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Psicología institucional
Por sujeto entendemos no a un ente aislado sino a un sistema abierto en permanente
intercambio con el medio que lo constituye y que, a su vez, es modificado por el sujeto en
un proceso dialéctico en permanente interacción. Por lo tanto, consideramos que la
subjetividad está atravesada y constituida, aún desde antes de nacer, por las diferentes
instituciones: familia, educación, salud, lenguaje, entre otras. La identidad del sujeto se irá
forjando a partir del pasaje por los distintos ámbitos institucionales.
Dada la incumbencia profesional del psicólogo institucional, al hablar de
sufrimiento hablamos de sufrimiento institucional. Siguiendo los aportes kaesianos, al
referirnos al sufrimiento en las instituciones, destacamos que no son las
instituciones las que sufren, sino los sujetos inmersos en ellas, es decir, el sujeto y su
cotidianeidad. En virtud de los pactos, contratos y renuncias que el sujeto debe realizar para
apuntalarse en ese otro que la institución representa, es que se puede comprender el
sufrimiento institucional.
Podemos definir a la psicología Institucional como una de las escuelas que abordan lo
institucional en tanto campo de intervención del psicólogo; sus objetos de análisis son las
instituciones, las organizaciones y las prácticas que en ellas se realizan priorizando
las subjetividades que las habitan.
Podemos definir 4 instituciones según Baremblitt fundantes de la sociedad humana:
A. El lenguaje: En su doble vertiente, como facultad humana trascendental y como
actividad enteramente práctica y comunicativa. Existen distintos tipos de
lenguajes: gestual, escrito, oral, etc. El precio de su trasgresión es la
incomunicación.
B. Las relaciones de parentesco: definen los lugares dentro de las familias. Prescriben
determinadas uniones.
C. La religión: regula las relaciones entre el hombre y la divinidad. Existen
comportamientos indicados o contraindicados.
D. La división del trabajo: el trabajo humano está dividido según los momentos y las
especificidades de cada producción y salario. Quedar por fuera de la institución del
trabajo, o sostener condiciones paupérrimas del mismo, es una de los más
traumáticos padecimientos que atraviesa el hombre actual.
En cuanto al término organización, es el mismo Baremblitt quien las define como:
“(…) realizaciones u objetivaciones de las instituciones. (…) Para tener vigencia, para
cumplir su función de regulación de la vida humana, las instituciones tienen que
realizarse, materializarse. ¿En que se materializan ellas [las instituciones]? En
dispositivos concretos que son las organizaciones.”
Así, las organizaciones resultan ser el espacio físico, concreto, en el que las instituciones se
materializan.
Subrayamos, entonces, que la complejidad misma de la vida institucional requiere
de una batería de recursos teóricos y prácticos que configuran de por sí una
especialidad en el campo profesional de los psicólogos institucionales.
Considerando las distintas miradas que se pueden tener sobre lo institucional,
buscamos destacar la especificidad de la Psicología Institucional en tanto campo
propicio para el abordaje y el análisis del sufrimiento institucional de los sujetos
inmersos en las organizaciones y atravesados por multiplicidad de instituciones.
Bleger señala que: “El objetivo del psicólogo en el campo institucional es un objetivo de
psicohigiene: lograr la mejor organización y las condiciones que tienden a
promover salud y bienestar de los integrantes de la organización. El psicólogo
institucional se puede definir en este sentido como un técnico de la relación
interpersonal o como un técnico de los vínculos humanos (…) y se puede decir también
que es el técnico de la explicitación de lo implícito. Ayuda a comprender los problemas y
todas las variables posibles de los mismos pero él mismo no decide, no resuelve ni ejecuta.
(1966: 61)”
La intervención institucional
Siguiendo a Bleger, planteamos que la intervención institucional es la acción en terreno que
desarrolla el psicólogo institucional con el fin de “(…) ayudar a comprender los problemas
que existen y ayudar a problematizar las situaciones por la que atraviesa una institución”.
