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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
DESCARTES
Y SUS CONTRADICCIONES
FILOSÓFICO-TEOLÓGICAS
3
Antonio García Ninet
4
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
DESCARTES
Y SUS CONTRADICCIONES
FILOSÓFICO-TEOLÓGICAS
5
Antonio García Ninet
ISBN 978-1-4709-7201-1
Edición corregida y ampliada
de mi libro DESCARTES,
publicado en 2010
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. DESCARTES: SU VIDA Y SU PERSONALIDAD.
2. EL “MÉTODO” Y SUS CONTRADICCIONES.
3. “RES INFINITA”, “RES COGITANS” Y “RES
EXTENSA”.
4. El “RACIONALISMO TEOLÓGICO” Y LA “RES
EXTENSA”.
5. “PHILOSOPHIA, ANCILLA THEOLOGIAE”.
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Antonio García Ninet
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
INTRODUCCIÓN
1
Meditaciones metafísicas, “Carta a los señores decanos y doctores de la
sagrada Facultad de Teología de París”; AT IX 4: “il faut croire qu’il y a un
dieu, parce qu’il est ainsi enseigné dans les Saintes Écritures, et […] il faut
croire les Saintes Écritures, parce qu’elles viennent de Dieu”. Obra citada en
adelante con las siglas “MM”.
2
Principios de la Filosofía, IV, parág. 207. Obra citada en adelante con las
siglas “PF”.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
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Por lo que se refiere al término dios lo escribo con minúscula cuando hablo
de cualquiera de los dioses creados por la fantasía humana a lo largo de la
historia, mientras que lo escribo con letra mayúscula y entrecomillada
(“Dios”) cuando me refiero al dios cristiano o a un supuesto dios sobre cuya
existencia real se ha especulado a lo largo de la Historia, considerado como
principio de todas las cosas y dotado de todas las perfecciones imaginables,
pero tan fantástico como todos los demás.
8
“…esto mismo que antes he tomado como una regla, a saber, que las cosas
que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas, sólo es segu-
ra porque Dios es o existe y que es un ser perfecto y que todo lo que está en
nosotros procede de él. De donde se sigue que siendo nuestras ideas o nocio-
nes cosas reales y provenientes de Dios, en cuanto son claras y distintas, no
pueden ser en esto más que verdaderas” (DM, 4ª parte, p. 38). Poco después,
Descartes insiste en este mismo círculo vicioso escribiendo: “…si no supiéra-
mos que todo lo que en nosotros es real y verdadero proviene de un ser perfec-
to e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas no tendríamos
ninguna razón que nos asegurara que tienen la perfección de ser verdaderas”
(DM, 4ª parte, p. 39). Leyendo estas reflexiones resulta especialmente asom-
broso que posteriormente, cuando Arnauld le criticó el círculo vicioso en que
incurría por utilizar la regla de la evidencia para demostrar la existencia de
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Dios y que luego utilizase la existencia de ese dios para dar validez a dicha
regla, Descartes, en lugar de reconocer su error, le replicase que la existencia
de Dios sólo era la garantía de la verdad de aquellas proposiciones cuya evi-
dencia, conocida en un momento dado, posteriormente se hubiera olvidado.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
1. R. DESCARTES:
SU VIDA Y SU PERSONALIDAD
10
Según indica R. Watson en diversos manuales consta que Descartes fue el
tercer hijo, pero en tales casos no se tiene en cuenta que tuvo un primer her-
mano que falleció al nacer (Descartes, filósofo de la luz, p. 52 (Vergara, Bar-
celona, 2003), obra citada en adelante con las siglas “DFL”).
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G. Rodis-Lewis: Descartes, Biografía, p. 29. Ed. Península, Barcelona,
1996. Obra citada en adelante con las siglas “R-L”.
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12
DFL, p. 89.
13
R-L, p. 44. Sorprende que Rodis-Lewis utilice la expresión “cariño excesi-
vo”. Parece que con esas palabras está sugiriendo una posible relación homo-
sexual entre Descartes y Beeckman.
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En relación con los famosos sueños, mencionados por Descartes en sus cua-
dernos autobiográficos y descritos por Baillet de un modo muy creativo pero
poco objetivo, escribe Watson: “vemos que Baillet se explaya en demasía,
inventando detalles […] Leibniz hizo notas sobre los cuadernos y en una de
ellas refirió únicamente: “Sueño 1619, nov., con el poema 7, cuyo comienzo
es: “¿Qué rumbo seguiré en la vida?” –Auson[io].” Este verso aparecía en la
descripción de los sueños de Baillet. Pero ningún otro elemento de los sueños
toma cuerpo en las notas de Leibniz. No confío en la larga descripción de Bai-
llet, que me parece puro invento” (DFL, p. 107).
15
R-L, p. 11.
16
AT X 180-181.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
17
R-L, p. 73.
18
Según escribe Watson, ésta es la interpretación de Paul Arnold, quien “se-
ñaló que los tres sueños podían derivar del gran libro rosacruz Las bodas quí-
micas de Christian Rosencreutz de Andreae, publicado en alemán en 1616. La
obra causó sensación y, sin duda, Descartes la leyó: Rosencreutz escuchó el
toque de una trompeta y, acto seguido, se halló en presencia de un ángel de la
Verdad. Luego, un violento viento detuvo su avance, pero logró escapar de él
refugiándose en un castillo, en el cual vio gente conocida y encontró una enor-
me esfera dentro de la cual podían verse las estrellas a plena luz del día. Ro-
sencreutz también observó una lluvia de chispas, como Descartes en su sueño.
El espíritu preguntó a Rosencreutz adónde se dirigía. Rosencreutz reconoció
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Antonio García Ninet
una enciclopedia incompleta que allí había, la cual, al poco, desapareció. Más
tarde, se presentó un desconocido que le formuló diversas preguntas y lo guió.
Si sólo contáramos con esta interpretación, aseguraríamos que Descartes
estaba leyendo Las bodas químicas de Christian Rosencreutz” (DFL, p. 129-
130).
19
La consideración de A. Baillet como “hagiógrafo” de Descartes más que
como su primer biógrafo obedece a que, según los críticos, fue un entusiasta
admirador de Descartes y tal actitud le llevó en muchas ocasiones a exagerar
los aspectos positivos, a minimizar los negativos y a tergiversar diversos
hechos de la vida de su personaje, lo cual determina que esta biografía, a pesar
de su importancia por ser la primera y encontrarse más próxima al tiempo en
que vivió Descartes, haya que tenerla en cuenta con las debidas precauciones.
20
DFL, p. 114.
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21
DFL, p. 115.
22
Escribe Watson en este sentido que “eran muchos los que se consideraban
rosacruces y es posible que, al menos por un tiempo, Descartes se incluyera
entre ellos […] en sus diarios anotó el título de un libro que pensaba escribir,
con una dedicatoria “a los Hermanos de la R. C.” (DFL, p. 98). Watson aporta
además otros argumentos en favor de esta hipótesis: Indica que “durante su
estancia en las Provincias Unidas, uno de los mejores amigos de Descartes,
Cornelius van Hogeland, era rosacruz” (DFL, p. 102), que “quienes se identi-
ficaban como rosacruces lo hacían en aras del progreso de la ciencia y la me-
dicina, unos objetivos que no eran ajenos a Descartes” (DFL, p. 105), que
“parece que Descartes se consideró rosacruz durante un tiempo o que, cuando
menos, jugaba con la idea […] Cuando se fijó sus propias metas y sus normas
de vida, éstas contenían principios sólidos que parecen inspirados en tratados
rosacruces” (DFL, p. 105), y que “Descartes, como los rosacruces, se propo-
nía aumentar la longevidad humana mediante la investigación médica de las
causas del envejecimiento” (DFL, p. 106).
23
R-L, p. 83.
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R-L, p. 73. Escribe Rodis-Lewis un poco más adelante: “Puesto que en Ita-
lia no retomó el cargo que estaba en el origen de este viaje, Descartes fue a
dar cuenta a su madrina, y escribió desde Poitiers a su padre el 24 de junio de
1625. Baillet […] nada nos aclara sobre las verdaderas intenciones de Descar-
tes y sobre lo que ocurrió realmente. Su familia ciertamente esperaba que por
fin tomara un cargo […] El cargo de comisionado general de Châtellerault
había estado ocupado por el segundo padrino, su tío abuelo Michel Ferrand
[…] “Primero rechazó estas propuestas bajo pretexto, vuelve a decir Baillet,
de que no podría poner de su dinero más que diez mil escudos al contado en
un cargo de judicatura” […] Pero sin esperar la respuesta paterna [a su mala
predisposición para comprar ese cargo], al principio del mes de julio llegó a
París” (R-L, p. 87). De estas referencias a la actitud de Descartes tiene espe-
cial interés la que señala el propio Baillet al calificar de “pretexto” el motivo
por el cual Descartes se negó a comprar el cargo de comisionado general.
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25
DFL, p. 120-121.
26
Ibidem.
29
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27
R-L, p. 73.
28
R-L, p. 95.
29
DFL, p. 141-142.
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DFL, p. 144. También podría tener interés investigar la hipótesis sobre las
posibles consecuencias que pudieron tener en la jerarquía católica el hecho de
que llegase a enterarse de la probable pertenencia de Descartes a la herman-
dad de los Rosacruz o su probable pertenencia al movimiento libertino de
París unos años antes de que se produjera su huida a Holanda.
31
DFL, p. 182.
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Richard Watson considera esta hipótesis como bastante probable, aunque
también introduce la de que Descartes pudo estar huyendo de su padre y de su
hermano, que le estarían buscando a causa del dinero que se había llevado
cuando se planteó la cuestión de si compraba o no el cargo de comisionado
general de Châtellerault. Escribe Watson en este sentido: “Sospecho que se
escondía de Bérulle y los católicos fanáticos. O quizá de su padre y su herma-
no mayor. Había vendido la granja, había cogido el dinero y huido […] Sea
como fuere, Descartes pronto olvidó el problema que lo había impulsado a
ocultarse. Al cabo de tres o cuatro años era uno de los filósofos más visibles y
mejor conectados de las Provincias Unidas” (DFL, p. 157).
32
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
33
DFL, p. 227.
34
DFL, p. 182.
33
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y añadió:
35
R-L, p. 104.
34
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36
AT I 154-155.
37
Carta a Beeckman, 24 de enero de 1619.
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38
R-L, p. 37.
39
DFL, p. 158-159.
36
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40
AT I 270-271.
37
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41
AT I 281-282.
42
AT I 282-283.
38
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48
Carta a Mersenne, diciembre de 1637.
49
R-L, p. 165-166.
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50
Carta a Mersenne, 27 de julio de 1638.
42
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
53
DFL, p. 230.
54
R-L, p. 178.
55
DFL, p. 227.
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56
Según escribe R. Watson: “Tan sólo en efectivo, su padre le dejó ciento
veintiséis mil ochocientas cuarenta libras. Legó a su hijo René Descartes una
cantidad desconocida de dinero, las fincas de Courgère, cerca de Oyré y de
Beauvais, y –compartida con su hermano Pierre- la casa de los Descartes en
Châtellereault. […] Descartes usó el dinero para alquilar el castillo de Ende-
geest, en las afueras de Leiden, donde vivió desde marzo de 1641 hasta mayo
de 1643, cuando se mudó a Egmond aan den Hoef” (DFL, p. 228).
57
“El 11 de noviembre de 1640 escribió a Mersenne que pensaba que quizá
los jesuitas le pedirían que escribiera un libro de texto para ellos” (DFL, p.
232).
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61
DFL, p. 198.
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62
PF, “A la Serenísima princesa Elisabeth…”; AT VIII 3-4.
63
Carta a Elisabeth, 22 de febrero de 1649: «il n’y a point de séjour au mon-
de, si rude ni si incommode, auquel je ne m’estimasse heureux de passer le
reste de mes jours, si Votre Altesse y était, et que je fusse capable de lui ren-
dre quelque service». Esta carta es posiblemente la más significativa como
expresión de los sentimientos de Descartes por la princesa.
64
DFL, p. 199.
48
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
66
Ibidem.
67
DFL, p. 200.
50
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
68
R-L, p. 201.
69
Carta a Chanut, 1 de noviembre de 1646; AT IV 537.
70
Escribe Watson en este mismo sentido que “a su torpe manera, Descartes
también buscaba su provecho [en esta relación con Chanut]. Debió de pensar
que quizá Chanut pudiera ayudarle algún día” (DFL, p. 258).
51
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52
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
72
Carta a Chanut, 1 de noviembre de 1646.
73
Ibidem. Precisamente en relación con esta carta, Watson comenta que Des-
cartes la escribió quizá “con la idea de que Chanut influyera en la corte fran-
cesa o sueca para que le concediesen una pensión” (DFL, p. 259).
53
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74
R-L, p. 201.
54
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75
Carta a la princesa Elisabeth, 10 de mayo de 1647.
76
Ibidem.
77
R-L, p. 223.
55
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78
“También me han hecho en ese país [en Francia] el honor de ofrecerme una
pensión en nombre del Rey, sin que yo la haya solicitado” (Carta a la princesa
Elisabeth, 31 de enero de 1648).
79
En este sentido Watson considera igualmente que Descartes “buscaba una
pensión de la corte de París” (DFL, p. 260). De esa búsqueda de una pensión
puede deducirse que Descartes había gastado ya la herencia de su padre y se
estaba endeudando. De hecho, según cuenta Watson, en el momento de su
muerte tenía deudas por valor de alrededor de 10.500 libras, cantidad bastan-
te elevada.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
80
R-L, p. 221.
57
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
85
AT V 324-325.
86
R-L, p. 242.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
88
R-L, p. 244. La cursiva es mía.
89
A. Baillet, citado en AT V 411. La cursiva es mía.
90
R-L, p. 245.
62
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
mismo año, le encargó que escribiera los estatutos para una Aca-
demia Sueca. Pero, desde ese momento Descartes, desengañado
al considerar que en la corte se le menospreciaba y que la reina
no tenía interés por su filosofía, comenzó a sentirse a disgusto y
a manifestar su deseo de abandonar Suecia. Por ello, en una de
sus últimas cartas, escrita en enero de 1650, decía:
“Aquí no estoy en mi elemento, y no deseo más que la tran-
quilidad y el reposo, que son unos bienes que los reyes más
poderosos de la tierra no pueden dar a los que no saben
tomarlos ellos mismos”95.
