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Filosofía analítica

La filosofía analítica es una rama de la filosofía desarrollada a principios del siglo XX a


partir de las obras de Bertrand Russell, George Edward Moore, Gottlob Frege, varios
miembros del Círculo de Viena y Ludwig Wittgenstein, entre otros. Por extensión, la
filosofía analítica también se refiere al desarrollo filosófico posterior influenciado por estos
autores,1 y que prevalece con particular hegemonía dentro de la esfera académica
anglosajona (sobre todo en Estados Unidos,2 Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva
Zelanda) y los países escandinavos.

La filosofía analítica se desarrolló principalmente en el mundo anglosajón y debe su


nombre al énfasis que al principio puso en el análisis del lenguaje por medio de la lógica
formal.3 En la segunda mitad del siglo, sin embargo, la filosofía analítica se dejó de centrar
sólo en el lenguaje, y la unidad de la tradición recayó en la exigencia de claridad y rigor en
la argumentación, en la atención a los detalles y en la desconfianza hacia los grandes
sistemas filosóficos.3

Aunque difícil de determinar con exactitud,45 a grandes rasgos la filosofía analítica es una
forma de aproximarse a los problemas filosóficos caracterizada principalmente por:

 Un especial interés en el estudio del lenguaje y el análisis lógico de los


conceptos, considerando tanto la lógica formal, como el lenguaje ordinario. Este
rasgo se encuentra prácticamente en todas las obras más representativas de la
Filosofía Analítica desde sus orígenes, como en Principia Mathematica (1910-
1913) de Russell y Whitehead, o como en el Tractatus Logico-Philosophicus (1921)
de Wittgenstein.
 Una posición más bien escéptica respecto de la tradición metafísica. Esta
característica encontró su punto más álgido en el neopositivismo del Círculo de
Viena de Otto Neurath y Rudolf Carnap, quienes llegaron a adoptar la posición
fuerte de que los enunciados metafísicos carecen de sentido, una vez sometidos al
análisis lógico.6
 Una conexión con la tradición empirista, tanto en espíritu, estilo, foco y análisis
filosófico (ver Empirismo lógico).
 Una autoproclamada afinidad con la investigación científica. En particular, con
los conceptos de la física como paradigma de comprensión de lo real. Esta cualidad
encuentra su lugar más evidente en el Fisicalismo, pero es un rasgo muy difundido
dentro de la tradición analítica.
 Una contraposición respecto a otras tradiciones filosóficas. Principalmente en
relación a la llamada Filosofía Continental, aunque también a las diferentes formas
de Filosofía Oriental, de Tomismo y de Marxismo, entre otras.

En la actualidad, junto con la Filosofía del lenguaje de los inicios, se han añadido nuevos
temas dentro de la Filosofía Analítica, como la Filosofía de la Mente, la Filosofía de las
ciencias, la Filosofía de las Matemáticas, la Epistemología y la Metafísica. Esto ha
enriquecido enormemente la tradición analítica iniciada a principios del siglo pasado, pero
también ha desdibujado los principios y límites característicos de esta corriente filosófica,
razón por la cual resulta muy polémico intentar trazar una definición precisa del término en
el presente.

Algunos pensadores tempranos que se asocian a la tradición analítica son Gottlob Frege, G.
E. Moore, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Karl Popper, Isaiah Berlin y los
integrantes del Círculo de Viena, y más adelante Willard van Orman Quine, Saul Kripke,
John Searle y Donald Davidson, entre muchos otros.

Índice
 1 Naturaleza de la filosofía analítica
 2 Historia
o 2.1 Orígenes
o 2.2 Análisis de un lenguaje ideal
o 2.3 Positivismo lógico
o 2.4 Análisis del lenguaje ordinario
o 2.5 Después de 1960
 3 Filosofía analítica contemporánea
o 3.1 Filosofía de la mente y ciencias cognitivas
o 3.2 Ética
o 3.3 Filosofía de la religión
o 3.4 Filosofía política
o 3.5 Comunitarismo
 4 Véase también
 5 Notas y referencias
 6 Enlaces externos

Naturaleza de la filosofía analítica


Los filósofos analíticos desarrollan investigaciones teóricas que, característicamente
(aunque no de manera invariable), presentan estudios acerca de cómo los conceptos del
lenguaje son, o pueden ser, expresados.

Por ejemplo, de acuerdo a una tradición en Filosofía Analítica, a veces referida bajo el
nombre de formalismo, la definición de un concepto puede ser determinado revelando la
estructura subyacente -o "forma lógica"- del enunciado utilizado para expresarlo. Así, una
correcta representación de dichas estructuras, bajo el lenguaje simbólico de la lógica
moderna, esclarecería cuales son las inferencias lógicas admisibles -desde y hacia- estos
enunciados, estableciendo de este modo los límites lógicos del concepto en estudio.

Una segunda tradición, a veces comprendida bajo el nombre de Informalismo filosófico, de


manera similar se propone estudiar las oraciones en las cuales los conceptos son
expresados, pero enfatizando sus diversos usos en el lenguaje ordinario y situaciones
cotidianas, esclareciendo así los conceptos mediante la observación de las diversas
características que se reflejan en el actuar y hablar de las personas mismo.
Incluso entre los filósofos analíticos, cuyos enfoques no son esencialmente formalistas o
informalistas, los problemas filosóficos son usualmente concebidos como problemas acerca
de la naturaleza del lenguaje. Un influyente debate en ética analítica, por ejemplo, trataba
acerca de si las sentencias que expresan juicios morales (tal como en "mentir es malo") son
descripciones acerca de una característica del mundo, en cuyo caso las sentencias pueden
ser verdaderas o falsas, o simplemente son expresión sentimentales del sujeto (comparable
a exclamar "¡bravo!" o "bu!") en cuyo caso no tienen ningún valor de verdad. Así, los
problemas filosóficos concernientes al bien y el mal, en filosofía analítica son tratados
como un problema acerca del estatus lógico o gramatical de las declaraciones morales. 7

Historia
Orígenes

A finales del siglo XIX, la filosofía inglesa se encontraba fundamentalmente bajo la


influencia del Idealismo Británico, desarrollado por autores como F.H. Bradley y

Gottlob Frege, 1878

Thomas Hill Green. Este movimiento estaba fuertemente vinculado a conceptos y términos
del idealismo absoluto de Friedrich Hegel, lo que a su vez implicaba un quiebre respecto a
la tradición empirista precedente.

