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Introducción
Nuestra época ciertamente trae consigo desafíos imprevisibles y nuevos para el campo de la
ética. La profunda relación de la especie humana con la naturaleza ha dado lugar a la nueva
época geológica denominada como Antropoceno, donde el impacto de la humanidad ya está
presente en la gran mayoría del planeta. A su vez, el progreso exponencial de la tecnología
nos ha llevado a replantear los límites de la investigación y aplicación tecno-científica. Esto
no hace más que estimular el campo ético y la moralidad.
Más no siempre es mejor en la ética, por lo que más poder no es lo mejor sin su correcta
meditación y manipulación. La responsabilidad es un pilar fundamental en esta variable
posibilidad moral para el cuidado de la biosfera, pues “cuanto más próximo a la esfera
moral se encuentra algo en la vida colectiva, tanto más improbable es que el «progreso» sea
su forma natural de movimiento” (Jonas, 2008).
Solo con una cooperación mundial entre la humanidad y la redistribución equitativa de las
áreas del planeta afectadas por empresas e industrias nocivas para el medio ambiente, será
posible, en el primer paso, equilibrar el esfuerzo de la naturaleza para su autoconservación.
Lo que también significará que el progreso tecnocientífico debe utilizarse como motor para
actuar de manera beneficiosa en los planes de control necesarios. De esta forma la
humanidad no sólo respetaría la dignidad de la naturaleza, sino que también su propia
dignidad al reconocerse como parte de la naturaleza y, por lo tanto, con un valor en sí
mismo.
El afán humano por el control y la técnica es una cuestión mas bien natural dentro de las
condiciones ontológicas y fundamentales humanas, gracias a la herramienta como concepto
simbólico es que nuestra evolución se ha llevado a cabo y potencia nuestros atributos más
fuertes, como lo son las virtudes y valores de la justicia, la prudencia, la templanza y la
valentía. Pero nada se presenta como dicha en la realidad sin su contraparte corruptible
como diría Aristóteles en su ética del punto medio. Así, la avaricia del poder humano para
con el mundo puede caer en un exceso poniendo en peligro las condiciones medio
ambientales de la vida.
Podría decirse que las consecuencias bioéticas del Antropoceno han sido provistas por la
inevitable naturaleza humana, siendo este el único destino que le queda a la vida humana en
la Tierra. “Obtenemos lo que cosechamos” como diría el antiguo dicho, “nada hay en el
humano fuera del humano” diría otro. Después de todo, en el fondo sólo velamos
prioritariamente por la vida humana que hay en la tierra. Esta es la naturaleza egoísta de la
humanidad. Y pensando aún más radicalmente, la extinción de la humanidad traerá por fin
calma al planeta, pues somos los únicos seres que pudiendo elegir no aprovecharnos de los
recursos naturales de forma desmesurada, lo elige a sabiendas y sin remordimientos.
Mas todo esto no es necesariamente así, priorizar la especie humana ha de ser en razón de
la capacidad manipulativa de la técnica que puede cuidar de las condiciones ambientales de
la Tierra. La tecnología bien puede ser el veneno que ha infectado la naturaleza, pero
también el antídoto. Y dejarse llevar por esencialismos sobre la naturaleza humana puede
traer consecuencias retóricas para fundamentar comportamientos inmorales y fuera de toda
ética. Necesitamos repensar el campo ético del medioambiente y la ecología como ciencia
es la herramienta empírica para llevar a la práctica medidas y resoluciones eficaces.
Conclusión
El control del humano sobre la naturaleza es una realidad tan cierta como los daños
colaterales de dicho control. La tecnología industrial y de producción es la gran causa de
muchas condiciones perjuiciosas para la vida en el planeta; como sequías, deforestación,
cambio climático, contaminación, etc. Siendo así el control sobre el mundo algo que
definitivamente se escapa lentamente de las manos humanas. Por esto, es necesario tener
control sobre la tecnología para responder con responsabilidad ante los fenómenos
medioambientales que se han causado.
Las políticas públicas son la gran base para una resolución importante del problema, pues
de no mucho sirve la acción individual sin una organización colectiva que respalde y
garantice los resultados. La sugerencia más próxima es llevar a la legalidad la ética
ecológica para ser considerada en proyectos de ley que resguarden la vida no humana en la
Tierra, que proteja y piense en las consecuencias a largo plazo donde se interviene
inevitablemente; como lo es la extracción de recursos naturales y la contaminación por
desechos. La esfera de lo público debe verse susceptible ante la moralidad ecológica para
lograr cambios reales.
Bibliografía