan despistado. Yo solo... hay miles de
esas personas que se preocupan por la moda, así que no
entiendo por qué me preguntan sobre todas esas personas.
Cosa que yo no soy… —terminé débilmente.

190
En la última hora me había dado cuenta que se había
abierto una especie de abismo entre Ethan y yo, no, que
aparentemente había habido un abismo que no sabía que
estaba allí. Y estábamos hablando el uno con el otro a través
de él. Me sentí terriblemente incómodo porque me miraba
como si yo tuviera algo que él quería. Y no podría decir que el
deseo fuera en ambos sentidos.

Me mordí el labio mientras su mirada pasaba sobre mí,


luego nerviosamente pasé una mano por mi pelo, pero mis
dedos se enredaron. Bajé mi mirada al suelo y vi que estaba de
pie con un pie apoyado en el otro, un flamenco desgarbado que
podría caerse en cualquier momento.

Cuando la voz de Ethan volvió a sonar, fue más suave,


pero con algo oscuro que no pude ubicar.

—Realmente lo odias, ¿verdad? —No era una pregunta—


. La fama. La atención. En realidad, de verdad lo odias.

Asentí y me pasé el pelo por detrás de la oreja.

—Lo odio mucho, Ethan. —Mi voz era áspera y baja, y


sentí que iba a romperme— Lo siento.

—No —dijo—. Lo siento yo. Yo... no lo entendía.


Nosotros... —Se detuvo, mirando incómodo alrededor de la
tienda vacía.

—¿Qué?

—Pensábamos que era parte de tu... cosa de Estrella de


rock renuente o lo que sea. Parte del personaje.

—¿Qué personaje?

—Está bien —dijo—. Está bien, lo entiendo, Theo. —Su


voz era suave, casi tranquilizadora, y él me agarró por el codo
y me sacó del brazo por la tienda.

191
Nos metimos en una cafetería en la esquina, y cuando la
gente comenzó a hacer fotos mientras esperábamos nuestras
bebidas, Ethan me miró, pero no dijo nada. Cuando nuestros
cafés estuvieron listos, él simplemente me llevó fuera y
comenzamos a caminar de nuevo. Me obligué a relajarme, y
saqué el sombrero del bolsillo y me lo coloqué sobre la cabeza.

—Entonces, básicamente todos piensan que soy un


idiota, eh —dije. Estaba fuera de mi boca antes que pudiera
siquiera pensar en eso.

—No. Ninguno piensa eso. Bueno, está bien, Ven a veces


piensa que todo el mundo es un idiota. —Asentí ante eso
porque era verdad—. Es difícil cuando todos hacemos el
trabajo, pero no recibimos toda la atención —dijo.

—Pero yo…

—Sé que no lo pides, Theo. Sé que no haces nada para


animarlo, Pero así es como funciona porque eres el cantante
principal y porque eres guapo. Lo siento, así son las cosas. Y
lo sabemos. No significa que no sea frustrante a veces.

—Sí, está bien, lo sé. Lo entiendo.

—También entiendes que eres... realmente bueno,


¿verdad?

Me detuvo con el brazo extendido.

—¿Qué?

—No sé qué decirte a veces, hombre. Porque realmente


no puedo leerte en absoluto. Mierda, han sido años que hemos
estado haciendo esto, y hasta hoy no había entendido que no
quieres ser famoso. Sé que eres un adulto y todo eso, pero a
veces solo actúas tan jodidamente ingenuo. Al principio pensé
que era a consciencia, ¿sabes? Como que no querías que la
mierda fuera verdad, así que te negaste a creerla. Pero ahora...

192
—Se mordió el labio—. Entonces, de todos modos, te lo digo,
en caso de que esta sea una de esas cosas que aleatoriamente
no sabes. Eres un cantante asombroso y un compositor
realmente excepcional. Punto.

El calor me recorrió y pude sentir cómo encogía mis


hombros. Lo había oído de un millón de fanáticos, pero nada
de eso significaba tanto como escucharlo de mi propio
compañero de banda. No tenía palabras para expresar cuánto
había necesitado escucharlo.

—Sé que Ven te da mucha mierda sobre las canciones,


pero así es como trabaja, ¿sabes? Pero no importa la otra
mierda acerca de ser famoso o lo que sea, eres un gran músico.
¿Vale?

—E… está bien —murmuré—. Gracias. Gracias, Ethan.

—De acuerdo. —Me golpeó en la espalda y seguimos


caminando.

—Tú eres… —agregué, lo suficientemente tardíamente


como para sonar como un cumplido de elogio de “tú también”—
. Tu batería siempre es lo que más me gusta de nuestras
canciones.

—Gracias, hombre —dijo, y sonó lo suficientemente


conmovido como para darme cuenta que la verdad de mis
palabras le había llegado a pesar de su torpeza.

Después de caminar unas pocas manzanas más, dije:

—Entonces, esta cosa de moda. ¿Van a intentar que me


ponga cosas diferentes?

—¿Qué? ¿Y meterse con el gran estilo del icono de la


moda de Theo Decker? No tienen oportunidad. —Él sonrió—.
Probablemente te comprarán exactamente lo que tienes ahora,

193
solo te costará el doble. De todos modos, de dónde sacas tus
vaqueros, amigo. Hacen eso que siempre se ven increíbles.

—Uh. Son... Levi's, creo. ¿Qué cosa?

—Están todos arrugados detrás de tus rodillas, así que


parece... —Él puso los ojos en blanco como si supiera que
sonaba ridículo—. Se ve genial, ¿de acuerdo? Cállate —
murmuró cuando me reí de él.

—¿En serio? Uh, se arrugan detrás de mis rodillas


porque los uso y se ponen sudorosos y luego no los lavo,
probablemente. Vaya, pensé que era un vago y sucio, pero
resulta que es totalmente mi marca.

Ethan me golpeó con fuerza, y le di un codazo, y él me


quitó el sombrero.

—¡Ethan! —Lloré, con fingido horror—. ¡No, el sombrero


no, es mi firma!

Él resopló con diversión, y me puso un brazo sobre los


hombros, guiándome hacia lo que el infierno de la moda nos
esperaba.

194
Capítulo Dieciséis
Caleb
Algo era diferente sobre Theo, pero estaría condenado si
pudiera decir lo que era. Llegó a la casa hace media hora y yo
lo miré entrecerrando los ojos, tratando de descubrirlo.
Finalmente, cruzó los brazos sobre el pecho y ladeó una
cadera, todo irritado y espinoso.

—¿Qué?

—Solo... hay algo diferente. ¿Qué es?

Los hombros de Theo se sacudieron en algo que era casi


un encogimiento de hombros. Lo miré de cerca. Todo estaba
como solía ser. Vaqueros gastados y ajustados que se abrazan
a sus largas piernas y ahuecan su culo, luciendo sexy sin
esfuerzo. Una camiseta negra suave. Su cabello desordenado
alrededor de su cara... ¿era eso? ¿Su cabello?

—¿Te cortaron el pelo o algo?

Theo se puso rojo y levantó las manos.

—Me dieron un estilo.

—Yo... no sé lo que eso significa en este contexto —dije.

195
Theo puso los ojos en blanco, parecía avergonzado.

—Los otros contrataron a este equipo de profesionales


para... darnos estilo. Nos dieron ropa como malditas muñecas
y… me hicieron algo en el pelo.

—¿Esa no es tu ropa?

—Es como, la ropa de Theo 2.0. Réplicas exactas de todo


lo que ya tengo, solo que más elegante. ¿Por qué? No lo sé.

Su exasperación era bastante graciosa, y cuando se


peinó el pelo irritado, me recordó a un gatito.

—Peinaron mi cabello para que estuviera perfectamente


liso, luego pusieron mierda y lo estropearon de nuevo. Como,
¿cuál es la descripción de su trabajo? Bien.

Me reí entre dientes y exploré su cabello. Tenía algo en


eso. Algún tipo de pasta de peinar o cera. Me incliné.

—Huele a... Florida.

—¿Qué?

—Como bloqueador solar y esas bebidas congeladas de


coco y sol. Fui a la playa de vacaciones una vez. En Florida.
Así es como huele tu cabello.

Theo olfateó las puntas de su cabello e hizo una mueca.

—Huele a mierda.

Asentí.

—Sí, no es mi favorito.

—Joder, me voy a dar una ducha.

196
Más tarde esa noche estábamos acostados en la cama.
Theo, afortunadamente, olía como Theo otra vez, y yo estaba
jugando con su cabello.

—Hablé con Ethan hoy, sobre que no me gustaba todo


el asunto de la fama. Resulta que soy un imbécil.

—¿Por qué eres un idiota?

—Un poco... solo asumí que el resto de la banda estaba


teniendo las mismas experiencias que yo, supongo. Como, que
sólo estaban lidiando mejor con todas las cosas de la fama. Y
me hacía sentir como un desastre, ya sabes, porque si lo
estaban manejando bien, y todavía estaban emocionados por
las giras y todo eso, entonces ¿cuál era mi problema? Pero
Ethan dice que ni siquiera lo reconocen cuando sale. Y dijo que
a veces Coco y a Ven sí, pero no tanto que eso obstaculice
mucho las cosas.

—Eres el cantante principal —dije—. Eres la cara de la


banda. —Theo metió la cara en mi cuello y perdí sus siguientes
palabras—. ¿Qué?

—Me siento tan desconcertado. En serio, lo suponía.


Toda esa mierda por la que Ven se enojaba tanto, como un
artículo usando una foto mía en vez de la banda entera? Lo
entendí totalmente porque es ridículo. Soy un cuarto de la
banda. Me enojé porque se enojaba conmigo, cuando yo no
tenía nada que ver. Pero lo tengo. En serio, no me di cuenta de
que detrás de todo esto también había esta... diferencia en
cómo nos veía la gente. Yo... no lo sé. Escucharme decirlo
suena ridículo, pero no lo sabía. Tan estúpido —murmuró.

197
Sentí una oleada de afecto por él. Era ingenuo por su
parte no darse cuenta de los celos detrás del resentimiento de
sus compañeros de banda. No tener idea de que el batería de
Riven no atraería tanta atención como su cantante principal.
Lo hacía. Pero también era muy, muy Theo.

Theo, que todavía miraba con deleite, si una de las


canciones de Riven aparecía en la radio, como si de algún modo
un DJ se hubiera apoderado de algo pequeño y muy privado, y
lo transmitiera para que todos lo oyeran.

Theo, que realmente no tenía ni idea de sí mismo, y sin


duda podía ver todas estas dinámicas tocando en otra banda.

Theo, que nunca asumiría que la gente pensara que valía


la pena prestarle atención, porque durante la mayor parte de
su vida no lo habían hecho.

Lo abracé más cerca de mí.

—Mantente ingenuo, cariño. Sobre todo eso, quiero


decir. Conoce el negocio de producción, de la música. ¿Pero
esas cosas? En el momento en que lo entiendas, en el momento
en que le des importancia, te puede comer vivo.

Theo besó mi cuello suavemente, luego detrás de mi


oreja, y me estremecí.

Pero mantuvo su toque ligero.

—Supongo que ahora tiene más sentido por qué nunca


quisieron pasar el rato conmigo, ¿eh? ¿Si pensaban que yo era
ese gilipollas que estaba fingiendo no querer ser famoso
mientras a todos realmente les gustaría serlo y no recibían la
atención que creían merecer? Mierda, tampoco hubiera
querido pasar el rato conmigo.

Su voz era triste y me mataba oírle.

198
—Si fuiste honesto con ellos y no te creyeron, ¿qué más
pudiste haber hecho?

—No lo fui, sin embargo. Realmente no. Nunca les dije


cuánto lo odiaba hasta hoy a Ethan. Porque no quería parecer
ingrato o parecer que no apreciaba todo lo que hacían por mí.

Suspiré. Esta historia que Theo se contaba a sí mismo


siempre sonaba igual: que la banda lo había tomado como una
especie de caridad y que les debía todo. Era una vieja historia;
más vieja que Riven.

—Todos llegaron a donde están juntos, sin importar


cómo empezó —le dije, no por primera vez—. ¿Y realmente no
querían pasar el rato contigo?

Su aliento en mi cuello se estremeció y le froté la


espalda.

—Ellos al principio, lo hicieron. Salíamos a comer o


íbamos a alguno de sus apartamentos. Pero después de un
tiempo, todo comenzó a ser muy estresante. Y pasamos tanto
tiempo juntos en el estudio, y luego de gira, que supongo que
comencé a desear tiempo a solas cuando no estábamos
trabajando. Y aún vivían todos juntos, así que tenían todas
estas bromas y referencias, y se conocían desde hace mucho
más tiempo. Supongo que... tal vez... mierda, ¿crees que tal vez
fui yo todo este tiempo?

Pasé mi mano por su cuello hasta su cabello y comencé


a frotar su cuero cabelludo.

—¿Qué piensas?

—No lo sé. Todos son más extrovertidos que yo, así que
después de los shows salían y yo todo lo que quería hacer era
irme a dormir. Pero supongo que sí me invitaron. Mierda.

199
Se sentó y miró a la oscuridad. A la luz de la luna, tenía
la piel pálida moteada de tatuajes y un halo de pelo negro.

—Joder, Caleb, ¡soy tan estúpido! ¿He hecho todo mal?

—No —dije. Sus ojos eran charcos de sombras en su


rostro pálido, sus labios una flor temblorosa—. No todo. Parece
que hiciste algunas suposiciones, y ellos también lo hicieron,
y luego las cosas simplemente se dispararon.

—¡No puedo creer que todo este tiempo pensaron que yo


me creía que era demasiado... demasiado para pasar el rato
con ellos!

—Oye, tú no sabes eso. La dinámica de la banda es


complicada, siempre. Y no todas las bandas son las mejores
amigas. Eso está bien, también.

Theo bajó la cabeza y retorció los dedos en las sábanas.

—Pero yo quería serlo. Quería tanto ser parte de algo.

—Lo sé. —Besé la parte de atrás de su cuello y lo tiré


hacia abajo—. Sé que lo hiciste. Y todavía podrías, si quieres.

—Tal vez.

—Tienes la siguiente etapa de la gira para probarlo. —Se


recostó a mi lado.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo después de unos


minutos. Su tono tenía el sabor de una pregunta que pensaba
que no me iba a gustar.

—Dispara.

—¿Por qué nunca hablas de tus padres? ¿Están aún?


Quiero decir, ¿están vivos o.…?

Debo haber suspirado épicamente, porque Theo dijo:

200
—Lo siento, no tienes que contármelo.

—No, no —le dije, volviendo a jugar con su cabello. La


vieja culpa familiar que se apoderaba de mí cada vez que
pensaba en mis padres se instaló en mi pecho como el ardor
de estómago—. Sí, están vivos. Mi padre vive en Dallas y mi
madre vive en el sur de Jersey. Se divorciaron cuando estaba
en la escuela secundaria. Mi padre se volvió a casar, tiene una
familia completamente nueva. Mi madre estuvo saliendo con
un chico por un tiempo, pero se separaron hace unos años, y
ahora vive cerca de mi hermana. —Había mencionado a mi
hermana, Kate, de paso, pero nunca le había hablado a Theo
mucho sobre mi familia.

—¿Los ves?

—No. No desde hace tiempo.

Surgió un recuerdo, del decimosexto cumpleaños de


Kate. Fue el último antes que mi padre se mudara, y mi madre
había hecho una cazuela de espagueti. Mi madre era una
cocinera terrible, y Kate no comía mucho en las mejores
circunstancias. Pero de alguna manera, esa noche la comida
era comestible, la tarta de cumpleaños del supermercado con
flores glaseadas hizo sonreír a Kate, mi mamá y Kate no
pelearon, y mi padre no se perdió hasta después de la cena,
cuando Kate había salido con sus amigos.

Fue una buena noche. Tenía catorce años, y recordaba


haber bajado a hurtadillas a la cocina en medio de la noche
cuando no podía dormir, y comer otro pedazo de pastel,
disfrutando de la dulzura empalagosa de esas rosas glaseadas
solo porque había sabido tan bien la primera vez, cuando todos
estábamos actuando como una familia.

—¿Por qué? —La voz de Theo, suave en mi oído, me trajo


de vuelta al presente.

201
—Mi papá es alcohólico. —Salió amargo y duro. Como si
estuviera en una mala posición para juzgar—. No puedo estar
cerca de él, ahora. Antes, bueno... después que se divorciara
realmente no quería tener mucho que ver conmigo o Kate. Él
no era desagradable, solo desinteresado. Tenía un modelo
totalmente nuevo que estrenar. Una segunda oportunidad. Y
su esposa, Dana, ella es... digamos que podría hacerlo mucho
mejor con mi padre y es deprimente como el infierno de ver.

Theo me puso la palma de la mano en el estómago y me


concentré en el calor de sus dedos, imaginé que se filtraba
dentro de mí, que llegaba hasta adentro, como si pudiera
imprimirse en mí permanentemente.

—Mi mamá —suspiré—. Ella es verdaderamente una


mujer dulce. El que mi padre bebiera... es lo que arruinó su
matrimonio, arruinó su relación. Entonces, cuando comencé
con las drogas y todo... joder, tío, la destrozó verme así. Ella
vino a visitarme la primera vez que fui a rehabilitación. Y
estaba hecha un jodido desastre, preocupada por mí y
queriendo ayudar. Pero realmente, ella debería haberse
enojado conmigo, ¿sabes? Debería haber estado furiosa.
Necesitaba que estuviera furiosa. Pero ella estaba triste y
asustada, y luego no permanecí mucho tiempo limpio y no
quería preocuparla más, así que me mantuve alejado.

La imagen de la cara de mi madre, esperanzada y


tentativa y, finalmente, decepcionada, me atormentaba.

—Permanecí limpio unos cuatro meses después que


estuve en rehabilitación la segunda vez, así que fui a verla. Era
Navidad, y ella tenía este pequeño y triste árbol, lo recuerdo.
Acababa de romper con su novio y estaba triste, y mi hermana
estaba triste. Todo fue tan jodidamente triste que no pude
soportarlo.

Salí de su apartamento a las 10 de la noche, con un


parabrisas cubierto de nieve y granizo gris en la acera, y

202
conduje hasta el bar más cercano. Me emborraché y anoté en
el baño y regresé a casa a tiempo para desmayarme en el sofá.
Cuando me desperté en la mañana, las luces de ese árbol
patético brillaban con desesperada alegría, y mi madre estaba
sentada en la silla mirándome. Seguí su mirada hacia mi
brazo, donde mi manga todavía estaba enrollada y la nueva
marca del pinchazo estaba clara. Y sentí la desesperación del
fracaso agravada por tener un testigo de ello.

—Después de eso, solo... no volví. Era muy difícil, y no


quería mantener sus esperanzas solo para decepcionarla
nuevamente.

—¿Y ahora? —preguntó Theo.

—¿Ahora? Joder, no sé. Este es el periodo más largo que


he estado limpio, pero... No puedo arriesgarme. Aún no. No
cuando sé lo que le hace.

Lo que no pude decir en voz alta era que tenía la


convicción supersticiosa de que, si me permitía acercarme a
mi mamá y a Kate, de alguna manera me metería de nuevo la
aguja. Podía decir todo lo que quería, que los estaba
protegiendo, pero el resultado final era que aún no me sentía
lo suficientemente fuerte. Aún no confiaba lo suficiente en mí
mismo.

Pasamos los siguientes días trabajando en la música.


Toqué a Theo las canciones que había escrito para Rhys, y
estaba entusiasmado con ellas. Le encantaba lo que había
escrito, y me hizo preguntas que las hicieron mejores, hizo
sugerencias que me hicieron volver a tocarlas.

203
Terminamos la canción que habíamos empezado a
escribir juntos en su apartamento también, y me desperté y
encontré a Theo tendido boca abajo a mi lado, apoyado en los
codos y escribiendo en su cuaderno. Esbocé una mano por la
hermosa curva de su columna vertebral y él se estremeció, pero
su rostro permaneció atrapado en el cuaderno.

Besé la base de su espina dorsal, luego besé todo el


camino hasta su cuello y escuché su aliento.

—Vas a hacer que me corte con el papel —dijo contra el


cuaderno.

—Riesgo laboral, ¿umm?

Le besé la garganta, luego su mejilla, luego me puse a su


lado para mirar lo que estaba escribiendo.

Theo a veces estaba feliz de que mirara su libreta y otras


veces me rechazaba como si estuviera haciendo trampa en un
examen de matemáticas. Esta vez, empujó el libro hacia mí y
lo golpeó con su bolígrafo masticado, dejando una mancha de
saliva en la página, que limpió untándolo de tinta.

Miró tímidamente la libreta. Agarré su barbilla y volteé


su rostro hacia mí.

—Realmente te voy a extrañar —le dije, y moví mi mano


para poder besarlo.

—Yo también. ¿Vas a darme una despedida memorable?


—Trató de guiñar el ojo, pero se limitó a mirar con sorna
mientras terminaba con cabello en sus ojos.

—¿Qué? ¿Te refieres a una fanfarria de trompetas?

Miró entre nosotros y luego deslizó una mano por mi


estómago hacia mi pene.

204
—¿Es eso lo que los chicos dicen hoy en día? —
reflexionó, acariciándome.

—Umm.

Empujé su mano y le mordí la barbilla, los dientes


rasparon mi barba. Me soltó el tiempo suficiente para alcanzar
el lubricante y un condón en la mesita de noche, y la línea de
su espalda se encontró con la curva de mi culo
hipnotizándome. La maraña de enredaderas que serpenteaba
desde su cadera derecha por sus costillas hasta su pecho
estaba sombreada bellamente, y tracé sus líneas.

—¿De dónde sacaste este? —Me los había estado


aprendiendo uno a uno.

Theo sonrió feliz.

—En Philadelfia. Estábamos tocando en este club, justo


después de que saliera nuestro primer álbum. Un lugar muy
sucio, medio bar, medio piso y un balcón. Y había mucha
gente, así que fue genial porque el programa salió bien. Gran
energía. Y yo... bueno, después, estaba como vibrando y había
un camarero.

Levanté una ceja.

—¿Oh? Cuéntamelo.

Recorrí el tatuaje de nuevo sobre su cadera hasta su


trasero, y pasé un dedo por su grieta, rozando su agujero.

—Él… oh, ¡joder! Um, era caliente. Como, flaco, intenso,


tatuajes calientes, ¿sabes?

—¿Un poco como tú?

Theo ladeó la cabeza como si esa descripción lo


sorprendiera. Luego se encogió de hombros y asintió.

205
—Supongo. De todos modos, estuvo leyendo un libro
durante la mayor parte del espectáculo. Lo recuerdo porque las
luces parpadeaban debajo de la barra y lo veía con la nariz en
un libro, ignorándonos por completo. Y a los clientes.

Comencé a acariciar la erección de Theo, y guíe su


pierna sobre mi cadera para que se sentara a horcajadas sobre
mí.

—No te gustó que te ignorase, ¿eh?

Él sonrió, luego jadeó mientras froté la punta de su pene


con mi pulgar.

—Después del espectáculo, estábamos cargando y él


estaba limpiando, y...

Theo jadeó mientras yo ahuequé sus bolas y lo acaricié


más fuerte.

—¿Sí?

—Me folló, oh, Dios, me folló en la sala de


almacenamiento detrás de la barra…

—Umm. ¿Estabas caliente?

Le froté los pezones, luego los pellizqué solo para ver su


cabeza caer hacia atrás.

—Aggg, sí —jadeó—. Y dije que me gustaba este tatuaje


que tenía de un lobo y dijo que su amigo lo hizo. ¡Oh Dios,
Caleb, por favor no te detengas!

—Sigue hablando.

