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Filosofía y Educación

La idea del ser humano en la filosofía hegemónica occidental


Una vez soñé que estaba narrando cuentos y sentí que alguien me palmeaba el pie para darme ánimos.
Bajé los ojos y vi que estaba de pie sobre los hombros de una anciana que me sujetaba por los tobillos y, con la ca-
beza levantada hacia mí, me miraba sonriendo.
-No, no –le dije-, súbete tú a mis hombros, pues eres vieja y yo soy joven.
-No, no –contestó ella-, así tiene que ser.
Entonces vi que la anciana se encontraba de pie sobre los hombros de otra mujer mucho más vieja que
ella, quien estaba encaramada a los hombros de una mujer vestida con una túnica, subida a su vez sobre los hom-
bros de otra persona, la cual permanecía de pie sobre los hombros…
Mujeres que corren con los lobos. Clarissa Pinkola Estés

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En esta síntesis conceptual se explicitarán algunas ideas, de algunos
pensadores, en respuesta a los interrogantes que plantea la Antropología
Filosófica.

La palabra Antropología tiene su origen en el idioma griego y proviene de “anth-


ropos” (hombre o humano) y “logos” (conocimiento”). Dentro del campo de la filosofía,
intenta dar respuesta acerca de las características esenciales del ser humano, de aquello
que lo hace “Ser Humano” y no otro ser.
A lo largo de la historia han sido muchos los pensadores y pensadoras que inten-
taron dar respuesta / definir / decir que es el ser humano.
A modo de ejemplo, veremos algunas de esas respuestas. Reflexionaremos so-
bre ellas, básicamente para poder pensar la educación de ese ser humano al que esta-
mos intentando definir. En primera y última instancia, lo que consideremos de ese ser
humano, sea ella/s, él/ellos, elle/s, o la denominación que usted sienta que mejor le
representa), guiará nuestra acción educativa.
Quizá sea un ejercicio interesante recorrer las diferentes épocas históricas para
revisar / confrontar las diversas definiciones de lo que significa ser humano en cada con-
texto. Quizá sea un ejercicio interesante pensar otras cuestiones que van más allá de las
meras descripciones. Algunas de esas cuestiones esperamos que surjan en el espacio de
esta cursada. A decir verdad, intentaremos que surjan muchos cuestionamientos… es
nuestro deseo que no falte la inquietud por rescatar las voces invisibilizadas a lo largo
de la historia del pensamiento, perspectiva y denuncia fundante de nuestro posiciona-
miento.
Les invitamos a realizar una lectura comprensiva que permita, a posteriori, la
realización de algunos análisis para que, paulatinamente, cada estudiante vaya encon-
trando su propio modo de caracterizar al ser humano. Comprender cada vez con mayor
profundidad la necesidad de lo humano; cada vez más humano, cada vez con mayor
cualidad humanizante…
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Algunas respuestas al planteo antropológico.

EDAD ANTIGUA – aproximadamente desde el 3.500 a.c. hasta el siglo V

Si bien la memoria histórica de la filosofía hegemónica y de la pregunta sobre el


ser humano comienza en la Grecia antigua, hubo otros pueblos anteriores y contempo-
ráneos a ellos que también pensaron estas cuestiones.

PLATÓN (- 428 a - 347)


Platón concibe al ser humano como una realidad
dual. ¿Qué significa esto? Sencillamente que el ser humano 2
está compuesto por un cuerpo–material- y un alma –inma-
terial-. Esa dualidad sugiere que lo material, que es el
cuerpo, en algún momento se corromperá, desaparecerá del
mundo sensible. Sin embargo, el alma (o psyché), lo inmate-
rial seguirá existiendo, en otros cuerpos, en diferentes mo-
mentos. Esta concepción dualista (cuerpo y alma) hace que
cada parte que integra la idea de ser humano tenga diferente
relevancia. Es mucho más importante el alma –dado que per-
manecerá inmutable a lo largo del tiempo- y menos impor-
tante el cuerpo, dada su finitud. Esta diferenciación que hace el filósofo respecto a la
importancia del cuerpo y del alma (intelectiva, racional), lo convierte en uno de los pri-
meros representantes del racionalismo.

