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Resumen de la encíclica Laudato si. CAPÍTULO I.

Lo que le está pasando a nuestra casa

Resumen de la Encíclica Laudato si.

Estamos convirtiendo la tierra en un basurero

La contaminación es un problema para la salud, especialmente de los más pobres, provocando


millones de muertes prematuras. Una solución meramente tecnológica es insuficiente y muchas
veces incluso contraproducente.

Estamos convirtiendo la tierra en un basurero y las medidas, cuando se toman, llegan demasiado
tarde. La raíz del problema está en la cultura del descarte. Esta cultura no afecta sólo a las cosas,
sino también a muchos seres humanos que son excluidos.

Calentamiento global

Los científicos están de acuerdo en que el calentamiento global es un hecho de graves


consecuencias. Estas consecuencias afectan particularmente a muchos pobres ante la indiferencia
general. Obligados a migrar, la comunidad internacional no los reconoce como refugiados.

Muchos de quienes ostentan el poder económico o político observan indiferentes, limitándose a


enmascarar los problemas, sin atajar sus causas.

Indicadores de la situación actual son el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro de la


calidad del agua. El agua se está convirtiendo en mercancía en manos de multinacionales.

Avaricia e inmediatismo

La forma inmediatista de entender la actividad comercial y productiva es fuente de depredación


de los recursos naturales.

Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia. No tenemos
derecho. No sólo mamíferos y aves, sino también hongos, algas, gusanos, insectos, reptiles e
innumerable variedad de microorganismos necesarios.

Cuando únicamente se busca el rédito económico rápido, no se pone ningún interés en la


preservación de los ecosistemas. A largo plazo los daños son muy superiores a los beneficios.

Ejemplo de ello son las propuestas de internacionalización de la Amazonia, las formas selectivas de
pesca que desperdician gran parte de las especies recogidas y el daño sufrido por muchas barreras
de coral.

Todas las criaturas están interconectadas y cada una de ellas debe ser valorada con afecto y
admiración. Todos los seres nos necesitamos unos a otros. El ser humano es también una criatura
de este mundo. La degradación ambiental también nos afecta.

Una forma insana de vivir

El crecimiento económico no ha supuesto un verdadero progreso integral. Vivir rodeados de


cemento y ajenos a la naturaleza no es bueno para el ser humano.
Existe una ruptura de los lazos de integración y comunión social. El exceso de información dificulta
la verdadera sabiduría que es fruto de la reflexión y el encuentro entre personas. Además, una
comunicación mediada por internet soslaya los desafíos que implican las relaciones reales con los
demás.

Los pobres son excluidos

El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos. Millones de personas resultan


excluidas, invisibles para los medios de comunicación. En lugar de ponerse en el lugar de los
pobres y pensar en un mundo diferente, algunos piensan que la única solución está en reducir la
natalidad.

La inequidad no afecta solo a individuos, sino a países enteros. La deuda externa de los países
pobres se ha convertido en un instrumento de control. Sin embargo, durante siglos, el Norte ha
estado depredando recursos naturales en el Sur y esa “deuda ecológica” no es reconocida.

El gemido de la hermana tierra se une al gemido de los abandonados del mundo. Un clamor que
nos reclama otro rumbo. Hay, sin embargo, demasiados intereses particulares. El fracaso de
las Cumbres mundiales sobre medio ambiente se debe al sometimiento de la política ante la
tecnología y las finanzas.

Hay más sensibilidad ecológica en las poblaciones, aunque no alcanza para modificar los hábitos
dañinos de consumo.

Perspectivas de futuro

Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario


favorable para nuevas guerras. Los políticos, sin embargo, carecen de amplitud de miras. Están
cediendo ante el poder financiero que no está dispuesto a perder ocasión de lucro. Hay, no
obstante, ejemplos positivos en algunos países.

Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormeci-
miento y una alegre irresponsabilidad.

Ante esta situación, están quienes esperan que la solución venga de los avances tecnológicos. En
el otro extremo, otros piensan que el ser humano es en todo caso destructor de la naturaleza.
Entre ambos extremos, la reflexión debería identificar posibles escenarios futuros con objeto de
encontrar respuestas integrales.