—Mierda. Entonces, me dio indicaciones para llegar a la


tienda donde trabajaba su amigo y me lo hizo al día siguiente,
al final. ¡Por el amor de Dios, ahora me tienes que follar, por
favor!

206
Theo respiraba pesadamente, su cara y cuello estaban
enrojecidos, sus pezones sonrojados por mis dedos, y su
erección goteaba. Estaba deslumbrante. Recogí una gota de su
esencia en mi dedo y se la acerqué a la boca. Se abrió para mí,
chupando mi dedo, con esos inquietantes ojos azules y
plateados cerrándose de placer mientras pasaba su lengua por
mi dedo.

Envolví una mano alrededor de su garganta, piel pálida


sombreada con barba oscura, y sentí su aliento, lo sentí tragar
duro.

—¿Necesitamos esto?

Levanté el condón y los ojos de Theo se abrieron. Sus


pupilas estaban completamente abiertas y sus pestañas
húmedas. Cuando vio lo que sostenía, su boca se abrió y su
respiración se aceleró.

Sacudió la cabeza y comenzó a temblar visiblemente.

—¿Estás bien?

Puse mis manos en sus caderas para estabilizarlo.

—Estoy bien.

Se inclinó hacia mí y pude sentir la dulzura de su beso.


El deseo.

—¿Quieres follarme tú? —le pregunté.

Sus pestañas revolotearon y él sonrió.

—Joder, sí, pero ahora no. Me gusta así, contigo.

Corrí mis dedos y los deslicé dentro de su agujero. Los


gemidos y pequeños ruidos de Theo eran una orquesta cuando
lo tocaba. Después de un minuto, se arrodilló y se colocó para
recibirme. Nuestros ojos se encontraron y la lujuria se

207
encendió entre nosotros. Pero la dulzura todavía estaba allí.
Tanta jodida dulzura que apenas podía soportarlo.

Theo se dejó caer sobre mí en un movimiento sinuoso,


metiéndose mi polla dentro de él hasta la empuñadura. El
placer se apoderó de mí, y cerré mis ojos ante el ataque. La
sensación de su carne apretada a mi alrededor, sus palmas en
mis costillas y sus ojos en mí, era abrumador.

Se movía como la seda y el agua sobre mí, creando un


ritmo y luego cambiándolo. Me quedé allí tumbado y lo observé,
maravillado, pensando cómo diablos era posible que estuviera
aquí, ahora, en esta cama, con este hombre, cuando debería
estar muerto. La gratitud brotó en mi pecho y empujé a Theo
hacia mí, besando su boca desesperadamente.

Nos giré, presionándolo contra la cama y me empujé en


movimientos largos y profundos, sintiendo como mi orgasmo
amenazaba con cubrirme demasiado pronto. Las manos de
Theo sobre mis muslos me castigaban y su mirada adoradora
me humillaba de nuevo.

—Estoy tan cerca —dijo, con la voz apenas raspada—.


Hazme llegar.

Ante sus palabras, cualquier apariencia de control se


rompió, y me empujé contra él con fuerza, mi culo se apretó y
mi columna vertebral se convirtió en calor líquido. Sentí los
primeros parpadeos en mis bolas, y me presioné
profundamente en el hermoso cuerpo de Theo. Se acarició al
ritmo de mis embestidas, y sus gemidos sonaban como la
música más dulce.

Llegué con un grito, enterrando mi cara en su cuello


mientras empujaba, con mi orgasmo explotando a través de
mí, convirtiendo mis huesos en líquido y borrando el mundo
fuera de mi placer. Entré en Theo con potentes chorros y sentí
que se ponía de puntillas justo cuando terminaba, sus

208
músculos se cerraron sobre mí mientras disparaba entre
nosotros. Él gritó, luego mordió mi hombro mientras su culo
se apretaba alrededor de mi polla, sacando los últimos
resquicios estremecedores de mi orgasmo y dejándome
temblando contra él.

Su cabello era un desastre e hizo una mueca cuando salí


de él, pero parecía jodido y feliz, una suave sonrisa jugaba en
sus labios. Casi lo mismo que sentía yo.

—Lo siento, cariño —murmuré, pasando mis dedos


sobre su agujero para calmar el músculo—. Oh, Dios mío. —
Podía sentir como me filtraba de Theo, y una feroz posesividad
me atravesó. Lo atraje hacia mí, envolviendo mis brazos
alrededor de él con fuerza, y él emitió un ronronearte sonido
placentero contra mi cuello y envolvió sus brazos alrededor de
mi cuerpo. Estábamos encerrados, aferrándonos, y no había
nada en el mundo que pudiera haberme hecho separarnos.

Joder, lo iba a extrañar.

209
Capítulo Diecisiete
Theo
Washtub Prophecy, eran nuestra apertura para la
segunda etapa de la gira, tenían todo lo que odiaba de la
industria de la música. Se preocupaban más por el espectáculo
que por la música, más por la publicidad que por las
canciones, y de alguna manera lograban ser realmente buenos.
Por eso acordé tenerlos, solo había escuchado su álbum. Ven
no tenía esa excusa, ya que conocía a Abel Mailer, su cantante
principal.

Sucedió de la manera habitual: eran una banda de


nuestra discográfica, los géneros eran similares, sería muy
apreciado si los dejáramos abrir para nosotros como una
transición en su gira como cabeza de cartel. Por supuesto,
hubiera preferido que pudiéramos tener a alguien que
quisiéramos como primer partido, pero Dougal fue firme en que
esta era la forma en que se jugaba el juego.

Realmente había disfrutado de tener a Starkers abriendo


para nosotros en la primera etapa de la gira. Eran
increíblemente talentosos, y su uso del arpa y el violín eléctrico
le daban a su música una calidad altísima y etérea que me
encantaba. Miranda Jenkins, su vocalista y arpista principal

210
era increíble, y aunque no había llegado a conocer al resto de
la banda, Mari, Aruna y Leah habían sido amables e
interesantes cada vez que pasaba tiempo con ellas. Era parte
de lo que hizo que la primera etapa de la gira se sintiera bien.

Ahora, con el hijo de perra completo de Washtub


Prophecy, cada noche era un asunto agotador. Abel Mailer
había decidido que estábamos destinados a ser amigos desde
el momento en que nos conocimos la noche antes del primer
espectáculo. Al principio, pensé que era solo adoración al héroe
o algo así. Lo que me hizo sentir incómodo, pero al menos no
era asqueroso. Pero no. Abel se acercaba furtivamente a mí y
hablaba como si pensara que estábamos en una especie de
club secreto y todos los demás estaban afuera, mirando hacia
dentro. Trataba mal a su propia banda, criticaba a otros
músicos con los que había salido de gira o que conocía, o que
había escuchado.

En su mayoría lo ignoraba o ponía excusas para irme.


Pero después del tercer espectáculo, cuando se sentó a mi lado
y comenzó a hablar de cómo Coco no era la mejor guitarrista y
bueno que se destacara de otras maneras, y cómo Ven y Ethan
probablemente peleaban por quién podía “meterse en eso”, lo
corté tajantemente. Parecía sorprendido, como si hubiera
traicionado alguna relación que teníamos, y luego se enojó, y
supe que había hecho un enemigo.

Me había mantenido alejado de él desde entonces, ya


que lo último que quería era ir al escenario distraído por ese
imbécil. Pero hizo todo un poco más difícil de manejar, un poco
menos cómodo.

Y Washtub Prophecy era solo una parte del problema.


Ethan y yo habíamos empezado a hablar más, desde nuestra
tarde de moda, así que era agradable pasar tiempo con él en
los vuelos o en el backstage. Pero echaba ferozmente de menos
a Caleb. Era como un dolor constante en mi pecho, un
hematoma que se hinchaba cada vez que me tocaba.

211
Nunca antes me había sentido así. Con nadie. Y saber
que Caleb estaba allí, en Stormville, en su cómoda cama, con
el olor de las hojas, el suelo recién removido, el humo del
cigarrillo entrando por la ventana rajada, el sonido de él
cantando bajo mientras rasgueaba la guitarra y probablemente
una sartén de ese maldito revuelto en la cocina... me hacía
sentir ridículo.

¿Por qué estaba aquí, en un interminable desfile de


camas frías con sábanas blancas anónimas y jabones de
diseño que parecían oler a limoncillo, cuando podía estar allí
con él? ¿Por qué, cuando los rendimientos parecían disminuir
cada noche? Cuando sabía lo que quería, y era a él, y no esto.

Habíamos recuperado nuestras conversaciones


telefónicas de media noche desde que había estado de gira, así
que al menos podía escuchar su voz después de regresar a las
habitaciones vacías y estériles del hotel.

Esta noche, con el sonido de su bajo y áspero “Hola” me


encontré inesperadamente ahogado.

—Hola.

Hubo un sonido de crujido, como si Caleb se estuviera


acomodando.

—¿Dónde estás? —le pregunté. Quería ser capaz de


imaginarlo exactamente.

—Umm, estoy en el porche. Hizo un calor extraño hoy,


el calentamiento global.

—Son los últimos tiempos —estuve de acuerdo.

—Sip —dijo Caleb, sonando particularmente indiferente


al respecto—. El sol estaba brillando y recogí las remolachas y
los ajos que había plantado.

—¿Te gustan las remolachas?

212
—Nunca las he probado, no sé. Sin embargo, tienen un
hermoso color. Ese rojo sobresaturado. Pero el color rojo se
desvanece.

Me encantaba la forma en que Caleb describía las cosas,


a veces severas y otras líricas. Nunca supe cuál sería.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó Caleb, y su voz hizo


esa cosa estridente y resonante que asociaba con acostarme
en la cama en la oscuridad, con la cabeza sobre su pecho,
escuchando sus palabras a través del hueso y el músculo
debajo de mi oreja. Me imaginaba que estaba allí tumbado con
él ahora, su áspera palma en mi espalda, su cálida piel contra
la mía.

—Todo —susurré, cerrando los ojos. Luego, un latido


pasó en silencio—. Wow, eso sonó realmente emo, lo siento.
No, estoy bien.

—¿Ese pequeño hijo de puta todavía va pegado a tu


trasero?

—Nah, él me evita ahora que probé tener el terrible gusto


de no querer ser su amigo. No, yo solo...

Dejé la frase colgando al borde porque, como a veces


sucedía, no estaba seguro de lo que quería decir hasta que lo
decía y no estaba seguro de estar listo para decirlo todavía.

—Te extraño mucho —le dije. Lo que sí sabía es lo que


quería decir.

—Yo también te extraño mucho —dijo Caleb—. Después


de todo, sin ti aquí, ¿a quién le voy a dar de comer todas estas
remolachas?

Sonreí.

—Haz que Rhys se las coma. Él se comerá cualquier


cosa.

213
—¡A él le gusta, Oye, Mikey4!

—Mm, ¿qué?

—Jesús, nada, acabas de recordarme lo joven que eres.


De acuerdo, cambiando el tema. Entonces —dijo arrastrando
las palabras sugestivamente— me extrañas, ¿eh?

—Lo que sea, cállate, me extrañas a mí también.

—Sí. Lo hago. Realmente lo hago.

—Escucha, tengo una idea, pero no sé si querrás. —


Había estado esperando un buen momento, y esto parecía tan
bueno como cualquier otro.

—¿Involucra hacer esto en un video chat y estar


desnudo? Porque te lo aseguro que si quiero.

Sentí que mi pulso se aceleraba ante el recuerdo de unas


noches atrás. En la cama de un hotel en una ciudad que ya
había olvidado, había seguido las órdenes de Caleb de
desnudarme frente a la pantalla de mi tableta y masturbarme
mientras él me miraba, diciéndome que redujera la velocidad,
acelerara, apretara más fuerte, más ligero…. como si fuera su
propia mano que me trabaja desde miles de kilómetros en la
distancia. Tragué saliva.

—Um, no, no exactamente. Estaba pensando que tal


vez... ¿qué pensarías sobre volar la semana que viene y venir a
nuestro show en Nueva Orleans? Tenemos un día libre antes
del espectáculo, y sé que amas la ciudad, podríamos caminar,
pasar el rato, comer esas... cosas de donuts que te gustan.

—Beignets —murmuró Caleb.

4
Referencia a un comercial de cereales de la década de los ‘70.

214
—Sí. Te compraré todos los beignets que puedas comer
si vienes a pasar el rato conmigo. —Mantuve mi voz ligera, pero
contuve la respiración.

—Escucha, Theo...

Eso no era prometedor No había comprendido, hasta el


momento en que me di cuenta que iba a decir que no, cuán
desesperadamente quería que esto sucediera. La desilusión me
cortó rápidamente e intenté pensar en cualquier cosa que
pudiera decir para ocultar lo devastado que me sentía.

—No es que no me guste la idea —dijo Caleb, después


de un momento—. Me encantaría verte, verte tocar y amo la
ciudad, pero yo, eh... no he estado allí desde... No es una
ciudad sobria, Theo. Tengo muchos recuerdos, conozco a
mucha gente...

Oh diablos. Bien. Por supuesto, Caleb estaba pensando


en esa línea.

—No, lo entiendo —dije—. Lo hago. Está bien, lo


entiendo. Solo faltan dos semanas de todas formas.

Oí el sonido de una puerta cerrándose que significaba


que Caleb había vuelto dentro. Entonces lo escuché hurgar en
algún lado.

—¿Puedo devolverte la llamada? —preguntó.

—Oh, sí. Por supuesto. O, ya sabes, no es necesario. —


Miré el reloj—. Ya es tarde.

Pude oír el bufido de Caleb e imaginarlo poniendo los


ojos en blanco hacia mí. Si hubiéramos estado juntos, me
habría dado un codazo con esta expresión suya en particular,
que pensaba que era algo como: ‘cállate, sí’. Me la daba cada
vez que creía que yo estaba: ‘convenciéndome a mí mismo de
que lo dejaba salir del atolladero’.

215
—No, solo necesito llamar a Huey muy rápido. Te
llamaré enseguida, ¿vale?

—Vale.

Paseé por la habitación, luego cambié todos los canales.


Luego revisé la hora de nuevo, vi que solo habían transcurrido
siete minutos y me fui a dar una ducha para matar un poco de
tiempo. Cuando salí de la ducha, vi que me tenía una llamada
de Caleb.

¡Maldición!

—Oye —dijo cuando respondió—. Pensé que te habías


dado por vencido y que habías llamado a los refuerzos para
que te vieran en Nueva Orleans.

Su voz era ligera, pero sabía que la ansiedad era real.


Que decidiera estar con él era demasiado problema.

—Nunca —dije—. Simplemente me metí en la ducha. Me


puse ansioso —admití.

—Está bien, estoy dentro.

—¿Eh? Como, ¿dentro?

—Uh. ¿Sí? Dentro dentro.

—¿En serio?

Él se rió entre dientes.

—No, estoy jodiéndote. Sí, en serio. Jesús.

La alegría goteó a través de mí y me sentí como veinte


kilos más ligero. Me tiré sobre la cama y, en el proceso, logré
colgar a Caleb con mi barbilla.

—Vaya —dijo, cuando volvió a responder.

—Lo siento, lo siento. Mi barbilla lo hizo, no sé.

216
Hicimos planes y cogí mi Tablet para hacer la reserva.

Caleb ni siquiera se quejó demasiado por dejarme pagar


el billete. No estaba seguro de cuál era su situación financiera
en estos días, pero tenía ridículas cantidades de dinero que no
podía usar en tres vidas, por lo que tenía sentido que comprara
el billete de avión.

Colgué, aturdido por la idea de llegar a verlo, abrazarlo


y besarlo. Y con la esperanza de que tal vez, con la primera
parte de mi plan en marcha, las cosas iban a mejorar.

—Jesucristo, eres pesado —dijo Caleb, levantándome


por los muslos para no dejarme caer después de saltar sobre
él en el aeropuerto de Nueva Orleans. Salió de la zona de
recogida de equipajes con las gafas de sol puestas y una
pequeña bolsa de lona colgada del hombro, como un maldito
sueño húmedo, y yo no había sido capaz de detenerme. Quería
decir que era un abrazo, pero en el último minuto, me había
lanzado contra él.

Pero luego él me apretó y me besó tan jodidamente duro


y dulce que todo menos él desapareció. Volví a mí mismo
cuando mis pies tocaron el suelo.

—Hola —dije, y él sonrió. Podía verme en sus gafas de


sol, podía ver que estaba sonriendo igual de grande.

Reservamos una habitación en el Magnolia, un hotel


boutique en el Barrio Francés, aunque el resto de la banda se
alojaba en uno de los grandes hoteles del Canal, pero ni
siquiera me había registrado aún, había ido derecho al
aeropuerto para ver a Caleb.

217
El aire era suave y espeso, pero cuando entramos por las
puertas estábamos en una gruta oscura y fría, abierta al aire
pero a la sombra de los árboles. Flores exuberantes que no
reconocí florecían en los arbustos que rodeaban una pequeña
cascada decorativa que se derramaba sobre la pizarra y se
acumulaba en un estanque de losas sobre el que te podías
sentar al borde. Había algunas mesas de café instaladas en el
patio, y donde las calles habían sido ruidosas, allí estaba
silencioso y tranquilo.

—Esto es hermoso —dijo Caleb cuando volví con las


llaves. Asentí y extendí mi mano, porque todo lo que podía
pensar, ahora que tenía las llaves era llevarle a la cama más
cercana. Las escaleras eran estrechas y empinadas y, sí,
balanceé un poco más mis caderas, sabiendo que Caleb estaba
justo detrás de mí.

—Sigue moviendo ese culo en mi cara y sabes qué voy a


hacerle algo —dijo Caleb, su voz era tan baja y áspera que casi
no podía oírlo.

—¿Sí? —Le eché una mirada por encima del hombro—.


Cuento con ello.

En el momento en que abrí la puerta a tientas, Caleb


estaba sobre mí, con la boca hambrienta y las manos
explorándome.

—Dios, te necesito —dijo, como si casi no lo pudiera


creer.

No hubo nada lento o controlado sobre la forma en que


nos juntamos. Nos atacamos como bestias, chupando,
mordiendo, arañando, empujando, hasta que nos caímos uno
encima del otro y nos desplomamos en un montón sudoroso
en la cama, con las piernas entrelazadas y los dedos aún
apretados.

—Jesús —respiré—. Realmente lo necesitaba.

218
Caleb asintió y me apretó la mano.

—Bonita habitación —dijo, y comencé a reírme.

Cenamos en un agujero escondido de comida criolla que


Caleb había encontrado en el laberinto de calles irregulares
que recorrimos. Él claramente conocía bien la ciudad.

—Viví aquí durante un año más o menos —me dijo


mientras comíamos—. Luego pasé mucho tiempo aquí en los
últimos años.

—La gente te amaba aquí —le dije y él asintió.

—Ciertamente es la ciudad de la música. —La


declaración fue neutral, descartable. Pero su voz contenía
tanta melancolía, tal arrepentimiento, que extendí la mano por
la mesa y le apreté el brazo. Él me dio una mínima sonrisa y
luego volvió a comer.

—Tengo una idea —dije—. Quiero que toquemos nuestra


canción.

—¿Qué? ¿En uno de los clubes?

—No. En el espectáculo mañana por la noche.

Ese era mi plan. Usar la ciudad que Caleb una vez llamó
hogar para volver a ponerlo en el radar de la gente.

—¿Tu show? —Asentí.

Caleb soltó una carcajada como si fuera una idea


ridícula.

219
—Esta ciudad te ama. Tienes muchos seguidores aquí.
Si lo aprovechamos... sería una forma de decir que todavía
estás aquí. Y luego, si alguna vez grabas alguna de esas
increíbles y malditas canciones que has escrito, podrías sacar
un nuevo álbum. Si quieres.

Caleb estaba mirando más allá de mí, a la calle, donde


la gente paseaba, cogida del brazo, o en grupos de turistas, o
corriendo para ponerse al día, gritándose y riéndose. Un
hombre encendió una pipa y se dejó caer en una escalinata de
mármol gastado, una mujer pasó en una moto, un perro
pequeño parado en una caja de madera atada al manillar, un
niño con una camiseta del ejército caminando lentamente
sobre un balcón de la tercera planta, fumando un cigarrillo.

Debajo de mi mano, podía sentir el antebrazo de Caleb,


atiborrado de tensión.

—No lo sé —dijo, sin dejar de mirar hacia afuera—.


Simplemente, no lo sé.

La banda de Wolf's Howl hizo que el público bailara y


animara, llenando el sombrero con billetes. Estaban haciendo
estándares de jazz con una especie de giro rockabilly y todo
funcionaba. La cantante tenía el estilo de una cantante de la
década de 1940, con un vestido rojo hasta la rodilla, lápiz labial
oscuro y una flor grande en sus rizos perfectamente
arreglados, y el resto de la banda lucía trajes elegantes en
diferentes estados de desgaste, algunos con sombreros. Hacían
girar cada canción pasando solos entre ellos y provocando
trozos de otras melodías familiares.

220
Caleb dijo que este era su club favorito de “antes”. Lo
interpreté como que tenía otros que le gustaban a medida que
avanzaba la noche, porque ya eran las diez cuando llegamos
allí.

—Un mínimo de una bebida —dijo el tipo en la puerta, y


la mandíbula de Caleb se tensó. Me volví hacia él, pero él me
hizo un gesto con la mano y asintió hacia el chico.

Tomo una cerveza de jengibre del bar y yo un whisky con


coca cola. Él me había dicho antes que no le molestaba
demasiado estar rodeado de personas que bebían, siempre y
cuando tuviera controles y equilibrios, como Huey, en su casa
o yo, aquí. Yo le dije, a su vez, que estaba totalmente bien con
no beber, pero me di cuenta que solo lo hacía sentir cohibido
y molesto, así que acepté la bebida, pero la bebí rápidamente,
y luego me tome un caramelo de menta, así Caleb no lo
probaría en mi lengua cuando lo besara.

Amaba la banda, tamborileaba sobre sus muslos y daba


golpecitos con los pies, movía la cabeza al ritmo, sonreía y
aplaudía en momentos que apreciaba. Cuando terminaron su
set, nos derramamos en Frenchmen Street con el resto de la
multitud después que Caleb hiciera cumplidos a la banda, y
recibiera una ola de sombreros a cambio.

—Entonces, ¿me mostrarás tu club ‘tardío’ favorito? —


pregunté, todavía rebotando al ritmo de la última canción.

Él dudó, apoyado contra la pared, con los ojos cerrados,


una rodilla en alto, un pie en la pared. Parecía una portada de
álbum y busqué a tientas mi teléfono y le tomé una foto.

—O —dije, corriendo una mano por su torso—


podríamos simplemente regresar a la habitación.

Él sonrió débilmente y atrapó mi mano en la suya,


llevándola a sus labios y besando mi palma.

221
—Desearía no haber sido así —dijo en voz baja—.
Desearía poder hacer lo que quisieras. Llevarte donde quieras.

—No. Esto es perfecto. Eres perfecto. Estoy tan feliz en


este momento. —Lo besé y él deslizó su mano para ahuecar mi
cuello.

Alguien silbó y armó alboroto con un “woohoo” mientras


pasaban. Un cristal se rompió con un tintineo unas puertas
más abajo. Los sonidos del jazz, la risa, los gritos y el bocinazo
de un automóvil. El sabor de la boca de Caleb, dulce y oscuro.
Casa.

—Sé a dónde te llevaré —dijo contra mis labios.

—Me quedaré contigo todo el tiempo —le dije, inseguro


de si sería aceptable o insultante.

—Bueno.

Unas cuadras después, Caleb señaló hacia la derecha y


dijo:

—Solía vivir a cuatro cuadras por allí.

