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COLEGIO DE ESCRIBANOS DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA

REVISTA NOTARIAL 1985-1 Nro. 49

PODERES INTERNACIONALES

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por Eduardo GALLlNO

El tema que nos ocupa es sencillo, no presenta mayores dificultades, y tal


vez el motivo por el cual ha sido incluido en este Seminario de Estudio de Títu-
los, está basado en dos cuestiones: la primera, en la falta de conocimiento que
tenemos en esta legislación tan nueva, la Ley 22.550 aprobada el año pasado;
la falta de escritos, de publicaciones respecto a este tema; y en segundo lugar,
y en particular para los notarios ya que forman parte de nuestra profesión, de
nuestro quehacer diario, el manejo de los llamados poderes. Es por ello que
nos hemos atrevido a incluir dentro de este temario la problemática de los po-
deres internacionales.

Evidentemente que, antes de entrar de lleno en el análisis de esta Ley


22.550, consideramos absolutamente indispensable refrescar una serie de
conceptos que nosotros tenemos con relación a forma y con relación a los po-
deres.

En primer lugar tendríamos que hacer una aclaración terminológica, el


tema de esta charla son los poderes internacionales. Un poder es internacional
cuando tiene un punto de contacto extranjero, esto desde el punto de vista teó-
rico, es decir, bastaría que una de las partes, uno de los otorgantes fuera de
nacionalidad extranjera; el objeto respecto del cual se otorga ese poder estu-
viera situado en una extraña jurisdicción, no en nuestro territorio nacional; o
bien el lugar de ejecución o el lugar de celebración, de otorgamiento de este
mandato estuviera en extraña jurisdicción para que nosotros podamos hablar
desde el punto de vista teórico, repito, de poderes internacionales. Sin embargo
esto es solamente desde el punto de vista teórico de la cuestión, porque desde
el punto de vista del derecho positivo argentino, solamente podemos hablar de

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Conferencia pronunciada el 10-11-83 en nuestro Colegio, en el Seminario sobre Estudio de Títulos,
propiciado por la U. N. A., delegación Córdoba. El autor es docente de Derecho Internacional Privado en
las Facultades de Derecho de la Universidad Nacional y Católica de Córdoba. Se ha respetado la versión
oral.

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poderes internacionales cuando no coincide el lugar de otorgamiento de ese


poder con el lugar de ejecución del mismo, ésta es una precisión que nosotros
consideramos indispensable realizar, insisto, distinción, diferencia entre el lugar
de otorgamiento del mandato y el lugar de ejecución del mismo, o sea donde
se va a hacer valer efectivamente este poder.

En segundo lugar, nosotros tenemos que considerar los dos aspectos que
existen en todo negocio, en todo contrato, y en particular también, en los pode-
res que son: el aspecto puramente formal, extrínseco, y su contenido o su as-
pecto sustantivo. Respecto del primero, ustedes recuerdan ese viejo aforismo
latino en materia de formas, que más que un aforismo es realmente un principio
acuñado en el derecho del siglo XIII: "Iocus regit actum". Este principio latino
significa que el acto, en cuanto a sus formas extrínsecas, se rige por la ley del
lugar del otorgamiento o celebración del negocio de que se trate, es aplicable
también a los poderes.

Este principio de la "Iocus regit actum", sin ninguna duda ha sido recepta-
do por nuestro Código Civil de manera amplia en algunos artículos, y de mane-
ra específica en otros, por ejemplo los términos del artículo 12 y del artículo
950, por citar algunos de nuestro Código Civil, en particular el segundo, donde
habla de los actos jurídicos que en definitiva se van a regir por las leyes y usos
del lugar de otorgamiento; nos indican a las claras la recepción de este princi-
pio de manera general en nuestro Código Civil. También está receptado en par-
ticular en algunas instituciones, por ejemplo en matrimonio, el artículo segundo
de nuestra ley de matrimonio civil consagra específicamente, en cuanto a las
formas matrimoniales, que se rigen por la ley del lugar de celebración. Pode-
mos citar otros, el 1180, 1181, 1182 y concordantes, es decir, se halla acuñado
este principio tanto desde el punto de vista general como en particular en nues-
tro Código Civil.

Este principio de la locus regit actum, supone una aclaración muy impor-
tante porque, no es tan cieno que siempre el acto, el negocio jurídico, se rija en
cuanto a sus formas extrínsecas por la ley del lugar de celebración. Tan es así,
por ejemplo, que en el Tratado de Montevideo en 1889, que vincula a nuestro

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país con Bolivia, Perú y Colombia.: y en el tratado de 1940 de Derecho Civil


Internacional de Montevideo que nos vincula con Uruguay y Paraguay, se ha
dicho y se ha escrito que este principio de la locus no existe, que se ha recep-
tado el principio de la "Iex causae". ¿Qué entendemos por lex causae?; lex
causae significaría la ley indicada por la norma formal de derecho internacional
privado, como adecuada para regir la relación jurídica que tenemos entre ma-
nos, eso es lex causae. Repito, la solución, la ley indicada por la norma formal
de derecho internacional privado para regir la relación jurídica que nosotros
tenemos entre manos; doy un ejemplo para tratar de ser claro: es tradicional
desde los comienzos del derecho internacional privado, que las cuestiones ati-
nentes a los bienes raíces se rijan por la "Iex rei sitae", o sea por la ley del lu-
gar de su situación, esto es lex causae, la ley del lugar de la situación. El bien
raíz puede estar situado en nuestro país o en el lugar donde se plantea el liti-
gio, en cuyo caso se llamará específicamente lex fori, o podrá estar situado en
el extranjero donde genéricamente se lo conoce con el nombre de lex causae;
esa lex causae puede ser interna, nacional, o puede ser extranjera, según don-
de esté situado el bien raíz.