No es misión de la Iglesia proponer soluciones concretas. Pero sí hay que decir que el actual
sistema mundial es insostenible porque hemos perdido de vista la finalidad de la acción humana
Resumen de la encíclica Laudato si. CAPÍTULO II. El misterio del Universo

Naturaleza y creación

Para la tradición judeocristiana, decir “creación” es más que decir “naturaleza”. La naturaleza
suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona. La creación, en cambio,
es vista como un regalo de Dios. Realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión
universal.

Por otra parte, el pensamiento judeocristiano desmitificó la naturaleza. Esto nos permite terminar
hoy con el mito moderno del progreso sin límites.

La libertad humana puede hacer su aporte inteligente hacia una evolución positiva. Sin embargo,
puede también agregar nuevos males, nuevas causas de sufrimiento y verdaderos retrocesos.

Los seres vivos no son cosas

El ser humano implica una novedad no plenamente explicable por la evolución. Consideramos al
ser humano como sujeto y nunca puede ser reducido a la categoría de objeto.

Pero sería erróneo pensar que los demás seres vivos deban ser considerados como meros objetos
sometidos a la arbitraria dominación humana. El ideal de Jesús está en las antípodas de semejante
modelo.

El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. El fin de todas las criaturas es Dios. Con
nosotros y a través nuestro avanzan hacia la plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza
e ilumina todo.

Ver a Dios en todas las cosas

El ser humano es imagen de Dios. Eso no debería llevarnos a olvidar que todo el universo material
refleja el amor de Dios. Ese amor inspira en nosotros el deseo de adorar al Señor en todas sus
criaturas y juntamente con ellas.

Todo es hechura de Dios y, por eso, todos formamos una especie de familia universal. Esto no
significa olvidar la especificidad del ser humano. Como tampoco puede llevarnos a una divinización
de la tierra.

Dignidad de la persona humana

Nuestra responsabilidad es cuidar de la creación, no olvidando la dignidad de la persona humana.


Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en peligro de extinción,
mientras permanece indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se
empeña en destruir a otro ser humano que le desagrada.

Cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie queda
excluido de esa fraternidad. El corazón es uno solo. La misma miseria que lleva a maltratar a un
animal no tarda en manifestarse en relación con el ser humano.

Función social de la propiedad privada


Creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es una herencia común. Por
consiguiente, todo planteo ecológico debe tener una vertiente social. La tradición cristiana nunca
reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó siempre su
función social.

El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de


todos. Nadie puede apropiárselo en beneficio exclusivamente propio.

Para que Dios sea todo en todos

Jesús estaba lejos de las filosofías dualistas que más tarde desfiguraron el Evangelio. Jesús trabajó
con sus manos, santificando de este modo el trabajo.

Pero el Nuevo Testamento no solo nos habla del Jesús terreno y de su relación tan concreta y
amable con todo el mundo. También lo muestra como resucitado y glorioso. Esto nos proyecta al
final de los tiempos, cuando “Dios sea todo en todos” (1 Cor 15,28).

De este modo, las criaturas de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente
natural, sino incorporadas a un destino de plenitud en Cristo.
Resumen de la encíclica Laudato si. CAPÍTULO III. Raíz humana de la crisis ecológica

Es necesario reconocer la raíz humana de la crisis ecológica. Propongo que nos detengamos en el
paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de su acción en el mundo.

La tecnociencia bien orientada puede mejorar la calidad de vida del ser humano, pero estos
conocimientos científicos y, sobre todo, el poder económico para utilizarlos están en manos de
muy pocas personas que tienen, de este modo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la
humanidad y del mundo entero. Esto supone un riesgo tremendo.

La tecnociencia como ideología


El problema fundamental es, sin embargo, más profundo. El ser humano ha asumido la tecnología y su
desarrollo como un paradigma homogéneo y universal. De este modo se ha considerado la naturaleza como
algo informe y totalmente disponible para su manipulación. Esto ha llevado a la idea de un crecimiento
ilimitado que supone la mentira de una disponibilidad infinita de los bienes del planeta.

La metodología y los objetivos de la tecnociencia se han convertido así en una cosmovisión que condiciona la
vida de las personas y el funcionamiento de la sociedad. Esto ha vuelto contracultural elegir un estilo de vida
con objetivos que puedan ser, al menos en parte, independientes de la técnica y de su poder globalizador y
masificador.

