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Muchas de las reflexiones en torno a la situación actual del hombre han coincidido en

que nos encontramos en un periodo de “Rapidacion”, una vida que se limita a seguir un
ritmo de vida en relación al trabajo. A eso se le agrega los cambios socioeconómicos y
culturas (antinaturales por su rapidez) que no apuntan a un uso sostenible e integral de
la tierra. A esta confianza casi religiosa a la tecnología y al progreso, se presente un
reducido grupo de personas que han evidenciado las serias preocupaciones en relación
al ambiente (cambio climático, deterioró de la calidad de la vida humana y degradación
social, inequidad planetaria, debilidad de las reacciones, etc.) Estos tendrán por objetivo
que nosotros tomemos conciencia, que convirtamos en sufrimiento personal lo que le
pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar.
La Fe cristiana encuentra motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de nuestros
hermanos, al descubrir que forma parte de nuestra fe, es una tarea divina. Todos,
humanos y demás animales fuimos concebidos por El desde su infinito amor, siendo
todos amados (Somos el Elegido por Dios, pero eso no arrebata la dignidad de los
demás seres) y necesarios (interdependencia). Tenemos unas relaciones fundamentales:
con Dios, con el Prójimo y con la Tierra. Anula la visión de “Dominio sobre la tierra
que se tenía”. Ahora vemos que Dios nos invita a “Dominar”, “labrar y cuidar” la tierra.
Dominio no significa explotar la tierra al máximo. Debemos cultivar la tierra y
custodiarla. Implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la
naturaleza. No somos amos de la tierra ni de los animales, pero si habitantes y vecinos,
podemos servirnos de sus frutos, pero no arrancar la raíz (Shabbath, año sabático). En
cada criatura habita su espíritu vivificante que nos llama a una relación con él. Existe
una fraternidad universal. Pero un real sentimiento de unión con los demás seres no
puede ser real si en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por nosotros
mismos. Todo está conectado. se requiere una preocupación por el ambiente unida al
amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas
de la sociedad. la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en
manifestarse en la relación con las demás personas.
Actualmente entramos a una nueva era en el que el poderío tecnológico nos puso en una
encrucijada tras grandes olas de cambios. Poseemos un poder dominado a una libertad
capaz de enfermarse y de entregarse a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las
necesidades inmediatas y del egoísmo. Falta una ética sólida, una cultura y una
espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación. Una
cultura ecológica verdadera es un programa educativo, un estilo de vida y una
espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma
tecnocrático (Esa vana creencia que con el desarrollo es capaz de solucionarse todos
los problemas). Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es
indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los
avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines
arrasados por un desenfreno megalómano. Este antropocentrismo moderno coloco a
la razón técnica sobre la realidad, haciéndole ver la realidad como un objeto, de esa
forma se debilita el valor del mundo, olvidándose que tanto hombre como el mundo
fueron creados por El, y por lo tanto, debiéndose respetar la estructura natural y moral
dada. Por eso debemos de entender que el concepto de ser humano como “señor” del
universo consiste en entenderlo como administrador responsable. Al Estar todo
conectado no debería llamar la atención que, junto con la omnipresencia del paradigma
tecnocrático y la adoración del poder humano sin límites, se desarrolle en los sujetos
este relativismo donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses
inmediatos. Cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad
objetiva o unos principios universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como
imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar.
Hablar de una ecología de manera íntegra, nos llevara a incorporar una visión ecológica
ambiental, económica y social, puesto que se estudia las relaciones entre los organismos
vivientes y el ambiente donde se desarrollan (Medio ambiente), y muy importante, se
ponen en discusión las condiciones de vida y de supervivencia de una sociedad, con la
honestidad para dudar de su modelo de desarrollo, producción y consumo. Se
consolidará una crisis socio-ambiental, donde será fundamental hallar soluciones
integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los
sistemas sociales. Somos herederos de un mundo que ya es dado. Por eso, cuando se
habla de «uso sostenible», siempre hay que incorporar una consideración sobre la
capacidad de regeneración de cada ecosistema en sus diversas áreas y aspectos. Si todo
está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene
consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: «Cualquier menoscabo de
la solidaridad y del civismo produce daños ambientales». Frente a nuestro patrimonio
natural, existe un patrimonio cultural e histotico igual de amenazado. Una identidad
común de un lugar y base para construir una ciudad habitable. No hace falta destruir y
crear una nueva ciudad. Se reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de
analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje
científico-técnico con el lenguaje popular. (pasado y futuro). pretender resolver todas
las dificultades a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva
a desatender la complejidad de las problemáticas locales, que requieren la
intervención activa de los habitantes. El cuidado del mundo debe ser flexible y
dinámico. La ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio
que cumple un rol central y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones
de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de la propia perfección>>. Presupone el respeto a la
persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su
desarrollo integral. También reclama el bienestar social y el desarrollo de los
diversos grupos intermedios, aplicando el principio de la subsidiariedad. El principio
del bien común se convierte inmediatamente en un llamado a la solidaridad y en
una opción preferencial por los más pobres. Basta mirar la realidad para entender que
esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien
común. Justicia entre las generaciones La noción de bien común incorpora también a
las generaciones futuras. Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una
solidaridad intergeneracional. Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar solo
desde un criterio utilitarista de eficacia y productividad. Se trata de una cuestión de
justicia, en la que la tierra pertenece a los que vendrán Somos nosotros los primeros
interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es
un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio
paso por esta tierra. Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con
desprecio e ironía. cultural, que acompaña al deterioro ecológico. Nuestra incapacidad
para pensar seriamente en las futuras generaciones está ligada a nuestra incapacidad
para ampliar los intereses actuales y pensar en quienes quedan excluidos del desarrollo
(EGOISMO E INDEFERENCIA POR EL PROJIMO DEL HOY Y DEL MAÑANA).