Dentro de este ambiente intelectual, Bertrand Russell descubre los avances en lógica y
matemática del filósofo alemán Gottlob Frege, cuyos trabajos habían sido virtualmente
ignorados hasta ese momento por la comunidad intelectual. Contrario al idealismo
imperante, la filosofía de Frege no se enfocaba en la construcción de sistemas filosóficos
omniabarcantes (como en la Fenomenología del Espíritu de Hegel), sino que tenía un
enfoque muchísimo más particular y riguroso: Frege buscó mostrar que las matemáticas y
la lógica tenían una validez propia, independiente de los juicios o estados mentales de
matemáticos y lógicos individuales (como sostenía el psicologismo de Husserl).

En su obra cumbre - llamada Conceptografía- Frege construye la lógica moderna a través


de un cálculo de proposiciones y de predicados. Además, Frege desarrolló su filosofía de la
lógica y de las matemáticas, y sobre todo la noción lógica de número, en ‘Fundamentos de
la aritmética’ (1884) y ‘Leyes de la aritmética’ (1893 & 1904). Entre la publicación de
ambas obras, Frege desarrolló a profundidad los conceptos semánticos de sentido y
referencia, así como los lógicos de función, concepto y objeto.8

Bertrand Russell y Alfred North Whitehead desarrollaron el logicismo de Frege, e


intentaron mostrar a su vez que las matemáticas son reducibles a principios lógicos
fundamentales. Los “Principia Mathematica” (1910-1913) alentaron a varios filósofos a
tomar un renovado interés en el desarrollo de la lógica simbólica. Además, Russell adoptó
la lógica como su herramienta filosófica primaria, una herramienta que pensó podía
exponer la estructura subyacente de diversos problemas filosóficos. Por ejemplo, las
siguientes tres oraciones, aunque similares en español, tiene tres diferentes significados en
la lógica de predicados:9

 en 'el gato “está” dormido’: el “está” de predicación dice que 'x es P': P(x)
 en 'ahí “hay” un gato”’: el hay de existencia dice que hay una x: ∃(x)
 en 'tres “es” la mitad de seis’: el “es” de identidad dice que x es lo mismo que y:
x=y

Russell buscó resolver varios problemas filosóficos aplicando distinciones claras como las
anteriores. Su análisis más famoso quizá sea el de las descripciones definidas en “Sobre la
denotación”.10

Análisis de un lenguaje ideal

Bertrand Russell, 1938

Más o menos de 1910 a 1930, filósofos analíticos como Russell y Ludwig Wittgenstein se
enfocaron a crear un lenguaje ideal para el análisis filosófico que estaría libre de las
ambigüedades del lenguaje ordinario que, según su visión, usualmente metía en problemas
a los filósofos. En esta fase, Russell y Wittgenstein buscaron comprender el lenguaje, y por
tanto los problemas filosóficos, haciendo uso de la lógica formal para formalizar las
afirmaciones filosóficas. Wittgenstein desarrolló un sistema comprehensivo de atomismo
lógico en su “Tractatus logico-philosophicus”. Ahí argumentó, de modo bastante críptico a
lo largo de varias sentencias, que el mundo es la totalidad de los hechos, y los hechos
pueden ser expresados en el lenguaje de lógica de predicados de primer orden. Así, el
lenguaje es una “figura” del mundo que se puede construir expresando hechos atómicos en
proposiciones atómicas ligándolas usando operadores lógicos.

Positivismo lógico

Artículo principal: Positivismo lógico

Entre las décadas de 1920 y 1940, el formalismo de Russell en los Principia Mathematica y
Wittgenstein en el Tractatus logico-philosophicus fue tomado muy en serio por un grupo de
pensadores en Viena y Berlín, quienes conformaron el Círculo de Viena y el Círculo de
Berlín. Su doctrina se conoce como positivismo lógico (o empirismo lógico). El
positivismo lógico usa herramientas lógicas formales para sostener una explicación
empirista de nuestro conocimiento del mundo.11 Filósofos como Rudolf Carnap y Hans
Reichenbach, junto con otros miembros del Círculo de Viena sostenían que las verdades de
la lógica y las matemáticas eran tautologías y las de la ciencia eran aseveración
empíricamente verificables. Estas dos constituían el universo entero de juicios con
significado; cualquier otra cosa era un sinsentido. Las aseveraciones de la ética, la estética y
la teología serían, de acuerdo con esto, pseudo-afirmaciones, ni verdaderas ni falsas, sino
puro sinsentido carente de significado. La insistencia de Karl Popper en el rol de la
falsación en filosofía de la ciencia constituyó una reacción a los positivistas lógicos.12 Con
la llegada al poder de Hitler y el Nazismo en Alemania y Austria, muchos miembros de los
círculos de Viena y Berlín se vieron obligados a huir, debido a sus simpatías de izquierdas
y el origen judío de algunos de ellos. Se refugiaron sobre todo en el Reino Unido y en
Estados Unidos, lo que ayudó a reforzar el dominio del positivismo lógico y de la filosofía
analítica en el mundo angloparlante.13 Los positivistas lógicos típicamente consideraron que
la filosofía tenía un rol bastante estrecho. La filosofía tendría que ver con la clarificación
del pensamiento, más que con contenidos concretos propios. Los positivistas lógicos
adoptaron el principio de verificación o verificacionismo, según el cual toda aserción con
significado o bien es una proposición analítica o bien es susceptible de ser verificada a
través de la experiencia. Esto condujo a los positivistas lógicos a rechazar muchos
problemas filosóficos tradicionales, especialmente los de metafísica u ontología, por
considerarlos carentes de significado.

