Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Dayana R. Acevedo, Derly M. Bravo, Laura Velandia, María C Sáenz González y Paula V.
Polania
Febrero, 2024
Uroanálisis Taller Número 3
1. Realice una revisión bibliográfica corta donde se comenten las uremias generadas por
neoplasias, autoinmunes e infecciosas.
Se puede definir el síndrome urémico como el conjunto de signos clínicos, los cuales se
acompañan de daño renal, debido a la acumulación de toxinas causado por alteración en las
funciones bioquímicas y fisiológicas durante el desarrollo de la insuficiencia renal crónica
(IRC) en estadio terminal (Vásquez et al., 2003).
Según Vásquez et al, (2003), la presencia de signos clínicos se debe a la acumulación de
solutos de retención urémica y toxinas urémicas; la arginina es de los aminoácidos más
versátiles en las células animales, no sólo como precursor para la síntesis de proteínas, sino
también de óxido nítrico, urea, glutamato, poliaminas y creatina, por lo tanto, conocer el
metabolismo de la arginina es importante para un mejor entendimiento del síndrome urémico.
Por otro lado, se considera que existe una IRC cuando se disminuye la tasa de filtración
glomerular (TFG) en un porcentaje mayor del 50% durante más de 2 a 3 meses, o cuando
existe un daño que persiste durante ese mismo periodo de tiempo, aunque no se acompañe de
un descenso de la TFG; es así como en muchas ocasiones, cuando se diagnostica una IRC ya
se ha perdido el 80 a 90% de la capacidad funcional renal (Cortadellas et al., 2012).
De acuerdo a lo anterior, la etiología del síndrome urémico puede variar según la causa de la
IRC, los factores etiológicos se clasifican en congénitos (poliquistosis renal, displasia renal,
amiloidosis) y adquiridos, los cuales pueden ser infecciosos (bacterias, hongos o virus), o no
infecciosos (tóxicos, endocrinos, inmunológicas, obstructivos y neoplasias, ente otros)
(Barrera & Duque, 2021). Las causas adquiridas se derivan de procesos patológicos que
lesionan al glomérulo, túbulo renal, intersticio y/o vasculatura, lo que provoca pérdida
irreversible de las nefronas funcionales y causa fallo renal, generando nefritis crónica
tubulointersticial, glomerulonefritis crónica, nefritis piogranulomatosa posterior a peritonitis
infecciosa felina (PIF), enfermedad poliquistica renal, entre otros. (Lozano, 2019). En este
caso se discutirá sobre los adquiridos, iniciado con las neoplasias las cuales son una causa
poco frecuente de afección al sistema renal, sin embargo, las más descritas se encuentran a
nivel renal, uretral y vesical (Renales, 2015), siguiendo con las causas infecciosas y, por
último, las inmunomediadas.
Las neoplasias renales, son de baja prevalencia en perros y gatos; la mayoría de estas son de
origen epitelial, como carcinomas y adenocarcinomas, resultando menos frecuentes los
fibrosarcomas, hemangiosarcomas (HSA) y neurofibromas. La mayoría de los pacientes
afectados son a geriátricos, y se ha reportado frecuentemente en machos; así mismo, los
cistoadenocarcinomas se han descrito en ovejeros alemanes y sus cruzas, Bóxer y Golden
Retriever; por otra parte, los nefroblastomas se presentan en pacientes jóvenes y en ocasiones
son bilaterales (Renales, 2015).
Tal como lo describe Renales, (2015), aproximadamente el 60% de las neoplasias renales son
carcinomas, el 34% sarcomas y el 6% nefroblastomas. La enfermedad puede cursar un
tiempo variable de manera subclínica. Aproximadamente en la mitad de los casos se puede
palpar masas en relación al área de proyección renal. En pocos pacientes se puede advertir
hematuria, siendo este signo más frecuente en aquellos casos con carcinoma transicional
ubicado en la pelvis renal y en los cistoadenocarcinomas.
La evidencia de la falla renal, es común en los cistoadenocarcinomas de los ovejeros
alemanes ya que generalmente se presenta de forma bilateral, afectando la funcionalidad de
ambos riñones; los signos paraneoplásicos que se describen en esta patología son:
leucocitosis y neutrofilia presumiblemente por liberación de factores estimulantes de colonias
medulares y la policitemia por excesiva secreción de eritropoyetina inducida por la neoplasia;
así mismo se puede evidenciar cuadros de claudicación que podrían ocurrir secundarios a
metástasis óseas o por osteopatía hipertrófica. Por otra parte, en felinos los tumores renales,
especialmente el carcinoma transicional, suelen ser muy infiltrativos y comprometen
rápidamente la cápsula y el tejido circundante, invadiendo peritoneo y retroperitoneo
(Renales, 2015).
