Está en la página 1de 30

SEMINARIO MAYOR SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

MÁS ALLÁ DE LAS IDEOLOGÍAS.


CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA LA
AUTOAFIRMACIÓN DEL “YO”
EN MILLÁN PUELLES.

Monografía para optar el título de Profesional en Ciencias


Filosóficas.

Profesor: Dr. Francisco Reluz Barturén


Seminarista: Marcos Antony Cieza Gonzales

Chiclayo – 2018
Contenido
Introducción...........................................................................................................................3
Capítulo I: El camino de las ideologías..................................................................................4
1.1. Definición y sentido general....................................................................................4
1.2. Caracterisiticas fundamentales................................................................................5
a. Encauzamiento de la praxis social.......................................................................5
b. Lenguaje emocional persuasivo...........................................................................6
c. Verdades absolutas - relativas..............................................................................7
d. Libertad absoluta y manipulable...........................................................................7
e. Sentimentalista y hedonista.................................................................................8
1.3. Camino hacia la despersonalizacion........................................................................9
Capítulo II: El “yo”, condiciones de posiblidad..................................................................11
2.1. El yo como arcilla del hombre...............................................................................11
2.2. Condiciones necesarias y no suficientes................................................................12
2.3. Condición tríadica del “yo”...................................................................................13
2.3.1. Experiencia moral..........................................................................................13
2.3.2. Binomio naturaleza - libertad.........................................................................17
2.3.3. Adecuación de las condiciones al actuar humano..........................................20
Capítulo III: La autoafirmación del “yo”.............................................................................22
3.1. Auto-relación del yo..............................................................................................22
3.2. Formas de poseer nuestro ser................................................................................23
3.3. El hombre nace y se hace......................................................................................24
3.4. Condición necesaria y suficiente: el acto humano................................................25
3.5. Pautas finales.........................................................................................................27
Conclusiones........................................................................................................................29
Bibliografía..........................................................................................................................30

2
INTRODUCCIÓN

En nuestros días, todos los hombres buscan autorrealizarse de una u otra manera en varios
aspectos de su vida, buscando en el fondo siempre definir su personalidad, reafirmar su
actuar de manera libre sin coacción alguna, y en esa libertad ser un líder, exitoso, feliz, en
fin, busca triunfar a lo largo de su existencia. De este modo, va colocando sobre él un
cúmulo de medios, condiciones, requisitos, metas, propósitos, etc., las cuales según él le
ayudarán a alcanzar sus propósitos, entre ellos reafirmar su autoestima, personalidad y
carácter.

El influjo de estos medios ya sea positivo o negativo, va condicionado muchas veces por la
cultura y la educación que recibimos de la sociedad y de la familia. Por eso, es necesario
que el hombre descubra, que en la base de todo esto, el actuar humano presenta ciertas
condiciones, principios que posibilitan una auténtica autoafirmación de nuestro ser, siendo
este el tema central que en la presente monografía se pretende explicitar. Condiciones que
muchos autores han explicado a lo largo del tiempo, uno de manera positiva otros en
sentido negativo. Pero en esta ocasión se abordará en torno al pensamiento del filósofo
contemporáneo Antonio Millán Puelles, manifestadas en su libro “La libre afirmación de
nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista”, siendo este el libro base y sin dejar
de lado las aportaciones de otros grandes pensadores afines al tema a abordar.

La importancia de conocer estas condiciones que permiten la autoafirmación de nuestro ser


radica en la utilidad de estos pueden presentar en el momento de actuar de manera más
consciente y sobre todo para no dejarse arrastrar por ideologías muy en boga en la
sociedad, que son tan llamativas y aparentemente correctas pero que en el fondo son tan
inciertas como falsas. Por tanto, el fin del presente trabajo, es encaminar al hombre actual a
actuar de manera éticamente correcta, de manera que pueda hacer frente a las ideologías
sociales que buscan su propio beneficio a costo de denigrar la dignidad de la persona
humana, por eso es conveniente conocer también las características que presentan las
ideologías de manera general.

Para ello, se ha considerado abordar este tema en tres capítulos, siendo el primero lo
concerniente a las ideologías, características y su camino hacia la despersonalización del
hombre. Y que deberán ser superadas mediante una actuación bajo el influjo de las
condiciones para la autoafirmación de nuestro ser, condiciones que serán expuestas en el
segundo capítulo, para finalmente abordar la naturaleza de la autoafirmación de nuestro
ser, motivo del tercer capítulo de este trabajo.

Por último, no se pretende que este trabajo sea exhaustivo y que agote todas las
posibilidades en la actuación humana, ya que como veremos la libertad abre al hombre una
infinidad de posibilidades en la praxis social y personal, el interés de esto es dar
directrices, luces para que el hombre se auto realice de manera plena y positiva hacia el
bien mayor.

3
CAPÍTULO I

EL CAMINO DE LAS IDEOLOGÍAS

1.1. DEFINICIÓN Y SENTIDO GENERAL

Etimológicamente el término ideología proviene de dos palabras griegas: éidos que


significa idea y de lógos que ha de interpretarse como discurso racional. De ahí que, por su
raíz, ideología vendría a significar sistema racionalizador de ideas. Sin embargo, es un
término que ha evolucionado en el trascurso del tiempo. En general, el sentido que la
filosofía y la sociología modernas le ha dado es el sistema valorativo de ideas y conceptos
adecuados a la acción social.

La noción ideología en sus inicios tuvo un sentido positivo, considerada como una
disciplina que tenía por objeto el análisis de las ideas con el fin de descubrir las
sensaciones en que se basan, de forma que pudiera distinguirse entre las ideas aceptables,
basadas en la experiencia de las inaceptables. Este término fue acuñado por Destutt de
Tracy, filósofo racionalista francés, en el siglo XVIII. Dicha disciplina tenía como
finalidad sistematizar el saber distinguiéndolo de los prejuicios.

Fue a partir del siglo XIX, donde la noción ideología adoptó un sentido negativo, que tiene
su origen en el concepto hegeliano de conciencia escindida y que fue desarrollado por Karl
Marx, para el cual ideología significa un enmascaramiento de la realidad en beneficio de la
utilidad socioeconómica de la clase dominante. De este modo ideología se asimila a una
“falsa conciencia”. En este siglo, el término se reservó al debate intelectual.

En el siglo XX, la noción ideología ha sido usado como “vehículo de grandes movimientos
sociales y políticos que, a través de los nuevos medios de comunicación y a veces mediante
la violencia, pretendieron transformar la sociedad adoctrinando a las grandes masas.” 1 Es
decir, son construcciones conceptuales de la realidad, que intentan rehacer el mundo a
partir de un proyecto teórico de sociedad. Ejemplo de ello, tenemos las ideologías descritas
por Faye en su libro sobre las ideologías del siglo XX como el nazismo, el fascismo, el
estalinismo, el desmantelamiento yugoslavo y bosnio y, finalmente, el capitalismo. Todas
estas han coincidido en excluir a la religión del ámbito público.2 Y a esto se le ha añadido
ideologías como el feminismo, el ecologismo y la muy en boga ideología de género.

Por tanto, desde una perspectiva social y personal y en concordancia a lo expuesto


anteriormente hemos de denominar por ideología a “todo sistema de opiniones y creencias
fundado en un orden de valores subyacentes, más o menos conscientes, encaminado a
encauzar las aptitudes y comportamientos de los miembros de un grupo social, clase o
sociedad dados.”3 Esta definición abstracta es la que se llevará a cabo a profundidad, ya
1
Muro E. y Nubiola J., Ideología, versión digital pdf. p.1
2
Faye J., El siglo de las ideologías, Barcelona, Serbal, 1998. p. 86
3
Illanes J. L., «Ideología», en Gran enciclopedia Rialp 12 (1975) 340.

4
que recoge los aspectos más generales y reúne en sí las características comunes a las
ideologías concretas. Y en base a esa definición, se ha de analizar los elementos más
resaltantes de las ideologías.

Se trata, por tanto, de un sistema el cual implica una expresión ordenada y formal de
creencias y opiniones, en el sentido que muchos de ellos actualmente no poseen base ni
científica ni filosófica en que fundamentar sus ideas, sino que son interpretaciones
subjetivas de la realidad. Generalmente, estas ideologías se fundamentan en valores
subyacentes, es decir en valores que permanecen ocultos o debajo de otras cosas, se
presentan bajo la apariencia de buenos, realistas, y pretenden responder a una necesidad de
manera eficaz y eficiente, sin embargo, estos valores están siempre subordinados a
intereses económicos, políticos, sociales, que buscan en su mayoría satisfacer las
necesidades psicológicas de sus seguidores mediante normas para la praxis humana. Es,
por tanto, común observar que dichas ideologías estén encaminadas a encauzar las
actitudes y comportamientos de un terminado grupo, clase social o sociedad afines a ellas
dentro de unos marcos prefijados, los cuales, manipulan y deforman la realidad, a tal punto
que muestran oposición a las apreciaciones más exactas de las teorías científicas en el
orden físico o en el metafísico, porque consideran es una visión muy rígida y desfasada.4

1.2. CARACTERISITICAS FUNDAMENTALES

El término ideología puede presentar un objeto reducido, así se puede hablar de ideologías
religiosas, políticas, sociales, económica, ya que se trata de un sistema racionalizador de
ideas bajo una perspectiva relativa y errónea. Por ello, y concorde al tema que se interesa
abordar, se enfocará a continuación las características de las ideologías que están
estrechamiento ligadas al aspecto personal-social del hombre, que atentan contra su
dignidad y que pretenden influir en la praxis humana, cabe mencionar la ideología de
género y las ideologías que promueven una visión materialista, consumista, hedonista, y en
las que se ve la vida humana como un estado de bienestar, en donde si no se alcanza es por
tanto justificable actos como el aborto y la eutanasia.

Con la aclaración del caso, a continuación, se explicará las características generales que
presentan estas ideologías.