ARISTÓTELES (-384 a -322)


“No se queden en las apariencias, vayan a lo esen-
cial”. Para Aristóteles el ser humano es un “viviente con lo-
gos” un homo sapiens que puede pensar y hablar (logos).
El fundamento es la ESENCIA, las apariencias son los
accidentes (lo que cambia, lo que no es esencial), pero a
diferencia de Platón, Aristóteles dice que las esencias están
en las cosas no en el mundo de las Ideas. Simplifica, de esta
manera, el dualismo platónico. Unifica la idea de un ser hu-
mano que puede definirse sin necesidad de dividirlo en
dos.
Las características esenciales que definen al hom-
bre son el conocimiento intelectual y la consecuente voluntad libre. Es por esto que
Aristóteles dice que el hombre es un animal racional. Así, lo considera una especie den-
tro del género de los animales y se diferencia de los demás por su alma racional.
Aristóteles ubica al humano en el nivel superior en la escala de la naturaleza, por
ser el único capaz de conocer la esencia de las cosas gracias a su alma intelectiva. Su
definición del hombre como animal racional ha sido la que más influencia ha ejercido en
la historia de la Filosofía
Esto es muy sintéticamente el consenso filosófico hegemónico greco-ateniense,
siglo V a. C. La buena educación colabora en acceder a las ideas, conocer las esencias y
no quedarse con las apariencias.
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EDAD MEDIA –desde el siglo V hasta el siglo XV-


Lo más representativo del pensamiento medieval es la síntesis entre la matriz
filosófica aristotélica y los contenidos de la Biblia que realizan filósofos y teólogos me-
dievales en el intento dar un fundamento filosófico a la fe.
Recordemos lo siguiente: la “cosmo-visión”, es decir la visión del mundo en la
edad media es conocida como TEOCENTRISMO (Teo = Dios). En este caso, Dios pasa a
ser el centro de todo, el fundamento, aquello que da sentido a la vida humana. El hom-
bre ocupa un lugar secundario en “el cosmos”; su vida se dispone al servicio de Dios en
la búsqueda de la vida eterna.
Esto cambiará radicalmente en la etapa siguiente, la Edad Moderna. La cosmo-
visión pasa del teocentrismo al ANTROPOCENTRISMO (Antropho = hombre / 3
ser humano). Este ser humano pasa a ser el centro de atención; adquieren valor
la naturaleza, la cultura, las artes, las letras y, por sobre todas las cosas, co-
mienza a valorarse la CIENCIA. (Profundizaremos en otros textos acerca del
desarrollo de las ciencias).

EDAD MODERNA –desde el siglo XV hasta el siglo XVIII-

RENÉ DESCARTES (1596-1650)


Duda de todo incluyendo toda la filosofía antigua, duda
de la posibilidad de conocer las esencias. No busquemos el fun-
damento en las ideas ni en las esencias, sino en el cógito.
Cogito ergo sum “Pienso luego existo” El fundamento
pasa a ser el SUJETO. También esta idea va sedimentar una con-
cepción dualista del ser humano, formado por cuerpo y mente
como entidades próximas pero escindidas. El ser humano es un
sujeto que piensa.
“La razón es la cosa mejor repartida del mundo” así co-
mienza su discurso del Método … “Pero no todos saben usarla”.
Como muy pocos saben usarla aquí reaparece la necesidad de la educación: enseñar a
usar bien la razón. Se sigue pensando en la episteme/razón, pero el fundamento está en
el sujeto que va a usar la razón.
Siglos XV y XVI, núcleo fuerte de la Ilustración. Comenio: “Enseñar todo a todos”.

JEAN JACQUES ROUSSEAU (1712-1778)


Contrariamente al pensamiento de Hobbes. Rousseau pensaba
que el ser humano es bueno por naturaleza (nace bueno), pero que actúa
mal, forzado por la sociedad que lo corrompe. Da primacía al sentimiento
natural, no a la razón ilustrada, y ese será el germen del Romanticismo.
Sus obras más importantes son "Emilio" y "El Contrato Social". Rousseau
habla de un estado natural del hombre, el que vive en estado de natura-
leza, sin preocupaciones y sin razón, sin lenguaje y sin hogar, ajeno a toda guerra y toda
atadura. Este ser se movía por dos impulsos básicos: el amor a sí mismo y la compasión.
Es un ser inocente, como un niño pequeño. No hay separación entre lo que es y lo que
parece. Define al hombre como un buen salvaje, un hombre primitivo que vive en paz y
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armonía con la naturaleza. El hombre contemporáneo, el hombre histórico, ha perdido


la bondad original. Es un ser vil, egoísta, depravado, lleno de odio. Es un ser degenerado.
Pero este hombre histórico no puede mostrar públicamente su degeneración: ha de
ocultar su vileza, su egoísmo y sus pasiones. Por ello adopta un comportamiento social:
la cortesía, la retórica, la técnica de las apariencias, todo aquello de que se preocupan
las ciencias y las artes, todo lo que nos sirve para enmascarar temores, odios, traiciones,
todo esto que adoptamos para esconder nuestra maldad es la educación.

