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FACULTAD DE DERECHO Y HUMANIDADES

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

EL DERECHO DE LOS CONTRATOS EN LA


DOCTRINA DEL CÓDIGO CIVIL PERUANO Y
URUGUAY

INTEGRANTES
Ravello Rodriguez, Vania Lissette
Rueda Montoya, Dennis Luis
Valle Olivares, Marcela Elizabeth
Williss Román, Grecia Yurasi
Yangua Fasabi, Kely Sofia

GRUPO
XIV

PROFESOR:
Villavicencio Saldaña, Richard Alexander

CURSO
Derecho de Contratos

CICLO
XIII

PERÚ
2022
Índice Pg.
I Introducción…………………………………………………………………………...1
2. Sobre los contratos en General ………………………………………………………2
3. El Derecho de Contrato en Perú………………….…………………………………..5
3.1 Normatividad y Criterios de Interpretación aplicables……………………….……..5
3.1. Artículo 1352 del código civil.………………………………………………….….9
3.1. Artículo 1359 del código civil ……………………………………………………..9
3.1. Artículo 1373 del código civil ………………………………………………….….9
3.1. Artículo 1402 del código civil …………………………………………………..…9
3.1. Artículo 1403 del código civil ………………………………………………..…..10
3.1. Artículo 1411 del código civil ……………………………………………..……..10
3.1. Artículo 1363 del código civil …………………………………………………….10
3.1. Artículo 1364 del código civil ………………………………………………...…..10
4. El Derecho de Contrato en Uruguay……………………………………………..…..11
4.1. Introducción …………………………………………………………………….…11
4.1. Contrato……………………………………………………………………...…….13
4.1. Categorización Legal de los Contratos………………………………………...…..13
4.1.Categorías doctrinarias de los Contratos………………………………………...…14
4.1. Grandes Principios del Régimen contractual………………………………………15
4.1. Requisitos Esenciales para la validez de los Contratos …..………………….……16
4.1. Prueba de las obligaciones…………………………………………………………14
4.1.1 medios de Prueba ………………………………………………………….……..10
5. Conclusiones.……………………………………………………………………...…21
6. Referencias bibliográficas…………………………………………………………...22
I. Introducción

El presente trabajo titulado “El Derecho de los Contratos en la doctrina del Código Civil
Peruano y Uruguay”, tiene la finalidad de informar sobre a finalidad, procesos y todo en
forma general sobre la doctrina en ambos países.

Con el paso del tiempo, los países han venido cambiando su ordenamiento jurídico de
acuerdo a la realidad y contexto que se vive en su actualidad, ya que las condiciones y
situaciones con relación a los derechos de las personas son, por decirlo literalmente,
“Metamorfosis”, y esto se concluye en que cada día son más beneficiarias para ellos y se
ordena de forma legal y justa para tener un mejor entendimiento entre la sociedad y así
evitar conflictos.

Es así que los países como Perú y Uruguay han realizado en sus doctrinas jurídicas los
puntos claves al momento de celebrar un contrato que se convierte en una relación
jurídica. Por todo lo vertido anteriormente, lo invitamos a que con profundo análisis y
concentración se disponga a leer sobre el derecho de Contratos de los países mencionados,
para luego finalizar con las conclusiones vertidas por los integrantes del grupo.

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SOBRE LOS CONTRATOS EN GENERAL
En el ámbito común o social (excluyendo aún al ámbito jurídico) se puede afirmar con
relevante consistencia que el contrato es un acuerdo, un convenio, entre dos o más partes
interesadas en un determinado bien o circunstancia que llama su interés para la formación
de este. Esta sería una definición que todas las personas podrían manejar o se amoldaría
a lo que realmente perciben con el término “contrato”. Hasta aquí, básicamente es un
acuerdo que resulta de algún interés particular.

cabe señalar que la doctrina en cuanto a la definición de contrato, si bien es constante, no


lo ha sido con la relación del acto jurídico o la del negocio jurídico, para quienes postulan
y defienden cada teoría. Vemos propicio, determinar en principio, lo concerniente al acto
jurídico y al negocio jurídico, aclarar este panorama resulta muy útil, recordando que
“todo contrato es un acto jurídico, pero no todo acto jurídico es un contrato.”

Desde la perspectiva nacional se define al acto jurídico en el art. 140 del Código Civil de
1984 como: “la manifestación de la voluntad destinada a crear, regular, modificar o
extinguir relaciones jurídicas”, de hecho, la definición de negocio jurídico no es alejada
a esta o cualquier otra de acto jurídico

Emilio Betti (1959: 42), define al negocio jurídico como:

El acto con el cual el individuo regula por sí los intereses propios en las relaciones con
otros (acto de autonomía privada) y con el que el Derecho enlaza los efectos más
conformes a la función económico-social que caracteriza su tipo (típica en este sentido).
El destacado jurista español Albaladejo, M. (2002:573), define al negocio jurídico como:

Es un instrumento facilitado a la autonomía privada para que los sujetos autorregulen su


propio interés y relaciones según su voluntad. (…) Es el que hace de lo querido por el
sujeto, una reglamentación, convirtiendo en lex privata el conjunto de cláusulas en que lo
querido queda plasmado. Después de consultar con las definiciones propuestas, podemos
ver que estrictamente la definición de acto jurídico y negocio jurídico como tal, no
presentan características relevantes, o que, en todo caso, sean de peculiar atención. Su
diferencia en el campo doctrinario, podría radicar quizá en que siendo ambas muy
similares (o en esencia la misma figura), la teoría del negocio jurídico concibe al acto
jurídico, como la teoría del acto jurídico concibe al hecho jurídico. Tenemos entendido
que nuestra legislación adoptó el Código Civil Napoleónico (francés), y con este se

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introdujo también, el acto jurídico como tal. Respecto al contrato, definitivamente es un
acto jurídico, con dos diferencias o en todo caso, particularidades muy resaltadas:

a) la bilateralidad o plurilateralidad

b) el carácter patrimonial. Resultante

de este se generará una relación jurídica contractual, que vinculará a las partes de manera
obligatoria, a cumplir con lo determinado en el contrato. Para Messineo, F. (1948: 78), el
contrato es simplemente: “un pacto, es decir, un acuerdo de voluntades, capaz- cualquiera
que sea su contenido- de dar vida a una obligación (solus consensus obligat).”

