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Las paradojas de la utilización de la sociología en la historiografía.

David Oviedo Silva1


Felipe Pérez-Solari2

Resumen: Este artículo tiene por fin reflexionar sobre la utilización de las categorías y
teorizaciones de la sociología en la historiografía, poniendo especial atención en las
diferencias sustanciales de las dos disciplinas, sus posibilidades de acercamiento y las
paradojas epistemológicas que pudieran surgir.

Palabras clave: Historiografía, Sociología, Paradoja de Goldthorpe.

Abstract: The final goal of this article is to reflect on the use of the categories and
theorizations of Sociology and Historiography, emphasizing the substantial differences of
the two disciplines, their possibilities of rapprochement and the epistemological paradoxes
that could emerge.

Key words: Historiography, Sociology, Goldthorpe Paradox

1
Dr. © en Historia Contemporánea. Docente Depto. de Cs. Históricas y Sociales, Universidad de Concepción
(davidoviedo@udec.cl)
2
Estudiante Magíster en Análisis Sistémico, Universidad de Chile. Licenciado en Historia, Universidad de
Concepción, Becario CONICYT (fperezsolari@ug.uchile.cl).
*Agradecemos los certeros comentarios de Julio Labraña, cualquier error u omisión es responsabilidad de los
autores.
*Manuscrito inédito sujeto a cambios.
Introito

Este escrito busca el objetivo de reflexionar sobre la relación entre la sociología y la


historiografía. Desde los comienzos ambas disciplinas no han tenido la mejor de las
relaciones, con los años han existido acercamientos cada vez más interdisciplinarios pero
siempre con el recelo de mantener la diferencia entre la una y la otra. La historiografía, por
las temáticas que trata, ha estado más cerca de la discusión interdisciplinaria, teniendo que
reinventarse por las contradicciones que se ha generado a sí misma y por los avances de las
demás ciencias sociales. Por su parte la Sociología ha tenido variadas crisis, tanto teóricas
como metodológicas llegando a nuevas formulaciones desde la crisis del sistema
parsoniano.

En el primer punto de este artículo, intentaremos hacer una breve mirada del
desarrollo de la historiografía (y su vertiente social) como disciplina y sus propios debates
con las otras ramas de la historia. Al igual que la teorización que realizó sobre sus campos
de acción y la concepción de sociedad con la que trabajó. Posteriormente, nos dedicaremos
a observar a la historia social y la sociología, haciendo el énfasis en su relación. Desde los
fundadores de ambas disciplinas las relaciones han sido cercanas en algunos puntos y
lejanas en otros, el objetivo es ver cuán cerca y cuán lejos han estado ambas perspectivas
hasta hoy.

La relación entre la sociología y la historiografía no ha estado exenta de críticas.


Desde ambos lados se ha reprochado un acercamiento de una disciplina hacia la otra. Para
ejemplificar esta difícil convivencia, ocuparemos principalmente la crítica que realiza John
Goldthorpe al uso de la historia en sociología. En resumidas cuentas, su argumento se
refiere a una paradoja sobre el uso de la historia en sociología para crear grandes modelos
explicativos, sin realizar el trabajo empírico adecuado al que el historiador está
acostumbrado.
Después de exponer el argumento de Goldthorpe y analizar las críticas hacia él,
nuestro objetivo es observar si se había tematizado alguna vez la paradoja expresada por el
autor3 en la relación entre sociología e historia social.

3
A la que llamaremos paradoja de Goldthorpe
El desarrollo de la Historia Social

La historia social, como concepto, tiene múltiples definiciones. Para Lucien


Frebvre, la historia es una totalidad inseparable que no puede ser sólo comprendida desde la
óptica de los individuos; el hombre –en sentido genérico- tiene que ser el principal actor,
dejando de lado la preferencia por el personaje que guió al historicismo (Cardoso 1973:
289-290). Desde un principio, la fundación de los Annales d´ histoire économique et
sociale intentó tener un carácter interdisciplinario que diera cuenta de la complejidad de la
realidad social. Prueba de ello es que en su primera etapa participaron tanto historiadores,
como geógrafos (Albert Demangeon), sociólogos (Maurice Holbwachs), economistas
(Charles Rist) y cientistas políticos (André Siegfried) (Burke 1993:28-29). Para la corriente
historiográfica francesa hasta avanzados los años setenta, la historia social se ceñía al
estudio de la estructura social y las estratificaciones, incluyendo a los movimientos
sociales. Además, se realizaban análisis tanto de la historia económica, política,
demográfica, etc., anticipando una síntesis que permitiera hablar de la sociedad en su
conjunto (Cardoso 1973:293). En la segunda generación de Annales, Fernand Braudel
profundizó los presupuestos que guiaron a Bloch y especialmente a Febvre por casi treinta
años. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, su tesis doctoral,
plantea varias reflexiones sobre el campo de lo histórico, el rol de las otras ciencias en el
hacer del historiador y la temporalidad. El título de la obra es revelador, pues para Braudel
el humano no es el principal actor de su obra sino el mar Mediterráneo siendo Felipe II sólo
una marca para determinar la temporalidad del análisis. Esto es patente en su clásica
diferenciación de los tiempos: una corta duración donde se inscriben los eventos políticos y
diplomáticos; una media duración de los tránsitos económicos y sociales, por último una
larga duración de las mentalidades y las creencias (Aguirre 1986:68).

