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Ocupación musulmana
En 711 la Península Ibérica fue ocupada por las tropas del Califato
de Damasco(básicamente bereberes norteafricanos con algunos elementos Árabes).
Durante los primeros dos siglos el Califato de Damasco luchó por mantener el control
de toda la Península. Tras las primeras victorias cristianas la antigua provincia del
imperio Omeyase independizó y pasó a ser el emirato de Al-Ándalus, y más tarde pasó
a estar controlada por el Califato de Córdoba. En el 712 cayó Toledo, la
capital Visigoda. Desde entonces fueron avanzando hacia el norte, y todas las ciudades
fueron capitulando. En el 716 controlaban toda la península, aunque el control en el
norte era más nominal que militar. A partir de entonces dirigieron sus esfuerzos hacia
los Pirineos para tomar el reino Carolingio. En el año 718 en Asturias se produce la
primera revuelta, al mando de un noble visigodo llamado Don Pelayo. En 722 tiene
lugar la Batalla de Covadonga, donde Pelayo vence y funda el reino de Asturias.
Los siglos VIII y IX significarían un creciente poderío musulmán, a pesar de los núcleos
cristianos del norte de la península. En el siglo X, Abderramán III convierte Al-Andalus
en califato independiente.
La Reconquista terminó con la Conquista de Granada por parte de los Reyes
Católicos en 1492. En esa época, el reino portugués ya existía como nación
independiente, dedicándose a los descubrimientos ultramarinos con la excusa de seguir
con las cruzadas para difundir el Cristianismo. Los musulmanes que no fueron
expulsados o asesinados durante la reconquista tuvieron que adquirir las costumbres
locales incluido el credo cristiano. No hay datos ciertos sobre la presencia de
componentes bereberes en la población portuguesa actual pero algunos científicos
apuntan a que la hay.
Nacimiento de Portugal
A principios del siglo XV se llevaron a cabo algunas campañas fuera del territorio
portugués, que llevaron a la conquista de plazas en África, como Ceuta y Tánger.
Debido a la riqueza que supusieron estas nuevas adquisiciones territoriales, los
portugueses decidieron continuar con las expediciones de ultramar para describir más
territorios con los que comerciar. El pretexto inicial fue la Evangelización, que
enseguida cambiaría por el interés de los descubrimientos y la voluntad aventurera de
los portugueses. Portugal decide enviar varias expediciones a lo largo de la Costa
Africana, descubriendo Madeira, São Tomé e Príncipe, Cabo Verde, Angola y
la Guinea, hasta que Juan II basado en datos que quiso esclarecer, inicia un proyecto
destinado a convertir Portugal en una de las potencias internacionales, el descubrimiento
de la ruta marítima a la India. El proyecto sale a buen puerto y fue Vasco da Gama, ya
en tiempos de Manuel I el que descubre el Océano Índico y expande la presencia
portuguesa por toda lacosta africana oriental hasta la India. Mientras tanto,
desde España llegaban noticias de que Cristóbal Colón había descubierto tierras hacia el
oeste, lo que más tarde sería denominado las Indias Occidentales. En diciembre de
1498, una flota de ocho buques, bajo el mando de Duarte Pacheco Pereira], llegó a la
costa brasileña y llegó a explotar, la altura de los actuales estados de Pará y Maranhão.
La primera llegada de los portugueses al continente sudamericano se mantuvo en
estricto secreto, ya que los portugueses trataron de impedir que los españoles tuvieran
conocimiento de sus proyectos. Duarte Pacheco Pereira (portugués), llegó a Brasil en
1498[, dos años antes de Cabral, en Cabo de Santo Antão en el Nordeste. Vicente Yáñez
Pinzón, ha llegado en enero de 1500 a Marajó. El viaje de Pinzón y Lepe (su primo) y
la llegada de ambos a Brasil, no aparecen en la mayoría de los trabajos de la historia
oficial de Brasil, ya que, por el Tratado de Tordesillas (1494), la tierra descubierta por
tanto pertenecían, de hecho, a Portugal. Con colonias establecidas por varios puntos del
mundo, Portugal se convirtió rápidamente en un importante centro comercial, y junto
con España, convertirían a la Península Ibérica en la mayor potencia mundial de la
época.
El Imperio portugués
.
Cristóbal
Colón nació en Génova, probablemente entre agosto y octubre de 1851. Su padre,
Domenico Colombo, era un tejedor proveniente de familia de tejedores, al igual que su
mujer, Susana. Domenico era prestigioso en su gremio y ocupó altos cargos dentro del
mismo. Pertenecía a la clase media genovesa y poseía su propio taller, en el que
trabajaban varios jornaleros. El nombre Cristóforo (Cristóbal en su traducción al
castellano) pertenece al santo patrono de los viajeros.
El vivir en una ciudad cuya actividad principal era el tráfico marítimo, hizo que a muy
corta edad hiciera sus primeras travesías navales, probablemente en algún buque
comercial por las costas de la Liguria. Muy poco se sabe de su vida en su juventud;
solo se sabe que sirvió en algunos barcos, realizando algunas travesías por el
Mediterráneo, aunque la mayor parte del tiempo estuvo en tierra, ayudando a su padre.
Cuando Colón contaba con 25 años, Génova organizó un convoy armado para
transportar un valioso cargamento con destino al norte de Europa y Colón sirvió en
una de las naves. Cuando se encontraban navegando por el sur de Portugal, el convoy
fue atacado por una escuadra de barcos francesa; el barco en el que viajaba se hundió,
y, a pesar de estar herido, pudo alcanzar la costa a nado. En cuanto se repuso,
Cristóbal viajó a Lisboa, donde Bartolomé, uno de sus hermanos, trabajaba en un
taller cartográfico; en poco tiempo, ambos hermanos instalaron su propio negocio. Por
aquel entonces, los mapas se confeccionaban en base a los relatos y escritos de los
navegantes provenientes de los más recónditos lugares, lo que lo vinculó con el mundo
de los marineros aventureros que, al servicio de la corona portuguesa, exploraban el
Atlántico.
El inquieto Colón, tomó parte de varios viajes: estuvo en Islandia y en Madeira entre
otros lugares. En 1479 se casó con Felipa Perestrello y Moniz, cuyo padre era uno de
los primeros exploradores de la costa africana y de las islas del Atlántico. En 1482
pasó a residir en la isla de Funchal, perteneciente al archipiélago de las Madeira.
Desde allí realizó algunos viajes a la costa africana, en uno de los cuales, al puesto
mercantil de Sao José da Mina en la Costa de Oro, comandó su nave.
Portugal se encontraba, merced a los adelantos en la exploración hacia el sur de la
costa africana, buscando la posibilidad de rodear el continente para llegar, por el sur,
a las Indias, entendiendo con ese nombre al extremo oriente. Colón elaboró entonces,
la idea de llegar a las Indias cruzando el mar hacia occidente. Por aquel entonces, la
idea de que la Tierra era redonda era ya conocida y aceptada en el círculo de los
eruditos. Esta idea no era nueva; provenía de los griegos, quienes inclusive, habían
dividido el mundo en 360 grados. El problema era la dimensión del orbe, sobre lo que
existían varias teorías, todas con muy poco fundamento, por lo que cualquiera podía
aferrarse a una de ellas. Además de ello, existía una gran controversia en cuanto a la
longitud total de las tierras conocidas, lo que dificultaba aún más el cálculo de la
distancia a navegar hacia occidente para llegar a las legendarias tierras de Cipango y
Catay (Japón y China, en el nombre que recibían en ese tiempo en Europa).
