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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Tesis de Licenciatura en Psicología

Neurosis actuales: ansiedad y ataques de pánico. Una relectura en


clave post- moderna.

Nombre y apellido del almuno: Facundo Nigro

DNI: 39322162

Nombre y apellido de tutora: Ana Clara Gimenez

DNI: 24220488

Primer cuatrimestre 2022


INDICE

1. Presentación de la problemática a investigar………………………….....Pág. 1


1.1. Objetivos generales……………………………………………....Pág. 1
1.2. Objetivos específicos…………………………………………….Pág. 2
1.3. Marco teórico…………………………………………………….Pág. 2
1.4. Estado del Arte…………………………………...……….……..Pág. 12
1.5. Metodología……………………………………………………...Pág. 17
2. Desarrollo…………………………………………….……………….….Pág. 17
2.1. Discurso social en la post- modernidad……………………….....Pág. 17
2.2. Sujeto post- moderno…………………………………………….Pág. 22
2.3. DSM V: ataques de pánico y ansiedad
en su relación con las neurosis actuales…………………………Pág.27
3. Reflexiones finales…………………………………………………...…..Pág. 30
3.1. Conclusión…………………………………………………..……Pág. 32
4. Bibliografía……………………………………………………….………Pág. 32
Presentación de la Problemática a Investigar

Para el presente desarrollo, me propongo como objetivo investigar si es posible encontrar


incidencia del discurso social del capitalismo en la post- modernidad con respecto a los ataques
de pánico y ansiedad (entendiendo a los mismos como parte del grupo de neurosis actuales,
conceptualización hecha por Freud en años tales como 1893-95, 1898 y 1916), buscando así
determinar si estas formas de presentación del malestar pueden ser simbolizadas en torno a
dicho discurso.
En este sentido, en cada época pueden pensarse ordenamientos sociales distintos, en los
cuales encontramos que se desarrollan y moldean determinados tipos de subjetividad,
sosteniendo así una relación dialéctica en donde los discursos hacen a determinadas formas
simbólicas de habitar el mundo, y dichas formas de habitar al mundo hacen a la reproducción
de ciertos discursos sociales según el momento histórico- social vigente. Ahora bien, ante esta
forma de pensar al ser humano en tanto sosteniendo mutua determinación con el material
simbólico del contexto en donde existe, planteo la siguiente hipótesis: los ataques de pánico y
ansiedad (como parte del grupo de neurosis actuales) pueden ser actualmente entendidos como
consecuencia de la incidencia del discurso de la posmodernidad en las subjetividades de esta
época. Sin embargo, ante dicha afirmación cabe la pregunta a investigar ¿de qué manera puede
ser entendida esta incidencia del discurso social vigente en dicha forma de malestar
comprendida dentro de las neurosis actuales?
Dicha hipótesis surge como producto de la lectura de autores tales como Byung- Chul Han,
Jacques Lacan, Michel Foucault, Zygmunt Bauman, Silvia Bleichmar y Sigmund Freud, por
mencionar algunos. Estos me posibilitaron de una escucha atenta a determinados decires en el
habla común: la regularidad y normalidad del uso de ansiolíticos en la actualidad, y la
frecuencia con la que se oyen experiencias tanto a nivel corporal como a nivel cognitivo de
sensaciones de ansiedad, o de puntos más extremos, como resultan ser los ataques de pánico.
Es por eso que considero menester ahondar en estos últimos, y considerando la dialéctica
planteada anteriormente, entiendo que al estudiar con mayor profundidad el discurso social
vigente en consonancia con la red simbólica que sostiene, será posible entender de manera más
clara las formas de malestar mencionadas, y a su vez, al entender de forma más clara dichas
presentaciones de malestar, se podrá entender mejor el discurso social de nuestra época actual.

Objetivos Generales

1
Comprobar si es posible hallar una relación entre los ataques de pánico y ansiedad, como
efectos en la subjetividad por incidencia del discurso social del capitalismo en la
posmodernidad. En caso de lograr dicha comprobación, buscaré formular un análisis que sirva
a la comprensión de dicha relación.

Objetivos específicos.

1- Determinar cómo se despliega el discurso social en la posmodernidad capitalista.


2- Comprender cómo es pensado el sujeto desde el discurso social de nuestra actual época.
3- Definir cómo un sujeto es afectado por la red simbólica que se reproduce en su
contexto.
4- Especificar qué se entiende por ataques de pánico y ansiedad dentro de las neurosis
actuales.
5- Establecer si existe una relación entre ataques de pánico y ansiedad, con la forma en
que se propone al sujeto en el discurso social vigente.

Marco Teórico

Para lograr entender de mejor manera la presentación del problema, y continuar con el
presente desarrollo, me propongo definir los principales conceptos mencionados hasta el
momento, a modo de marco referencial que permita un anclaje teórico que facilite la
comprensión del planteo realizado.
La hipótesis propuesta propone entender un determinado tipo de presentación de malestar
dado en un contexto determinado. Ahora bien, ¿cuál es dicho contexto? El mismo podemos
pensarlo como el Capitalismo en la Post- modernidad. Para comprender mejor esto, me
sustentaré en los desarrollos dados por José Barrionuevo en “Adolescencia y juventud:
Consideraciones desde el psicoanálisis” (2011), Zygmunt Bauman en “Modernidad liquida”
(2002) y Byung- Chul Han en “Psicopolítica: neoliberalismo y nuevas técnicas de poder”
(2015). A su vez, cabe aclarar que a los fines de facilitar el desglosamiento de una idea tan
compleja, comenzaré por explicar el concepto de posmodernidad, para luego adentrarme en la
concepción de capitalismo que se desprende de allí.
Comenzando por Barrionuevo (2011), el mismo realiza una compilación de distintos autores
que nos ayudan a comprender que la post- modernidad es el concepto que refiere a nuestra
época actual (abarcando desde el siglo XX hasta el hoy en día), la cual se caracteriza por la

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caída en la “liquidación de la metáfora” y la desvalorización de la palabra, llevando así a un
predominio de la imagen, en donde los sujetos de la sociedad pasan a existir en clave de
objetos, encontrando un predominio del tener por sobre el ser. A su vez, a este predominio de
la imagen y del tener, se le suma que esta época puede ser pensada como la era del vacío, en la
que los sucesos y las personas pasan y se deslizan, sin ídolos ni tabúes, pero tampoco sin
tragedia o apocalipsis, donde hayamos una disolución de la confianza y la fe en el futuro,
sosteniendo un vivir enseguida, aquí y ahora.
Este párrafo desarrollado se enlaza profundamente con la noción de “Modernidad liquida”,
de Bauman (2002). Dicha noción propone una lectura de la época actual, en la cual el
agotamiento del Estado moderno genera “una sociedad de valores volátiles, despreocupada
acerca del futuro, egoísta y hedonista. [En ella se cree] que la novedad es la buena nueva, la
precariedad [es] un valor, la inestabilidad [es] un imperativo, y lo híbrido [es] una riqueza”
(Bauman 2002, p.163). Queda así pautada la aceptación de la desorientación, donde se
predispone a vivir al margen del tiempo y espacio, en un constante vértigo y vorágine.
Entonces, habiendo caracterizado a la post- modernidad, queda entender que la misma
deriva en un determinado tipo de capitalismo, el cual podemos presentarlo bajo el nombre de
“capitalismo tardío” o de Sociedad de consumo. Es decir, al hablar de “capitalismo en la post-
modernidad” como bien mencione antes, debe entenderse que nos referimos a estas formas de
presentación del capitalismo aquí mencionadas. Para comprender de qué se trata esta idea,
retomando a Barrionuevo (2011), el mismo sostiene que el capitalismo tardío es la forma de
presentación actual del capitalismo, que se caracteriza por la estimulación del consumo, la
sobrevaloración de la imagen, y la importancia de la inmediatez. Se trata de un sujeto en un
mundo de consumo constante, propiciando todo tipo de adicciones en general, donde incluso
las drogas son una mercancía más, regidas por las leyes del capitalismo: constituyen un
problema económico y de poder en cuanto a la relación existente entre oferta y demanda. A su
vez, dicha lógica de consumo constante se sustenta en la creencia de que todo es posible de
lograr en tanto todo es mercancía, objeto de mercado, rechazando la idea de la imposibilidad en
nombre de las posibilidades que nos brindan los objetos de consumo.
Así, este tipo de capitalismo nos ofrece condiciones para liberarnos de fuentes de
sufrimiento, donde se vende la ilusión de la cancelación de los límites bajo la convicción de
que todo es posible, en una suerte de “lo querés, lo tenés”, “si podes, debes tenerlo”, atentando
de esta manera a transformar al sujeto en una mercancía más, en un objeto de cambio.
A su vez, profundizando en esta noción de capitalismo en la posmodernidad, reflejada en
“el capitalismo tardío”, podemos ubicar los desarrollos dados por Byung- Chul Han (2015),

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quien explica que hoy en día, el sistema busca explotar la libertad individual, donde todas las
prácticas entran en una lógica mercantilista de mayor rendimiento. Se trata de la explotación de
la libertad individual en tanto hoy se extiende la ilusión de que cada uno, en tanto proyecto
libre de sí mismo, es capaz de una autoproducción ilimitada; donde el éxito y el fracaso no se
lee más que en clave de la autoexploración y rendimiento librado a la propia responsabilidad
del sujeto. Así, el capital genera necesidades que nosotros percibimos como propias,
representando nuevas formas de subjetivación. Como consecuencia, este capitalismo convierte
al ciudadano en consumidor, se introduce incluso el consumo de emociones para estimular la
compra y generar necesidades; configurando modelos emocionales que maximizan el
consumo, es decir, hoy en día, en última instancia, no solo se consumen cosas, sino que se
consumen emociones.
En consonancia con la conceptualización de este contexto actual, en donde se proponen las
posibilidades de desarrollo de cada sujeto en torno a su propio proyecto individual, y desde
donde los objetos de consumo resultan un puente hacia una presunta dicha (también
individual), podemos encontrar que los desarrollos dados por Freud en “El malestar en la
cultura” (1930 [1929]), resultan un anclaje teórico fundamental para comprender mejor el
funcionamiento tanto de esta expresión cultural particular, como de la cultura en general. En
este texto, el autor vienés explica que “… [En] la medida en que la cultura se edifica sobre la
renuncia de lo pulsional, el alto grado en que se basa, precisamente, […] en la no satisfacción
de poderosas pulsiones. Esta <denegación cultural> gobierna el vasto ámbito de los vínculos
sociales entre los hombres; ya sabemos que esta es la causa de la hostilidad contra la que se ven
precisadas a luchar todas las culturas” (p.103). Más adelante, continua explicando que “cuando,
con razón, objetamos al estado actual de nuestra cultura lo poco que satisface nuestras
demandas […]. Pero acaso llegaremos a familiarizarnos con la idea de que hay dificultades
inherentes a la esencia de la cultura y que ningún ensayo de reforma podrá salvar” (p.112).
En este sentido, me interesa señalar desde la perspectiva freudiana propuesta, cómo el autor
explica que, como bien dice el título, el malestar de un individuo en sociedad resulta una
consecuencia inexorable de su estatuto social, en tanto la convivencia obliga a los sujetos a
sofocar, reprimir y/o sepultar una sumatoria de componentes tanto hostiles como eróticos que
habitan en el aparato psíquico, cualquiera de los cuales puede presentarse luego como raíz de
diferentes formas de malestar, entre los cuales podemos hallar los sentimientos de angustia,
culpa o martirios. Es decir, la existencia de las exigencias culturales en un sujeto, las cuales se
expresan, por ejemplo, a través de su conciencia moral, pueden devenir luego en diferentes
formas de malestar al toparse como una fuerza interna contraria, ya sea a su accionar físico, o

