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“PERSONAS TÓXICAS”.

El nuevo panóptico de la peligrosidad en la mercadotecnia psicoterapéutica

RESUMEN
Este artículo trata sobre la oportunista literalización de metáforas en la
“mercadotecnia psicoterapéutica”, ejemplificada en el discurso popular acerca de
las “personas tóxicas”. Se examinan algunos usos y abusos frecuentes de dicho
concepto (y de otros que le son correlativos, como el de codependencia y adicción
emocional), a través del análisis de productos emanados de la industria de la
autoayuda, de la psicología clínica comercial y del gran mercado del desarrollo
personal y la autorrealización. Una de las características sobresalientes en dicha
mercadotecnia es la adopción deliberada de una estrategia de autopresentación
profesional, académica y científica. El objetivo de este artículo es abordar
críticamente algunas de las condiciones de posibilidad del auge de dicha idea,
destacando la actual prevalencia de un estilo de pensamiento psicoemocional, así
como la expansión disciplinar de la toxicología y la influencia cultural de dos
horizontes interpretativos vigentes, a saber: la “sociedad del riesgo” -de Ulrich
Beck- y la “sociedad del cansancio”, de Byung Chul Han.

PALABRAS CLAVES: toxicidad emocional; peligrosidad; mercadotecnia


psicoterapéutica; dependencia; adicción.

TITLE:
"TOXIC PEOPLE". The New Panopticon of Dangerousness in Psychotherapeutic
Marketing

ABSTRACT
This article deals with the opportunistic literalization of metaphors in
“psychotherapeutic marketing”, exemplified in popular discourse about “toxic
people”. Some frequent uses and abuses of this concept (and others that are
correlative to it, such as codependency and emotional addiction) are examined,
through the analysis of products emanating from the self-help industry, commercial
clinical psychology and the great market of personal development and self-
fulfillment. One of the salient characteristics of such marketing is the deliberate
adoption of a professional, academic, and scientific self-presentation strategy. The
objective of this article is to critically approach some of the conditions of possibility
of the rise of this idea, highlighting the current prevalence of a psycho-emotional
style of thinking, as well as the disciplinary expansion of toxicology and the cultural
influence of two current interpretive horizons, to to know: the “risk society” -by
Ulrich Beck- and the “fatigue society”, by Byung Chul Han.

KEYWORD: Emotional toxicity; dangerousness; psychoemotional marketing;


dependence; addiction.

1. INTRODUCCIÓN

La forma psicoemocional de observar, hablar y explicar los problemas sociales


constituye un estilo de pensamiento en el sentido acuñado por el médico y
epistemólogo polaco Ludwik Fleck en 1935. Un estilo de pensamiento se va
desarrollando históricamente a partir de los consensos e interacciones de un
colectivo o comunidad de personas que comparten una “espontánea” disposición a
percibir un fenómeno de cierta manera (percepción dirigida) y actúan en
consecuencia. En ese sentido, el “estilo de pensamiento psicoemocional” se
caracteriza por interpretar y explicar la experiencia humana como siendo
fundamentalmente moldeada por las emociones. En su expresión más radical, tal
estilo se enuncia como un “determinismo emocional”, aunque sería erróneo
suponer que existe unanimidad al respecto. Resulta más prudente considerar que
las posiciones existentes sobre el rol de las emociones se pueden ubicar en algún
punto de un continuo que va desde las concepciones más emocionalistas
(reduccionismo emocional) a las que consideran que las emociones son
importantes, pero sin ser determinantes.

El estilo de pensamiento psicoemocional está representado por los corpus teóricos


e institucionales de sus disciplinas prototípicas (psicología, psiquiatría,
psicoanálisis), pero también por la enorme masa de individuos que han
internalizado y/o reproducido tal modo de pensar a través de las industrias
culturales vigentes en esta época (manuales y papers de divulgación científica,
programas de formación académica, libros y audiolibros de autoayuda, talleres de
coaching de vida, talk shows televisivos, podcast, programas de radio, filmes
cinematográficos, series de televisión, revistas con columnas o secciones escritas
por expertos, novelas y un sinfín de nuevos formatos tecnológicos para su
difusión). Así, reflexionar acerca de la perspectiva psicoemocional supone mucho
más que revisar técnicas clínicas: el estilo de pensamiento psicoemocional debe
ser examinado como fenómeno cultural que ha permeado globalmente
dimensiones sociales en las que era poco relevante hace algunas décadas atrás
(la educación, el trabajo, las organizaciones, los hogares, el matrimonio, el
consumo, la publicidad, la justicia, el ejército, el deporte, la política, las religiones,
etcétera). El conglomerado de creencias, valores y prácticas en los que se
encarna este estilo promueve una “cultura psicoemocional” que se refiere, no
exclusivamente a la presencia de un conjunto de organizaciones formales y
profesiones que curan o ayudan, sino a una manera colectiva de pensar en las
cuestiones humanas como teniendo causas y consecuencias constitutivamente
emocionales. Una idea central proyectada desde su faro es que el daño emocional
es el más nocivo, incisivo y decisivo para la vida de un individuo o de un grupo.

Las condiciones de emergencia, desarrollo y consolidación de este estilo


psicoemocional ya han sido analizadas, de modo directo o indirecto, por autores
que han tomado posiciones polémicas pero interesantes. Es el caso de obras
como la de Eva Illouz, La Salvación del Alma Moderna: terapia, emociones y la
cultura de la autoayuda (2010), que localiza el surgimiento de dicho estilo entre la
Primera y la Segunda Guerra Mundial, extendiéndose a un amplio público luego
de la década de 1960. Hay muchas y variadas contribuciones sobre ese
despliegue histórico, como el discutido libro de Frank Furedy, Therapy Culture:
Cultivating Vulnerability in an Uncertain Age [Cultura terapéutica: cultivando la
vulnerabilidad en una era incierta] (2004), así como la obra de Ole Jacb Madsen,
The Therapeutic Turn: How psychology altered Western culture [El giro
terapéutico: cómo la Psicología alteró la cultura de Occidente] (2014) y el
temprano estudio de Eva Moskowitz, In therapy we trust: America´s obsession
with self fulfillment [En terapia confiamos: la obsesión de Estados Unidos por la
autorrealización] (2001). Estos trabajos tuvieron, por supuesto, varios precursores
que vislumbraron la transformación cultural que se estaba gestando (un ejemplo
de ello fueron las investigaciones de antipsiquiatras como Thomas Szasz, que
escribió El Mito de la Psicoterapia y La fabricación de la locura). Otros autores que
fueron allanando el camino del análisis cultural e histórico de dicho estilo fueron
Christopher Lasch (1984), Philip Rief (1966) y Richard Sennet (1976).

Como puede inferirse de un recorrido superficial por la historia de Occidente, la


preocupación por las emociones no es, en modo alguno, un fenómeno exclusivo
de nuestro tiempo. Lo que resulta más bien novedoso respecto a nuestra época es
el advenimiento de ese gran sustrato de premisas ontológicas, epistemológicas,
metodológicas, taxonómicas, procedimentales y pragmáticas sobre la
emocionalidad, lo cual ha forjado un conocimiento con pretensiones de
cientificidad, experticia y profesionalización. Tales premisas están enquistadas en
las teorías más representativas de los campos disciplinares psi, pero también se
hallan entretejidas en cierta “imaginación interpersonal” (Illouz, 2010) que alude a
una forma específica de pensar en el manejo de los problemas del yo consigo
mismo y con otros. Lo que caracteriza al estilo psicoemocional contemporáneo no
es tanto el qué se observa de la vida social, sino el cómo se la interroga.

Así, el estilo de pensamiento psicoemocional al cual me referiré en este artículo no


se limita ni se circunscribe a las elaboraciones teóricas de los especialistas (por
ejemplo, de la ciencia de la psicología clínica) sino que incluye a (y se focaliza
sobre) una gama de productos de divulgación masiva de ideas propias de dicho
paradigma. Para su difusión, se ha apelado a estrategias vanguardistas con el
objetivo de ensanchar el alcance de sus servicios y aumentar la demanda dentro
de un mercado específicamente diseñado para el consumo de “ayuda emocional”
envasada en formatos fácilmente vendibles. La denomino aquí “mercadotecnia
psicoemocional”, y lo que promueve es considerado, generalmente, como
“psicología popular” (diferenciada de la psicología científica). Sin embargo, es una
cuestión delicada asumir, sin más, que se puede trazar una línea demarcatoria
clara y unívoca entre ambas, sobre todo porque las narrativas y las metáforas que
se utilizan para una comprensión popular de la experiencia humana están siendo
frecuentemente mercantilizadas por psicólogos profesionales, tal como ocurre con
el ejemplo aquí analizado sobre la toxicidad emocional. Es decir, han sido los
mismos psicólogos profesionales los que han hecho porosa la línea que separa la
una de la otra, al hibridar los lenguajes (científico y popular) en modos
oportunistamente confusos. Por ejemplo, el fundador de la psicología humanista,
Carl Rogers, abre su famoso libro El proceso de convertirse en persona (1972)
con una frase que, como dice Eva Illouz, es típica de las populares guías de
autoayuda: “Tengo la sincera esperanza de que muchos lectores con intereses
particulares en el campo de la psicoterapia o de la ayuda psicológica lleguen a
descubrir que las enseñanzas que surgen de este campo pueden resultarles útiles
en su propia vida” (citado en Illouz, 2010, p. 27).