A. ENCAUZAMIENTO DE LA PRAXIS SOCIAL

La mayoría de las ideologías actuales, ya han dejado de ser un simple sistema


racionalizador de ideas, y han pasado a adquirir un matiz funcional. Las ideologías se han
abierto camino dentro de los sistemas culturales correspondientes a la sociedad global. Han
pasado de una firme interpretación teórica del mundo a querer transformarlo según su
parecer, mediante el encauzamiento de la praxis social. De este modo, las ideologías están
siempre enfocadas hacia cierto tipo de praxis, estableciendo en la sociedad determinados
tipos de gestos, conductas, costumbres, estilos de vida, etc.5
4
Illanes J. L., «Ideología», en Gran enciclopedia Rialp 12 (1975) 341.
5
Illanes J. L., «Ideología», en Gran enciclopedia Rialp 12 (1975) 342

5
Con el fin de alcanzas sus metas, entre ellas económicas, realizar reformas sociales,
organización política, etc., las ideologías buscan filtrarse en los medios de comunicación,
mass media, redes sociales, a tal punto que algunas de ellas tratan de obtener mayor
soporte en la declaración de leyes en la constitución de determinados países y en el sistema
educativo público con el fin de hacer prevalecer sus ideas en la praxis social. Ejemplo de
ello, es la muy conocida ideología de género, que para influir en la conducta social tiene
como vehículos predilectos los parlamentos, los medios de comunicación y los centros
educativos. Y que ya ha sido aceptado legalmente en algunos países, por mencionar los de
América, como Canadá, Uruguay, Estados unidos, Argentina, Brasil, México, así como, la
legalización de aborto bajo modalidades en países como Chile y Uruguay.

Tal es la exuberancia en el actuar de dichas ideologías, que muchas de ellas para imponer
su estilo de vida unida a su forma de pensar, recurren a la violencia, de tal manera que todo
aquel que piense diferente a ellos, y se oponga a la nueva revolución social sería
considerado un discriminador, un intolerante a las nuevas tendencias, un enemigo, los
cuales son amenazados, multados y penados según la situación legal del determinado país
donde se dan los hechos. Por ejemplo, lo más común parece ser el arresto de padres que se
oponen a la educación sexual de sus hijos, en las escuelas donde la ideología de género
parece ser considerada dentro de los parámetros de lo normal debido al respaldo legal que
poseen.

B. LENGUAJE EMOCIONAL PERSUASIVO

Otra de las características muy usuales de las ideologías sociales es el especial uso del
lenguaje emocional, con el fin de generar actitudes y comportamientos del tipo volitivas,
más que racionales. Esto se debe a que las ideologías pretenden convencer sus ideas antes
que demostrar las mismas. Por tanto, el lenguaje usado se caracteriza por ser persuasivo,
simbólico, a tal punto de atraer a las masas hacia su forma de sentir, pensar y actuar. Poco
o nada, les interesa demostrar racionalmente sus planteamientos y postulados, y menos dar
razones razonables de su actuar, de ahí que al no poder fundamentar racionalmente o no
poder convencer llegan a utiliza la fuerza y la violencia para lograrlo.

Unido a este lenguaje persuasivo, emplean términos muy generales y ambiguos con la
finalidad de moldear la realidad de acuerdo con sus conveniencias. Por eso, la tendencia
del deconstructivismo que tuvo su origen con Jacques Derrida forma parte de las
ideologías, ya que mediante un lenguaje ambiguo busca desplazar los conceptos
tradicionales de la filosofía realista, para en su lugar construir esquemas muchas veces
contrarias a la propia naturaleza humana. Desde este modo de ver, las ideologías se han
presentado bajo una forma de nihilismo 6, ya que rechazan las categorías rígidas, las
legitimaciones omnicomprensivas y la razón como forma de dominio, disolviendo el ser
personal a las nuevas tendencias subjetivas e irreales.

6
Muro E. y Nubiola J., Ideología, versión digital pdf., p.2

6
C. VERDADES ABSOLUTAS - RELATIVAS

Las ideologías muestran verdades como absolutas lo que en realidad no son más que
verdades relativas, representaciones sesgadas de la realidad, en palabras de K. Jaspers: “la
ideología es un conjunto de pensamientos y representaciones que se presenta como verdad
absoluta al sujeto pesante a fin de interpretar el mundo y su situación en él; pero de tal
manera que con ella se engaña a sí mismo para justificarse, ocultarse o evadirse.” 7
Claramente Jaspers manifiesta que en ellas existe la intención de presentar un
reduccionismo de la realidad como algo absoluto, considerando lo parcial como total. Las
ideologías se enfocan solo en alguna determinada dimensión de la persona, negando las
otras dimensiones e incluso atacándolas, siendo la principal atacada la dimensión religiosa
del hombre, así especifica Faye en su libro sobre los grandes movimientos ideológicos del
siglo XX, en donde todas han coincidido en excluir a la religión del ámbito público.

Otro autor que ha distinguido esta característica ha sido Mannheim, quien consideró como
ideologías parciales a aquellas que tienen raíces psicológicas y enmascaradoras de la
realidad, referidas a ideas que ocultan lo que su autor no quiere reconocer, cabe por
ejemplo mencionar el énfasis que pone la ideología de género sobre la libertad,
desplazando la naturaleza. Además, Mannheim pone énfasis en las llamadas ideologías
totales, que presentan raíz social y tienen una perspectiva relativista, en las cuales se
trascienden los intereses y valoraciones particulares. El problema de dichas ideologías es
su perspectiva deformada sobre la comprensión de la vida social. Las llega a considerar
como disfraces más o menos conscientes de la verdadera naturaleza de una situación, pues
no podrían reconocerla sin perjudicar sus intereses.8

D. LIBERTAD ABSOLUTA Y MANIPULABLE

El actuar de las ideologías, sin duda, ha adquirido un mayor realce en la sociedad, a tal
medida, que ya para muchos se ha convertido en un criterio orientador para las nuevas
generaciones, que tienden a responder positivamente a las propuestas de estos como el
consumismo, el materialismo y toda clase de hedonismo que propugnan ideas del mínimo
esfuerzo y el mayor placer posible, cabe advertir que aquí el termino placer no se limita al
sexual, sino a todo lo sensorial. Toda esta acogida se debe en gran medida a la gran
posibilidad que ofrecen de tal manera que prefiguran una libertad absoluta, sin límites.

Sin duda, la libertad humana es absoluta en cierta medida, en cuanto el hombre es capaz de
fijarse sus propios fines, y abrirse paso al conocimiento de la verdad y la posesión del bien.
Sin embargo, lo erróneo de la idea de libertad en las ideologías, es que, para poder afirmar
la libertad del hombre, niegan que este posea una naturaleza. La misma expresión
naturaleza humana es, para quienes piensan así, una pura contradictio in terminis. “el

7
Jaspers K., La situación espiritual de la época, 13 ed, Berlin 1979. p. 45
8
Cfr. Mannheim K., Ideología y utopía, México, Fondo de cultura económica, 1993, p.49-62

7
hombre es un ser libre quiere decir entonces que el hombre puede determinarse a sí mismo
porque en sí mismo carece de toda innata determinación.”9

Este es el plano en que se mueven las ideologías, contraponen naturaleza y libertad, porque
consideran que poseer una naturaleza es estar predeterminados, estar en el mundo de un
modo prefigurado, sin la posibilidad de modificar nuestra constitución, de la misma
manera como lo son los animales, o las plantas, al modo que un perro no puede actuar más
que como perro según su naturaleza y no puedo no hacerlo, el hombre no puede poseer una
naturaleza porque de caso contrario se atentaría su libertad. Pero esta forma ideológica de
pensar acerca de la naturaleza es muy pobre y limitada, ya que se reduce el concepto de
naturaleza humana a un sistema cerrado y determinado y porque se le contrapone al
concepto de libertad. En realidad, la libertad humana se debe gracias a que es parte
constitutiva de nuestra naturaleza, este punto se desarrollará más adelante.

En las ideologías se pretende dar a entender que el hombre posee una libertad absoluta,
capaz de negar, modificar o cambiar los caracteres naturales que le han sido dado, a
conveniencia, comodidad o interés del sujeto que los posee, de tal manera que la libertad
ya no supone una continuidad y perfección de la naturaleza dada, sino una ruptura entre lo
que soy ontológicamente y lo que quiero ser libremente, siendo esta realidad una de las
principales causas para la despersonalización del hombre.

La facilidad y diversidad de bienes que disponen a sus adeptos hace que estos sientan la
sensación, al menos psicológica, de tener una libertad absoluta. Les dan las condiciones
necesarias para satisfacer todas sus necesidades inclusive las que son de puro capricho. Sin
embargo, esto conlleva a que esa supuesta libertad ejercida se convierta en una forma de
control, ya que en ella no hay verdadera libertad, sino una manera de encauzar las acciones
a conveniencia, de este modo se persuade a las personas a realizar un determinado tipo de
acción, a optar por una conducta marcada, a consumir algún bien masivamente, etc.

Los hombres se convierten ya en un hombre-masa, en el sentido de que ya no vive de


manera autónoma, autoafirmándose según su personalidad, sino que tiende a ser como el
modelo típico mostrado por las ideologías, llevando al hombre a ser inauténtico. Por eso,
se ha de advertir la engañosa dádiva de libertad que se vende a través de los medios
ideológicos. En este sentido, la ideología es una herramienta de control social para
despojar al ser humano de su libertad, transformándolo en parte de una masa manipulable.

E. SENTIMENTALISTA Y HEDONISTA

Las ideologías tienen hoy en día mucha relevancia, ya que han dejado ser simples grupos
en las que se sirven de sistemas de ideas como apertura de interés privados o egoístas, y
han pasado a tener un valor teorético pleno y se lo asume como un criterio orientador de
todo análisis sociológico.10 Cabe de ese modo ver en la sociedad corrientes que conllevan a

9
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP,
1994, p. 195
10
Illanes J. L., «Ideología», en Gran enciclopedia Rialp 12 (1975) 343.

8
hacer de la vida un cúmulo de sentimientos fuertes, de vivir en las pasiones, y no solo
referido a las pasiones sensuales, sino a querer alcanzar una vida de bienestar, comodidad
máxima, creando una sociedad del mínimo esfuerzo y máxima comodidad, en la que el
hombre huye de todo matiz de dolor, esfuerzo y sacrificio; porque son considerados no en
el sentido de medios para crecer en virtudes como la paciencia, la fortaleza; sino como
medios que restan bienestar al estado digno de vivir. Por ejemplo, las ideologías que ven la
vida como un estado de bienestar está muy en boga en los países europeos, donde es
justificable la eutanasia y el aborto en casos de enfermedades letales, porque se basan en
un falso sentimiento de compadecimiento.

Esta es la cultura que engendra al hombre light, denunciado por Enrique Rojas en su obra
El hombre light. Una vida sin valores, en donde “el hombre light no tiene cerca nunca ni
felicidad ni alegría; sí, por el contrario, bienestar y placer.”11 Las fuertes dosis de placer
que invaden todos los sentidos del hombre actual, lo llevan por un camino de vacío, a una
era de vacío como él menciona. Además de afirmar que dichas ideologías generan una
cultura que lleva por bandera una tetralogía nihilista: hedonismo, consumismo,
permisividad, relatividad, todos ellos enhebrados por el materialismo. Por eso, se ha de
tener en cuenta estas señales para no dejarse llevar por estas tendencias ideológicas.