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tan sólo ante la idea de querer accionar de una u otra forma. Es decir, lo que aquí interesa no es
el plano de la realidad física necesariamente, sino el plano de la realidad subjetiva, aquello que
acontece en términos psíquicos en cada sujeto, lo cual tendrá inevitables efectos en el mismo
en tanto estos presentan un carácter real para el sujeto.
Ahora bien, habiendo explicado ya el contexto del problema propuesto, mencione
anteriormente que dentro de la expresión cultural de la post-modernidad se haya un
determinado tipo de discurso social que puede ser pensado en tanto enlazado a una
subjetividad de época, pero ¿qué implica un discurso social? Y ¿a que me refiero al hablar
de subjetividad?
Pues bien, apoyándome tanto en “El desmantelamiento de la subjetividad: estallido del
yo” de Silvia Bleichmar (2010), como en “La semio sis social: fragmentos de una teoría de
la discursividad” de Eliseo Verón (1993), podemos entender el concepto de “discurso”
como una forma de dar sentido coagulada, significada para el sujeto por la presencia
lenguajera del otro humano. Se trata en este sentido de la realidad como significada o
significable, capturada por el lenguaje tanto como código organizador, como por
significaciones que dan forma a ciertas dinámicas sociales. Esta idea de discurso nos lleva
a uno de los puntos claves desarrollados por Verón: “toda producción de sentido es
necesariamente social: no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso
significante, sin explicar sus condiciones sociales productivas” (Verón 1993, p.125). Se
trata entonces de ubicar el anclaje de sentido dado en un sujeto gracias al lenguaje
transmitido por otro humano, el cual se halla determinado por el contexto social en donde
se desarrolla.
Ahora bien, continuando con los aportes dados por Bleichmar, y retomando estas ideas
acerca de cómo el discurso social puede ser entendido como una forma coagulada de
sentido desde donde un sujeto organiza y significa su realidad en consonancia con el
contexto social y cultural que lo determina, entendemos así que esto posibilita
determinados tipos de subjetividad.
Este último concepto puede ser entendido como el “posicionamiento del sujeto de
cogitación ante sí mismo y ante los otros, […] [desde donde se articula] la lógica que
permite la conciencia de la propia existencia (Bleichmar 2010, p.11). Es decir, se relaciona
entonces con una lógica de la propia experiencia en tanto inscripta en los modos históricos
de producción de sujetos. En este sentido, la misma implica categorías ordenadas a priori
(particularmente del espacio y tiempo), desde donde la conciencia es capaz de percibir,
registrar y reflexionar.

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Vemos entonces como gracias a las coagulaciones de sentido que proporcionan los
discursos sociales, se posibilitan determinadas formas de experiencia del sí mismo de un
sujeto en donde, según explica Bleichmar, la subjetividad puede ser pensada desde el “yo
soy”, “yo no soy”, “yo debo ser”, “yo no debo ser” (donde se genera una identidad del ser
de una persona respecto a los sentidos brindados en su anclaje contextual específico).
Lo explicado en esto últimos párrafos da pie a llevar esta idea de producción de sentidos
y organización de la realidad un paso más allá, ya que es Foucault (1975) quien, en
“Vigilar y castigar”, introduce la idea de que la producción de realidad es justamente un
efecto del poder en la sociedad. Es decir, se trata de entender al poder en la sociedad no
solo como un ejercicio de represión, rechazo, censura, ocultamiento, etc.; sino de plantear
al mismo en tanto productor de individuos como átomos ficticios de una representación
“ideológica” de la sociedad. Es decir, se tratan de determinados proyectos de subjetividad
que atañen a un orden político, que pueden encajar con determinadas formas de producción
de realidad, producción de ámbitos de objetos y rituales de verdad.
En este punto, y en torno a lo desarrollado acerca del concepto de discurso social y
subjetividad, es menester definir un último concepto enlazado a estos términos: ¿qué
definición de sujeto puede desprenderse desde el punto de vista hasta aquí transmitido? La
definición de sujeto de la cual me estaré sirviendo a lo largo de este desarrollo, es
principalmente la definición de “Sujeto ético” dada por Silvia Bleichmar, en “La
construcción del sujeto ético” (2011). A su vez, para definir dicho co ncepto, también me
serviré del análisis dado por Lucía Girón en “Del psicoanálisis a la sociedad: la ética del
semejante en la producción de subjetividad” (2020) presentado en “el Séptimo Congreso
Internacional de Investigación en Psicología: Alter-nativas. Aportes a la construcción de
prácticas y saberes desde el Sur” celebrado en la Facultad de Psicología de la Universidad
Nacional de La Plata (Bs. As., Argentina).
Desde esta concepción de sujeto, se subraya la importancia del otro humano como
condición necesaria para la constitución psíquica de un sujeto y para la producción de
subjetividad en particular. En este sentido, el intercambio inaugural es a la vez humano y
social, dado que este otro se expresa como encarnación de la cultura en la que exist e, la
cual es transmitida, generando así significaciones, mandatos, representaciones sociales,
ideológicas y morales al psiquismo en constitución.
De esta forma, Bleichmar (2011) en “La construcción del sujeto ético”, expresa que por
parte de este otro, hay un desdoblamiento fundamental a entender:

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…es la fuente de toda constitución posible y de la del sujeto ético, porque en la medida
en que se produce un reconocimiento ontológico y, al mismo tiempo, una diferenciación
de las necesidades y un reconocimiento de estas diferencias, el sujeto no queda
capturado por una sexualidad desorganizante que el otro le inscribe, sino que empieza a
constituirse en un entramado simbólico que lo des-captura, tanto de la inmediatez
biológica, como de la compulsión a la que la pulsión lo condena. (p.22)

Más adelante, la autora continúa explicando que:

…la acción exterior primera que constituye al sujeto ético es el amor ligador del otro,
en tanto es capaz de trasvasar y de ligar aquello que se inscribe como pulsional o como
del orden de lo que hace efracción en el psiquismo sobre la base de la sexualización que
se produce. […][En esta] representación ligadora del otro; se sostiene al bebé porque se
lo ve como un todo humano y no solamente como una parcialidad sobre la que se opera.
[…]…Lo determinante es la capacidad de ver al niño como un lugar de investimento
narcisístico trascendente a sí mismo. (p.186).

Lo que se trata de destacar desde esta concepción de sujeto es la importancia de que el


otro, al reconocer como semejante y anticiparlo ontológicamente al cachorro humano,
interviene ética y narcisísticamente para la constitución psíquica del niño. En este sentido,
y apoyándome en Girón (2020), podemos comprender que en la producción de subjetividad
se transmiten proyectos sociales e históricos que definen y regulan modos de convivencia.
La persona adulta al reconocer éticamente al niño o niña como semejante humano, anticipa
y motiva mediante representaciones a un sujeto humano, en el sitio donde había sólo un ser
biológico, instalando de esta manera la sexualidad y la humanidad en un cuerpo que solo
respondía a necesidades biológicas básicas.
Pues bien, habiendo definido ya los aspectos más amplios respecto al contexto
(capitalismo y post- modernidad) y la forma de entender cómo el mismo se despliega
(gracias a los discursos sociales, las subjetividades allí producidas e identificadas, y el
poder como modo de enlace en estas formas de generar verdades y realidades), me interesa
pasar a los aspectos más singulares: ataques de pánico, ansiedad y neurosis actuales. Para
las primeras dos, me serviré del DSM V (2013).
Según este manual de diagnóstico, podemos entender a los ataques de pánico como una
forma de presentación del malestar en un sujeto, que se caracteriza por: presencia temporal

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o aislada de miedo o de malestar intenso, acompañado al menos de cuatro de los siguientes
síntomas físicos y cognitivos: 1) Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la
frecuencia cardíaca; 2) Sudoración; 3) Temblor o sacudidas; 4) Sensación de dificultad para
respirar o de asfixia; 5) Sensación de ahogo; 6) Dolor o molestias en el tórax; 7) Náuseas o
malestar abdominal; 8) Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo; 9)
Escalofríos o sensación de calor; 10) Parestesias (sensación de entumecimiento o de
hormigueo); 11) Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de
uno mismo); 12) Miedo a perder el control o de “volverse loco”; 13) Miedo a morir.
Por otro lado, en lo que respecta a la ansiedad, si bien la misma se halla más bien como una
categoría desde donde se anudan distintos trastornos (por separación, mutismo selectivo,
ansiedad social, etc.), me interesa definir aquí que la ansiedad como concepto desde donde se
gestan los mismos, es definida como: “Los trastornos de ansiedad son los que comparten
características de miedo y ansiedad excesivos, así como alteraciones conductuales asociadas.
El miedo es una respuesta emocional a una amenaza inminente, real o imaginaria, mientras que
la ansiedad es una respuesta anticipatoria a una amenaza futura. […] La ansiedad está más a
menudo asociada con tensión muscular, vigilancia en relación a un peligro futuro y
comportamientos cautelosos o evitativos” (DSM V 2013, p.189).
Vemos entonces que tanto la ansiedad (independientemente del trastorno en donde se
halle), como los ataques de pánico, quedan definidos por formas específicas de malestar
tanto a nivel corporal, como a nivel ideativo/cognitivo.
Ahora bien, si nos propusiésemos un recorrido histórico de estas formas de malestar
presentadas, en algún punto nos toparíamos con la noción de “neurosis actuales”
presentadas por Freud. Este concepto aparece por primera vez en forma explícita en “La
sexualidad en la etiología de la neurosis” (1898), en donde dentro de este grupo, dicho
autor compromete las nociones de neurastenia y neurosis de angustia. Cabe aclarar, que si
bien es en este texto donde hace primera aparición este término especifico, ciertas ideas
del mismo ya venian siendo elaborando anteriormente, en textos tales como “Estudios
sobre la histeria” (1893-95), en “Sobre la justificación de separar de la neurastenia un
determinado síndrome en calidad de “neurosis de angustia” (1895[1894]) y continuo
elaborándolas en textos como “24 a conferencia. El estado neurótico común” (1916).
Basándome tan solo en estos títulos mencionados, interesa destacar como rasgo
principal de esta categoría clínica, el hecho de que la etiología de la misma se sustenta,
según Freud, en un desorden de la vida sexual actual, es decir, se trata de una etiología
particularmente somática en donde los mecanismos psíquicos no desempeñan papel alguno.