(riesgo permanente de volverse profundamente individualistas, y muchos problemas sociales se
relacionan con el inmediatismo egoísta actual, con las crisis de los lazos familiares y sociales,
con las dificultades para el reconocimiento del otro). Pero existe un problema muy
importante. Desde hace varios siglos se ha visto a nuestro planeta y a la raza humana como
patria y pueblo, respectivamente. Es decir estamos ante una interdependencia y está la
obligación de todos desarrollar un estilo de vida renovable, sostenible basado en una energía no
contaminante. Pero hay una gran necesidad de un consenso tanto para la transición (quien
asumirá la carga), para ayudar a los países menos desarrollados. Pero existe un gran problema
en torno a la economía y la política, en donde es claro la sumision de la política. Las
negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los
países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global . Hacen falta marcos
regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones
intolerables.En definitiva, necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza
para toda la gama de los llamados «bienes comunes globales». Pensando en el bien
común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se
coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana.
Conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los
problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o
de los individuos. Los esfuerzos para un uso sostenible de los recursos naturales no son
un gasto inútil, sino una inversión medio plazo. Sabemos que es insostenible el
comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros
todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Para que nazcan nuevos
modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», Un
desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida
integralmente superior no puede considerarse progreso.
La necesidad de un cambio en la humanidad se ha vuelte urgente, se necesita de una
conciencia sobre un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido
por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones,
actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo
que supondrá largos procesos de regeneración. El mercado creo un mecanismo
consumista compulsivo para colocar sus productos, donde las personas quedan
atrapadas en una vorágine de compras y gastos innecesarios. Estamos ante el reflejo del
paradigma tecnoeconomico que hace creer que somos libres mientras tengamos una
supuesta libertad para consumir, mientras los que realmente poseen la libertad son los
poseedores de los poderes económicos y financieros. Cuando las personas se vuelven
autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voracidad. Un
cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que
tienen poder político, económico y social. cuando los hábitos de la sociedad afectan el
rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos
recuerda la responsabilidad social de los consumidores. «Comprar es siempre un
acto moral, y no sólo económico». Por eso, hoy «el tema del deterioro ambiental
cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros». (Superar el individualismo
para un nuevo estilo de vida). Una nueva conciencia sobre la crisis medio ambiental
debe traducirse en nuevos hábitos (pero no se sienten capaces de renunciar a lo que el
mercado les ofrece.). Muchos jóvenes sientes una nueva sensibilidad ecológica, un
espíritu generoso y luchan activamente por una herencia ambiental, pero nacieron un
contexto de consumo y bienestar que vuelve difícil y casi ridículo desarrollar nuevos
hábitos. Es ahí del desafío educativo. Debe desmentir los tan repetidos mitos de la
modernidad basados en la razón instrumental y también a recuperar los distintos niveles
del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural
con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. Esta educación, llamada a crear una
«ciudadanía ecológica», a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La
existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos
comportamientos, aun cuando exista un control efectivo. Para que la norma jurídica
produzca efectos importantes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los
miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que
reaccione desde una transformación personal. Sólo a partir del cultivo de sólidas
virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico. Una buena educación
escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de
toda una vida. Pero quiero destacar la importancia central de la familia, porque «es el
ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada
contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las
exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte,
la familia constituye la sede de la cultura de la vida». En la familia se cultivan los
primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto de las
cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los
seres creados. La familia es el lugar de la formación integral, donde se desenvuelven
los distintos aspectos, íntimamente relacionados entre sí, de la maduración
personal. Si se quiere conseguir cambios profundos, hay que tener presente que los
paradigmas de pensamiento realmente influyen en los comportamientos. La educación
será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo
paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.

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