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Introducción al concepto de institución

(dos clases en la Escuela Bleger)1

Voy a tratar de hablar de la institución vista desde la


Concepción Operativa de Grupo –COG-.

Bauleo (1987) encuentra tres referentes de la idea de


“institución” en nuestra historia:

la psicología de los ámbitos,


la institución como instrumento terapéutico y
la idea operativa de la institución como un “grupo de grupos”.

Veamos cada uno de ellos.

Psicología de los ámbitos.

Abro un pequeño paréntesis:

(La idea de “ámbitos” es de Pichon-Rivière, pero es Bleger quien


formula el dibujito o esquema del “mejillón”. Un primer esquema, de
1963, en Psicología de la conducta, es ampliado tres años más tarde
a los cuatro ámbitos en Psicohigiene y psicología institucional, 1966.
Más recientemente, Leonardo Montecchi propone considerar un
quinto ámbito, de la “sociedad” ó “globalización”. Creo que el ámbito
comunitario siempre ha sido poco preciso. El propio Bleger reconocía
que este ámbito lo mismo sirve para referirse al barrio que a la
ciudad, o a la Comunidad Autónoma (Regione), a la nación o a un
conjunto de naciones. Pero Bleger parece querer restringir la
amplitud del ámbito a las posibilidades de intervención del psicólogo
–no tenemos instrumentos para intervenir en el mundo-. Pero si
pensamos ese nuevo ámbito -“e”- como productor de relaciones que
determinan a los diferentes países, como fuente de un imaginario
global que ordena el mundo (o la parte del mundo a la que pertenece
el nuestro) entonces, efectivamente, tenemos que decir que este
esquema resulta un tanto antiguo, que no refleja la realidad del
mundo de hoy, porque cuando fue pensado no existía el desarrollo
globalizado que hoy conocemos, la globalización capitalista, o la fase
imperialista del capitalismo (Lenin) aunque teóricamente se hubiera
podido prever).

Volviendo al esquema,

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Federico Suárez. Rimini, 19 de marzo de 2010

1
1º.- Para nosotros Psicología Social quiere decir que la subjetividad
de los individuos es una producción social.

Este esquema presenta a la institución como un ámbito de


mediación o pasaje –está también el grupal- en la relación
individuo – sociedad.

En grupos y en instituciones transcurre nuestra vida. A través de ellos


la sociedad nos transmite valores, normas, y, como dice E. Lizcano,
nos da también metáforas para que pensemos el mundo, la vida, que,
en realidad sirven para que nos pensemos a nosotros mismos. Y en
ellos se va constituyendo nuestra subjetividad.

2º.- El esquema trata de representar una idea de globalidad, de


unidad de los fenómenos humanos. Los ámbitos representan la
distinta amplitud en la que puede tomarse en consideración un
mismo fenómeno, pero no dejan de ser cortes artificiales de algo que
es una sola cosa.

Lo interesante es pensar las relaciones entre unos ámbitos y otros y


ver cómo todos están presentes y participan en mayor o menor
medida en la construcción de una determinada situación; cómo
inciden y se determinan para producir fenómenos en cualquiera de
ellos.

Tomemos, por ejemplo, la enfermedad mental:

- podemos pensar, en este fenómeno que aparece en este


individuo, ¿qué participación tienen en su producción
situaciones desplazadas de otros ámbitos, como el familiar?. En
realidad, para nosotros es bastante claro que la enfermedad no
es del individuo sino del grupo.

- cómo contribuye a su curación, o no, el ámbito institucional,


en la medida en que su intervención sea capaz de poner en
movimiento un proceso para la curación, o estereotipe la
situación.
O pensemos, por ejemplo, en las bajas laborales, por
“depresión”, producidas por situaciones conflictivas que se
viven en el ámbito institucional.

- de qué manera la existencia de recursos disponibles, diversos


y articulados, en un momento determinado –para lo que sería
necesaria una coordinación que compete al ámbito comunitario-
determinan el pronóstico de esa enfermedad...