Lejos de ser una desventaja, tal ambigüedad es un motor para la elastización y la


adherencia a tal estilo de pensamiento psicoemocional, ya que reúne la potencia
de las ideas populares y la seriedad científica-profesional y académica de sus
portavoces. De hecho, la mayoría de los libros de autoayuda que estaremos
comentando en este artículo han sido escritos por profesionales que cuentan con
background clínico y credenciales institucionales habilitantes. El desarrollo de la
“industria psicológica” debe ser entendida bajo el influjo de la “industria editorial” y
de las tecnologías de la comunicación y la información, que le dan al estilo de
pensamiento psicoemocional posibilidades de desarrollo y colonización cultural y
económica. Es en este contexto que ha germinado la retórica sobre la existencia
de “personas tóxicas”, reflejando (e impulsando) una constelación de creencias
atrincheradas sobre cómo valorar (o disvalorar) la calidad de los vínculos íntimos.

2. LA MERCADOTECNIA TERAPÉUTICA Y LA RETÓRICA DE LA


“TOXICIDAD”

En el espacio televisivo de Ciencia y Tecnología en UNOTV México, se emitió, el


12 de febrero de 2020, un programa llamado “¿Cómo reconocer una relación
tóxica?”, a cargo de una doctora en psicología de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). La académica establecía que las relaciones tóxicas
son la causa de la violencia que sufren las mujeres en México al interior de los
vínculos de pareja1. Algunas semanas previas, el 31 de enero, Canal Once de
México, había realizado su habitual transmisión semanal del programa Diálogos
en Confianza, en el cual un grupo de renombrados expertos de la salud mental
resultan convocados para conversar durante 90 minutos sobre un tema especial
que ese día era: “Evitando las Relaciones Tóxicas”. 2 Dicho programa les daba
continuidad a otros tres programas anteriores dedicados a enseñar “cómo alejarse
de las Personas Tóxicas”3. El formato era el mismo que sigue estando vigente
actualmente: se conforma el grupo de especialistas, que opinan en torno a los
casos presentados por los testimoniantes (los cuales, en algunas ocasiones, están

1
¿“Cómo reconocer una relación tóxica?”, Programa UNO TV México, a cargo de la Doctora María
del Pilar Méndez Sánchez, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Emitido el 12 de febrero de 2020.
https://www.unotv.com/noticias/portal/tecnologia/detalle/estas-en-una-relacion-toxica-esto-dice-
experto-259673/.
2
Programa Diálogos en Confianza, Canal Once de México, “Evitando las Relaciones Tóxicas”,
emitido el 31 de enero de 2020. https://www.youtube.com/watch?v=l8IuOoIn1JI&t=179s
3
Los mencionados programas son los siguientes: “Personas Tóxicas”, Programa Diálogos en
Confianza, Canal Once de México, emitido el 27 de noviembre de 2013.
https://www.youtube.com/watch?v=Y0Dj5AriuJg; “Aléjate de las personas Tóxicas”, Programa
Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 21 de junio de 2017.
https://www.youtube.com/watch?v=qSe2lSJrt2E; “No quiero ser una persona tóxica”, Programa
Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 14 de septiembre de 2020.
https://www.youtube.com/watch?v=V98Vo70i99c .
presentes en el estudio, o hablan durante cápsulas pregrabadas, usualmente
ocultando su identidad). Asimismo, hay un público de tamaño mediano, que
frecuentemente reúne miembros de grupos de autoayuda, como el de Neuróticos
Anónimos A.C. El público televidente tiene también la posibilidad de enviar
preguntas o contar su historia a través de las redes sociales del programa. Se les
da una lectura rápida a los comentarios y dudas que envían y, en lo posible, una
respuesta que conlleva el mensaje de que se debe pedir ayuda profesional.

En dichos programas referidos a la toxicidad, se puede notar que los


testimoniantes exponen su caso asumiendo como un hecho que sus problemas de
la vida adulta son consecuencia de una infancia amarga, a veces traumática.
Narran una historia complicada, con la cual se va creando una atmósfera
conmovedora y autocompasiva. Comúnmente apelan al lenguaje causal para
explicar su angustiante condición presente. Un “pasado difícil” está en la base de
cualquier historia personal que el sufriente comparta en la privacidad de un
consultorio o ante un gran público en la pantalla. Veamos este ejemplo, en el que
una mujer testimoniante relaciona su “envidia tóxica” con la conflictiva relación que
tuvo con la madre:

Yo viví la envidia desde que soy niña, desde que recuerdo, en la casa, con mis
hermanos, envidiaba la atención que tenía mi mamá, la preferencia, parecen
cosas insignificantes, muy pequeñas, pero el hecho de que les sirviera de comer
antes que a mí, o les diera más, o los abrazos, el acercamiento físico que ella
tenía hacia ellos…(..). Conforme fuimos creciendo la envidia fue creciendo en mí
también (..) he sentido envidia en el trabajo, con la pareja, (..)...y después envidia
hacia mi propio hijo (..) es una especie de forma enferma de admirar a los demás,
la manera negativa de estarlos viendo. Yo pienso que esto es alimentado
también desde mi infancia por una madre que lo que hace es compararnos, esa
comparación que nos hacía mi madre en cuanto a todos nosotros los menores
con mi hermano mayor, pues en mi generó una envidia tremenda, muy muy
fuerte. Se que hay cosas que he hecho por envidia y en las que he dañado a
alguien. Pero hoy me siento satisfecha de poderlo ver, de poderlo expresar, de
poderme ver, y junto con eso otra cosa que es muy beneficioso es ocuparme de
mí, hoy sé que la envidia solo me había tenido en esta parte de estarme
victimizando y estar viendo a los demás, y ver a los demás, y que el otro tiene, y
el otro también tiene, ¿y yo por qué no? Yo sé que lo que ha sido necesario para
mí es moverme, y salirme de esa posición de víctima.4

4
“Personas Tóxicas”, Programa Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 27 de
noviembre de 2013. https://www.youtube.com/watch?v=Y0Dj5AriuJg. Consultado el 11 de
diciembre de 2020.
El guion que recorre estos programas no define la toxicidad con un significado
cerrado. Cada especialista, además de los testimoniantes, va dando su propia
acepción del término, aunque convergen en considerar que las personas tóxicas
son víctimas de pasados tortuosos, en particular de vínculos familiares tóxicos.
Con frecuencia se citan obras indicativas del interés que el tema tiene en el ámbito
académico, como es el caso con la investigación que la doctora Susan Forward
publicó en 1990, Toxic Parents: Overvcoming the legacy of Parental Abuse
[Padres Tóxicos: Superando el legado del Abuso Parental]. El título alude a una
relación causal entre una “crianza parental tóxica” y “el abuso”. No específica a
qué tipo de abuso se refiere, por lo cual pudiera incluirse cualquier conducta que
se haya sentido como abusiva. El título transmite la idea de que el daño resultante
es una “herencia” o “legado” con el que alguien tendrá que vivir (excepto que
compre el libro y aprenda a superarlo). Este estilo de narrativa hace de la
vaguedad una virtud (aparente), ya que, al establecer una correlación tan laxa
entre “toxicidad” y “abuso”, se abre un océano de confirmaciones de tal hipótesis.
En Diálogos en Confianza hay varios programas que dan por sentado tal nexo. Por
ejemplo, el denominado "Hijos de padres tóxicos". Allí, la relación causal entre
infancia y adultez la hace un usuario, pero, además, la reconfirma la terapeuta
familiar y de pareja que comenta el caso. El testimoniante afirma:

Criar a mis hijos ha sido muy difícil, yo traía unas ideas por parte de mis padres
que me educaron -creo yo, a mi sentir- muy violentos conmigo, me criaron, ahora
sí que con golpes, de parte de mi madre eran los chanclazos, siempre me
reprimían, si yo quería exponer lo que estaba sintiendo, era "cállate", y ya no
conforme con eso, cuando llegaba mi padre de trabajar y le decían lo que yo
había hecho, igual, tomaba mi papá el cinturón o el cable de la lavadora y con
ese me golpeaba; pues yo sentí que no me querían, porque siempre sentí mucha
preferencia hacia mis demás hermanos, pues era muy raro que me llegara mi
madre a abrazar, yo no tengo muchos recuerdos de que me abrazara, me besara
o que me dijera que me quería. Hoy en día en mi vida adulta me ha ocasionado
problemas de inseguridad, aun a la fecha es como que siento temor todavía
hacia mi madre.5
Al terminar el relato, una de las expertas toma la palabra e introduce dos
conceptos que serán a la toxicidad lo que el oxígeno al pulmón: la baja autoestima
(raíz de la dependencia) y el narcisismo. La terapeuta codifica lo narrado por el
5
“Hijos de padres tóxicos”, Programa Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 27
de noviembre de 2018. https://www.youtube.com/watch?v=wfFOYY0fT40 .
testimoniante como un caso de “baja autoestima” que desemboca en el
narcisismo. Dice la especialista: “Uno de los orígenes del narcicismo es este
precisamente [el del caso], son personas que no recibieron amor, que no
recibieron ese afecto, ese contacto, y entonces ellos tratan de compensar la baja
autoestima que esto causa generándose su propia autoestima, y entonces se
convierten en personas narcisistas”.6