El autor Ferri, L (2004:63), prefiere ir definiéndolo por el conjunto de sus requisitos:

También para el contrato el Código Civil, después de haber establecido que aquel incide
en relaciones de naturaleza patrimonial (artículo 1321); que tiene fuerza de ley entre las
partes (artículo 1372); que es fuente de la obligación (artículo 1173); afirma que el objeto
de ser lícito y posible (artículos 1346 y 1418, segundo párrafo); en otras palabras, impone
un límite negativo, al excluir un objeto ilícito o imposible. Con la conjunción de estos
elementos podríamos definir al contrato como el acuerdo y principal fuente creadora de
relaciones obligacionales (contractuales), de naturaleza bilateral y de carácter
patrimonial, donde concurra como elemento esencial, el consentimiento (como expresión
de la autonomía privada), para su realización. Con la definición planteada, no queremos
dejar descartada, la idea correcta y muy frecuente, de que el contrato es sin duda alguna,
un acto jurídico, entendido como tal, en nuestra legislación peruana, a pesar de que, para
su estructuración se acepte y se propongan tanto la teoría del acto jurídico como la teoría
del contrato.

Nuestro Código Civil dispone el art. 1374 – Conocimiento y contratación entre ausentes
citado textualmente en: “La oferta, su revocación, la aceptación y cualquier otra
declaración contractual dirigida a determinada persona se consideran conocidas en el
momento en que llegan a la dirección del destinatario, a no ser que este pruebe haberse
encontrado, sin su culpa, en la imposibilidad de conocerla. Si se realiza a través de medios
electrónicos, ópticos u otro análogo, se presumirá la recepción de la declaración
contractual, cuando el remitente reciba el acuse de recibo.” Y, sobre el perfeccionamiento
del contrato en general, el art. 1373 – Perfeccionamiento del contrato lo resume de la

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siguiente manera: “el contrato queda perfeccionado en el momento y lugar en que la
aceptación es conocida por el oferente.”

Bajo estas dos premisas, en principio conjuntas, detallaremos y esquematizaremos a fin


de poder comprender mejor la postura establecida y brindar una perspectiva más concorde
con nuestro medio.

El Código civil nos menciona que el contrato queda perfeccionado en cuanto la


declaración contractual (cualquiera de sus variantes) llega a la dirección del destinatario.
Con “se consideran conocidas”, observamos que existe una presunción juris tantum, que
a nuestro parecer y a efectos del caso, nos parece una presunción correcta para
salvaguardar las primeras líneas, ya por los diversos y susceptibles casos sumergidos en
la realidad. Si nos resulta un poco desfasado, habiendo comprendido y explicado
anteriormente, la referencia a “dirección” del destinatario, como únicamente el espacio
físico (que es a lo que se refiere nuestro Código). Porque entendemos que existen en la
actualidad, otros “espacios físicos” que resultan de un dominio virtual, tal como sucede
en el caso de la internet, los correos, casillas y tarjetas electrónicas, inclusive el espacio
de memoria que comprenden las aplicaciones de celulares, y el mismo celular. Creemos,
que el codificador y su intención en la elaboración de este artículo estaba referida a la
comunicación vía carta, donde resulta totalmente relevante la dirección del destinatario.

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EL DERECHO DE CONTRATO EN PERÚ

GENERALIDADES: NORMATIVIDAD Y CRITERIOS DE INTERPRETACIÓN


APLICABLES. -

El tema de la interpretación de los contratos implica, dentro de la normatividad legal


contenida en el Código Civil peruano de 1984, ubicar a los mismos (como categoría
general) dentro de la disciplina de los actos jurídicos, dado que en nuestro ordenamiento
jurídico se considera a aquéllos como una especie integrante del género conformado por
éstos, siéndoles aplicables a los mismos las disposiciones establecidas para el común de
dicho género. Sin embargo, debemos empezar por aclarar que, si bien encontramos reglas
legales de interpretación para los actos jurídicos establecidas en el Título IV, del Libro
11, del Código Civil (arts. 168°, 169° y 170°), las cuales constituyen normas
hermenéuticas de interpretación que tienen que ser aplicadas a cualquier contrato, en tanto
éste es un acto jurídico, existe también una norma específica que rige la vida del contrato
durante todo el "iter negocial'', como es el artículo 1362° del Código civil, que contiene
otra norma hermenéutica de interpretación, esta vez exclusiva de los contratos.

En doctrina, cabe distinguirse dos concepciones diferenciadas sobre la forma de enfocarse


la búsqueda de la "común intención de las partes": Una primera, llamada "Subjetiva",
que, recogiendo la teoría voluntarista del acto jurídico, afirmará que la búsqueda de la
"común intención de las partes" no debe ser sino la búsqueda de la voluntad interna o
psicológica de lo que quisieron las partes al celebrar el negocio. Una segunda,
denominada "Objetiva", la cual, independientemente de la teoría adoptada, identificará la
búsqueda de la "común intención de las partes", con la búsqueda del valor objetivo del
contrato deducible de las declaraciones y conductas de las partes.

El Código Civil peruano, independientemente de la posición que se quiera afirmar ha


adoptado sobre la naturaleza del acto jurídico (voluntarista, normativa o preceptiva),
acoge una concepción objetiva para el análisis de la "común intención de las partes": ello
se desprende con claridad de lo dispuesto por los artículos 140°, 141°, 168°, 1352°, 1361°,
1362°, 1373° y 1374° del c.c., quienes al privilegiar la declaración de voluntad y entender
el contrato como la fusión de cuando menos dos declaraciones de voluntad, obligan al
intérprete en la búsqueda de la "común intención de las partes" a aplicar reglas de
interpretación del contrato sobre las declaraciones y conductas de las partes, con la
finalidad de aprehender su "valor objetivo".