Sobre la duración, Braudel volverá una y otra vez. Atacará al acontecimiento


llamándolo “explosivo y tonante”. Lo episódico será el tiempo del periodista que acontece
de forma fugaz y rápida, pero que servirá en la misma medida a microsociólogos y
microhistoriadores (Braudel 1970:74-75).

Dejando a Braudel y a Annales a un lado un segundo, nos gustaría adentrarnos en


otra corriente de la historia social como lo fue el marxismo, más que nada por su
importancia a la discusión con el resto de los paradigmas y por lo fructífero de su trabajo.
Haciéndose eco de la llamada historia desde abajo, los estudios marxistas a partir de los
años cincuenta comenzaron a plantearse nuevos enfoques en los temas históricos
introduciéndose en la historia social. George Rudé, Albert Soboul y E. P. Thompson fueron
los más brillantes escultores en un principio. Como punto en común, estos historiadores
marxistas fueron críticos del stalinismo e intentaron armonizar su postura política militante
con el oficio de historiador.

Thompson es un ejemplo paradigmático. En 1956, con los alzamientos de Polonia y


Hungría, se planteó una dicotomía irrenunciable a los comunistas ingleses: estar con las
tropas soviéticas que intentaban aplastar la revuelta o con los trabajadores de la nación en
protesta. El historiador inglés eligió la segunda opción marcando su distanciamiento de la
línea oficial del comunismo internacional, definiéndose en adelante como “comunista
libertario” (McNally 1995). Más allá del dato biográfico, el hecho anterior impactó también
a variados intelectuales de izquierda. En su gran obra La formación de la clase obrera en
Inglaterra, al igual que Annales, intenta diferenciarse de la historia tradicional, llamada de
los grandes personajes y de las grandes transformaciones materiales, apostando por
centrarse en el trabajador anónimo que con su actuar se convierten en factor clave del
proceso histórico. Thompson dirá que la formación de la clase obrera inglesa no fue sólo
resultado de la acumulación de capital, competencia del mercado o acción de la burguesía,
sino también por ideas y esfuerzos de la propia clase en cuestión. Como dijera en su obra,
“Trato de rescatar al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al ´obsoleto’ tejedor en tela
manual, al artesano ‘utópico’, e incluso al iluso seguidor de Joanna Southcott, de la enorme
prepotencia de la posteridad. (…)” (Thompson 1989:XVII).

En los años setenta la historia social entró en una crisis que su propio desarrollo
había creado. En su afán de convertirse en más científica y acercarse a las ciencias sociales,
los historiadores se terminaron dando cuenta que habían preguntas que no podían ser
respondidas desde los métodos hasta la época defendidos. La experiencia individual no era
posible ser estudiada con un estructuralismo demasiado rígido o con métodos cuantitativos.
Entendiendo estos últimos métodos como serializaciones que despojaban de la cotidianidad
a los sujetos históricos4. Las revueltas estudiantiles de Paris y Berkeley, con su rechazo a la
forma en que se estaban realizando, no sólo las ciencias sociales, sino el conocimiento y la
vida en general ayudaron a un giro culturalista (Moreyra 2006)

El cambio fue de la mano de Thompson con su rechazo a la dogmática de base y


superestructura del marxismo más ortodoxo y las nuevas ideas de Clifford Geertz en
antropología. Este culturalismo se vio reemplazado en los años ochenta por una postura
centrada en el lenguaje: historiadores como William Sewell comenzaron a enfocarse en la
formación de un lenguaje de “clase”. Promoviendo de esta forma, un viraje lingüístico que
pusiera en el centro al lenguaje como clave explicativa de las estructuras de la realidad
social (Moreyra 2006:5). Desde lo estructural, material, estadístico se cambió hacia el
lenguaje, lo cotidiano y la cultura5.

Para Peter Burke, la Nueva Historia tiene algunos problemas que resolver. 1)
problemas de definición: al adentrarse en campos nuevos muchas veces faltan los soportes
metódicos para trabajar con conceptos ajenos a la disciplina, que necesitan ser
restructurados y reacondicionados a la investigación que se lleve a cabo. 2) Problemas de
fuentes: al enfocarse a nuevos problemas serían necesarias nuevas fuentes o novedosas
formas de trabajar las antiguas. 3) Problemas de explicación: la historia como disciplina
necesita ahondar en preguntas que sociólogos y otros científicos sociales se han hecho hace
décadas; preguntas de este tipo serían ¿Quiénes son los verdaderos agentes de la historia,
los individuos o los grupos?, etc. 4) Problemas de síntesis: la historia al desdoblarse y poder
hablar los lenguajes de diversas áreas (v. gr. economía, antropología, sociología, etc.) se ha
ido dispersando y siendo arrastrada a la incapacidad de hablar entre sí los distintos
historiadores y sus preferencias (Burke 1993:21-37). Beatriz Moreyra ve problemas
parecidos después del giro cultural realizado por la historia social, proponiendo un nuevo

4
Para una descripción de la serialización cuantitativa ver Meuvret et al (1976)
5
Aunque discrepamos con Moreyra en esta afirmación puesto que el lenguaje puede ser concebido como
estructura, nos referimos a las investigaciones inspiradas en Ferdinand de Saussure.
giro social desde las nuevas perspectivas que brindan las ciencias sociales (Moreyra
2006:10-12).