No se sabe a ciencia cierta en que momento Colón concibió la idea de navegar hacia el
oeste para llegar a las Indias, pero lo cierto es que comenzó a recabar información
para realizar el osado viaje. Los datos que empleó Colón para calcular el recorrido a
navegar hacia occidente para llegar a Cipango eran erróneos; Colón calculó que la
distancia a recorrer sería de unos 4.500 kilómetros, cuando la distancia real es de casi
16.000 kilómetros.
Se dispuso entonces a conseguir el patrocinio y financiación para emprender el viaje.
La primera tentativa la realiza en Portugal en 1484 donde el rey Juan II, si bien no le
agradó la idea, sometió el dictamen a una junta, tal como era el procedimiento
habitual. Esta junta no aprobó la financiación ni la autorización para la realización de
esta travesía bajo bandera portuguesa; además, seguramente Colón tropezó con otro
inconveniente: la corona portuguesa, en general, autorizaba la exploración bajo su
bandera, pero muy rara vez financiaba estos proyectos, prefiriendo la financiación
privada a cambio de concesiones de explotación. Es de destacar, que en 1485 el rey de
Portugal autoriza una expedición hacia el oeste en busca de la mítica isla de Antilia,
partiendo desde las Azores. Esa misión, resultó en un rotundo fracaso, retornado a
Portugal tras 40 días de navegación hacia el oeste, debido fundamentalmente a que en
esa parte del océano, los vientos predominantes son del oeste. Esto no sucede más al
sur, por lo que Colón había elegido a las islas Canarias como punto de partida para su
proyectada expedición.
En 1485 decide tentar suerte en España. Allí conoce al Conde de Medinaceli, quien era
un importante propietario de barcos en Cádiz. Este noble tuvo la intensión de financiar
la expedición de Colón, pero decidió solicitar autorización de la reina. Ésta,
entendiendo que un proyecto de semejante envergadura debía ser patrocinado por la
corona y no por particulares, no autorizó la expedición. Es así, que Colón decidió
solicitar audiencia con la reina, lo que no le resultó nada fácil. Por fin, la reina Isabel
pasa el asunto a una comisión de eruditos llamado Real Consejo, la que demoró mucho
tiempo en tomar decisión. En su solicitud, Colón pedía los títulos de Almirante, el de
Gobernador y Virrey (ambos hereditarios) de las tierras tomadas en nombre de
España, y el diez por ciento del resultante del comercio con esas tierras, entre otros
beneficios. Ante la demora, Colón escribe al rey de Portugal, para volver a solicitarle
el patrocinio de su expedición. El rey le otorga audiencia, quizá motivado por los
fracasos de sucesivas expediciones que intentaban llegar a las Indias bordeando África.
Cuando se aprestaba a retornar a Portugal, una expedición comandada por Dias,
regresó con noticias de haber hallado la punta meridional del África, el Cabo de Buena
Esperanza, lo que hecha por tierra toda posibilidad de que la corona portuguesa
financiara el proyecto de Colón.
Es entonces, que los hermanos Colón deciden separarse, para que, mientras Cristóbal
continuaba con sus tratativas en España, Bartolomé iniciara gestiones con los reyes de
Inglaterra y Francia, las que al final resultarían infructuosas.
En 1490, el Real Consejo se expide sobre la expedición propuesta por Colón. Teniendo
en cuenta, probablemente, datos más acertados que los del marino genovés en cuanto a
las dimensiones reales de la Tierra, determinó que sería imposible que una expedición
lograra llegar a las Indias, dado que el océano tendría un tamaño mucho mayor que el
que Colón preveía; de no existir el continente americano, sin dudas, la comisión tendría
razón.
Pero la reina Isabel la Católica, de fuerte personalidad y gran don de mando, solicitó
al Real Consejo que reviera su dictamen, probablemente influenciada por los éxitos
portugueses y su deseo de competir con ellos en el tráfico oceánico. El consejo se
expidió en diciembre de 1491, autorizando la expedición de Colón. En abril de 1492, se
firman las Capitulaciones, donde se especifica el modo en que se formará la expedición
de Colón.
La reina Isabel dio orden al pueblo del puerto de Palos de equipar dos carabelas como
pago de una sanción. “... Vien sabedes como por algunas cosas fechas e cometidas por
vosotros en desserbicio nuestro, por los del nuestro Consejo fuistes condenados a que
fuésedes obligados a nos serbir dos meses con dos carabelas armadas a vuestras
propias costas e espensas (…) E agora, por quanto nos avemos mandado a Cristobal
Colón que vaya con tres carabelas de armada, como nuestro capitán de las dichas tres
carabelas, para ciertas partes de la mar océana sobre algunas cosas que cunplen a
nuestro servicio e nos queremos que llebe consigo las dichas dos carabelas con que asy
nos aveis de servir...” Colón recibe por este medio, dos naves que tenían como apodo
“La Pinta” y “La Niña”; el verdadero nombre de la primera se desconoce, y el de “La
Niña” era “Santa Clara”. Era muy común por aquella época, que los buques tuvieran
un
nombre oficial, generalmente de algún santo, pero que los marineros y las gentes de los
puertos los nombraran por apodos.
Como Colón entendía que eran necesarios tres barcos para emprender el viaje, decidió
fletar otra nave. En ese momento, se encontraba en puerto una nave de mayor porte que
las provistas por la villa de Palos, cuyo nombre era “Santa María” y era proveniente
de Galicia, hecho que le valió el apodo de “La Gallega”, contratándosela a su
propietario, Juan de la Cosa, quien permaneció como maestre a bordo de la nave. “La
Niña” era el más pequeño de los barcos de Colón; “La Pinta”, armada en Palos, al
igual que “La Niña”, era algo mayor que ésta.
El 3 de agosto de 1492, antes del amanecer, las naves levaron anclas y partieron del
puerto de Palos. El viaje a las islas Canarias fue tranquilo y llegaron allí en una
semana. En Las Palmas, hicieron reparaciones a “La Pinta” y cargaron agua y
provisiones frescas. El 9 de septiembre, con buen viento del este, partieron con rumbo a
occidente, entrando a aguas nunca antes exploradas.
El período entre los días 9 y 18 de septiembre, fueron muy favorables para la
navegación, ya que contaron con un fuerte viento de popa, logrando hacer 1.100 millas
náuticas. El día 19, al estar en la distancia en la que las leyendas situaban a la mítica
isla de Antilla, intentaron medir la profundidad, pero sus instrumentos no tocaron
fondo. Los siguientes días, el viento se tornó más suave, pudiendo hacer algo más que
200 millas. Como es de suponerse, la distancia a la que se encontraban en ese momento
es la que tal vez fuera la mayor distancia navegada por esos tripulantes, por lo que
comenzaron a impacientarse. Sobre el final del día 1 de octubre, se reporta un falso
avistamiento de tierra. El día 2 de noviembre las condiciones climáticas vuelven a ser
favorables, por lo que entre ese día y el 6, logran navegar 700 millas.
Sin embargo, el día 10 los marineros siguen sin novedades. El descontento ya es
generalizado. En este punto de la historia, existen dos versiones. Una de ellas dice que
el capitán de “La Pinta”, Martín Alonso Pinzón, le dio ánimos para continuar el viaje,
a pesar de que el resto de los tripulantes se hallaran desconformes. Otra versión afirma
que, para convencer a Pinzón de continuar, Colón tuvo que prometerle que si en tres
días más no avistaban tierra, darían la vuelta.
