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ANÁLISIS DE LA CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI

La carta nos ayuda a comprender la importancia que tiene el medio ambiente y el


cómo la estamos contaminando. Papa Francisco habla del daño que hemos
provocado al planeta, a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que
Dios ha puesto en ella. Nos recuerda que somos tierra que nuestro propio cuerpo
está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y
su agua nos vivifica y restaura. En la introducción hace un recuento de las
advertencias y propuestas de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, el
patriarca Bartolomé y San Francisco de Asís. Y advierte una íntima relación entre
los pobres y la fragilidad del planeta. En el transcurso de la carta existen 6 capítulos,
en el cual, el primero hace referencia a la contaminación y cambio climático que le
estamos ocasionando a nuestra “casa”, así también a la perdida de biodiversidad,
deterioro de la calidad de vida humana y degradación social, inequidad planetaria,
debilidad de las reacciones y diversidad de opiniones. Advierte que se deteriora la
calidad del agua, se privatiza este recurso escaso, se convierte en mercancía
regulada por las leyes del mercado, y se provoca una grave deuda social con los
pobres que no tienen acceso a agua potable, también comenta que una mayor
escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distintos
productos que dependen de su uso. Los monocultivos tampoco hacen bien al
planeta, estos pueden afectar gravemente a una biodiversidad que no es albergada
por las nuevas especies que se implantan. La debilidad de la reacción política
internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas, se
muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre el medio ambiente. Muy
fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común, y a
manipular la información para no ver afectados sus proyectos.

Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo, las


capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito
moderno del progreso material sin límites. La visión que consolida la arbitrariedad
del más fuerte, ha propiciado inmensas desigualdades, injusticias y violencia para
la mayoría de la humanidad, porque los recursos pasan a ser del primero que llega
o del que tiene más poder: y el ganador se lleva todo. El ideal de armonía, justicia,
fraternidad y paz que propone Jesús es distinto a semejante modelo.

El medio ambiente es un bien colectivo, es patrimonio de toda la humanidad y


responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien
de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia y el peso de negar la
existencia de los otros.

Se habla de la ecología ambiental-ecológica y social, de la ecología cultural,


ecología de la vida cotidiana; del principio del bien común y de la justicia entre
generaciones. Todo está conectado entre sí. Incluso el tiempo y el espacio. Y
cuando se habla de medio ambiente, se reconoce una relación entre la naturaleza
y la sociedad que la habita. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella. No hay
dos crisis separadas, sino una socio-ambiental. Y todo lo que se hace en un lugar
incide en otro. No se trata de destruir y crear nuevas ciudades supuestamente más
ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta incorporar la
perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así, entender que el
desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto
cultural y requiere del continuado protagonismo de los actos sociales locales, desde
su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida debe imponerse, sino que
debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos de cada grupo humano.
La desaparición de una cultura, puede ser más grave que la desaparición de una
especie animal o vegetal. Y la imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a
un modo de producción, puede ser tan dañina, como la alteración de los
ecosistemas.

Sobre la ecología cotidiana, advierte que los desplazamientos humanos a zonas


urbanas de alta marginación, entre el hacinamiento y el anonimato social puede
provocar una sensación de desarraigo que favorece las conductas antisociales y la
violencia, dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana. De este modo
es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra de Dios
creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que
pretenda cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la
misma.
Al referirse al principio del bien común, este presupone el respeto a la persona
humana, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral.
También reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos
intermedios, ampliando el principio de subsidiariedad.

La noción de bien común incorpora a las generaciones futuras. Las crisis


económicas internacionales, demuestran con crudeza los efectos dañinos del
desconocimiento de un destino común, del cual no pueden ser excluidos quienes
vienen detrás de nosotros.

Todos los problemas en la casa común hay que procurar una visión global y no sólo
en defensa de los intereses de algunos países. Las negociaciones
internacionales, no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los
países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global. Una
advertencia de suma importancia es sobre la injusticia de exigir el mismo
compromiso de reducción de emisiones de gases contaminantes a países de
menores recursos que a los países más industrializados. De este modo, se agrega
una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del medio ambiente.
Los países pobres, deben tener como prioridad la erradicación de la miseria, y el
desarrollo social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de
consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la
corrupción. Hacen falta marcos regulatorios que impongan obligaciones e impidan
acciones intolerables, como el hecho de que empresas o países poderosos
expulsen a otros países residuos e industrias altamente contaminantes.
Papa Francisco destaca las cooperativas para la explotación de energías
renovables para el autoabastecimiento y la venta de excedentes. Sobre la economía
de consumo, propone se oriente a una economía de residuos y reciclaje, a la
producción de especies y a la programación de una agricultura de rotación de
cultivos, con sistemas de riego y técnicas agrícolas sostenibles, mediante formas
de organización comunitaria que defienda los intereses de los pequeños
productores y preserven los ecosistemas locales de la depredación.
Sobre política y economía, debe estar al servicio de la vida humana. En definitiva, lo
que no se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace
posible que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcionen
adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y creen
empleo. En este marco, la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele
reducirse a una serie de acciones de marketing e imagen. Si la política no es capaz
de romper una lógica perversa, y también queda sumida en discursos
empobrecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la humanidad.
Al hablar de las religiones en diálogo con la ciencia, señala que la mayor parte de
los habitantes del planeta se declaran creyentes. Esto, debería provocar a las
religiones a entrar en un diálogo entre ellas, orientado al cuidado de la naturaleza, a
la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad.

La obsesión por un estilo de vida consumista, cuando sólo unos pocos pueden
sostenerla, provoca violencia y destrucción recíproca. Un cambio en los estilos de
vida, podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen el poder
político, económico y social, con el cual dañan el planeta. Cuando somos capaces
de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida
alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad.

Papa Francisco habla de una educación ecológica, donde se aprenda a


reutilizar, donde en familia se cultiven el amor y cuidado de la vida, el uso correcto
de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de
todos los seres creados. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos
a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos
a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos.

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