95
AT V 467.
96
AT V 494.
97
AT XII 586.
98
DFL, p. 284.
64
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
ron propiciar una diferencia tan abismal entre los resultados que
obtuvo como matemático y los que obtuvo como filósofo y como
investigador empírico. Por ello, en este apartado no se va a ha-
blar de las virtudes que propiciaron sus éxitos en las diversas
áreas del pensamiento, incluida la filosófica, sino de los aspectos
más peculiares de su personalidad que ocasionaron una parte
considerable de sus errores y fracasos en estos terrenos.
Por lo que se refiere a los factores iniciales que moldearon
su personalidad hay que mencionar su infancia enfermiza, pero
además y de manera especial hay que hacer referencia a la con-
siderable privación afectiva que, según parece, padeció, la cual a
su vez debió propiciar la formación de los diversos rasgos de su
carácter que de alguna manera influyeron negativamente en su
producción intelectual.
Ya en el apartado anterior se ha hablado de sus importantes
carencias afectivas a lo largo de su infancia y de su juventud, las
cuales debieron de repercutir en el correspondiente endureci-
miento de su carácter que le condujo a mantenerse reservado con
respecto a quienes le rodeaban, a pesar de sus amistades aparen-
tes de las que en bastantes ocasiones se sirvió como de medios
para la consecución de sus propios intereses.
Muchas peculiaridades de su personalidad podrían entender-
se como una consecuencia de aquel vacío afectivo y de su lucha
inconsciente por demostrar a la sociedad su propia valía a fin de
recibir de ella, si no el afecto que había necesitado durante la
infancia, sí el reconocimiento de su valía intelectual, sirviéndose
para ello tanto del uso adecuado de su capacidad intelectual,
como sucedió en el terreno de las Matemáticas, como del uso
inadecuado de dicha capacidad en cuanto otros fines menos liga-
dos al de la búsqueda de la verdad y más ligados a la búsqueda
del triunfo social pudieron cegarle hasta el punto de llevarle a
66
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
100
DFL, p. 183. Escribe Watson poco más adelante, mencionando a Roberval,
otro matemático famoso contemporáneo de Descartes, que “Roberval amaba
los debates y despreciaba a Descartes. A su vez, Descartes no soportaba a
Roberval. Cada cual era un geómetra superlativo y cada cual tenía un ego
colosal” (DFL, p. 189).
68
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
103
PF, Dedicatoria a la princesa Elisabeth; AT VIII 4.
104
Ibidem.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
105
“…il n’y a aucun phainomene en la nature, dont l’explication ait esté obmi-
se en ce Traitté” [y] “i’ay prouué qu’il n’y a rien en tout ce monde visible,
sinon les choses que j’y ay expliquées” (PF, IV, Parág. 199; Chez Michel
Bobin & Nicolas Le gras, Paris, MDCLVIII). Se ha modificado la grafía con
que aparece la letra “s” en la edición de 1658. La cursiva es mía.
106
R-L, p. 131. La cursiva es mía.
107
R-L, p. 140.
71
Antonio García Ninet
108
R-L, p. 203. La cursiva es mía
109
Carta de 9 de febrero de 1645; AT IV 176.
110
AT IV 156-158.
72
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
111
AT IX 2 20.
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Antonio García Ninet
112
MM, Respuestas a las quintas objeciones (citadas en adelante con las siglas
“RQO”).
113
MM, RQO.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
114
MM, RQO.
115
MM, RQO.
116
MM, Carta de Descartes al señor Clerselier, p. 750 (relacionada con las
objeciones de Gassendi); KRK Ediciones, Oviedo, 2005.
117
R-L, p. 230.
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Antonio García Ninet
118
MM, Respuestas a las terceras objeciones (citadas en adelante con las
siglas “MM, RTO”).
119
MM, RTO.
120
MM, RTO.
121
Citado por F. Tönnies en su obra Hobbes, p. 52. Alianza Editorial, Madrid,
1988.
122
Cartas a Mersenne, 18 de febrero y 4 de marzo de 1641.
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123
DM, III; AT VI 30 -31.
124
DFL, p. 176.
125
DFL, p. 191.
126
Carta a Mersenne, 19 de junio de 1638.
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127
AT I 483.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
80
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
131
Descartes sentía la necesidad acuciante de escapar de la amargura que le
estaban causando las duras controversias, las críticas y el rechazo que su filo-
sofía estaba teniendo últimamente en Holanda, tanto por sus propios conteni-
dos como especialmente por sus enfrentamientos con algunos teólogos protes-
tantes, como Voetius, rector de la universidad de Utrecht, quien criticaba entre
otras cosas que diversos aspectos de su filosofía, como el de la duda metódica,
conducían al escepticismo y al ateísmo por la imposibilidad teórica de supe-
rarla. Además, su filosofía se enfrentaba con el calvinismo imperante en aquel
lugar, tal como había reconocido el propio filósofo a la princesa Elisabeth en
su carta del 10 de mayo de 1647.
81
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132
Carta a Voetius, marzo de 1643; AT VIII B 166. La cursiva es mía.
82
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
1.2.2.3. Servilismo
En aparente paradoja con su orgullo y arrogancia, Descartes
adoptó igualmente una actitud servil con las personas pertene-
cientes al alto clero y con las de una “nobleza de sangre” clara-
mente superior a la suya, como la princesa Elisabeth y, sobre
todo, la reina Cristina de Suecia. Este servilismo estaba en sin-
tonía con su misma personalidad calculadora, en cuanto iba
dirigido a la obtención de favores especiales de aquellos cuya
posición social y política podía servirle de ayuda en cualquier
momento.
En efecto, por lo que se refiere a esta característica de su
personalidad tiene interés mencionar sus cartas a la princesa
Elisabeth, en las que le tributa las más galantes y exageradas
adulaciones que, aunque hayan podido verse acertadamente
como manifestaciones de su enamoramiento y de una auténtica
admiración por ella, parecen igualmente derivadas, al menos en
sus inicios, de intereses de otro orden, como el de contar con el
favor de una persona de su alcurnia, en cuanto podría influir en
el aumento de su prestigio, así como en conseguir un puesto en la
corte (en las de Francia, Holanda o Suecia, o en la de la familia
de la princesa en el caso de que su situación política evoluciona-
se favorablemente) con el que pudiera mantener su despreocupa-
do tren de vida o, sencillamente, para tener un medio de vida
cuando su situación económica empeoró de manera preocupante
pocos meses antes de conseguir que la reina Cristina la invitase a
ir a su corte.
133
DFL, p. 219.
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Antonio García Ninet
134
Carta a Elisabeth, 21 de mayo de 1643, AT III 663-664. La cursiva es mía.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
135
PF, Dedicatoria a la princesa Isabel; AT VIII 4: “Et cette ságesse si perfaite
m’oblige à tant de vénération, que non seulement je pense lui devoir ce livre,
puisqu’il traite de philosophie […], mais aussi je n’ai pas plus zèle à philoso-
pher […] que j’en ai à être, Madame, de Votre Altesse le très humble, très
obéissant et très dévot serviteur”. La cursiva es mía. Conviene tener en cuenta
que cuando Descartes escribe esta dedicatoria, la princesa sólo tenía 26 años
mientras que él tenía ya 48. Es de suponer que Descartes no debió de comuni-
car en ningún momento a la princesa su opinión, expresada al padre Vatier,
acerca de la limitada capacidad intelectual de la mujer para la comprensión de
las cuestiones filosóficas.
85
Antonio García Ninet
136
Carta a Cristina de Suecia, 26 de febrero de 1649. La cursiva es mía.
137
Carta a Mersenne, diciembre de 1640. La cursiva es mía.
86
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
138
Carta a Voetius; AT VIII B 60, 166-168. La cursiva es mía.
87
Antonio García Ninet
139
R-L, p. 192 y DFL, p. 228.
88
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
140
DFL, p. 267. En relación con la situación económica de Descartes pocos
días antes de su marcha a Suecia indica Watson igualmente que “era caótica y
desesperada” (DFL, p. 268).
141
R-L, p. 43.
89
Antonio García Ninet
1.2.2.5. Frivolidad
Igualmente, parece que su megalomanía fue la causa más
importante de una frivolidad muy llamativa a la hora de pronun-
ciarse sobre cualquier asunto medianamente complejo, conside-
rando tener su solución sin que en muchas ocasiones tuviera real-
mente un argumento serio en favor de sus tesis y confiando exce-
sivamente en su capacidad para resolverlo de manera infalible y
90
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
142
Respecto a esta cuestión Descartes había respondido de modo incoherente
defendiendo ambas posturas y pasando por alto en cada caso la respuesta con-
traria defendida en el otro. Más adelante se mostrará un análisis más deta-
llado.
91
Antonio García Ninet
versal de la duda, tal como se verá más adelante con cierto deta-
lle.
En definitiva, este modo de ser le condicionó hasta el punto
de llegar a incurrir en gravísimos errores en sus razonamientos,
que tuvieron repercusiones igualmente graves en sus argumenta-
ciones filosóficas relacionadas con su método y con su sistema,
tal como se mostrará en los siguientes capítulos.
De manera paradójica, un aspecto indirectamente positivo
de esta frivolidad es que facilita la labor de los críticos a la hora
de señalar la serie de contradicciones en que incurrió el pensador
francés, que en muchos momentos escribía de manera precipita-
da y dogmática lo que se le ocurría, y tal actitud le impedía tomar
la precaución de ser coherente consigo mismo, de manera que
más adelante emitía nuevas afirmaciones, contradictorias con las
anteriores, sin preocuparse por explicar las causas de sus nuevos
puntos de vista.
143
DFL, p. 228.
92
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
144
AT I 14-21.
93
Antonio García Ninet
145
Carta a Chanut, 6 de marzo de 1646.
94
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
146
Ibidem.
147
Carta a Chanut, 1 de noviembre de 1646.
95
Antonio García Ninet
148
Carta a Chanut, 1 de febrero de 1647.
149
Ibidem.
96
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
150
Carta a Chanut, 6 de junio de 1647. La cursiva es mía: En esa frase se
observa la tendencia cartesiana a la admiración hacia aquellos personajes,
como la reina y la princesa Elisabeth, cuya nobleza compensaría y superaría
ampliamente su condición de mujeres, permitiéndoles alcanzar una capacidad
intelectual digna de la mayor admiración, aunque también es verdad que el
cálculo interesado pudo ser especialmente decisivo para su manifestación de
una admiración inexistente.
97
Antonio García Ninet
151
Carta a Cristina de Suecia, 26 de febrero de 1649.
152
AT V 467.
98
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
153
Carta a Cristina de Suecia, 26 de febrero de 1649.
99
Antonio García Ninet
100
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
159
“En cuanto a lo que he escrito, que la indiferencia es más bien un defecto
que una perfección de la libertad en nosotros, no se sigue de aquí que sea lo
mismo en Dios; y, sin embargo, no sé que sea de Fide [= materia de fe] creer
que es indiferente y tengo la esperanza de que el padre Gibieuf defienda bien
mi causa en este punto, pues no he escrito nada que no esté de acuerdo con lo
que él ha puesto en su obra De libertate (Sobre la libertad)” (Carta a Mer-
senne, 21 de abril de 1641; AT III 360). La cursiva es mía.
102
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
1.2.2.7. Mendacidad
Por lo que se refiere a la tendencia de Descartes a mentir en
un sentido general, puede observarse en diversas ocasiones de su
vida:
a) Así, en relación con la teoría heliocéntrica en un primer
momento reconoció estar de acuerdo con Galileo, pero luego
negó haber defendido tal doctrina sin reparo alguno: Su defensa
del heliocentrismo había quedado de manifiesto en las ocasiones
en que escribió a Mersenne diciéndole que no podía publicar su
obra El mundo porque en ella defendía la doctrina sustentada por
103
Antonio García Ninet
160
AT I 281-282.
161
DM, VI; AT VI 60: « Or il y a maintenant trois ans que j'étais parvenu à la
fin du traité […], lorsque j'appris que des personnes à qui je défère […]
avaient désapprouvé une opinion de physique publiée un peu auparavant par
quelque autre, de laquelle je ne veux pas dire que je fusse; mais bien que je
n'y avais rien remarqué avant leur censure que je pusse imaginer être préju-
diciable ni à la religion ni à l'état […] cela me fit craindre qu'il ne s'en trouvât
tout de même quelqu'une entre les miennes en laquelle je me fusse mépris,
nonobstant le grand soin que j'ai toujours eu». La cursiva es mía.
104
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
162
Una exposición más detallada de esta doctrina puede encontrarse en el
punto 4.2.6.
105
Antonio García Ninet
163
Escribe Rodis-Lewis que M. LeRoy, en Descartes, le philosophe au mas-
que, “lo integraba en la poderosa corriente libertina que se resguardaba pru-
dentemente en la apariencia de creyente” (R-L, p. 13).
164
PF, II, 207.
165
MM, Carta a los señores Decanos y doctores de la facultad de Teología de
la universidad de París, AT IX 4.
106
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
108
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
pre hacía lo mejor, no tenía sentido pedirle otra cosa166. Por ello,
cuando Descartes insiste en tantas ocasiones en que no quiere
tratar acerca de cuestiones de Teología lo que sucede es que teme
que su capacidad lógica pueda traicionarle y llegue a afirmar
doctrinas demasiado coherentes y sensatas, que, precisamente
por ello, podrían crearle problemas por ser opuestas a las defen-
didas desde la ortodoxia católica. De hecho y como consecuencia
de su capacidad para un pensamiento lógico riguroso, según indi-
ca Watson, Descartes llegó a negar algún dogma católico, como
el del pecado original, dogma efectivamente irracional e incom-
patible con el concepto mismo de pecado, el cual haría referencia
a una acción voluntaria y libre en contra de las leyes divinas,
acción que, aunque pudo haber sido realizada por Eva y Adán,
no podía determinar que el resto de la humanidad, sin haber rea-
lizado acción alguna, naciera con un “pecado heredado”.
c) Otra muestra más de la mendacidad de Descartes fue la
de su atrevimiento a la hora de explicar a la princesa Elisabeth de
Bohemia la teoría aristotélica acerca de la felicidad de un modo
erróneo, sin incidir en la idea esencial de la auténtica doctrina
aristotélica, confiado, al parecer, en que la princesa no sabría
nada de ella, y en que el pensador francés podría presumir de su
“erudición” a este respecto. En este sentido, en su carta del 18 de
agosto de 1645 le dijo que para Aristóteles la felicidad “consta
de todas las perfecciones tanto del cuerpo como del espíritu”167
sin mencionar para nada la idea esencial aristotélica según la cual
la felicidad consiste en la vida teorética, como actividad de la
razón considerada como la esencia propia del hombre, siendo las
demás perfecciones de que habló Descartes sólo condiciones que
posibilitaban dicha actividad racional.
