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Apoyador (linebacker): es una posición en el fútbol americano. Los linebackers son miembros del
equipo defensivo. Se alinean aproximadamente de tres a cinco yardas por detrás de la línea de
golpe, en la línea secundaria, por detrás de la línea defensiva
El nudo en su garganta era tan grande que apenas podía tragar. Sin pensarlo
bien, incluso sin saber realmente lo que estaba a punto de declarar, dijo:
—Ya la he encontrado, abuela.
El rostro de su abuela se iluminó y por un momento en realidad parecía
como solía antes de que se enfermara. Si sólo hubiera tenido más tiempo para
hacer frente a la enfermedad de su abuela, si ella hubiera estado en el médico
antes de la semana pasada.
Si sólo hubiera pasado más tiempo con su abuela, y menos tiempo con la
mujer que había estado follando, entonces tal vez, hubiera visto los signos antes.
Antes, cuando todavía había algo que los médicos podían hacer para curarla.
—Oh, cariño, eso es maravilloso. ¿Por qué no me hablaste de ella antes de
ahora?
Oh mierda. Debería echarse atrás, admitir que bromeaba, decir que estaba
volviéndose loco por perderla y que le había dicho una mentira, porque no quería
que ella se fuera decepcionada de él.
En cambio, canalizando la última película de chicas que había estado
obligado a ver, dijo:
—Ella quería tomar las cosas con calma, a pesar de que sabe lo mucho que
la amo.
Esperó a que su abuela supiera que mentía. Siempre había visto a través de
él. No había manera de que no pudiera ver a través de él ahora.
—Tráela aquí, Cole. Quiero conocer a la mujer que ha robado el corazón de
mi bebé.
Cole mentía cuando lo necesitaba, pero no a su abuela. Nunca a ella. Todo
lo que quería era hacerla sentir mejor. Claramente, ella quería tanto una esposa e
hijos para él, que estaba dispuesta a creer cualquier cosa en este punto.
Ahora, ¿qué podía decir? Seguro que no iba a traer una de las mujeres con
las que había dormido recientemente para reunirse con su abuela. No cuando
ninguna de ellas calificaba como chicas “buenas”.
Aun así, de alguna manera las palabras, "Mañana, abuela, te la traeré
mañana", salieron de su boca, aunque sólo fuera porque sabía lo feliz que la haría.
No podía dejar de sonreírle.
—No puedo esperar. —Cerró los ojos y se relajó contra las almohadas.
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***
—La boda de Jeannie fue hermosa, ¿no?
Anna Davis sonrió a su tía Lena.
—Fue hermosa. Obviamente están muy enamorados.
¿Cómo era que sus mejillas realmente dolían? Claro, todo el fin de semana
había estado sonriendo, pero había pasado por esto tres veces ya, de haber
planeado las cuatro bodas de sus hermanas en los últimos dos años.
—Sabes, querida, todos pensamos que serías la primera en casarte.
¿Recuerdas cómo solías vestirte como una novia cuando eras una niña?
No fue fácil mantener la sonrisa mientras apretaba los dientes, pero de
alguna manera Anna lo consiguió.
—Ya sabes cómo son las niñas. Les encanta jugar a disfrazarse.
Como maestra de primer grado, Anna se acordaba de esto todos los días.
No había nada que a los niños les gustara más que usar su imaginación. ¿En qué
momento se les enseña a dejar de hacer eso?
Pero la tía Lena sacudía la cabeza.
—En realidad, si no recuerdo mal, tus hermanas nunca jugaron a disfrazarse.
Estaban demasiado ocupadas con el deporte y ganando premios académicos. Tú
fuiste la única que se centró en vestirse de blanco y caminar por un pasillo. Qué
raro que tú seas la única esperando su príncipe azul.
—Tal vez debería tomar al chico disponible más cercano e ir a uno de esos
salones de bodas rápidos.
Anna no sabía quién estaba más sorprendida por su respuesta, si su tía o
ella.
Por último, su tía dijo:
—Oh Anna, nunca harías algo como eso.
Anna estaba a punto de ponerse de acuerdo, cuando de pronto se dio
cuenta de lo estaba detrás de la declaración, completamente verdadera, de su tía.
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***
—¡Cole! Justo aquí. Te ves bien, hombre. Aplastaste a los Jaguares el
domingo pasado.
Cole miró a los flashes. ¿Qué clase de loco era él, buscando una buena chica
en el hotel y casino Wynn de Las Vegas? Pero había desperdiciado todo un día
buscando en los lugares que había asumido que estaría, en la biblioteca, un
refugio de animales, incluso una tienda de tejido, y salió con las manos vacías.
Las chicas de la biblioteca no lo dejaron hablar el tiempo suficiente para
tratar de pedirles una cita.
El refugio de animales estuvo lleno de parejas asquerosamente felices y
niños. Por no mencionar el hecho de que uno de los perros callejeros había
desarrollado un extraño, y abrumador, cariño por él. El encargado del refugio
empujó quince libras, de algo retorciéndose, lamiendo, oliente pelaje negro y
marrón en sus brazos. A Cole no le gustaban las mascotas, demasiada
responsabilidad, saber que algo lo esperaría todos los días en casa, dependiendo
de él. Aun así, esos grandes ojos marrones casi habían terminado con él, y apenas
había salido de ahí libre.
Extrañamente, la tienda de tejer era donde se había sentido más cómodo.
Su abuela siempre tejía algo durante sus descansos en el casino cuando él era un
niño y el chasquido de las agujas era el telón de fondo de su infancia. Razón por
la cual no había recogido a una chica en la tienda de lanas. Se habría sentido
como si estuviera traicionando a su abuela... a pesar de que ya era un mentiroso
hijo de puta.
La luz del día se había ido y venido, y Cole no estaba más cerca de llevar a
su "amor verdadero" a la habitación de su abuela de lo que había estado esa
mañana.
Fue hasta su suite en el Wynn para quitarse el mal olor del fracaso. Era bueno
en dos cosas: el fútbol y paradas de una sola noche con las mujeres que no
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***
Anna estaba varada en el club nocturno como un gran dolor de trasero.
Y sólo se podía culpar a ella misma.
Luego de que Jeannie y Dave se fueran de luna de miel, el resto de sus
hermanas junto con sus maridos decidieron que al final no estaban listos para
darle fin a la fiesta.
—Has estado tan ocupada que probablemente quieres volver al hotel y
sumergirte en la tina, ¿verdad? —dijo Jane cuando le dijeron los planes de ir a
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Jeannie, Anna tuvo que admitir que estaba fuera de su zona de confort. No estaba
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Y esa era la verdad; ella había sido la única clavija cuadrada en un cuarto
lleno de agujeros redondos. Diablos, ella podría muy bien estar usando una
aureola por toda la pura inocencia que emanaba. Ahora que la tenía más cerca,
se dio cuenta que ella incluso olía como inocencia, como a frescas fresas en un
campo soleado, o alguna mierda como esa.
Al principio, él había estado muy ocupado felicitándose a sí mismo con su
psicología inversa al encontrar una dulce chica en un club para pensar en cómo
esto iba realmente a resultar. Pero ahora que ella lo estaba mirando como un
venado atrapado en el medio de una concurrida autopista, y estaba tan duro
como si hubiera tocado más que las puntas de sus dedos, se dio cuenta que esta
iba a ser una primera vez para él: Tendría que esforzarse.
O arriesgarse a perder a la única mujer que necesitaba.
—¿Te percataste de mí? —El champán se derramó fuera de la copa y salpicó
sobre su pecho mientras gesticulaba a sí misma en clara sorpresa.
Cole bajó la vista, incluso más que para simplemente mirar sus ojos, y se dio
cuenta que ella tenía un cuerpo bastante bueno. Incluso quizás genial. Era difícil
decirlo con el brillante vestido rosado que estaba usando, pero desde su punto
ventajoso, su escote era bastante asombroso. Lo bastante asombroso que su polla
estaba rogando salir y jugar.
—Tienes hermosos ojos —comenzó él, pero entonces, dándose cuenta que
ella quizás no creyera su mentira si no dirigía su mirada de vuelta a su rostro, se
forzó a dejar de comer con los ojos sus tetas y de verdad mirarla a los ojos.
Cole se quedó helado por las pestañas tan largas que cuando pestañaba, las
puntas curvas rozaban la parte superior de sus pómulos. Sus ojos eran diferentes
a cualquiera que hubiera visto antes, una combinación de azul y verde que lo
hacía pensar en fríos lagos de montaña y perfectos días de verano.
Ella parpadeó, sonrió y la manera en que sus ojos se iluminaron le quitó el
aliento por un segundo.
—No, no son hermosos —dijo, casi para sí mismo—. Impresionantes.
Sus ojos se agrandaron aún más, junto con su sonrisa… y su polla.
—¿Lo son?
Él se movió aún más cerca, esos grandes ojos actuaban como un imán en él.
Un rizo de su cabello cayó frente a uno de ellos y él lo tomó para deslizarlo a un
lado, sus dedos apenas rozando su piel.
La sintió temblar bajo su toque, incluso algo se sacudió dentro de él.
¿Qué demonios pasaba aquí?
Vino a buscar una buena chica. No otra cosa de-una-noche.
Pero ya no podía pensar claramente. No cuando todo lo que quería era a
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esta mujer debajo de él, desnuda y jadeando, con sus ojos azules y verdes
brillando con éxtasis mientras se venía en sus brazos. No cuando todo en lo que
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podía pensar era aliviar la pesadez en su ingle con la mujer que lo había puesto
allí.
Deja de babear y cortéjala, imbécil.
—Baila conmigo.
Tenía su mano en la suya y estaban a mitad de camino hacia la pista de baile,
dejando a un lado los desesperados pensamientos de presionar su gruesa
erección contra su vientre montándolo con cada paso, cuando sintió un tirón en
su brazo.
Fue sorpresivamente un tirón bastante fuerte para una pequeña cosita.
—Ni siquiera sé tu nombre.
Ella aún no le había dicho nada acerca de futbol, así que ya había adivinado
que era una de esas pocas personas que no eran fanáticas, gracias a Dios. Una
chica buscando fama solo complicaría las cosas aún más. Aun así, no quería
arriesgarse a nada al darle su nombre completo, solo en caso que lo reconociera
por los periódicos y conseguir ideas.
—Cole.
Ella ladeó su cabeza, arreglándoselas para verse linda y sensual al mismo
tiempo, y su erección presionó lo suficientemente fuerte contra su bragueta que
no estaría sorprendido si se marcaba su piel.
—Sabes —dijo ella—. Creo que podría haber adivinado esa. Luces como un
Cole.
—Y tú luces como un ángel.
Sus labios se curvaron en otra sonrisa y le quitó el aliento. Otra vez. Él ya
pensaba que era linda. Pero cuando sonreía, era despampanante.
—Casi. —Su sonrisa vaciló y lució tímida nuevamente—. Mi nombre es Anna.
No podía esperar otro segundo para tocarla, para saber si sus curvas se
sentían tan suaves como parecían, y la tiró más cerca, poniéndola tan cerca de él
como podía hacerlo en un bar público con sus ropas puestas.
Señor, quería estar aún más cerca. Sin ropa entre ellos, sin otra música que
el sonido de su pasión mientras la hacía venirse con sus manos. Su boca. Su polla.
Jesús, podía sentir como alcanzaba ya un pre-orgasmo. Solo por abrazarla.
—Baila conmigo, Anna.
Su nombre fue suave en su lengua, tan suave como sabía sería su piel cuando
finalmente le quitara su ropa.
Ella no lo alejó, pero sí negó con la cabeza y se mordió el labio antes de
decir:
—En realidad no bailo.
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Tuvo que reír ante eso, apreciando el destello de irritación en sus ojos ante
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su respuesta.
—¿Estás diciendo que voy a ser el primero?
La pregunta colgó en el aire entre ellos, pesada y pulsando con doble
sentido.
Jesús, nunca había estado con una virgen en su vida. Nunca había querido
estar con una. No cuando apreciaba la experiencia de una mujer así no estaba a
cargo de él hacer todo el trabajo. Pero las cosas que quería hacerle a esta mujer
—malditamente aquí, malditamente ahora—, eran alocadas.
Completamente sin sentido.
Su rubor y mirada baja, respondieron su pregunta.
—No. Por supuesto que no eres el primero.
—¿Aún estamos hablando de bailar, Anna?
Su mirada se levantó para encontrarse con la suya otra vez y abrió su boca,
pero ninguna palabra salió.
Lucia tan linda, parada allí tratando de averiguar cómo responder a su
pregunta fuera de lugar. Sabía que no era justo, jugar con ella así, pero era tan
divertido.
Se divertía.
Cole Taylor no se divertía. Él era todo negocios, todo acerca de aplastar a la
competencia.
Seguro, había ido de fiestas tanto como cualquier rico y soltero jugador de
futbol profesional, y claro, había llevado a la cama a las más bellas mujeres en el
mundo, pero no se trataba acerca de pasar un buen rato ya que estaba a punto
de tomar su merecido.
Y, sin embargo, de pie en medio de un club nocturno de Las Vegas con una
mujer cuyo nombre apenas había aprendido, pero a quien él deseaba más que a
cualquier otra mujer que había conocido; Cole se sentía completamente fuera de
su juego.
La verdad era que estaba cansado. Había sido un día largo y frustrante
buscando a una buena chica para llevar a su abuela.
Su abuela moribunda.
—¿Cole? ¿Estás bien?
Él parpadeó y miró a los claramente preocupados ojos océano de Anna,
sintió algo suave y cálido en el antebrazo y se dio cuenta de que había estirado
la mano para tocarlo.
Las mujeres lo miraban de muchas maneras, con signos de dólar en sus ojos,
con lujuria, con ansiedad cuando estaba a punto de deshacerse de ellas; pero
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arañándolo. Su lengua luchó con él, sus labios succionándolo, sus dientes
mordiendo y saboreando su boca.
Su gatita se había convertido en una leona.
El club, la música, los olores insoportables de alcohol, sudor y perfume, todo
se desvaneció, mientras ellos se besaban en medio de todo. Ella era calor, curvas
y sexo puro en sus brazos y sabía que si hubieran estado solos estaría a un paso
de hundirse en ella, de tomar todo lo que ofrecía y dar todo lo que ella exigía.
Algo brilló en el fondo de su cabeza, algo que tenía que recordar, algo que
tenía que hacer, pero no pudo hacerlo, no cuando estaba totalmente,
irremediablemente perdido en Anna.
Dulce Anna.
Finalmente, ella se apartó de él, jadeando, con la lengua saliendo a lamer
sus labios hinchados como si todavía estuviera tratando de saborearlo.
—Nunca he hecho nada como esta locura.
Sus palabras temblaban con confusión, y tanto deseo, que su boca encontró
la suya de nuevo un momento después y ella era tan dulce que sabía que lo
mataría cuando finalmente tuviera que dejar de saborearla.
Instintivamente, Cole sabía que no era el champán lo que le daba el sabor a
azúcar. La dulzura era toda ella.
La abuela la amaría.
El pensamiento vino a él cegándolo. Casi había olvidado por qué estaba
aquí, en primer lugar, por qué la había elegido de entre la multitud.
No sabía nada acerca de Anna que no fuera lo bien que se sentía su cuerpo
contra el suyo, cuán correctos eran sus besos, cuánto le gustaba su olor, lo duro
que lo hacía estar… y lo bien que ella encarnaba a la “buena chica” que estaba
seguro su abuela quería ver con él.
No había pensado más allá de encontrar a alguien para desempeñar el papel
que necesitaba que ella actuara, pero ahora que lo había hecho, estuvo
sorprendido de encontrar culpabilidad pisándole los talones. No conocía lo
suficientemente bien a Anna como para no querer hacerle daño.
Y sin embargo… su estómago se retorció al pensar en lo que tenía que hacer.
Y necesitaba hacerlo. Porque le debía todo a su abuela.
Fue una visión; de su abuela, pálida y frágil en su cama de hospital la que lo
había hecho inclinarse sobre Anna, rozando el lóbulo de su oreja con los labios.
—Vamos a hacer algo realmente loco, Anna.
Ella se estremeció cuando sus labios se pusieron en contacto con su lóbulo.
A pesar de que sabía que tenía que mantener el enfoque, que su objetivo era la
cosa más importante en este caso, no lo mucho que deseaba a Anna, tuvo que
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—Sí.
—Pero nos acabamos de conocer.
—Qué suerte la nuestra.
Estuvo contento de oír una risita sorprendida escapar de sus labios, pero
luego, demasiado pronto, estaba de vuelta en sus argumentos.
—No hago este tipo de cosas.
—Sé que no lo haces.
Ella frunció el ceño y, sin pensarlo, él levantó la mano para borrar las líneas
entre sus ojos. Quería ver su sonrisa, no el ceño fruncido.
—¿Cómo?
Su piel suave contra la yema de sus dedos le hizo perder el hilo de su
pensamiento. Diablos, ¿cómo podría pensar si nada de sangre quedaba en su
cerebro? Ni siquiera cerca de saber lo que ella estaba preguntando, todo lo que
pudo hacer fue repetir:
—¿Cómo qué?
—¿Cómo sabes que yo no hago ese tipo de cosas?
—Sólo lo sé.
Sus labios llenos se apretaron. Mierda, esa no era la respuesta correcta.
—Porque me veo aburrida.
—Diablos, no. —Un poco de chispa regresó a sus ojos, lo suficiente para
decirle que se estaba dirigiendo de nuevo en la dirección correcta. Gracias a
Dios—. Tú serías cualquier cosa, menos aburrida.
Ella inclinó su linda cabeza a un lado, el cabello rozando sus omóplatos,
haciéndole preguntarse cómo se sentiría que rozara su polla mientras se la
mamaba, en la posición sesenta y nueve.
—Pero estás sorprendido por eso, ¿no es así?
Jesús, pensó mientras acorralaba a su cerebro para que regresara a la
conversación. ¿Qué era esto? ¿Veinte jodidas preguntas?
Una mentira yacía en su lengua, lo que sea que ella quería escuchar, pero lo
que salió en su lugar fue:
—Un poquito, sí.
—Lo sabía. —Su expresión victoriosa desapareció tan rápidamente como
llegó—. Dime por qué estás tan sorprendido.
Las primeras palabras que vinieron a su cabeza fueron:
—Llevabas un halo.
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Él casi gimió ante la estupidez de hablar sin pensar cuando vio su expresión
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indignada.
—¿Un halo? —Ella, de hecho, levantó la parte superior de su cabeza, como
si necesitara asegurarse de que no tenía un halo colgando sobre sus rizos castaños
claros.
—No —dijo, tratando de dar marcha atrás tan rápido como pudo—, no un
halo. Tú definitivamente no llevabas uno de esos.
Tenía que cambiar de tema, regresar a… Diablos, ¿de qué habían estado
hablando?
—Entonces, ¿qué?
Mierda, no estaba pensando con suficiente rapidez. Apenas pudo conseguir
que su cerebro funcionara cuando todavía podía olfatear su excitación, cuando
todavía estaba ridículamente duro y palpitante detrás de su cremallera.
—Es sólo que tú pareces tan inocen…
Sus ojos se estrecharon mientras ella esperaba a que terminara y él decidió
que era más listo si sólo se callara. Lo que sea que dijera sobre su apariencia pura
e inocente sólo iba a cabrearla. Ahora sabía eso. No sabía por qué, sólo que lo
hacía.
Así como no sabía cómo demonios una pequeña mujercita estaba lanzándolo más
fuera de juego que un campo lleno de tipos de ciento treinta y seis kilos, todos
viniendo a él con todo lo que tenían.
Sus fosas nasales se ensancharon y no podía siquiera creer que se viera lindo
en ella. Jesús, él lo tenía mal por esta. En menos de una hora ella prácticamente
lo tenía declamando poesía.
Y disparando en sus pantalones por sólo verla.
—¡Estoy harta de que todos piensan que saben exactamente quién soy!
¡Estoy harta de que todos asuman que todo lo que quiero hacer es sonreír y
organizar cosas mientras ellos salen y tienen sus grandes atardeceres románticos
juntos! ¡Estoy harta de nunca, jamás hacer algo tan loco que lo lamentaría por la
mañana mientras en secreto había amado cada segundo de ello! ¡Toda la gente
sabe, que podría estar trayendo a chicos como tú a casa cada viernes por la noche
y cambiándote por un chico nuevo el sábado!
Sus manos estaban en puños en su pecho ahora y él estaba seguro de que
ella no se dio cuenta, pero había estado golpeándolo para destacar cada uno de
sus puntos, un puñetazo al final de cada frase como un signo de exclamación.
Aun así, la imagen de ella abandonándolo por otro tipo ni veinticuatro horas
más tarde, le hizo gruñir con un chorro repentino de celos.
—¿Has hecho eso?
El ruido sordo de su pregunta pareció sacudirla de su ira pasajera.
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Sus manos tomaron sus hombros, los celos ardiendo más caliente de lo que
alguna vez lo habían hecho. Si ella decía que sí, el habría dado caza a cada uno
de esos tipos y quebrado sus cuellos con sus propias manos.
—¿Has.Hecho.Eso?
Él había visto suficientes cintas de juegos para saber que tenía una de las
miradas más irascibles en el futbol, pero en lugar de sentirse acobardado por las
tres palabras gruñidas, la sonrisa de respuesta de Anna fue la más brillante, tan
deslumbrante que él casi se sintió cegado por su belleza, por esa luz que la
rodeaba.
—No —dijo ella, todavía sonriendo—. No lo he hecho. —Se puso de puntillas y
levantó su cara para presionar un beso suave y breve en su boca—. Pero gracias
por pensar que podía tenerlo si lo hubiera querido.
A punto de arrastrarla por el cabello hacia su habitación y atarla a su cama
por el resto de la noche, él refunfuñó:
—Diablos, nena, podrías tener a cualquier tipo aquí en diez segundos.
Pero sólo quería que ella lo quisiera a él.
—Esa es la cosa más linda que alguien alguna vez me ha dicho.
Ni siquiera tratando de entenderla (no hay duda de ello), las mujeres eran
un misterio enorme e interminable, Cole empujó su enfoque en apretarla de
nuevo.
—Si tú quieres hacer una locura por una vez, yo puedo ayudarte. ¿Qué dices,
Anna? ¿Deberíamos volvernos locos juntos?
—¿Quieres decir más loco que…. —Ella de hecho miró a ambos lados y bajó
su voz a un casi-susurro—... acostarnos?
Él se rio entre dientes contra su boca, arrastrando su lengua contra sus labios
por otra rápida probada. Ante su respiración contenida, él dijo:
—Oh, sí. Mucho más loco que eso.
Media docena de expresiones se movieron a través de su rostro.
Placer.
Excitación.
Curiosidad.
Deseo.
Duda.
Y después, como si se tratara de una sola mano bloqueando el ataúd en sus
planes: Llena de miedo.
Pero entonces, en lugar de sacar sus brazos y decir que no, ella respiró
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profundamente y dijo:
—No estás hablando de juegos de apuestas o de cantar en karaoke,
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¿verdad?
Esta vez, cuando rio contra sus labios, estaba orgulloso de ella por no correr,
ridículamente impresionado con ella por permanecer con él todo el tiempo que
tenía, él se sorprendió al sentir su lengua deslizarse a lo largo de su boca.
Sabiendo lo que ella quería, porque él lo quería también, saqueó su boca
con la suya. Quería trazar cada dulce comisura y grieta de modo pecaminoso,
quería pasar horas besándola hasta que supiera exactamente lo que la hacía gemir
de placer.
Finalmente, le permitió tomar aire y cuando ella lo miró, jadeando y excitada
y tan malditamente hermosa, él apenas podía creerlo, le había pillado por
sorpresa por la fuerza de lo que sentía por una mujer que acababa de conocer.