Retomando este principio de la locus, se ha dicho que en los Tratados de


Montevideo no está receptado, pero no es tan así. Hago un alto. Ustedes me
dirán bueno, pero acá íbamos a hablar de poderes internacionales, esto me
parece que no tiene nada que ver con la cuestión; lo que ocurre es que si noso-
tros, no repasamos estos conceptos, cuando vayamos a leer el texto del Trata-
do aprobado en Panamá en 1975, que nos ocupa, no vamos a comprender con
claridad lo que el mismo expresa, es decir que para hacer una lectura inteligen-
te, interpretar este Tratado, necesitamos recordar estos conceptos.

El Tratado de Montevideo de 1889, dice en su artículo 32 que, si el acto


debe realizarse por escrito y la formalidad correspondiente, lo decide la ley del
lugar del cumplimiento del contrato, ley del lugar del cumplimiento del contrato
es lex causae, o sea que la ley del lugar del cumplimiento del contrato, repito,
lex causae, está determinando si el acto debe realizarse por escrito o verbal-
mente, por instrumento público o no, está determinando lo que se conoce con
el nombre de forma del acto. Es muy cierto esto, pero después añade en el

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artículo 39: las formas de los instrumentos públicos se rigen por la ley del lugar
de otorgamiento. ¿Qué es esto? Ha establecido el Tratado de Montevideo una
perfecta distinción que nosotros no debemos perder de vista entre lo que noso-
tros llamamos forma del acto y las formalidades o reglamentación de las for-
mas. Voy a tratar de nuevo de dar un ejemplo: si el acto debe realizarse por
escrito o no, o la calidad de instrumento correspondiente, es decir si se reali-
zará por escritura pública o no, lo determina la lex causae. ¿Cuál es la lex cau-
sae?, en los Tratados de Montevideo, es la ley de lugar de cumplimiento del
acto. Pero también dice, las formas del instrumento público se rigen por la ley
del lugar de otorgamiento del acto; ¿qué es esto de "las formas"?: es la regla-
mentación de las formas, es si en la escritura pública nosotros tenemos que
poner por ejemplo, la edad del otorgante, o podemos poner simplemente si es
mayor de edad, si debemos citar la nacionalidad o no, si debemos poner el
domicilio o no; estos aspectos reglamentarios si ustedes quieren de las formas
sí se rigen por la ley del lugar de otorgamiento, es decir, sí se rigen por la lo-
cus.

¿Está comprendido esto que estoy señalando? Es significativa esta distin-


ción. La distinción repito, entre forma, que en los Tratados de Montevideo se
rige por la lex causae y las formalidades, o sea reglamentación de las formas,
aspectos formales de la misma forma, que sí se rigen por la locus. Una disposi-
ción similar tenemos en el artículo 36 del Tratado de Montevideo de 1940, don-
de establece claramente esta distinción, de nuevo, si el acto debe realizarse
por escrito o no, o sea la calidad del documento correspondiente por la ley del
lugar donde el acto debe cumplirse, y las formalidades, solemnidades del acto,
por la locus, por el lugar de otorgamiento del acto, y añade en el artículo 36 un
detalle muy importante, porque habla de formas de publicidad; las formas de
publicidad se rigen por la ley de cada estado donde se exija esta publicidad.

Esto es muy importante porque como ustedes saben podemos hablar de


numerosos tipos de formas, en principio estamos hablando de las "formas-
formas", de las formas extrínsecas, las formas que dan visibilidad, que dan ves-
tidura al acto, pero también hay formas de publicidad como hay formas proce-
sales, formas habilitantes, y formas intrínsecas también; la doctrina nos habla

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de estos distintos tipos de formas, cada una de ellas regidas por su propia ley.

En nuestro Código Civil, vimos que el artículo 12, el artículo 950 y otros en
particular, hablaban nada más que de la locus y no establecían ninguna distin-
ción, sin embargo debemos recordar dos disposiciones muy importantes donde
Vélez en definitiva, implícitamente está estableciendo esta distinción entre for-
ma y formalidades. Esos dos artículos son el 1211 y el 3129. El artículo 1211
se refiere a los contratos celebrados en el extranjero .que tengan por objeto
transferir o constituir derechos reales sobre bienes raíces situados en la Re-
pública, deben constar en instrumento público y este instrumento público debe
ser legalizado para que tenga la misma fuerza que los hechos en el país; y lue-
go termina diciendo que la tradición no podrá ser hecha con efectos válidos, es
decir efectos jurídicos, sino después de la correspondiente protocolización por
orden del juez competente. Fíjense ustedes, ¿qué ha dicho el codificador en
este artículo?, repito la hipótesis: se trata de un contrato otorgado en el extran-
jero para transferir derechos reales respecto de bienes raíces situados en la
República; ¿cuál es la lex causae acá?: la ley argentina, y la ley argentina está
imponiendo una forma determinada, esta forma determinada es el instrumento
público, dice: debe realizarse, otorgarse bajo la forma de instrumento público;
implícitamente está acá esta distinción, deja librado a la "locus regit actum" las
formalidades de ese instrumento público, tanto es así que en la nota de este
artículo 1211, el codificador dice; no es necesario que el instrumento público
sea otorgado por un escribano, por un notario, puede cualquier otra autoridad
que tenga tales potestades de conformidad a la legislación extranjera.

El artículo 3129 que mencioné, en materia de hipoteca, dice lo mismo,


cuando se constituye una hipoteca en el extranjero respecto a bienes raíces
situados en el territorio de la República, debe cumplimentarse la disposición del
artículo 1211, salvo la diferencia que todavía subsiste con relación al plazo de
los seis días contados desde que el juez ordene la protocolización. Ese es el
estado actual que nosotros tenemos, tanto en derecho internacional privado
interno argentino, como en derecho internacional privado convencional en ma-
teria de formas.