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3º.- Las instituciones re-producen básicamente en su interior las
relaciones de poder, de dominio, la hegemonía en las relaciones
sociales. Por tanto, aquello que tiende a repetirse y se reproduce de
un ámbito al otro es una situación de tensión, una correlación de
fuerzas, es un equilibrio logrado en un momento histórico, es decir,
una situación dinámica.

Esta dialéctica entre fuerzas es lo que Castoriadis llamó instituido e


instituyente (trabajado por la escuela francesa), una dinámica entre
dos fuerzas opuestas cuyo resultado, cuyo equilibrio provisional sería
este instituido concreto, que se realiza en estas instituciones en
concreto.

Lizcano lo expresa así:

... por un lado, el anhelo de cambio radical, de autoinstitución


social, de creación de instituciones y significaciones nuevas: el
deseo de utopía. Por otro, el conjunto de creencias
consolidadas, de prejuicios, de significados instituidos, de
tradiciones y hábitos comunes, sin los que no es posible forma
alguna de vida común.

Porque las instituciones cumplen una función social fundamental de


regulación de las relaciones sociales, de normativización, necesaria
para que pueda darse la vida en común. Dice Elliott Jaques que las
instituciones transmiten seguridad y protección, frente a la amenaza
del caos y la locura. No quiere ello decir que ESTAS instituciones sean
necesarias, sino que UNAS instituciones lo son.

Pensemos en situaciones catastróficas de la magnitud del reciente


terremoto en Haití, donde por momentos parece que junto a los
edificios, las instituciones en su materialidad, se derrumban también
las “instituciones mentales” que regulan las relaciones sociales, y
sobreviene justamente la angustia, la inseguridad y el temor al
caos...
Creo que la falta de coordinación y eficacia que ha transmitido el
gobierno de aquél país y la ayuda internacional no han contribuido a
calmar estas ansiedades.
Y pienso también en la importancia que para reducir y controlar la
ansiedad han tenido en momentos así las redes de solidaridad o
microsolidaridad que rápidamente se han generado entre los
afectados, sustitutos provisionales de esas instituciones derrumbadas
–las personas se juntaban para poner en común los alimentos
encontrados y comer juntas, o se agrupaban para buscar algún lugar
donde dormir o refugiarse-.

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4º.- Entonces, podemos decir que con las instituciones mantenemos
una doble relación, porque no están solamente fuera de nosotros –en
la sociedad-, sino también dentro, en nuestro mundo interno,
conformando nuestra personalidad.
Es decir que, además de la función social señalada, las instituciones
sirven para mantener un equilibrio interno. Hay una relación entre
nuestras necesidades psicológicas y las instituciones.

Elliott Jacques, junto a otros psicoanalistas ingleses, trabajaron estas


cuestiones, en torno fundamentalmente a los desarrollos de Melanie
Klein sobre las “relaciones de objeto”. La idea básica es que las
instituciones son utilizadas por los individuos para reforzar sus
defensas internas ante las ansiedades depresivas y paranoides. Elliott
Jaques establece que “uno de los elementos cohesivos primarios que
reúnen individuos en asociaciones humanas institucionalizadas es la
de la defensa contra la ansiedad psicótica”.

Bleger desarrolla aún más esta relación individuo – institución, o


individuo – grupo, cuando afirma que no se trata de que el sujeto
pertenezca a un grupo o a una institución, sino que enfoca la cuestión
planteando que parte de su personalidad es esa pertenencia al grupo
o a la institución. Pertenecer a un grupo no es una elección,
simplemente no puede ser de otra manera para un ser humano.

Para Bleger hay una parte psicótica, núcleos psicóticos de nuestra


personalidad que siempre están, herederos del estado de simbiosis
original, que son separados –clivados- de la parte más evolucionada o
madura de nuestra personalidad. En las instituciones está
“depositada” esta parte inmadura, sincrética, de nuestra
personalidad, que debe ser ahí inmovilizada para que la parte
madura, la sociabilidad por interacción, pueda desarrollarse y se
pueda crear, emprender tareas, etc. (Ejemplo de la madre y el niño
en la habitación...).