No sólo el orgullo, sino algo más. Algo incluso más grande, algo que nunca
había sentido antes, algo que nunca había querido sentir.
Mierda. Esto no estaba en sus planes.
Su abuela. Tenía que recordar que sólo hacía esto por su abuela. Tenía que
recordar que la única razón por la que se fijó en una chica como Anna no fue
porque en realidad estaba buscando a alguien a quien amar, sino porque él sólo
necesitaba que pareciera de esa manera por un tiempo.
Su garganta se apretó de nuevo ante el pensamiento de perder a su abuela.
De lo rápido que su vida con ella podía llegar a su fin.
—Cásate conmigo, Anna.
Ella se tambaleó hacia atrás en sorpresa, mierda, él estaba allí con ella, tan
impactado como lo estaba ella por las palabras que habían salido de su boca… y
tuvo que moverse rápido para atraparla antes de que golpeara a la pareja
bailando delante de él.
Ella se puso rígida cuando la atrajo hacia él, ya no más la mujer suave y
flexible que había sostenido hasta entonces. Él odiaba ver ese ceño fruncido
donde antes no había habido nada más que un deseo impotente.
—Oh, dios mío. —Se veía como si estuviera tratando de recuperar el
aliento—. ¿Acabas de pedirme que me case contigo?
Pero aunque ella preguntó, podía verla fortaleciéndose. Más estable.
Por segunda vez desde que había visto su inocencia brillando hacia él como
un faro enfrente de la habitación, Cole fue golpeado y sorprendido por su
fortaleza. Ahora no tartamudeaba, no estaba jadeando con pasión. En cambio, de
repente le recordó a su profesora de cálculo de décimo grado, una mujer que no
se preocupaba de que él fuera a hacer millones en los profesionales, al contrario
de la mayoría de sus otros maestros. Ella se había empeñado en enseñarle
matemáticas y él había tenido que sobresalir, o ya vería.
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—¿Qué sucede?
—Mis hermanas. Se ven preocupadas.
¿Tenía hermanas? Y estaban aquí, en este bar, ¿en este momento?
Un momento después estaba acunada nuevamente en sus brazos y no
estaba seguro si él la había acercado más, reclamándola instintivamente, o si se
estaba escondiendo contra su pecho.
—Maldición. Vienen hacia aquí.
Sintió su corazón alborotarse, sabía que estaba a punto de perderla, que
estaba a punto de desaparecer de su vida tan rápido como había entrado, pero
entonces sus manos se trasladaron a las suyas, sus delgados dedos fuertes y
seguros, sus ojos verdeazulados claros y hermosos cuando inclinó su rostro hacia
él.
—Sí, Cole, me casaré contigo.
Esta vez era él el sin palabras.
—¿Tú… lo harás?
—Sí. Lo haré. —Ella lanzó otra mirada rápida hacia las tres mujeres
avanzando hacia ellos—. Pero necesitamos irnos ahora mismo o no va a suceder.
Y lo próximo que supo, fue que su inocente ángel lo llevaba por la pista de
baile, a través de la multitud de gente, y hacia afuera a través del casino tan rápido
que ni siquiera los paparazis tuvieron tiempo para captar una toma de ellos… de
camino a su boda.
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Capítulo 3
Traducido por Vicky., Itorres, Jadasa Youngblood y Feer:)
Corregido por Jane
que lo respaldara, aparte de su destreza en besar, eso era todo, pero no podía
negar su fuerza, su firme autocontrol, incluso en una capilla de Las Vegas durante
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Tomó aire para tratar de despejar su cabeza, pero su aliento era tan débil
que casi no consiguió nada de aire.
—Anna. —Él puso el dedo debajo de su barbilla y la alzó hacia arriba.
—¿No es emocionante? —preguntó ella, tratando de darle una sonrisa de
confianza.
—Sí —él estuvo de acuerdo, y entonces—. Dime lo que está mal.
Se obligó a sí misma a decir:
—Nada nada. —Lo mismo que había estado diciendo a todo el mundo
durante toda su vida, fuera o no cierto.
El dedo de él se movió desde la barbilla hasta su mejilla.
—Puedo manejar la verdad, dulce Anna.
Y así era, de repente, le creyó. Incapaz de apartarse de su oscura, ardiente
mirada, ella dijo:
—No es que no quiera hacer esto. Quiero decir, me preguntaste si quería
casarme y dije que sí, así que estamos aquí y estoy segura de que va a ser
realmente genial, pero entonces cuando empezaste a preguntar sobre el papeleo,
yo…
Bueno, solo había parecido tan frío. Tan formal. Tan alejado del calor que los
había conducido aquí.
—Yo como que empecé a asustarme. —Ella contuvo el aliento—. Pero ya
estoy bien. —Y fue la cosa más extraña, pero el solo decirle lo que realmente
sentía fue un largo camino hacia la disolución del nudo en su estómago.
—¿Cuál es tu apellido, Anna?
Encontrando que era difícil enfocarse más allá del hecho de que sus dedos
estaban ahora viajando a lo largo de la parte exterior del lóbulo de su oreja, dijo:
—Davis. —Los dedos de él corrieron por un lado de su cuello, lo que hizo
que tantos deseos perversos y salvajes saltaran a la vida interior que tuvo que
cerrar los ojos por un minuto para tratar de mantener el equilibrio.
—¿Quieres saber el mío?
Anna abrió los ojos en sorpresa.
—Por supuesto que sí —le dijo—. Es solo que cuando estás haciendo eso,
no puedo concentrarme.
Sus carnosos, masculinos labios se curvaron en una sensual sonrisa, él corrió
sus dedos a través de la clavícula de ella y hacia abajo a la parte inferior de su
brazo.
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—Bien.
Más humedad inundó sus bragas y no pudo contener un suave gemido de
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placer.
—Tan dulce, Anna. Tan malditamente dulce.
El deseo de que la recorriera ante sus palabras acaloradas la puso a
tambalearse. Necesitando desesperadamente aferrarse a sí misma en algo,
cualquier cosa, enterró el rostro en su pecho. Pero en vez de aferrarse, cuando
ella aspiró el aroma embriagador de él, un aroma limpio y masculino que la atrajo
aún más profundo y le daba ganas de frotarse toda sobre él como una gata en
celo, apenas podía concentrarse en otra cosa que no fuera lo mucho que deseaba
a Cole. No, esto no era simplemente deseo, esto era algo completamente distinto,
un ansia desesperada que la devoraba.
Y entonces sintió las manos de él sobre sus hombros, empujándola hacia
atrás lo suficientemente lejos para que pudiera sostenerle la mirada de nuevo.
—Pronto serás Anna Taylor.
El aliento de él se le quedó atascado en la garganta. Fue un infierno la
manera en que él le dijo su apellido.
Antes de que ella pudiera hacer que sus pulmones o su cerebro funcionaran
de nuevo, ¿estaba realmente a punto de dejar el Anna Davis, la mujer que había
sido durante casi treinta años, detrás?, la puerta de la capilla se abrió y un atractivo
hombre de cabello gris entró.
Sintió que se ruborizaba mientras rápidamente la observó, de pies a cabeza.
Él mantuvo su rostro inexpresivo, salvo por la leve sorpresa persistente en sus
ojos.
—Preséntame, por favor —dijo el hombre a Cole.
Los ojos de Cole no la habían dejado, ni siquiera cuando su amigo había
entrado, ni siquiera ahora que él estaba haciendo las presentaciones.
—James, esta es Anna Davis. Mi prometida.
El ritmo cardíaco de Anna saltó ante la palabra prometida y trabajó en
direccionar su rostro en una sonrisa normal de saludo.
—Es un placer conocerte, James.
La ceja del hombre se levantó ligeramente.
—Es muy agradable conocerla, Srta. Davis.
Lo siguiente que supo, él estaba abriendo un estuche de terciopelo, muy
parecido al que el encargado de la capilla tenía bajo el mostrador. Ella jadeó ante
los anillos en el interior de éste.
—No —dijo ella, sacudiendo su cabeza y lanzándole a Cole una mirada de
pánico—. No puedes… no debería…
—¿Estos son los más grandes que pudiste encontrar? —le pregunto Cole a
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—Oh, lo siento mucho. Acabo de recordar una cosa más que necesito
atender. Discúlpenme.
Cole prácticamente la arrastró a una pequeña sala de estar en la esquina de
la habitación.
—Lo has asustado —dijo.
—No estoy preocupado por él. Sino por ti.
Su estómago se agitó. ¿Se preocupaba por ella?
Cielos.
—Estás abrumada.
Sin duda, era un hombre de pocas palabras. Aun así, se las arregló para decir
todo lo que necesitaba decir.
—¿Quién no lo estaría?
Antes de darse cuenta, la estiró sobre su regazo.
—No quiero lastimarte, Anna.
Era tan grande, caliente y duro bajo sus muslos, contra su pecho, sus manos.
Y cuando se encontraba cerca de él de esta manera, de repente todo se volvía
mucho más claro.
No la había obligado a venir aquí. Simplemente le pidió que se casara con
él y ella había aceptado. Debido a que, por primera vez en su vida, deseaba ver
qué se sentía vivir de verdad.
—Cole, no me estás lastimando. Y no es necesario que pidas disculpas.
—Bien —dijo con esa voz suya áspera y baja, que la calentaba más allá de la
razón—, porque preferiría besarte. —Y entonces su boca estaba sobre la suya y
su interior se iluminó como el Cuatro de Julio.
—Dulce —murmuró contra sus labios, entre besos—. Más dulce que el
azúcar.
Le dolía el cuerpo por acercarse al suyo, moverse así no estaba sentada de
costado sobre sus piernas, sino en lugar de eso, a horcajadas sobre él.
Cuando finalmente la dejó para tomar aire, ella tuvo que decir:
—Sabes bien, también.
—No tan bien como tú, Anna —dijo, sus ojos aún sobre sus labios, los cuales
palpitaban desde su apasionado beso.
—Bésame de nuevo, Cole.
No tuvo tiempo de tomar otro aliento antes de que estuviera ahí, robándolo
de sus pulmones, moviéndola de manera que sus pechos se encontraban
presionados fuertemente contra su pecho, sus brazos envueltos apretadamente
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alrededor de él.
Página
No tenía ningún sentido, no solo estar aquí en una capilla de bodas con un
hombre al que apenas conocía, sino el hecho de que cada célula de su cuerpo
quería formar parte de él, y nunca, nunca soltarlo.
Cada día, cada minuto de su vida había tenido sentido hasta ahora.
Y nada de ese sentido alguna vez se había sentido tan bien como esta locura.
—Vamos a casarnos, Cole.
Él se quedó inmóvil ante su petición susurrada, antes de decir:
—Cualquier cosa por ti, dulce Anna.
A partir de ahí, todo ocurrió en un borrón. Cole la levantó de su regazo,
ambos caminaron hacia el mostrador para juntos llenar el papeleo, dándose
cuenta de que ambos vivían en San Francisco mientras escribían sus direcciones,
escuchando al oficiante decir:
—Usted, Cole Taylor, acepta a Anna Davis para que sea su legítima esposa
—escuchar a Cole decir con su voz grave y áspera—: sí, quiero —dándose cuenta
de que le estaban preguntado—: Anna Davis, ¿aceptarás a Cole Taylor para que
sea tu legítimo esposo? —Y las palabras—: Lo acepto —Vinieron antes de que
pudiera reconsiderarlo, deslizando la banda de platino en el dedo anular de Cole,
viendo a Cole deslizar el anillo de diamantes en su mano izquierda mientras decía
las palabras—: Los declaro marido y mujer.
… y luego besó al desconocido con quién acababa de casarse.
***
Cole nunca quería dejar de besar a Anna.
Era adictiva, su sabor, la sensación de sus suaves curvas, los sonidos
entrecortados de placer que hacía mientras movía su lengua contra la de ella y
mordisqueaba su labio inferior. Por desgracia, liarse con su nueva esposa ante el
sonido de un carraspeo, en voz alta y en repetidas ocasiones, no era exactamente
lo que tenía en mente para su noche de bodas.
No es que hubiera alguna vez pensado en su noche de bodas. O alguna vez
se imaginó a sí mismo con una nueva esposa.
Su ritmo cardíaco se aceleró de golpe, el anillo que Anna le puso en su dedo,
se sentía extraño cuando el oficiante dijo:
—Felicidades, señor y señora Taylor.
Anna se acercó más a él, como si estuviera tratando de evitar caer. Joder, se
sentía de la misma manera a pesar de que el dar el sí fue su idea, la manera
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perfecta de asegurarse de que Anna se quedaba con él, por lo menos el tiempo
suficiente para conocer a su abuela. Y hacer realidad su deseo final.
Página
Tomó su mano entre las suyas. Nunca había sido una gran tomador de
Página
manos hasta ahora, ni siquiera con sus novias de hace mucho tiempo, pero
sostener su mano en la suya se sentía tan bien, tan natural. La condujo fuera de la
capilla y por las calles traseras que había aprendido cuando niño, de regreso al
hotel.
El aire cálido de la noche fue un shock después del aire acondicionado de la
capilla, especialmente considerando que Cole ya se sentía acalorado. No sólo
porque se hubiera complicado. Sino porque sosteniendo a Anna justo así hizo
algo extraño en sus entrañas.
Tomando la puerta trasera que usaba cuando quería pasar desapercibido,
subieron al elevador especial que llevaba al penthouse de Wynn. Las puertas se
estaban cerrando cuando ella dijo:
—Espera un minuto. El botón para mi piso no está aquí. —Frunció el ceño
ante la pared del elevador—. ¿Por qué hay sólo un botón en este?
Él introdujo sus llaves y la giró antes de pulsar el botón.
—Este elevador sólo llega a mi suite. Y alguien puede conseguir tus cosas
más tarde.
Aún claramente confundida, dijo:
—Solo me llevará unos minutos para conseguirlas yo misma.
Pero Cole estaba perdiendo la paciencia. La había deseado desde el primer
segundo que puso sus ojos en ella. Había estado ardiendo por ella desde el primer
sabor, el primer toque. Su boda le había empujado camino al infierno más allá del
punto de razón.
Cinco minutos más para que consiga sus cosas no era una opción.
Rodeando su cintura con sus manos, la arrastró hacia él.
—No quiero esperar unos minutos, Anna. Quiero tener sexo con mi esposa.
—Casi gruñó la palabra final—. Ahora.
33
Página
Capítulo 4
Traducido por Jessy, Feer:) y KarlaMcCool
Corregido por Jane
llamado linda, por lo que finalmente, eso había decidido que debía ser verdad.
Página
Apenas podía creer lo que veía. Había una gran piscina rodeada de un jardín
en la azotea. La piscina era solo casi más grande que todo su apartamento. El
alquiler sería algo increíble, pero, ¿ser dueño de esta suite de penthouse?
De ninguna manera. Estaba demasiado ocupada boquiabierta y
preguntándose cómo Cole tenía suficiente dinero para un lugar como este para
notarle volviendo de la cocina.
Apretó un frío vaso en sus manos.
—Bebe esto.
El líquido era dulce y azucarado, justo lo que necesitaba después de un día
de mucho champán y muy poca comida. Bebió hasta que estaba vacío.
—Gracias.
—Te ves pálida.
¿Lo estaba? ¿Era por eso que él estaba frunciendo el ceño? ¿Por qué estaba
preocupado por ella, en lugar de enojado porque ella había puesto un alto a tener
sexo contra la puerta?
—Juego fútbol. Pagan bien.
Aquí estaba ella pensando que se hacía la indiferente, pero obviamente él
había leído la pregunta en sus ojos. Porque tenía el opuesto exacto a una cara de
póker.
—No sé mucho de fútbol —admitió ella.
—Lo supuse —dijo él con otra de esas sonrisas que hacían palpitar el
corazón.
—Aunque aprendo rápido.
El calor se reflejó de vuelta a ella en sus ojos oscuros.
—Me alegra escuchar eso. Mucho.
Un par de oraciones no deberían ser capaces de derretir su interior, ¿o sí?
Claro, cuando la estaba tocando por supuesto que se derretía. Pero solo palabras,
y ese tono de voz, hacía tan buen trabajo en excitarla como lo hacían sus besos y
caricias.
Su voz fue ronca cuando preguntó:
—¿Qué hay de ti?
—Enseño primer grado.
—Eso es perfecto.
¿Lo era?
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qué. Especialmente cuando todavía estaba mirándola como si quisiera lamerla por
todas partes, de la cabeza a los dedos del pie.
Su cuerpo estaba respondiendo a esa mirada con intensa excitación. Pero al
mismo tiempo, mientras más físicamente se excitaba, más parecía que su cerebro,
y su corazón, peleaban con ese deseo. Cuando estaban en el club, incluso antes
de que él se hubiera propuesto, Cole había dejado perfectamente claro que iban
a pasar la noche juntos. Obviamente, ahora que eran marido y mujer, era algo
seguro.
Aun así, parecía que había una diferencia entre saber que algo iba a suceder
y en realidad estar allí cuando sucediera.
Y definitivamente había una diferencia entre decidir que iba a ser valiente y
en realidad serlo.
Sus ojos, aún oscuros con deseo, estaban fijos en ella y sintió como si
hubiera visto hasta su alma. Era demasiado, muy pronto. Trató de caminar hacia
adentro, pero él la agarró antes de que pudiera dar más de un paso, y la atrajo
contra él.
—No necesitas huir de mí, Anna.
Su aliento estaba subiendo y bajando muy rápido.
—No quiero huir, pero no sé cómo hacer alguna otra cosa.
Su boca encontró la suya y trató de perderse en su beso como lo había hecho
en todos los demás, pero el pánico la estaba montando demasiado fuerte ahora
como para dejarla ir. Sus manos se movieron por su espalda, frotando,
masajeando, desde el hombro a las caderas, pero en lugar de relajarse, solo se
tensaba más.
Él levantó la cabeza y ella de inmediato dijo:
—Lo siento. No sé qué está mal conmigo.
—No te disculpes.
Agradecida de que él no la presionara, aunque ahora era su legítima esposa,
dijo:
—Quiero…
Oh Dios, era tan novata en esto que ni siquiera sabía pronunciar las palabras.
—Quieres dormir conmigo.
Agradecida de que él no tuviera el mismo problema, asintió.
—¿Pero algo te está deteniendo?
De nuevo, asintió.
—¿Cuántos amantes has tenido, Anna?
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—Dos —dijo ella con una voz que fue apenas más que un susurro—. Pero
estar con ellos no era como estar contigo.
Las palabras salieron antes de que se diera cuenta que iban a salir y su rubor
ardió aún más brillante.
—Tú también eres especial para mí —dijo él suavemente contra sus labios y
esta vez cuando la besó, fue capaz de hundirse en él un poco más—. Quiero darte
placer, Anna, más placer del que alguna vez hayas conocido. ¿Me dejarías hacer
eso por ti?
Sus calientes palabras se dispararon a través de sus venas como una droga.
—Sí quiero, Cole. —Y lo hacía. Dios, como lo quería—. Pero, ¿y si enloquezco
de nuevo?
—¿Confiarás en mí para asegurarme que no suceda?
No tenía ninguna razón para confiar en él, ahora que no sabía nada más que
su nombre y profesión. Y aun así, había algo en sus ojos, en la forma en la que la
había tocado hasta ahora esta noche, en la forma en la que la había besado, que
la hacía sentir querida.
Adorada.
Nunca nadie la había hecho sentir así. No solo la parte sexual, la cual estaba
muy lejos de cualquier gráfica que hubiera tenido, sino la parte de la seguridad.
Cole la hacía sentir protegida.
—Lo que hemos tenido hasta ahora es solo el principio. Hay mucho más,
dulce Anna. Déjame mostrarte que tan bien puedo hacerte sentir.
No pudo contener un estremecimiento por sus palabras. Sus brazos estaban
todavía a su alrededor, dejándole claro que podía irse en cualquier momento,
pero ella no quería irse. Su erección palpitaba dura y gruesa contra su vientre,
incluso a través de sus pantalones, y ella quería lo que él le prometió.
Mucho.
Pero ahora sabía sin lugar a dudas que no podría hacerlo por su cuenta. No
sin él ayudándola. Guiándola. Conduciéndola. No sin confiar en él.
Pensó que una boda rapidita sería la cosa más loca que alguna vez había
hecho, pero ahora sabía que estaba equivocada.
Dormir con Cole, confiar en él lo suficiente para darle su cuerpo, dejarle
aprender lo que le daba placer, aprender por sí misma, era lo más loco.
—Confiaré en ti, Cole.
El alivio que brilló por sus rasgos fue rápidamente reemplazado con un
deseo más oscuro y profundo del que había visto.
Él estaba a medio camino de besarla cuando ella se encontró diciendo:
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lo que pensaba que quería, el hecho era que el no saber lo que estaba haciendo
Página
sus labios.
—Gracias —susurró.
Página
antebrazos.
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—¿Mejor?
Su respiración salía en exhalaciones duras.
—No.
—Tal vez esto ayude. —Con sus extremidades todavía gomosas por sus
besos, rápidamente movió su otro brazo en su lugar y lo aseguró al poste de la
cama. Volviendo a mirar hacia abajo a su cuerpo hermoso, medio atado, le
preguntó de nuevo—: ¿Mejor ahora?
—No, Cole. Por favor. No sé cómo hacer esto.
—No necesitas saber, cariño. No cuando tu cuerpo ya lo hace.
Extendiendo suavemente sus muslos con una mano en cada pierna, él inhalo
su olor, más dulce que el almizcle. Se le hizo la boca agua con las ganas de
enterrar su cara en sus pliegues suaves y húmedos, y saborearla.
—¿Puedes sentir lo mojada que estás para mí?
Sus bragas rosadas estaban empapadas contra los labios de su coño.
Presionó dos dedos contra su calor húmedo y ella se quedó sin aliento, apretando
las piernas juntas alrededor de su mano.
Dejando la mano apretada contra sus labios cubiertos de seda, él preguntó:
—¿Tienes alguna idea de lo que me estás haciendo?
—Pero tú eres el que me toca.
Jesús, no tenía idea de lo mucho que su inocencia le inflamaba. Diablos,
quedó tan impresionado por ello como ella.
No había estado seguro de atar sus piernas. Ahora lo estaba.
Las reservas de Anna eran tan profundas que si él le diera alguna
oportunidad en absoluto para protestar, para tratar de luchar contra lo que su
cuerpo quería tan desesperadamente, ella la usaría.
Inclinándose, él bajó su rostro hacia su ingle y deslizó su mano fuera del
camino, sólo para reemplazarla con su boca. Sabiendo que tendría que utilizar el
elemento sorpresa a su favor si quería tener alguna posibilidad de abrir sus muslos
nuevamente sin hacerle daño, una fracción de segundo después de que él le diera
un beso con fuerza contra su suave, excitada carne, estaba abriendo sus piernas y
asegurando sus tobillos, uno tras otro, a los pies de la cama.
***
Anna reaccionó instintivamente a su aprisionamiento al tirar y jalar sus
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de sus pechos.
Página
—Anna. —Su nombre fue casi una súplica en sus labios—. Dulce Anna, nadie
debería ser así de hermosa.
Pensó, rezó, que fuera a dejar caer su cabeza en sus pechos, especialmente
cuando sintió las suaves terminaciones de su cabello rozándose contra la súper
sensible carne.
—Dime qué quieres que haga con tus perfectos pechos, cariño.
Antes que pudiera decir una palabra, sus manos fueron alrededor de los
lados de sus pechos y los ahuecó juntándolos.
—Lámelos.
Su cabello se rozó contra el exterior de uno de sus pechos, su lengua
mojando entre su suave carne y su caja torácica.