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De esta manera, se entiende que el desencadenante del trastorno se encuentra en lo
somático por una inadecuada o una ausencia de descarga sexual, es decir, se trata de una
sobrecarga de excitación causada por una acumulación. Entonces, esta categoría clínica
queda caracterizada por no poseer significación psíquica, es decir, los sínt omas presentados
en el cuerpo en esta presentación de malestar, carecen de sentido para el sujeto, en donde
los mismos no pueden ser interpretados como formación del inconciente:

…los síntomas de neurosis actuales –la presión intracraneana, una sensación dolorosa,
un estado de irritación en un órgano, el debilitamiento o inhibición de una función- no
tienen “sentido” alguno, carecen de significado psíquico. No sólo se exteriorizan
predominantemente en el cuerpo […], sino que ellos mismos son procesos enteramente
corporales, en cuya génesis faltan todos los complejos mecanismos anímicos de que
hemos tomado conocimiento. (Freud 1916, p.352)

Finalmente, me interesa destacar aquí algunas de las presentaciones sintomáticas


explicadas por Freud (1895 [1894]) de la denominada neurosis de angustia (categoría que,
como se mencionó antes, forma parte de las neurosis actuales):
- Irritabilidad general: este es un síntoma nervioso de ocurrencia frecuente por
acumulación de excitación o incapacidad de tolerarla.
- Expectativa angustiada: caracterizado por un estado de angustia y una inclinación a
una concepción pesimista de las cosas.
- Ataque de angustia: interrupción pronta en la conciencia de angustia sin ser evocado
por decurso de representaciones. El mismo puede mostrarse solo (sin ninguna
representación acompañada), o puede mezclarse con interpretaciones de
aniquilación de la vida, amenaza de volverse loco, o bien culminar en una parestesia
cualquiera, o en una perturbación de una o varias funciones corporales.
Este último a su vez puede presentarse acompañado de: actividad cardiaca
(palpitaciones, arritmia o taquicardia), perturbaciones en la respiración, oleadas de
sudor, temblores y estremecimientos, hambre insaciable, diarreas, ataques de
vértigo, parestesias.
- Terror nocturno: acompañado de angustia, genera insomnio.
- Ataques de vértigo: mareos, sensaciones de que el piso oscila; las piernas
desfallecen, pesan o tiemblan.
- Actividad digestiva: sensaciones de ganas de vomitar, náuseas o hambre insaciable.

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- Parestesias: pueden estar acompañando el ataque de vértigo o de angustia.
Habiendo ya pasado por las definiciones más macro del contexto, para luego definir los
conceptos más micro con los que me propongo analizar el malestar de los sujetos en
nuestra sociedad, queda por último definir conceptos más bien teóricos, herramientas
conceptuales que ayudan a comprender, analizar y enlazar lo macro con lo micro.
En la presentación del problema propongo una lectura del ser humano en tanto puede ser
pensado por mutua determinación con el material simbólico de su contexto, sin embargo,
¿a qué refiere dicho material simbólico?
Para explicar el uso de “lo simbólico”, me serviré primeramente de los aportes hechos
por Peter L. Berger y Thomas Luckmann en “la construcción social de la realidad” (2003).
Estos autores sostienen que los universos simbólicos constituyen cuerpos de tradición
teórica que integran zonas de significado diferentes, y que a su vez abarcan el orden
institucional en una totalidad simbólica. De esta manera, por “simbólica” entienden a los
procesos de significación que refieren a realidades que van más allá de la experiencia
cotidiana. Es decir, “trascienden de una vez por todas la esfera de la aplicación pragmática.
Se produce ahora la legitimación por medio de totalidades simbólicas que no pueden de
ningún modo experimentarse en la vida cotidiana, exceptuando, por supuesto, lo que
podíamos llamar “experiencia teórica” (Berger y Luckmann 2003, p.123). En otras
palabras, dicho orden acapara todos los sectores del orden institucional, integrándolos en
un marco de referencia general, constituyendo entonces un universo en el sentido literal,
porque posibilita concebir toda la experiencia humana como desarrollada dentro de él.
De esta manera, la utilización del término simbólico llama al sentido de universo
simbólico, “como matriz de todos los significados objetivados socialmente y
subjetivamente reales; toda la sociedad histórica y biografía de un individuo se ven como
hechos que ocurren dentro de ese universo” (Berger y Luckmann 2003, p.123), sucediendo
como una totalidad significativa que explica y justifica la realidad social e individual.
A su vez, este sentido totalitario que cobra la red simbólica desde donde el ser humano
es producido en su realidad, y a su vez construye realidad, podemos complementarlo con
los aportes de Lacan (1958), con su conceptualización del “Otro”. Según autor, en el
“Seminario 5: las formaciones del inconsciente”:

Está, en primer lugar, la emisión, en el Otro, de los significantes de lo que se


presenta como […], la lengua fundamental. Son elementos originales del código,
articulables unos con respecto a los otros, pues esta lengua fundamental está tan

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bien organizada, que cubre literalmente el mundo con su red de significantes, sin
que haya ninguna otra cosa segura y cierta salvo que se trata de la significación
esencial, total. (p.158)

De esta manera, el aporte que tomo aquí de Lacan, y sustentándome en una definición
dada por Barrionuevo (2011), entendemos al orden simbólico como un determinante,
legalidad de la posición de un sujeto en relación al Otro, en tanto regulada o medida por un
código o sistema de reglas y convenciones del orden simbólico, que permite estructurar el
intercambio a partir del lenguaje. Dicho orden sustentado por el lenguaje capta al
organismo humano en sus redes significantes, operando en él incluso antes de que el mismo
este como presencia fisica en el mundo, y sosteniendo sus efectos incluso cuando el sujeto
ya no exista físicamente.
Finalmente, me interesa cerrar este apartado con la definición del término “dialéctica”,
ya que esta es una de las herramientas principales para lograr entender la lógica detrás de la
hipótesis presentada. Para esto me serviré de la explicación dada por Adolfo P. Carpio en
“Principios de filosofía: una introducción a su problemática” (2004).
Este autor, retomando la conceptualización dada por Hegel acerca de qué es la
dialéctica, explica que la misma no es tan solo un método, sino que constituye la estructura
misma de la realidad, integrada por oposiciones, contrastes, tensiones entre opuestos, es
decir, la realidad es un conjunto de relaciones dialécticas.
En este sentido, dicho autor explica que para Hegel la realidad se compone

…como conjunto de relaciones, o, dicho de otro modo, lo absoluto no son para


Hegel las sustancias, sino las relaciones, la relacionalidad. […] Resultará que lo que
se llaman “cosas” o “sustancias” no tendrán realidad más que en sus relaciones
recíprocas y por estas estas relaciones: el ser-en-sí se disolverá en última instancia
para ser en-relación-con. […] Hegel no sostiene que no haya sustancias o cosas,
sino que éstas sólo constituyen el aspecto inmediato y abstracto de algo que luego,
considerado mediata y concretamente, en toda su realidad plena, se desplegará como
una riquísima trama de relaciones. (Carpio 2004, p.283)

En este sentido, se propone una lectura de la realidad donde todo lo que algo es, lo es
por relación a todo lo que no es, es decir, todo lo que se es, es por su modo de ser en
relación, y no como sustancia aislada en sí misma. Para ejemplificarlo: ¿Cómo podría

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pensarse al sujeto como ser social, si no es gracias a la sociedad que le permite que pueda
ser así? Y por ende, ¿cómo podría pensarse a la sociedad si no es constituida por el sujeto
social que la compone? O también, y entrando en el terreno que compone al presente
escrito: ¿cómo puede pensarse un discurso social sin agentes que reproduzcan y encarnen el
mismo? Y a su vez: ¿cómo podría pensarse un sujeto sin un discurso social que le permita
darle forma y sentido a la realidad? Para responder a estas preguntas, es que me sirvo de la
dialéctica, ya que la misma propone que

…las cosas no tienen realidad más que en y por sus relaciones recíprocas. La cosa
en sí, la sustancia, es en el fondo una noción ininteligible y absurda. […] Lejos,
pues, de que las relaciones que las cosas mantienen con el espíritu que las piensa les
sean accidentales y exteriores, son más bien lo que, en su conjunto sistemático,
constituye la verdadera naturaleza de las cosas. […] La realidad no es una sustancia
ni un conjunto de sustancias, sino un conjunto de relaciones, una complicadísima
trama de referencias, de las que las llamadas “cosas” o sustancias no son más que
las intersecciones. (Carpio 2004, p.284)

En este sentido, se entiende que la oposición de las cosas no genera la negación de una a
la otra, sino que es justamente en relación de oposición, que algo puede pensado y
entendido.

Estado del Arte

Habiendo presentado el marco teórico que se utilizará en el presente escrito, resulta


ahora necesario plantear cual es la situación actual de conocimiento sobre el campo
propuesto a investigar. En este sentido, según Ragnhild Guevara Patiño (2016), se trata de
entender la problemática actual del objeto de estudio, con el objetivo de construir nuevos
campos teóricos y metodológicos. Esto nos habilita a poder generar un aporte al desarrollo de
la problemática presente, produciendo una construcción de conocimientos sobre el saber
acumulado.
Para comenzar con la presentación de los desarrollos conseguidos, encontramos un escrito
producido por Jesica Verónica Varela en el año 2014, el cual es presentado bajo el título de
“Consideraciones psicoanalíticas acerca de lo actual del ataque de pánico”. En este texto, la
autora caracteriza y relaciona a la sociedad contemporánea (describiéndola como