Esta relación que señalo entre el individuo y las instituciones, entre el


mundo interno y las instituciones sociales, nos permitirá entender
mejor la problemática del cambio y la resistencia al mismo: los
cambios sociales implican cambios en el mundo interno. Si nuestras
defensas contra la ansiedad psicótica se resquebrajan, o se siente
esta amenaza, los cambios pueden ser vividos con temor a una
desestructuración interna, psicótica. Por ello serán resistidos.

Las resistencias son inevitables, el problema no es que existan sino


que no puedan ser pensadas.

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Pasemos ahora a otras cuestiones.

Hablar, desde la COG, para pensar una intervención institucional, o la


utilización de la institución como un instrumento terapéutico, requiere
aclarar previamente una cuestión.
Dice Bauleo:

“cada institución para llevar a cabo su finalidad tiene una


organización básica intergrupal. Existen diferentes grupos –técnicos,
administrativos, usuarios, etc.- con diferentes tareas, que organizan
una red de relaciones que constituye la trama institucional”.

Esta es una idea de base, de partida para nosotros.

Ahora quiero poner el acento en las dos últimas palabras –trama


institucional-. Porque conocer esa trama, investigarla para poder
interpretarla, es hacia donde se dirigen nuestros esfuerzos.

Es decir, que del mismo modo que para nosotros el grupo no es


simplemente el conjunto de individuos, un sumatorio de individuos,
sino la trama imaginaria que organizan a partir de sus
interrelaciones –en base a una tarea-, la institución será esa trama
que se configura a partir de las interrelaciones de los grupos que la
integran.

Entonces, cuando hablamos de la institución como un instrumento


para la terapia, lo que vamos a ver es cómo la institución se organiza
como un dispositivo de análisis que permita visualizar esa trama.

La experiencia que Bauleo cuenta –1964, con Pichón-Rivière y un


grupo de 3 ó 4 psicoterapeutas- parte de dos grupos –pacientes y
terapeutas-, al que se agregaría el grupo familiar encargado de la
limpieza de la casa, y del estudio o análisis del campo imaginario que
se organiza a partir de sus mutuas proyecciones, de la red vincular
que se va tejiendo entre ellos. Las supervisiones, incluidas dentro del
esquema organizativo, una diaria de los terapeutas con el jefe de
clínica, y otra semanal de todo el equipo asistencial con el director –
Pichon- eran los momentos en los que esa red vincular podía ser
explorada, visualizada e interpretada.

Al decir de Bauleo, esta dinámica permite una mayor y más rápida


comprensión de la problemática de los pacientes ya que en ella se
incluye lo cotidiano. Este dispositivo facilita mucha información sobre
la enfermedad de los pacientes, que puede ser utilizada para el
proceso de curación.

A parte de otras muchas consideraciones que podríamos hacer de


esta experiencia, lo que me interesa destacar ahora es la reflexión de

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que es posible crear instituciones que no estén exclusivamente al
servicio de la reproducción de la ideología dominante, de la
estereotipia, donde puedan darse otros procesos de cambio,
del mismo modo que los grupos tienden a reproducir y repetir pautas
estereotipadas de conducta, pero nosotros utilizamos una técnica de
trabajo que trata de poner al descubierto esa repetición para permitir
la circulación y el desarrollo de otros procesos. Para ello hay que
utilizar un dispositivo que permita observar permanentemente
lo que ahí está sucediendo, y que ello pueda ser interpretado.
En el caso de la experiencia que relata Bauleo hay un espacio diario y
otro semanal –las supervisiones- que cumplen esta función.

Retomemos ahora la idea operativa de institución.

Como vengo señalando, para nosotros –COG- el modelo es un grupo


organizado alrededor de una tarea.

La tarea como elemento que articula y hace posible la comprensión


de lo que acontece en la institución. Será en función de esa tarea
común que cobren sentido o tengan una explicación las vicisitudes de
las relaciones de unos grupos con otros.

El organigrama nos hablará solo del plano manifiesto, pero lo que


nos interesa conocer es lo latente, es decir lo que origina esos
emergentes que vemos: las dificultades en la comunicación, los
malos entendidos, los desajustes organizativos, o los problemas o
conflictos de diverso tipo que puedan darse.