Al día siguiente se produce un hecho que motiva a la tripulación. Comienzan a
aparecer en el agua, y cada vez más frecuentemente, restos vegetales, señal inequívoca
de presencia cercana de tierra. Es así que el ánimo crece y todos otean el horizonte en
forma permanente. A la hora 2 del día 12 de octubre, el marinero Rodrigo de Triana,
marinero que se encontraba en el puesto de vigía de “La Pinta”, que en ese momento
se encontraba liderando la marcha, avista tierra. Tal como se había convenido, el
capitán de la pinta hace disparar un cañonazo para dar aviso a las otras naves. Se
acercan un poco más a la costa, y se detienen a la espera del amanecer.
Se trata de una pequeña isla perteneciente al archipiélago de las Bahamas. Las naves
rodearon la isla por el sur, buscando un lugar adecuado para desembarcar. En una
playa que se encuentra al oeste de la isla, tres botes inician el desembarco, con Colón a
la cabeza, portando estandartes y banderas. Una vez en la playa, toman posesión de la
isla en nombre de los reyes de España y bautizan a la isla con el nombre de San
Salvador. Los nativos la llamaban Guanahani, y posteriormente los ingleses la
denominaron Watlings, aunque hace pocos años fue rebautizada con el nombre que le
dieron ese día.
En una primera instancia, los nativos huyeron atemorizados, pero luego, tal vez
vencidos por la curiosidad, se acercaron a los expedicionarios. Evidentemente, estos
indígenas semidesnudos y armados con simples lanzas de madera, no era lo que ellos
esperaban. Sin embargo, algunos adornos de oro les dieron esperanzas de hallar
riquezas que justificaran el viaja. Solo se trataba de descubrir de donde provenía este
oro. Interrogados los indígenas (a los que los españoles llamaban indios, convencidos
de que trataban con asiáticos), éstos señalaron por señas las islas que se encuentran al
oeste y al sur, también pertenecientes a las Bahamas. “Yo estaba atento y trabajaba de
saber si avía oro y vide que algunos de ellos traían un pedaçuelo colgado en un agujero
que tienen en la nariz. Y por señas pude entender que yendo al Sur o Bolviendo la isla
por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho”.
Tras dos días de exploración por la isla, tomando como guía a seis nativos, parte el día
14 con rumbo sudoeste. Ese mismo día descubre otra isla, a la que llama Santa María
de la Concepción. Sus habitantes, similares a los que hallara en la isla de San
Salvador, también resultaron amigables, pero tampoco allí encontraron las riquezas
que esperaban. Los guías señalaron otras islas a las que arribó Colón, las que hoy se
llaman isla Larga, isla Crooked e isla Fortuna.
Con el pasar de los días, el entendimiento con los indígenas mejoró, oyendo hablar de
una gran isla llamada “Colba” (Cuba). Llegan a la isla de Cuba, la que bautiza como
Juana, donde los nativos le informan que tierra adentro se encuentra una población de
donde proviene el oro, cuyo cacique tiene grandes cantidades del precioso metal.
El Almirante, creyendo que se trataría de la capital china, envío a dos embajadores
portando cartas de presentación y pasaportes en latín, además de presentes para el
Gran Khan. Los embajadores encontraron a su paso plantaciones de maíz, frijoles y
batatas, lo que los animó mucho, pero lo que encontraron cuando llegaron no fue la
capital de un gran imperio, sino una aldea de unas 50 o 60 chozas. Ante rumores de
una isla donde sus habitantes recogían oro de las playas, Martín Alonso Pinzón, sin
orden del Almirante, zarpa con “La Pinta” hacia la isla Gran Inagua.
Colón decidió continuar la exploración de las costas de Cuba hacia el este. El día 23 de
diciembre, los visitó un mensajero de un cacique del noreste de la isla de La Española
(nombre puesto por Colón), el cual los invitaba a visitarlo, llevándole como presente un
cinturón con una gran hebilla de oro. Además se enteraron que la parte central de la
isla los nativos la llamaban Cibao, lo que les hizo pensar que tal vez se tratara de
Cipango. Esto motivó inmediatamente la partida de los expedicionarios. En la
madrugada del 25 de diciembre, cuando se hallaban llegando a la costa haitiana, la
nave capitana encalla en un arrecife coralino. Infructuosos fueron los esfuerzos que
realizaron para salvar la nave durante el resto de la noche y parte del día siguiente.
Solo pudieron rescatar la carga, la que transportaron a tierra. Creyendo que se trataba
de un designio divino, Colón da la orden de levantar una plaza fortificada en ese lugar,
con lo que los demás españoles se encuentran de acuerdo, dado los indicios de la
presencia de riquezas en ese lugar; es así que se funda el primer emplazamiento
europeo en América, al cual, en homenaje al día en que sucede el encallamiento de la
Santa María, bautizan Villa de la Navidad. El 2 de enero de 1493, realizan una fiesta
de despedida a los 39 expedicionarios que se quedarán en el fuerte recién construido.
Por temor a que Pinzón llegara antes que él, portando la buena noticia, Colón decide
poner rumbo directamente hacia España. Pero el 4 de enero, se encuentra con “La
Pinta”, que venía a su encuentro. Martín Alonso Pinzón explica sus andanzas al
Almirante, diciéndole que llegó a Cibao por la costa norte, y que encontró una ciudad
donde había gran cantidad de riquezas.
La navegación del viaje de regreso fue difícil, ya que los vientos desde el oeste cesaron
poco tiempo después, lo que lo hizo virar al norte para buscar vientos favorables. El 12
de febrero, una feroz tempestad los alcanzó y puso en gran peligro a las naves y su
tripulación. En la madrugada del 14, ambas naves se perdieron de vista en medio de la
tormenta, y de allí en más, navegarían en solitario hasta su llegada. El 15, avistan
tierra, pero recién el 17 pueden llegar a la isla, debido a los vientos contrarios. Habían
llegado a la isla de Santa María, la más meridional del archipiélago de las Azores.
Recién el 15 de marzo logró arribar al continente, llegando a Lisboa, mientras que “La
Pinta” llegó a Bayona en la misma fecha.
El primer viaje de Colón.
El segundo viaje de Colón Cuando Colón llega a Lisboa, procede de inmediato a
informar a los Reyes Católicos del resultado exitoso de su viaje. El informe lo envía por
carta con dos copias por diferentes vías, temeroso de que el rey de Portugal interceptara
alguna de ellas. De inmediato parte a Sevilla, donde esperará la respuesta.
El 7 de abril, recibe la respuesta por carta,
El
cuarto viaje. Una vez en España, fue llevado ante la Corte. Allí los Reyes Católicos lo
trataron amablemente, le dijeron que harían justicia y que sus privilegios le serían
restituidos.
Pasó mucho tiempo antes que la Corona retomara el tema. Los motivos de la demora
fueron al menos tres: por un lado, los reyes se encontraban frente a varios problemas
por resolver, tanto en Europa como en las Indias; por otro, los privilegios económicos
otorgados a Colón comenzaban a parecer excesivos, en virtud de que la empresa de
colonización de las Indias era cada vez mayor y mucho más que de simples factorías
comerciales como se pensaba en un principio; y por último, resultaba evidente que la
administración de los Colón había sido desastrosa. Sin embargo, no resultaba tan fácil
quitar a Colón sus privilegios, en virtud que ellos provenían de los acuerdos firmados
con la Corona.
