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1. Clases de bienes que forman parte del patrimonio de las Administraciones públicas.
Los bienes públicos son bienes, muebles o inmuebles, de titularidad de una AP;
son bienes públicos en sentido estricto. Dentro de los cuales hay principalmente
bienes demaniales y los bienes patrimoniales. Los comunales y los del Patrimonio
Nacional son una subcategoría de los demaniales. Junto a los dos primeros,
tenemos que añadir otras 2 categorías de bienes públicos que no reúnen
las características de la definición de bien público: cosas comunes (bienes comunes, no confundir
con bienes comunales) y bienes de interés público.
1. Cosas/Bienes comunes: no son bienes porque no son cosas susceptibles de apropiación, por
lo que no cumplen el requisito para ser bienes, aunque el Derecho, ocasionalmente, las
considere como tales. Nos encontramos con un conjunto de bienes tanto materiales como
inmateriales que no son susceptibles físicamente de ser apropiables, y por lo tanto o
pertenecen a un único sujeto, sino que pertenecen a todos. Ejemplos: el mar, el aire, ríos,
internet, una idea.
Se caracterizan todos estos bienes por recibir una regulación de origen internacional que en el caso
de los bienes inapropiables materiales, buscan proteger ese bien del deterioro y lograr su adecuada
conservación; y en el caso de los inmateriales, buscan garantizar el acceso de todos a su disfrute y
la no exclusión. Sobre los mismos (tratados internacionales), existen una creciente presión por parte
de los Estados en orden a su apropiación.
◦ Los demaniales (dominio público): Son bienes de titularidad pública afectados a un fin
de utilidad pública o servicio público, no susceptibles de apropiación particular. La
finalidad con la que se utilizan estos bienes establece la aplicación del régimen jurídico
de tales bienes: imprescriptibilidad, inembargabilidad e inalienabilidad. Es un tipo de
bien público que presenta unas características tan especificas y tan exageradas que son
las que permiten identificar el Derecho de los bienes públicos con la regulación de tales
bienes demaniales, es el Derecho de los bienes de dominio público, porque la
demanialidad representa de la manera más clara la ruptura de las reglas del Derecho
común respecto de la apropiabilidad de los bienes, del Derecho de propiedad, el Derecho
público es el principio de la no propiedad, o más bien de aquellos bienes que por hecho
de ser titularidad pública no son susceptibles de apropiación.
3. Bienes de interés público: Son los bienes que no tienen por que ser propiedad de una AP,
pueden ser propiedades privadas. Por circunstancias especiales, el Derecho aplica a
determinados bienes con independencia de quien sea su titular, un sentido jurídico especial,
parecido, en ocasiones, al de los bienes demaniales. Se trata de bienes perfectamente
apropiables que sus características físicas no se distinguen de otros de su misma especie,
pero a dichos bienes le otorgamos todos un valor espiritual que los hace merecedores de
especial protección, equivalente a los bienes demaniales.
2. Evolución histórico-conceptual de los bienes públicos.
Existen un conjunto de reglas especiales que se refieren al Derecho de los bienes públicos, es decir,
que la Administración es titular de un conjunto de bienes que obedecen a un régimen jurídico
particular. La existencia de normas especiales para esta clase de bienes presentan determinadas
características especiales, las más llamativas son las que definen a los bienes demaniales, las de la
inembargabilidad, inalienabilidad e imprescriptibilidad.
• Remontamos al Derecho romano para encontrarnos dentro del mismo, determinadas categorías
que excluyen dichos bienes de ser apropiables. Es ahí donde se definen determinados bienes
como bienes extra-comerciales, dentro de esos bienes encontramos diferentes categorías Extra
comercium:
◦ res communes omnium: cosas de todos, son extracommercium porque su uso se realiza por
cualquiera (ej: ríos, caminos, puentes, calles),
◦ res públicae in peculio público: se dedican al uso público, bienes de uso público serían.
Así, en el Derecho Romano, ya existen categorías que contienen conceptos que aún hoy seguimos
utilizando: la idea de que hay bienes extracomercio, cosas no susceptibles de apropiación, bienes
inalienables, y que esa inapropiablilidad se deriva por diferentes motivos: en primer lugar se trata
de cosas sagradas, pero también aquellos bienes que son de uso común por todos; en definitiva, el
hecho de que un bien por el hecho de que sea de uso público se excluya del comercio y no sea
susceptible de apropiación.
• La caída del imperio romano supuso la desaparición de un poder público fuerte. En la época
feudal, todas las categorías del Derecho público desaparecieron, se privatizaron. Y el único poder
existente ejercitaba sus acciones sobre la base del Derecho privado. Es a partir de esa época
feudal cuando empieza a fundarse el Derecho público europeo, el cual por esa razón, parte de
categorías de Derecho privado. El Derecho administrativo tiene este nombre tan raro, porque
deriva de la época feudal, donde la idea de lo público deriva de la idea de administrar un
patrimonio. En esa época el poder público nace de la propiedad privada, todas las potestades
públicas tienen un origen privado, el señor feudal tiene potestad y poder sobre su territorio,
porque es el propietario, y por ello, tiene poderes jurisdiccionales ya que le corresponde dirimir
los conflictos entre los siervos. La propiedad es el vínculo a través del cual, el señor feudal es
titular y tiene poder sobre dichas personas; y debido al derecho de guerra, le corresponde
defender su territorio frente a intromisiones ajenas.
Esta idea de poder público expresado en potestades privadas nacidas del derecho de propiedad,
sigue teniendo vigencia en aquellos países donde las instituciones medievales siguen vigentes y
donde el Derecho medieval sigue actualmente o tiene influencia, principalmente en los países
anglosajones. El poder del monarca sobre el territorio se fundamenta en que es el propietario, y así
se dice que el siervo tiene derecho a la utilización de la tierra, pero el propietario es el monarca o el
señor feudal. El ius eminens, dominio eminente, corresponde al señor feudal, que domina a los otros,
mientras que a los que trabajan la tierra, les corresponde sólo el aprovechamiento o uso.
Todas las potestades administrativas y todas las reglas jurídicas del rey y del poder público nacen
sobre ese derecho de propiedad y, es a partir de esa afirmación, donde empiezan a construir
categorías jurídicas, donde esas potestades y ese Derecho de propiedad se separa a través de la idea
del fisco, es decir, el conjunto del producto de los impuestos; y a través de la Corona, que es la idea
de la monarquía institucionalizada. Se separa el ejercicio del poder de una persona concreta como
el rey y se crea la idea de institución monárquica. De manera que, el régimen jurídico de la Corona,
implica que da igual quién sea el monarca de turno, ello permite asimilar los bienes del rey de turno
a la Corona, y se convierten en bienes de la Corona. Esa Corona es el germen del primer poder
público en la Edad media, que después se irá extendiendo y conformará la idea de Estado, y
posteriormente, de administración. Esa idea de la Corona, sirve para que el rey de turno no pueda
vender dichos bienes y después reclamar nuevos bienes a través de impuestos. Así, en muchos
países se declara la inalienabilidad de los bienes de la Corona, lo cual en el fondo tiene una utilidad
muy práctica y es que, las ciudades se protegen frente al cobro de nuevos impuestos. Así, la
existencia de un conjunto de bienes de utilidad pública que son inalienables, nace del derecho
medieval a través de esa idea.
Por otro lado, nos encontramos con un conjunto de propiedades que después serán importantes,
que son los bienes de los puebles y de las ciudades. En el ámbito municipal, en determinados casos,
nos encontramos con que esos pueblos y ciudades son propiedades privadas de señores feudales
que están en terrenos que se heredan, se venden y se compran. En algunos casos, determinados
municipios se rigen por unas normas y foros especiales, en estos casos esos pueblos son titulares de
bienes, y esos bienes son habitualmente de uso comunal, es decir, se rigen por normas o costumbres,
pero se aprovechan todos los vecinos, también es posible que se aprovechen como uso privado a
cambio de un tributo. Estos bienes de uso común, el derecho de propiedad no se ejercita
propiamente, sino que se rige por reglas que en ocasiones se rigen por las costumbres del lugar.
La propiedad pública sigue estando en manos de las ciudades y los pueblos, sigue siendo comunal,
sigue habiendo un conjunto de bienes que son de la Corona y son inalienables, y el poder público
sigue perteneciendo al Estado.
• El Derecho público y el derecho de los bienes públicos deriva de la Revolución Francesa y del
llamado Estado constitucional. El Estado constitucional da lugar al régimen jurídico actual,
manteniendo el poder público, vaciándole de contenido y dotándole de contenido nuevo,
pasando de ser el monarca absoluto al pueblo o nación quien ejercita ell poder a través de sus
representantes, es decir, la soberanía popular; creando la división de poderes, y el
reconocimiento de unas libertades básicas a todos los ciudadanos, y una relación de igualdad con la Ley.
Esta Revolución también lleva consigo un programa económico que busca la aplicación de la
propiedad privada a todos los bienes, es decir, que todos los bienes estén en el comercio, y por lo
tanto sean susceptibles de apropiación (desamortizaciones S.XIX). Este esquema liberal tiene una
parte económica, que se centra en la creación de las bases propias del capitalismo moderno, en el
sentido de declarar, como una de las necesidades básicas, la libertad de comercio y crear la unidad
de mercado a través de la unificación del territorio que se produce con la fuerza de la ley, por así
decirlo.
Una de las consecuencias de la revolución liberal, no es solo la sustitución del monarca por el pueblo
soberano, sino que ese poder soberano se pronuncia a través de unas decisiones regias y de un
instrumento constitucional, que es la ley. Una de las características menos claras de la ley, es que
produce por el Parlamento pero se aplica a todo el territorio nacional y a sus habitantes; así, la ley
crea un espacio uniforme. El Estado moderno anterior al Estado Constitucional, en el que regía la
monarquía absoluta, se caracteriza por dividirse en reinos, y cada uno de éstos tenía sus propias
normas, privilegios, etc. En cambio, el Estado Constitucional del Estado francés crea la unidad
nacional, es decir, la unidad territorial nacional. De forma que en todo el territorio nacional se
aplican las mismas normas, siendo también estas normas las que rigen los intercambios comerciales.
De tal manera que es posible que el comercio, dentro de todo el territorio nacional, tenga
particularidades, prioridades y privilegios de las que goza cada territorio frente a otro.
Así la las libertades fundamentales más importantes dentro de la creación del derecho es, en primer
lugar el derecho de propiedad (la revolución francesa dice que el derecho de la propiedad es un
derecho inviolable y sagrado), y la otra libertad fundamental es la libertad de comercio, que se basa
en el derecho de propiedad. Todo esto acarrea un programa económico que los revolucionarios van
aplicando. Así las revoluciones liberales lo que logran es un cambio completo en el derecho de la
propiedad y de las relaciones económicas. De manera que, lo primero que intentan los liberales, una
vez llegan al poder, es liberalizar esos bienes que están fuera del mercado, como las manos muertas,
meterlos dentro y convertirlos en propiedad privada. Domic public, dominio público, francés, que es
la expresión que utiliza el Código civil de napoleón de 1805 para designar todos aquellos bienes que
eran antes del patrimonio de la Corona y que, por su propia naturaleza no son susceptibles de
privatizar porque no son bienes apropiables. El domic public inicialmente designa lo que nosotros
conocemos como cosas comunes, es decir, bienes que no son susceptibles de apropiación.
