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Manumisión de esclavos:
En la antigua Roma, es el nombre que recibía el proceso de liberar a un esclavo, tras lo
cual se convertía en un liberto. La manumisión fue una práctica común en Roma y sus
dominios a lo largo de su historia. Un esclavo, por afecto, favores prestados, méritos,
cualidades personales, buena voluntad del propietario, podía convertirse en liberto e incluso
ser aceptado e incorporado a la alta sociedad romana, como es caso de algunos libertos
imperiales, que por el sistema de promoción social, así como por su excepcional riqueza o
experiencia, alcanzaron la cima de la escala social llegando a desempeñar cargos políticos
gracias al apoyo de la aristocracia romana. Pero lo más habitual era que se les siguiera
viendo como siervos, no permitiéndoles olvidar su pasado, y la mayor parte de
los libertos simplemente subieron un peldaño en la estratificación social romana, pasando a
formar parte de la plebe y con ello la necesidad de ganarse la vida con su trabajo, por lo que
muchos de ellos siguieron trabajando para sus anteriores propietarios, ahora patronos.
Tipos
En Roma existían dos formas de otorgar la manumisión: una solemne (civil), por la cual el
esclavo manumitido pasaba a ser considerado libre y con calidad de ciudadano romano, y la
segunda, no solemne (pretoria), en la que el esclavo era liberado, pero no se le otorgaba la
ciudadanía romana sino que quedaba en condición de ciudadano latino (latini iuniani), esto
obligaba al liberado latino a traspasar todos sus bienes a su antiguo dueño al momento de
su muerte.
Civil
Per censum (por censo): Si el dueño del esclavo lo inscribe en algún censo realizado por el
magistrado correspondiente, el esclavo pasa a ser libre desde la entrada en vigencia del
censo.
Per vindicta (por juicio): En su origen fue un acto real en el que se pronunciaba
una vindicatio, es decir, una afirmación de fuerza solemne in iure (ante el magistrado)
reafirmada por el gesto del lictor al imponer la festuca (una varita) sobre el hombro del
esclavo que ha de ser manumitido, mientras su amo permanecía en silencio. En sí, se trata
de un juicio simulado en el cual el dueño del esclavo (dominus) se presenta ante algún
magistrado y declara su deseo de hacerlo libre; este pasa a ser hombre libre desde el
momento de la sentencia.
In sacrosanta ecclesia (en la iglesia) : Se produce si, en la iglesia, el dueño toma como
testigo al obispo para dar libertad al esclavo. También se considera el otorgarle la libertad
al esclavo frente a los feligreses.
Per testamentum (por testamento): Cuando el dueño del esclavo transcribe sus bienes en su
testamento y declara al esclavo hombre libre, este queda en libertad al momento de la
muerte de su dueño.
Pretorio
Inter Amicos (entre amigos): El dueño declara libre al esclavo en presencia de cinco
testigos.
Per Epistolam (por carta): El dominus le escribía una carta al esclavo otorgándole la
libertad. Justiniano exigió, además, cinco testigos que firmaran o dieran fe del contenido de
la carta.
Per Mensam (en la mesa): Cuando el esclavo es invitado a comer a la mesa del dominus.
Justiniano dispuso que también fuera libre el esclavo a quien su dominus diese el nombre
de "hijo" en forma pública, aun cuando por esto, no adquiría los derechos de tal. Cabe
destacar que las manumisiones no solemnes no tenían carácter jurídico vinculante, por lo
que en cualquier momento se podía retomar la propiedad del esclavo.
Alieni iuris
Es un término que deriva del latín, que en nuestro idioma podría traducirse como “sin
derecho” o específicamente “bajo el derecho de otro”. El alieni iuris es una calificación
del derecho romano, que es utilizada para referirse a aquellas personas que se hallan bajo
el dominio, sujeción, yugo o posesión de otro; es decir es el individuo que se encuentra
sometido, sujeto o reprimido a la patria potestad o poder de otro. Diferenciándose de esta
calificación está el termino sui iuris o derecho propio, denominación que le era
otorgada a las personas, en su mayoría de género masculino, para describir que estos
poseían la plena capacidad jurídica, y que además gozaban de una serie de poderes que
las personas adjudicadas con el alieni iuris no.