La postura de esta especialista convalida la estructura causal del relato (y abona a


la popular creencia de que “infancia es destino”). Otra característica de la mayoría
de los testimonios expuestos en los programas es que las historias han tenido, a
pesar de todo, un final esperanzador. Al cerrar este último relato, el entrevistado,
que en su infancia fue maltratado, afirma: “A mis hijos los abrazo, y les digo que
los quiero. Yo tengo una frase que les digo a mis hijos: ´ ¿sabes lo importante que
eres para mí? ¿Sabes cuánto te quiero, hijo´?”. 7 En el ejemplo anterior ocurre algo
similar; la mujer -esclava de la envidia desde que era pequeña- hoy es capaz de
dar cuenta de su despertar terapéutico: “hoy me siento satisfecha de poderlo ver,
de poderlo expresar, de poderme ver (..), de ocuparme de mí, [de] salirme de esa
posición de víctima”.8 El optimismo deriva del paso de estas personas por el
proceso de ayuda profesional. Hablar sin tapujos sobre sus vulnerabilidades es
formulado como una señal de empoderamiento y recuperación de la autoestima,
que se multiplica cuando los expertos los felicitan públicamente por los logros
obtenidos.

Los panelistas invitados al programa Diálogos en Confianza se benefician


profesionalmente, ya que ganan protagonismo mediático (teniendo en cuenta que
el programa se produce en la primera cadena de televisión pública, educativa y
cultural de México, Canal Once, del Instituto Politécnico Nacional. Dicha cadena
es considerada la decana de las televisoras universitarias en América Latina). En

6
“Hijos de padres tóxicos”, Programa Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 27
de noviembre de 2018. https://www.youtube.com/watch?v=wfFOYY0fT40 .
7
“Hijos de padres tóxicos”, Programa Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 27
de noviembre de 2018. https://www.youtube.com/watch?v=wfFOYY0fT40 .
8
“Personas Tóxicas”, Programa Diálogos en Confianza, Canal Once de México, emitido el 27 de
noviembre de 2013. https://www.youtube.com/watch?v=Y0Dj5AriuJg.
medios internacionales de reconocido prestigio la toxicidad también tiene
presencia. Por ejemplo, el 2 de enero de 2020, el Noticiero de la BBC presentó, en
las secciones sobre Salud y Bienestar, una nota titulada “Cómo saber que estás
en una relación tóxica (y cómo salir de ella)”. 9 Sus fuentes remiten a las
suministradas por ONU MUJERES, en particular en la iniciativa de Spotlihgt.

Estos productos televisivos buscan verse más profesionales, y diferenciarse de


otros formatos, como los denominados “espectáculos del llanto” desde la década
de 1960 en Estados Unidos, como El show de Cristina, que nació en 1989 y se
transmitió por Univisión hasta 2010, con récord de audiencia hispanoamericana.
Hay que subrayar que, entre 1999 y 2001, las cadenas de televisión estaban
inundadas de estos talk shows y programas de entrevistas a celebridades con la
intención de que muestren su lado humano (acercándose la moda de las
patografías televisivas, tendientes a espectacularizar el costado vergonzoso de la
vida de los famosos). El más conocido a nivel mundial fue el programa de la
norteamericana Oprah Winfrey, con una audiencia diaria de más de 33 millones de
telespectadores. En un texto que Eva Illouz publicó en 2003, Oprah Winfrey and
the Glamour of Misery: An Essay on Popular Culture [Oprah Winfrey y el glamour
de la miseria: un ensayo sobre la cultura popular], destaca que el rasgo esencial
de Oprah es utilizar un estilo de entrevista terapéutico destinad o a mejorar a sus
entrevistados, abordándoles como personas cuyos problemas son susceptibles de
solución. Illouz explica cómo el enorme montaje del programa se mantiene por su
capacidad para convencer al televidente de la autenticidad del sufrimiento del
entrevistado y de sus posibilidades de superación. Illouz escoge un fragmento de
uno de los programas de Oprah, para ejemplificar cómo el experto que se ha
invitado al programa proporciona una narrativa (un molde interpretativo) que el
testimoniante puede usar para terminar de armar su “propia” explicación del
problema. El caso trata sobre una pareja en crisis, formada por Sue y Gary,
teniendo este último numerosos rasgos típicos de las “personas tóxicas”. Sue
desea pedir el divorcio de su marido Gary, quien se siente muy angustiado y
9
Nota periodística de Cristina Escobar, BBC News Mundo, publicada el 2 enero 2020. Disponible
en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-50828756. Consultado el 27 de diciembre de 2020.
anhela intensamente volver con su esposa. El caso de esta pareja es presentado
bajo el encabezado de “por qué la gente quiere volver con sus ex”. Carolyn
Bushong, una psicoterapeuta, tiene la función primordial de mostrar que la historia
de Gary es común a la de muchas personas tóxicas, que presas de una muy baja
autoestima, caen en las redes de la dependencia emocional.

_Oprah: Hoy está con nosotros Carolyn Bushong. Carolyn es psicoterapeuta, y


ha publicado un libro llamado Loving him without losing you [Cómo amarlo sin
perderte]. Y ella dice que por lo general el amor no es la razón por la cual la
gente no puede superar a sus ex. ¿Es así?
_Bushong [terapeuta]: Bueno, hay muchos motivos, pero en gran medida es por
el rechazo. Y yo creo que eso es lo que lo está atrapando a Gary aquí…Es lo que
él necesita…Necesitas reconquistarla para sentirte bien contigo mismo. [Más
adelante] Gary es adicto a (..) sentir que es una mala persona: [es como si se
dijera] “quizás soy una mala persona. De modo que, si puedo convencerla de que
no soy una mala persona, entonces estaremos bien otra vez…al reparar lo malo,
ésa es la parte, otra vez, donde quizá me siento culpable por lo que hice y
quiero…quiero compensar por lo que le hice a la otra persona para que la culpa
se vaya”.
_Oprah: ¿Sientes culpa, Gary?
_Gary: Sí, claro.
_Bushong [terapeuta]: Sí, por haber tratado de controlar a Sue.
_Oprah: Y quieres decirle: “si me aceptas otra vez, puedo demostrarte que (...)
que ya no haré eso”.
_Gary: Así me sentía en el pasado, sí.
_Oprah: Sí, está bien, que no puedes vivir con o sin…vivir con o sin el ex.
_Bushong [terapeuta]: Y eso es ser adicto…Relaciones adictivas. Hay tantas
relaciones en las que la gente se siente así, tú sabes: “Quiero a esta persona, la
amo, pero la odio”.10
Es notorio aquí el poder del concepto de toxicidad para ir pegándose como imán a
otras nociones, tal como sucede en esta conversación al adherirse a otro
poderoso concepto: el de “adicción” (adicto a relaciones tóxicas). La experta inicia
describiendo al testimoniante como sujeto dependiente y de baja autoestima, y
culmina por describirlo como “adicto”. Ese deslizamiento casi “natural” de un
calificativo a otro alimenta la creencia de que las personas tóxicas no solamente
10
“Can´t get over your ex”, Oprah Winfrey Show, 28 de marzo de 1995. Citado en Illouz, 2010, p.
230
existen, sino que es posible ir descubriendo sus rasgos de personalidad con
precisión y certeza. Conocer a las “personas tóxicas” parece tener mucho que ver
con las “adicciones sin sustancia”.

La biblioterapia está impregnada de conceptos emparentados con la idea de


toxicidad. Un caso ilustrativo es el del psicólogo y sexólogo clínico Bernardo
Stamateas con su popular best seller de 2008, Gente Tóxica. Cómo identificar y
tratar a las personas que te complican la vida para relacionarte sanamente (2008).
Stamateas, autor de otros dos best sellers: Resultados Extraordinarios (2007) y
Fracasos Exitosos, (2011a), da consejos encaminados a reconocer a esas
"personas problemáticas", diferenciando trece perfiles a los que les dedica, en su
libro, un capítulo por separado: el mete-culpas, el envidioso, el descalificador, el
agresivo verbal, el falso, el psicópata, el mediocre, el chismoso, el autoritario, el
neurótico, el manipulador, el orgulloso y el quejoso. Además de experto mediático
en terapia de pareja y familiar, Stamateas es Pastor de la Iglesia Bautista
Ministerio Presencia de Dios, en Argentina. En el libro respectivo, promete explicar
por qué las personas tóxicas actúan como lo hacen, cómo deberíamos
protegernos y cómo ponerles límites. Según el autor, la lectura del libro puede
ayudar a tener relaciones personales más saludables, positivas y felices. En otro
libro que denominó Más Gente Tóxica (2015), Stamateas extendió la lista: el
triangulador; el “frustrador”; el narcisista; el prepotente; el miedoso; el negativo; el
ansioso; el sádico; el omnipotente; el obsesivo; el peleón; el masoquista; el
evitador; el paranoico; el que asfixia; el histriónico y el felpudo.