• En España, a finales de la Revolución liberal, la introducción del liberalismo es bastante
accidentada, ya que en esos momentos estaba en guerra (guerras carlistas), cuando termina la
guerra, entran los liberales en el poder, y lo primero que hacen es la desamortización
(Desamortización de Mendizábal del S XIX), afecta principalmente l Estado y a la Iglesia. De tal
manera que gran parte de los bienes que era de propiedad comunal, se privatiza y se
patrimonializa y solo permanece una parte de la propiedad comunal antigua. Esta
desamortización permite la reforma interior de muchas ciudades españolas.
• Ese Estado constitucional igualmente, por motivo de la propia crisis económica y de la revolución
industrial y el cambio social, va incrementando su tamaño, y se convierte en un Estado de
carácter más intervencionista, de tal manera que, el Estado empieza a asumir la
responsabilidad de creación de las primeras infraestructuras, carreteras, colegios públicos, etc.
Es justamente en ese momento donde la parte de bienes público se viene a la parte de obras
públicas (construcción de infraestructuras por parte del Estado sobre un bien de dominio
público, hoy en día no tiene que ser necesariamente sobre un bien público). De tal manera
que, el Estado liberal incrementa su actividad, la propiedad se patrimonializa y nos
encontramos con la división fundamental, que es la propiedad privada, y solo una parte queda
fuera del mercado, llamada dominio público, y esto es lo que identifica a los bienes públicos.
• En la segunda parte del S.XIX aparece la regulación moderna en el ámbito de los bienes públicos.
En la revolución industrial, el crecimiento económico de los Estados, depende esencialmente de
tener en sus manos el aprovechamiento de las fuentes de energía que permite ese desarrollo
industrial. Esas fuentes de energía son inanimadas como los combustibles fósiles como el gas o
el petróleo. La obtención de esos recursos minerales, es de primer interés de la economía de los
Estados. En España se elabora la ley de minas y después una ley de aguas que no diferencia entre
el dominio marítimo y terrestre, es decir, el agua del mar y de los ríos. También parten las
primeras categorías en materia de montes, se regulan y se crean los montes catalogados de
titularidad pública. Es la designación de aquellos espacios naturales del territorio nacional que
tienen un valor estratégico natural, y son del Estado. Así pues regulación en materia jurídica
empieza por la regulación de las propiedades especiales, es decir, las aguas, los montes, las minas,
y también de las primeras infraestructuras.
La primera regulación general en materia de bienes públicos, se produce con la regulación general
de la propiedad, que es a partir del conocimiento. En 1889 se aprueba el CC y en la parte del código
civil donde se regula la propiedad, se hace esa distinción fundamental que hemos visto, que tiene
su origen en el Derecho Romano, y es la división de la propiedad en dos campos: el 338 CC: todas
las cosas son o bien de dominio público o bien de dominio privado. Esa categoría de dominio público
no existía expresamente, sino que solo existían bienes de dominio público. Esos bienes de dominio
público ART 339 cc bienes dominio público son aquellos bienes que están destinados a un uso
público, aun servicio público, o bien, enuncian otras finalidades posibles, como el fomento de la
riqueza nacional. El resto de bienes, en el 340 CC: son bienes que tienen el carácter de propiedad
privada. Una característica importante es que el CC no identifica lo que designamos como bienes
patrimoniales, es decir, las propiedades privadas de la Ap que menciona de pasada en el art 344. Y,
a esa demanialidad le asignan las características de inembargabilidad, imprescrptibilidad e
inaliaenabilidad. Es la primera regulación general en nuestro derecho, y la única que va a existir
durante todo el S XX. Porque habrá que esperar a la ley 33/2003 para encontrar una regulación de
este tipo además de la CE.
Las propiedades de los bienes locales, esa propiedad municipal ha quedado diezmada por obra de
las desamortizaciones, las cuales han privatizado esos bienes, los han subastado y se han adquirido
por particulares. Esos bienes que presentan su propia problemática, son objeto de regulación en el
estatuto municipal de 1934 y en el Reglamento de bienes de 1955.
La única regulación general del Estado sobre los bienes públicos haya la regulación del 78 se produce
en una ley de 1965 que es la Ley de Patrimonio del Estado, que es una ley relevante porque se trata
de una ley general, sin embargo, curiosamente, dicha ley se aplica solo a aquellos bienes que no
tienen una regulación especifica en el CC y que tampoco tienen una regulación especial en las leyes
que se refieren a las leyes especiales. Estos bienes son los que ahora llamamos bienes patrimoniales
de la AP. De manera que cuando se aprueba la Constitución ,la regulación de los bienes públicos
consiste en el CC, una regulación a la que acude el CC que es una regulación de la propiedad y a la
categoría general del dominio público. No dice nada mas del dominio público ni hay reglas generales
sobre el dominio público más allá de esa definición general del dominio público, ya que este se regula
a través de leyes especiales: Ley de Minas, Ley de Costas, etc, que van desarrollándose a lo largo del
tiempo.
Los bienes patrimoniales si que se regulan con una ley general: La Ley del Patrimonio del Estado de
1975? Y los bienes de las entidades locales tienen un reglamento de bienes dentro de la
Administración Local.
1. La ley regulará el régimen jurídico de los bienes de dominio público y de los comunales,
inspirándose en los principios de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad, así como su
desafectación.
a) Este epígrafe realiza una reserva de ley, de forma que este contenido concreto, solo podrá
ser regulado a través de un instrumento normativo preciso, que es la ley ordinaria.
b) La CE crea categorías con rango constitucional sólo a través de nombrarlas. Por el hecho de
que la CE nombre una institución, la constitucionaliza. En este caso, constitucionaliza los
bienes de dominio público y los comunales (propiedades supervivientes de la época de la
desamortización). Equipara éstos bienes a los bienes de dominio público).
c) Entra a regular el contenido de esa Ley, no solo implica la obligación de que esa materia deba
ser regulada por una ley, sino que también vincula al legislador futuro al establecer que esa
ley deberá tener un contenido determinado, ya que no solo debe tratar necesariamente de
bienes demaniales, sino que estos también han de estar caracterizados por los principios de
inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad. Es decir, la CE regula el régimen
jurídico de esos bienes que reconoce. Si la ley no respetase esto, sería inconstitucional.
2. Son bienes de dominio público estatal los que determine la ley y, en todo caso, la zona marítimo-
terrestre, las playas, el mar territorial y los recursos naturales de la zona económica y la plataforma
continental.
Este apartado afecta determinadas categorías de bienes al dominio público, no está regulando, está
tomando una decisión. Dota así al poder público de elegir determinadas categorías de bienes y
sacarlos del mercado, de la propiedad privada, los cuales estarán caracterizados por los principios
de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad. Así el Estado no podrá privatizar una
playa, ya que tras esta decisión, sería inconstitucional.
No obstante, esta decisión necesita una regulación especial para determinar qué son y en qué
consisten los bienes mencionados (ej. que se entiende por playa, para establecer que eso no es
privatizable).
La CE otorga la potestad de decidir qué bienes son bienes de dominio público estatal y, por ello, la
capacidad de sacar cosas del mercado, no solo al legislador constituyente, sino también al estatal,
pudiendo este último realizar esa operación tan decisiva en el ámbito de la propiedad, al establecer
este apartado constitucional una reserva de ley.
De esta forma, al legislador estatal se le reconoce la facultad de, a través de una ley estatal, designar
especificas categorías de bienes como bienes de dominio público. Por lo que la propiedad, al final,
está en manos del legislador a la hora de determinar qué entra en el mercado y es susceptible de
apropiación, y qué queda fuera y es propiedad del Estado.
3. Por ley se regularán el Patrimonio del Estado y el Patrimonio Nacional, su administración, defensa y conservación.
Entra a regular el contenido de esa ley, es decir, la reserva de ley del apartado 1 del 132, no solo
implica la obligación de que esa materia deba ser regulada por esa ley, sino que también vincula al
legislador futuro, estableciendo que esa ley tendrá que tener determinados contenidos.
• El art 45.2 se refiere al dominio de los recursos naturales: Los poderes públicos velarán por
la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la
calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable
solidaridad colectiva);
La noción de dominio público deriva del Code Napoléon, que hablaba de domain public (aquellos
bienes que no son susceptibles de apropiación). Primera mitad s. XIX: la interpretación del CC
equiparaba los bienes demaniales conres nullius, cosas sobre las que no se puede ejercer el derecho
de propiedad. En nuestra legislación (CE y LPAP) se utiliza el término titularidad y aunque sea
complicado mantenerla en algunos casos, se habla de titularidad de los bienes de dominio público
y así ha sido reconocido por el TC (STC 166/19?8). El problema no es la titularidad en sí, sino si el
dominio público está limitado a un tipo de Administración en concreto. Se planteó si la
demanialización por Ley del Estado implica que solo el Estado puede ser titular de dominio público
(en virtud del art. 132.2 CE). Arts. 339 y 343 CC se refieren al Estado, pero también a los EE. LL. (las
CC. AA. no existían), pero se deduce que las Administraciones territoriales sí tienen la capacidad de
declarar bienes de dominio público. No solo las Administraciones territoriales, sino todas las
Administraciones Públicas con personalidad jurídica propia, pueden ser titulares de bienes de
dominio público (p. ej.: Administraciones Independientes, como una Universidad Pública [Ley de
Universidades]). Sensu contrario, los entes públicos que tienen personalidad jurídica privada no pueden
ser titulares de bienes de dominio público → problema: AENA (intentan privatizarla, pero ejerce la
titularidad de los aeropuertos).
Por tanto la titularidad pública de los bienes de dominio público corresponde a todos los Entes
Territoriales (art. 339 C.c.), a los Organismos Públicos (art. 72.4 LP AP) y a las Administraciones
Independientes (universidad) cuando su propia Ley lo prevea.
La LPAP habla de manera constante de titularidad de las AP sobre esos bienes y el propio TC reconoce
expresamente que sobre el dominio público la adm. ejerce la titularidad. No es si la administración
es titular del bien, sino que administraciones/entes pueden ser titulares de bienes demaniales.
En el art. 340 CC se menciona al Estado, CCAA y entes locales. ¿Hay más o se limita a estos? Si, la
legislación lo reconoce para otros entes, como las universidades o los organismos públicos
dependientes de una AP, pero con personalidad jurídica propia, etc.
B) Afectado a un bien o servicio público: No solo los bienes de titularidad pública están
vinculados a un uso/servicio público. El hecho de que un bien sea de dominio público
condiciona la aplicación del régimen jurídico especial de los bienes demaniales (art.152.1 CE).
Los bienes de dominio público están afectos a un uso común o a un servicio público. Sin embargo,
la vinculación a un uso/servicio público no agota las finalidades a las cuales puede destinarse un
bien demanial. Es posible que la afectación se realice cumpliendo otras finalidades
(art.339)
CC → fomento de la riqueza nacional [ejemplos: Ley de Minas → las minas por definición tienen una
explotación privada, si bien el Estado puede reservarse para sí misma la explotación//Ley de
Aguas→los ríos con carácter general no están destinados al uso común, sin embargo, son recursos hídricos
escasos necesarios para la vida y deben ser gestionados de manera óptima]). Basta con la declaración
pública.