Análisis del lenguaje ordinario


Retrato de Ludwig Wittgenstein

Después de la Segunda Guerra Mundial hacia finales de la década de los cuarenta y durante
la década de los cincuenta, la filosofía analítica dio un giro hacia el análisis del lenguaje
ordinario. Este movimiento tuvo lugar en el auge de la filosofía tardía del en ocasiones
llamado “segundo” Wittgenstein, misma que se distancia en algunos puntos centrales de su
primera filosofía. En contraste con filósofos analíticos anteriores (incluido el primer
Wittgenstein), quienes pensaban que los filósofos debían evitar las engañosas trampas del
lenguaje natural construyendo lenguajes ideales, los filósofos del lenguaje ordinario
sostuvieron que el lenguaje natural de hecho refleja un gran número de distinciones sutiles
que suelen pasar inadvertidas en la formulación de teorías y problemas filosóficos
tradicionales. Mientras escuelas como el positivismo lógico se centraban en términos
lógicos, supuestamente universales e independientes de factores contingentes como la
cultura, el lenguaje, las condiciones históricas, etc., la filosofía del lenguaje ordinario
enfatiza el uso del lenguaje que hacen los usuarios ordinarios. Esto, claro, acerca un poco
más a la filosofía del lenguaje ordinario a disciplinas como la historia y la sociología. Los
filósofos del lenguaje ordinario más prominentes durante los años cincuenta fueron Austin
y Ryle, además del propio Wittgenstein. Bajo su visión, los problemas filosóficos se
disuelven, que no resuelven, mostrando que son resultado de malinterpretar el lenguaje
ordinario. El ejemplo de Ryle del "Fantasma en la Máquina" y un sinfín a cargo de
Wittgenstein, entre otros.

Después de 1960

A principios de la década de los cincuenta, el positivismo lógico había sido fuertemente


desafiado por Wittgenstein en las “Investigaciones filosóficas”, Quine en “Dos dogmas del
empirismo” y por Wilfrid Sellars en “El empirismo y la filosofía de la mente”. En los
sesenta, tanto el positivismo lógico como la filosofía del lenguaje ordinario pasaron
rápidamente de moda y la filosofía en lengua inglesa comenzó a incorporar un mayor rango
de intereses, temas y métodos.[cita requerida] No obstante, hoy día la mayoría de los filósofos de
Estados Unidos, Reino Unido y Australia se consideran a sí mismos “filósofos analíticos”.14
En gran medida la noción de “filosofía analítica” se extendió desde de los programas
específicos que dominaron la filosofía anglófona antes de 1960 a una noción mucho más
general de “estilo analítico”, caracterizado por la precisión y profundidad con respecto a un
tema limitado y en oposición a “discusiones imprecisas y arrogantes sobre temas muy
amplios”.15 Esta interpretación de la historia está muy lejos de ser universalmente aceptada,
y los oponentes de la filosofía analítica restan mucha importancia al rol de Wittgenstein
durante los sesenta y setenta. Peter Hacker,16 representa la visión de los seguidores de
Wittgenstein cuando critica que mucha de la filosofía contemporánea que se dice a sí
misma analítica realmente no merece el título. De acuerdo con él, a mitad de la década de
los setenta, en parte por razones económicas, el centro de gravedad de la filosofía se
trasladó de Gran Bretaña a los Estados Unidos, donde la influencia de Wittgenstein nunca
fue definitiva. Aquí, bajo la influencia del creciente prestigio de ciertos desarrollos
científicos y tecnológicos como las informática, la neurofisiología y la lingüística
chomskyiana, los argumentos wittgensteinianos fueron relegados a un segundo término o
descartados por completo. “Lo que desde la perspectiva de Wittgenstein eran enfermedades
del intelecto, muchas a las que sucumbió en su juventud y en las que trabajó largo tiempo
para extirparlas, surgieron nuevamente en formas violentamente mutadas”. (Hacker, p. 272)

Filosofía analítica contemporánea


Aunque los filósofos contemporáneas que se identifican a sí mismos como “analíticos”
tienen intereses, presunciones y métodos divergentes –y en ocasiones han rechazado las
premisas fundamentales que definieron al movimiento antes de 1960- la filosofía analítica,
en su estado actual, se define por un estilo particular17 caracterizado por la precisión y la
profundidad sobre temas muy específicos.15 Algunos de los campos más importantes y
activos de la filosofía analítica contemporánea se resumen en las siguientes secciones:

Filosofía de la mente y ciencias cognitivas

Artículos principales: Filosofía de la mente y Ciencia cognitiva.