La cuestión de la toxicidad había aparecido también en otras dos publicaciones


suyas: Pasiones Tóxicas (2011b) y Emociones Tóxicas (2012), donde enseña a
reconocer con facilidad los tipos de emociones que dañan y envenenan la vida de
quien los posee, con el objetivo de intercambiarlas por otras que sean mucho
mejores y beneficiosas. Algunas de dichas emociones son: Ansiedad tóxica,
Angustia tóxica, Insatisfacción crónica, Apego tóxico, Enojo tóxico, Envidia tóxica,
Miedo Tóxico, Vergüenza tóxica, depresión, frustración, duelo, llanto, culpa y celos
tóxicos.
La “toxicidad” incluso se ha extendido a la amistad, como lo anuncia el libro de
Florence Isaacs: Toxic Friends/ True Friends [Amigos Tóxicos /Amigos
Verdaderos] (1999); ha copado también el discurso sobre la “estresante” esfera
laboral, como lo ilustra el libro de Peter Frost Toxic emotions at Work [Emociones
Tóxicas en Acción] (2003), y el discurso sobre el cuerpo y sus enfermedades: el
conocido psicomístico Deepak Chopra le recuerda al lector que no debe dejar que
su cuerpo se contamine con emociones tóxicas, ya que son negativas en tanto
empujan a ser dependientes de otra persona. Desintoxicarse implica romper y
liberarse de una relación de dependencia: “renuncia a tu necesidad de aprobación
externa”, aconseja Chopra. “¿Por qué? Porque tú eres el único juez de tu propia
valía; y tu propósito es descubrir el infinito valor en ti mismo, sin importar lo que los
demás piensen” (cit. en Furedy, 2004: 77).

Otro emporio mercadológico sustentado en una plataforma pretendidamente


profesional que orbita alrededor de la toxicidad es el construido por el afamado
psicólogo de origen italiano Walter Riso, doctor en Psicología, con una experiencia
clínica de 25 años y una trayectoria importante: profesor de Terapia Cognitiva en
la Universidad Konrad Lorenz, en la Universidad Católica de Colombia, y en otras
universidades de Latinoamérica; presidente honorario de la Asociación
Colombiana de Terapia Cognitiva (ACOTEC), y coordinador, investigador y
fundador de FORMAR (Centro de investigación y terapia del comportamiento) y
del CEAPC (Centro de psicología clínica y terapia cognitiva). Riso se presenta
como un académico, científico y clínico, que ha vendido más de dos millones de
libros, entre ellos el denominado Amores Altamente Peligrosos (2008). Su acervo
es amplísimo. La mayoría de sus libros evocan distintos aspectos del mismo
problema de las relaciones con personas tóxicas. Por ejemplo, Me cansé de ti
(2019), ¿Enamorados o esclavizados? (2013a), Las mayores estupideces que
hacemos por amor (2018), Ya te dije adiós, ahora cómo te olvido (2016), Manual
para no morir de amor: Diez principios de supervivencia afectiva (2011),
Manifiesto para la liberación afectiva (2015), Guía práctica para no sufrir de amor
(2014a), Guía práctica para mejorar la autoestima (2013b), Guía Práctica para
vencer la dependencia emocional (2013c), Guía Práctica para no dejarse
manipular y ser asertivo (2013d), Guía práctica para afrontar la infidelidad en la
pareja (2014b), Desapegarse sin anestesia (2012a), El coraje de ser quién eres
(aunque no gustes) (2020), Enamórate de ti (2012b), Aprendiendo a quererse a sí
mismo (2012c), Los límites del amor (2009), Ama y no sufras (2003),
Entrenamiento Asertivo (1988), El derecho a decir no (2002) y Terapia cognitiva
(2006).
La vasta obra bibliográfica de Riso, que puede escucharse también en audiolibros,
fusiona la psicología “científica” (cognitivo-conductual) y un lenguaje derivado de la
innegable experiencia clínica del autor. Riso proporciona herramientas prácticas
que los lectores pueden usar para entender sus problemas. Por ejemplo,
proporciona una categorización de "estilos afectivos" y da recomendaciones a
seguir. Cada estilo manifiesta una clase de toxicidad específica, y conducen al
mismo lugar: el espacio terapéutico, tanto para la víctima como para el victimario.
Los ocho estilos afectivos predominantes promueven un cierto tipo de amor tóxico:

1. Estilo Afectivo Histriónico-teatral: amor hostigante


2. Estilo Afectivo Paranoico-Vigilante: amor desconfiado
3. Estilo Afectivo Pasivo-agresivo: amor subversivo
4. Estilo Afectivo Narcisista-Egocéntrico: amor egoísta
5. Estilo Afectivo Obsesivo-Compulsivo: amor perfeccionista
6. Estilo Afectivo Antisocial-Pendenciero: amor violento
7. Estilo Afectivo Esquizoide-Ermitaño: amor desvinculado o indiferente
8. Estilo Afectivo Limítrofe-Inestable: amor caótico.

El discurso de Walter Riso destila un alto tributo a la "inteligencia emocional",


puesto que las relaciones exitosas suponen una capacidad comunicacional
asertiva que no se da en ninguno de estos estilos afectivos tóxicos. En
innumerables sitios web de la cultura terapéutica las ideas de Riso sobre los
estilos afectivos tóxicos se divulgan ampliamente. Se los puede hallar
mencionados en muchísimos sitios de acceso abierto, por ejemplo, en:
enpareja.com11, ryapsicologos12, psicologiaymente.com13, psicologiamadrid.es14,
psicoactiva.com15, psicologiaonline.com16, psicologossantacoloma.es17,
terapify.com18 y un largo etcétera. Por supuesto que no faltan los tests para
autodiagnosticarse o diagnosticar a la pareja. La revista de divulgación
MuyInteresante, en su sección Salud, presenta el Test de autoaplicación “¿Eres
una persona tóxica?”, compuesto por 24 reactivos. 19 Otra prueba que sirve como
ejemplo se halla disponible en noticias.universia.com.cl: “¿Eres una persona
tóxica? Descúbrelo con este test”.20

La narrativa musical no ha quedado fuera del discurso de la toxicidad. Un caso


representativo es el de la popularísima canción “Toxic” (en español: “Tóxico”),
interpretada por la cantante estadounidense Britney Spears e incluida
originalmente en su cuarto álbum de estudio, In the Zone (2003). Por esa canción
ganó un premio Grammy en 2005. De acuerdo a Billboard, “Toxic” es el noveno
sencillo más exitoso de toda la carrera de Britney Spears hasta 2013 en la
principal lista de Estados Unidos: la Billboard Hot 100. En el Reino Unido fue la
segunda canción más escuchada en las radios de toda la década del 2000. Su

11
Torres, A. 1 de marzo de 2019. Así es una relación Tóxica. Enpareja.com
https://www.enpareja.com/romance/Asi-es-una-relacion-toxica--20190301-0034.html
12
López, P. s/f. Tipos de relación tóxica: características, cómo identificarlas. R&A Psicólogos.
https://www.ryapsicologos.net/relaciones-toxicas
13
Molina, X. s/f. 23 señales de que tienes una ‘relación tóxica’ de pareja. Psicología y Mente.
https://psicologiaymente.com/pareja/senales-relacion-toxica
14
Benito Bella, N. Relaciones de pareja: cuando el amor te hace sufrir. ¿Estoy en una relación de
pareja toxica?. CEPSIM Madrid.
https://www.psicologiamadrid.es/blog/articulos/temas-actuales-de-psicologia/relaciones-de-parejas-
toxicas-cuando-el-amor-te-hace-sufrir
15
Torres, N., 30 de abril de 2021. Relaciones tóxicas: ¿Qué son? ¿Cuáles son sus características?
¿Cómo evitarlas?. Psicoactiva. https://www.psicoactiva.com/blog/relaciones-toxicas-cuales-
caracteristicas-evitarlas/
16
Nicuesa, M. 21 enero 2021. Cómo salir de una relación tóxica de pareja. Psicología-Online.
https://www.psicologia-online.com/como-salir-de-una-relacion-toxica-de-pareja-477.html
17
Navarro Vera, M. s/f. Cómo saber si tu relación de pareja es una relación tóxica. El Teu Spai
Centro de Psicología y logopedia. https://www.psicologosantacoloma.es/como-saber-si-tu-relacion-
de-pareja-es-una-relacion-toxica/
18
Terapify: Psicólogos en Línea. s/f. ¿Estás en una relación tóxica? ¿Cómo identificarla y qué
hacer?. Terapify. https://www.terapify.com/blog/estas-en-una-relacion-toxica-sintomas-causas-y-
tratamiento/
19
MuyInteresante. s/f. Test: ¿Eres una persona Tóxica?, #Salud.
https://www.muyinteresante.es/salud/test/test-eres-una-persona-toxica
20
Universia Cl. ¿Eres una persona tóxica? ¡Descúbrelo con este Test!, 16 de Julio de 2017.
https://noticias.universia.cl/cultura/noticia/2017/07/17/1154351/persona-toxica-descubrelo-test.html
letra trata sobre la adicción de una joven a los besos de un hombre, al que
cataloga como una droga peligrosa; la estructura musical de la canción incorpora
muestras del tema principal de las películas de James Bond. “Toxic” obtuvo
reseñas muy positivas por parte de los críticos, quienes la catalogaron como la
canción más fuerte de In the Zone y elogiaron su estribillo. Por otro lado, la
audiencia lo catalogó como el mejor tema de Spears, según un sondeo realizado
en julio de 2011 por la revista Rolling Stone. Además, Bill Lamb, de About.com, la
ubicó en el puesto número 27 en una lista de los mejores temas pop de todos los
tiempos21.