Las ideas de Rousseau junto a las de otros pensadores


de su tiempo tuvieron gran influencia en la Revolución Fran-
cesa (1789) que entre sus gestas proclamó por primera vez la 4
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Si
bien la revolución fuera bien recibida por el pueblo, una mu-
jer Olympe de Gouges (1748-1793) publica la primera Decla-
ración de los Derechos de la Mujer en 1791. En ella acusa a la
Asamblea Nacional de París de haber publicado una Consti-
tución dirigida en exclusiva a los “hombres y ciudadanos”, en la que quedaban excluidas
las mujeres. Olympe pensaba que la situación de las mujeres, a pesar de la revolución,
no había cambiado ni un ápice. Con una voluntad férrea, reclamó un trato de igualdad
en cualquier aspecto para hombres y mujeres1. Olympe de Gouges murió ejecutada en
defensa de esa misma libertad, tras oponerse frontalmente a la represión jacobina, acu-
sada de reaccionaria.

EDAD CONTEMPORÁNEA –desde el siglo XVIII hasta la actualidad-

KARL MARX (1818-1883)


Como testigo de las transformaciones políticas, económicas y culturales que se
estaban dando en la Europa de la Revolución Industrial, Marx desarrollará un nuevo
marco conceptual desde su conocida tesis XI contra Feurbach “Los filósofos se han limi-
tado a interpretar el mundo de distintos modos. De lo que se trata es de transformarlo”.
Esta nueva conceptualización de la filosofía señala la in-
fluencia del pensamiento marxista en la vida política y en
las revoluciones del siglo XX.
Para Marx el ser humano es un ser que trabaja, que
modifica la naturaleza con su trabajo. Pero el trabajador no
es dueño de su fuerza de trabajo. La vende en el mercado
laboral a cambio de su subsistencia. Está alienado. La sub-
jetividad de las clases subalternas, se produce a partir de
los intereses de las clases dominantes. El proletario
(prole=hijos) sin conciencia de clase, está alienado.

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En su Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, Olympe llamaba la atención a sus compañeras de esta forma:
“Mujer, ¡despierta! La campana que toca la razón resuena por todo el universo; ¡conoce tus derechos! El reino poderoso de la
naturaleza ya no está rodeado de prejuicios, fanatismo, escepticismo y mentiras. Solo la ley tiene derecho a poner límites a esta
libertad cuando degenera caprichosamente, pero debe ser igual para todo el mundo”. El punto clave de la libertad, aseguraba la
enérgica Olympe, reside en que la sociedad admita que cualquier ciudadano, sea cual sea su condición o su sexo, pueda progresar
sin impedimentos artificiales mediante la libre ejercitación de sus capacidades.
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El hombre es su mundo humano. En lugar de buscar la esencia del hombre como


determinación interior, Marx la busca entonces en las relaciones "exteriores" que cada
hombre mantiene con la naturaleza y con los otros hombres en el conjunto de sus rela-
ciones sociales, con "el mundo del hombre”; [...] la esencia humana no es algo abstracto
e inherente a cada individuo.
Es en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. Esas relaciones y esa
sociedad no las piensa Marx como algo dado y estático, que fuera el objeto de la pura
contemplación (teoría), sino como realizaciones del hombre mismo, como creaciones
suyas, históricamente cambiantes y materialmente determinadas por la estructura so-
cioeconómica vigente, por las relaciones de poder de tal manera que se da un juego
recíproco entre el individuo y la sociedad, en el que ambos se constituyen. Dicho de otro 5
modo, Marx concibe al hombre como el ente que se produce a sí mismo. Y ese acto
autogenerador del ser humano es el trabajo: "el trabajo es el acto de la autoproducción
del hombre".
Marx se coloca así en radical oposición con la mayor parte de la tradición filosó-
fica, y ante todo con Aristóteles, que había visto la esencia del hombre en la razón teó-
rica. Para Marx, el trabajo es una relación real del hombre con las cosas mismas, con la
naturaleza y con los demás hombres, praxis histórico-social: el hombre mismo se dife-
rencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de
vida [...]. Lo que [los hombres] son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto
con lo que producen como con el modo cómo producen.
El trabajo constituye entonces la esencia del hombre, el modo cómo éste concre-
tamente es, el medio para su realización y para el desarrollo completo de sus posibilida-
des, para su satisfacción y para su felicidad.