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La circunstancia de haber adoptado el Código Civil peruano una concepción "objetiva"
de la búsqueda de la "común intención de las partes", no debe ser confundida con la
naturaleza de las reglas de interpretación legal del contrato, las cuales pueden ser:

 Subjetivas, destinadas a clarificar la común intención de las partes, ¡determinando


el contenido negocia! sobre la base de la investigación de las declaraciones
efectuadas por las partes y los comportamientos recíprocamente realizados por
éstas.
 Objetivas, destinadas a fijar el significado del contrato cuando resulta dudosa la
común intención de las partes, por lo que en este supuesto el significado del
contrato se complementa o uniforma recurriendo a cánones legales. A estas reglas
sólo se recurre si, luego de haberse aplicado las reglas de interpretación subjetiva,
se encuentra como resultado varios significados posibles del acuerdo contractual.

Las reglas de interpretación legal del acto jurídico y del contrato contenidas en Jos
artículos 168°, 169°, 170° y 1362° del Código Civil peruano, constituyen normas
hermenéuticas de interpretación subjetiva, desde que apuntan a clarificar la declaración
de voluntad de un sujeto o la común intención de las partes y no a complementar (y menos
aún suplir) dicha declaración de voluntad o común intención, por ser éstas "dudosas" al
presentar varios significados posibles.

Además, existe una prelación entre estas reglas legales de interpretación recogidas en el
Código Civil peruano:

 Regla Básica y Principal: La regla de interpretación de la voluntad declarada y de la


común intención de las partes (arts. 168° y 1362° c.c.) que obliga al intérprete a realizar
la interpretación literal del contrato y contrastarlo con la interpretación global del
mismo que valora el comportamiento integral de las partes - interpretación textual y
extra textual del contrato- (Primera Regla de Interpretación); bajo el principio de buena
fe (Segunda Regla de Interpretación).
 Tercera Regla de Interpretación: La regla de interpretación sistemática (art. 169° c.c.).
 Cuarta Regla de Interpretación: La regla de interpretación funcional (art. 170° c.c.).

La interpretación literal del contrato representa -en la búsqueda de la común intención


de las partes- sólo el punto de partida de toda interpretación legal del contrato, negándose
en la actualidad todo valor a la máxima "in claris nonfzt interpretatio". El intérprete debe
siempre proceder a realizar un completo examen hermenéutico del comportamiento

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jurídicamente relevante de las partes, determinando que siempre la interpretación "más
allá de la letra del contrato" sea una operación necesaria, inclusive, cuando las palabras
no aparezcan ni como oscuras ni como ambiguas.

La interpretación global del contrato supone la valoración del comportamiento integral


de las partes en la búsqueda de la "común intención" de éstas. Por esto, esta regla
interpretativa impone al intérprete el deber de buscar el significado del acuerdo más allá
del significado literal de las palabras, sin que esto signifique que la relevancia del
comportamiento de las partes pase a integrar las declaraciones de voluntad a través de las
cuales se perfecciona el consentimiento contractual; esto es que, la interpretación global
del contrato sirve para complementar la interpretación en la demostración de que la
común intención de las partes está siempre destinada a descubrir el verdadero sentido de
la palabras usadas en el acuerdo contractual. Objeto, pues, de interpretación, son tanto las
declaraciones intercambiadas como los comportamientos recíprocamente seguidos por
las partes, tanto en las negociaciones de las que ha derivado la conclusión del contrato,
como en la etapa de su ejecución. En suma, toda referencia a la común intención de las
partes importa siempre no sólo la valoración de las declaraciones y el análisis de lo que
éstas significan dentro del contexto en el cual fueron dadas, sino también el análisis del
comportamiento de las partes, tanto en la etapa anterior como posterior a la celebración
del contrato, puesto que la interpretación como labor hermenéutica está destinada a fijar
el contenido y reconstruir el significado objetivo de las declaraciones y comportamientos
de las partes, no pudiéndose limitar al tenor literal de las palabras. La interpretación del
contrato según la buena fe, constituye solamente otro de los criterios hermenéuticos que
el intérprete debe obligatoriamente tener en cuenta para llegar a aprehender la "común
intención de las partes" y consiste en aplicar el principio jurídico de la buena fe al contrato
como regla de conducta (standard jurídico) con el propósito de averiguar cuál ha sido la
confianza razonable que cualquiera de las partes ha atribuido a las declaraciones y
comportamientos de la contraparte y al significado objetivo del acuerdo. Por ello,
interpretar el contrato según la buena fe, significa interpretarlo en forma razonable,
teniendo en cuenta las circunstancias del caso, en base a las cuales las partes han
depositado razonablemente su confianza. Así, la buena fe, entendida dentro del tema de
la interpretación del contrato como medida de corrección a la cual se deben ceñir las
partes (y en este sentido se entiende como 'buena fe objetiva', en tanto para apreciar las
declaraciones y comportamientos de las partes se prescinde del punto de vista subjetivo

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de éstas), adopta un matiz de regla o "prototipo de conducta social media", debiéndose a
estos efectos valorar los usos sociales en tanto éstos definen cuáles son las medidas de
corrección que se acostumbran seguir dentro de un determinado ambiente histórico-
social.

La interpretación del contrato según buena fe responde, entonces, al significado social del
contrato; esto es, al significado corriente en la práctica que imponen los usos y
costumbres. La regla de la interpretación sistemática del contrato (art. 169° c.c.), impone
al intérprete la obligatoriedad de interpretar cualquier cláusula contractual en función al
contrato en su conjunto, de manera tal que el sentido que pueda adquirir una cláusula debe
ser obtenido del significado total que tenga la misma dentro del esquema contractual del
cual participa. En este sentido, el significado de las cláusulas no puede ser segmentado,
sino que debe ser reconducido al conjunto que forma la "intención común de las partes".
La interpretación sistemática, entonces, no sólo obliga al intérprete a contrastar una
cláusula aparentemente "dudosa" con las restantes cláusulas del contrato a fin de
aprehender un único significado, sino que lo obliga a contrastar, inclusive, una cláusula
aparentemente clara con las demás que conforman el programa contractual, para que de
esta manera dicha cláusula sea vista y entendida como conformante del unitario conjunto
que forma el contrato.