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hiperindividual, de consumo exacerbado, de extrema permisividad, con falta de normas,
carencia de figuras identificatorias y con distintas formas de violencia) con diferentes formas
de presentación de malestar, haciendo especial hincapié en el padecimiento conocido como
“ataque de pánico”.
Así, en el escrito se introduce al ataque de pánico desde la descripción del DSM IV, en
donde se propone al ataque de pánico como un trastorno o desorden dentro de los trastornos de
ansiedad. Sin embargo, esta descripción, según la autora, dejaría por fuera tanto la causalidad
psíquica como la implicación subjetiva y la ligazón del mismo con la época. Por lo tanto, y
haciendo uso de las herramientas teóricas brindadas por las enseñanzas de Freud y de Lacan,
Varela realiza una lectura desde donde se propone al ataque de pánico como un padecimiento
que calza con las descripciones hechas por Freud acerca de la “neurosis de angustia”. Lo que
interesa destacar de este texto es el planteamiento epidemiológico de esta sintomatología del
ataque de pánico, en donde se la sitúa como una suerte de consecuencia de la vida que se
sostiene en esta sociedad contemporánea, donde el sujeto se encuentra incapaz o limitado a la
hora de tramitar diferentes fuerzas de excitación, generando así el desborde psíquico vivido
como ataque de pánico. En este sentido, dicha incapacidad o limitación puede ser pensada,
según la autora (Varela, 2014), como una salida no operativa del yo, donde sus semblantes
imaginario- simbólicos que lo sostienen fallan, viéndose así el sujeto desbordado ante la
angustia ya no como señal, sino como automática.
Ahora bien, continuando con la línea cronológica investigativa realizada, nos topamos con
un escrito titulado “La delimitación de la clínica de las fobias en la postmodernidad”, escrito
por Nicolás Matías Campodónico, en el año 2015. En el mismo, podemos encontrar una
primera caracterización de la postmodernidad, en tanto marcada por la desesperanza, la falta de
sentido y el reinado del todo se puede solucionar de la forma más rápida y fácil.
Lo interesante de subrayar como propuesta del escrito es que se plantea al ataque de pánico
como una manifestación generalizada de la fobia en nuestra época actual. Así apoyándose en la
clasificación del DSM IV, que clasifica a esta última (la fobia) dentro de los trastornos de
ansiedad, busca dar cuenta de cómo la manifestación clínica del ataque de pánico puede ser
abordada desde las herramientas teóricas que Freud brinda acerca de su conceptualización de
las fobias como manifestación de la entidad clínica que es la neurosis de angustia (entidad
caracterizada por no poseer mecanismo psíquico). En este sentido, el autor marca a la fobia
como un cuadro que puede desencadenar una crisis de angustia, conocido comúnmente como
ataque de pánico. Así, este puede ser pensado como una manifestación actual de la fobia, en
tanto episodio intolerable de angustia, vértigo, palpitaciones, terror, falta de control y de

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irrealidad. Es decir, según Campodónico, podemos pensarlo como una vivencia de implosión y
desmoronamiento, lo cual va en consonancia con la época de la posmodernidad, la cual
promueve cuestionamientos a los valores de la modernidad, culminando así por arrasamiento
de todo valor, donde en tanto todo está permitido y todo es posible, nada vale más que lo que
las leyes de mercado dicten, cayendo así en una suerte de nihilismo social. Este nihilismo,
según el autor (Campodónico, 2015) queda como una suerte de sello para la lectura de los
síntomas, donde el sujeto, en tanto sumergido en una incertidumbre y desconcierto constantes,
queda expuesto ante una falta de recursos simbólicos que avasallan las posibilidades subjetivas
de hacer de cada uno, dejándonos así expuestos ante una angustia donde el sistema significante
queda limitado, generando un sufrimiento psíquico como devastación ante la imposibilidad de
constituir un saber vivir la vida que posibilite vivir, desembocando en formas de malestar que
ya no hacen síntomas que impliquen al sujeto, sino que lo dejan librado ante el juego mortífero
de la pulsión.
Continuando entonces con la línea cronológica, el siguiente escrito a presentar es “La
Angustia y La Adolescencia: Una Perspectiva Psicoanalítica”, realizado por Rensso Moreira
Cesar en febrero del 2021. Este texto, si bien se avoca principalmente a realizar una teorización
sobre cómo la adolescencia puede ser pensada en nuestra época actual, presenta sobre el final
un apartado de sumo interés al objetivo investigativo convocado en esta producción. Este
apartado es titulado “La adolescencia en el contexto actual-neoliberal y la angustia”.
En dicho apartado, el autor describe nuestro actual contexto bajo el nombre de “tiempos del
neoliberalismo”. El mismo, se presenta de la siguiente manera: todo lo seguro se vuelve
inestable e inseguro; a su vez, se genera una suerte de adolescentización de la sociedad bajo
productos que guardan una supuesta promesa de juventud, un mundo donde no se encuentran
ya meta- relatos o discursos de utopías, sino patrones fluidos y cambiantes. Así, la
superficialidad del neoliberalismo afecta a los sujetos que habitan en ella, por ejemplo a la hora
de tramitar la angustia. Es decir, la caída de utopías, lo ominoso del futuro, permean el mundo
generando sensaciones de vacío, donde los sujetos ya no cuentan su padecimiento, sino que
directamente narran crisis de pánico u otros síntomas. Cabe aclarar, según este autor, el
estatuto de síntoma parece tener poca cabida en el espacio mental, generando un padecimiento
actuado, es decir, la angustia no se expresa como un conflicto psíquico, sino en actuaciones
auto o hetero destructivas: cortes, quemaduras, trastornos alimenticios, crisis de pánico, etc. En
este punto, Rensso Moreira teoriza que puede pensarse entonces en una suerte de desgarro de la
cadena significante, donde pareciera haber una falta de palabras que sostengan al sujeto ante lo
irreductible de lo real que es la angustia. De esta manera, en lugar de poner en palabras el

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padecimiento, los sujetos no quieren o no pueden conectarse con el mismo, dando lugar a
diversas actuaciones o manifestaciones como son los ataques de pánico. Todo esto, a su vez, el
autor (Rensso Moreira, 2021) propone que puede pensarse como una falla de la angustia señal,
sumado a alteraciones en la constitución de la subjetividad y fallas en las pulsiones de
conservación, generando un aplanamiento del aparato psíquico a la hora de albergar la ansiedad
en el espacio mental, produciendo así desbordes en el mundo externo (actuación) o en el propio
cuerpo.
Pues bien, continuando con los textos hallados que hacen a este Estado del Arte,
encontramos ahora un texto escrito por Emilio Vaschetto, llamado “De la intemperancia y la
ley de hierro”, presentado en diciembre del 2021. El mismo, si bien no se adentra
específicamente en la cuestión de los ataques de pánico o ansiedad, si ayuda a una mejor
comprensión y conceptualización acerca de la postmodernidad en su relación con los sujetos
que habitamos en ella.
Este escrito presenta un análisis teórico que, sirviéndose principalmente de herramientas
conceptuales de las enseñanzas de Lacan, explica nuestra actual época como caracterizada por
Otro que existe no desde un lugar de respeto ni de referencia, sino que es un Otro encarnado en
una figura de “bravado” o bravucón. Se trata de una época de exaltación de figuras
desprovistas de autoridad y, por ende, preñadas de autoritarismo. Así, los individuos en ella se
hayan desconectados de la masa, pero que sin embargo suelen identificarse con algunos rasgos
violentos o disruptivos. En este sentido, este Otro de esta actual civilización se sitúa en un
imperativo de goce, donde la postergación se transforma en inmediatez y lo prohibido
necesario, surgiendo así comunidades de goce en torno a un significante amo que hace una
suerte de enjambre sin liderazgo. De esta manera, este contexto desencadena nuevos tipos de
patologías, denominadas por Vaschetto como “patologías actuales”. Las mismas llevan un sello
característico: manifestaciones que sostienen un rechazo del inconsciente con una consecuente
revocatoria del sujeto del significante, sosteniendo sujetos en estado de sufrimiento respecto a
las normas. Ante este escenario, según este autor, se recurre a una solución: el ser nombrado
para. Se trata de una formula en la que el superyó que se gesta en la actualidad monopoliza
ciertas subjetividades, comportando un orden rígido, que si bien evita la errancia, no logra
instaurar el deseo ni el amor, a la luz de una dirección inflexible. De esta manera, se genera así
un tipo de ser hablante donde ciertos estigmas toman estatuto de nudo (drogón, paquero,
marginal,…), tejiendo una trama sin historia, en proyectos inmersos en formas anónimas de
destino.

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Finalmente, presentando ya el último de los textos que hacen al corpus de este presente
apartado, encontramos “La violencia positiva y el imperativo de rendimiento en la habitación
oscura” de Laura Mercedes Prada, presentado en Junio de 2021. Este escrito, si bien se trata de
un análisis del libro “La habitación oscura” de Isaac Rosa (2013), sirve a su vez como
herramienta teórica para pensar y analizar nuestra actual época, y algunos de sus efectos en los
sujetos que componen a la sociedad.
En este sentido, el texto comienza haciendo un análisis teórico sobre cómo el Estado
contemporáneo descansa su legitimidad en la seguridad personal, es decir, el ciudadano debe
protegerse por sus propios medios de los peligros advertidos constantemente por los medios de
comunicación, donde inseguridad e incertidumbre es provocada por extraños, por inmigrantes,
por un “otro” que al no cumplir con determinado requisito, queda a la marginación por el
hecho de ser diferente. Así, este “otro” queda deshumanizado, justificando distintos tipos de
violencia ejercida sobre estos.
Sin embargo, y funcionando en paralelo con esta cara de la violencia, Prada (2021) explica
que encontramos una cara invisible de la violencia en la sociedad, aquella que hoy en día puede
ser pensada como viral, mediada, virtual, psíquica y positiva. Se trata de un tipo de violencia
interna a la psicología del individuo, quien se autolesiona o ejerce violencia sobre sí mismo por
necesidad de cumplir con exigencias autoimpuestas en una sociedad que se obsesiona con el
rendimiento y la producción continua. Así, motorizada por un ritmo frenético de vida, la
sociedad capitalista y consumista actual empuja a la autoexigencia con el fin de poder sostener
o conseguir un determinado status, surgiendo un tipo de coacción interna, y no solamente
externa. Sin embargo, dicho empuje culmina convirtiendo a los sujetos en amos y esclavos de
sí mismos, autoexplotándose con el afán de creer que de esa manera están realizándose. De esta
manera, el dominio se consuma en el momento en que coincide con la libertad: libertad trágica
que imposibilita el surgimiento de una resistencia. Como consecuencia de este escenario, los
individuos culminan derrumbándose, matándose por realizarse, generando cuadros depresivos,
de estrés y/o de ataques de pánico por el exceso de obligaciones consumadas. En este sentido,
la autora (Prada, 2021) propone que esta presión interna culmina por desarrollar rasgos
autoagresivos, donde muchas veces los sujetos recurren a tranquilizantes, somníferos u otros
estupefacientes para intentar contrarrestar dichas consecuencias. Entonces, y a la luz de un
contexto semejante, los ataques de pánico pueden ser pensados como una analogía de la falta
verdadera de libertad que un sujeto necesita, en tanto esclavo de ideales que solo pueden
cumplirse desde su propia autoexploración.