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¿Cómo se aplicaba esto a los poderes? Vaya tratar de dar un ejemplo


muy sencillo, ese poder, ese instrumento otorgado en el extranjero en cuanto a
las formalidades, reglamentación de las formas, sabemos que tiene plena po-
testad la locus regit actum. Si ese instrumento tiene por objeto transferir, consti-
tuir derechos reales sobre bienes raíces situados en el territorio de la Repúbli-
ca, debe constar en instrumento público con la salvedad que hemos hecho que
no necesariamente debe ser otorgado ante un notario, sino basta que sea ante
funcionario que tenga potestades en el extranjero, para dar autenticidad a ese
documento.

Hablan también los artículos, de la legalización. El instrumento público


debe presentarse previamente legalizado. ¿Qué se entiende por legalización, y
qué se entiende por autenticación? Aquí en el Colegio de Escribanos, tenemos
una oficina en el entrepiso, donde hablamos de legalizaciones, pero no es así.
¿y qué es lo que se hace?, simplemente se está "autenticando" la firma del no-
tario en el Colegio, por eso preferimos no utilizar esta denominación que tene-
mos acá de legalizaciones, sino la terminología de los tratados.

¿Qué es esto de legalización? Ese poder otorgado en el extranjero tiene


que concurrir ante el cónsul acreditado del país ante el cual se va a hacer valer
o se va a poner en ejercicio ese poder; es decir, si ese poder otorgado en el
extranjero se va a hacer efectivo en el territorio argentino, tendrá que concurrir-
se ante el cónsul argentino para una primera "autenticación".

Me detengo, porque voy muy rápido. Hablé primero de legalización y des-


pués de autenticación. ¿Qué es legalizar ese poder?, es hacerle cumplir todos
los requisitos para que este acto sea considerado auténtico en el país donde lo
vio nacer. Si es un poder, supongamos, otorgado en ese estado por ante un
notario, tal vez irá ante el Colegio de Notarios o irá a la Corte Suprema de Jus-
ticia o irá al Ministerio de Justicia; es decir, es agotar el trámite interno. Si yo
obtengo un diploma en el extranjero, ese diploma firmado por el decano, firma-
do por el rector de esa universidad extranjera ¿lo tendré que llevar a dónde'?;
al Ministerio de Educación o al Ministerio de Relaciones Exteriores donde le
van a poner otra firma. En el país hacemos lo mismo, cuando nuestro diploma

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obtenido aquí, lo queremos hacer valer en otro estado, se va al Ministerio de


Educación donde dicen, si la firma de ese rector es tal, terminado ese trámite
interno le da legalidad al documento, es decir, se han cumplido todos los requi-
sitos exigidos por la ley del estado que vio nacer ese documento, es la legali-
zación. Lo mismo es aplicable, mutatis mutandis, con las observaciones del
caso, a los poderes.

Después viene la autenticación de firmas. Se realiza una primera autenti-


cación ante el cónsul, repito, del estado donde se pretende hacer valer ese po-
der. Voy ante el cónsul argentino, el cónsul argentino hace esta autenticación, y
dice: sí, efectivamente en mi registro esta firma es la del rector, esta firma es la
del Presidente del Colegio de Notarios, o del Ministro, etc. Los reglamentos
consulares a su vez, prevén que los cónsules en principio, no se pronuncien
sobre el contenido del instrumento, es decir carecen de la facultad de calificar,
simplemente cotejan las firmas y si esta firma coincide con lo registrado,
magnífico, autentican esa firma. Sin embargo el reglamento consular en algo
criticable, dice que si del contenido del documento surgiera manifiestamente
que el mismo fuera contrario al orden público argentino, el cónsul deberá abs-
tenerse de la autenticación de ese documento. Nosotros hemos criticado esta
potestad que tienen los cónsules por varias razones, primero porque conside-
ramos que no están efectivamente capacitados para hacer esta calificación y
segundo, que preferimos dejar bien distinguidos esos dos aspectos que men-
cionábamos al inicio, el aspecto puramente formal del aspecto del contenido,
es decir el negocio en sí mismo, el que sólo será en definitiva, juzgado por las
autoridades competentes del estado donde se pretenda hacer valer ese poder;
si ustedes quieren los jueces, en última instancia, pero no un cónsul y ab-initio.

Hay una segunda autenticación que hace el Ministerio de Relaciones Ex-


teriores de la firma, a su vez, del cónsul. Miren ustedes, toda una ordalía que
es costosa renta y que podría ser mucho más ágil y simple. Legalización, pri-
mera autenticación ante el cónsul, y segunda autenticación ante el Ministerio
de Relaciones Exteriores. Esto, fíjense ustedes, para después recién venir
aquí; y si el acto se refiere al dominio, tendremos que pasarlo a su vez por vía
judicial (art. 1211).

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En un acto de jurisdicción voluntaria no tiene ningún justificativo recurrir a


la autoridad judicial. En los poderes no ocurre así, todos nosotros lo sabemos,
se concurre ante un notario y después se hace la inscripción en el protocolo
correspondiente para su validez, en la jurisdicción del lugar de situación del
bien raíz de que se trate.

Este es el estado que nosotros teníamos hasta el mes de marzo de 1982,


en que se sanciona la Ley 22.550.

OEA, es decir los países miembros de OEA, celebraron dos grandes con-
ferencias en materia de Derecho Internacional Privado que se conocen con las
siglas CIDIP I y CIDIP II; una conferencia en Panamá en 1975, donde se
aprueban seis Tratados -vaya omitir la lectura de los temas de estos Tratados
pero son todos significativos-, uno de esos Tratados de Panamá de 1975, del
30 de enero de 1975, es el que se refiere al Régimen Legal de Poderes para
ser utilizados en el extranjero. Otros Tratados, ocho, se aprueban en Montevi-
deo en el año 1979. Lamentablemente Argentina solamente ha ratificado de los
Tratados de Panamá de 1975, el Tratado sobre Régimen Legal de Poderes
para ser utilizados en el extranjero por Ley 22.550, que fue aprobada el 10 de
abril de 1982, y publicada en el Boletín Oficial el 15 de abril del mismo año.