2. Clases de bienes integrantes del dominio público. En especial, los de titularidad estatal.
1. Bienes demaniales definidos como tales en la CE: bienes integrantes del demanio natural
(art. 132.2 CE). TC: solo están demanializados los bienes naturales demanializados
directamente por la CE. Hace falta una Ley de desarrollo que diga que es bien de dominio natural,
de tal manera que la CE solo enumera las categorías.
2. Bienes demaniales establecidos en una ley: art. 132.2 CE establece la posibilidad de que una
Ley estatal declare determinadas categorías de bienes también integrantes del dominio natural
como bienes de dominio público (lista de bienes atendiendo a sus características físicas). Ejemplos:
espacio radioeléctrico, aguas terrestres, aguas continentales, aguas superficiales… Límites de la
facultad de la Ley estatal (TC): criterios de proporcionalidad, vinculación al uso del dominio público,
razón objetiva para vincular al dominio público. ¿Por qué Ley estatal y no autonómica? Art.
149.1.1 CE → garantía de todos los españoles de (…). La titularidad de las categorías de bienes
cambiaría. [Otro ejemplo: cuando un río pierde sus características naturales establecidas en la Ley,
pierde la categoría de bien de dominio público].
3. Afectados a un uso general o público o un servicio público. Art 65, define la afectación: acto
específico por el que una autoridad pública declara que un bien pertenece al dominio público.
La afectación, según la LPAP (art. 66 y otros), puede tener diferentes formas (art. 66.1 LPAP establece
categorías de afectación: norma de rango legal diferente a la derivada del art. 132.2 CE → declaración
expresa de una Ley):
• Afectación por ley autonómica o estatal: art. 66.1LPAP.
• Afectación por acto administrativo expreso: requisitos art. 66.1 LPAP desarrollados en el art. 68 para
AGE y arts. 1 y 2 RBEL para las EE. LL. y Leyes de Patrimonio de las CC. AA.
• Se permite la afectación implícita, expresada en el art. 66.2 y otros LPAP. Ejemplos: art. 66.2.c →
expropiación forzosa (dominio público siempre porque la expropiación requiere un fin de
utilidad/interés público). Art. 73 → adscripción, dos sujetos: AGE y organismo dependiente de la AGE
con personalidad jurídica propia. Art. 66.2.e) → adquisición de bienes muebles decorativos en
dependencias oficiales.
• Afectación presunta: no hay un acto jurídico formal, sino una práctica. Se expresa en el art. 66.2.a)
y b). Dos formas diferentes: (a) utilización de bienes patrimoniales – la Administración ya es titular
del bien/(b)usucapión–la Administración no era titular del bien. Art. 8.4 RBEL → reconoce un supuesto de
afectación presunta cuando se produzca una adscripción del bien a una entidad local por un período
superior a 25 años.
Desafectación:
• Desafectación expresa → Art. 60 LPAP: desafectación de bienes muebles o inmuebles del Estado,
sin embargo, no contiene otras clases de desafectación. En materia de propiedades especiales
se aplica de manera prioritaria la legislación sectorial (p. ej.: Ley de Costas). Se obliga a la
Administración a reconocer formalmente que ese bien ha dejado de formar parte del dominio público.
• La desafectación presunta no se recoge en nuestro Derecho. A pesar de que un bien haya dejado
de ser de utilidad pública o servicio público, con independencia de los años que hayan pasado,
según nuestra legislación será necesario un acto de desafectación expresa.
Mutaciones demaniales:
Desafectación y afectación simultáneas → un bien se desvincula de un destino público para
vincularse a otro destino público.
El art. 71 LPAP incluye como mutaciones demaniales operaciones que no lo son, sino más bien
un cambio de adscripción del bien: interorgánico (art. 71.3 LPAP → deja de adscribirse a un
organismo en favor de otro de la misma Administración) o intersubjetivo (art. 71.4 LPAP → el
bien pasa de estar adscrito a una Administración a estar adscrito a otra) de la adscripción del
bien.
Respecto a la mutación demanial, el art. 71.2 LPAP obliga a que se efectúe de forma expresa, de
tal manera que incluso cuando la desafectación tenga una afectación simultánea se haga de
manera expresa en un mismo acto.
Un supuesto similar son las afectaciones concurrentes→ art. 67.1 LPAP. Determinan la existencia
de diversos destinos de un mismo bien siempre que esas afectaciones secundarias no vayan en
contra del destino principal del bien. Por tanto, hay una suma de afectaciones a diferentes fines
públicos (fin original + fines secundarios).
Respecto de los bienes destinados al uso público, la ley establece unas reglas generales que ha
copiado de la legislación sectorial y que básicamente le lleva a diferenciar entre uso común [general],
uso común especial y uso privativo.
• El uso común general de un bien destinado a un uso público es el uso normal, conforme al
destino del bien. Es tan obvio que no suele definirse en las leyes, sino que se da por hecho,
con la excepción de la Ley de Costas (en el art. 31.1 describe una serie de cosas que puede
hacer uno en una playa o en la zona de dominio público marítimo-terrestre). Lo relevante
son las reglas jurídicas que se aplican en dichos bienes: el art. 86.1 LPAP dice respecto de los
títulos habilitantes que los bienes de uso común podrán utilizarse ilimitadamente (…). Para
el uso común no se requiere de ningún título o licencia ni permiso, sino que es libre por parte
de todos. Muchos autores se han planteado esa ausencia de título → ¿cuál es el título jurídico?
Algunos piensan que es una servidumbre. Otros dicen que es un bien de titularidad ajena
que está reglamentado y que de ahí nace un interés legítimo que impide a la Administración
que impida su uso. Otros autores, más razonables, establecen que no es más que la expresión
de la libertad personal que reconoce la Constitución (ejercicio de un derecho fundamental).
En la legislación especial se encuentran reglas de utilización de bienes destinados a un uso
común que dan lugar a una serie deprincipios que tienen un valor explicativo:
• Uso común especial: art. 85.2 LPAP. Casos en los cuales se pueda hacer uso de un bien de
dominio público que no impida el uso por terceros; instalar una terraza implica un aprovechamiento
más intenso de ese bien, de tal manera que no es incompatible con el uso general por terceros. Será
necesaria una autorización, licencia o pago. Ej.: camiones especiales (peligrosidad). Ej.: plazas de
aparcamiento reguladas (aparcar en la calle sería un uso común general, pero como en algunos no hay
espacio suficiente en la calle para todos los vehículos, se limita y se convierte en un uso común especial.
→ preferencia en casos de escasez). Ej.: una terraza de un bar (obtención de una rentabilidad
singular).
• Uso privativo: art. 85.3 LPAP. Se limita o excluye la utilización del bien por otros interesados. Es lo
contrario de la demanialidad → alguien se apropia de un bien destinado a un uso por todos. Por tanto,
se exige un título (no es autorización/licencia/permiso, sino el simple pago de una tasa o canon
administrativo que tiene la naturaleza de derecho real, de manera que es transmisible, gravable,
requiere de un título previo para su otorgamiento e incluso es inscribible en el Registro de la
Propiedad. Está regulado en la legislación sectorial, que establece la regulación específica de estos
títulos que permiten un uso privativo: autorizaciones y concesiones demaniales [cuidado con
«autorización» y «concesión», que en sede de Derecho Administrativo tienen más significados]. Sin
embargo, la LPAP se arriesga a establecer una regulación general cubriendo las lagunas que se
puedan encontrar en la legislación especial de manera supletoria. La regla general que establece para
diferenciar entre autorizaciones y concesiones es que cuando la ocupación del bien se realice a través
de instalaciones desmontables o bienes muebles por período inferior en todo caso a 4 años nos
encontramos ante una autorización y cuando la ocupación se haga a través de instalaciones fijas y no
desmontable o en todo caso dure más de 4 años será necesaria una concesión administrativa. En
casos excepcionales, este uso privativo no se otorga a través de títulos administrativos concretos, sino
que se reconocen directamenteope legis, es la Ley la que reconoce estos usos privativos. Un ejemplo
es la Ley de Aguas de 1985, en cuyo art. 52 se reconoce un uso privativo (actual art. 54 del TRLA), que
establece el derecho de los propietarios de la finca o el predio a un aprovechamiento de las aguas
subterráneas que tengan en su terreno cuando dicho aprovechamiento no exceda de los 7.000m³
mal cabo del año. La Ley declara todas las aguas subterráneas como dominio público pero la misma
Ley otorga a los propietarios de las fincas donde se encuentren dichas aguas un aprovechamiento de
hasta 7.000m³al año.
El RBEL regula el uso común privativo, el uso común especial y el uso común general. Hace una
clasificación sobre el uso normal (conforme al destino del bien) y el uso anormal (contrario al destino
del bien) de los bienes. El uso anormal del bien está supeditado a concesión (uso privativo). El uso
privativo supone la ocasión en que el particular obtiene una autorización o concesión de manera singular
y permanente de un bien que está destinado a un uso público.
La LPAP también lo dice de manera expresa en el art.6.1. a): la gestión y la administración de los bienes
demaniales se rige por distintos principios, de entre los que destacan los de inembargabilidad, inalienabilidad e
imprescriptibilidad.
En el art. 30 LPAP, cuando se habla del régimen de disponibilidad de bienes y derechos del dominio
público, se afirma que son inembargables, imprescriptibles e inalienables.
Inalienabilidad: el art. 1271 CC dispone que «pueden ser objeto de contrato todas las cosas que no
estén fuera del comercio de los hombres, aún las futuras». Un bien inalienable es un bien que no
puede ser objeto de contrato por encontrarse fuera del comercio de los hombres. La inalienabilidad
no imposibilita la presencia de derechos individuales en el dominio público. No impide que existan
titularidades de derechos privativos sobre un bien demanial, sin embargo, sí impide la existencia de
derechos privativos de manera permanente, de manera que tales derechos privativos siempre
tendrán un carácter transitorio mientras el bien siga siendo demanial.
Inembargabilidad: un embargo supone una operación previa uy tiene lugar cuando un bien ha sido
puesto como garantía para el pago de un crédito. La inembargabilidad se refiere a que los bienes de
dominio público no pueden ser utilizados para el pago de deudas de la Administración. La regla de
la inembargabilidad, de manera contradictoria con esto, ha sido extendida a los bienes patrimoniales,
siempre que se encuentren materialmente afectados a un servicio público.
Estos bienes patrimoniales pueden ser de dominio público o demaniales y de dominio privado o
patrimoniales (art 4 LPAP).
Los bienes patrimoniales no están enumerados detalladamente por la Ley, sin embargo, el art. 7.2
contiene una lista de 4 supuestos que aclaran que se tratan de bienes o derechos patrimoniales:
• los derechos de cualquier naturaleza que se deriven de la titularidad de los bienes y derechos
patrimoniales.
A estos bienes patrimoniales enumerados hay que añadirles los que la administración pueda obtener
mediante los modos de adquirir la propiedad descritos en el art 15.El art 15 aparecen descritos
modos de adquirir la propiedad por la administración. Adquisición a título gratuito, título oneroso,
etc (esquema de arriba). Los inmuebles vacantes (mostrencos) depósitos abandonados, art 20 las
herencias recibidas por legado o donación. Tales bienes entrarán en la propiedad de la
administración como bienes patrimoniales. Hay otros modos de adquirir como un procedimiento de
expropiación forzosa, pero estos se convierten en bienes demaniales.