En setiembre de 1501, ocho meses después, en lugar de enviar a Colón a La Española
con sus fueros restituidos, ordenan la destitución de Bobadilla, nombrando en su lugar
con el título de Gobernador a Don Nicolás Ovando, el que partió para las Indias con
una poderosa flota de 30 naves y 2500 colonos. A Colón se le permitió mantener sus
títulos de Almirante y Virrey, aunque no se le permitiera ejercer éste último, ya que
Ovando poseía poderes ilimitados. Se le permitió, además, que mandara en la flota de
Ovando a un agente con la misión de cobrar el dinero que Bobadilla le debía.
Viendo que no obtendría nada de la Corte insistiendo en su petitorio, Colón solicita se
le otorguen barcos y dinero con la finalidad de realizar un cuarto viaje a las Indias, a
lo que los Reyes accedieron.
En dos semanas, tal era la prisa, Colón logró preparar cuatro carabelas, por lo que
logró hacerse a la mar rápidamente. Finalmente, desde el puerto de Cádiz, parte el 11
de mayo de 1502.
En esta oportunidad, se detienen en la costa de Marruecos, para llegar a las Canarias
el día 20. El 25 de mayo parten de la Gran Canaria con rumbo Oeste. No se conocen
los pormenores de la travesía oceánica, pero dado que llegaron a las Indias tan solo en
21 días, es de suponerse que se llevó a cabo sin contratiempos.
Finalmente, el día 15 de junio desembarcan en la Martinica, isla en la que, según
habitantes de otras islas, solo vivían mujeres. Tras reaprovisionarse, parten de la isla
siguiendo un derrotero similar al realizado en esa zona durante el segundo viaje.
A pesar de tener expresamente prohibido desembarcar en La Española, ante la
proximidad de un huracán, Colón llega a Santo Domingo, donde solicita al
Gobernador Ovando permiso para atracar, haciéndole recomendaciones, además, de
que amarrara su flota a puerto. Ovando desestimó la previsión del Almirante, y no solo
no autorizó a Colón a desembarcar en Santo Domingo, sino que, además, dio órdenes a
su flota de zarpar con rumbo a España con su cargamento. Diecinueve barcos de la
flota de Ovando se hundieron y cuatro se perdieron. Tan solo uno llegó a España, el
que precisamente, trasportaba al agente despachado por Colón para cobrar lo que le
adeudaba Bobadilla.
Tras la negativa de Ovando a permitir a Colón atracar, éste decidió refugiarse en la
desembocadura del río Jaina, cerca de Santo Domingo. Allí los agarró la tormenta.
Las tres carabelas más pequeñas rompieron amarras, pero gracias al esfuerzo de la
tripulación, lograron sobrevivir con poco daño. Las cuatro naves se reunieron, tal
como estaba convenido, en el Puerto Viejo de Azúa, en la propia costa de La Española.
Tras permanecer allí unos días, zarparon con rumbo noroeste, llegando pocos días
después a la isla de Jamaica. Bordearon la costa sur de la isla y se internaron
nuevamente en el mar Caribe, llegando a la costa de Honduras.
Decide explorar la costa hacia el este, en busca del estrecho que le permitiera tomar
contacto con el continente asiático, siempre con la esperanza de poder entrar un día en
la corte del Gran Khan. Esta parte del viaje fue extremadamente dificultosa, debido a
una intensa y larga tormenta que por varios días les impidió realizar grandes avances.
Por fin, el 14 de setiembre logró doblar el cabo que denominó Gracias a Dios, ya que
el viraje que tomaba la costa hacia el sur, significaba el fin de sus fatigas de los días
anteriores. A la altura del Río Grande hacen una parada de reaprovisionamiento,
continuando con rumbo al sur, hasta llegar al lugar donde se encuentra emplazado
Puerto Limón en la actualidad. Los indígenas llamaban Cariay a esa zona, y sus
habitantes eran gentes pacíficas ávidos de comerciar con los españoles. Permanecieron
allí durante diez días, tras lo que, el 5 de octubre levan anclas para dirigirse por la
costa hacia el sudeste, buscando el ansiado estrecho. El mismo día, Colón creyó
encontrarlo, al hallar las Bocas del Toro.
Cuando interrogan a los nativos por el estrecho, los indígenas le señalan el estrecho
que comunica Bocas del Toro con la laguna de Chiriquí. Tras comprobar que solo se
trataba de una laguna, deciden pasar unos días allí, aprovechando la ocasión para
comerciar con los indígenas locales. Éstos informan a Colón, que en realidad esa zona
se trata de un istmo, pero que una alta cordillera separa ambos océanos. Por error de
interpretación, Colón cree que los nativos le dicen que los habitantes que se encuentran
tras la cordillera poseen grandes barcos armados con poderosos cañones, y que el
Ganges se encuentra a diez días de navegación.
Con la información de que no existía un estrecho en aquellos parajes, Colón abandona
su búsqueda, y el 17 de octubre abandona la laguna de Chiriquí con rumbo este,
continuando con la exploración de la costa panameña.
El día 9 de noviembre, entran en una bahía a la que Colón denomina Puerto
Bastimentos. Permanecen allí durante doce días, lo que les permite realizar
reparaciones menores. Poco después atracan en un pequeño puerto, hoy llamado
Puerto Escribanos, donde la tripulación de Colón tuvo inconvenientes con los
indígenas locales.
Como el viento nunca viraba al este, para permitirle la exploración, decidió navegar
por la costa en dirección contraria, con la finalidad de obtener más oro comerciando.
De esta forma llegan a Puerto Bello. Volvieron a navegar y entraron en el que
llamaron puerto Gordo, donde se emplaza la actual ciudad de Colón, en la entrada al
Canal de Panamá.
Si Colón hubiera enviado una expedición por el río Chagres, hubiera hallado el océano
Pacífico diez años antes que Balboa. Pero ya se encontraban exhaustos, por lo que
decidieron pasar allí la Navidad y el Año Nuevo de 1503. Durante los días que
permanecieron allí, tuvieron poco contacto con los nativos del lugar, lo que tal vez le
hubiera llevado a realizar otro gran descubrimiento. Continuando su viaje hacia el
oeste, Colón llega el 6 de enero de 1503 a la desembocadura de un río al que llaman
Belén. Es probable que de todos los puntos que exploró Colón, éste sea el más agreste
de todos y el menos indicado para fundar una colonia, debido a la tupida jungla que
rodea la desembocadura del río y domina toda la costa por muchos kilómetros. Debido
a que un cacique local le mostró que extraían oro de la tierra, decidió establecer allí
una factoría. Pero comenzaron a tener malas relaciones con el cacique indígena, ante
lo que Colón decide hacerlo prisionero. El cacique logró escapar y levantó a su pueblo
en armas. Cuando se aprestaban a partir, dejando una guarnición de 20 hombres
comandados por su hermano Bartolomé, unos 400 indígenas atacaron el fuerte, por lo
que la tripulación de los barcos debieron prestar socorro a los habitantes del fuerte.
Durante 8 días, los indígenas continuaron hostigándolos, por lo que Colón debió dar la
orden de abandonar el fuerte.
El 16 de abril de 1503, zarpan de la barra del Belén con rumbo a Santo Domingo,
abandonando el fuerte y una de las carabelas, que había quedado varada en la barra.
En el camino, debido al mal estado del casco, abandonan otra carabela, por lo que la
tripulación de las cuatro carabelas se reparten ahora en dos. El primero de mayo
abandonan el abrigo de la costa y ponen rumbo norte. Diez días después llegan a
Jamaica. El 25 del mismo mes, deben abandonar ambas naves y establecerse en la
costa, donde residen por un año. En conjunto con los indígenas del lugar, deciden
realizar una travesía en canoa hasta La Española, para pedir socorro. El viaje se hizo
muy duro, pero logran llegar a la isla y solicitar ayuda al gobernador Ovando.