Es importante recordar la idea de Bleger de considerar la institución


como un todo, de manera que la comprensión de lo que sucede en
una de sus partes adquiere un sentido teniendo en cuenta la
influencia del conjunto o su participación en un conjunto más amplio.
Es decir, si ponemos nuestra atención en uno de los grupos que
configuran la institución, lo que ahí dentro sucede no podemos
pensarlo en función de su propia dinámica, aisladamente del contexto
en el que se incluye (como no podemos pensar que la conducta que
un individuo muestra en un grupo no tiene relación alguna con lo que
acontece en ese grupo). Sobre ese grupo institucional pueden estar
desplazándose ciertas situaciones, ha podido ser “elegido” chivo
expiatorio de ciertas situaciones, etc.

Siempre nuestra mirada se dirige al vínculo que articula los diferentes


grupos que configuran la institución y al espacio imaginario que ello
constituye –o instituye-.

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En relación con esto, he estado revisando algunas experiencias de
intervención institucional hechas por nosotros, desde nuestra
Concepción Operativa, y me ha parecido ver algunos elementos
comunes que tal vez definen una forma de hacer. Así:

a) además de las intervenciones concretas sobre los grupos


constituidos, formales, de la institución (los trabajadores de un
equipo concreto, o los de un turno, o el grupo de los
administrativos, los técnicos, el staff, etc.) en nuestras
intervenciones se propone, como dispositivo artificial y
temporal, las “reuniones interequipos”, o intergrupos o
interdepartamentales: espacios que juntan a trabajadores de
diferentes turnos, de diferentes instancias –técnicos,
administrativos-, de diferentes departamentos, etc. Es decir,
uno o dos trabajadores de cada uno de estos grupos se reúnen
por un tiempo –setting- (pueden ser varios grupos de este tipo
si la institución es grande) lo que tiene como objetivo visualizar
las relaciones intergrupales, es decir explorar la representación
o imagen que cada grupo o equipo tiene de los otros y ver
cómo se comunican entre sí.
Acabamos de decir que nuestra mirada se dirige a ese espacio
indefinido entre los grupos, a ese imaginario que construyen
entre todos, a esa red que tejen con sus representaciones, con
sus fantasmas... y estas reuniones intergrupos artificialmente
creadas, justamente nos permiten la exploración de este
espacio.

b) Los momentos asamblearios también forman parte de nuestro


“modus operandi”, con varios objetivos: informar del trabajo
que se pretende realizar y solicitar la conformidad de los
afectados; establecer el encuadre general; momentos de
información sobre la marcha del proceso, recordar el encuadre,
etc.
Estos momentos no siempre están definidos desde el inicio, sino
que en ocasiones es una lectura del proceso que se está
realizando la que lleva a convocar una asamblea, con lo que
ésta misma puede adquirir el carácter de un señalamiento o
una interpretación.

La Asamblea y los grupos interdepartamentales son espacios que


rompen el organigrama, lo formalmente instituido y que, por tanto,
pueden generar inquietud –en la institución, pero también en los
grupos y en los individuos-, temores y ansiedades.

También los vectores del cono invertido que Pichon estipuló como
posibilidad de hablar del funcionamiento de un grupo, pueden

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servirnos para valorar ciertos aspectos de la dinámica institucional.
(Tal vez a Bleger no le gustaría mucho esta idea pues supone
traspasar modelos conceptuales de un ámbito a otro. Él hace el
esfuerzo de buscar términos nuevos, pero a falta de ellos, utilizar
estos puede ser útil al menos mientras encontramos otros mejores y
nos sirvan para pensar).

Ideas como la de pertenencia o pertinencia, comunicación,


aprendizaje, cooperación, telé... sirven para poder hablar de cosas
que pasan en la institución.

- Cómo está organizada la comunicación, si hay o no espacios


formales para comunicarse, con cuáles encuadres, etc.