Caminamos en silencio, los sonidos de la ciudad se


derramaba desde balcones y puertas abiertas, desde las
esquinas de las calles y los estéreos de los coches. Parecía que
el tiempo se había detenido de alguna manera, como si
hubiéramos estado aquí desde siempre, y también nada.
Pasamos una casa enorme, se abrieron las ventanas de los
balcones para pasar la noche, y vimos a una pareja bailando
con música de big band, riendo mientras giraban.

—Bien, hagámoslo —dijo Caleb.

—Lo siento, ¿qué?

Caleb resopló.

222
—Eso de tocar.

—Oh, ¿la canción? ¿Lo harás? ¿De verdad?

Él tomó mi mano y la colocó contra su costado.

—Sí, quiero decir, ¿qué es lo peor que podría pasar? No


me han abucheado por subir al escenario antes. —Se encogió
de hombros, toda bravuconada casual, pero sabía que no
había nada casual en su decisión.

—Es por aquí… —dijo Caleb algunas cuadras más tarde.


Doblamos a la derecha cuando llegamos al paso elevado de la
autopista, y estaba oscuro y menos poblado. La calle estaba
extrañamente silenciosa, casas y negocios, pero cuando la
puerta se abrió, los sonidos del bar se derramaron. El hombre
que nos dejó entrar tenía un sombrero bajado sobre sus ojos,
pero cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, una mujer
silbó.

—Caleb Whitman. Todos pensamos que estabas muerto,


chico.

—Lo estaba —dijo Caleb—. Hola, Dot.

Caleb se inclinó y abrazó a la mujer, y ella lo besó en la


mejilla. Tenía la piel oscura y luminosa y el cabello rubio corto
blanqueado a rubio platino. En el lado alto, enfatizaba sus
brazos musculosos y su estómago tonificado con un vestido
blanco ajustado que la envolvía como vendas.

—¿Quién es tu amigo?

—Este es Theo. Está conmigo.

No pude evitar sonreír al ver lo firmemente que Caleb lo


dijo.

223
—Hola —dije, llegando a estrechar su mano. Su agarre
prácticamente me aplastó e hice una mueca. Ella me lanzó una
pequeña sonrisa.

—Oye, él necesita esa mano —dijo Caleb, dejando caer


su brazo sobre mi hombro y tirando de mí hacia un lado. Dot
se ablandó y Caleb me dio una palmada firme en la espalda,
pero no dejó su brazo a mi alrededor.

Dot estaba considerando a Caleb y su mirada era lo


suficientemente intensa como para desollarlo.

—La música. ¿Estás fuera? —preguntó ella.

—He estado. Pero —me lanzó una mirada— Tal vez


vuelva al Mississippi. Tú sabes cómo va.

—Lo hago —dijo Dot. Luego me lanzó una mirada, rápida


como la hoja de un cuchillo—. Ten cuidado. Esta barroso y
cambiando de rumbo.

—Soy un niño grande, Dot. Y puedo nadar, pero gracias.


—Él la besó en la mejilla.

—¿Esta metáfora se va a estirar más? —le pregunté—.


Porque al río le gustaría tomar un maldito trago y escuchar
algo de música.

Caleb resopló, sacudiendo la cabeza, y una sonrisa se


dibujó en las comisuras de la boca de Dot. Ella inclinó la
cabeza hacia el arco y nos siguió.

El club estaba oscuro y la luz que había tenía un tono


azulado. Iluminó el humo en el aire como una crepuscular
niebla de montaña e hizo que el escenario iluminado de rojo
brillara como un rubí. Pedimos en el bar, y luego nos paramos
en una mesa alta que un servidor despejó en el momento en
que Dot hizo contacto visual con él.

224
En el escenario, una mujer cantaba y tocaba el piano, la
música burbujeaba como magma, su rostro se retorcía como
si hubiera abierto una vena. Su voz era sedosa, etérea, el piano
suave y oscuro. Ella cantó con la cabeza inclinada hacia atrás,
sin mirar las teclas ni a la multitud. No podía quitar mis ojos
de ella.

—Eso —dijo Dot, señalando con un dedo de punta roja—


es Belladonna Prejean. ¿Has oído hablar de ella?

Caleb asintió.

—La he visto aquí antes. Hará unos cuatro o cinco años.


Ella tenía un trompetista entonces, un hombre blanco,
pequeño. Música diferente, pero reconocería esa voz en
cualquier lugar.

—Mm… Umm, esa es ella. Ella está sola ahora. Es mejor.


—Ella tocó su pecho sobre su corazón, y sentí una larga
historia detrás de sus directas palabras.

Belladonna Prejean tocó durante una hora más o menos,


una canción terminaba en otra, a veces sin que el público se
diera cuenta. Quizás ni ella se diera cuenta. Era como si
hubiera hechizado a todo el club sin siquiera abrir los ojos.
Cuando dejó de tocar, fue abrupto, como si simplemente se
hubiera quedado sin notas. Se levantó temblorosa y le hizo una
media reverencia a la audiencia. Entonces uno de los
servidores siguió caminando con un vaso de agua, se lo entregó
y la llevó fuera del escenario.

—Jesús jodido Cristo —dije.

—Sip —murmuró Caleb.

—Mm hmm —dijo Dot.

Y aún podía saborear su música en mi lengua.

225
Capítulo Dieciocho
Caleb
—Dios, extrañaba esto —gemí, lamiendo azúcar en polvo
de mis dedos. Estábamos sentados junto al río, bebiendo café
con una bolsa de beignets calientes entre nosotros. Los muslos
de Theo, vestidos de jean negro, habían sido moteados con
azúcar en polvo de inmediato, y ahora había vetas en las que
había tratado de limpiarlo. Murmuró molesto y sostuvo el
beignet a la derecha, girando torpemente para darle otro
bocado y casi derribando su café.

—Eres ridículo —le dije, y extendí una servilleta en su


regazo.

—Oh. Gracias.

El aire de la mañana era cálido en nuestro banco al sol,


pero la brisa era fría. Eso era Nueva Orleans, todos los
extremos, y a veces opuestos al mismo tiempo. La luz del sol
brillaba de color ámbar en el agua oscura y observé cómo las
barcazas daban la vuelta y cruzaban el puente, pasándonos y
luego bajaban por el río.

226
El aroma terroso del Mississippi, la mordedura de la
achicoria, el fuerte estallido de azúcar en mi lengua. Cada
sentido estaba lleno con un lugar tan familiar para mí como mi
propia cama. Solo que, por primera vez, había pasado la noche
en un club de jazz, no tropezando hasta casa a las tres de la
mañana, y no me sentía como una mierda. Estaba un poco
cansado, pero no con resaca, ni nerviosismo, sin buscar en mi
memoria lo que podría haber hecho que no debería haber
hecho.

Además, por primera vez, Theo estaba aquí conmigo. Y


eso cambiaba todo. Anoche, cuando accedí a llevarlo a The
Pearl Lounge, tuve la sensación de tener la mano sobre la
llama, un baile sutil para ver qué tan cerca podía moverme
hasta que me quemara. Pero, aunque ver a Dot había forzado
una ola de recuerdos, cada vez que miraba a Theo, me devolvía
al presente. Volviendo al hombre que, esperaba, podría ser mi
futuro. No me había permitido demorar demasiado en ese
pensamiento anoche. Los fantasmas del pasado y las
esperanzas para el futuro eran un cóctel peligroso. Pero
caminar por las calles de esta ciudad de su brazo había
significado más para mí de lo que me había dado cuenta.

—Uf —dijo Theo, arrojando la mitad no consumida de su


beignet a la bolsa y apartando sus dedos manchados de blanco
de su cuerpo como si estuvieran cubiertos de baba—. Para ti
el resto. No me interesan estas cosas. Quiero un donut de
verdad.

—Blasfemo.

Agarré la bolsa y felizmente comí el beignet restante y la


otra mitad del que había abandonado Theo. Sabía que me
sentiría mal en unos cinco minutos, pero no me importaba. El
café de achicoria era el antídoto perfecto para la dulzura del
azúcar en polvo, y no tenía idea de cuándo volvería a Nueva
Orleans.

227
Efectivamente, me sentí ligeramente mareado unos
minutos después, y bebí el resto del café y me incliné, con los
codos sobre las rodillas, mirando al río.

—Te sientes mal, ¿eh?

—Umm —gemí—. Muy bien, sin embargo.

—Uf, no vale la pena si te hará sentir como una mierda,


sin embargo.

No pude evitar reírme de eso.

—Nene, soy adicto. Ese es mi himno. Tan bueno que


sigues adelante hasta que te sientes como una mierda, y luego
esperas el tiempo suficiente para olvidarte de que es una
mierda y hacerlo todo de nuevo.

Theo puso su mano sobre mi espalda y me incliné más


cerca de él mientras me acariciaba la espalda.

—Se siente bien —murmuré.

—Estoy contento porque así tal vez no te enojes porque


acabo de poner azúcar en polvo sobre tu camisa.

Me sentí mejor después de unos minutos y caminamos


río arriba a lo largo del paseo marítimo. Theo llevaba puestas
gafas de sol oscuras y un sombrero, pero todavía se parecía a
él. Sin embargo, nadie lo detuvo y solo una persona le tomó
una fotografía.

—Vaya, Nueva Orleans no es Nueva York —observó


Theo.

Volvimos río abajo cuando llegamos al casino, y luego


nos dirigimos al Barrio Francés para poder cambiarnos en el
hotel antes de dirigirnos hasta donde estaba la banda. Theo
me sostenía la mano sin apretar, y parecía como si estuviera
en su propio mundo, mirando todo, mirando a todos. Me sentía

228
bien siendo su ancla. Algo que sostener mientras sus sentidos
vagaban.

Y se sentía importante darme cuenta de que tal vez él


podría ser eso para mí también.

—Pero ¿cuándo lo harás? ¡Eso arruinaría por completo


el drama de nuestra entrada! —La voz de Ven era la más
ruidosa de todas, pero pensé que el sentimiento era compartido
por Coco y Ethan.

Estábamos en la suite de Ethan en el Hotel Terpsichore


en Canal Street, y Theo le había dicho a Riven sobre su deseo
de que tocáramos la canción que escribimos juntos. Me dirigí
al pasillo para que pudieran hablar en privado, pero la voz de
Ven era clara. Ya estaba lamentando todo esto, desde haber
aceptado hacer la canción en primer lugar, hasta ir con Theo
al hotel. Pero la idea de vagar solo por las calles me había
llenado de ansiedad, así que opté por quedarme en el pasillo
de Theo. No te metas en problemas.

Estaba irritado conmigo mismo por sentirme así, pero


sabía que había sido la elección correcta. Saqué mi teléfono y
llamé a Huey, caminando hacia la escalera donde ya no podría
escuchar a Ven, y me apoyé contra la pared.

—¿Cómo estás, chico? —preguntó Huey, respondiendo


en el segundo timbre. Sonreí al saber que mi amigo había
estado alerta para mi llamada.

—En realidad estoy bien, creo. Pero no puedo confiar en


caminar solo, así que ahora estoy siguiendo a Theo como una
maldita groupie y me estoy cabreando.

229
—Ja, tú como una groupie. Divertidísimo. Voy a guardar
eso para burlarme de ti más tarde.

—Sí, sí, ríete.

—Whitman, sabes lo que voy a decir.

Suspiré. Él estaba en lo correcto. Yo lo sabía. Pero aún


necesitaba escucharlo de él.

—Estás haciendo elecciones inteligentes. ¿Te sientes un


poco tembloroso? Te estás pegando con alguien que te
mantiene en la pista. Eso es exactamente lo que deberías estar
haciendo.

—Sí.

—Entonces, ¿de qué se trata realmente? ¿Theo está


molesto porque te estás quedando con él?

—No.

—Bien, ¿entonces?

Me deslicé por la pared para sentarme en la alfombra


estampada y eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos para
evitar el efecto túnel que me estaba mareando.

—Podría... Theo y yo escribimos esta canción. Juntos. Y


él quiere tocarla esta noche, en su show. Él está allí con la
banda en este momento, hablando de eso. Y pueden decir que
no, así que será un punto discutible, pero... podrían decir que
sí. Y si lo hacen...

—Dime cómo te sientes, Whit.

Huey era un gran admirador de la metodología de sentir


tus sentimientos. Decía que, si conocías los sentimientos, era
más fácil lidiar con ellos de forma limpia. Por supuesto, me
molestaba esa mierda porque siempre me sentía como un niño

230
pequeño cuando él me obligaba a hacerlo. Pero no podía negar
que era bastante efectivo.

—Miedo. —Temía que odiaran la canción, que la


jodieran, que dejaran ir a Theo. Miedo de que no le escucharan
actuar más. Miedo a lo que hiciera.

Huey esperó.

—Y emoción. —Porque, ¿qué pasaría sí? ¿Y si pudiera


tener esto de nuevo?— Esperanza —dije en voz baja, casi
ahogando la palabra— ¿Es la esperanza una sensación?

—No importa. Lo sientes, es un sentimiento.

—Realmente quiero esto, hombre. Lo quiero tan


jodidamente duro que es como si estuviera rasgándolo con mis
dientes. Quiero recuperar mi puta vida.

—Parece que tal vez la necesidad es más fuerte que el


miedo. Eso es bueno, niño. Eso es realmente bueno. El miedo
es el asesino de la mente.

Dune5 era uno de los libros favoritos de Huey. Era una


de las primeras cosas de las que habíamos hablado.

Una puerta se abrió por el pasillo y vi que la cabeza de


Theo sobresalía.

—Oh, oye, tengo que irme. Gracias hombre. De verdad.


Gracias.

—Oye. Quiero encontrarme con este chico cuando estéis


de regreso en Nueva York.

—Sí, está bien. —La idea de Huey y Theo juntos me


rompía el cerebro—. Gracias.

5
Frank Patrick Herbert fue un escritor estadounidense de ciencia ficción, conocido
principalmente por la serie de libros de Las crónicas de Dune.

231
Theo caminaba hacia mí y pude ver por su sonrisa que
estábamos listos. Mientras me ponía de pie, me sentía pesado
pero mareado.

—¡Estamos dentro! —dijo, y echó sus brazos alrededor


de mi cuello, besándome sólidamente.

Todo lo que pude hacer era asentir y esperar que mi boca


estuviera formando algo parecido a una sonrisa, porque en el
interior el terror era tan fuerte que apenas podía respirar.

La primera vez que presenté mis propias canciones en


vivo, tenía diecinueve años. Tenía una guitarra rota, un
amplificador prestado, y la convicción de que iba a
desmayarme o morir mientras caminaba hacia el escenario.
Había alrededor de quince personas en la audiencia, y en el
tiempo que tarde en dar los cinco pasos hasta el micrófono,
estaba seguro que cada uno de ellos me odiaba. Prácticamente
tropecé con mi propio soporte de micrófono, y mis manos
temblaban tanto que solo la correa mantenía mi guitarra en su
lugar.

No me había sentido así desde entonces. Pero en este


momento, cinco minutos antes de subir al escenario con Theo,
me sentí diez veces peor. Estaba sudando tanto que mi camisa
se pegaba a mi espalda y debajo de los brazos, y probablemente
apestaba. Mi cabello era un desastre por lo mucho que había
pasado las manos por él. Pensé que posiblemente podría
vomitar en cualquier momento. El café de la mañana y los
beignets ya eran un recuerdo lejano, pero no había sido capaz
de tragar cualquier otra cosa en todo el día.

232
Theo me estaba mirando como si fuera un perro rabioso
al que tenía miedo de acercarse. No era de extrañar, desde la
última vez que me preguntó si yo estaba bien con una voz dulce
y preocupada, con una mano apoyada en mi hombro, le dije
bruscamente que se alejara. Él había levantado sus manos y
retrocedido lentamente, y me sentí inmediatamente culpable.

Washtub Prophecy había hecho su juego, con una


respuesta tibia. Pero entonces, la arrogancia en una banda que
no había pagado sus cuotas no fue muy bien en Nola. Se había
decidido que Coco iba a salir al escenario para presentarnos.
El argumento de Ven de que Theo tenía que hacer una entrada
fue acordado por la banda, aunque Theo claramente se había
sentido incómodo con ello, y no querían que todos se quedaran
sentados en el escenario mientras tocábamos nuestra canción.

Tres minutos. No podía respirar y estaba repasando


todas y cada una de las cosas de mierda que había hecho,
arrastrando mis errores a mi alrededor como una especie de
armadura contra la esperanza de algo bueno.

Entonces Theo estaba allí, con las manos en mis


hombros, empujándome para que me sentara en un
amplificador.

—Cariño —dijo, bajo la cara cerca de la mía—. Está bien.


Todo va a estar bien.

Asentí y me dije a mí mismo lo que sabía que era cierto:


esto en realidad no puede matarte. Algunas veces ayudaba.

—Escucha, si no estás de acuerdo con esto, no tenemos


que hacerlo. Nadie notará la diferencia.

Los hermosos ojos de Theo eran de un azul oscuro en la


tenue luz del backstage, increíblemente grandes con el
delineador a su alrededor. Me estaba liberando del gancho. Y
podía verlo en sus ojos: si lo dejaba, no me retendría. Él no
estaría enojado. Él quería hacer lo mejor para mí.

233
Joder, lo amaba tanto.

—No, yo… estoy bien. O lo estaré. Me estoy volviendo


loco, pero estaré bien —lo dije una y otra vez con la esperanza
de que pudiera hacerlo realidad.

—¿Puedo besarte?

—Siempre —dije.

Theo se inclinó y me besó tan dulce. Tenía la boca


caliente y podía sentir el bálsamo labial que siempre usaba en
el escenario para que sus labios no se agrietaran. Se apartó y
se frotó el bálsamo en el labio inferior, sonriendo un poco.

—¿Puedo contarte un secreto?

Arrojó sus piernas sobre las mías, así que estaba medio
sobre mis rodillas, y yo asentí, enterrando mis dedos en su
cabello mientras hablaba suavemente, sus labios casi tocando
los míos.

—Estoy un poco nervioso por tocar con Caleb Blake


Whitman. Él es realmente bueno y como que siento algo por él.

De la nada, sentí que mi pecho se tensaba y mi garganta


se agarrotaba, de repente cerca de las lágrimas. En todo esto,
de alguna manera, Theo había logrado recordarme quién era.
Quien quería ser. Quién podría ser de nuevo.

—Joder —murmuré, luego lo besé con fuerza—. A la


mierda si él no siente algo grande por ti también. Hagamos esta
mierda ahora, antes de perder el valor.

La sonrisa de Theo en ese momento, en la tenue luz, con


el equipo esparcido a nuestro alrededor, era una que yo sabía
que recordaría por el resto de mi vida. Me sonrió como si nada
pudiera hacerlo más feliz. Él me sonrió como si fuera lo mejor
del mundo. Ahora, ¿cómo podría hacer algo más que hacer
todo lo posible para estar a la altura?

234
Theo hizo una señal a Coco y los técnicos cerca de ella
mientras yo agarraba mi guitarra. Theo la sostuvo suelto en su
mano izquierda y tomó mi mano con la derecha.

Cuando las luces de la casa se apagaron, la multitud


cobró vida con vítores, y cuando un lugar siguió a Coco
mientras caminaba en el escenario, comenzaron a gritar.

—¡Buenas noches, Nueva Orleans! —gritó Coco. Ella era


todo energía y la multitud se la comía—. Ahora, escuchen,
todos. Tenemos un regalo especial para vosotros esta noche.
¿Queréis saber de qué se trata?

La multitud gritó, todos vociferando al escenario. Coco


se llevó la mano a la oreja y se inclinó hacia ellos
exageradamente. Gritaron más fuerte.

—¡Oh, nunca lo adivinareis! —bromeó—. Déjame


hacerte una pregunta, Nueva Orleans. ¿Alguien en la
audiencia es un fanático de Caleb Blake Whitman? —dijo mi
nombre clara y lentamente, y aun así sonaba extraño para mí.
No sabía que iba a mencionar mi nombre en absoluto, aunque,
por supuesto, eso es lo que harías si estuvieras presentando a
alguien.

Theo me apretó la mano y me di cuenta que tenía la suya


en un aprieto mortal. Hice un esfuerzo consciente por
calmarme. Luego, para mi sorpresa total, escuché a algunas
personas en la multitud comenzar a animar.

—¡Así es! —dijo Coco—. Decidme de nuevo. ¿Hay algún


fan de Caleb Blake Whitman en la casa?

—Mierda —le dije, mientras la gente vitoreaba de nuevo.


Theo me dio un codazo y sonrió.

—Bueno, esta noche tenemos al Sr. Caleb Blake


Whitman. Él y Theo tienen una canción que quieren tocar y tal
vez si os gusta, podéis aplaudir y hacérselo saber, ¿de

235
acuerdo? Pero recordar, tendréis que aplaudir a Riven, no a
Theo.

Hizo una pausa dramática, y la multitud rió y vitoreó.

—Ya sabes cómo es Theo. Todavía vive en la Edad


Oscura. —Su voz estaba perfectamente enfocada en cariñosas
burlas. Theo no tenía ninguna red social y era algo que sus
admiradores encontraban encantador. Theo puso los ojos en
blanco—. ¡Está bien, entonces! —dijo Coco—. Démosles una
razón para subir al escenario, ¿verdad? ¡Caleb Blake Whitman
y Theo Decker!

La multitud rugió y Coco les lanzó un pulgar hacia arriba


antes de saltar fuera del escenario.

Theo chocó con ella y nos sonrió a los dos.

—Oye —dijo Theo, con los hombros cuadrados—.


Conseguiremos esto. —Asentí, forzándome a respirar.

Theo dio un paso, así que di un paso. Theo tomó otro,


así que tomé otro. Me reduje a la simple imitación, y de esa
manera, terminé de pie en el centro del escenario más grande
en el que había tocado en mi vida. El sonido de la multitud fue
amortiguado, y casi podía olvidar que estaban allí. Mi cabeza
estaba llena de algodón y las luces eran tan brillantes que
apenas podía ver.

Solo sigue mirando a Theo.

Theo se dirigió a la multitud, pero no escuché ni una


palabra de lo que dijo. Entonces él golpeó mi hombro con su
puño, un gesto amistoso y afectuoso, y me sonrió. Y todo se
precipitó en el foco. Podía escuchar al público gritar, podía
sentir el calor de las luces sobre mí, y pude ver las filas
delanteras de personas presionadas contra la barandilla
alrededor del escenario, los hombros anchos de los guardias
de seguridad de espaldas a nosotros. Pude ver a la gente en los

236
balcones y la cabina de sonido acurrucada en medio de la
multitud.

Era real, de repente. Todo era real.

—Entonces, eh —dijo Theo, viendo que necesitaba un


segundo—. Escribimos esto juntos. Y escribir con Caleb fue un
honor. Pero, no hagáis lo que Coco dijo y decidnos lo que
piensan en las redes sociales, porque entonces nos pondremos
nerviosos por tocarlo.

Risas, vítores y awwws de la multitud.

Theo tenía una forma sobre él que tenía gente en la


palma de su mano. Él era humano pero glamoroso; sin
esfuerzo, fresco pero vulnerable. Al verlo, antes que él hubiera
cantado una nota, estaba absolutamente claro para mí cómo
se convertiría en una estrella.

Él levantó una ceja y respiré profundamente. Luego


cerré los ojos y comencé a tocar. La apertura era compleja, y
estaba agradecido por tener algo en lo que concentrarme. Pero
luego Theo se unió, rasgueando, y todo se fue. Volví a cómo
había sido siempre. Este ostentoso escenario podría haber sido
un bar polvoriento; esos miles de personas bien podrían haber
sido las quince personas para las que toqué la primera vez.
Porque yo estaba en eso.

Cuando Theo comenzó a cantar, la gente comenzó a


animar, y abrí los ojos porque no podía perderme a Theo
Decker cantando nuestra canción en el escenario. Lo había
escuchado cantar antes, por supuesto, pero nunca lo había
escuchado interpretando y envolvió su aterciopelada voz
alrededor de ese verso en formas que me amarraron en nudos.