166
En el punto 6.2.2. se encuentra una exposición más detallada de esta cues-
tión.
167
Carta a la princesa Elisabeth de Bohemia, 18 agosto 1645.
109
Antonio García Ninet
1.2.2.7.1. Mitomanía
La mendacidad cartesiana se manifestó igualmente en la cre-
ación de una serie de doctrinas pretendidamente filosóficas y
científicas que sólo fueron una muestra de la osadía del francés
para afirmar de un modo pseudocientífico lo que sólo era un pro-
ducto de su fantasía, en cuanto tales doctrinas o bien eran absur-
das por sí mismas o bien lo eran en cuanto no era posible verifi-
carlas. Descartes, inducido por su megalomanía, utilizó en bas-
tantes momentos esta manera de escribir, tan aparentemente
seria y meticulosa, como si, en relación con cuestiones como la
de la conexión entre el alma y el cuerpo, y con algunas otras,
hubiera realizado investigaciones con un microscopio de preci-
sión infinita que le hubieran conducido a la obtención de tan
asombrosos descubrimientos, los cuales en realidad eran elucu-
braciones sin fundamento.
Efectivamente, así sucedió en muy diversas ocasiones, como
cuando escribió acerca de
a) la interacción de alma y cuerpo,
b) la causa de la circulación sanguínea,
c) los modos de dilatación del corazón,
d) los “espíritus animales”, y
e) las deducciones por las que habría llegado a demostrar la
existencia del cielo y de sus diversos astros así como de “los
cuatro elementos” (tierra, agua, aire y fuego), previamente
afirmados por Empédocles, y “minerales y algunas otras
cosas”168.
Analizo a continuación estas cuestiones de un modo más
detallado:
a) Resulta difícilmente creíble que, al considerar que una
realidad material como la glándula pineal podía servir de inter-
168
DM, VI; AT VI 63-64. La cursiva es mía.
110
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
112
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
172
DM, V; AT V 48-50: “il y a toujours plus de chaleur dans le cœur qu’en
aucun autre endroit du corps; et […] que cette chaleur est capable de faire que,
s’il entre quelque goutte de sang en ses concavités, elle s’enfle promptement
et se dilate, ainsi que font généralment toutes les liqueurs, lorsqu’on les laisse
tomber goutte à goutte en quelque vaisseau qui est fort chaud […] Mais que
sitôt qu’il est entré ainsi deux gouttes de sang […] se raréfient et se dilatent, à
cause de la chaleur qu’elles y trouvent […] et, continuant à se raréfier de plus
en plus, elles poussent et ouvrent les six autres petites portes qui sont aux
entrées des deux autres vaisseaux par où elles sortent […] Au rest, […] ce
mouvement que je viens d’expliquer suit aussi nécessairement de la seule
disposition des organes qu’on peut voir à l’oeil […] qu’on peut connaître par
expérience, que fait celui d’un horloge, de la force, de la situation et de la
figure de ses contra-poids et de ses roues”. La cursiva es mía.
113
Antonio García Ninet
114
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
175
DM, VI; AT VI 63-64. La cursiva es mía.
116
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
117
Antonio García Ninet
176
AT I 282-283.
119
Antonio García Ninet
177
Concretamente en el punto 3.4.
120
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
122
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
íntimas con Helena Jans y tuvo una hija, lo cual, aunque muestra
una faceta simplemente humana del pensador francés, no encaja
con aquel supuesto interés por la soledad. Además, durante la
serie de años pasados en Holanda se vio envuelto en abundantes
polémicas con diversos pensadores y científicos como Beeck-
man, Fermat, Beaugrand, Roberval, Petit, Hobbes, Gassendi,
Voetius y Trigland, polémicas que no debieron de contribuir
precisamente a proporcionarle la tranquilidad ni la soledad que
decía buscar.
124
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
179
Pablo de Tarso, 1 Corintios, 11, 3.
180
Pablo de Tarso: 1 Corintios, 11, 10.
125
Antonio García Ninet
126
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
181
Posteriormente Helena enviudó, se volvió a casar y tuvo tres hijos de su
segundo marido “Helena se casó con Jan Jansz van Wel, que era originario de
Egmond, y se establecieron en Egmond aan den Hoef. Antes de casarse,
ambas partes presentaron un acuerdo prenupcial según el cual si una de ambas
partes muriera antes de que hubiesen tenido hijos, la otra parte recobraría su
aportación original junto con un extra de mil florines […] En mayo de 1644,
Descartes había regresado para vivir en Egmond aan den Hoef, desde donde
viajó a Leiden de camino para ir a Francia. Había esperado finalizar la publi-
cación de los Principios antes de su marcha, pero hubo retrasos provocados
por la preparación y la impresión de los diagramas. Sin embargo, había un
motivo ulterior para su retraso, ya que parece que Descartes estuvo en Leiden
127
Antonio García Ninet
para asistir a la boda de su antigua sirvienta. El acuerdo decía que el padre del
novio (o de los novios) había estipulado una dote de 1.000 florines, que serían
devueltos a la familia, si Helena muriese sin hijos. […]. Esta cláusula fue
tachada en el acuerdo prenupcial, siendo esto un indicio de que una parte del
dinero pudo haber sido dada por Descartes, para ayudar a Helena a casarse
viviendo de manera respetable e independiente. Una interpretación similar de
este complejo asunto es la de que Helena siguió a Descartes como sirvienta a
Egmont en 1637, y que se alojó con los padres de Jan Jansz van Wel, cuya
madre, Reyntje Jansdr había aceptado a Francine en su casa a petición de Des-
cartes.” (Desmond M. Clarke: Descartes, a biography; p. 135-136; Cambridge
University Press, New York (USA), 2006. La traducción es mía).
128
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
182
En general los retratos que se conservan de Descartes no llaman especial-
mente la atención por la belleza física del filósofo. Su estatura de alrededor de
1,55 metros, según los cálculos más o menos aproximados de R. Watson,
debió de ser más baja que la media de aquel momento.
183
Carta a Elisabeth, 21 de mayo de 1643 (AT III 663-664).
129
Antonio García Ninet
184
Carta a Chanut, 1 de febrero de 1647.
130
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
185
Carta a Elizabeth, 18 de mayo de 1645.
186
Carta de Elisabeth a Descartes, 24 de mayo de 1645. La cursiva es mía.
131
Antonio García Ninet
187
Carta a Elisabeth, 21 de julio de 1645.
132
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
188
Carta de Elisabeth a Descartes, 21 de febrero de 1647. La cursiva es mía.
189
Carta a Elisabeth, marzo de 1647. La cursiva es mía.
133
Antonio García Ninet
190
Carta a Elisabeth, 22 de febrero de 1649: «il n’y a point de séjour au mon-
de, si rude ni si incommode, auquel je ne m’estimasse heureux de passer le
reste de mes jours, si Votre Altesse y était, et que je fusse capable de lui ren-
dre quelque service». Esta carta es posiblemente la más significativa como
expresión del enamoramiento de Descartes respecto a la princesa.
134
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
191
Carta a Elisabeth, 9 de octubre de 1649.
192
En el original: “jalousie”.
193
Ibidem.
135
Antonio García Ninet
194
Ibidem.
195
Carta de Elisabeth a Descartes, 4 de diciembre de 1649: « Ne croyez pas
toutefois qu’un description si avantageuse me donne matière de jalousie».
196
Ibidem. La cursiva es mía.
136
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
137
Antonio García Ninet
197
Carta de la princesa Elisabeth a Descartes, 4 de diciembre de 1649: « Je me
sens toutefois coupable d’un crime contre son service, étant bien aise que vo-
tre extrême vénération pour elle ne vous obligera pas de demeurer en Suède ».
138
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
198
Carta a Chanut, 26 de febrero de 1649.
199
Carta a la reina Cristina, 26 de febrero de 1649.
139
Antonio García Ninet
Párrafos como éste son, por otra parte, una clara prueba de
que no era precisamente la reina la más interesada en la visita de
Descartes sino que, por el contrario, fue Descartes el interesado
en acudir a ella por los motivos antes indicados.
Por otra parte, la importancia de la relación entre Descartes
y la princesa Elisabeth no tuvo un carácter exclusivamente afec-
tivo sino que fue especialmente valiosa desde el punto de vista
intelectual en cuanto fue un incentivo importante que impulsó al
pensador francés a tratar de profundizar en el estudio de diversas
cuestiones filosóficas, como las que dieron lugar a la obra dedi-
cada a ella, Los principios de la Filosofía, y su escrito Las pasio-
nes del alma, posteriormente ampliado para ofrecérselo a la reina
Cristina, y al tratamiento de otras cuestiones filosóficas y teoló-
gicas en las que la princesa mostró especial interés, como la de la
unión entre el alma y el cuerpo y como la del libre albedrío, al
margen de que Descartes fuera incapaz de dar una respuesta
hacertada acerca de estas cuestiones.
140
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
2. EL “MÉTODO”
Y SUS CONTRADICCIONES
142
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
200
Francisco Sánchez: Quod nihil scitur –Resumen del autor- . La cursiva es
mía.
201
Francisco Sánchez: O. c. Fragmento del resumen final. La cursiva es mía.
202
DM, I; AT VI 10.
143
Antonio García Ninet
144
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
203
Estas reflexiones pertenecen al terreno de la conjetura. Tendría interés
realizar un trabajo más exhaustivo para llegar a una conclusión más segura
acerca de esta cuestión.
145
Antonio García Ninet
204
DM, II; AT VI 18. “…ne recevoir jamais aucune chose pour vraie que je
ne la connusse évidemment être telle; c’est-à-dire, d’éviter soigneusement la
précipitation et la prévention, et de ne comprendre rien de plus en mes
jugements que ce qui se présenterait si clairement et si distinctement à mon
esprit, que je n’eusse aucune occasion de le mettre en doute”.
146
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
205
“Y […], siendo un Estado mucho mejor regido cuando hay pocas [leyes],
pero muy estrictamente observadas, así también […] creí que me bastarían los
cuatro siguientes [preceptos], supuesto que tomase una firme y constante reso-
lución de no dejar de observarlos una vez siquiera:
Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese
con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la
prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase
tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de
ponerlo en duda.
El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuan-
tas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución.
El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los
objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a
poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones
tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada” (DM, II).
147
Antonio García Ninet
148
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
208
DM, IV; AT VI 32.
209
“je voulus supposer” en el original.
150
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
210
MM, I; A T IX 14: « j’ai quelquefois éprouvé que ces sens étaient trom-
peurs, et il est de la prudence de ne se fier jamais entièrement á ceux qui nous
ont une fois trompés ».
211
MM, IV.
151
Antonio García Ninet
212
Kant: Prolegómenos a toda metafísica futura, p. 90. Ed. Aguilar, Madrid,
1968. La cursiva es mía.
152
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
154
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
no y que también hubiera querido engañarle. Pero lo más grave fue cuando
finalmente –de acuerdo con la hipótesis de W. de Ockam y de J. de Mirecourt,
planteó la hipótesis de que el auténtico “Dios” –el dios de la religión católica-
podría ser igualmente el causante de tales engaños. Precisamente Voetius,
rector de la universidad de Utrecht, le acusó de haber defendido esta última
hipótesis, y Descartes, preocupado por las posibles represalias de la jerarquía
católica, replicó que él no había defendido tal hipótesis. En verdad el pensador
francés no había afirmado que “Dios” fuera engañador, pero sí había afirmado
que permitía que él se equivocase o engañase alguna vez (MM, 1ª; AT IX 17).
Además, en la 3ª de las Meditaciones Descartes insiste de modo claro en la
hipótesis de que “Dios” podría ser engañador si así lo quisiera: “…acaso Dios
hubiera podido darme una naturaleza tal que yo me engañase hasta en las
cosas que me parecen más manifiestas. Pues bien, siempre que se presenta a
mi pensamiento esa opinión […] acerca de la suprema potencia de Dios, me
veo forzado a reconocer que le es muy fácil, si quiere, obrar de manera que
yo me engañe aun en las cosas que creo conocer con grandísima evidencia”
(MM, III; AT IX 28).
217
Ibidem.
156
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
tente y veraz, como, tal vez, podía serlo el dios cristiano. Sin
embargo, aunque Descartes se lo propuso de distintas maneras,
fracasó en todos sus intentos y, por ello, quedó encerrado en un
solipsismo escéptico del que sólo escapaba la verdad de la pro-
pia existencia a través de la proposición “pienso, luego existo”
–y otra verdad intrascendente para los objetivos cartesianos- y
quedó incapacitado para escapar de modo coherente de la duda
metódica tan radical en que él mismo se había situado.
d) A pesar del aparente rigor extremo y de la universalidad
con que Descartes pretendió aplicar la duda metódica, de manera
incongruente con el sentido de aquella duda metódica universal
que se había propuesto, aunque desde una actitud comprensible,
dado el enorme poder de la Iglesia Católica y los recientes asesi-
natos “legales” cometidos por ella, exceptuó de la aplicación de
la duda metódica las doctrinas de la religión católica, que aceptó
sin otra explicación que la consistente en indicar que conservaba
“constantemente la religión en que la gracia de Dios hizo
que me instruyeran desde niño”218.
Pero tal excusa, aunque comprensible por su temor a la Igle-
sia Católica, era inaceptable y parecía una burla en relación con
la misma regla de la evidencia por la que pretendía guiarse de un
rigor absoluto, en cuanto sin explicación ni demostración de nin-
guna clase ¡daba como un hecho evidente la existencia de
“Dios”! al margen de que posteriormente, en la cuarta parte del
Discurso, intentase demostrarla, aunque con razonamientos
carentes de sentido, como luego se verá.