Este era un fenómeno que ocurría en las familias romanas, con el propósito de calificar a
los miembros que la integraban. y aquellas personas que estaban sometidas bajo el mandato
del sui iuris, o del poder familiar, sin importar la edad o el sexo, eran los llamados alieni
iuris, abarcando al filiusfamilias, cuya denominación se le otorgaba al descendiente
legitimo o adoptivo del llamado paterfamilias existente. La mujer que estaba sujeta al
mandato de su propio esposo o bien sea el del pater, además la persona “in causa mancipi”,
quien era aquel personaje que gozaba de plena libertad dado en noxa por las faltas
cometidas, o en garantía de las responsabilidades del paterfamilias de quien este dependía.
Las personas con el título de alieni iuris poseían una capacidad restringida en cuanto a
la situación de dependencia que se hallaba acerca del pater. Por ende es que los filii,
quienes eran los hijo biológicos, adoptivo y esclavos, no se les concedía casarse sin obtener
la autorización del jefe de la familia o pater; además respecto a su situación patrimonial,
poseían un estado semejante al de los esclavos, puesto que lo que adquiría era anexado
al patrimonio de pater.
Sui Iuris
Sui iuris es un término que deriva de raíces latinas, cuya equivalencia para nuestro idioma
sería “de Propio Derecho”, vocablo muy utilizado en la rama del derecho romano. Se
entiende por sui iuris o más bien se le adjudica como tal, a aquel individuo que en la
época del Imperio Romano no estaba sometido, dominado o subyugado por la
autoridad o mandato de otros, es decir que no estaban bajo el dominio de
la patria potestad de otro individuo en particular. A las personas quienes se les
adjudicaba sui iuris poseían la autoridad y potestad para decidir acerca de sus actos,
que a comparación de las personas quienes se les calificaba “alieni iuris” no gozaban de
dicho derecho, es decir que eran completamente sometidas bajo el régimen de otros.
A cada hombre sui iuris se le designaba el paterfamilias, tuviese o no hijos, y así fuera o
no mayor de edad; estas figuras masculinas, disponían de la plena capacidad jurídica,
además del famoso “status libertatis”, que hacía alusión a su libertad, y el “status
civitratis” que significaba que eran ciudadanos romanos. Este título se les era concedido al
hallarse libres de autoridad sobre ellos, bien sea por medio del fallecimiento de sus
antepasados masculinos, o por medio de la emancipación.
Por otra parte la figura femenina también podía ser sui iuris, pero en el caso de no estar
bajo el dominio de una dada autoridad, aunque no podía desempeñar la jefatura familia,
esto quiere decir que no se les permitía portar el título de “paterfamilias”. A este individuo
que era un ciudadano libre y disfrutaba de la denominación del sui iuris, además se le
calificaba como una persona “optimo iure” cuya significación hacía referencia al completo
goce de cada uno de los derechos privados y públicos existentes. Este tenía la posibilidad
de poseer las cuatro potestades más importantes de la legislación romana que eran: “La
Patria potestas”, “La Manus maritalis”, La Dominica potestas y el “el Mancipium”.
La ESPOSA romana tenía más libertad que la esposa ateniense clásica y mucha más que
durante épocas posteriores. Sobre la situación de la mujer es necesario decir que las
sociedades entonces eran patriarcales, es decir, su base política, económica y militar era
masculina, el hombre era el que aseguraba el sustento de la familia y de la sociedad entera
con su trabajo y el que la defendía con las armas en caso de guerra, por lo que su papel era
preponderante.
Los CLIENTES estaban considerados como una parte especial de la familia ya que la
clientela era una institución muy arraigada en la sociedad romana. Las familias importantes
se vanagloriaban del número de clientes que tenían y su prestigio y poder dependía en
buena parte de ellos.
Un cliente era un romano que se encontraba bajo la protección de otro. A finales de la
República prácticamente todos los romanos eran clientes de otros romanos que a su vez lo
eran de otros. Tito Labieno era cliente de Pompeyo como Marco Antonio lo era de César.