Historia Social y Sociología

La historia y la sociología tienen una larga vida paralela en común no siempre


marcada por las buenas relaciones. Como disciplina nueva, la sociología intentó separarse
de la historia y de las otras ciencias para constituirse como la disciplina eminentemente
social. Aun así, siempre la teoría social ha tenido un anclaje histórico innegable desde
Emile Durkheim a Max Weber (Juliá 1989:58), basta con ver dos de los trabajos más
famosos de ambos para darse cuenta del profundo anclaje histórico que sustentan sus
especulaciones teóricas6.

Nos inclinaremos por Max Weber para una comprensión más profunda sobre la
primera Teoría Social y su relación con la historia dada la cercanía con la disciplina del
pensador en cuestión, tanto con la historia económica como con la cultural. En sus escritos
metodológicos, Weber, hace una separación radical entre el científico que analiza y la
realidad analizada, pero no en la idea positivista que meramente diferencia entre sujeto
cognoscente y objeto cognoscible dando por supuesto que el objeto tiene una realidad
objetiva ontológica de existencia distinta del sujeto que conoce. Para el autor de Economía
y Sociedad la investigación sigue estructuras dadas por la realidad; no es que salgan de la
nada. Pero tiene en cuenta que realidad es infinitamente compleja y que no puede ser
aprehendido en su totalidad por el investigador (Kocka 1989:28). Las decisiones
investigativas tienen un componente valórico no-científico que puede ser controlado por el
método (pero nunca anulado). O sea, todo conocimiento para Weber es sobre una realidad
que es superior a cualquier sujeto que conoce y que nunca será la completa. De ahí su
constitución de los tipos ideales.

6
Nos referimos específicamente a “El suicidio” [1897] de Emile Durkheim y a “La ética protestante y el
espíritu del capitalismo” [1905] de Max Weber, por citar un par de casos paradigmáticos. Lo anterior no
quiere decir que la historiografía haya sido desalojada por la tradición clásica fuera de los casos mencionados.
Lo anterior acerca al sociólogo (o historiador) alemán a la crítica al positivismo,
tanto en ciencias sociales, como a la posibilidad de llegar a una replicación de la realidad
por medio de la disciplina histórica7. Cabe mencionar que March Bloch y Lucien Febvre
por esos mismos años comenzaban a criticar la pretensión de realidad a la que aspiraba el
método historicista, así como su enfoque personalista. Weber será partidario de un
individualismo radical, pero que le permita observar los cambios por medio de relaciones
entre el individuo y la estructura, aunque distanciándose de una explicación causal (Juliá
1989:60-61). El devenir sociohistórico, posee afinidades electivas entre los procesos que no
son unicausales y deterministas, sino que por una similitud y temporalidades concretas
pueden llegar a conectarse i.e. el capitalismo tradicional y una particular forma de
calvinismo en el nacimiento del espíritu capitalista moderno (Weber 2008) (Gil 2008)

Después de la II Guerra Mundial, los sociólogos fueron abandonando cada vez más
a la historiografía en la formulación de sus teorías sobre la sociedad. El caso paradigmático
es el de Talcott Parsons, que aunque discípulo de Weber8, llevó la gran teoría social a
postulados que eran a-históricos y que tenían grandes problemas a la hora de conceptualizar
el cambio social. Ante estas críticas y otras, Parsons se vio obligado a reconocer la
incapacidad de tematizar el cambio social puesto que la sociología no estaba aún en el
estado de desarrollo empírico correspondiente para hacerlo9. Desde una vereda y otra
salieron voces de defensa del sociólogo norteamericano (Nisbet 1988) y otros intentando
dejar de lado la gran teoría y ser menos ambiciosos10. Asimismo, la rigidez de los modelos
que intentaban explicar toda la historia y todos los eventos culturales de la vida diaria y la
relación de la acción social en todas sus dimensiones fue criticada principalmente por
Harold Garfinkel. El llamado padre de la etnometodología, diría que la teoría parsoniana
concebía a los seres humanos como idiotas culturales11

7
Como lo que sostiene el historicismo más ortodoxo. Mas el mismo Ranke nunca tuvo la aspiración de una
replicación de la realidad (1979)
8
De hecho a Parsons se le debe la primera traducción de La ética protestante y el espíritu del capitalismo en
1930 y la introducción de la obra weberiana en EEUU.
9
Cabe mencionar que Parsons posteriormente se hizo cargo de la crítica. i.e. la diferencia entre cambio social
y proceso social ver Gerhardt (2002:225)
10
Merton (1964) y sus teorías de alcance medio.
11
“(…) por idiota cultural me refiero al hombre-en-la-sociedad-del-sociólogo, hombre que produce las
características estables de la sociedad del actuar de acuerdo con las alternativas preestablecidas (sic) y
legitimas de la acción suministradas por la cultura común.” (Garfinkel 2006:82)
Pero la sociología no fue la única que dejó de lado a la historia, el estructuralismo
francés también hizo lo suyo creando un método que estudiaba a las sociedades alejadas en
el espacio y también en el tiempo. Algunas corrientes del marxismo, también por su lado,
siguieron esta línea reivindicando una historia sin sujeto que sólo se preocupa de los
elementos y su relación.

En concordancia con lo anterior en los años cincuenta y sesenta, el mayor


representante del estructuralismo en antropología, Claude Levi-Strauss, tomó un rumbo
distanciándose del análisis propiamente histórico, siguiendo mayormente la línea de los
funcionalistas en antropología con respecto a la historia.