La regla de la interpretación funcional o finalista del contrato (art. 170° c.c.) constituye,
pese a todo, también una regla de interpretación subjetiva, en tanto persigue siempre
clarificar el significado del contrato. No es un criterio objetivo de interpretación, en tanto
no persigue complementar el acuerdo contractual. Esto se aprecia con nitidez, cuando se
entiende que la interpretación funcional está pensada para desentrañar el significado de
expresiones (palabras y giros verbales) utilizadas por las partes que pueden presentar
significados plurívocos, pero no para aprehender uno de varios significados posibles del
acuerdo contractual pensado en su totalidad. Ante la existencia, pues, de diversos sentidos
que pueden atribuirse a las expresiones empleadas por las partes, sólo cabe entender las
referidas a la más conveniente a su causa. La indagación finalista tiene entonces que ver
con el sentido del propósito práctico empírico común de las partes: la determinación de
lo que buscan con la celebración del negocio, el cual, si ha sido expresamente declarado
por las partes, se ha integrado al consentimiento. Si en cambio, no ha sido expresamente
integrado al consentimiento, la interpretación funcional del contrato apuntará a encontrar
el propósito práctico empírico que normalmente cualquier sujeto habría perseguido al

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realizar el tipo contractual al cual corresponde el contrato en particular celebrado por las
partes. La interpretación funcional, entonces, se traduce siempre en una operación circular
en la cual las declaraciones y el comportamiento de las partes concurren a señalar la causa
del contrato y ésta, a su vez, concurre a clarificar el significado objetivo y total del
negocio. En este sentido, constituye un criterio subjetivo de interpretación contractual que
sólo debe aplicarse si, luego de haberse empleado los primeros criterios de interpretación
subjetivos (común intención -literal y global-, buena fe, y sistemático), no ha podido aún
aprehenderse el significado objetivo del contrato.

Artículo 1352 del Código Civil

Elementos del contrato

Para que el contrato exista y sea válido, se deben cumplir ciertos requisitos:
Consentimiento

Como se comentaba en el apartado anterior en relación con el perfeccionamiento del


contrato, el consentimiento supone la manifestación de la voluntad de las partes, ya sea
de forma expresa o de forma tácita.

No hay contrato mientras las partes no estén conformes sobre todas sus estipulaciones,
aunque la discrepancia sea secundaria.

Artículo 1359 del Código Civil

El contrato queda perfeccionado en el momento y lugar en que la aceptación es conocida


por el oferente.

Artículo 1373 del Código Civil

Objeto

Se refiere principalmente al propósito del contrato, es decir, la obligación que se crea.

El objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extinguir obligaciones.

Artículo 1402 del Código Civil

Además, como se indica en el artículo 1403, la obligación objeto del contrato deber ser
lícita y posible.

La obligación que es objeto del contrato debe ser lícita.

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La prestación en que consiste la obligación y el bien que es objeto de ella deben ser
posibles.

Artículo 1403 del Código Civil

Forma

La forma del contrato que hayan pactado las partes será también un requisito
indispensable para su validez.

Se presume que la forma que las partes convienen adoptar anticipadamente y por escrito
es requisito indispensable para la validez del acto, bajo sanción de nulidad.

Artículo 1411 del Código Civil

Efectos del contrato

Los contratos sólo producen efectos entre las partes que los otorgan y sus herederos, salvo
en cuanto a éstos si se trata de derechos y obligaciones no trasmisibles.

Artículo 1363 del Código Civil

Por último, los gastos y tributos que se originan por el contrato, se tendrá que pagar entre
las partes contratantes por igual.

Los gastos y tributos que origine la celebración de un contrato se dividen por igual entre
las partes, salvo disposición legal o pacto distinto.

Artículo 1364 del Código Civil

Ejemplos de contratos más habituales

Arrendamiento

Compraventa

Comodato

Contrato de arras

Hipoteca

Contrato de trabajo

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EL DERECHO DE CONTRATO EN URUGUAY

1. Introducción

Un abordaje de la interpretación del contrato exige a modo de introducción una rápida


referencia a algunas cuestiones medulares, teniendo en cuenta los cambios y tensiones
que presenta la institución contractual en el actual contexto del Derecho Privado,
fundamentalmente a la luz de la ruptura de la uniformidad del concepto y del cambio de
paradigmas verificado.

Los Códigos civiles en general contienen una serie de normas que establecen diferentes
reglas para la interpretación de los contratos, que van dirigidas tanto al juez, como a las
partes y a los terceros, pues tienen como destinatarios a todos los sujetos. Reglas que
como ha dicho DÍEZ-PICAZO

han sido construidas sobre la contemplación de un ideal de contrato que es obra común
de la voluntad y de la libertad de ambas partes contratantes, colocadas en pie de igualdad.

En el Código Civil uruguayo de 1868 se encuentran ubicadas en el Libro IV, Título I,


Sección IV (artículos 1297-1307) y han sido dispuestas para ser aplicadas al modelo de
contrato disciplinado, que no es otro que el liberal, negociado y paritario, obra de la
codeterminación de las partes, dentro de un proceso de relaciones antagónicas.