El patrón tenía la lealtad política de su cliente y a su vez debía protegerle y ayudarle cuando
lo necesitara. Se preocupaba de buscarle alojamiento si lo perdía, de encontrarle una buena
esposa, se asistirle legalmente o de prestarle dinero y el cliente apoyaba todos los proyectos
de su patrón votándole, asistiendo a sus fiestas, haciéndole la "pelota" al fin y al cabo. Esta
situación era de gran importancia en aquella Roma, ya que las fuerzas políticas necesitaban
el mayor número de clientes posible, y cuanto más importantes fueran mejor.
Los dos principales ministros del emperador Claudio, Pallas y Narciso, eran libertos,
esclavos liberados. En Roma, en medio de la más espantosa situación como era la
esclavitud, siempre existía la posibilidad de salir de ella, cosa que en otras culturas nunca
ocurrió.
Familia agnaticia
Se entendía por familia agnaticia al conjunto de personas bajo la misma potestad doméstica
en un parentesco puramente civil fundado en la autoridad paternal (patria potestad o
manus), por línea de varón (hasta el sexto grado).
Familia cognaticia
Se entendía por familia cognaticia al parentesco por consanguinidad natural. Es decir, las
personas vinculadas por la procreación y el nacimiento, propia de la legislación justineana,
según por la cual se entendía por familia, al conjunto de personas que tenía un origen
común ligadas por un vínculo natural, la cognación.
Se compone de un tronco común y dos líneas:
• Línea recta: Aquellos que descienden unos de otros. Puede ser ascendente o descendente.
Por ejemplo: padre, hijo, nieto, bisnieto, etc.
• Línea colateral: Aquellos que no descienden unos de otros pero tienen un tronco común.
Por ejemplo: hermanos, sobrinos, primos, etc.
PATRIA POTESTAD
CONCEPTO
Era una institución del derecho civil, que significó el poder del jefe de familia (pater) varón
vivo más antiguo de la familia, por vía masculina, que comprendía un conjunto de derechos
sobre la persona y bienes de los filius, con pocas obligaciones. Se entendía por filius no
sólo los hijos del pater sino también los nietos o bisnietos bajo su autoridad. Sólo podía
ejercerla un ciudadano romano sobre otro ciudadano romano.
LOS LEGITIMADOS
La legitimación fue otra forma de adquirir la patria potestad, en este caso, sobre los hijos
nacidos de concubinato. Quedaban fuera de la posibilidad de legitimación los hijos
adulterinos e incestuosos.
Para que se produjera la legitimación que equiparaba a estos hijos naturales a los legítimos,
se requería el consentimiento del legitimado, que en caso de no poder hacerlo por su corta
edad, debía ratificarla posteriormente. Los medios otorgados por la ley para que sea válida
la legitimación, fueron: el matrimonio subsiguiente de los padres, la oblación a la curia o el
rescripto del emperador. El primer caso exigía que no existieran impedimentos
matrimoniales al momento de la concepción del hijo. Si en este caso los padres contraían
matrimonio, el hijo quedaba equiparado totalmente al hijo legítimo
.
La oblación a la curia significaba ofrecer un hijo natural para desempeñarse como decurión
o casar a la hija natural con un decurión. Los decuriones tenían la función, entre otras, de
recaudar impuestos. Esta tarea tenía pocos candidatos dispuestos a ejercerla, ya que debían
responder personalmente en caso de que no pagaran los contribuyentes. Esta forma de
legitimación creaba un vínculo civil, agnaticio entre el padre y el hijo, pero este último no
era pariente civil de los demás parientes del padre.
Durante el mandato del emperador Justiniano surgió una nueva forma de legitimación, para
aquellos casos en que no pudiera darse el subsiguiente matrimonio de los padres, por existir
algún impedimento. La legitimación por rescripto imperial, o sea concedida por el
emperador, a pedido del padre por presentación directa o por disposición testamentaria,
tenía como único requisito, que el padre natural no poseyera hijos legítimos. Si el padre no
los hubiera legitimado en el testamento, pero los hubiera instituido herederos, los propios
hijos podían solicitar la legitimación pues se suponía que esa era la voluntad del testador.