Y hay otro hecho sumamente auspicioso. El 27 de setiembre del corriente


año, Argentina ha ratificado cuatro Tratados de Montevideo de 1979. Estos
cuatro Tratados son muy importantes, tratan sobre materias de Sociedades
Mercantiles, sobre Reconocimientos y Ejecución de sentencias y laudos arbitra-
les extranjeros; sobre Medidas Cautelares, y sobre normas generales del Dere-
cho Internacional Privado. Miren qué materias, realmente significativas, no so-
lamente para el quehacer notarial sino para todo profesional del derecho.

Este es el panorama que nosotros tenemos; y ahora para quienes lo ten-


gan en sus manos, creo que me van a poder seguir con mayor facilidad el aná-
lisis que nosotros vamos a hacer de este Tratado o convención interamericana
de derecho internacional privado sobre poderes otorgados en un estado para
ser utilizados en el extranjero. Ya de la mera denominación de este convenio,
surge la distinción primigenia que nosotros nos hicimos de lo que debe enten-

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derse por poderes internacionales, es decir otorgados en un estado que se pre-


tenden hacer valer en otro; esto desde el punto de vista del derecho positivo
argentino ..

Quiero hacer otra advertencia muy importante. Ustedes saben que hay
una tendencia muy fuerte, y en particular en aquellas materias que no están
estrechamente vinculadas a la persona, como puede ser todo el derecho mer-
cantil, a la unificación del derecho privado; ésta tal vez es una de las materias
donde ha habido un fuerte impulso hacia la elaboración de los llamados "con-
tratos formularios", es decir hacia la adopción de reglas uniformes.

Lamentablemente debo decir que las dificultades son muchas, debido a la


diversidad legislativa que existe aún en los países que participan de un mismo
fondo común legislativo, porque aún en ellos se establecen una serie de distin-
ciones: ¿qué se entiende por poder? Hay países que no han hecho esta distin-
ción entre representación, mandato y poder; existen grandes diferencias con
relación a los poderes especiales, poderes generales; o a la irrevocabilidad o
no del poder, etc., la diversidad legislativa es muy grande.

Hay países donde se mantiene a ultranza, el principio de la locus regit ac-


tum sin establecer ninguna distinción como implícitamente la establece nuestro
Código Civil, y expresamente los Tratados de Montevideo de 1889 y 1940. Hay
países donde por el contrario, se establecen este tipo de distinciones y prefie-
ren la lex causae, o sea la ley de ejecución del poder. Hay países que disponen
para la forma la ley de la nacionalidad del otorgante; en fin, la diversidad es
muy grande.

Esta Convención es tan importante que hay dos en el mundo vigentes en


la materia, dos nada más; hay una Convención de Washington de 1940, sobre
uniformidad de poderes, de la cual la Argentina no ha participado ni ha ratifica-
do, y esta Convención de Panamá del año 1975; parece sorprendente que Eu-
ropa continental y en particular, a través de la Conferencia de La Haya, no haya
llegado a producir un convenio sobre esta materia. Las dificultades que se plan-
tean entre aquellos países, entre los países anglosajones, v. gr. Inglaterra y los
de Europa continental son muy grandes. Tengo acá en mis manos el último

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reporte que me ha llegado del Instituto Internacional para la Unificación del De-
recho Privado del año 1981, donde ese Secretariado encargó en el año 1979, a
expertos, una especie de relevamiento del estado de las legislaciones naciona-
les en el tema de poderes, con vistas a preparar un reglamento uniforme en
materia de poderes internacionales. Voy a leer nada más que un párrafo signi-
ficativo de ese dictamen: "El estudio en cuestión no propone ser nada más que
una compilación de las soluciones que existen en los diferentes derechos na-
cionales, con el objeto de demostrar cuáles son los estados que admiten para
los poderes de representación, la forma libre; y cuáles son los estados que de-
mandan una forma determinada para conferir poderes en representación, Los
resultados de este estudio son tan divergentes que parece que desde el co-
mienzo muy poco probable que se pueda llegar a que un gran número de esta-
dos acepte una convención sobre ley uniforme sobre las formas de poderes de
representación. Los países que tienen existencia de formas rigurosas no están
dispuestos a renunciar a ellas, y los estados que admiten una libertad de forma
total, no aceptarán complicaciones de forma, de suerte que una ley uniforme
creando una forma obligatoria que derogaría reglas de diferentes derechos in-
ternos en la materia no parece muy realizable".

Les pido tal vez disculpas en la traducción porque esto está en francés,
pero es realmente una síntesis de las dificultades que existen en la materia.

En esta Convención que nos ocupa: ¿hemos logrado una norma unifor-
me? No, no hemos logrado una norma uniforme; solamente los países que han
ratificado esta convención se han puesto de acuerdo en elegir la ley que va a
regir el poder de que se trate, no sé si me explico, se han puesto de acuerdo no
en la forma en sí misma, sino en cuál es la ley que va a regir la forma del po-
der. Pero ha hecho avances significativos en dos o tres puntos de gran impor-
tancia que los vamos a ver ahora a continuación.
Evidentemente lo primero que hay que señalar es que este Convenio se
refiere a los poderes otorgados en países que son miembros de la OEA; debi-
damente otorgado en uno de los estados parte serán válidos en los demás
miembros de la OEA que evidentemente suscriban este convenio y siempre
que cumplan los requisitos siguientes, fíjense ustedes; en el artículo segundo