218
DM, III; AT VI 23: “…retenant constamment la religión en laquelle Dieu
m’a fait la grâce d’être instruit dès mon enfance”. En otro momento respondió
una carta de Revius diciéndole que tenía “la religión de su rey y de su nodri-
za”.
157
Antonio García Ninet
158
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
159
Antonio García Ninet
160
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
161
Antonio García Ninet
221
MM, II; AT IX 19.
162
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
224
MM, IX; AT IX 19.
225
DM, IV; AT VI 32.
226
DM, IV; AT VI 32: “…et qu’au contraire de cela même que je pensáis à
douter de la vérité des autres choses, il suivait très évidemment et très certai-
nement que j’était”.
164
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
por ello, tenía carácter deductivo- que era una verdad intuitiva
directa, es decir, un conocimiento no deductivo.
A continuación el pensador francés trató de averiguar qué
era lo que le había permitido alcanzar esa verdad y llegó a la
conclusión de que era la claridad y distinción, es decir, la eviden-
cia con que dicha verdad se le había presentado, escribiendo en
este sentido:
“notando que esta verdad, pienso, luego existo, era tan firme
y segura que no eran capaces de conmoverla las más extra-
vagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía
aceptarla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filo-
sofía que buscaba”227.
Y así esta verdad, superando la duda, se convertía en “el pri-
mer principio” de su filosofía como primera verdad de su sistema
y como fundamento –al menos parcial- de la regla de la eviden-
cia, la cual le debía servir para obtener nuevos conocimientos en
cuanto se le mostrasen con la misma evidencia con que se le
había mostrado tal proposición. Por ello, juzgó –aunque no de
modo definitivo, como luego se verá- que
“las cosas que concebimos muy clara y distintamente son
todas verdaderas”228.
227
DM, IV ; AT VI 32 : «remarquant que cette vérité, je pense, donc je suis,
était si ferme el si assurée, que toutes les plus extravagantes suppositions des
sceptiques n’étaient pas capables de l’ébranler, je jugeais que je pouvais la
recevoir sans scrupule pour le premier principe de la philosophie que je cher-
chais».
228
DM, IV; AT VI 33: “les choses que nous concevons fort clairement et fort
distinctement sont toutes vraies”. Anteriormente, en el siglo XIV, ya Ockam
consideró que “probar una proposición consiste en mostrar, bien que es inme-
diatamente evidente, bien que se deduce necesariamente de una proposición
que es inmediatamente evidente” (E. Gilson: La Filosofía en la Edad Media,
Ed. Gredos, Madrid, p. 593). Y, por su parte, Nicolas d’Autrecourt consideró
que “los únicos conocimientos ciertos son aquellos que son “inmediatamente
evidentes” ” (E. Gilson: O. c., p. 616). Es muy posible que estos puntos de
165
Antonio García Ninet
166
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
229
Sin embargo, en este punto fue incapaz de advertir que aquella primera
verdad se fundamentaba en realidad en el principio de contradicción en lugar
de fundamentarse en la regla de la evidencia.
168
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
230
E. Gilson: O.c., p. 619.
231
Ibidem.
170
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
____________________________________________________
Círculo vicioso: Descartes incurre en un círculo vicioso al justificar la regla
de la evidencia en “Dios” y al justificar la existencia de “Dios” en la regla de
la evidencia.
______________________________________________________________
171
Antonio García Ninet
232
DM, IV; AT VI 38. La cursiva es mía.
233
DM, IV; AT VI 39. : “...si nous ne savions point que tout ce qui est en bous
de réel et de vrai vient d’un être parfait et infini, pour claires et distinctes que
fussent nos idées, nous n’aurions aucune raison qui nous assurât qu’elles
aussent la perfection d’être vraies”.
172
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
235
MM, I; AT IX 16. La cursiva es mía. La hipótesis en favor de la existencia
de un dios inauténtico pero suficientemente poderoso como para provocar ese
174
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
176
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
237
MM, 3ª; AT IX 28.
177
Antonio García Ninet
238
MM, III; AT IX 28.
178
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
239
MM, I; AT IX 16.
179
Antonio García Ninet
240
MM, 3ª; AT IX 28.
241
En realidad se trata de dos verdades: Pienso y existo, aunque Descartes
inenta unirlas en una sola como sería “existo al menos mientras lo pienso”, o
simplemente “existo”, tal como la expresa en las Meditaciones Matefísicas.
180
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
242
R, III; AT X 368. La cursiva es mía.
“Sé que conozco alguna cosa, y todo lo que conoce existe, luego yo existo”
243
182
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
244
R, XII; AT VIII 421. La cursiva es mía.
245
DM, IV; AT VI 33: “…ayant remarqué qu’il n’y a rien du tout en ceci, je
pense, donc je suis, qui m’assure que je dis la vérité, sinon que je vois très
clairement que pour penser il faut être…”. La cursiva es mía.
183
Antonio García Ninet
246
DM, IV: “…qu’au contraire de cela même que je pensais à douter de la
184
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
vérité des autres choses, il suivait très évidemment et très certainement que
j’étais”.
185
Antonio García Ninet
186
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
248
DM, IV, AT VI 33 : “ce qui est requis à une proposition pour être vrai et
certaine”.
187
Antonio García Ninet
249
MM, III, AT IX 28 : «peut-être quelque Dieu avait pu donner une telle
nature, que je me trompasse même touchant les choses qui me semblent les
plus manifestes […] je suis contraint d’avouer qu’il lui est facile, s’il le veut,
de faire en sorte que je m’abuse, même dans les choses que je crois connaître
avec une évidence très grande».
188
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
189
Antonio García Ninet
190
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
192
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
250
Carta a Mersenne, 11 de octubre de 1638. La cursiva es mía.
193
Antonio García Ninet
ese dios, lo cual era imposible porque, entre otros motivos, Des-
cartes se había cerrado el camino para intentar esa tarea imposi-
ble desde el comienzo de su intento al incurrir en los círculos
viciosos antes mencionados. Además, su pretensión de que a par-
tir del dios cristiano había deducido casi todas las leyes del Uni-
verso era asombrosamente frívola y ridícula, y propia de aquella
misma megalomanía. En definitiva, mientras Galileo elaboraba
su método experimental y realizaba sus descubrimientos cientí-
ficos a partir de la base de la experiencia, Descartes partía de un
fundamento meramente supuesto y absolutamente alejado de
cualquier comprobación, como lo era aquel supuesto dios. Y, al
margen de que hubiera concedido a la experiencia cierta utilidad
como mecanismo auxiliar para suplir las limitaciones de la razón
humana a medida que las supuestas verdades racionales más evi-
dentes fueran quedando demasiado lejanas a lo largo del proceso
deductivo que llevaba desde supuestos conocimientos primeros y
absolutos, como el que se relacionaba con el dios católico, hasta
el conocimiento de las realidades más concretas251, era contradic-
torio con la supuesta omnipotencia divina considerar que el Uni-
verso y sus leyes no hubieran podido ser creadas de infinitas
maneras y que, por ello, las supuestas deducciones cartesianas no
eran otra cosa que una muestra de su megalomanía. Y así, la ten-
dencia de Descartes a dejar en un segundo plano la experiencia
fue su tónica general, a pesar de que en su juventud, en las Re-
glas para la dirección del espíritu, había llegado a criticar a
251
Resulta sorprendente por ello y, desde luego, erróneo que Sartre, en su
estudio sobre La libertad cartesiana, olvidando la incomparable labor de Gali-
leo en la creación del método científico, llegase a referirse a Descartes como
el primer pensador que utilizó las hipótesis como parte de su método de inves-
tigación. Escribe en este sentido “¿No es, por lo demás, Descartes el primero
que, mientras Bacon enseñaba a los ingleses a seguir la experiencia, exigió
que el físico la precediese por medio de hipótesis?” (Jean-Paul Sartre, Situa-
tions I, Gallimard, París, 1947, pp. 289-308. La cursiva es mía).
194
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
252
R, V; AT X 380.
195
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196
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
197
Antonio García Ninet
253
P. D. Huet: Censura philosophiae cartesianae, I, p. 13. Livre de la C. des
Imprimeurs… de París, 1689.
254
Este mismo punto de vista es el que defendió Nicolás de Ultricuria, indi-
cando que no hay grados de evidencia: todo lo que es evidente lo es de igual
manera (E. Gilson, O. c., p. 617).
198
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
255
Otra cuestión es la de hasta qué punto a partir de la existencia del pensar se
deduce la existencia de una sustancia o de yo pensante no identificado con la
acción de pensar, tal como Nietzsche criticó a Descartes, pues del propio
hecho de que haya pensamientos no parece claro que pueda deducirse la exis-
tencia de una realidad distinta a la de tales pensamientos y “sujeto” del hecho
de pensar. Decía Nietzsche que toda palabra es un prejuicio y, en este sentido,
parece que el concepto de “sujeto” es uno de esos prejuicios lingüísticos que
nos llevan a pensar la realidad de acuerdo con tal estructura lingüística.
199
Antonio García Ninet
200
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
256
Carta a Mesland, 2 de mayo de 1644. AT IV 118. La cursiva es mía.
201
Antonio García Ninet
202
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
204
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
259
F. Nietzsche: La voluntad de poder, p. 483. Obras completas, Aguilar, B.
Aires, 1961.
260
Más allá del bien y del mal, secc. III, parág. 54.
205
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261
Agustín de Hipona: De Trinitate, X, 10, 14.
206
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
262
Agustín de Hipona había escrito: “Deum et animam scire volo. Nihilne
plus? Nihil omnino” (Soliloquios).
263
MM, Carta a los señores decanos y doctores…, AT IX 4.
207
Antonio García Ninet
208
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
210
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
264
Ya he criticado en otro momento que la evidencia admita grados, como el
que en este caso presenta el punto de vista de Juan de Mirecourt. Ahora podría
puntualizar que en cuanto los admitiera eso representaría una prueba del ca-
rácter inseguro de aquellas evidencias que no lo fueran de modo absoluto,
mientras que el principio de contradicción siempre advierte con absoluta segu-
ridad acerca de la falsedad de toda proposición que lo incumpla y, por lo tan-
to, de la verdad de la proposición que contradiga a una proposición falsa. Ya
Nicolás de Autrecourt defendió este mismo punto de vista en el siglo XIV (E.
Gilson: O.c., p. 617).
265
F. Copleston: Historia de la Filosofía, Ariel, Barcelona, 1975; E. Gilson:
La Filosofía en la Edad Media. Ed. Gredos, Madrid, 1965.
266
F. Copleston, O.c. III, p. 138.
211
Antonio García Ninet
267
Según indica Watson “en 1626 Silhon publicó un libro sobre “Dios” y la
inmortalidad del alma, Las dos verdades, que contiene algunos conceptos que
Descartes trató en sus Meditaciones de 1641, de manera que las ideas de Sil-
hon bien pudieron haber influido en Descartes […] Silhon sostenía que “es
212
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
máticas, tenía fuerza suficiente como para justificar el valor de los conoci-
mientos de la experiencia.
270
DM, IV; AT VI 38: “…cela même que j’ai tantôt pris pour une règle, à
savoir que les choses que nous concevons très clairement et très distinctement
sont toutes vraies, n’est assuré qu’à cause que Dieu est ou existe, et qu’il est
un être parfait, et que tout ce qui est en nous vient de lui”.
271
Carta a Mersenne, 18 de marzo de 1630. La cursiva es mía.
214
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
272
Carta a Mersenne, 6 de mayo de 1630. La cursiva es mía.
215
Antonio García Ninet
273
A. Arnauld: Cuartas objeciones; incluidas en las Meditaciones Metafísicas.
274
MM, Respuestas a las cuartas objeciones.
216
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
218
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
276
DM, IV; AT VI 39. Versión original en la nota 233. El subrayado es mío.
Hablar de la perfec-ción de “ser verdaderas” no parece muy acertado, pues los
juicios son verda-deros o falsos, correctos o incorrectos, pero decir que son
perfectos o imper-fectos es lo mismo que decir que son verdes o azules. Por
otra parte, al igual que Kant dijo que la existencia no era un predicado real
sino la posición abso-luta de una cosa, de un sujeto junto con sus cualidades,
por un motivo similar hay que decir que las ideas son lo que son, pero no más
o menos perfectas porque en la realidad trascendente exista o no algo que se
corresponda con ellas.
277
Carta a Mersenne, 6 de mayo de 1630. La cursiva es mía.
219
Antonio García Ninet
______________________________________________________________
Círculo vicioso: Como indicó Arnauld, Descartes utilizó las “proposiciones
evidentes” para demostrar la existencia de “Dios”, pero a continuación procla-
mó que sólo “Dios” garantizaba la verdad de las “proposiciones evidentes”; en
consecuencia, mientras no conociese la verdad de la existencia de “Dios” no
podía garantizar la verdad de dichas proposiciones, y, por ello, no podía utili-
zarlas para demostrar la existencia de “Dios” sin incurrir en un círculo vicio-
so.
______________________________________________________________
278
MM, Síntesis de las seis meditaciones; AT IX 11.
279
MM, Respuestas a las segundas objeciones. La cursiva es mía.
220
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
280
MM, III; AT IX 28. La cursiva es mía.
281
DM, 4ª parte; AT, VI, 39. Versión original en nota 233.
221
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222
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
224
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
283
PF, I; AT VIII 9-10.
225
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226
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
284
MM, V; AT IX 55. La cursiva es mía.
227
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285
MM, III; AT IX 28.
228
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
230
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
289
Podría suceder –y de hecho sucede- que se me presentasen otras razones
que me hicieran cambiar de opinión acertando en este cambio y al margen de
que ignorase si había un dios o no.
290
MM, V; AT IX 29. La cursiva es mía.
231
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232
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
291
MM, V; AT IX 55. La cursiva es mía.
233
Antonio García Ninet
292
Insistiendo en este punto, conviene tener en cuenta la serie de ocasiones en
que a propósito de las verdades matemáticas, a propósito de la verdad del
principio de contradicción y a propósito de toda verdad en general, Descartes
proclama que todas ellas son verdades no por su propia consistencia sino sólo
porque “Dios” así lo ha querido, pues la omnipotencia y la voluntad divina
son el fundamento absoluto de todo valor y de toda verdad, de manera que,
como consecuencia de tal omnipotencia, el creyente tendría mayores motivos
que el ateo para desconfiar de la verdad de sus evidencias, en cuanto fuera
consciente de que su dios omnipotente podría sugerirle evidencias a las que no
les correspondiera verdad alguna, mientras que el ateo cuenta con principios
lógicos, como el de contradicción, para confirmar o rechazar las proposicio-
nes de las Matemáticas, y con la experiencia para mantener o falsar sus diver-
sas hipótesis y teorías relacionadas con la realidad empírica.