Esta forma de legitimación equiparaba en todos sus efectos al hijo natural con los hijos
legítimos.
LOS ADOPTADOS
Esta institución del Derecho Civil, significaba, introducir al adoptado a la familia y crear un
vínculo de patria potestad sin la existencia de un vínculo de sangre. Dentro de la adopción
cabía distinguir la adopción de un alieni iuris, o sea de una persona que ya estaba bajo el
poder de un pater y pasaba a depender de otro y la adrogación, por el cual una persona sui
iuris, o sea no sujeta a patria potestad, pasaba a depender de otra en calidad de filius.
Para ser adoptante, se requería ser capaz, debiendo para ello ser un hombre sui iuris y
ciudadano romano.
No podían adoptar los tutores y curadores a sus pupilos mientras estos fueran menores de
25 años. Las mujeres no podían adoptar, pero sí ser adoptadas. Tampoco podían hacerlo los
menores de 18 años, ni los castrados.
Para que se operara la adopción, el padre originario debía vender ficticiamente al hijo al
adoptante, mediante tres mancipaciones (medio solemne y privado de transmisión del
dominio mediante el procedimiento del cobre y la balanza). Las dos primeras compra-
ventas eran lógicamente seguidas de manumisión, para que acto de compra venta pudiera
volver a efectuarse. En el caso de hijas y nietos, bastaba una sola mancipación.
Luego de la última venta el hijo no quedaba bajo la patria potestad del nuevo pater, sino en
mancipium, otra potestad inherente al pater. Para lograr la patria potestad, se requería
entonces, que el pater adquirente, volviera a remanciparlo ficticiamente, para que no
estuviera ya en mancipium. En esa situación el pater adoptante intentaba contra el padre
natural una reivindicación (acción por la cual se recuperaban las cosas robadas). Ante la
falta de oposición del padre biológico el adoptivo adquiría la patria potestad, por decisión
del magistrado. En época de Justiniano bastó con la presentación del padre adoptante, del
adoptivo, y del adoptado, por la cual el primero manifestaba su decisión ante el magistrado
y se labraba un acta ante el Juez.
La adopción creaba un vínculo similar, entre padre e hijo, al derivado de la naturaleza, por
lo tanto, se exigió que el adoptante fuera mayor que el adoptado por lo menos, en 18 años.
En el derecho Antiguo no se exigió el consentimiento del adoptado, lo que sí fue condición
(al menos que no se opusiera) durante el derecho clásico.
Si la adopción fuera de un nieto, el abuelo que daba al nieto en adopción lo hacía por su
propia voluntad sin ser necesario el consentimiento del padre de la persona a dar en
adopción. En el caso de que el adoptante sea el abuelo, se requería la conformidad del
abuelo y del padre adoptante.
El emperador Justiniano distinguió entre la adopción plena, que se daba en el caso de que el
adoptante fuera a su vez ascendiente natural del adoptado, donde se producía la
incorporación del adoptado bajo la patria potestad del adoptante, del caso de la adopción
menos plena, o sea, cuando el adoptante fuera un extraño, el adoptado no salía de la patria
potestad con respecto a su padre natural. Sin embargo, tenía el adoptado derecho a
concurrir a la sucesión intestada del padre adoptivo.
La adrogación era la incorporación a la familia de un sui iuris, o sea, de quien no estaba
sometido a patria potestad. Fue de gran importancia pues este sui iuris al incorporarse como
alieni iuris a otra familia, renunciaba a su propio culto familiar, para tomar el del adoptante,
además de que se integraba con todas las personas que se hallaban bajo su propia potestad.
Ante una situación tan significativa, era indispensable la intervención de los Pontífices. Se
requería la conformidad del adrogante y la del adrogado, pero además la del pueblo reunido
en comicio. Luego, los comicios fueron reemplazados por una Asamblea. Durante el
imperio se permitió que pudiera efectuarse por rescripto imperial.
Además de los requisitos exigidos para la adopción, los pontífices debían realizar una
investigación para determinar la causa por la que se efectuaba, que debía ser justa y
beneficiar al adoptado. El adrogante debía tener al menos 60 años, y adquiría la patria
potestad sobre el adrogado y toda su familia agnaticia.
a) sus efectos sobre la persona de los hijos; y b) sus efectos sobre el patrimonio.