Se debe problematizar porque el núcleo de tensión y conflicto es negado por los miembros
de las organizaciones y es por ello que ponerlos a hablar, problematizarlos, permitirá pensar
las soluciones para fortalecer la dinámica institucional.
Cuando la trama discursiva se resquebraja, cuando la incoherencia predomina en el mundo
cotidiano de los sujetos, lo que aparece es el sufrimiento institucional.
La competencia prima exigiendo un ideal de perfección cada vez menos alcanzable
prevaleciendo los aspectos narcisistas en lo individual que, en una conjunción inadvertida,
se extienden no pocas veces a lo colectivo. De este modo, se favorecen mecanismos de
escisión, se observan conductas impulsivas, bajo nivel de tolerancia a la
frustración, respuestas expulsivas y escasa mediatización de la palabra. Y así como todo
esto sucede a nivel de la vida personal del sujeto, también sucede en el mundo de los
colectivos que conforman las organizaciones dado que éstas repiten en su interior la cultura
en la que están inmersas, manifestándose sintomáticamente en fallas en la tarea primaria y
en los vínculos entre los miembros que las componen. Estas fallas son susceptibles de
ser traducidas en malestares institucionales que obstaculizan la forma en que se
llevan adelante las tareas y el tipo de relación establecido entre los miembros. Y es allí
donde la intervención del psicólogo institucional cobra sentido.
Conclusión
La Psicología Institucional, en tanto campo de inserción del psicólogo, promueve la
comprensión de los avatares institucionales cotidianos: requiere una lectura y una
interpretación no sólo de los aconteceres organizacionales sino también de los hechos
sociales que envuelven, forman y transforman la subjetividad. Y no sólo la subjetividad de
los consultantes sino también la de los propios consultores.
Una cantidad importante de estas fundaciones -excepto las políticas- se distingue a su vez
por estar patrocinadas por empresas o bancos o por pertenecer a empresarios importantes.
Esto se encuadra dentro del fenómeno de la filantropía empresaria, que si bien tiene
antecedentes en la historia argentina se ha expandido notablemente en la última década.
Mutuales
El inicio del mutualismo estuvo estrechamente relacionado a la inmigración europea llegada
a Argentina a partir de fines del siglo XIX. También llamadas mutualidades, sociedades de
socorros mutuos, asistencia recíproca o previsión social, estas entidades se desarrollaron
principalmente en el área de seguros, previsión social, asistencia médica y diversos tipos de
servicios. Actualmente, existen más de 6 mil mutuales que cuentan con alrededor de 5
millones de socios, y que se ocupan de brindar distintos tipos de servicios sociales a la
comunidad. La mayor parte se concentran en el rubro de previsión social, seguros, créditos,
vivienda, salud y consumo.
Cooperativas
Las cooperativas también surgieron a partir de fines del siglo XIX al compás del fenómeno
inmigratorio, el crecimiento de la clase trabajadora y la expansión económica. Si las
mutuales fueron un fenómeno típicamente urbano, y por ellas los obreros e inmigrantes se
proveyeron de servicios de salud y seguridad social; las cooperativas comenzaron siendo
un fenómeno típicamente rural, por el que colonos de diferentes nacionalidades y
chacareros organizaron sus actividades agropecuarias
Según la Ley de Cooperativas, éstas son entidades fundadas en el esfuerzo y la ayuda
mutua para organizar y prestar servicios.
Asimismo, al definir la naturaleza del fin social de las cooperativas, la ley vuelve a insistir en
que éste no consiste en otra cosa que la organización de un servicio comunitario en
beneficio común de los asociados a ese exclusivo objeto. Ahora bien, el tema más complejo
en la definición de las cooperativas como entidades sin fines de lucro es la efectiva
posibilidad de distribución de beneficios entre los asociados.
Es decir que la pertenencia de las cooperativas al terreno de la “economía solidaria” o la
“economía social” establece algunas peculiaridades en el tipo de beneficio a distribuir y en
la modalidad de distribución que es necesario examinar.
