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TEMA 2: PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES DEL DERECHO ECLESIÁSTICO ESPAÑOL


1. ORIGEN Y FUNCIÓN DE LOS PRINCIPIOS
Estos principios son de creación doctrinal y pese a que la CE no los menciona expresamente, se infieren de ella (se extraen o deducen).
Los principios se infieren de la constitución, pero no se establecen en ella. Reconoce los derechos fundamentales, como la libertad religiosa, pero no se habla
expresamente de un principio de libertad religiosa, igualdad religiosa, ni se enuncia la cooperación o el carácter laico del estado. Los infiere la doctrina, pues
tienen un origen doctrinal, aunque se les considere constitucionales. Sin embargo, pese a ello, han sido acogidos por la jurisprudencia y singularmente por el
TC para interpretar determinadas normas.

Al ser de creación doctrinal, la doctrina no se puso de acuerdo en relación a cuáles deberían considerarse principios de derecho eclesiástico español, pues cada
posición tenía su visión, al igual que sobre su enunciación.

Lo primero que se nos vendría a la cabeza es la consideración de los principios (en general) como fuente del derecho a la que se reconoce una eficacia directa y
un valor interpretativo (art. 1.4 CC). También cuando hablamos de principios del derecho eclesiástico debemos reconocer esa función interpretativa. Se suele
hablar de los principios como medio integrador del derecho.

Tampoco esa función que se les otorga como elemento integrador del ordenamiento jurídico nos debe hacer ignorar que los principios también son normas
jurídicas y eventualmente pueden tener aplicación directa allá donde no haya una norma concreta que regule su aplicación. Por tanto, tienen valor
normativo. En el caso de los principios de derecho eclesiástico tenemos que hablar de una tercera función, que es su carácter programático, en la medida en
que estos principios, de alguna manera, recogen el planteamiento del constituyente en relación con lo que debía ser nuestro sistema de derecho eclesiástico.
Por tanto, hablando de los principios de derecho eclesiástico tenemos una triple función:
- Como normas jurídicas recogidas en la constitución
- La función interpretativa y cohesionadora de otras normas jurídicas cuando puede haber dudas en la interpretación de esas normas.
- El valor programático que, en realidad, podemos identificar en dos de los cuatro principios de derecho eclesiástico. (Principio de libertad religiosa,
igualdad religiosa, no confesionalidad y cooperación). En los dos últimos encontramos especialmente esa función programática, porque ambos,
aunque parezcan contradictorios, son complementarios, sirven al constituyente para construir nuestro sistema eclesiástico, la política religiosa en
España.

La Constitución de 1978 supuso en España el auge de la ciencia del derecho eclesiástico, que en buena parte se debió a los planteamientos que se identifican
en esos principios de derecho eclesiástico. El TC, en una ST de 11 de abril de 1985, ha incidido en esa doble dimensión de los principios, como derechos
subjetivos con la obligación negativa del estado de no lesionar esos principios, y por otra parte, como expresión de ese sistema de valores. Hay que subrayar la
vertiente positiva de los principios, que en nuestra CE aparece bien recogida en el art. 9.2. Ambos aspectos, positivo y negativo, se identifican con dos
principios distintos (principio de cooperación y principio de no confesionalidad, respectivamente).
2. LOS PRINCIPIOS EN PARTICULAR

2.1. PRINCIPIO DE LIBERTAD RELIGIOSA.


Se infiere del art. 1.1 CE, puesto que reconoce a la libertad el carácter de valor del ordenamiento jurídico, junto al art. 16 que reconoce el derecho de libertad
religiosa.

Tiene dos vertientes: una negativa y otra positiva, cuyo análisis nos llevará a cerciorarnos de que el este principio constituye el núcleo del sistema de
derecho eclesiástico español, pues comprende a los demás principios.

Desde una vertiente negativa, el principio de libertad religiosa alude al hecho de que el Estado no puede intervenir en el ejercicio del derecho de libertad
religiosa de los individuos, tiene que situarse al margen. Es ese sentido, se deduce que el Estado no puede concurrir con el individuo en el ejercicio de tal
derecho, lo que cierra la puerta a la confesionalidad del Estado. Tampoco puede interferir con las confesiones religiosas, es decir, tiene que abstenerse de
interferir en el ejercicio de este derecho por parte de las confesiones.