ERNST CASSIRER (1878-1980)


Nos señala que el ser humano es un animal simbólico,
lo que quiere decir que pensamos y actuamos simbólicamente.
A base de símbolos, vamos construyendo un universo propio
que va más allá del mundo físico captado por nuestros senti-
dos. Tradicionalmente, desde Aristóteles al hombre se le ha
caracterizado por su uso de la razón (animal racional) o por
su sociabilidad natural (animal político). Sin embargo, para
Cassirer la especificad del ser humano, lo que diferencia del
resto de animales, no está en su naturaleza física o metafísica,
sino en su obra. Cassirer defiende que el hombre no puede ser
considerado un sujeto de estudio, sino que para comprenderlo
hay que llevar a cabo un análisis del universo simbólico que ha creado históricamente.
Así pues, el hombre debe ser definido como animal simbólico. Sobre este argu-
mento, Cassirer procuró entender la naturaleza humana explorando cada uno de sus
símbolos en todos los aspectos de la experiencia humana. La religión, la ciencia, el len-
guaje, los mitos, la ética, la política y el arte conforman nuestro universo simbólico.
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JEAN PAUL SARTRE (1905-1980)


El filósofo y literato francés Jean Paul Sartre,
pese a no ser el creador del existencialismo, se convir-
tió en el más reconocido defensor de dicha corriente
de pensamiento, que alcanzará gran popularidad en la
segunda mitad del siglo XX. Su implicación activa en la
vida política, a lo largo de su vida, hizo que fuese con-
siderado, en el último cuarto de siglo, como un sím-
bolo viviente del pensador comprometido con las cau-
sas políticas y sociales.
Dice el filósofo que la existencia precede a la 6
esencia. ¿Qué significa esto? Significa que el hombre
empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo,
y que después se define. El hombre, tal como lo con-
cibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será
después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque
no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal cómo él se concibe,
sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere
después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se
hace. Este es el primer principio de existencialismo.
Si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable
de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión
de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Y cuando deci-
mos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que el hombre es
responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres.

EMMANUEL LEVINAS (1905-1995)


Soy totalmente solo; así, pues, el ser en mí, el
hecho de que existo, mi existir, es lo que constituye el
elemento absolutamente intransitivo, algo sin inten-
cionalidad ni relación. Todo se puede intercambiar en-
tre los seres, salvo el existir.
El término filosofía desde Sócrates había ad-
quirido, según Lévinas, un significado erróneo. Se ha-
bía identificado a la filosofía con el amor a la sabidu-
ría. Occidente había creado una filosofía preocupada
por el ser (la esencia) y había ignorado al ente (al su-
jeto). Se había olvidado de la diferencia, de los senti-
mientos.
Levinas observó que la base de la violencia era el interés, ya que resulta imposi-
ble el poder afirmarnos todos, por ello advirtió que este interés debíamos convertirlo
en des-inter-és, es decir, debíamos de ponernos en el lugar del otro sin esperar nada a
cambio. Debíamos, por consiguiente, ver más allá de nosotros mismos; aceptar que so-
mos, tal y como señalaba Aristóteles en su Política, animales cívicos; aceptar que a mi
lado se encuentra el Otro, gracias al cual soy yo quien soy.
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Con esto, Levinas subrayaba la idea de alteridad, centrar su desarrollo no en el sí


mismo (sujeto cartesiano) sino en el Otro2. Levinas propondrá pensar de nuevo la filo-
sofía entendiendo a ésta no ya como amor a la sabiduría, sino a la inversa, como la sa-
biduría que nace del amor. Pues lo que define al ser humano no es el ser, tampoco el
interés, sino el desinterés. Por ello, hemos de tomar distancia del cogito, del sistema y
de lo lógico, pues estos tres términos son los que habían caracterizado al pensamiento
occidental hasta el momento, y crear una filosofía de la diferencia ya que lo importante
no es el ser, lo concreto, sino la diferencia.
Es por esto por lo que debemos preocuparnos por el otro y no verlo como alguien
enfrentado ya que, al fin y al cabo, hay yo porque hay responsabilidad, pues el yo es el
resultado de que alguien nos haya cuidado. Y gracias a esto podemos sentirnos insusti- 7
tuibles, porque detrás de mí hay otros que no son yo. Fue así como Levinas propuso un
humanismo del otro hombre, del hombre que se responsabiliza y responde totalmente
por el otro: Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él sin ni
siquiera tener que tomar responsabilidades en relación con él; su responsabilidad me
incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo hago.
Así pasamos, con Levinas, de un yo cerrado (ego cartesiano) a un yo abierto, ya
que la filosofía a partir de ahora no empezará en el yo, sino en el Otro. Pues, ¿cuándo
soy yo? Cuando otro me nombra, si nadie nos nombra no somos nada. Podemos susti-
tuir, de esta manera el "pienso, luego soy", que enunciaba Descartes, por "soy amado,
soy nombrado, luego soy".

Autores varios.
Compilación de algunas respuestas al planteo antropológico.
Apunte de cátedra.

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Inspirándose en su ascendencia y tradición hebrea, buscó otro modo de pensar esta relación, ya que, como él señalaba, no so-
mos tan sólo hijos de los griegos sino también de la Biblia. La filosofía occidental había mirado hasta el momento únicamente a
Grecia, olvidándose de Jerusalén.

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