Obras sociales
La cobertura integral provista por las obras sociales hace de ellas un sistema peculiar que
cumple con los principios de los sistemas nacionales de salud –tales como la universalidad
de la cobertura o la inmediatez e integralidad de las prestaciones– en grado mucho mayor
que otros sistemas latinoamericanos especialmente creados para el manejo y
administración de prestaciones de seguridad social. Ello ha inducido a que se equipare a las
obras sociales con un verdadero seguro nacional de salud.
La modificación establecida más recientemente, en 1996, fue la de eliminar la afiliación
obligatoria a la obra social del sindicato respectivo, permitiendo a los trabajadores la libertad
de elección pero limitada al espectro de las obras sociales existentes, es decir, sin incluir a
las empresas de medicina privada. A su vez, la mencionada ley expresa claramente la
heterogeneidad del universo de las obras sociales, distinguiendo ocho clases: las sindicales,
las de personal de dirección y asociaciones profesionales de empresarios, las constituidas
por convenio con empresas privadas o públicas, las creadas por leyes nacionales, las
pertenecientes a la administración central del Estado nacional, las de empresas y
sociedades del Estado, las del personal civil y militar de las fuerzas de seguridad y todas
aquellas entidades cuyos objetivos estén contemplados en lo establecido en la citada ley.
Sindicatos
Los sindicatos son asociaciones en sentido amplio, que a nivel específico están regidos por
la Ley de Asociaciones Sindicales de Trabajadores Nº 23.551 -sancionada en 1988- y que
se encuentran bajo la órbita del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación.
Esta Ley garantiza la libertad sindical -tanto para conformar asociaciones como para
afiliarse a ellas- y la constitución de sindicatos por rama de actividad, oficio o empresa.
Ahora bien, si bien se establece esta libertad sindical, también se establece la figura de
personería gremial, estatuto que sólo adquiere el sindicato que sea más representativo en
su ámbito.
Además, sólo los sindicatos con personería gremial tienen los derechos de participar en
instituciones de planificación, intervenir en las negociaciones colectivas de trabajo, vigilar el
cumplimiento de la normativa laboral y de seguridad social, colaborar con el Estado en el
estudio y solución de los problemas de los trabajadores, constituir patrimonios de afectación
con los mismos derechos que las cooperativas y mutualidades y administrar sus propias
obras sociales.
La definición estructural-operacional en Argentina
Estructuradas
La figura de simples asociaciones, esto es, organizaciones sin personería jurídica, son
consideradas como sujetos de derecho, siempre que el acto constitutivo y la designación de
autoridades se acrediten por escritura pública o mediante instrumento privado con
autenticidad certificada por escribano público y se dispone que en caso de funcionar sin
estos requisitos todos los miembros son considerados solidariamente responsables por los
actos de la entidad. Consecuentemente con esto, existe un número indeterminado de
organizaciones sin fines de lucro que no poseen personería jurídica, por lo cual para
aplicarles el criterio de “estructuradas” sería necesario conocer el nivel de formalización en
que desarrollan sus prácticas, así como su duración en el tiempo.
Sin fines de lucro
Siguiendo la doctrina cooperativa, la Ley define los excedentes repartibles como un exceso
de previsión en el costo del servicio utilizado y establece su distribución entre los asociados
en proporción al uso de dicho servicio y no en proporción al capital aportado. Además, dicha
distribución está limitada por deducciones previas y obligatorias -5% destinada a la cuenta
de reserva de carácter irrepartible, 5% a un fondo de acción asistencial y laboral, 5% a un
fondo de educación y capacitación- y por la obligación de destinar todo excedente generado
por operaciones extraordinarias, como la provisión de servicios a terceros, en la
mencionada cuenta de reserva.Tomando en cuenta estas particularidades, creemos que el
criterio “sin fines de lucro” puede ser aplicado a gran parte de las organizaciones
constituidas como cooperativas en Argentina.
Privadas
En Argentina, la Iglesia Católica es la única que comparte con el Estado, los municipios y
las provincias el hecho de ser personas jurídicas de derecho público. Asimismo, su
sostenimiento económico por el gobierno federal está establecido en la Constitución
Nacional. Sin embargo, esto no basta para concluir que el criterio “privadas” no es aplicable.