Presenta también una vertiente positiva, relacionada con el aspecto promocional de los derechos y libertades antes mencionados, en este caso relacionados
con el derecho de libertad religiosa, que acaba desembocando en la exigencia de cooperación de los poderes públicos con las confesiones religiosas.

De ambas vertientes podemos extraer lo que hemos considerado los otros principios de derecho eclesiástico, el principio de cooperación y el principio de no
cooperación. También podemos decir que incorpora el derecho de igualdad, pues la verdadera libertad religiosa solo es posible en una situación de, al menos,
una mínima igualdad entre las confesiones religiosas. En otro caso hablaríamos de tolerancia religiosa.

Del reconocimiento de una situación de verdadera libertad religiosa en España que incorpora esos otros principios se deduce necesariamente la existencia de
un pluralismo religioso. Este pluralismo es consecuencia del buen funcionamiento de un sistema que reconoce la libertad religiosa.
2.2. PRINCIPIO DE IGUALDAD RELIGIOSA.
Además del art. 1.1 CE, el art. 14 establece la no discriminación por motivos religiosos. El motivo por el que se menciona expresamente este motivo junto a
otros es porque, históricamente, se ha discriminado a los individuos por sus creencias religiosas, por lo que se menciona en la mayoría de constituciones y
tratados internacionales en la materia.

Hay que distinguir, para una correcta interpretación, entre la exigencia de la igualdad ante la ley y la exigencia de la igualdad en la ley. Cuando hablamos de la
igualdad en la ley, supondría un idéntico tratamiento a todos los individuos, que supondría un idéntico tratamiento a todas las confesiones religiosas. Eso
impediría establecer categorías religiosas. No se podría hacer un trato diferenciado.

No se puede interpretar como un derecho subjetivo a tener un trato igualitario en materia religiosa. Es un criterio para regular las relaciones jurídicas y el
ejercicio de los derechos fundamentales, y como tal criterio vincula a los 3 poderes: al legislador, la administración y el poder judicial. Eso sí, el reconocimiento
de este principio conlleva la exigencia de que todos los individuos sean titulares del derecho de libertad religiosa. Pero de eso no se sigue que pueda exigirse
una igualdad sustancial entre las confesiones religiosas.

El planteamiento del TC es el de que no hay que confundir igualdad con uniformidad; la igualdad de tratamiento en el ámbito religioso con el tratamiento
uniforme. Se puede respetar la igualdad regulando de modo distinto el estatuto jurídico de las confesiones religiosas, pues las diferencias entre las confesiones
exigen ese diferente trato. Solo existe discriminación cuando el distinto tratamiento no obedece a una razón justificada, pues si existe tal justificación para
tratar de modos distinto dos realidades y no se hace sí se estaría discriminando.
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El art. 14 CE se vulnera cuando se discrimina, no cuando se distingue, por lo que no toda desigualdad tiene un tratamiento discriminatorio, solo cuando no
esté justificada. Tratar a las confesiones de forma igualitaria llevaría a una situación de discriminación. Existen criterios objetivos para el trato diferente, como
el hecho de que la confesión haya o no firmado un acuerdo, la implantación sociológica.

El problema es que incluso, en el ejercicio de este derecho, por ejemplo, con determinadas prendas de vestir, o en el ámbito laboral, se plantean situaciones
de discriminación por la creencia religiosa del individuo y la manifestación de dicha creencia.

El TC exige dos requisitos para ese trato desigual justificado:


- Razonabilidad
- Proporcionalidad.
2.3. PRINCIPIO DE NO CONFESIONALIDAD
Este principio, como el principio de cooperación, se deduce del principio de libertad religiosa. El TC alude a que la dimensión objetiva de esta libertad
requiere la neutralidad del Estado y la cooperación.