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dice así: "las formalidades y solemnidades relativas al otorgamiento de poderes


que hayan de ser utilizados en el extranjero se sujetarán a las leyes del estado
donde se otorguen". Yo creo que la terminología es perfecta, está hablando de
formas y solemnidades, está hablando de "reglamentación", si ustedes quieren,
de las formas, ésa es la interpretación que le damos nosotros. No está hablan-
do acá de si el acto debe realizarse por escrito o no, o la calidad del instrumen-
to correspondiente, se está refiriendo a la reglamentación de las formas, ésa es
la interpretación que creemos correcta. Es el principio de la "Iocus regit actum".
Sigue después: "a menos que el otorgante prefiera sujetarse a la ley del estado
en que hayan de ejercerse". Acá hay un punto muy importante, el tratado ha
hecho un avance significativo. Hay una discusión doctrinaria muy grande, rela-
tiva a si el estatuto que rige las formas es un estatuto "imperativo"; lo digo de
otra manera, si las formas tienen tal jerarquía, tal importancia que están en
ellas interesados el orden público de cada Estado, y en consecuencia el que
otorga el acto no puede decir: "yo a este acto lo quiero otorgar bajo las formas
de mi nacionalidad, o lo quiero otorgar bajo las formas del lugar de situación
del bien, respecto del cual voy a disponer". Pues no señor, si usted otorga el
acto acá, en el país A, debe sujetarse necesariamente a las formas del estado
A. Esta es una tesitura, una tesitura minoritaria pero que sin embargo ha tenido
una raigambre muy significativa sobre todo en el derecho anglosajón, y que la
ha encabezado dentro de las escuelas contemporáneas, Joseph Story, por
ejemplo dentro del derecho anglosajón. La otra tesitura que ha encabezado
dentro de los autores contemporáneos el maestro Savigny, dice que no, que el
estatuto que rige las formas es un estatuto facultativo, y que la facultad se da
entre la lex causae y la lex loci; entre la ley que es la adecuada para regir el
negocio de que se trate, y la ley del lugar del otorgamiento.

Dice Savigny por ejemplo: en un contrato, ¿qué es lo importante del con-


trato?; lo que las partes tuvieron en mira o sea, la ejecución; los contratos por
lo tanto se rigen por la ley del lugar de ejecución. La forma del contrato, aún
cuando se trate de un contrato internacional, también tendría que regirse por la
ley del lugar de ejecución de ese contrato, pero héte aquí que celebro un con-
trato en el país A que se va a ejecutar en el país C , y desconozco cuáles son

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las formas y las solemnidades exigidas por la ley del país C que es extranjero,
en consecuencia por razones de utilidad, de practicidad, prefiero la locus por-
que ésa la conozco, ésa la manejo, y es la del lugar donde otorgo el acto; en-
tonces, dice Savigny: si bien desde el punto de vista doctrinario, desde el pun-
to de vista técnico jurídico es adecuado, pronunciarnos en favor de la lex cau-
sae para regir las formas, debemos dar opción a que el acto pueda otorgarse
válidamente de conformidad a las formas que rigen en la ley del lugar de otor-
gamiento del acto. Desde Savigny, y en adelante la mayoría de las escuelas
doctrinarias nacionales, se pronuncian porque el estatuto que rige las formas
es facultativo. Machado, Llerena, Goldschmidt, en fin, la mayoría de los auto-
res nacionales se pronuncian por el carácter facultativo de esta norma. Este
carácter facultativo es el que está consagrado en el Tratado. La opción acá
está entre la lex causae, lugar de ejecución del contrato y la ley del lugar de
otorgamiento.

El último párrafo del artículo 2, es también sumamente significativo: "En


todo caso si la ley de este último, o sea la ley del lugar de ejecución, exigiere
solemnidades esenciales para la validez del poder regirá dicha ley",

Otro avance muy importante, ¿qué es esto? Miren, todos nosotros cono-
cemos la distinción entre actos formales y no formales. Cuando la legislación
argentina establece para el acto una forma "ad solemnitatem", esa forma. ad
solemnitatem se impone a la forma que hubiere revestido el acto de conformi-
dad a la ley del lugar de otorgamiento. Si la legislación argentina es "Iex cau-
sae", lugar de ejecución de ese poder, y exige una forma determinada pero
una forma ad-solemnitatem, se impone lo que dispone la ley del lugar de eje-
cución o sea, la ley argentina. No es otra cosa que lo que dispone el artículo
1211 o el 3129, que supimos comentar antes. ¿Cuál es la lex causae?; ley del
lugar de la situación del bien raíz, y si se tratara de otorgar contratos en el ex-
tranjero respecto a bienes raíces, situados en la Argentina, la ley argentina es
lex causae; y la forma acá cuando dice: “instrumento público”, está hablando
de una forma no meramente ad-aprobationem sino ad-solemnitatem porque si
este acto no se halla revestido de la forma del instrumento público, no tendría
ninguna validez ese contrato celebrado en el extranjero para transferir de-

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rechos reales sobre bienes situados en la Argentina. Entonces es una distin-


ción muy importante, repito, si la ley del lugar de ejecución del poder exigiere
solemnidades esenciales, como son todos los poderes relativos a inmuebles
en los que se requiere la escritura pública, regirá dicha ley, o sea la ley del lu-
gar de ejecución del poder. Si no se exigiere ninguna forma ad solemnitatem,
cobra plena validez la locus.

Y hay otra observación más que tenemos que hacer, es relativa al princi-
pio "favor negatio patrio", consagrado en el inciso cuarto del artículo 14 de
nuestro Código Civil: "Las leyes extranjeras no serán aplicables cuando las le-
yes de este Código en colisión con las leyes extranjeras, fueren más favora-
bles, a la validez de los actos". Ello supone un presupuesto, que el acto en
cuanto a la forma otorgado en el extranjero fuere nulo, si el acto en cuanto a la
forma otorgado en el extranjero no fuere nulo, rige la locus; si fuere nulo y fuere
válido en cuanto a la forma, de conformidad a la ley argentina, tiene plena vali-
dez de conformidad al artículo 14 inciso 4º. del Código Civil.

Yo preferiría a título personal, que como cada uno de los artículos plantea
una serie de inquietudes y se proyecta a diferentes instituciones, que con toda
libertad, si hay alguna duda, se levantara la mano y con mucho gusto, en la
medida de mis posibilidades, voy a tratar de dar les satisfacción; si no segui-
mos adelante, y en todo caso dejamos abierto el debate in fine, pero esa liber-
tad por supuesto, la tienen desde ya.