El arte narrativo del cine no se sustrae a esta divulgación de las relaciones tóxicas.
El artículo periodístico llamado “Películas sobre Relaciones Tóxicas y cómo salir
de ellas”, alude a los tipos toxicológicos de Riso. El artículo comienza afirmando lo
siguiente: “A veces no importa lo que las personas te digan, simplemente no te
das cuenta de que estás en una relación tóxica (..) Quizá ver estas películas te
ayude, aunque sea un poco, a darle objetividad a tu juicio, a desempañar un poco
tu mirada y a aceptar que lo que estás viviendo con tu pareja no es para nada
normal ni sano”.22 (cursivas mías). Luego se enlistan varias películas populares, de
las cuales se estipula su "Tipo de Toxicidad" y "Fórmula Tóxica".

En este caso, los tipos de toxicidad propuestos por Riso toman como parámetro
no el estilo afectivo de la persona tóxica, sino la clase de relación que tiene una
pareja. Son tóxicas:

1. Las relaciones que están a cargo de una sola persona (sólo uno lleva la
relación).
2. Las relaciones que tienen la función de “completarte” o “llenarte” (vínculo de
dependencia, obstáculo para el crecimiento personal).

21
Información extraída de: Perpetua, M. 12 de julio de 2011. Readers' Poll: The Best Britney
Spears Songs of All Time. Rolling Stone y The 100 Greatest Music Videos of the 21st Century:
Critics' Picks, Billboard. 24 de julio de 2018.
22
Películas sobre relaciones tóxicas y cómo salir de ellas

Mendoza, C., 20 de noviembre de 2020. Películas sobre relaciones tóxicas y cómo salir de ellas.
Cultura Colectiva. https://culturacolectiva.com/cine/peliculas-sobre-relaciones-toxicas-desamor-
rupturas
3. Las relaciones co-dependientes (ambas personas son pasivas y dependientes,
perdiendo su individualidad. La relación se vuelve adictiva).
4. Las relaciones basadas en expectativas irreales o idealizadas. Esto lleva a
querer cambiar al otro.
5. Las relaciones en las que el pasado se utiliza para justificar el presente (se usa
la información sobre el pasado del otro en su contra).
6. Las relaciones basadas en mentiras continuas u omisiones (se vuelve imposible
la confianza. Relación frágil).
7. Las relaciones en las que el perdón no tiene cabida.
8. Las relaciones en las que la comunicación es pasivo-agresiva (comunicación
hostil o a través de indirectas).
9. Las relaciones gobernadas por el chantaje emocional (se aplica un castigo
emocional cuando la otra persona no hace exactamente lo que queremos).
10. Las relaciones que quedan en un segundo plano (se marchitan).23

Ya delineados los "Tipos de Relaciones peligrosas o Tóxicas" según Riso, se


enumeran algunas de las famosas películas que la autora considera como
educativas para los espectadores. Téngase en cuenta que se trata de productos
muy comerciales, y por lo tanto con un nivel de impacto considerablemente alto en
términos de influencia (menciono la recaudación para dar cuenta de su alcance).
Por ejemplo, se menciona la película Vicky Cristina Barcelona (2008), dirigida por
Woody Allen y ganadora del Premio Globo de Oro (la cual recaudó U$
96,000,000). El Tipo de toxicidad es, para la autora, la Inseguridad y la Envidia, y
la Fórmula tóxica reside en la historia de Juan Antonio y Maria Elena (una pareja
de artistas que constantemente están en conflicto, hasta que conocen a Vicky y a
Cristina, y entonces se desatan situaciones que pondrán a prueba los límites
mentales, la seguridad, la identidad y la autovalía de los personajes). Otro ejemplo
es la película Bitter Moon (1992), Lunas de hiel, en España, o Luna amarga, en
México, dirigida por Roman Polanski. El Tipo de toxicidad es la Codependencia y
23
López, J.J., 11 de agosto de 2014. Los 10 tipos de relaciones tóxicas, según Walter Riso.
Terapia y familia. http://terapiayfamilia.blogspot.com/2014/08/los-10-tipos-de-relaciones-
toxicas.html
la Fórmula tóxica se halla en Mimi, una joven que ve en Oscar la representación
del éxito, la inteligencia y la experiencia, por lo que sin pensarlo demasiado inicia
una relación con él. Sin embargo, ambos no se dan cuenta de que fuera del
apasionado sexo, no existe un lazo verdadero que los mantenga unidos y
mantienen una relación tormentosa que acaba trágicamente. En la florida lista de
películas que la autora ofrece se incluye también la película Last Tango in Paris
(1972), traducida como El último tango en Paris, dirigida por Bernardo Bertolucci.
El Tipo de toxicidad es la Violencia, y la Fórmula tóxica se presenta en la intensa
relación apasionada y violenta entre Jeanne y Paul, al punto del desborde psíquico
de Jeanne.

La lista podría extenderse hasta abarcar una gran cantidad de filmes que pueden
ser enmarcados en algunos de los estirados estilos afectivos tóxicos. Asimismo,
un recorrido por las redes sociales (como Facebook) permite hallar diversos
perfiles bajo la rúbrica de “La Tóxica”, “Novios Tóxicos” o similares, con un alto
número de seguidores y publicaciones diarias. En pocas palabras, el discurso de
la toxicidad está inmiscuido en el esquema perceptual que influye la forma en que
las personas actualmente se observan, se hablan y se tratan.

3. TOXICIDAD: LA LITERALIZACIÓN DE UNA METÁFORA


POPULAR

Es obvio que la noción de toxicidad solo puede tener un sentido metafórico, ya que
de otra forma deberíamos suponer que en las denominadas “personas tóxicas” lo
que les circula es arsénico en lugar de sangre. Se trata fundamentalmente de una
metáfora química, que pone en acción una jerga con la cual estamos bastante
familiarizados. Por ejemplo, es frecuente la expresión “No hay química” para
hablar de la afinidad entre dos personas que se están conociendo (Krippendorff,
1997). En una acepción literal, esta frase no tiene sentido, puesto que la química
es un dominio de la ciencia que trata de las transformaciones de los compuestos
químicos. Sin embargo, es una frase de uso extendido e inteligible en la vida
cotidiana. La interacción entre los miembros de una pareja es asimilada en ese
caso a la comunicación entre sustancias químicas que interactúan y afectan
mutuamente sus composiciones. Cualquiera puede entender que se trata sólo de
una analogía, pero ¿qué implicaciones conlleva el uso tan común de esa y otras
metáforas químicas para referirse a la vida social?

El pensar la interacción humana en similitud con el proceso químico hace que


dicha interacción sea considerada como un producto de reacciones instantáneas e
involuntarias a la naturaleza de los individuos involucrados. Desde la aceptación
irreflexiva de esta metáfora, nos dispondríamos simplemente a creer que “La
buena química atrae, crea sinergia, unifica; la mala química produce rechazo,
dificultades, separa” (Krippendorff, 1997: 110). La química proporciona los
insumos para construir una explicación que inculca la creencia de que en verdad
no existen las elecciones, sino las reacciones (incluso cuando uno cree que elige);
como sostiene Krippendorff, guiarse por dicha idea absuelve a los individuos de
cualquier responsabilidad por el enlace o por la falta de enlace que exista con la
otra persona: “La química decide por usted” (1997, p. 110).