- Pertenencia y pertinencia hablan de un modo diferente de


vincularse con la institución y su tarea, que no depende
exclusivamente de la voluntad del individuo, sino que puede ser
también establecida institucionalmente (más “madura”, o más
“familiar”)

- La cooperación puede promoverse, o, por el contrario, se puede


tender hacia un trabajo “independiente”, tipo “compartimentos
estancos”, separado, aislado...

- Etc.

Tenemos también la noción de “grado de dinámica”, de Bleger, que


habla de la mayor o menor capacidad de la institución para resolver
internamente sus propias tensiones y conflictos.

Para terminar, me gustaría decir dos palabras sobre el cambio en las


instituciones, ya que esta problemática es central. Para ello voy a
referirme a la Teoría de la Fisura (incrinatura) que estipula Horacio
Foladori.

Foladori plantea que una intervención solo es posible en una


institución si lo instituido presenta una fisura.

Lo instituyente, dice, opera de dos formas:

1- Lo que siguiendo a Lourau denomina lo-instituyente-en-lo-


instituido, es decir, el cambio previsto, normado, regulado... el
cambio mínimo necesario para que lo instituido no se vuelva
anacrónico con el tiempo y pueda por tanto seguir
manteniéndose. Sería el cambio “reformista”.

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2- Cambio “rupturista”, donde lo que se requiere es la creación de
una nueva institución, la desaparición de lo instituido para
poder instituir otra cosa... crear una contrainstitución (para
recuperar el poder expropiado originalmente), para ello se
requiere un acto revolucionario.

Si lo instituido funciona bien, de modo más o menos armónico y


organizado, no hay espacio para ninguna intervención ni para
ninguna demanda en ese sentido. No hay sensación de “peligro”. Nos
encontraríamos con una institución con un “buen grado de dinámica”,
que diría Bleger. El conflicto puede ser manejado por la institución
realizando los reajustes necesarios. Entra dentro de lo previsto y
previsible. No hay ahí ninguna fisura.

Pero sí se demanda intervención cuando lo instituido no puede


disminuir el sufrimiento institucional, y este sufrimiento amenaza con
poder llegar a romper lo instituido. Ahí se ha establecido una fisura.

Entonces, el pedido de intervención siempre es, dice Foladori, para


controlar el devenir institucional y seguir perpetuándose.

La fisura es, así, el éxito de lo instituyente. Es el primer paso para


que pueda suceder un cambio institucional.

***

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La segunda clase propone una discusión colectiva sobre el eje:
relación grupo (equipo) – institución.

Algunas líneas serían éstas:

- Vamos a ver cuál es la experiencia de cada uno, pero, de entrada


podemos decir que la participación en algo que se llama “equipo”
viene determinada por la institución: empiezas a trabajar en una
institución, por ejemplo asistencial, y te viene dado un horario, un
rol, una función generalmente no muy definida... una tarea muchas
veces también genéricamente definida. Si hay un equipo, o algo así
llamado, debes participar en él en los términos en los que esté
establecido. Elementos todos ellos que configuran lo que llamamos un
encuadre o setting.

Si existe un equipo no puedes elegir quedarte fuera, es decir, no


acudir a las reuniones o ignorar su existencia. Esto no quiere decir
que haya participación –todos sabemos lo que es estar presente
físicamente pero no participar o, incluso, sabotear-.

Entonces podemos decir que hay equipos que no son tales sino un
puro formalismo, lugares donde, como mucho, se coordinan algunas
cosas formales, se distribuyen consignas o informaciones
institucionales... y nada más. Aquí, si no se acude siempre a las
reuniones, o se está solo un ratito, no importa, porque todo es sólo
nominal. No se pide un funcionamiento como equipo, solo importa la
forma, no el fondo, que se ignora y seguramente también se teme.

- Pero si el equipo funciona o quiere funcionar como tal, nos


encontraremos con la existencia de dos encuadres: uno primero, que
es el institucional que señalaba antes, genérico... y otro segundo,
más grupal, hecho a partir del trabajo y para el trabajo; hecho más a
la medida de quienes lo integran, en relación a estos profesionales
concretos y en relación también con la demanda específica que deben
atender.