En este mismo periodo, la sociología histórica de inspiración estadounidense fue un


desahogo para varios sociólogos que necesitaban de una sociología que no fuera tan a-
histórica, más allá del paradigma del que procedieran (i.e. tanto estructural-funcionalista o
de inspiración más weberiana cercana a la historia) (Juliá 1989:67-68). Los pioneros de la
sociología histórica a mediados de las cincuenta, Werner Cahman y Alvin Boskoff decían
que su afición a la historia los había dejado “solos” y “aislados” de sus colegas sociólogos.
Esto no duró mucho, puesto que el mismo Talcott Parsons dirigió tesis que tenían que ver
netamente con teoría sociológica aplicada a casos históricos (Burke 1993:30-31). Uno de
los ejemplos más famosos va a ser la tesis doctoral de Robert Merton (discípulo aventajado
de Parsons) titulada “Science, technology and society in Seventeenth century England" 12.

Para Peter Burke, existen varias razones para la vuelta de la sociología a la historia.
El cambio social, las deficiencias del enfoque puramente funcionalista (ya clásico hoy en
día) y la amputación de las intencionalidades de los actores 13. Dado esto la pregunta sobre
¿qué es la historia social?, se vuelve muy relevante, pues la crítica por ser una disciplina
invertebrada cobra mayor relevancia al introducirse los sociólogos con sus teorías y
métodos más sofisticados (Burke 1993:32).

Para Santos Juliá, la sociología histórica en su teoría y metodología siguió dos


grandes áreas. Por un lado, los herederos de Emile Durkheim y posteriormente de Talcott

12
Existe una edición en español: (Merton 1984)
13
Haciendo la salvedad de los sociólogos más cercanos a la fenomenología como los etnometodólogos y los
sociólogos representantes del interaccionismo simbólico, que sí tienen una proximidad mayor con la historia.
Parsons que se preguntaron por la estabilidad sistémica, perturbaciones, etc.; y por otro
lado, las más cercanas a la teoría weberiana que no está interesada en interpretar y/o
explicar causalmente procesos históricos de regularidades causales. Sino que su interés está
en el uso sistemático de la metodología comparativa (Juliá 1989:68)14

Críticas a la relación entre Sociología e Historia

John Goldthorpe en un artículo titulados El empleo de la sociología en la historia se


pregunta por el empleo de la historia en la sociología y hace criticas bastante pertinentes a
la asociación de las dos disciplinas. En primer lugar, reconoce que la distinción clásica de
Dilthey, que diferencia a las dos disciplinas considerando a la historia como netamente
“ideográfica” y a la sociología como “nomotética”, es algo obsoleta para hacer un
tratamiento valido para el desenvolvimiento de las dos disciplinas, pero que sigue siendo
pertinente en la diferenciación de énfasis de ambas. Asimismo, afirma que en la actualidad
la interdisciplinariedad ha ido demasiado lejos (Goldthorpe 1990:5).

La principal diferencia para el sociólogo inglés es la evidencia con la que cuentan


las dos disciplinas y cómo hacen que esta llegue a existir. Pero, ¿qué es un hecho
histórico?, el autor responderá “un hecho histórico es una inferencia a partir de vestigios”
(Goldthorpe 1990:5). Esto es importantísimo, puesto que el historiador sólo puede intentar
hacer una reconstrucción del pasado sobre los vestigios que posee y que han sobrevivido
desde aquél pasado ocurrido. Por tanto, la reconstrucción es siempre una parte de una
realidad que ocurrió y que puede ser mayor o menormente inferida pero nunca rehecha en
su cabalidad. Por el contrario, los sociólogos tienen la capacidad de inferir los vestigios

14
Discrepamos con Santos Juliá en la descripción del método weberiano. Antes que un método explicativo, el
autor de “Economía y sociedad” se inclina por una sociología de la comprensión que está íntimamente
relacionado con la construcción de “tipos ideales”. Asimismo, más que causalidades históricas lo que buscaba
era una “afinidad electiva” de procesos donde uno no fuera directamente precursor de otro sino que una
relación de grados de afinidad. En la “Ética protestante y el espíritu del capitalismo” se observa a Weber
decantarse por un particular tipo de Calvinismo, no el Calvinismo en su totalidad.
como evidencia por medio del “trabajo de campo” que pueden realizar en el presente
(Goldthorpe 1990:7).

La diferencia es obvia: los historiadores cuentan con vestigios sobre un pasado que
por medio de un análisis y un método histórico, les permite realizar una reconstrucción del
pasado –repetimos, siempre imperfecta–; en contraste, los sociólogos trabajan en el
presente y sus preguntas (en general) son muy contemporáneas a lo vivido por el
investigador. Aquí es donde lo “nomotético” de la sociología hace su aparición al no estar
la disciplina atada a espacios temporales determinados. i. e. si se quiere hacer una
teorización sobre las sociedades del riesgo 15 no necesariamente necesita apoyarse en
vestigios (pasados) y puede generar sus indicadores de análisis más fácilmente con la
evidencia creada en el presente (Goldthorpe 1990:7-8).

