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“Es alguien con identidad de género masculina, no binaria u otra, que tiene sexo
biológico femenino, y por tanto menstrua” (La mancha de Chile, 2022). En otras
palabras, persona menstruante es cualquier persona que tiene útero, independiente
de su género.
Por siglos, la menstruación ha sido uno de los mayores tabúes culturales en todo el
mundo (Montgomery, 1974; Wilson, 1964). A causa de esto las personas
menstruantes experimentan uno de los procesos fisiológicos más largos e
importantes en contextos de silencio, violencia y discriminación (ONU, 2019), lo que
afecta negativamente su salud sexual y reproductiva, autoestima, autonomía en la
toma de decisiones con respecto a su cuerpo y sexualidad (Sommer et al., 2015) y el
acceso a oportunidades educativas y laborales (Unicef, 2020).
No existen muchos registros antiguos sobre la salud menstrual, pero se sabe que en
la civilización egipcia usaron tampones hechos de fibra de papiro ablandado y que, de
forma similar, pero milenios más tarde en Grecia se usó trozos de madera envueltos
en lino.
Los primeros registros médicos datan de 460-370 a.C., en la Grecia clásica. Estos
fueron escritos por Hipócrates quien fue un reconocido pensador al cual se le
atribuye el título del padre de la medicina moderna, el cual mantiene en la actualidad.
Fue él quien habló inicialmente acerca del periodo de
sangrado de la mujer, en su libro Corpus hippocraticum,
que reunía varios escritos analíticos frente a las
“enfermedades de las mujeres”. Hipócrates consideraba
que la sangre menstrual era producto de los desechos de
los fluidos corporales femeninos. Esta teoría se
desarrollaba a partir de una concepción de que la mujer
era “defectuosa” e imperfecta, ya que su temperatura
basal era muy elevada y el interior del organismo era en
extremo húmedo. Esto era, subsecuentemente, el motivo
por el cual el cuerpo necesitaba excretar su sangre de
manera urgente. Así mismo, los tratamientos y cuidados médicos para esta
‘enfermedad’ era quedar en embarazo y/o casarse para poder controlarla
• 1940: Universidad del Támpax: La Segunda Guerra Mundial hizo que más mujeres
se unieran a la fuerza laboral y la necesidad de una protección confiable e ilimitada
para la regla lo cual se convierte en una fuerza impulsora para la popularidad de los
tampones. Támpax responde con la creación de un programa de educación formal
para enseñar a las mujeres sobre los tampones y la mejor manera de usarlos. En 1941,
Támpax estableció el primer departamento educativo de la empresa. Las mujeres
educadoras se hicieron conocidas como las “damas de Támpax” y viajaban a
universidades y escuelas, así como a ferias comerciales y convenciones. También en
1941, en la planta de New Brunswick, Támpax
produjo vendajes de algodón y apósitos
quirúrgicos para el ejército estadounidense, junto
con las líneas de producción de tampones.
• 1978: Síndrome Shock Tóxico: En 1978 se describió por primera vez el síndrome
de choque tóxico (SST), enfermedad potencialmente letal y vinculada en un primer
momento con los tampones super absorbentes. El uso continuado por varias horas,
en conjunto con las fibras sintéticas con las que estaban fabricados propiciaban la
multiplicación de la bacteria staphylococcus aureus, responsable de aumentar la
concentración de la toxina bacteriana en el cuerpo.
• 1983: Utilizado por primera vez como insumo para un viaje espacial (Astronauta
Sally Ride)
Menstruar es un proceso fisiológico que no es una elección para las mujeres, jóvenes
y hombres trans que menstrúan. En Chile cerca de un 30% de la población vive este
proceso todos los meses. Al no ser una opción, todos los gastos asociados son
ineludibles. Por lo tanto, y a diferencia de lo que se
puede pensar sobre qué implica el gestionar los
productos asociados a la salud menstrual, ésta no
sólo es poder costear los productos de contención,
sino también tener acceso a condiciones mínimas
sanitarias como agua potable e infraestructura,
acceso a información oportuna y confiable, que
permitan vivir en condiciones dignas este proceso. Las brechas de género se pueden
observar en distintos ámbitos de la vida como en salud, educación, empleo, entre
otros. A esto se suman las diferencias biológicas que existen entre quienes menstrúan
y quienes no y que, sumado a otras brechas, generan aún mayor detrimento en contra
de las mujeres y personas que menstrúan, quienes deben destinar recursos para
gestionar su menstruación, sin ser optativo el pasar por ese proceso fisiológico todos
los meses por alrededor de 40 años de su vida. Si bien no sólo las mujeres menstrúan,
la mayoría de las estadísticas oficiales de los países aún no entregan información de
manera no binaria que permita identificar brechas salariales, por ejemplo, entre
personas con diversas identidades de género. Además de las brechas salariales
existentes, de acuerdo con la última CASEN (2020) realizada en pandemia, las
mujeres representan un 55% del total de pobres en el país, misma cifra se repite al
observar el detalle de la pobreza extrema y no extrema. De acuerdo con datos de la
OCDE, Chile está dentro de los 9 países con mayores brechas salariales por género,
las mujeres ganan, en promedio, un 28% menos. A todo lo anterior, se suma que
mensualmente, la mayoría de las mujeres y personas menstruantes deben destinar
recursos económicos y emocionales a gestionar su menstruación. Los productos que
se utilizan durante esos días no están libres de impuesto ni son provistos por el
Estado, a pesar de ser bienes de primera necesidad y no bienes de lujo
Hasta el momento, ningún organismo estatal había estudiado temas sobre salud,
higiene y gestión menstrual. SERNAC es el primer organismo público en levantar
información respecto a estos temas. La primera encuesta sobre gestión menstrual, si
bien no es representativa de la población residente en Chile, fue respondida por más
de 10 mil personas que menstrúan, siendo además una de las encuestas de consulta
ciudadana dentro del servicio con mayor nivel de respuesta. Además, es importante
destacar, que hubo participación de todas las regiones del país, teniendo tasas de
respuesta incluso mayores en la zona sur que a nivel metropolitano. Esta alta
participación, es muy probable que esté relacionada con el interés creciente que se
observa en torno a la menstruación, sobre todo porque es algo que le ocurre todos
los meses a la mitad de la población mundial y no de forma voluntaria
La distribución por rango etario muestra una alta participación de personas entre 15
y 29 años; la mayor concentración se observa entre quienes tienen entre 20 y 24
años (27%), luego quienes tienen entre 15 y 19 años (22%), seguido de las personas
entre 25 y 29 años (19%).
Fuente: Informe Salud Menstrual, SERNAC. 2021
Un 66% de las personas declara utilizar algún tipo de tratamiento para aliviar los
dolores menstruales, principalmente tratamientos tradicionales como la utilización de
antiinflamatorios o anticonceptivos.
Al preguntar por la primera persona que les habló sobre menstruación, el 68,3%
indica que fue su madre, seguido de sólo un 10,4% que dice que fue en colegio, pero
no como institución educativa sino, generalmente, alguna profesora de una materia
en particular o quien se hacía cargo de la jefatura del curso.
Sin embargo, no existen mayores iniciativas a nivel estatal que estén abordando esta
situación.
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