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opciones particulares, sino que establecen lineamientos básicos para el espacio público,
recuerda esta columna para CIPER: «Hay quienes plantean que no es prudente establecer
leyes que regulen el campo religioso. Pero en vistas de muchos acontecimientos recientes —
especialmente referidos a la instrumentalización religiosa para agendas gubernamentales
particulares o el impedimento del tratamiento de políticas públicas en nombre de la libertad
religiosa—, creemos que el desarrollo en este campo es fundamental para enmarcar un
desempeño democrático desde y hacia las religiones y espiritualidades.»
Además de la división entre Iglesia y Estado, fundamental en democracia, la laicidad hace
también referencia a las relaciones entre el complejo mundo de las espiritualidades y el espacio
público. En el contexto latinoamericano, se observan al respecto distintos fenómenos: países sin
una laicidad real, en los que la Iglesia cristiana cuenta con diversos privilegios (desde la
utilización de recursos públicos hasta la influencia concluyente en el establecimiento de políticas
públicas), a otros sin el debido reconocimiento de la diversidad de expresiones religiosas e
identitarias en los territorios ni herramientas políticas o jurídicas para la construcción de un
espacio en igualdad de condiciones para éstas.
Hoy que en Chile se discuten temas esenciales sobre la conformación del Estado, ¿Cómo
desarrollar un abordaje saludable, democrático y lo suficientemente amplio en materia de
libertad religiosa y laicidad? Es indispensable el balance entre tres columnas o dimensiones: la
constitucional, la legal y la política.
•Constitución laica: es necesario que la Carta Magna establezca la relación entre el principio de
laicidad y el derecho fundamental a la libertad religiosa. En América Latina vemos, por un lado
—en casos como los de Argentina y Costa Rica—, marcos constitucionales que mantienen el
privilegio de la Iglesia católica, lo cual implica un elemento de privilegio que vulnera el principio
de pluralidad y marca las condiciones para situaciones de abuso de poder. Por otro lado,
aunque en la mayoría de las constituciones en la región se establece y garantiza el principio de
libertad religiosa y conciencia, la carencia del principio de laicidad en la misma Constitución abre
la puerta para que, en lo institucional y político, las iglesias cristianas o cualquier expresión
religiosa «mayoritaria» conserve un estatus de privilegio con respecto a otras voces. Teniendo
en cuenta la historia latinoamericana, el principio de laicidad es un punto fundamental para el
desarrollo democrático, en vista de la incidencia que el posicionamiento de la Iglesia tiene en el
debate político nacional.
En el marco de lo expuesto, el proceso constituyente chileno se presenta como tierra fértil para
avanzar sobre estos temas. La presencia del principio de laicidad y libertad religiosa como
derecho en relación con otros, además del reconocimiento de las espiritualidades como
expresiones identitarias abrirá la puerta para la profundización de marcos legales y políticos que
promuevan un abordaje democrático del asunto, impidiendo el abuso que vemos de muchas
voces particulares —especialmente cristianas [ver más]—, como también el reconocimiento y la
garantía de expresiones espirituales que hoy día no son reconocidas y legitimadas como
corresponde, al punto de ser discriminadas, estigmatizadas y hasta perseguidas.