Goldthorpe observa variados problemas derivados de los puntos anteriores. Si un


sociólogo desea construir un marco de análisis interpretativo sobre un periodo concreto con
una hipótesis claramente formulada derivada de tipos ideales –o sea la forma de
investigación weberiana16–, tiene que lidiar con el problema de si las fuentes (vestigios) van
a ser lo suficientemente reveladores para poner a prueba las hipótesis por medio de una
metodología consistente17. En esta forma de investigación el diseño metodológico teórico
puede ser impecable pero las capacidades de ponerlo a prueba al realizar un trabajo
convencional de historiador (critica de fuentes, análisis de textos, descripción
hermenéutica, etc.) puede que no sean satisfactorias (Goldthorpe 1990:9-12).

Por otro lado, existe la aplicación de una gran teoría sobre procesos amplios
temporalmente y espacialmente diferentes, que buscan las grandes comparaciones para
poner a prueba teorías sobre el funcionamiento de la sociedad en su conjunto. Herbert
Spencer en 1904 dijo, bastante despectivamente, al comparar a la sociología con la historia
que: “de la misma manera que en una enorme edificación se dispone de los montones de
piedras y ladrillos que están alrededor” (Spencer 1904:85 en Goldthorpe 1990:15) siendo el
edificio la sociología y el montón de piedras la historia. En otro texto sentenciaba que “el

15
Como lo hace Ulrich Beck (1998) en La sociedad del riesgo.
16
Como la realizada en La ética protestante y el espíritu del capitalismo por Weber.
17
Aquí se observa la ventaja del sociólogo convencional que puede crear entrevistas, unidades de análisis,
cuadros comparativos, etc. con mayor facilidad que el historiador.
oficio más grande que puede desempeñar el historiador es el de narrar de tal forma la vidas
de las naciones, que suministre materiales para una sociología comparada” (Spencer
1861:129 en Goldthorpe 1990:24). La frase anterior considera a la historia como una
disciplina subyugada y menor que la sociología. Pero más importante que eso: que puede
reconstruir un pasado que realmente ocurrió y se puede utilizar. Es decir, que la opinión de
Spencer es partidaria y defensora de que la historia, por su método, puede llegar a
interpretar e inferir lo suficiente como para reconstruir el pasado y entregarle ese
conocimiento al sociólogo para hacer las comparaciones. La postura es tremendamente
historicista (positivista), negando al observador, encontrándose ahí su gran tropiezo.

La crítica más dura es en contra de los sociólogos históricos que ocupan grandes
teorías y que no hacen el trabajo de historiador, fiándose de fuentes secundarias (trabajos
de historiadores) que se recolectan y se (re)interpretan con el fin de construir los modelos
empíricos para poner a prueba la teorización previa. Goldthorpe 18 ataca implacablemente
que se tome tan a la ligera el trabajo del historiador. Para su ataque, analiza el caso de una
de las obras más importantes escrita por la sociología histórica: Los orígenes sociales de la
dictadura y la democracia: El señor y el campesino en la formación del mundo moderno de
Barrington S. Moore (2002). El autor, acusa a este último de no estar al tanto del debate
historiográfico ingles sobre el periodo anterior a la revolución inglesa y decantarse por los
autores que le son funcionales a su modelo de acceso a la modernidad política (Goldthorpe
1990:17)

El problema sería tautológico19 ya que la “gran” sociología histórica, como la llama


el sociólogo inglés, intenta construir modelos por metódicas variadas negando al
positivismo como cuna epistemológica pero finalmente actuando bajo sus premisas. Con lo
anterior, se considera a la historia como “los ladrillos del edificio”, y se vuelve al
historicismo y la confianza en la crítica de fuentes secundarias (¡). Así los sociólogos
crearían sus indicadores por medio de los vestigios que analizó un historiador en un
momento dado y que plasmo en una observación. La pregunta que sigue es obvia: ¿se
puede utilizar la historia en la sociología y viceversa? En buen callejón sin salida nos ha

18
Que presume de tener formación de historiador.
19
Al problema de ahora en adelante lo llamaré paradoja de Goldthorpe.
dejado. Dicho en otros términos, Goldthorpe señalaría que los sociólogos utilizan la
observación histórica per se.

La Paradoja de Goldthorpe

Para nosotros el problema eminentemente tautológico y epistemológico que plantea


Goldthorpe tiene una importancia radical si se tiene la intención de realizar investigaciones
históricas con herramientas e instrumentales sociológicos. Pero no todo está perdido,
algunos historiadores han hablado de la relación entre las dos disciplinas y han propuesto
líneas de trabajo.

Fernand Braudel se centra en la duración y en la relación, que por medio de ella, se


puede hacer de las dos disciplinas. La sociología, al igual que la historia, no puede escapar
de las temporalidades de la realidad acontecida, teniendo que determinar bajo cuál de ellas
desea operar. El historiador francés propone una cercanía entre la historia y la sociología
por el interés mutuo por la larga duración, incluso llegando, ambas ciencias a confundirse
(Braudel 1970:125). Asimismo, él se refiere a la unificación de las ciencias sociales y a la
colaboración de sociología e historia puesto que las dos (en su particular estilo) se
preguntan por la totalidad de lo social. El problema de su análisis es que sólo discute desde
el debate que ha ocurrido en Francia sobre el tema (cosa que reconoce) y no analiza en
detalle el cómo de una posible interdisciplinariedad (Braudel 1970:107-115). Por tanto, no
nos sirve para el desafío concreto que queremos resolver. La duración cómo eje
fundamental de la capacidad de entendimiento entre sociología e historia no es suficiente.