1. Derecho de vida y muerte. Este derecho consiste, durante la época caracterizada por la
primacía del derecho formal y estricto, en el reconocimiento pleno de los derechos
perpetuos y absolutos del paterfamilias. El estado estaba impedido de intervenir en los
asuntos familiares y era el pater, quien entonces ejercitaba dicho derecho, resolviendo todas
las situaciones que se presentaban al grupo familiar.
2. El ius vendendi. —Era otro derecho practicado, desde los tiempos remotos, por los
padres sobre sus hijos y el cual consistía en el privilegio del pater de vender a sus hijos. Si
vendía al hijo, lo hacía esclavo, es decir, el hijo caía en capitis deminutio máxima y era
relegado a la categoría de las cosas, ejerciéndose por el comprador, el derecho de propiedad
sobre éste. En caso de que el hijo, en lugar de venderlo, fuera cedido in macipium, es decir,
se le colocaba con una persona libre (por ejemplo, el jefe de otra familia), a fin de que ésta
ejerciese autoridad sobre otra persona libre por un tiempo limitado, en este caso el hijo, que
conservaba su condición de libre al ser cedido y al encontrarse bajo la autoridad del jefe de
la otra familia, se hacía entonces cuasi-esclavo. En otras palabras, su condición de libre no
la perdía por el hecho de haber caído in mancipium. La Ley de las XII Tablas consagra un
precepto, en que establece que la patria potestad se extinguía si el padre vende al hijo tres
veces y a la hija una sola vez. El derecho de ventas fue derogado en los tiempos del imperio
cristiano, por considerarlo contrario a la equidad y al desarrollo y desenvolvimiento de las
relaciones paterno filiales.
3. —lus exponendi. —Era el derecho del pater, del jefe, de abandonar al hijo. También fue
ejercido durante los primeros tiempos y prohibido en la época del imperio. Los
emperadores dejaron constancia de que el hijo abandonado pasara a la patria potestad de
quien la obtuviere. Sin embargo, Justiniano consideró la libertad del abandonado, aun
cuando fuese recogido.
Profecticium. —Es el más remoto y está constituido por los bienes que el paterfamilias
cedía a sus hijos o a sus esclavos para que los administraran, radicando la propiedad de los
mismos en el pater. Dice CAMUS: "El reconocimiento jurídico de este peculio implicó una
responsabilidad limitada a su ascendencia del paterfamilias en virtud de la actio de peculio
Castrense. —Augusto, al constituirse los militares en una verdadera clase, concedió a los
hijos de familia, militares, que dispusieran por testamento, de lo que hubiesen adquirido
durante el servicio: sueldo, botín, donativos, etc. Estos bienes constituyeron el peculio
castrense. En este tipo de peculio, se reconoció en el filius familias la propiedad de los
bienes, lo que lo distingue del anterior. Nerva y Trajano confirmaron este privilegio.
Cuasi Castrense. —Al sobrevenir la nueva crisis y la evolución del derecho romano, el
ordenamiento patrimonial de la familia se deshace. Al separarse en el imperio las funciones
civiles y militares, Constantino creó el peculio cuasi-castrense, semejante al castrense, a
favor del hijo, con respecto a todo lo que hubiese ganado por su cargo en el palacio
imperial como funcionario, en el ejercicio de profesiones liberales o como clérigo. Se le
reconoce capacidad legal para disponer de los bienes obtenidos con su trabajo. Se consiguió
así un equilibrio entre la clase militar y civil.
Adventicium. —El peculio adventicium, también es denominado bona adventicia. Adriano
y Constantino establecieron que los bienes correspondientes al hijo por sucesión de la
madre, pasasen en propiedad a aquél, y sólo el usufructo al padre.