234
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
236
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
238
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
239
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293
MM, I ; AT IX 16. Por lo que se refiere a la expresión según la cual
“ “Dios” permite que yo me equivoque” podría interpretarse en el sentido de
que “Dios” quiere algo distinto de lo que yo quiero, pero consiente o permite
que yo haga lo que quiera. Sin embargo, hay que puntualizar que ningún acon-
tecimiento o acción humana puede producirse en contra de su voluntad, pues
el dios cristiano es la causa de todo lo que sucede, incluso de las decisiones y
las acciones humanas, y, en consecuencia, “Dios” no permite otra cosa sino
que las cosas sucedan como él quiere que sucedan.
240
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
242
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
244
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
245
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246
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
297
PF, I, 51.
247
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298
MM, III; AT IX 33.
251
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252
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
299
DM, II.
253
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300
DM, IV; AT VI 33-34. Descartes explica este mismo argumento en las
Meditaciones Metafísicas.
254
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
255
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301
DM, IV; AT VI 34-35: “ si j’eusse été seul et indépendant de tout autre, en
sorte que j’eusse eu de moi-même tout ce peu que je participais de l’être par-
fait, j’eusse pu avoir de moi, par même raison, tout le surplus que je connai-
ssais me manquer, et ainsi être moi-même infini, éternel, immuable, tout
connaissant, tout puissant, et enfin avoir toutes les perfections que je pouvais
remarquer être en Dieu”.
256
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
302
MM, IV; AT IX 49.
257
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258
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
304
DM, IV; AT VI 36: “revenant à examiner l’idée que j’avais d’un être
parfait, je trouvais que l’existence y était comprise en même façon qu’il est
compris en celle d’un triangle que ses trois angles sont égaux à deux droits”.
305
MM, V; AT IX 53.
259
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260
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
261
Antonio García Ninet
262
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
264
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
308
DM IV; AT VI 35.
265
Antonio García Ninet
266
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
310
Carta a Mersenne, 6 de mayo de 1630. La cursiva es mía.
267
Antonio García Ninet
311
PA, art. 17. La cursiva es mía.
312
PA, art. 4.
268
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
313
MM, Carta del señor Descartes al señor Clerselier… p. 740. KRK Edicio-
nes, Oviedo, 2005.
270
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
314
“Enérgeia he proté somátou physikoû dunámei zóen ékhontos” (Aristó-
teles: Acerca del alma).
271
Antonio García Ninet
272
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
315
PA, art. 6.
274
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
316
DM, IV; AT VI 33: “je connus de là que j’étais une substance dont toute
l’essence ou la nature n’est que de penser, et qui pour être n’a besoin d’aucun
lieu ni ne dépend d’aucune chose matérielle; en sorte que ce moi, c’est-à-dire
l’âme, par laquelle je suis ce que je suis, est entièrement distincte du corps, et
même qu’elle est plus aisée à connaître que lui, qu’encore qu’il ne fût point,
elle ne laisserait pas d’être tout ce qu’elle est”.
317
MM, Síntesis…; AT IX 10: “l’âme de l’homme […] est inmortelle de sa
nature”.
276
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
277
Antonio García Ninet
278
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
279
Antonio García Ninet
318
PA, art. 30. La cursiva es mía
319
PA, art. 32. La cursiva es mía.
280
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
320
Con la expresión “espíritus animales” Descartes entiende “las porciones
más animadas y sutiles de la sangre” que entran en las concavidades del cere-
bro. Serían cuerpos materiales “de pequeñez extrema”, que “se mueven muy
rápidamente” y serían conducidos a los nervios y músculos “por medio de los
cuales mueven al cuerpo de todas las diferentes maneras en que puede ser
movido” (PA, art. 10).
281
Antonio García Ninet
321
«il me semble avoir évidemment reconnu que la partie du corps en laquelle
l’âme exerce immédiatement ses fonctions» (PA, art. 31). La cursiva es mía.
282
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
322
Otros intentos de solución de esta cuestión fueron los de Malebranche,
Leibniz, Berkeley y Spinoza: Malebranche recurrió a “Dios” para explicar la
relación cuerpo-alma, negando la capacidad del cuerpo para influir causal-
mente sobre el alma y viceversa: Según Malebranche, sólo “Dios” era causa,
mientras que las cosas únicamente eran ocasión para la intervención de
“Dios” (“Ocasionalismo”), quien ajustaba perfectamente todos los fenóme-
nos, sin que éstos se relacionasen entre sí como causa y efecto, ya que la rela-
ción de causalidad implicaba la existencia de un efecto que de alguna manera
debía diferenciarse con respecto a la causa y, por lo tanto, debía introducir
una novedad, esto es, algo que previamente no existía. Ahora bien, como en
eso consistía precisamente la idea de creación y como la potencia creadora
sólo correspondía a “Dios”, no podía existir relación de causalidad, no sólo
entre cuerpo y alma sino tampoco entre sustancias de una misma clase. Por su
parte, Leibniz defendió la doctrina de la “armonía preestablecida”, según la
cual “Dios” habría establecido desde la eternidad una armonía entre ambas
sustancias, sin que existiera un influjo real entre ellas. A su vez, Berkeley
negó la existencia de lo material: el alma de cada persona se relacionaba
exclusivamente con sus percepciones y éstas no eran materiales sino espiri-
tuales; sólo “Dios” era la causa directa de que en el alma surgiera toda la serie
de percepciones a las que llamamos “materia”, “mundo externo”, aunque en
verdad sólo se les podía atribuir un valor subjetivo, pues el ser de las llamadas
“cosas materiales” sólo consistía en ser percibidas, “esse est percipi”, de ma-
nera que, desde esta perspectiva la materia no existía. Spinoza criticó la doc-
trina cartesiana, de manera especial en la quinta parte de su Ética; negó que
cuerpo y alma fueran dos sustancias independientes y afirmó que existía una
sola sustancia, Dios o Naturaleza (“Deus sive natura”), que tendría infinitos
atributos; los cuerpos y las almas eran modos derivados de la materia y del
pensamiento, atributos pertenecientes a una sola sustancia, “Dios”, por lo que
sería a partir de ese principio absoluto como se explicaría la correspondencia
entre lo corpóreo y lo anímico.
284
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
323
DM, V; AT VI 59-60. Tiene interés señalar que mientras aquí Descartes
dice que nuestra alma “es de una naturaleza enteramente independiente del
cuerpo, y por lo tanto, que no está sujeta a morir con él y […] nos inclinare-
mos naturalmente a juzgar […] que es inmortal”, en otros lugares no se atre-
vió a defender que hubiera logrado demostrar dicha inmortalidad, conformán-
dose con señalar su diferencia respecto al cuerpo.
285
Antonio García Ninet
324
Conviene indicar igualmente que, según diversos críticos, Descartes cono-
cía la obra del pensador español. Gómez Pereira, además, explicó el compor-
tamiento animal como una serie de respuestas reflejas ante determinados estí-
mulos y, en este sentido también, pudo haber influido de forma decisiva en el
descubrimiento cartesiano del reflejo condicionado.
286
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
325
Así sucede, por ejemplo, a la hora de recordar conjuntos aleatorios de
números, hasta el punto de que mientras el ser humano necesita de un nivel de
concentración muy alto para recordar tales series, el chimpancé los recuerda
sin apenas poner atención y sin cometer apenas errores, superando en esta
tarea de manera indudable y con enorme diferencia al más capacitado de los
seres humanos.
287
Antonio García Ninet
288
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
330
Ibidem.
290
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
noción del alma con la del cuerpo; pero no por ello salgo de la
primera duda”332.
Ante esta insistencia sobre el mismo tema, su “sabio” amigo
no se dio por aludido y cambió de asunto sin volver a referirse a
éste, como si la princesa no le hubiera vuelto a pedir explicacio-
nes. Su silencio era una muestra clara del reconocimiento de que
no sabía por dónde salir ante tales dificultades. El respeto y la
admiración que sentía por la princesa, así como el conocimiento
de su agudeza a la hora de analizar lo que leía le impidieron
seguir haciendo la comedia con que trataba de embaucar alegre y
frívolamente a la “sociedad culta” que le rodeaba, de manera
que, en cuanto sus anteriores manifestaciones, tan aparentemente
eruditas y científicas, en realidad no demostraban nada y en
cuanto su orgullo le impedía reconocer su ignorancia, lo mejor
que podía hacer era guardar silencio. Y eso fue lo que hizo.
Finalmente y por lo que se refiere a la consideración carte-
siana del alma como la auténtica esencia del hombre, aunque
estuviera unida a un cuerpo, desde el punto de vista de la Ciencia
habría que puntualizar, en primer lugar, que la utilización del
concepto de “esencia” representa por sí misma una penosa con-
cesión a la metafísica aristotélica que en este punto ya había reci-
bido críticas suficientemente serias; y, en segundo lugar, que, en
cuanto Descartes pretendía referirse con el término “alma” a una
sustancia inmaterial que sería el sujeto de los diversos procesos
mentales y que, por definición, no podía ser objeto de ningún
tipo de percepción sensible, ni la Ciencia ni la Filosofía podían
decir nada de ella en cuanto no era ni racional ni empíricamente
demostrable, por lo que el valor de tal “evidencia” cartesiana no
podía ser mayor que el de un espejismo.
332
Carta de Elisabeth a Descartes, 1 de julio de 1643.
292
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
333
Expresión utilizada en su obra The concept of mind.
293
Antonio García Ninet
294
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
296
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
336
Carta a Cristina de Suecia, 20 de noviembre de 1647; AT V 81. Posible-
mente en este punto Descartes quiso presentar la doctrina del “libre albedrío”
desde la perspectiva católica como si fuera una especie de tesoro del que no
disponían los protestantes, variante del cristianismo a la que pertenecía la rei-
na Cristina, hasta el punto de que quizá pudo contribuir a convencerla –tal vez
con argumentos como éste- para que ingresase en la católica –lo cual sucedió
pocos años después de la muerte de Descartes-, forma de cristianismo en la
que, sin embargo, no existía diferencia alguna con la protestante respecto a
esta cuestión, pues Tomás de Aquino había defendido en el siglo XIII la pre-
determinación y la presciencia divina respecto a todos los actos humanos de
un modo tan absoluto como la defendió Lutero en el siglo XVI.
337
PA, Art. 41. La cursiva es mía.
297
Antonio García Ninet
338
Aristóteles: Ética Nicomáquea, III, 1112b 33-34.
339
Aristóteles: Ética Nicomáquea, III, 1113a 3-4.
298
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
340
Spinoza: Ética, prop. LXV.
341
Carta a Mesland, 9 de febrero de 1645; AT IV 172. Conviene recordar en
este sentido que la etimología latina de “espontáneo” se corresponde precisa-
mente con “voluntario”. La expresión “sua sponte” significa “por su propia
voluntad”.
342
Carta a Mersenne, 27 de mayo de 1641; AT III 381- 382.
299
Antonio García Ninet
300
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
343
DM, III; AT VI 28.
301
Antonio García Ninet
344
MM, 4ª; AT IX 46. La cursiva es mía.
345
Carta a Mesland, 2 de mayo de 1644; AT I 117. La cursiva es mía.
346
Carta a Mersenne, fines de mayo de 1637; AT I 366.
302
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
347
Tomás de Aquino: “voluntas in nihil potest tendere nisi sub ratione boni,
sed, quia bonum multiplex est, propter hoc non ex necessitate determinatur ad
unum” (Suma Teológica, I, q. 28, a. 2).
348
En este punto Descartes no llegó a plantear ni de lejos las interesantes y
acertadas explicaciones que ya Aristóteles en su Ética Nicomáquea había pre-
sentado dos mil años antes acerca del fenómeno de la akrasía. Es evidente,
por otra parte, que el pensador francés no podía estar especialmente motivado
para esta tarea, que habría podido conducirle a la defensa de un planteamiento
determinista, teniendo en cuenta que el intelectualismo socrático, asumido por
Sócrates, Platón y Aristóteles, implica que siempre se actúa de acuerdo con el
mayor bien y que los fenómenos de “akrasía” o falta de autodominio, que lle-
van a actuar a partir de la confusión producida por la atracción del placer y en
contra de lo mejor en un sentido más pleno, tienen una explicación psicológi-
ca según la cual lo que sucede en tales casos es que el último juicio práctico
antes de la decisión es consecuencia no de un planteamiento estrictamente
racional sino de otro en el que el deseo interfiere de modo inevitable en las
deliberaciones de la mente, de manera que la conclusión de dicho juicio deja
de ser estrictamente racional en la medida en que el sujeto no se encuentra en
posesión de la phrónesis o sabiduría práctica para no ser arrastrado por la
búsqueda ciega del placer y para elegir así el bien mayor.
303
Antonio García Ninet
349
Carta a Mersenne, mayo de 1637; AT I 366.
304
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
350
Ovidio: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor” (Metamorfosis, VII,
20-21). En un sentido similar podía haber citado a Pablo de Tarso cuando
escribió “no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Pablo de
Tarso: Romanos 7:19).
305
Antonio García Ninet
306
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
352
Aristóteles: Ética Nicomáquea, I, 1, 1094a 3.
353
Así lo defiende Aristóteles, al igual que Sócrates y Platón, en diversos
lugares de su obra. Por ejemplo, en Ética Nicomáquea, III 3 1113a 3-4.
354
Carta a Mesland, 2 de mayo de 1644.
307
Antonio García Ninet
308
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
_________________________________________________________
Contradicción: Descartes defendió el determinismo propio del inte-
lectualismo socrático: “Si yo conociera siempre claramente lo que es
verdadero y bueno, jamás me tomaría el trabajo de deliberar acerca de
qué juicio debiera formar y qué elección hacer, y de ese modo sería
enteramente libre, sin ser jamás indiferente” (MM, IV; AT IX 46). Sin
embargo, apenas un año después y sin explicación de ninguna clase,
rechazando la doctrina socrática, escribió: “…siempre somos libres de
no seguir un bien que nos es claramente conocido o de admitir una ver-
dad evidente sólo con tal de que pensemos que es un bien testimoniar
de ese modo la libertad de nuestro libre albedrío” (Carta a Mersenne,
27 de mayo de 1641 (?)).
