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PRÁCTICA I - GESTIÓN PÚBLICA DE LA LIBERTAD RELIGIOSA

Ángela Galerón Martín


71308011F

La aconfesionalidad el estado español obliga a los poderes públicos a ser neutrales, y a


que no se impongan unas creencias religiosas e ideológicas. Esta neutralidad es un
límite impuesto por el Estado para garantizar la libertad religiosa.

Aun siendo así esto, tanto la doctrina especializada como el TC han interpretado que el
principio informador de Derecho Eclesiástico que define cuál es la postura que adopta el
Estado española ante el hecho religioso es el principio de no confesionalidad del Estado
o laicidad del Estado y, concretamente, tanto la jurisprudencia del TC de forma
reiterada como también la doctrina entienden, que entre las distintas formas de
configuración jurídica y política que tiene el Estado en materia religiosa, el Estado
español ha optado por un sistema de laicidad positiva.

La laicidad positiva consiste en la consideración del hecho religioso como un factor


social específico (no es un factor estatal) que afecta a los ciudadanos, pero que, además,
forma parte del bien común, como otros factores sociales como son la cultura, el
deporte, etc. Por tanto, los poderes públicos, teniendo la obligación de ser neutrales ante
el hecho religioso, no pueden ignorarlo y no pueden ser indiferentes, sino que están
obligados a promover las condiciones para que sea real y efectivo.

El Estado ha de tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad y fomentar la


colaboración con el hecho religioso porque se considera que el factor religioso
constituye la consecuencia del ejercicio de un derecho fundamental; el hecho religioso
existe porque las personas y los grupos ejercitan un derecho fundamental que es el
derecho a la libertad religiosa.

En base a lo expuesto anteriormente hemos de correlacionarlo con el principio de


igualdad y no discriminación por motivos religiosos que versa en el artículo 14 CE. La
igualdad como principio informador significa que el Estado debe garantizar la libertad
religiosa de todas las personas y todas las confesiones sin discriminación alguna. Sin
embargo, la igualdad no significa o no es sinónimo de uniformidad, no quiere tratar a
todos por igual, sino que es compatible con el reconocimiento de todas las
peculiaridades propias de las distintas creencias.
A lo que obliga este principio es a que el Estado al tener en cuenta las creencias
religiosas no establezca discriminación entre unas y otras. Lo que implica que todas las
confesiones religiosas y las personas son titulares de igual forma del derecho a la
libertad religiosa. Asimismo, a la hora de establecer relaciones de cooperación de los
poderes públicos con las confesiones religiosas los poderes públicos no pueden incurrir
en discriminación. Esto no quiere decir que tenga que cooperar de la misma forma, pero
sí que al menos todas tengan las mismas posibilidades.

Podemos comprender así que en base a la tradición y costumbre la Casa Real y, por
tanto, SM Felipe VI participe y colabore en actos religiosos, hecho que es compartido
con la simbología y participación en actos religiosos por parte de las Fuerzas y Cuerpos
de Seguridad del Estado. A mi parecer, esto no supone unos hechos que atenten contra
la libertad religiosa y que supongan una discriminación frente a la población española
que no comparte el catolicismo. Sin embargo, otro debate sería si la continuidad de
dichas tradiciones, en la cual estos entes públicos participan, corresponden con la
transformación y el clima social actual del país.

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