El concepto de bien patrimonial: son bienes privados (públicos realmente pero que son titularidad
de la AP) de la administran que son fuente de rentabilidad de ésta, ya que no se destinan a un bien
o servicio público.
Lo relevante en tales bienes no es su régimen jurídico de utilización, como en los bienes demaniales
al no poder éstos ser enajenados, por lo que la ley se encarga de regular la adquisición y enajenación
de los bienes patrimoniales, ya que no son inalienables, sino que son perfectamente transmisibles.
La ley también habla de su utilización pero con menor importancia que con los demaniales
1. Adquisición
El régimen jurídico de adquisición sigue 3 diferentes vías, descritas en el art 15, que se encarga de
los modos de adquirir la propiedad por la administración: adquisición de bienes patrimoniales por
obra directa de la ley, es decir, porque le atribuye la titularidad directa de los bienes; a título gratuito,
o a título oneroso.
No se trata de que la Ley de Patrimonio establece enteras categorías de bienes de dominio público,
sino que se trata de que en nuestro régimen de propiedad, el CC, todos los bienes tienen que
pertenecer a alguien. Así, en aquellos casos en los que no se sepa de quienes una cosa, se atribuye
al Estado.
• Bienes mostrencos: En el art 17 LPAP se habla de los inmuebles vacantes, los ``bienes
mostrencos´´, que son los inmuebles vacantes y sin dueño conocido que por obra de ley
corresponden al Estado. Ello no significa que esos bienes pertenezcan al Estado de manera
inmediata, sino que para que aquella incorporación sea efectiva, tiene que realizarse por una
decisión administrativa, es decir, tiene que haber un acto administrativo que incorpore
dichos bienes al inventario general de bienes y derechos de la AGE, y se deben inscribir
igualmente en el registro de la propiedad.
En todo caso, la adquisición por parte del Estado de estos inmuebles abandonados sin la previa
intervención de un juez, es decir por obra directa de la administración, solo es posible cuando no
haya una pretensión de un tercero o el bien no se halle ocupado, caso en el que la administración
deberá iniciar un procedimiento judicial, ya que el bien ha de estar abandonado.
Dado que el número de inmuebles sin dueño pueden ser muy numerosos, se establece que la
Administración solo responderá de las obligaciones tributarias si se han inscrito por la
Administración y en el Registro de la Propiedad
A estos efectos las entidades de crédito están obligadas a informar al Estado de dichos saldos y
depósitos. Igualmente hay una entidad inspectora, el Banco de España, que vigila tales bienes.
b) A título oneroso
c) a título gratuito:
El modo general de adquirir a título gratuito por parte de la administraciones será por vía de la
herencia, el legado o la donación, que se contienen en los arts 20 ss de la ley, que establece
regulación para 2 casos:
1) cuando una administración resulta heredera u objeta de legado o donación por parte de un
particular. En este caso, cuando quien establece el legado, donación o testamento no
establece quien es la administración beneficiaria, dependiendo del tipo de contenido que se
realice, habrá que ver quien es la administración competente. Y en todo caso la aceptación
por parte de la AP respectiva será siempre a beneficio de inventario
2) cuando una persona fallece sin herederos y sin testamento se atribuye al Estado la titularidad
de esos bienes como heredero universal. Puede ser posible que la persona fallezca sin
herederos legítimos y a falta de herederos legítimos y testamento, según el 156 CC,
pertenece dicho patrimonio al Estado, que ha de repartilo en tercios de la manera que
describe dicho articulo.
En todo caso dicha adquisición por parte del Estado no se produce de manera inmediata sino que
ha de intervenir el juez declarando que dicha persona ha fallecido sin herederos y ab intestatio, y
entonces se inicia un procedimiento regulado en el art 21 bis ss para adquirir dichos bienes por parte
de la administración.
Hay otras 2 vías a través de las cuales la AP puede adquirir bienes a título gratuito
1. Mediante la vía del comiso (confiscación), que no aparece mencionada en LPAP. Cuando la
Ley lleva a cabo el decomiso de bienes procedentes de actividades ilícitas o que ponen en
peligro la salud pública. Hay que diferenciar el decomiso administrativo, del judicial. Cuando
hay un delito, el juez inmoviliza una serie de bienes y si son consecuencia de actividades
delictivas se produce su decomiso, y en estos casos se utilizan para el pago de la eventual
responsabilidad civil ex delicto.
2. que en dicha enajenación se establezca una igualdad de trato de todos los interesados que
concurran a la adquisición de tales bienes.
Y conforme a dichas reglas se establecerá la regulación, la cual se encabeza por el principio de que
para la enajenación de bienes patrimoniales es posible la utilización de cualquier tipo de negocio
jurídico, tanto típico como atípico.
Una vez establecido esto habrá de determinarse un régimen jurídico diferente dependiendo de si se
trata bienes inmuebles, muebles o cesiones gratuitas.
b) Enajenación de muebles: El art 142 establece que la regla general es que se adjudiquen por
medio de subasta. Es habitual que la venta de bienes muebles por parte de la administración
del Estado se realice en relación con bienes muebles que son producto de la desafectación
de bienes demaniales que han sido amortizados, o que resultan inútiles porque han agotado
su vida útil. El art 143.1 establece que se considerarán obsoletos o deteriorados por el uso a
aquellos bienes cuyo valor en el momento de su tasación para venta sea inferior al 25 por
ciento del de adquisición; para los cuales se establecen alternativas a la subasta, porque lo
más normal será que la subasta de tales bienes quede desierta porque a nadie le interese su
adquisición, por lo que en esos casos la adquisición directa está justificada, o incluso cuando
esos bienes no tengan comprador podrán ser cedidos gratuitamente o, si no fuese posible o
no procediese su venta o cesión, podrá acordarse su destrucción, inutilización o abandono.
Dicho régimen no es aplicable a administraciones diferentes de la estatal, que se regirán por
leyes diferentes.
b) En el reto de casos sera sobre el uso y no sobre la propiedad. Dicha cesión gratuita del
uso pueden producirse sólo respecto de asociaciones de utilidad pública, de Estados
extranjeros y respecto de organismos internacionales.
1. se puede hacer a través de cualquier tipo de contrato privado. La única regla general que se
establece es que dicho contrato no podrá durar mas de 20 años.
2. la adjudicación del uso del bien patrimonial puede establecerse a través de concurso y, solo
de manera excepcional, a través de la adjudicación directa.
3. se establece el órgano competente para atribuir dicho uso, que será con carácter general el
Ministerio de Hacienda, salvo que la utilización dure menos de 1 año, que entonces podrá
decidirla la Dirección General del Patrimonio del Estado.
1) La inembargabilidad: constituye una garantía especial, no solo de los bienes de dominio público
sino también de los patrimoniales. Es sensato que un bien destinado a un uso o servicio público no
pueda estar sujeto a ejecución por servir de aval o de prenda de un crédito público, porque embargo
bien satisfacción interés individual de quien tenga la deuda, será el cumplimiento de la finalidad
pública que tenga el bien demanial. Sin embargo, los bienes patrimoniales no cumplen ninguna
finalidad pública, aún así, se incluían histriónicamente dentro del privilegio de la inembargabilidad.
Así la LPAP del año 75, en su art 18, establecía que ningún tribunal podrá dictar providencia de
embargo ni mandamiento de ejecución contra bienes del patrimonio del Estado. Esto provocó un
recurso de inconstitucionalidad donde se plantea la regla de la inembargabilidad aplicada a los
bienes patrimoniales, el TC dice que dicha regla no aparece mencionada respecto de los bienes
patrimoniales sino solo de los demaniales en art 132 CE, y que, entendida como regla general, quien
tenga una sentencia favorable contra la administración que suponga un reconocimiento de crédito
frente a la administración y que no pueda ejecutar dicha sentencia contra la AP porque no quiera
pagarlo y el juez no tenga la posibilidad de embargar ningún bien, si es aplicable a aquellos bienes
patrimoniales que se encuentren materialmente afectos a un servicio o función pública. Esto abre
la puerta a que se interprete que determinados bienes patrimoniales puedan defenderse de
mandamientos judiciales de embargos. Esto es contradictorios porque por definición, los bienes
afectados a un uso o servicio público son bienes demaniales, sin embargo dicha regla se encuentra
hoy recogida en el art 30.3 LPAP: Ningún tribunal ni autoridad administrativa podrá dictar
providencia de embargo ni despachar mandamiento de ejecución contra los bienes y derechos
patrimoniales cuando se encuentren materialmente afectados a un servicio público o a una
función pública. El cumplimiento de las resoluciones judiciales que determinen obligaciones a cargo de la
Administración General del Estado o sus organismos se efectuará de conformidad con lo dispuesto en los artículos 44 de
la Ley General Presupuestaria, texto refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 1091/1988, de 23 de septiembre,
y 106 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.
2) La regla del inventario de bienes y derechos, nos encontramos ante una regla general de
prudencia y de buena fe recogida en el art 32.1 que establece la obligación de que la AGE realice un
recuento de sus bienes y derechos en un inventario donde se describan tales bienes y derechos, la
situación jurídica en la que se encuentra y el fin al que se destinan. De manera que si se quiere
realizar una función diligente de protección de los bienes públicos a través de estas potestades
administrativas, lo primero necesario es contar con un recuento detallado de cuales son tales bienes.
Estos inventarios tienen efectos exclusivamente internos para la administración, la inclusión de un
bien en el inventario no tiene efectos constitutivos ni tiene efectos frente a terceros, sino que es
una simple prueba indiciaria de buena gestión por parte de la AP.
Cuando sea la administración la titular del bien y encuentre discrepancias con los propietarios
colindantes no necesitará acudir al juez, sino que será ella misma la que, a través del procedimiento
de deslinde, establezca cuales son los linderos. La regulación de este procedimiento por la LPAP tiene
carácter supletorio respecto de la regularon de procedimiento en la legislación especial.
El ejercicio de la potestad de deslinde tal y como aparece en la LPAP resulta en una clara disminución
de tutela judicial de los particulares respecto de su propiedad porque:
1. desde que se inicia el procedimiento de deslinde, el particular no puede acudir al juez civil
para iniciar un procedimiento judicial de deslinde, su vía al juez civil queda en suspenso
mientras dura el procedimiento administrativo.
3. solo tras la finalización del procedimiento de deslinde administrativo, sólo podrá recurrir
dicho procedimiento ante la vía contenciosa administrativa y solo para alegar razones de
procedimiento o de competencia, pero no razones de fondo.