Peter Burke en Sociología e Historia brinda un tratamiento monográfico al tema y


se centra, tanto en la relación de las dos disciplinas históricamente, como en los
acercamientos que han ocurrido. De igual forma, propone situaciones investigativas
concretas donde las conceptualizaciones de la sociología pueden ser muy atingentes al
trabajo del historiador. El profesor de Cambridge desde un principio se inclina por algunas
de las herramientas teórico-metodológicas de la sociología pero no de la aplicación a gran
escala de las grandes teorías a un caso concretamente histórico. Más bien, se decanta por
precisar en qué situaciones las encuestas, las serializaciones, las comparaciones, el rol
social, el parentesco, etc., pueden ser utilizadas por los historiadores y cómo los sociólogos
se pueden beneficiar del trabajo acucioso y empírico de sus “primos” (Burke 1987:35-65)

Si tuviéramos que situar a Burke dentro del problema que estamos desarrollando,
sería en la utilización en historia de los conceptos de la sociología pero teniendo siempre en
cuenta que se debe estar circunscrito a un periodo de tiempo delimitado y espacial. Un
ejemplo es él mismo, que al escribir su ensayo expone la utilización de los conceptos y las
metódicas sociológicas desde una perspectiva del siglo XVI y XVII europeos, porque es el
que mejor conoce y, porque así podrá poner a prueba conceptualizaciones que, en su
mayoría, fueron creadas después de la Revolución Industrial (Burke 1987:36).

Santos Juliá por su parte argumenta que la diferencia de las dos disciplinas no tiene
que buscarse más en la clásica dicotomía entre conocimiento nomotético y deductivo. Las
dos formas de conocimiento con el pasar de los años han ido variando y ampliando sus
horizontes. La historia ya no es sólo episódica y la sociología teórica. La diferencia es en el
énfasis del tipo de trabajo, puesto que el sociólogo histórico busca regularidades y trabajar
con los grandes modelos conceptuales propios de su trabajo, siguiendo el historiador con el
trabajo primario. Si quisiera hacer un trabajo cómo el del sociólogo histórico se tendría que
realizar todas las etapas de la investigación para no ser acusado de ser tentado por el
“invasor” de las investigaciones históricas clásicas (Juliá 1989:78-84). Queda claramente
explicitado que Juliá no es capaz de resolver la paradoja de Goldthorpe para el caso de la
sociología histórica, de hecho ni se cuestiona el problema de la posible acusación de
historicismo realizada por Goldthorpe.

Donald McRaild y Avram Taylor se preguntan por la utilización de la teoría social


en la historia, respondiendo que la propia complejización de las investigaciones históricas
ha acercado a la historia social (primordialmente) a la teoría social y sus
conceptualizaciones. Siguiendo a John Tosh, explican que la historia no se había interesado
por la teoría social, puesto que su principal preocupación había sido la historia
constitucional y política basada en documentos y su particular forma hermenéutica de
ocuparlos, pero con el crecimiento de las “sub-especialidades” se amplió la capacidad y la
necesidad de pensar en términos más abstractos (McRaild y Taylor 2004:3). La
conceptualización es algo necesario para precisar los campos de respuesta de las propias
preguntas y para una mayor fineza en la comprensión. Por ello es que optan por la
utilización de la teoría social en la historia social. Los autores al hablar de la relación entre
las disciplinas en general se inclinan por la pregonada por Peter Burke vista más arriba.
Aunque también se refieren a la de Anthony Giddens, que propone que la historia y la
sociología no tienen ninguna diferencia puesto que se abocan a lo mismo. Indistintamente,
la crítica de Goldthorpe la señalan pero terminan inclinándose por un argumento que apela
a la productividad de las dos disciplinas y la progresiva destrucción de las diferencias entre
ambas (McRaild y Taylor 2004:37-40). Pero, los autores en ningún momento se hacen
cargo directamente de la paradoja de Goldthorpe. Sólo nombran al sociólogo inglés y su
postura en contra de la simbiosis entre historia y sociología, nada más.

Nicos Mouzelis se refiere a la paradoja de Goldthorpe directamente en un artículo


publicado en la misma revista en la que Goldthorpe criticara principalmente a la gran
sociología histórica20. En un principio dice estar de acuerdo con la división que realiza el
sociólogo ingles sobre las disciplinas (i.e. nomotética e ideográfica) (Mouzelis 1994:31-
36). Pero discute de forma radical que se asemeje el trabajo de los “grandes” sociólogos
históricos (v. gr. Sckocpol, Moore, etc.) con lo que pregonara Herbert Spencer, Auguste
Comte o cualquier teórico evolucionista del siglo XIX, puesto que ellos ocupaban a la
historia como algo decorativo en sus escritos. Es decir, recurrían a la historia para dar un
sustento empírico a sus complejos modelos teóricos olvidando la mayoría de las veces el
contexto histórico. En contraste a los evolucionistas del siglo XIX, los sociólogos históricos
ocupan su “gran telescopio” pero son mucho más sensibles al contexto. Sus leyes
racionalmente construidas21 no van a por correlaciones estáticas derivadas de las
estadísticas que relacionan variables que buscan una validez universal. Ellos observan al
Estado-nacional, a los Imperios pre-industriales o a las antiguas ciudades-Estados,
tendiendo a ser holísticos sin ser teológicos22 (Mouzelis1994:32).