—¿Así?
No podía creer que estaba sonriendo, pero fue toda una sorpresa que el
gran y duro hombre con quien se había casado adoraba provocar. Y, oh, era bueno
en ello.
—¿Qué si dijera sí? —Se encontró a si misma provocándole.
Después de una pequeña pausa que únicamente sirvió para aumentar su
anticipación, su lengua cayó sobre ella otra vez, dejando pequeños pero intensos
círculos dulces de placer contra el costado de su pecho. Y a continuación, después
de un barrido rápido de su pelo suave sobre su pecho, encontró el lugar contrario
en el otro seno.
Sabía lo que estaba haciendo, que no iba a avanzar otro paso por sí mismo
sin forzarla por todo el camino hacia el borde, pero no la dejaría caer. Saltar era
su propia responsabilidad.
Sabía eso ahora, entendiéndolo todo por primera vez.
—Mis pezones, Cole. —Lo sintió alzando la cabeza suavemente, presionando
un suave beso en su piel antes de alejarse completamente—. Lame mis pezones.
Fue instantáneamente recompensada por su valentía con una pasada
húmeda de la punta de su lengua contra las rígidas puntas. Sus manos estaban
maravillosamente rozándola mientras presionaba sus pechos aún más cerca uno
del otro así podía lamer la dura punta de uno y luego el otro, una y otra vez en
tan rápidas sucesiones así no tuviera la chance de recuperase nunca.
Solo la lengua de Cole en su piel era mejor que cualquier otro encuentro
sexual que hubiera tenido nunca.
Y aun así, no era suficiente. Ni cerca para satisfacer la necesidad que le había
hecho sentir.
Y, ¡Oh Dios!, las cosas que estaba sintiendo, blancas llamas calientes
ondulando a través de su piel, jalándola dentro de un torbellino de calor… y placer
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sin límites.
—Chúpalos.
Página
Las palabras rozando aire caliente contra su vientre casi la hicieron venirse.
Dios, ¿qué pasaría cuando finalmente la tocara allí? ¿Si amara a su vagina con sus
Página
—Mucho. —Eso fue todo lo que pudo lograr decir, antes de que su lengua
Página
volviera a los pliegues, esta vez hurgando dentro. Pero aunque inclinara su pelvis
en su boca, la lengua nunca llegaba lo suficientemente profundo como para
satisfacerla.
Nunca sobreviviría a aquello.
—Bien, ahora —dijo con lentitud, rozando con sus labios el monte de
Venus—, no parece que lo necesites tanto.
Si hubiera sido capaz de mover sus manos o piernas, ella misma se habría
lanzado hacia él, lo habría atado a la cama y hubiera montado su cara y obligado
a llevarla donde necesitaba desesperadamente ir.
Sin embargo, todo lo que podía hacer era esperar a que le diese lo que
quisiera, cuando quisiera. Estaba bajo su merced, sus planes. No los de ella.
Con el pensamiento llegó otro delirio inexplicable de excitación. Casi como
si le gustara estar atada y expuesta a los caprichos de Cole. Y entonces, su boca
cubrió la de ella mientras introducía un dedo en su apretada vaina y un pequeño
temblor la atravesó.
—Sólo un poquito más. Necesito un poquito más para llegar.
Su risa la tomó desprevenida, sus labios, lengua y dientes chocando contra
ella, sus dedos tocando sus delicadas paredes internas. Otro mini temblor la
sacudió.
—Si esperabas poco, dulce Anna, entonces estarás extremadamente
disconforme.
En vez de tener miedo de lo que le iría a hacer, la visión de su erección
estirándola mientras la obligaba a tomarlo completo, produjo otro gran y más
fuerte temblor.
Su lengua se movió lenta y suave contra ella, desde el perineo al clítoris. Se
pudo escuchar a sí misma suspirando por la mezcla de excitación y frustración.
Por la anticipación. Y desesperación.
—No puedo soportar más de esto. —Ya no tenía la voluntad de evitar que
su voz temblara.
Su risa volvió a emerger, cálida y casi amorosa, incluso aunque tuviera el
mismo deseo profundo que ella desde la primera vez que la besó.
—No solamente lo soportarás —prometió—, sino que te preguntarás cómo
has hecho para vivir todo este tiempo sin esto.
Sus palabras, la leve presión de su boca en sus pliegues sensibles mientras
hablaba, junto con la contracción de sus muslos internos, fueron casi suficientes.
Conteniendo la respiración, se concentró en su voluntad para venirse, para
escapar de la provocación de Cole.
—Pobre dulzura —dijo, inclinándose hacia ella mientras Anna caía en el
51
colchón, tan frustrada y excitada como no sabía que fuera capaz—. Realmente
Página
anchas y callosas manos contra las de ella, una nueva calidez floreció en su pecho.
Página
Y entonces, antes de que ella pudiera encontrar las palabras para responder
a sus instrucciones, la cresta acampanada y caliente de su pene rozó suavemente
contra sus labios.
Anna había hecho mamadas antes, pero no muy a menudo. Realmente
nunca había visto el atractivo de los genitales masculinos, pero la forma en que
Cole estaba provocándola con su erección, su piel suave contra su boca, tenía a
sus glándulas salivales golpeando a toda marcha. Su excitación era una esencia
limpia y masculina que la hizo respirar más profundamente mientras pintaba
lentamente sus labios, de esquina a esquina, con la punta de su pene. Era puro
instinto probarlo con su lengua.
Cole se quedó inmóvil cuando hizo contacto con ella, un profundo gemido
de placer pareció venir desde su pecho. Alentada tanto por su reacción a su toque
y el sorprendente placer que estaba encontrando al estar con Cole de esta forma,
deslizó su lengua todo el camino, desde su ancha cabeza, lamiendo ávidamente
el chorro de excitación que resultó.
—Jesús, Anna, nada nunca se ha sentido tan bien.
A pesar de que sus palabras resonaron, quería hacerlo sentir mucho mejor.
Al final, Anna no estaba segura de quién se movió primero, si ella ya estaba
abriendo los labios para tenerlo adentro o si había sido él el que la empujó hasta
abrirla. Todo lo que sabía era que estaba contenta, tan increíblemente contenta,
de ser capaz de probarlo así, de abrir mucho su boca y extender sus labios
alrededor de su duro y grueso miembro. Ella no tenía miedo de estar apresada
por él, ella sabía que él nunca jamás la lastimaría.
Usando su lengua para explorarlo, ella lamió cada parte de su miembro a la
que fue capaz de llegar, usando la succión de sus labios para jalarlo más
profundamente.
Con las manos de él cerradas sobre las de ella, otro estruendo de placer
empezó a llenar la habitación, y luego él estaba meciéndose dentro de ella, tan
profundamente que su reflejo de vómito se disparó.
Jalándose todo el camino hacia afuera dijo:
—Tu boca es tan sexy, bebé. No puedo controlarme.
Dándose cuenta de que sus manos se estaban deslizando de las de ella, y
que se estaba moviendo de su boca, ella apretó sus dedos sobre los de él tan
fuerte como pudo.
—Quiero probarte de nuevo, Cole. —Se forzó a sí misma a superar su timidez
y lo dijo—: Amé lamerte. Chupártela.
—No quiero lastimarte.
—No lo harás —insistió ella—. Voy a pellizcarte si necesito un respirador.
—¿Sabes qué es lo que estás pidiendo, dulce Anna?
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Un puro instinto femenino recorrió sus dedos por su mano hacia su pecho y
meneando sus caderas contra su calor duro.
Página
Un bajo, casi inaudible gruñido salió de detrás de ella y sonrió. Hasta esa
noche no sabía que había una mujer súper sexual esperando dentro de ella. Pero
ahora que sí lo sabía, descubrió que quería exponerla más en los brazos del
hombre a quien le había dado inexplicablemente su confianza.
Confiar en él no era algo que hubiera tenido sentido, pero quizás, pensó,
mientras la yema de su pulgar frotaba pequeños círculos sobre su aureola, ése
había sido su problema siempre. Quería que todo tuviera sentido. Había insistido
en ello. Pero quizás el amor no tenía sentido.
No es que estuviera enamorada de Cole. Le gustaba. Sentía deseo por él.
¿Pero amor? Aún no había llegado ahí. No después de tan sólo diez horas juntos.
¿Pero podría enamorarse de él algún día?
¿Si siempre la trataba de la manera que había hecho la noche anterior, como
si fuera un preciado regalo que debe ser atesorado, adorado? Entonces sí,
probablemente no podría evitar enamorarse de él.
Una pierna peluda y musculosa salió de entre las suyas mientras Cole
utilizaba su muslo para abrirla a él.
Anna podía sentir exactamente lo húmeda que estaba mientras su carne
resbaladiza (él lo había llamado coño, y en lugar de horrorizarse, la palabra
solamente la había excitado más) se frotaba contra él. Su clítoris ya estaba
hinchado y le encantó la manera en la que el pelo de su pierna raspaba la dura
protuberancia donde todo su placer parecía concentrarse.
Antes de que se diera cuenta, estaba cabalgando su muslo, siendo cada vez
más y más fuerte mientras la mano de él en su pecho dejó de provocar su pezón
y empezó a apretujarlo seriamente.
¡Oh, Dios! No podía creerlo. Iba a correrse.
Después de la manera en la que Cole la había llevado al clímax la noche
anterior, después de experimentar esa exquisita liberación, pensó que estaría
saciada durante un poco más que unas cuantas horas, desde luego. Ni en un
millón de años hubiera pensado que estaría frotándose contra su pierna nada más
despertarse… o que el placer sería incluso mayor por la ligera naturaleza malvada
de hacerlo.
Llegando a la cima, Anna apretó los ojos y se arqueó con la mano de él en
su pecho. Su aliento se quedó atascado en su garganta mientras las primeras
explosiones empezaron a sentirse. La gran presión que la polla de Cole ejercía
sobre sus labios vaginales la calmaban. Pero luego los dedos duros bajaron sobre
su clítoris, llevándola a un clímax incluso mayor, justo mientras Cole empujaba
dentro de su canal.
Aún dolorida del coito de la noche anterior, su tejido interior intentó
protestar con la invasión, pero su continuo deseo por el hombre llevándola tan
57
—Ábrete para mí, dulce Anna —la instó con esa voz tan caliente que hubiera
convertido su interior en un charco si no fuera porque ya estaba así.
Podía sentir lo duramente que estaban sus músculos interiores apretándose
a su duro falo a pesar de cuánto quería que estuviera dentro de ella. Intentó
respirar hondo, pero lo único que hizo fue apretarlo más.
—Quiero hacerlo —susurró ella, y lo hizo—. Lo intento —dijo, y era así—.
Ayúdame —le rogó, suplicándole placer, incluso pasadas las horas nocturnas.
Quedándose perfectamente quieto dentro de ella, sin aún enterrarse
completamente pero aún tan grande que pensó que estallaría de la presión, sintió
su lengua moverse sobre su hombro, un golpe húmedo, calmado y largo desde
su cuello hasta su oreja. Sin ningún esfuerzo por su parte, todos sus músculos se
relajaron y dejaron ir el fuerte agarre de él.
—Eso es, cariño —la felicitó mientras se deslizaba más profundamente, sus
músculos y su carne separándose para él—. Tan apretada. Tan caliente. —Su
lengua encontró su cuello de nuevo—. Tan suave. —Ella echó a un lado la cabeza
para que su boca pudiera encontrarse con la de él y él murmuró—: Tan dulce —
contra sus labios.
Su lengua encontró la de ella y luego salió para reposicionarse para que ella
pudiera estar tumbada sobre su espalda, con sus piernas bien abiertas. Encontró
un condón en la mesita de noche y ella observó con gran fascinación (y deseo
desesperado) mientras se lo deslizaba sobre la cresta de su erección, y luego
completamente sobre el grueso y largo falo, brillante por sus jugos.
—Eres hermoso, Cole.
Se quedó completamente quieto entre sus muslos, a tan sólo un latido de
adentrarse en su caliente humedad.
—¿Ya no tienes miedo?
Se sonrojó al recordar lo preocupada que había estado la noche anterior, lo
asustada que había estado por su tamaño, su sensualidad. Cuando terminó de
destaparle los ojos, el tamaño de su pene erecto hizo que palideciera de
conmoción, sabiendo con seguridad que no habría manera de que entrara dentro
sin que la partiera en dos.
No se le ocurrió nada salvo ser honesta.
—¿Cómo puedo estar asustada cuando me haces sentir tan bien?
Las pupilas de él, ya oscuras, casi se doblaron en tamaño mientras miraba
hacia abajo, hacia su desnudez, la manera en la que sus muslos se abrían para él,
la manera en la que sus pechos se meneaban mientras se acercaba a él.
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—Tú también me haces sentir muy bien, Anna. Tan bien que me sorprende
que el placer no me esté matando.
Página
Nadie la había deseado jamás así. Nadie la había mirado jamás con un calor
tan peligroso. Nadie la había atado jamás y jugado con su cuerpo hasta que
rogara, suplicara, llorara por liberarse.
Nadie excepto Cole. Su marido.
En el momento exacto en el que fue a besarle, él se empujó en su coño, duro
y profundo. Ella perdió la respiración y él atrapó lo que quedaba de su respiración
con un beso abrasador.
—Otra vez. Justo así —rogó ella contra su boca.
Pero en lugar de cumplir su deseo, hizo movimientos lentos, saliendo de
ella, una vez tras otra.
—Aún estás demasiado dolorida, demasiado hinchada. —Sonrió mientras se
adentraba—. Ni siquiera debería tomarte en este momento. Es demasiado pronto.
No estás acostumbrada a mí, a mi tamaño.
Anna sabía que debería apreciar el cuidado que le estaba dando, la manera
en la que la protegía del dolor, pero el placer que corría por su sistema hizo que
el dolor se convirtiera en éxtasis, la necesidad convirtiéndose en desesperación.
Ayer por la noche, cuando había estado amarrada a la estructura de la cama,
no había sido capaz de controlar cualquier parte de su acto de amor. Y Cole había
estado en lo correcto, era justo lo que necesitaba para obligarla a dejarse ir y
abrazar el más grande placer que jamás había conocido.
Pero esta mañana, las reglas habían cambiado. Ella había cambiado.
Y tendría lo que quería incluso si Cole pensaba que podría o no manejar la
situación.
Colocando sus manos alrededor para sostenerse de los músculos de su
trasero, empujó hacia arriba sus caderas con todas sus fuerzas.
―Anna ―gritó mientras ella se enterraba hasta su empuñadura, tan dentro
que podía sentir sus bolas presionando fuertemente en sus nalgas. Ambos se
quedaron quietos por completo, jadeando, gimiendo.
¡Oh Dios! Él estaba tan profundo, más profundo que anoche, y de repente
ella se dio cuenta de lo mucho que había contenido sus propias necesidades en
su noche de bodas.
―No te contengas, Cole. ―Su voz era tan oscura y pesada como la de él.
―No quiero hacerte daño, cariño.
Le encantaba que le importara lo suficiente para querer protegerla, pero no
ahora. No de esto.
―Tómame, Cole. Hazme tuya.
Ella enfatizó sus demandas con el fuerte y apretado agarre de sus brazos y
59
***
Cole había pensado que nada podría superar la noche anterior, desde luego
no el sexo como primera cosa en la mañana. Pero sentir las manos de Anna en su
60
piel, sus brazos y piernas envueltas alrededor de él, sabiendo que su deseo, mejor
que su conocimiento de todas las cosas que pensaba enseñarle, estaba llevando
Página
No cuando incluso las dos veces anteriores que la había tomado no habían
hecho absolutamente nada para saciar ese deseo.
Página
el volante
Página
—Mira, Anna, ella está muy enferma. Tiene un melanoma en etapa cuatro.
—Oh, Cole.
Incluso si lo que él le estaba diciendo no la hacía sentir bien, ella tenía que
poner su mano sobre la de él, tenía que tratar de confortarlo.
—Ella me crió. Cuidó de mí cuando cualquier otra persona se hubiera puesto
a sí misma primero. Todo lo que ella ha querido de mi alguna vez es que fuera
feliz. Que tuviera una buena vida.
—Ella suena maravillosa.
—Lo es. Es por eso que tengo que cumplir su último deseo, Anna.
No había ninguna razón lógica para que ella se sintiera como si hielo acabara
de instalarse sobre su corazón. No cuando estaba en la mitad del desierto con un
hombre que le había enseñado el verdadero significado del placer. Todo lo que
quería era rebobinar una hora y volver a estar entre los brazos de Cole bajo las
mantas.
—¿Cuál es su último deseo?
Cole se veía más tenso de lo que ella lo había visto alguna vez.
—Dios. No existe una forma bonita de decir esto. —Él hizo una mueca,
dejando salir una fuerte respiración. Los músculos en su antebrazo estaban
tensos—. Ella quería que me enamorara de una buena persona. Entonces le dije
que ya lo había hecho y que iba a llevarte a conocerla hoy por la mañana.
Un iceberg fluyó a través de su pecho, llegando tan profundamente que por
un momento ella esperó encontrar sangre sobre su camisa.
Retirando su mano de la suya, se apartó de él y enfocó su mirada en la
carretera plana. Las palabras de la noche anterior volvieron a ella: Perfecta. Mi
pequeña y dulce maestra.
—Oh dios mío, por eso me elegiste anoche.
—Anna, cariño, no te lo tomes así.
Se giró a enfrentarlo, con el cinturón cortando su piel.
—¿Qué no lo tome como la verdad, quieres decir? Dios, soy tan estúpida.
Tan increíble e idiotamente estúpida. Por supuesto que no habrías venido a mí
sin una doble intención. Podrías haber tenido a cualquiera en ese club. —Su
garganta se hinchó, atrapada en sus siguientes palabras—. Pero tenías que
encontrar una buena chica para tu abuela y yo era la única en la habitación que
llevaba un halo.
Sin advertencia, Cole se detuvo al lado de la autopista en la tierra,
provocando una enorme tormenta de polvo por todo su auto anteriormente
brillante.
66
gente pensara que no tenías agallas? ¿Porque odiabas el hecho de que nunca
hubieras hecho alguna locura?
Página
como una puta, sino que ni siquiera pareces darte cuenta que lo has hecho.
Página
Anna negó con la cabeza tan rápido que la habitación comenzó a girar.
Página
***
72
Página
—Oh Dios, no debería haber hecho eso. —Anna se rodeó la cintura con sus
brazos. Sintió náuseas. Mareada por el remordimiento—. Tu abuela no merece
ninguna de esas mentiras, pero sobre todo las mías.
Cole la sacó del pasillo por la puerta más cercana, a un armario de
suministros de ropas blancas.
—Hiciste algo bueno, Anna. La hiciste feliz. Como yo sabía que lo harías.
—Pero nada de eso era cierto.
—Todo esto es cierto.
—Acabas de torcer tu historia para adaptarla a la situación.
—Maldita sea, Anna, yo te vi a través de una habitación llena de gente. Tienes
los ojos más hermosos que he visto en mi vida. Y realmente estamos casados.
Y supuso que tenía razón, todas esas cosas eran ciertas. Especialmente desde
que él nunca mencionó el amor en cualquier parte de allí, ni a ella, ni a su abuela.
Así que, entonces, ¿por qué seguía siendo lo suficientemente estúpida como para
querer su amor?
—No puedo hacer eso otra vez, Cole. No puedo soportar pretender ser
alguien que no soy. —Se abrazó con más fuerza—. Hice bien mi parte del trato.
Ahora es el momento de hacer realidad la tuya. —Ella levantó la mirada hacia él
y la sostuvo—. Quiero el divorcio. Hoy.
—¿Qué pasa si mi abuela se entera?
Anna negó con la cabeza.
—Nadie sabe que estamos casados, por lo que nadie sabrá que nos
divorciaremos. Lo siento. Sé lo difícil que debe ser para ti, pero no puedo seguir
doblando mi código moral por ti.
—Tienes razón. No deberías tomar la decisión de seguir casada conmigo por
ella. O incluso por mí. —Hizo una pausa, bajó la mirada a su boca con tal deseo
que sus labios traidores en realidad se estremecieron—. Deberías hacerlo por ti
misma.
—¿Cómo iba a querer permanecer en un matrimonio falso contigo por mí
misma?
La sala de suministros de repente parecía demasiado pequeña cuando él se
acercó y ella retrocedió hacia un estante de metal cargado.
—¿Recuerdas lo que me dijiste anoche, dulce Anna, sobre cómo nunca jamás
tuviste la oportunidad de hacer algo loco de lo que te arrepentirías en la mañana?
—Bueno, estoy segura de que la tengo ahora.
—¿Y fue suficiente?
—Sí.
73
—Es ella —le dijo a Anna, antes de contestar—. Sí, sé que ella es hermosa.
Muy dulce, abuela. Sabía que te gustaría.
Página
***
Esto era demasiado para ella. El vuelo a casa en primera clase. El
conocimiento de que pronto tendría que explicar su matrimonio impulsivo no
sólo a su familia, sino también a sus amigos y colegas. Sabiendo todo el tiempo
que podría estar llegando a su fin en un futuro cercano, y entonces tendría que
resolver cómo explicar su divorcio.
Pero sobre todo, Anna estaba abrumada por estar tan cerca de Cole durante
tantas horas. Siempre estaba tocándola, miles de pequeñas caricias que poco a
poco la hacían perder la cabeza.
Metiendo un mechón de pelo detrás de su oreja. Colocando su mano en la
parte baja de su espalda para guiarla a través de una multitud de fotógrafos afuera
de ambos aeropuertos.
77
Rozando su hombro y brazo con el suyo durante el vuelo, a pesar del hecho
de que su asiento de primera clase era del tamaño de un pequeño trasatlántico.
Página
detrás de ella, supo sin mirar que él apenas estaba manteniendo el control. Ella
se negó a permitir que su mano temblara mientras ponía la llave en la puerta.
Apenas cerró la puerta principal, y la atrancó, cuando Cole le dio la vuelta y
se presionó contra ella. Él se agachó sobre ella, sus ojos ardiendo.
—Maldita sea, me escucharás la próxima vez.
Podía sentir su gruesa erección presionándose contra su cuerpo a pesar de
que no tenía derecho a tratarla con tal falta de respeto, su cuerpo respondió
instantáneamente con un torrente de excitación, sus pechos endureciéndose
debajo de su sostén y camiseta.
—No, la próxima vez me preguntarás lo que quiero hacer antes de tomar
una decisión unilateral. Y prestarás atención a mi respuesta.
Sus ojos oscuros y pecaminosos se desplazaron desde sus ojos a la boca,
después de nuevo hacia arriba.
—¿Estás siendo insolente conmigo, dulce Anna?
Ella no podía dejar de mirar a su boca.
—Acostúmbrate a eso. —La pulsación entre sus muslos se había convertido
en un anhelo profundo.
—¿Qué le pasó a mi chica buena? —Su boca ahora estaba tan cerca de la
suya que podía oler la menta de su pasta dental.
—¿No lo recuerdas? —preguntó ella en una voz que era apenas más que un
susurro—. La ataste y jugaste con ella.
La boca de Cole encontró la suya con un gemido desesperado, su lengua
empujando sus labios mientras tomaba su beso.
—Te necesito. Ahora. —Sus manos ya estaban en el botón de sus
pantalones, empujando sus bragas hacia abajo más allá del calor húmedo que
esperaba su toque. Siempre. Pero no era el único desgarrando la ropa, porque las
manos de ella estaban en sus vaqueros, empujando la cremallera hacia abajo y
después la cinturilla de sus bóxer.
Ella agarró su pene, grueso y duro, emocionada ante la sensación de él en
sus manos, más excitada de lo que ella podía creer simplemente por el
conocimiento de que alguien la deseaba tanto.