No sólo por la independencia administrativa de la Iglesia en sí misma, sino porque
dependen de ella diversas instituciones no sacramentales que además de distribuir y
gestionar servicios asistenciales del Estado, realizan una gran variedad de actividades
-desde comedores a microemprendimientos productivos- financiadas autónomamente,
mediante colectas nacionales y los aportes de algunas fundaciones extranjeras y empresas
nacionales. Por otra parte, la dependencia económica establecida constitucionalmente está
siendo actualmente discutida. Confluyen para esto los procesos de ajuste económico y la
propia iniciativa de algunos sectores eclesiásticos, que consideran que si la Iglesia se
independiza en materia económica ganará también en autonomía política con respecto al
Estado.
Autogobernadas y voluntarias
En primer lugar, las autoridades de estas organizaciones son designadas por el sindicato
respectivo, aunque debe ser tomado en cuenta que a su vez estas autoridades son elegidas
por los trabajadores. En segundo lugar, a pesar de los actuales procesos de desregulación,
la afiliación de los trabajadores a una obra social es todavía obligatoria. Así, estas
organizaciones son consideradas casos híbridos.
En el curso de la intervención, es típico que el psicólogo tenga que dilucidar el fantasma que
Freud calificó de “ficción o ilusión primaria” en la sustentación psicosocial de las
instituciones, vale decir la ya tan mentada “estructura libidinosa”.
Más allá de la organización: La necesidad de tomar en cuenta el contexto cultural en el que
la “cultura” de una organización se inserta significativamente se le impone al psicólogo
institucional en su práctica de modo continuo - esté o no advertido de ello por una teoría que
integre sistemáticamente el dato. Dicho contexto está complejamente constituido por las
pautas culturales (más abarcativas) que tienen vigencia en los múltiples campos históricos
colectivos en los que el ámbito estudiado se inserta, en términos de pertenencia y referencia
para sus miembros. Aquí “Cultural” vale en todos los sentidos del término reseñados, vale
decir:
a) Avatares de la “Estructura Libidinosa” freudiana y urdimbre mítica
(ideológico-fantasmática) centrada en ella;
b) Sentidos restringidos (En el Discurso de las Ciencias del Hombre)
c) Sentido Amplio (En el Discurso de las Ciencias del Hombre)
La determinación de los procesos que tienen lugar en un campo histórico colectivo tiene, no
obstante, múltiples dimensiones. Se trata, siempre, por lo tanto, de una
sobre-determinación, en la producción del acontecimiento (que no sea, claro está, un
acontecimiento puramente natural, como un cataclismo) y en el mantenimiento o
transformación de la estructura o la institución. Nada nos obliga, por otra parte, en estos
ámbitos sociales y “culturales” de mediana amplitud – tanto el de las organizaciones como
el de los dispositivos – a tener que optar de modo prematuro en relación con la grave
cuestión de dónde ubicar lo determinante “en última instancia”. Pueden constituir, por tanto,
espacios abiertos a la indagación, la reflexión y la acción prudente.
Subculturas
El término subcultura proviene de la Sociología y de la Antropología, disciplinas que lo
referencian desde una perspectiva macro social remitiéndolo al estudio de las diferentes
categorías sociales que nacen en una cultura determinada.
Llevado el concepto de subcultura al nivel organizacional, se plantea que las grandes
organizaciones que poseen una estructura compleja presentan en su interior una cultura
dominante y una diversidad de subculturas, las diferentes áreas o sectores que posean una
particular autonomía tendrán a su vez una propia cultura.
Niveles de cultura organizacional
Schein (1988) plantea que son tres los niveles que conforman la cultura de una
organización y que se ordenan desde lo más visible a lo verdaderamente tácito.