Motivado en parte por el interés en el verificacionismo de los positivistas lógicos, el


conductismo fue la teoría de la mente más prominente en la filosofía analítica de la primera
mitad del siglo XX.18 Los conductistas sostenían o bien que toda proposición sobre la mente
era equivalente a proposiciones sobre conducta y disposiciones para actuar de modo
particular o bien que los estados mentales eran equivalentes a conducta y disposiciones para
actuar. En la década de los cincuenta, el conductismo cedió posiciones a favor del
fisicalismo de tipos o teoría de la identidad y en los sesenta por el funcionalismo y la teoría
de la identidad de casos (en oposición a la de tipos), sobre todo en la versión de Donald
Davidson y su monismo anómalo.19 Actualmente los temas de filosofía de la mente se
encuentran estrechamente vinculados con diferentes aspectos de las ciencias cognitivas
como la modularidad de la mente o el innatismo. También ha habido unos cuantos filósofos
analíticos que han defendido el dualismo, la importancia de la conciencia y el dualismo de
propiedades, en buena medida alentados por David Chalmers. John Searle sugiere que la
obsesión con la filosofía del lenguaje en la primera mitad del siglo XX fue superada en la
segunda mitad por un mayor énfasis en la filosofía de la mente,20 en la cual el
funcionalismo probablemente sea la teoría dominante. En años recientes, un tema central de
investigación en filosofía de la mente ha sido la conciencia. Las teorías más conocidas
sobre la conciencia son la heterofenomenlogía de Daniel Dennett; el representacionismo de
Fred Dretske y Michael Tye; las teorías de segundo-orden de David M. Rosenthal, David
Armstrong y William Lycan; el tomismo analítico de Anthony Kenny, además de la propia
obra de John Searle.

Ética

Artículo principal: Ética

La primera mitad del siglo XX estuvo marcada por una negligencia generalizada de la ética
filosófica y la popularidad de actitudes escépticas con respecto al valor

Elizabeth Anscombe

(v.gr. el emotivismo). Durante este tiempo, el utilitarismo era la única aproximación no-
escéptica a la ética que siguió siendo popular. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo
XX, varios filósofos analíticos comenzaron a recobrar el interés en la ética. El libro
“Filosofía moral moderna” de 1958 de Elizabeth Anscombe revivió la ética de virtudes de
Aristóteles y “Una teoría de la justicia” de 1971 de John Rawls restableció el interés en la
filosofía ética kantiana. Actualmente, la filosofía ética se halla dominada por tres escuelas:
el utilitarismo, la ética de virtudes y el kantismo. Otro desarrollo importante en la segunda
mitad del siglo XX (c. 1970) ha sido la gran preocupación de la filosofía ética
contemporánea con las aplicaciones prácticas de la ética, en especial en relación con
asuntos del medio ambiente, derechos de los animales y los grandes retos de la ciencia
médica a través de la bioética.21222324 Como un efecto colateral del énfasis en la lógica y el
lenguaje en los años iniciales de la filosofía analítica, los filósofos analíticos tenían poco
que decir sobre la ética.25 La actitud estuvo bastante difundida y se orientaba más a explicar
por qué la filosofía tenía poco o nada que decir al respecto. Wittgenstein, en el “Tractatus”,
observa que los valores no pueden ser parte del mundo, y si en realidad son algo deben
estar de alguna manera más allá o fuera del mundo y por lo tanto del lenguaje natural, que
sirve para describir los hechos del mundo, y no puede pronunciarse en absoluto sobre su
valor. Una interpretación de estas observaciones encontró eco en la doctrina de los
positivistas lógicos de que las oraciones de valor –incluyendo todos los juicios éticos y
estéticos- no son en realidad proposiciones, es decir, no pueden ser ni verdaderas ni falsas.
Cuando mucho podían expresar la actitud personal de un sujeto. La filosofía política y
social, la ética y la estética, así como materias especializadas como la filosofía de la historia
fueron marginales en la filosofía analítica por mucho tiempo. Para los años cincuenta, los
ataques de Phillipa Foot a esta posición contribuyeron al colapso del positivismo lógico y
comenzó un renovado interés en la ética. Foot promocionó mucho el estudio de la ética de
virtudes, en oposición al utilitarismo y la deontología de corte kantiano que sobrevivían en
la época. En términos de filosofía de la acción la monografía más importante quizá sea
“Intención” de Elizabeth Anscombe, a la cual Donald Davidson denominó como “el
tratamiento más importante de la acción desde Aristóteles”, y es normalmente considerada
como una obra maestra de la psicología moral. En su artículo de 1958, “Filosofía moral
moderna” introdujo el término “consecuencialismo” al léxico filosófico y declaró que el
impasse de la pregunta “ser-deber ser” era un callejón sin salida y condujo a revivir la ética
de virtudes.

Filosofía de la religión

Como con el estudio de la ética, la filosofía analítica temprana tendió a evitar el estudio de
la filosofía de la religión, en gran parte rechazando el tema como parte de la metafísica y
algo sin sentido. También en la segunda mitad del siglo XX comenzó a haber un renovado
interés en la filosofía de la religión, con destacados filósofos como William Alston, J. L.
Mackie, Alvin Plantinga, Tim O’Connor, Antony Flew y Richard Swinburne. Plantinga,
Mackie y Flew han debatido sobre la validez lógica de defensa del libre albedrío como
solución del problema del mal.26 Alston, en conexión con la filosofía del lenguaje, trabajó
en la naturaleza del lenguaje religioso.