1.3. CAMINO HACIA LA DESPERSONALIZACION

Todas las características antes mencionadas sobre las ideologías, en torno al aspecto
personal y social del hombre, desembocan en la despersonalización del ser humano. Este
es el fin que está debajo de todo ese paisaje tan llamativo e ilusorio que muestran las
ideologías. Y es que no se puede esperar otro fin a ello, debido a que son representaciones
relativas, parciales y sesgadas de las realidades, y no conducen a la perfección plena del
hombre sino a la denigración de su ser, ya que no tienen en la base una antropología
realista.

Esto se debe fundamentalmente porque generan en el hombre una ruptura a veces


irremediable entre lo que es ontológicamente y lo que quiere ser. Proclaman una absoluta
libertad a modo de “haz todo lo que quieras hacer, diviértete, consume, goza, cambia todo
según tu sentir, y no te preocupes de lo que ya eres, porque eso es modificable según tu
parecer”, una frase tan atractiva ya entre muchas personas, pero a la vez tan destructiva y
que nos hace cada vez menos humanos, más esclavos de los otros y de sus intereses. Dicho
de otra manera, las ideologías nos llevan en el camino hacia el divorcio entre el ser y el
deber ser.

Para vislumbrar las consecuencias de estas ideologías, se cree conveniente mencionarlas


siguiendo el análisis sociológico que realizó Enrique Rojas, en la que considera que el
hombre debido al influjo ideológico actual se ha convertido en un hombre light, ícono de la
tendencia des personalizadora del ser humano. El relativismo que propugnan las ideologías
ha envuelto al hombre de tal manera que a este hombre light ya no le interesa diferenciar
11
Rojas E., El hombre light. Una vida sin valores, Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina, 2000, p.21

9
entre lo bueno y lo malo ni entre lo verdadero y lo falso; ya que se ha creado un ambiente
donde todo es válido, todo presenta la misma lectura, deslizándose de esta manera a una
gran contradicción interna, negando la tendencia natural que el hombre posee por conocer
la verdad y poseer el bien en cuanto tal.

“Al tener el hombre de la sociedad del bienestar todas las apetencias materiales cubiertas,
además de una serie de libertades claramente dibujadas, puede suceder que si no abre otras
vías más ricas en el campo cultural o espiritual se deslizará por una rampa que termina en
la frivolidad.”12 De este modo, en el siglo actual, parece ser la abundancia la enfermedad
de Occidente, el tenerlo todo aparentemente cubierto, ha llevado a la persona a reducir todo
su ser a lo meramente material y dejar de lado su dimensión espiritual. Se ve a gente que
busca repletar su casa, su cuerpo, repleta de todo, llena de cosas, pero sin brújula, sin
pretensiones y sueños verdaderamente buenos para sí mismo o para los demás, basta con
echar un vistazo a los jóvenes de hoy, y en las terribles consecuencias que traerá a la
sociedad sino se busca soluciones alternativas para la crisis que ya se vive en la actualidad.

Tal frivolidad, ha llevado al punto que hoy se asiste a una idolatría del sexo, como
consecuencia del materialismo que ha reducido a la persona en cuerpo sin espíritu. Hay
sexo por todas partes, sin afectividad ni amor. Inclusive los medios de comunicación
prometen la liberación y el encuentro con uno mismo en paraísos de sensaciones
maravillosas: sexo sin fin, diversión, juego caprichoso. Se puede decir, que este hombre es
sumamente vulnerable, ya que la despersonalización de su ser, lo convierte en un ser vacío,
hedonista, materialista, sin ideales, evasivo y contradictorio”13

Se alcanza de esta manera una cima desoladora y terrible: “la socialización de la


inmadurez y de la despersonalización, en ella se definen tres ingredientes: desorientación,
inversión de los valores y un gran vacío espiritual” 14 Por tal motivo, el hombre debe
escapar de toda tendencia que las ideologías le planteen, porque, aunque se muestran como
filosofías existenciales, no lo son, por su parcialidad y enmascaramiento. Aunque queda
aclarar que no toda filosofía es ideológica, ya que el conocimiento humano puede alcanzar
la realidad y al ser en cuanto tales. Y esta es la base filosófica que orienta este trabajo
monográfico, que bajo una perspectiva antropológica realista el hombre pueda conocer el
camino que lleva a una verdadera afirmación de su ser, a una verdadera personalización y
para ello urge conocer las condiciones que son necesarias para su actuación y realización.
De ese modo romperá con la coyuntura que las ideologías han puesto sobre sus hombres.

12
Rojas E., El hombre light. Una vida sin valores, Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina, 2000, p.30
13
Cfr. Rojas E., El hombre light. Una vida sin valores, p.30-60
14
Rojas E., El hombre light. Una vida sin valores, p.70

10
CAPÍTULO II

EL “YO”, CONDICIONES DE POSIBLIDAD.

2.1. EL YO COMO ARCILLA DEL HOMBRE

El hombre para no caer en la despersonalización ha de mirarse como una realidad no


acabada, es decir, es un proyecto, es un hacerse. De aquí, es fácil encontrar, a lo largo de
nuestra vida, jóvenes llenos de planes e ideales grandes. Aunque hemos de tomar
conciencia de algo, ¿será acaso dichos proyectos un empezar desde cero, o es que ya
tenemos algo con qué empezar? Para ello, echemos un vistazo a la “poeisis” 15 ordinaria. El
alfarero necesita de la arcilla para hacer una hermosa escultura y el ama de casa combina
de manera proporcional los distintos ingredientes para elaborar un rico pastel, entre otros
más; en definitiva, podemos apreciar que en el hacer humano nunca se ha de partir de cero,
siempre necesita de algo, de presupuestos o condiciones, ya que la creatio ex nihilo sólo se
da en Dios.

Con ello, solo pretendo despertar una curiosidad hacia lo que el “yo” tiene como
condiciones para autodeterminarse, para lo cual es necesario seguir una ética realista, de lo
contrario, caeremos en absolutismos y relativismos que son el trasfondo de las ideologías
tratadas en el capítulo anterior. Según Millán Puelles: “Es realista en sentido teórico la
ética donde la realidad de lo que somos sirve de fundamento general e inmediato del
contenido de nuestros deberes.”16 Desde esta perspectiva, se afirma que el hombre ya posee
una realidad y esta es independiente de lo que queramos ser, hacer o tal vez tener. Y esta
realidad es el fundamento de todo nuestro actuar. De manera análoga, la arcilla ya es algo,
representa una realidad acabada en sí misma, pero cuando está en las manos del alfarero,
éste la transforma y la eleva hacia algo más bello y digno de admirar. Lo mismo ocurre en
el “yo”, analógicamente, el hombre puede hacer de sí mismo la mejor obra de bondad y
belleza, pero no ha de olvidar, su arcilla, su realidad de condiciones necesarias, unificadas
en su ser personal. Y es esta realidad de lo que es, la arcilla sobre la cual debe ejecutar todo
lo que éste quiera para sí mismo, siendo el hombre arcilla y alfarero de sí mismo.

En definitiva, las condiciones de posibilidad del “yo”, han de estar enraizadas en una ética
realista, lo que significa que los sentimientos o ideales de lo que queramos ser, hacer o
tener, no se han de negar, sino que pasan a un segundo momento, siendo el primero la
realidad de su ser personal, el yo ontológico. Concorde a este pensamiento, cabe mencionar
lo manifestado por el personalista E. Mounier en su obra “Revolución personalista y
comunitaria”: “mi persona no es la conciencia que yo tengo de ella … mi persona no

15
En el sentido Aristotélico, donde asigna al tipo de acción transeúnte, donde el agente actúa transmutando las
cosas exteriores. Traducido al latín por facere, en castellano el verbo hacer.
Alvira T. y otros, Metafísica, Pamplona, EUNSA, 2001, p.234.
16
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP
1994, p.72.

11
coincide con mi personalidad. ella está más allá del tiempo, es una unidad dada, no
construida, más amplia que las visiones que tengo de ella, más íntima que las
reconstrucciones intentadas por mí. Ella es una presencia de mí” 17, en conclusión, hemos
de desvelar todo lo que creemos certero ante nuestras perspectivas, hasta llegar a la
realidad última de nuestro ser, a esa unidad dada y de carácter necesaria, que no implica
una elección nuestra de aceptación o rechazo, sino que se impone como don, nuestro “yo”,
que, como presencia de cada uno de nosotros, exige ser tenido en cuenta para no caer en
tendencias que nos alienan y desfiguran.

2.2. CONDICIONES NECESARIAS Y NO SUFICIENTES

Antes de abordar cuales son las condiciones para la autoafirmación de yo, es importante
aclarar la perspectiva con la que se debe asumir dichos presupuestos. Para ello acudiremos
a la definición clásica de condición: “es el requisito o la disposición necesaria para el
ejercicio de la causalidad”18.

Esta definición de condición deja a entrever dos características importantes: la primera es


que la condición no es la causa ni directa ni indirecta de ningún efecto, siendo la causa per
se un agente externo a ellas, por ejemplo, un niño cuando lee la obra “El principito”, la
causa de su actuar es su voluntad, el mero hecho de querer pasar un buen rato de lectura,
quedando a un segundo plano, un clima adecuado, un ambiente propicio, e incluso la obra
misma. De la misma manera se ha de entender en torno a la autoafirmación del yo, las
condiciones de este no son la causa per se de su determinación, ya que en el fondo la causa
de todo obrar humano será siempre él mismo, la voluntad como voluntas ut natura. Dicho
en otras palabras, el yo se autodetermina porque así la persona lo quiere. Es la persona
quien quiere ser buena o mala, sincera o farsante, etc.

La segunda característica, consiste en que la condición es mero requisito para el ejercicio


del actuar. Aunque la causa es la voluntad, ella necesita de ciertas condiciones para obrar,
de caso contrario, no podría materializar su querer, de esta forma el niño podrá tener toda
la voluntad de leer, pero si no tiene la obra “El principito”, este no podría hacerlo. En esto,
debemos fijarnos detenidamente, las condiciones que posee el yo son necesarias, son
requisitos que sin ellas no se podría alcanzar la plenitud de nuestro ser, y no podríamos
encaminar nuestros actos hacia la contemplación concreta del bien y la verdad.