Bajo la creencia abigarrada de que “no hay química” se actuará de maneras que
no promueven enlace alguno, por lo cual la metáfora terminará seguramente
teniendo efectos muy “reales”. Si bien la metáfora química aquí se ha montado
sobre una analogía, no se ve como tal, y por ello mismo se la experimenta como
una cruda realidad (Lakoff y Johnson, 1980). Contribuye a ello el estilo discursivo
de científicos de altas credenciales académicas que -con pocos escrúpulos-
divulgan un lenguaje que oculta las metáforas tras un velo de supuesta
objetividad. Tal es el caso, en México, de Eduardo Calixto González, un mediático
y popular médico cirujano y doctor en Neurociencias por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), con posdoctorado en Fisiología Cerebral en la
Universidad de Pittsburgh, EU (autor de varios Best Sellers y conferencista
internacional). En el programa “La química del (des) amor”, en WRadio (el 10 de
Julio de 2019), Calixto no se priva de simplificaciones extravagantes, como, por
ejemplo, la siguiente en referencia a las rupturas de pareja:

Para dejar el luto, tienes que regresar a tus niveles habituales de dopamina. Por
cada año de enamoramiento tardas en recuperarte: 3 meses en las mujeres y 28
días en los hombres. El dolor que causa el ex, que puede terminar en odio, se da
al activarse varias zonas del cerebro: el giro frontal mediano, los ganglios
basales, la corteza premotora y la ínsula media.24

Calixto González, que además es miembro del Sistema Nacional de


Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), así como
del Departamento de Neurobiología del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón
de la Fuente Muñiz” y miembro activo de la Society for Neuroscience, es invitado a
centenares de eventos culturales y su aparición en los canales de televisión y
radio es muy frecuente entre los jóvenes. La presentación a la que aludimos la
realizó en el programa de la proclamada Martha Debayle, una de las
comunicadoras más conocidas en México, con 30 años de presencia fuerte en
televisión, radio, internet y revistas femeninas (fundadora de Media Marketing
Knowledge Group, locutora en WRadio y Directora Editorial de la revista MOI).
Debayle tiene un amplísimo menú de programas que literalizan las metáforas
químicas, incluyendo, por supuesto, la metáfora de la toxicidad. Entre sus
programas destacan: “El ABC de las relaciones tóxicas” (27 de octubre de 2020),
“Cómo alejarte de personas tóxicas” (14 de marzo de 2019), “Adiós a las
Relaciones Tóxicas” (5 de enero de 2017), “Personas tóxicas” (5 de julio de 2018),
“¿Estoy en una relación tóxica?” (3 de diciembre de 2020).

La sensación de estar en un constante riesgo de intoxicación emocional (polución


y daño invisible) nutre a (y se nutre de) un temor mayor asociado a la idea de que
el mundo actual es un lugar peligroso, tanto en un sentido afectivo-relacional como
también en un sentido químico-biológico y tecnológico (polución y daño visible). El
sujeto contemporáneo se vive a sí mismo como desvalido y vulnerable ante los
agentes tóxicos que le acechan (pudiendo ser él mismo la fuente de
envenenamiento). Esta representación de la “peligrosidad” que inunda toda esfera
de la vida inculca una toma de “consciencia de riesgo crónico” y el ejercicio de una

24
Debayle, M. 10 de julio de 2019. Podcast: La química del (des) amor. W Radio.
https://wradio.com.mx/programa/2019/07/10/martha_debayle/1562774919_307931.html
permanente vigilancia de sí mismo y de los demás (es bien sabido que, donde hay
un agente tóxico, hay un inminente riesgo de contaminación y muerte).

4. LA “CONSCIENCIA DE RIESGO” Y EL MIEDO AL OTRO

La idea de que las relaciones en la esfera privada suponen un riesgo de


contaminación emocional, patología relacional y muerte social conlleva un
mensaje de “Advertencia”, tal como ocurre también cuando se previene de
peligros de contaminación ambiental, industrial, minera, u otra. Desde el siglo XIX,
la expansión de la toxicología como una ciencia fue abriendo un horizonte
vastísimo sobre los efectos nocivos de los agentes químicos, biológicos y físicos
sobre los organismos vivos. La especialización de las diversas áreas toxicológicas
(clínica, ambiental, forense, alimentaria, poblacional) fue aumentando el sentido de
nuestra ignorancia acerca de la incalculable cantidad de potenciales daños a los
que estamos expuestos (hay seis grandes categorías de toxinas: los pesticidas,
los fertilizantes químicos, los antibióticos, los residuos de hormonas, los
hidrocarburos policíclicos y los metales pesados. Y, aunque n lo sepamos, esas
toxinas atacan a las células en su parte más vulnerable, como son sus enzimas,
sus membranas y sus ácidos nucleicos). El Dr. en Toxicología, Jesús Olivero
Verbel, afirma que “Son tantos los químicos con los cuales convivimos que resulta
complejo enumerar sus impactos y las mezclas en las que se encuentran”
(2018).25 Por ejemplo, los polímeros fluorados (que son un tipo de alterador
hormonal presente en productos para el tratamiento de superficies de papel o
textiles, como antimanchas o pinturas) no se degradan, pudiendo llegar a la
sangre humana a través del agua ‘potable’, provocando efectos tóxicos en los
sistemas inmunológico y endocrino, e incluso tumores malignos. El riesgo tóxico
tiene la característica de ser representado en la imaginación cultural como un

25
Red WWF, 1 junio 2018, Enemigos ‘casi’ invisibles. Artículo publicado originalmente en la
Revista WWF-Colombia: una herencia para el mundo. Edición número 01
https://www.wwf.org.mx/noticias/noticias_wwf_en_general/?uNewsID=328732
“daño invisible”, el cual puede estar acechándonos desde algo tan inmenso como
el agujero de la capa de ozono como desde algo tan diminuto como un
microorganismo. Esta omnipresencia de fuentes invisibles de intoxicación
incrementa la percepción de la vida actual como altamente peligrosa, sobre todo
en los medios urbanos industrializados. Ahora, no sólo el riesgo objetivo supone
desafíos, sino también la “consciencia del mismo”. Desde el repertorio explicativo
de la experiencia común, se puede decir que “saberse en riesgo” constituye un
evento “estresante”. A medida que se va tomando consciencia sobre estos
contaminantes tóxicos, se va perdiendo la “inmunidad subjetiva”, que según la
antropóloga Mary Douglas (1996), surge de no ver peligro alguno en aquello que
siempre ha “estado ahí”, o que parece bajo control.

La sensación de desvalimiento y temor que se ha suscitado a partir de la


expansión de la toxicología se ha cristalizado en el título de la obra del sociólogo
alemán Ulrich Beck, La Sociedad del riesgo (1998). Allí, Beck subraya que “uno ya
no está pretendiendo lograr algo bueno, sino evitar lo peor” (Furedy, 2004: 132).
Lo complejo de entender para una sociología y una antropología del riesgo no es
en sí la existencia de hechos peligrosos, sino, como ya se dijo, la percepción de
tales hechos en términos de riesgos (es decir, por qué un cierto estado de cosas
comienza a verse como “riesgoso” y a despertar “miedo”).

El sujeto actual en Occidente es exhortado a “reconocer” no sólo que vive en


condiciones de riesgo invisible y difícilmente reversible (en gran medida siendo
efectos del desarrollo capitalista tecnoindustrial), sino también a admitir que todo
conocimiento, incluido el científico, está eminentemente limitado por la inevitable
Incertidumbre (con mayúscula). El individuo contemporáneo debe saber que sus
circunstancias cotidianas están atravesadas por influencias que no conoce ni
domina, y que existen, a su alrededor, incontables posibilidades de que ocurra
algún desastre (como los cánceres) sin saberlo ni anticiparlo. A partir de allí, la
autoridad de los expertos se volverá imprescindible a la hora de tomar decisiones
importantes. En la sociedad del riesgo y la incertidumbre, la libertad de elegir
resulta aterradora si no se hace bajo la supervisión de un experto, ya que, como
dice Zizek, se está obligado a elegir sin certeza alguna acerca de las
consecuencias de lo decidido (cit. por Furedy, 2004: 134). Pero el especialista
puede disipar mucha de esa ansiedad al proporcionar vías de acción “basadas en
evidencia” con valor anticipatorio. En esta lógica preventiva se inscribe, a modo de
ampliación, la noción del “riesgo de emociones tóxicas”. Ante tanta amenaza,
extender la percepción de toxicidad hacia lo social parece marcar una continuidad
natural en la carrera por disminuir el sentido de impotencia de los individuos frente
a los riesgos. En su libro Lethal Lovers and Poisonous People: How to Protect
your Health from Relationships that make you sick [Amantes letales y personas
venenosas: cómo proteger su salud de las relaciones que lo enferman] (2001),
Harriet Braike lo expresa elocuentemente: “Cuidado: esta relación puede ser
dañina para tu salud” (cit. por Furedy, 2004: 88). Se sobreentiende que la
afectación puede tener consecuencias negativas para la salud mental, pero
también para la salud física (las personas pueden perder peso tras sufrir una
infidelidad o ser abandonadas).