El artículo 3º. dice que "cuando en el Estado en que se otorga el poder es


desconocida la solemnidad especial que se requiere conforme a la ley del Es-
tado en que haya de ejercerse, bastará que se cumpla con lo dispuesto en el
artículo 70. de la presente convención". La ley del lugar de ejecución del poder
exigía una solemnidad especial que se requiere conforme a la ley del Estado
en que haya de ejercerse, bastará que se cumpla con lo dispuesto en el artícu-
lo 7º. de la presente Convención". La ley del lugar de ejecución del poder exigía
una solemnidad especial, supongamos la escritura pública, y el Estado donde
se otorgó el acto no sabe lo que es una escritura pública, o ningún funcionario
está autorizado, etc., existe esa posibilidad. ¿Qué pasa en ese caso? Es des-

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conocida la solemnidad especial que se requiere conforme a la ley del estado


en que haya de ejercerse dice, "bastará con que se cumpla con lo dispuesto en
el artículo 7º. de la presente Convención". Es muy importante también este
artículo porque, miren, hay un límite a la aplicación del derecho extranjero apar-
te del orden público, aparte del interés nacional, aparte del fraude a la ley, y
tantos otros límites que ustedes conocen. Está el límite de la institución desco-
nocida. Nosotros sabemos que la capacidad, de acuerdo a nuestras disposicio-
nes de derecho interno, se rige por la ley del domicilio, la capacidad de las per-
sonas físicas. Supongamos que en la ley del lugar donde está domiciliada la
persona, existan instituciones como la esclavitud o la muerte civil, instituciones
que hoy no existen pero que existieron en un momento, o incapacidades pena-
les, que son meramente territoriales de acuerdo al artículo 9º. de nuestro Códi-
go Civil; si esa persona se trasladara a nuestro país ¿qué dispone nuestra le-
gislación? que esas incapacidades son meramente territoriales, rigen en ese
estado que las impuso o admite, pero no rigen entre nosotros, porque la muerte
civil, la esclavitud, etc., son instituciones desconocidas para nuestra legislación.
Ese es el límite a la aplicación del derecho extranjero por ser !t1Si"ituciones
desconocidas para nuestra legislación.

Vuelvo ahora al artículo 3º. La ley del lugar de ejecución del poder exigía
una forma determinada, esa forma determinada no la conocen en el lugar de
otorgamiento del poder. ¿Cuál tendría que ser la conclusión lógica? Lo lamen-
tamos, el poder no es válido, no sirve. Esa sería la conclusión a la que tendr-
íamos que llegar. Si exigimos nosotros una forma y el lugar de otorgamiento no
tiene los recursos técnicos jurídicos para dar satisfacción a esa forma, señores,
lo lamentamos muchísimo, ese poder no vale entre nosotros (lugar de ejecu-
ción). Esa hubiera sido una de las conclusiones. ¿Qué dispone la Convención?,
-dice no, no obstante ese poder valdrá siempre que se cumplan los requisitos
del artículo 7º, que ya vamos a ver; esto es muy importante porque se ha pro-
nunciado en favor de la validez de ese acto otorgado en el extranjero.

Después habla de los requisitos de publicidad del poder en el artículo 4º.


que se someten a la ley del estado en que éste se ejerce. Esto no ha hecho
sino receptar lo que ya existía y que comenté en el artículo 36º. del Tratado de

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Montevideo de 1940, las formas de publicidad se rigen por la ley del estado
donde se exija la correspondiente publicidad. Es decir, si ese poder necesita
inscribirse, lo dice la ley del estado en que éste se ejerce; si lo pretendo hacer
valer acá, con relación de inmuebles situados en la jurisdicción de la provincia
de Córdoba, tendré que inscribirlo de conformidad a lo que dispone la ley local.

En el artículo 5º., "los efectos y el ejercicio del poder se sujetan a la ley


del estado donde éste se ejerce". Tampoco merece mayores comentarios este
artículo; en definitiva, el funcionamiento, la vida de ese poder si se desenvuelve
en Argentina se sujetará de conformidad a lo que disponga la ley argentina.
Acá tal vez convenga hacer una pequeñísima aclaración porque debo señalar
que la Ley 22.550 hace dos observaciones que no constituyen realmente re-
servas, sino que constituyen lo que podríamos llamar interpretaciones auténti-
cas del texto de la ley. El Estado argentino en una de ellas dice que también la
validez intrínseca del poder se regirá de conformidad a la ley del lugar de eje-
cución del mismo; el Estado argentino se ha reservado el análisis de los aspec-
tos intrínsecos, es decir, del contenido de ese poder, si ese poder se pretende
ejercer en Argentina. Creo que esta aclaración interpretativa, que insisto, está
en el artículo creo 2º. de la Ley 22.550, por el cual se aprueba esta Conven-
ción, es innecesario a la luz de lo que dispone luego el artículo 12º cuando
habla del orden público, porque ahí está el tema del análisis del contenido de
ese poder.

Vamos al artículo 6º. de la Convención que es muy importante. Dice: "En


todos los poderes el funcionario que los legaliza ... "; ¿qué es esto de funciona-
rio que los legaliza?, realmente se trata de algo que nosotros no entendemos,
porque nosotros ya hemos hablado de la autenticación, legalización, esto no
tiene nada que ver, por eso acá sí cabe esa segunda reserva interpretativa que
hace la legislación argentina, el Estado argentino, que el Tratado cuando se
refiere al funcionario que los legaliza a los poderes, se está refiriendo al funcio-
nario que "lo autoriza, o sea ante quien pasa", ésa es la interpretación que no-
sotros tenemos que dar de esta expresión (Ley 22.550 . Art. 2º. - 2da. parte).
En todos los poderes el funcionario que los autoriza o sea ante quien pasa,
"deberá certificar o dar fe". Miren ustedes qué importante: el artículo 6º. con-

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templa aquellos países donde los funcionarios tienen esa potestad de dar fe; y
el artículo 7º. se refiere a aquellos países donde no existen funcionarios que
tengan potestades de dar fe; es decir, se contemplan las dos posibilidades por-
que la diversidad legislativa, incluso en esta materia y en el derecho americano,
existe.