El final. Viajes de Colón.
Tras
la increíble hazaña de la travesía en canoa desde Jamaica a La Española
por parte de Diego Méndez y Bartolomé Fieschi (dos de sus más fieles
seguidores), trataron de convencer al gobernador Ovando para que
enviara una nave al rescate de los náufragos. Pero éste, temeroso de que
Colón solicitara ser restituido en su cargo, prefirió dejarlo en Jamaica, y a
pesar de tener un par de barcos anclados en el puerto de Santo Domingo,
nada hizo por el rescate.
Mientras tanto, la situación en Jamaica era difícil, ya que se encontraban
faltos de comida. El dos de enero de 1504, aproximadamente la mitad de
la tripulación se subleva al mando de Colón, y planean saquear algunos
poblados indígenas, capturar algunos nativos para que les sirvieran de
remeros y partir con rumbo a La Española. Pero sus intentos fracasaron,
así que se dispersaron.
Mientras tanto, el grupo leal padecía las penurias del hambre. Sin
embargo, el buen trato con los nativos fue determinante, y por fin,
lograron que los mismos le proveyeran la comida necesaria. Colón
intentó un diálogo con los marinos rebeldes, que resultó infructuoso,
terminando en un ataque de los sublevados a la villa donde se encontraba
Colón. Fue una verdadera batalla campal, donde los amotinados
intentaron hacerse de los restos de las embarcaciones, pero fueron
finalmente vencidos y hechos prisioneros. Salvo los cabecillas, los
hermanos Porras, todos fueron perdonados.
A fines de marzo, una carabela fletada por Ovando se acerca a la costa de
Jamaica, pero tiene la orden expresa del Gobernador de no rescatar a
nadie. Su misión consistía en averiguar el estado de Colón y qué era lo
que estaba haciendo, con la finalidad de informarlo. Una muy menguada
provisión de alimentos les fue descargada, pero lo mejor que recibieron
de la nave, fue el mensaje de Méndez, el que estaba en Santo Domingo
tratando de fletar una nave para ir a su rescate.
Finalmente, a fines de junio de 1504, una pequeña carabela en estado
ruinoso pudo llegar a la costa de Jamaica, donde fueron embarcados los
náufragos. La travesía de regreso a La Española fue muy dura, dada las
condiciones de la nave, lo que incluso los hizo temer lo peor. Una vez en
Santo Domingo, fletó otra nave, también en malas condiciones, aunque
no tanto como la primera, y el 22 de septiembre emprendió su regreso a
España. También esta travesía oceánica resultó extremadamente
dificultosa. Tardaron 56 días en llegar a España.
Una vez en España, esperó con impaciencia ser citado por la Corte, con la
finalidad de informar de su cuarto viaje, pero Isabel la Católica se
encontraba muy enferma (enfermedad que a la postre la llevaría a la
muerte el 26 de noviembre de 1504) y nunca tuvo una buena relación con
el rey Fernando, quien tenía un mal concepto de Colón. La reina Isabel
había sido la gran protectora de Colón, lo había liberado de su condena
tras el tercer viaje y le había restituido privilegios. Con ella, moría toda
esperanza de Colón de obtener el reconocimiento de sus derechos.
Sin embargo el rey Fernando no fue despiadado, invitó a Colón a la corte
en mayo de 1505 y le hizo varias ofertas, que incluyeron cargos oficiales y
rentas acordes con los mismos. Colón rechazó todas las ofertas, ya que
sus metas eran mucho más altas, por lo que se jugó a todo o nada.
Contrariamente al mito, Colón no sufrió miseria, ya que trajo de España
una buena cantidad de oro que había obtenido en sus viajes anteriores.
Además, el agente que había enviado a cobrar la deuda que Bobadilla
había contraído con él, había logrado sobrevivir al huracán de 1502.
De allí en más, su salud comenzó a empeorar. El 19 de mayo de 1506
redactó su testamento ante el escribano de la Corte, Pedro de Inoxedo,
para morir rodeado de sus hijos, hermanos y algunos de sus fieles
marinos, como Diego Méndez y Bartolomé Fieschi. “Yo constituí a mi caro
hijo don Diego por mi heredero de todos mis bienes e ofiçios que tengo
de juro y heredad, de que hize en el mayorazgo, y non aviendo el hijo
heredero varón, que herede mi hijo don Fernando por la mesma guisa, e
non aviendo el hijo varón heredero, que herede don Bartolomé mi
hermano por la misma guisa; e por la misma guisa si no tuviere hijo
heredero varón, que herede otro mi hermano; que se entienda ansí de uno
a otro el pariente más llegado a mi linia, y esto sea para siempre. E non
herede mujer, salvo si non faltase non se fallar hombre; e si esto
acaesçiese, sea la muger más allegada a mi linia” reza parte de su
testamento.
Su muerte y funeral fueron muy sencillos, sin grandes autoridades civiles
ni eclesiásticas. Su cuerpo fue sometido al tratamiento de la excarnación,
consistente en retirar toda la carne de los huesos. Sus restos fueron
sepultados en Valladolid, aunque posteriormente su cuerpo fue
exhumado y llevado al Monasterio de la Cartuja, en Sevilla.
Posteriormente, en el año 1542, sus restos fueron trasladados por su hijo
Diego a Santo Domingo. Tras la invasión francesa a la isla en 1795, sus
restos fueron llevados a Cuba, y tras la independencia de esta isla, fueron
llevados sus restos a España en 1898, donde descansan ahora en la
catedral de Sevilla.
La gran controversia desatada sobre cuál es la última morada del
Almirante (la República Dominicana reclama que sus restos se
encuentran en ese país), se zanjó con un estudio de ADN que reveló que
los restos sepultados en Sevilla son los de Colón.
Si bien repartió algunos bienes entre sus descendientes, su gran herencia
es el descubrimiento del Nuevo Mundo, merced a su gran perseverancia y
sus grandes dotes de marino. Sin dudas, ningún título le hace mejor
honor: Almirante de la Mar Océano.
Muy pronto comenzaron los problemas entre España y Portugal, pues ambos estados
deseaban expandirse por el Atlántico. Para entender el proceso que se relata a
continuación hay que recordar que en el siglo XV en la Europa occidental, religión y
política están totalmente unidas, lo que explica la intervención de los Papas de Roma en
los conflictos entre españoles y portugueses.
Ya a mediados del siglo XV, cuando se hicieron notables los descubrimientos
portugueses, estos acudieron al Papa de Roma quien les concedió la exclusividad en las
exploraciones de conquista mediante dos documentos papales o bulas pontificias:
Primero se publicó la bula Romanus Pontifex de 1454 que concede al rey Alfonso de
Portugal la posibilidad de conquistar tierras en manos de musulmanes o paganos,
amenazando con la excomunión a quienes obstaculicen estas conquistas.
Posteriormente fue publicada la bula Inter Caetera de 1456 que confirmaba lo anterior y
dejaba en manos de los reyes portugueses todas las nuevas tierras que se descubriesen
más allá del Cabo Bojador, incluyendo todo el centro y sur de África y cualquier
territorio que encontrasen en su proyecto de llegar a la India.