Son necesarias, en el sentido también, de que no las podemos elegir ni de manera positiva
ni negativa, es decir, las poseemos y no podemos no poseerlas, por ello, es que Mounier
habla de la persona como un don, una presencia ante mí. Hemos de aceptar dichas
condiciones y a modo de presupuestos emplearlas en el ejercicio de nuestro actuar
cotidiano, como un don para alcanzar la perfección humana.

Por último, cabe mencionar que dichas condiciones necesarias no son suficientes. Esto
explicaría por qué no todos los hombres tienen el mismo grado de perfección a pesar de
17
Reale G. y Antíseri D., Historia de la filosofía Tomo 6, Bogotá, SAN PABLO, 2012, p.618
18
Alvira T. y otros, Metafísica, Pamplona, EUNSA, 2001, p.209

12
todos poseamos las mismas condiciones. Pero no hemos de ver esta característica como
algo negativo, sino todo lo contrario, como una riqueza en la complejidad de nuestro
actuar. Dichas condiciones son necesarias para mi actuar, pero no me determinan, sino que
su condición de no suficientes en la autodeterminación del yo nos abre la puerta a un sinfín
de posibilidades para una autoafirmación más plena y rica tanto en el plano ontológico y
moral. Dicho en términos coloquiales, las condiciones del yo son con las herramientas del
artista, las cuales son necesarias para plasmar su obra de arte, pero el solo hecho de tener
dichas herramientas no son suficientes para que la obra sea una encarnación de la belleza
misma, siempre se tendrá en cuenta las habilidades, las disposiciones, los eventos, la
destreza, etc. para materializar su ingenio, y en ello hay una gama de posibilidades propias
en cada artista.19

Por ende, no se pretende indicar un camino fijo para la autodeterminación del yo, debido a
que el obrar humano es muy rico y variado, pero si se pretende dejar en claro los
parámetros inscritos en nuestro yo con la final de no caer en ideologías, tan de boga en los
últimos años, que llevan a la despersonalización. Hemos de asumir de manera responsable
esta realidad que sin duda representa todo un reto en este siglo XXI.

2.3. CONDICIÓN TRÍADICA DEL “YO”

Las condiciones de posibilidad que permiten la determinación del “yo” de manera positiva
y plena, son tres, por ello se puede hablar de condición tríadica del yo. Millán Puelles, se
refiere a ellas como la posibilidad de seguir una ética realista, cuyo fundamento es la
autoafirmación del yo. Estas condiciones en estudio son las siguientes: en la base de toda
autoafirmación se ha de conectar con la experiencia moral (primera condición), y prosigue
aseverando que con respecto al aspecto teórico son condiciones de la posibilidad de la
moral realista la naturaleza (segunda condición) y la libertad (tercera condición) del ser
humano como exigencias, mutuamente complementarias, de la libre afirmación de nuestro
ser.20

2.3.1. EXPERIENCIA MORAL

La experiencia moral es relevante en la autoafirmación, ya que esta no es ajena a ningún


hombre, todos vamos adquiriendo experiencias sobre lo bueno y lo malo en sus diferentes
facetas (responsabilidades, deberes, valores, sentimientos, etc.) a lo largo de nuestra vida o
en el ejercicio de alguna ocupación o profesión. Este conocimiento es espontáneo y
directo, en el sentido de que se capta de manera intuitiva, sin la intervención de un
razonamiento lógico. Esta dimensión se da por el simple hecho de estar en este mundo
destinados a obrar para nuestra autorrealización. Por tanto, la experiencia moral es
“conocimiento moral espontáneo y directo o, dicho de otra manera, la ética prefilosófica,

19
Cfr. Capitulo II Naturaleza y géneros de causas de Alvira T. y otros, Metafísica, Pamplona, EUNSA, 2001,
p.207- 213.
20
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP
1994, p.71.

13
pura y simplemente natural”21. Es, por tanto, una manifestación de que somos hombres,
diferentes de los otros seres vivientes, que no son conscientes ni de su propia existencia ni
de los otros que le rodean.

Parece quizá un poco desatinado, colocar como condición necesaria una realidad tan plural
y diversa, puesto que la realidad vivida es tan diversa en cada persona. No cabe duda de
que la experiencia moral no se da de manera unívoca, además de admitir una gran
diversidad y pluralidad de modos y grados. Sin embargo, hemos de afirmar todo lo
contrario, tener en cuenta la experiencia moral nos ayuda a situar al hombre en su realidad
material y espiritual, estamos en ello rescatando al hombre como “espíritu encarnado.”22

En cuanto a la inmediatez de la experiencia moral ha sido frecuentemente interpretada en


la línea de los sentimientos, el moral sense está primordialmente dirigido a los afectos o
sentimientos. En menester, reflexionar en torno a los sentimientos que intervienen en
nuestra experiencia, ya que siguiendo la postura de Bretano, en la experiencia moral hay
mucho más sentimiento que razonamiento y reflexión. Es sensato afirmar esto, cabe
mencionar como ante una obra de bondad, nos embarga sentimientos gratificantes e
incluso como respuesta a ellos surgen sentimientos de gratuidad, y de la misma manera
ocurre ante un hecho de injusticia, donde los sentimientos suscitados son de indignación y
repudio. Sin embargo, ante ello hemos de decir, que nuestra experiencia no puede centrarse
en la mera intuición de sentimientos, de hacerlo reduciríamos la ética a la concepción de
Hume, donde la inmediatez de la experiencia en su más radical estrato es efectivamente
interpretada en la línea propia de los sentimientos, y, por tanto, en base a los sentimientos
percibidos se discrimina lo que es moralmente bueno y malo. Siendo la principal
consecuencia negativa reducir los principios morales a meros sentimientos.23

Ante la postura anterior, hemos de advertir que “los principios de la moral o los principios
del conocimiento moral no son sentimientos, sino conocimientos, y que, por tanto,
debemos la moral a la facultad de conocer, al entendimiento o la razón”. 24 Es certero,
afirmar que los valores aprehendidos en las vivencias, y que son materia de los principios
de la moral, no son ni pueden ser sentimientos, pero esto no excluye que en la experiencia
estén impregnadas de cierto grado de ellos, se dan en vivencias donde la intelección y el
sentimiento están ligados entre sí, pero sin dejar de ser distintos. Por ejemplo, cuando un
niño aprende el valor de la solidaridad mediante un acto de ayuda a su amigo, este capta
mediante su intelecto el contenido del valor, y a la vez siente la satisfacción de dicho acto,
lo cual refuerza el objeto captado. Se advierte fácilmente que en nuestro actuar, un valor
y/o principio moral es diferente a un sentimiento producido por aquel, y por ello se ha de
21
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP
1994, p.75
22
Expresión personalista que manifiesta que el hombre tiene un cuerpo espiritualizado, es un espíritu en el
mundo, o un espíritu en el tiempo. Todas estas descripciones tienen en común el destacar el aspecto corpóreo
y espiritual a la vez, como rasgo distintivo del hombre con respecto al resto de los vivientes. García J,
Antropología Filosófica, 5 ed, Madrid, EUNSA, 2010, p.30
23
Cfr. M. Puelles, La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista. RIALP,
Madrid 1994, p.91-99
24
M. Puelles, La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista p.101

14
afirmar, en base a la experiencia moral, que los principios morales no pueden ser intuidos o
captados sin que en nosotros surja algún sentimiento de agrado o desagrado.
Especialmente, cuando en su actuar se ve estrechamente vinculado a conceptos de
finalidad y felicidad.

La experiencia moral ha de mirarse como una cantera en donde el filósofo extrae la ley
moral, de lo contrario se corre el riesgo de que el hombre se invente la ley moral, así
asegura J. Maritain: “el filósofo descubre la ley en la experiencia moral de la humanidad;
la extrae, no la hace; no es un legislador. No anuncia la ley, sino que reflexiona sobre ella y
la explica.”25 Por tanto, la persona que quiere autoafirmarse no debe inventarse de manera
arbitraria los parámetros que son transversales a todos los hombres, sino que debe
reflexionar, entenderlos y llevarlos a practica para alcanzar la plenitud de su ser.

Se ha de tener en cuenta, que, ante la reflexión de la experiencia moral, el cultivador de la


ética no cuestiona cómo se comportan los hombres, sino como deben comportarse, es
decir, sacar de la experiencia los principios que deben regir nuestro actuar de manera
objetiva y realista, las explica por razones o causa últimas, teniendo interés para la praxis
humana. Podríamos decir, que, en cuestión a sus funciones, la ética como teoría de la
experiencia moral se reduce a esclarecer, justificar y sistematizar. Ahora bien, ¿Cuáles son
esos principios o conceptos extraídos de la experiencia moral y que ayudan a la
autodeterminación del yo?

El primero de esos conceptos es la noción de moralidad. Frases como eres un inmoral, no


tienes moral, o donde está tu ética; son muy comunes para desaprobar algún acto que se
considera malo, de ahí que la gente asocie la moralidad como bondad moral, la bondad de
lo bueno, mientras que la maldad moral, como forma de lo malo, la inmoralidad. En torno
a la idea central de moralidad giran de un modo lógico todas las otras nociones
específicamente éticas siendo las más destacadas las de ley moral, conciencia moral, deber,
derecho, virtudes morales y sanción.

En cuanto a la noción de conciencia, es frecuente entenderla como la voz de la ley moral,


inclusive la Iglesia Católica en sus documentos expresa: “en el interior de su conciencia
descubre el hombre una ley que él no se da a sí mismo, pero a la cual ha de obedecer y
cuya voz clama por la práctica del bien y por la evitación del mal”.26

El derecho, define J. Maritain, es una exigencia que emana de un yo respecto de algo que
le es debido como suyo y que los demás agentes morales están obligados en consciencia a
no frustrar.

Por virtudes morales se entiende como las disposiciones subjetivas que inclinan a la
conducta éticamente recta; y la claridad de este concepto es indudable, como lo es también
la de la idea de los vicios en la acepción moral. Además del carácter de medio entre dos
extremos, in medio virtus. Mientras que la sanción claramente vivida, manifiesta la
25
J. Maritain, Nueve lecciones sobre los conceptos básicos de la filosofía moral, versión digital pdf, p. 48
26
Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la iglesia en el mundo contemporáneo,
n.16 (18.XI.1965).

