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Prólogo a la segunda edición:(1787)

Kant comienza exponiendo que algunas clases de conocimientos han entrado en “el camino seguro
de la ciencia” (los de lógica, matemática, física); no así los conocimientos referidos a la Metafísica
ya que estos, a diferencia de los conocimientos de las ciencias ya nombradas, son conocimientos
especulativos de la Razón que nada toma de la experiencia y sólo se sirven de conceptos donde la
razón debe ser su “propio discípulo”.
La Metafísica, según Kant, no pudo entrar en el seguro camino de una ciencia, ya que el camino que
ella traza no es seguro, prueba de esto es el constante andar y desandar de los metafísicos basándose
sólo en conceptos. Reconoce Kant, que la Metafísica ha intentado regular los conocimientos por el
objeto de análisis (postura realista); y que siendo su objeto de estudio algo que está más allá dela
experiencia sensible –por lo cual no lo podemos conocer-, es necesario hacer un giro y aceptar que
“los objetos sean los que deban reglarse por nuestros conocimientos”. Esto puedo hacerse con la
Metafísica en lo relacionado a la intuición de los objetos. Porque si la intuición se regla por la
naturaleza de nuestra facultad intuitiva, se podrá saber algo de ella a priori. El ser humano
solamente puede tener seguridad en sus conocimientos que traten sobre los fenómenos, pero cuando
intenta conocer la “cosa en sí”, no puede tener la seguridad con la que conoce algún fenómeno
cualquiera, ya que la “cosa en sí” se escapa a la sensibilidad. Y lo que no impulsa a ir más allá de
los límites de la experiencia y de todos los fenómenos es lo incondicionado –que la razón pide, con
“justa razón” para lo condicionado; exigiendo la sería completa de condiciones-.Negada la
posibilidad de un conocimiento de la “cosa en sí” para la razón especulativa, sólo le queda
reconocer a Kant que los conocimientos de la Metafísica son válidos para la razón práctica. Las
cosas en sí, si bien no podemos conocerlas, al menos podemos pensarlas. Pero como el pensar es
muy amplio y para que la razón, en su búsqueda incesante de lo incondicionado, no marche por
cualquier camino, el límite que Kant pone a la facultad de la razón es la de no pensar algo que sea
contradictorio. La Crítica de la Razón Pura permitirá encaminar la metafísica hacia el camino
seguro dela ciencia, afirmando como necesarios (para la razón práctica) los postulados morales y
religiosos (la libertad humana, la existencia de Dios y el alma).

OTRO RESUMEN

Prólogo a la segunda edición (1787)


El problema que Kant debe resolver es la posibilidad de que la metafísica se constituya
como ciencia. Esta, a diferencia de la matemática, la física, y en cierto sentido la lógica, no ha
avanzado en el conocimiento de su objeto, a pesar de ser la más antigua de las disciplinas, y aquella
que perduraría aun cuando “todas las demás tuvieran que desaparecer enteramente, sumidas en el
abismo de una barbarie destructora”. Kant contrapone el desarrollo estéril de la metafísica a los
avances de la matemática, pues esta última constituye, sin duda alguna, una ciencia, a pesar de que
sus objetos no le son dados empíricamente –y recordemos que para Kant el conocimiento sólo es
posible a partir del fenómeno. ¿Dónde radica entonces la diferencia con la metafísica, cuyos objetos
tampoco tienen carácter fenoménico? Tal diferencia estriba en el hecho de que en la matemática el
conocimiento de su objeto es a priori, pero está mediado por las intuiciones puras de espacio y
tiempo, cosa que no ocurre en el caso de la metafísica. La metafísica, dice Kant, ha sido hasta el
momento en que escribe un tanteo entre meros conceptos.
Kant opera en la filosofía un giro copernicano, como él mismo lo indica. Tal giro consiste
en cambiar el lugar determinante en la relación cognoscitiva del objeto al sujeto, quién será, para
Kant, el que construya el ámbito de la objetividad. Copérnico estableció como una hipótesis lo que
luego sería probado con el carácter de una certeza por las leyes del movimiento de los cuerpos
celestes: que no es la tierra quien ocupa el centro del sistema solar, sino que todos los planetas del
mismo giran alrededor del sol. De la misma manera, Kant propone como hipótesis que es el sujeto
el eje determinante en la relación de conocimiento, pero tal hipótesis quedará probada
apodícticamente en el transcurso de la Crítica, mediante la constitución de las representaciones de
espacio y tiempo y las categorías del entendimiento.
Kant indica que no es el objeto quien determina el conocimiento, sino que el sujeto, a través
de sus intuiciones y conceptos puros a priori, crea el ámbito de la objetividad. En efecto, no
conocemos a priori de las cosas más que lo que nosotros mismos ponemos en ellas. Ahora bien, la
metafísica se ocupa de objetos que no le son dados en forma alguna en la experiencia; más, no
obstante ello, ésta se ocupa afanosamente en tratar de exceder los límites de toda experiencia
posible. El problema de la metafísica, dice Kant, radica en que para constituir una ciencia debería
atenerse tan sólo al fenómeno, pero busca, en cambio, considerar la cosa en sí misma, que, si bien
es real, permanece incognoscible para nosotros, pues sólo hay conocimiento de los fenómenos, de
las cosas tales como se nos presentan. Ahora bien, este afán de la razón por ir más allá de sus
propios límites no es algo extraño a la naturaleza del hombre, sino una disposición intrínseca a la
misma, pues la razón busca realizar síntesis cada vez más amplias, y de esta manera exige la serie
completa de las condiciones, llegando hasta lo incondicionado.
Ahora bien, no es el caso que la metafísica no posea valor alguno por el hecho de no poder
progresar en el campo del conocimiento. Por el contrario, ella posibilita, en la práctica, llegar más
allá de toda experiencia posible, pues aspira siempre a lo incondicionado, esto es, la síntesis o
unidad suprema del conocimiento.
Kant indica que es necesario admitir a Dios, la libertad y la inmortalidad para el uso
práctico de la razón, puesto que ésta, para llegar a los conocimientos trascendentes, tiene que hacer
uso de principios que no alcanzan en realidad más que a objetos de la experiencia posible. El
problema radica en que la razón no se atiene a esta limitación, y busca aplicar aquellos principios
válidos sólo para el ámbito de lo fenoménico, a la cosa en sí, pues pretende brindar un conocimiento
positivo de la misma, cuando en realidad ella es tan sólo pensable. Por ese motivo, Kant dirá que
“tuve que limitar el saber, para dar lugar a la creencia”.

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