Por otra parte, la economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a
eventuales consecuencias negativas para el ser humano.

Además, la especialización propia de la tecnología dificulta grandemente una visión de conjunto. Esto tiene
como consecuencia una enorme dificultad para ofrecer soluciones globales. Por eso tampoco pueden
reconocerse verdaderos horizontes éticos de referencia.

Necesidad de ampliar horizontes

La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los
problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las
reservas naturales y a la contaminación. Es necesaria una mirada distinta, ampliar horizontes.

Por otra parte, la gente ha dejado de confiar en un mañana mejor. No obstante, tampoco se
imagina renunciando a las posibilidades que ofrece la tecnología. Vivimos, además, acelerados y
resulta difícil recuperar la profundidad de la vida.

Es necesaria una valiente revolución cultural. Recoger los avances positivos y sostenibles y, a la
vez, recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano.

Antropocentrismo deshumanizante

El antropocentrismo moderno ha colocado la razón técnica sobre la realidad. Una presentación


inadecuada de la antropología cristiana ha contribuido a ello, como si el cuidado de la naturaleza
fuera cosa de débiles. Que el hombre sea “señor” del universo no puede interpretarse como
dominio despótico, sino como responsabilidad.
Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la
base misma de su existencia se desmorona.

Dado que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la
justificación del aborto.

Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando prioridad absoluta a sus
conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve relativo.

Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios proyectos
y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata de seres humanos, la
criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de diamantes ensangrentados o de pieles de
animales en vías de extinción?

El trabajo es una realidad humana, no sólo económica

Cuando en el ser humano se daña la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las


condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure.

El trabajo tiene valor en sí mismo. Dar dinero a los pobres debería ser algo puntual. A los pobres
hay que facilitarles que puedan ganarse la vida por sí mismos.

El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de
desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe
ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre
permitirles una vida digna a través del trabajo.

Para que ello sea posible, es imperioso promover una economía que favorezca la diversidad
productiva y la creatividad empresarial. De hecho, existe una gran variedad de sistemas
alimentarios campesinos que sigue alimentando a la mayor parte de la población mundial con un
gasto mucho menor de territorio y de agua. Una libertad económica solo proclamada deteriora el
acceso al trabajo y deja fuera a la mayoría.

La investigación

El Catecismo enseña que las experimentaciones con animales sólo son legítimas «si se mantienen
en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas».

No sería legítimo frenar la investigación, pero sí poner límites éticos a una actividad humana que
es una forma de poder que tiene muchos riesgos.

Es difícil emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente modificados


(OMG). De hecho, las mutaciones genéticas también se dan en la naturaleza de forma espontánea.
Pero en la naturaleza estos procesos son muy lentos.

Se debería investigar de forma libre e interdisciplinar acerca del daño que pueden causar los
cereales transgénicos a los seres humanos.

Por otra parte, es preocupante que, cuando algunos movimientos ecologistas reclaman ciertos
límites a la investigación científica, no apliquen estos mismos principios a la vida humana.
Se suele justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones huma-
nos vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del grado de su desarro-
llo.

Resumen de la encíclica Laudato si. CAPÍTULO IV. Una ecología integral

El medio ambiente

La ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes y el ambiente donde se
desarrollan.

Cuando se habla de “medio ambiente” nos estamos refiriendo a la relación que existe entre la
naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo ajeno a
nosotros, como un mero marco de nuestra vida. No hay una crisis ambiental y otra social, sino una
sola y compleja crisis socio-ambiental.

Las distintas criaturas se relacionan conformando unidades mayores que hoy llamamos
“ecosistemas”. Dichos ecosistemas deben ser tenidos en cuenta por su valor intrínseco y no solo
para determinar su uso racional.

Todo está relacionado y, por eso, la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias
en el ambiente y en la calidad de vida humana. Además, lo que sucede en una región repercute
sobre las demás.

Una riqueza cultural que está en peligro

Resumen de la encíclica Laudato si. Muchas culturas están en peligro de extinción y ello es
preocupante.

La ecología supone también el cuidado de la riqueza de las distintas culturas, no sólo del pasado,
sino muy especialmente del presente.