A pesar de que por los anteriores documentos el Papa otorgaba la exclusividad de los
descubrimientos en el Atlántico, existía el problema de las islas Canarias, bajo control
de los reyes de Castilla. Por esta razón Portugal y España firmaron el Tratado de
Alcaçovas en 1479 que trazaba un paralelo a la altura de las islas Canarias: los
castellanos podrían explorar y conquistar tierras al norte de esa línea, los portugueses al
sur. Esto dejaba libre el camino portugués ya muy avanzado para circunnavegar África
como medio de llegar a las Indias, puesto que los españoles tenían prohibido navegar
más al sur de las Canarias. Pero el problema se agudizó cuando la expedición de Colón,
navegando al sur de esa línea para evitar los vientos contrarios descubrió nuevos
territorios que el rey de Portugal en aplicación del Tratado de Alcaçovas reclamó. Ante
el problema planteado, los monarcas españoles acudieron al Papa (Alejandro VI,
español), que les concedió mediante varias bulas la exclusividad de los descubrimientos
que se hiciesen por la zona de “las Indias” viajando hacia el oeste.
Dos de esas bulas publicadas en 1493 después del primer viaje de Colón se denominan
también Inter Caetera, como la bula concedida a los portugueses en 1456. Esas bulas de
1493 concedían a España derechos sobre las nuevas tierras descubiertas, siempre y
cuando no estuviesen ya bajo el control de otro príncipe cristiano, lo que respetaba las
conquistas portuguesas. En la Primera Bula Inter caetera de 1493 el Papa concede
derechos sobre las nuevas tierras descubiertas a los españoles. La Segunda Bula Inter
Caetera definía los territorios españoles como los situados más allá de cierta línea
imaginaria la cual se describe con las siguientes palabras: “... la cual línea diste de las
islas que vulgarmente llaman Azores y Cabo Verde cien leguas hacia occidente y
mediodía,....”
Estas bulas de 1493 suponen un importante éxito de los castellanos, en cuanto limitan
los antiguos derechos portugueses a expandirse por el Atlántico. Sin embargo, con estas
decisiones papales el problema entre portugueses y españoles no se resolvía: las bulas
primeras dejaban en manos portuguesas el sur de África, pero también, “Las Indias”, y
Colón creía que había alcanzado “las Indias” viajando hacia el oeste.
El Tratado de Tordesillas
Ante esta situación, representantes de las dos coronas se reunieron y así nació el Tratado
de Tordesillas en 1494 que supone la división de los nuevos territorios en torno a una
línea imaginaria trazada “a trescientas setenta leguas de las islas de Cabo Verde para la
parte de poniente”, esto es a 370 leguas al oeste de las islas Cabo Verde. Hacia el oeste
de esa línea las nuevas tierras descubiertas serían españolas, mientras que al este de la
misma pertenecerían “al dicho señor rey de Portugal y a sus subcesores para siempre
jamás”.
Los “ganadores” de este Tratado de Tordesillas serían los portugueses, pues cuando
avancen los descubrimientos en América la parte más próxima de este continente a las
islas Cabo Verde, el actual Brasil, entrará dentro de su zona. Algunos historiadores
consideran que es muy posible que los portugueses conociesen ya la escasa distancia de
las costas brasileñas a las islas Cabo Verde y de ahí su intento de "mover" la línea de las
bulas Inter Caetera 200 leguas hacia el oeste. A su vez los reyes españoles cedieron para
evitar una posible guerra con Portugal que podría sumarse la que estaba a punto de
estallar con Francia. Este tratado permitía a los portugueses conservar íntegras sus
aspiraciones de conquista sobre la India a la que llegará la expedición de Vasco de
Gama sólo tres años después de la firma de Tordesillas.
Esta situación se mantuvo más o menos estable hasta que en 1522 la expedición de
Magallanes tuvo éxito y demostró la rentabilidad de una ruta hacia las Indias por el
oeste y circunnavegando América por el sur. Si la línea trazada en el Tratado de
Tordesillas se prolongaba hacia el otro hemisferio, los españoles comenzaron a afirmar
que las Islas Molucas, entre otros territorios, quedarían en la zona española. Por esta
razón se acordó el Tratado de Zaragoza, por el cual el rey de España en 1529 vendía
“todo derecho, acción, dominio, propiedad, posesión o casi posesión y de todo derecho
a navegar, contratar y comerciar en el Maluco, por 350.000 ducados de oro”. Con este
acuerdo las Islas Molucas (y las especias) quedan en manos portuguesas, mientras
España se concentra en la creación de un imperio en América y "descuida" un poco sus
intereses en Asia.
¿DESCUBRIMIENT
O O ENCUBRIMIENTO
DE AMÉRICA?
Silvia Mabel Quintela Di Maggio
El escrito es una reflexión abierta al debate sobre el feriado del 12 de
octubre
y su significado en tanto recordatorio del descubrimiento de América. Se
cuestiona
la idea de “descubrimiento” y se propone concebir que la esencia del
descubrimiento de América, su misma razón de ser fue su encubrimiento,
a partir
de las ideas de Bartomeu Meliá, jesuita español, Dr. En Ciencias
Religiosas por la
Universidad de Strasbourg, especialista en cultura Guaraní, radicado en
Paraguay.
Palabras claves: descubrimiento, encubrimiento, cultura guaraní-Mbyá,
economía de reciprocidad, lengua, religión.
Homenaje a los guaraní-mbyá que vivieron en nuestro país en las décadas del 80 y
90.
Aunque la historia no se desanda, hoy
12 de octubre más que "festejar" manteniendo
el "feriado" -especialmente en la educación debiéramos
ponernos a pensar que se recuerda
con la expresión: "Descubrimiento de América"
(por suerte ya no se emplea la expresión "día de
la raza" ). Quiero acercar algunas ideas para los
que le importa la temática y quizá para aquellos
que nos les importa a través de ellos.
..............
El reconocido antropólogo Darcy
Ribeiro decía en "Indianidades y Venutopías":
"Con razón, durante los últimos siglos,
primero forzada por la revolución
mercantil y posteriormente por la
revolución industrial, la humanidad
presenció la reducción de sus caras
étnicas -encarnadas en más de 10.000
pueblos- a menos de 2.000.
Lo más grave es que algunas de ellas -
las nacionalidades europeas que
impusieron su hegemonía al mundo-,
crecieron tanto en el número de gentes
integradas a ellas en forma de
macroetnias, como en territorios de
dominación nacional e imperialista,
sometiendo a todos los pueblos a una
europeización forzada, abarcando bajo
su poderío a la casi totalidad de la
humanidad. Nunca antes había sido tan
empobrecido y degradado el genero
humano. En ciertos momentos, parecía
que todos los rostros del ser humano
serian apagados para solo dejar
florecer los blancos, europeos y
cristianos".
Aunque esto no se haya cumplido a pie
juntillas -hoy existe una preocupación por
registrar esos millones de rostros pertenecientes
a las diferentes culturas existentes - el
desconocimiento de las culturas de las etnias de
América "la nuestra" sigue invicto. Desde la
gran movida que se dio en 1992, cuando los
festejos y contra- festejos por los "quinientos
años” ¿de qué?"se difunde y conoce poco sobre
los grupos indios sobrevivientes, sobre su
estado actual, sobre su número y condiciones de
vida, como tales grupos étnicos. Tampoco se
habla de sus posibles "mestizajes" tanto en el
sentido genético como cultural. Hoy está de
moda pensar sobre el Bicentenario de los
procesos independentistas pero se ha dejado de
lado pensar qué arrastramos históricamente con
la idea de "descubrimiento de América".