➔ Nivel de los artefactos culturales: Hace referencia a los elementos tangibles y
visibles en el recorrido por el espacio físico de la organización. Este nivel es posible
de ser reconocido a través de las observaciones y el registro de la información ya
que refiere a todo lo que se puede ver, oír, sentir y tocar a medida que se circula por
el espacio físico organizacional.
➔ Nivel de los valores expuestos: Refiere al conjunto de ideas, capacidades,
destrezas, actitudes, sentimientos y valores que constituyen la causa y
consecuencia de los artefactos y que existen en el plano de la conciencia de los
miembros de la organización -aunque con diferentes niveles de precisión o de
compromiso-.Este nivel puede ser derivado a partir de la triangulación de las
observaciones y las entrevistas realizadas a los miembros de la organización.
➔ Nivel de las presunciones básicas: Describe a los valores naturalizados por el paso
del tiempo, que permanecen incuestionables y que se convierten en verdaderos
axiomas que orientan el comportamiento de los miembros de la organización. Este
nivel es indagado a través de las inferencias que se realizan sobre las entrevistas
realizadas e incluye la dimensión histórica de la organización dada la importancia
que ésta última reviste para la comprensión del nivel.
Los niveles detallados se materializan en los comportamientos de los actores sociales que
transcurren su cotidianeidad en las organizaciones y esa materialización es la que permite
visualizar la cultura organizacional.
Reflexiones finales
Desde el campo de la práctica profesional y de investigación de la Psicología Institucional,
se considera que una conjunción de las tres metáforas propuestas por García Álvarez es lo
que permite comprender ampliamente el acontecer institucional en su articulación con los
tres factores que propone Schein. Por un lado resulta imprescindible comprender los
factores institucionales externos que están haciendo mella en el funcionamiento
organizacional. Por otro lado, no se puede desconocer la marca que los integrantes de la
organización, específicamente en los niveles jerárquicos más elevados pero sin desconocer
los demás niveles, imprimen en la cultura de la misma. Pero, a su vez, es dable considerar
que muchas veces la cultura es lo que le da identidad, nombre propio, a la organización,
aún más allá de las particularidades que la envuelven. El análisis de las tres metáforas de la
cultura y de los tres factores que postula Schein no está exento de cierta complejidad ya
que remite a trabajar con las costumbres, tradiciones, mitos y ritos, los artefactos y símbolos
organizacionales, así como también con los aspectos históricos, políticos, económicos, etc.,
sin dejar de lado la consideración de las subjetividades que habitan la organización.
La tarea de reconocer esas reglas o guiones que conforman la cultura esclarece el
funcionamiento de la organización en su totalidad y favorece al proceso, ya sea de
diagnóstico o intervención, que el psicólogo institucional esté realizando.
Lattanzi - ¿El poder de las nuevas tecnologías o las nuevas tecnologías y el poder?
Resumen
Si la modernidad fue el tiempo de la experiencia racional del mundo, la posmodernidad
plantea una experiencia donde la realidad fenoménica y la experiencia de lo virtual conviven
y se confunden. Una experiencia de lo virtual que construye una realidad a medio camino
entre lo real y lo ilusorio. Ni es plenamente ilusoria ni surge de la experiencia fenoménica
del mundo. A medio camino entre lo objetivo y lo subjetivo. Parte de nuestra vivencia
subjetiva pero tiende a objetivarse en la medida que construye efectos sobre la vida. Esto
nos lleva a pensar a su vez en la categoría de un sujeto virtual. Un sujeto que no se
configura plenamente como real pero que adquiere una identidad (por más fugaz que esta
sea) y que reclama una existencia. Surge así una nueva categoría de sujeto y de
subjetividad que se inscribe en el surgimiento de una nueva época histórica (capitalismo
tardío). Un sujeto que es pura representación y cuyo rasgo más sobresaliente es su propia
ausencia.
Y así como se puede hablar de un sujeto virtual es posible comenzar a pensar que uno de
los signos de nuestro tiempo es la existencia de un poder virtual (un rey sin cuerpo) cuyo
condición se ejerce entre la circulación de las redes comunicativas. Un poder sin centro ni
materialidad. Un poder sin rostro, tan invisible como presente.