_________________________________________________________
Conviene tener en cuenta además que la ausencia de moti-
vos sólo podría salvar del determinismo en cuanto ninguna
acción derivaría de una motivación anterior, pero no por ello
conduciría al inefable reino del “libre albedrío”, sino, todo lo
más, al del azar irracional.
En una afirmación similar, en una carta a Mesland (?), de 9
de febrero de 1645, Descartes proclamó de nuevo, en contradic-
ción con las ocasiones en que había defendido la tesis socrática
que
“la mayor libertad consiste […] en un uso mayor de aquel
poder positivo que tenemos de seguir las cosas peores aun-
que veamos las mejores”358.
Esta interpretación de la libertad, más acorde con la doctrina
católica, según le había recordado su amigo Mersenne, es la que
le permitió defender la doctrina del libre albedrío como aquella
forma de libertad por la que se podría elegir “libremente” entre
lo bueno y lo malo, de forma que el hombre sería responsable de
cursiva es mía.
358
Carta a Mesland (?), 9 de febrero de 1645; AT IV 172. La cursiva es mía.
310
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
359
Carta a Mersenne; mayo de 1637; AT I 365. La cursiva es mía.
311
Antonio García Ninet
360
Carta a Cristina de Suecia, 20 de noviembre de 1647; AT V 81. Posible-
mente en este punto Descartes quiso presentar la doctrina del “libre albedrío”
desde la perspectiva católica como si fuera una especie de tesoro del que no
disponía la religión protestante, variante del cristianismo a la que pertenecía la
reina Cristina, hasta el punto de que quizá pudo contribuir a convencerla –tal
vez con argumentos como éste- para que ingresase en la católica –lo cual
sucedió poco después de morir Descartes-, a pesar de que tampoco en ésta
existía diferencia alguna con la protestante respecto a esta cuestión, pues To-
más de Aquino había defendido la predeterminación y la presciencia divina
respecto a todos los actos humanos de un modo tan absoluto como la defendió
Martín Lutero tres siglos después.
312
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
314
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
364
Por cierto, las soluciones contradictorias de ambos pontífices católicos son
una prueba entre miles del carácter absurdo del dogma de la infalibilidad del
papa en materia de fe y costumbres.
365
Tomás de Aquino: Suma contra los gentiles, libro III, cap. 89 y 90.
366
Ibidem.
315
Antonio García Ninet
apoyó que las supuestas decisiones libres del hombre estaban prede-
terminadas por “Dios”.
Desde una perspectiva contraria, sin embargo, el punto de vista
de teólogos como Orígenes acerca del acto voluntario salvaba la liber-
tad del hombre, pero no la omnipotencia divina en cuanto consideraba
que las decisiones humanas no estarían sometidas a la voluntad divina.
Descartes, aun sin tener especial interés en tratar esa más
que oscura cuestión teológica y aunque avisa de que
“podemos enredarnos en grandes dificultades si intentára-
mos conciliar esta preordenación de Dios con la libertad de
nuestro arbitrio y comprender simultáneamente una y la
otra”367,
se atreve a examinarla, y en Los Principios de la Filosofía de-
fiende de modo explícito la doctrina católica, aceptando por fe
que las acciones libres del hombre han sido preordenadas por
“Dios”, aunque esto
“no lo comprendemos bastante como para ver de qué modo
deje indeterminadas las libres acciones de los hombres”368.
______________________________________________________________
Contradicción: Para salvar la omnipotencia divina Descartes defiende la pre-
determinación divina del querer humano y de las acciones derivadas de ese
querer, lo cual es incompatible con el libre albedrío humana, que sería pura
apariencia; sin embargo, para salvar la responsabilidad humana defiende el
libre albedrío humano, según el cual el hombre es dueño de su querer y de
sus acciones, y, en consecuencia, Dios no lo predeterminaría.
______________________________________________________________
316
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
369
Carta a la princesa Elisabeth, 6 de octubre de 1645: « toutes les raisons qui
prouvent l'existence de Dieu, et qu'il est la cause première et immuable de
tous les effets qui ne dépendent point du libre arbitre des hommes, prouvent,
ce me semble, en même façon qu'il est aussi la cause de tous ceux qui en
dépendent. Car on ne saurait démontrer qu’il existe, qu’en le considérant
comme un être souverainement parfait ; et il ne serait pas souverainement, s’il
pouvait arriver quelque chose dans le monde, qui ne vînt pas entièrement de
lui». La cursiva es mía.
317
Antonio García Ninet
370
Estas líneas son especialmente importantes porque parece como si en ellas
Descartes, a pesar de aceptar que tanto los deseos como las acciones humanas
estarían predeterminadas por el dios católico, con su ejemplo acerca de las
acciones de esos nobles quiere argumentar que, aunque tales nobles hayan
sido programados por el rey –o por su dios en el caso de la conducta de los
hombres en general- sus acciones sigan siendo voluntarias, en cuanto todos las
318
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
sienten así y actúan de acuerdo con su voluntad. Pero, sin negar el carácter
voluntario de tales acciones, lo que olvida aquí Descartes es que esa misma
voluntad de actuar de un modo determinado y la misma decisión de hacerlo
habrían sido puestas por “Dios” en el ser humano y, por ello, todo lo referen-
te a una supuesta responsabilidad, culpabilidad o castigo sería un completo
absurdo.
371
Carta a Elisabeth, enero de 1646. La cursiva es mía.
319
Antonio García Ninet
320
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
372
“inclinations”, en el original.
321
Antonio García Ninet
373
« …ils peuvent aussi justement être punis » (Ibidem). La cursiva es mía.
374
« il a voulu que ces gentilshommes se battissent » (Ibidem).
375
« il ne l’a pas voulu » (Ibidem).
376
« deux différents degrés de volonté » (Ibidem).
322
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
obligarlo”377.
se contradice con la mayor frivolidad en cuanto indica que
“Dios” ha querido que el hombre actúe de un modo y que esto
mismo no lo ha querido. Descartes comete aquí la falacia de
diferenciar entre el hecho de que Dios haya querido que nuestro
libre albedrío nos determinara a tal o cual cosa y el hecho de
que haya querido obligarlo, como si realmente hubiera alguna
diferencia entre ambas expresiones, pues no existe diferencia
entre el hecho de que “Dios” quiera una cosa y el hecho de que
quiera obligarla, ya que el término “obligarla” no es otra cosa
que una redundancia respecto al simple querer de “Dios” en
cuanto, desde el momento en que la quiere, la “obliga”, es decir,
la encadena a su voluntad. ¿Tendría sentido considerar que
“Dios” quisiera algo y que su querer dejara de cumplirse porque
el libre albedrío humano no hubiese quedado “obligado” al que-
rer de “Dios”? ¿Qué clase de omnipotencia sería ésa?
Y, cuando habla de la distinción en “Dios” de una voluntad
absoluta por la que “quiere que todas las cosas sucedan como
suceden” y de una voluntad relativa por la que “quiere que se
obedezcan sus leyes” –lo cual en muchas ocasiones no sucedería-
incurre de nuevo en un sofisma en cuanto considera que existe
alguna diferencia entre el hecho de que “Dios” quiera que todo
suceda como sucede y el hecho de que quiera que se cumplan
sus leyes, como si esto último pudiera dejar de suceder, pues en
tal caso estaría afirmando que “Dios” quiere y no quiere que
todo suceda como sucede, en cuanto el cumplimiento de sus
leyes, como parte de “lo que quiere”, en ningún caso podría dejar
de cumplirse, por lo que Descartes incurre en esta nueva contra-
dicción por su interés en salvar el libre albedrío del hombre a la
377
« il a su que notre libre arbitre nous déterminerait à telle ou telle chose; et
il l’a ainsi voulu, mais il n’a pas voulu pour cela l’y contraindre » (Ibidem).
La cursiva es mía.
323
Antonio García Ninet
324
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
378
En efecto, por lo que se refiere esta cuestión, Tomás de Aquino refleja de
modo muy claro la doctrina católica cuando escribe: “Mas como quiera que
Dios, entre los hombres que persisten en los mismos pecados, a unos los con-
vierta previniéndolos y a otros los soporte o permita que procedan natural-
mente [?], no se ha de investigar la razón por qué convierte a éstos y no a los
otros, pues esto depende de su simple voluntad [...] tal como de la simple
voluntad del artífice nace el formar de una misma materia, dispuesta de idén-
tico modo, unos vasos para usos nobles y otros para usos bajos” (Suma contra
325
Antonio García Ninet
los gentiles, III, c. 161. La cursiva es mía). Tomás de Aquino incurre aquí en
la contradicción de afirmar que “Dios” “soporta o permite”, a pesar de que el
hombre no podría hacer otra cosa que aquello para lo que hubiera sido progra-
mado por el propio “Dios”.
Igualmente, refiriéndose a la predestinación, considera que la elección y
la reprobación del hombre han sido ordenadas por “Dios” desde la eternidad,
sin que pueda aceptarse que la decisión divina dependa de los méritos del
hombre pues “en cuanto que designó de antemano a algunos desde la eterni-
dad para dirigirlos al fin último, se dice que los predestinó [...] Y a quienes
dispuso desde la eternidad que no había de dar la gracia, se dice que los repro-
bó o los odió [...] Y puede también demostrarse que la predestinación y la
elección no tienen por causa ciertos méritos humanos, […] porque la volun-
tad y providencia divinas son la causa primera de cuanto se hace; y nada
puede ser causa de la voluntad y providencia divinas” (Tomás de Aquino:
O.c., c. 163. La cursiva es mía).
326
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
379
Carta a Cristina de Suecia, 20 de noviembre de 1647; AT V 81.
327
Antonio García Ninet
328
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
4. El “IRRACIONALISMO TEOLÓGI-
CO” Y LA “RES EXTENSA”
ción alguna ya que nada podía estar por encima del poder divino
y nada –ni la misma veracidad- podía tener valor por sí mismo
por encima de la voluntad divina.
Por ello y como ya se ha dicho antes, siendo consecuente
con los motivos que justificaban la duda metódica y especial-
mente con la hipotética existencia de un genio maligno o de un
dios engañador, desde tales planteamientos era imposible demos-
trar el valor supuestamente objetivo de las “evidencias” carte-
sianas en favor de
1) la existencia de un dios auténtico;
2) la tesis según la cual mentir sería un defecto que en nin-
gún caso podría estar en “Dios”;
3) la existencia de un mundo material; y
4) todo lo que pretendiera deducir a partir de ese dios cuya
existencia era indemostrable.
____________________________________________________
Contradicción: Descartes defiende que, como “Dios” es omnipotente, su
voluntad no está sometida a nada y, en consecuencia, lo bueno es bueno por-
que “Dios” lo quiere, pero no lo quiere porque sea bueno con independencia
de su voluntad, pues en tal caso su voluntad estaría sometida a ese valor su-
puestamente objetivo. Por ello, la misma veracidad es buena porque “Dios”
así lo quiere y no por otro motivo. Sin embargo, Descartes necesitaba que
“Dios” fuera veraz para así confirmar el valor de la regla de la evidencia y,
por ello, basándose en que la “luz natural” le enseñaba que el engaño depen-
día necesariamente de algún defecto, defiende que “Dios” debe ser veraz,
incurriendo en una contradicción con respecto a su anterior punto de vista.
____________________________________________________
Y, como consecuencia de esta imposibilidad lógica de fun-
damentar el valor de la regla de la evidencia, el yo debería haber
permanecido encerrado en los límites del solipsismo representa-
do por la res cogitans. Sin embargo, Descartes cerró los ojos a
esta imposibilidad lógica e insistió en sus planteamientos teoló-
gico-irracionales hasta un punto asombrosamente absurdo, pues,
a pesar de estas dificultades insalvables, siguió mostrando una
330
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
381
DM, VI; AT VI 63-64. Ya hubiera tenido mérito que todo eso lo hubiera
descubierto “con los ojos cerrados” y sin que nadie ni nada, excepto su pode-
rosa razón, le hubiera informado de su existencia. La cursiva es mía.
331
Antonio García Ninet
382
Conviene recordar, sin embargo, que en las Reglas para la dirección del
espíritu el rigor cartesiano en la aplicación del método no le había llevado
todavía a dudar del valor de las Matemáticas, que fueron las ciencias que le
sirvieron de modelo para la obtención del Método. En este sentido considera
en dicha obra que “la aritmética y la geometría son mucho más ciertas que las
demás disciplinas […] porque sólo ellas […] consisten absolutamente en una
serie de consecuencias que deben deducirse por vía racional” (AT X 365) y
sin depender para nada de la experiencia. Esta valoración le lleva en estos
momentos incluso a situar su verdad en un nivel similar al que luego conce-
derá en exclusiva a la proposición “cogito, ergo sum”. Indica en este sentido
que “cada cual puede ver por intuición que existe, que piensa, que el triángulo
está limitado sólo por tres líneas, la esfera por una sola superficie” (AT X
368). Más adelante, sin embargo, con su hipótesis del genio maligno, pondrá
en duda el valor de las proposiciones matemáticas, considerando que sólo la
proposición “cogito, ergo sum” escapa a toda duda... No obstante, en las Me-
ditaciones Metafísicas hay alguna ocasión en que sitúa de nuevo el valor de
las verdades matemáticas en el mismo nivel de evidencia que el de la verdad
del cogito.
332
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
334
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
384
DM, V; AT VI 43.
385
PF, II, 64. En esta valoración del carácter matemático de las leyes del Uni-
verso pudo haber una influencia de Galileo sobre Descartes. A este respecto
conviene recordar la frase del gran científico de Pisa “el Universo está escrito
en lenguaje matemático”, que pertenece a su obra Il saggiatore, publicada en
el año 1623, cuando Descartes tenía 27 años.
386
Carta a Mersenne, 27 de mayo de 1630 (?).