Sin embargo, en el caso de que sea la AP la que se vea desposeída legítimamente del bien, el art 55
LEC atribuye a la AP la facultad de recuperar la propiedad del bien de manera unilateral o acudir al
juez. La AP no tiene por qué acudir al juez, ya que puede recuperar el bien en virtud de sus
potestades. En eso consiste la recuperación posesoria, en no tener que acudir al juez, sino en
sustanciar un procedimiento muy sencillo El procedimiento Administrativo de recuperación
posesoria se inicia con la citación por parte de la Administración del la persona sospechosa de haber
ocupado el bien, y se le da audiencia para determinar por parte de la AP la verificación de la
usurpación ilegitima del bien y la fecha a partir de la cual dicha ocupación se ha producido. Si en la
audiencia se acredita que la persona ocupa ilegalmente, la Administración requerirá al particular
para que desocupe el bien en los 8 días siguientes. Si transcurrido el plazo no se produce la
desocupación, la Administración, a través de un procedimiento ejecutivo, dotará de efectividad la
resolución utilizando multa coercitiva (que podrán consistir hasta en un 5% del valor total del bien,
que podrán repetirse y acumularse cada 8 días, y si no paga se procederá al apremio sobre el
patrimonio), y si sigue sin conseguirse que la persona desocupe el bien, se procede a compulsión
sobre las personas por parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, llevándose a cabo el
lanzamiento de la persona que ocupa el bien (desocupación física de la persona).
Caducidad del procedimiento: Art 55 LEC. Cuando se produzca sobre bienes demaniales la facultad
de la Administración para desocupar a los ilegítimos poseedores no caduca nunca, con
independencia de cuando se produjera la ocupación. Si se trata de bienes patrimoniales, la
Administración sólo tiene un año para ejercitar la facultad de recuperación posesoria, desde el
momento en el que se produzca la ocupación. Transcurrido ese año, la Administración tendrá que
acudir ante el Juez Civil como cualquier particular.
6) El desahucio administrativo (art 58): es el procedimiento que se lleva a cabo cuando la persona
ocupante ha tenido justo título. El procedimiento es similar al de la recuperación posesoria, pero la
diferencia es que el desahucio sólo cabe respecto de bienes demaniales, de dominio público,
porque sólo corresponde cuando quien ocupaba el bien tuviera en algún momento justo título para
ocuparlo de manera legítima, es decir, aquellos que han obtenido un titulo administrativo, ya sea
autorización o concesión, para realizar un uso privativo del bien demanial y dicho titulo ha caducado.
1. Hay un trámite previo donde se comprueba la caducidad o extinción del título que justificaba
la ocupación del bien por parte del que es desahuciado o que han desaparecido las
circunstancias que justificaban la ocupación legítima del bien.
1. por ser mencionados específicamente en los bienes comunales en el art 132.1 CE, y en el
132.1 los bienes del Patrimonio Nacional; y
2. su singularidad se deriva de que ambos reciben una regulación por separado: los bienes
comunales, a través de la legislación local y, los patrimoniales a través de su ley específica
derivada de las especialidades de su afectación, que es el destino singular u original al que
sirven dichos bienes.
Tales bienes comunales encuentran su explicación en la historia, que son propiedades de los
municipios, villas, pueblos, ciudades que tenían un aprovechamiento por el conjunto de los vecinos
y que regulaban dicho uso comunal a través de costumbres o normas antiguas como fueros o
privilegios, y que seguían una lógica de propiedad diferente a la que se adopta en nuestro sistema
por la codificación y el código civil, sino que siguen un concepto de propiedad de tipo germánico
donde el titular del bien no es la persona jurídica sino la comunidad en su conjunto para obtener sus
recursos.
Esto fue modificado a través de dos desamortizaciones en el S.XIX, fundamentalmente la
desamortización de Mendizábal, que supuso la pérdida de bienes parte del patrimonio vecinal que
se privatizó o se vendió, y solo se conservaron aquellos bienes donde había una tradición muy fuerte
de su disfrute y los municipios se resistieron a enajenarlos. De manera que pervivieron junto con
otro tipo de instituciones. Estas figuras progresivamente iban desapareciendo hasta que la
constitución los reconoció, los protegió y los promovió provocando una legislación que brinda esta
clase de propiedades.
El régimen jurídico en estos bienes comunales que se contienen en la legislación local de origen
estatal que se regula en la ley de bases y se regula sobre todo en el Texto Refundido de las
disposiciones Legales vigentes de Régimen Local de 1986 (art 79), donde se incluye una sección
específica dedicada a los bienes comunales, así como en el Reglamento de Bienes de las Entidades
Locales, pero también en la legislación autonómica.
Sólo en los casos donde todo lo anterior no sea posible, podrá establecerse el aprovechamiento a
través de precio (art. 102 RBEL), preferencia por quien más pague. Solo podrá acordarse por mayoría
absoluta de la Corporación Local, habrá de autorizarse por la Comunidad Autónoma, se realizará a
través de subasta pública y tendrán preferencia los vecinos sobre terceros no residentes en el
municipio. El precio del pago por el aprovechamiento deberá destinarse a la conservación del bien
común y, en todo caso, la Corporación Local sólo podrá disponer del 5% del precio.
El régimen jurídico del procedimiento de desafectación es especialmente riguroso para evitar las
nueva desamortización o desafectación de tales bienes. Así se exige (art 78 y 100 RBEL):
• acuerdo del Ente Local, el cual es sometido a información Pública de todos los vecinos.
• la adopción de dicho acuerdo por mayoría absoluta de la Entidad Local (el municipio),
Una vez adoptada esta decisión la enajenación deberá tener determinados fines, y como fin
prioritario el arrendamiento como fin patrimonial para destino agrícola y, en todo caso, teniendo
preferencia los vecinos del municipio.
Ese conjunto de bienes designados como Patrimonio Nacional pasan a ser constitucionalizados y
organizados. Su régimen jurídico, entonces, es el que establece la Ley 23/1982, de 16 de junio,
reguladora del Patrimonio Nacional, que los singulariza, puesto que los nombra uno a uno y
establece que el Patrimonio Nacional estará integrado por la lista de bienes inmuebles, muebles y
derechos regios que cita, como el Palacio de Oriente, el de la Zarzuela, los derechos de patronato,
etc.
Después se designa un órgano que es el Consejo de Administración del Patrimonio Nacional (art 8),
será este órgano al que le competa establecer qué bienes integran y entran en el Patrimonio
Nacional y cuales quedan fuera, y tiene las competencias para la gestión y conservación de los
bienes del Patrimonio Nacional, salvo las del Gobierno (afectación y desafectación de bienes del
Patrimonio Nacional y la elaboración del Inventario de Bienes y Derechos del Patrimonio Nacional),
así como las que correspondan al Ministerio de Hacienda (deslinde, recuperación posesoria, etc).
Éste órgano tendrá un número de consejeros y un director, y regula su organización y sus
competencias.
Tales bienes no son propiedad de la familia real ni de la Corona, sino que son propiedad del Estado,
solo que están afectados, de forma que si cambia su ámbito de afectación, servirán a otro destino
público.
A) Concepto:
Cabe distinguir entre las aguas continentales (agua dulce) y las aguas que se integran en el demanio
marítimo terrestre (agua salada), el cual recibe un tratamiento jurídico diferenciado a través de la
Ley de Costas (T6). Ambas aguas constituyen elementos esenciales del demanio natural.
Son públicas todas las aguas terrestres, superficiales y subterráneas. Esta asignación pública queda
justificada ya que “el agua es un recurso natural escaso, indispensable para la vida y la mayoría de las actividades
económicas, irremplazable, no ampliable por la mera voluntad del hombre, irregular en su forma de presentarse
en el tiempo y en el espacio, fácilmente vulnerable y susceptible de usos sucesivos, y además constituye un recurso
unitario que se renueva a través del ciclo hidrológico” (Exposición de Motivos de la Ley de Aguas 29/1985).
• Art.3 Reglamento Ley de Aguas (TRLA). Las aguas continentales superficiales, así como las
subterráneas renovables, integradas todas ellas en el ciclo hidrológico, constituyen un
recurso unitario, subordinado al interés general, que forma parte del dominio público estatal
como dominio público hidráulico.
Inicialmente, de entre todas las aguas superficiales y subterráneas se excluyen las aguas minerales
y termales, lo cual no significa que dejen de formar parte del demanio hidráulico, sino que se rigen
por su legislación específica (por la Ley 22/1973, de 21 de julio, de Minas, según el art. 1.5 TRLA).
Sobre estas premisas constituyen el dominio público hidráulico del Estado (art. 2 TRLA):
i. las aguas continentales, tanto las superficiales como las subterráneas renovables con
independencia del tiempo de renovación;
iii. los lechos de los lagos y lagunas y los de los embalses superficiales en cauces públicos;
iv. los acuíferos, a los efectos de disposición o de afección de los recursos hidráulicos; y
En el Derecho español se manifiestan dos tendencias en la asignación de la titularidad de las aguas: la derivada de
un modelo originado en el Derecho Romano que las Partidas reciben y que concibe las aguas como objetos
susceptibles de apropiación privada (salvo en lo referido a los ríos navegables y flotables), y por otra parte un
sistema regaliano, de origen medieval, que en el Reino de Valencia favoreció una cierta publificacion a través de
una intervención administrativa limitadora de los derechos de los propietarios ribereños. En las Partidas, aparece
el sistema romano de las cosas comunes, afirmando que los ríos pertenecen a todos los hombres comunalmente.
En cuanto a las riberas de los ríos, aunque estos fueses navegables, pertenecían al señorío correspondiente, pero
sujetos a una servidumbre. Por otra parte, las aguas que no se incluían en las Partidas eran consideradas objetos
propios de las regalías o señoríos reales.
Este esquema general de libertad de aprovechamientos de las aguas por todos los hombres, y especialmente por
los ribereños, aparece, sujeto a un mayor intervencionismo en el Reino de Valencia, donde se da un concepto más
amplio de las aguas públicas y comunales. Un ejemplo es la Instrucción de 13 de abril de 1783 en la que la
concesión de aprovechamiento de aguas estaba sometida a un complejo procedimiento. Dicho modelo parte del
concepto medieval de regalía, en el que el dominio eminente pertenece al monarca, y el dominio útil a la
comunidad, pueblo o ciudad, concibiendo así una suerte de titularidad colectiva en el aprovechamiento, que llega
hasta nuestros días.
2) La regulación liberal.
Este régimen de aguas publificado del Antiguo Régimen cambiara a causa del liberalismo económico con la
abolición de los señoríos jurisdiccionales y los privilegios en ellos fundados. En Valencia, a través de un Real Decreto
de 1835, se pone fin al régimen público especial de intervención de aguas.
A partir de 1845, con los liberales moderados y por influencia del sistema administrativo francés, se recompondrá
una intervención sobre las aguas, imponiéndose una relativa publificación sobre las mismas. Un ejemplo será la
calificación como obras públicas de los canales de navegación y puertos de mar entre otros. Asimismo, la creación
de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa en 1845 supondrá la exclusión de la Jurisdicción Civil de los litigios
que origina la intervención administrativa sobre las aguas.
En este momento se supera el criterio de navegabilidad y la flotación como elemento delimitador de las aguas
públicas que se sustituye por el de aguas corrientes, todas ellas susceptibles de ser aprovechadas por regadío.
Como reconocerá una Real Orden de este periodo, la mayoría de nuestros ríos no se prestan a la navegación ni aun
al flote. El clima intervencionista de mediados del siglo desemboca en la Ley de Aguas de 3 de agosto de 1866 que
declara como públicas las aguas que nacen continua y discontinuamente en terrenos de dominio público, las de
los ríos y las continuas o discontinuas de manantiales y arroyos que corren por sus cauces naturales. Esto mismo
se mantiene en la Ley de Aguas de 13 de junio de 1879. Estas leyes no incluyen en su regulación a las aguas
marítimas. Tienen también en común que el titulo para los aprovechamientos especiales no se reduce a la
concesión administrativa, ya que se admite la adquisición por prescripción.