La mercadotecnia terapéutica no sólo ha sido fuertemente moldeada por esta


concepción del “self en riesgo”, sino que ha hecho de ella la materia prima para la
producción masiva de mercancías emocionales (emodities26, según Eva Illouz,
2020). El esquema narrativo de esta mercadotecnia gira alrededor de la figura del
“sobreviviente”, y muchos de los aportes de la industria de la autoayuda, el
coaching de vida, la psicología pop o la biblioterapia son manuales o guías que
enseñan precisamente a “sobrevivir” a tal o cual problema (dando por obvio que
debemos equiparnos muy bien para darle batalla a un mundo que es mucho más
riesgoso que antes). Cada vez con más frecuencia, la perspectiva del
sobreviviente proyecta toda experiencia concebible como una prueba de salud
mental. Incluso, afrontar episodios relativamente banales o excepcionales llega a
ser representado como un acto de supervivencia. Hay cientos de miles de
diferentes libros de autoayuda que contienen la palabra supervivencia en su título
o subtítulo. La aplicación del rótulo de “sobreviviente” es tan difusa y vaga que

26
El concepto de “emodity” fue acuñado por Eva Illouz para referirse a las emociones como
commodities (mercancías) en la cultura del consumo.
prácticamente cualquier segmento del pasado de una persona puede verse como
una etapa de “crisis, daño y supervivencia”. Por ello, dicho lenguaje es
particularmente abundante en el mercado literario de bajo costo dirigido a las
multitudes. Entre las mercancías de la gran “industria de la supervivencia”, las hay
de simple estilo divulgativo-comercial (por ejemplo, el libro de Enrique Villareal
Aguilar en 2016, Cómo sobrevivir a un divorcio, o el más reciente de Ría Aragon
en 2020, Empático, La guía de supervivencia para las personas altamente
sensibles: Protéjase a sí mismo de los narcisistas y de relaciones tóxicas), pero
también las hay con background más académico, como es el caso del popular
libro de la terapeuta de parejas Umberta Telfener, Me he casado con un narciso.
Manual de supervivencia para mujeres enamoradas (2008), o el de la psicóloga
cognitivista Wendy Behavy, Cómo desarmar al narcisista: Sobrevivir y
desarrollarse junto a un egocéntrico (2018), prologados por el Dr. Daniel Siegel y
Dr. Jeffrey Young. Títulos tales como Sobreviviendo a las críticas contra los
terapeutas y orientadores indican que incluso la profesión terapéutica tiene sus
propios libros de supervivencia basados en la autoayuda (Furedy, 2004).

La pretensión de superación y supervivencia debería, no obstante, ponerse entre


comillas, ya que la condición de “sobreviviente” parecería ser una marca provisoria
y caducable. En general, el sobreviviente es visualizado como alguien que debe
seguir trabajando en sí mismo perpetuamente. Un caso claro es la vitalicia
definición del ex consumidor de alcohol o drogas como un eterno “adicto en
recuperación” (lo cual constituye una ontologización de su identidad social). Lo
que, de todas formas, parece desprenderse del auge de tal perspectiva, es la
premisa de que la capacidad de supervivencia psicológica es el principal testeo
que tienen que enfrentar los individuos en la sociedad, dado que están
inevitablemente arrojados a los monumentales riesgos del mundo actual, a las
imborrables secuelas del pasado, al incierto devenir del futuro y al inevitable estrés
de las relaciones interpersonales. Debe tenerse en cuenta que, según la teoría del
estrés, este se activa cuando el estresor es percibido como mucho más potente
que la destreza para afrontarlo. Así, si uno observa el mundo como un gran oasis
de amenazas, crisis o peligros, y al mismo tiempo se observa a sí mismo como un
frágil portador de déficits, patologías, traumas y cicatrices, el pronóstico de vivir
bajo condiciones de estrés parece imposible de evadir (como un bombero que
intentara apagar un incendio con una pistola de agua). Vanina Papalini (2008,
2009, 2010) identifica al sujeto predilecto de la autoayuda con la imagen mítica de
Atlas, el joven titán al que Zeus condenó a cargar el cielo sobre sus hombros
dolientes. El sujeto no sólo es débil, sino que debe aceptarlo (“crear consciencia
de riesgo” y “consciencia de enfermedad”), declararlo (si lo confiesa públicamente,
denota un signo de valentía), pedir ayuda profesional y asumir su responsabilidad
individual de trabajar en su autorrealización personal (que nunca concluye), en su
felicidad (indefinible) y en su autenticidad (para la cual, paradójicamente, existe la
parafernalia de guiones globales sobre “cómo ser auténtico”). El sujeto consumidor
de esta mercadotecnia terapéutica es instado a “hacerse a sí mismo”, pero a fin de
cuentas necesita instrucciones, manuales y guías que le indiquen los pasos a
seguir para “reinventarse” (Illouz y Cabanas, 2019: 15).

El automonitoreo emocional tiene, para la mercadotecnia terapéutica, el valor de


un credo en la religión. Como afirman Cabanas e Illouz (2019), se ha normalizado
la idea de que la forma más provechosa, funcional y saludable de vivir es estar
continuamente preocupándose por corregir supuestas deficiencias psicológicas, lo
cual, según estos autores, ha fomentado una nueva generación de
“hipocondríacos emocionales” o “happycondríacos” atormentados constantemente
por la obligación de tener que evidenciar empoderamiento y automotivación como
señales de crecimiento personal. Las diversas "tecnologías del yo" que atestan las
góndolas de los mercados emocionales han familiarizado a sus clientes con la
idea de que se debe estar en un estado de alerta permanente porque, en un
contexto tan riesgoso e incierto, no se sabe en qué momento puedan sucumbir al
estrés, la inadecuación social y el fracaso. La cultura terapéutica, dentro de la cual
se ha edificado este imperio de la salud y el bienestar mental sin precedentes
históricos, exige que el individuo sea un psicólogo de sí mismo, atento todo el
tiempo a cartografiar y gestionar de la manera más útil y optimizable sus estados
emocionales (una suerte de autogerencialismo introspectivo). Dado que el riesgo
de ser “contagiado” o “intoxicado” por la negatividad está siempre latente, no se
puede bajar la guardia: es menester que la autoobservación tenga un papel rector
e ininterrumpido en todo aquel sujeto que se considere como psicológicamente
competente para administrar su “mundo interior”.

El pesimismo de la “sociedad del riesgo” de Beck se empalma (y exacerba) con la


desvitalizante descripción de la “sociedad del cansancio” del filósofo surcoreano
Byung Chul Han. En ella, el sujeto es un esclavo de sí mismo, temeroso e
impotente ante las exigencias dictatoriales de la la autovigilancia emocional, la
ideología de la felicidad forzada, y el emprendedurismo sin excusas. Desde el
ángulo de análisis al que Han invita, el sujeto nunca deja de trabajar: cuando no
está trabajando “fuera” de sí mismo, debe trabajar “dentro” de sí mismo. Dice Han:

Al nuevo tipo de hombre indefenso y desprotegido… le falta toda soberanía. El


hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber:
voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y
víctima…la depresión se sustrae, sin embargo, de todo sistema inmunológico y
se desata en el momento en el que el sujeto de rendimiento ya no puede más…
[pero] no-poder-más-conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la
autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y
el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada (2012: 19).

Si en un nivel abstracto se tiene la impresión de que la mercadotecnia terapéutica


aboga por el fortalecimiento de la autonomía reflexiva del individuo para aumentar
su grado de libertad y agenciación (un sujeto con capacidad de autocomprensión,
autodefinición y autoemancipación), en otro nivel -más real- tal impresión se
esfuma rápidamente cuando observamos a los mercaderes de la biblioterapia
ejecutar las mismas dinámicas empresariales de producción masiva de scripts
emocionales y relacionales a los que deben ceñirse quienes anhelen caminar
hacia ese supuesto autoconocimiento emancipador. El potencial destinatario de la
mercadotecnia terapéutica es, ante todo, un cliente que, al consumir el producto
que se le ofrece, se sitúa en el rol de “sujeto necesitado de ayuda”. En
consecuencia, la ilusión de autonomía se diluye en la relación de dependencia
entablada con quien enseña estrategias estandarizadas de superación del
conflicto y la infelicidad.
Este lazo comercial fácilmente transmutable en una condición de dependencia es
innegablemente extraño y contradictorio, ya que, el principal mensaje que la
mercadotecnia terapéutica transmite a sus lectores es que el mayor riesgo de
“intoxicación emocional” se asocia generalmente con algún grado de apego y/o
dependencia, precursora de una compulsión o adicción emocional. Incluso se ha
llevado esta tesis mucho más lejos, al localizar las principales fuentes de toxicidad
emocional en el seno de las relaciones íntimas, específicamente en la familia y la
pareja. Como veremos en la siguiente sección de este artículo, la representación
del espacio privado como un entorno potencialmente tóxico se ha convertido en
moneda corriente.