Si existen funcionarios que tienen potestades de dar fe, deberán hacerlo


respecto de cuatro grandes requisitos que son los que nosotros todos los días
estamos cumpliendo; fÍjense ustedes: deberá dar fe a) de la identidad del otor-
gante. "Es la fe de conocimiento que tanto nosotros conocemos del 1001 de
nuestro Código Civil, que está también reflejado en nuestra 4183 en el artículo
540. la identidad del otorgante, así como la declaración del mismo acerca de su
nacionalidad, edad, domicilio y estado civil". No es que el funcionario diga, sino
que es una declaración que hace el otorgante. Comparece fulano de tal, quien
exhibe documento número tanto, persona de mí conocida, "quien declara ser",
ésa sería la manera de redactar el poder de conformidad a este Tratado, "quien
declara ser" de nacionalidad argentino, o uruguayo, etc., la edad, su domicilio y
estado civil. El inciso b) dice "el derecho que el otorgante tuviere para conferir
poder en representación de otra persona física o natural". Es decir, si a su vez
el que comparece lo hace por poder, "quien manifiesta que concurre al acto en
nombre y representación de", entonces se tiene que acreditar esa representa-
ción.

Si se trata de personas de existencia ideal o personas jurídicas, el inciso


c) dice: “deberá acreditarse la existencia legal de la persona moral o jurídica,
en cuyo nombre se otorga el poder, evidentemente v. gr., se halla inscripta en
tal registro, etc.”, todos esos elementos que normalmente incorporamos. Si yo
actúo en representación de esa sociedad, a su vez debo acreditar los instru-
mentos habilitantes, así lo dice en el inciso d) “la representación de la persona
moral o jurídica, supongamos en su carácter de socio gerente, su carácter de
presidente, etc., etc., así como el derecho que el otorgante tuviera para conferir
poder”. En este punto se avanzó mucho porque todos los estados signatarios
se han puesto de acuerdo en que éstos son requisitos mínimos que deben te-
ner los poderes cuando se trata de países que tienen funcionarios con potestad

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de dar fe pública.

El artículo 7º. se refiere al otro caso, es decir se trata de poderes otorga-


dos en países donde esos funcionarios ante quienes se otorga ese poder o an-
te quienes pasa, carecen ·de esta potestad de dar fe pública. ¿Qué ocurre en
estos casos?, dice el inciso a) "el poder contendrá una declaración jurada o
aseveración del otorgante de decir verdad", respecto a los requisitos que
hemos mencionado en el inciso a) del artículo anterior o sea del artículo 6º.
¿Qué pasa con los otros incisos b), c) y d) del artículo 6º.? Dice el inciso b) del
artículo 7º.: "se agregarán a un poder copias certificadas u otras pruebas con
respecto a los puntos señalados en las letras b), c) y d) del mismo artículo"; es
decir que deberán agregarse esos elementos, esos documentos habilitantes al
poder.

El tercer requisito es la autenticación de la firma del otorgante (inciso c)).


Esto es muy importante porque fíjense que a pesar de que no tiene potestad de
dar fe pública puede sí tratarse de un acto auténtico. Hay casos de jurispruden-
cia donde se discutía por ejemplo la validez de un poder otorgado en París, en
el que la certificación de firma del otorgante había sido hecha a la Cámara de
Comercio de París, y la jurisprudencia entendió que era perfectamente válido
porque dentro de las potestades de la Cámara de Comercio de París estaba
realmente el autenticar la firma de ese poderdante. Se trata de potestades que
corresponden a la locus, y si la locus admite esa potestad autenticante de la
forma del otorgante, no hay ningún inconveniente. Y por último por supuesto, el
cumplimiento de todos los otros requisitos, como dice el inciso d), establecidos
por la ley del lugar del otorgamiento.

El artículo 8º. se refiere a que dichos poderes deben ser legalizados


cuando así lo exigiere la ley del lugar de su ejercicio (Iex causae).

Ya hemos visto qué entendemos por legalización, y qué entendemos por


autenticación; legalización, cumplimiento de todos los requisitos exigidos por la
ley del lugar donde nace el poder, donde se manifiesta el poder. Es decir, que
para que el poder pueda ser ejercido aquí en la Argentina, necesitamos legali-
zación y la doble autenticación a que hicimos referencia antes.

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En el XII Encuentro Americano del Notariado Latino, que se llevó a cabo


en Guatemala del 25 al 29 de abril del corriente año, uno de los temas que se
trataron, el Tema II, concretamente, habla de la uniformidad de poderes y régi-
men de legalización de firmas notariales. En ese Congreso guatemalteco se
propuso, y está muy avanzado, terminar en sede notarial todo este proceso de
legalización y autenticación; es decir que en definitiva, ya sea en el Congreso
Federal del Notariado Argentino o los mismos Colegios Notariales, sean desig-
nados funcionarios ad hoc del Ministerio de Relaciones Exteriores en lo que se
refiere al trámite de legalización. Todo ello para evitar ese proceso tan burocrá-
tico, tan engorroso, tan costoso, y que se dilata en el tiempo como el actual-
mente vigente. Porque, si yo quiero otorgar un poder aquí que se va a ejecutar
en Francia, tengo que necesariamente llegarme a Buenos Aires, cuando tal vez
todo podría agotarse en sede notarial. Les adelanto que esta propuesta está
muy avanzada en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y es probable que sea
aceptada como lo ha propuesto este XII Encuentro del Notariado Latino, que se
llevó a cabo en Guatemala.

Por otra parte si este poder ha sido otorgado en un idioma extranjero, de-
berá estar debidamente traducido por traductor oficial.