Expresiones significativas como
"¿encuentro o choque de culturas?" o
"encubrimiento" en lugar de "des-cubrimiento"
han desaparecido del mapa lingüístico con que
nos referimos al punto. En 1992, estuvo en el
IPA, dando una conferencia uno de los
estudiosos más profundos de la cultura guaraní.
La conferencia trataba, precisamente, del
"encubrimiento de América" y el estudioso que
la dio es el sacerdote jesuita Bartomeu Meliá.
Ya se ha dicho, decía, que Colón descubrió a
América pero no a los americanos y sostenía,
que el hombre y la mujer de estas tierras fueron
"encubiertos" de un modo sistemático, porque
la esencia del descubrimiento de América, su
misma razón de ser fue su encubrimiento.
Lo que el "descubridor", "encubre" es
desde el primer momento lo que no entiende, lo
que no puede ni quiere entender." Aspecto,
agregaba, que en esa “díada descubrimiento encubrimiento"
es, en gran parte, no sólo un
acto de negación, sino un acto de ignorancia
por opción. ¿Qué se encubrió según Meliá?
Tres cosas: se encubrió y se negó que los indios
tuvieran una economía, que tuvieran una
religión y que tuvieran una lengua.
Colón, el mismo día que pisó la tierra
que se llamaría América, mostró
magníficamente cómo se puede velar y encubrir
lo que se está viendo... Escribió en su diario , en
un texto que puede ser considerado el acta
fundacional del descubrimiento "en fin, todas
estas gentes poco daban y tomaban de aquello
que tenían, más me pareció gente muy pobre de
todo. Y creo que rápidamente se harían
cristianos, que me pareció que ninguna secta
tenían. Yo, plagiando a nuestro Señor, llevaré
al tiempo de mi partida seis personas, indios, a
vuestras altezas, para que <deprendan a
fablar>".
La primera negación encubridora es que
exista una economía indígena. Los indios son
pobres de todo. Lo curioso es que esta
afirmación, decía Meliá, se realizaba al mismo
tiempo en que recibían de esos pobres "de
todo", tanto oro como agua. En los grabados del
siglo XVI de la llegada de los europeos a
América, no hay luchas ni guerras, sino que
aparece el español recibiendo "dones" del
indígena. Es la economía del don (que los
antropólogos desde Malinowski y Mauss han
descrito y estudiado) en la que lo propio de la
reciprocidad es "definir el don por la necesidad
del otro". Colón reconoce la hospitalidad, la
generosidad de los "taínos" pero no se le ocurre
que esto sea un "principio de economía" porque
inmediatamente, -cita del diario náutico de
Colón- "el indio tomaba lo que le parecía de
nuestras cosas, creyendo que entre nosotros
había también aquélla costumbre, pero no les
duró mucho tal engaño..." .
Todorov dice al respecto "Colón olvida
entonces su propia percepción, y declara poco
después que los indios, lejos de ser generosos
son todos ladrones" y Melià comenta " que el
indio dé <presentes> está muy bien, pero si
quiere <algo nuestro> lo tendrá que comprar y
a qué precio!”.
Respecto a las lenguas, en que, como
sabemos va un modo de pensamiento, de
simbolización de la realidad, la imposición del
castellano como lengua homogeizadora de la
mayoría de países en América Latina es una
cruda realidad de empobrecimiento espiritual.
Por suerte, decía, en 1994 Melía, en Paraguay
se habla cada vez más el guaraní. Y como
señalaba " la palabra para el guaraní no es el
significante de alguna cosa pensada con
anterioridad a un vehículo para transmitir
mensajes. La palabra para el guaraní es el
sustento de un acto, un acto causado por la
palabra: quien hace palabras, hace cosas, hace
que las cosas acontezcan".
Es auspicioso que ahora, con el Pte de
Bolivia Evo Morales, se consagre como la
lengua legítima la quechua aymara así como
también sus formas de producción económica y
de regulación legal-moral. Algo es algo para
empezar a "des-cubrir" algunos aspectos de los
pueblos originarios.
Respecto al "encubrimiento" de las
religiones, su raíz se encuentra para Melia , en
ese cristianismo -con que llegaron los
conquistadores- basado en presupuestos y
opciones derivadas de la concepción de misión
evangelizadora, que parte de la teoría de la
"tabula rasa" . Teoría que fue ya formulada por
Colón en su diario :"esta gente no tiene secta
alguna ni son idólatras" así que el proceso de
"conversión" debe empezar para los misioneros
por considerar que no tienen ni ideas ni
experiencia religiosa válida que rescatar frente a
la opción de una religión superior como la
cristiana.
Por otro lado, frente a religiones como
la azteca o la incaica que presentaban un cuerpo
sacerdotal respetable y complicadas ceremonias
prevaleció la idea de que se trataba de "idolatría
y supersticiones" a extirpar y arrancar con la
brutalidad y crueldad de quien le corta la oreja o
le saca los ojos a un supuesto criminal. En la
medida que se amplíe el reconocimiento del
valor de todas las manifestaciones de las
culturas originarias, incluida la religión, el
fundamentalismo de las nuevas propuestas
misioneras perderá espacios y ganará una
sensibilidad de reconocimiento de la
espiritualidad en las manifestaciones rituales
unidas al baile, el canto, la música y la plástica
tal como tuve oportunidad de presenciar entre
los guaraní-mbyá, cuando vivieron entre
nosotros: el Uruguay de fines de los 80
principios de los 90.
Por último quisiera dejarles estas palabras de
Bartomeu Melià que atenidas a la descripción
de una realidad lanzan no obstante un mensaje
de esperanza:
"Los guaraní actuales están en un proceso
de nuevas "reducciones" provocadas por la
destrucción ecológica de su ambiente, por
las presiones de las políticas indigenistas
del Paraguay, de Argentina y de Brasil, por
el proselitismo de ciertas religiones
occidentales, por el impacto de las nuevas
formas de explotación de la tierra de los
bosques, de los ríos, del trabajo asalariado.
Pero continúan soñando. Investigar esos
sueños, analizarlos para procurar
entenderlos no sería una curiosidad
etnográfica, sino tal vez la comprensión de
una historia de Libertades. Lo que ellos ven
en sueños, es aún el más real instrumento
de su futuro y de su destino".-
Mabel Quintela: Profesora de Filosofía I.P.A- 1969. Investigadora en el proyecto
Karive-Tupi-Guaraní 1987-88. Docente e investigadora en la Maestría de Educación
Popular en Multiversidad Franciscana de América Latina Docente Formación
Pedagógico-didáctica en el Área Social de UdelaR.
Terranova:
En 1500 Gaspar Corte Real hizo un viaje a Terranova siendo difícil establecer una
relación segura entre este hecho y otro viaje que habría hecho anteriormente, o incluso
con el muy discutido viaje que Gaspar Frutuoso afirma que habría hecho su padre Juan
Vaz Corte Real a la Tierra de los Bacalaos (Terranova) poco antes de 1474. Gaspar
Corte Real hizo otro viaje a Terranova en 1501 pero desapareció, así como su hermano
Miguel que intentó encontrarlo en 1502. Años después, quizás en 1518 Juan Alvares
Fagundes de Viana do Castelo exploró el litoral de Nueva Escocia, las islas de Cabo
Bretón. Terranova y las islas de las Once Mil Vírgenes. Habrá habido intentos (incluso
anteriores a 1526) de poblar zonas cercanas a Cabo Bretón en Nueva Escocia, pero sin
que tuvieran continuidad. También Diogo de Barcelos, hijo de Pero de Barcelos,
procedió a explorar el noroeste americano antes de 1531. Más tarde intentó crear
condiciones que permitiesen poblar una isla que podía estar en el Golfo de S. Lorenzo,
pero ni él ni su hijo Manuel de Barcelos obtendrían resultados positivos. De todos
modos las aguas de Terranova serían importantes para Portugal ya que en ellas se
pescaría el bacalao.