Del proceso de publificación se salvaron las aguas subterráneas, sobre las que siguió rigiendo el criterio de la Ley
de Partidas, fiel a la regla romana de que cualquiera podía hacer un pozo en su heredad. Por tanto, la ley de 1866
opta por la regla de atribuir el agua subterránea al dueño de su superficie (excepto en Valencia, en donde se exigía
permiso de la regalía para el aprovechamiento de las aguas), lo cual resulta controvertido, debida a la posterior
calificación del subsuelo minero como dominio público a través de un Decreto-ley de 1868. Durante el siglo XX se
produjeron numerosas innovaciones legislativas que no alteraron los elementos esenciales del régimen jurídico
básico prefijado en las normas ya citadas. Los planteamientos anteriores van a ser sustancialmente modificados
por la Ley de Aguas de 2 de agosto de 1985, modificada por la Ley 46/1999 de reforma de Ley de Aguas, y ambas
recogidas en el actualmente vigente Texto Refundido aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de
julio. Esta legislación declarara como públicas todas las aguas continentales, tanto superficiales como subterráneas.
3. Regulación actual
La regulación actual se encuentra en la ya mencionado Real Decreto Legislativo 1/2001, de 20 de julio por el que
se aprueba el texto refundido de la ley de aguas, modificado en parte por la Ley 62/2003, de 30 de diciembre, de
Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social, y su reglamento de desarrollo, aprobado por Real Decreto
849/1986, de 11 de abril, por el que se aprueba el Reglamento del Dominio Público Hidráulico que se desarrolla
los títulos preliminar, I, IV, V, VI y VII de la Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas, modificado en 2003 y 2008. A
esta Ley ha de añadirse, como complemento de la misma, la Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico
Nacional.
2. Las clases de usos de las aguas públicas.
A) Usos comunes y otras formas de aprovechamiento directo de las aguas públicas sin título
administrativo (ej. bañarse).
El uso común general de las aguas permite que todos puedan “usar las aguas superficiales, mientras
discurren por sus cauces naturales, para beber, bañarse y otros usos domésticos, así como para
abrevar el ganado”, sin obstaculizar ni impedir el uso por otros, alterar su calidad o caudal, desviarla
de su cauce, ni el abuso del derecho o su despilfarro. (Art. 50 TRLA).
Realmente, se trata más de un acto de reserva demanial que de una autorización propiamente dicha,
ya que se realiza un uso privativo de dominio público por parte de la administración titular del bien,
puesto que es el Estado o la CCAA el que utiliza dichos recursos para su fin particular, pero no
requieren un titulo administrativo previo, lo que se asemeja a una reserva de dominio de caudales
justificado por una necesidad de servicio público, que deben ser establecidas en los planes
hidrológicos.
En este tipo de aprovechamiento no se hace mención a las Entidades Locales que deberán instar la
correspondiente concesión para prestar el servicio esencial de abastecimiento de agua a
poblaciones.
Se permite el aprovechamiento, por parte de los propietarios de suelo que cuenten con acuíferos
en su interior (siendo esas aguas públicas), para utilizar dichas aguas, siempre que se trate de aguas
procedentes de manantiales situados en el interior de dicha propiedad y aprovechar en él las aguas
subterráneas, cuando el volumen total anual no sobrepase los 7.000 metros cúbicos (art 54.2).
Esto está previsto para aquellos aprovechamientos anteriores a la Ley de 1985 que SÍ se acomodaron
al sistema concesional aprobado por dicha ley, convirtiendo dichas propiedades privadas en
propiedades públicas; o bien, aprovechamientos subterráneos o manantiales acuíferos encontrados
posteriormente a 1985, donde la conservación de la propiedad privada no existía. En ambos casos
nos encontramos con concesión administrativa donde los titulares no son propietarios de dicho
acuífero, sino que éste es público y, sin embargo, se otorga por obra directa de la ley (ex lege) un
aprovechamiento privativo de al menos 7.000 m³ sin necesidad de autorización.
No obstante, la Ley concibe este aprovechamiento como un derecho ex lege de inmediato disfrute,
pero, su condicionamiento al desarrollo reglamentario, es decir, la formalización del
aprovechamiento exige una intervención administrativa muy fuerte, de tal manera que esa aparente
concesión ex lege se limita posteriormente, tratándose realmente de una concesión administrativa.
Dicho desarrollo convierte tal derecho en una prohibición salvo autorización previa, y obtenida esta,
somete la explotación del mismo a un estricto régimen de vigilancia, que puede dar lugar a la
pérdida del mencionado derecho ante el incumplimiento de las condiciones reglamentarias.
Son usos privativos aquellos que limitan o excluyen cualquier otro aprovechamiento por terceros.
Como bien de dominio público el agua no puede ser utilizada privativamente sin un previo título
jurídico. El uso privativo se adquiere por concesión administrativa o por disposición legal,
quedando excluida la prescripción adquisitiva (Art. 52 TRLA) y la perpetuidad de la concesión.
• Adquisición por disposición legal: Se limita al aprovechamiento de las aguas pluviales y las
estancadas por el propietario en cuya finca se encuentren, así como el aprovechamiento de
los manantiales y de las aguas subterráneas alumbradas por el titular del predio hasta un
límite de 7.000m³ anuales. La jurisprudencia ha admitido, además, que una ley singular
también puede atribuir el uso privativo de manera excepcional.
• Concesión administrativa: es la forma ordinaria de adquisición del uso privativo sea
consuntivo (suponen un gasto del recurso hídrico, ej. regadío) o no consuntivo (no suponen
un gasto del recurso hídrico, ej. central hidroeléctrica, pesca, navegación). Se regula
pormenorizadamente en el TRLA, ya que consiste en el elemento central para la gestión de
las aguas públicas por privados, de modo que aquí se destacarán sus elementos más
relevantes, con indicación del artículo en el que se contemplan.
◦ y se extingue por término del plazo, caducidad, expropiación o renuncia del interesado
(Art 53.19).
◦ En las concesiones para riego, el solicitante debe ser titular de las tierras, aunque pueden
ser otorgadas a favor de Comunidades de Regantes o agrupaciones de regantes o de
empresas o de particulares en régimen de servicio público.
• Contrato de cesión de derechos al uso privativo de las aguas: Junto a los dos casos anteriores,
es posible que el aprovechamiento privativo de aguas públicas se base en un título diferente
a una concesión administrativa o un derecho legal. Puede basarse en un contrato, regulado
en los arts. 67 a 72 TRLA. Permite que los concesionarios o titulares de algún derecho al uso
privativo (excluyendo los usos no consuntivos) puedan ceder, con carácter temporal, la
totalidad o parte de sus derechos a favor de titulares de usos de igual o mayor rango (que el
orden de prelación de derechos esté por encima del uso al que está dedicando dichos
recursos hídricos el que ha obtenido la concesión), previa autorización administrativa.
Dicho registro, de carácter público, existe en cada Organismo de cuenca, y a él podrá acudir cualquier
persona a consultarlo o solicitar certificaciones. La inscripción en el mismo, es meramente
declarativa, pero con valor probatorio de documento público en un juicio declarativo. Dicha
inscripción tiene la virtualidad de garantizar la intervención del organismo de cuenca, mediante sus
poderes ejecutorios, frente a quien sin derecho inscrito se oponga al titular
Para favorecer el conocimiento por la Administración de todas las aguas, la Ley de Aguas ha creado
un Catálogo de Aguas Privadas, en el que se inscribirán las que, siendo privadas al amparo de la
legislación anterior, se mantengan con esa naturaleza conforme a las Disposiciones Transitorias
Segunda y Tercera. La inscripción, que es obligatoria, obliga a la Administración a considerar para el
otorgamiento de aguas subterráneas, su posible afección a captaciones anteriores legalizadas. Sin
embargo, la inscripción en el Catálogo no debe ser determinante para que en el otorgamiento de las
concesiones se respeten los derechos privados, ni para el reconocimiento administrativo de la
titularidad sobre las aguas.
Por un lado se diferencia entre autorizaciones respecto de sustancias peligrosas y menos peligrosas,
y por otro, los vertidos en aguas superficiales y en aguas subterráneas, de condiciones más rigurosas.
Así mismo se exige la presencia de instalaciones de depuración adecuadas, entre otros
requerimientos adicionales, y se establecen normas específicas sobre la reutilización de las aguas,
para controlar su calidad.
Respecto a las aguas subterráneas, la causa primera de su contaminación no son los vertidos, sino
su sobreexplotación y salinización. Por ello, el organismo de cuenca vigilará el exceso de explotación
y podrá tomar medidas cautelares o definitivas en este aspecto, por un lado, o la modificación y
revisión de la concesión o cualquier otra decisión oportuna cuando el acuífero sea costero y corra el
riesgo de convertirse en inutilizable por su concentración salina.
◦ Zonas de policía: Se trata del establecimiento de una zona de policía de cien metros alrededor
de los márgenes de los ríos, lagos, lagunas y embalses en las que la actividad de los
particulares está sometida a una intensa intervención administrativa, con el fin de evitar
vertidos ocasionales, de carácter accidental, sobre dichas aguas. Desde la misma perspectiva,
se establecen en las aguas subterráneas perímetros de protección, limitando actividades
mineras, urbanas, agrícolas, o de otro tipo que pudieran perjudicarlas. En ambos casos, es el
Organismo de cuenca quien aparece como competente en tales cuestiones.
En cualquier caso, toda actividad sobre el demanio hidráulico que requiera autorización o concesión
y presente riesgos para el medio ambiente, deberá acompañarse de un informe ambiental, que será
revisado y eventualmente corregido por el órgano especialista de la Administración hidráulica, el
cual a su vez podrá iniciar de oficio el procedimiento de evaluación de impacto ambiental cuando
advierta cualquier riesgo grave para el medio ambiente.
Las competencias sobre las aguas se encuentran distribuidas entre el Estado y las Comunidades
Autónomas. Esta distribución se consagra en la Constitución, en sus artículos 149 y 148
Para el reparto competencial se sigue el criterio de la cuenca hidrográfica, definida como “la
superficie de terreno cuya escorrentía superficial fluye en su totalidad a través de una serie de
corrientes, ríos y eventualmente lagos hacia el mar por una única desembocadura, estuario o delta.
La cuenca hidrográfica como unidad de gestión del recurso se considera indivisible”. Dichas cuencas
se refieren por lo general a los grandes ríos españoles, de manera que el Ebro, el Duero, el Miño-Sil,
el Tajo, el Guadalquivir, el Guadiana, el Júcar, y el Segura, junto con sus afluentes, constituyen una
única cuenca cada uno.
A tenor del artículo 149.1 (criterio territorial), la competencia del Estado comprende: “La legislación,
ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos, cuando las aguas discurran por
más de una Comunidad Autónoma (se refiere a cuenca hidrográfica), y la autorización de las
instalaciones eléctricas, cuando su aprovechamiento afecte a otra Comunidad o el transporte de
energía salga de su ámbito territorial” Por su parte, el artículo 148.1, atribuye a las Comunidades
Autónomas competencia sobre: “los proyectos, construcción y explotación de los aprovechamientos
hidráulicos, canales y regadíos de interés de la Comunidad Autónoma. Las aguas minares y termales”.