Por cierto, las profundas transformaciones (sociales, económicas, jurídicas y


tecnológicas) operadas con posterioridad a la sanción de los Códigos decimonónicos
trajeron como consecuencia inexorable la fragmentación del contrato, con el surgimiento
de nuevas categorías con perfiles diferentes, como sucede con los contratos por adhesión
y de consumo, en los que existe una situación de notoria desigualdad de poder negocial
entre las partes. En ese contexto el principio de igualdad ya no puede conducir a la
uniformidad, sino a la diferenciación, teniendo en cuenta la cualidad subjetiva, las
singularidades económicas, el estado de las cosas. Como muy bien lo expresa
GAMARRA, “el Código Civil uruguayo no podía disciplinar el Derecho del Consumo,
porque ni la producción en masa ni el contrato estándar eran fenómenos jurídicamente
relevantes en la época de su sanción. Para el Código no existían profesionales ni
consumidores, sino solo “contrayentes”: principio de igualdad formal y desconocimiento
de la calificación subjetiva de los contratantes”

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El proceso de fragmentación interna del contrato ha sido manifiesto. A diferencia de lo
que acontece en el Código Civil, basado en la unidad del sujeto, en la legislación especial
deviene relevante la calidad subjetiva de los contratantes, extremo que conlleva a la
duplicidad del modelo: por un lado, el contrato de base individual (celebrado entre
particulares o entre profesionales); por el otro el contrato de los consumidores, con un
régimen especial. Más aún, se habla de un tercer modelo de contrato, en el que es parte
un contratante débil que no es consumidor, pero donde se verifica también una situación
de asimetría entre los contratantes. Todo ello ha impactado en la categoría general del
contrato, desafiando el carácter central de la Parte General, al punto que un sector de la
doctrina piensa que la Parte Especial relativa a los singulares tipos contractuales
constituye ahora la disciplina general de una determinada figura. En esta línea de
pensamiento se argumenta que la Parte General sobre el contrato ya no puede ser
considerada como la disciplina de una figura unitaria; las normas generales, lejos de
constituir parte integrante de la disciplina de cada contrato en particular, tienen en algunos
casos una función “meramente subsidiaria y residual”. ROPPO señala que las disciplinas
especiales relativas a los singulares contratos, al mismo tiempo que se multiplican, se
complejizan, adquieren una nota de generalidad y sistematicidad que en el pasado no
tenían, organizándose en microsistemas que dan origen a principios dotados de fuerza
expansiva. Como consecuencia de ello ―resalta el doctrinario italiano― es imposible
ver hoy a la Parte Especial como un elemento de segundo plano de la disciplina del
contrato, pues disputan el carácter central que a la Parte General le pertenecía
originariamente de manera exclusiva.

Ahora bien, como manifiesta GAMARRA, es cierto que las normas comunes dejaron de
ser tales porque no disciplinan todos los contratos, pues la Parte General no cubre todo el
espectro de la contratación, dado que hay sectores que la derogan. Pero no debe perderse
de vista que la Teoría General del Contrato contenida en el Código Civil es algo más que
una mera regla de clausura, pues es una súper normativa sin la cual no puede funcionar
ninguna contratación. Según el maestro compatriota, la Parte General no es más que un
instrumento técnico jurídico, producto de una técnica legislativa necesaria para configurar
un proyecto de modulación sistemática tendiente a asegurar la unidad. Por esta razón no
está preordenada a propiciar los cambios socioeconómicos; la tarea de adaptar la
legislación a las nuevas necesidades corresponde a la ley especial.

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CONTRATO

Nos vamos a detener especialmente en esta fuente de las obligaciones que es el contrato
y profundizaremos estas generalidades cuando nos refiramos al “contrato con el
arquitecto” y al “contrato de construcción”. CC Art. 1247, “…Convención por la cual una
parte se obliga para con otra o ambas partes se obligan recíprocamente a una prestación
cualquiera, esto es, a dar, hacer o no hacer alguna cosa…”

Esta es la definición legal de contrato, parte del concepto de “convención” que significa
“acuerdo”. En todo contrato debe haber necesariamente un acuerdo de voluntades, esto
significa que por lo menos debe haber dos personas. El objeto de los contratos son las
obligaciones, lo que puede sí ocurrir es que en algún tipo de contrato una sola parte asuma
las obligaciones, pero siempre hay dos partes involucradas.

CATEGORIZACIÓN LEGAL DE LOS CONTRATOS

Hay categorías previstas en el código en los arts 1248 y sgss:

a) Bilaterales y unilaterales, según ambas partes o sólo una de ellas se obligue,

b) Onerosos o gratuitos, que dependen de la interdependencia de las obligaciones

c) Conmutativos y aleatorios que implican que haya equivalencia subjetiva o equivalencia


aleatoria o fortuita,

d) Solemnes y consensuales según existan formalidades para que el contrato se


perfeccione o si solamente se requiera un acuerdo de voluntades sin ningún tipo de
solemnidades

e) Principales y accesorios según el contrato pueda existir sin necesidad de ningún otro o
cuando requiere de otro del cual depende. Por ejemplo un contrato conmutativo es cuando
las partes consideran equivalentes sus prestaciones, por ejemplo en una compraventa en
la que no se cumple el valor de mercado sino el que le sirve a las partes, en estos casos la
equivalencia es subjetiva.

El aleatorio es aquél en que la equivalencia es una contingencia incierta de ganancia o


pérdida para las partes, el típico contrato aleatorio es el contrato de seguro. La mayoría
de los contratos en el Uruguay son consensuales, la solemnidad o las formalidades
requeridas son la excepción, deben estar establecidos por ley y son sólo algunos. Hay
solemnidad por ej. para adquirir un inmueble, debe hacerse por escritura pública e

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inscribirse en el registro. En cambio el contrato con el arquitecto no requiere de ningún
tipo de solemnidad, se acuerda verbalmente o por cualquier medio de comunicación. Pero
no debemos confundir las solemnidades con el tener elementos probatorios de la
existencia de dichos contratos, como son los elementos escritos y formados, que pueden
servir de pruebas. El contrato es válido de cualquier manera.