La Manus
La manus (propia del ciudadano romano) se entiende como potestad establecida por el
derecho civil, que ejercía el paterfamilias sobre la esposa, en virtud de la cual la mujer
entraba a formar parte de la familia agnaticia de su marido (vir), como si fuera hija de
familia, quedando en consecuencia bajo la absoluta dependencia del paterfamilia (del
marido o, si éste es alieni iuris, del jefe de la familia de éste), dejando de pertenecer a su
familia agnaticia originaria. Dentro de la estructura jurídica del matrimonio romano, la
manus tenía una importancia fundamental. En efecto, para los romanos la mano (manus)
era el miembro que puede manifestar exteriormente el poder, de ahí que la manus
constituyese, de manera significativa, el poder del marido sobre la mujer, sin perjuicio de
que con el correr de los tiempos se viese restringido el poder que ésta concedía al marido.
La mujer in manu quedaba como hija de su marido (filiae loco) y hermana agnada de sus
hijos. Si el marido era alieni iuris, entraba ella bajo la potestad de su suegro, como nieta
(nepti loco) o como bisnieta cuando el marido era el nieto de aquel pater familias; en estos
casos, al decir de Álvaro d'Ors, la manus quedaba como absorbida en la patria potestas bajo
la que el marido se hallaba, de allí que se afirme que la entrada bajo la manus producía
efectos análogos a los de la adopción, o, cuando la mujer era sui iuris, a los de la adrogatio.
Esta manifestación del poder de un paterfamilias desapareció tempranamente, mucho antes
de Justiniano.
La adquisición de la manus
Primitivamente el matrimonio conllevaba la adquisición de la manus, por lo cual debía
celebrarse por confarreatio o coemptio, pero a partir de la Ley de las XII Tablas, se admite
la existencia de matrimonio sine manus, al señalarse en ella la posibilidad de adquirir la
manus por usus y la posibilidad de impedirle mediante la Trinoctii usurpatio. De esta forma
no deben confundirse los actos que tienden a hacer adquirir al marido la manus sobre la
mujer con la celebración del matrimonio, sin perjuicio de que en una primera época la regla
general era la adquisición de la manus sobre la mujer, pero paulatinamente terminan por
prevalecer los matrimonios sine manus, hasta desaparecer los matrimonios cum manus en
el siglo III d. C. señala que la manus no se identifica con el matrimonio, y por eso puede
adquirirse sobre niñas sin edad matrimonial, pero destinadas a aquel matrimonio, y
retenerse sobre la divorciada. Para que una mujer pudiera contraer matrimonio cum
manus se requería de la autorización de su pater familias, y si era sui juris requería de la
autorización de su tutor.
La confarreatio
Es una ceremonia religiosa, solemne, se cree que era propia de los patricios y como
consecuencia de ella estas familias podían contar entre sus miembros a integrantes de
los Colegios Sacerdotales. Era celebrada ante los Pontífice máximo, ante el sacerdote de
Júpiter, (flamen dialis), de otros sacerdotes y de diez testigos, y que consistía en un
sacrificio en el cual se ofrecía a Júpiter una torta de harina (pani farreus) al tiempo que los
contrayentes pronunciaban ciertas palabras sagradas sentados sobre la piel de una res que
acababa de ser sacrificada.1Parece tener su origen en la formalidad etrusca, y, en virtud de
ella, varón y mujer quedaban asociados en el mismo culto al entrar la mujer a la familia
agnaticia del marido y por tanto a adorar los dioses de dicha familia.
La coemptio
Es una adaptación de la mancipatio y es algo así como una adquisición simbólica o fingida
de la mujer (imaginaria venditio). Consistía en que en presencia del librepens (persona que
portaba una balanza) y de cinco testigos, el marido golpea la balanza con una moneda de
cobre o recudusculum o con un trozo de cobre, que entrega luego al que simbólicamente
aparece como vendedor de la mujer (paterfamilias o tutor). El marido intercambiaba
algunas palabras con el vendedor simbólico, en que se determinaba el objeto y las
condiciones de la enajenación simbólica. Acto seguido, el varón preguntaba a la mujer si
quería formar parte de su familia. Tal formalidad sirvió para determinar el objeto y las
condiciones de la venta (Lex mancipi) para distinguirla así de la simple mancipatio. La
coemptio dejó de tener aplicación a fines de la República, desapareciendo prácticamente a
comienzos del Imperio.