En relación con la no confesionalidad, aparece anunciada en el art. 16.3 CE: ninguna confesión tendrá carácter estatal. Se trata de un principio formulado en
términos negativos, recalcando en su formulación no en lo que el sistema español se sustancia, sino aquello que España no es, es decir, no es un estado
confesional. Se expresa en términos negativos porque así remarca que en España no existe una Iglesia de Estado y que ha habido un cambio de un régimen a
otro, es decir, de ser un Estado confesional durante el franquismo pasa a ser un Estado aconfesional en la democracia. No se menciona que es un Estado laico
por falta de consenso entre las posturas que defendían a la iglesia católica como oficial y a quienes solicitaban la completa laicidad del Estado. Además, se
pone en relación ese término con países como Francia, donde existe una visión de la laicidad que excluye de alguna manera la posibilidad de cooperar con
otras confesiones otorgando cierto privilegio así a la confesión mayoritaria. Es decir, se trata de evitar que se confunda un régimen laico con un régimen
laicista. El término laico no excluye el fenómeno religioso ni la cooperación, pero se acaba descartando el uso de este término también porque en la
constitución de la II República se mencionaba que el país era laico y se había interpretado como una actitud hostil hacia la iglesia católica.

2.4. La otra alternativa por tanto es indicar que España es un Estado no confesional. Pero finalmente se dijo lo establecido, que ninguna confesión
tendría carácter estatal. Quizá tomando como modelo la Constitución alemana y la Ley fundamental de Bohn, pues así se indica en ella.
PRINCIPIO DE COOPERACIÓN.
Tras decir que ninguna confesión tendrá carácter estatal, la CE continúa indicando que los poderes públicos tendrán en cuentas las creencias religiosas de la
población y mantendrá relaciones de cooperación con las confesiones religiosas. Esto constituye una concreción de lo establecido con carácter general en el
art. 9.2 en relación con la labor que tienen que desarrollar respecto a las medidas necesarias para que las libertades reconocidas en la CE sean reales y
efectivas. En este caso, para que el derecho de libertad religiosa sea real y efectivo. Este principio de cooperación tiene que ejercer de contrapeso junto
con el principio de laicidad o no confesionalidad, limitándose mutuamente.

El carácter complementario de ambos principios ha sido reiterado por la doctrina del TC en numerosas ocasiones y queda patente en una expresión: laicidad
positiva. Así trata de subrayar que la no confesionalidad del estado no debele conllevar entender que el estado deba apartarse del fenómeno, sino que debe
actuar positivamente a la hora de relacionarse con las confesiones religiosas para hacer efectivo el derecho de libertad religiosa.

Analizando esta segunda parte del art. 16.3 nos podemos percatar de que se menciona expresamente a la iglesia católica. También hubo discusión respecto a
esto entre quienes entendían que la iglesia debía seguir teniendo preminencia y quienes entendían que en un estado laico no había que mencionar a una
confesión pese a haber sido la oficial en el régimen anterior. Por tanto, se acuerda mencionarla, pero en esos términos. Lo único que dice por tanto la CE es
que la iglesia católica es una confesión y que con la iglesia católica hay que cooperar.

Hay quien ve una intención del constituyente en el sentido de que el concepto de confesión religiosa, en España, está vinculado a la iglesia católica
en el sentido de que a la hora de considerar si una confesión debe ser tenida por tal hay que valorar si se parece a la iglesia católica (paradigma extensivo de la
iglesia católica sobre el concepto de confesión religiosa). En España no se define jurídicamente lo que es una confesión religiosa. Para que un grupo se tenga
por confesión religiosa no tiene que estar inscrito en un registro, pero la realidad es que el estatuto jurídico de las entidades religiosas solo lo pueden tener
quienes se inscriban, y al establecer los requisitos para acceder al registro de alguna manera subyace el modelo de la iglesia católica como confesión (ej: que
tengan órganos de representación).

Del tenor literal del 16.3 puede deducirse que la CE condiciona la cooperación con las confesiones según su arraigo. En el término “consiguientes” algunos
entienden esa pretensión de cooperación con las confesiones según su arraigo. Esto lleva a entender que es constitucional cooperar con uno más que con
otros. Lo que sí es expreso es que se cooperará con las confesiones religiosas, pero no con las asociaciones ideológicas, lo que resulta contradictorio con lo
establecido en el 16.1

La CE no indica que la cooperación deba tener lugar a través de mecanismos bilaterales, es decir a través de acuerdos. Puede producirse a través de acuerdos
o bien a través de mecanismos unilaterales por decisión del Estado. Tampoco se puede deducir un derecho fundamental de las confesiones religiosas a exigir la
cooperación del Estado, solo se recoge como planteamiento o punto de partida.
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