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Introducción
Los delitos de falsificación material de documentos[1] son, en general, tipos delictivos con estructuras típicas muy
complejas. De ahí que el estudio sobre estos sea objeto de un amplio debate doctrinario. Amén de ello es, además, uno de
los delitos de más común realización que constituye un gran porcentaje de causas que se tramitan en el Poder Judicial.
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[R.N. 2065-2015, Lima]
Este trabajo tiene el objeto de centrarse solo en el aspecto tan discutido del momento de su consumación. La postura que
expondré, con seguridad, no está exenta de críticas, sin embargo, espero superarlas con las armas de la lógica y de las
razones. No pretendo extenderme en un comentario genérico sobre este tipo, por lo que partiré de la breve referencia
acerca del bien jurídico protegido y las conductas típicas, para luego pasar al abstruso asunto de la consumación, eso sí,
haciendo una descripción de sus elementos para, al final, extraer algunas conclusiones.
Este delito está ubicado bajo el título de los “delitos contra la fe pública”, de lo que se entiende que el legislador ha
optado por establecer que el bien jurídico protegido aquí es la fe pública (lo que, como veremos más adelante, es
coherente con la construcción típica del delito). Podría señalarse aquí el criterio dualista de Carrara, para quien lo
directamente atacado, vulnerado o desconocido por este tipo de delitos es la fe constituida en cada uno de los miembros de
la comunidad, por el valor de veracidad que el Estado (el derecho) otorga a determinadas formas instrumentales de su
propia actividad[2].
En el desarrollo doctrinal de este delito, se ha hecho la propuesta de que el bien jurídico es pluriofensivo[3]; o también que
este atenta, con un sentido de más concreción y especificidad, en contra de la fiabilidad y seguridad del tráfico
jurídico[4], lo que merece especial atención, dado que con este bien jurídico se pretenderá proteger algo que, si bien en
definición es más tangible y menos genérico que lo que se entiende por fe pública, es también una forma de asumir un
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delito de uso de documento falso
que es el objeto material de este delito (para García Cantizano un documento es auténtico cuando procede de la persona
que figura como su autor). Así, debemos descartar de entrada cualquier ataque en contra de la veracidad de la
realidad contenida (por medio de la escritura) en el documento, puesto que esto es materia de tipificación por la falsedad
ideológica[6].
De acuerdo a la redacción de este dispositivo normativo tenemos que las conductas típicas son:
Llamada también imitación total, esta conducta se realiza de dos formas: la primera es imitar copiando un documento
verdadero (preexistente) en otro soporte material, de tal manera que en él se introduzcan modificaciones sustanciales y
deformantes del documentos verdadero que sirviera de modelo; y la segunda forma consiste en crear un documento sin
tener ningún modelo pre-existente, de tal forma que su surgimiento se origina con la creación del mismo[7].
Llamada también imitación parcial, esta forma de falsificación se identifica con el verbo “agregar”, dado que en este caso
se partirá de la existencia de un documento verdadero, al cual se le agregarán líneas de palabras o párrafos (supóngase
pues el caso donde el documento verdadero contenga espacios en blanco), los mismos que darán a conocer una nueva
El verbo adulterar se identifica con el verbo “alterar”, que ha sido entendido como “sinónimo de modificar o cambiar la
existencia material de un documento auténtico ya formado”[8], de tal manera que su consecución se da mediante las
acciones de “supresión” y “sustitución”. De ahí que la realización de las mismas sobre la escritura del documento se da
alterando lo ya existente, mediante la modificación o sustitución de palabras, siendo que lo que se cambia y deforma es su
sentido, sin llegar a crear parcialmente un documento como se viera en el anterior caso.
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2017, Arequipa]
4. La posibilidad de causar perjuicio
Existe gran debate doctrinario a propósito de este elemento común en diversos tipos de falsedad documental en el
derecho comparado. A mi juicio, lo que mejor se ha plateando es su configuración como un elemento del tipo objetivo, y no
como una condición objetiva de punibilidad, como tal vez se ha querido confundir[9]. En consecuencia, el dolo abarcará el
En esta misma disyuntiva se han visto también confundidos los conceptos de posibilidad y probabilidad de causar algún
perjuicio. Así, García Cantizano, citando a Moliner, advierte que, “lo que puede ser es posibilidad; lo que tendría que ser,
Aquí será, pues, de suma importancia la característica de idoneidad (capacidad y/o potencialidad) que tenga el documento
falsificado para poder engañar (piénsese pues en el documento tan burdamente falsificado que de ninguna manera
pudiera causar engaño), de tal manera que no podrá configurarse el delito si este documento no tiene la aptitud para poder
engañar (para estos casos se utiliza siempre el parámetro del ciudadano común).