El coro era una armonía y cuando agregué mi voz a la de


Theo, la multitud vitoreó más. Entonces llegó mi verso, y abrí
mi boca y le recé a un dios en el que no creía que dejara que
las notas abandonaran mi garganta.

237
Y lo hicieron.

Con cada nota, cada palabra, cada acorde, estaba


construyendo algo que temía haber perdido para siempre. Y
cuando tocamos la nota final, y nuestras voces resonaron en
los brazos del auditorio, me sentí tan fuerte y vivo como alguna
vez me sentí. Theo me agarró la mano y el sonido de la multitud
vitoreando, vitoreando por nosotros, por nuestra canción,
sopló a través de mí, inflándome como un globo.

—¡Caleb Blake Whitman! —dijo Theo por el micrófono.


Luego lo seguí fuera del escenario de la misma manera en que
lo seguí antes, solo que esta vez, deseé poder quedarme bajo
esas luces, abrazado por la multitud toda la noche.

Podríamos habernos teletransportado al hotel por todo


lo que sabía de lo que sucedió entre el momento en que
dejamos el lugar y cuando subimos a trompicones las escaleras
y nos tiramos contra la puerta, besándonos como si
pudiéramos tragarnos el uno al otro. Mientras miraba a Theo
tocar, las piezas se acomodaron en su lugar: en mi cabeza, en
mi estómago, en mi pecho, todo eso me convirtió en un hombre
diferente. Un hombre que había sido arruinado y rehecho
tantas veces que debería haber sido polvo y no luminiscencia.
Me paré detrás del escenario, brillando con la cálida certeza de
que mi vida no había terminado. Que no lo había estropeado
irreparablemente. Podría ser… tal vez… podría tener esto.
Darme lo que quería, y aun así tener la capacidad de darle a
Theo lo que él quería, también. Darnos una vida. Un futuro.

La boca de Theo estaba en la mía, y él me presionó en la


puerta en lugar de abrirla. Deslicé mi mano por la parte

238
posterior de su sudada camiseta para sentir el crudo calor de
su piel, y él se aferró a mi cuello, chupando con fuerza. Gruñí
al saber que abordaría el avión al día siguiente con la evidencia
de su deseo grabado en mi piel.

—Entra —murmuré, a unos cuatro segundos de caer de


rodillas en el pasillo.

—Oh, mierda —murmuró—. Joder, sí, lo haré. —Sus


ojos me recorrieron, y estaba claro lo que él quería. Me agarró
por el culo y metió la llave en la cerradura, empujándome hacia
adentro cuando la puerta se abrió.

—Quítate la ropa y ponte en la cama —dijo Theo,


luchando por quitarse la ropa. Me miró con tanta intensidad
que me sentí sonrojado, como si pudiera despellejarme la piel.
Me quité la ropa sudada y me senté en la cama, con las piernas
abiertas, acariciándome ligeramente mientras Theo se
quedaba paralizado.

—¿Vas a quedarte ahí?

Negó con la cabeza, el cabello desordenado alrededor de


su rostro.

—Estuviste increíble esta noche. —Su voz era baja y


sincera—. Eres tan bueno, Caleb. —Dio un paso más cerca,
obligándome a mirarlo—. Eres tan hermoso. —Extendió una
mano y pasó sus nudillos sobre mi mejilla. Sentí que mis ojos
se cerraban, luego volví a abrir, sin querer perder ni un
momento de él—. Eres perfecto —dijo, con los ojos
desenfocados, como si ni siquiera se diera cuenta de que lo
había dicho. Mi garganta se tensó ante los elogios. No era
verdad. No me merecía que nadie me dijera eso.

Me llevó de vuelta a la cama, me besó el cuello de nuevo


y me susurró al oído:

239
—Eres perfecto —no era un accidente, entonces. Puso
su lengua en mi oído y me estremecí ante la sensación de
escalofrío que recorrió mi espina dorsal—. Perfecto —murmuró
de nuevo. Luego me besó con fuerza, nuestras lenguas se
enredaron y nuestras manos forcejearon mientras rodábamos
sobre la cama—. Quiero follarte —jadeó, apretando mi culo y
empujando su dura polla contra la mía.

—Sí, mierda, sí. —Cogí el lubricante de la mesita de


noche y prácticamente se lo arrojé. Él me sonrió.

—¿Ansioso?

—Umm. —Había soñado con la polla de Theo dentro de


mí, de verlo tomar exactamente lo que quería, de sentirlo
desmoronarse—. Ven aquí.

Theo gimió y palmeó mis rodillas para que las abriera.


Era obsceno. Él se sentía obsceno y yo me sentía en carne viva,
y ya podía decir que así sería.

Él me chupó la base de mi erección y tiró de mis bolas,


haciéndome estremecer. Lancé mi cabeza hacia atrás,
ardiendo con el poder de dejar que Theo hiciera lo que quisiera.
Me encantaba su lado exigente, me encantaba cuando me
decía exactamente lo que quería que le hiciera. Y me encantaba
hacerlo rogar por eso.

Su rastrojo electrificó la sensible piel de mis muslos


internos, y mordió la carne allí.

—Joder, me encantan tus muslos —gimió. Palmeó


manteniendo mis rodillas abiertas, me dio un mordisco
después de chupar, hasta que la piel me quemaba y mis
músculos temblaron.

—¿Bien? —preguntó distraído, pero me tendió una


mano. Lo agarré y lo apreté.

240
—Quiero que hagas lo que quieras, Theo. Pero joder haz
algo.

—Oh, mierda —gimió contra mi muslo—. Joder, eso es


tan jodidamente caliente. Date la vuelta.

Me empujó sobre mi estómago y abrió mis muslos de


nuevo. Frotó la cara entre mis piernas y me palmeó el trasero,
manteniéndome abierto. Debo haber hecho un sonido porque
se puso contra mi piel. Sólo tuve un momento para darme
cuenta de lo que eso significaba antes de que Theo metiera su
lengua en mi culo y ambos nos quejáramos. Su boca estaba
caliente en mi agujero y me lamió como si fuera lo mejor que
había probado. Empujando mi trasero hacia arriba, se dio un
festín conmigo hasta que me sentí incoherente con la lujuria,
empujando mi trasero contra él.

—Sabes tan bien —murmuró contra mi trasero y sus


dedos estaban tan apretados en mis caderas que sabía que
tendría moretones.

—Theo —gemí, sin saber si quería que se diera prisa o


que nunca se detuviera.

—Dijiste que podía hacer lo que quisiera —dijo, con voz


coqueta y provocativa—. Quiero comerme tu trasero por el
resto de mi vida, así que... —Se dejó caer sobre mí y lamió mi
agujero de nuevo, trazando mi borde con la punta de su
lengua, y luego moviéndolo dentro. Todo lo que podía hacer era
presionar mi mejilla contra la almohada mientras las
sacudidas de calor agitaban mi excitación cada vez más.

Finalmente, después de no sé cuánto tiempo, Theo


deslizó dos dedos dentro de mí y presionó contra mi próstata
mientras me lamía. Mis caderas se sacudieron de la cama con
tanta fuerza que casi le rompí la nariz. En ese momentáneo
respiro por la sensación, se rió como si estuviera encantado de
haber causado tal reacción, y me volteé para ver sus labios

241
hinchados y húmedos, y sus ojos azul oscuro de lujuria. Su
polla estaba goteando, estaba sonrojado, y su cabello era un
desastre. Joder, lo quería.

Cuando sus ojos se suavizaron un poco y se detuvieron


en los míos, me di la vuelta y su sonrisa me dijo que era lo que
él quería. Él casi se derrumbó sobre mi pecho para llegar a mi
boca, besándome apasionadamente, dándome mi propio gusto
en su lengua.

—Ahora, ahora, ahora, por favor —murmuró contra mis


labios.

—Lo que quieras, cariño. Cualquier cosa.

—Oh, mierda. —Él palmeó su pene—. Quiero estar


dentro de ti ahora.

—Fóllame ahora, entonces. — Yo había ido por la luz,


pero Theo se estremeció y bajó la cabeza como si no pudiera
soportarlo. Cuando volvió a mirarme, sus ojos brillaban. Se
pasó un poco de lubricante por la punta de su erección, y luego
estaba allí, deslizándose dentro de mí tan suave e insistente
como un bote cortando el agua. No podía respirar mientras me
llenaba por primera vez, entonces solo podía jadear cuando el
placer me atravesó. Los labios de Theo temblaron y luego
comenzó a follarme como si quisiera escalar dentro. Sentí como
si hubiera duplicado su fuerza, empujando mis caderas hacia
arriba para obtener un mejor ángulo y golpeándome. Fue
desordenado y rápido y tan perfecto que me sentí como si me
estuviera desmoronando por dentro.

—Oh, joder, cariño —gemí, cuando él se clavó en mi


próstata, y mantuvo ese ángulo, las caderas se dispararon
hacia mí cuando los tendones de su cuello se tensaron. Quería
besarme pero no podía alcanzarlo, y ninguno de nosotros
estaba dispuesto a renunciar a la posición perfecta, así que

242
respiramos el mismo aire calentado dos veces y Theo me folló
más duro y más rápido, mientras nos mirábamos a los ojos.

—¿Qué es lo que quieres? —dije en un grito ahogado—.


Dime.

—Tócame —ordenó Theo—. Sigue tocándome mientras


te follo. Quiero hacer que te corras, solo por mí.

Ambos gemimos ante sus palabras y toqué toda la piel


enrojecida que pude alcanzar. Le froté los pezones y arrastré
las puntas de los dedos sobre su garganta hasta que gritó
quebrándose. Podía sentir su pene hincharse dentro de mí
cuando se acercaba, tan cerca. Luego dejó caer su frente sobre
mi pecho y envolvió un brazo alrededor de mi cuello, con la
mano serpenteando para tirar de mi cabello. El fuerte tirón
envió una sacudida a través de mí y me apreté alrededor de él.

—Joder, joder, joder —cantó, como si fuera la única


palabra que sabía además de mi nombre.

Estaba en todas partes, con el peso encima, la polla


dentro de mí, la mano en mi cabello, sus ojos en los míos. Pude
ver lo cerca que estaba, del temblor en sus labios, la forma en
que su rubor se oscureció. Hacia hermosos sonidos rotos
mientras me follaba, y luego acurrucó su mano alrededor de
mi erección goteando, y mis ojos se movieron hacia atrás en mi
cabeza.

—Quiero…. Aggg —gimió cuando me apreté a su


alrededor.

—Qué, cualquier cosa, cualquier cosa.

—Quiero que te corras con mi polla —jadeó, y él me


acarició más fuerte, más rápido.

—Estoy a punto —gemí, y sentí mi orgasmo reunirse en


la parte baja de mi espalda, el temblor en mis muslos, la

243
opresión en mi vientre. Theo pasó su pulgar sobre la punta de
mi polla y me jodió duro, rastrillándome la próstata hasta que
fue casi demasiado. El placer subió más y más, y Theo lo vio
todo. Se mordió el labio con determinación. Luego, con un giro
de su mano sobre mi polla, un tirón en mi pelo, y un último
golpe profundo, estaba llegando tan fuerte que grité, cada
músculo se apretó, mis ojos se cerraron mientras mi culo se
convulsionaba y disparé en la mano de Theo.

No podía distinguir sus gemidos de los mío, pero un


momento después se congeló sobre mí, me inundó de calor y
luego gimió mientras empujaba mientras bajaba de su
orgasmo.

—Oh mi maldito dios —murmuró, deshuesándose


encima de mí, con la polla todavía dentro de mí. Metió su cara
en mi cuello y envolvió sus brazos alrededor de mí y gimió.
Gruñí de acuerdo, encontré una de sus manos y la apreté.

Después de recuperar el aliento, le dije:

—Recuérdame que te dejé hacer lo que quieras con más


frecuencia.

Él asintió contra mi pecho y su barba raspó mi pezón,


haciéndome apretar.

—Oh, mierda —dijo Theo, y él movió sus caderas—. Haz


eso otra vez. —Apreté a su alrededor y él gimió, empujando las
caderas—. De nuevo —susurró, y pude sentirlo endurecerse
dentro de mí.

—¿Estás bromeando? —dije. Gimió incoherentemente


en mi pecho—. Es un período de descanso, chico —dije—. Tú
quieres…

Se encogió de hombros, con los músculos flojos,


claramente agotados. Apreté de nuevo alrededor de él,
ordeñándolo experimentalmente, y sus caderas se elevaron. Él

244
me miró con ojos sorprendidos mientras se hinchaba dentro
de mí.

—No creo que pueda.

Pasé un dedo sobre sus labios hinchados, el rubor sobre


sus pómulos, aparté su cabello sudoroso de su rostro.

—¿Se siente bien? —le pregunté.

—Muy jodidamente bien —dijo arrastrando las palabras.

Lo hice una y otra vez, hasta que estuve seguro que mis
músculos se rendirían, y Theo se retorció contra mí,
poniéndose cada vez más duro hasta que estuvo jadeando y
arañando mi pecho.

—Necesito… joder… ¿puedo...?

—Haz lo que quieras conmigo.

Theo se movió dentro de mí suavemente. No estaba


seguro de si alguno de los dos se correría. Me había puesto
duro otra vez, también, pero mi excitación no era urgente.
Ambos estábamos exhaustos, pero vibrando con energía, y vi
el momento en que Theo se comprometió.

—Quiero sentir que te vienes de nuevo —murmuró, su


voz tan estrujada que fue un rasguño.

—No sé si puedo, cariño —le dije—. Pero se siente muy


bien, no te detengas.

Follamos como el mercurio, como si estuviéramos en un


sueño. Estaba dolorido y él estaba cansado, pero mientras se
movía húmedamente dentro de mí, cerré los ojos y me permití
sentirlo. Sin objetivo, sin final, solo Theo, tocándome en todas
partes.

245
—Oh, Dios mío —murmuró, como si no pudiera creer lo
que estaba sucediendo y luego lo sentí estremecerse,
presionándose dentro de mí mientras se corría. Esta vez su
gemido fue casi torturado, y su mejilla contra mi cuello estaba
muy caliente—. Por favor, cariño —murmuró en mi oído, y me
acarició suavemente, como si pudiera detenerlo con un
susurro.

Pero él era Theo, y todo sobre él me llegaba. Los


pequeños sonidos que hacía en mi oído mientras trabajaba
conmigo, el calor dentro de mí y la humedad entre nosotros, la
dulce forma en que presionó su boca contra mi piel cuando
comencé a temblar. Entonces lo bueno se convirtió en una
maldita follada, y me corrí de nuevo, derramándome en su
mano como si mi cuerpo le diera cualquier cosa, incluso las
cosas que creía imposibles.

246
Capítulo Diecinueve
Theo
Cuando le di un beso de despedida a Caleb en el
aeropuerto de Nueva Orleans, me pareció que me estaban
arrancando algo. De alguna manera, aunque habíamos pasado
incontables horas juntos en la granja, o en mi departamento,
estar con Caleb en el mundo, haciendo cosas con él, me había
hecho sentir como si estuviéramos juntos. Como un equipo.

Había tenido amigos, por supuesto, aunque no muchos,


y la banda, pero con Caleb, sentía que tenía a alguien que era...
mío. Sabía que la situación de Caleb era un poco diferente.
Tenía a Rhys, que le conocía desde hace mucho tiempo y muy
bien. Y tenía a Huey, que era, de muchas maneras, su primera
llamada telefónica. Y sabía que tenía toda una comunidad de
gente con la que había tocado música durante años y supuse
que una vez que se sintiera en un terreno más estable, volvería
a acercarse a ellos.

Pero en los últimos días, moviéndonos juntos por la


ciudad, tocando juntos, sentí, por primera vez, como si tuviera
un compañero. Y dejar que eso pasara, no solo el propio Caleb,
sino la sensación de ser parte de esa pareja, era desgarrador.

247
Me sentía más solo con él fuera de lo que lo había hecho antes
que él llegara.

Fuimos a Atlanta después de Nueva Orleans. Luego D.C.


y Baltimore. Coco era de allí y Ven había vivido en Baltimore
durante unos años, así que dejé que Coco, Ven y Ethan me
llevaran a atracciones turísticas, bares de barrio y
restaurantes favoritos. Pero no podía esperar para volver a mi
habitación de hotel y tener un poco de paz. No solo eso, sino
desde que Caleb y yo habíamos tocado nuestra canción, era
como si se hubiera abierto un gran espacio dentro de mí, un
pozo de ideas y posibilidades para canciones y música que
ofrecían algo nuevo cada vez que tenía la oportunidad de
bucear en ello.

Estaba garabateando letras en un frenesí y grabando


fragmentos de música en la nota de voz de mi teléfono para
que no los olvidara mientras estábamos deambulando, o
cuando estaba entre bastidores. En la semana posterior a la
partida de Caleb, escribí tres canciones. Y eran diferentes. Creo
que mejores, que cualquier cosa que hubiera escrito antes. No
las escribía como solía hacerlo, como secciones transversales
profundas en las que imaginaba las partes de los demás. Las
escribía como si fuesen pólvora arrasando un grupo de árboles,
o un rayo atravesando un tramo abierto del desierto.

Tuvimos un día libre en Philadelfia antes de nuestros


últimos tres conciertos en Cleveland, Detroit y Chicago, y por
todo eso, Ven estaba convencido de que las multitudes de
Philly eran terribles (—¡No aplauden! —insistía. Tenía fuertes
generalizaciones sobre la multitud en casi todas las ciudades
donde tocábamos), me gustaba la ciudad. La última vez que
estuvimos aquí, alguien me contó sobre un museo de
curiosidades, así que decidí deshacerme de la banda y echarle
un vistazo. El Museo Mütter estaba lleno de anomalías
médicas, especímenes anatómicos, instrumentos médicos y
una gran cantidad de mierda súper extraña, como un gabinete

248
lleno de objetos extraños extraídos de los estómagos de la gente
durante la cirugía, y dispuestos en cajones: soldados de metal,
clavos, alfileres, botones, muebles de casa de muñecas, y así
sucesivamente.

Había secciones transversales del cerebro de Einstein,


textos médicos encuadernados en piel humana, colecciones de
cálculos biliares y renales, esqueletos de personas que tenían
enfermedades raras y toda una habitación llena de frascos
llenos de líquido. Pensé que era fascinante, pero cuando le
envié a Caleb fotos de fetos gemelos unidos, me envió un
mensaje de texto: Uf, nene, no puedo ver este tipo de cosas.
Entonces, justo cuando me sentía culpable por enloquecer a
mi propio novio, me envió un segundo mensaje: me alegra que
estés haciendo algo divertido en Philadelfia. Come una tarta de
queso por mí.

Esa noche, cuando llamé a la puerta de Coco, ella, Ven


y Ethan estaban sudando, comiendo pizza y viendo un episodio
de La Ley y el orden.

—¡Theo! —Coco llamó, y levantó una mano como para


decir que estaba emocionada de verme, pero estaba tan
cómoda ahora que no podía moverse.

—Amigo, ¿has visto esto? —preguntó Ven sin mirarme—


. Hay un tipo que me recuerda totalmente al bajista de
Orpheus Explosion, ¿recuerdas?

No había visto el espectáculo y sí recordaba al bajista,


así que quedé atrapado entre asentir y negar con la cabeza,
pero no importaba porque Ven no apartó la mirada del
televisor.

—¿Quieres un poco de pizza? —ofreció Ethan.

—Sí, gracias.

249
Realmente no quería, pero me sentí bien al sentarme con
ellos y simplemente relajarme. La pizza no sabía nada en mi
boca, y no tenía idea de lo que estaba sucediendo en La Ley y
el Orden, pero podía ver totalmente lo que Ven quería decir
sobre el bajista, un tipo musculoso que nunca hacia contacto
visual y realmente no hablaba con cualquiera menos los
técnicos, pero era mágico con su instrumento.

Cuando los créditos del episodio rodaron y apareció otro


inmediatamente después, me di cuenta que mis compañeros
de banda estarían allí por mucho tiempo. Ethan sirvió a todos
refresco de naranja de la botella de dos litros que había metido
diagonalmente en el refrigerador.

—Estas cosas son repugnantes y deliciosas —dijo Coco,


brindando con su vaso.

—¿Verdad? —dijo Ethan—. No he tomado una en diez


años, pero el tipo de la pizza estaba fuera de todo excepto la
cerveza de raíz.

—Me encanta la cerveza de raíz —dijo Ven, sin dejar de


mirar la televisión.

—Lo sé. —La voz de Ethan fue neutral, pero Coco le


guiñó un ojo.

Bebí el refresco y, al igual que con la pizza, no me sabía


a nada, pero me cubrió los dientes y burbujeó
desagradablemente en la parte posterior de mi nariz.

—Entonces, um, escribí un par de canciones —les dije,


tratando de parecer casual—. Pensé que podíamos tocar una
en vivo, para ver cómo va. Tal vez en el show de Chicago, ya
que es el último.

—Hugh, Chicago siempre odia las nuevas canciones —


murmuró Ven.

250
—Increíble —dijo Coco—. ¿Podemos escucharlas?

—Sí. ¿Te importa? —Extendí una mano hacia su


guitarra y ella me la pasó.

—Amigo. —Ethan le dio un codazo a Ven, que estaba


mirando la televisión con atención.

—¿Eh? Oh, lo siento. —Enmudeció el televisor y se volvió


hacia mí.

Una repentina llamarada de nervios me recordó lo


personal que se sentían estas canciones. Muy diferentes.

Empecé a tocar la canción, cerrando los ojos para poder


olvidar que estaba sentado en el suelo de un hotel con un
episodio de La Ley y el orden en silencio en el fondo.

Cuando humedecí el último acorde con mi mano, abrí


los ojos lentamente. Todos me miraban.

Los ojos de Ven se estrecharon. Ethan parecía pensativo


y Coco tenía la cabeza ladeada, lo que generalmente significaba
que estaba trabajando en algo.

—Uhhhmm —dijo Ven. Tengo la sensación de que, por


una vez, Ven estaba intentando ser discreto. Miró a Ethan y
Coco, sin saber qué decir.

—Es una canción hermosa —dijo Ethan.

Coco asintió.

—Lo es. Me encantó.

Pero sus caras no coincidían con sus palabras. La boca


de Ven estaba abierta como si estuviera muriendo por hablar,
pero aún se contenía.

—Solo dilo, hombre —le dije, y pareció aliviado de


inmediato.

251
—Es realmente buena, amigo. Pero... ¿qué mierda?
¿Para Riven? Eso no es nuestro sonido, no es... no se parece
en nada a nuestra marca.

—¿Nuestra... marca? —dije—. Somos una banda. Creo


que debemos decidir qué tipo de música tocamos.

—Sí —replicó Ven— somos una banda. ¡No somos Theo


Decker Experience, donde solo tocamos lo que sea que esté
revoloteando en tu cabeza porque comienzas a salir con un
músico de country o lo que sea!

—Oh, ¿no tocamos lo que sea que esté en mi cabeza? De


verdad? Porque estaba bastante seguro que escribí las
canciones y luego las tocamos. ¿O no es eso lo que ha estado
pasando en los últimos tres álbumes? ¡Y Caleb es un jodido
músico de blues! —agregué, con las mejillas ardiendo.

Ven puso los ojos en blanco.

—Oh, bueno, perdóname por clasificar


inapropiadamente la música del tío al que te estás follando.
¿Cuál es el punto? Esa canción no es una canción de Riven.
Entonces no vamos a tocarla.

—Está bien, espera un maldito minuto —dijo Coco—.


Ven, básicamente estás en un trance inducido por La Ley y el
Orden, por lo que no vas a tomar ninguna decisión en este
momento.