Castilla:
Cuando hemos hablado del Tratado de Tordesillas, hemos mencionado las carabelas
portuguesas que habrían salido hacia Occidente después de que Cristóbal Colón
regresara a Europa en 1493. En este caso nos preguntamos si llegarían a América lo cual
sería posible. No podernos olvidar que en los años siguientes el recelo de los Reyes
Católicos fue evidente, ante la posibilidad de que Joao II enviase barcos a las tierras
descubiertas por Colón. Mientras tanto se celebraron las negociaciones que terminaron
el 7 de junio de 1494 con la firma del tratado de Tordesillas. En este acuerdo se
estipulaba la necesidad de demostrar por dónde pasaba el meridiano de demarcación.
Oficialmente nunca se comprobó pero esta situación es extraña, considerando que los
portugueses conocían bien el Atlántico y que tenían previsto el viaje a la India en
consecuencia del de Bartolomeu Dias. No se comprende por qué no procederían a esa
comprobación al menos entre los años entre 1494 y 1500.
Los primeros contactos con los autóctonos fueron muy amistosos, extrañando a los
portugueses el primitivismo de su modo de vida. La carta que escribió Pero Vaz de
Caiminha a D. Manuel es un importante reportaje antropológico sobre los tupís. Los
indios eran para los portugueses seres a los que sería posible introducir la civilización
(de tipo europeo) y el cristianismo. Pocos años después, alrededor de 1502 a 1505 fue
representado un indio en uno de los paneles de la Catedral de Viseu. El interés por
representar este tipo de figuras aparece en muchos mapas como en el Atlas Miller de
1519. La armada de Cabral unió por primera vez los cuatro continentes pues saliendo y
regresando a Europa estableció contacto con Africa y Brasil antes de llegar a Asia el 22
de agosto de 1500. En las tres primeras décadas del s.XVI Brasil no fue muy importante
para Portugal, pero tampoco se dejó de explorar. En 1501 y 1502 una expedición
portuguesa comandada quizá por Gonçalo Coelho reconoció el litoral brasileño, y
posiblemente participó en la misma Américo Vespucio. La relación entre los
portugueses y este famoso aventurero florentino debieron hacerle comprender que
estaba en un continente nuevo y no en Asia. Gracias a las informaciones que dio
Vespucio en Europa (exagerando su papel) Martin Waldselmuller presentó en 1507 en
su Cosmographia la idea de que el nuevo continente debería llamarse América en su
homenaje. A partir de 1502 Fernáo de Loronha un rico mercader de Lisboa, estableció
un contrato trienal con D. Manuel para obtener la exclusiva de la explotación económica
del nuevo territorio. Del mismo modo que Fernao Gomes el año 1469, también él se
comprometía a explorar 300 leguas de litoral por año. El rey en esta época estaba
preocupado por los problemas relacionados con Asia por lo que dejaba que fuesen
particulares los que explorasen un territorio que no demostraba a priori grandes fuentes
de ingresos. Fernao de Loronha recibió honores de hidalgo y unas nuevas armas en
1532, como reconocimiento al buen servicio prestado a la corona. La recogida del palo
brasil fue asegurada por la creación de pequeñas factorías como la de Cabo Frío, adonde
el año 1511 fue la nao Bretoa. Ese mismo año Estevao Fróis y Juan de Lisboa hicieron
una expedición que llegó al Río de la Plata determinando el segundo de los citados la
latitud de 35º al Sur del Cabo de Santa. María. A esa región llegó igualmente en 1521
Cristóvao Jacques que descubriría el río Paraná. A partir de 1503 la presencia francesa
en Brasil comenzó a poner en causa las pretensiones portuguesas de dominio territorial
en esa zona del Mundo, por lo que D. Manuel mandó que se hiciesen misiones
periódicas de patrulla en aguas brasileñas para evitar intrusos. Esta presencia hacia
peligrar tanto la explotación de las riquezas de Brasil como la seguridad de la Ruta del
Cabo. Además también se empezó a contar con la presencia de españoles que desde
1520 empezaron a frecuentar el Río de la Plata. Los resultados de las acciones de
vigilancia no siempre fueron eficaces por lo que hubo que prestar más atención al
territorio. El 3 de diciembre de 1530 salía de Lisboa una armada comandada por Martim
Afonso de Sousa, cuya misión era elevar las potencialidades de Brasil.
Reparto de tierras:
Pero Lopes de Sonsa (hermano del capitán de la expedición) nos dejó un Diário da
Navegaçao escrito entre 1530 y 1532, pues volvió a Portugal a finales de este año
mientras que su hermano siguió en Brasil hasta 1533. En este diario derrotero se narran
aspectos curiosos de las tierras y las gentes en zonas que debían ser mejor conocidas
teniendo en cuenta el proyecto de población a través de las tradicionales capitanías.
Estas deberían abarcar 50 leguas de litoral, extendiéndose por el interior hasta la línea
de demarcación del Tratado de Tordesillas. Su distribución comenzó en 1534. Pero
Lopes de Sonsa recibió la suya en tres partes Itamaracá, Santo Amaro y Santa Ana; su
hermano Martim recibió Río de Janeiro y Sao Vicente, Duarte Coelho (hijo de Gonçalo
Coelho) Pernambuco, Francisco Pereira Coutinho recibió Baía, Pero de Campo
Tourinho, Porto Seguro. En 1535 se repartieron nuevas capitanías: Juan de Barros y
Aires da Cunha recibieron una dividida en dos en Pará: Antonio Cardoso de Barros
recibió la de Ceará, Jorge Figueiredo Correia la de Ilhéus. En 1536 Vasco Fernandes
recibió la de Espírito Santo, Fernao Alvares de Andrade recibiría la capitanía de
Maranhao en 1535. Esta división con algunas alteraciones la encontrarnos en tu bello
mapa de Brasil que dibujó Luis Teixeira para el Roteiro de Todos os Sinais (...) de 1586
aproximadamente. Las superficies distribuidas eran enormes, los costes de colonización
muy elevados, había ataques de indios y franceses, y algunos capitanes se
desinteresaban, por lo que D. Juan III nombró a Tomé de Sousa gobernador general de
Brasil. Llegó a Baía el 29 de marzo de 1549 y fundó la ciudad de Salvador, primera
capital de Brasil. La ciudad fue creciendo en las décadas siguientes, siguiendo un
modelo renacentista que podernos observar en el primer plano que conocemos, hecho
por Juan Teixeira Albernaz, alrededor de 1616 y que podernos encontrar en la Rezao do
Estado do Brasil atribuida a Diogo Campos Moreno. Acompañaban a Tomé de Sousa
alrededor de mil personas entre las que estaban los primeros jesuitas. Estos religiosos
tuvieron un importante papel en la relación con los indios, a los que intentaban proteger,
evangelizar y colocar bajo su influencia. Entre los primeros jesuitas que se establecieron
en Brasil destaca el padre Manuel da Nóbrega. Desempeñó una función importante en
1554 para la fundación de la que sería la futura ciudad de San Paulo, y en cuya región
ya estaba Juan Ramalho, uno de los primeros portugueses que se instaló en Brasil. El
padre José de Anchieta escribió la primera gramática de la lengua tupí guaraní, impresa
en 1595.