El desarrollo de las nuevas tecnologías permiten la configuración de mundos virtuales:
navegar en la red, chatear, leer un libro o un diario por Internet, guardar los recuerdos como
imágenes digitalizadas, crear a partir de las artes digitales, asumir identidades virtuales, ver
y dialogar con otras virtualidades. Lo virtual irrumpe en nuestra vida cotidiana. Se naturaliza,
forma parte de ella. Pagar las cuentas, hablar, informarse, leer, enamorarse, recordar,
excitarse, emocionarse, conocer. Lo virtual interactúa con lo real. Más aún, lo virtual se hace
real.
Lo virtual pensado como categoría filosófica, estética y política.
Marco teórico
Para el abordaje filosófico tomamos el concepto “brecha de paralaje” expuesto por Slavoj
Zizek en su texto Visión de paralaje. La idea de Zizek es la idea de reemplazar las
antinomias típicas de la modernidad (materialismo vs idealismo; universal vs particular) por
el concepto de brecha, de tensión inherente, de no coincidencia del uno consigo mismo.
Esta inadecuación nos permite corrernos de visiones esencialistas y pensar en la posibilidad
de un desplazamiento en el objeto a partir de un desplazamiento en la mirada del sujeto.
Zizek se ocupa también de pensar la cuestión de lo real, de la esencia y la apariencia, en
donde un desplazamiento en la mirada del sujeto permite acceder a nuevos puntos de vista
sobre lo real. Esto hace que lo real se vuelva en definitiva la diferencia entre diversas
apariencias.
En el plano estético nos basamos en la concepción del desarrollo de la historia del arte
planteado por Arthur Danto. Para este filósofo habría existido una “era del arte” la cual
comprendería entre el renacimiento y la década del ´70 del siglo XX. Esta “era del arte” se
subdivide a su vez en dos períodos: el del arte como ventana y el modernismo. El primero
se caracteriza por pensar al arte como reproducción o mímesis de la realidad. La obra de
arte se transforma así en una ventana a través de la cual se puede acceder a un
micromundo espejo de la realidad. Este período comprende entre el renacimiento y la
llegada del impresionismo. El modernismo va desde el impresionismo hasta el fin de la era
del arte en los años ´70. Se caracteriza por abandonar la pretensión de mímesis de lo real y
postular la autorreflexión del arte sobre su propio medio.
En el caso tomamos prestado el concepto de Gilles Deleuze de “sociedad de control”.
Deleuze sostiene que la modernista sociedad de disciplinamiento y sus instituciones de
secuestro (la escuela, el hospital, la fábrica, la cárcel, etc.) de la cual hablará Foucault, está
entrando en crisis. Esta crisis se da entre otras cosas por los cambios tecnológicos y las
modificaciones en los sistemas productivos. La sociedad de control es una sociedad en la
que detrás de una apariencia de sociedad de “puertas abiertas” el poder ejerce un fuerte
control a partir de las posibilidades tecnológicas.
La virtualidad tecnológica
Por virtualidad entendemos la construcción de una apariencia de realidad a partir del uso de
un dispositivo tecnológico que la posibilita. La virtualidad puede tener distintos grados,
desde el uso de alguna herramienta virtual sin que eso suponga una experiencia de ruptura
total con el entorno cotidiano (por caso el uso de un Chat) hasta experiencias más radicales
donde la virtualidad sustituye a aquella otra realidad cotidiana constituyéndose en la
realidad primaria de mi percepción (el caso de ciertos videojuegos o los simuladores de
vuelo). El digital supone una cierta virtualidad en tanto transforma la materialidad del objeto
analógico en un código binario. Es decir tiende a la desmaterialización del objeto.
La virtualidad filosófica
En términos filosóficos la virtualidad nos enfrente a una progresiva desaparición de los
objetos materiales. El objeto con sus formas, proporciones, texturas, colores, olores, es
reemplazado por una serie de datos electrónicos. Esto obliga a resignificar nuestra
percepción del mundo cotidiano, nuestra idea misma de realidad. La sensibilidad del mundo
es la que cambia. La percepción de lo sensible. Se pierde el carácter de fetiche del objeto.