Ethan soltó una carcajada y la tensión en la habitación


disminuyó ligeramente.

—Entonces, está bien, Theo —prosiguió—. Ese es un


sonido realmente diferente para nosotros. Pero eso no es
necesariamente algo malo. Podemos hacer que suene más
como el resto de nuestras cosas, cambiar el tiempo, agregar las
otras partes... no es inútil. Solo tenemos que masajearlo un
poco. ¿Verdad? —Dirigió a Ethan una mirada penetrante.

252
—Sí. Puedo trabajar totalmente con eso —dijo—.
Además, ¿no dijiste que escribiste más de una? Tal vez las
demás estarán mejor calificadas de inmediato, para que
toquemos en vivo, y entonces ¿en este momento podemos
empezar a trabajar cuando lleguemos a casa?

—Genial —dijo Coco—. Buen punto. ¿Podemos oírlas? —


Mi estómago estaba en un nudo.

—Um, ¿sabes qué? Creo que las otras probablemente


aún no están listas. Continuaré trabajando en ellas y luego os
las enseñare. Olvídalo, ¿de acuerdo? Esta canción... es... Ven
tiene razón. No es una canción para Riven.

Mi corazón latía con fuerza y, de repente, todo lo que


podía saborear era esa soda de naranja dulce y enfermiza, y
todo lo que podía oler era la grasa de la pizza. Tenía que salir
de allí.

—Lo siento —murmuré—. Me echaré una siesta, creo.


Os veré más tarde.

Puse suavemente la guitarra de Coco sobre la cama y me


obligué a mantener mis pasos parejos y lentos, así no sería tan
claro que estaba huyendo como un animal, para encontrar un
porche donde esconderme y poder lamer mis heridas en
privado.

En el momento en que la puerta se cerró detrás de mí,


oí un sonido, y luego Ven gritó:

—¡¿Ay, qué demonios?! —Corrí a mi propia habitación


antes que pudiera escuchar la respuesta.

Más tarde esa noche, acurrucado en la cama después de


hablar con Caleb, traté de separar mi reacción extrema a las
palabras de la banda. Era cierto que yo no siempre era el mejor
para dejar que la crítica rodara por mi espalda. Tal vez tendía
a tomar las cosas un poco demasiado personalmente. Pero

253
estaba acostumbrado a intercambiar ideas con la banda.
Había aprendido a despojarme de la aspereza de Ven para
llegar a la raíz de sus comentarios, a ser paciente con Ethan
porque le gustaba resolver todo en su cabeza antes de que
pesara, para no criticar a Coco por considerar todas las
posibilidades antes de decidirse sobre algo.

Entonces, sí, no siempre era el mejor en escuchar


críticas de mis canciones, pero definitivamente no solía
sentirme tan herido. Me sentí como si les hubiera mostrado mi
vientre tierno y vulnerable y lo hubieran picoteado hasta la
sangre con picos afilados.

Como si hubieran dibujado un círculo alrededor de lo


que Riven era, y al hacerlo me había puesto al otro lado de la
línea.

Me quedé dormido con las luces encendidas, las mantas


sobre mi cabeza, y cuando me desperté la tarde siguiente, para
tomar nuestro vuelo al show de Cleveland, apenas podía salir
de la cama. Cuando nos recogieron en Cleveland, vi el paisaje
familiar por la ventana de nuestra limusina, y en el momento
en que vi signos de I-90, mi estómago se contrajo.

Coco y Ethan fueron muy amables conmigo,


ofreciéndose a pedirme un helado cuando enviaron a alguien a
buscar uno, ya que sabían que odiaba cuando tocamos en
Ohio. Pero no pude sentir nada. No estaba nervioso por el
espectáculo. O emocionado. No lo temía. Ni siquiera estaba
molesto pensando en la mierda de cuando era niño, viviendo
aquí. Me sentía... vacío. Un zombie vacío.

Finalmente conseguí mi mierda a tiempo para la


presentación, pero la magia no estaba allí. La multitud no
pareció darse cuenta. La banda no pareció darse cuenta. Pero
me sentí como si estuviera flotando en algún lugar, me di
media vuelta fuera de mi cuerpo y no pude realinearme.

254
Le envié un mensaje de texto a Caleb desde el backstage
antes de seguir:

2 días más <3

Pero no escribió hasta mucho más tarde, y para


entonces, ya habíamos hecho el show. Había cantado mi
música frente a una multitud que gritaba, cosa que
normalmente me producían mucha alegría, y se había sentido
como el polvo.

La primera vez que Riven tocó en un gran espectáculo


en Cleveland, llamé a mi madre y le dije que había reservado
entradas para ella y mi papá en la taquilla. Después de todo,
mis padres siempre habían asistido a mis recitales de piano y
mis actuaciones de orquesta durante la escuela secundaria.
Había entendido que no estaban interesados en venir a verme
tocar mi propia música en una noche de micrófono abierto
llena de humo a cientos de kilómetros de distancia, pero este
era un verdadero espectáculo. Un auditorio, a menos de una
hora de su puerta de entrada.

Hizo una pausa antes de contestar y me lancé hacia


adelante, diciéndole que realmente me gustaría que vinieran a
verme tocar y lo genial que era tocar en la sala de conciertos
donde vi por primera vez a todas las bandas que me
encantaban en la escuela secundaria. Ella dijo que sin duda lo
intentarían, y luego me pidió que colgara porque tenía que
terminar de preparar la cena.

Había tocado con todo mi corazón, sentía una


anticipación similar a la que sentía cuando solía tocar recitales
a instancias de mis padres: el impulso de hacer un buen

255
trabajo, de impresionarlos, con la esperanza de hacerlos sentir
orgullosos de mí. Solo que no eran solo ellos, era toda la
multitud. Si pudiera impresionar a toda la multitud, tocarlos
con nuestra música, y mis padres vieran eso, estuvieran
rodeados de eso, ¿cómo podían dejar de estar orgullosos de mí?

A la mañana siguiente, llamé a mi madre desde el hotel


y le pregunté qué había pensado del show. Antes que toda la
pregunta saliera de mi boca, me di cuenta de mi error.

—Oh, Theo —había dicho con un toque de irritación en


su voz, como si estuviera enojada conmigo por hacer que ella
me dijera esto—. Tu padre tuvo un largo día de trabajo y sabes
cuán tarde comienzan estas cosas. Simplemente no fue una
buena noche para eso. La próxima vez, ¿vale? Tal vez la
próxima vez puedas venir a tocar el fin de semana.

—Sí —acepté vagamente—. Por supuesto. Me aseguraré


de que nuestro manager organice todo el recorrido para que la
próxima vez podamos hacer un espectáculo de fin de semana.

Las lágrimas me quemaron los ojos. La vergüenza y la


ira y el resentimiento y la autocompasión. Pero también me
había quemado con algo más. Determinación. Para
demostrarles que valía algo. Que cientos, miles o millones de
personas me querían. Querían escuchar mi música, y venir a
mis conciertos y hablar de mí online, incluso si nunca veía lo
que decían. Para demostrar que, si bien, para ellos, podría
haber sido una carga, una molestia inesperada y no deseada
que se sentían obligados a asumir, para el mundo, yo era otra
cosa.

Ellos me apreciarían. Ellos me verían. Ellos me amarían.


Bueno, había hecho todas esas cosas.

Y odié cada maldito minuto de eso.

En algún lugar de Pennsylvania, en un vuelo de regreso


a casa desde Chicago a Nueva York, estaba ejecutando ese

256
recuerdo una y otra vez en mi cabeza. Yo estaba solo en mi fila,
mirando a la noche, viendo como nubes pasaban por mi
ventana, blancas como la seda en el cielo oscuro. Odiaba que
todavía me doliera pensar en mis padres. Eso fue hace años, y
con cada medida de nuestro éxito, pensé que podría dejar atrás
un poco el dolor. Pintarlo con algo brillante, resplandeciente,
feliz.

Pero, en cambio, aquí estaba, eligiendo ese recuerdo


para envolverme, sabiendo cuánto me dolía.

Que los jodan, pensé. Que los jodan. No necesito tratar


de ganar su amor, porque encontré a alguien que me lo da
libremente. Que los jodan. Ya no necesito demostrarte más
porque he volado tan alto como cualquiera podría volar y no ha
cambiado nada.

Observé la furia reflejada en mi rostro en la ventana, y


luego la miré ablandarse mientras mi mente consciente se
ponía al día con mi desdén. Empecé a darme cuenta de por qué
había elegido ese recuerdo en particular en este momento
particular. Y empecé a darme cuenta lo que podía hacer al
respecto.

Estacioné mi coche alquilado afuera de la casa de Caleb


y ni siquiera me molesté en tomar ninguna de mis cosas. Subí
las escaleras y llamé a la puerta, desesperado por verlo.

—¡Hola! —dijo cuando abrió la puerta—. No pensé que


vendrías ahora mismo. Tienes que estar agotado...

Salté sobre él, besándolo antes que pudiera terminar la


frase. Luego le eché los brazos al cuello y solo lo abracé, con

257
fuerza. Su palma se deslizó por mi espalda, su otro brazo
envolvió mi cintura, y enterró su rostro en mi pelo.

Nos agarramos fuertemente por unos minutos,


asegurándonos que estábamos allí. Caleb no podría haber
estado despierto por mucho tiempo, ya que aún era temprano.
No olía a café, siempre era lo primero que hacía al levantarse,
y el olor del sueño se aferraba a él. Ni siquiera me había
duchado después del espectáculo de Chicago, luego había
subido a un avión y había venido directamente aquí, así que
estaba seguro de que no olía bien, y no había comido algo en
unas veinticuatro horas, excepto puñados de una tina de
pretzels en el backstage.

Aun así, no podía soportar separarme de Caleb, y lo tiré


al sofá y enredé nuestros dedos. Estaba zumbando con
adrenalina y sin dormir, pero se sentía mucho mejor que la
entumecida sensación que había sentido desde que toqué mi
canción para la banda en Philadelfia. Mi cabeza estaba borrosa
y mis ojos estaban secos.

—Oye, oye, tómalo con calma —dijo Caleb, sonriendo y


apretando mi muslo—. Estás temblando.

Asentí e hice un esfuerzo por calmarme, pero en realidad


no funcionó.

—Lo descubrí —le dije.

—¿El qué?

—Me sentí miserable después que te fuiste. Y antes de


llegar allí, pero peor después que te fuiste. Y luego estábamos
en Cleveland y el jodido Ohio, y estaba pensando en mis padres
y en la banda, y me di cuenta, me di cuenta de por qué. ¿Por
qué coño estoy haciendo esto cuando lo odio?

Me acerqué más a Caleb, con el ceño fruncido, y agarré


su antebrazo.

258
—Lo odio, Caleb —insistí—. Me hace miserable el
ochenta por ciento del tiempo. ¿Quién querría hacer algo que
solo ama el veinte por ciento de las veces? Por ejemplo, si le
dices a la gente que te sientes así sobre tu trabajo, ¿sabes lo
que te dirían?

—Uh, que lo dejaras, lo más probable. —Parecía


desconcertado.

—Exactamente. Que lo dejara. ¡Que saliera de esa


mierda! Eso es lo que quiero.

Lancé mi pierna sobre él, así que estaba frente a él en el


sofá y sus manos se curvaron alrededor de mis caderas.

—Quiero dejar Riven. No quiero hacerlo más. Es tan


obvio, ya sabes, pero tenía todo este ruido en mi cabeza, de
todas las personas diciendo “Todo el mundo quiere ser famoso”
y “La gente mataría por tener tu vida” y, como “Tú estás
viviendo un sueño” y todo eso. Pero el hecho de que otras
personas quieran algo y les guste algo y deseen algo no
significa que deba hacerlo.

Caleb me agarró con fuerza, pero no dijo nada.

—Creo que antes no entendía cuánto lo odiaba, porque


al principio no entendía por qué lo había hecho, pero entonces
estaba recordando, en el vuelo de regreso a casa. Recordando
lo mucho que quería demostrarles a mis padres que podría
tener éxito y que me quisieran. Y luego, antes de darme cuenta,
¡lo estábamos haciendo! Y ni siquiera sabía lo que sería. Nunca
imaginé cómo sería mi vida. En ese momento, de todos modos,
era inercia. Tienes que tener un cierto nivel de fama y luego lo
único que debes hacer es que las personas intenten llevarte al
próximo nivel de fama. Y simplemente dejo que siga, porque...
eso es lo que hace la gente. Solo lo odio porque ya no se trata
de música. Me encanta una parte de ella y ahora la banda ni
siquiera quiere eso de mí.

259
—¿Qué quieres decir?

—Les toqué una nueva canción y no la quisieron para


Riven. —Negué con la cabeza—. Pero esa es la cosa, ¿ves? Está
bien. Ellos tienen razón. No era una canción para Riven, como
podría decir que tus canciones no eran para Rhys. Esas
canciones eran para ti y estas canciones son para mí.

Solté una carcajada porque era tan simple y tan claro


ahora, que era como volver atrás y mirar una película una vez
que sabes cuál es el final. Pude ver todo lo que había sucedido
y cómo había llegado a este punto desde otra perspectiva.

—No quiero la fama, solo quiero la música. Sé que lo


entiendes —dije, y la mirada en los ojos de Caleb me dijo que
sí—. Me encanta escribir canciones, me encanta actuar, pero
odio el resto, amigo. Y ya no lo necesito. No necesito que el
mundo me ame y no necesito que mis padres me amen. Solo
necesito que tú me ames. Porque yo te amo.

El shock y el deseo lucharon en la cara de Caleb.


También miedo. Mucho miedo Pero seguí adelante porque
tenía que hacer esto realidad. Tenía que sacarlo todo.

—Te amo tanto, Caleb, y quiero salir de la jodida banda


y nunca me hubiera dado cuenta que podría hacerlo sin ti.
Nunca me hubiera dado cuenta que era una opción sin que me
dijeras todo el tiempo que no tenía que tomar ninguna mierda
de la industria, o seguir sus reglas. Y nunca podría haber
admitido totalmente que quiero dejar a Coco, Ven y Ethan si
no me muestran cómo se siente tener a alguien que realmente
se preocupe por mí.

Estaba respirando con dificultad, tan abrumado,


emocionado y nervioso que casi no podía ver bien.

—Me ayudaste a hacer todo esto posible —dije, mi voz


era más suave ahora—. ¿Ves? —Me incliné para besarlo
porque, joder, lo necesitaba, pero él se echó hacia atrás. Tenía

260
la boca abierta, los ojos enloquecidos, salió de debajo de mí y
se levantó, cruzando los brazos sobre el pecho y sacudiendo la
cabeza.

—Theo —dijo, su voz era un graznido oscuro—. No sabes


lo que estás diciendo. Estás cansado y estresado, sé cómo es
justo después de una gira. Tienes que estar muy lucido. No
tomar una decisión tan grande como esta. ¿Quieres ir a la
cama? Aquí, ¿por qué no te vas a dormir y yo...?

—¡Para! No seas condescendiente conmigo, como si no


supiera lo que quiero.

Me levanté y le alcancé, esperando que dijera que estaba


bromeando, o que era extrañamente sobreprotector, pero se
apartó de mí. Parecía tan incómodo que comencé a enloquecer.
¿Cómo no podía ver el inmenso regalo que me había dado al
mostrarme que tenía libertad? Que tenía autonomía, que tenía
elección.

—Caleb, ¿qué mierda?

—Simplemente no quiero que tomes esta gran decisión


solo porque estamos... ya sabes. Nunca quise que renunciaras
a la banda.

—¿Estamos “ya sabes”? Eso es... yo ... ¿qué?

Estaba perdiendo el hilo de la conversación, pero mi


mente estaba yendo y viniendo entre dos cosas. Primero, que
los ojos de Caleb estaban llenos de pánico y lo habían estado
desde que dije te amo. En segundo lugar, que aparentemente
no pensaba demasiado de mí, si creía que se trataba de un
capricho infantil nacido de la necesidad de una siesta.

—Todo lo que quise decir es que deberías tomarte un


tiempo y hablar de esto con la banda.

261
—Estoy hablando de eso contigo. Al menos estoy
tratando de hacerlo. Yo... Yo quiero esto, Caleb. Quiero poder
caminar contigo, como lo hicimos en Nueva Orleans, y no tener
que preocuparme de que termine en los tabloides. Quiero tener
una vida que se trate de música, pero también de otras cosas,
no de que me pregunten a qué fiestas voy después de los
malditos Grammys. Y quiero... te quiero —le dije, a pesar de
que tenía ganas de abofetearle.

Caleb me dio una palmadita en el hombro, luego me


empujó hasta su habitación y comenzó a ponerse la sudadera
y los calcetines, y metió los pies en las zapatillas de deporte.

—Tengo que salir a correr —dijo, y su voz era tensa,


atrapada.

—¿Ahora? ¿En serio? ¡Estoy tratando de hablar contigo


sobre algo importante!

—Yo… Joder, Theo, te escucho, está bien. Pero todos


están nerviosos y maníacos por la gira, y no es bueno tomar
este tipo de decisiones con ese estado de ánimo. —Reduje los
ojos hacia él—. Y.… y luego me dices que es por mí y no puedo.
¡No puedo ser la razón por la que dejas la banda y renuncias a
todo por lo que has trabajado!

—¡No dije que fue por ti, dije que lo hiciste posible! Y eso
es todo: la banda no es todo. No quiero que lo sea. Estás tú,
y…

—¡No ves que no puedes contar conmigo! No puedes


hacer algo por mi culpa. He arruinado cada maldita cosa que
he tocado, decepcioné a todas las personas que alguna vez
dependieron de mí. —La voz de Caleb era un rugido, y se
estaba agarrando del pelo, con la cara blanca. Me empujó
hacia la puerta principal, y cuando volvió a hablar, su voz se
hizo añicos y parecía un espectro—. ¿Sabes qué tan probable
es que vuelva a caer? ¿Qué no importa cuánto lo intente no

262
será suficiente y lo arruinaré todo? Porque lo he hecho antes.
Lo he hecho todo el tiempo.

Cerró la puerta detrás de él y, a través de la ventana de


la sala, mirando al otro lado del jardín, con la tierra recién
removida, vi a Caleb huir.

263
Capítulo Veinte
Caleb
Estaba en un pozo oscuro, profundo, y nadie me
encontraría nunca. El sol salió y se puso y se elevó otra vez, y
me sostuve de las uñas, diciéndome a mí mismo que al día
siguiente, al siguiente, sería entonces cuando sería mejor.
Soportable. Pero me estaba ahogando y lo sabía.

Llamé a Rhys para que viniera y se llevara mi camioneta,


y cuando se iba con las llaves, lo detuve y le di todos mis
zapatos para que se los llevara también, así no podía salir de
la casa a menos que quisiera caminar a algún lado descalzo.

—Lo siento —murmuré mientras le pasaba la bolsa de


zapatos. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos. Dejó caer los
zapatos y me empujó a uno de sus abrazos épicos, del tipo que
te hacía sentir cálido y animado, como si pudieras soltarte y
levantar los pies y aún así serías abrazado.

—No te disculpes por hacer lo que necesites para estar


bien —dijo. Pero aun así la vergüenza goteaba a través de mí
como agua helada.

264
Al día siguiente, apareció con comestibles. Una bolsa
con solo lo básico: huevos, pan, mantequilla de maní, queso,
pavo y algunas verduras y papas (—Dios no puede evitar que
hagas revueltos —explicó). Pero la otra bolsa estaba llena de
dulces, mezcla para pasteles, latas de glaseado, patatas fritas,
queso en aerosol y helado.

Cuando levanté una ceja, levantó las manos y dijo:

—Eso es de Matty. Dijo que cuando tratas de no hacer


una cosa, tienes que distraerte con otra. Le dije que nunca
habías sido muy goloso, pero insistió.

—Sí, bueno, alguien debería decirle que han hecho


experimentos con ratones y que el azúcar es más adictivo que
el crack —le dije. Mientras hablaba, abrí la bolsa de Sour Patch
Kids y me metí un poco en la boca—. Pero gracias a él por mí,
de todos modos. ¡Jesús! Estas cosas te queman la maldita
boca. —El agrio roce del azúcar dio paso a una dulzura suave
por debajo y mastiqué los dulces y tragué—. A la mierda mi
vida —le dije, porque de inmediato quería otro puñado—. Esta
mierda debería ser ilegal.

Rhys comió algo. Luego comí un poco más.

—¿Así es como es ahora, entonces?

—¿Qué?

Abrió la bolsa de papas fritas y se metió un poco en la


boca.

—Tú —dijo, con la boca llena—. Miedo de que todo lo


que te gusta significa que eres adicto en lugar de... no lo sé.
Apreciativo.

Le arrebaté las patatas.

—Vete a la mierda —dije, pero no había calor detrás de


eso. Yo ya había dicho lo mismo con la suficiente frecuencia.

265
—¿Lo arruinaste con Theo porque...? —preguntó.

—No lo hice... Jesús, no lo dejé. Me sentí abrumado.


Yo… Me escapé. Y luego no lo llamé. Y luego seguí sin llamar.
Y luego no contesté el teléfono.

—Eso está malditamente claro. —La suavidad de Rhys


me irritó y comencé a tirar los comestibles en la nevera y los
armarios.

—Oye, vas a romper los huevos, maldita sea —dijo,


apartándome de un codazo.

Resoplé contra los malditos waffle, pero la expresión de


Rhys era seria.

—Explícamelo, entonces —dijo—. No tienes miedo al


compromiso, no estás interesado en nadie más, obviamente te
encanta la mierda de Theo. Entonces, si no estás teniendo un
ataque de pánico ante la idea de que tal vez eres... dependiente
de él y piensas que eso es malo porque es una adicción,
¿entonces qué?

—Él me ama.

—Umm.

—No, quiero decir, él me lo dijo. Por primera vez.

—¿Y qué dijiste cuando dijo que te amaba?

—Umm. Nada.

—Guau, hijo.

—Yo... No, quiero decir, no se detuvo después de eso.


Era parte de su despotricar… sobre querer dejar a la banda.

—Que el Señor se apiade de ti, imbécil. Entonces, él dijo


te amo y lo rechazaste por otras cosas, así que no sólo no lo

266
respondiste, sino que te metiste en una gran pelea, te
asustaste y luego te escapaste.

Jodida vida.

—Um. Supongo que podría resumirse así.

—Caleb. —La voz de Rhys era la que usaba cuando el


comportamiento de alguien le dolía tanto que no podía
expresarlo, así que le corté el paso antes de que pudiera
llamarme imbécil de nuevo.

—Mira, Rhys, esto es solo lo que iba a suceder, ¿sabes?


Esto…

Rhys resopló.

—¿Esto? Esto significa que una estrella de rock se


enamora de ti y luego te confiesa que, como resultado de odiar
ser una estrella de rock, ¿quiere renunciar a una de las
mejores bandas de rock en los últimos cinco años? Eso
siempre iba a suceder. Hombre, olvidé que eres totalmente
vidente. Lo siento, ¿cuál es el ganador de la lotería de mañana?
porque Matty quiere ir de vacaciones a Croacia.

—Que te jodan, yo… Espera, ¿por qué a Croacia?

Él levantó las manos.

—Habla ahora o mantén para siempre tu jodida paz,


Whitman, ¿de acuerdo? ¿Qué mierda está mal contigo?

Los ojos de Rhys eran tan familiares que mirarlo era casi
como mirarme en un espejo. Él estaba aquí para mí, lo sabía.
Lo que sea que dijera, lo colgaría.