CATEGORÍAS DOCTRINARIAS DE LOS CONTRATOS

a) “Intuito personae”, es un contrato personalísimo, es aquél que se celebra por las


condiciones personales que tiene una de las partes. Aplica para el contrato con el
arquitecto, o con el artista. Tiene algunas particularidades en su régimen: finaliza con el
fallecimiento o incapacidad de la persona cuyas condiciones se tuvieron en cuenta para
celebrarlo, también tiene el efecto de que no puede ser cedido, el artista no puede ceder a
un tercero el contrato para que lo desempeñe en lugar de él, cosa que sí puede ocurrir en
otros contratos.

b) Contratos de ejecución instantánea o de ejecución continuada. Los instantáneos son los


que se ejecutan en un momento concreto y allí finaliza su cumplimiento, por ejemplo el
pago de una suma de dinero. Los de ejecución continuada son aquellos en los que el
tiempo es necesario para que se pueda cumplir la obligación, por ejemplo el contrato de
alquiler, el tiempo pasa a ser un elemento funcional al cumplimiento del contrato, en otros
casos el tiempo se padece, no es un tiempo funcional pero es necesario que transcurra el
tiempo para que el contrato se ejecute, porque es por las características propias de la
actividad, como por ejemplo la construcción.

c) El contrato de adhesión, contrato propio de los tiempos modernos que descarta el


esquema contractual histórico en el cual las partes negociaban los términos, podían
cambiar las condiciones a través de la negociación, etc. este es el tipo de contrato del cual
realizamos varios a lo largo del día, por eje el de transporte, en el cual no discutimos ni
términos ni precios, simplemente nos limitamos a adherir. El individuo se encuentra en
una posición de inferioridad respecto al contratante principal sin posibilidades de alterar
los términos de esa contratación. Todos los contratos de internet son de este tipo, las
tarjetas de crédito, etc.

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GRANDES PRINCIPIOS DEL RÉGIMEN CONTRACTUAL

Nuestro régimen contractual se sustenta en cuatro grandes principios o pilares que


soportan todo el régimen: a) Autonomía de la voluntad, quiere decir que en principio las
partes tienen facultades ilimitadas para dar a sus relaciones contractuales el régimen que
sea de conveniencia entre ambos. Puede pactar en principio lo que quieran. Este
enunciado tiene su origen en las ideas liberales de finales del siglo XVIII aplicadas al
campo del derecho, época de exaltación de los derechos individuales. Este principio le da
amplias facultades a los individuos para establecer el régimen que más convenga a sus
intereses en las relaciones contractuales.

A lo largo de los años este principio fue siendo acotado, por el concepto de “orden
público”, el legislador va seleccionando determinados sectores de realidad, y en función
de proteger valores de convivencia muy importantes va cercenando esa autonomía de la
voluntad. Por ejemplo en materia de arrendamientos urbanos no se va a poder pactar lo
que las partes quiera, porque hay un individuo al cual tenemos que proteger que es el
inquilino. materia de responsabilidad profesional hay un valor muy importante que es la
integridad de los edificios y la sociedad no quiere que los edificios colapsen n que generen
riesgos para la integridad física de los individuos entonces en materia de responsabilidad
de las obras de arquitectura se va a establecer un régimen que se llama “responsabilidad
decenal” y durante esos diez años vamos a imponer reglas de derecho necesario
preestablecidas y por tanto no se va a poder pactar nada distinto a lo que dice el régimen
de responsabilidad decenal.

De esa manera el legislador va invadiendo la autonomía de la voluntad y la va limitando.


Hoy día la autonomía de la voluntad está siendo limitada por diversas normas de orden
público en distintas materias: el régimen de la propiedad horizontal es un ejemplo.

b) Consensualismo, todos los contratos que se celebren en nuestro régimen se


perfeccionan por la simple expresión de voluntad, sin ningún tipo de formalismo, basta
que haya un acuerdo, para que tengamos un contrato. Cuando se requiere un formalismo
o una solemnidad esto debe estar a texto expreso en una ley.

c) Asimilación del contrato a la ley, este principio está en el art 1291 del CC, una vez
celebrados los contratos los mismos operan como si fueran una ley. Esto tiene un doble
efecto, por un lado el de la inderogabilidad de la ley, una vez que se celebra el contrato,
al igual que la ley, las partes no pueden decidir no cumplir o cambiar los términos, hay

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que asumir todos los términos del mismo; el otro sentido es la coercibilidad, que es la
posibilidad que si alguno de los contratantes no cumple, el otro va a tener una serie de
herramientas que le da la ley para coaccionar al cumplimiento del mismo.

d) Principio de buena fe, este principio opera en la fase de ejecución de los contratos, su
enunciado dice simplemente eso: que los contratos deben cumplirse de buena fe, no
solamente lo que expresa el contrato sino que deben proceder de manera tal de generar
una colaboración para que el otro pueda cumplir a su vez, descartando la idea de
antagonismo inicial que tiene toda presentación contractual. Esto en materia de una obra
de construcción tiene varias aplicaciones, como ser que el comitente debe dejar el terreno
en condiciones como para que se pueda implantar la obra.

REQUISITOS ESENCIALES PARA LA VALIDEZ DE LOS CONTRATOS

Todos los contratos requieren que estén presentes los siguientes requisitos, arts. 1261 y
sgss del CC:

a) Capacidad, es un requisito que verifica la existencia de que los individuos que contratan
tienen conciencia crítica suficiente como para saber lo que están haciendo. La ley pone
como una especie de medidores objetivos, entre los cuales se encuentra la edad, a partir
de allí elabora una serie de categorías de incapaces, incapaces relativos, incapaces totales,
hay otros sujetos incapaces como los declarados dementes por un proceso judicial, se les
nombra un curador.

b) Consentimiento, quiere decir que haya una expresión de voluntad inequívoca para
contratar.

c) Objeto lícito, determinado y posible, es la cosa sobre la que se genera el contrato, debe
ser lícito, o sea que debe estar permitido por la ley, determinado en su aspecto,
dimensiones, tipo, cantidad, etc., y posible es que esté en el comercio de los hombres. En
el caso del contrato con el arquitecto, el objeto podría ser el proyecto para el comitente y
los honorarios para el arquitecto.

d) Causa lícita, es el motivo inmediato para contratar, este elemento sirve en muchas
ocasiones para descartar contratos no queridos para el derecho, que se anulan por no tener
una causa lícita. Cuando se presenta con una causa ilícita o una causa que no es la del
propio contrato, en ese caso el contrato puede llegar a anularse. Por ejemplo aquellos que
atrás de una fachada determinada intentan encubrir una situación fraudulenta, sacar bienes