El diagnóstico de estas neoplasias se confirma mediante ultrasonografía, ya que permite
evaluar el parénquima renal y la integridad de los órganos abdominales y linfonodos. Así
mismo, las radiografías de tórax permiten descartar o confirmar la metástasis. Se ha utilizado
el antígeno vesical para diagnóstico de carcinomas renales con buenos resultados. De igual
forma, los análisis hematológicos y enzimas de funcionalidad renal y hepática y uroanálisis
sirven para evaluar la condición general y la presencia o ausencia de signos paraneoplásicos
(Renales, 2015).
Conjunto a lo descrito anteriormente, se pueden evidenciar también neoplasias a nivel uretral,
las cuales son muy raras y, generalmente, se asocian a una extensión de carcinomas de
células transicionales de vejiga, que son mucho más frecuentes, y a carcinomas de células
escamosas de próstata, entre otros. En su diagnóstico diferencial es importante descartar una
uretritis granulomatosa porque su tratamiento y pronóstico es muy diferente. En ocasiones, se
puede realizar su diagnóstico mediante palpación rectal de la uretra, uretrografía de contraste
o cistoscopia (Barrea et al., 2021).
Según Renales, (2015), los tumores de vejiga son las neoplasias más frecuentes del aparato
excretor, siendo el carcinoma de células transicionales (CCT) el más reportado en un
porcentaje de 90 a 97%, otras neoplasias reportadas son los leiomiosarcomas,
rhabdomiosarcomas en animales jóvenes y el sarcoma indiferenciado; sin embargo difiere
con lo reportado por Barrea et al., (2021), ya que para él, las neoplasias de la vejiga son raras
en perros y mucho más en gatos, indicando que la baja incidencia en esta especie, se atribuye
a un metabolismo diferente del triptófano, que resulta en bajas concentraciones urinarias de
metabolitos de este aminoácido potencialmente carcinogénicos. Los tumores de vejiga
generalmente son de origen epitelial y muy malignos y resultan muy raros en animales
jóvenes. (Barrea et al., 2021).
Los signos clínicos asociados a neoplasias en vejiga o en uretra son similares a los
evidenciados en enfermedades como cistitis o urolitiasis, los signos más reportados son
polaquiuria, disuria, hematuria, incontinencia urinaria o incluso obstrucción crónica del flujo
urinario y consecuentemente hidronefrosis, si esta última es bilateral, el animal puede llegar a
mostrar signos clínicos de uremia (Barrea et al., 2021).
Según la localización de la neoplasia, si esta se encuentra de forma bilateral en el riñón,
puede generar cambios directos en el parénquima y la funcionalidad de este, lo cual induce de
forma consecuente a la presencia de insuficiencia renal crónica en estadios terminales,
desencadenando síndrome urémico, lo cual es indicativo de un mal pronóstico en el paciente.
De igual forma, cuando la localización de la neoplasia es a nivel uretral y vesical, puede
llevar de forma secundaria a una obstrucción parcial o completa de las vías urinarias,
desencadenando lesiones ascendentes al riñón causando insuficiencia renal crónica, lo cual
puede llevar a la presentación de signos asociados al síndrome urémico, como ulceras
bucales, halitosis severa, náuseas, vómitos, pérdida de peso, entre otros. Como consecuencia
del síndrome paraneoplásico y la insuficiencia renal crónica, el estado del paciente será
crítico y se verá afectada su calidad de vida.
Respecto a las uremias causadas por agentes infecciosos, se ha demostrado a través de
coronavirus felino y la leucemia felina, así mismo se ha reportado algunos protozoarios como
Según algunos autores, los resultados en cuanto a las variables utilizadas para la evaluación
renal indican evidencias en alteraciones importantes a nivel de este órgano; así mismo, la
uremia y la creatinemia son los parámetros con mayor alteración evidenciados en la clínica de
pequeñas especies, relacionados con una enfermedad infecciosa como las mencionadas
Si bien algunas de las infecciosas mencionadas son poco comunes en la clínica de pequeñas
enfermedad renal, puesto que algunas de estas producen principalmente una inflamación de la
pelvis renal que cuando se asocia a una infección, producen frecuentemente pielitis o
autores como Michua, (2018) y Lengua & Combalía, (2017), reportan asociación frecuente de
signos, tales como; depresión, anorexia, mucosas pálidas, vómitos, poliuria, polidipsia,
correlación del hemograma y el perfil bioquímico, pues algunos autores reportan aumento de
además de que esta correlación se debe apoyar con el estudio radiográfico y ecocardiográfico
síndrome urémico, se trata de trastornos en los que el sistema inmunológico del cuerpo ataca
por error sus propios tejidos. Si bien algunas enfermedades autoinmunes pueden afectar los
riñones y dar lugar a enfermedades renales, la uremia es más típicamente el resultado de una
Tapia Peralta, K. J. (2021). Urea y Creatinina en caninos (Canis lupus familiaris) geriátricos a
Lengua, D., & Combalía, L. N. (2017). Evaluación de la utilidad clínica del marcador SDMA
Zaragoza.
Gualtieri, C. A. S., Carlín, C., Peirone, C., Gattarello, V., Marc, L., Molteni, H., ... &