Filosofía política

La filosofía política analítica contemporánea le debe mucho a John Rawls, quien en dos
textos de los cincuenta: el artículo “Dos conceptos de reglas” y el libro Justicia como
equidad, y luego en su clásico libro de 1971 Una teoría de la justicia, produjo una defensa
sofisticada y refinadamente argumentada del liberalismo en política por la vía
contractualista. Siguió de cerca de Rawls el libro de Robert Nozick Anarquía, Estado y
Utopía, una defensa del liberalismo de libre mercado. A la par, Isaiah Berlin, igualmente,
ha tenido una gran influencia tanto en la filosofía política analítica como en el liberalismo,
principalmente a través de su conferencia que luego sería editada bajo el nombre Dos
conceptos de libertad. En décadas recientes ha habido muchas críticas al liberalismo,
incluyendo el feminismo de Catherine MacKinnon, el comunitarismo de Michael Sandel y
de Alasdair MacIntyre, y el multiculturalismo de Charles Taylor. Aunque no se trata
propiamente de un filósofo analítico, Jürgen Habermas es otra importante figura en la
filosofía política contemporánea y ha recibido bastante atención por parte de la filosofía
política analítica.
Comunitarismo

Comunitaristas como Alasdair MacIntyre, Michael Sandel y Charles Taylor ponen en


entredicho la presunción liberal de que el individuo puede verse como completamente
autónomo de la comunidad en la que vive y crece. En cambio, ellos pugnan por una
concepción del individuo que enfatiza el rol que juega la comunidad al forjar sus valores,
pensamientos, cosmovisiones y opiniones.

Filosofía Analítica
16 de julio de 2008 Publicado por Malena

La base de la Filosofía Analítica es la ciencia, la física y la lógica matemática.

La filosofía analítica tiene como fundamento las ciencias naturales, la lógica matemática y
el análisis del lenguaje, es decir, el análisis lógico del lenguaje científico o el análisis
lingüístico del lenguaje común; con el propósito de esclarecer los conceptos filosóficos y
científicos

Para la filosofía analítica el objeto de la


filosofía, en lugar de ser la metafísica es
el análisis del lenguaje desde las distintas
escuelas o corrientes de pensamiento.

Los representantes más relevantes de la


filosofía analítica son científicos
matemáticos y físicos, como Russell, uno
de sus fundadores, Wittgenstein y Moore;
de las dos escuelas más importantes del
Positivismo Lógico y la Lingüística, de
Cambridge, y Oxford.

El rasgo predominante de estas corrientes de pensamiento es la crítica al idealismo, desde el


Empirismo y Positivismo, en oposición al idealismo de Hegel y Bradly, y el concepto de
esta doctrina sobre las relaciones internas, que sostiene que para conocer una cosa es
necesario conocer todas sus relaciones.

Dentro de la doctrina lógica atomista de Bertran Russell ) (1872/1970), filósofo,


matemático y escritor británico racionalista; Ludwig Wittgenstein, su discípulo, y G.E.
Moore, las cosas pueden ser conocidas en si mismas sin tener en cuenta el resto del mundo.

Según Russell y Wittgenstein, la estructura del mundo es la de la lógica matemática.


El Positivismo lógico propone para el conocimiento las propuesta analíticas y las sintéticas.
Las analíticas cuya verdad o falsedad se obtiene por medio de la lógica y las sintéticas que
son las que requieren alguna forma de verificación además de la lógica.

El Positivismo terapéutico de las escuelas de Cambridge y Oxford, sostiene que el lenguaje


es una actividad, una forma de ponerse en contacto con el entorno y un modo de vivir.

La filosofía puede realizar funciones descriptivas, normativas y terapéuticas del lenguaje; y


la lógica y la ciencia es su mejor herramienta.

Russell no creía en la existencia de un método para la filosofía porque lo más importante


para él era clarificar las proposiciones generales sobre el mundo y terminar con los abusos
de la metafísica.

Según Russell, nuestra experiencia directa es lo más importante en la adquisición del


conocimiento y todo lo demás puede solamente ser inferido o razonado pero no conocidos
directamente.

Con respecto a la ética práctica nos dice que la razón se subordina a la ética y los
individuos pueden hacer lo que deseen, siempre que esos deseos no se contradigan con
otros que sientan.

El Atomismo Lógico de Russell es un modo más radical de empirismo y el lenguaje tiene


una forma significativa en cuanto a la forma de ver el mundo.

En cuanto a la claridad de la expresión, para Russell es una virtud.

Resumen

En este ensayo se examina de manera crítica el desarrollo de la filosofía analítica y, en


particular, de la filosofía analítica latinoamericana. Se propone que esta última adopte
un giro político y uno pedagógico con el fin de recuperar su espíritu original y
reconectarse con la tradición intelectual latinoamericana.

Palabras clave: filosofía analítica latinoamericana, especialización, tradición, giro


político, giro pedagógico.

Abstract

This essay is a critical examination of the development of analytic philosophy and, in


particular, of Latin American analytic philosophy. It is argued that the latter ought to
adopt a political and pedagogical turn in order to recover its original spirit and to be
reconnected to Latin American intelectual tradition.

Key words: Latin American analytic philosophy, specialization, tradition, political turn,
pedagogical turn.
1. La filosofía analítica nació hace un siglo como una filosofía revolucionaria y
liberadora, pero con el paso del tiempo, a la vez que se expandía por el mundo entero,
se fue convirtiendo en una filosofía domesticada y escolástica. La culpa de esta
paradójica decadencia puede atribuirse a una serie de factores de todo tipo, aunque
quizá el principal de ellos sea el desenfrenado proceso de profesionalización de la
filosofía. Ya no podemos seguir callando acerca de los efectos perniciosos generados
por la profesionalización. Los filósofos nos hemos convertido en empleados de
instituciones de educación superior y, por ello, hemos quedado sujetos a las
instrucciones —no pocas veces mezquinas y filisteas— de las autoridades de aquéllas.
La profesionalización también es responsable de la especialización a ultranza. Muchos
artículos de filosofía analítica son como una sofisticada herramienta de precisión que
sólo sirve para ajustar un pequeño tornillo. Por eso no es sorprendente que los
filósofos nos hayamos vuelto irrelevantes para el resto de la cultura. Esto ya lo preveía
Husserl en su ensayo de 1911, La filosofía como ciencia estricta, donde afirmaba que
una filosofía científica debía renunciar a dos antiguas aspiraciones: ofrecer una
cosmovisión y dar una respuesta personal a las preguntas de la existencia.1 La mayoría
de los filósofos analíticos aceptan estas consecuencias sin chistar; se ven a sí mismos
como los matemáticos o los físicos y, por ello, piensan que es de esperar que los
resultados de sus investigaciones no sean comprendidos por cualquiera. Ya los
pitagóricos estaban convencidos de que sus estudios sobre los arcanos estaban fuera
del alcance de los legos. Pero, a diferencia de los pitagóricos, los analíticos han
renunciado a las grandes preguntas sobre la vida humana y sobre el cosmos. Esa tarea
se la dejan a otros: a los sacerdotes, a los literatos e incluso a los científicos.