No, no sólo alguien. Cole. Cole podría tener a cualquiera, la mujer más
hermosa en el mundo. Pero la quería a ella.
No sabía que la poseyó para hacerlo, pero de pronto fue la cosa más natural
del mundo caer de rodillas y colocar su boca sobre él.
―Anna, ¿qué demonios estás haciendo ahora?
Sus palabras eran duras, pero enredó sus dedos a través de su cabello.
79
¿Quién hubiera pensado que ella podía poner del revés a un hombre como Cole?
Ciertamente ella no. Y, a juzgar por la respuesta de él al lento girar de su lengua
Página
debajo del borde de su cabeza, la manera en que gimió como un hombre que no
podía creer que se encontraba rindiéndose en lugar de dirigir, definitivamente no
él.
Habría sonreído alrededor de su eje si hubiera sido capaz de hacerlo, pero
era más que un bocado y su mandíbula estaba abierta tan grande como podía,
sus labios completamente estirados alrededor de su hermoso pene.
Lo succionó profundamente antes de dejarlo ir con un fuerte pop. Lamiendo
sus labios, lo miró pícaramente.
―Justo lo que parece. Estoy chupando el pene de mi marido. Y disfrutando
inmensamente.
Sus grandes manos fueron debajo de ella tan rápido que no tuvo tiempo de
reaccionar.
―Dormitorio.
―A través de la cocina.
Sus cortinas estaban cerradas, pero eran muy transparentes y sabía que
alguien podría ver a Cole llevándola a través de la casa, con sus pantalones
parcialmente desabrochados.
Pero mientras la sostenía contra su pecho, y ella presionaba su palma contra
el latido fuerte y constante de su corazón, simplemente no importó. Lo único que
le importaba era hacer el amor con su marido. El hecho de que era sólo un
matrimonio temporal lo hacía desearlo aún más, le daba ganas de exprimir cada
segundo de placer de estar con él.
—No te olvides de nuestro trato.
—¿Cuál?
Presionó un beso en su manzana de Adán.
―El de hacerme venir con tanta fuerza que pierda el conocimiento.
La dejó caer sobre su cama.
―Sácate esa ropa antes de que la arranque.
Hizo su mejor esfuerzo, pero no era fácil concentrarse en sí misma cuando
él revelaba su cuerpo perfecto y musculoso mientras dejaba caer al suelo una
pieza de ropa tras otra. Ella aún trataba de sacarse sus pantalones vaqueros
cuando él se acercó y se los quitó. Lo siguiente fue su camisa, el único sonido en
la habitación aparte de sus pesados jadeos, fue el desgarre de la seda fina.
―Tan malditamente magnífico. ―Su boca descendió sobre su vientre,
hundió su lengua contra la pequeña hendidura―. Tan malditamente suave. ―Un
rápido tirón y sus bragas se habían ido―. Tan malditamente dulce.
80
ella se arqueaba contra su boca, tan excitada que tomó nada más que la presión
de sus labios alrededor de su clítoris y la succión más pequeña para enviarla
volando sobre el borde.
Todavía volaba cuando él se acercó y presionó sus muslos separándolos más
con sus rodillas.
Pero su orgasmo ni siquiera rozó el borde de su necesidad. Sólo la volvió
más deseosa, más desesperada por Cole.
Sin mencionar, ligeramente decepcionada de que no le hubiera permitido
terminar lo que comenzó, de rodillas, con su boca y manos sobre él.
―Cole, quería que te corrieras en mi boca.
Usando su sorpresa a su favor, ella usó toda la fuerza que tenía para que
giraran y dieran la vuelta, por lo que él se encontraba sobre su espalda mirándola.
Agarró sus caderas e intento levantarla sobre su eje. La cabeza de su pene se
deslizó en el interior de su apertura resbaladiza y se sentía bien, tan
increíblemente bien que ella casi cedió ante su guía.
Pero algo chasqueó dentro de Anna, en el coche camino al hospital, cuando
se dio cuenta de que Cole le había mentido. O quizás fue antes de eso, cuando él
se aprovechó de sus deseos secretos en su dormitorio.
Estaba harta y cansada de dejar que todos dirigieran su vida. De aquí en
adelante, ella iba a hacerse cargo.
―Así es como va a ser ―dijo con una voz mortalmente seria―. Vas a
soltarme y voy a terminar lo que comencé en mi vestíbulo.
Sus dedos se cerraron sobre sus caderas.
―Más tarde, Anna. Necesito estar en tu interior. Ahora.
Sus palabras exigentes le provocaron una nueva oleada de excitación
acumulándose entre sus piernas. No, maldita sea. ¡Iba a mantenerse firme, por
una vez!
―Cole, mueve tus manos.
Su polla se movió contra ella y casi se dejó caer sobre él por puro instinto
femenino, pero entonces él dijo:
—Sí, señora.
Aún podía sentir la huella de sus manos sobre su piel, incluso después de
que las quitó.
―Estíralas por encima de tu cabeza y mantenlas allí hasta que yo diga lo
contrario.
Él no se movió durante un buen rato y ella sintió una sonrisa moviéndose en
sus labios. Nunca actuó así en la cama con alguien, nunca había peleado con un
hombre por dominar, nunca había conocido la necesidad de estar arriba. Y a
81
cargo.
Página
―Anna, esto no sucederá de nuevo. Así que será mejor que disfrutes la
mierda de esto.
―Oh, sí, lo haré ―respondió, y luego―, y de seguro lo estoy planeando.
Muy a regañadientes se movió a sí misma de su ingle, se inclinó y presionó
un beso en su hombro, moviéndose lentamente por su pecho hacia los pelos que
se encontraban espolvoreando su pezón ligeramente. Nunca antes había
prestado mucha atención a los pezones de los hombres, pero los círculos oscuros
en el pecho de Cole exigieron su atención, su reconocimiento.
Lamió alrededor de la punta ya tensa y que volvió a la vida debajo de su
lengua. Él la agarró por la espalda, sus pulgares trabajando en encontrar sus
pezones.
Levantó su cabeza de su pecho.
―Si no tienes cuidado, muy pronto voy a buscar algo para atarte.
Su reacción fue instantánea. Y feroz.
―Como el infierno. No me vas a atar.
Ella arqueó una ceja.
―¿Quieres apostar?
Gimió y apretó sus ojos cerrándolos, sus caderas parecían moverse de la
cama por su cuenta.
―Me estás matando.
―¡Qué lástima! ―Se movió hacia arriba de la cama y agarró una de sus
manos. Envolvió sus dedos alrededor de una sección de la estructura de la cama
de peltre―. Si necesitas aferrarte a algo, hazlo de esto.
―Cariño, estás tentando la suerte.
Se movió de nuevo sobre él, dejando que su cabello rozara su cuello,
hombros y pecho, amando la forma en que sus músculos se ondularon en
respuesta.
―Ooooh, estoy asustada.
Y de hecho, había un poco de miedo allí. Sólo lo suficiente para mantenerla
al borde de su asiento. No tenía idea de lo lejos que él la dejaría empujarlo. Así
como no tenía idea de lo lejos que podía empujar ella misma.
Pero chico, era divertido descubrir todo eso. Asombroso.
Hizo girar su lengua alrededor del pezón que, hasta ahora, había descuidado
y toda la cama se movió y crujió cuando él se aferró a la estructura de la cama
con ambas manos. Usando su lengua para guiar sus exploraciones, ella vagó por
su cuerpo, saboreando las hendiduras entre sus increíbles músculos abdominales.
Cada músculo, cada nervio, cada tendón se tensó.
82
buscando una buena chica, también sabía lo mucho que le dolía la enfermedad
de su abuela.
Página
—¿Universidad?
Página
—Stanford.
No se sorprendió al escuchar que su pequeña y dulce diosa del sexo llevaba
un cerebro grande también. Inteligencia brillaba en sus ojos oceánicos.
—¿Carrera?
—Educación.
—¿Color favorito?
—Amarillo.
Él tuvo que sonreír contra sus labios, desde donde había estado haciendo
sus preguntas. Le encantaba hablar con ella de este modo, justo al borde de un
beso, sabiendo que podía tener su boca, devorarla en cualquier momento.
—¿Pasatiempos?
—Leer.
—¿Algún exmarido?
Ella trató de apartarse de él.
—¡No!
Él apretó su agarre sobre ella, se alegró de sentirla relajarse de nuevo en sus
brazos.
—Sé que tienes cuatro hermanas. ¿Hermanos?
—No.
Él sabía su edad y fecha de nacimiento por la licencia de matrimonio que
habían rellenado.
—¿Película favorita?
—Hoosiers2.
Esta vez fue él quien se puso rígido por la sorpresa.
—¿Una película de baloncesto?
Ella sonrió.
—El baloncesto es sólo una faceta de la historia. En realidad es un retrato
conmovedor de las segundas oportunidades y superar el racismo y encontrar el
amor verdadero.
Le devolvió la sonrisa a la mujer con la que se había casado. Ella era tan
agradable.
Y tan malditamente hermosa.
—Tu turno. Pero vamos a hacerlo al revés. ¿Película?
—Mujer bonita. —Los ojos de ella brillaron—. ¿Te estás riendo de mi
respuesta?
90
Página
2
Hoosiers: Es una película estadounidense de 1986, interpretada en su papel protagonista por
Gene Hackman. Está inspirada en la historia real del Instituto Milan de Indiana, que ganó el
campeonato estatal de baloncesto en 1954.
—No. —Una risita estalló—. Bueno, sí. Un poco. Fue una gran película, pero
eres un chico.
—¿A qué hombre no le gustaría la parte donde Vivian esperaba a Edward en
su mesa de comedor usando solo una corbata y tacones de punta?
—Pervertido. —Ella lo golpeó en el pecho, pero no trató de salir de sus
brazos—. ¿Hermanos y hermanas?
Negó con la cabeza.
—Ojalá.
Hizo una pausa por un momento, sus ojos ablandándose, sus dedos
acariciando inconscientemente sus bíceps.
—¿Exesposas?
—Diablos, no.
Ella levantó una ceja ante eso.
—Pasatiempo.
—Aplastar la ofensiva.
Ladeó la cabeza hacia un lado.
—¿Qué significa eso?
—Soy un apoyador, cariño. Mi trabajo es asegurarme de que nadie pase a
través de la línea.
—¿Qué pasa con tu tiempo libre? ¿Qué te gusta hacer cuando no estás
jugando al fútbol?
Sonrió con malicia.
—¿Qué tal si te lo muestro de nuevo en este momento?
—¡Cole! —Golpeó su hombro—. Aparte de eso.
Él se encogió de hombros.
—Echar una mano en el campamento para niños de un compañero de
equipo y hacer un poco de lectura con un programa de alfabetización.
Cole estaba acostumbrado a las personas que lo buscaban como si fuera
una cuenta bancaria caminante. Como si fuera un héroe, un dios de los deportes.
Pero nadie más que su abuela nunca lo había mirado así, como si ella viera algo
dentro de él que le gustaba.
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—¿Color favorito?
Él lamió la curva de su labio inferior, la hizo estremecerse contra él, sus
pezones se endurecieron contra su pecho.
—Verde.
Parecía que ella estaba teniendo algunos problemas para respirar de manera
uniforme cuando preguntó:
—¿Universidad?
—Universidad de Las Vegas.
—¿Carrera?
—Fútbol americano.
Ella le dio una mirada dura.
—¿Alguna vez piensas en otra cosa? —Él le lanzó otra mirada malvada y ella
se apresuró a decir—: No importa. Olvida que pregunté. Pero aparte de fútbol,
¿qué clases te gustaron más?
—Probabilidad. Estadística. —Jesús, ¿por qué le estaba diciendo estas
cosas?—. Una de las razones por las que me gusta el fútbol tanto. Las jugadas se
parecen mucho a los problemas que solía hacer en clase.
Su sonrisa de respuesta le robó el aliento.
—Creí que todo era correr por ahí y saltar sobre los otros.
—Eres tan dulce. Tan ingenua. Menos mal que no hay nada que prefiera
hacer más que enseñar a mi pequeña dulce maestra de escuela todas las cosas
que no conoce.
Ahuecó su culo y la apretó con más fuerza contra él, listo para pasar a la
siguiente parte de llegar a conocerse mejor.
—Espera —dijo sin aliento—. Todavía no sé dónde naciste.
—Las Vegas.
—¿Qué hay de tus padres?
Le dio su respuesta estándar.
—No tengo muchos recuerdos sobre ellos.
—¿Cuántos años tenías cuando fallecieron?
Le habían hecho esa pregunta mil veces en las conferencias de prensa y
entrevistas, pero nunca con tal preocupación palpable. Nunca por alguien a quien
realmente le importara.
—Cinco.
—―Cole. —Acarició su mejilla, sus dedos emitiendo placer a través de su
92
3
I Just Called To Say I Love You: Sólo llamaba para decirte te quiero. Es una canción de Stevie
Wonder.
4
Pase de Ave Maria: Pase lanzado por el mariscal de campo, en los últimos minutos del partido
hacia la zona de anotación, con la esperanza de que alguno de los receptores pueda atrapar el
balón, aunque esto es altamente improbable.
―No. Nunca me traicionarían así. No les puedo decir la verdad porque van
a pensar que soy una tonta desesperada que se tenía casar con el primer hombre
que lo pidiera.
Odiando oírla hablar de sí misma así, tuvo que atraerla a sus brazos antes
de corregirla.
―Nadie que te conozca podría alguna vez pensar que eras una tonta
desesperada.
La sintió relajarse en sus brazos y se dejó disfrutar sosteniéndola. Hasta
ahora, había estado totalmente enfocado en el sexo. Pero esto, el cálido y suave
confort de ella, sabiendo que la estaba confortando también, fue
sorprendentemente bueno.
Ella levantó la cabeza.
―Tengo la sensación de que las cosas podrían volverse bastante
complicadas esta noche. ¿Puedes seguirme la corriente?
¿Tenía alguna idea de lo que le estaba pidiendo que hiciera? Cole Taylor no
era un seguidor. Era un líder. Y sin embargo, esta pequeña mujer le estaba
pidiendo entregar las riendas.
Aún más extraño era el hecho de que realmente quería hacerlo, quería
ayudarla, de cualquier forma que pudiera. Porque no se merecía tener su vida
patas arriba por un jugador de fútbol con segundas intenciones.
―Lo haré. Con una condición.
Sus dulces labios se separaron ligeramente, su robusto labio inferior
ligeramente húmedo de donde lo había estado mordiendo.
―¿Estás haciendo de esto un trato?
―Oh, creo que te gustarán mis condiciones.
Su piel enrojeció, y sus ojos delataron el deseo, que no tenía idea cómo
ocultárselo.
―Eres terriblemente seguro de ti mismo.
―Eso es porque sé que puedo conseguirlo.
―¿Conseguir qué?
―Quiero que me prometas que vas a hacer lo que yo quiera la próxima vez
que estemos en la cama.
94
Su cuerpo se calentó contra el suyo, la uve entre sus piernas lo más caliente
de todo, como un faro atrayéndolo hacia ella.
Página
el infierno a la vez.
―Deja de reírte. No es gracioso.
Pero ahora que había comenzado, no podía parar, y luego, tampoco podía
ella. Se sentía bien abrazarla y reír juntos.
Malditamente bien.
***
—Cole y yo hemos estado juntos en secreto durante meses.
Media docena de jadeos resonaron en toda la sala de estar de sus padres y
Cole pasó un infierno intentando mantener una cara seria.
Acababan literalmente de entrar por la puerta principal. Su padre y los
maridos de sus hermanas estaban claramente deslumbrados, lo que esperaba que
trabajara en su favor. Sus hermanas miraban sorprendidas, tal vez incluso con un
poco de envidia.
Su madre se limitó a volverse loca. No, se dio cuenta rápidamente, no era
ira. Estaba herida. Y decepcionada.
La culpa golpeó en el estómago de Cole. Ayer por la noche en el club,
cuando le había pedido Anna que se casara con él, no había pensado en nadie
más. Sólo en sí mismo. Y ahora ocho extraños estaban mirando con confusión a
la mujer que había arrastrado a su desorden.
Odiaba la idea de que alguien estuviera molesto con Anna. Realmente era
una buena chica, de la mejor manera.
Lo que sea que tuviera que hacer para mejorar esto al final para ella, lo iba
a hacer. No podía ser dinero, ahora lo sabía. Demonios, incluso el placer no era
suficiente. Tenía que darle algo más, algo más grande que las riquezas y sexo
alucinante.
Pero, ¿qué? ¿Qué podía darle que ella realmente quisiera? ¿Y qué sólo podía
venir de él?
Claramente nervioso, pero decidido a continuar la pequeña historia
fascinante que debió haber inventado en el coche, Anna dijo:
—Cole quería conocerlos mucho antes de ahora. Prácticamente me rogó que
fuéramos claros con todo el mundo acerca de nosotros, ¿verdad, cielito? —
¿Cielito?
Mierda, no podía reír. Ahora no. No cuando ella estaba tratando tan
condenadamente duro de hacer que todo sonara real.
96
***
—¿Estás enojada conmigo? —le preguntó Anna a su madre.
—¿Debería estarlo?
La madre de Anna, Jackie, siempre había estado ahí para sus hijas con un
abrazo, una sonrisa y chocolate. Y, a veces, cuando más lo necesitaban, amor duro.
Anna deseaba que hubiera algo para que hacer en la cocina, algún lugar para
poner sus manos y ojos para dejarse ir por completo.
—Sé que mi matrimonio es realmente inesperado, mamá.
—¿Lo amas, Anna?
Ella encontró la mirada de su madre en una inspiración rápida. Era la
pregunta que ella había esperado que nadie le preguntase, la única cosa que
había esperado que no recogieran de su explicación.
—Es un hombre maravilloso.
Un hombre que haría cualquier cosa por su abuela, incluyendo la búsqueda
de una extraña buena y casarse con ella, posiblemente no podía ser malo. Incluso
el hecho de que le había mentido ya no le parecía tan malo. No cuando ella misma
estaba repartiendo las mentiras a cubos.
—Eso no fue lo que pregunté. —Su madre le clavó una mirada penetrante—
. ¿Lo amas?
Anna no sabía mentir, no a una de las personas que la quería más que
98
Pero justo cuando estaba a punto de decir, “No lo sé”, se dio cuenta de que
no era cierto. Oh Dios mío, se había enamorado de él.
Ella era sólo vagamente consciente de su propio grito de asombro, de los
brazos de su madre a su alrededor.
—Oh, Anna. Siempre fuiste diferente.
El pecho de Anna se apretó.
—Y siempre has sentido lástima de mí. —Ante la mirada sorprendida de su
madre, Anna se obligó a alejarse—. El resto de tus hijas eran todas altas y rubias,
todas fueron tan populares, tenían tantas citas, y ganaron muchos premios. Nunca
he encajado, no importa cuánto lo intentara.
—Anna, cariño, no puedo creer que pienses eso.
Pero veintinueve años era un tiempo terriblemente largo para mantenerlo
todo adentro, y ahora que la presa se había roto, no podía evitar que todo brotara.
—Elegí un nuevo nombre con J para mí cuando estaba en primer grado.
Jennifer. Pero nunca tuve las agallas para decirte que quería cambiar Anna para
que pudiera ser como el resto de ustedes. Además, sabía que no sería suficiente.
Todavía sería yo.
Odiaba la sensación de las lágrimas en las comisuras de sus ojos. Maldita
sea, por una vez, iba a ser fuerte. Cole había ayudado a descubrirse anoche, le
mostró la fuerza, y la aventura, que no había visto en ella, cada vez que le hacía
el amor. Y no importa lo mucho que doliera cuando terminara su matrimonio y se
fueran por caminos separados, siempre estaría agradecida por ese regalo.
Esta noche iba a tener que tomar lo que había aprendido y confiar en que
sabía cómo volar por su cuenta.
—Tú has sido Anna, cariño, desde el inicio, desde la primera vez que te tuve
entre mis brazos, lamento que sientas que no perteneces, pero siempre lo hiciste.
Tus diferencias siempre han sido especiales. Eres importante para mí, para tu
padre y tus hermanas.
Anna había querido escuchar eso por tanto tiempo que casi no pudo
asimilarlo. Y sin embargo, al mismo tiempo, no podía solo retroceder, no ésta vez.
—Tienes razón mamá, soy diferente. Y así es cómo quiero vivir mi vida. Cole
es mi marido, soy su esposa. Siento que no lo hayas conocido antes, pero él está
aquí esta noche.
El dolor en los ojos de su madre la puso en el borde de una disculpa. Y
entonces su madre dijo:
—Bueno, una cosa es cierta, él es muy guapo. —Y entonces Anna supo que
su madre estaba tratando de reparar el agujero en su relación de cualquier forma
que pudiera. Esta era su forma de decir que aceptaba a Cole si era lo que su hija
99
quería.
Página
***
Cole estaba en la puerta y observó a Anna reír con su madre. La tensión se
alzó por lo que había visto y lo que había oído.
Su madre tenía razón, cualquiera podía ver que Anna era diferente del resto
de su familia. No sólo la primera letra de su nombre, no sólo el aspecto, también
su espíritu. Tan llena de dulzura que le quitaba el aliento.
Ella se volvió y lo vio, entonces vio el placer en sus ojos mientras tendía el
brazo para él.
Y mientras caminaba hacia su esposa y la tomaba en brazos, la deseaba con
una intensidad que no tenía idea que pudiera sentir.
Pero lo más intenso de todo, mucho más intenso que su deseo por ella, era
el orgullo de la magnífica mujer que sostenía en sus brazos. Anna era valiente,
compasiva y sexy como el infierno.
Y toda suya.
***
Dos horas más tarde, estaban de vuelta en su coche. Anna no había dicho
mucho durante la cena y cada minuto que había estado respondiendo preguntas
de su carrera, sobre las perspectivas de los Outlaws en el Super Bowl, había estado
observándola, sosteniendo su mano con seguridad cada vez que podía. Ella no se
había alejado, pero no se había acercado tampoco. Aun así, él sabía que esa
pequeña conexión bastaba.
—¿Estás bien? —Se acercó y le acarició con el pulgar la sensible piel del
interior de su muñeca.
—Creo que sí. —La luz de la luna era lo suficientemente brillante para ver su
pequeña sonrisa—. Estuviste genial Cole, gracias.
—No tienes que agradecerme por nada, Anna. —Diablos, él era quien
debería estar sobre sus rodillas agradeciéndole—. Y tu familia es genial, realmente
genial.
Ella hizo un sonido suave de concordancia, cerrando los ojos a la luz de alto.
Cole se detuvo en la vacía intersección mucho tiempo después de que el semáforo
se puso en verde.
100
costado de su cuello.
Su pecho se apretó por lo hermosa que era. El deseo estaba allí, ya sabía que
nunca sería disimulado entre ellos, pero era otra emoción la que lo hacía incapaz
de quitar los ojos de ella. Más que aprecio, más fuerte que el respeto.
Quería cuidar de ella, quería dedicarse a hacerla feliz, y ver su sonrisa.
Un coche tocó la bocina detrás de él y Cole pisó con el pie el pedal del
acelerador, llevándolos lejos de la luz como si fuera una montaña rusa. Anna se
movió pero no se despertó.
Veinticuatro horas. La había conocido hace veinticuatro horas. No tenía
sentido que le gustara, ni la lujuria que sentía por ella.
Pero, ¿toda esa estima y devoción? ¡Diablos, no tenía una pizca de sentido!
Treinta minutos más tarde, cuándo Cole se detuvo en el garaje, tenía la
cabeza apoyada en el respaldo.
