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Existe una compleja relación entre el intestino y la salud del resto del cuerpo. Incluso con el cerebro y nuestro sistema
nervioso.
Una alteración de la microbiota –en cuanto a perder la proporción de distintas familias bacterianas, es decir, que haya
más bacterias no beneficiosas que bacterias buenas adentro–produce inflamación en la pared intestinal.
El intestino y el cerebro están conectados directamente por un nervio llamado vago. El nervio vago, de hecho, es el más
largo del organismo y funciona bidireccionalmente: o sea, transmite información del intestino hacia el cerebro y
viceversa (por algo, en inglés, existe el término gut feelings: sentir visceralmente algo que acontece).
Investigaciones demuestran que manipulación de cuadros emocionales se puede lograr modificando su microbiota.
Para facilitar los procesos metabólicos y favorecer la absorción de los nutrientes debemos modificar nuestra dieta
disminuyendo las grasas animales y los azúcares y favoreciendo el consumo de fibra, frutas, verduras.
La dieta debe aportar alimentos con propiedades prebióticas, probióticas y antibióticas. Se pueden complementar con
suplementos de prebióticos y probioticos en cápsulas.
ALIMENTOS PREBIOTICOS: con alto contenido de fibra prebiótica como frutas, verduras, tubérculos y legumbres, que
proporcionan fibras solubles.
Se deben evitar las fibras insolubles como las harinas refinadas y el salvado de trigo, además de disminuir las grasas
animales y reducir el consumo de azúcar.
ALIMENTOS PROBIOTICOS: éstos actúan como una barrera protectora contra los microorganismos no deseados, y
mejoran nuestro sistema inmunológico. Estimulan los jugos digestivos para una absorción correcta de los nutrientes.
Los denominados lactobacilos también son muy beneficiosos para recuperar la flora intestinal dañada, crean un medio
ácido en el intestino que desagrada a la mayoría de las bacterias que nos perjudican, impidiendo su desarrollo y
multiplicación.
ALIMENTOS ANTIBIOTICOS: al contrario de los medicamentos que se producen en laboratorios, los alimentos
antibióticos no eliminan las bacterias buenas de nuestro intestino.
ALIMENTOS DONDE SE PUEDEN ENCONTRAR:
FRUTAS: como manzanas, plátanos, chirimoyas, mangos, higos, piña, papaya, kiwis, plátano verde granadas, peras,
ciruelas. También frutas cocidas o en compota, por su alto contenido de pectina, como manzanas, peras y
membrillos. Frutas deshidratadas (pasas, dátiles, ciruelas, higos). Reducir el tomate por ser acidificante.
VERDURAS: brócoli, coliflor, alcachofa, espárrago, repollo, rabanito, rúcula y verduras de hojas verdes. Consumir la
espinaca con moderación.
ALMIDONES RESISTENTES: arroz, papas, yuca, maíz, cereales integrales (quinoa, mijo, avena), trigo sarraceno.
Evitar la harina de trigo y salvado de trigo. Una vez recuperada la flora intestinal se puede agregar las harinas y
cereales integrales.
ALIMENTOS ANTIBIOTICOS: Papayas, cebollas, ajos, puerros, piña e higos, cúrcuma, canela, pimienta.
Las hierbas aromáticas como la menta, hierbabuena, tomillo, cilantro, romero, salvia, orégano, clavo de olor, laurel,
comino, anís, son excelente recurso antibiótico.
GRASAS SALUDABLES: Aceite de oliva, maravilla o sésamo, frutos secos (comer con moderación), palta.
LEGUMBRES: Lentejas, garbanzos, arvejas. Se recomienda remojar toda la noche y cocinar más largo de lo habitual para
evitar indigestión.
CARNES: Carnes blancas (pollo, pavo), pescados, huevos.
ALIMENTOS PROBIOTICOS: Kéfir, yogur y queso de cabra, yogur de leches vegetales con bacterias acido-lácteas, copos
de avena, miso, , tempeh, salsa de soya, chucrut, pepinillos y otros alimentos en vinagre, aceitunas negras, chocolate
negro, leche de cabra, miel (no pasteurizada), microalgas (chlorella, spirulina, algas azules y verdes), mucilagos,
cochayuyo