Sin embargo, hay otra concepción de la filosofía de no menor prosapia que la distingue
del trabajo de los científicos. Esta concepción afirma que los filósofos hemos de
ocuparnos de las preguntas concernientes a la existencia humana y que las respuestas
que demos deben servir a las personas para transformar sus vidas por medio del
ejercicio de la razón crítica. Me parece que la humanidad requiere hoy más que nunca
que recobremos ese tipo de filosofar. Para salir de la crisis tenemos que cambiar
nuestras formas de vida de manera radical, pero eso será imposible si no efectuamos
al mismo tiempo una reforma profunda de nuestro pensamiento. Para ello, la filosofía
—una nueva filosofía, distinta de la que ahora se cultiva dentro de las universidades—
tendría que convertirse en una práctica que incidiera de alguna manera en la
orientación que damos a nuestras vidas.

¿Acaso la filosofía analítica podría convertirse en esa nueva filosofía? Me gustaría


pensar que de la semilla de lo que alguna vez conocimos como filosofía analítica pueda
nacer una nueva filosofía que nos dé una nueva concepción del mundo y un nuevo
sentido para nuestras vidas. Esta esperanza está fundada en el recuerdo de cómo fue
en sus orígenes la filosofía analítica. Ante la crisis de la civilización europea que llevó a
las dos guerras mundiales, la filosofía analítica buscó un método riguroso que
permitiera a los seres humanos liberar su pensamiento de pseudoproblemas y vicios
conceptuales; pensemos, por ejemplo, en la obra de Moore, de Russell, de
Wittgenstein y del Círculo de Viena, y en la filosofía del lenguaje ordinario. No
obstante, en la primera mitad del siglo XX la filosofía analítica no había alcanzado aún
la importancia que hoy tiene en el mundo y eran otras las filosofías preponderantes en
Europa y América, como el marxismo, el existencialismo o el pragmatismo, que
ofrecían respuestas a las preguntas acerca del sentido de la vida, el propósito de la
historia humana, los intríngulis del universo. La filosofía analítica se hizo dominante
sólo hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se adoptó en el sistema
universitario estadounidense. Fue allí y entonces que perdió su espíritu revolucionario
y liberador y se transformó en una práctica intelectual diferente. 2 En esto tuvo mucho
que ver el clima cultural de Estados Unidos durante la posguerra, que propiciaba la
eliminación de cualquier tipo de orientación marxista en la filosofía o en las ciencias
sociales, que manifestaba un repelús a la metafísica especulativa y al irracionalismo
germanos asociados con la ideología nazi, y que impulsaba una filosofía ligada al
pensamiento científico y tecnológico. Para este proceso de reforma cultural fue crucial
la figura de W.VO. Quine, quien, además de ser uno de los grandes filósofos del siglo
XX, desempeñó un papel importante en los servicios de inteligencia de su país durante
la Segunda Guerra Mundial (y probablemente después de ella). Bajo la tutela de
Quine, la filosofía analítica se convirtió en la corriente hegemónica de los
departamentos de filosofía en las universidades más poderosas de Estados Unidos y
del Reino Unido. Si Hegel tenía razón en aquello de que una filosofía es la expresión de
una época, podríamos decir que la filosofía analítica de la segunda mitad del siglo
expresó muchas de las aspiraciones de la cultura occidental de esa época. Pero lo que
no está claro es si lo que hoy en día se entiende como filosofía analítica responde a los
intereses y apremios de la civilización contemporánea. A pesar de haber fagocitado la
totalidad de las doctrinas de la filosofía occidental, es una filosofía que carece de
sentido de la historicidad; no obstante haberse extendido por todos los campos de la
filosofía, sigue teniendo un registro limitado de recursos estilísticos, dialécticos y
retóricos, y aunque son innegables sus contribuciones, es una filosofía que ya no dice
nada a la gente común. La filosofía analítica sigue siendo la dominante en Estados
Unidos y esto no cambiará pronto a menos que su sistema universitario colapse por
causas políticas o económicas. La influencia de la analítica en Europa sigue siendo de
peso, aunque no parece que en un futuro se vuelva dominante. De todas maneras, la
filosofía europea pasa por un periodo de crisis en el que no se vislumbra por ningún
lado una escuela de pensamiento o algún pensador que puedan devolverle la gloria del
pasado.3

El panorama que he dado puede resultar sombrío, pero no pretende ser pesimista.
Como ya dije, podemos esperar que de las grietas de la filosofía occidental brotarán
nuevas formas de pensamiento.

2. ¿Qué lugar tiene la filosofía analítica latinoamericana en este escenario? ¿Qué


podemos hacer desde América Latina para rescatar a la filosofía analítica de su extraña
decadencia?