La condición aurática del mismo. El sentido de posesión sobre las cosas. Un libro virtual es
una abstracción. Está presente pero en su condición de ausente. Los objetos pasan a ser
una idea. Están, pero en ningún lado. No se corporizan, no se ven, no se tocan.
En el objeto están contenidas las huellas del sujeto. El mundo virtual se basa en la
posibilidad de construir un mundo sin espacios y sin tiempos. El espacio digital es un
espacio sin materialidad, establecido sobre la bidimensionalidad de la pantalla. Es un
espacio visual. Sólo la mirada lo establece. Presupone al ojo como único sentido posible.
Sobre la anulación de cualquier otro sentido se construye. La mirada lo postula y lo
configura. En lo que refiere al tiempo el espacio virtual es atemporal. Su tiempo es un eterno
presente. No hay marcas ni huellas de una genealogía. No hay origen ni desgaste.
no existe una realidad única, cerrada u objetiva y una apariencia falsa que la vela. Lo que se
sostiene es que la realidad misma queda reducida a ser pura apariencia. Detrás del velo de
una apariencia lo que se ve es otra apariencia. Detrás del velo de la ficción hay otra ficción,
la de lo real.
La paralaje de lo real postula la realidad como una brecha entre apariencias, detrás de una
máscara aparece otra. No hay una realidad “esencial”, sino multiplicidad de apariencias.
Cada apariencia se representa como real a partir de una mirada subjetiva, un punto de
vista, una parcialidad. En tal sentido la experiencia virtual no debe ser pensada como un
velo falso o como espejo de una realidad esencial, sino por el contrario, como una otra
apariencia de lo real. Lo virtual se naturaliza como parte de la realidad. Más aún: lo virtual
se vuelve real en la experiencia en tanto produce efectos de sentido, interactúa con otros
niveles de realidad, despierta emociones. Lo virtual interviene en el corazón mismo de la
real no como falso velo sino como configuración de una nueva experiencia de lo real.
Ahora bien, así como partimos de la sospecha de que no se puede pensar en la posibilidad
de un sujeto que por lo virtual es “menos real”, tampoco pueden minimizarse las
consecuencias de plantear un sujeto “sin cuerpo”. Un sujeto cada vez más desligado de lo
sensorial, de la experiencia en el mundo y de su relación con las cosas. Un sujeto reducido
al microcosmos fantasmático de la experiencia digital.
La virtualidad estética.
La esfera del arte y la estética también se ve afectada por la dinámica de lo virtual. Se habla
de arte digital, se transforman las técnicas en las áreas del diseño, el cine y la fotografía
abandonan sus tradicionales soportes y dan paso a la era inmaterial del digital. Como en
otros campos donde acecha lo virtual, el del arte digital se ve atravesado por la idea de la
pérdida del objeto. De un arte que no deja su huella sobre soportes materiales.
A partir del relato histórico de Danto podemos pensar la progresiva mutación del objeto
estético hasta su propia eliminación. El arte como ventana pensaba a la obra como un
objeto racional, depositario de formas y proporciones equivalentes a las del mundo “real”. El
modernismo comienza a reflexionar sobre el objeto estético; sus formas, sus límites y
contornos comienzan a perder claridad. El modernismo tardío del Arte Pop y Conceptual,
plantea la tesis de que puede haber arte más allá del objeto. En el arte actual, aquel que ha
sobrepasado “la era del arte”, el objeto es prescindible.
El arte digital nos propone un arte inmaterial. La técnica es reemplazada por la tecnología.
El artista, aquel heredero del artesano, es reemplazado por el diseñador. El linaje se rompe.
El arte digital pierde su contacto con el material. El cine deja de ser el registro de lo real vía
impresión en la película. El registro se mantiene pero es su soporte material lo que
desaparece. En lugar de la película lo que aparece son un conjunto de datos electrónicos.