5. DE LA DEPENDENCIA QUÍMICA A LA DEPENDENCIA


EMOCIONAL

El multileído libro de la psicóloga Robin Norwood en 1985, Women who love too
much: When you keep wishing and hoping he´ll change [Mujeres que aman
demasiado: cuando usted desea y siempre espera que él cambie], es un fiel reflejo
de la traducción epocal del lenguaje romántico al lenguaje patologizador. Para la
autora, las mujeres que “aman demasiado” (es decir, muy intensamente) sufren,
aunque no lo sepan, de “codependencia” y “adicción a las relaciones”. Son
mujeres que entran a relaciones patológicas, no por elección, sino por adicción. En
la tapa del libro, Norwood (experta en alcoholismo, terapeuta familiar y de pareja)
promete enseñarle al lector “cómo cambiar nuestra manera de amar y dejar de
sufrir”. Se supondría que, según la autora, para lidiar con el problema de una mala
relación, hay que comenzar por reconocerse como parte de la categoría asignada
(“co-adicto”, “co-adicta”). Afirma Norwood en la introducción:

Principalmente a través de las esposas y novias de adictos, comencé a entender


la naturaleza del hecho de amar demasiado. Sus historias personales revelaban
la necesidad de superioridad y sufrimiento que experimentaban en su papel de
"salvadoras" y me ayudaron a comprender la profundidad de su adicción a un
hombre que, a su vez, era adicto a una sustancia. Era evidente que, en esas
parejas, ambos integrantes necesitaban ayuda por igual, y que ambos estaban
literalmente muriendo por sus adicciones: él, por los efectos del consumo de
sustancias químicas; ella, por los efectos de una tensión extrema. Esas mujeres
co-alcohólicas me clarificaron el increíble poder y la influencia de sus
experiencias infantiles sobre sus patrones adultos para relacionarse con los
hombres. Ellas tienen algo que decirnos a todas quienes hemos amado
demasiado acerca de la razón por la cual hemos desarrollado nuestra
predilección por las relaciones problemáticas, cómo perpetramos nuestros
problemas y, lo más importante, cómo podemos cambiar y mejorar. (1985: 6)

El libro de Norwood (con venta de más de tres millones) está lleno de ejemplos
que, en la mayoría de los casos, son transcripciones de sesiones terapéuticas. El
dogma al que suscribe es enunciado como una verdad innegable: las mujeres
emocionalmente adictas terminan implicadas en relaciones abusivas y tóxicas. La
adicción a la relación es, desde esta interpretación, una enfermedad que florece
dentro de la estructura de la familia y que puede ser transmitida de un miembro a
los otros. Así lo ejemplifica también un conocido psicólogo británico, Oliver James,
quien afirma que “las mujeres víctimas de abuso tienen muchas más
probabilidades de casarse con abusadores” (cit. en Furedy, 2004: 78). La
American National Mental Health amplía tal aseveración al considerar que “la
codependencia es una conducta aprendida que puede pasar de una generación a
otra” y la Doctora Anne Wilson Schaef, afamada autora de Codependence:
Misunderstood, Mistreated [Codependencia: incomprendida, maltratada], reivindica
una afirmación aún más audaz: “La mayoría de las autoridades expertas en el
campo coinciden en que un individuo que vivió abuso en la infancia está llamado a
ser él mismo un abusador y adicto sexual” (cit. en Furedy, 2004: 78). Amal
Treacher, que estudió los temas más recurrentes en las columnas de consejería
de la revista Woman, señala que “Desde los textos de psicología popular hasta los
discursos políticos, la dependencia es vista como un nuevo mal, algo que es
tóxico, venenoso, una mala hierba resistente, asesina del espíritu de las personas”
(cit. en Furedy: 78)

A partir de estos y muchos otros ejemplos, se puede ver que el concepto de


dependencia emocional y su correlato, el de codependencia, advinieron mediante
el uso extendido de la noción de “adicción sin sustancia”, o “adicción emocional”,
que a su vez derivó de la flexibilización del lenguaje de la dependencia química al
alcohol y posteriormente a otras sustancias. Así mismo con el concepto de
“toxicidad”: se ha tomado “prestado” el concepto de intoxicación química para
hablar -alegóricamente- de una intoxicación emocional (aunque, como se dijo
anteriormente, el uso de tal metáfora se ha literalizado).

Así, gran parte de lo que se ha llegado a decir sobre la estructura y organización


de las familias y de las parejas “tóxicas”, emula y traspola explicaciones
construidas para entender los patrones disfuncionales en las familias y parejas de
las personas con uso problemático de sustancias. Los movimientos de
recuperación (como Alcohólicos Anónimos) constantemente culpaban a las
relaciones de dependencia como causa del sufrimiento de los individuos adictos.
Escribe Lowney en su estudio sobre dichos movimientos: “Las relaciones
patológicas, aquellas que les impiden a los individuos ser su mejor versión, son
incluso más nocivas que los efectos físicos de la adicción” (cit. en Furedy, 2004:
77). En su página web, Robert Burnley, un instructor espiritual, consejero sobre
codependencia, terapeuta de duelo y autor, escribe que “en tanto creemos que
debemos tener al otro en nuestra vida para ser feliz, somos realmente como un
adicto tratando de proteger nuestra sustancia, usando al otro como la droga de
nuestra elección” (cit. en Furedy, 2004: 79). Susan Forward, la terapeuta que
atribuye la toxicidad adulta a los efectos de una fallida parentalidad, recurre a
explicaciones que representan las relaciones familiares como el peor de los
riesgos. Del ámbito familiar precisamente pueden emanar “las hierbas invisibles
que invaden tu vida de forma inimaginable”. Según Forward, el efecto ponzoñoso
que recorre las familias viene particularmente de los padres:

Buscando una frase que describa la base común que estos padres nocivos
comparten, la palabra que me venía a la mente constantemente era "tóxicos".
Como una toxina química, el daño emocional infligido por estos padres se
disemina a través del ser del niño, y a medida que crece, también lo hace su
dolor. No hay mejor palabra que "tóxico" para describir a estos padres que
provocan trauma, abuso y denigración en sus hijos (1990: 5-6).
Si la esfera privada constituye una “microsociedad del riesgo” (parafraseando a
Beck), y si la categoría de toxicidad se aplica, sin mayor dificultad, a una gama
interminable de eventos (deviniendo prácticamente un “concepto multipropósito”),
no es raro que se observe el universo social como un espacio inundado de
“víctimas” y “sobrevivientes” (inicialmente, “víctimas” necesitadas de ayuda
profesional y, posteriormente, “sobrevivientes” gracias a dicha ayuda). Cuanto más
desorganizada, riesgosa, peligrosa y ponzoñosa se considere la esfera de las
relaciones íntimas, más se justificará que la red de soporte emocional para
afrontar las crisis no pueda proceder de dicho ámbito, dado que es juzgado,
precisamente, como la causa del problema. Pero, además, si los problemas
relacionales son de tanta compljidad, su solución debe buscarse en un
conocimiento que esté a la altura de su sofisticación: la ciencia. Por ello, la
mayoría de los autores (y “dueños”) de las mercancías emocionales ostentan su
formación “científica” como estrategia de venta. Así, la injerencia técnico-formal
del experto en la salud, el bienestar y la felicidad queda legitimada en la medida
en que ofrece trazar un itinerario profesional para la reorganización, la depuración,
y la recuperación de los efectos más nocivos que dejan las “experiencias tóxicas”.

6. CONCLUSIÓN

La pujante retórica de la toxicidad emocional ha propiciado la reemergencia de la


idea decimonónica de “peligrosidad”, ya no enfocada estrictamente al mundo
criminológico (de influencia lombrosiana), sino al más vasto universo de los
vínculos de la esfera íntima y privada. El discurso mercadotécnico de las
“personas tóxicas” funciona panópticamente, es decir, como una fuente de
invisible y omnipresente vigilancia epistémica y social que transmite un mensaje
perturbador: “Precaución: usted, sin saberlo, podría estar expuesto a una fuente
de intoxicación emocional”. Ante tal escenario, la diversificada variedad de
expertos en salud mental, bienestar, felicidad, crecimiento, desarrollo y
autorrealización personal adquieren una pertinencia justificada en la necesidad de
prevenir, atender y gestionar situaciones de “riesgo” y “crisis”. Ahora, dada la
holgura y maleabilidad del concepto de toxicidad emocional (aplicable a una
interminable gama de personas, relaciones, conductas, sentires e “historias”), van
ganando credibilidad también otros constructos que fermentan bajo la confianza
popular y “científica” que ya se tiene sobre los terribles efectos y/o secuelas de las
experiencias tóxicas. Por ejemplo, se ha insistido bastante en el daño que las
personas tóxicas provocan sobre la autoestima de su víctima. Y es precisamente
allí que la mercadotecnia terapéutica ha hallado un nuevo nicho de oportunidad
para abrir nuevos mercados emocionales orientados, ahora, a elevar la diezmada
autoestima de los individuos. Si bien esa potente expansión económico-cultural
merece un abordaje propio, es importante decir que el hecho de que la lógica
racional del mercado haya colonizado y exprimido la condición de vulnerabilidad
humana, ha contribuido a que cada vez con mayor frecuencia los individuos se
vean mutuamente con sospecha, desconfianza y temor. Como dijo Kenneth
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llenará de clavos” (1996: 141).

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