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Ficha de cátedra: Historia de las mentalidades

La Historia es la ciencia que estudia los hechos importantes del pasado humano y sus
consecuencias en el presente y futuro. No es solo memorización de datos, sino una forma de
conocerse a uno mismo. Para reconstruirla, se utiliza la historia escrita (historiografía) y no
escrita (restos culturales) como fuentes de información. Además, requiere el auxilio de otras
ciencias y disciplinas sociales para su comprensión total.

Surgimiento del paradigma tradicional


Historicismo:
Leopold Von Ranke, filólogo e historiador alemán, diferenció a la historia de la literatura y
estableció una frontera disciplinar entre la ficción y el relato verdadero. A pesar de esto, en su
modelo de ciencia histórica, el buen relato tiene un peso importante.
Van Ranke propuso una concepción científica de la historia, con leyes generales e investigación
objetiva, y que rechaza los juicios de valor y se basa en la crítica filológica. Su corriente
historiográfica monopolizó el ámbito académico y la manera de hacer historia, por lo que fue
borrando las alternativas para hacer la historia.

Resquebrajamiento del paradigma historicista


En la segunda mitad del siglo XIX, la historia se consolidó como una disciplina científica con
métodos objetivos, pero en los primeros años del siglo XX se cuestionó la aplicabilidad del
modelo para explicar el pasado. En países como Estados Unidos y Francia, se buscó ampliar el
objeto de estudio de la historia y cuestionar el papel central del Estado y la narración centrada
en individuos. En Alemania, la crítica fue obstaculizada debido a que el modelo estaba
arraigado en las universidades y en el plano político e ideológico. En Estados Unidos, la Nueva
Historia se enfocó en una historia amplia y abarcadora de toda la población, mientras que, en
Francia, la renovación se enfocó en sacar a la historia de su aislamiento disciplinario y ponerla
en línea con las renovaciones de las ciencias sociales.

Surgimiento y consolidación de Annales


Primera generación
La revista Annales de histoire, économique et sociale, dirigida por Bloch y Febvre, propuso en
1929 un enfoque interdisciplinario entre la historia y las ciencias sociales, basado en la historia-
problema y en una historia total, que abarcaba y analizaba procesos históricos en contraste a
la historia tradicional que narraba eventos políticos e individuales. Además, se amplió la
noción de fuente, incluyendo mapas, diarios de viajeros y pinturas. El movimiento Annales
desdibujó las barreras entre las disciplinas sociales y no se centró en el método, sino en el
objeto de estudio. Sin embargo, el carácter científico de la historia no fue objeto de discusión.

Segunda generación
En la década de 1930, el movimiento Annales se expandió a diferentes universidades e
institutos de investigación. Después de la Segunda Guerra Mundial, Fernand Braudel se
convirtió en el líder del movimiento y propuso la descomposición del tiempo en tres
dimensiones: estructura, coyuntura y acontecimiento. Demostró que el tiempo se mueve a
diferentes velocidades, y tiene un tiempo geográfico, social e individual. Braudel utilizó esta
perspectiva en su obra monumental "El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de
Felipe II", publicada en 1949. Esta obra destaca la interdisciplinariedad al integrar lo ambiental,
lo económico, lo social, lo político y lo cultural para relacionar el tiempo y el espacio.

Esbozo de la tercera generación


En las décadas de los '60 y '70 surge un cambio generacional en la historia, centrado en la
cosmovisión de la sociedad y llamado historia de las mentalidades. Se incorpora la demografía
histórica para vincularla con la historia social, utilizando análisis cuantitativos a largo plazo. Se
intenta llegar al tercer piso del edificio de Braudel, que trata los ámbitos geográficos y
demográficos en el primero, la estructura social y económica en el segundo y, los culturales y
acontecimentales en el tercero. Se aplican métodos cuantitativos y se utilizan documentos
poco utilizados como los testamentos, registros parroquiales, nacimientos y muertes, para
reconstruir cuestiones ideológicas, religiosas y culturales.

¿Agotamiento o maduración de historia de las mentalidades?


La historia de mentalidades busca equilibrar la relación entre la historia y las ciencias sociales,
superando la crítica de disciplinas vecinas como la antropología, psicología, sociología y
etnología. En la década de 1980, el historiador francés Roger Chartier propuso una nueva
interdisciplinariedad en la que se estudian prácticas culturales tomando en cuenta principios
de diferenciación como género, religión y tradiciones educativas. Chartier utiliza el concepto
de representación para explicar cómo los individuos y grupos dan sentido a su mundo a través
de símbolos o representaciones. La cultura es un contexto que no puede ser desglosado y debe
ser explicado dentro de su lenguaje. La historia cultural de lo social es más relevante que la
historia social de lo cultural, ya que las prácticas culturales no siempre están organizadas según
divisiones sociales previas. Chartier enfatiza las estrategias simbólicas en la construcción de
identidades sociales de diferentes grupos o clases. Los cambios en la historia son producto de
una reorientación influenciada por la posmodernidad y la historia se ve obligada a buscar
diálogos con disciplinas como la crítica literaria, semiótica y antropología interpretativa. La
propuesta de Chartier surge de la maduración de la historia social de mentalidades y no de un
agotamiento, dando lugar a la Nueva Historia Cultural.

El influjo de la postmodernidad
La crítica posmoderna hacia el conocimiento histórico implica un cambio radical en la forma de
concebirlo, donde el historiador debe abandonar la idea de contribuir a un conocimiento
científico y todo intento de explicación. En su lugar, la preocupación se centrará en las formas
del lenguaje humano como definidoras de la realidad, basada en la interpretación y alejándose
de la realidad objetiva posible.

Postmodernidad y Lenguaje
Giro antropológico
La Nueva Historia Cultural surge en 1989 como una propuesta de comprender las relaciones
entre las formas simbólicas y el mundo social y a leer los textos e imágenes en una clave
diferente. Se propone abandonar la lectura lineal de la historia total y las categorías analíticas
para establecer una visión poliédrica de la realidad. La cultura se entiende como un sistema
semiótico que posibilita la interpretación, y se presta atención a las manifestaciones colectivas
en sus significaciones simbólicas. La nueva historia cultural propone abandonar la idea de que
la historia es una ciencia experimental en busca de leyes y propone una ciencia interpretativa
en busca de significaciones. Se destaca la importancia del lenguaje y de las representaciones
simbólicas en la comprensión de la realidad, incluyendo las relaciones de poder y las
identidades sociales.

Giro lingüístico
A diferencia del giro antropológico, donde el lenguaje era un ingrediente importante pero no
tanto como la cultura, el giro lingüístico pone énfasis en el lenguaje como herramienta
fundamental para la construcción social. De esta manera, se considera que todos los usos del
lenguaje dan forma a nuestras experiencias y percepciones del mundo

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