15
necesidad moral del castigo para la conducta éticamente reprobable y el premio para la
éticamente recta.27

La ley moral requiere un punto aparte, ya que sin duda esto constituye la base del actuar
humano. Santo Tomás, al respecto afirma que los preceptos de la ley natural se basan en el
supremo principio práctico, el cual dictamina que el bien ha de hacerse y procurarse y el
mal ha de evitarse, “fac bonum, vita malum”. Además, este precepto es fundamento de
todos los demás preceptos de la ley natural. 28 Este precepto supremo es vivido por cada
hombre común, y goza de una evidencia inmediata, basta con decir que todos deseamos el
bien para sí mismo, un bien percibido como tal, aunque se trate de un mal bajo la
apariencia de bien.

En cuanto a los principios de la ley moral, no se ha detallo una lista sobre cuantos o cuales
son, pero un acercamiento a ellos, nos lo da Santiago María Ramírez, cuando sostiene que
los primeros principios o preceptos de la ley y del derecho natural están relacionados con
los fines primeros o últimos de nuestra naturaleza, que son fines puros y no pueden ser
medios. Existe por tanto un paralelismo entre los preceptos de la ley moral y el derecho
natural. Por tanto, se ha de mirar en la experiencia moral los tipos de tendencia natural que
el hombre tiene.

Por consiguiente, son tres los tipos fundamentales de preceptos primeros de la ley natural,
en conformidad con los tres tipos fundamentales de inclinaciones naturales humanas. En
función de la tendencia natural que el hombre tiene para conservar su propio ser, hay en la
ley natural unos preceptos primeros que mandan conservar la vida humana y que prohíben
el suicidio; por cuanto el hombre está naturalmente inclinado, como todo animal, a
conservar su especie, son preceptos primeros de la ley natural los concernientes a la
generación y a la educación de los hijos; y respecto de la inclinación natural que
específicamente el hombre tiene – la que le es propia por su naturaleza racional- hacia el
saber y hacia la convivencia con sus congéneres, son preceptos de la ley natural los que
ordenan la evitación de la ignorancia y del daño a sus semejantes.29

En conclusión, la persona para autoafirmarse ha de seguir en su actuar lo establecido en los


principios primeros de la ley natural, ya que esta presenta una continuidad con la moral
espontánea de todos los hombres, y fijarlos como la base de su actuar, ya que aunque están
inscritos en la conciencia de cada hombre bajo el supremo precepto de hacer el bien y
evitar el mal, también es posible que en sus manifestaciones próximas al actuar humano
estas pueden borrarse del corazón de hombre bajo efectos de malas persuasiones o de
malas costumbres y hábitos corrompidos, que oscurecen la conciencia hasta el punto de
invertir la relación que el hombre tiene hacia la bondad. 30 Relación muchas veces

27
Cfr. Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid,
RIALP, 1994, p. 116-136.
28
Aquino T., Suma Teológica, I – II, q. 94, a. 2.
29
Cfr. Ramírez S. M., El Derecho de gentes: examen crítico de la filosofía del derecho de gentes desde
Aristóteles hasta Francisco Suárez, Madrid, STUDIUM, 1955, p. 82-86
30
Cfr. Aquino T., Suma Teológica, I-II q. 94, a.6

16
distorsionada en las ideologías bajo la apariencia de libertad absoluta, capaz de dominar y
modificar la propia naturaleza humana, donde la bondad se vuelve cada vez más subjetiva,
a tal punto que la maldad moral es camuflada en términos de bondad.

2.3.2. BINOMIO NATURALEZA - LIBERTAD

Si fe y razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la
contemplación de la verdad,31 de igual modo la naturaleza y la libertad humana son como
los dos pies con las cuales el espíritu humano se ha de encaminar hacia la perfección de su
ser. Lo cual se quiere enmarcar que ambos son requisitos diferenciados y complementarios
entre sí ante la posibilidad de una conducta ética admisible. De esta manera, nos
posicionamos ante una antropología realista, en la que se afirma que en primer lugar el
hombre posee una naturaleza, un cierto modo de ser y de operar, que se le es dado, y en
segundo lugar se afirma la realidad efectiva del libre albedrío, capaz de perfeccionar la
naturaleza recibida.

Por tanto, naturaleza y libertad constituyen los dos planos del actuar humano: un plano
ontológico, por el cual se recibe ciertas características biológicas – espirituales
correspondientes a nuestra naturaleza (genus naturae). Y un plano existencial dinámico,
sobre la cual el hombre mediante sus actos ejerce su libertad hacia la perfección de su ser
(genus moris).

NATURALEZA HUMANA

Una de las definiciones clásica sobre ¿qué es el hombre?, resalta lo dicho por Aristóteles:
“el hombre es un animal racional”. Sin duda, esta definición es solo un atisbo, ya que la
naturaleza del hombre es mucha más rica en la realidad, pero lo que se pretende manifestar
es que la naturaleza humana comprende dos grandes realidades, su animalidad y su
racionalidad.32

En torno a la primera, la animalidad expresa la corporeidad humana, en la cual podemos


decir que es una característica compartida con el resto de los seres creados, somos seres de
carne y hueso, y de todo lo que está intrínsecamente relacionado a ello. De ahí se
desprende, por ejemplo, que el hombre presenta: 1. un carácter vegetativo, por la cual es
capaz de realizar las tres funciones básicas: reproducción, nutrición y crecimiento. 2. Un
carácter sensitivo y motriz, como las sensaciones, las pasiones y el movimiento. Ambas
corresponden respectivamente al alma vegetativa y sensitiva del hombre. Lo que implica
que las características biológicas como color de pelo, ojos, piel, tamaño, sexo, contextura
física, los sentidos externos e internos han de ser tomados como regalo, como don dentro
del plano ontológico y, por ende, estos representan el marco en el cual el hombre debe
actuar sin transgredir dicha naturaleza, por el contrario, ha de llevarla a la perfección.

31
Juan Pablo II, Fides et ratio, Madrid, Palabra, 1998, p.7.
32
Cfr. Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid,
RIALP, 1994, p. 179 - 186

17
En cuanto a la racionalidad humana, esta manifiesta el carácter intelectivo, en el cual están
inmerso el conocimiento, la deliberación y la elección, que, junto a la voluntad, la
inteligencia representa una de las dos grandes facultades humanas. Esta dimensión humana
hace que el hombre no sea alguien especializado sino abierto a la trascendencia, a la
verdad, al bien y a la belleza. Por consiguiente, se ha de ejercitar para que la voluntad
guiada por la inteligencia elija siempre el bien verdadero y no solo el aparente. Ambas
hacen posible la realización del deber, tanto la racionalidad como la animalidad, de caso
contrario vivir las virtudes como la fortaleza y la templanza serian un absurdo. De esto
hablaremos en el capítulo tercero.33

Ahora bien, se ha de entender la naturaleza humana como el fundamento sustancial de la


aptitud para la moralidad in genere propia del hombre. De aquí que “el hombre,
considerándolo sólo como hombre, no es ni bueno ni malo moralmente, sino un ser abierto
en principio de ambos modos de ser; pero la bondad y la maldad propias del hombre,
considerando solo como hombre, son la bondad y la maldad morales.”34 Y esto debido, a
que la especifica naturaleza humana se sitúa en el plano ontológico más fundamental y
radical, mientras que la bondad y la maldad moral se sitúan en el nivel ontológico de
accidente, en un sentido predicamental. De ello, se ha de afirmar que la naturaleza es el
fundamento radical del bien y mal moral, mas no su soporte inmediato, ya que esta se
sustenta en los actos humanos libres, actus homini, que son accidentes predicamentales. De
este modo “el genus moris es irreductible al genus naturae, pero supone en el hombre la
realidad de una naturaleza propia de éste y que en él se conjuga con la libertad que
igualmente le es propia”.35

Los actos humanos han de asegurar la continuidad de la naturaleza humana


perfeccionándola en tanto que hombres, para ser considerados moralmente buenos. De ahí
la necesidad de afirmar una naturaleza intrínseca y radical en el ser humano, como
condición de la posibilidad de la conducta moralmente calificable, ya que no puede haber
unos actos sobreañadidos si no hay algo que los sustente. Entre sus posibilidades el hombre
no sólo puede asegurar dicha continuidad, sino que también puede optar por actuar
transgrediéndola, a tal punto que el hombre, dice Albert Camus, es la única criatura que se
niega a ser lo que ella es Esta posibilidad de negación es debido a nuestra naturaleza, a que
posee la capacidad de libre albedrío. Tenemos una naturaleza libre, que se complementan y
no se contraponen como muchos pensadores han aseverado de ellas.

Por tanto, en torno a la cuestión, se ha de decir que la naturaleza humana consideraba de


manera realista es la condición remota para la autoafirmación del yo, mientras que la
libertad como veremos a continuación es la condición próxima, debido a los actos
realizados por ella y fundados en aquella.

LIBERTAD HUMANA
33
Cfr. Aristóteles, Sobre el alma, II, 1, 412 a. 15-28
34
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP,
1994, p. 187
35
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, p. 172

18
La libertad humana, como ya se ha dicho difiere de la naturaleza y es complementaria a
esta, además de ser un accidente predicamental. Se trata de un accidente predicamental
porque la libertad está instalada en la potencia volitiva, es decir, consiste en cierta
propiedad de la voluntad humana, cabe aclarar que aquí se trata de la libertad de libre
albedrío. Por ello, es necesario por tanto aclarar los sentidos que el término libertad
presenta, según M. Puelles, son tres los significados cardinales del término: libertad
trascendental, libertad de opción o libre albedrío y libertad moral. A continuación, se
definirá brevemente cada una de ellas36:

La libertad trascendental, es la constitutiva apertura de nuestro ser en general y en cuanto


ser, es decir, el hombre no es un ser especializado, como lo son los animales y las plantas,
por el contrario, tienen apertura a la trascendencia, llamados a la verdad y a la bondad. Por
consiguiente, es capaz de trazarse sus propios fines, objetivos y metas debido a la
indeterminación en su actuar y a su naturaleza inacabada. Esto es sin duda una auténtica
libertad, ya que el horizonte humano se amplía debido a que el logos humano no conoce
fronteras en su objeto. Siguiendo el pensamiento tomista, el hombre con ello tiene la
capacidad de abrirse cognoscitivamente a cualquier ser y volitivamente a cualquier bien,
incluyendo en ello la posibilidad de rechazarlos.

La libertad de opción es la capacidad de elegir entre dos bienes percibidos como buenos, el
mejor. En el orden de la moralidad deja abierta en principio las dos posibilidades, ya que
siempre cabe elegir el bien y el mal moral. Estos dos primeros sentidos de libertad, son
libertades innatas, en el sentido que es natural a todos los hombres, con ellas nacemos y no
es posible no poseerlas, ya que por naturaleza nos compete de manera intrínseca.