Después que Theo y yo habíamos tocado nuestra


canción en Nueva Orleans, había visto el set de Riven desde
bastidores. Aunque había visto cientos de videos de Theo
actuando en YouTube, era la única vez que lo había visto en

267
vivo. Y él me impresionó. Había artistas con voces increíbles, y
artistas con una gran presencia escénica, artistas que podían
envolver a una multitud alrededor de sus dedos, y artistas a
los que les encantaba cantar incluso si la multitud no estaba
con ellos. Theo era todo esto y más. Su voz sonaba clara, rica,
resonante, luego grave en el registro inferior, con notas agudas
y cortante como el cristal.

No era solo su voz, era todo. Se conectaba con la


multitud incluso cuando dejaba en claro que estaba allí para
él, era sexy como la mierda, pero parecía natural, sólo un
exceso de deseo de que la música se filtrara entre la multitud.

Lo miré con asombro, y solo me di cuenta de que estaba


conteniendo la respiración en cada canción cuando finalmente
lo dejé salir. Porque lo que vi fue pura alegría. La alegría pura
de alguien haciendo lo que se suponía que debía hacer. Y a
pesar de que sabía que no estaba contento con cómo tenía que
hacerlo, quitársela se sentía como un crimen.

—No puedo dejar que pierda toda su vida y luego no


tener nada más que a mí, porque...

—Porque —sugirió Rhys.

—¡Porque si todo lo que tiene soy yo, entonces él no tiene


una mierda!

—Oh, cariño. —Los ojos de Rhys se suavizaron, su voz


era de tristeza y simpatía, y sus manos sobre mis hombros
eran pesadas.

—No —murmuré, porque a Matty no le gustaba


escuchar a Rhys llamarme así.

—Caleb. Mierda, mírame. Dos cosas… tres. Número


uno. El hecho de que quiera dejar la banda no significa que
simplemente vaya a estar todo el día en la casa queriendo
expresar su devoción eterna por ti.

268
Puse los ojos en blanco.

—Número dos. No es tu lugar dejarlo hacer nada. Tú no


eres su manager y no eres su padre. Esa no es tu elección.
Acepta las cosas que no puedes cambiar, ¿vale?

—No me vengas con citas de Alcohólicos Anónimos,


cabrón.

—Número tres. Y este es el más importante, así que lo


digo, por último, con énfasis y toda esa mierda. —Se apoyó
contra el mostrador y me miró con ojos absolutamente serios—
. Amar y ser amado por ti es un jodido honor. No es nada. Tú
no eres nada. No hay nada que puedas decirme que me haga
cambiar de opinión sobre eso. ¿Me escuchas?

Abrí la boca, y todo lo que salió fue un sollozo. Rhys me


atrapó en un abrazo feroz y lloré a gritos. No podía parar.
Finalmente, me alejé lo suficiente para hablar.

—Jodí las cosas entre tú y yo —le dije—. He jodido todas


las relaciones que he tenido.

Rhys presionó sus dedos en mis labios.

—Has jodido esas relaciones porque estabas drogado,


Caleb. Simple y sencillo. Tú lo estabas entonces y ahora no lo
estás. Fin.

Y lo que más me rompió el corazón fue que, para Rhys,


realmente era así de simple.

No sabía cómo explicárselo. La sensación de no poder


confiar en mí mismo. La posibilidad de que yo fuera la arena
movediza en la que alguien más podría ahogarse lentamente.
El retorcido terror de que solo por amarlos, podría estarlos
condenando a arruinarse por mí.

Huey me había dicho que llegaría un momento en el que


tendría que confiar en mí mismo. Pero, ¿y si ese punto nunca

269
llegaba? ¿Cómo podría mantener a Theo a raya cuando ni
siquiera yo sabía si alguna vez llegaría?

—Lo amo demasiado —me atraganté.

—Nunca es demasiado amor —dijo Rhys—. La única


pregunta es si harías cosas buenas con eso.

—Cosas buenas —hice eco en blanco.

—Sí. Digamos que están juntos. ¿Podrías tratarlo bien,


ser amable con él, apoyarlo, escucharlo, toda esa mierda?
Bueno, ¿lo harías?

—Yo… sí, por supuesto. Que….

—Caleb. Mi amigo más antiguo. —Rhys me apretó los


antebrazos como si estuviéramos en una película de batalla
sobre soldados romanos—. Te amo. Realmente lo hago. Pero
estás siendo un idiota y estás cometiendo un gran error. Estás
jodiendo lo mejor relación de tu vida. Y la estás jodiendo
porque tienes miedo. No es complicado.

Empecé a protestar, pero él no me dejó.

—No. Sé que crees que simplifico demasiado. Sé que la


mierda siempre es complicada para ti. Y, sí, lo sé porque algo
es simple no lo hace fácil de hacer. Pero eso es todo lo que es.
Tú lo amas. Estás asustado. Así es como funciona el amor,
amigo.

—No tenía miedo contigo —le dije. Y nunca lo había


pensado de esa manera antes, pero era verdad. La expresión
de Rhys era sabia y gentil.

—Lo sé, cariño. Porque no estabas enamorado de mí de


esa manera. Me amabas, lo sé —dijo rápidamente, cuando
comencé a protestar—. Pero era fácil entre nosotros. Hacíamos
un gran equipo, nos divertíamos mucho. El sexo no estaba

270
muy mal. —Me guiñó un ojo—. Pero no tenías miedo conmigo
porque la idea de perderme no te destrozaba. ¿Lo entiendes?

—Tal vez.

Dejé que el silencio se extendiera. Me imaginé la cara de


Theo cuando se lanzó sobre mí esa mañana. Qué feliz cuando
me había visto y cómo me había sentido igual. Reproduje el
sonido de su voz cuando me dijo que quería dejarlo. Acerca de
cuánto odiaba su vida. Sobre cómo lo había ayudado a ver que
tal vez él tenía otras opciones. Dulce Theo, que me había dicho
que si él tenía mi amor, entonces no necesitaba la adoración
de extraños. Sí.

Solo necesito que me ames. Eso es lo que dijo. Y yo no


dije... nada.

—Oh, joder. Oh Dios. Realmente la he jodido de nuevo.

Miré a Rhys.

—Realmente la has jodido.

—¿Qué diablos hago?

—Uh. Bueno, sabes que no soy partidario de grandes


gestos, pero probablemente deberías disculparte por ser un
grandísimo idiota. Y, no sé, tal vez consideres decirle que lo
amas.

Solo lo miré, mi mente en blanco. Rhys me palmeó y me


miró. Luego agarró la bolsa de patatas fritas que habíamos
estado comiendo.

—Ni siquiera te mereces esto, me las llevo.

Salió por la puerta y se dirigió directamente a su


camioneta, luego regresó, con otra cosa en la mano, sin papas
fritas a la vista.

271
—¿En serio estás llevándote mis patatas?

—Vete a la mierda.

Puso un par de mis zapatos dentro de la puerta, me


lanzó una mirada penetrante y dio media vuelta para irse otra
vez.

—Rhys —llamé, cuando llegó al pie de la escalera—.


¿Tenías miedo? ¿Conmigo?

Sus ojos se agrandaron y metió las manos en los


bolsillos. Luego hizo algo que nunca antes me había hecho. No
respondió.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, fui a


sentarme en el porche y vi que Rhys me había devuelto la
camioneta, pero aún faltaban dos días para poder conducirla.
Seguí pensando en mi conversación con Rhys una y otra vez
en mi cabeza, y seguía pensando en Matty enviando la bolsa
de comestibles y diciendo que cuando intentas evitar una cosa,
necesitas algo más para distraerte.

No pensé que Theo hubiera sido una distracción de las


drogas y el alcohol, aunque había escuchado suficientes
historias en las reuniones de AA y DD para que me diera
cuenta del riesgo. Aunque estaba pensando en eso en general.
La idea de que las cosas se reemplazan entre sí. Vivir con
enormes y grandes ausencias era casi imposible. Las cosas se
infiltraban, creando lugares para sí mismos en tu vida, y
cuanto menos tiempo y energía gastaba en una cosa, más
asignaba a otra.

272
Era más fácil olvidar un anhelo con otro anhelo de lo que
era sentarse y mirar cosas que no podrías tener.

Yo había caído en la bebida cuando era chico, curioso


por ver cuál era el atractivo para mi padre, y luego feliz que me
facilitara el camino con otras personas, en situaciones en las
que la música no era lo suficientemente fuerte como para
ahogar mis pensamientos.

Mientras recorría más, tenía más oportunidades, más


fanáticos, las drogas estaban allí. Me había metido en la
heroína con tanta facilidad y sin dramatismo como esa primera
aguja se había deslizado bajo mi piel. Se sintió bien sentirse
bien, eso era todo. Ni siquiera consideré que podía ser adicto a
sentirme bien hasta que me di cuenta de lo terrible que era
sentirme mal, y me di cuenta que no debía haberlo sentido en
mucho tiempo.

Una mañana, después de inyectarme por tercera o


cuarta vez, me desperté en la parte trasera de la camioneta de
Rhys y vi las relucientes aguas cristalinas de un lago.
Estábamos en Montana, nosotros y otros tres chicos, en
camino a un concierto dos días después, con tiempo de sobra,
así que nos detuvimos. El sol brillaba en el agua y yo me paré
en la camioneta, sintiéndome un poco mareado, pero bien.
Nada como una resaca. Nada como esnifar o tomar pastillas.
Sólo un poco flotando. Bien.

Me puse de pie, y giré en un lento círculo, mis brazos


hacia el sol y el viento y la llanura de la tierra. Y cuando miré,
era como si pudiera ver el mundo entero, alejándose de mí en
todas direcciones. De pie allí, yo estaba en el centro. Yo
importaba. La música importaba. Rhys y nuestros amigos
importaban.

Quería estar en el centro de mi propia vida de nuevo.


Quería que importara. Para que la música importe. Y lo quería
con Theo.

273
Cogí algunas cosas de la bolsa de Matty y comencé a
hacer una tarta. Necesitaba pensar, pero necesitaba algo que
hacer con mis malditas manos que no fuera fumar. Parecía que
casi todas las personas que conocía en recuperación tenían al
menos un hábito de un paquete diario. Pero si iba a tratar de
hacer esto de nuevo, entonces necesitaba mi voz. Además,
agregó una pequeña voz en el fondo de mi mente, Theo te
patearía el culo si tuvieras cáncer de pulmón.

Hice una tarta de vainilla con solo un pequeño incidente


de los pasteles pegados al mostrador porque aparentemente
necesitaba algún tipo de estante. Me sentí más tranquilo, solo
viendo algo que había hecho sentado en un plato frente a mí.
Así que hice otro pastel, uno de chocolate. Y los amontoné
todos… chocolate, vainilla, chocolate, vainilla… usando ambas
tarrinas de glaseado, hasta que tuve una torta muy alta y
ligeramente tambaleante. Pasé el dedo por el glaseado y me lo
comí, pero la mordedura química del azúcar era demasiado.

Tomaría beignets sobre pasteles de caja cualquier día.

Comí un poco más de Sour Patch Kids, el paladar crudo


de ellos mucho antes que llegara la dulzura. Y sabía lo que
tenía que hacer.

Si quería hacer una vida con todas las cosas que amaba
en el centro, entonces necesitaba una forma de recuperar a
Theo.

El tráfico que entraba a la ciudad había sido terrible y


mis nervios estaban destrozados cuando encontré un lugar
para estacionar a unas cinco cuadras de la casa de Huey y me
dejé caer en el bar con un gran suspiro.

274
—Whit. —Huey asintió solemnemente hacia mí.
Demasiado solemne.

—Lo hizo, uh. ¿Te llamó Rhys?

Huey se congeló. Hubiera sido imperceptible si no lo


conocía tan bien, pero lo vi.

—No. ¿Debería haberlo hecho?

—Oh. No. ¿Qué pasa?

Él entrecerró los ojos y cruzó los brazos, con los bíceps


sobresaliendo de su amplio pecho.

—¿Qué pasa contigo, chico?

—¿Es así como “Quién es el primero” que crees que es


tan gracioso?

Huey levantó suavemente su dedo medio hacia mí y me


dio una cerveza de jengibre sin decir nada. Suspiré.

—No tropecé. Acabo de tener una mala semana, eso es


todo. Hice venir a Rhys y coger mi camión. Pensé que podría
llamarte para intentar cuidarme o algo así.

La relevación brilló sobre la cara de Huey y él apretó mi


antebrazo.

—Nah, pero deberías haberlo hecho.

Me encogí de hombros. Si Rhys no llamó a Huey, eso


significa que no estaba tan preocupado. Que pensó que estaría
bien. Una pequeña llama de satisfacción se encendió en mi
estómago.

—Espera, entonces ¿por qué te veías todo sombrío


cuando entré?

275
—No es sombrío —dijo Huey, frunciendo el ceño
profundamente, y yo sonreí—. Acabo de escuchar las noticias
sobre tu chico y no estaba seguro de si hubo algún... escándalo
o lo que sea que los músicos hagan.

—¿Noticias? ¿Qué noticias? ¿Escándalo? ¿Qué?

Huey entrecerró los ojos.

—Lo de que ha dejado la banda.

Ante mi silencio y los ojos muy abiertos, Huey sacó su


teléfono del bolsillo, tocó algo y me lo deslizó. Allí, en la sección
de arte y ocio, estaba Theo, sus ojos azules plateados,
bordeados de kohl, que me miraban, hermosos e inquietantes.

“La renuente estrella del rock se vuelve loca” anunciaba


el titular. Mi corazón latió con fuerza y revisé el artículo en
busca de citas. “Amo a mis compañeros de banda. Me encanta
la música que hemos hecho juntos. Me encantó ser parte de
Riven. Pero ahora es tiempo de que haga algo por mi cuenta”
había dicho Theo. Y “He sido tan inimaginablemente afortunado
de hacer lo que amo para ganarme la vida. Espero que los fans
aún quieran escuchar mi música en el futuro”. Y, en respuesta
a la pregunta esperanzadora del entrevistador, “¿Hay discordia
en la banda?” “No, de ninguna manera. Solo tengo cosas que
necesito hacer solo o, no sé, tal vez no solo. Espero que no”.

El escritor concluyó el artículo pensando que el último


comentario de Theo probablemente era una referencia para
unirse a una banda diferente, y arrojó algunas posibilidades
de qué bandas podría ser. “O tal vez estamos viendo el próximo
supergrupo Bone Sifter. Este periodista, por ejemplo, estaría en
la primera fila”.

Pero sentí una sacudida de esperanza cuando leí las


palabras de Theo. Quizás no solo, espero que no. Porque me
sentía igual.

276
—Joder —dije, deslizando el teléfono de regreso a Huey—
. No sabía que lo había hecho.

—¿No?

A veces jugaba un juego conmigo mismo para ver


cuántas respuestas de una sola palabra podía poner Huey en
una sola conversación. El récord hasta ahora era de
doscientos, pero había sido una larga noche de conversación.

—Tuvimos una pelea. Una mala. Mi culpa, en su


mayoría. No. Enteramente. Mi culpa por completo. Y vine aquí
para pedirte un favor. Pero ahora…

Hice un escaneo de lo que significaba que Theo había


pasado por esto, y lo que se me ocurrió, si soy honesto, fue
alivio. Porque si eligió hacer esto por su cuenta, entonces no
podría ser mi culpa si se arrepintiera. No podría odiarme por
eso.

—¿Ahora?

—Está bien, todavía necesito tu ayuda. Y una grande.

Huey levantó las cejas y sonrió.

277
Capítulo Veintiuno
Theo
De camino a la reunión con Riven y todos los abogados
de la ciudad de Nueva York, tomé el metro y fue tan, tan malo.
Había bajado en la calle Treinta y Cuatro porque la gente
seguía hablando conmigo en el tren, sólo para ser acosado en
las afueras de Penn Station porque pasé por delante de ella,
como un imbécil.

Había sido tan malo que, después de la reunión, acepté


la oferta de Dougal de tener un conductor. Pero ante la
posibilidad de volver a casa, le pregunté al tipo si le importaría
conducir un rato. Había sido muy amable al respecto,
claramente capaz de decir que no me importaba dónde
estábamos moviéndonos.

Al cruzar la calle 181, le pregunté al conductor si se


dirigía a The Cloisters6, y él dijo que era el lugar favorito de su
esposa para estar sola, pero no sola. Su nombre era Dave, me
dijo. Y si quería ir por un rato, estaba feliz de esperar. Le dije

6
The Cloisters es un museo situado en Fort Tryon Park, de Nueva York. El edificio, que
es una subsede o rama del Museo Metropolitano de Arte, es producto de una
reconstrucción de la década de 1930 a partir de los elementos arquitectónicos de varias
abadías medievales europeas.

278
que debería entrar, si quería, y pagó por los dos. Mantuvo su
distancia, pero pude sentir que me estaba mirando desde lejos.

Frente al Unicornio en Cautiverio, dijo en voz baja:

—Este es el favorito de mi esposa.

Era uno de los favoritos de la gente, lo sabía, y asentí.


Luego me di una patada por ser grosero después de decirle que
entrara.

—¿Por qué le gusta tanto?

Él sonrió con cariño.

—Ella vino aquí por primera vez cuando era pequeña. Y


vio todos los carteles hablando de la historia y de cómo eran
las cosas en la época medieval. Entonces, cuando vio este
tapiz, su primer pensamiento fue que los unicornios eran
animales que habían estado vivos en la época medieval, pero
que ahora se habían extinguido. Ella pensó eso durante años.

Él negó con la cabeza y se rió.

—Cuando estaba en la escuela secundaria, alguien


estaba hablando de criaturas imaginarias, y ella dijo que
acababa de golpearla de repente que había estado pensando
que era verdad todos esos años. Y cuando pensaba en ello,
podía recordar todos estos momentos en los que debería haber
imaginado que eran imaginarios, pero ese momento aquí, en
los Cloisters, era tan fuerte, y tan influyente, que había
ignorado los signos y simplemente había retenido lo que pensó
que era verdad. Ella estaba avergonzada cuando me dijo eso —
continuó, y su voz era cálida y llena de amor—. Pero pensé que
era la cosa más dulce que había escuchado alguna vez.
Vinimos aquí para nuestra tercera cita. Fue entonces cuando
ella me contó esa historia. Y, hombre me había enamorado de
ella.

279
Él me dio una sonrisa, luego se alejó. Caminé afuera y
me senté en un banco en el jardín, tirando de mi abrigo para
protegerme del frío.

Cuán fuertes eran las historias que nos contábamos a


nosotros mismos. Qué poder tenían para dar forma a la forma
en que veíamos el mundo, incluso cuando nos enfrentábamos
a pruebas de lo contrario. Caleb se contó a sí mismo la historia
de que nadie podía depender de él porque él rompería su
confianza. Claramente basado en cierta verdad, fue una
historia que contó tantas veces que finalmente la tomó como
inexpugnable. Me dolía pensar que parte de su recuperación,
parte de asumir la responsabilidad por el dolor muy real que
había causado, estaba marcando profundamente el ritmo de
esa historia.

¿Y qué historias me había contado a mí mismo? Que no


era digno de ser amado. Que tenía que ganarme el derecho a
ser cuidado. A menos que me hiciera indispensable, me
echarían.

—Joder —murmuré, dejando caer mi cabeza en mis


manos—. Qué jodido par.

Alguien aclaró su garganta junto a mí, y levanté la vista


para ver a una mujer sosteniendo la mano de su hija pequeña,
mirándome desdeñosamente.

—Lo siento —murmuré. Los ojos de la mujer se abrieron


de par en par al reconocerme claramente, así que me levanté y
me alejé. Los Cloisters se cerrarían en unos minutos de todos
modos, y me di cuenta que con nuestro desvío estaríamos
intentando regresar al centro de la ciudad en el tráfico de la
hora punta. Solo de pensarlo me cansé.

Cuando alcancé a Dave, claramente estaba pensando lo


mismo, ya que escaneó su aplicación de tráfico, que ya estaba
llena de rojo, las venas y arterias de Manhattan saturadas.

280
—¿Deberíamos desafiarlo o esperarlo? —preguntó Dave.

—Yo... Espera, ¿cuándo termina tu turno? —Dave se


mordió el labio—. ¡Oh, mierda, hombre, lo siento mucho!

—No te preocupes por eso —dijo.

—No, no puedo creer que hiciera esto. Joder, soy un


gilipollas. Realmente lo siento. Debería haber preguntado
antes, y…

—Señor Decker, en serio. No se preocupes por eso. Me


alegro de haber venido a The Cloisters. Y, si soy sincero... —Se
pasó una mano por el pelo, tímido—. Soy un gran fan suyo, así
que fue un placer conocerle.

—Gracias por eso. Todavía... hombre, lo siento mucho.


¡Asegúrate de obtener tiempo extra! Aquí, espera, le diré a
Dougal en este momento.

Dave se acercó para detenerme, pero le envié un mensaje


de texto a Dougal de todos modos.

—Bueno —dijo Dave—. Ya que estoy fuera del reloj y


claramente no tiene que ir a ningún lado, ¿deberíamos
esperar?

Asentí miserablemente.

—Bueno. Entonces, cuéntame cómo conociste a tu


esposa.

Caminé penosamente a través de las puertas de mi


edificio horas más tarde, después de haber esperado lo peor
del tráfico con Dave, y luego haberlo dejado en el Muelle 25

281
porque quería un poco de aire fresco y caminar un poco antes
de llegar a casa. En la oscuridad, no pensé que sería probable
que me reconocieran.

Ahora eran casi las diez, me moría de hambre, y solo


quería meterme en la cama. No podía entender bien el hecho
de que cuando me despertara mañana, no tenía nada que
hacer. Nada estaba planeado para mí: ni sesiones de fotos ni
reuniones de prensa, ni sesiones de grabación, ni reuniones de
mercadeo, ni chismorreos, ni planificación.

Sin Riven.

Me sorprendió ver a Antony en la recepción, ya que él no


solía venir en el turno hasta las 11 p. m.

—Señor. Decker —dijo Antony con una inclinación de su


barbilla.

—Hola, Antony. Estás temprano esta noche, ¿eh?

—Sí, señor. Willis me preguntó si podía cubrir algunas


horas, así que aquí estoy.

Se aclaró la garganta y parecía incómodo por primera


vez desde que lo conocí. Me sacudí el cerebro para ver si me
había olvidado de darle propina o había dejado algo extraño en
el vestíbulo que lo hiciera sentir incómodo, pero no había nada
en lo que pudiera pensar.

—¿Estás bien?

—Um, Sr. Decker, yo... me tomé una libertad que tal vez
no debería haber tomado.

No pude evitar sonreír ante su discurso excesivamente


formal. Esos malditos crucigramas.

—Uh, está bien, ¿qué pasa?

282
—No estoy seguro de si quiere que le diga o quiere que
esto se desarrolle. Es difícil de saber con este tipo de gestos.

—Antony. ¿Hay algún fan enloquecido esperándome en


mi apartamento para matarme o algo así? Porque te pagaré el
doble de lo que sea que hayan hecho.

Le guiñé un ojo, pero sus cejas se dispararon.

—Espera, no lo hay, ¿verdad?

—Bueno, admito que no consideré que tal vez era un fan


enloquecido.

—¿Quién?

Antony se enderezó su corbata ya recta.

—Tu amigo con la guitarra.

Tragué saliva.

—¿Caleb? ¿Está Caleb aquí?

Antony parecía dolido.

—Está bien si lo está. Sé que lo has dejado entrar cientos


de veces. Si lo dejaste entrar mientras yo no estuve aquí, está
bien.

Un apretado asentimiento.

—Está bien, genial, gracias. Yo solo... —señalé—.


Gracias, Antony.

Mientras subía en el ascensor sentí que mi corazón


palpitaba. Intenté llamar a Caleb toda la semana, pero él no
respondió. Sabía que solo necesitaba su espacio a veces
cuando estaba molesto. Le gustaba resolver las cosas para él
mismo. Eso, al menos, era lo que me había estado diciendo
desde que me había dado una charla en The Cloisters. Que

283
solo estaba haciendo lo que hacía: entrar en pánico y luego
hablar. Era todo lo que había estado guardando.