De allí al disco y se edita. Nadie en todo el proceso ha tenido contacto con el material.
A partir de las nuevas tecnologías, lo estético desborda los dominios tradicionales del arte.
Se habla cada vez más de diseño en lugar de arte. Lo estético pasa a ser un signo que
atraviesa casi todas las esferas sociales de nuestra época. Las fronteras entre el campo
estético y el industrial - comercial se vuelven cada vez más difusa. Lo estético ya no es
mera contemplación desinteresada. Tampoco ornamento, derroche estético que se agrega
sobre la funcionalidad del objeto. Por el contrario, lo estético se vuelve funcional en sí
mismo y parte fundamental de los procesos de producción del capitalismo contemporáneo.
La virtualidad política
Ya es un lugar común señalar que las nuevas tecnologías “democratizan” el acceso al
consumo. A partir de la masificación del digital, desaparece la dificultad para acceder a los
objetos de la comunicación de la información y nos basta con tener un único “mega objeto”,
la computadora para disponer del acceso a toda esta información.
El capitalismo actual, a partir de cambios en las formas de producción que han
revolucionado al mismo capitalismo, ha hecho de la información, la comunicación y lo
estético, herramientas funcionales a su sistema de acumulación. En tal sentido parece más
propio hablar de masificación de las tecnologías en lugar de democratización.
Estos cambios en las formas de producción pueden advertirse en las transformaciones en
los modos de trabajo. El trabajo colectivo en la fábrica es reemplazado por el trabajo
individual frente a la PC. Los tiempos y la disciplina del trabajo se flexibilizan. Se trabaja por
objetivo desde la casa o donde se desee. Desaparece el control rígido sobre el tiempo y
sobre el espacio. El control sobre el cuerpo. Desaparece el cuerpo mismo del trabajo y se
reemplaza por la información. Esto nos invita a pensar en el concepto de sociedad de
control que propone Gilles Deleuze. Para el filósofo la sociedad de control es el signo de la
sociedad contemporánea, aquella que reemplaza al modelo de sociedad de disciplinamiento
señalado por Foucault como prototipo de la modernidad. El paso de una a otra es
semejante al paso de la prisión al arresto domiciliario donde el prisionero está conectado a
un chip que lo vigila. Dicho de otro modo, la sociedad de control es una sociedad de puertas
abiertas donde la libertad es una libertad vigilada. Se diferencia de la propuesta por
Foucault donde la libertad es restringida y el control se ejerce a partir del sometimiento de
los cuerpos. En la sociedad de control los cuerpos son libres, pero no por eso dejan de estar
vigilados.
Las nuevas tecnologías plantean al mismo tiempo que la posibilidad de generar nuevas
formas de trabajo generar nuevas formas de control. El sujeto no esta en ningún lado, más
que en el cyber espacio. Se encuentra ahí permanentemente. Si desaparece por mucho
tiempo se vuelve sospechoso. Aparecen formas de cyber alienación. El límite entre el
trabajo y lo doméstico se tornan difusos. Los tiempos del trabajo se vuelven infinitos. Si
siempre se está on line, siempre se está trabajando. Desaparece el tiempo y el espacio de
lo privado. Todo se hace público. El poder masifica la información, la comunicación y las
prácticas estéticas porque su capacidad de ejercer dominio ya no radica en su ocultamiento.
Por el contrario es justamente a partir de esta masificación que el poder ejerce tanto sus
formas de producción como sus prácticas de control. Las cyber tecnologías configuran una
nueva manera de estar del hombre en el mundo. Un nuevo modo de relacionarse con lo
sensible. Como señala Pasolini, son las cosas mismas las que han cambiado. Y al cambiar
las cosas, cambia el lenguaje que las cosas nos habían enseñado. Cambia la
comunicación, la información, el arte. Las mismas subjetividades. Cambia también el
hombre. Su rostro se disuelve en la arena para reinventarse una vez más. Aunque quizás,
aun sea demasiado prematuro para aprehender las consecuencias definitivas de estos
cambios…