Sin duda alguna, había tenido mucha suerte de haber elegido a Anna como
su esposa temporal. Pero eso es todo lo que su relación era. Sólo una breve unión
que no tenía la intención de ser nada más. Claro, Anna había dicho que no quería
nada de él, que iba a jugar su parte solo por el cariño a su abuela, pero Cole iba
a encontrar una manera de pagar por el apoyo. Lo suficientemente grande para
asegurarse de que ambos pudieran seguir adelante con sus vidas como antes de
las Vegas. Sin arrepentimientos para ninguno de los dos.
La levantó, suave y cálidamente fuera del auto, y aunque aún dormía, sus
brazos rodearon su cuello y apoyó su mejilla contra su pecho. Totalmente
confiada, tal como había estado la noche anterior en su cama.
La llevó dentro, subió las escaleras hasta su dormitorio, pateó las mantas de
la cama con una pierna y la depositó suavemente sobre una almohada. Ella
inmediatamente se acurrucó a un lado y él tuvo que sonreír mientras la miraba.
La primera vez que una mujer entraba a su dormitorio, por lo general no
precisamente a dormirse.
Su madre tenía razón, Anna era definitivamente diferente de cualquier otra
mujer que Cole hubiera conocido jamás.
Sentado en el borde de la cama, le quitó los zapatos y la cubrió con las
mantas. Diez minutos más tarde, se deslizó entre las sábanas desnudo.
Alcanzando a su esposa, se acurrucó contra su pequeño cuerpo y se quedó
dormido.
Con esa maldita sonrisa aún en sus labios.
101
Página
Capítulo 11
Traducido por Salilakab & kristel98
Corregido por beatrix85
—Si necesitas algo cariño, deja que Verónica lo sepa, ¿de acuerdo?
Anna asintió a la mujer y forzó una sonrisa.
—Estaré bien, Cole.
Él estaba dándole una de esas miradas que ella estaba empezando a
reconocer, esa en la que decía que sabía que estaba todo menos bien. Pero la
verdad era que estaba menos asustada de estar en la tribuna VIP de los familiares
antes del juego de Cole de lo que había estado ésta mañana cuando despertó en
su cama, totalmente vestida, después de soñar con haber pasado toda la noche
en sus fuertes brazos. Él podría haberla despertado fácilmente para desnudarla en
la cama, y de haberlo hecho, bueno, no había dudas en su mente de que habrían
hecho el amor de nuevo.
En cambio, se había asegurado de no despertarla, simplemente se había
subido a la cama a abrazarla. Había actuado cómo un hombre preocupado.
Su pecho todavía se sentía apretado cada vez que lo miraba. No queriendo
hacer el ridículo frente un gran número de extraños, ella mostró una sonrisa.
—¡Ten un gran juego!
Ella se inclinó para darle un beso rápido y él dijo con voz baja contra sus
labios:
—Recuerda, estamos recién casados. —Luego deslizó una de sus manos por
su cabello y la besó.
Cualquier vergüenza que pudo haber sentido por la manifestación pública
de afecto se desvaneció rápidamente con el deseo reprimido de la tarde anterior
en la cocina. Sin darse cuenta, sus manos fueron a su cuello, su pelvis se presionó
contra la de él, y gimió suavemente en su boca.
102
—Sólo asegúrate de venir después del juego, Cole, para que podamos hacer
un plan de relaciones públicas con esto.
Página
***
—¡Felicidades, colega!
Una palmada sonó sobre sus hombros de otro compañero de equipo. Solo
Ty y Dominic habían guardado silencio, los dos recién casados se limitaron a
sacudir la cabeza mientras lo miraban.
Nunca había estado más feliz de escuchar el silbato. Después de las últimas
veinticuatro horas, necesitaba de éstas tres horas jugando a un juego que era tan
natural para él. Era lo más cerca que iba a estar de desahogarse. No quería
renunciar ni a un segundo al lado de Anna, pero la familia de ella, la prensa y toda
la mierda que giraba alrededor de ellos era harina de otro costal.
Fútbol. Eso es todo en lo que iba a pensar.
Pero mientras tomaba su lugar en la alineación defensiva, se dio cuenta que
no toda su atención estaba en el juego. Nunca había prestado demasiada
atención a quién estaba en la tribuna VIP observándolo. Pero hoy estaba Anna
ahí. ¿Qué estaba haciendo y sintiendo? ¿Estaría bien sin él para protegerla?
***
104
ella. Se puso de pie, esperaba que sus piernas no estuvieran tan inestables como
lo estaban desde el beso de Cole hace unos minutos.
Sonrió nerviosamente.
—Sí, soy yo.
Se sorprendió cuando la rubia delgada la abrazó.
—Maravilloso, es un placer conocerte y una sorpresa también. Una muy
buena sorpresa.
Completamente fuera de balance por la cálida bienvenida, se alegró cuando
la mujer de curvas con el cabello rizado simplemente le tendió la mano.
—Soy Melissa, la agente de Cole. Y ésta es Julie, se encarga de las relaciones
públicas para los Outlaws. También somos buenas amigas de Cole.
—O por lo menos pensábamos que lo éramos. —Julie sonrió mientras se
sentaba junto a Anna, con más elegancia y movimientos pulidos de los que Anna
nunca podría soñar tener.
Melissa tomó el asiento al otro lado, su traje no era lo suficientemente rígido
para ocultar sus suaves y sexis curvas.
—Y luego va y se casa con una mujer de la que nunca hemos oído ni una
palabra.
Sintiéndose ni un poco elegante o sexy como las amigas de Cole, Anna
estaba tratando de encontrar la manera de responder cuando Julie dijo:
—Honestamente, el casarse en las Vegas es algo que hubiera esperado que
mi marido hiciera. —Por la expresión de sorpresa de Anna, Julie agregó—: Antes
de que se pusiera serio, Ty solía ser un jugador.
Melissa se rió de eso, su actitud formal inicial había dado paso a la
amabilidad. Se inclinó hacia Anna, como si estuviera compartiendo un secreto.
—En realidad, la verdad es que el equipo tuvo que contratar a Julie como
encargada de relaciones públicas personal de Ty.
Julie se encogió de hombros.
—Él es un chico malo. Pero es mí chico malo. Además, debes saber que
Melissa conoció a su esposo, Dominic, cuando la contrató para ser su agente. —
Ella movió las cejas—. Nunca he visto una agente tan interesada en su cliente.
Anna tuvo que morderse los labios para no reírse de la forma en que las dos
mujeres estaban molestándose una a la otra. Al mismo tiempo, se dio cuenta que
ambas tenían un resplandor sobre ellas, sobre todo cuando hablaban de sus
maridos. Una pequeña punzada de envidia la atravesó en el pecho, similar a la
que a veces sentía cuando veía a sus hermanas con sus maridos.
—Así que. —Con una brusquedad inquietante, Julie y Melissa dejaron las
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siempre?
¡Oh Dios! ¿Qué pasa con la gente y las palabras “para siempre”?
—Enseño en primer grado. —Se detuvo, preparándose para mentir a éstas
dos mujeres bonitas. Sólo una mentira más al montón. Pero ella no podía hacerlo
cuando estaban siendo tan amables con ella—. Nos conocimos en Las Vegas. Una
de mis hermanas se casaba y él estaba visitando a su abuela.
Podría haberlo dejado ahí, pero sabía que ninguna de las dos mujeres iba a
dejar que terminara sin dejar la cuestión de “para siempre” sin respuesta.
Dejando caer su voz, bajó la mirada a su regazo.
—Supe que era para siempre la primera vez que me miró.
El suave jadeo de Julie hizo eco de la reacción privada a lo que acababa de
decir Anna. A lo que ella había admitido… para sí misma.
¿Oh Dios, todo lo que había empezado a sentir por él ya había estado ahí
en esa primera visión, cuándo la había mirado a los ojos y le había dicho que eran
hermosos?
—Es claramente mutuo.
La declaración de Julie era posiblemente la única cosa que podía haber
empujado a Anna fuera de su conmocionado autoexamen.
—Cole normalmente es bastante equilibrado, pero casi me mordió la cabeza
en el pasillo, antes de venir aquí.
Anna no entendía.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Le dije que quería darle a la prensa nuestra versión de su historia, en lugar
de cualquier malentendido desinformado que van a soltar en internet y en los
periódicos. Pensé que me aplacaría cuando me dijo que su relación era privada y
que no habría ninguna historia.
Melissa estuvo de acuerdo.
—Nunca he visto a Cole actuar así sobre ninguna otra mujer. Honestamente,
creí que nunca encontraría a alguien por quién realmente pudiera preocuparse.
No hasta ti.
Anna no podía creer lo equivocadas que estaban ésas mujeres de Cole.
Había saltado a la cabeza de Julie porque estaba tratando de mantener sus
mentiras sin ser reveladas, no porque se preocupara por su esposa.
—Todavía no puedo creer que se las arregló para mantenerte en secreto —
dijo Julie—. ¿Cuándo has dicho que se conocieron?
Anna sabía que no era buena mentirosa. No sólo predicaba a los de primer
106
de ella y cerró los ojos para sumirse en el placer de estar en sus brazos.
—Te extrañé.
Página
Él habló sobre sus labios, lo bastante alto para que ella escuchara, y cuando
el placer la excitó, ineludible y maravilloso, no podía recordar contra lo que se
había asegurado que tenía que luchar apenas unos minutos antes.
—La tendrás el resto de tu vida. Tiempo para compartir tu esposa con el
resto de nosotros. —La voz grave masculina detrás de ella estaba mezclada con
la risa apenas contenida.
Sintiendo su cara arder de vergüenza por la forma en que se había olvidado
que había alguien más en la habitación, Anna trató de alejarse de los brazos de
Cole. Pero debería haberlo sabido mejor. El hombre con quien se había casado
por un capricho no le permitiría separarse de él de esa manera, ya sea que
estuvieran rodeados por una multitud o completamente solos.
Volviéndose por lo que todavía la sostenía a su lado mientras estaban de
cara al grupo en frente de ellos, dijo:
—Ty, Dominic, me gustaría que conocieran a mi mujer, Anna.
Dos de los más guapos hombres que había visto en vivo y en persona le
sonrieron. Pero mientras estrechaba sus manos y decía las cosas apropiadas, en
lugar de los latidos de su corazón y el cosquilleo de su piel con conciencia, no
sintió nada.
Sólo Cole podría hacer que su corazón se sienta como si fuera a atravesar
sus costillas. Sólo Cole podía hacer que su piel se calentara y apretara con
necesidad desesperada.
Su mano estaba caliente en la parte baja de su espalda, la única razón por la
que se sentía del todo segura en este nuevo y extraño lugar.
Agradeció que ni Ty ni Dominic se centraran en ella, ya que ambos
parecieron darse cuenta de que la haría sentirse más incómoda de lo que ya
estaba. Melissa y Dominic se alejaron para hablar con algunos de sus otros
clientes. A medida que la conversación giraba a su alrededor sobre el juego, sobre
las próximas barbacoas, sobre la gente que todos conocían, Anna fue capaz de
ver la facilidad con que Ty hacía reír a Julie, sus ojos iluminándose cada vez que
su mirada se posaba en su marido.
No eran una pareja que ella alguna vez habría juntado sólo con mirarlos. Ty
era claramente un chico malo, peligroso y salvaje hasta la médula, mientras que
Julie era tan refinada como una mujer podría ser. Y sin embargo, a pesar del hecho
de que no deberían entenderse juntos, su profundo afecto por el otro era
poderosamente claro, incluso para un espectador, como era su deseo el uno por
el otro, apenas debajo de la superficie pero visible en la forma en que él estaba
constantemente tocándola y ella estaba tocándole de vuelta.
La esperanza encendió el corazón de Anna un instante antes de que la
109
tristeza se profundice hasta los huesos. Estaba muy bien desear que ella pudiese
ser una buena extraña encajando con Cole. Pero todo lo que le hizo fue hacer este
Página
su mejilla.
—Una tienda de juguetes.
Página
—Pero no parece un lugar donde los niños… Oh. —Se lamió los dientes con
nerviosismo—. No es esa clase de tienda de juguetes, ¿no?
Su boca se curvó hacia arriba en las comisuras, pero no lo llamaría una
sonrisa. La miraba como si fuera un delicioso almuerzo al que no podía esperar
para hincarle el diente.
Cole abrió la cerradura de su puerta.
—Ve.
Pero ella no podía moverse.
—Yo jamás… —Meneó la cabeza—. No sé…
Los dedos de él se movieron hacia su barbilla y gentilmente giró su cara
hacia la de él.
—Pero quieres hacerlo.
No era una pregunta. Y aún sabía que él esperaba una respuesta.
Respiró hondo, sintiendo la manera que se sacudió en su pecho. Y mientras
tanto, mientras luchó para poder decirle lo que él ya sabía, la observó con tal
calor, que jamás pensó que vería en los ojos de un hombre.
Finalmente, susurró la inquietante y difícil verdad.
—Sí. Siempre me he preguntado cómo eran esas tiendas por dentro. —
Mientras que sabía que jamás lo averiguaría.
Él le frotó con su pulgar el labio inferior y ella no pudo evitar saborear su
carne. Un pequeño gemido de placer emergió de su garganta con el tacto de su
encallecida piel sobre su lengua sensible. Y luego empujó el pulgar en su boca y
por puro instinto ella lo chupó fuertemente, tomando el pulgar entre sus labios y
dientes como había hecho con su pene.
Él gimió y se movió en su asiento.
—Tan dulce, Anna. Tan jodidamente dulce.
Le mordisqueó, levantando su mano para poder acercarlo, darle besos y
lametazos sobre toda la palma. Él se alejó.
—No, cariño. No voy a dejar que me distraigas. —Frotó tu pulgar húmedo
contra sus labios—. Aún no.
Se acercó a ella, sus músculos duros presionando contra ella de la manera
más deliciosa mientras abría la puerta.
—Tienes cinco segundos para ir, o seré yo quien elija tu juguete.
Su amenaza hizo que saltara del coche como si su asiento estuviera en
112
llamas.
Pero una vez que estuvo fuera, no se movió hacia la puerta. Él bajó la
Página
***
Cole no había estado tan cerca de correrse en sus pantalones desde su
adolescencia. Pero desde el minuto en el que Anna había salido de la tienda con
una bolsa marrón en la mano, había utilizado cada truco mental que conocía para
intentar esperar hasta que regresaran a la casa, donde podía colocar su boca, sus
manos, sobre ella.
En este punto, ni siquiera importaba lo que hubiera en la bolsa. Simplemente
necesitaba poseerla, sentir su calor y suavidad bajo él, poder adentrarse en la
humedad apretada de calor entre sus piernas y saber que ella le pertenecía.
De algún modo, la dejó caminar de su auto a la casa por sí misma, en lugar
de sólo hacer de cavernícola y arrastrarla por su cabello, para así poder follarla
como el salvaje que era realmente. Pero una vez que la puerta chasqueó detrás
114
de ellos, una vez que ella se dio la vuelta con esa mirada en sus ojos que era parte
anticipación, parte aprehensión, estuvo perdido.
Página
que se conocieron, y maldita sea, no creía que pudiera vivir consigo mismo si
alguna vez la lastimaba, si accidentalmente la desgarraba porque la necesitaba
demasiado para pensar claramente.
—Entonces, ¿por qué me estás lastimando ahora?
Su pecho se apretó con instantáneo arrepentimiento.
—Jesús, Anna, no quería… demasiado rudo… eres demasiado pequeña
para… —Estaba tratando de obligarse a sí mismo salir de su húmedo calor
mientras fragmentos de palabras caían de sus labios, pero joder, incluso sabiendo
que lo estaba haciendo por ella, no pudo conseguir sacar más que una pulgada.
—Amo cuando eres rudo, Cole. Amo cuando no te puedes controlar.
Parpadeó con fuerza, su cerebro estaba tratando de convencerlo de que
había oído correctamente.
—Pero te estoy lastimando.
—Sólo me duele cuando te detienes.
Y en ese momento, mientras miraba sus ojos y supo que no estaba diciendo
lo que él quería oír, sino que estaba diciendo la verdad, dejó ir el interruptor. Todo
el camino.
El siguiente instante lo encontró conduciéndose dentro de ella tan fuerte
que todo el sofá se deslizó por el suelo. El saber que no había imaginado su
sonrisa en respuesta al placer, lo tenía saqueando su boca con sus labios, dientes
y lengua aun cuando asoló su coño con una polla dura como el acero y tan gruesa
que podía sentir su tejido sensible trabajando para estirarse a su alrededor.
Y entonces, a través de su empuje enloquecido y bombeando en ella, lo
sintió… la delatora forma en que sus músculos se apretaron alrededor de su polla,
la forma en que su respiración irregular se detuvo momentáneamente,
golpeando en su pecho, la forma en que sus uñas se clavaron profundamente
junto con sus talones, la forma en que sus muslos se apretaron en sus caderas. En
cualquier otro momento se habría centrado en el placer de ella, se habría
asegurado que el clímax la alcanzara antes que a él, pero ahora que la bestia
estaba fuera no había forma de volverlo a encerrarla en su jaula.
Alzándose sobre ella, ahuecó toscamente un pecho en cada mano, sus duros
pezones quemando sus palmas, y la montó como nunca había montado a nadie.
Tenía la cabeza echada atrás, con los ojos cerrados con fuerza mientras lo
agarraba de los antebrazos y lo dejaba tomarla, montando la ola en que él se
había convertido. Y en vez de dolor o miedo, en ese momento en que un jadeo
salió de su garganta, mientras comenzaba a llegar al clímax, abrió los ojos y vio
directamente a su alma, él vio su propio placer reflejado en esas profundidades
del océano.
117
Un placer tan profundo que no estaba seguro como cualquiera de ellos iba
a sobrevivir sin él.
Página
***
Cole no había pensado en nada que podría superar el sexo salvaje que
habían acabado de tener en el sofá.
Estaba equivocado.
Tan malditamente equivocado.
No tenía ningún sentido que algo pudiese ser mejor que follar a Anna, sobre
todo cuando tuvieron repetidamente el sexo más explosivo de su vida.
118
que estaba comenzando a realmente importarle tenerla bajo control, estuvo bien.
Demasiado bien.
Extremadamente bien.
Tan bien que un hombre podría perder su sentido si no tenía cuidado.
Capítulo 13
Traducido por Silvia Carstairs y rihano
Corregido por Debs
llevarlos aún más hondo. Pero luego pudo sentir sus dedos encrespándose,
acariciándola, colocándolos contra un lugar sorprendentemente sensible.
Página
Abrió la boca para pedirle que la tocara allí, que pusiera sus labios y lengua
sobre ella, pero antes de que pudiera pronunciar las palabras, él hizo un pedido
Página
propio.
—Ponte sobre tus manos y rodillas.
Todo dentro de ella se quedó inmóvil por la sorpresa. Y fue entonces cuando
se dio cuenta de lo ingenua que era en realidad. ¿De verdad había pensado que
ella era lo suficientemente valiente para hacer lo que él le pidiera que hiciera? ¿De
verdad había sido lo suficientemente inocente para pensar que simplemente
llenarla con un consolador mientras ella yacía despatarrada en su cama sería lo
más lejos que la presionaría? No volvió a preguntar de nuevo, simplemente la
mantuvo atrapada en el calor oscuro de su mirada.
Y esperó… esperó a que se diera cuenta de que estaba menos impresionada
por su orden, de lo que estaba por la excitación imposible que la inundó ante la
idea de pasar a la posición, oh tan vulnerable.
Sus extremidades estaban demasiado inestables para que ella siquiera
tratara de moverse de manera sensual, pero cuando por fin llegó a su posición,
apoyando su peso sobre sus palmas, y rodillas, y miró por encima de su hombro
a Cole, él la miraba como si ella fuera…
—Un milagro. Eres un maldito milagro.
La mirada en sus ojos, la reverencia en sus palabras no sólo la puso húmeda,
sino que la hizo adolecer por su toque.
Esto hizo a su corazón latir más fuerte, hincharse más grande. La hizo caer
más profundo de lo que debería.
Y eso la hizo llegar demasiado cerca a la única cosa que desgarraría, y
destrozaría su previamente agradable vida en pedazos, cuando terminara su
matrimonio temporal.
Afortunadamente, no había manera de que sus pensamientos giraran más
lejos hacia la zona de peligro, no cuando él los estaba robando con la firme
presión de la cabeza del juguete contra sus pliegues.
Deslizándose fácilmente en su humedad, esto se sentía tan bien que ella
tenía que arquearse hacia este, tenía que inclinar su cabeza hacia atrás para tratar
de tomar el aire suficiente para alimentar la necesidad desesperada, tomándola
de nuevo.
—Me gustaría que pudieras ver lo hermoso que se ve tu culo, tan redondo,
suave y dulce.
Sus labios se movieron sobre su trasero, e incluso cuando sus besos ahí la
sorprendieron, especialmente cuando ella sintió que sus dientes marcaban
ligeramente su piel, gimió de placer.
—Sabía que observarte se volvería así de bueno, Anna ―murmuró mientras
su boca se movió hacia abajo, sobre la curva donde su trasero se encontraba con
123
su muslo.
Ella se quedó sin aliento mientras él lamía la costura de la increíblemente
Página
embestidas fuera de control, empujándola hacia el colchón, sus dedos ni una sola
vez perdieron terreno sobre su clítoris palpitante, mojado con su excitación y su
Página
venida. Pero incluso después de que ella bajó de los pulsos embriagadores de su
clímax, le encantó la manera en que Cole continuó impulsándose en ella, su polla
aún dura como el acero contra sus hinchadas y sensibles paredes internas,
mientras continuaba estimulando su clítoris.
Debería haber sido imposible, su cuerpo no podía sostener este nivel de
placer, ¿verdad? Pero antes de que se diera cuenta, estaba de vuelta en el lugar
que pensó que acababa de dejar atrás, en la parte superior mirando por encima
del borde.
—Una vez más, cariño. Una vez más. Por mí.
Sus embestidas eran más medidas ahora, su toque más concentrado en la
endurecida yema entre sus piernas. Pero fue la calidez, la adoración, la pura
necesidad en su tono, lo que la tuvo gritando una vez más.
Sosteniéndola estable hasta que ella cabalgó las asombrosas olas de placer,
Cole cambió su peso ligeramente hacia el costado, lo suficiente para cubrirla aún
sin aplastarla.
La mente de Anna trabajó para enderezarse, pero la cercanía de Cole
siempre había dejado en claro que pensar era difícil. Más ahora que nunca antes.
No importaba cómo lo intentara, no podía pensar en más allá, no, no podía
ignorar la pregunta que había estado allí desde su primer beso en el club: ¿En
quién se estaba dejando convertir?
¿Y había alguna manera de que ella fuera capaz alguna vez de volver a la
mujer que había sido antes de Cole?
—Dulce Anna.
Él se movió sobre su espalda, y sin esfuerzo, la levantó para que ella yaciera
sobre él en lugar del colchón. Se relajó contra él, completamente saciada ahora,
y se dio cuenta con una pequeña sonrisa contra su pecho que ya no eran más
extraños. Dos días de convivencia casi constante significaba que ella podría
reconocer los sonidos de deseo y excitación, la ira y frustración, en su voz. Y ahora,
la forma en que él casi dejó caer la última sílaba de su nombre cuando el
agotamiento lo llevó hacia el sueño.
Le dio un suave beso en su pelo.
—Eres lo mejor que alguna vez me pasó.
Sus dulces palabras estuvieron a punto de ser masculladas, y ella no se
sorprendió cuando su respiración se hizo más lenta y uniforme. Justo como ella
no estaba sorprendida por la verdad mirándola a la cara mientras yacía allí con su
corazón latiendo constantemente bajo su palma.