Como sabemos, la analítica latinoamericana tiene escasa repercusión a nivel global. A


pesar de que hay más filósofos analíticos en América Latina que nunca antes y que la
corriente ha crecido en países como Brasil, Perú, Colombia y Chile, seguimos siendo
muy pocos en términos globales, nuestros recursos materiales son escasos y aunque
los contactos con la metrópoli son cada vez más frecuentes, nuestra posición sigue
siendo marginal. Estoy convencido de que la discusión acerca de cómo es y cómo
debería ser la filosofía analítica latinoamericana tendría que estar en el primer plano de
nuestra reflexión. Sin embargo, el tema carece de interés entre la mayoría de los
filósofos analíticos latinoamericanos. Esta situación me inquieta sobremanera. ¿Cómo
es posible que los filósofos analíticos latinoamericanos no llevemos a cabo un ejercicio
sincero de autorreflexión y, sobre todo, de autocrítica? No tenemos por qué adoptar los
modos en que la filosofía analítica se practica en la metrópoli y podríamos reorientar
nuestra labor a partir de otros valores y fines. ¿Por qué no lo hemos hecho?
La mayoría de los filósofos analíticos latinoamericanos, no sólo los más jóvenes,
carecen de memoria histórica. No recuerdan que la filosofía analítica latinoamericana
surgió también como un movimiento que respondía a necesidades y aspiraciones de
nuestra cultura. Hombres como Eduardo García Máynez, Fernando Salmerón y Luis
Villoro en México; Francisco Miró Quesada y Augusto Salazar Bondy en Perú; Gregorio
Klimovsky, Carlos Nino y Eduardo Rabossi en Argentina, por mencionar sólo algunos
ejemplos, fueron intelectuales que confiaban en el poder de la razón para transformar
nuestras vidas para bien. Estos analíticos latinoamericanos adoptaron la tradición de
pedagogía social de la filosofía iberoamericana —que se remonta al magisterio de
Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento y Justo Sierra— y la fortalecieron con las
nuevas herramientas del pensamiento analítico. Todos ellos eran pensadores ilustrados
y moralistas, es decir, todos ellos coincidían en su rechazo a la mentira, la demagogia,
la superficialidad, la falta de rigor lógico, la confusión conceptual, la pereza mental, el
dogmatismo, la ignorancia, la intolerancia. Entendida así, la filosofía analítica es
subversiva en países atrasados, fanáticos y autoritarios como los nuestros. Y fue ese
carácter subversivo lo que percibieron los golpistas argentinos que la expulsaron de la
universidad. Nada más peligroso para una dictadura que una disciplina de pensamiento
rigurosa, insobornable, orientada a la verdad. Pero también nada debería ser más
peligroso para una democracia de cartón, es decir, para una democracia superficial y
corrupta, que una disciplina como ésa. Sin embargo, poco queda del espíritu originario
de la filosofía analítica latinoamericana. Los analíticos nos hemos recluido en el espacio
de nuestras salas de seminarios, viajamos por el mundo dando conferencias en inglés
y publicamos en revistas y editoriales de postín; pero ya no tenemos el mismo destello
de nuestros maestros. Me pregunto: ¿qué podríamos hacer para que renaciera el
espíritu originario de la filosofía analítica latinoamericana?

Ofreceré dos recomendaciones muy generales a aquellos filósofos que simpaticen con
el proyecto de reconstruir la filosofía analítica latinoamericana:

(1) Rompan la relación de dependencia o subordinación con la filosofía analítica de la


metrópoli; atrévanse a pensar por su cuenta, en su idioma, recuperando a los autores
y los temas de su tradición intelectual.

(2) No se recluyan en la academia; ocúpense de los asuntos públicos, de la agenda de


la discusión democrática, y, en particular, traten de incidir en la orientación de la
educación pública.

Con base en estas recomendaciones expresaré algunas opiniones acerca de dos temas
relevantes de la filosofía analítica latinoamericana: el primero es el idioma en el que
ésta debe expresarse, y el segundo, su relación con los asuntos públicos.

Comienzo con la manida cuestión del idioma en el que hemos de publicar. Este asunto
no puede dirimirse con el argumento fácil de que usar el inglés garantiza que más
personas lean nuestro trabajo. Esta opinión pasa muy de prisa por las preguntas de
quién queremos que lea nuestros escritos, y de cómo y por qué deseamos que los lea.
Me parece que la defensa del inglés como la lengua franca de la filosofía analítica se
basa en una analogía muy discutible entre cierto tipo de investigación científica muy
especializada que normalmente se publica en revistas en inglés y la investigación
filosófica analítica. Pero si ampliamos nuestra concepción de la filosofía analítica en el
sentido que he sugerido anteriormente, la analogía se queda corta. Podríamos, por
supuesto, seguir publicando en inglés o en chino mandarín, pero habría que pensar con
mayor amplitud y altura de miras si convendría y si sería correcto abandonar el
español —¡una lengua hablada por quinientos millones de personas!— como un idioma
creativo de la filosofía analítica. Por otra parte, el argumento en favor del inglés recoge
el viejo prejuicio de que la filosofía es algo que se realiza de manera cabal únicamente
fuera de nuestras fronteras. Desde esta visión de las cosas, toca al filósofo
latinoamericano aprender lo que se hace en las metrópolis y divulgarlo entre sus
compatriotas. En el mejor de los casos, los maestros extranjeros reconocen en el
filósofo latinoamericano uno de sus interlocutores, pero el diálogo con ellos se hace
siempre en su idioma y sobre los temas planteados por ellos. Desde esta perspectiva,
lo que más le conviene al filósofo de nuestros países es emigrar a una universidad de
la metrópoli para que, una vez allí, sea aceptado como parte del selecto grupo que
dicta las tendencias de la filosofía mundial. No se me malinterprete. No niego que haya
filósofos mejores que otros y universidades mejores que otras; pero lo que no me
queda claro es que los criterios para determinar qué se entiende por un buen trabajo
de filosofía sean unívocos y estén determinados por un grupo reducido de árbitros. Por
eso, en vez de preocuparnos por estar al día en lo que se refiere a las modas que
vienen del norte, deberíamos ocuparnos en formar y consolidar comunidades filosóficas
propias donde discutamos acerca de los temas que nosotros escojamos, de la manera
que nosotros consideremos la más adecuada y donde guardemos memoria de las
discusiones pretéritas; de esa forma podremos construir tradiciones de investigación.
Insisto, para evitar malentendidos, en que el proyecto de una comunidad analítica
latinoamericana no propone la majadería de que nos aislemos del resto del mundo o
de que despreciemos el trabajo de calidad que se hace en el extranjero; no, por el
contrario, la filosofía analítica es una disciplina global y estandarizada y hay que
participar en ella en esas condiciones, pero pienso que debemos hacerlo con una voz
propia y desde un espacio que responda a nuestros intereses.