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Metodología

Habiendo planteado ya los objetivos, las herramientas teóricas y el estado del arte, queda
ahora delimitar de qué manera se llevará a cabo la presente investigación, o mejor dicho, cómo
serán utilizadas dichas herramientas planteadas para comprobar la hipótesis.
En este sentido, lo primero a entender aquí, es que se trata de una investigación de carácter
cualitativo, en la cual se propone realizar y analizar un recorte de la realidad a través de
diferentes articulaciones teóricas y conceptuales.
Para llevar a cabo este análisis, me serviré de la exploración y revisión bibliográfica y
documental que sirva a modo de reconstrucción de esta realidad como objeto de estudio,
buscando generar una suerte de articulación creativa y entrecruzada de distintas producciones
de conocimiento, a modo de incorporación y superación de lo ya producido con la finalidad de
verificar la hipótesis planteada desde un principio.
Se trata entonces, de sostener una investigación exploratoria de carácter cualitativo que
posibilite explicar y comprender el recorte de la realidad efectuado, a través de articulaciones y
discusiones conceptuales y teóricas de distintos autores, posibilitando dar con una producción
de sentido que ayude a una mejor comprensión del problema situado.

Desarrollo

Discurso Social en la Post- modernidad

Para comenzar ya a poner a producir lo hasta aquí desarrollado, trataré, como puede verse
estipulado en los objetivos, de ir de lo más macro del problema para luego arribar a lo más
micro, y pensar cómo ambas cuestiones pueden ser relacionadas.
Ahora bien, en términos macro, es preciso primero entender y visibilizar cómo es la forma
del discurso social que hoy en día puede verse a diario, en nuestra vida cotidiana. Muchos de
quienes nos encontremos utilizando bienes y servicios actualmente podemos ver cómo en los
mismos se cuelan las lógicas imperantes de nuestra realidad social. Por ejemplo: los celulares.
Este artefacto que hoy en día pareciera ser indispensable para la vida diaria, según un estudio
publicado en “¿Cuánto tiempo podría durar un celular si no existiera la obsolescencia
programada?” (escrito por Lucía Blasco en el año 2018, y publicado por la BBC news
mundo), la vida media de los mismos es de entre 18 y 24 meses, es decir, un máximo de 2
años. También podemos hallar otros ejemplos, como son los servicios de televisión o de

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reproducción de música (particularmente Spotify y YouTube, por mencionar solo dos de las
más utilizadas), donde en ambos casos encontramos cada vez mayores funciones que se
adaptan a la demanda del consumidor según el capital económico que el mismo pueda disponer
para dicho servicio. Sin mencionar de lo claras que son algunas de las publicidades al respecto:
por ejemplo en la plataforma de Spotify, donde para quienes no pueden o no quieren pagar el
servicio Premium hacen aparición publicidades que enuncian “Cámbiate a Premium. Sé feliz.”
“Sabes lo que quieres, consíguelo ya. Escucha a la carta.” “Salta hacia un lado. Salta hacia
otro. Salta todo lo que quieras. Salta de canción. Consigue Premium.”. Este tipo de
publicidades y servicios nos sirven como una suerte de espejo de lógicas sociales en las que se
construyen y ofrecen los mismos. En este sentido, puede pensarse que las mismas responden a
lo que resulta atractivo para la sociedad a la que está destinada, es decir, se trata de pensar los
bienes, servicios, publicidades y productos que se encuentran en nuestra vida diaria en tanto
enlazados a sostener un atractivo para un determinado tipo de sociedad. Este atractivo puede
ser pensado en tanto logra reflejar aquello que es anhelado por las subjetividades que
componen a la sociedad donde, a su vez, estos anhelos generan una suerte de reproducción de
lógicas de vida, para lo cual los productos de consumo encajan por medio de adecuación o
incluso exaltación de determinados rasgos que hacen a dichas lógicas.
Ahora bien, ¿qué es lo que podemos situar en torno a lo mencionado respecto a los ejemplos
dados? En palabras de Barrionuevo (2011) “la sociedad moderna ofrece supuestas seguridad y
confortabilidad cotidianas que venden la ilusión de poder librar de tales límites a la
omnipotencia narcisista, instalando la convicción de que todo es posible” (p. 27). En este
sentido, retomando el segundo ejemplo dado (sin olvidar el ejemplo de la vida útil de los
celulares, el cual ya será retomado luego), es interesante destacar el carácter de “omnipotencia
narcisista” mencionado en esta cita, en donde las publicidades vienen al lugar de oferta de tal
omnipotencia, en una suerte de solución o muleta ante cuestiones relativas a la constitución
misma del aparato psíquico, cuestiones intrínsecas al existir como sujetos marcados por una
falta estructurante.
En este sentido, en relación a este presunto narcisismo ofertado, es necesario entender qué
implica, de qué manera puede ser analizada esta oferta en términos metapsicológicos. Para esto
me serviré de los aportes de Bleichmar (2011), quien explica que para lograr que un sujeto se
consolide desde un lugar narcisista, es necesaria la presencia de un otro que este allí junto. De
esta manera, la autora nos lleva a recordar El estadio del espejo, en donde el niño en brazos de
quien hace las veces de sostén simbólico, mira en el espejo y se presenta jubilosamente,
haciendo aparición y comenzando a consolidarse aquella imagen del yo ideal.

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Esta herramienta conceptual nos ayuda a entender mejor la manera en la que se oferta la
omnipotencia narcisista, ya que esta puede darse en el momento en que haya otro que ocupe el
lugar de sostén, que habilite la consolidación narcisística del sujeto. En el ejemplo mencionado
anteriormente acerca del spot publicitario de Spotify, como en tantos otros ejemplos que uno
podría hallar si se detiene por un momento a pensar en la forma en la que acontece nuestra
realidad, este otro habilitante y necesario para la narcisización de un sujeto, pareciera estar
encarnado en distintos bienes y servicios que se ofertan constantemente para intentar
facilitarnos la vida, o aún más, para librarnos de casi cualquier mal o limitación que podamos
hallar, por más constitutivas que puedan ser estas. Lo interesante de pensar esto, es que,
comúnmente, en el estadio del espejo como fase constitutiva del aparato psíquico, este otro esta
encarnado por un otro humano, un otro que humaniza desde su humanidad, que convierte a un
ser social en la medida en que el mismo logra serlo, que logra capturar al cachorro humano,
despojándolo de la indefensión natural para alojarlo en la constitución de un sujeto deseante, de
un sujeto ético y cultural (idealmente hablando, por supuesto). Sin embargo, en la oferta
narcisizante del mercado, dicha función pasa a estar llevada a cabo por objetos, servicios,
funciones o cualquiera sea la oferta del momento, despojando así la idea relacional entre seres
humanos que acontece en el estadio del espejo propiamente dicho.
En este punto, es necesario hacer una salvedad, ya que como estamos viendo, el
funcionamiento del discurso social actual, en tanto ofrece la supuesta posibilidad de superar
limites que nos separan de una posición narcisista omnipotente, no puede ser pensada sin
embargo como un estadio del espejo propiamente dicho. Primero porque, como bien se
mencionó antes, este se trata de una fase constitutiva del aparato psíquico, y como tal, no
vuelve a suceder una vez que acontece. Por otro lado, porque la misma, hasta donde sabemos o
hasta donde dan las posibilidades de conocimiento y acción actuales, no puede ser llevada a
cabo por un otro no humano. Sin embargo, lo que se trata aquí es de entender el
funcionamiento esquemático del mismo, ya que este guarda estrechas similitudes con la forma
en que el discurso social actual se muestra como tentador ante el consumidor, es decir, puede
pensarse que es justamente gracias a esta estrecha similitud que la oferta de determinados
bienes y servicios puede generar efectos tan atractivos para los consumidores, mostrándose
como algo que realmente podría suceder, ya que, si alguna vez un sujeto humano pudo vivir
una determinada experiencia, ¿qué clase de ley divina podría suponer la certeza de que la
misma no vuelva a suceder? Mas entendiendo el júbilo con la que la misma es vivida: ya Freud
hablo de lo difícil que puede llegar a ser para un sujeto la idea o proceso de abandonar
determinadas investiduras libidinales, por más primarias o estructurales que estas puedan llegar

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a ser (ideas trabajadas en diferentes desarrollos de su obra, tales como “Duelo y melancolía”
(1917) o “Introducción al narcisismo” (1914).
Es aquí donde me interesa señalar algo fundamental de la idea propuesta acerca de esta
suerte de “neo” estadio del espejo generado a la luz de las ofertas de mercado. Entendiendo que
el Otro del mercado es quien oferta esta narcisización de los sujetos de la sociedad actual,
podemos entender que es “el individuo” el actor por excelencia del escenario de la post-
modernidad, en tanto sujeto que se consolida como aislado de relaciones con otros seres
humanos. Así, podemos comprender desde otro enfoque las ideas ya desarrolladas por autores
como Bauman (2002), quien explicaba que “el progreso […] ya no es una empresa colectiva
sino individual: se espera que los hombres y mujeres individuales usen, por si mismos e
individualmente, su propio ingenio, recursos y laboriosidad para elevar su condición a otra más
satisfactoria y dejar atrás todo aquello de su condición presente que les repugne” (p.144).
De esta manera, poco a poco puede verse de manera más clara el funcionamiento del
discurso social de la post- modernidad, que en tanto discurso social hegemónico, promueve un
determinado tipo de célula social: el individuo como producto ideológico, como engranaje de
funcionamiento de una determinada construcción de la realidad, enmarcada por un Otro del
mercado, matriz simbólica que desestructura las relaciones interpersonales para poner allí
bienes y servicios como forma de alcanzar un máximo de posibilidades de cada sujeto.
A su vez, y continuando con esta línea de narcisización de los consumidores, podemos
entender que el hecho de proponer estos “gadgets” (bienes y servicios) presenta una suerte de
doble función, las cuales pueden ser pensadas como dos caras de la misma moneda del
individuo: no sólo busca borrar límites o faltas estructurales de cada sujeto, sino que a su vez
permite tampoco tener que vérselas con las faltas y límites del otro, de los sujetos que puedan
pertenecer al campo intersubjetivo de este individuo post- moderno. En este sentido,
apoyándome en los aportes hechos por Bleichmar (2011), entendemos que la expectativa
narcisista excesiva lleva a una intolerancia de aspectos frustrantes del otro, en la medida en que
este narcisismo patológico implica que el otro resulte siempre insuficiente. “Como diría Lacan,
acá si hay una intolerancia a la castración del otro, lo cual precipita la angustia. Y esta
intolerancia a la castración del otro, precipitante de angustia, es manifestada como hostilidad”
(Bleichmar, 2011, p. 52). De esta manera, puede comprenderse de mejor manera porque son
los objetos y servicios los llamados a hacer de sostén de posiciones narcisistas para el
individuo, ya que los mismos no solo sirven de velamiento de las propias faltas, sino que a su
vez ahorra el trabajo de vérselas con las faltas del otro humano.