El Tratado creo que tiene aquí una falencia, dice en su artículo 9º.: "Se
traducirán en el idioma oficial del estado de su ejercicio, los poderes otorgados
en idioma distinto". No nos aclara quién debe efectuar la traducción. Lo tradi-
cional, lo que venimos haciendo si este documento nos viene en idioma extran-
jero, es que hagamos en el lugar donde ponemos en funcionamiento el poder,
la traducción a través de un traductor público.

Tal vez hubiera sido mucho más interesante y hay experiencia riquísima
en el tema, receptar la previsión que tiene el Tratado de Montevideo de 1940
de Derecho Procesal Internacional, en materia de exhortos y de cartas rogato-
rias (art. 110.), donde le impone al estado exhortante cuando el exhorto va a
ser ejecutado en estado extranjero, acompañar una traducción debidamente
certificada en el idioma del país donde se va a poner en ejecución ese exhorto.
Hubiera sido mucho más ágil y mucho más directa esta solución, y no vernos

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nosotros (lugar de ejecución), con esta carga de la traducción. Lo concreto es


que no hay ninguna aclaración específica en el Tratado de quién debe efectuar
esta traducción.

Salteo el artículo 10º. y voy al 11º. Hay una aclaración importante. Dice el
artículo 10º., "que no es necesario para la eficacia del poder que el apoderado
manifieste en dicho acto su aceptación. Esta resultará de su ejercicio". Es lo
que nosotros venimos practicando en lo que se refiere a representación o po-
der propiamente dicho y no con relación al mandato donde se requiere como
contrato, de la correspondiente aceptación.

El artículo 12º. se refiere concretamente, al tema del contenido del poder


otorgado en el extranjero, "El estado requerido...". En realidad acá no hay
ningún estado requerido, requerido seria en el caso de ejecución de senten-
cias, de extradición, etc., es más bien el estado donde deba ejercerse el poder,
pero no estado requerido. "El estado requerido podrá rehusar el cumplimiento
de un poder cuando éste sea manifiestamente contrario a su orden público".
Aquí hay una aclaración que todos ustedes conocen, se está refiriendo al límite
de orden público internacional. La distinción entre orden público interno y orden
público internacional está perfectamente acuñada en la doctrina; el orden públi-
co interno está consagrado en el artículo 21º. de nuestro Código Civil, es límite
a la autonomía de la voluntad; y el orden público internacional es límite a la
aplicación del derecho extranjero, y está receptado en los tres primeros incisos
del artículo 14º. de nuestro Código Civil.

Imaginemos un poder que se otorga para realizar un acto contrario a la


moral, a las buenas costumbres o a las leyes locales, existe esa posibilidad, y
esta valoración evidentemente corresponde al estado donde va a ejercerse ese
poder, quien podrá rehusar su cumplimiento.

El artículo 10º. señala que: "esta Convención no restringirá las disposicio-


nes de convenciones que en materia de poderes hubiesen sido suscriptas o
que se suscribieren en el futuro o las prácticas más favorables que con relación
a los poderes practiquen los estados parte; y hace mención expresa a la Con-
vención de Washington sobre uniformidad de poderes de 1940, que les co-

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menté hace un momento, que es la otra Convención vigente en la materia.

El resto de los artículos del Tratado yo creo que no merece mayor comen-
tario porque son los usuales, de forma, que corresponden a todo Tratado. Se
refieren a quienes está abierta la adhesión, desde cuándo entra en rigor, el de-
pósito del instrumento de ratificación, los treinta días o un año para la denuncia,
los textos oficiales, etc.

Un comentario más, antes de decirles con qué países estamos vinculados


a través de estos Tratados. Ni la Convención de Washington de 1940, ni este
Convenio ratificado por la Ley 22.550, dicen nada con relación a la revocación
del poder. La revocación es un aspecto muy importante, y en el Encuentro de
Guatemala, se destacó esta real falencia que contiene el Tratado que no habla
en absoluto de la revocación del mandato y que es un aspecto realmente signi-
ficativo.

El Tratado nos vincula con Costa Rica, Chile, Ecuador, Panamá, Para-
guay, Perú, República Dominicana, Uruguay y con México. Lo han signado
además, no lo han ratificado hasta el momento Venezuela, Brasil, Colombia, El
Salvador, Guatemala, Honduras y Guatemala.

Adviertan ustedes entonces que el panorama que nosotros teníamos has-


ta este momento, que yo mencioné de los Tratados de Montevideo de 1889 y
1940, se amplía enormemente al menos en estos aspectos, vinculándonos con
otros países latinoamericanos, facilitando las cosas y estableciendo al menos
algunos requisitos mínimos indispensables que son de significación y que cons-
tituyen un real avance; aunque reitero, el Tratado no ha establecido una ley
uniforme, ni con relación a las formas, ni con relación al contenido del poder, en
ninguno de los dos aspectos, ni se ha logrado establecer un "formulario" uni-
forme con relación a la materia.

Por último, quiero señalar dos cosas que tienen interés desde el punto de
vista práctico-jurídico, y que son: una que hay un trabajo en la Revista Notarial
número 866 del año 1983, de David Ricardo De la Riva, que trae un modelo
que no es muy diferente de los que venimos usando hasta el momento en
nuestra práctica notarial. Es decir, para quienes tengan interés en visualizar un

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modelo, que es muy sencillo, los remito a la Revista Notarial Nro. 866, del año
1983. Y la otra, que es de naturaleza jurisprudencial y muy significativa que
prácticamente, casi yo diría uniformemente, la jurisprudencia argentina ha en-
tendido que cuando el poder es otorgado por un notario en el extranjero, hay
una presunción, casi me atreverla a decir iure de iure, de la autenticidad de ese
documento y que se han cumplido todos los requisitos exigidos por la ley del
lugar de su otorgamiento. Esto es importante porque hace a una valoración de
la actividad notarial.

Les agradezco la paciencia y quedo a disposición de ustedes por cual-


quier duda que tengan, con relación a este tema de poderes internacionales.

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