Una de las corrientes más robustas de la filosofía latinoamericana del siglo anterior fue
aquella que nos convocaba a salir de los cubículos para participar en la transformación
de la realidad. En el siglo XIX, Juan Bautista Alberdi decía que, con relación a la
filosofía, América realizaba lo que Europa pensaba; pero en el siglo XX hubo un
importante movimiento intelectual y político que sostuvo que América debía realizar lo
que ella libremente pensara por su cuenta. En el siglo XXI, esa corriente de
pensamiento se encuentra de capa caída. Creo que se le deberían infundir nuevos bríos
y que, por extraño que parezca, éstos podrían provenir de cierta rama de la filosofía
analítica.4 Para llevar a cabo esta síntesis habría que dejar atrás algunos prejuicios;
uno de ellos es que los filósofos analíticos tienen que estar enclaustrados en sus
universidades, sin poder participar de manera directa en los asuntos públicos. El mayor
reto de la política en Occidente es renovar el sistema democrático; es evidente que el
modelo de la democracia representativa liberal está agotado y eso lo ven con toda
claridad los millones de jóvenes que expresan su indignación en las principales
ciudades de Europa y América. La filosofía no puede ser ajena a este reto de nuestro
tiempo y estoy convencido de que, de todas las corrientes filosóficas, la analítica es la
que mejor podría nutrir una democracia más deliberativa, más participativa, por varias
razones: por su énfasis en el rigor conceptual, por su cultivo de la argumentación
virtuosa, por su defensa de la congruencia, por su insistencia en la claridad del
discurso, por su énfasis en la búsqueda de la verdad, por su respeto al juego limpio.
Propongo, por lo tanto, un giro político de la filosofía analítica. No se trata de
abandonar la filosofía profesional para dedicarse a la política profesional, mucho menos
de poner la filosofía al servicio de la política, sino de contribuir a la política desde la
filosofía. Bertrand Russell es el ejemplo clásico de cómo se puede combinar la analítica
con la política, pero la tradición de pedagogía social de la filosofía latinoamericana
también nos muestra un camino para lograrlo. El filósofo comprometido con la
reconstrucción de la democracia puede colaborar en ese proceso desde distintos foros:
la prensa, el internet, las asociaciones civiles e incluso los partidos políticos. Sin
embargo, considero que, por ahora, la escuela es el mejor sitio para que la filosofía
colabore en el proceso colectivo de reconstrucción social. Si bien antes me he quejado
de que los filósofos nos hemos convertido en ganapanes de las universidades, no veo
ningún desdoro en que seamos maestros en el mejor sentido de la palabra, es decir,
maestros de la vida individual y social. No se trata, insisto, de ser maestro de cualquier
escuela, sino de aquellas que sean genuinos talleres del conocimiento y la libertad, y
no meros repositorios de dogmas y mandatos. Y cuando hablo de escuelas, ¡ojo!, no
me refiero sólo a las universidades, sino principalmente a los bachilleratos y colegios
secundarios. Por lo tanto, también propondría un giro pedagógico de la filosofía
analítica.5 Tengo la convicción de que si los modos de razonar y argumentar
desarrollados por la filosofía analítica llegaran a las escuelas, formaríamos ciudadanos
mejor capacitados para reconstruir la democracia y, por añadidura, a la sociedad. De
nuevo, Bertrand Russell es un ejemplo de esta preocupación desde la filosofía por la
enseñanza; recordemos la escuela que fundó en 1927 con Dora Russell. Pensemos en
las clases de ética o de lógica que en algunos países todavía se imparten en el
bachillerato. Si esas asignaturas fuesen obligatorias y se impartiesen con un sesgo
analítico —y se impartiesen bien, por supuesto— podríamos esperar que en un futuro
la calidad de los debates públicos y de la toma de decisiones colectivas será mejor. Por
supuesto que la renovación de la democracia requiere muchas otras cosas, pero creo
que los filósofos analíticos podríamos colaborar en este proceso con nuestro granito de
arena. Y quizá peque de optimista, pero pienso que la filosofía analítica de América
Latina, precisamente porque tiene una posición marginal por estar lejos de los centros
de poder, podría contribuir a esa reforma cultural y política.

La filosofía actual es como una flor de invernadero académico —la frase es de Emilio
Uranga—. Depende de nosotros que sea como esas flores humildes y resistentes que
cubren las laderas y brotan de las grietas del pavimento. Para ello, debemos
transformar la práctica filosófica y las instituciones ligadas a ella con la convicción de
que una nueva manera de hacer filosofía es posible. La tesis central de este ensayo es
que podemos hacer eso sin dejar de ser filósofos analíticos o, mejor dicho, volviendo a
ser filósofos analíticos.

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