335
Antonio García Ninet
______________________________________________________________
Contradicción: Descartes afirma: “La dificultad de concebir cómo Dios ha
sido libre e indiferente para hacer que no fuera cierto que los tres ángulos de
un triángulo fuesen iguales a dos rectos o en general que los contradictorios
no puedan existir juntos, se la puede suprimir fácilmente considerando que el
poder de Dios no puede tener ningún límite”; sin embargo, afirma al mismo
tiempo que “aunque Dios hubiera creado muchos mundos no podría haber
ninguno en que [tales leyes] dejaran de ser observadas” (MM, 3ª), lo cual
implica una negación de la omnipotencia divina antes afirmada.
______________________________________________________________
387
Carta a Mesland, 2 de mayo de 1644; AT IV 118. La cursiva es mía.
336
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
388
MM, Síntesis de las seis meditaciones siguientes; AT VII 11: « la certitude
même des démonstrations géométriques dépend de la connaissance d’un
Dieu ».
337
Antonio García Ninet
338
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
339
Antonio García Ninet
340
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
341
Antonio García Ninet
342
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
343
Antonio García Ninet
389
Carta a Mersenne, 11 de octubre de 1638; AT II 380.
390
PF, IV, 199.
344
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
391
PF, III, 30. Por lo demás, esta teoría tampoco era una creación original de
Descartes. Ya en la Filosofía Griega hubo pensadores, como Epicuro, que
defendieron un punto de vista parecido, como puede verse, por ejemplo, en su
“Carta a Pítocles”.
392
PF, III, 26 – 30.
393
PF, III, 33.
345
Antonio García Ninet
incluidas las llamadas “estrellas fijas”, que muy poco tenían que
ver con el sistema solar –y cuya velocidad de traslación alrede-
dor del Sol, dando una vuelta completa cada día, sería asombro-
samente vertiginosa-.
Por lo que se refiere a la explicación de los aparentes movi-
mientos de la Tierra y del resto de los astros a partir de la teoría
de los torbellinos celestes, Descartes hubiera podido presentarla
como una simple hipótesis, que tendría, entre otras, la dificultad
especial de explicar qué clase de materia era ésa de que hablaba
en cuanto no era perceptible, pero en ningún caso podía ser acep-
table que la presentase como una doctrina “evidente”, cuando
además era falsa y cuando además ya Copérnico, Kepler, Galileo
y el mismo padre Mersenne habían defendido la explicación
correcta, renunciando Descartes a ella por temor a la jerarquía
católica y para dar un hipócrita ejemplo de fidelidad a las doctri-
nas defendidas por aquella.
Efectivamente, la condena de Galileo llevó a Descartes,
oportunista y calculador, a alejarse de aquella doctrina “herética”
defendida por el gran científico pisano, confesando a su amigo
Mersenne su acuerdo con el punto de vista de Galileo y negando
en el Discurso del método haber defendido tal doctrina, según se
ha señalado antes. Pero su actitud, al introducir esta doctrina
ecléctica, sólo servía para demostrar una vez más la servil y
esencial dependencia que el pensador francés tuvo respecto a la
jerarquía católica, de la que siempre se declaró fiel devoto y obe-
diente servidor, y con la que procuró por todos los medios evitar
cualquier enfrentamiento. Parece que con la introducción de esta
teoría Descartes pretendió, por una parte, librarse de una condena
similar a la de Galileo en cuanto, según comunicó a su amigo
346
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
394
AT I 281-282.
395
Ibidem. La cursiva es mía.
347
Antonio García Ninet
348
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
396
PF, III, 13.
397
PF, III, 19, 26 y 29.
398
Ibidem.
349
Antonio García Ninet
350
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
351
Antonio García Ninet
352
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
400
Carta a Chanut, 6 de junio de 1647.
353
Antonio García Ninet
354
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
356
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
402
DM, V; AT VI 43. La cursiva es mía.
358
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
403
« …encore que Dieu aurait créé plusieurs mondes, il n’y en saurait avoir
aucun où elles manquassent d’être observées » (DM, V ; AT VI 43).
359
Antonio García Ninet
que no existe, como sucede con las llamadas “estrellas fijas”, que
no eran más que una creencia ya refutada de la Astronomía anti-
gua y que representaba uno más de esos engaños de los sentidos
a los que Descartes se había referido en la primera parte del Dis-
curso del Método.
______________________________________________________________
Falsedades: -Con su osadía y frivolidad habitual Descartes afirma que la luz
se trasmite instantáneamente, es decir, a una velocidad infinita: “sobre el tema
de la luz, […] expliqué cómo desde allí [desde el Sol y las estrellas] atravesa-
ba en un instante los inmensos espacios de los cielos” (DM, V; AT VI 43).
Resulta asombroso que un filósofo que pretendía regirse por evidencias abso-
lutas proclamase como verdad evidente que la luz se trasladaba instantánea-
mente, algo que está demostrado como falso. Además, ya los filósofos árabes
Avicena y Alhacen y posteriormente, en el siglo XIV, Nicolas d’Autecourt y a
comienzos del XVII J. Kepler habían defendido que la luz no se propagaba
instantáneamente sino que exigía cierto tiempo 404.
Pero lo peor en el caso de Descartes no fue que se equivocase sino el dog-
matismo jactancioso con que mintió pretendiendo haber “mostrado” -o demos-
trado- tanto la existencia de “las estrellas fijas” como todos los demás aspec-
tos de la realidad a que aludía en esta carta y especialmente todos aquellos de
los que sabía que eran falsos o, al menos, dudosos.
______________________________________________________________
404
E. Gilson: O. c., p. 621.
360
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
361
Antonio García Ninet
405
DM, VI; AT VI 64.
362
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
364
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
407
PA, art. 8; p. 88. Un ejemplo más de las muchas afirmaciones absurdas
“intuidas” como evidentes por el pensador francés.
408
DM, V; AT VI 48-49.
409
Concretamente Rodis-Lewis escribe: “Pero [Descartes] es más severo con
los médicos, que, después de algunas décadas, todavía rechazan la circula-
365
Antonio García Ninet
366
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
4.4.5. El mecanicismo
Descartes introdujo una interpretación mecanicista de la
naturaleza consistente en considerar el Universo como un inmen-
so mecanismo en el que todas sus piezas estarían ensambladas y
funcionando de acuerdo con el principio determinista de causa-
lidad. Este mecanicismo se aplicaba no sólo al mundo inorgánico
sino también a las plantas, a los animales y al mismo cuerpo
humano, puesto que, siendo tales realidades modos de la sustan-
cia material (res extensa), tenían que ser explicados por las mis-
mas leyes que regían en ella, de manera que para explicar la vida
de los cuerpos orgánicos no era necesario admitir un alma, vege-
368
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
369
Antonio García Ninet
______________________________________________________________
Contradicción: Afirma Descartes que “Dios” , como consecuencia de su
inmutabilidad, “conserva en el Universo […] tanto movimiento y reposo
como puso en él al crearlo” (PF, II, 36); sin embargo, la “res cogitans” intro-
duciría cierta cantidad de movimiento o energía en el Universo desde el mo-
mento en que por la mediación de la glándula pineal moviese –introduciendo
movimiento o energía- las diversas partes de su cuerpo, que es una parte del
Universo material o “res extensa”.
______________________________________________________________
412
En relación con esta cuestión Javier Bandrés y Rafael Llavona escriben:
“Antes de la publicación del Discurso del Método de Descartes la obra de
Pereira había sido comentada, entre otros lugares, en la Sacra Philosophia de
Francisco Vallés, publicada en Italia, Alemania y Francia, en el De Anima de
Francisco Suárez, publicado en Lyon, o en el Cursus Philosophicus de Rodri-
go de Arriaga, editado en Amberes. En 1637 se publica el Discurso del Méto-
do. El inmediato revuelo por el parecido con la Antoniana Margarita es tal
que Descartes, en carta a Mersenne fechada el 23 de junio de 1641, se defien-
370
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
de: «No he visto la Antoniana Margarita, ni creo tener gran necesidad de ver-
la [...] pero me gustaría saber dónde fue publicada, para poder encontrarla si la
necesitara». […] A partir de este momento la polémica no cesará en Europa
durante un siglo. Unos a favor de la evidente conexión Gómez Pereira-Des-
cartes: Borrichus en Leyden (1667), Hallevordius en Frankfurt (1676), Huet
en Venecia (1689), Thomas Willis en Oxford (1672), Piquer en Madrid
(1768), Voltaire en París (1785) […]” (Javier Bandrés / Rafael Llavona:
“Bestias sin alma”).
413
“Sé que conozco alguna cosa, y lo que conoce existe, luego yo existo”.
371
Antonio García Ninet
414
PF, III, 46.
373
Antonio García Ninet
374
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
415
PF, II, 36.
375
Antonio García Ninet
416
Parece, no obstante, que Galileo no llegó a comprender plenamente el prin-
cipio de inercia porque no hizo abstracción de la fuerza gravitacional y porque
entendió como movimiento horizonal un movimiento curvo en cuanto todos
los puntos de la línea descrita por el móvil debían ser equidistantes de un cen-
tro. Por eso, el tipo de inercia al que Galileo pudo aproximarse era una “iner-
cia circular”, la cual parece encajar mejor con el movimiento de los planetas
alrededor del Sol, pero que describe un movimiento compuesto, resultante de
la inercia y de la gravitación.
417
PF, II, 37.
376
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
418
Aristóteles: Física, libro IV, cap. 8.
377
Antonio García Ninet
378
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
421
PF, II, 39.
422
Ibidem.
380
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
423
PF, II, 40- 42.
381
Antonio García Ninet
424
PF, II, 36.
425
Biblia: Génesis, 1:1: “Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra”. La
suposición de que el Universo hubiera sido coeterno con Dios habría estado
en contradicción con esta doctrina bíblica aceptada en la dogmática católica.
382
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
426
Carta a Mersenne, 27 de mayo de 1630 (?).
383
Antonio García Ninet
384
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
427
PF, II, 40.
385
Antonio García Ninet
386
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
sentido del movimiento del cuerpo con el que choca y sus res-
pectivas masas, lo cual además repercutirá en que el primer cuer-
po pierda la misma cantidad de movimiento que gane el segundo
–y viceversa-.
Pero, como ya se ha indicado, lo más reprochable del pro-
ceder cartesiano no fue el error de sus deducciones, que cual-
quier científico podría cometer en la fase de elaboración de una
hipótesis, sino el hecho de no haber recurrido a la experiencia
para comprobar si los hechos confirmaban su hipótesis o no.
b) Por la misma razón Descartes dedujo también de modo
erróneo que…
…“los cuerpos duros, cuando son lanzados contra otro cuer-
po duro [mayor, que está quieto], son rechazados del lado de
su procedencia […] quedando íntegro el movimiento”428.
Aquí uno de sus errores se debe a que Descartes juega con el
concepto imaginario de “cuerpo duro” que nada tiene que ver
con la experiencia y, por ello, no tiene en cuenta que en el cho-
que entre dos cuerpos, al margen de que sean iguales o desigua-
les en masa, hay una pérdida de movimiento que se convierte en
calor, y que por ese motivo -así como por otros- su “cantidad de
movimiento” no permanece idéntica, sino que disminuye en la
parte que se convierte en calor y en la parte que transfiere al otro
cuerpo, mientras que aumenta en la parte de movimiento que
recibiría del cuerpo con el que chocase –si se trata de un cuerpo
real y no de un cuerpo imaginario con las cualidades que Descar-
tes hubiera querido darle-, y, en consecuencia, ello determinará
una variación en la velocidad de ambos cuerpos. En segundo
lugar, en cuanto se trate de un planteamiento puramente hipotéti-
co, Descartes tiene derecho a hablar de un cuerpo “que está quie-
to”, pero este supuesto no resulta aplicable a la realidad, pues
428
Ibidem.
387
Antonio García Ninet
429
PF, II, 46.
388
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
390
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
431
PF, II, 49.
391
Antonio García Ninet
392
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
434
Respuesta a Hyperaspistes, agosto de 1641; AT III 429.
435
Ibidem.
394
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
396
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
436
PF, IV, 199.
437
Ibidem.
398
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
399
Antonio García Ninet
400
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
438
R, III; AT X 370.
439
DM, I; AT VI 5-8 : “je n’eusse osé les soumettre à la faiblesse de mes rai-
sonnements”.
401
Antonio García Ninet
440
MM, “Carta a los señores decanos y doctores de la sagrada Facultad de
Teología de París”; AT IX 4: “il faut croire qu’il y a un dieu, parce qu’il est
ainsi enseigné dans les Saintes Écritures, et […] il faut croire les Saintes
Écritures, parce qu’elles viennent de Dieu”.
441
MM, Carta a los señores decanos y doctores; AT IX 4-5.
402
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
haya muchos más del mismo calibre que incitan a pensar que,
dada su indudable capacidad intelectual, era casi imposible que,
siendo tan evidentes y tan graves sus errores442, no fuera cons-
ciente de ellos. Teniendo Descartes una capacidad tan extraordi-
naria para el razonamiento matemático, resulta difícil explicar
sus errores tan ingenuos en estas argumentaciones, así como
aquellos en los que incurrió igualmente a la hora de fundamentar
su método.
Sea cual sea la explicación, en cualquier caso parece que
una parte importante de ella se encuentra en la frivolidad a la que
se ha hecho referencia en el segundo capítulo de esta obra, unida
al hecho de que los condicionamientos relacionados con su for-
mación religiosa así como el ambiente clerical que le rodeaba y
su interés en contar con el apoyo de la jerarquía católica pudie-
ron determinar que no se preocupase excesivamente por el rigor
de sus razonamientos, relacionados con unas creencias de cuya
aceptación partía sin una crítica previa. Es posible que Descartes
no pretendiera tomar el pelo a sus lectores o a los doctores de la
facultad de Teología, al menos de forma consciente, pero, por
ello mismo y dada su capacidad para el rigor matemático, resulta
mayormente difícil comprender que no fuera consciente de las
graves incoherencias en que incurría con tanta frecuencia y, por
ello, en muchos de estos casos parece que el pensador francés
actuó con la frivolidad y falta de escrúpulos de quien escribe
aquello que considera que va a tener una buena acogida al mar-
442
Resulta igual de sorprendente que la mayoría de los críticos haya silen-
ciado esta larga serie de absurdos del “padre del racionalismo”, no reparando
en estas incoherencias tan frecuentes, pues, aunque exista la posibilidad de
que no se hayan referido a ellas por haberlas considerado marginales respecto
a los temas centrales de su pensamiento filosófico y científico y por haber
compartido –al menos en bastantes casos- sus mismas creencias religiosas, es
sorprendente que no hayan señalado la serie de aberraciones lógicas que hay
en ellos.