Ya no había vuelta atrás de la forma en que ella se sentía por este hombre.
No sólo porque habían hecho el amor sin protección dos veces seguidas y
125
ella podría ya haber concebido a su hijo. No sólo porque estar con Cole la hacía
más feliz de lo que nunca podría recordar haber sido. No sólo porque él se había
Página
cartas de hoy, ella no podía dejar de presionar sus labios contra su gran, ancho
pecho y lamer sobre un pezón.
Página
—La prensa.
Ella se puso sus manos en su cabello todavía húmedo.
Página
Debido a Cole.
***
—Señorita Davis, mi mami dijo que deberíamos llamarle Señora Taylor
ahora. ¿Por qué tiene que cambiar su nombre?
—¿Qué se siente ser famosa?
—¿Puede hacer que Cole firme esto para mí y mi hermano?
Anna se encontró súbitamente en apuros para dejar de sonreír. Bueno,
entonces estaba consiguiendo sentirse un poco más cómoda con el hecho de que
se había enamorado perdidamente de un hombre al que no había conocido el
jueves pasado. Pero todo lo que sucedió con él… francamente, no estaba segura
de cuándo llegaría a acostumbrarse a eso.
Algunas personas eran hechas para la fama. Algunas, sin duda no lo eran.
Estaba bastante claro a qué casilla de verificación pertenecía su marca.
Sabiendo que era perfectamente natural que sus estudiantes estuvieran
entusiasmados con la noticia de su matrimonio, respondió cuidadosamente a
todas y cada una de sus preguntas. De alguna manera llegó el receso. Después de
que dejara que sus niños salieran a jugar durante quince minutos, en lugar de su
habitual taza de café en la sala de profesores, estaba a punto de cerrar la puerta
del salón cuando una mano bien cuidada la abrió.
—Anna. Felicidades.
Reprimiendo un suspiro porque no iba a conseguir el poco tiempo de
tranquilidad que necesitaba desesperadamente para poner su cabeza en orden,
Anna aceptó las felicitaciones de su directora.
—He estado pensando —comenzó Celeste Manning, y Anna se obligó a sí
misma a sonreír, incluso mientras su instinto le decía que fuera cautelosa—. Como
sabes, realmente hemos tenido algunos problemas consiguiendo que la
comunidad contribuya en nuestra recaudación de fondos de este año, con la
situación de la economía actual. Pero, eso fue antes de que me enterara que
tenemos una celebridad en la familia de la escuela Cougar.
Anna no podía imaginar a Cole en una de sus pequeñas recaudaciones de
fondos escolares.
—Estoy segura de que mi esposo en realidad le encantaría ayudar a la
130
escuela, pero…
Celeste aplaudió las manos interrumpiendo a Anna a mitad de la frase.
Página
***
Antes de ir a la sala de grabaciones, Cole entró a la oficina de relaciones
públicas de Julie, sabiendo que ella a menudo empezaba el día en el estadio antes
de trasladarse a su oficina al otro lado del Puente de la Bahía.
—Tenemos un problema.
Julie frunció el ceño mientras él le hablaba de los paparazzi esperando
afuera de la escuela de Anna.
—Afortunadamente, Cole, no tienen permitido estar legalmente en el
campus de la escuela.
—Ella se siente atrapada. —Y él odiaba ver ese miedo volver a los hermosos
ojos de Anna.
—Por supuesto que sí. Casarse con un Outlaw definitivamente no es para
cobardes. —Julie lo inmovilizó con una de sus miradas marca registrada de “nada
de tonterías”, siempre un poco extraña en su rostro tan clásicamente atractivo—.
Mira Cole, sé que querías mantener su relación en privado, pero el hecho es, si los
quieres lejos de tu espalda, vas a tener que darles algo.
La idea de exponer a Anna, su dulce e inocente Anna, a la locura de la fama
131
***
Anna no podía creer la forma en que su día había salido. Si hubiera sido
inteligente, habría aceptado la sugerencia de Cole de hacer que la escuela
consiguiera un sustituto y quedarse en su cama todo el día.
En vez de ello, se había metido ingenuamente en una situación que estaba
mucho más allá de su control, no tenía idea de cómo enmendarlo. Nunca había
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visto a tantos padres venir a recoger a sus hijos, especialmente los padres de las
niñas y niños que por lo general tomaban el autobús. Para el momento en que el
último de ellos se fue, se sentía como si hubiera estado sonriendo esa sonrisa
Página
una amiga tan cercana, una que se preocupaba lo suficiente por ella para arriesgar
su amistad advirtiéndole sobre posibles problemas con su esposo.
—Honestamente, Cole y yo lo estamos haciendo muy bien. Y sé que esto va
a sonar verdaderamente extraño, pero si ves cualquier otra foto —Estaba un
ciento diez por ciento de que Virginia lo haría—… por favor, recuérdame que las
apariencias pueden ser engañosas.
Por fin, Anna pensó que había dicho algo verdadero.
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Página
Capítulo 15
Traducido por rihano, Silvia Carstairs y Tara_annie
Corregido por flochi
y entrelazó sus dedos con los de ella mientras la atraía hacia sí y presionaba un
beso en su frente—. Hay un montón de comida. Quédate a cenar. Me encantaría
llegar a conocer a una de las amigas de Anna.
Virginia miró entre ambos.
—Gracias. Y todo huele bien, pero no quiero interrumpir sus planes.
Egoístamente, Anna estaba desesperada por estar a solas con Cole. ¿Cómo,
se preguntó de repente, había estado tantas horas sin tocarlo? ¿Sin besarlo? ¿Sin
estar abrazada contra su calor? ¿Sin respirar su aroma limpio y masculino?
Pero al mismo tiempo, la invitación a cenar se sentía tan normal. Como si él
fuera realmente su marido. Y ella fuera realmente su esposa.
La esperanza estaba forjando otra muesca dentro de su pecho mientras
decía:
—Nos encantaría que te quedaras, Virginia.
—Bueno, si están seguros, entonces me encantaría.
A medida que ponían la mesa del comedor y ayudaban a servir y llevar la
comida, a Anna le encantó la forma en que Cole hizo sentir a Virginia tan cómoda.
Y estuvo sorprendida al descubrir que su amiga era una gran fanática del fútbol.
Pero a pesar de que pudo haber mantenido fácilmente la conversación siendo él
el tema de conversación, estuvo verdaderamente interesado en conocer mejor a
Virginia. ¿Cómo ella no había sabido que Virginia había vivido en Francia durante
varios años después de la universidad?
Por la forma en que la gente hablaba de Cole y la parte del juego que había
visto el domingo, Anna entendía que él era un gran jugador de fútbol, pero cada
momento que pasaba con él le dejaba en claro que era mucho más que sólo un
atleta espectacular. Era una gran persona, punto.
Cuando ella hizo todo excepto lamer su plato hasta limpiarlo, tuvo que reírse
de sí misma. Él podría haber ganado su amor solo con la cena.
—No puedo creer que hicieras esto —dijo ella, aproximadamente por
centésima vez, mientras debatía en pedir por tercera vez el salmón y las patatas
festoneadas.
—Lo que sea por ti, cariño, aunque muy pronto Virginia va a pensar que
nunca he cocinado para ti, antes. —Su sonrisa era indulgente, teñida de una
advertencia que sólo ella podía ver.
Él estaba en lo cierto. Tenía que hacer un mejor trabajo jugando su parte.
—Oh, por supuesto que lo has hecho. Es que esto está muy bueno. —
Intentando realmente hacerlo resaltar, añadió—: De hecho, esta comida es
muchísimo mejor que la última cena que hiciste para mí.
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Anna casi gimió cuando vio las cejas de Cole subir ante su “cumplido” de
respuesta, sus labios arqueándose antes de que él los obligara a aplanarse otra
vez.
Página
—Sé que lo haces. —Virginia se volvió hacia ella, su cabeza inclinada hacia
un lado—. Aunque, sinceramente, yo nunca habría elegido a un hombre como él
Página
para ti.
Virginia no sabía que él nunca la habría elegido tampoco, si no hubiera sido
por su abuela. Pero Anna no podía olvidarlo. Todo lo que ella podía hacer era
tratar de convencerse a sí misma de que había sido el destino. Un accidente
afortunado.
Y que todo iba a funcionar perfectamente. Anna luchó contra un escalofrío
de aprensión ante sus pensamientos esperanzadores cuando su amiga dijo en
broma:
—¿Sabes dónde puedo encontrar un guapote para mí?
Se sentía bien reír, apartar firmemente el temor que se mantenía
burbujeando en su interior.
Cole no había estado en sus planes. Un marido no había estado en ningún
sitio en el horizonte. Pero tal vez si ella era muy, muy afortunada, todo saldría
mejor que incluso sus más grandes sueños.
—Me encantaría que vinieras conmigo al próximo partido —dijo ella. La
tribuna de VIP sería mucho menos escalofriante con una amiga a su lado—. Tal
vez podamos colarnos en el vestuario después del partido.
Los ojos de Virginia se abrieron por la sorpresa momentánea antes de que
ella se echara a reír de nuevo.
—Es genial verte tan feliz, Anna. No sólo feliz, sino… —Ella hizo una pausa,
buscando la palabra correcta—. Libre. Pareces libre.
Anna parpadeó aguantando las lágrimas repentinas que querían caer. Ella se
sentía libre. Feliz. Enamorada.
Y asustada.
Más asustada de lo que nunca había estado antes.
***
Cole no quería interrumpir la conversación de Anna con su amiga, pero ya
la echaba de menos como el infierno. Un día entero lejos de ella era demasiado
tiempo. Y sentado con ella en la cena, apenas tocándola porque sabía que si
empezaba no sería capaz de detenerse, sólo había alimentado las llamas en el
interior.
A punto de salir afuera para reclamarla, por fin oyó arrancar el auto de
Virginia. Treinta y cuatro años, y él había estado tan tranquilo como una mierda
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Ella dio un paso dentro y él estuvo cerca de ir como todo un hombre de las
cavernas sobre ella de nuevo cuando vio algo que lo sacudió: Parecía que había
estado llorando.
—¿Qué está mal?
Ella lo miró, sus ojos anchos con sorpresa tanto por su pregunta como por
el hecho de que había saltado prácticamente sobre el sofá para tomarla dentro
de sus brazos. Estudiándola cuidadosamente, no vio ningún rastro de lágrimas,
pero sus ojos estaban vidriosos.
—Algo sucedió para que te molestaras. Dime qué es.
La última cosa que esperaba era que ella le sonriera.
—Siempre me dices cómo de dulce soy, pero realmente tú eres el único
dulce. —Se levantó de puntillas y lo besó suavemente.
Ese beso tuvo a su polla creciendo dura siempre que estaba a su alrededor
por completo incómoda detrás de su cremallera. Necesitaba tenerla desnuda y
saborearla, tomarla, follarla hasta que ambos estuvieran sudorosos y jadeantes.
Pero incluso eso, estaba empezando a entender que no podía aliviar su necesidad
de ella, o aliviar el extraño dolor en su pecho.
Además, sabía que tenía un mal hábito de lanzarla sobre su hombro y rasgar
sus ropas a los treinta segundos de entrar en una habitación.
—Cuéntame acerca de tu día, querida.
—Fue una locura.
Se acurrucó contra su pecho y, dulce Señor, no estaba seguro cuánto tiempo
más podría resistir el impulso de llevarla escaleras arriba y desnudarla abajo.
Quería tomarla, Jesús, nunca había querido esto tanto, pero quería abrazarla con
la misma urgencia.
Peor, tal vez. Estaba a punto de levantarla dentro de sus brazos cuando su
cerebro demasiado denso finalmente chasqueó dentro del engranaje.
—¿Locura? —¿A eso se debía que había estado al borde de las lágrimas?—.
¿Qué sucedió?
—No hicimos sopas de letras hoy.
Le encantaba la sensación de sus suaves curvas contra él, la esencia de
vainilla de su champú en el cabello de ella, el dulce aroma de su calor femenino.
Nada de eso, sin embargo, le dio la más mínima pista acerca de qué demonios
estaba hablando.
—¿Llorabas por sopas de letras?
Se retiró justo lo suficiente para mirarlo, su confusión reflejando la de él.
—No. ¿Por qué iba a llorar por sopas de letras?
139
***
El cuerpo de Anna anhelaba el toque de Cole, cualquier tipo de toque. Duro
o suave. Fuera de control o dulcemente tentador. Sin duda, había algo tan
maravillosamente depravado acerca de lo que le estaba haciendo.
Y sin embargo, aunque ella respondía a él, aunque su cuerpo le rogaba por
más, por golpes más rápidos en su trasero, aunque se sintió volver más húmeda,
más abierta para él, no podía ocultar el hecho de que nada de esto estaba bien.
No cuando el dolor estaba por todas partes de la habitación. No cuando el
dolor estaba apoderándose de ella, de arriba a abajo.
Ella realmente no sentía el dolor de su mano en su culo. Él no le estaba
haciendo daño en absoluto con sus pequeñas bofetadas. Él simplemente no era
capaz de hacerle daño. Físicamente, por lo menos.
No, el dolor que sentía era de Cole. Se filtraba de sus células, sus venas, de
su corazón al de ella.
143
su equipo con todo su corazón, que trata a completos extraños con respeto. —
Ella dio otro pequeño paso hacia él—. Sé lo que siento. Siento tu ternura innata.
Siento la pura comodidad de estar en tus brazos. Y sé que, sin duda, eres lo mejor
Página
que me ha pasado.
Sus ojos brillaron mientras ella le repetía sus anteriores, soñolientas
palabras. Sus barreras habían sido bajadas después de hacer el amor, tan diferente
de la gruesa pared a la que se enfrentaba esta noche.
—Veo lo que me dejas ver, Cole. Pero quiero ver mucho más. Quiero que
confíes en mí como yo he confiado en ti.
—Tú sabes de primera mano lo bien que puedo mentir, Anna. No deberías
confiar en mí. Ni por un segundo, cariño.
¿Se oyó a sí mismo llamarla cariño, incluso cuando estaba tratando de
apartarla por todos los medios? Ella le había dado su cuerpo. Ahora sólo quedaba
una cosa por darle.
Y aunque ella sabía que era eso precisamente contra lo que él estaba
luchando, no podía mantenerlo dentro.
No lo haría. No cuando él le había enseñado cómo tomar un riesgo, cómo
agarrar su mano y volar más alto de lo que nunca había pensado que podía.
—No soy un oponente que puedas derribar para sacarme de tu camino —le
dijo—. Si quieres tratar de apartarme, entonces es mejor que estés listo para que
empuje de vuelta. —Ella avanzó el resto del camino a través de la habitación,
dejando sólo un par de pasos entre ellos—. Pensé que era yo la que tenía que
aprender de ti. Pensé que yo era la asustada, que tú no tenías miedo de nada.
Pensé que sabías más que yo. Pensé que me ibas a enseñar maravillas y que yo
iba a aprender todo lo que pudiera. Pero sólo sobre el placer.
Ella se detuvo, le sostuvo sus ojos oscuros y peligrosos con los suyos. Ya no
estaba asustada.
A pesar de que su corazón estaba completamente en juego.
En cambio, la fuerza de sus sentimientos por el hombre del que ni en un
millón de años se le habría ocurrido enamorarse, le dio la fuerza que siempre
había estado buscando.
—Tú eres la única persona que alguna vez me miró y pensó que podría haber
una fuerza en mi interior. Tú eres el único que alguna vez me tomó la mano y me
ayudó a volar. —Extendió la mano hacia él—. Déjame hacer eso para ti, Cole.
Su rostro estaba completamente vacío de expresión y le costó mucho evitar
que su mano temblara, para no alejarse del mayor riesgo que jamás había tomado.
Le tomó más fuerza de lo que incluso sabía que poseía para mantenerse
firme, para reconocer que no podía obligarlo a sentir algo que no sentía.
Y aun así decir:
—Te amo.
145
Página
Capítulo 16
Traducido por IvanaTG y Apolineah17
Corregido por flochi
ansiar.
Sólo había un segundo deseo que quería concederle tanto. Hacer ese deseo
Página
***
Anna sintió la frustración de Cole como si fuera la suya propia. Nunca
aprendió a bloquear las emociones de otras personas, especialmente cuando se
preocupaba mucho por la persona que estaba sufriendo. Debería haber sido la
única en el dolor, la única que le dio amor y sólo consiguió agrado a cambio. Y sí,
una parte le dolía por eso.
Pero a pesar de sus temores, creció con una base de amor. Aunque sabía
que Cole siempre fue amado por su abuela, sospechaba que no había sido
147
nunca tuvo, sus manos dejando caer las de ella para sujetar sus caderas. Ella jadeó
cuando él le agarró bruscamente su trasero aún sensible, pero en vez de tirarla
hacia atrás, la sujetó con más fuerza, moviendo su sensible, casi dolorosamente
excitada carne contra su erección. La cubierta cremallera contra su clítoris la volvía
loca de deseo, pero fueron sus palabras:
—Tienes cinco segundos para venirte o sentirás mi mano en tu dulce culo
de nuevo. —Eso la hizo apretar su coño. Y, oh Dios, cómo resistió esos cinco
segundos, mientras él susurraba—: Cinco. Cuatro. Tres. Dos… —Deteniéndose
mucho más tiempo de lo necesario antes de decir—: Uno —ella no lo sabía.
Y entonces no estaba pensando más, no podía conseguir cualquier parte de
su cerebro que no estuviera conectada a trabajar en el sexo, porque la había
volteado hacia atrás, con una mano en su cabello para mantener su cara hacia
abajo contra el colchón, la otra empujando su vestido hacia arriba, sus bragas
hacia abajo. Luego, estaba levantando sus caderas de modo que estuviese de
rodillas y casi podía sentirlo, el dulce incendio de la palma de su mano a través
de su piel.
No ocurrió nada. El aire estaba quieto. Contuvo el aliento, luego tuvo que
dejarlo salir cuando ella no tenía suficiente oxígeno. ¡Zas!
Nada podría haberla preparado para la mano que descendía sobre su coño.
Gritó, el sonido más de placer que dolor, parcialmente devorado por el grueso
edredón. No había tiempo para acostumbrarse a las nuevas sensaciones
destruyéndola, no había tiempo para tratar de anticipar su próximo movimiento,
no había tiempo para entender el hecho de que se extendía por sus gruesos
dedos, que se impulsaban fuerte y duro dentro de ella.
Ella lo había pedido rudo y él le estaba dando las cosas que nunca había
sabido que quería, que nunca podría haber imaginado que necesitaba. Con cada
segundo que pasaba, la llevaba más alto, mostrándole algo nuevo y maravilloso.
Como ahora, con sus dientes contra la cruda y tierna piel de su trasero, su dedo
pulgar haciendo una fuerte y maravillosa presión contra su clítoris.
Los inicios de un clímax bajaban por su espalda, una pesada palpitación de
placer tras otra, construyéndose más lento que cualquier otro orgasmo que él le
había dado, pero con la promesa de ser mucho más grande, mucho mejor. Anna
se vanaglorió con el más profundo y oscuro placer que jamás había sabido que
era posible.
Y entonces, mientras sentía las caderas de Cole detrás de ella, su polla
empujándola a abrirse mucho más de lo que sus dedos lo habían hecho, mientras
su pecho cubría su espalda, mientras giraba la cabeza a un lado y su boca
encontraba la suya, Anna finalmente entendió lo que el amor podía hacer.
149
nuestra relación en secreto. —Su cálido cuerpo estaba contra el suyo, su barbilla
demasiado arriba para reposar en la parte superior de su cabeza—. Responderé
sus preguntas, cariño.
¿Cómo se había ido en espirales en tantas direcciones su única pequeña
mentira, no, su gran mentira, a su abuela?
—¿Cuándo es la entrevista?
—Esta noche. Seis en punto. En Max’s.
Tratando de actuar normalmente, se movió para recoger el cepillo, pero Cole
le ganó de antemano.
—Déjame.
Largas cepilladas la calmaron, la hicieron incapaz de apartar la mirada del
fuego en sus ojos.
Lo amaba. Pero él no la amaba.
Una cosa era tratar y esconder la verdad a la familia y amigos, fue más fácil
en algunas maneras por el hecho de que ellos verían lo que querían ver. Querían
creer que era la chica más afortunada del mundo por haber capturado el corazón
de Cole. Querían creer en el amor a primera vista.
Querían creer que una chica invisible como ella podría ser el todo de una
superestrella.
Pero a los extraños no les importaba su felicidad. Algunos estarían celosos,
los que soñaban con hombres como Cole. Muchos no lo creerían. Todos habían
visto el tipo de mujeres que generalmente elegía.
Ninguna de esas mujeres era baja con los dientes de abajo ligeramente
torcidos. Ninguna de esas mujeres caminaba con dos kilos adicionales en sus
caderas. Ninguna de esas mujeres era maestra de primer grado a quienes por lo
general les gustaba hablar con niños más que charlar con los padres.
Y ninguna de esas mujeres llevaba una aureola.
***
En el camino a su escuela, ninguna de ellos habló sobre lo que había
sucedido la noche anterior, o lo que le había dicho a él, y Anna, por su parte,
estaba agradecida por algo de tiempo para tratar de comprender la multitud de
maneras en que había cambiado su vida en tan poco tiempo.
Pero no solo su vida había cambiado. Ella había cambiado… cambiando un
151
***
Más tarde esa noche en Max’s, en el popular bar y restaurante de la ciudad
la gente alrededor de ellos se estaba riendo, tomando, coqueteando. Algunos
estaban jugando con sus celulares. Pero todos ellos tenían una cosa en común:
Todos estaban concentrados en Cole y Anna.
Luego de años en el foco, él estaba acostumbrado a ser el centro de la
atención en público. Pero Anna, su dulce Anna, no lo estaba. Era puro instinto
152
Sí, él le había dado placer, pero en el camino la había obligado a sacar las
habilidades que nunca debería haber necesitado saber. Mentir. Evadir.
Página
en marcha no está ni siquiera cerca de ser “sólo sexo”. Pero si eso no es suficiente
para ti, te vi con tu mamá. En la cocina de su casa.
Sus ojos se abrieron alarmados.
—¿Cuánto escuchaste?
—Lo suficiente como para estar orgulloso de la forma en que te defendiste
por ti misma.
Y por él. Ella podría no haberle dicho la absoluta verdad acerca de su relación
a todo el mundo esa noche, pero le dijo a su madre una verdad que había
guardado en su interior durante demasiado tiempo: acerca de lo sola que se había
sentido en su propia gran familia, rodeada de sus padres amorosos y hermanos.
Tan solitaria como él se sentía en su familia de dos.
—No ha existido una sola situación donde no te hayas desempeñado, no
importa que tan extraña fuera para ti, como la tribunas VIP o tratando con los
paparazzis. Por cierto, Julie y Melissa ya me dijeron que si alguna vez lo arruino y
me dejas, ellas te han de escoger por encima de mí.
Amó la pequeña sonrisa que ella le dio.
—Joder, esta noche durante la entrevista, tú estabas tan tranquila. La única
valiente protegiéndome. —Él levanto la barbilla de ella con un dedo—. ¿Me crees
ahora?
—Es sólo que nadie me había llamado valiente antes.
—Entonces ellos están equivocados. —Él no había olvidado ni una palabra
que le había dicho a él la noche anterior. Y ahora, él se las estaba devolviendo
todas—. Ellos son estúpidos. Y ciegos. Locura ciega.
—Locos —repitió ella, la misma palabra sin aliento con la misma necesidad
que lo estaba matándolo mientras estaban de pie en medio de su cocina.
Necesitaba estar cerca de ella, necesitaba saber que ella no estaba
equivocada acerca de donde pertenecía… a sus brazos.