Así pues, debe entenderse que el recurso de la ley que fluye de la frase “si de su uso puede causar algún
perjuicio” constituye un elemento integrante del tipo objetivo, cuya utilización es propia de la técnica legislativa empleada
en la construcción de los delitos de peligro y pretende remarcar la idoneidad que la conducta de falsificación (la llamada
5. Tipo subjetivo
Además del dolo[12] (que implica el conocimiento de la significancia y la voluntad de realizar la conducta típica descrita),
encontramos también otro elemento subjetivo del tipo, el propósito de utilizar el documento, que puede igualarse con la
intención de querer usar el documento (sea introduciéndolo en el tráfico jurídico o presentándolo al sujeto que se quiere
En el primer párrafo se tipifican las conductas arriba mencionadas, que recaen sobre los documentos públicos[13] y
conductas típicas unido con el ulterior propósito subjetivo de hacer un uso de él, sin necesidad de un uso efectivo del
documento en el plano objetivo ontológico. Así, si se da este uso posterior (exigencia no típica), estaríamos en la fase
de agotamiento delictivo (lo que implica la irrelevancia de este posterior uso, dado que quedaría impune)[15]. Por lo
mismo, como no se requiere el uso externo del documento falsificado para la perfección del delito, lo que sí se exige es la
aptitud e idoneidad del mismo para que potencialmente pueda producir efectos en el tráfico jurídico, sin que sea necesaria
La doctrina contraria se inspira en la necesidad de una lesión o perjuicio objetivo, que malentiende pues lo que el legislador
ha tipificado en este delito, donde es evidente que ha optado por un desvalor de la acción y no por una desvaloración del
resultado, siendo pues un delito de peligro que se configura mediante una acción y no un delito de lesión. Esta posición ha
sido asumida pues por un sector jurisprudencial de forma errónea (lo que ha dejado impunes no pocas de estas conductas):
En el caso del artículo 427 si no se da el perjuicio resultante del acto delictivo y siendo inexistente la condición objetiva de
punibilidad, es decir, el perjuicio ocasionado al agraviado, el hecho consumado no constituye delito y por ende no es
justiciable penalmente (…)” (Ejecutoria Superior de Lima del 05.09.97). También “No obstante ser típica, antijurídica y
culpable la conducta de la acusada, sin embargo, estando a la condición objetiva de punibilidad contenida en el art. 427 del
C.P., así como por razones de política criminal, para la punibilidad de la referida conducta se requiere que del uso de
documento resulte un perjuicio, caso contrario esta no se castigará (…)” (Ejecutoria Suprema del 01.12.97)[17].
Distinto de lo que entiende la anterior jurisprudencia señalada respecto del momento de la consumación de este delito, es
afirmar que al Poder Judicial sólo llegan los casos en los cuales se han llegado a utilizar los documentos falsificados.
Ciertamente es muy complicado probar este delito antes del uso externo que le pudiera dar su falsificador, amén de los
problemas que surgirían de la ubicación en el tiempo de su real consumación. Por lo mismo, se puede entender también
que, por cuestiones pragmáticas y de utilidad probatoria, se tenga que la consumación se realiza en el momento de la
introducción del documento falseado en el tráfico jurídico. Esto a efectos de determinar el momento exacto de la comisión
delictiva y, en consecuencia, el inicio cierto del plazo prescriptorio. Esta práctica posición ha sido también asumida por
cierta jurisprudencia:
“En el delito de falsificación de documentos, el momento de la consumación se produce desde que el sujeto conociendo la
falsedad del documento realiza un acto material de utilización del mismo (…)”. R.N. 4036-2004, Lima, p. 1574, El Código en
su Jurisprudencia, p. 447.