Pero ahora, tenía que enfrentar el hecho de que algo


estaba a punto de cambiar. Pensé que la razón por la que
Antony estaba tan ansioso podría ser que Caleb estaba aquí
para realmente poner fin a las cosas. Y le había dicho a Antony
porque... No sé por qué. Mi mente estaba construyendo formas
cada vez más elaboradas de que Caleb estuviera a punto de
estrellar mi corazón en mil pedazos, y cuando puse la llave en
la cerradura, mi mano tembló tan mal como la primera vez que
traje a Caleb aquí, la noche que nos conocimos.

Respiré profundamente y abrí la puerta.

Allí, en medio del suelo de mármol, se encontraba un


piano.

Dejé caer mi bolsa y caminé hacia él, pasando un dedo


por el borde brillante. Parecía usado y bien tocado,
probablemente desde la década de 1960 y descansando en el
atril de música había una nota en la escritura cuadrada de
Caleb.

Sé que seguirás haciendo música increíble. Tal vez esto


ayude. Por lo que vale, no puedo esperar para escuchar cada
canción. Si me dejas. Lamento tener miedo, ha estado
sucediendo mucho en el último año más o menos. Pero creo que
es bueno porque tener miedo significa que sé que tengo algo que
perder. Espero no haberte perdido, Theo. Estoy en la habitación
de invitados si quieres hablar, pero si no lo haces, ve a tu
habitación, cierra la puerta y me iré. Te amo.

Prácticamente corrí a la habitación de invitados. La


puerta estaba abierta, y Caleb estaba paseándose,
mordiéndose la uña del pulgar.

284
Cuando abrí la boca, no salió nada, así que solo levanté
la nota, vagamente consciente de que el alivio que me había
barrido realmente me estaba mareando. Caleb cerró la
distancia entre nosotros en tres pasos, tirando de mí contra su
pecho y abrazándome fuerte. La nota se arrugó entre nosotros.

—Te amo —respiró en mi cabello—. Te amo, Theo y


lamento mucho no habértelo dicho antes.

Traté de responder, pero sus brazos estaban demasiado


apretados a mi alrededor, así que simplemente metí la cabeza
en su hombro y me agarré. Finalmente, el agarre de Caleb se
relajó un poco y nos sentamos en el borde de la cama.

—Lo siento mucho —siguió murmurando.

—Te amo —le susurré, y lo besé.

El calor entre nosotros se encendió en segundos, y nos


desgarramos mutuamente la ropa, tirando jirones de disculpas
y declaraciones de amor como besos en la piel del otro.

Entonces Caleb estaba dentro de mí, simplemente saliva


y deseo entre nosotros, y lo agarré, desesperado por sentir cada
centímetro. Sus profundos y poderosos trazos encendieron un
fuego en mi vientre y yo simplemente me sostuve, con las
manos en su culo, mientras nos arrojábamos uno contra el
otro. Fue rápido y sucio y magullador y exactamente lo que
necesitaba.

Caleb gritó, jadeando palabras de amor, y lo besé


mientras mordía magulladuras en sus hombros, y cuando
llegué, mi orgasmo ardió a través de mí como un reguero de
pólvora, explotando entre nosotros mientras gritaba en el
cuello de Caleb. Dejé caer mi cabeza a la cama cuando la
negrura transgredió mi visión, y cerré los ojos. Caleb empujó
con fuerza, y se congeló, gimiendo su placer contra mi piel. Él
me recogió y me empujó una y otra vez hasta que se convirtió
en un lío tembloroso sobre mí, y luego se derrumbó sobre mí.

285
Nos despertamos horas después, adoloridos y pegados,
y después de una ducha muy necesaria, llevé a Caleb a la
cocina, a pesar de que era la mitad de la noche. Tenía tanta
hambre que estaba mareado, y recorrí la cocina buscando algo
comestible. Como era de esperar, dado que no había ido a la
tienda ni había pedido comestibles, no había mucho. Encontré
algunas galletas, un tarro de mantequilla de maní y una de
mermelada, hice sándwiches PB & J, y me prometí a mí mismo
que conseguiría algo de comida mañana.

Llevé la comida a la mesa e intenté hacer pequeños


sándwiches, pero las galletas se rompían constantemente.
Finalmente, Caleb agarró un plato, me quitó el cuchillo, dejó
caer un montículo de mantequilla de maní y un montículo de
gelatina en el plato y me dijo que lo mojara.

—Entonces... realmente lo hiciste —dijo. Y me preparé


por un momento, pero su voz era baja, impresionada—. Yo,
um, estoy orgulloso de ti. Yo fui un idiota al respecto antes.
Entré en pánico. Supongo que eso ya no te sorprenderá. Pero
no quise decir lo que dije, sobre que te arrepientas. Por
supuesto, deberías hacer lo que te hace feliz, y follar al resto.

Deslicé mi mano en la suya y la apreté. Enganchó una


galleta y recogió un poco de mantequilla de maní.

Después que salí de la casa de Caleb el día que volví de


la gira, manejé durante horas antes de regresar a la ciudad,
tan cansado que fue un milagro que no chocara el automóvil.
Estaba furioso, herido y muy confundido. Y maldije a Caleb
una y otra vez por tomar lo que debería haber sido uno de los
mejores momentos de mi vida y darle la vuelta.

Unos días más tarde, sin embargo, cuando el dolor y la


ira se habían atenuado un poco, la idea que se asentó fue ¿Qué
hay de la banda? Me había dado cuenta de lo que era correcto
para mí, pero me había tomado la molestia de darme cuenta
que no me iría solo, sino que los dejaría en la estacada. Sin su

286
cantante y compositor. ¿Podría una banda incluso regresar de
eso?

Podrían, e incluso podría enumerar un puñado que


tenía, en la cima de mi cabeza. Pero la sensación de que le
debía a Ven, Coco y Ethan una deuda siempre había sido
fuerte. ¿Realmente podría hacerles esto? ¿Podría realmente
quitarles lo que sabía que siempre quisieron más que nada?

Así que lo había masticado por unos días más, flotando


entre la culpa y la desesperación. Porque la alternativa a irse
era, por supuesto, quedarse. Y la verdadera pregunta era,
¿podría hacerme eso a mí mismo? ¿Podría vivir así en el futuro
previsible? ¿O rompería en un año, o dos, o cinco, y los
arrastraría a todos conmigo? Al menos si me fuera por mi
propia voluntad, todavía serian una unidad. Podrían
reemplazarme.

El análisis final mostró una carnicería de cualquier


manera. Pero si me iba, los estaba lastimando, y si me
quedaba, me estaba lastimando. Y había pasado demasiado
tiempo tratando de complacer a otras personas a expensas de
lo que quería. Podía verlo ahora. Podía verlo y no conducía a
nada bueno.

Así que lo había hecho. Por primera vez desde que


abandoné la universidad, hice algo que necesitaba y que sabía
que iba a decepcionar a la gente.

—Cuando te fuiste, estaba tan asustado —dije—. Pensé


que no volvería a verte, que lo había jodido todo. Pero sabía
que era lo correcto. Coco y ellos... eh, no lo tomaron bien.

Eso era un eufemismo. Nunca olvidaré las cosas


horribles que dijo Ven. Que yo era una diva; que solo estaba
haciendo esto por atención y en unos meses volvería
arrastrándome cuando me di cuenta que mi vida no era nada
sin la banda; que mis canciones ni siquiera eran tan buenas.

287
Sabía que estaba enojado, decepcionado, molesto, y
probablemente no se creía la mitad de ellas, pero aun así
cortaron.

Coco no era mala, pero estaba conmocionada y


decepcionada. No podía entender cómo elegía dar un paso
atrás cuando habíamos llegado tan lejos. No podía entender
cómo tomaba esta decisión repentina. Traté de explicar que,
para mí, la sensación no era repentina, pero escuchar que
había estado, como ella dijo, miserable todo este tiempo, la
molestó.

Ethan estaba tranquilo y pensativo, como siempre lo era.


Pero podía decir que estaba herido. Creo que, después que
comenzamos a hablar más, pensó que primero le habría
contado sobre eso. Y tal vez debería haberlo hecho. Pero sabía
que si no entraba allí con mi discurso preparado y mi mente
lista, hubiera sido un baño de sangre. Y solo quería que
terminara.

—Ya está hecho —dije. Comimos en silencio por un


tiempo—. ¿Estás... menos asustado ahora?

Caleb se pasó las manos por el pelo.

—Estoy llegando. Hice un gran pastel. Enorme. Está en


mi casa.

—¿De acuerdo? —dije lentamente. Quería bromear con


él acerca de cómo era una mierda para hornear, citando los
muffins de arándanos que había intentado preparar para el
desayuno un sábado que habían sido más adecuados para el
lanzamiento de bala que para el consumo, pero tenía una
expresión distante que decía que estaba intentando llegar a
algo.

—Um. Matt envió a Rhys con un montón de bocadillos.


Dulces, mezcla de pasteles, etcétera. Y dijo que cuando tratas
de evitar una cosa, necesitas distraerte con otra. —Sus ojos se

288
deslizaron hacia los míos, y se aclaró la garganta—. Fue...
difícil después que peleamos. ¿Ya sabes? Mi culpa, lo sé —dijo
rápidamente— pero realmente difícil.

Asentí y le apreté el brazo. Hizo que mi corazón galopara


al pensar en Caleb, solo en la granja, ansiando un escape,
luchando contra eso. Me asustaba pensar cuán cerca podría
haber estado. Y me asustaba pensar que había tenido algo que
ver en eso.

—De todos modos, después de un par de días, hice este


maldito pastel. Dos cajas diferentes de mezcla de pastel, dos
tarrinas de glaseado. Joder es enorme. Y un poco asqueroso.
Demasiado dulce. Probablemente te encantaría.

Sonreí, porque probablemente lo haría.

—El punto es que estaba revolviendo la casa como un


maldito perro salvaje, retorciéndome las manos porque era una
mierda para ti, y me aterrorizaba que si no tuvieras tu carrera
y me tuvieras a mí, eso sería....no sería suficiente, ¿sabes?
Entonces, ¿qué pasaría si la cagara de nuevo?

Su voz estaba tensa y quería atraerlo hacia mí, pero


podía decir que necesitaba sacar esto.

— ¿Y si vuelvo a consumir y arruino todo entre nosotros,


y tú ya no confías en mí? No.. —sacudió violentamente la
cabeza—. Ya no podrías amarme, y solo estaríamos jodidos. —
Caleb se atragantó con la palabra, y me levanté de la silla y tiré
mis piernas sobre sus muslos, atrayéndolo hacia mí. Él me
estabilizó por las caderas, y aguantó. Después de un minuto,
su respiración se niveló.

—Entonces —se aclaró la garganta cuando su voz se


quebró— entonces entré en la cocina e hice una estúpida torta.
Creo que la idea de Matty fue que, si no podía tener heroína,
al menos podría tener dulces. —Sonrió débilmente—. Pero no
necesitaba comer pastel, solo necesitaba hacer algo. Para

289
distraerme. Y mientras lo hacía, estaba pensando: ‘Este pastel
es un poco asqueroso, pero cuando Theo llegue a casa, él
querrá un poco’. Y me imaginé que comerías una pieza y luego
otra al día siguiente, pero luego el pastel sería demasiado
grande, así que lo pondrías en la nevera. Pero entonces no
habría espacio para la comida de verdad, así que la pondrías
en el congelador y lo comerías a mordiscos, ¿sabes? Cuando
quieres algo dulce. Y yo…

Sus manos estaban alrededor de mi cintura, pero sus


ojos eran salvajes, en otros lugares.

—No tengo sentido —dijo, sacudiendo la cabeza—. Yo...


yo imaginé un futuro para nosotros, en ese ridículo pastel,
Theo. Un futuro donde, no sé, había día tras día de nosotros
haciendo mierdas y.… comestibles y pastel y.… maldita
música, y... ¡joder! No lo sé, hombre. Por primera vez en mucho
tiempo, cuando me imaginé el futuro, no anticipé la lucha
diaria. Lo quiero tan malditamente demasiado. No porque
quiera que me distraigas, o… o… o me mantengas limpio.
Porque quiero confiar en mí mismo para hacer una vida. Y
quiero hacerla contigo. Si tú ... ¿si aún quieres eso?

Los ojos de Caleb finalmente se encontraron con los


míos, y estaban insondables, como si nos estuviera mirando a
él y a mí al mismo tiempo. Al ver el pasado que temía y el futuro
que finalmente se atrevía a esperar.

Le eché el pelo hacia atrás y le tomé una mejilla, lo besé


tan lentamente que pude sentir la presión de sus labios y el
momento en que recibieron los míos.

—Lo quiero —murmuré—. Yo quiero todo contigo.

Caleb dejó escapar un sonido desesperado y roto, y me


besó de nuevo.

—Lo estoy intentando —dijo—. Realmente lo estoy


intentando, lo prometo.

290
—Tal vez... tal vez si todavía no puedes confiar en ti
mismo, puedes confiar en mí. Confía en que creo en ti, y te
amo, y.… mierda que suena tan cursi, yo solo... yo... te amo.
Te amo a ti y a todo lo que eso significa.

Caleb asintió, una lágrima recorrió su mejilla, y cuando


su boca se encontró con la mía, besó la sal en mis labios.

—¿Quieres saber de lo que me di cuenta cuando volvía


a casa esta noche?

Caleb asintió de nuevo, con los ojos pegados a los míos.

—Me di cuenta que puedo hacer lo que quiera. Sin Riven,


no tengo nada que hacer. Sin obligaciones, sin expectativas. Y
fue la sensación más extraña, porque yo ... nunca he tenido
eso antes. Nunca he hecho lo que quiero, ¿sabes? Cuando era
más joven, hice lo que mis padres querían. Fui a la universidad
porque se esperaba de mí, y aunque me fui, tenía todas estas
cosas que tenía que hacer. Cuando me conecté con Coco, Ven
y Ethan, todo lo que quería era una oportunidad de hacer
música, pero casi de inmediato se trataba de lo que teníamos
que hacer para tener una audiencia, lo que teníamos que hacer
para grabar un álbum, luego conseguir más oyentes, luego
reservar conciertos más grandes, y así sucesivamente.

Cuando lo dije, recordé el primer momento en que me di


cuenta de que la inercia me había arrastrado a un lugar que
no estaba seguro de querer. Era el momento en que estábamos
grabando nuestro primer álbum, y había cantado la letra que
acababa de escribir para una canción, y Ven dijo:

—Espera, ¿queremos usar ‘él’? ¿Queremos que todos


sepan que eres gay? —No lo había dicho con malicia, y yo sabía
que a él no le importaba mi sexualidad en absoluto. Y Ethan y
Coco hablaron antes de lo necesario, diciendo que sí,
queríamos que se supiera desde el principio. Y lo hicimos.

291
Pero ese había sido el momento. Sentí una punzada de
miedo que se congeló en mi pecho, dándome cuenta que esto
ya podría haber ido en una dirección con la que no iba a poder
vivir. Pero lo había enterrado, apreciaba que mis amigos me
respaldaran y no lo mencionaran.

Pasé una mano por el cabello de Caleb, luego por su


espalda, disfrutando de la sólida y muscular sensación de su
cuerpo. Entonces le sonreí abiertamente.

—Podemos hacer lo que queramos —le dije.

Caleb levantó una ceja. Él dijo:

—Sabes, históricamente, hacer lo que yo quiero no me


ha funcionado tan bien. —Pero sonrió.

—Podemos hacer lo que queramos —dije de nuevo—.


Seguro que te gusta cuando hago lo que quiero, ¿eh? —Sus
ojos brillaron y él asintió—. Bueno, ahora podemos hacer la
música que queramos, podemos hacer la gira como queramos,
si queremos. O no.

El vértigo se filtraba, y me sentí ingrávido, efervescente


de alegría.

—Es tan absurdo —dije—. Pero, Caleb. Tengo mucho


dinero. Como. Demasiado. Y ambos ya tenemos seguidores.
Todo lo que quiero decir es que podemos hacer que esto
funcione como queramos. Si no quieres hacer una gira porque
te parece demasiado difícil, no la hagas. Construye un estudio
de grabación en la granja, graba tus discos y realiza conciertos
desde la granja por livecast7, o algo así. Si quieres tocar un
show e inmediatamente volar a casa, puedes. Si quieres tocar
solo en los clubes de la ciudad y nunca lanzar otro álbum, ¡está
bien!

7
Video trasmitido por internet muchas veces con sala de chat para interactuar.

292
Lo consideré por un momento.

—Bueno, sí, bien. Pero estaría triste por no tener un


nuevo álbum de Caleb Blake Whitman, si soy honesto. Pero,
no, lo siento, ¡bien! Haz lo que quieras.

Caleb se rió y golpeó nuestras frentes juntas.

—Eres ridículo —dijo— pero entiendo el punto: tengo un


papi caliente que quiere armarme un estudio de grabación y
me llevara por todo el asunto de la creación.

Le di un codazo.

—Claro que sí, maldita sea. Oye, ¿cómo demonios


conseguiste un piano aquí? —Me deslicé de su regazo y caminé
hacia allí.

—Oh. Huey me ayudó. Lo compré con este tipo que él


conoce en Brooklyn. Vende instrumentos a estudios y esas
cosas. Llamé a su edificio y obtuve el número de Antony, luego
le dije que quería sorprenderte con esto. Llamé a tu edificio y
conseguí el número de Antony, luego le dije que quería
sorprenderte con él. Pensé que podría ser de cualquier forma.
Tal vez diría que está bien, ya que me conoce, tal vez me diría
que me vaya a la mierda. Esperaba que me dijera que me fuera
a la mierda porque parece un poco inseguro... De todas formas,
dijo que sí, y luego vino al turno dos horas antes para poder
ayudarme. Creo que es porque realmente le gustas.

—¿Huh?

—Cuando dije que quería sorprenderte con el piano,


pensó que era genial. Me contó cómo una vez sorprendió a su
esposa con boletos para... algo y lo feliz que estaba. Ni siquiera
sabía que estaba casado.

—Viudo —dije.

293
—Oh. Mierda. Le dije que entendía si no me podía dejar
pasar y que podía esperar en el vestíbulo o algo así, pero me
dijo que podía usar el ascensor de servicio. Sin embargo,
cuando aparecí, tenía a Huey conmigo, y Antony lo miró y me
dijo que solo yo podía subir a tu departamento.

Caleb se rió entre dientes.

—Pobre Huey. La gente siempre piensa que es una


bestia. Él quiere conocerte, por cierto.

—Oh, gran introducción. Lo recuerdo del bar la noche


que nos conocimos. Él se ve bastante bestial.

—Es un oso de peluche. Bien. No. Es un hijo de puta


peligroso si te estás metiendo con él o con alguien que le
importa. Pero con sus amigos, está bien.

Me senté en el banco del piano y pasé los dedos por las


teclas.

—Es que no sé mucho de pianos. ¿Está bueno?

Presioné las teclas, el sonido bajo mis dedos tan familiar


que cerré los ojos con placer. Toqué algunas notas, solo
probando la afinación y los pedales. Tendría que ser ajustado,
pero sonaba bien.

—Sí. Sí, es grandioso.

Caleb se sentó a mi lado, musculoso muslo presionando


contra el mío.

—¿Me tocarás algo?

Tomé una respiración profunda y sentí que mi columna


se enderezaba y mis hombros caían. Empecé a tocar y el cálido
sonido del piano resonó a través de mi espacioso apartamento,
llenando las paredes blancas con sonido. Sentí que estaba

294
inflando globos y dejándolos sueltos, el color y la flotabilidad
reemplazando el minimalismo y el espacio.

—Suena familiar —murmuró Caleb a mi lado.

—Lo toqué en el teclado de tu casa. ¿Cuándo Rhys había


terminado?

Él asintió.

—Es hermosa.

Era una pieza que siempre me ha encantado. La había


tocado en un recital, pero de alguna manera ni siquiera eso me
la había estropeado. Pero ahora, sabía que necesitaba algo
diferente. Me acerqué más a Caleb y empecé a tocar. Sentí el
momento en que se dio cuenta de lo que estaba tocando porque
se puso tenso, y luego deslizó un brazo alrededor de mi cintura.

—Esa es nuestra canción.

Asentí y lo besé, y él apoyó su cabeza contra mi hombro


y me apretó contra él. Hizo más difícil tocar, pero no podría
haberme importado menos.

Después de tocarla dos veces, cambié a otra cosa. Algo


que había estado escuchando en mi cabeza durante meses,
pero que nunca se había sentido bien en la guitarra. Era claro
y oscuro, mayor y menor, rock y blues. Caleb y yo.

—¿Qué es eso? —murmuró Caleb en mi cuello. Pasó sus


labios por mi garganta y apartó mi cabello para poder besar la
piel allí.

—La estoy escribiendo para ti —le dije. Sus brazos


estaban envueltos alrededor de mí, su forma grande ocupaba
casi todo el banco del piano, pero aun así toqué. A salvo en su
abrazo, su boca en mi cuello, y la promesa del mañana tan
complicada y llena de esperanza como un solista en alza,
toqué. Toqué para los dos.

295
Epílogo
Caleb
SEIS MESES DESPUÉS

El mercado de agricultores de Stormville era un derroche


de color, puestos llenos de cubos de flores y verduras que
brillaban a través de la tierra como joyas. El aire estaba
cargado de olor a palomitas de maíz y empanadas, y dos
mujeres jóvenes tocaban música folklórica, de pie sobre
paletas de madera en la esquina del estacionamiento.

Era sábado por la mañana, y el sol brillaba, y Theo


caminaba a mi lado, mirando distraídamente los puestos. Se
había convertido en un ritual semanal para nosotros tan
pronto como el clima se calentó. Él no dijo exactamente por
qué le encantaba venir aquí, ya que no cocinaba, solo se
encogía de hombros y decía que le gustaba la atmósfera.
Sospeché que era algo que él hacía porque sabía que la rutina
me ayudaba a sentirme firme. Me preguntaba qué iba a hacer
con las cosas que compraba, y él elegía las flores que le
gustaban. A veces comía una bolsa de palomitas de maíz

296
mientras caminábamos, o se sentaba al sol mientras hablaba
con la gente.

Ahora, con el pelo suelto y brillando en el sol, el ala del


sombrero protegiéndose los ojos, agitó a Charisse, la Dama
Pimienta, que vendía pintas de pimientos frescos y ristras de
pimientos secos y siempre llevaba un mono y una camisa
impreso con pimientos.

—¿Quieres algunas fresas? —pregunté, enganchando su


codo con el mío.

—Sí, claro. —Theo comía todo lo que ponía delante de él,


pero le gustaba que le preguntara.

—Hola chicos. —Barry nos saludó desde detrás de su


puesto. Le tendió una cucharada de algo a Theo—. Prueba
esto.

Theo había desarrollado una especie de reputación por


estar dispuesto a intentar cualquier cosa el mes pasado
cuando Jessie, que solía vender crema y mantequilla, decidió
probar suerte con el helado. Cuando nos acercamos al estrado,
noté que algunas personas negaban con la cabeza, pero en mi
paranoia imaginé que tal vez simplemente no nos querían allí.
Jessie nos tendió una copa de cata y nos animó a probar lo
que ella llamaba, helado de mantequilla. Fue entonces cuando
me di cuenta que la gente del stand había estado tratando de
advertirnos.

Casi me atraganté ante ese pensamiento, pero Theo se


había encogido de hombros y cogido la taza. Sus ojos se habían
ensanchado cuando lo probó, luego su expresión se volvió
contemplativa. Tomó otra cucharada y ladeó la cabeza.