En cambio, la libertad moral, no es condición de posibilidad, sino a la inversa, es un efecto


de la conducta cuando se actúa eligiendo la bondad moral de manera habitual, llegando a la
virtud y no solo de manera ocasional. Por ello, a diferencia de las otras dos, esta es
adquirida, tema que se abordará más adelante.

Por tanto, cuando se mencionó arriba que la libertad es condición próxima se hacía
referencia a los dos primeros sentidos la libertad trascendental y de libre albedrío.

2.3.3. ADECUACIÓN DE LAS CONDICIONES AL ACTUAR HUMANO

Lo explicado antes se ha dado en el ámbito de lo teórico, el cual es conveniente


comprender, sin embargo, en la autoafirmación de nuestro ser, estas condiciones se han de
verter sobre condiciones necesarias inmersas en nuestro actuar. Se refiere a la realidad
natural sobre “el amor de cada hombre a sí mismo, y la tendencia humana a la felicidad en
tanto que esta tendencia se identifica realmente con la natural ordenación de nuestra
potencia volitiva al bien en tanto que bien”. 37 No se puede imaginar un hombre que en su
actuar busque el desprecio de sí mismo, o peor aún que en su actuar busque su infelicidad,
36
M. Puelles, La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista. RIALP, Madrid
1994, p. 198-202

19
solo cabe pensar esto bajo los efectos de alguna sustancia externa o de algún problema
psiquiátrico.

Hemos de entender el amor a sí mismo, por una parte, como “el radical aprecio positivo de
sí mismo, existente en cada uno de nosotros (sean cualesquiera las imperfecciones que en
nuestro ser advirtamos), y, de otra parte, el natural (no deliberado o elegido) querer para sí
mismo el bien.”38 En el primer punto, la imposibilidad de que el hombre se desprecie de
algún modo a sí mismo de manera radical manifiesta una autoestimación de su propio ser
personal. Esto no se ha de entender como una forma de egoísmo, sino que debe llevar a un
auténtico amor de benevolencia, donde el amor y el bien se relacionan de manera
intrínseca. y es esto lo que se manifiesta en el segundo punto.

Este amor, sin duda, implica considerarse a sí mismo como un bien infinito, pero no en el
sentido de los bienes que el mismo quiere poseer, sino que el yo humano es un bien auto
destinatario de otros bienes, lo cual implica necesariamente que él mismo sea amado por él
mismo, y quiera lo bueno para sí mismo, generando así un amor de benevolencia de quien
merece un aprecio positivo. Ya Aristóteles, habla que amar es querer para alguien lo que
juzgamos bueno. El amor y querer para si el bien lleva al hombre a la auto benevolencia.

Esta relación entre el bien y el amor a sí mismo es muy bien explicada por Santo Tomás,
cuando afirma: “De un modo natural apetece el bien todo ser, y no cabe apetecerlo para sí
nada más que en tanto que bien. Amar a alguien es querer el bien para él. De ahí la
necesidad esencial de amarse y la imposibilidad de un esencial odiarse” 39. Por tanto, el
amor a sí mismo, en la cual el hombre se considera un bien, se genera un juicio valorativo
positivo de sí, no es simplemente una cuestión moral o psicológica, sino formalmente
ontológica en el más pleno sentido. Y con ello expresada en la más honda raíz del amor de
benevolencia hacia sí mismo está la unidad del yo.

Y con ello está la razón por virtud de la cual el amor de benevolencia hacia sí mismo se
comporta como forma y raíz del amor de benevolencia hacia otro, de lo cual, en suma, se
desprende que es la unidad intrínseca del yo el fundamento ontológico de la benevolencia
hacia sí mismo y de la dirigida a los demás. Aunque no basta con solo poseer la capacidad
de amar, sino que es requerida su ejercicio, que implica el conocimiento a un bien ya sea
real o aparente. 40 La inclinación natural de amor a sí mismo, siempre está dotada de una
natural tendencia de ser feliz. “Es ésta una inclinación inseparable de la constitutiva
orientación de la voluntad hacia el bien irrestricto, pues la felicidad no es otra cosa que el
estado en el que se encuentra quien posee el bien perfecto.”41 Es decir, el ejercicio de la
voluntad no puede darse sin el influjo implícito de esta tendencia al bien en cuanto bien, ya

37
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP,
1994, p. 227
38
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista. p. 241
39
Santo Tomás, Suma Teológica, I II, q. 29, a.4
40
Cfr. Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid,
RIALP, 1994, p. 248-249
41
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, p. 263

20
que la posesión del bien por parte de esta desemboca en un estado de felicidad. Por tanto,
en el actuar humano se ha de tener en cuenta los bienes y los fines.

El placer es otro punto que se ha de tener en cuenta, ya que la posesión de ciertos bienes
genera en el hombre el sentimiento de placer, a tal punto que puede darse el caso, de que el
placer se convierta en un principio de actuación, y que el hombre oriente su actuar al
hedonismo. Por eso es cada vez más común, ver jóvenes que realizan solo las actividades
que le producen cierta satisfacción, cierto agrado o placer, dejando de lado actividades
buenas en sí, porque conllevan cierto esfuerzo y sacrificio. En ellos, se llega a confundir el
bien con el placer y colocan el placer como fin superior y fundamento de la vida.

Es natural, que el hombre tienda hacia el placer, y es de cierta medida junto con el amor a
sí mismo y el deseo de felicidad principios que condicionan la elección en el momento de
actuar. Ya Aristóteles, afirmaba la posibilidad de la elección no motivada por ningún
placer, es decir, el hombre debe actuar eligiendo el bien en cuanto tal, la bondad que en sí
mismo posee lo elegido, y no movido por el placer que este produzca, aunque pueda
derivarse de este. De ahí la importancia de saber diferenciar entre el bonum honestum y el
bonum delectible, en donde el primero designa la bondad que merece estimación en sí y
por sí, independientemente de la utilidad o el placer que pueda proporcionarnos.

Se ha de tener en cuenta, que todo lo honesto es deleitable de alguna u otra manera, sin
embrago no todo lo deleitable es honesto, por ende, al placer no cabe atribuirle la calidad
que es propio de lo honorable, de ahí la necesidad de distinguir ambas nociones. 42 Se debe
llegar a lo que Aristóteles afirmaba que no es noble quien no se goza en las acciones
honestas, y ello es tanto como decir “el complacerse en la honestidad de las acciones es, ya
antes de realizarlas, el sello y la garantía de la nobleza moral de quien las pone por obra”43

Por tanto, no cabe querer cumplir el deber si el llevarlo a la práctica no es objeto de una
previa complacencia. Todo querer implica un cierto complacerse en lo querido. Así, pues,
es esa previa complacencia una condición necesaria, aunque no suficiente, de que el deber
se cumpla. Que junto a la tendencia de felicidad y amor de sí mismo, se convierten en las
condiciones de posibilidad en la praxis humana, que manifiestan la naturaleza humana
conjugada en la libertad y encaminada a la autoafirmación de nuestro ser.

42
Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, I II, q. 145, a.3
43
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP,
1994, p. 274

21
CAPÍTULO III

LA AUTOAFIRMACIÓN DEL “YO”

3.1. AUTO-RELACIÓN DEL YO

Como se ha mencionado anteriormente, el hombre para autodeterminarse, autorrealizarse


posee unas condiciones necesarias y no suficientes, en últimos términos, hay ciertas
condiciones que permiten la autoafirmación del yo humano. Esta autoafirmación implica
que el yo entre en relación consigo mismo de una manera práctica, una auto referencia o
auto relación. Ante esto, M. Puelles afirma: “Para que el yo se auto relacione en una forma
stricto sensu merecedora de llamarse práctica se requiere, ante todo, que el yo se viva a sí
mismo en calidad de agente de alguna libre determinación de su ser.” 44 Esta afirmación
lleva consigo dos puntos de mucha importancia para el entendimiento de la autoafirmación
de nuestro ser, las cuales son: la conciencia y la libertad.

Que el yo se viva a sí mismo en calidad de agente, llama a que el hombre sea consciente de
sus actos, sea el agente responsable de sus palabras, actos y omisiones. Además, las
manifestaciones de la libertad siempre son ejercidas con plena conciencia de ello, de lo
contrario no podríamos hablar de actos libres. Decir que el yo entra en relación consigo
mismo, es decir que su conciencia, es de una manera u otra conciencia de autodeterminarse
libremente. Esto unido a la noción de libertad entendida bajo conceptos de libertad
trascendental y libre albedrío y no como de uno modo de comportarse que no se encuentra
forzado por algo extrínseco a él.

El yo humano entra en relación con su yo ontológico, es decir, entre su libertad y su


naturaleza, pero entrar en relación se ha de entender como algo añadido a lo que ya
poseemos, porque como ya se ha mencionado, la libertad y naturaleza ya están en relación,
debido a que la libertad humana nunca es independiente de la naturaleza humana, y esta es
fundamento de la otra, poseemos, por tanto, una naturaleza libre. En este sentido, entrar en
relación significaría que el ejercicio de dicha libertad entre en relación con la naturaleza
del yo. Ya que no es lo mismo poseer la libertad de manera natural y su respectivo
ejercicio, así como no es lo mismo tener la capacidad de razonar y el acto de razonar.

Como el modo de ejercer la libertad no se da de manera unívoca y necesaria, por la


singular naturaleza que el hombre posee, “el yo humano puede relacionarse con ella
activamente de dos modos bien distintos entre sí: uno positivo o concordante y el otro
negativo o discordante. En el segundo caso el ejercicio de la libertad consiste en un
oponerse a la naturaleza del yo humano.”45

44
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP,
1994, p.22
45
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, p.24

22
Claro está, que la autoafirmación del yo correspondería a la forma de relacionarse
positivamente o concordante con su naturaleza, se trataría de una conveniencia, que, en el
sentido ontológico, es una conformidad entre el ejercicio del libre albedrío y la
correspondiente naturaleza humana y de todo lo que les es específicamente propio del yo,
llegando a asumir un comportamiento moralmente recto. En efecto, en esto consiste un
primer matiz sobre la autoafirmación del yo, el cual implica que el yo entre en relación
consigo mismo de manera positiva, y poseerse como don, de manera que establezca una
armonía entre su libertad y naturaleza.