El usus
Tal como lo señalamos podía darse el caso de que celebrado un matrimonio éste no fuese
acompañado de la confarreatio o de la coemptio, no adquiriendo por tanto el marido la
manus de la mujer al momento de celebrarse el matrimonio. No obstante, podía adquirir la
manus mediante el usus, que fue la forma menos solemne de contraer la manus, que vendría
a ser una especie de usucapión o prescripción adquisitiva, que es un modo de adquirir el
dominio de las cosas ajenas por haberse poseído dichas cosas durante un cierto lapso de
tiempo y concurriendo los demás requisitos legales. En lo relativo a la manus, ésta podía
adquirirse por el usus, esto es, por haber estado la mujer un año continuo bajo la
dependencia o posesión del marido. Así, el usus era una usucapión especial que permitía
adquirir la manus de la mujer por estar en posesión del marido continuamente durante un
año.
La mujer tenía una forma de impedir que el marido adquiriese la manus: la Tricnoctii
usurpatio, que consistía en que la mujer, antes de que se cumpliera el año aludido,
abandonaba durante tres noches seguidas la casa de su marido para irse a la de
su paterfamilias original (participando en las fiestas religiosas de su antigua domus para
demostrar que seguía sujeta a ésta). Se señala que este modo de adquirir la manus dejó de
aplicarse más o menos a comienzos del Imperio bajo el gobierno de Augusto.
Efectos de la manus
Para efectos didácticos conviene distinguir entre efectos respecto de la persona de la mujer
y efectos respecto de los bienes de la mujer. Sin perjuicio de destacar, desde ya, que la
situación de la mujer casada cum manus, es similar, jurídicamente, a la de un hijo de
familia; así los juristas emplean la expresión «loco filiae mariti est», es decir: que está en
lugar de hija del marido, lo que ha de entenderse para efectos patrimoniales y sucesorios y
no en relación a la posición de la mujer en la famila.
Respecto a la esposa
La mujer sale de su familia agnaticia e ingresa en la correspondiente de su marido.
Como consecuencia de ello, la mujer pasa a ser considerada hija de su marido o del pater
familias de éste cuando el marido era alieni iuris. Así, jurídicamente es considerada
hermana de sus hijos.
El marido o el pater familia, en caso de ser el marido alieni iuris, tiene poder o facultad para
corregirla, venderla en esclavitud e incluso matarla. Con el tiempo estas facultades se
fueron atenuando. La costumbre impuso al pater el consultar al consejo de familia
(parientes más próximos) cuando quisiese aplicar un castigo grave a la mujer, salvo el caso
de adulterio de ésta. Finalmente, terminó por desaparecer la facultad de dar muerte a su
mujer.
El marido o el pater familia, según si el primero es o no alieni iuris, dispone de
un interdicto especial llamado Uxore exhibenda et ducenda ('exigir que le sea exhibida y
luego conducida')
Sus bienes:
Se destacan los siguientes efectos:
Todos los bienes que la mujer tenía en el momento de contraer matrimonio o adquiera
durante él a cualquier título pasan a ser de dominio del marido o del pater de éste en caso
de ser alieni iuris.
Por su parte, todas las deudas de la mujer anteriores al matrimonio se extinguen, por
la capitis deminutio que sufre la mujer, lo cual conllevaba a situaciones injustas prestándose
para fraude. De allí, que el pretor interviniera concediéndole a los acreedores una acción
especial, una in integrum restitutio en virtud de la cual se tenía por no celebrada
la conventium in manus en lo referente a los bienes de la mujer, de modo que los acreedores
podían cobrarse en ello.
La mujer in manus no puede obligarse contractualmente por ser alieni iuris.
La mujer tiene derechos sucesorios sobre los bienes del pater o su marido por cuanto ella
forma parte de la familia agnaticia de éste.
Extinción de la manus
La manus se extinguía con la muerte o capitis deminutio del pater, salvo en caso de ser el
marido alieni iuris, y por la venta formal mancipatoria (remancipatio) o por la ceremonia
religiosa de la difarreatio. La remancipatio se utilizaba para los casos de adquisición por
coemptio o usos y la difarreatio para el caso de adquisición por confarreatio.