De esta forma, si la cuenca trascurre por una única Comunidad Autónoma, la gestión corresponde a
ésta (a excepto de la legislación, la cual corresponde exclusivamente, tanto la básica como la de
desarrollo, al Estado), y si lo hace por dos o más Comunidades, la gestión corresponde al Estado. El
resultado final es que la práctica totalidad de las Confederaciones Hidrográficas son de gestión
estatal, salvo que el Estado decida voluntariamente cederla en algún caso a una Comunidad
Autónoma.
A su vez, la Constitución contiene otras competencias del Estado que pueden influir en las
competencias sobre las aguas terrestres. Entre otras, la planificación económica general
directamente relacionada con la planificación hidráulica; el establecimiento de las condiciones
básicas para el ejercicio de los derechos y deberes de los españoles; la legislación civil; la legislación
básica sobre contratos y concesiones administrativas; y el medio ambiente.
Las figuras clave en la administración y gestión de las aguas en España son los organismos de cuenca. Sin
embargo, no son las únicas figuras relevantes en el sector. Junto a ellos, se ha de citar al Consejo Nacional del
Agua, y las Corporaciones de usuarios.
Se crea como órgano consultivo superior en la materia. El excesivo fraccionamiento competencial entre el
Estado y las Comunidades Autónomas se ha intentado compensar con la creación de un Consejo Nacional del
Agua, órgano de coordinación, de naturaleza consultiva. Su competencia principal consiste en informar
preceptivamente los proyectos de Planes Hidrológicos, las disposiciones de carácter general y las cuestiones
comunes a dos o más Organismos de cuenca.
Son la figura fundamental de la administración hidráulica. Los Organismos de cuenca son ahora, con la
denominación de Confederaciones Hidrográficas, organismos autónomos. Tienen personalidad jurídica
propia distinta de la del Estado, adscritos a efectos administrativos al Ministerio de medio ambiente y con
plena autonomía funcional para regir y administrar los intereses que les sean confiados. Ejercen entre otras
funciones, las de fomento y de policía, la administración y control del dominio público hidráulico, la
elaboración de los proyectos y explotación de las obras hidráulicas, y, por encima de todo, la elaboración del
Plan Hidrológico de cuenca, para su posterior aprobación por el Gobierno previo informe del Consejo
Nacional del Agua.
En las cuencas hidrográficas intracomunitarias, es decir, aquellas que transcurran sólo por el territorio de una
Comunidad Autónoma, corresponde por entero a la propia Comunidad decidir la organización administrativa
y régimen jurídico que se quiere dar a la misma, siempre que se haya asumido competencias en la materia.
La única limitación es que en los órganos colegiado del organismo que se cree habrá de existir una
representación de los usuarios de al menos un tercio de sus miembros.
3- Corporaciones de usuarios.
A la complejidad propia de la administración y gestión del agua ocasionada por las tensiones competenciales
entre el Estado y las CCAA, y las propias CCAA entre sí, se añade el papel tradicional que corresponde en dicha
administración a los usuarios. En efecto, los beneficiarios del agua y de otros bienes del dominio público
hidráulico de una misma toma o concesión, deben agruparse, de manera obligatoria, en Comunidades de
usuarios. En caso de que la finalidad del empleo de dichas aguas sea el riego, se denominarán Comunidades
de Regantes, y en el resto de casos, su nombre cambiará en función del destino efectivo del aprovechamiento
por los usuarios, adoptándose aquel que mejor describa dicho destino.
5. La planificación hidrológica.
El instrumento básico en la regulación de los aprovechamientos de toda suerte sobre las aguas y de
la protección de su calidad son los Planes Hidrológicos, pues ellos son, los que determinan por
menudo los poderes de la Administración y los derechos de los beneficiarios. Así se desprende de la
ambiciosa enumeración legal de sus objetivos, "la planificación hidrológica tendrá por objetivos
generales conseguir el buen estado y la adecuada protección del dominio público hidráulico y de las
aguas objetó de esta Ley, la satisfacción de las demandas de agua, el equilibrio y armonización del
desarrollo regional y sectorial, incrementando la disponibilidad del recurso protegiendo su
calidad ,economizando su empleo y racionalizando sus usos en armonía con el medio ambiente y,
los demás recursos naturales " .
La planificación previa es requisito esencial para la determinación de aspectos tan fundamentales
como el orden de preferencia de los aprovechamientos y la determinación de los caudales ecológicos,
la prórroga, revisión y extinción de concesiones, su régimen de otorgamiento y utilización, la
protección de la calidad de aguas.
La planificación se realizará mediante los Planes Hidrológicos de cuenca y el Plan Hidrológico
Nacional. El ámbito territorial de cada Plan Hidrológico de Cuenca será coincidente con el de la
demarcación hidrográfica correspondiente. Ambos tienen el carácter de ser públicos y vinculantes y
su revisión no implica la creación de derechos a favor de particulares o de entidades, ni su
modificación genera indemnización (art 65 TRLA). Tanto el Plan Hidrológico Nacional, que se
aprueba por Ley, como los Planes Hidrológicos de Cuenca, que se aprueban por el Gobierno de
acuerdo a las determinaciones de aquél y en coordinación con las diferentes planificaciones que les
afecten (de obras públicas, o de ordenación del territorio y urbanismo, por ejemplo), han de tener
un contenido mínimo, fijado en el TRLA.
6. Las obras hidráulicas. NO ENTRA
Art 132 CE: "Son bienes de dominio público estatal los que determine la Ley y, en todo caso, la zona
marítimo terrestre, las playas, el mar territorial, y los recursos naturales de la zona económica y la
plataforma continental".
B) evolución histórica
A lo largo de los siglos, los textos jurídicos han mostrado una gran despreocupación por la defensa de las playas,
costas y otras zonas adyacentes del mar. Esta indiferencia, y su posterior inclusión como bienes de dominio público,
guarda relación con el cambio producido en el valor económico de estos bienes, que tradicionalmente se veían
como lugares inapropiados para construcción de viviendas y otros usos, y que progresivamente han ido
adquiriendo un mayor valor económico.
La indiferencia por los terrenos adyacentes al mar explica seguramente la máxima romana que se ha aplicado
durante siglos para calificar el mar y sus riberas “res communis omnium”, lo que permitía en todo caso su utilización
por todos. En efecto, el Derecho romano consideraba público el uso de las orillas del mar, como públicas son las
cosas que no tienen dueño, en este caso, el agua del mar.
Las Partidas de Alfonso X el Sabio toman esta concepción del mar como bien de todos al señalar que “todas las
criaturas pueden usar del mar y su ribera, pescando o navegando o haciendo lo que a su interés convenga, porque
estas cosas pertenecen comunalmente a todas las criaturas”.
Habrá que esperar hasta la Ley de Aguas de 1866 para ver aplicadas las categorías del dominio público a esta
realidad física. Así, ésta establecía en su Exposición de Motivos que “aunque el mar, destinado por la Providencia
a servir de vía universal de comunicación entre los pueblos, no pertenece al dominio de nación alguna, la seguridad
e independencia de éstas exige que se considere como parte del territorio de las mismas la zona marítima contigua
a sus playas”.
La delimitación del mar territorial en la Ley de Aguas de 1866 se remitía a las normas de Derecho internacional,
pues se establecía que en esta zona de mar territorial, el Estado debe disponer y arreglar la vigilancia y los
aprovechamientos conforme a las leyes y tratados internacionales. En realidad, la Ley de Aguas de 1866 y la
legislación de puertos que la continúa solo definen dos zonas demaniales: el mar litoral, al que ya se ha hecho
referencia y las playas. En cuanto a las playas, la citada Ley las incluye también en el demanio del Estado, pero da
un concepto peculiar de playa, pues no designa como tales las superficies arenosas que se dan en la costa, o en la
ribera del mar, sino la parte de la costa que el mar cubre y descubre con los flujos de las mareas,
independientemente de que lo formen arenales, pedregales, rocas o cualquiera otros tipos de
materiales geológicos.
Pero, con el curso del tiempo, las cosas han cambiado sensiblemente y se ha incrementado el valor de las costas,
mar territorial y plataforma continental, tal y como establece la Exposición de Motivos de la Ley de Costas 22/1998
de 28 de julio: "nuestro demanio marítimo está afectado, como ocurre en otros países, por un fuerte incremento
de la población y la consiguiente intensificación de usos turísticos, agrícolas, industrial, de transporte, pesquero y
otros, lo que ha producido un proceso de depredación y privatización".
Contra esta situación ya había reaccionado la Ley 28/1969, sobre costas marítimas, y el propio legislador
constituyente, que a pesar de nuestra tradición, constitucionaliza el dominio público, tal y como indica el art.132
CE: "Son bienes de dominio público estatal los que determine la Ley y, en todo caso, la zona marítimo terrestre,
las playas, el mar territorial, y los recursos naturales de la zona económica y la plataforma continental".
C) regulación actual.
La Ley de 22/1988 de Costas (LC en adelante) tiene como objeto primordial la determinación, protección,
utilización y policía del dominio público marítimo-terrestre y especialmente de la ribera del mar (art. 1). En
particular sobre la zona marítimo-terrestre, la actividad administrativa consistirá en:
b) Garantizar el uso público del mar, de su ribera y del resto del dominio público marítimo-terrestre, sin más
excepciones que las derivadas de razones de interés público debidamente justificadas.
c) Regular la utilización racional de estos bienes en términos acordes con su naturaleza, sus fines, y con el
respeto al paisaje, al medio ambiente y al patrimonio histórico.
d) Conseguir y mantener un adecuado nivel de calidad de las aguas y de la ribera del mar. (Art. 2).
Esta Ley de Costas de 1988 fue impugnada por diversas Comunidades Autónomas y por variados motivos, pero la
Sentencia del Tribunal Constitucional de 4 de julio de 1991 confirmó su adecuación a la Constitución, salvo en
aspectos muy concretos relativos a la distribución de competencias. Según el Tribunal Constitucional las
competencias que corresponden a las Comunidades Autónomas sobre las Costas se basan en las que ostentan para
la ordenación del territorio y el urbanismo, competencias que no deben entenderse tan absolutas que eliminen o
destruyan las competencias que la Constitución reserva al Estado.
Pero el aspecto más relevante de la nueva ley consistía en realidad en la demanialización de las costas españolas,
provocando la conversión de numerosas propiedades privadas en bienes públicos, sin por ello considerar la
operación como expropiatoria. La solución de la ley, convirtiendo dichas propiedades en concesiones
administrativas por 30 años para el uso del dominio público, fue avalada por el Tribunal Constitucional.
Justamente el problema de la finalización del plazo de las mencionadas concesiones ha motivado, entre otras
causas, que la Ley de Costas de 1988 haya sido recientemente modificada por la Ley
2/2013, de 29 de Mayo, de protección y sostenimiento del litoral. Esta reforma se justifica por el cumplimiento de
dos objetivos primordiales: la obtención de mayor seguridad jurídica estableciendo un marco en el que las
relaciones jurídicas en el litoral puedan tener continuidad a largo plazo, y al mismo tiempo la garantía del
mantenimiento de la integridad del dominio público marítimo-terrestre, a través de la clarificación de las reglas
aplicables. Con ello se quiere abordar las numerosas irregularidades que todavía perviven en las costas españolas,
como luego se mencionará.