2.4. FORMAS DE POSEER NUESTRO SER

Podemos entender de una manera que autoafirmar nuestro ser implica que el hombre
alcance la posesión de su ser, que en términos comunes sería dominarnos, pero aquí
hablamos de algo más radical, de la forma de auto poseernos, más allá de un simple control
del carácter. Por eso es necesario y de provecho ahondar en las tres formas posibles de
tener nuestro propio ser: la meramente natural, la teórica o especulativa y la práctica.46

La forma meramente natural en que poseemos nuestro ser es la que estriba en tenerlo tal
cual tienen el suyo los seres donde no existe la aptitud para la conciencia. Es decir,
poseemos el ser, de la misma manera que los otros seres creados lo tienen, gracias a
nuestro ser personal existimos, tenemos una dignidad y somos considerados personas.
Aquí nuestro ser no es más que un acto, una perfección dada. Ahora bien, tener de un
modo meramente natural el propio ser no quiere decir lo mismo no poder tenerlo de otro
modo.

La segunda forma de posesión abre la posibilidad de las actividades de carácter


cognoscitivo y volitivo. Es decir, podemos llegar a conocer nuestro propio ser, lo que ama
y lo que piensa, aunque para ello se debe ejercer la actividad de la conciencia. Es mediante
la conciencia en que podemos conocernos a nosotros mismos, por eso se trata de una
posesión teórica o especulativa. Mediante la conciencia el yo humano se hace auto presente
y de este modo se posee así mismo: asume su propio ser, se lo hace suyo, por cuanto entra
en posesión de él según la forma del darse cuenta de sí. El hombre es capaz de mirar hacia
su intimidad. Esta forma de posesión es una autoposesión formal y propia, y sin duda, es
un modo más alto, más humano, que la forma simplemente natural de tener nuestro ser.
Característica que nos hace singulares al resto de los seres creados, el ser conscientes de
los otros y de nuestro propio ser.

Sin embargo, en el mero darnos cuenta, no se ejerce la libertad de albedrío, ya que


solamente la posesión se da de manera cognoscitiva. En ella, la conciencia trabaja a modo
de espejo, cuyo cometido se limita a representar o reflejar algo ya dado, sin elegirlo ni
configurarlo en modo alguno.

46
Cfr. Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid,
RIAL, 1994, p.29 -34

23
Para poseernos de un modo más perfecto y pleno, debemos ser dueños de nuestra propia
conducta, en la cual los actos sean realizados de manera consciente y libre. Mediante ello
afirmamos, confirmamos y corroboramos nuestro ser, es decir, el hombre debe mirar hacia
la autoposesión práctica. Por tanto, la forma en que poseemos nuestro ser es de índole
práctica si este queda afirmado libremente en nuestra propia conducta. Para ello no basta el
uso de la libertad del albedrio; se requiere, asimismo, la conformidad o conveniencia de lo
que libremente realizamos con lo que ya específicamente somos, lo que en el punto
anterior se explicitaba bajo la forma la auto relación del yo. De caso contrario, en vez de
añadirnos una nueva autoposesión, estaríamos constituyéndonos de algún modo una auto
desposesión de nuestro ser.

Por consiguiente, la libre afirmación de nuestro ser y la autoposesión práctica de este son
cabalmente lo mismo. Esto va mucho más del simple aceptarme a mí mismo con mis
propios defectos, bajo una mirada de resignación o de angustia, sino que conociéndonos se
abra la posibilidad de corregirlos y de encaminarse a entrar en relación positiva con nuestro
yo radical, mediante las acciones deliberadas y consciente, concordes a él. De ahí que, para
M. Puelles, en una ética realista, la moralidad consistiría en la concordancia o
disconveniencias con la naturaleza humana.

2.5. EL HOMBRE NACE Y SE HACE

En torno a la autoafirmación de nuestro ser como autoposesión práctica, surge una cuestión
muy controversial, muchas veces formulada bajo la interrogante ¿el hombre nace o se
hace?, defender uno de los extremos resulta erróneo, ya que la pregunta está mal planteada,
la conjunción “o” sugiere cierto grado de oposición, y lo cierto es que el hombre nace y se
hace, vale decir, que el hombre le es dado un ser especifico y a la vez en virtud de su
propio ser es un constante hacerse.47 Entra aquí de nuevo a tallar, la idea de naturaleza en
relación a la de libertad. Por eso, se ha de dejar explicitado que se nace con una naturaleza,
expresada en términos de sexo, facultades espirituales, razón, voluntad, libertad,
temperamento, tendencias bien marcadas para nuestra supervivencia y desarrollo pleno.
Pero poseerlas no implica para nada la idea de alguien acabado, especializado a modo de
los animales, sino lo contrario, es debido a esta naturaleza inacabada que se nos da de
manera innata, es que surge la necesidad de que el hombre se haga, se desarrolle, de un
cierto modo.

Este hacerse del hombre no es absoluto, sino que es limitado al plano dinámico del
hombre, al plano de la libertad, por tanto, su libertad debe afirmar lo que ya somos en
nuestra naturaleza, ya somos hombres, personas dignas y merecedoras de respeto de forma
natural, lo que debemos hacer con nuestra libertad es actuar cada vez más humanos, porque
en el plano existencial cabe la posibilidad que el hombre actúa con cierta bestialidad,
disconforme con su ser personal. Por consiguiente, si quisiéramos completar la idea,

47
Cfr. Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid,
RIALP, 1994, p. 34

24
podríamos decir, la persona nace hombre en su ser personal y se hace cada vez más
humano en su actuar.

Por ello, decir que el hombre nace y se hace no es para nada contradictorio, ya que se está
refiriendo a dos planos distintos en donde se conjuga de manera perfecta la naturaleza y la
libertad humana. Además, afirmar que el hombre naciese hecho por completo, sin que nada
le quedase por hacer para llegar a serlo plenamente, sería tratarlo como un animal o planta
en donde ya no hay mas que hacer que seguir su ciclo vital y los fines de la especie. Por
otra parte, afirmar que el hombre se hace así mismo de modo absoluto, sería negar no solo
su esencia, sino todo presupuesto que este tiene para realizarse, seriamos como materia
indeterminada. 48

Como ha se ha dicho, el hombre se hace mediante sus actos, actos que permiten la
autoposesión práctica, cabe mencionar ahora que la libre afirmación de nuestro ser no es
privilegio de un acto que se realice de una vez por todas, ni tampoco de un solo tipo de
acciones con un único contenido específicamente prefijado. “Afirmamos libremente
nuestro ser de muy diversas maneras, a las cuales solo cabe atribuirles como nota que a
todas ellas es común la peculiar rectitud que se califica de moral.” 49 Por eso, no se pretende
decir de manera concreta estos son los actos que nos afirman, porque cada acto humano
responde a los intereses y proyectos individuales de cada persona, pero si se pretende dar
un matiz general de ciertas consideraciones que deben tener los actos humanos.

2.6. CONDICIÓN NECESARIA Y SUFICIENTE: EL ACTO HUMANO

La condición necesaria y suficiente para la autoafirmación del yo, es el acto humano, ya


que en él se encuentra conjugado todos los elementos antes mencionados: experiencia
moral, naturaleza, libertad, felicidad, placer, amor así mismo y felicidad. De ahí la
importancia de desarrollar de manera general algunas características de dichos actos.

Ahora bien, Karol Wojtyla en su obra “Persona y acción” resalta dicha importancia y
afirma que la acción humana50 es actuación deliberada del hombre, esto es, no se trata de
cualquier tipo de acto, sino de aquel que tiene una intención y es premeditada. El hecho de
que la acción tenga intencionalidad manifiesta la realidad volitiva del sujeto, su acto busca
algo, tiene una finalidad, un objetivo y un propósito. De tal manera que se puede identificar
el actus humanus como un actus voluntarius, a la vez que esto constituye un factor
decisivo en la esencia de la acción. Además, el acto humano es premeditado, lo cual
quiere decir que la razón, la inteligencia es inmersa en este dinamismo, el cual es y debe
ser así, en coherencia con su naturaleza. De la misma manera que el de la voluntad,
podemos identificar el actus humanus como un actus rationalis.

48
Cfr. Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid,
RIALP, 1994, p. 36
49
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, p.39
50
Cfr. Wojtyla K, Persona y acción, Madrid, Palabra 1983 p. 50-55

25
Además, como ya se ha venido aclarando, el actuar humano, ha de ser estudiado dentro de
una antropología realista, en la que el actuar humano ha de seguir siempre el ser del
hombre. De tal manera, la voluntad y la inteligencia, abiertas a la infinitud y la
trascendencia, han de buscar el bien verdadero que entre en armonía con la naturaleza del
hombre. Por ello, es absurdo, aceptar y tomar como actos libres acciones como las que
plantea la ideología de género, que atenta contra la constitución fisiológica y psicológica
de nuestro ser, o con los actos abortivos que transgrede de manera más radical al querer
eliminar el ser de una persona. Y de la misma manera todos los actos inmorales no deben
ser asentidos, no porque constituyan materia de pecado, aunque lo son, sino primariamente
porque va en contra de la dignidad de la misma persona y nos aleja de la perfección que
nuestro ser reclama naturalmente.

Un aspecto resaltante en la relación dinámica del hombre es su actuar consciente. El acto


humano es a la vez un acto consciente. Karol hace referencia de dos aspectos
cognoscitivamente diferentes pero que en la persona se relacionan mutuamente. Estos son
la actuación consciente y la conciencia de actuar. La conciencia de actuar es el
conocimiento que se tiene de dicho acto, por ejemplo, yo tengo conocimiento de que estoy
caminando, o sé que estoy bailando. Mientras que la actuación consciente se refiere a la
misma acción que procede del conocimiento y que es asentida por la voluntad, es decir, yo
camino porque quiero relajarme o bailo porque me gusta. Ahora bien, esto no pueden estar
separadas, ya que “el hombre no solo actúa conscientemente, sino que también tiene
conciencia de que está actuando, e incluso de que está actuando conscientemente.”51

Esta realidad, hoy en día, está un tanto distorsionada, en cuanto que aparentemente quieren
separarla, por eso cada vez parece más común una defensa como: yo sabía que lo estaba
haciendo, pero no quise hacerlo, en ella se pretende afirmar que el tener conocimiento de
dicho acto no tiene nada que ver con el asentimiento del mismo. Y lo cierto, es que, si
tenemos conocimiento de algo, de manera consecuencial, estamos obligados naturalmente
a elegir entre quererlo o rechazarlo, es decir, a actuar conscientemente. Y de ahí también
surge el hecho de responsabilidad, de la cual hoy se quiere pretender escapar.