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Así, logramos ir construyendo poco a poco cómo se despliega el discurso social en la post-
modernidad, logrando ubicar los fundamentos meta-psicológicos que den cuenta de por qué
estas posiciones narcisistas resultan tan tentadoras para los sujetos de una sociedad, y aún más,
logrando entender por qué es el individualismo un componente funcional a la hora de sostener
este “modelo social” (o más bien, modelo a-social).
A su vez, y retomando el ejemplo de la vida útil cortoplacista que presentan los teléfonos
celulares (una vez más, este es solo un ejemplo de miles que uno puede pensar en nuestra vida
diaria), esta cuestión es también un reflejo de un aspecto social: los proyectos, satisfacciones y
objetivos adquieren, en su mayoría, una cualidad de corto plazo, o incluso inmediata. Esta es
una cualidad que también debe ser pensada como ligada estrechamente con el individualismo
planteado anteriormente. Primero y principal, como bien se puede haber anticipado, esta
promesa de un lugar narcisista a través del consumo de objetos y servicios no es más que
ilusoria e irreal, con suma facilidad esta puede caer por su propio peso. Sin embargo, el
consumo exacerbado por la poca vida útil de los objetos, puede ser a su vez pensada como un
parche ante esta caída: antes de vérselas realmente con la frustración por el intervalo producido
entre la satisfacción prometida, y la satisfacción conseguida, aparece allí un nuevo objeto, una
nueva promesa de sostenimiento de esta narcisización consumista del individuo, en una suerte
de empuje constante a encarnar un ideal gracias a los gadgets del mercado que no paran de
prometer cada vez más funciones nuevas, cada vez mayores y mejores aplicaciones para la vida
diaria, en un goce consumista que sostiene a los consumidores en una anestesia constante
frente a las vicisitudes de su propia existencia.
En estrecha relación con esto último, y gracias a los aportes de Bleichmar (2011), podemos
entender que hoy en día nos encontramos ante la descomposición de la posibilidad de
subjetivación en la medida en que alguien existe por lo que tiene. En este sentido, sostener un
proyecto de sujeto individual, borrando el carácter social del mismo, supone a su vez un
debilitamiento de la postergación y de la demora, ya que pareciera no sostenerse un proyecto
social o una promesa a futuro que gratifique la renuncia de satisfacción inmediata. Ya Freud
(1930) analizaba la relación recíproca entre la posibilidad de existir socialmente, dentro de una
cultura común, y la renuncia pulsional que esta supone. Sin embargo, hoy en día vemos que
sucede otro proceso, porque es la cultura consumista misma la que lleva a los sujetos a ser
individuos, a existir bajo el dominio del eslogan de la autorrealización, donde los sujetos son
empujados a la creencia de poder superar sus límites en la medida en que puedan apropiarse de
nuevos bienes y servicios. De esta manera, en esta fórmula pareciera no quedar espacio alguno,
o no resulta siquiera necesario el hecho de tener que renunciar a algo, que entre la posibilidad

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del no poder, del límite narcisístico que la postergación pulsional supone, ya que no sólo queda
taponado el proyecto social como gratificación a la espera o inhibición de una satisfacción
pulsional, sino que se nos empuja constante a querer más, a no tener que saber nada con los
límites o faltas tanto propias como de terceros.
De esta manera, queda entonces plasmado cómo se despliega el discurso social de la post-
modernidad, en donde se empuja a los sujetos a realizarse de manera autónoma y consumista,
en una suerte de mandamiento permanente que logra sostenerse a la luz de una constante
actualización de la misma; siendo la narcisización, el individualismo y el vivir en un presente
constante los engranajes de funcionamiento del mismo.

Sujeto Post- moderno

Ahora bien, habiendo sentado ya las bases de lo que se consolida como entramado
simbólico de existencia de la vida post- moderna, es ahora momento de centrarnos en la
especificidad del sujeto post- moderno, en cómo este es moldeado subjetivamente por el
contexto, y cómo a su vez este moldeamiento tracciona el funcionamiento de la época actual.
En lo desarrollado anteriormente, pudo verse algo en referencia a esto: es el individuo la
célula político- ideológica por excelencia del funcionamiento de la era post- moderna. Sin
embargo, dicha individualidad no es gratis, la misma genera malestares y goces que le son
propios a dicha lógica, pagos psíquicos propios de llevar adelante determinados estilos de vida:
el costo psíquico es una cualidad inherente a la vida humana, a la vida del ser hablante, cultural
y social. Sin embargo, estos costos se encuentran estrechamente relacionados a la cualidad
específica de cada contexto: no será el mismo costo psíquico el existir en la época victoriana
que existir en la época post- moderna, o aún más, no será el mismo costo de vivir en un país
primermundista que tercermundista, ¡o aún más!, no será el mismo costo el vivir en un país que
pudo llevar ante la justicia a quienes formaron parte de los golpes de Estado del plan cóndor,
que quienes continuar su historia sin semejante mediación nacional. En fin, los ejemplos son
miles, lo importante aquí es marcar que el análisis quedaría incompleto si no se toma en cuenta
la interrelación con el contexto que se genera, en donde si bien podemos hallar mismos
mecanismos o esquemas de funcionamiento del aparato psíquico, la conjugación, interrelación
y puesta en acción de los mismos no será la misma según la matriz simbólica desde donde se
gestan, siendo fundamental en este caso, que para entender de forma adecuada los malestares
de época, es necesario comprender, a su vez, la época en sí misma.

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Ahora bien, volviendo al producto de nuestra época actual, “el individuo”, podemos ya
marcar que encontramos una suerte de contradicción o falla en la lógica de pensar a un sujeto
de esta manera. En este sentido ¿puede acaso pensarse que un sujeto es realmente un
individuo?, y en caso de querer sostener esta idea ¿cuáles son los costos de llevar adelante
semejante ideal?
Quienes nos hallamos en el campo de la psicología, como en el de otras muchas ciencias
humanas, podemos de base encontrar una contradicción en esta célula social: ya Lacan (1954)
nos ayuda a comprender que el yo es otro, el sujeto como tal no puede realmente hallarse en el
eje del individuo, del ser como aislado, autónomo o bajo un total autocontrol que podría caber
en meras descripciones imaginarias tanto propias como hechas por terceros. No, el ser humano
en cuanto tal es mucho más que esto, en este sentido, y sin ir más lejos ¿qué sucedería si a un
ser humano se lo dejase solo, a libre albedrío desde el momento de su concepción? Es bien
sabido que la indefensión con la que venimos al mundo nos lleva a necesitar de un otro que nos
conserve, que nos aloje, que nos permita sentir la continuidad existencial ante las primeras
tensiones o amenazas vividas.
En este sentido, el yo y la subjetividad son cuestiones relativas a la existencia social, a la
posibilidad de que haya otros humanos con quienes identificarnos, con quienes nos apoyarnos
y sostenernos para arribar a una unidad vivida como tal y diferenciada de terceros (para entrar
en la lógica del yo- no yo, y más tarde en el plano del yo- otro); quienes nos habiliten y den
entrada en la red simbólica en la que existimos, y desde la cual podemos manejarnos en nuestra
vida diaria, permitiendo forjar determinados anclajes desde donde uno puede ser, desde donde
uno puede hablar desde un yo identificado a cuestiones que realmente siente como parte de lo
que lo hacen ser, independientemente de lo ajenas que estas puedan ser en un principio.
En este punto, y retomando la idea de narcisización de la sociedad, es necesario aclarar dos
puntos. Primero, y apoyándonos en aportes dados por Fabián Schejtman (2013), el mismo
propone al narcisismo como una unificación efecto del lenguaje, el cual depende a su vez de la
operación de la castración: “no hay unificación que no provenga de su corte” (p. 433). En este
sentido, el narcisismo propiamente dicho, precisa de la castración, la supone, incluso por
constituir su rechazo (entendiendo que el mismo es posterior a esta). Así, según este autor,
podemos pensar al efecto de la unificación narcisista como una especie de objeto a, recubierto
por los velos imaginarios, por el objeto de amor. Se trata entonces de entender al narcisismo
como efecto de un corte ante la satisfacción anárquica de las pulsiones parciales que el
autoerotismo supone, recortando allí un cuerpo, una unidad. De esta manera, encontramos a su
vez otra contradicción a lo analizado del discurso social de la post- modernidad y su rechazo a

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cualquier límite, corte o falta: se trata de una narcisización sin corte, de un narcisismo parcial e
imaginario, en un orden rígido que no da cabida al movimiento generado por la falta
estructurante, al movimiento del sujeto deseante en tanto tal, una especie de narcisismo de
cristal, el cual se agota en los límites de la propia función imaginaria marcada por el gadget de
turno.
Por otro lado, y como segundo punto a tener en cuenta, retomando las ideas propuestas por
Bleichmar (2011), acerca de cómo la consolidación de una posición narcisista necesita de un
otro, de una alianza desde donde sostenerse, la autora nos recuerda a su vez que dicha alianza
permite justamente superar sentimientos de pequeñez e indefensión que pueden subyacer de
trasfondo. En este sentido, la autora nos lleva a entender que, en un principio, se trata de la
necesidad del otro como lugar de supervivencia, en donde la “autoconservación está dada por
la antecedencia del conocimiento del otro sobre la preservación de la vida” (Bleichmar 2011, p.
42). Además, la autora agrega que la toma de conciencia de la propia existencia habilita a su
vez la posibilidad de padecimiento del terror: “...el terror, […] es la forma en la que un yo -que
no sabe cómo protegerse- expresa su propia angustia de aniquilamiento” (Bleichmar 2011,
p.43).
Pues bien, gracias a estos dos aportes, podemos conceptualizar con mayor precisión las
consecuencias subjetivas de la paradoja que conforma la individualidad narcisista que convoca
el entramado simbólico actual. Se trata pues, como estamos viendo, de entender que el llamado
a un narcisismo individual, es un llamado a sostener una lógica falaz, una subjetividad que
sustenta en un ideal insostenible. De esta manera, es esta misma lógica la que puede pensarse
como matriz problemática para los sujetos que vivimos en ella, ya que como bien puede verse,
la consolidación narcisística de la sociedad supone sujetos con pocos recursos subjetivos, es
decir, entendiendo que la subjetividad y el yo pueden forjarse y desarrollarse gracias a la
constante existencia de los otros, ¿qué queda para una subjetividad forjada desde un eslogan a-
social? No podemos menos que pensar que se trata de una subjetividad pobre en sus
posibilidades de forjamiento y desarrollo, la cual es empujada sucesivamente a la creencia de
poder superar sus límites constitutivos bajo el consumo de bienes y servicios. Sin embargo,
bien podemos ver que dicho empuje al narcisismo genera sujetos rígidos, que en el momento
de vérselas sin el corto velo que dichos objetos pueden proveer, se ven a su vez vaciados de
posibilidades y recursos. En este sentido, dicho vaciamiento tiene consecuencias que bien
pueden leerse en los aportes de Bleichmar (2011), esta caída del sostén del otro del mercado,
de los otros encarnados en gadgets, deja al sujeto ante su propia angustia de aniquilamiento,
donde el velo de la continuidad existencial pareciera vacilar, donde el sujeto deja de poder