No obstante, no pasarán a formar parte del dominio público marítimo-terrestre aquellos terrenos
que sean inundados artificial y controladamente, como consecuencia de obras o instalaciones
realizadas al efecto, siempre que antes de la inundación no fueran de dominio público.
ii. Las playas o zonas de depósito de materiales sueltos, tales como arenas, gravas y
guijarros, incluyendo escarpes, bermas y dunas, estas últimas se incluirán hasta el límite
que resulte necesario para garantizar la estabilidad de la playa y la defensa de la costa.
2. El mar territorial y las aguas interiores, con su lecho y subsuelo, definidos y regulados por
su legislación específica.
El mar territorial se trata de una zona o franja fijada en 12 millas, donde los estados disfrutan de
soberanía, al igual que sobre el territorio terrestre y las aguas interiores; sin embargo, sobre el
mismo existe la importante excepción del paso inocente, un derecho de navegación del que
disponen todos los demás Estados. Esto es, el paso rápido e ininterrumpido de los buques
extranjeros por el mar territorial, sea para salir de un puerto o para entrar en él, el de los submarinos
en superficie identificando su nacionalidad, pero no incluye el paso de aeronaves sobrevolando el
mar territorial. La práctica del paso inocente puede suspenderse temporalmente por razones de
seguridad, incluso para realizar maniobras militares.
Las aguas interiores españolas, con su lecho y subsuelo, a efectos legales son las situadas en el
interior de las líneas de base del mar territorial, incluyéndose en ellas ríos, lagos y aguas
continentales. La línea de base es la que fija el inicio del mar territorial, es decir, la línea a partir de
la cual se calculan las millas de su extensión (6 o 12, como ya se ha dicho), de modo que dichas aguas
interiores comprenden las comprendidas entre la tierra firme y las líneas de base mencionadas, que
son los puntos de tierra firme que más entran dentro de litoral. A pesar de que en el Derecho español
no existe una ley sobre aguas interiores, sobre ellas el Estado tiene plena soberanía, quedando
excluido el paso inocente.
La Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante, en su artículo 8, incluye entre las aguas
interiores las de los puertos y cualesquiera otras comunicadas permanentemente con el mar hasta
donde se haga sensible el efecto de las mareas, así como los tramos navegables de los ríos hasta
donde existan puertos de interés general.
4. Los bienes calificados como demaniales por la ley: Además de las categorías generales ya
mencionadas, la ley se encarga de hacer un recuento detallado de específicos bienes que
también se considerarán parte del demanio marítimo-terrestre.
Ejemplo, los islotes en aguas interiores y mar territorial; los acantilados que estén en contacto con el mar o
con espacios del dominio público marítimo-terrestre hasta su coronación; los puertos e instalaciones
portuarias de titularidad estatal (que están reguladas en su legislación específica correspondiente); los
terrenos ganados por el mar por consecuencia indirecta de obras y los desecados en su ribera; las obras e
instalaciones construidas por el Estado en dicho dominio, etc.
vi. Marisma: terreno muy llano y bajo que se inunda periódicamente como consecuencia
del flujo y reflujo de las mareas o de la filtración del agua del mar.
vii. Marjal: terreno bajo cubierto por un manto de agua que da soporte a abundante
vegetación.
Se prevé en los casos en que la utilización y gestión a una Comunidad Autónoma para que puedan
construir puertos o redes viales de su titularidad, o ampliar los ya existentes. De manera que,
conservándose la titularidad estatal, se adscribe la porción correspondiente del demanio marítimo-
terrestre a su utilización por una Comunidad Autónoma, bajo una doble garantía:
ii. Desascripción: El artículo 50 LC establece que, cuando los bienes adscritos no sean utilizados
para el cumplimiento de los fines inicialmente previstos, o sean necesarios para una
actividad económica o el interés general, según los artículos 131 y 149 CE, revertirán al
Estado.
2. Usos por los particulares: La utilización por los particulares del demanio marítimoterrestre,
como en general de los bienes demaniales en su conjunto, sigue la distinción habitual entre usos
comunes generales, usos comunes especiales, y usos privativos:
i. Usos comunes generales: Se reconocen una gran variedad y, en consecuencia se rigen por
los principios de libertad, igualdad y gratuidad, previstos en el art 31.1 de la Ley de Costas.
La ley ensaya una ejemplificación de tales usos, sin que tenga más valor que el anecdótico:
pasear, estar, bañarse, navegar, embarcar, coger plantas y mariscos, etc.
ii. Usos comunes especiales y usos privativos: Se describen conjuntamente en el art. 31.2 de la
ley. Por un lado, aquellos que tengan “especiales circunstancias de intensidad, peligrosidad
o rentabilidad” y por otro “los que requieran la ejecución de obras e instalaciones que solo
podrán ampararse en la existencia de reserva, adscripción, autorización y concesión (…) sin
que pueda invocarse derecho alguno en virtud de usucapión, cualquiera que sea el tiempo
transcurrido”
iii. condiciones que exige la ley para este tipo de usos cuando requieran ocupación del espacio
marítimo-terrestre, que se encuentran especificadas en el art 32 y ss. de la Ley de Costas.
c) Las playas no serán de uso privado y las instalaciones que se permitan serán de libre
acceso público, salvo que por razones de policía, economía u otras de interés público, se
autoricen otras modalidades de uso. Las edificaciones de servicio de playa, se ubicarán
fuera de la misma, y respetando la regulación reglamentaria, que desarrollará el régimen
de ocupación y uso de las playas atendiendo a su naturaleza; y, quedan prohibidos el
estacionamiento y la circulación no autorizada, y los campamentos y acampadas.
B) Títulos Habilitantes
◦ cambio de planeamiento: en esos casos cuando los usos autorizados resulten contrarios a
una normativa aprobada con posterioridad, solo se revocará la autorización si no se adaptase
a la misma en el plazo de 3 meses o no fuera posible física o jurídicamente.
2. Las concesiones sobre el demanio marítimo-terrestre: Son el titulo requerido para la utilización
privada del demanio con ‘obras o instalaciones no desmontables’, que no eximen al titular de la
misma de la obtención de otras concesiones y autorizaciones que sean preceptivas en virtud de
otras normas legales (como puede ser la licencia municipal de construcción). Aparecen reguladas
en los arts. 64 y ss., de la Ley de Costas, y en ningún caso podrán ser titulares de concesión las
personas en quienes concurra alguna de las prohibiciones de contratar, se otorgarán sin perjuicio
de tercero y dejando a salvo los derechos preexistentes. Cuando afecte parcialmente a terrenos
privados, el otorgamiento de la concesión podrá implicar la declaración de utilidad pública a
efectos de ocupación temporal o expropiación forzosa de los bienes o derechos afectados,
bienes expropiados que se incorporarán al dominio público. Por otro lado, son inscribibles en el
Registro de la propiedad, pero ‘extinguida la concesión, la inscripción será cancelada de oficio o
a petición de la Administración o el interesado’. Las concesiones son transmisibles intervivos y
mortis causa, en caso de que sea intervivos, solo será válida si con carácter previo, la
Administración reconoce el cumplimiento de las condiciones establecidas en la concesión, tal
como dispone el art 70 LC.
1- La servidumbre de protección: Esta servidumbre recae sobre una zona de 100 metros medida
tierra adentro desde el limite interior de la ribera del mar, extensión que podrá ser ampliada en otros
100 metros por la Administración del Estado de acuerdo con el de la Comunidad Autónoma y el
Ayuntamiento, cuando sea necesario para asegurar la efectividad de la servidumbre en atención a
las peculiaridades del tramo de costa de que se trate.
Los veinte primeros metros de esa servidumbre están destinados al depósito temporal de objetos o
materiales arrojados por el mar o la realización de operaciones de salvamento marítimo, no siendo
necesaria autorización administrativa para depositar dichos objetos. No toda utilización esta sin
embargo permitida. La Ley distingue dos tipos de actividades a desarrollar por los particulares en
esta zona de protección:
3- Servidumbre de acceso al mar: Con el objetivo último de garantizar el uso público del demanio
marítimo-terrestre, se someten a la servidumbre de acceso al mar los terrenos colindantes al
dominio público marítimo-terrestre, en la longitud y anchura que demanden la naturaleza y finalidad
del acceso, sin que se permitan obras o instalaciones que interrumpan el acceso al mar, salvo
solución alternativa que lo garantice. El art 28 de la Ley de Costas determina que los planes y normas
de ordenación territorial y urbanística del litoral deben establecer, salvo en espacios calificados
como de especial protección, la previsión de suficientes accesos al mar y aparcamientos fuera del
dominio público marítimo terrestre, debiendo estar todos los accesos señalizados y abiertos al uso
público a su terminación. En las zonas urbanas y urbanizables, los accesos de tráfico rodado deberán
estar separados entre sí un máximo de 500 metros y los peatonales 200 metros. La previsión se
complementa con la prohibición de obras e instalaciones que interrumpan el acceso al mar sin que
se proponga por los interesados una solución alternativa que garantice su efectividad en condiciones
análogas a las anteriores, a juicio de la Administración del Estado. Para terminar, la ley de costas
contiene la declaración de utilidad pública a efectos de expropiación, de los terrenos necesarios para
la realización o modificación de otros accesos públicos al mar y aparcamientos.
El art 28 de la Ley de Costas determina que los planes y normas de ordenación territorial y
urbanística del litoral deben establecer, salvo en espacios calificados como de especial protección,
la previsión de suficientes accesos al mar y aparcamientos fuera del dominio público marítimo-
terrestre, debiendo estar todos los accesos señalizados y abiertos al uso público a su terminación.
En las zonas urbanas y urbanizables, los accesos de tráfico rodado deberán estar separados entre sí
un máximo de 500 metros y los peatonales 200 metros.
2. Otras limitaciones.
Es novedad de la Ley de Costas de 1988, la definición de una zona de influencia de 500 metros como
mínimo de anchura contados a partir del límite interior de la ribera del mar, cuya anchura se
determinará en los planes de ordenación territorial y urbanístico. En dicha zona de influencia han
de observarse reglas específicas, tales como la imposición de reservas del suelo para aparcamientos
de vehículos en las zonas de la playa para garantizar el estacionamiento fuera de la zona de
servidumbre de tránsito, la adaptación de las construcciones a lo establecido en la legislación
urbanística, debiéndose evitar la formación de pantallas arquitectónicas y la acumulación de
volúmenes, no pudiendo ser la densidad de edificación superior a la media del suelo urbanizable
programado. Junto a la determinación de tal zona de influencia, el art. 29 LC establece otras
limitaciones a la propiedad, refiriéndose principalmente a la conservación y extracción de los
yacimientos de áridos, tanto en los tramos finales de los cauces de ríos como a los que se encuentran
en general en la zona de influencia.
5. Los puertos y los servicios portuarios. (NO ENTRA)
(está desarrollado en los apuntes del demanio marítimo del profesor).