Todo esto manifiesta que la conciencia acompaña y refleja la acción durante el tiempo en
que se está realizando e incluso después de la acción ejecutada sigue reflejándola. Su
presencia hace actuar como persona y experimentar la actuación como acción. La
conciencia es el reflejo o más bien reproducción como en un espejo de lo que ocurre en el
hombre y de su actuar. En ella se contiene todo el hombre y el mundo accesible a este
hombre concreto, de ahí que la conciencia tiene función cognoscitiva, en cuanto que es
conocimiento de lo que ha sido constituido y comprendido. Por tanto, nos referimos aquí a
la conciencia reflexiva.

Además, la conciencia del hombre no solo refleja, sino que también interioriza a su propia
manera lo que refleja, incluyéndolo y captándolo en el yo de la persona. De esto, por tanto,
hemos de afirmar que la conciencia no existe en cuanto sujeto, ni como facultad, sino
51
Cfr. Wojtyla K, Persona y acción, Madrid, Palabra 1983 p. 50-55

26
como un aspecto del actuar del hombre en el que se refleja nuestros actos y nuestro yo
personal.

De lo anterior, se ha de afirmar que la conciencia tiene apertura a la realidad mediante el


conocimiento, la inteligencia que objetiva dicha realidad. De manera análoga, la conciencia
tiene apertura al yo por el autoconocimiento. Por tanto, la conciencia se encuentra
condicionada por la potencialidad cognoscitiva del hombre y los distintos grados de
conocimientos determinan los distintos niveles de conciencia. El autoconocimiento es la
capacidad de conocerse así mismo, donde el yo es el objeto y al mismo tiempo es
objetivamente conocida por sí, en otros términos, el yo es el sujeto que conoce y a la vez el
objeto conocido. Cabe mencionar, que dicho autoconocimiento no es general, universal, al
modo en que se podría conocer la realidad de las esencias árbol, país, etc. Sino que es un
conocimiento particular, ya que se conoce a un yo concreto y todo lo que está relacionado
con ese yo particular. El hombre es consciente de su actuar y sabe también que está
actuando conscientemente precisamente porque el autoconocimiento objetiva el ego y se
convierte en contenido de la conciencia. Por ende, es el autoconocimiento quien contribuye
a la formación de la autoconciencia.

Por tanto, el famoso adagio “conócete a ti mismo” 52 toma una mayor fuerza exhortativa. Es
necesario que la sociedad de hoy pierda ese miedo a auto conocerse, a interiorizar su
propio yo inmerso en sus emociones, pensamientos, tendencias para que pueda formar su
voluntad y optar por lo que es verdaderamente bueno, así como es necesario interiorizar
toda su experiencia, sus actos, las consecuencias de sus actos y los factores relacionados
con ello, de tal manera el hombre abrirá los ojos sobre lo que es bueno concorde a su
naturaleza y dejará de estar tan distraído con el show adormecedor de las ideologías que la
sociedad actual le presenta.

Hemos llegado, por tanto, con todo lo dicho a una definición formal sobre “la libre
afirmación de nuestro ser, esta es la autorreferencia práctica (realización de actos mediante
el libre albedrio) y positiva (conveniencia, conformidad con la naturaleza del yo
ontológico) del yo humano, justamente en tanto que humano. Y, por ende, también se
puede decir que la autorreferencia práctica y negativa del yo humano justamente en tanto
que humano es la propia de la conducta moralmente incorrecta, es decir, la de la libre
negación de nuestro ser”53.

2.7. PAUTAS FINALES

Finalmente, para orientar los actos humanos hacia la autoafirmación de nuestro ser, es
menester ahora, tener en cuenta lo manifestado por Mounier en su obra “Revolución
personalista”, el cual puede ser de mucha ayuda para tener algunas directrices y actuar
éticamente correcto: “Los tres ejercicios esenciales para llegar a la formación de la persona
52
El aforismo griego "Conócete a ti mismo" en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, según el
periegético Pausanias. Y muchas veces atribuido a Sócrates.
53
Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética realista, Madrid, RIALP,
1994, p. 41

27
son, pues la meditación, para la búsqueda de mi vocación, el empeño, la adhesión a una
obra que es reconocimiento de la propia encarnación; la renuncia a sí mismos, que es
iniciación al don de sí y a la vida en otros. Si la persona falta a uno de estos ejercicios
esenciales, está condenada al fracaso”54

El hombre ha de encontrar su vocación, que en palabras de Mounier se da cuando el


hombre ha encontrado el sentido de su vida, cuando sabe para que vive, y se plantea todo
un proyecto de vida en torno a lo que le construye como persona, esto sería en cierto modo
autoafirmarse hacia el bien y la verdad. Que el hombre posea un sentido para su existencia
es de vital importancia, ya que todas sus acciones estarán encaminadas a ese proyecto que
lo autorrealice. Esto, en una ética realista, es lo que se denomina opción fundamental, la
cual constituye fin primordial en la cual los otros fines están orientados.

Otro aspecto es el empeño que el hombre debe tener por encarnarse, unificando todas las
dimensiones de su ser, en su actuar, satisfaciendo sus necesidades tanto materiales como
espirituales. Ha de vivir, en base a la tetralogía planteada por Enrique Rojas, el cual
implica encontrarse a sí mismo, vivir de amor, trabajo con sentido y poseer cultura como
apoyo. En otras palabras, el empeño por encarnarse conlleva a que el hombre será un ser
comprometido y con perspectivas ante el futuro y, por ende, el hombre actual debe volver
al hombre espiritual, capaz de descubrir todo lo bello, noble y grande que hay en el mundo
y procurar luchar por alcanzarlo.

Debe además ser un hombre capaz de intimar con los suyos mediante el diálogo, capaz de
renunciar a sí mismo, dominarse y poseerse, para así abrirse a la donación, ya que solo
podemos entregar o regalar aquello de lo que somos dueños, es decir dueños de nuestros
propios actos, como una consecuencia de la libertad personal. 55 Entre los bienes mas
grandes que este debe defender es su vida y la de los demás, así como la integridad y
beneficio de la misma.

Finalmente, así como afirma Mounier que si la persona falta a uno de estos ejercicios
esenciales, está condenada al fracaso, de esa misma manera se ha afirmar que no actuar
teniendo en cuenta las condiciones de posibilidad del yo, la persona está condenada a la
despersonalización que ofrecen las ideologías de manera camuflada, más por el contrario,
actuar concorde a ellos, abrirá el camino hacia la personalización, hacia la autoafirmación
libre de nuestro ser, que perfecciona y lleva a plenitud nuestro ser personal, adquiriendo de
este modo una mayor dignidad moral.

CONCLUSIONES

54
Reale G. y Antíseri D., Historia de la filosofía Tomo 6, Bogotá, SAN PABLO, 2012, p.632
55
García J, Antropología Filosófica, 5 ed, Madrid, EUNSA, 2010, p. 148.

28
- La ideología, desde una perspectiva personal y social, es todo sistema de opiniones y
creencias fundado en un orden de valores subyacentes, más o menos conscientes,
encaminado a encauzar las aptitudes y comportamientos de los miembros de un grupo
social, clase o sociedad dados.
- Dichas ideologías buscan encauzar la praxis social, mediante comportamientos
prefigurados, un lenguaje emocional y persuasivo, verdades relativas bajo la
apariencia de absolutas, además de pretender ofrecer una libertad absoluta, y
hedonista. Características, que llevan a la despersonalización del hombre, en términos
de materialismo, permisivismo, relativismo y hedonismo.
- Para que el hombre supere esta corriente ideológica, debe seguir una perspectiva
realista, donde su yo ontológico posee ciertas condiciones necesarias para su
desarrollo, las cuales son la experiencia moral, la naturaleza y libertad humana, las
cuales se manifiestan en ese deseo natural de amor a sí mismo, y la tendencia al placer
y la felicidad.
- La experiencia moral, es la fuente donde el hombre extrae las nociones más
fundamentales que intervienen en su actuar y le encontrarse como un “espíritu
encarnado”
- La naturaleza humana, incluye tanto la animalidad y la racionalidad, aspectos que
manifiestan las dimensiones corporales y espirituales del hombre, muy necesarias para
el desarrollo pleno e integral de la persona. Una naturaleza que no es acabada, ni
especializaba, sino abierta a la infinitud, esto es una naturaleza libre.
- La libertad humana, referida aquí a la trascendental y la del libre albedrío, permite la
realización del hombre en cuanto es capaz de abrirse al bien y a la verdad y de ir
configurándose con sus actos hacia la plenitud de su ser.
- La correcta relación entre naturaleza y libertad conlleva a afirmar que la persona nace
hombre en su ser y se hace más humano mediante sus actos.
- La libre afirmación de nuestro ser es la autorreferencia práctica (realización de actos
mediante el libre albedrio) y positiva (conveniencia, conformidad con la naturaleza del
yo ontológico) del yo humano, justamente en tanto que humano.
- Se ha de tener como directrices para alcanzar dicha autoafirmación la meditación para
la búsqueda de la vocación, el empeño de la propia encarnación y la renuncia a sí
mismos. Tareas que nos alejaran de caer en las tendencias ideológicas de la sociedad
actual.

29
BIBLIOGRAFÍA

- Alvira T. y otros, Metafísica, Pamplona, EUNSA, 2001, p.234.

- Aquino T., Suma Teológica, I – II.

- Aristóteles, Sobre el alma. Versión digital pdf.

- Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la iglesia en el

mundo contemporáneo, (18.XI.1965).

- Faye J., El siglo de las ideologías, Barcelona, Serbal, 1998.

- García J, Antropología Filosófica, 5 ed, Madrid, EUNSA, 2010.

- Illanes J. L., «Ideología», en Gran enciclopedia Rialp 12 (1975).

- J. Maritain, Nueve lecciones sobre los conceptos básicos de la filosofía moral,

versión digital pdf

- Jaspers K., La situación espiritual de la época, 13 ed, Berlin 1979.

- Juan Pablo II, Fides et ratio, Madrid, Palabra, 1998.

- Mannheim K., Ideología y utopía, México, Fondo de cultura económica, 1993.

- Muro E. y Nubiola J., Ideología. versión digital pdf.

- Puelles M., La libre Afirmación de nuestro ser. Una fundamentación de la ética

realista, Madrid, RIALP, 1994.

- Ramírez S. M., El Derecho de gentes: examen crítico de la filosofía del derecho de

gentes desde Aristóteles hasta Francisco Suárez, Madrid, STUDIUM, 1955.

- Reale G. y Antíseri D., Historia de la filosofía Tomo 6, Bogotá, SAN PABLO,

2012.

- Rojas E., El hombre light. Una vida sin valores, Buenos Aires, Editorial Planeta

Argentina, 2000.

- Wojtyla K., Persona y acción, Madrid, Palabra 1982.

30

También podría gustarte