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vérselas ante los propios empujes pulsionales como consecuencia del empobrecimiento
subjetivo que genera la vivencia de una lógica falaz y de cristal.
En este sentido, el velamiento imaginario de la falta que parecieran proveernos los objetos
de mercado, nos deja a su vez ante una constante amenaza de agotamiento de los mismos,
donde en el momento en que caen, nos dejan de lleno en el afrontamiento de la falta, de la
imposibilidad, de la fragmentación que cualquier caída narcisista supone, angustia ante la cual
el individuo como tal pareciera no poder vérselas desde sus propios recursos subjetivos,
viviéndose como una angustia encarnada en lo más propio del aniquilamiento. El narcisismo
individual como tal, queda marcada entonces como una trampa, supone una caída inevitable, la
cual conlleva la caída del sujeto que se constituye allí, poniendo en jaque la unidad existencial
misma que este supone.
A su vez, y sin la necesidad de llevar las consecuencias subjetivas a su punto máximo,
podemos también situar otra consecuencia que puede pensarse en un punto más medio y
constante de este neo- producto social llamado individuo.
Retomando los aportes dados por Freud (1900- 1901) en “La interpretación de los sueños
(II)”, encontramos uno de los aportes claves brindados por este autor: las nociones de proceso
primario y proceso secundario para los distintos sistemas del aparato psiquico. En este sentido,
Freud explica que

…[el proceso primario] aspira a la descarga de la excitación a fin de producir, con la


magnitud de excitación asi reunida, una identidad perceptiva [con la vivencia de
satistacción]; el proceso secundario ha abandonado ese proposito y en su lugar adoptó
este otro: el de apuntar a una identidad de pensamiento [con esa experiencia]. El pensar
como un todo no es más que un rodeo desde el recuerdo de satisfaccion, que se toma
como represntación- meta, hasta la invesitdura identica de ese mismo recuerdo, que
debe ser alcanzada de nuevo por la via de las experiencias motrices. (p. 591)

Si bien la conceptualización de estas nociones es basto mas amplia de lo que expongo aquí,
el punto de este aporte es retomar la idea de que aquello que acontece en el sistema inconciente
(el cual es complementado con el concepto del ello), tiene como una de sus finalidades la
descarga de excitación lo mas inmediata posible, mientras que para el sistema preconciente-
conciente (donde Freud ubica parte del yo y del super- yo), lo que le compete es dar los rodeos
necesarios para lograr dicha satisfacción a través del control motriz. A su vez, esta
conceptualización será un tanto mas completada en “El yo y el ello” (1923), en donde podemos

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ubicar, resumidamente, que el yo no sólo tendra que conciliar las exigencias de descarga del
ello, sino que a su vez deberá lidiar con las demandas del super- yo, de la conciencia moral, y a
su vez teniendo en cuenta los límites del principio de realidad.
Es gracias a este aporte que podemos ahora destacar otra consecuencia del naricismo
individual. Ya antes mencione y desarrolle cómo esta construcción subjetiva de la post-
mordernidad se encuentra en intima relación con cuestiones relativas a sostener constantemente
tiempos de carácter cortoplacista, o incluso de inmediatez, siendo esta caracteristica uno de los
engranajes que hace funcional a la maquinaria del discurso social actual. Sin embargo, puede
verse con suma claridad como en este ideal se entrecruza una nueva paradoja: ¿qué clase de yo
ha de constituirse, si una de las funciones del mismo es la postergacion y rodeos necesarios
para conseguir satisfacciones pulsionales, mientras que hoy en día las subjetividades son
empujadas a todo lo contrario?
Esta interrogante nos devela una nueva consecuencia en los sujetos post-modernos: la
vivencia al empuje de constante satisfacción, con el borramiento del después, de la
postergación, lleva a su vez a un borramiento o debilitamiento de una de las funciones del yo,
lo cual puede ser pensado como un achicamiento. Este achicamiento de las funciones del yo
puede ser pensada a su vez como un aplanamiento del mismo, es decir, en el momento en que
al mismo se le reduce la funcion de brindar la posibilidad de postergacion de una satisfacción
con el acumulamiento de tensión que la misma puede conllevar, se reduce a su vez el mismo
espacio para acumulamiento de esta tensión. Entonces, ante semejante constitucion aplanada o
reducida del yo de un individuo (no olvidemos de tomar la noción de individuo desde su raíz
mas aislada al carácter social que un sujeto puede tener en la actualidad), no podemos menos
que situar dos consecuencias intimamente relacionadas.
Por un lado, un aplanamiento semejante del yo, puede pensarse en consonancia con mayor
facilidad a la sobrecarga o al desborde, donde la mutilación subjetiva del empuje a la constante
satisfacción supone una lógica que solo puede sostenerse en un presente constante: este yo
debe someterse a una constante descarga para evitar acumulamientos. De esta manera, puede
deducirse como consecuencia, un debilitamiento de una de las caracteristicas situadas del
aparato psíquico: los tajantes límites de los procesos primarios y secundarios parecieran hoy en
día ser mas finos, donde el discurso social de la post- modernidad pareciera responder a lógcas
de procesos primarios, generando entonces vaciamientos en lo que compete al yo de los sujetos
actuales.
Por otro lado, y como la otra cara de la misma moneda del yo post-moderno, los sujetos así
constituidos quedan entonces ubicados en vidas situadas en un presente constante, donde el

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futuro pareciera ser una constante amenaza: ya ha sido desarrollado como el narcisismo
prometido por los bienes y servicios tiende a una caída inherente de la promesa de un ideal
imposible de sostenerse. Es entonces ante esta inevitable caída del narcisismo imaginario que
generan los gadgets del mercado, que el sujeto quedará marcado en una constante amenaza a
futuro: si el gadget cae, el narcisismo cae; si el narcisismo cae, el individuo post- moderno cae.
La diferencia entre estas caídas, es que la de este último supone un afrontamiento con el
vaciamiento subjetivo generado por el entramado simbólico actual.
De esta manera, esta moneda del yo post- moderno queda situada ante una amenaza de
sobrecarga constante, donde el futuro pareciera ser un lugar oscuro y sin respuesta certera. Lo
que nos lleva a ir introduciendo uno de los puntos clave de este escrito que será desarrollado a
continuación: según el DSM V (2013), “la ansiedad se caracteriza por una respuesta
anticipatoria a una amenaza futura. […] Los trastornos de ansiedad [se caracterizan] por ser
excesivos o persistir más allá de los periodos apropiados, […] por ser persistentes (suelen tener
duración de 6 meses o mas)” (p. 189).
Vemos entonces, a lo largo de estas últimas conceptualizaciones, como “sujeto post-
moderno”, “individualidad narcisista”, “angustia de aniquilamiento” y “ansiedad” pueden
pensarse como conceptos que se relacionan y se retroalimentan junto con el discurso social
actual.

DSM V: Ataques de Pánico y Ansiedad en su Relación con las Neurosis Actuales

Cómo último análisis teórico, queda enlazar lo hasta aquí desarrollado con las nociones de
ataque de pánico, ansiedad, y su relación con las neurosis actuales. Para esto es necesario
primero servirnos de las herramientas teóricas que Freud nos brinda con su conecptualización
de neurosis actuales (1898). Si bien este concepto es arduo desarrollado por Freud a lo largo de
su obra, me interesa destacar aquí ciertas caracterizaciones principales: en esta categoría clínica
no hallamos una etiología en dos tiempos, sino que ubicamos directamente una sobrecarga de
exitación psíquica actual, la cual se traspone en síntomas somáticos sin mecanismo psíquico, es
decir, resultan de trastornos en lo somático por sobrecarga de exitación psíquica, pero que sin
embargo no suponen un sentido para el sujeto (diferenciandose así de otros tipos de sintomas
neuróticos).
Ubicándonos con esta coordenada teórica, la unión con lo desarrollado anteriormente puede
comenzar a vislumbrarse. En este sentido, señalando la sobrecarga de exitación psíquica en la
etiología de las neurosis actuales, podemos anudar cómo esta sobrecarga se ve facilitada,

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actualmente, por las consecuencias del entramado simbólico del sujeto póst- moderno. Ya ha
sido explicado en el apartado anterior como el individuo se ve anulado en la capacidad de
postergación de la satisfacción que su yo debería proveer, generando por ende una suerte de
aplanamiento del mismo. Este aplanamiento puede enlazarse directamente a una facilitación de
sobrecarga de su yo, proveyendo de esta manera un fácil acceso a la etiología descripta sobre
las neurosis actuales.
A su vez, algunas presentaciones sintomáticas decriptas por Freud (1895 [1894]) pueden
enlazarse directamente a esta caracteristica del yo post- moderno: tanto la irritabilidad general,
como la expectativa angustiada, pueden ser pensadas como caracteristicas de un yo que se ve
achicado en su capacidad de tolerancia a cuestiones relativas con lo que no responda a una
lógica de satisfaccion inmediata (la espera, el después, los límites o imposibilidades). Es decir,
la irritabilidad general como sintoma nervioso responde justamente a una acumulacion de
excitación o a una incapacidad de tolerar a la misma; mientras que la expectativa angustiada se
relaciona con una concepcion pesimista de las cosas: ya hemos visto como el empuje constante
a la satisfacción a través de los objetos se anuda directamente con la frustración inherente al
inervalo entre la satisfacción esperada y la obtenida, frustración que puede llevar a un sujeto a
ver las cuestiones de manera pesimista, justamente a la luz de que los ideales prometidos por el
mercado tienden inveitablemente a caer (y con los cuales, sin embargo, se nos insiste a diario).
Por otro lado, y continuando con los aportes hechos por Freud (1895 [1894]), el mismo
desarrolla otro síntoma que me interesa destacar aquí: el ataque de angustia. El mismo se
caracteriza, entre otras cosas, por una interrupción pronta de angustia en la conciencia,
mostrándose sola o mezclandose con interpretaciones de aniquilación de la vida o amenaza de
volverse loco. Estas interpretaciones pueden enlazarse de manera sumamente estrecha con la
explicación brindada acerca de la relación de la angustia de aniquilamiento con la caída del
narcicismo individualista del sujeto post- moderno. Siendo justamente una consecuencia
cognitiva- ideativa que el sujeto construye en base a las sensaciones generadas por la caída de
la presunta unidad narcisista ofertada por el mercado, dejandolo de lleno con sus propios
límites y vacíos tanto estructurales, como con el vaciamento y empobrecimiento subjetivo que
genera una cultura individualista. Así, podemos comenzar a vislumbrar una estrecha relación
existente entre el individuo y las neurosis actuales.
A su vez, ambas cuestiones podemos llevarlas un paso mas lejos, dado que gracias al DSM
V (2013), que podemos situar cómo estas lecturas sobre las neurosis actuales y su relación con
las consecuencias psíquicas del entramado post- moderno, pueden ser leídas en clave de
criterios diagnósticos actuales. En este sentido, ubicando primeramente la descripción acerca