—Sé que te prometí locuras, corazón. Sé que me dijiste la noche anterior
que te gusta rudo. Brusco. Y a mí también. Pero ahora todo lo que quiero es hacer
el amor con mi esposa.
Sus ojos se ampliaron ante la selección de palabras. Él nunca había dicho
eso de hacer el amor antes, no tenía permitido dejar salir esas palabras de él.
—Me haces un mejor hombre —le dijo a ella, su voz ronca con necesidad. Y
emoción.
—Te amo, Cole.
Él la recogió en sus brazos, besándola incluso cuando caminaba a través de
la habitación hacia las escaleras, su corazón golpeando fuerte con cada paso. No
157
Nunca nadie excepto Cole la había mirado con tan potente deseo. Pero ella
había visto ese deseo antes.
Esta vez fue la emoción en sus ojos oscuros que capturó lo que quedaba de
su corazón.
No había dicho las dos palabras que ella le había dicho, no se había puesto
de rodillas para declarar algo eterno. Pero no necesitaba que lo hiciera.
Porque podía verlo en sus ojos, podía sentirlo en la presión de sus labios en
un beso que no tenía nada que ver con el sexo… y todo que ver con el amor.
Amor.
—Dulce Anna. —La tendió en el medio de su gran cama, mirándola fijamente
con tal calor. Con tal necesidad.
Con tanto amor. Amor.
—Mi dulce Anna.
Con el deseo de que la tocara llevándola al límite, dijo:
—Necesito amarte, Cole. —Alargó la mano hacia él, desesperada por su
toque. Por su amor—. Por favor, déjame amarte.
Y entonces estuvo justo ahí, su peso deliciosamente duro encima de ella. Lo
besó con deseo voraz, enrolló sus piernas alrededor de las suyas para jalarlo aún
más cerca, corcoveando sus caderas contra la dura presión de su erección.
—Despacio, bebé —dijo él contra sus labios cuando finalmente se liberó. Su
lengua se deslizó provocativamente a lo largo de la comisura de ambos labios y
tuvo que lamerla—. Así es cómo vamos a ir esta vez. Lenta y suavemente. Tan
lento. Tan bueno.
No sabía a quién estaba tratando de convencer, si a ella o a sí mismo. Pero
158
sabía lo cerca que estaba de perder la cabeza, con nada más que con su beso… y
sus suaves y dulces palabras susurrando directamente a su corazón.
Página
Ella cubrió sus manos con las suyas, sonriendo cuando le ayudó a deshacer
el cierre. Pero entonces su sonrisa se desvaneció mientras arqueaba la espalda
para obligar a sus pechos a estar más cerca del calor de su boca.
—Podría simplemente parar aquí —dijo, entre decadentes sorbos contra la
carne hinchada, las puntas duras tensándose debajo de su lengua seductora—,
simplemente podría pasar el resto de la noche sin hacer nada, excepto lamiendo
y chupando tus tetas.
Olas de placer estremecieron todo su coño, su clítoris palpitando como si la
estuviera chupando allí.
—Simplemente podría seguir amándote así hasta que te vinieras para mí.
Su amenaza sensual —¿o era una promesa?— envió otra oleada de
excitación a través de ella. Su boca ardía caliente sobre sus pechos, lavándola con
su lengua, haciéndola gritar de placer cuando sus dientes rasparon a través de su
carne hinchada.
—Eso es, dulce chica. Así es como quiero que te sientas cuando te toco.
Ahora. Siempre.
Su mano grande se aplastó contra su vientre y ella presionó sus caderas
hacia arriba, contra sus dedos. La succionó de nuevo, causando que los
incontrolables temblores se hicieran cargo de sus músculos, sus extremidades. Y
luego su mano estaba moviéndose hacia abajo, debajo de la parte inferior de su
vestido que aún la estaba cubriendo y abrió los muslos ampliamente, en una
súplica silenciosa para que la tocara. En lugar de deslizarse en sus bragas, la
ahuecó entre sus piernas.
—Puedo sentir lo mojada, lo hinchada que estás para mí, incluso a través de
la seda.
Apenas estaba logrando asimilar sus bajas palabras mientras hablaba en
contra de la curva de sus pechos, cuando mordisqueó su pecho. Tal vez fue el
dulce destello de dolor que cortó el hilo final que la estaba sosteniendo en la
realidad. O tal vez fue la forma en que lamió la pequeña abrasión tan suavemente,
tan amorosamente que la hizo gritar su nombre mientras la parte más baja de su
vientre se apretaba, amenazando con hacerse añicos. O tal vez fue el mirar hacia
abajo y ver la oscura cabeza inclinada sobre sus pechos, que envió su orgasmo a
través de ella, desde el vértice de sus muslos hasta llegar a los dedos de sus pies
y las puntas de ellos y todo en el medio.
—Anna. Dulce Anna. Me encanta escucharte venir. Verte venir. Sentirte venir.
Sólo el sonido de su voz fue suficiente para mantener a su orgasmo yendo
en espirales sin parar, hasta que estaba luchando por respirar, orando que el
oxígeno llenara sus pulmones vacíos.
160
—Pensé que estabas bromeando —admitió cuando por fin pudo hablar de
nuevo—. No sabía que podía venirme de esta manera.
Página
—Va a pasar de nuevo. Puedo prometerte eso. Pero la próxima vez vamos a
llegar allí solo con estos. —Presionó besos suaves contra sus pechos, primero uno
y luego el otro, y su gemido apagado sonó en la habitación—. Quitémoste todo
esto de encima.
Sus palabras eran firmes, su rostro concentrado, pero sus manos lo
traicionaron, el ligero temblor que nunca pensó ver en el hombre increíblemente
fuerte con el que se había casado.
No debería tener sentido que desnudarla fuera una cosa tan importante. No
cuando la había tenido desnuda tantas veces antes, no cuando la había tenido
atada, no cuando había jugado con juguetes sexuales con ella, no cuando ella lo
había tomado en su garganta y tragado su corrida. Pero nunca la había mirado
así. Incluso cuando la lujuria estaba desgarrándolos, siempre había habido una
barrera. No sólo la de él, se dio cuenta con sorpresa, si no la de ella también.
Porque incluso mientras ella estaba enamorándose de él, había estado
asustada. Conteniendo si no su corazón, entonces el último pedazo de su alma.
Esta noche, él estaba reclamando cada parte de ella, por dentro y por fuera.
—Todo de mí —susurró cuando él bajó la mirada hacia su piel desnuda—.
Quiero que tengas todo de mí.
Un sonido —mitad gruñido, mitad gemido— retumbó desde su pecho y
sobre ella, pero antes de que pudiera alcanzarlo y exigir el beso que tan
desesperadamente necesitaba, su rostro estaba entre sus piernas, con sus muslos
abiertos sobre los hombros de él.
—No he pasado suficiente tiempo aquí, no he probado tu dulzura lo
suficiente —se lamentó mientras miraba sus húmedos pliegues con algo parecido
al asombro embelesado—. Mi maldita polla simplemente va a tener que aprender
a compartir.
No debería ser capaz de sentir una emoción tan profunda, un deseo tan
poderoso y todavía reír.
No habían llegado a ninguna de estas cosas juntos antes. Pero Cole tocó
cada parte de ella: La parte que quería reírse. La parte que quería amar. La parte
que quería follar como una mujer salvaje.
—¿Te estás riendo de mí, dulce chica?
Su lengua se enroscó alrededor del capullo apretado de su clítoris antes de
empujar entre sus labios, y entonces sus dedos se unieron a su lengua,
manteniéndola abierta, deslizándose dentro de su centro adolorido.
Se arqueó en su boca, sus dedos, abriéndola más amplio, tomándolo más
profundo. Y a pesar de todo, estaba sonriendo, tan feliz que pensó que podría
estallar.
161
—Tienes razón. —Y se movió hacia arriba y sobre ella tan rápido que apenas
tuvo tiempo suficiente para lamentar la pérdida de su lengua contra su clítoris.
¿Cómo podía extrañar eso cuando él estaba presionando la gruesa cabeza de su
erección entre sus pliegues resbaladizos?
—Mañana. —Apoyándose sobre sus codos, acunó su rostro en sus manos.
Con su boca a un aliento de la de ella, dijo—: Te amaré lento y tranquilo mañana.
Empujó hasta el fondo dentro de ella en el mismo momento en que sus
labios se tocaban. No importaba que hubiera detonado hace pocos minutos, que
debiera haber estado saciada. De hecho, su orgasmo anterior sólo parecía hacerla
más sensible, más receptiva. Y cuando su lengua se encontró con la suya y la besó
como si nunca tendría suficiente de ella, se corrió por completo. De nuevo.
Sólo que esta vez, no era sólo su placer el que estaba liberando. Estaba allí
con Cole en cada embestida, en cada estocada, en cada gemido, sintiendo su
clímax como si fuera el suyo propio.
Al igual que su amor por él significaba que voluntariamente tomaría su
dolor, ahora se daba cuenta de que siempre compartiría también su placer.
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Página
Capítulo 19
Traducido por mapu y Apolineah17
Corregido por veroooel
Cole era un maestro en atraer la atención. Incluso cuando era niño, había
sido capaz de olvidar todo menos el juego. No importaba qué más estuviera
pasando en su vida, siempre que estuviera en el campo, estaba bien.
Había estado fuera todo el maldito día.
Tan lejos que los chicos no sólo le estaban dando miradas confundidas,
podía ver a un par de los novatos, hambrientos por la oportunidad de brillar en
el equipo, hablando de él. Al infierno si ellos tomaban su posición.
Corrió más rápido. Abordó más fuerte. El dolor físico no significaba nada
mientas trabajaba en recuperar una de las cosas que siempre había dado por
hecho.
Pero permanecía fuera de sus manos
El entrenador de apoyadores tuvo que empujarlo fuera del campo.
―Hora de irse.
Cole miró hacia arriba, observó que el campo estaba casi vacío. Únicamente
Ty estaba aún ahí afuera, practicando cómo golpear sus objetivos.
―Pero si quieres correr más alrededor de las marcas de formación, Cole, soy
feliz de quedarme un poco más.
Mierda. No quería practicar ahora. Pero Joe tenía un nuevo bebé en casa y
sabía que quería estar ahí con su familia. No afuera en el campo con algún
apoyador mal de la cabeza que no sabía en qué dirección levantarse.
—No, estoy bien. ―No pudo dejar pasar el alivio en los ojos del otro
hombre.
Ty caminó dentro del vestuario justo cuando Cole dio un paso dentro del
chorro caliente de la ducha.
163
―Jódete, Ty.
Había pasado algunas de sus mejores noches con el chico, celebrando los
grandes triunfos con hermosas mujeres, pero no significaba que quería sentarse
ahí en toalla y compartir sus sentimientos.
—Planeo hacerlo hoy con mi esposa. —Ty frotó la toalla contra su cabello,
antes de enredar la toalla alrededor de su cintura—. Julie me contó que conociste
a Anna en Las Vegas, pero le dije que no podrías haber encontrado una chica
buena como ella en medio de la ciudad del pecado.
Cole se giró hacia su ex amigo con una mirada asesina en sus ojos.
―No estarás capacitado para follar con tu esposa en un futuro cercano si no
eres cuidadoso.
No viéndose asustado en lo más mínimo, Ty metió la mano en su casillero,
dándole realmente la espalda a Cole.
—Julie también dijo que estuviste con Anna por meses. Saliendo en secreto.
—Se giró, sosteniéndole a Cole una mirada conocedora—. Eres un saco de
mentiras de mierda, ¿no es cierto? Tu juego fue diferente este domingo. No malo,
sólo diferente. Como si el fútbol ya no fuera la única cosa que te preocupara.
Cole tensó su puño mientras se preparaba para darle un puñetazo a la
engreída cara de Ty, difícilmente eso lo haría menos atractivo. No es que a Julie
le interesara. De todas maneras aún amaría al bastardo.
Justo como Anna lo amaba a él. Y la última noche, en vez de mantener sus
sentimientos encerrados como le hubiera gustado, se había entregado. Y la amó
de vuelta. ¿Qué mierda había hecho?
Era un hombre con bastante oscuridad en su alma para influir sobre su
inocencia. El pensamiento de Anna despertándose un día y preguntándose, “¿Por
qué lo amaba?” o dándose cuenta de que sólo era el buen sexo y la emoción del
momento que la habían hecho pensar temporalmente que lo amaba, matándolo.
Anna no estaba interesada en su dinero, en su fama. Estaba preocupada por
su familia, sus amigos y los niños de la escuela. Mientras, en su corazón, él sabía
que había vivido totalmente una vida egoísta, y disfrutado todo lo que quiso.
Las probabilidades eran que un día se iba a levantar y se sentiría atrapado.
Y entonces cuando se sintiera atrapado, actuaría estúpidamente. No quería
prometerle a algo que no podría entregar. La fidelidad nunca había sido su punto
fuerte. Razón por la que nunca se había limitado a sí mismo a una sola mujer y
definitivamente nunca le había hecho el amor a una antes. Era el por qué nunca,
ni una vez, se había dejado involucrar con una buena chica.
Hasta Anna.
―Mira, Cole, sé que estabas luchando por salir hoy. Ahora sabes lo que el
164
amor puede hacerte. Joderte en poco tiempo. Pero entonces un día te darás
cuenta que realmente eres mejor que eso. Entonces, ¿qué te parece si me cuentas
Página
***
Cole entró en una escena de la fantasía de todo hombre. La cena estaba
sobre la mesa y Anna estaba sentada en su asiento usando nada más que una de
sus corbatas y tacones de aguja, con sus piernas sobre la mesa, con los tobillos
cruzados.
—Bienvenido a casa, cariño. ¿Cómo estuvo tu día en la oficina?
Su esposa —su oh-tan-bella esposa— estaba sonriendo y sexy, pero
también tímida y nerviosa. Y tan dulce que no podía creer que fuera suya. Por
ahora.
Cruzó la habitación, se puso de rodillas delante de ella. Levantando sus
piernas de la mesa, las puso a ambos lados de su rostro.
—Mucho mejor ahora.
Bajó la boca hacia su dulce coño y las manos de ella cayeron desde donde
habían estado cubriendo sus pechos, esa combinación de pecado e inocencia que
volaba su cabeza en pedazos cada vez que la miraba.
Cada vez que la amaba.
Y cuando gritó ante el toque más mínimo de su lengua sobre su clítoris, tan
167
mojada y lista para él, tuvo que tirar de ella hacia el suelo con él, tenía que estar
dentro de ella cuando se viniera.
Página
Muy conocido entre las groupies del fútbol por su capacidad de resistencia,
Cole no tenía la opción de durar más tiempo que Anna. Y mientras se corría dentro
de la suave y dulce mujer montada en su regazo, se reconoció a sí mismo como
el tonto que era después de lo que le había dicho a Ty.
Cole había encontrado algo especial en Anna.
Ahora sólo tenía que esperar que una estúpida y obstinada conversación no
saliera a la luz… y rezar para que no se fuera todo al infierno.
168
Página
Capítulo 20
Traducido por magdys83 e IvanaTG
Corregido por veroonoel
Anna nunca se había sentido tan bien. O tan feliz. Tan increíblemente feliz
que algunas veces estaba segura de que debía estar soñando, que iba a despertar
uno de esos días y darse cuenta de que Cole no era real, que se lo había inventado
para ser su hombre perfecto. Fuerte, dominante, sexy, y sin embargo tan cariñoso,
tan cálido, tan maravilloso.
Ninguno de ellos tenía que levantarse temprano un sábado por la mañana
y por primera vez desde que llegaron a casa a San Francisco, habían tenido la
oportunidad de tener relaciones sexuales sin prisas en la mañana. No, pensó ella
con una sonrisa mientras se metía más profundamente en las sábanas, que no
había habido nada particularmente despreocupado al respecto.
Estaban demasiado calientes entre sí para prolongarlo sin entrar en
combustión en los brazos del otro.
Y la cosa era que Anna había tenido suficiente sexo despreocupado antes de
Cole. Le encantaba el sofoco de la atracción, le encantaba cuán indefensa era para
su deseo.
Porque eso es lo que Cole era para ella. Una droga deliciosamente sensual
que saturaba su sistema.
Ansiaba su toque. Su calidez. Sus palabras susurradas sobre su piel. Desde
el primer momento en que la había besado, había estado perdida, sin ningún
deseo de ser encontrada.
Una y otra vez, había olvidado protegerse contra el embarazo cuando hacían
el amor. Pero en lugar de estar preocupada, en lugar de preguntarse cómo podría
haberse dejado llevar, se encontró notando la sensibilidad en sus pechos y
preguntándose si tal vez, sólo tal vez, en nueve meses estaría viendo los ojos de
Cole en una niña o un niño.
Todo lo que alguna vez había deseado estaba haciéndose realidad, cosas en
169
imposibles.
—También te amo.
Página
nos conocimos o por qué nos casamos. Lo único que es verdad es lo mucho que
te amo.
Página
quiero el divorcio.
No podía mirarlo, no podía soportar la idea de ver su reacción mientras
Página
***
—Hola, mamá.
Anna estaba sentada en el asiento trasero de un taxi camino al aeropuerto,
Cole los seguía de cerca en su auto. No le había dicho ni una palabra al salir de la
ducha y aunque apenas le había sacado sus ojos de encima hasta que llegó el taxi,
no la habría presionado.
Había abierto el artículo en su teléfono al minuto en el que había subido al
taxi. Cada palabra que Cynthia había escrito —sobre cómo Cole y ella habían
parecido un cuento de hadas cobrando vida, sólo para darse cuenta de que, por
desgracia, su relación realmente era demasiado buena para ser verdad— había
arrancado otro pedazo del corazón de Anna. Ahora, mientras su madre derramaba
simpatía en la línea inalámbrica, otra ola de dolor se apoderó de ella.
—Lo siento —le dijo en voz baja a su madre—. Nunca debí haber mentido.
Sobre todo cuando sabía desde el principio que no todo estaba bien. —Había
evitado a propósito ver o hablar con sus padres y hermanas durante la semana
porque no había querido enfrentarse a la verdad. No había querido ver que se
estaba comportando como una loca.
No una loca buena, lo que sea que había pensado que era eso. Una loca
mala.
173
Cole? No la había obligado a hacer nada, no la había retenido con una pistola en
la cabeza y la había hecho decir las cosas que le había dicho a su familia, amigos
y a la periodista.
Justo como le había dicho, todo lo que había hecho, todas las mentiras que
había dicho, había sido en última instancia su elección. Estaban totalmente en su
propia cabeza. Sopesando en su vientre.
Creando agujeros en su corazón.
—No —dijo a su madre—, no culpes a Cole. Estaba haciendo lo que creía
que era correcto para su abuela enferma. Casarse conmigo era lo que pensaba
que tenía que hacer para hacerla feliz.
El taxista giró un poco la cabeza como si estuviera tratando de escuchar la
respuesta de su madre.
Francamente, a Anna ya no le importaba. Todo el mundo sabía lo idiota que
había sido.
Todo el mundo sabía que se había enamorado de un hombre que no la
amaba de la misma manera.
—No estoy poniendo excusas por él —dijo—. Lo que finalmente estoy
haciendo es decir la verdad.
Sería tan fácil caer en los consoladores brazos de su madre, dejar que sus
hermanas se reunieran a su alrededor, dejar que todas crucificaran al hombre con
el que se había casado. Tan fácil.
Y tan falso.
—Cometí un error, mamá. Y sobreviviré.
De algún modo, de alguna manera, había resuelto cómo recoger los pedazos
y seguir adelante con su vida. Un día la gente dejaría de sentir lástima por ella. Un
día encontraría a otro hombre para salir, casarse, amar. Y un día se iría a la cama
y se daría cuenta de que no había pensado en Cole por minutos. Incluso horas.
Pero justo en ese momento, justo cuando pensaba que por fin se estaba
diciendo a sí misma la verdad, cometió el error de mirar por el espejo retrovisor.
—Prométeme que lo recordarás, cariño. No importa lo que pase. Prométeme
que no olvidarás que te amo.
Oh Dios, no lo había olvidado. ¿Cómo podría, cuando sus declaraciones de
amor todavía sonaban en sus oídos, cuando todavía podía sentir la dulzura de su
tacto en toda la superficie de su cuerpo?
Pero aceptar el amor de Cole no era sobre recuerdos. Era sobre confianza.
Y confianza era algo que no tenía.
174
***
Página
Cole quería golpear los dientes de cada persona que los miraba fijamente
mientras caminaba con Anna por el aeropuerto. Después de que había insistido
en tomar un taxi, en lugar de conducir con él al aeropuerto, había pensado que
trataría de dejarlo atrás una vez que llegaran adentro. Pero cuando se la encontró
en el puesto de control de seguridad, ella esperó silenciosamente a que se pusiera
sus zapatos y se acercaron juntos a la puerta de embarque.
No parecía enojada. No se veía como si estuviese a punto de llorar.
Simplemente no parecía que le importara nada de cualquier manera. Eso fue lo
peor de todo, Cole se dio cuenta mientras caminaba por el aeropuerto a su lado:
Su resplandor se había ido.
Y era su culpa.
Quería ponerse de rodillas y suplicar su perdón. Quería mantenerla quieta
frente a él hasta que accediese a escucharlo. Quería besarla hasta que creyese que
la amaba.
Pero estaban en la plataforma, por lo que no podía hacer ninguna de esas
cosas. Lo único que podría hacer era dejar perfectamente claro para cada persona
observando que si se atrevían incluso a decir una palabra a cualquiera de ellos, o
tomar una fotografía con un celular, lo lamentarían profundamente.
Mierda. No soportaba ese silencio. No soportaba saber cuánto lo odiaba
Anna. No soportaba saber cuánto se lo merecía.
Sacó su teléfono, escribió un mensaje de texto. Oyó un zumbido en su bolso
y pensó por un minuto que lo ignoraría. Pero luego metió la mano en su bolso.
TE AMO. POR FAVOR, PERDÓNAME.
Pasó el dedo por la pantalla táctil y borró su mensaje, después dejó caer el
teléfono en su bolso, su expresión no cambió ni una vez.
Lo que más le dolía era estar tan condenadamente cerca de Anna, teniendo
un centenar de cosas que quería decirle, y sabiendo que no escucharía ninguna
de ellas.
Ella se alejaría antes de que tuvieran la oportunidad de ver lo que podría
haber sido.
Y nunca creería que la amaba.
175
Página
Capítulo 21
Traducido por LizC y veroonoel
Corregido por flochi
sueño de hacer una carrera en el fútbol. Pero otras veces, se mete una idea en la
cabeza y la sigue en línea recta hasta un callejón sin salida. —Para sorpresa de
Anna, la mujer sonrió—. ¿Alguna vez te dijo acerca de la primera vez que fui a
Página
***
—Nunca me perdonaré por lo que te hice, abuela. —Un destello de dolor lo
atravesó—. Y a Anna. —La abuela de Cole le tendió la mano, tan suavemente,
como si él fuera el que estuviera en la cama del hospital—. Tomé su inocencia y
la rompí en dos.
—Estoy enojado contigo, Cole. Anna está enojada contigo. —Su abuela hizo
un gesto hacia la pila de papeles sobre su mesa auxiliar—. El mundo entero está
enojado contigo. Seguramente tienes mucho que explicar y humillación por hacer.
Pero la ira se desvanece.
—No me importa lo que piense el resto del mundo. —Y era verdad, nunca
lo hizo. Era lo que le había hecho impenetrable—. Sólo me preocupo por ti… —
Su garganta se tornó casi demasiado apretada al decir—, y Anna.