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del patrimonio para eludir el asedio de los acreedores entonces genera una compraventa,
le venda aun amigo un inmueble y en realidad no hay ninguna operación de venta, el
negocio tiene una causa falsa, si el contrato es procesado judicialmente y probado, cae y
se revoca la venta. La consecuencia de la inexistencia de todos o de alguno de estos
requisitos, es la nulidad del contrato. Esta nulidad puede ser relativa o absoluta según cuál
sea el requisito. Nulidad relativa significa que el acto es subsanable, es nulo pero en
ciertas condiciones puede sr subsanable, cuando es nulidad absoluta el acto es inexistente,
es como si nunca se hubiera celebrado. Por ejemplo si falta la causa la nulidad va a ser
absoluta; si el que contrató es un relativamente capaz la nulidad va a ser relativa; si es
absolutamente incapaz el contrato es nulo.

PRUEBA DE LAS OBLIGACIONES

Los actos jurídicos tienen además de una dimensión de “validez”, una dimensión de
“prueba”. Pongamos un caso: los arquitectos pueden celebrar verbalmente un contrato a
través del cual un cliente le pide un anteproyecto. Luego de varias reuniones en las que
el cliente plantea sus necesidades y deseos, se inicia el trabajo hasta que se le presenta un
anteproyecto. A partir de todas esas esas acciones podemos ver la existencia de un
contrato, perfectamente válido, no hay duda que el cliente contrató una prestación
profesional típica como es la confección de un anteproyecto. Puede ocurrir que no se haya
celebrado ningún contrato por escrito, que nunca hayan intercambiado un correo
electrónico, ni un mensaje de texto, ni haya ningún tercero que haya presenciado las
instancias en las que se discutían e intercambiaban las cuestiones propias del
anteproyecto. Puede ocurrir que cuando el arquitecto quiera cobrar esa tarea realizada el
comitente diga que él no tenía claro que “eso” había que pagarlo y va a decir: si son “solo
unos dibujitos, ¿me va a cobrar por eso?”. Hasta aquí estamos en la dimensión de
“validez” de los contratos en donde aparentemente se cumplieron con todos los requisitos
y si no se habló de honorarios se supone que se está desarrollando una actividad
profesional típica y que rigen los del arancel de honorarios de la Sociedad de Arquitectos.
A partir de aquí cuando se entra a otra dimensión de los actos jurídicos, que es la
dimensión de “prueba”. Cuando ocurren esas desavenencias en cómo interpretar los
hechos del aparentemente válido contrato, es que cobra importancia la dimensión de
“prueba” de los actos jurídicos.

Para esta dimensión de prueba tenemos por un lado el “derecho sustancial” de cómo se
regulan las relaciones entre las partes, y por otro, empieza a gravitar el “derecho procesal”
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que es el que regula la actividad probatoria, cuando tenemos un conflicto
institucionalizado que ya ingresó en el poder judicial, es cuando se involucra un tercero,
que es el juez, para resolverlo, allí tenemos reglas de cómo operar en esta dimensión de
la prueba de los actos jurídicos. Actividad probatoria Comienza la actividad probatoria
de los hechos acontecidos que es la verificación de la existencia de determinados hechos
o actos que van a ser relevantes para el derecho.

El objeto de una prueba siempre va ser “hechos”, las partes que litigan deben presentar
hechos. La carga de la prueba La carga de la prueba regula lo relacionado a quién debe
probar qué en un proceso, se dice que la carga de la prueba es de quien alega un hecho
determinado. En este caso si el arquitecto recurre a la justicia para decir que confeccionó
un anteproyecto y no se lo pagaron, es él quien va a tener la carga de probar que había un
contrato entre las partes y que la prestación era onerosa, o sea que era a cambio de un
precio en dinero que en caso de la actividad profesional se le llama honorarios.

A veces la carga de la prueba varía de un sujeto a otro, este principio de “quien alega un
hecho tiene la carga de probarlo”, a veces sufre variantes y una de ellas es justamente la
que recae sobre la actividad profesional del arquitecto o constructor con la
responsabilidad decenal. En el cual se “presume” la culpa del agente de la construcción.
En este régimen, el comitente que reclama sólo debe probar la existencia de un vicio o
defecto, la culpa del agente “se presume”, entonces se dice que hay una “inversión” de la
carga de la prueba. Es el arquitecto o constructor quien debe descargar esa culpa
generando una actividad probatoria en sentido contrario. En cambio en el régimen común
o general, quien alega un hecho tiene la carga de probarlo. La valoración de la prueba La
valoración de la prueba la hace el juez en función de varios criterios, no se limita a uno
sólo, la propia ley le dice cómo debe valorar la prueba. Por ej. la ley puede decir que si
no existe tal documento o tal verificación no se entiende probado el hecho, en otros casos
rige un criterio más discrecional que se llama “de la sana critica”, el juez puede valorar
todos los elementos de prueba y en función de esa sana crítica que procede a través de un
razonamiento lógico y sistemático, llega a considerar si se cumplen o no determinadas
situaciones como para dar por probado un hecho.

Medios de prueba

a) Instrumental, los medios de prueba que se disponen son la prueba instrumental que
refiere a los documentos, escritos, gráficos, actos firmados o no pero emanados de las

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partes, hay documentos públicos y documentos privados, los públicos son los emanados
de funcionaros públicos en ejercicio de sus competencias y tienen un valor probatorio
muy alto en sentido que hacen plena fe de su otorgamiento, también las escrituras públicas
de los escribanos hacen plena fe de los hechos allí consignados y tienen un valor
probatorio muy alto. Los instrumentos privados, cuando están firmados por las partes,
para generar un efecto vinculante de cierta intensidad requieren de su reconocimiento. El
reconocimiento puede hacerse en un proceso judicial, en donde se le convoca al implicado
a reconocer su firma y a partir de ese hecho el valor probatorio es muy fuerte, si la persona
no reconoce la firma quien pretende hacerlo valer puede someter la firma a un peritaje
caligráfico que es una técnica para determinar si una firma es o no de una persona. Cada
individuo tiene un patrimonio y patrón escritural completamente distinto a los demás.

