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cosas. Otras, como por ejemplo los olores y los sabores, en cambio,
no son verdaderas, son oscuras y confusas respecto de las cosas.
Descartes sostiene que lo menos perfecto no puede engendrar a lo
más perfecto, entonces: el alma no surge de lo corpóreo. La
materia extensa es inferior, está compuesta divisiblemente
respecto del alma, que es indivisible.
En cuanto a la relación causal que mantienen la sustancia pensante
y la extensa, no existe determinismo alguno que permita
establecer la prioridad de una respecto de la otra. La relación es
arbitraria (inmotivada), innata, y la impone Dios.
No hay una exacta semejanza entre nuestras ideas de cualidades y
las propiedades de los cuerpos. Así es, en la correspondencia que
le dirige a su amigo, Cornelius van Hogelande, Descartes afirma
que: «[...] las mismas ideas de los movimientos y de las figuras nos
son innatas. Y las ideas de dolor, de los colores, de los sonidos y
semejantes, deben ser tanto más innatas para que nuestra mente
pueda representárselos con ocasión de algunos movimientos
corporales,vii puesto que no tienen ninguna semejanza con los
movimientos corporales. Pues ¿qué cosa más absurda puede
imaginarse que el que todas la nociones comunes que existen en
nuestra mente procedan de estos movimientos y no puedan existir
sin ellos? Quisiera que nuestro autor me instruyera acerca de qué
movimiento corpóreo es aquel que puede formar en nuestra mente
una noción común, por ejemplo, que las cosas iguales a una tercera
son iguales entre sí u otra cualquiera, pues todos esos movimientos
son particulares, pero aquellas nociones son universales y no tienen
perfecto, y sin embargo ¿ese Ser infinito existe con tanta certeza
que asegure su existencia como sucede con las demostraciones
matemáticas? ¿Existe de tal modo que no repugna concebir un
Dios, un Ser soberanamente perfecto, que no exista, es decir que
carezca de alguna perfección? Afirma Caterus que Descartes
deduce lo mismo que Santo Tomás, pero atribuye a Descartes el
decir que del solo hecho de que no puede concebir a Dios sin
existencia, se sigue que la existencia es inseparable de él, y en
consecuencia que existe verdaderamente. Sin embargo, Santo
Tomás va decir que, de lo que es tal que nada más grande puede
concebirse, no se sigue que el objeto significado por su nombre
existe en la naturaleza, sino únicamente en la aprehensión del
entendimiento, y que tampoco puede decirse que tal objeto exista
efectivamente, mientras no se de por sentado que existe en efecto
una cosa tal que nada más grande puede concebirse.
En síntesis, Caterus va a decir que aunque se admita que el Ser
soberanamente perfecto, por su propio nombre supone la
existencia, sin embargo, no se sigue de ello, que esta misma
existencia sea actualmente algo en la naturaleza, sino únicamente
que con el concepto o noción del Ser soberanamente perfecto, está
unido inseparablemente el concepto o noción de la existencia. Por
lo cual, no es dable inferir que la existencia de Dios sea algo
actualmente, si no se supone que actualmente existe este Ser
soberanamente perfecto; en cuyo caso contendrá actualmente
todas las perfecciones, y entre ellas la de una existencia real.
Aunque se conozca clara y distintamente al Ser soberano, aunque
el Ser soberanamente perfecto en su concepto esencial comprenda
nosotros, si nuestro espíritu no fuera más que una cosa finita, como
en efecto lo es, y Dios no fuera la causa de su ser. Debe
comprenderse que teniendo conciencia finita el entendimiento, no
puede comprender el Ser de lo infinito, pero lo infinito si bien no
puede ser comprendido, bien puede ser entendido.
Dios, en cierto modo, es causa de sí mismo. La existencia de Dios
no es posible, sino necesaria. La idea de Dios es mucho más
evidente, clara y distinta, que la de ninguna cosa sensible.
Descartes concuerda con Santo Tomás en cuanto a que Dios no es
claro y manifiesto para todos, pero se distingue de su postura
porque sostiene que cuando se comprende y entiende lo que
significa el nombre de Dios, recién se entiende que significa una
cosa que existe efectivamente y en el entendimiento. Descartes
está queriendo decir que lo que concebimos clara y distintamente
como propio de la naturaleza, esencia o forma inmutable y
verdadera de alguna cosa, puede predicarse de ésta con toda
verdad: una vez considerado con atención suficiente lo que es Dios,
clara y distintamente concebimos que el existir es propio de su
naturaleza verdadera e inmutable. Luego podemos afirmar con
verdad que existe, porque siempre es verdadero todo lo que clara
y distintamente concebimos.