—Todavía te quiero, cariño. Y la última vez que vi a alguien tan lleno de amor
como Anna, estaba viendo a los ojos de tu abuelo. Tu padre amaba a tu madre de
esa manera, también. Todo el tiempo. Sin retener nada. Sin importar lo que pase.
—La hice mentir por mí.
—Cole. —Su nombre era una advertencia en los labios de su abuela—. No
sigas con la mentira. No siguas metiéndote en problemas. Sí, te has beneficiado
de las mentiras. Pero ella también lo hizo, de lo contrario no habría seguido
adelante con ello.
Pero el hecho de que Anna había hecho sus propias decisiones no cambiaba
el hecho de que él estaba arruinando su vida, que había seguido y hecho todo en
el lapso de una corta semana.
—Tengo que dejarla ir para que ella pueda tener una vida normal, casarse
178
—Sé que piensas que has roto su corazón. Pero son algunas grietas, eso es
todo lo que hay en ella en este momento. Si realmente quieres verlo roto,
entonces sigue adelante y deja que un hombre mejor la tenga. Pensé que eras
más inteligente que esto, Cole. —Su abuela no había hablado con él de esta
manera desde que lo rescató de la cárcel en su primer año en la universidad—.
¿De verdad no ves que todo tu futuro está en Anna? ¿De verdad vas a solo parar
y tirar todo por la borda? Has luchado antes, cariño. Lucha de nuevo. Lucha como
el infierno para arreglar lo que has hecho mal. Y cuando vuelvas al camino
correcto, ni se te ocurra mirar hacia atrás. Sólo hacia adelante.
Palabra por palabra, era lo que le había dicho cuando tenía diecinueve años.
¿Cómo podía haberlo olvidado?
Jugar al fútbol había sido importante, le había dado un propósito, una razón
para sentirse bien consigo mismo en la mañana. El fútbol había sido algo más que
su medio de vida, había sido su todo.
Pero podría jugar mil partidos más, podría seguir levantándose por la
mañana, seguir depositando esos grandes cheques en su cuenta bancaria, y no
importaría. No sin Anna. Porque ella era su todo.
Y él iba a recuperarla. De cualquier manera, de alguna forma, él iba a
convencerla que tenía que estar con él.
Cuando alguien llamó a la puerta, Cole miró esperando ver a Anna, y se
sorprendió al ver al médico con ella.
Por favor, Dios, no. No esto también.
Cuando su abuela lo había estado sermoneando, tratando de meter algo de
sentido en su cabezota, casi había olvidado que estaba enferma. Ella se veía y
sonaba igual que la mujer de hace quince años que le había retorcido la oreja y
le dijo:
—No la jodas otra vez.
—Señor Taylor, pensé en traer a su esposa de vuelta para así poder dar a
toda la familia la noticia al mismo tiempo. —Cole apenas pudo procesar la sombra
de una sonrisa en los ojos del doctor—. Eugenia, eres una mujer extraordinaria.
Su abuela le lanzó una mirada de triunfo.
—Siempre le he dicho eso a mi nieto.
—Y siempre lo he sabido. —El interior de Cole estaba tan jodido ahora que
sus palabras sonaban como gravilla raspando la parte inferior del zapato.
—Lo siento, no es justo de mi parte sacarlo así. Es sólo que es tan divertido,
uno de los mejores momentos de mi trabajo en realidad, el entregar una buena
noticia.
179
Cole casi disparó fuera de su asiento para agarrar al médico y sacarle el resto,
pero un pequeño sonido de Anna lo distrajo, y lo tuvo mirándola a ella en su
Página
lugar. Sostuvo una mano sobre su corazón, la otra envuelta con fuerza alrededor
de la mano de su abuela.
—Tendremos que hacer más análisis de sangre, pero con base en los análisis
que hicimos anoche, creo que nos dirigimos fuera del peligro. Esperemos que
para siempre.
Cole podría haber jurado que las nubes se abrieron fuera de la ventana, que
la luz del sol entraba a la sala justo cuando su abuela gritaba como solía hacerlo
en los casinos cuando conseguían un gran ganador en las máquinas
tragamonedas, tan feliz por un extraño como si ella se hubiera llevado el premio
mayor.
El rayo de luz iluminó a Anna y fue golpeado por su belleza por centésima
vez. Su inocencia. La bondad pura que irradiaba de su núcleo. Y mientras se
encontraba con sus ojos y sonreía para celebrar la victoria de su abuela, ahí fue
cuando su esposa finalmente se permitió llorar. No porque recién le había roto el
corazón.
Sino porque la mujer que había conocido tan solo una semana atrás podría
no morir después de todo.
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Página
Capítulo 22
Traducido por IvanaTG, veroonoel, HeythereDelilah1007 e Itorres
Corregido por flochi
Cole tenía que jugar un partido el domingo, pero no era el único que odiaba
la idea de dejar de nuevo a su abuela tan pronto, sobre todo cuando había tan
buenas noticias para celebrar.
Anna apenas conocía a su abuela, pero se encontraba tan feliz por la noticia
de su recuperación como habría estado cualquiera de los amigos cercanos de
Eugenia.
Por primera vez, Cole estaba malditamente alegre por la pequeña habitación
del hospital. Porque eso significaba que Anna se hallaba cerca de él. Eso
significaba que podía empaparse de su belleza. Eso significaba que podía
escuchar la dulce conversación con su abuela. Eso significaba que podía
impregnarse de su risa por un poco más de tiempo.
Aun así, todo el tiempo que los tres estuvieron juntos allí, Anna ni una sola
vez habló con él.
O mirado directamente a los ojos. Estaba totalmente enfocada en Eugenia.
Sólo salió de la habitación del hospital una vez para hacer una rápida excursión.
El taxi esperaba fuera del hotel con el paquete, un regalo para Anna, uno que
esperaba que amara.
Después de reservar el último vuelo para salir de la ciudad, se subieron en
un taxi. Podía notar que no le diría nada más en el viaje a casa, de lo que había en
camino a Las Vegas.
—Yo, eh, recogí algo para ti.
Su expresión se hizo aún más fría.
—Ya te lo dije, no quiero tus sobornos.
—Te escuché, Anna. Juro que escuché cada palabra que dijiste. —Levantó el
bolso de transporte que esperaba en el piso del taxi, a sus pies—. No es joyería.
181
Pero él abrió el cierre del bolso, lo suficiente para que una húmeda nariz y
lengua lamiese en su mano. Y luego, justo como sabía que ella lo haría, estaba
sacando al perro fuera de su hogar temporal y abrazando a la bola de pelo. No
soltó al perro por el resto del trayecto en taxi, sostuvo de cerca el bolso de
transporte a lo largo del aeropuerto, y constantemente comprobaba al perrucho
debajo del asiento frente a ella durante el viaje a casa.
Amó la pelota de siete kilos de pelaje con todo su ser desde el momento en
que la lamió. Ese podría haber sido yo.
Pero él era un idiota que no la merecía. Incluso ahora, en vez de finalmente
dejarla ir para reconstruir la vida que había desgarrado, todo lo que quería Cole
era mantenerla como rehén en la limusina y llevarla de vuelta a su casa. En todo
lo que podía pensar era encontrar alguna manera de convencerla de que
realmente lo lamentaba.
Y que realmente la amaba.
Pero recordó aquel primer paseo en limusina desde el aeropuerto de San
Francisco, la manera en que no le había preguntado si iría con él a su casa. Lo
había exigido, como si opinión no hubiera importado. Ahora sabía que su opinión
importaba más que cualquier cosa.
—¿A dónde quieres que te lleve James?
Lo miró con sorpresa, pero la expresión desapareció tan rápido como había
llegado.
—Casa. Mi casa.
Dando la vuelta para mantener la puerta abierta para Anna, James miró a
Cole como si fuera mierda de perro en la suela de su zapato. Su asistente esperó
hasta que ella estuvo a salvo dentro y la puerta estuvo cerrada para decir:
—Eres un idiota. Un maldito y completo idiota.
James no esperó una respuesta, solo se fue a la parte delantera del auto y
se deslizó detrás del volante. Con la esposa de Cole en el interior del auto con él.
Una actitud posesiva lo agarró con fuerza y estaba envolviendo sus dedos
alrededor de la manija de la puerta para sacar a su esposa de la limusina, para
trabajar como el infierno para convencerla de venir con él a su auto, para tratar y
conseguir su perdón y que le diera una nueva oportunidad, cuando James apretó
el acelerador y la limusina se alejó tan rápido de la acera que casi arrancó la mano
de Cole.
—¡Mierda!
Cole se fue a través de los carriles de las llegadas en completa velocidad,
esquivando cada auto como si estuviera en el campo en lugar de un aeropuerto
182
lleno de gente, hasta que encontró su auto. Saltando dentro, aceleró hacia la
salida con la puerta de su auto aún abierta, apenas cerrándola a tiempo para evitar
romperla con un pilar de cemento. Lanzó un billete de cien dólares al cobrador y
Página
***
Dobló en su calle justo cuando James estaba bajando los escalones hacia la
limusina.
Estacionando en doble fila, sin importarle una mierda si era remolcado o
incluso si incluso lo demolía otro auto, Coles saltó fuera. Apenas oyó a James
decir:
—Lo juro por Dios, debes ser el mayor maldito idiota que he conocido. —
Apenas vio a los fotógrafos tomando imágenes fuera mientras pasaba corriendo
al lado de su asistente y subía las escaleras.
Orando que aún no hubiera cerrado con llave la puerta principal, sabiendo
que era tan confiada que a veces se olvidaba, la empujó. Y se abrió.
Anna levantó la mirada desde el lugar donde estaba arrodillada recogiendo
la correspondencia, el perro durmiendo en su bolsa de viaje en la mesa del
vestíbulo. En ese momento, tomándola completamente fuera de guardia, Cole
creyó ver algo en sus ojos que había estado escondiendo de él todo el día. Amor.
—Anna, necesitamos hablar.
Se puso de pie, dejando la correspondencia en el suelo, su sedoso cabello
oscuro que caía por sus hombros, sus largas pestañas casi protegiendo sus ojos
oceánicos de él. Era tan hermosa que simplemente mirarla hizo que su pecho
doliera con cada aliento que tomaba.
—No quiero hablar.
Se movió hacia él y esperó que lo abofeteara, que le gritara por haber
arruinado su vida, que le dijera que se fuera a la mierda de su casa y de su vida.
En su lugar, sus manos fueron hasta el borde de su camisa, tirando de ella hacia
arriba.
Más confundido que nunca, Cole no podía pensar lo suficientemente rápido
como para detenerla de arrastrarla hasta sus axilas. Y con las uñas rastrillando
sobre su pecho, era -instintivo levantar sus brazos por encima de su cabeza para
que pudiera sacarla.
183
—Lo sé.
Desató el lazo en la parte delantera de su vestido y un segundo después se
lo pasó por su cabeza y lo tiró al suelo.
—Anna. —Puso sus manos en sus hombros, lo suficientemente estúpido
como para arriesgarse a tocarla cuando estaba de pie allí casi desnuda y tan
hermosa que no podía creer lo que veía, sin importar cuántas veces la miró—. No
quieres hacerme el amor. Ahora.
Odió la forma en que se estremeció ante la palabra amor, lo odió aún más
cuando ella dijo:
—Me enseñaste demasiado bien, Cole, me enseñaste a no pelear lo que
realmente necesito. —Tan cierto—. Y te necesito. Aquí. Ahora. Así.
Sus manos fueron a su cinturón, desenganchándolo, y él trató de detenerlas
con las suyas, pero ella estaba concentrada, con el cien por ciento de intención
de bajar su cremallera.
—Anna, nena —dijo, arrastrando las palabras de su propia garganta—,
escúchame. Necesitamos detenernos antes de que hagas algo que realmente no
quieres hacer.
El dolor en sus ojos le rompió el corazón mientras decía:
—Creía que eso era cierto. Toda mi vida me he dicho que no quería esto. —
Arrastró sus jeans hacia abajo y su erección no se pudo contener sobresaliendo
hacia ella a través de la fina tela de sus bóxers azul marino—. Me estaba
mintiendo. Me enseñaste todo sobre las mentiras.
Se dejó caer de rodillas e intentó de nuevo, trató de detenerla de hacer algo
por lo que lo odiaría para siempre.
—Cariño, no tienes que hacer esto.
Levantó la mirada hacia él, firme.
—Sí. —Su lengua se deslizó en una húmeda caricia sobre la cabeza de su
polla abultada y no pudo detener la irrupción de su excitación en sus labios—. A
pesar de que has roto mi corazón, necesito esto.
Sus palabras lo rompieron. No estaba diciendo que lo necesitaba. Sólo que
era adicta a explorar la profunda sensualidad que él había ayudado a encontrar.
Pasó sus manos sobre su estómago, sus músculos apretados bajo su suave toque.
—Esa primera noche en Las Vegas abriste la puerta a una parte de mí que
estaba negando.
Chupó la cabeza de su polla, girando su lengua a su alrededor. Cuando se
alejó había lujuria en sus ojos, y tanto dolor sombrío que todo lo que Cole quería
184
hacer era tomarla y atraerla contra su pecho y no dejarla ir hasta que se hubiera
ido.
Página
detenido.
Un hombre bueno habría sabido que besos como esos sólo podrían
Página
Qué idiota había sido. Porque Anna nunca había sido un juego, no desde el
primer momento en que la había visto a través de una habitación llena de gente.
Página
con ellos. ¿No ves que todo tu futuro está en Anna? No tires todo por la borda.
Has luchado antes. Lucha de nuevo. Lucha como el infierno para arreglar lo que
has hecho mal.
—Por favor, Anna —dijo él, sus cuerpos todavía conectados—. Por favor
dame otra oportunidad. Sé que te mereces a un hombre que no haya mentido,
engañado y robado. Sé que te mereces a un hombre que no rompa huesos para
ganarse la vida. Pero Anna, que ¿no puedes ver que yo soy el hombre que está
enamorado de ti? Soy el hombre que hará cada cosa que pueda para hacerte feliz
por el resto de tu vida. Lo siento tan malditamente tanto por cada error que he
cometido. Pero por encima de todo, este error. Porque lastimarte es la peor cosa
que he hecho alguna vez. La más estúpida. Por favor, dame la oportunidad para
probarte que puedo amarte bien esta vez. Por favor, dame la oportunidad de
probarte que no voy a arruinarlo.
—¿Por qué debería?
Ella estaba enojada ahora y él podía sentir la tensión construyéndose dentro
de ella, a través del músculo, hueso y piel cubiertos en sudor de ambos cuerpos.
—Te di la oportunidad de amarme. Te di la oportunidad de ser un verdadero
esposo para mí. Confié en ti, Cole. Y aun así me heriste. Inclusive hiciste la única
cosa que sabías que iba a separarnos. Te aseguraste de que sucediera. Me lo
enseñaste más que con placer. Me enseñaste cómo cerrar mi corazón. Cómo
protegerme del dolor. Me enseñaste lo peligroso que es confiar.
Sus senos rozaron el pecho de él cuando ella finalmente soltó la ira que
había estado conteniendo en el interior, con sus manos en puños sobre él como
si quisiera apartarlo a los golpes de ella.
—Ya has tenido todas las oportunidades del mundo para amarme
correctamente. Así que, ¿por qué demonios crees que posiblemente te daría otra?
—Pelea. Tenía que seguir peleando. Por amor. Por Anna.
—Porque eres lo suficientemente valiente para confiar en mí. Porque eres lo
suficientemente valiente como para saber la verdad cuando finalmente la
escuchas.
Ella parpadeó y él pudo ver gotas en sus pestañas.
—Lo que piensas que viste en mí, no era valentía. Era estupidez.
—No, bebé, no más mentiras.
Aún duro dentro de ella a pesar de su clímax, la acercó más con las manos
en sus caderas, y la oyó jadear. Pero ella no se apartó.
No era mucho. No era el perdón o redención, pero era algo. Y él tomaría
cualquier pequeña esperanza que pudiera conseguir.
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Nunca has dejado que te asuste. —Él todavía la mantuvo cerca, sus cuerpos aún
conectados de la manera más íntima posible.
»No dejes que te asuste, dulce niña. No cuando decirle a Ty cosas fue un
acto estúpido, sólo yo tratando de fingir que era demasiado duro para
enamorarme. No cuando eres la persona más valiente que he conocido.
Apenas podía respirar, la sangre corriendo en sus oídos haciendo difícil para
él escucharse a sí mismo decir:
—Sé valiente por mí, cariño.
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Página
Capítulo 23
Traducido por Itorres y MaEx
Corregido por flochi
La familia de Anna llenó la tribuna VIP, junto con su amiga Virginia. Ella les
había pedido que vinieran y aunque se podría ver que no entendían por qué ella
estaba aquí en el juego de Cole, ellos vinieron.
Ella tampoco lo entendía.
Todo lo que sabía era que tenía que hacer esto, necesitaba demostrarse a sí
misma que realmente era valiente. Cole le había dicho las palabras una y otra vez,
pero creerlo por sí misma era algo completamente distinto. Ayer por la noche,
después de la locura del sexo en el suelo, él se había ido a su casa. Y ella había
estado tan sola que se sorprendió de haber sobrevivido la noche.
Desde que se graduó de la universidad, había vivido sola. Le había gustado
el silencio, disfrutaba de leer o escuchar cualquier tipo de música que quisiera.
Claro, a veces anhelaba a un compañero para compartir su vida… más a medida
que pasaron los años, pero nunca hubo una vez que se sintiera sola.
No hasta que Cole se había ido.
Cole sólo había estado en su casa dos veces, pero lo podía sentir en todas
partes. Nunca miraría a la entrada de la misma manera, o la cocina, donde la había
recogido y la llevó la tarde después de su boda. Y su dormitorio… bueno,
simplemente no podía entrar ahí. Así que había dormido en el sofá.
Y se preguntó toda la noche sobre Cole. Si él estaba durmiendo. O si estaba
tan atormentado por la soledad, por el deseo, por lamentarse como ella. Si él era
apenas capaz de evitar agarrar las llaves del coche y volver, igual que ella. Si él
marcó su número decenas de veces, colgando antes del séptimo dígito cada vez,
al igual que lo había hecho ella.
Si él la echaba de menos tanto como ella lo echaba de menos.
La luz del sol entraba en la tribuna cuando Anna bostezó. Incluso con su
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nuevo perro, cuyo nombre era Lucky, sorprendentemente, ella había estado tan
sola, se había despertado a sí misma y a él llorando más de una vez durante la
noche.
Página
Julie parecía que estaba a punto de decir algo más, cuando Melissa y
Dominic llegaron cerca de la esquina. Si se sorprendieron al verla, no lo
Página
demostraron.
Queriendo hacer otra cosa aparte de tener otra conversación acerca de su
debacle personal, le dijo a Dominic:
—Mi padre es un gran fan tuyo. ¿Te importaría venir a saludarlo? Sería
absolutamente hacer su año.
Y como el gran Dominic DiMarco no sólo encantó a su padre, sino a toda su
familia, Anna fue capaz de dar un paso fuera de la atención por un rato. Sólo su
madre siguió mirándola con tal profunda preocupación que rompió el corazón de
su hija de nuevo.
***
Durante sus descansos en la escuela la semana anterior, cuando todo había
ido tan bien con Cole, Anna había estudiado el fútbol. Para su segundo juego, ya
no estaba en la oscuridad, y no podía evitar ser envuelta en la acción, sobre todo
con Cole por ahí.
Y la verdad era, que conociéndolo tan bien le daba un extra al juego. Cuando
despachó al mariscal de campo, sabía que era su testosterona en el juego. Cuando
aplastó a un corredor en el agujero, tuvo que sonreír ante su total y absoluta
confianza.
Habían sido un poco más de veinticuatro horas desde que el artículo sobre
ellos la había golpeado. Veinticuatro horas de estar enojada y sentirse herida y
traicionada. Y, sin embargo, estaba aquí.
Con el anillo que él había puesto en su dedo hace una semana en Las Vegas
aún brillante en su mano izquierda. El campo borroso ante sus ojos cuando miró
a otro lado y aceptó la verdad.
Había herido sus sentimientos profundamente y a ella no le gustaba mucho
él en este momento… pero todavía lo amaba. Siempre lo amaría. Merecía ser
castigado por ella por lo que había hecho… se valoraba a sí misma lo suficiente
para saber que, no estar con él estaba castigándola, también.
Una pequeña media sonrisa curvó sus labios ante la idea de regresar con él,
y buscar otras formas, mucho más placenteras para hacerle pagar. Pero entonces,
jadeos sonaron en la habitación y la mitad de las personas salieron de sus asientos
para presionarse contra el cristal.
Anna miró a su alrededor a todo el mundo.
—¿Qué pasó?
192
Anna saltó de su asiento y miró por la ventana, pero no podía ver a Cole,
sólo a una docena de personas haciendo un círculo alrededor de una persona en
el campo.
Anna se apartó, empujando a ciegas a través de la multitud en la tribuna VIP
a la puerta. Necesitaba estar con él, tenía que ver por sí misma que él estaba bien.
—Anna. —Se dio cuenta de que había una mano en su brazo para detenerla
de correr por el pasillo. Dominic la giró en la dirección opuesta—. El campo está
por ese camino.
Con eso, él corrió por el pasillo, y ella estaba tan contenta de que él no la
estuviera esperando para alcanzarla. Como un ex-jugador profesional, era
naturalmente rápido, pero el amor le dio fuerza y velocidad que no debería haber
poseído. En el momento en que llegaron al túnel, ella estaba corriendo pasando
a Dominic, pasando a todos los guardias.
Dirigiéndose directamente a Cole, no vio a la multitud en sus pies, no se dio
cuenta del extraño silencio. Todo lo que podía ver era a su marido tendido en el
césped. Todo lo que podía sentir era amor. No ira. No amargura.
Sólo amor.
Ella había pensado que llegando a su juego estaba siendo valiente. Pero
mientras se abría paso entre la multitud de entrenadores y preparadores físicos,
finalmente se dio cuenta de lo que realmente era valentía.
Era amar a alguien tanto, que ella tomaría su dolor como propio.
Y estaba perdonando los pequeños errores, las malas decisiones, las
palabras a veces hirientes, porque sabía que nada de eso realmente importaba
cuando llegó hasta él.
Su marido le había dicho que era valiente, una y otra vez. Ella no le había
creído, no había pensado que estaba viendo a la verdadera ella, cuando todo el
tiempo la había conocido mejor que nadie.
—Sé valiente por mí, cariño —era lo que había dicho a ella ayer por la noche
antes de que ella le hubiera enviado a casa.
Ella no había sido capaz de hacerlo, entonces. Pero ella sería valiente por él
ahora.
***
Jesús, su cabeza dolía.
193
Fin
197
Página
Sobre la Autora
Bella Andre ha vendido más de tres
millones de libros, y sus novelas se
encuentran entre los número #1 más
vendidos por todo el mundo.
Conocida por sus historias
sensuales y románticas, sus libros han
sido Cosmopolitan Magazine "Red Hot
Reads" dos veces y han sido traducidos
a diez idiomas.
Ganadora del Premio a la
Excelencia, el Washington Post la ha
llamado “Una de las mejores escritoras
digitales en América", y ha sido
mencionada por NPR, Usa Today,
Forbes, The Wall Street Jornal, y más
recientemente, en la Time Magazine.
Si no está detrás de una
computadora, puedes encontrarla leyendo a sus autores favoritos, haciendo
senderismo, nadando o riendo. Está casada, tiene dos hijos, y divide su tiempo
entre un pueblo norteño en el norte de California y una cabaña de madera de cien
años en las montañas Adirondack.
198
Página
Créditos
Tara_annie
Aniiuus flochi
Beatrix85 Jane
Debs Veroonoel
199
Flochi
Página
Móninik
Visítanos
200
Página