—Hmm— fue todo lo que le había dicho a Jessie. Pero


desde entonces, la gente le había dado sus experimentos para
probar. Y resultó que casi todos los que vendían en el mercado
de agricultores tenían experimentos.

297
Theo no preguntó qué le estaba dando Barry, solo lamió
la cuchara.

—¿Es... arándano? —preguntó. Sonreí. Theo tampoco


podía decir qué cosas eran esas presentaciones desconocidas.

—Es caramelo de mora —dijo Barry con entusiasmo—.


Estoy pensando en venderlo junto con la mermelada.

—Genial —dijo Theo. Entonces, para mí, mientras Barry


empacaba nuestras fresas—. ¿Qué es una mora?

Le sonreí y le quité un poco el pelo del hombro. No lo


había cortado desde que nos conocimos, y había crecido
mucho. Me encantaba girarlo entre mis dedos mientras lo
besaba, y la forma en que los sedosos mechones caían sobre
mi pecho y mi cara cuando estaba encima de mí. Aunque
generalmente no se daba cuenta de su propia apariencia, Theo
sabía cuánto me gustaba. Una vez, se había postrado sobre mí
y gemí al sentir su boca caliente a mi alrededor mientras su
pelo rozaba el interior de mis muslos, y él envolvió su cabello
alrededor de mi erección, molestándome con eso hasta que
estuve loco de necesidad, y luego me llevó hasta que bajé por
su garganta, con una mano enredada en su pelo.

—¡Oye, nada de eso! —escuché gritar a Barry,


trayéndome de mi lujuria inducida por Theo.

Me giré para ver a alguien que no reconocí, apuntando


con su teléfono hacia nosotros, tomando una foto. Estaba al
lado del puesto de hierbas de Lucy, probablemente solo en un
viaje de un día por la zona. Lucy había estado vendiendo en
este mercado durante quince años, y consideraba que todo lo
que pasaba aquí era su negocio. Ella se paró frente al joven y
le habló con severidad, aunque no pude escuchar sus
palabras. Theo deslizó su mano en la mía. El hombre bajó la
cabeza y se alejó, y Lucy levantó una mano hacia nosotros.
Asentí y le devolví el saludo en señal de agradecimiento.

298
Me había tomado por sorpresa, la forma en que esta
comunidad nos había reunido, nos había tomado tan pronto
como la gente había visto que queríamos ser parte de ella.
Cuando me mudé aquí, no había sido capaz de dar más que
un asentimiento distraído a nadie. La primera vez que Theo y
yo habíamos venido al mercado de agricultores, hace meses,
estaba nervioso de que supieran quién era yo. Sabía que lo
hacían. Todos aquí conocían a todos. Sabrían dónde estaba
viviendo y por qué. Era solo el camino de las cosas.

Me sentí avergonzado, un poco resentido. Theo había


sido tímido. Siempre fue reacio a ir a lugares donde creía que
sería reconocido, incluso después de dejar Riven. Y sabía que
no me gustaba quedar atrapado en el centro de atención. Él se
había ofrecido a no venir conmigo, esa primera vez. Pero
mientras caminábamos arriba y abajo por las hileras de
productos, carnes locales, huevos frescos y flores, sentí una
sensación de calma sobre mí.

Cuando Theo compró un ramillete de flores, las flores


brillantes y delicadas contra su camiseta negra y cabello, la
mujer le sonrió, le dijo que las flores que había elegido se verían
hermosas juntas, y yo había visto la sorpresa en su cara, y el
deleite.

—¿Crees que sí? —había preguntado, con los ojos


delineados muy abiertos y sinceros—. Nunca había comprado
flores antes, así que no estaba seguro.

Así fue como comenzó. Ahora Theo compraba flores


todas las semanas, y Lucy y Barry protegían nuestra
privacidad cuando alguien intentaba entrometerse en ella. Se
sentía como una nueva vida.

En casa, guardé los comestibles cuando Theo reemplazó


sus arreglos florales semanales. Eligió los ramos de la semana
pasada, y añadió las flores que aún conservaban vida a los

299
nuevos arreglos. No podía soportar tirar nada que todavía
tuviera belleza para ofrecer.

Era algo que había llegado a amar y admirar de él en los


últimos seis meses, cuando básicamente se mudó aquí. Theo
veía potencial en todo. Esperanza en todo, Aunque le había
llevado un tiempo creer que merecía atención, admiración,
amor, tenía tanto para otros, incluso para las flores, que me
dejaba sin aliento.

Al principio había sido difícil. Sin el timón de Riven para


dirigir su vida, Theo no estaba muy seguro de nada. No estaba
acostumbrado a tomar sus propias decisiones, y era difícil para
mí saber que estaba tomando decisiones por alguien más, ya
que no siempre había tomado las mejores decisiones por mí
mismo. Pero habíamos aprendido a confiar el uno en el otro y
habíamos aprendido a confiar en nosotros mismos, y después
del primer mes más o menos que estuvo aquí, encontramos un
equilibrio que funcionaba para nosotros. Resultó que ese
timón había sido un ancla, y una vez que cortó la cuerda, se
elevó. Los dos lo hicimos.

En cualquier momento del día o de la noche, estábamos


trabajando en música, y la granja se llenaba de pedazos de
papel con letras líricas, guitarras y teclados adicionales, cables
y amplificadores, y otra computadora con software de edición.

Grabé el álbum de Rhys con él, y con una ausencia de


casi dos años en un estudio, sentí como si estuviera respirando
profundamente después de vivir bajo tierra. Supe entonces que
estaría grabando mis propias canciones de nuevo. Y he estado
trabajando en ellas desde entonces. Estaba casi listo. Casi.

Era diferente a mi otro trabajo. Theo dijo que sonaba


como alguien que escribía sobre cosas que cortaban
profundamente pero desde lejos. Pero, por supuesto, Theo
también dijo que yo era el mejor músico del mundo. Aún no se

300
lo había dicho, pero iba a usar la foto que me hizo en Nola,
apoyado en la pared de Wolf's Howl, para la portada.

—Oye, cariño, ¿puedes ayudarme? —llamó Theo desde


el dormitorio. Había estado parado en la cocina, mirando por
la ventana a nuestro jardín en una especie de trance después
de terminar de guardar las compras.

Caminé hacia el dormitorio para ver en qué necesitaba


ayuda Theo, y me quedé sin aliento al verlo desnudo en
nuestra cama, acariciándose. Su belleza a veces me rompía
cuando lo miraba. Contra las sábanas blancas, su cabello era
un derrame de tinta, sus tatuajes se curvaban alrededor de las
líneas de los músculos y los huesos tentadoramente. Su
exuberante boca era suave, y sus hermosos ojos estaban
pesados de deseo. Él acarició su erección lentamente, y
extendió la otra mano hacia mí.

—Hola —dijo, cuando me senté en la cama y tomé su


mano, besando su palma.

Me incliné y le besé la boca. El amor que vi en sus ojos


fue abrumador. A veces me pillaba desprevenido y casi me
ahogaba. Lo afortunado que había sido. Qué increíblemente
suertudo.

—Hola. ¿En qué puedo ayudarte? —murmuré.

—Te extrañé —dijo Theo, con ojos soñadores—. Te


deseo. —Luego me dio la sonrisa privada que era solo para mí.

—¿Sí?

Él asintió y guio mi mano entre sus piernas mientras me


miraba.

—¿Qué deseas?

301
—Quiero que me toques. Quiero mirarte. Te amo —
añadió, cerrando los ojos mientras pasaba mi mano por la
delicada piel del interior de su muslo.

—Te amo —respiré, y luego lo desarmé.

Lo toqué por todos lados, hasta que empujó sus caderas


fuera de la cama y me suplicó con la boca, los ojos, el cuerpo,
para darle lo que necesitaba. Mi propia necesidad era enorme,
pero lo amaba así, completamente desnudo mientras estaba
vestido, dándole placer y retrasando el mío hasta el último
momento posible, cuando sentía como partes iguales la
recompensa y el alivio.

Cuando me relajé sobre su hermoso y retorcido cuerpo


y tomé su boca, Theo gimió, abriéndose a mí con la misma
dulzura que un melocotón maduro partido con los pulgares.

—¿Qué quieres, amor? —le pregunté.

—Tú, tú, tú, por favor, siempre tú —cantó Theo, y la


adoración en su voz me dejó sin aliento. Tropecé con mi
bragueta lo suficiente como para empujar mis jeans hacia
abajo sobre mis caderas, dejando salir un gemido de alivio
mientras mi dura carne era liberada.

—Justo así —dijo Theo, levantando las caderas.

Me apreté contra él lentamente, y su rostro estaba


extasiado mientras envolvía sus piernas a mi alrededor. Nos
movimos juntos, ya en el borde, el agarre y deslizamiento de
nuestros cuerpos placer puro y dulce. Theo se agarró a mis
hombros y supe que se iba a venir por la forma en que su cuello
se apretó y echó la cabeza hacia atrás. Siempre era mi
momento favorito. El momento en que se quedaba sin aliento,
como si el placer fuera demasiado grande para que él pudiera
hacer algo más que sentirlo mientras lo atravesaba.

302
Se corrió con un grito silencioso, el calor se derramó
entre nosotros, su aliento dulce contra mi rostro. Su cuerpo se
estremeció debajo de mí, a mi alrededor, y no pude aguantar
más.

Cuando llegué, fue como una ola oscura, dulces pulsos


de placer que me recorrieron mientras me perdía en el cuerpo
de Theo. Él me acunó como si hubiera llegado a casa.

Theo
—Oh, Dios mío, voy a vomitar —apreté la mano de Caleb
con tanta fuerza que hizo una mueca. Se inclinó para darme
un beso, para calmarme, pero le dije—: No, en serio. Voy a
vomitar en serio. —Y retrocedió, con los ojos muy abiertos y
una sonrisa compasiva. Gracias a Dios que fue paciente,
porque yo había sido un manojo de nervios durante días.

Mi álbum, en el que había estado trabajando durante los


últimos cuatro meses, estaba a punto de salir. Había decidido
realizar un lanzamiento electrónico simultáneo para que se
pudiera descargar de inmediato, pero ahora lamentaba mi
decisión, ya que también significaba que las personas podían
odiarlo de inmediato.

Las dos canciones que escribí mientras estaba de gira


con Riven crearon el ambiente para el álbum, y aunque al
principio me encontré escribiendo en los patrones de las
canciones de Riven, finalmente mi cerebro se puso al corriente
con la realidad y me di cuenta de que no tenía que hacerlo de
esa manera nunca más. Que podría escribir de cualquier
manera que quisiera. Cualquier cosa que quisiera. Tuve una

303
semana en la que la amplia libertad del infinito hizo que no
pudiera escribir nada, pero luego volví a mi rutina habitual de
escritura, y me sentí mareado, como un niño. Bueno, un niño
en la vida de otra persona, ya que incluso de niño, nunca había
sentido que podía hacer lo que quería.

El caos que siguió a mi partida de Riven tardó alrededor


de un mes en desaparecer. Me escondí en casa de Caleb la
mayor parte del tiempo. Tomó mi teléfono y mi tableta y los
puso en el armario para que yo no tuviera que lidiar con nada
de eso. Por supuesto, sabía dónde estaban, podía haber
accedido a ellos cuando quería. Pero él me había dado la opción
de vivir una vida sin fama por un tiempo, y yo salté sobre ella.

Parte de lo cual fue distanciarme de Lewis, y conseguir


un nuevo manager. Clarissa Kane era joven, sólo dos años
mayor que yo, me llamó poco después de que se supiera la
noticia sobre Riven y dejó un mensaje diciendo que estaba
interesada en un nuevo tipo de distribución, una que utilizaba
los nuevos medios y la tecnología actual para permitir que el
artista controlara el contenido, y permitía que el consumidor
comprara más directamente. Si me interesara hablar con ella,
me dijo que la llamara.

Convertí mi apartamento en Manhattan en una especie


de estudio de grabación alternativo para grabar mi disco, ya
que todo lo que realmente quería era privacidad y control total.
Exactamente lo que nunca tuve al grabar con Riven. Caleb fue
increíble, ayudándome a contactar a un productor, y personas
para tocar en el álbum, todas las cosas que nunca antes había
tenido que hacer.

Me sorprendió Caleb. Su fuerza y su determinación me


humillaron. Empecé a pasar la mayor parte del tiempo en la
granja, volviendo a la ciudad una vez a la semana para obtener
más cosas. Finalmente, decidí que era una tontería, y una
mañana, mientras yacíamos en la cama, le dije a Caleb que me
estaba mudando. Me miró boquiabierto, y vi todos los temores

304
y todos los argumentos que parpadeaban a través de él, así que
puse una mano sobre su boca y dijo:

—Ya lo hice. Ahora vivo aquí. Sé que me quieres aquí,


así que ocúpate de ello.

Sus ojos se movían a través del miedo, luego el deseo,


luego el alivio, y yo le quité la mano para que pudiera besarme,
ya que claramente no tenía palabras.

Conocí a Huey, y había sido un poco incómodo, hasta


que Caleb se levantó para usar el baño finalmente pude decir
lo que pensaba. Los ojos de Huey se suavizaron cuando le
prometí que iba a cuidar de Caleb. Y podría haber jurado que
se pusieron un poco brumosos cuando le di las gracias por
ayudarlo a permanecer bien hasta que pudiera encontrarme.

—¿Qué le hiciste a Huey? —preguntó Caleb más tarde,


pero yo solo sonreí.

Fue el cumpleaños de la hermana de Caleb no mucho


después de eso, y la llamó por primera vez en tres años.
Cuando le pasó el teléfono a su madre, Caleb bajó la cabeza y
la escuchó gritarle por mantenerse alejado tanto tiempo.
Cuando dijo que no podía soportar decepcionarla de nuevo, lo
que sea que ella dijera lo hizo sollozar. Pero después de colgar
el teléfono, había una paz en él que no había estado allí antes.

Al día siguiente, me dijo que quería grabar las canciones


en las que había estado trabajando, y fue entonces cuando
decidí terminar el estudio en mi apartamento. Las canciones
estaban casi terminadas, y planeaba grabar el álbum el
próximo mes. Y aunque me hizo un gesto de alabanza con una
mirada vagamente complacida, era jodidamente brillante;
puede que no lo supiera todavía, pero iba a sorprender a la
gente.

Ahora, le supliqué a Caleb:

305
—Distráeme, por favor.

Eran las 11:42 y el álbum salía a la medianoche.

—Uh. Claro, está bien. Um. ¿Qué obtienes de una vaca


mimada?

—Dios mío, ¿es esto una broma de granja? No sé, ¿qué?

—Leche arruinada8.

Solo sacudí mi cabeza hacia él.

—Eres horrible.

—Bien, lo siento, está bien. Oh, cuéntame sobre tu plan


para el estudio. Dijiste que descubriste lo que querías hacer.

Me apoyé contra él en el sofá.

—Sí, está bien, entonces dime lo que piensas. Quiero


subsidiar álbumes, o no sé cómo llamarlo. Pagarlos, pero eso
suena como Daddy Warbucks9 o algo así. Hay tantas bandas y
músicos increíbles, y no pueden permitirse el tiempo de
estudio, o no conocen a ningún productor ni a nada. Entonces,
¿qué pasa si configuro todo, pago a las personas por su tiempo
o lo que sea, y dejo que la gente grabe aquí? Luego tendrían los
archivos y podrían lanzar los álbumes. Si ganan dinero,
podrían pagar al estudio, si no, simplemente no lo harían.

Caleb pasó una mano por mi cabello, jugando con los


extremos. Él me sonrió.

—¿Cómo elegirías las bandas?

8
La broma se pierde al español, juegan con el significado de las palabras pampered:
mimado, consentido y spoiled: malcriado, arruinado, echado a perder por lo mucho que
se lo ha consentido.
9
El teniente general sir Oliver " Daddy " Warbucks es un personaje ficticio del cómic
Little Orphan Annie. Trataba de un hombre muy rico que mantenía a otras personas.

306
—No sé, no he llegado tan lejos. Tal vez ... bueno,
quisiera que solo fueran personas que realmente no pudieran
permitirse hacerlo ellos mismos. ¿Tal vez podrían enviar una
canción en línea y una cosita sobre sus objetivos y esas cosas?
¿Al igual que la gente solicita becas o lo que sea? Podría elegir,
¿o supongo que podría contratar a alguien para que lo haga?
Debería preguntarle a Clarissa. De cualquier manera, solo
quiero que sea gente haciendo buena música. Cosas que sean
diferentes a las que ya existen. Y también sería gente
interesada en hacerlo ellos mismos, ya sabes, porque serían
ellos quienes lanzarían sus propias cosas.

—Creo que es una gran idea —dijo Caleb. Y esta vez


cuando se inclinó hacia mí, lo besé, saboreándolo. Empezamos
a dejarnos llevar un poco, cuando dijo—. Oye, es hora.

—Oh dios, oh dios, oh dios, oh dios. Bueno.

Extendí una mano hacia la laptop abierta en la mesa de


café, y presioné el botón que lanzaría mi primer álbum solista
al mundo.

—Joder —respiré—. No puedo creerlo.

—Lo hiciste, cariño. —Caleb retumbó contra mi oreja, y


pasó los dedos por mi pelo—. Whoa —dijo, mirándome—. Estás
muy pálido. ¿Estás bien?

Asentí, incapaz de hablar. Estaba bien. Estaba mucho


mejor que bien.

Finalmente, dije:

—Estoy sentado aquí dándome cuenta que tengo todo lo


que siempre he deseado. Es... Yo... es solo mucho.

Caleb me atrajo hacia él y me abrazó.

—Igual para mi —dijo—. Es mucho.

307
Él me dejó ir y alcanzó la computadora.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy descargando el primer álbum en solitario de mi


novio, duh —dijo, mirándome como si estuviera loco.

—Tengo los master…

—No es el punto, amor.

Hizo clic en Descargar y pagó el álbum, luego lo abrió.


Yo había hecho lo mismo cientos de veces con cientos de
bandas, pero se sentía completamente surrealista.

Cuando las primeras notas de la canción de apertura


comenzaron a reproducirse automáticamente después de la
descarga, alcancé para cerrarla, pero Caleb me tomó la mano.
Se recostó en el sofá y me jaló hacia él, un brazo alrededor de
mis hombros.

Y luego solo escuchamos. Se sentó conmigo y escuchó


todo el álbum, y cada vez que me movía para apagarlo o
levantarme, simplemente me besaba la cabeza y me acercaba
a él. A pesar que ya había escuchado las canciones, escuchó
atentamente, como si las estuviera conociendo por primera
vez.

Cuando llegamos a la penúltima canción, comencé a


retorcerme.

—¿Qué? ¿Tienes que orinar o algo?

—No. Yo solo, um... No te lo dije, pero hay una


decimotercera canción.

—¿Oh sí? ¿Decidiste grabar la que tiene el coro sexy?


Sabes que pensé que era genial.

—No, yo... no exactamente.

308
—Está bien, bueno, silencio y déjame escuchar.

La última mañana de la grabación del álbum, me senté


muy derecho antes del amanecer, pero no estaba seguro qué
me había despertado. Me había quedado en el apartamento
porque había estado despierto hasta tarde trabajando la noche
anterior. Grabamos todo, y había planeado volver y ponerle un
par de partes de guitarra, agregar algunas líneas de armonía.
Cosas pequeñas. Cuando la envié a casa, incluso le dije a
Samantha, mi increíble productora, que no necesitaba que
viniera ese día, ya que sólo estaría tocando.

Pero cuando me desperté, me encontré a la deriva hacia


el piano, sentándome en la oscuridad. Empecé a tocar la
canción que había tocado para Caleb la noche en que me dio
el piano. Durante meses, la escuché en mi cabeza, en pedazos.
Pero ahora, se unió tan completamente y sin esfuerzo como las
últimas piezas de un rompecabezas. Ni siquiera podía tocar lo
suficientemente rápido como para seguir el ritmo de lo que
escuchaba en mi cabeza. Y cuando la terminé, la toqué una y
otra y otra vez, mientras salía el sol, iluminando la ciudad
fuera de mis ventanas.

Al principio tarareé al unísono, luego fragmentos de las


letras se reorganizaron, palabras enganchándose con otras
palabras, atrapando verso, coro, verso, coro, puente, y
encajando mientras tocaba.

Encendí los micrófonos y los dejé en una sola toma.


Cuando volví a escuchar, no podía creerlo. La pista estaba en
carne viva y dolorida, y pude escuchar el amor en mi voz. La
necesidad. Luego, alrededor de dos tercios del camino, en la
parte del piano entre el puente y el penúltimo coro, una tórtola
llamó. Se posaban en los aleros, y a menudo oía sus cantos
por la mañana. Cuando miré, vi a dos de ellas, apoyadas en el
alféizar de la ventana, quietas y alborotadas al sol.

Nunca hice otra toma.

309
Cuando comenzaron las primeras notas de la canción,
contuve la respiración. Era una canción muy personal, una
canción muy privada. Al principio, ni siquiera había querido
que fuera parte del álbum. Pensé que solo la traería a casa para
Caleb. Lo sorprendería con eso en nuestra cama. Pero luego
pasaron los días y aún no la había tocado para él. Luego, una
semana, y no la mencioné. La había subido para que fuera la
última canción del álbum, y mientras miraba cómo terminaba
la barra, sentí un revoloteo en el estómago y supe que era
correcto.

Con Riven, había tenido tanto por lo que esconderme.


Esto... Quería que esto revelara algo.

La canción sonaba diferente a las demás, ya que no fue


producida. Podías oír los fuelles de los pedales al ser
presionados y soltados, escuchar el deslizamiento de mis
dedos y el eco de las teclas. Cuando entró mi voz, vi que los
ojos de Caleb se ensanchaban. Me volví hacia él y lo vi
escuchar la canción que había escrito para él. La canción que
se había acumulado dentro de mí, que había mantenido
apretada durante todos estos meses y finalmente se había
desenrollado para él a la luz de la mañana. La canción que le
contaba todas las cosas que ya sabía, pero en el lenguaje que
ambos sentíamos más profundo que las palabras.

Observé cómo el aprecio en su rostro se convertía en


temor, y luego me miró, con lágrimas cayendo por su rostro,
con un aspecto más feliz de lo que jamás había imaginado que
podría. Sonrió entre lágrimas y me agarró, me arrastró hasta
su regazo y me apretó tan fuerte que apenas podía moverme.
Le envolví mis brazos alrededor del cuello y lo sostuve, con la
cara en el cuello, mientras sentía que respiraba
profundamente.

Nos abrazamos mientras mi canción, nuestra canción, y


el álbum comenzaba de nuevo.

310
Fin

311
Roan Parrish

Roan Parrish vive en Filadelfia donde poco a poco intenta escribir


historias de amor de todos los géneros.

Cuando no está escribiendo, por lo general se la puede encontrar


cortando el pelo a sus amigas, deambulando por cualquier ciudad en la que se
encuentre mientras escucha canciones de antorchas10 y death metal melódico,
o cocinando comidas demasiado elaboradas. Le encantan las hogueras, las
playas en invierno, las armonías de acordes menores y los autotatuajes. Una
vez puede o no haber horneado un pastel de chocolate de seis capas y luego lo
tiró por la ventana en un ataque de resentimiento.

10
Una canción de antorcha es una canción de amor sentimental, típicamente una en la
que el cantante lamenta un amor perdido o no correspondido, ya sea cuando una parte
ignora la existencia de la otra, donde una de las partes ha seguido adelante, o donde
una aventura romántica ha afectado al relación. El término proviene del dicho, ‘llevar
una antorcha para alguien’, o mantener encendida la luz de un amor no correspondido.

312

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