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Además:
“(…) el delito de falsedad es de comisión instantánea y se consuma, en todo caso, cuando a sabiendas se utiliza el
documento falso, un supuesto típico distinto de la confección, alteración o modificación falsaria del documento y que,
asimismo, puede concurrir con él y ser perpetrado por el propio autor de la elaboración del documento falso o por un tercero
(…)”. Corte Superior de Justicia, Sala Penal Permanente, Queja núm. 1678-2006, Lima, Precedente Vinculante,
7. Tentativa explicación
La jurisprudencia anotada que exige el perjuicio objetivo para la consumación del delito que venimos comentando, obedece
1) La seguridad y fiabilidad del tráfico jurídico como bien jurídico protegido; se traslada entonces el momento
consumativo del delito al momento en que éste se introduce objetivamente en el tráfico jurídico;
2) La consideración de la posibilidad de perjuicio como una condición objetiva de punibilidad[18]; exigiéndose para
3) La necesidad de un perjuicio objetivo; habiendo entendido este delito no como uno de peligro sino como uno de
resultado.
Al ser un delito de mera actividad se consuma con el uso externo del documento falsificado (ya sea procesal o
extraprocesalmente). Nuestra legislación sanciona con las mismas penas la conducta de falsificación (siendo que si
después –como ya mencionara– deviene el falsificador en el uso, esto es sólo un agotamiento de la conducta falsaria que
nada agrega al acto ya consumado, quedando en este extremo impune la conducta sobreviniente del uso) y la conducta del
estricto uso del documento falseado. Además sólo pueden ser sujetos activos los agentes que no hayan tomado parte en
pena para el agente falsificador como para el agente que solamente se limita a utilizarlo; siendo que la conducta del primero
implica un mayor desvalor de la acción (lo que equivaldría a decir que contiene una mayor carga de antijuridicidad) que el
del segundo, quien por limitarse al estricto uso, su acción tiene un menor desvalor[19].
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la posibilidad de causar perjuicio y no perjuicio efectivo
9. Conclusiones
La posibilidad de causar perjuicio es un elemento del tipo objetivo y no una condición de punibilidad, la
misma que deviene de la potencialidad de producir efectos en el tráfico jurídico.
Cierto sector jurisprudencial entiende que la consumación de este delito se da cuando se causa un
perjuicio objetivo; otro sector entiende que lo propio se realiza con la introducción del documento falsificado
en el tráfico jurídico. La postura aquí expuesta es la que se hace de una interpretación que no excede el
sentido literal del texto normativo (el mayor límite de legalidad y seguridad jurídica), en contrapartida a las
tantas interpretaciones extensivas, lo que no me impide abogar por la reforma del tipo penal bajo comentario.
Actualización
Hace pocos días la Corte Suprema adoptó la posición expuesta en este artículo. Pueden leer la sentencia casatoria
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exige materialización de un perjuicio (doctrina jurisprudencial)
[1] Los mismos que se ubican en el artículo 427 del Código Penal y cuyo texto normativo declara:
“Art. 427.- El que hace, en todo o en parte, un documento falso o adultera uno verdadero que pueda dar origen a derecho u
obligación o servir para probar un hecho, con el propósito de utilizar el documento, será reprimido, si de su uso puede
resultar algún perjuicio, con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de diez años y con treinta a noventa días-
multa si se trata de un documento público, registro público, título auténtico o cualquier otro trasmisible por endoso o al
portador y con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cuatro años, y con ciento ochenta a trescientos
[2] Citando a Carrara; Carlos Creus. Falsificación de documentos en general. Buenos Aires: Astrea; Buenos Aires, 2004, p.
4.
[3] En este sentido, la tesis mantenida por Cobo del Rosal. Esquema de una teoría general de los delitos de falsedad, CPN,
1995, p. 1995; quien admitiendo la fe pública, no obstante, declara que “al mismo tiempo comportan, cuando menos, una
puesta en peligro de concretos bienes jurídicos (propiedad, honor, objetividad e imparcialidad en la administración de
justicia, etc.)”.
[4] Castillo Alva, op. cit., p. 33, quien la define como “la certeza, firmeza o consistencia, en que se desenvuelven el conjunto
de las relaciones jurídicas como consecuencias de la corrección y autenticidad de los actos que las crean, modifican o
extinguen”.