Un setting así promueve resistencias. Para algunos profesionales,


este segundo encuadre es más exigente, requiere un mayor
compromiso e implicación con la tarea.
Y muchas veces surgen conflictos entre un encuadre y otro, ya que
los roles y las funciones definidas por el primer encuadre no tienen
por qué tener una correspondencia con los roles y las funciones que
define el segundo encuadre, porque están determinadas por
consideraciones como la formación del profesional, su experiencia, su
estilo personal... cosas que en el primer encuadre no se tuvieron en
cuenta.

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- Pero las resistencias que puede promover un setting así alcanzan
también a la institución, ya que un equipo funcionando bien se
constituye en un contrapoder dentro de la institución. Un buen equipo
asusta a los responsables institucionales (se teme no poder ejercer la
autoridad porque el equipo solo la reconoce formalmente pero la
cuestiona en el fondo, por ejemplo, o discute las órdenes...).
La institución puede no ser capaz de tolerar esta situación y entonces
ocurren cosas como que se destituya al coordinador. O puede suceder
que se boicotee el trabajo del equipo modificando o fragmentando su
tarea...

Es la lucha instituyente – instituido que hablábamos antes vista en el


contexto de un Servicio asistencial.

- Otra línea interesante de reflexión es el lugar del coordinador de un


equipo. Lugar difícil, sobre todo si el equipo funciona bien: situado
entre quienes mandan -los representantes de lo instituido- y el
equipo. Ocupa ese lugar intermedio tan difícil de sostener, porque
todos te pueden acusar de no defender sus intereses sino los de la
otra parte. Además, para coordinar es necesario mantener una cierta
distancia, y esto el equipo no lo perdona fácilmente. Es un lugar de
mucha soledad, pero también tiene muchas satisfacciones cuando las
cosas salen bien.

- Sobre la dinámica interna de los equipos son muchas las reflexiones


que podemos hacer. Hay equipos cuyo funcionamiento se parece más
al de un grupo primario –como diría Cooley- que a uno secundario, es
decir que prima más lo emocional, las relaciones de tipo familiar, que
lo racional, que un tipo de relación más madura, más pertinente con
la tarea que se debe desarrollar.

- Otras veces puede suceder que se tienda a la homogenización de


los profesionales en el seno del equipo por la dificultad de sostener
las diferencias. Entonces parece constituirse un “ideal” de equipo en
torno a la idea de que todos compartan el mismo esquema teórico, o
se tiende a miniminar las diferencias en las funciones. Todo ello
opuesto al trabajo necesario para la constitución de un ECRO, lo que
implica una creación colectiva de los profesionales ante su tarea, que
se construye a partir de sus aportaciones individuales, de sus
diferencias.

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Bibliografía

-Emmánuel Lizcano, Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia,


democracia y otras poderosas ficciones. Co-edición a cargo de Ed.
Bajo Cero y Ed. Traficantes de Sueños, Madrid 2006.
www.traficantes.net
- Isabel Menzies, Elliott Jaques, Los sistemas sociales como defensa
contra la ansiedad. Ed. Hormé, Buenos Aires 1969.
- José Bleger, Psicoigiene e Psicologia istituzionale, Ed. Lauretana,
1989

- Armando Bauleo, Note di psicologia e psichiatria sociale. Pitagora


Ed., 1993, Bologna

- Armando Bauleo, Marta de Brasi, Clinica Gruppale, Clinica


Istituzionale. 1994, Padova, Il Poligrafo

- Horacio Foladori, La intervención institucional. Hacia una clínica de


las instituciones. Ed. Arcis, Santiago de Chile, 2008.

- Emilio Irazábal, “Apuntes para una psicología social de los equipos


(de salud mental)”, en A. Bauleo; J.C. Duro y R. Vignale (coord.) La
Concepción Operativa de Grupo. Ed. AEN, Madrid, 1990

- Federico Suárez, “Apuntes para una reflexión sobre la gestión de


recursos y la coordinación de equipos”, en Rev. Área 3. Cuadernos de
temas grupales e institucionales nº 8, 2001. www.area3.org.es

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