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Cuando muere un animal, su cuerpo suele ser el alimento de muchos otros y finalmente se
descompone, la mayoría de las veces sin dejar rastros y en corto tiempo. Y las huellas que pudo
haber dejado desaparecen con él. ¿Viste qué rápido se “borran” las marcas de pisadas que dejás en
la arena cuando sube el mar?
Petrificación:
En unos poquísimos casos puede suceder que el animal quede al costado de un río y, luego de una
crecida, sea cubierto por barro y arena. El cuerpo es desgarrado por carroñeros que lo pisotean y lo
dispersan (por eso en general no se encuentra el esqueleto completo) y las partes blandas se
descomponen por la acción de los microorganismos. Si está hundido, tal vez se preserve un poco de
estos ataques y algunos trozos de hueso queden enteros. Luego de cientos de miles de años, los
restos pueden quedar cubiertos de capas y capas de partículas de suelo, llamadas sedimentos. A
medida que se acumulan en la parte superior, los sedimentos sueltos hacen presión, se compactan y
se convierten en rocas sedimentarias.
Este proceso donde los tejidos son reemplazados muy lentamente por los materiales de las rocas,
se llama Petrificación, o formación de piedra, por eso, los huesos fósiles ¡son mucho más pesados
que los otros!
Los Megaterios,
mamíferos
herbívoros
semejantes a
perezosos
gigantes de
hasta 6 metros
de altura,
habitaron
nuestras pampas
hace un millón
de años atrás.
Se extinguieron
hace bastante
poco: apenas
unos 8000 años.
Cualquier hueso o rastro de seres vivos no es considerado
fósil. Debe tener una antigüedad de 10.000 años o más.
Dado que en general se preservan las partes duras de los organismos, la mayor parte de la flora y
fauna ha desaparecido sin dejar rastros. Sin embargo, hay otras formas de fosilización:
Improntas o impresiones:
La forma del organismo se imprime en los sedimentos dejando su huella como por ejemplo las hojas
de plantas o las marcas de plumas.
La forma de un helecho quedó
marcada en la roca.
Se trata de una impronta.
Los troncos de árboles o las conchillas y caparazones se entierran en la arena. Con el paso del
tiempo, las partes blandas se desintegran y el sedimento los rellena formando un molde interno.
También se puede obtener un molde externo, cuando el sedimento “copia” la forma “por fuera”. En el
caso de los caracoles bivalvos, como las actuales almejas, los moldes internos reproducen la
anatomía del animal cuyos órganos se ubican en el interior de las valvas.
Como vimos, el primer paso para la formación de un fósil es que el organismo se entierre
rápidamente. Sin embargo, existen algunos casos de fósiles que se producen fuera de los
sedimentos, aunque son menos frecuentes. Se trata de las Inclusiones, en las cuales los tejidos
quedan dentro de sustancias que los aíslan de la descomposición. Un ejemplo es el de los insectos
atrapados en ámbar, una resina fósil o el caso de la fosilización por congelamiento, proceso por el
cual se han conservado muy pocos animales, incluyendo mamuts, rinocerontes lanudos y algunos
seres humanos. En este caso los fósiles encontrados tienen una antigüedad de varios cientos o
miles de años, plazo bastante corto en relación a los millones de años de otros tipos de fósiles.
El análisis de los coprolitos aporta datos sobre el tipo de dieta: restos de hojas
y semillas para los herbívoros y trozos de huesos, escamas y dientes para los
carnívoros.
Los moldes de troncos y las improntas de hojas “nos dicen” que existieron
plantas gigantes, similares a helechos, de casi ¡treinta metros de altura!
En suma, los fósiles no sólo aportan datos sobre cómo eran las plantas y los
animales del pasado, a veces también nos informan sobre los ambientes en los
que vivían. Por ejemplo, ¿qué “nos dice” la presencia de fósiles de almejas y
caracoles marinos en una zona montañosa? Que ese lugar fue, alguna vez, el
fondo de un mar.