403
Antonio García Ninet
gen de que nada tenga que ver con una argumentación auténti-
camente sólida, porque lo que más le interesaba era que nadie
dudase de su incondicional lealtad y defensa de las doctrinas
católicas y que tal confianza en su fidelidad le permitiera luego
tomarse la licencia de pensar más libremente sobre cuestiones
algo delicadas sin tener que estar especialmente obsesionado res-
pecto a cuál iba a ser la actitud de la jerarquía católica. En este
sentido además y en relación con el último texto citado, es posi-
ble que Descartes, siendo consciente de que se dirigía a los doc-
tores de una facultad de Teología, se despreocupase del círculo
vicioso en que incurría y alcanzase ese nivel tan asombroso de
frivolidad al suponer que ninguno de ellos pondría objeciones a
sus pequeñas incoherencias relacionadas con unos puntos de vis-
ta tan fieles a las doctrinas católicas.
En cualquier caso la actitud cartesiana, muy cohibida a la
hora de analizar críticamente el valor de la Teología por su temor
a las altas jerarquías católicas, se mantuvo a lo largo de toda su
vida y, por ello, representó un lastre excesivo y fatal en quien
hablaba de la necesidad de dudar de todo aquello que no ofrecie-
se las garantías más estrictas acerca de su verdad a fin de alcan-
zar un conocimiento sólido de todo lo que la mente humana
pudiera lograr.
En esta misma línea de frivolidad llama la atención el hecho
de que en el Discurso del Método, al hablar de la religión, Des-
cartes dijera que “enseña a ganar el cielo”, pues tal afirmación
supone, en primer lugar, el absurdo de considerar que “ganar el
cielo” dependiera de “determinadas enseñanzas”443 , y, en segun-
443
Sin embargo, en otro momento Descartes se desdice de esta afirmación,
indicando que “el camino no está menos abierto a los más ignorantes que a los
más doctos” (DM, I; AT VI 8). Pero en cualquier caso y como se irá compro-
bando, son muchas las ocasiones en las que su frivolidad le conduce a la
inconsistencia de afirmar una doctrina para defender posteriormente la con-
404
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
traria.
444
DM, I; AT VI 8: “les vérités révélées […] sont au-dessus de notre
intelligence”.
405
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406
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445
Carta a Mersenne, diciembre de 1640. La cursiva es mía.
407
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408
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447
MM, Carta a los señores decanos; AT IX 7.
448
PF, IV, parág. 207.
409
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449
PF, Carta al Traductor; AT IX B 5.
450
PF, I; AT IX 14.
410
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412
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
414
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
452
PF, Carta al traductor; AT IX B 5.
415
Antonio García Ninet
5.2.1. El valor de la fe
De manera complementaria con lo señalado en el apartado
anterior, para intentar comprender mejor el pensamiento cartesia-
no tiene interés comentar algunos textos que reflejan su punto de
vista acerca del valor de la fe, considerada en sí misma o en su
relación con el conocimiento.
a) Así, en las Reglas para la dirección del espíritu defen-
dió, al igual que Aurelio Agustín y Tomás de Aquino, la supre-
macía de la fe sobre el conocimiento hasta el punto de llegar a
escribir:
“Todo lo que ha sido revelado por Dios es más cierto que
cualquier otro conocimiento, puesto que, como la fe que
tenemos en ello se refiere siempre a cosas oscuras, es acto
no del espíritu sino de la voluntad, y si esa fe tiene funda-
mentos en el entendimiento, éstos pueden y deben ser des-
cubiertos principalmente por una de las dos vías ya indica-
453
R, XII; AT X 424. La cursiva es mía.
416
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454
R, III; AT X 370.
417
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455
MM, Respuestas a las segundas objeciones. La cursiva es mía.
419
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______________________________________________________________
Círculo vicioso / contradicción: Si la fe “versa sobre cosas oscuras” es una
contradicción considerar al mismo tiempo que “Dios nos ilumina de un modo
sobrenatural”, pues sería una contradicción sacrílega considerar que la “ilumi-
nación divina” pueda ser “oscura”. Ahora bien, si la propia consideración de
que “Dios ilumina de un modo sobrenatural” no se demuestra sino que sólo se
afirma por fe, entonces aparece el círculo vicioso según el cual la fe en “Dios”
se convierte en la causa de que se crea en esas “cosas oscuras” de que habla la
fe, entre las cuales se encontraría la propia existencia de “Dios”: Se cree en
“Dios” porque el propio “Dios nos ilumina de modo sobrenatural”, y se cree
en tal iluminación divina porque se cree en “Dios”, pero no hay un camino
alternativo al de la fe para llegar a conocer a ese supuesto “Dios” en el caso de
que existiera.
____________________________________________________
Esta respuesta era sorprendentemente lamentable. Descartes
parecía haberse confundido de público, de manera que en lugar
de estar escribiendo meditaciones filosóficas parecía estar escri-
biendo meditaciones teológicas y místicas, pues esa referencia a
lo “sobrenatural” y a la “luz de la gracia” podría resultar muy
poético y sugerente, pero se encontraba a millones de años luz de
lo que hubiera podido considerarse como un discurso racional.
Por otra parte, era igualmente deplorable, por cuanto incurría en
un nuevo círculo vicioso, proclamar que la razón formal por la
que se podían afirmar los contenidos oscuros de la fe consistía en
que “Dios nos ilumina de un modo sobrenatural”, en cuanto esta
última afirmación no era un conocimiento que justificase la ad-
hesión de la voluntad a esos “contenidos oscuros de la fe” sino
uno de tales contenidos. Y, por ello, el “teólogo” francés no
explicó el proceso cognitivo que le había conducido a tal ilumi-
nación sobrenatural, pues, si eso hubiera sucedido, la voluntad
habría tenido bases suficientes para pronunciarse sin necesidad
de recurrir a la fe.
Pero ya se sabe que en el terreno de las creencias religiosas
siempre se recurre a seguridades meramente subjetivas que nada
420
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
456
PF, I, XXV; AT VIII 14.
457
PF, I, LXXXVI; AT VIII 39. La cursiva es mía.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
424
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
5.3.1. Ortodoxia
Por lo que se refiere a la dogmática católica, inundada de
tantos absurdos, parece que, como ya se ha dicho, Descartes la
aceptó sobre todo como consecuencia de su temor al inmenso
poder de la jerarquía católica. Y, como le importó más su propio
prestigio en la sociedad en que le tocó vivir que la búsqueda de
la verdad en un terreno tan peligroso como el religioso, ello
determinó posiblemente que estableciese los límites dentro de los
cuales pensar, discutir y escribir libremente, dejando fuera de
dichos límites todo –o casi todo- lo concerniente a la religión,
como él mismo declaró en el Discurso del método.
A pesar de todo, más que el hecho de que Descartes no dis-
cutiera la dogmática católica en cuanto hacerlo era realmente
peligroso, lo que llama la atención es que llegase a defender de
un modo explícito doctrinas realmente incoherentes y en ningún
caso asumibles desde la racionalidad. Además, en cuanto es difí-
cil aceptar que Descartes no alcanzase a comprender la contra-
dicción existente en tantas doctrinas del cristianismo, una expli-
cación de su actitud, como ya se ha indicado, consiste en que,
llevado de su propio instinto de conservación, renunciase a
sumergirse en el terreno peligroso del análisis crítico de las doc-
trinas teológicas y decidiese construir su propio pensamiento
sobre la base de la aceptación acrítica de tales doctrinas. Tal acti-
tud no era la más propia de un auténtico buscador de la verdad,
pero tanto su vida como su producción filosófica son plenamente
congruentes con esta explicación. A esto hay que añadir que la
actitud cartesiana en torno a las doctrinas de la iglesia católica en
algunas ocasiones fue más allá de la aceptación de sus doctrinas
y no se conformó con ser prudente sometiendo sus ideas a la au-
toridad de la Iglesia en lo que pudiera estar equivocado, sino que
llegó a internarse en apoyo de éstas de modo innecesario, y lo
hizo de forma tan deplorable que su actitud conduce a pensar que
425
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460
MM, Respuestas a las segundas objeciones.
426
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
427
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
5.3.2. Heterodoxia
A pesar de la preocupación cartesiana por mantenerse fiel a
la ortodoxia católica, en algunas ocasiones la tendencia espontá-
nea de su discurso racional le llevó a defender algunas doctrinas
que se alejaban de aquella línea de pensamiento.
En este sentido tiene interés reflejar su punto de vista acerca
de la oración y su pretensión de demostrar algunos dogmas de
fe, a pesar del carácter contradictorio de tal pretensión en cuanto,
por definición, el concepto de dogma se refiere a una doctrina
indemostrable. Finalmente, hay que señalar que en algunos casos
su racionalidad le condujo al rechazo de algún dogma de la fe
católica, aunque tratando de mantener sus opiniones de manera
reservada.
a) Críticas al sentido tradicional de la oración
Por lo que se refiere al tema de la oración, Descartes, siendo
coherente en líneas generales con el concepto católico de dios,
criticó el sentido que tradicionalmente ha tenido y sigue teniendo
la oración en el cristianismo como petición a “Dios” de determi-
nados bienes, pero no fue suficientemente radical en sus críticas
sino que se quedó a medio camino y trató de encontrar a la ora-
ción un sentido congruente con las doctrinas católicas sin que a
la vez fuera simplemente antropomórfico hasta el punto de pre-
430
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462
Carta a la princesa Elisabeth, 6 de octubre de 1645.
431
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432
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463
Respuesta a Hyperaspistes, marzo o abril de 1641; AT III 431.
433
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
464
Carta al padre Vatier, 22 de febrero de 1638. La cursiva es mía.
465
DFL, p. 218.
466
Carta a Chanut, 1 de febrero de 1647.
435
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467
Carta a Mersenne, 31 de diciembre de 1640.
436
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468
DM, V; AT VI 59-60.
469
MM, Síntesis…; AT VII 10
437
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438
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439
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471
R-L, p. 263.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
441
Antonio García Ninet
472
R-L, p. 266.
473
R-L, p. 74. La cursiva es mía.
442
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444
Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
475
AT IV 535. La cursiva es mía.
446
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476
Carta a Mersenne, 31 de diciembre de 1640; AT, III, p. 271.
477
Carta a Mesland, 2 de mayo de 1644; AT, IV, 117.
447
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478
Notas a cierto programa; AT VIII 368.
448
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450
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ÍNDICE ONOMÁSTICO
452
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Jans, H.: 31, 38, 42, 66, 122, 125, 126, 127, 128.
Juan Pablo II, papa: 53.
Kant, E.: 15, 68, 152, 153, 197, 201, 202, 203, 218, 260, 261, 343, 354, 415.
Kepler, J.: 341, 346, 360, 361.
Kleist: 136.
La Mettrie, J. O.: 273, 275.
Lavoisier: 375.
Le Roy, M.: 27, 105.
Leibniz, G. W.: 23, 284.
Llavona, R.: 370, 371.
Luís XIII, rey: 31, 32, 39, 414, 448.
Luís XIV, rey: 51, 93.
Lutero, M.: 297, 312, 314.
Malebranche: 284, 396, 397.
Mauricio de Nassau: 21, 46, 56, 78, 100,
Maxwell: 350,
Maximiliano de Baviera, rey: 23, 25, 78, 100,
Mazarino, cardenal: 54, 55, 87, 93,
Médicis, M. de: 31.
Mersenne, M.: 10, 18, 25, 33, 35, 36, 40, 41, 44, 45, 56, 66, 67, 70, 75, 76, 85,
92, 93, 101, 102, 118, 136, 192, 213, 214, 218, 235, 267, 299, 302, 303, 304,
305, 309, 310, 311, 335, 344, 345, 346, 347, 370, 371, 383, 407, 408, 436,
439, 447.
Mesland: 101, 186, 200, 299, 302, 307, 310, 312, 313, 336, 447.
Michelson: 350.
Mirecourt, J. de: 116, 117, 155, 156, 174, 205, 207, 208, 210, 212.
Molina, L. de: 52, 314, 318, 325.
Montaigne, M.: 11, 117, 145.
Morley: 350.
Newton, I.: 386, 388, 389, 390, 391, 392.
Newcastle, marqués de: 423.
Nietzsche, F.W.: 198, 201, 203, 204, 415.
Ockam, G. de: 117, 155, 156, 165, 171, 174, 177, 207, 210, 212, 225, 240,
260, 272, 273, 277, 378, 379, 434.
Oresme, N. de: 117.
Orígenes: 314, 315, 316.
Ovidio: 305.
Pablo de Tarso: 124, 305.
Pablo V, papa: 315.
Pascal: 55, 107, 450.
Pavlov, I.: 36, 371, 372.
Petit, L.: 46, 122.
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Descartes: Contradicciones de su irracionalismo teológico
ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN
1. DESCARTES: SU VIDA, SU PERSONALIDAD Y SU
ÉPOCA
1.1. Cronología de la vida y de la época de Descartes
1.2. Aspectos de la personalidad de Descartes que condicio-
naron especialmente su obra.
1.2.1. Egocentrismo y megalomanía
1.2.2. Otros aspectos de su personalidad
1.2.2.1. Arrogancia y dogmatismo
1.2.2.2. Admiración por la “nobleza de sangre”
1.2.2.3. Servilismo
1.2.2.4. Tendencia al derroche
1.2.2.5. Frivolidad
1.2.2.6. Tendencia a manipular a “sus amigos”
1.2.2.7. Mendacidad
1.2.2.7.1. Mitomanía
1.2.2.7.2. Ocultación de fuentes
1.2.2.7.3. Tendencia a la fabulación
1.2.2.8. Menosprecio a la mujer
1.2.2.8.1. Dificultades en su relación con las mujeres
1.2.2.8.2. Helena Jans
1.2.2.8.3. Elisabeth de Bohemia y Cristina de Suecia
2. EL MÉTODO Y SUS CONTRADICCIONES
2.0. Francisco Sánchez, “despertador de Descartes”
2.1. La necesidad del método
2.1.1. Las reglas del método: La regla de la evidencia
2.2. La duda metódica
2.3. “Pienso, luego existo”.
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