20
Nos referimos al British Journal of Sociology.
21
“Rationally constructed laws” en el texto
22
“(…) they look at nation states, pre-industrial empires or ancient city-states, their approach tends to be
holistic without being theological.”. Las cursivas son del original
Para continuar con su defensa, al igual que Goldthorpe, toma el libro de Barrington
Moore23 diciendo que las tres rutas a la modernidad política están explicadas no en
términos de leyes, sino como una colección de actores y sus complejas estrategias. El
holismo no-teológico de Moore intenta hacer un balance entre generalidad y contexto; un
recuento que no se encuentra presente en la pura descripción histórica y por el otro extremo
en las generalizaciones vagas que han dado a la sociología un mal nombre en estos temas.
Se puede comparar con Spencer a los funcionalistas más duros que llegan a ser a-históricos
en sus investigaciones, pero la comparación con los sociólogos históricos que hacen
grandes comparaciones es errada. Asimismo, sobre la crítica de que Moore habría
“acomodado” el debate historiográfico para que cuadrara con sus premisas, Mouzelis
poniendo a Goldthorpe contra sí mismo se pregunta: ¿Cómo es que puede hacer esa crítica
si es que no ha realizado una investigación sobre el tema desde las fuentes primarias? El
punto más álgido de la respuesta es cuando trata directamente lo que hemos llamado la
paradoja de Goldthorpe. Para Mouzelis es un problema cierto que los sociólogos históricos
no accedan a las fuentes [relics], pero ya que vivimos “en un mundo imperfecto y todas las
metodologías y aproximaciones a la historia entablan ventajas y desventajas”24 es absurdo
ver en esta desventaja una razón para rechazar las comparaciones macro-históricas. Existen
muchas formas de reducir los riesgos de no usar fuentes primarias [primary sources]
(Mouzelis 1994). Dice además, que para Goldthorpe las fuentes que ocupa Moore son
“pocos firmes” [shaky] para sustentar su aparato teórico, pero los historiadores que llevan a
cabo grandes trabajos de síntesis también basan sus investigaciones en fuentes secundarias
y caerían, por tanto, en el mismo problema de la paradoja. Entonces, ¿cómo los
historiadores pueden observar el cambio en la long durée?, ¿tenemos que dejar afuera al
que no pueda realizar el tránsito de revisar las fuentes primarias primero antes de realizar
comparaciones macro-históricas?, ¿vamos a olvidar que a pesar de que las interpretaciones
macro-históricas sean “tenues y arbitrarias”, nos permiten generar nuevas hipótesis y
nuevas interpretaciones sobre las fuentes o eventualmente descubrir algunas nuevas?

23
Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia: El señor y el campesino en la formación del mundo
moderno al que nos referimos más arriba.
24
“(…) in an imperfect world and that all methodologies and approaches to history entail advantages and
disadvantages”
Para el sociólogo ateniense, Goldthorpe no responde ninguna de estas preguntas; he
ahí su gran debilidad. En gran problema quedamos entonces, puesto que ahora se han
agregado a los historiadores y sus macro-análisis a la paradoja, pero esta sigue intacta y no
se ha resuelto.

Pero John Goldthorpe publicó (para suerte nuestra) una respuesta a las críticas que
le hicieron25. En su respuesta, comienza haciendo un recuento de los argumentos centrales
de su escrito: 1) que la sociología y la historia no son lo mismo, 2) que aparte de la
diferencia de énfasis (nomotético e ideográfico), existe una diferencia en la naturaleza de la
evidencia que ocupan ambas disciplinas y 3) que los sociólogos son capaces de generar sus
datos en el presente y los historiadores tienen que ceñirse a las fuentes que puedan utilizar
para reconstruir el pasado. Las principales críticas que le realizan tienen que ver con el
tercer punto (Goldthorpe 1994:63). Sobre la semejanza entre los “grandes sociólogos
históricos” y el método propugnado por Herbert Spencer, Mann (1994:37-54) en su artículo
defiende su descendencia de Spencer atacando a los historiadores por su deficiencia
intelectual, por lo tanto, la modestia y compostura que les atribuye Mouzelis a los
sociólogos históricos no sería tal. De igual forma, proponer leyes abstractas de desarrollo
de la historia no es la única forma de positivismo con respecto a los hechos históricos; la
inducción analítica defendida por Theda Skocpol para justificar metodológicamente a la
“gran” sociología histórica también lo sería (Goldthorpe 1994:65).

La respuesta que da Mouzelis a la paradoja de Goldthorpe atendiéndose a la idea de


que es “un mundo imperfecto y [que] todas las metodologías y aproximaciones a la historia
entablan ventajas y desventajas”, como también que el “riesgo” de ocupar fuentes
secundarias puede ser aplacado por la discusión de los propios académicos entre ellos;
Goldthorpe la rebate diciendo que la tenue relación entre la evidencia y los estudios de los
grandes sociólogos históricos no viene de un problema de ellos como gremio, sino de la