La actual economía globalizada tiende a homogeneizar las culturas. La inmensa variedad cultural
es un tesoro del que no podemos prescindir. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede
imponerse.

La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie
animal o vegetal. La imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción
puede ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas.

Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes y sus tradiciones


culturales. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de sus antepasados
que descansan en ella. Un espacio sagrado con el que interactuar para mantener su identidad y
sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, son ellos quienes mejor los cuidan. Sin
embargo, en diversas partes del mundo, están siendo despojados de sus tierras para dedicarlas a
grandes proyectos extractivos y agropecuarios que no tienen en cuenta su degradación.

Crisis social

A veces es encomiable la ecología humana que pueden desarrollar los pobres en medio de tantas
limitaciones.
Para los habitantes de barrios muy precarios, el paso cotidiano del hacinamiento al anonimato
social que se vive en las grandes ciudades puede provocar una sensación de desarraigo que
favorece las conductas antisociales y la violencia. Sin embargo, quiero insistir en que el amor
puede más.

Dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana, hace falta cuidar el diseño de las
ciudades de modo que se facilite nuestra sensación de arraigo.

No sólo los pobres, sino una gran parte de la sociedad sufre serias dificultades para acceder a una
vivienda propia. La posesión de una vivienda tiene mucho que ver con la dignidad de las personas
y con el desarrollo de las familias. Por eso, si en un lugar ya se han desarrollado conglomerados
caóticos de casas precarias, se trata de urbanizar esos barrios, no de erradicar y expulsar.

La calidad de vida en las ciudades tiene mucho que ver con el transporte, que suele ser causa de
grandes sufrimientos para los habitantes.

Pero, si las ciudades son muchas veces deshumanizantes, no podemos olvidarnos de quienes viven
en zonas rurales. Allí donde muchas veces no llegan los servicios esenciales y hay trabajadores
reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos ni expectativas de una vida más digna.

El propio cuerpo

La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger el mundo entero
como regalo de Dios. Una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica de
dominio sobre la creación. La valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es
necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente.

El bien común

El bien común presupone el respeto a la persona humana. También reclama el bienestar social de
forma especial de la familia, que es la célula básica de la sociedad. Finalmente, el bien común
requiere la paz social. Esta paz no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva.
Toda la sociedad –de manera especial el Estado- tiene la obligación de defender y promover el
bien común.

Resumen de la encíclica Laudato si. Opción preferencial por los más pobres.

En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde cada vez más personas son descartadas,
el principio del bien común se convierte en un llamado a la solidaridad y en una opción
preferencial por los más pobres.

La noción de bien común incluye también a las generaciones futuras. Desarrollo sostenible
equivale a solidaridad intergeneracional. Las predicciones catastrofistas ya no pueden ser miradas
con desprecio. A las generaciones futuras podríamos dejarles demasiados escombros, desiertos y
suciedad.

La dificultad para tomar en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y cultural que
acompaña al deterioro ecológico. Muchos problemas sociales se relacionan con el inmediatismo
egoísta actual. No imaginemos solamente a los pobres del futuro, basta que recordemos a los
pobres de hoy, que tienen pocos años de vida en esta tierra y no pueden seguir esperando.
Resumen de la encíclica Laudato si. CAPÍTULO V. Algunas líneas de orientación y acción

Para abordar los problemas de fondo es indispensable un consenso mundial.

El movimiento ecológico mundial ha hecho ya un largo recorrido gracias al esfuerzo de muchas


organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, por falta de decisión política, las Cumbres
mundiales sobre el ambiente no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente
significativos y eficaces.

El cambio climático

En lo relacionado con el cambio climático, los avances son muy escasos. Algunas estrategias de
baja emisión de gases contaminantes buscan la internacionalización de los costos ambientales. De
este modo se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente.

La estrategia de la compraventa de “bonos de carbono” puede dar lugar a una nueva forma de
especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes.

Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo
social de sus habitantes. También es cierto que deben desarrollar formas menos contaminantes de
producción de energía, pero para ello necesitan contar con la ayuda de los países que han crecido
mucho a costa de la contaminación actual del planeta.

Intolerable que los países ricos exporten su contaminación a los países pobres.