b) Testimonial, la reproducción de hechos y situaciones que las personas han


presenciado. En el caso del arquitecto, puede ser que un vecino haya visto en varias
ocasiones al comitente entrar y estar un buen rato en el estudio del arquitecto, entonces
por un lado está la prueba testimonial y por otro una presunción, de que si ese comitente
iba al estudio del arquitecto no lo hacía para otra cosa que para recibir prestaciones
profesionales concretas. Entonces, el testimonio es la reproducción de hechos que hacen
las personas de cuestiones que han protagonizado en el pasado.

c) Pericial, medio de prueba muy cercano a la actividad profesional de los arquitectos. La


pericia es una actuación técnica que genera un experto en una disciplina o área del
conocimiento determinada, para ilustrar a otra persona, en este caso a un juez, que debe
resolver un conflicto vinculado a esa disciplina que le es desconocida.

En el caso que hemos puesto como ejemplo, el comitente va a alegar que lo que hizo el
arquitecto son apenas unos croquis o dibujitos sin valor alguno. Al perito le corresponde
analizar el cúmulo de recaudos generados y el juez le preguntará si esos recaudos
constituyen un anteproyecto o si simplemente es una idea preliminar. El perito debe
expedirse según su saber técnico y decir si es o no un anteproyecto, también se le puede
pedir al perito que se expida sobre cuáles serían las previsiones arancelarias de ese trabajo.

El perito a través de su informe va a ilustrar al juez quien, analizando todos los medios a
su alcance, finalmente va a determinar si hay que pagar el honorario reclamado.
Importancia de proveerse de medios de prueba en la actividad profesional De la misma
manera que la prestación profesional propia de la actividad requiere una secuencia lógica,

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cuando el arquitecto se pone a diseñar, además de la inspiración artística se pone en
funcionamiento una lógica de actuación en la cual opera el conocimiento, la experiencia
y el talento entre otras cosas. En una hipótesis de responsabilidad debemos hacer
funcionar también las reglas del buen operar y nos podemos posicionar adecuadamente
para transcurrir con eficiencia estos avatares que en algún momento puedan ocurrir. En
estas cuestiones no basta con “ser” sino que también hay que “parecer”.

Cuando nos vemos enfrentados a un escenario de responsabilidad, lo que se hace es un


análisis retrospectivo de acontecimientos que ocurrieron hace meses o años y entonces es
importante que todo ese itinerario de prestaciones profesionales dejen un adecuado rastro,
de que cada secuencia de ese proceso que se cumplió se cumplió adecuadamente, de
manera que al momento de reclamar responsabilidad, se pueda presentar un proceso
llevado a cabo con responsabilidad profesional y que todas las posiciones activas que se
hayan realizado tengan forma de probarlas.

Cada vez que haya una obligación de la contraparte hay que tener un medio probatorio
adecuado para que quede establecido. En el mundo de la comunicación electrónica uno
puede desarrollar destrezas en función de eso y agregar frases como “de estar de acuerdo
con estos términos agradezco la confirmación”, entonces si el comitente contesta
afirmativamente ya hay saldado una prueba importante que puede evitar conflictos
futuros. Eso es obtener fortalezas para operar en futuros escenarios conflictivos.

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5. Conclusiones
Haciendo una comparación entre los Derechos de Contratos en la doctrina del código civil
tanto en Perú como en Uruguay podemos afirmar que en Uruguay un Contrato es una
convención por la cual una parte se obliga para con la otra o ambas partes se obligan
recíprocamente a una prestación cualquiera, esto es, a dar, hacer o no hacer alguna cosa.

En cambio en Perú, Un contrato es un acuerdo jurídico entre dos o más partes que genera
derechos y obligaciones. Los contratos se encuentran regulados en el Código Civil del
Perú, a partir del artículo 1351. El contrato es el acuerdo de dos o más partes para crear,
regular, modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial.

El contrato es perfeccionado en el momento y lugar que la aceptación es conocida por el


oferente, tal como lo estipula nuestro Código Civil en el art.1373. El artículo en mención
responde a la teoría del conocimiento. El cumplimiento efectivo no genera problemas en
la contratación entre presentes.

En los contratos entre ausentes, el Código Civil, entiende esa ausencia, como la distancia
física (lugares distintos) que pueda haber entre las partes.

Los nuevos lineamientos responden al hecho de que si bien, puede haber distancia en el
espacio físico, sin embargo, encontrarse conectados en el mismo tiempo, mediante el uso
del mecanismo electrónico y los medios telefónicos.

El primer párrafo del art.1374 está ligado netamente a la teoría de la recepción, por
considerarse la oferta, revocación y/o aceptación desde el momento en que llega a la
dirección del destinatario, sin embargo, la presunción, estipula que se puede considerar
lo contrario en los casos donde el destinatario de la oferta o aceptación (cualquiera que
sucediese primero) se encontrara imposibilitado de conocerla y tenga la posibilidad de
probar fehacientemente esta circunstancia. Lo observado en este artículo, puede generar
un inconveniente respecto a que si la simple recepción de la declaración contractual, tiene
como resultados los efectos obligacionales que genera un contrato.

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Referencias bibliográficas

ALBALADEJO, Manuel. Derecho civil – Vol. I. 1975. Librería Bosch. Barcelona,


BETTI, Emilio. Teoría general del negocio jurídico. Madrid. España. Revista General de
Derecho Privado. 1959
FERRI, Luigi. Introducción al Estudio del contrato. Editora jurídica Grijley. 2004.
Bologna, Italia.España.
Fernandez Cruz, Gastón. (2019). Introducción al Estudio de la Interpretación en el
Código Civil Peruano. Lima Perú.
Rodriguez Russo, Jorge. (2013). La interpretación de los contratos de consumo
celebrados por adhesión en el Derecho Civil uruguayo. Revista para el análisis
del Derecho.Uruguay.

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