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de la ansiedad, la misma queda marcada como “…una respuesta a una amenaza futura. […] A
menudo asociada con tensión muscular, vigilancia en relación a un peligro futuro y
comportamientos cauteolosos o evitativos” (DSM V 2213, p.189). Esta amenaza a futuro, en
donde el sujeto toma una conducta cautelosa o evitativa, cuaja a modo de espejo con las
descripciones hechas sobre la expectativa angustiada: en ambos casos el sujeto siente como una
constante amenaza lo que puede suceder a futuro, llevando esta amenaza al plano de
consecuencias tanto cognitivas como conductuales. Sin embargo, hoy en día podemos pensar
que esta sintomatología toma otro estatuto, dado que la misma se ve exacerbada por el
entramado simbólico actual; y en tanto es justamente este entramado simbólico el factor común
social, lo mas esperable es que para el sujeto no se le pueda presentar como un síntoma de
implicancia subjetiva: al ser justamente una entidad clínica inherente a la estructura y lógica
del sujeto post- moderno, ¿cómo este podría codificarlo bajo un sentido que lo interpele de
manera subjetiva? Es justamente esta cualidad común, inherente a la forma de subjetivación
actual, lo que tapona aún más el poder darle un sentido subjetivo, ya que el mismo podemos
hallarlo directamente como una consecuencia de la vida dentro de un entramado simbólico que
nada dice realmente sobre la verdadera singularidad subjetiva.
Cuando mucho podremos hallar distintos factores o representaciones que se anuden a dicha
sintomatología, pero estas no serían más que contingentes a la estructura simbólica que empuja
a los sujetos a verse facilitados de sobrecargas psíquicas. Así, los factores etiológicos de las
neurosis actuales, hoy en día toman un estatuto común, consecuencia estructural de la sociedad,
enlazandose a la red simbólica de nuestra actual lógica, del sentido de ser y estar en el mundo
contemporaneo.
A su vez, y continuando con el espejismo realizado, la noción de ataque de angustia se
muestra como un paralelismo de lo que hoy en día hallamos como ataque de pánico: en ambos
(tanto en la descripción de Freud (1895 [1894]) como en el DSM V (2013) encontramos un
funcionamiento o sensaciones anormales en actividad cardiaca, respiración, temblores,
sudoraciones, sensaciones corporales, mareos o vértigos, parestesias e ideaciones sobre morir o
volverse loco. Una vez más, esta sintomatología ya descripta por Freud puede hoy en día tomar
otro estatuto, como una consecuencia común, de nivel estructural, como sucede con la ansiedad
(o expectativa angustiante e irritabilidad general). De esta manera, proveyéndonos de las
herramientas brindadas por el psicoanálisis, logramos ir un poco mas allá de las meras
descripciones cognitivas o conductuales, para entender que se trata aquí de una consecuencia
estructural, inherente a los modos de subjetiviacion narcisizantes e individualizantes de la
sociedad post- moderna, y en tanto tales, dificilmente el sujeto pueda hallar un sentido que

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interpele subjetivamente a su historia singular, siendo justamente que la raíz queda ubicada en
el entramado común a la forma en la que desarrolla la sociedad actual.
Así, vemos que la etiología que hayamos en Freud, hoy en dia toma otro carácter, llegando a
enlazarse como una consecuencia común a la subjetivacion general de los individuos.

Reflexiones Finales

Como anteúltimo apartado, es necesario ahora ligar todo lo desplegado hasta aquí, con la
relacion a los objetivos planteados en un primer momento.
En lo que respecta a cómo de despliega el discurso social en la post- modernidad, hemos
visto que el mismo se efectua de manera individualizante y narcisizante, en una suerte de
individualismo narcisista, el cual es ofertado y sostenido en una permanente actualizacion a
través de distintos bienes y servicios (“gadgets” para el individuo consumidor de los mismos),
entendiendo que justamente estos responden y reproducen la lógica social de turno.
En este sentido, y resumidanemte, el mismo se caracteriza por lógicas individualistas,
narcisistas, de corto plazo y que busca evitar que los sujetos tengan que verselas con cualquier
tipo de límite o falta tanto propia como de terceros.
De esta manera, puede ya vislumbrarse cómo el sujeto es pensado desde el discurso social
actual: la célula político- ideológica por excelencia del mismo, es el individuo. Sin embargo,
podemos ahora ahondar un poco más en esta cuestión, ya que se trata de un individuo que todo
lo puede, aquí y ahora, que no necesita de otros para ser o para desarrollarse, que se ubica
como un sujeto ideal, narcisisado por los gadgets y que nada debe saber de límites o
limitaciones a su propio ser.
Sin embargo, cómo tambien hemos visto, las consecuencias de esta red simbólica no son
pocas ni para menos. Por un lado encontramos que este narcisísmo ofertado y sostenido por el
mercado no genera menos que una dependencia a una constante actualización del mismo.
Como hemos visto, se trata aquí de un “narcicísmo de cristal”, sumamente imaginario, que
poca articulación tiene tanto con alguna maleabilidad provista simbólicamente, como con
alguna articulación con lo real lacaniano, generando una rígidez que sólo puede sostenerse por
una constante actualización de mismo, evitado tener que verselas sin alguna muletilla de turno.
A su vez, hemos visto como esta individualización del sujeto desarraiga al mismo de sus
relaciones inter- subjetivas, y de un proyecto social común. Esto genera sujetos que no
encuentren verdaderas motivaciones sociales o culturales para la postergación de su
satisfacción (tema analizado ya por Freud en malestar en la cultura (1930). A su vez, esta falta

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de movitación en la postergación se ve potenciada, como hemos visto, por la constante
actualización que demanda el narcisismo de cristal que proveen los objetos de mercado,
generando de esta manera una mayor condena a la inmediatez y al presente constante (y digo
condenda, dado que, como hemos visto, esto termina dando con la representación del futuro
como un tiempo que amenaza, plagado de miedos e incertidumbres, sin garantías de nada).
A su vez, estas consecuencias se entrelazan con una suerte de pobreza y vaciamiento
subjetivo que se gestan por la falta de inter- subjetividad que el individualismo supone; y, a su
vez, con una mutilación en algunas de las funciones del yo (aquellas dadas en relación a la
espera y rodeos necesarios para conseguir satisfacciones no impulsivas). De esta manera,
vemos que el individuo como célula social se caracteriza, resumidamente, por una suerte de
empobrecimiento tanto de aquellas cuestiones relativas a lo que responde a procesos
secundarios, como de sus herramientas psíquicas y subjetivas para verselas de manera
autonóma con sus propias vicisitudes, generando una suerte de sujeto rígido, con poco margen
de maniobras psíquicas.
Esto último, nos lleva a consecuencias sintomáticas particulares: la angustia aquí, la
encontramos como una angustia mucho profunda en relación a su ser, ya que este
empobrecimiento y achicamiento de sus unidad yoica y subjetiva tiende a caer con mayor
facilidad, dejándolo de lleno contra sus propios límites y faltas, vivenciándose así una
fragmentación de si mismo, y facilitando así que ante las distintas disrupciones de angustia,
aparezcan sensaciones de perdida de control en su mente o su cuerpo, o de amenaza a su
continuidad existencial (es decir, se facilita el acceso a la disrupcion del ataque de pánico o
ataque de angustia).
Sin embargo, el ataque de pánico o de angustia no es la unica consecuencia subjetiva.
Hemos visto que estas nuevas subjetivaciones post- modernas se enlazan estrechamente con
facilidad de sobrecarga ante el aplanamiento y rigidización de las posibilidades de hacer del yo,
proveyendo una vía privilegiada a constantes sensaciones de ansiedad.
Finalmente, tambien se ha podido comprobar cómo, tanto ansiedad como los ataques de
pánico forman casi una suerte de espejo con las descripciones sintomáticas de las neurosis
actuales, lo cual nos lleva a entender que son las neurosis actuales una consecuencia estructural
e inherente a la subjetivación actual, proveyendo así un nuevo sentido clínico a la hora de
encontrarnos con las mismas: se trata de algo común a todos los sujetos- individuos, generando
un mayor alejamiento a las posibilidades de que el sujeto se vea interpelado en su singularidad
por generar este tipo de síntomas; a lo sumo, esta singularidad se verá reflejada en alguna

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representación específica, representación que cómo puede verse, no es más que contingente en
esta formula simbólica social.

Conclusión

Si bien a lo largo del escrito se pudo dar con un análisis que ayuda a la comprensión del
sujeto en la post- modernidad y su estructura desde la cual sintomatiza (bien sabemos, que la
capacidad de hacer sintóma de cada sujeto se encuentra enlazado directamente con su
estructura clínica), aún queda mucho por indagar, siendo este escrito tan solo un paso más a
poder aclarar y continuar debatiendo sobre la red simbólica que actualmente nos gesta. En este
sentido, la realidad social es amplio mas basta y compleja que la recortada aquí, por ende sus
consecuencias subjetivas y estructurales tambien lo son. A su vez, dentro de este mismo recorte
quedan aún cuestiones que podrían continuar indagandose: ¿será que esta nueva raíz social que
potencia la etiología de las neurosis actuales mantiene intacta la falta de sentido sintomática
que explicó Freud en sus desarrollos? ¿O será mas bien que este nuevo estatuto que adquieren
las neurosis actuales en la post- modernidad muestra a su vez un nuevo estatuto a nivel de su
interpelación subjetiva? A su vez, si bien aquí se buscó indagar en consecuencias
psicopatológicas para el sujeto en la post- modernidad, tambien es preciso indagar a futuro las
consecuencias positivas del mismo: a esta altura bien debemos saber que una pérdida no puede
ser pensada sin una ganancia, y viceversa.
Sin embargo, y a pesar de estas, entre muchas otras cuestiones para seguir indagando,
también se ha podido develar las distintas fórmulas que hacen funcionar a la maquinaria social
de la post- modernidad, en donde el carácter corto placista, individualista y narcisista que
adquiere el discurso social actual se entrelaza estrechamente con características inherentes a la
propia estructuración psíquica, desde donde logra sostener su atractivo social (recordemos el
ejemplo del estadio del espejo), generando así una nueva célula político- social e ideológica: el
individuo. Célula que, como se ha visto, guarda una basta cantidad de consecuencias psíquicas
y estructurales: particularmente aquellas que generan una vía regía para sintomatizar desde la
etiología de las neurosis actuales postuladas por Freud (hoy en día también llamadas ansiedad
o ataques de pánico), proveyendo así un nuevo fundamento simbólico: hoy, las neurosis
actuales, son lo común.

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