Por otra parte, hacen falta marcos regulatorios globales que impidan acciones intolerables, como
es el hecho de que países poderosos exporten sus residuos e industrias altamente contaminantes
a otros países.

La protección de las áreas marinas más allá de las fronteras nacionales continúa planteando un
desafío especial.

Inmediatismo y corrupción de la política

Estamos en un escenario de debilitamiento de poder de los Estados nacionales frente a los


poderes financieros internacionales. Por ello, es necesaria la maduración de instituciones
internacionales con poder sancionador. Las autoridades de estos organismos deberían ser
designadas equitativamente entre los gobiernos nacionales.

Respondiendo a intereses electorales, los gobiernos no están dispuestos a tomar medidas que
puedan afectar al nivel de consumo o pongan en riesgo inversiones extranjeras. La grandeza
política se muestra cuando, en momentos difíciles, priman los principios éticos sobre el interés y
se actúa buscando el bien común a largo plazo.
Mientras el orden mundial elude sus responsabilidades, la instancia local está demostrando que es
posible. Por ejemplo, en algunos lugares se están desarrollando cooperativas para la explotación
de energías renovables que permiten el autoabastecimiento e incluso la venta de excedentes.

Es indispensable la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas relacionadas con el


cambio climático y la protección del medio ambiente cada vez que cambia un gobierno. Por eso,
frente a la corrupción, es necesaria la presión de la población que fuerce una decisión política.

La previsión del impacto ambiental de cualquier proyecto requiere procesos políticos


transparentes y consensuados. Esta transparencia es lo contrario de la corrupción, que esconde el
verdadero impacto ambiental a cambio de favores.

Además, la cultura consumista, que da prioridad al corto plazo y al interés privado, contribuye al
acortamiento de los trámites o a la falta de transparencia.

El estudio del impacto ambiental de cualquier proyecto debería ser siempre previo a su desarrollo.
En caso de duda, debería detenerse o modificarse.

Esto no implica oponerse a cualquier innovación tecnológica que permita mejorar la calidad de
vida de una población. Pero debería quedar claro que la rentabilidad no puede ser el único
criterio.

El poder financiero

Pensando en el bien común, necesitamos que política y economía actúen unidas a favor de la vida,
especialmente la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a
la población, sin que estas medidas vayan acompañadas de una reforma en profundidad del
sistema bancario, muestra el dominio absoluto de las finanzas. Este dominio llevará a nuevas crisis
después una larga, dolorosa y solo aparente curación.

Hay que insistir en que la protección ambiental no puede asegurarse solo en base al cálculo
financiero.

Redefinir el progreso

Cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan acusando a los demás de pretender
detener irracionalmente el progreso y el desarrollo humano. Sin embargo, tenemos que
convencernos de que otro modo de producción y desarrollo es posible.

La diversificación productiva da amplísimas posibilidades a la inteligencia humana para innovar,


proteger el medio ambiente y crear más fuentes de trabajo.

De todos modos, hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algunos límites
racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Por eso ha llegado la hora de aceptar
cierto decrecimiento en algunas partes del mundo de modo que se pueda crecer sanamente en
otras partes.

Es necesario redefinir el progreso. Los términos medios son sólo una pequeña demora en el
derrumbe. El discurso del crecimiento sostenible no es sino marketing.

El principio de maximización de la ganancia es una distorsión conceptual de la economía.


Mientras unos sólo buscan el rédito económico y otros conservar o acrecentar el poder, el
resultado son guerras o acuerdos espurios, mientras preservar el medio ambiente o cuidar de los
más débiles se torna irrelevante.

Más allá de la ciencia

No se puede sostener que las ciencias empíricas explican completamente la vida, el entramado de
todas las criaturas y el conjunto de la realidad. Eso sería sobrepasar indebidamente sus confines
metodológicos.

Por otra parte, cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para
resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo. En todo caso, habrá
que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su propia fe y a no contradecirla con sus
acciones.

La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes. Por ello debería haber un
diálogo interreligioso en torno al cuidado de la naturaleza y la defensa de los pobres. Es imperioso
también un diálogo entre las ciencias mismas. Finalmente es necesario que los propios ecologistas
dejen atrás sus diferencias ideológicas.
Resumen de la encíclica Laudato si. CAPÍTULO VI. Educación y espiritualidad ecológica

El consumismo

El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Tal paradigma hace
creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir. La realidad es
que, quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder
económico y financiero.

Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y
consumir. La obsesión por un estilo de vida consumista será el origen de violencia y destrucción
recíproca. Especialmente si sólo unos pocos se la pueden permitir.

Un estilo de vida alternativo

Sin embargo, no todo está perdido. Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una
sana presión sobre quienes tienen poder político, económico y social. Ello nos recuerda la
responsabilidad de los consumidores.

Se puede desarrollar un estilo de vida alternativo. Estamos ante un desafío educativo. La existencia
de leyes y normas no es suficiente a largo plazo. Para que la norma jurídica sea efectiva, es
necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de
motivaciones adecuadas.

Una buena educación escolar en edad temprana coloca semillas que pueden producir efectos a lo
largo de toda una vida. Pero hay que destacar la importancia central de la familia. La familia es el
lugar de la formación integral.

A la política y a las diversas asociaciones les compete la concientización de la población. También a


la Iglesia.

Una espiritualidad ecológica

Quiero proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen de las
convicciones de nuestra fe. Lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma
de pensar, sentir y vivir.

Pero también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo
excusa de realismo, suelen burlarse de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son
pasivos y se vuelven incoherentes. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios no es
algo opcional, ni un aspecto secundario para el cristiano.

Sin embargo, no basta la conversión personal. La conversión ecológica que se requiere, tiene que
ser también una conversión comunitaria. El creyente no contempla el mundo desde fuera, sino
desde dentro.

Vivir el presente y valorar lo pequeño

La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida y alienta un


estilo de vida profético y contemplativo. Es un retorno a la simplicidad que nos permite
detenernos a valorar lo pequeño. Agradecer las posibilidades que ofrece la vida, sin apegarnos a lo
que tenemos, ni entristecernos por lo que no poseemos.

La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una baja
intensidad, sino todo lo contrario.

No es fácil desarrollar esta sana humildad, si excluimos a Dios de nuestra vida, si nuestro yo ocupa
su lugar.

La paz interior

Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las mueve a hacer las cosas a toda
velocidad para sentirse ocupadas, en una prisa constante que a su vez las lleva a atropellar todo lo
que tienen a su alrededor.

La paz interior es una actitud del corazón. Es vivir todo con serena atención. Es estar plenamente
presente ante alguien, sin estar pensando en lo que viene después. Consiste en entregarse a cada
momento como don divino que debe ser plenamente vivido.

Una expresión de esta actitud es detenerse a dar gracias a Dios antes y después de las comidas. Es
la misma gratitud que nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se
sometan a nuestro control.

La lucha por un mundo mejor

Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que somos responsables por los
demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos.

Cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con los demás en estas dinámicas
sociales, debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de caridad y que de
ese modo madura y se santifica.

No todos están llamados a trabajar directamente en la política, pero en la sociedad existen


muchas asociaciones que intervienen a favor del bien común preservando el ambiente natural y
urbano.

Encontrar a Dios en todas las cosas

Resumen de la encíclica Laudato si. Encontrar a Dios en todas las cosas


El ideal no es sólo pasar de lo exterior a lo interior para descubrir la acción de Dios en el alma, sino
también llegar a encontrarlo en todas las cosas.

En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. En ella está realizada la plenitud, y es el


centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo
encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. El domingo, la participación
en la Eucaristía tiene una importancia especial. El domingo es el día de la Resurrección, el «primer
día» de la nueva creación.

Para los cristianos, creer en un solo Dios que es comunión trinitaria lleva a pensar que toda la
realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria. Las Personas divinas son
relaciones subsistentes. Esto no sólo nos invita a admirar las múltiples conexiones que existen
entre las criaturas, sino que nos lleva a descubrir una clave de nuestra propia realización.

María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido.
Junto con ella, se destaca la figura de san José. Él cuidó y defendió a María y a Jesús con su trabajo
y su presencia generosa. Por eso fue declarado custodio de la Iglesia universal. Él también puede
enseñarnos a cuidar de este mundo que Dios nos ha confiado.

La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada,
ocupará su lugar. Junto con todas las criaturas, caminamos por esta tierra buscando a Dios. Él no
nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a
encontrar nuevos caminos

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