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Admitir que por vía del art. 241 de la LCT, un contrato de trabajo puede ser
resuelto por el "silencio", constituiría una franca contradicción con lo
dispuesto por la misma ley en el art. 58, en el sentido que no se admiten
presunciones en contra del trabajador que conduzcan a sostener la renuncia
al empleo o cualquier otro derecho.
La escritura pública solo puede ser hecha por escribano público, pasada en
el libro de registros numerado, rubricado o sellado y que requiere de
protocolización, en los términos previstos por los arts. 997 y ss. del Cód.
Civil. Dicho instrumento no puede ser reemplazado por acuerdo escrito en
forma privada, aún con la firma de los otorgantes certificada por escribano.
La ley no ha previsto el caso que las partes decidan una fecha diferente,
sea anterior o posterior al otorgamiento del acto.
Ello significa que las partes quedan liberadas, a partir de dicho acto, de
todas las obligaciones propias de la ejecución del contrato, siendo las más
elementales, la de prestar servicios a cargo del trabajador, la de dar
ocupación y remunerar a cargo del empleador.
Este tipo de recurso contra natura al art. 241 de la LCT para instrumentar
despidos o renuncias negociadas, ha derivado en situaciones conflictivas y
un conjunto de soluciones jurisprudenciales. Estas soluciones van perfilando
una doctrina judicial que tiende, por un lado a reencauzar la elaboración de
este tipo de acuerdos y, por el otro, a llenar un vacío normativo.
Esta doctrina de la C.S.J.N. fue seguida solo en parte por la C.N.A.Tr. Así,
en "Zurita, Antonio Y. c/ Grafa Grandes Fábricas Argentinas S.A." [11], la
Sala III resolvió que "El importe percibido en concepto de gratificación e
imputable a cualquier reclamo indemnizatorio fundado en la relación laboral
- según lo acordado entre las partes ante el M.T. por la renuncia al empleo -,
debe ser deducido de la suma fijada con fundamento en la ley de
accidentes. Ello así, por entender que tal tipo de acuerdos no afecta la
irrenunciabilidad consagrada por el art. 12 de la L.C.T., porque tal convenio
no importa la renuncia del trabajador a accionar sobre la base de las
normas del derecho común. Otras Salas acompañaron esa línea de
interpretación [12] aunque también se evidenciaron Salas con decisiones
contrarias a ella [13], algunas mediante ingeniosos criterios de solución [14].
En la Cámara Civil también se encontraron decisiones contradictorias. La
Sala B no acompañó la doctrina de "Gatarri", optando por considerar
improcedente, el planteo de compensar "la gratificación recibida por el
trabajador al extinguir la relación laboral con la reparación por el daño
sufrido en su salud -en el caso, fundada en el art. 1113, Cód. Civil-, pues la
renuncia a toda otra indemnización estipulada en el acuerdo debe
entenderse aplicable a las correspondientes al cese de la relación de
dependencia cuya liquidación se habría practicado" [15]. Por el contrario, su
Sala E entendió que "Si el actor recibió al cese de la relación laboral una
suma a la que ambas partes convinieron en otorgarle el carácter de
gratificación especial y voluntaria, compensable en forma genérica con
cualquier otro crédito que tuviese con motivo de la disolución del vínculo o
derivado de las disposiciones de la ley accidentes del trabajo, debe
considerarse dicho pago como a cuenta de la indemnización reclamada -por
la enfermedad laboral padecida- hasta su concurrencia, pues ninguna
renuncia, supresión o disminución de los derechos otorgados por la ley
mencionada se ha producido" [16].
Con todo ello, se mantuvo el criterio restrictivo derivado del Plenario Lafalce,
con escasa revisión de acuerdos resolutorios onerosos aunque dejando a
salvo tal posibilidad, en los casos donde se acreditara la existencia de vicios
de la voluntad [25] o lesión subjetiva (art. 954, párrafo 1°, del Cód. Civil).
Aún así, corresponde destacar que la vigencia actual del Plenario Lafalce es
discutible, ya que también existen varias razones para sostener lo contrario.
No solo en el aspecto formal, derivado de la fecha en que fue dictado el
fallo, también desde un punto de vista sustancial, cual es el hecho que el
mismo fue dictado antes de la sanción de la ley 20.744. A partir de este
último suceso, los efectos de la homologación de cualquier tipo de acuerdo,
deben ser analizados conforme lo determina el art. 15 de la LCT y no en el
contexto normativo del Código Civil, bajo el cual se pronunciara la CNATr en
el citado Plenario.
Tal vez por estas razones, en los últimos años se ha venido dando un
incremento de sentencias que revisan el contenido de estos acuerdos
resolutorios, sin llegar a exigir la probatio diabólica de algún tipo de lesión
subjetiva, bastando para estas sentencias que del acuerdo surjan aspectos
que hayan hecho imposible el adecuado control que exige el art. 15 de la
LCT o bien, que de sus fórmulas conciliatorias resulte la existencia de algún
tipo de lesión objetiva (art. 954, párrafo 2° del Cód. Civil) a través de la cual,
el empleador pudiera haber obtenido algún tipo de ventaja patrimonial sin
justificación.
El voto que forma la decisión está a cargo del magistrado Néstor Rodríguez
Brunengo quien entendió que al haber imputado la demandada el importe
de la gratificación pagada a indemnización con motivo del cese, el mismo
importaba un pago a cuenta y confería al trabajador el derecho a reclamar la
diferencia, por la cual progresa la acción.
Días más tarde, con fecha 12/12/2006 también la misma Sala resuelve en la
causa "Leira Quiroga,Hernán E. c. Alcatel S.A.":
Dos componentes del acuerdo, son los que tiene en cuenta la sentencia
para concluir en su nulidad, a saber: la falsedad de los hechos expuestos y
los propios términos utilizados por las partes.