25
Por motivos de espacio no podremos desarrollar las otras críticas y compararlas con la respuesta de
Goldthorpe. Los otras críticas directas son Bryant, J.M “Evidence and explanation in history and sociology”;
Hart, N. “John Goldthorpe and the relics of sociology”; Mann, M. “In Praise of Macro-Sociology: A Reply to
Goldthorpe” y la ya trabajada de Mouzelis. El mismo Goldthorpe responde en la introducción de su respuesta
que considera que lo que le atribuyen los autores anteriores fue “mal entendido” por ellos y que fueron sus
errores de lectura los que llevaron a varios mal entendidos, siendo la crítica más atingente la que realiza
Mouzelis; viéndose así respaldada nuestra selección. Asimismo, toda esta parte del debate se puede encontrar
en el Volumen 45 N°1 de Marzo de 1994 de la British Journal of Sociology.
circunstancia ineluctable de cómo se refieren al pasado. A la crítica del sociólogo ateniense
sobre cómo es posible que Goldthorpe critique a Moore si él no ha visto las fuentes
primarias sobre la Guerra Civil inglesa, este la responde que su referencia era al debate
historiográfico de la época en la que Moore escribió su libro. Goldthorpe saca a relucir que
por motivos de investigación él si ha tenido contacto con fuentes primarias y ha realizado el
trabajo de historiador (Goldthorpe 1994:68). A pesar de que se tenga la intención de
continuar con los grandes modelos de la “gran sociología histórica” el problema
metodológico inexorablemente seguirá ahí. Sobre el argumento del sociólogo de origen
griego, contra los historiadores que intentan observar la long durée, Goldthorpe no se
refiere puesto que ya ha atacó la medula de la argumentación contraria.

En fin, a pesar de tratar el tema directamente las críticas no han podido derribar el
argumento que sostiene la existencia de la paradoja de Goldthorpe.
Conclusión

Los problemas de carácter epistemológico que hemos observado no han podido ser
resueltos por medio de los argumentos expuestos. Hemos recurrido a obras y artículos
clásicos sobre la materia que se refieren explícitamente a la paradoja y otro que no, pero
que reflexionan sobre la relación entre historiografía e historia social y sociología.

Más que una solución para la paradoja, propondremos invisibilizarla desde la


epistemología constructivista. Nuestra tesis es que Goldhorpe se comporta como un
constructivista social blando. En palabras de Arnold para los constructivistas blandos “la
realidad se representa como un estado extrínseco al observador, de la cual es posible sacar
conclusiones y donde se pueden explicar las convergencias cognitivas entre distintos
observadores” (Arnold 2003:7). Para Goldthorpe los historiadores y los sociólogos se
separan por la forma de interpretación de los supuestos empíricos que construyen, es decir,
por la diferencia entre fuente y dato. La fuente son vestigios de una realidad que nunca se
puede alcanzar, que es “extrínseca” y que por convergencias (los historiadores) se puede
llegar a una reconstrucción de ella. Por el contrario, el sociólogo crea realidad desde la
interpretación de los datos que construye en el presente.

Desde lo anterior, si utilizamos las categorías de Spencer Brown (1972), lo que


construye Goldthorpe es un re-entry en la que el historiador construye el pasado (nunca de
manera total) desde la fuente. Asimismo, los sociólogos contruyen realidad en una re-entry
desde los datos y su interpretación, teniendo en cuenta que los datos se pueden generar
desde el presente. Finalizando que los sociólogos históricos de grandes procesos construyen
realidad desde una ontología falicitada por las convergencias de los historiadores que
consideran útiles. El otro lado de la distinción son los sociólogos que ponen a prueba sus
modelos haciendo “trabajo de historiador” y que se atienen a lo que le permiten las fuentes.
Ergo, que desde la realidad que construyen por medio de las fuentes observan si es posible
sostener sus tesis.

Como vimos una de las principales críticas de Goldthorpe a Moore era el haber
conducido las tesis de los historiadores que estaban de acuerdo con su macromodelo de
acceso de las naciones a la modernidad política. Por tanto, no estaba de acuerdo con las
observaciones de la realidad extrínseca interpretada desde las fuentes. El problema es el
siguiente: ¿y si lo hubieran estado? ¿sería más real?. Amparándonos en el constructivismo
radical podemos sostener que la realidad simple y llanamente no existe como un ente
ontológica per se, sino como un continuo re-computando de las observaciones que
podemos hacer (Von Foerster 1988). Desde este punto de vista lo que realiza el sociólogo
histórico no es menos real que el acuerdo extrínseco entre historiadores o sociológos sobre
su propia conformación de la realidad. Es más, el problema es meramente metodológico.
Para ejemplificar, hay variados historiadores que generan grandes modelos de explicación
para llegar a certezas26 sin realizar muchas veces “todo” el trabajo de historiador.

Para finalizar, el problema se vuelve invisible cuando se es conciente que la


observación de primer y segundo orden son siempre posibles, en tanto contingentes
(Luhmann 1998). Si el sociólogo ocupa los escritos de un historiador está haciendo una
observación de segundo orden a los escritos del historiador, así como este en su momento la
realizó con otros historiadores. Acaso, ¿podemos decir que Braudel estudió y trabajó todas
las fuentes del capitalismo para sostener sus juicios? ¿toda la ciencia funciona de manera
experimental, cuestionando paso por paso sus propias conclusiones? La respuesta, a nuestro
parecer es negativa. Con los resguardos metodológicos suficientes no debería existir
problemas para realizar sociología histórica de pequeños o grandes modelos, es más, en el
devenir de la disciplina no se han dejado de lado las hipotesis ad hoc como las que tiene
cualquier rama de la ciencia, no volviéndola más o menos científica.

26
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